Aguayo Buenas Noticias 16 12 2009

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Buenas noticias
Sergio Aguayo Quezada Reforma
saguayo@colmex.mx 16 de diciembre de 2009

Dos buenas noticias tiñen de optimismo esta columna dedicada a mostrar que las
transformaciones de las sociedades también nacen del empeño de individuos
comprometidos con la política de lo concreto.

Es más fácil criticar que dar soluciones. Quienes ejercemos este oficio,
solucionamos los enigmas creados por una transición pasmada, invocando una
fantasmagórica "participación ciudadana", salida que no atiende las urgencias de
los tiempos borrascosos. En el 2009 se disparó el número de lectores inquietos
que me preguntaron sobre fórmulas concretas para enfrentarse a la corrupción
política. Lo que relataré a continuación me ayudará a ser más específico sobre los
métodos que permiten a ciudadanos comunes y corrientes contribuir a los
grandes cambios.

El 10 de diciembre se celebra el Día Internacional de los Derechos Humanos.


Durante la última efeméride, dos instituciones -una nacional y otra extranjera-
regalaron buenas noticias a los interesados en mecanismos para frenar esa
impunidad con la cual se violan cotidianamente nuestros derechos. En México, el
Senado de la República reformó ¡por unanimidad! el artículo 17 constitucional
para permitir las "acciones colectivas" que abren la puerta a la defensa de los
consumidores. En Costa Rica, la Corte Interamericana de Derechos Humanos
(CIDH) encontró culpable al Estado Mexicano por sus omisiones e ineficiencias
en la localización y castigo de los asesinos de tres jovencitas juarenses: Claudia
Ivette González, Esmeralda Herrera y Laura Berenice Ramos.

Enumero, a continuación, los resortes que hicieron posibles los portentos. El


núcleo fue el trabajo individual de Adriana Labardini y Daniel Gershenson,
quienes abrazaron la causa de los consumidores, y de Karla Micheel Salas y
David Peña, los abogados que tomaron el caso de tres de las ocho jovencitas
encontradas sin vida en el "Campo Algodonero" de Ciudad Juárez en noviembre
del 2001. Entre ellos hay diferencias y similitudes.

Los dos primeros se acercan a la madurez con una formación en instituciones


privadas de México y el extranjero; los segundos rondan los 30, estudiaron en
universidades públicas y se forjaron en luchas populares. Los cuatro comparten
un profundo rechazo a los abusos e injusticias y trabajan desde organizaciones
civiles: Alconsumidor, nacida en el 2006, y la Asociación Nacional de Abogados
Democráticos, que litiga desde 1991 y que acompañó al Centro para el
Desarrollo Integral de la Mujer y Nuestras Hijas de Regreso a Casa (ambas
juarenses) en el asunto de la Corte Interamericana.
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Los cuatro donaron enormes cantidades de su tiempo en batallas políticas y


jurídicas tortuosas, lentas y poco visibles. Hace años Rodolfo Gómez Alcalá, el
litigante que me representó en una demanda contra difamación (que finalmente
gané), me dijo una frase que captura las dificultades del reformista: "una cosa es
tener la razón, otra saberla alegar y otra que los jueces [o los políticos] te la
quieran dar". Las buenas noticias aquí celebradas demuestran lo mucho que
logran personas cuando se centran en casos paradigmáticos.

El activismo fructificó porque gestionaron y obtuvieron el respaldo de algunos


medios de comunicación, de organizaciones civiles, de instituciones académicas
y gubernamentales y de gente común y corriente. Por ejemplo, la causa de los
consumidores dio un brinco cualitativo cuando fue adoptada por el ITAM y por
el senador priista Jesús Murillo Karam. El empuje definitivo vino cuando Blanca
Heredia, una académica que actualmente dirige la Unidad de Desarrollo Político
de la Secretaría de Gobernación, hizo un eficaz trabajo de convencimiento con
algunos actores clave.

En el asunto de las adolescentes sacrificadas en el feminicidio de Ciudad Juárez


fue determinante el papel de algunas integrantes de la Comisión y la Corte
interamericanas de derechos humanos. Entre otras, Rosa Celorio, Rosa María de
Castro y la jueza Cecilia García Medina. Es una bocanada de aire fresco saber
que la inserción de México en la globalización ha permitido obtener en el
exterior la justicia que el país nos niega.

No estamos ante victorias definitivas. Durante el 2010 se debatirán y aprobarán


las leyes que regularán las acciones colectivas y las grandes empresas intentarán
mantener intacta la servidumbre de quienes consumimos. También deberá
vigilarse que el Estado mexicano cumpla con el fallo de una Corte internacional a
la cual respeta de dientes para afuera, porque la mayor parte de nuestros
funcionarios no asume a plenitud que México es sujeto de obligaciones frente al
exterior.

Ante la incertidumbre sobre el futuro, estos retoños de esperanza confirman la


trascendencia de individuos con sueños que se hacen realidad en proyectos
ambiciosos pero manejables. Es una vía atractiva porque, asumámoslo de una
buena vez, la mayor parte de los partidos y los gobiernos difícilmente
renunciarán a sus privilegios pensando en el bien común. Los derechos no se
mendigan, se conquistan.

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