PRIMER AGRAVIO: Violación de la garantía de defensa en juicio.
En primer lugar, se ha visto vulnerada la garantía constitucional de defensa en
juicio, toda vez que ha existido un exceso de jurisdicción del Tribunal de juici o, al aplicar un monto de pena superior al requerido por el órgano acusatorio. E n el caso concreto, se ha fijado una pena única de nueve años de prisión, hacien do caso omiso al quantum de ocho años solicitado por el Señor fiscal. Como bien lo indica el voto en disidencia de la Doctora Ledesma en el fallo Lópe z Márquez, Irma Armanda, CNCP, Sala III, 13/08/2008; “Debe casarse la sentencia condenatoria en orden a la pena impuesta, si el a quo aplicó una pena mayor a la requerida por el fiscal, y al individualizar el monto de la sanción tuvo en cue nta como agravantes, circunstancias que no habían sido introducidas durante el d ebate, pues ello resulta violatorio del derecho de defensa y del principio de c ontradicción.” Al respecto, la afectación del contradictorio también se presenta en razón de qu e las circunstancias indicadas por los jueces para agravar la pena, no han sido introducidas durante el debate, ni valoradas, y por ende, esta defensa no ha pod ido ejercer correctamente su derecho de refutarlas oportunamente. En este mismo sentido, los Dres. Lorenzetti y Zaffaroni, han manifestado en el Recurso de Hecho Amodio, Héctor Luis s/ causa 5530; que “La plena jurisdicción r econoce como límite máximo a su ejercicio los términos de la acusación, de modo tal que si el sentenciante excede la pretensión punitiva del Ministerio Público Fiscal, se pone en jaque el derecho de defensa”. Siguiendo este lineamiento, son palabras de Maier que “El cambio brusco del punt o de vista jurídico…, puede en ocasiones provocar indefensión, por lo inimaginab le de la situación que se produce desde el ángulo de observación de la defensa t écnica”. (Maier, Julio, Derecho procesal penal, Ed. Del Puerto, 2004, Tomo I. F undamentos, p. 569.). Esta defensa entiende que en la medida en que las reglas jurídicas que el tribun al aplica a los distintos aspectos del caso no hayan sido debatidas y no se haya permitido a la defensa alegar sobre tales cuestiones, la situación de indefensi ón puede resultar prácticamente idéntica a la del cambio sorpresivo de calificac ión jurídica. En este orden de ideas, es claro Alberto Binder cuando señala que “Además del lí mite fijado por el legislador, el juez tiene otro límite: aquel fijado por el ac usador, sea éste oficial o privado”. (Introducción al derecho penal, editorial A d-Hoc, Buenos Aires, 2004, pág. 297). Esta misma posición fue expresada por la Doctora Ángela Ledesma en su voto en di sidencia en la causa n 4833 “Lujan, Marcos Antonio s/recurso de casación” Regis tro n 229/2004 de la Sala III de este Tribunal rta. El 3 de mayo de 2004” en la que sostuvo que la cuestión planteada conmueve las bases el sistema de enjuicia miento penal y remite a los presupuestos constitucionales fijados como presupues tos mínimos del juicio previo. En tal sentido expresó que el principio del ne pr ocedat iudex ex officio constituye un límite al ejercicio de la actividad jurisd iccional y que como consecuencia de ello, el tribunal no puede expedirse más all á de lo pedido. La sentencia no puede ser ultra petita, ni tampoco está facultad o para fallar fuera de la pedida extra petita. Este análisis se desprende de la doctrina sentada en el fallo “Tarifeño” (Fallos : 325:2019), en tanto la sentencia no puede exceder a la acusación. No resulta o cioso en este punto citar el voto del Dr. Hornos en el fallo Arguello, Carlos Ez equiel s/recurso de casación", dictado por la sala IV de la CNCP el 12/11/07: “a diferencia de lo que ocurre con el sentido y alcance de la acusación, que en nu estro sistema se integra en dos actos procesales (conf. "Tarifeño", publicado en Fallos 325:2019 y "Mostaccio", publicado en Fallos 327:120), la petición de pen a se realiza únicamente en los alegatos finales. Tal como está diagramado nuestr o proceso penal, es recién en esta etapa en donde se discute por primera vez el monto de la sanción que corresponde. En este contexto, dijimos que cuando el fis cal no fundamenta el pedido de pena, el imputado estaba, imposibilitado de rebat ir las circunstancias agravantes y/o atenuantes que dieron lugar al monto de la sanción. Esta afectación a sus posibilidades ciertas y efectivas de defenderse s obre el asunto, también está presente en el supuesto de autos, puesto que la gra duación de la pena impuesta no fue introducida en el debate previamente y, por e nde, no pudo ser cuestionada por el imputado. No quedan dudas, entonces, que la pena ha significado una sorpresa para él, al tratarse de un monto que nunca le f ue informado, con lo cual estuvo fuera de sus legítimas previsiones”. Esta idea se completa en otro fallo de la misma sala, “Teodorovich, Cristian David s/ recu rso de casación”, del 6 de febrero del corriente año, donde el Dr. Panizzi acert adamente recuerda que, aunque el juez exprese los motivos que llevaron a la impo sición de ese monto de pena, dichos argumentos al no haber sido volcados en el d ebate, no se le dio posibilidad a la defensa de rebatirlos. SEGUNDO AGRAVIO: Violación a la garantía de imparcialidad. Del mismo modo que resulta inaceptable que se pueda llegar a una condena sin que el Ministerio Público la haya peticionado previamente, debe necesariamente conc luirse que también resulta vinculante el concreto pedido de pena, como límite de ntro del cual puede ejercer sus facultades jurisdiccionales. Dicho proceder, lesiona la garantía de imparcialidad y el principio acusatorio, en el cual una de las principales características lo constituye el hecho de qu e las funciones de acusación y enjuiciamiento están divididas en órganos separad os, siendo esencial entonces dentro de esta tesitura la idea de división de las funciones de investigación y de enjuiciamiento por parte del juez. La separación entre juez y parte, es el más importante de los elementos constitu tivos del modelo teórico acusatorio. Es la base de las garantías orgánicas estip uladas. Representa, por un lado una condición esencial de imparcialidad del juez de la causa, y por otro, un presupuesto de la carga de la imputación y de la pr ueba que pesan sobre la acusación. Es así como la imparcialidad del juzgador se ve disminuida por cualquier actuaci ón ex officio, al menos en su apariencia y, sobre todo, cuando tercia espontánea mente en el debate y ejercita su potestad para imponer una pena más gravosa que la pedida por la acusación, con la misma calificación jurídica, sin que previame nte las partes hayan tenido siquiera la oportunidad real de debatir esa "tercera opinión", rompiendo su hieratismo o su indiferencia institucionales. A partir d e esa premisa se torna necesario dar un paso más para reforzar y garantizar al m áximo esa cualidad socrática del juez situado por encima de las partes acusadora s e imputadas, para decidir justamente la controversia determinada por sus prete nsiones en relación con la culpabilidad o la inocencia. Hoy, cuando ya está fuer a de cualquier polémica la necesaria separación de las funciones instructora y e njuiciadora, desde las sentencias del Tribunal Europeo de Derechos Humanos en lo s conocidos casos Piersack y De Cubber, expresamente recogidos por nuestra Corte Suprema en Llerena, conviene avanzar progresivamente en ese camino para ir prec isando más facetas en esa característica, esencia de lo judicial.