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MANUEL UGARTE LA NACION LATINOAMERICANA PROLOGO MANUEL BALDOMERO UcarTE pertenece a la sacrificada “generacién argentina del 900”, es decir, a ese micleo de intelectuales nacidos entre 1874 y 1882 que conformaban al despuntar el siglo, una brillantisima “juventud dorada”. Sus integrantes eran Leopoldo Lugones, José Ingenieros, Ricardo Rojas, Ma- cedonio Fernandez, Alfredo L. Palacios, Alberto Ghiraldo, Manuel Galvez y el propio Ugarte. Habfam nacido y crecido en ese tan cutioso petiodo de transicién que cubre el ultimo cvarto de siglo en la Argentina, cuando Ja vieja provincia latinoamericana parece hundirse pata siempre, con sus gau- chos y sus caudillos, sus costumbres austeras y su antiguo aroma espafl, sus suefios heroicos y su fraternidad latinoamericana. En su reemplazo, esos afios ven brotar una Argentina cosmopolita, con aires europeizados, cuyo rostro sélo mita al Atléntico, ajena al destino del resto de Jas provincias hermanas, con una clase dominante derrachadora, de jacqué y galera de felpa, que soslaya el frfo de los inviernos matchdndose a disfrutar ei verano parisino y un apa- rato cultural que difunde al dia Jas ultimas novedades de fa cultura europea. Tafluenciados por esas dos Argentines, la que parecia morir irremisiblemen- te y la que reclamaba el futuro con pretenciosa arrogancia, estos poctas, ¢s- critores, ensayistas, suffieron en carne propia el drama del pas y sus promi- sorias inteligencias, en vez de desarroliarse al cobijo de un clima favorable, se desgarraron tironeadas por dos mundos contradictorios. La tarea intelectual no fue entonces fructifera labor cteativa, ni menos simple divertintento como en otros micleos de pensadores, sino un penoso calvario frente al cual sélo cabfa hincar a rodilla en tierta abandonando [a cruz, trampear a Jos de- mas y a si mismos con maniobras oportunistas o recorretlo hasta el final costare Io que costare. Hasta ellos Icgaba Ia tradicién democrética y hasta jacobina de un Manuel Dostego 0 un Matiano Moreno y también la pueblada tumultuosa de Ia mon- tonera mientras frente a ellos se alzaban Jas nuevas ideologias que recorrfan Europa atizando el fuego de a Revolucién: el socialismo, el anarquismo. A x su vez, detrds, en el pasado inmediato, percibian una nacién en germen, una patria caliente que se estaba amasando en las guerras civiles y delante, sdto veian la sombra de los simbolos porque fa Patria Grande habia sido despe- dazada y las patrias chicas encadenadas colonialmente a las grandes potencias. La cuestién nacional y 1 cuestién social se enredaban en una compleja ecua- cién con que la Historia parecia complacerse en desafiarlos, Ricardo Rojas clamard entonces por una “Restauraciéa nacionalista”, rei- vindicaré “La Argentinidad” y buscando un vinculo de cohesién latinoameri- cana se desplazard al callején sin salida del indigenismo en Eurindia. Una y otra vez las fuerzas dominantes de esa Argentina “graneto del mundo” cerra- ran el paso a sus ideas y una y otra vez se verd forzado a clandicar, elogiando Sarmiento —él que de joven se vanagloriaba de su origen federal—, otor- gandole sdélo contenido moral a la gesta de San Martin —<€l, en cuyo “pais de Ia selva” estaban vivos atin los ecos de le gran campatia libertadora— para terminar sus dias en los bastiones reaccionarios enfrentando al pueblo jubiloso del 17 de Octubre. Leopoldo Lugones también indagaré desespetadamente fa suerte de su patria pero, con igual fuerza, intentard enraizar en estas tiertas ese socialismo que conmueve a la Europa de la segunda mitad del siglo xrx. Su militancia juvenil en el Partido Socialista va ditigida a lograr ese entronque: una pattia cuya transformacién no puede tener otro destino que el socialismo, una ideologfa socialista cuya tinica postbilidad de fructificar reside en impregnarse profun- damente de las especificidades nacionales. La frustracién de esa expetiencia Jo Ilevara al liberalismo reaccionario y luego al fascismo (de propagandista del presidente Quintana, liberal pro inglés, a redactor de los discursos del presidente Uriburu, cotporativista admirador de los Estados Unidos). ;Sin- gularmente trdgica fue Ja suerte del pobre Lugones! Fascista y anticlerical, enemigo de Ia inmigracién pero partidario de! desarrollo industrial, su_sui- cidio resulté la confesién de que habfa fracasado en la bésqueda de su “Gran- de Argentina”. También 41, como Ricardo Rojas, desfilé en la vereda anti- popular pero, al igual que a éste lo rescatan patcialmente su mejores libros, a Lugones lo ptotege del juicio lapidario de la izquierda infantil una obra literatia nacional, la reivindicacién del “Martin Fierro”. El libro de los paisajes, Tos Romances y esa dramdtica desesperacién por encontrar una patria que Je habfan escamoteado. También Alberto Ghiraldo —amigo intimo de Ugarte desde la adolescen- cia— intenté asumir las nuevas ideas del siglo sin dejar, por eso, de nutrir su literatura en Ia sangre y la carne de su ptopio pueblo. Anarquista desde joven, cultivé también Jos cuentos criollos y en sus obras de teatro reflejé ta realidad nacional. También él, como Usatte, denosté al monstruo devorador de pequefios paises en Yanguilandia barbara, pero las fuerzas a combatir eran tantas y tan poderosas que, en plena edad madura, opté por el exilio. Desde Espagia o desde Chile, Ghiraldo era ya apenas una sombra de aquel joven que tantas esperanzas hacia beotar en el novecientos. ¥ el poeta que hizo vibrat x auna generacién con Triunfos nuevos, el implacable critica de Carne doltente y La titania del Jrac murié solo, pobre y olvidado. Macedonio Fernandez y Manuel Gélvez también compartieron las mismas inquietudes. Después de una juvenil experiencia andrquica, Macedonio se retrajo y si bien no cesd de reivindicar lo nacional en su fargo discurrir de décacas en hoteles y pensiones para el reducido grupo de discfpulos, el hu- morismo se convirtiS en su coraza contra esa sociedad hostil donde ptevale- cian los abogados de compafifas inglesas y los estancieros entregadores. Su admiracién por el obispo Berkeley, en el camino del solipsismo, constituye una respuesta, como el suicidio de Lugones, al orden semicolonial que ahe- rrojé su pensamiento. Galvez, por su parte, opté por recluitse y crear en si- lencio. Abandonado ef socialismo de su juventud, se aproximé a la Iglesia Catélica y encontré en ella el respaldo suficiente para no sucumbir. Se con- virtié en uno de sus “Hombres en soledad” y en ese ambiente intelectual drido donde sélo valfan los que traducfan a Proust o analizaban a Joyce desde todos los costados, Galvez pudo dar prueba de la posibilidad de una litera- tura nacional. Si bien mediatizado por la atmésfera cultural en que debia tespicar, si bien cayendo a menudo en posiciones aristocratizantes, logré dejar varias novelas y biograffas realmente importantes También Alfredo Lorenzo Palacios —como Ricardo Rojas— era de extrac: cién federal. Su padre, Aurelio Palacios, habla militado en el Partido Blanco uruguayo y eta, pues, un hijo de la patria vieja, aquellas de los gauchos levan- tados en ambas orillas del Plata contra las burguesias comerciales de Monte- video y Buenos Aires tan proclives siempre a abrazarse con los comerciantes ingleses, También Palacios —como Lugones, como Gélvez, como Macedonio, como Ghitaldo— percibié desde joven la atraccién de {fas banderas to- jas a cuyo detredor debfa nuclearse el proletariado para alcanzar su libe- racién. No es casualidad por ello que ingresase al Partido Socialista y que allf discutiese en favor de la patria, ni que fuera expulsado por su “na- cionalismo criollo”, ni que fundase Juego un Partido Socialista “Argentino”, ni_que mds tarde se convirtiese en el orientador de la Unién Latinoamericana. ~Cémo no iba a saber el hijo de Aurelio Palacios —antimitrista, amigo de José Herndndez y opositor a la Triple Alianza— que la América Latina era una sola patria? ¢Cémo no iba a saber Palacios que el socialismo debfa tomar en consideracién la cuestién nacional en fos “pueblos desamparados” como el nuestro? Sin embargo, aquel joven socialista de ostentoso chaleco rojo de principios de siglo se transformé con el correr de los afios en personaje res- petado y aun quetido por los grandes popes de Ia semicolonia, su nombre altetnd demasiado con los apellides permitidos en fos grandes matutinos y finalmente, aquel que habfa iniciado Ja marcha tras una pattia y un ideal socialista, coroné su “carrera” polftica con el cargo de embajador de uno ac los gobictnos mds antinacionales y antipopulares que tuvo Ja Argentina 1956). Distinta era Ia extraccién de José Ingenieros quien, incluso, no nacié en la Argentina sino en Palermo, Italia. Sin embargo, intuyd siempre, aunque de XE una manera confusa y a veces cayendo en gruesos etrores, como el del impe- tialismo argentino en Sudamérica, que la reivindicacién nacional era uno de los problemas claves en nuestra lucha polftica. El socialismo, a su vez, le venia desde la cana pues su padre, Salvador Ingenieros, habia sido uno de los dirigentes de la I Internacional. Desengafiado del socialismo en 1902, Inge- nietos abandoné Ja arena politica y se sumergid de Teno en los congresos si- quidtricos, en las salas de hospital, en sus libros, Pero pocos afios antes de su temprana muerte entregé sus mejores esfuerzos a Ia Unidn Latinoamericana, a la defensa de la Revolucién Mexicana, al asesoramiento al caudillo de Yu- catdn, Felipe Carrillo Puerto, a quien aconsejaba adoptat un “soctalismo nacional” y a] elogio de la Revolucién Rusa en un teatro de Buenos Aites, Es decir, socialismo y latinoamericanismo. Tampoco Ingenieros vio colmados sus anhelos juveniles, ni fos argentinos recibieron todo fo que su inteligencia podia dar. Aqui también las fuerzas predominantes en la superestructura ideo- Iégica, montadas sobre el final del siglo y cuya consolidacién se expresd simbélicamente en 1904 en Ia Iegada al podet de un abogado de una empresa briténica, cortaton e! vuelo del pensamiento de Ingenieras, lo embretaron en disciplinas menos peligrosas que la sociologia y la polftica y lo silenciaron resueltamente en su ultimo intento por gritar su verdad, en ese su canto del cisne cusndo reivindicaba al unisono la bandera de la Unién Latincamericana y del Socialismo Revolucionario. Si se observa con detenimiento, todos estos representantes de la generacién del 900, a pesar de las enormes presiones, fos silencios y los acotralamientos, han logrado hacerse conocer en Ia Argentina y en América Latina desde hace afios. De un modo otro, esterilizéndolos o deform4ndolos, tomando sus aspectos mds baladies o resaltando sus obtas menos veliosas, han sido incor- porados a los libros de ensefianza, los suplementos literatios, las antologias, las bibliotecas publicas, as sociedades de escritores, las aburridas conferen- cias de los sabados, fos anaqueles de cualquier biblioteca con pretensiones. Sélo Manuel Ugarte ha corrido un destino diverso: un silencio total ha rodea- do su vida y su obra durante décadas convirtiéndolo en un verdadero “mal- dito”, en alguien absolutamente desconocido pata el argentino medianamente culto gue ambula por los pasillos de las Facultades. No es casualidad, por supnesto. La causa reside en que, de aquel brillante nticleo intelectual, sélo Ugarte consiguié dar respuesta el enigma con que Ios desafiaba la historia y fue luego leal a esa verdad hasta su muerte. Sdlo él recogié la influencia nacional-latinoamericana que venfa del pasado inmediato y Ja ensamblé con las nuevas ideas socialistas que Iegaban de Europa, articulando Jos dos pro- blemas politicos centrales de la semicolonia Argentina y de toda la América Latina: cuestién social y cuestién nacional. No Io hizo de una maneta total, tampoco con una consecuencia nitida, pero a través de toda su vida se conti- nba, como un hilo de oro, la presencia viva de esos dos planteos, la fusién de fas dos banderas: In reconstruccidn de Ia nacida latinoamericana y Ia libera- cién social de sus masas trabajadoras. De ahi Ja singular actualidad del pen- samiento de Ugarte y por ende su condena por parte de los grandes podeses XII defensores del viejo orden. De abi la utilidad de tescatar su pensamiento creador y analizar detenidamente las formulaciones de este solitario socialista en un pais semicolonial --de] Tercer Mundo, dirfamos hoy— enfrentado ya al ptoblema de la cuestién nacional cuando atin Lenin no ha escrito El impe- rialismo, etapa superior del capitalismo, vi Trotski ba dado a conocer su teoria de ‘‘la revolucién permanente”. En la época en que transcurre la infancia de Manuel Ugarte ain resuenan en la Argentina los ecos de la heroica gesta libertadora y unificadota que enca- bezaron San Martin y Bolfvar, medio siglo atrds. La lucha comdn de las ex colonias contra el absolutismo espafiol, cruzdndose sus caudillos de una provincia a otra en media de la batalla, se encuentra atin fresca en las con- versaciones de los mayores a cuyo lado se modela el catdcter y el pensamien- to de la criatura, Ms reciente ain, apenas ona década atrds, estd vivo el recuerdo de Felipe Varela, desde Ja cotdillera de fos Andes, convocando a fa Unién Americana o la similar proclama insurreccional del entrerriano Ricardo Lépez Jordén exaltando “la indisoluble y santa confraternidad americana’. Asimismo —como pata certificar que n0 sdlo los caudillos se consideraban latinoamericanos— ahi no més en el tiempo, Juan B. Alberdi habfa levanta- do su voz contra le guerta de fa Triple Alianza, juzgandola “guerra civil” y habfa tomado partido por ls causa de Jos blancos uruguayos, el pueblo para- guayo y los fedetales argentinos contra la entente de las burguesias portuarias del Plata y el Imperio del Brasil. Ademés, los hombres del 80, con los cuales dialogarg el Ugarte adolescente, son consecuentes con la vieja tradicidn san- martiniana: Carlos Guido y Spano, otro defensor del Paraguay destrozado, Eduardo Wilde, cuyo escepticismo no le impide sostener con entusiasmo que hay “que hacer de Sudamética una sola nacién”, José Herndndez que designa habitualmente a la Argentina como “esta seccién americana” ¢ incluso ¢l propio presidente Julio A. Roca quien, por esa época, da uno de los pocos ejemplos de latinoamericanismo oficial al rechazar las presiones belicistas contra Chile, intercambiar visitas con ¢l presidente del Brasil y lanzar Ia Doctrina Drago pata el conflicto venezolano. Es vetdad que también resulta poderosa la influencia antilatinoamericana preconizada por los distintos 6r- ganos de difusién de 1a clase dominante, en especial, la escuela, la historia de Mitre con su odio a Bolivar y los grandes matutinos. Peto el joven Ugarte ma- dura su pensamiento bajo la influencia de esa cultura nacional en getmen que asoma ya en el Martin Fierro de José Herndndez o en La exeursibn a los indios rangueles de su conocido Lucio V. Mansilla, en la vertiente del nacionalismo de- mocrdtico que tuvo sus exponentes en Moreno, Dorrego, Alberdi y los cau- dillos federales, especialmente los del norocste como El Chacho y Varela. Su avidez por aprender, su sed de libros nuevos, de ideas distintas, es satis- fecha gtadualmente sin romper por eso los Jazos con esa Argentina en ges- patty tacién que recién cuando él ha cumplido cinco afios —en 1880— logra real- mente su unificacién al federalizarse Buenos Aires y convertirse en Capital. Por eso, cuando el joven poeta de 19 afios, busca una bandera para su Revista Literaria Ja encuentra en una convocatoria al acercamiento de todos los jSvenes esctitores de América Latina. Su primer paso cn la literatura se convierte, pues, €n su primera experiencia latinoamericana. José E. Rodd, en el mismo camino, le dird entonces: “Grabemos como ema de nuestra divisa literaria esta sfntesis de nuestra propaganda y nuestra fe: Por la unidad intelectual y moral hispanoamericana”. Al tiempo que esa experiencia de la Revisea Literaria lo acerca al resto de América Latina —colaboran desde Ricardo Palma hasta Rufino Blanco Fom- bona y desde José Santos Checano hasta José E. Rodé— lo aleja de la in- fluencia singularmente cosmopolita que va genando a la mayoria de los jdvenes escritores argentinos. El fracaso de su Revista —resistida por el ambiente de Buenos Aires— resulta, desde el punto de vista Latinoamericano, un verdadero triunfo. ¥ cuando poco después —huyendo de Buenos Aires “porque me faliaba_oxigeno”— se instala en Europa, su conciencia latinoamericana se profundiza. “Desde Paris, zcémo hablar de una literatura hondurefia o de una literatura costarticense?” pregunta, La lejania lo acerca entonces y aquella realidad tan enorme que era dificil de divisar de cerca, resulta clata a los ojos, tomando distancia. La vieja broma de que un francés considera a Rio de Janeiro capital de la Argentina, adquiere en cierto sentido veracidad por- que desde Paris, las fronteras artificiales se disuelven, las divisiones polfticas se esfuman y Jo Patria Grande va apareciendo como una unidad indiscutible desde Tierra del Fuego hasta el Rio Grande. “Urgia interpretar por encima de las divergencias lugarefias, en una sintesis aplicable a todos, la nueva emo- cin. La distancia borraba Jas Iineas secundatias, destacando !o esencial”. Cuan- to més lejos de la Patria Chica més cerca de la Patria Grande, Quizd entonces analiza cuidadosamente esas influencias recibidas en su nifiez y en su adoles- cencia, confusas y empalidecidas a veces, que su pensamiento no habia logrado asimilar como vetdades propias y que ahora vienen a reafirmarle su nueva conviccién. Si Latinoamérica no és una sola pattia, 2qué significa ese oriental Artigas ejerciendo enorme influencia sobre varias provincias argentinas y te- niendo por lugartenientes al entrettiano Ramirez y al santafesino Lopez? Y junto a ellos, equé papel descmpefia ese chileno Carrera? ¢Qué sentido tiene entonces la gesta de San Martin al frente de un ejército que ha cortado vinculos de obediencia con el gobierno argentino, Ilevando como objetivo la independencia del Peri con ayuda chilena? eQuién es, pues, ese venezolano Bolivar, que se propone libecar a Cuba, que proyecta derrocar al emperador del Brasil y que lucha ademas por dar libertad a Ecuador y Peru, al frente de otro ejército latincameticano en el cual militan soldados y oficiales argentinos? 4Son acaso traidores a la Argentina José Hernéndez, Guido y Spano, Juan B, Alberdi, Olegario Andrade, y tantos otros que toman partide por ef Pa- raguay en la Guerra de Ia Triple Alianza? E incluso, gtraicionan a la patria, xiv esos pueblos enteros de nuestro noroeste que festejan la derrota argentina de Curupayz{ en esa misma guerra? Sus estudios de sociologia ¢ historia le otorgan ya las armas para pregun- tarse qué es una nacién y para plantearse Ja gran disyuntiva: ¢Cada uno de Jos pequefios pafses latincamericanos puede erigitse en una nacién o la nacién es la Patria Grande fragmentada a la que hay que reconstruir como tarea esencial? En esos afios de fin de siglo el interrogante es formulado una y ota vez y la respuesta va resultando cada vez més satisfactoria, cada vez mds sdlida, abundante en argumentos ya itrefutables, El mismo idioma, la comu- nidad de territorio, un mismo origen colonizador, hérocs comunes, vicjos vincalos econémicos ahora debilitadas pero que pueden restablecerse, funda- mentan su conviccién de que la América Latina es una sola patria, conviccién que ya no abandonard hasta su muerte. Por eso sostiene en 1901: “‘A todos estos paises no los separa ningun antagonismo fundamental. Nuestro territo- rio feaccionado presenta, a pesar de todo, mds unidad que muchas naciones de Europa. Entre las dos reptiblicas mds opuestas de la América Latina hay menos diferencia y menos hostilidad que entte dos ptovincias de Espafia o dos estados de Austria. Nuestras divisiones son puramente politicas y por tanto convencionales. Los antagonismos, si los hay, datan apenas de algunos afios y mds que entre los pueblos son entre los gobiernos. De modo que no habria obstdculos serios para la fraternidad y coordinacién de paises que mar- chan por el mismo camino hacia el mismo ideal... Otras comarcas més opues- tas y separadas por el tiempo y las costumbres se han reunido en bloques poderosos y durables. Bestarfa recordar como se consumé hace pocos afios la unidad de Alemania y de Italia”. Poco tiempo después insiste en otro articulo: “La primera medida de de- fensa seria el establecimiento de comunicaciones entre los diferentes paises de la América Latina, Actualmente los grandes diarios nos dan, dia a dia, detalles a menudo insignificantes de Jo que pasa en Paris, Londres 0 Viena y nos dejan, casi siempre, ignorar las evoluciones del espiritu en Quito, Bogotd o Méjico. Entre una noticia sobre Ja salud del emperador de Austria y otta sobre la renovacién del ministerio en Ecuador, nuestro interés teal reside na- turalmente en la ultima. Estamos al cabo de la politica europea, pero ignora- mos el nombre del presidente de Guatemala...” Y este reproche lanzado en 1901 conserva todavia vigencia en 1976, no obstante los pasos que se han dado pata consolidat una conciencia latinoamericana. Ugarte retoma sf el ideal unificador que inspiré a Bolivar la reunién del Congreso de Panamd en 1824, granjedndose desde entonces la furiosa anti- patia de los mitristas de Buenos Aires, discipulos del localista Rivadavia que torpeded aquel Congreso, Mientras los argentinos de [a nueva generacién abandonan las ultimas inquictudes Jatinoamericanas —sélo Palacios, Ingenie- ros y algunos pocos mantendran de una u otro modo la vieja bandera— Ugarte fecuesta su pensamiento y sus esfuerzos en el trabajo paralelo de otros hom- bres de la Patria Grande que ansian continuar la lucha del Libertador: las ensefianzas de Marti, las arengas de Vargas Vila, incluso el mismo Darfo que xv milité en el partido unionista de Nicaragua y muy especialmente, un gtan amigo de Ugerte y defensor a ultranza de Bolivar: Rufino Blanco Fombona. En 1903 ya tevela en germen su proyecto de construir una entidad di gida a estrechar vinculos latinoamericanos en pro de la reconstruccién de la Patria Grande: “Después de lo que vemos y leemos, seré dificil que queden todavia gentes pacientes que hablen de la Federacién de los Estados Sudame- ticanos, del ensuefto de Bolfvar, como de una fantasfa revolucionaria... La iniciativa popular puede adelantarse en muchos casos a as autoridades, Nada setia més hermosc que creat bajo ¢l nombre de Liga de la Solidaridad His- panoamericana © Sociedad Bolivar una vasta agrupacién de americanos cons- cientes que difundiesen 1x luz de su propaganda por las quince repuiblicas. Esa poderosa Liga tendria por objeto debilitar lo que nos separa, robustecer lo que nos une y trabajar sin tregua por el acercamiento de nuestros paises. ¢Es imposible acaso realizar ese proyecto?” Once afios més tatde constituird en Buenos Aires [a Asociacién Latinoamericana que realizar4 una intensa activi- dad dutante tres afios en favor de la unidn de nuestros paises. Y al promediar la década del veinte sera también presidente honorario de la segunda entidad fundada en Buenos Aires con el mismo ptopésito: la Unién Latinoamericana. La concepcién de Latinoamética como una sola nacién fragmentada en un mosaico de paises sin destino propio, la conviccién de que esa Patria Grande debe ser reconstruida como condicién indispensable para salir del atraso y la esclavitud, asi como el planteo acerca de una cultura latinoamericana en for- macién con las especificidades de cada pais, son desattolladas por Ugarte en El porvenir de la América Espatiola, El destino de un continente, Mi campatta hispanoamericana, La Patria Grande y La reconstruccién de Hispanoamérica, como asf tambicn en innumerable cantidad de articulos y conferencias y muy especialmente en los discursos populares pronunciados a to largo de dos afios de gira por las ciudades mds importantes de América Latina, en aquella cam- pafia inolvidable que movilizé a miles de manifestantes entre 1911 y 1913. Ciclépea e incansable seré su tarea: polemizaré con los socialistas argentinos que desdefian a la América morena y lo acusan de regresar de su campafia “empapado de barharie”, discutird con los intelectuales exquisitos que pre- conizan ef arte por el arte y se alicnan en las obras importadas de Europa, sefialaré en los periddicos los peligros del “idioma invasor” asi como la in- filtcaci6n de un “‘alma distinta” a través del cinematégrafo, la obra teatral y el libro extranjero cuando se [os recibe con mentalidad colonial, defendera la tradicién hispana —la de la Espafia liberal y revolucionaria— frente a los adoradores del anglosajén, quebraré lenzas con los grandes diatios que exa- cerban localismos explotando mintisculos incidentes fronterizos, en fin, en todos Ios frentes de la lucha ideolégica no cejard un instante, durante medio siglo, de defender todo aquelic que concurra a disalver las fronteras attificia- Jes y a dar un solo color al mapa latinoamericano. Sufrird en esa lucha graves reveses, agudas decepciones y a veces desesperado, estaré a punto de quebrar la pluma pata siempre, pero el proyecto de la unién Jatinoamericana perma- necerd incdlume en Jo més profundo de él mismo y logrard atravesar varias xvI décadas de combates desiguales, exilios y amargura, sin claudicar. Esa certeza de que la cuestién nacional latinoamericana constituye un problema principa- lisimo, generalmente ignorado por la mayor parte de los seudoizquietdistas que vociferan en estas tiecras, otorga al pensamiento de Ugarte una singula- ridad revolucionaria poco comuin, pues 73 afios después de sus primeres in- quietudes en este sentido, la cuestién contintia estando en el tapete de la historia y resulta ahora preocupacién fundamental de los més licidos repre- sentantes del pensamicnto latinoameticano. Ugarte, partidario de explotar Jos recursos naturales y desarrollar intensamen- te las industrias, comprendié que no eta posible un gran crecimiento de las fuerzas productivas en los estrechos marcos de cada uno de los veinte es- tados latinoamericanos. Su idea de Ja unificaciém —el gran mercado interno para Ja gran industria en desarrollo— se liga pues al propdsito de rescatar a Ja Amética Latina del atraso econdémico en que se hallaba en 1900 —y atin se halla— y conducitla a un estado econdmico-social superior. Pero compren- dié también que la posibilidad de esa unificacién y de ese crecimiento estaba estrechamente figada al logro de 1a liberacién nacional, Pata que Ja Patria fuese Grande debia ser Libre. Inevitablemenie, al abocarse al estudio de la unidad latinoamericana, se encontrd con la intervencién imperialista que habia doblado Ja cerviz de todos Jos gobiernos de fa patria balcanizada. La circunstancia de hallarse en Francia, en pleno perfodo de rivalidades interimperialistas, le posibilits Ja acurmula- cién de datos acerca de Ia preponderancia inglesa y norteamericana en Amé- rica Latina, Un viaje a Estados Unidos, en 1899, dio fundamento a sus in- quietudes al par que varias denuncias de escritores latinoameticanos (Ariel, de Rodé, Ante los brbaros, de Vargas Vila, La Americanizacidn del mundo, de R. Blanco Fombona, E! destino de un continente, de César Zumeta y La ilu- sién americana, de Pedro Prado), robustecieron su conviecién de que las ex colonias espafiolas compattian otro rasgo que marcaba sus fisonomias: te- nfan un enemigo comtin, el imperialistno. La unificaciéa resultaba entonces indispensable también por esta razén, ya que sdlo podia detenerse el avance del vecino voraz, presentando un solo bloque de pafses que pudiera contra- pesar su fuerza. El mencionado viaje por Estados Unidos, México y Cuba, Ie permitid a Ugarte buceat hondamente en el disimil destino de Jas colonias americanas: al notte del rio Bravo, cohesién, unificacién, desarrollo econd- mico, soberan{a e inchiso expansién; al sur, balcanizacida, localismos, attaso, y subordinacién colonial o semicolonial; al norte, desarrello de las fuerzas productivas “hacia adentro”, prolongado hacia el interior; al sur, crecimiento tan solo de las ciudades-puerios “hacia afuera” y hundimiento de los pueblos interiores en una olla de desesperacién y miseria, La historia ensefaba, pues, XxVIL que Ia unidn en 1a nacidn se ligaba intimamente con la soberania nacional y con el progreso econémico social, ‘También en este terreno, Ugarte da la pelea a partir de 1901 con su articulo “El peligro yanqui”. Alli sostiene que “la politica extetior de los Estados Uni- dos tiende a hacer de la América Latina una dependencia y extender su do- minacién en zonas gtaduadas que se van ensanchando primero con Ja fuerza comercial, después con la politica y por tiltimo con les armas, Nadie ha olvi- dado que el territorio mexicano de Texas pasé a poder de Jos Estados Unidos después de una guerra injusta”. Esta bandera antimperialista, enarbolada por primera vez a ptincipios de siglo, sera divisa de combate durante cinco dé- cadas. Apenas durante dos 0 tres afios —con motivo de Ja Politica de Buena Vecindad de F. D. Roosevelt Ugarte sosegard sus ataques al vecino del Norte, pero el resto de su vida entregard a esa causa sus mejores esfuerzos: recotticndo América Latina acusando al invasor, defendiendo a la Revolucién Mexicana ante los ataques armados y las campafias internacionales de despres- tigio, apoyando al APRA en su época antimperialista, constituyéndose en pottavoz de Sandino en Eutopa, solidarizéndose con Perén en la Argentina. Sas manifiestos publicados en todos los diarios latinoamericanos y europeos hardn época y ya desde Ia Asociacién Latinoamericana de Buenos Aires 0 desde la revista Monde en Paris, su palabra no cesard en favor de su América La- tina escarnecida. La presidn imperialista se agudizard a veces —especialmente durante fas dos guerras mundiales— y cuando la mayorfa de los intelectuales Jatinoamericanos se pliegan al bando aliado, en defensa de sus propios amos, Ugarte insiste tozudamente: “No tengamos vocaciém de tropa colonial, Ibero- amética pata los iberoamericanos”. Su concepcién antimperialista se ha forjado en las intervenciones notte- ameticanas en Centroamérica, especialmente en la guerra cubano-espaiiola, y hacia el imperialismo norteamericano enfila él preferentemente su_artilleria ideoldgica. Sin embargo, es erréneo imputarle desconocimiento del imperia- Jismo inglés, al que visualiza ya en 1910 en El porvenir de la América Espa- ola. También en el diario La Patria publicado en Buenos Aires en 1916 Ugarte libra una dura campafia contra Inglaterra, condenando la accién anti- progresista cumplida por el ferrocarril britdnico y reiterando la necesidad de desartollar industrias nacionales para poner fin a fas importaciones en su mayoria inglesas. Mas tarde continuard combatiendo contra ambos imperia- lismos 0 los castigaré conjuntamente bajo el rétulo de ‘‘imperialismo anglo- sajén”, aunque siempte considerard més peligroso al joven y avasallante im- perialismo norteamericano “que constantemente presiona sobre México, nues- tro rompeolas, amenazando inundar todo el sur”. El pensamiento de Ugarte —en tanto tiene como pivotes centrales la unifi- cacién fatinoamericana y 1a kucha contra el imperialismo— se emparenta con XVII el de otros ensayistas de su época: Vargas Vila, Blanco Fombona o José E. Rodé. Pero hay un tasgo muy singular que catacteriza su enfoque y que ex- plica, en definitiva, el silenciamiento de sus ideas. Mientras el latinoametica- nismo y e] antimperialismo en Vargas Vila o Blanco Fombona se nutren de una concepcién liberal, por momentos anérquica, con fuertes dosis de po- sitivismo ¢ incluso ribetes aristocratizantes y mientras en Rodé adquieren perfiles netamente reaccionarios al acantonarse en el espititualismo de Ariel frente a “la brutalidad del maquinismo”, en Ugarte esas ideas apatecen vin- culadas a una ideologfa avanzada: el socialismo. De allf Ja peligrosidad de su prédica que Ia clase dominante argentina petcibié y su respuesta, colocando a Ugarte en el Index durante tantas décadas. Porque se podré decir que hay épocas de su vida en que Ugarte abandona las reivindicaciones socialistas, se podré argumentar también que su socialismo adopta generalmente un tono teformista, socialdemécrata, pero no se puede negar que Ugarte fue uno de los primetos —o quizds el primero en América Latina y en el Tercet Mundo— que intenté ensamblar liberacién nacional (antimperialismo y unificacién) con socialism. En ef 900, cuando muchos marxistas europeos pretendian jus- tificar el colonialismo, cuando en la Argentina los socialistas consideraban waidor a quien se tirulaba “patriota”, Ugarte armaba una mezcla explosiva combinando diversas dosis de socialismo y nacionalismo latinoamericano_in- tentando hallar solucién al grave dilema a que se hallaba enfrentado. Pero ade qué modo Iega Ugarte al socialismo y cémo intenta armonizar con él esa conciencia latinoamericana y amimperialista que ha adquirido poco tiempo atrds? Deslumbrado por los discursos de Jean Jaurés, Ugarte elige el camino del socialismo a principios de siglo: “Nacido en el seno de una clase que disfruta de todos los privilegios y domina a las demés, me he dado cuenta, en un momento de mi vida, de la guerra social que nos consume, de Ja injusticia que nos rodea, del crimen colectivo de la clase dominante y he dicho, rom- piendo con todo lo que me podia retenet: yo no me mancho las manos. Yo me voy con las victimas”. En esta decisién no subyace tan sélo una motiva- cién moral sino también Ja certeza de que ef socialismo es una verdad cien- tifica, que su doctrina encierra las leyes del desenvolvimiento histérico de Ja humanidad: “Los socialistas de hoy no somos enfermos de sensibilidad, no somos dementes generosos, no somos iluminados y profetas que predicamos tun ensuefia que estd en conttadiccién con la vida, sino hombres sanos, vigo- rosos y normales que han estudiado y leido mucho, que han desentrafiado ef mecanismo de las acciones humanas y conocen los remedios que correspon- den a los males que nos aquejan... Vamos a probar primero que el socia- lismo es posible, segundo, que el socialismo ¢s necesario”. Habitual concurrente a las reuniones de la Casa del Pueblo de Paris, el escritor argentino se sumerge en el estudio de las nuevas ideas, Desde un punto de vista, ellas resultan, para él, el desarrollo y remate Iégico de su Tiberalismo revolucionatio que lo ha Wevado a admirar a Robespierre y a los sans-culottes: libertad, igualdad y fraternidad, no restringidas al usufructo XIX exchusivo de la burgueséa sino extensivas a toda la humanidad. Desde otra Optica, Je revelan el trasfondo econdmico del mundo politico, juridico, cul- tural y religioso liberdndolo de la chitle mitolégica liberal. Si bien lee algunos textos clésicos, no cimenta su formacidén ideoldgica directamente en Marx y Engels, sino mds bien en lecturas y conferencias de divulgacién al uso de la socialdemocracia francesa de entonces. Asi, su pensamiento se acostumbra al empleo de los principios fundamentales del marxismo, aunque sin caer jams en esttidencia ni petardismo alguno, al par que no se somete de manera in- condicional ni a las citas de Marx y Engels ni a dogma alguno —ni de doctrina ai de método— sino que, paradojal consecuencia del Revisionismo reacciona- tio, intenta elaborar frente a cada problema una respuesta original, creadora. Mientras sus compafietos del Partido Socialista de la Argentina optan por la facil solucién de aferrarse al Manifiesto: “Los obretos no tienen patria”, es- crito para paises donde la cuestién nacional ya ha sido resuelta y no se hallan sujetos a la dominacién imperialista, Ugarte, sin munirse siquiera de las armas que el mismo Marx Je brindabe en sus esctitos sobre Inlanda por ejemplo, sin poder valerse de los aportes que recién afios mas tarde harin Lenin y Trotrki, intenta entroncat las reivindicaciones nacionales [atinoamericanas con el socialismo. La historia fo coloca ante un diffeil desaffo y si bien no logra resolver plenamente la eccacién es cietto que sus aproximaciones re- sultan cortectzs. Marx no habia comprendido a Bolfvar y éste nada sabia de socialismo, pero ahora, en el cruce de dos caminos, alguien venfa a enrique- sex al socialismo intentando otorgarle una dptica latinoamericana y a reite- rar el suefio de la Patria Grande levantado pot el Libertador a través de una organizacién social superior. Al convertitse al socialismo, Ugarte se pregunta si éste no resulta incom: patible con su antimperialismo, con su nacionalismo latinoamericana, Si los obreros no tienen patria y el internacionalismno proletario es una de las ban- deras mayores de los socialistas, ¢cémo compaginar esa verdad con aquella otra descubierta poco antes, de Ja fragmentacién de Ja nacién fatinoamericana y su vasallaje? Las respuestas se van abriendo paso: Si el socialismo es la bandera de justicia levantada por Ja clase oprimida al lanzarse al ataque contra Ja clase opresora, ¢qué incompatibilidad puede existir para que esa misma bandera sea levantada pot los pueblos oprimidos contra los grandes imperios? Si el socialismo no sdlo es el necesario resultado del desarrollo histérico, sino un ideal de justicia, gacaso habrd que abandonarlo para defender un mismo ideal de justicia, el de los pueblos explotados? Y en su primer articulo acerca del “Peligro yangui”, ya demuestra la posibilidad de enlazar las banderas aparentemente contrapuestas: “Hasta los espfrirus mds elevados que no atti- buyen gran importancia a las frontetas y suefian con una completa recon- ciliacién de Jos hombres, deben tender a combatir en la América Latina Ja influencia creciente de la América Sajona. Carlos Marx ha proclamado la confusién de los pafses y las razas, pero no el sometimiento de unas a otras”. En otras palabras, Marx ha predicado el internacionalismo pero cuando una gten nacién se lanza a engullirse a una pequefia, el internacionalismo prole- XX tario no puede justificar en modo algano un silencio y una inaccién cémplices. E! nacionalismo tiene cardcter reaccionario cuando resulta Ja expresién ava- sallante del capitalismo en funcién conquistadora de colonias, pero tiene un carécter progtesivo en les colonias y semicolonias donde la teivindicacién primaria es la Jiberacién nacional, Asimismo, argumenta que los socialistas deben asumir decididamente la lucha entimpertalista pues, al no hacerlo, fa- vorecen Ja expansién imperialista lo que significa ayudar a consolidar al ca- pitalismo como sistema mundial: “Asistir con indiferencia a la suplantacién serfa retrogradar en nuestra lenta marcha hacia Ia progresiva emancipacién del hombre. El estado social que se combate ha alcanzado en los Estados Unidos mayor solidez y vigor que en ottos paises. La minorfa dirigente tiene allf tendencias més exclusivistas y dominadoras que en ninguna otra patte. Con el feudalismo industrial que somete una provincia a la voluntad de un hombre, se nos exportaria ademés el prejuicio de las tazas inferiores. Ten- driamos hoteles para hombres de color y empresas capitalistas implacables. Hasta considerada desde este punto de vista puramente ideoldgico, la aven- tura serfa perniciosa. Si la unificacién de los hombres debe hacerse, que se haga por desmigajamiento y no por acumulacién. Los grandes imperios son Ja negacién de Ja libertad”. Un afio después, en 1902, retoma ef asunto y afirma con mayor claridad: “En las épocas tumultuosas que se preparan, el imperialismo alcanzaré su tensién extrema. Es lo propio de todos los sistemas que decaen: antes de morir, hacen un esfuerzo y muesttan un vigor que, a veces, no tuvieron en sus mejores afios. Pero este sistema condenado por los filésofos y destinado a desaparecer fatalmente, puede tener una aponfa més © menos latga durante la cual pondrd en peligro quizd la homogeneidad de nuestro grupo etnoldgico. Y a pesar de los ideales internacionales que se afirman cada vez con mayor intensidad, fuerza serd tratar de mantener Jas divisiones tertitoriales. Las renunciamientos serian nocivos a la buena causa porque sdlo conseguirfan acrecer Ja omnipotencia de las naciones absorbentes. Ademds, en Jas grandes transformaciones futuras, la justicia reconciliar’ primero a los ciudadanos dentro de la patria y después, a les patrias dentro de la humanidad”, Luego agrepa: “J.os Estados Unidos continuardn siendo ef unico y verdadero pelipro que amenaza a las repiblicas latinoamericanas. Y a me- dida que los afios pasen iremos sintiendo mds y més su realidad y su fatalismo. Dentro de veinte afios, ninguna nacién europea podrd ononerse al empuie de esa enorme confederacién fuerte, emprendedora y brutal que va extendiendo Jos tentéculos de su industtia y apoderdndose del estémago universal hasta Hegar a ser el exportador tintco de muchas cosas... Entre los peligros que la acechan, el mayor, el que sintetiza a todes los demés, es [a extraordinaria fuerza de expansién de ta gran Rentblica del Norte que como el Minotauro de Jos tiempos heroicos exige periddicamente un tribute en forma de pequefias naciones gue anexa a su monstruosa vitalidad”. Tiempo despucs sostiene: “La derrota de los latinos en América marcatfa un retroceso del ideal de solidari- dad y un recrudecimiento del delirio capitalista que haria peligrar el triunfo de los mds nobles propésitos... No es posible olvidar que, segiin previ: XXI autorizadas, Norteamética sera quizd el iltimo baluarte del régimen que decae. El egotsmo general tiene alli raices mas profundas que en ningiin otro pais. Por cso es doblemente justo defender esa demarcacién de la raza, Al hacerlo, defendemos 1a bandera de! porvenir, el ensucfio de una época mejor, Ja razén de nuestra vida”, Este “doblemente justo” de Ugarte revela, a prin- cipios de siglo, una enorme lucidez porque viene 4 anticipar que la revolucién nacional en los pafses atrasados resulta progresiva no sélo porque significa el punto de partida de un proceso transformador cn ese mundo atrasado y colonizado sino porque debilita al imperialismo reintroduciendo la crisis en el gran pais capitalista y creando posibilidades socialistas, hasta ese momen- to neutralizadas por las jugosas rentas coloniales que moderan los antago- nismos de clases, Al convertirse al socialismo, Ugarte no abandona pues sus ideales latino- ameticanos y antimperialistas. Por el conttario y paradojalmente, los conso- lida. Su nocién acerca del imperialismo resulta ahora mds correcta que la sostenida en genetal por Iuchadores antimpetialistas de posiciones nacional. democtéticas. Asf, por ejemplo, no sélo contempla la posibilidad de las inter- venciones militares tan comunes en Centro América, sino también ta subot- dinacién semicolonial. Ya en 1901 afitma que “no debemos imaginarnos el peligro yangui como una agresién inmediata y brutal... sino como un trabajo de invasién comercial y moral que se ird acreciendo con conquistas sucesi- vas... Los asuntos publicos estén en los grandes paises en manos de una aristoctacia del dinero formada por grandes especuladotes que organizan trusts y exigen nuevas comatcas donde extender su actividad, De shi ef deseo de expansién...” Luego redondea esa concepcién y sostiene: “No es in- dispensable anexar un pais para usufructuat su savia. Los niicleos poderosos slo necesitan a veces tocar botones invisibles, abrir y certar Iaves secretas, pata determinar a distancia sucesos fundamentales que anemien o coartan la prosperidad de los pequefios nécleos. La infiltracién mental, econémica o diplomética puede deslizarse suavemente sin ser advertida por aquellos mis- mos a quienes debe perjudicar porque los factores de desnacionalizacién no son ya como antes el misionero y el soldado sino las exportaciones, los em- préstitos, las vias de comunicacién, Jas tarifas aduaneras, las genuflexiones diplomiticas, las lecturas, las noticias y hasta los’ espectéculos”. Este enttonque entre socialismo y nacionalismo latinoamericano le valdré a Ugatte la maldicién de ta licida oligarqufa argentina, Pero también el vitu- petio de sus compatieros de partido para quienes toda reivindicacién nacional es motejada de “burguesa” y pot ende, reaccionaria, Sin embargo, Ugarte diferencia claramente el significado que adquiere el nacionalismo en los pafses atrasados del que asume en aquellas grandes naciones cutopeas o en Estados Unidos. Asi, por ejemplo, proclama Ia necesidad de una conciencia nacional latinoamericana, pero afirma en Ef Tiempo que los conservadores franceses como Barrés “al reclamar una conciencia nacional, estén pidiendo un lazo de complicidades que ayude a subir la cuesta a los sectores reaccionatics”. Asi- mismo, en la época en que reitera tozudamente la necesidad insoslayable de XXIT un nacionalisme latinoamericane, lanza una fuerte andanada contra el na- cionalismo francés: “El nacionalismo es el pasado en todo cuanto tiene de més inaceptable, de més oscuro, de mds primitivo. Es el atavismo mental de la hora que ruge su sangriento egofsmo en santa ley, es la barbaric dorada de Jas monarquias, es la confiscacién de Ja intelectualidad, es [a titania det acero, De ahi que esté en contradiccién con las doctrinas de paz y de con- cordia de los nuevos partidos populares y de abi que existe entre el naciona- lismo y el socialismo un inextinguible estado de guerra que duraré hasta que uno de ellos sea devorado por el otro”. Confusamente, de una mancra aptoximativa y con el lastre de su tefor- mismo socialdemécrata, Ugarte alcanza as{ a sostener posiciones que, pese a su lenguaje cauto y moderado, lo colocan muy a Ja izquierda de sus com- pafieros socialistas de la Argentina y de muchos de la If Internacional. Res- pecto a estos Ultimos, mientras él condena desde los diarios patisinos toda aventura colonial y mantendr4 hasta su muerte una dura campafia en favor de los paises sojuzgados por los grandes imperios, abundan los socialdemé- ctatas tipo Van Ko] 0 Bernstein que intentan conciliar socialismo con colo- nialismo, como Jo escucha sorprendido el propio Ugarte en los Congresos Socialistas de Amsterdam y Stuttgart. Del mismo modo, mientras sus com- pafieros atgentinos de literatura petardista enfilarén su artillerfa contra los movitnientas nacionales, colocdndose de hecho como aliados de la clase do- minante, Ugarte contemplaré con mayor simpatia al irigoyenismo y se sumard al proceso de la revolucién nacional peronista acompaftando la experiencia de las masas trabajadoras, Por supuesto que no hay en él —un intelectual ais- Iado— un clato planteo de apoyo a los movimientos nacionales mantenienda una independencia polftica y organizativa, ai una adscripcién a Ja teoria de Ja reyolucién permanente de L. Trotski, pero también es cierto que este hombre que publica sus mejores paginas entre 1900 y 1910 se orienta pre- cisamente en esa Iinea sobre la cual teotizaran luego Lenin y Trotski al soste- ner la progresividad histérica de las revoluciones nacionales en los paises co- Joniales y semicoloniales y la obligacién de los socialistas de apoyar critica: mente es0s procesos. Curiosa situacién la de este precursor que en la América Latina no industria- lizada y casi sin obretos, intenta desplegar, a comienzos del siglo, estas tres banderas: antimperialismo, unidad latinoamericana, socialismo. Con ellas in- gresa al Partido Socialista de la Argentina fundado y dirigido por Juan B. Justo, creyendo hallar allf el instramento politico apto para luchar por ellas. Nutrido en su base por atiesanos extranjeros y en su direccién por peque- fios burgueses acomodados de mentalidad liberal, este Partido reducité su influencia a la ciudad de Buenos Aires y actuaré, a Io largo de casi toda su historia, como ala izquierda del conservadorismo oponiéndose frontalmente XXII a los movimientos necionales. Disfrazado de fraseologia socialista, resulta una expresién conservadora de Ja politica argentina a tal punto que decae y se escince en varios grupos sin importancia precisamente en Ja ¢poca de des- arroilo industrial con el cual se constituye [a verdadera clase obrera en la Argentina, Ugarte ditime sus armas en ese partido e intenta vanamente reorientarlo dindole por eje de su politica la cuestién nacional, Una polémica genctada en ef menosprecio con que e! periédico partidatio trata a Colombia, sitve de detonante para que salgan totalmente a luz las disidencias. Usgarte con su socialismo lindando el nacionalismo democrdtico, entiende que en esa Ar- gentina de 1913 Jos socialistas no deben hacer polftica antimilitarista ni anti- cletical, ni siquiera antiburguesa, en tanto no se trata de un pats de desarrollo capitalista auténomo y donde, por ende, incumplidas las tareas nacional-de- mocrdticas, los militares, los sacerdotes e incluso los ptopietarios de medianos recursos son posibles integrantes de un frente nacional. La direccién del Partido Socialista que, por sobre todo se manifiesta “antinacionalista”, disi- mula con fuegos de artificio del lenguaje césico (“La religidn es el opio de los pueblos”, “El Ejétcito es el brazo armado de Ja burguesia”) su oportu- nismo hacia ta oligarqufa y el imperialismo teiterado una y otta vez en la politica practica. El “nacionalista burgués” Ugarte se coloca en esta lid muy a la izquierda de los “socialistas cientificos y ortodexos” que afios mds tarde isda del brazo del embajador norteamericeno enfrentando a la clase obrera argentina. Pero para el desarrollo del pensamiento ugartiano la polémica y su posterior expulsién de fa organizacién alcanzan gtan significado porque coin- ciden con la debacle de fa socialdemocracia europea al desencadenarse la pri- meta Gran Guerra. Decepcionado de sus compafictos argentiaos y de tos eu- ropecs, Ugatte abandona sus inquietudes socialistas y acantona su labor ideo- Iégica en el antimperialismo y ta unidad latinoamericana. Una vez més se acerca, sin sospecharlo, al grupo més revolucionario del soclalismo: durante Ja guerra, adopta una posicién neutralista mienttas los socialistas argentinos son aliaddfilos y Jos europeos en su mayorfa caen en el belicismo apoyando a sus respectivas pattias. Por supuesto que Ugarte no es Lenin en Zimmer. wald, pero también cs cierto que su neutralismo, mantenido contra viento y marea cn una Buenos Aires furiosamente probritdnica, resulta una posicién muy avanzada en la semicolonia y tan peligrosa que lo conduce al exilio. En sus largos afios de destierto, otofese un nacionalismo democritico que acompasa a los principales acontecimientos populares de América Latina; Ia gestacién y periodo progresista del APRA en Pert, la Revolucién Mexicana, la Incha de Sandino eni Nicaragua. A partir de 1927, en que viaja invitado a Ta URSS para los festejos del 10? Aniversatio de la Revolucién de Octubre, se teencuentra con el socialismo aunque sostenido ahora con menor inten- sidad que en sus afios juveniles: “El fin de las oligarquias letinoamericanas”, “La hore de la izquierda” y otros articulos de esa époce muestran este des- plazamiento que al regresar a la Argentina en 1935 lo lleva a reingresar al Partido Socialista. Otra vez intenta ensamblar en sus planteos la cuestién na- cional y la cuestién social y nuevamente sv propésito proveca su expulsion. XXIV Estas idas y venidas de Ugarte cn relacién al socialismo, expresan dialéc- ticamente fas dos facetas de su ideologia: por un lado, el permanente intento de dotar a su nacionalismo Jatinoamericano de un cuerpo de ideas revolucio- narias que permita Iuchar exitosamente contra las fuerzas dominantes, como asimismo la busqueda vaga y confusa de Ja clase social que podria acaudillar esa epopeya de la Federacién Latinoamericana, esa clase que “nada tiene que perder” y cuyo empuje es indispensable para esa ciclépea tarea; por otto lado, las limitaciones de su formacién socialdemdcrata que lo desplazan una y otra vez hacia un nacionalismo democtdtico, popular, por supuesto més progre- sista que el seudosocialismo de Juan B. Justo, pero insvficiente para abrir una vertiente socialista en el movimiento nacional. De all{ también la impor- tancla que adquiete Ia adhesin de Ugarte al peronismo cuando Ja mayoria de los intelectuales liberales y de izquierda militan en la vereda antipopular, pero de ahi también le debilidad de esa adhesin que si pudo tener cardcter critico —Ugarte le insistié a Perén en Ja necesidad de desarrollar Ja industria pesada y renuncié a su cargo condenando a la burocracia artibista que rodeaba al Presidente careci6, en cambio, de Ja capacidad para adquitir el nivel de una alternativa independiente, socialista y latinoamericana, Con estas limitaciones, sin embargo, Ugarte dio una orientacién en el buen camino, en medio del desconcierto y fa confusidn general. Sus libros, discur- sos, conferencias y articulos difundiendo los ideales bolivarianos dejaron una ensefianza a los Jatinos del continente y muy especialmente a los argentinos tan ptoclives a desnacionalizarse. Su batalla sin tregua contra ef imperialismo también mared un derrotero, Ademés, ahf quedé para que las nuevas rene- raciones lo desarrollasen y profundizasen su intento de ensamblar socialismo y nacionalismo latinoamericano, ese singular y visionatio planteo que entroncé las revoluciones nacionales del mundo colonial con el socialismo anticipandose asi a la forma que adquirirfan las principales revoluciones de este siglo, donde ambas cuestiones —nacional y social— se han resuelto 2 través de un ptoceso ininterrumpido donde Jas tareas de ambos tipos se combinan ¢ in- terrelacionan. Por esta audacia, el autor de una cuarentena de libros, el com- pafiero de Barbusse, Gorki, Sinclair y Unamuno en ha direccién de Monde, al estrecho colaborador de la Revolucién Mexicana y de Sandino, el intimo amigo de Datfo, Netvo, Chocano y tanto otros de renombre mundial, el so- litario precursor de ta izquierda nacional latinoamericana, permanecié silen- ciado durante tantos afios. Ahora, al revisar sus ideas, asombra su lucidez y al mismo tiempo lastima nuestro atraso pues los grandes problemas sobre los cuales dl medité largemente atin estén alli, sin resolver, Las ideas de Ugarte se incorporan, pues, necesariamente al pensamiento de [a Patria Grande ea gestacidn y en ellas encontrar4n seguramente [as nuevas geneta- ciones sugerencias y planteos hacia los cuales habrd que volver una y otra ver en la marcha hacia ese futuro luminoso que el pueblo latinoamericano busca desde 1810. NorBerto GALAsso XxV CRITERIO DE ESTA EDICION La presente seleccién de textos se ha realizado principalmente tomando por base los smateriales del Archivo de Manuel Ugarte que se encuentran en el Archivo General de Ja Nacién Argentina y comprenden més de veinte biblioratos y catpetas con recortes petiodisticos, correspondencia y borradores manuscritos, como asi también la casi tota- lidad de libros de Ugarte y 1a coleccién del diario La Patria y la revista Vida de hoy. ‘La documentacién se complets revisando archivos privados de diarios de Buenos Aires y ‘obras halledss en [a Biblioteca Nacional. El criteria adoptado ha sido separar fos textos més representatives en varios capftulos en fancién de las cuestiones més importantes que ocuparon Ja atencién de Ugarte du- sante toda su vida: unidad Tatinoamericana, antimperialismo, sacionalismo-democritico, socialismo y cultura nacionallatinoamericana. Dentro de cada uno de estos capftulos, la documentacién se ha ordenado siguiendo un criterio cronolégico de maneta que el lec- tot pueda observar, a través del tiempo, [a continuidad y madurecién del pensamiento de Ugarte en algunos temas —por ejemplo unidad latinoamericana—, como asimismo Jos matices y giros producidos en otras cuestiones —por ejemplo: socislismo—. En un sexto capitulo se incorporan textos autobiogréficos. En general se ha preferido Ia transcripcién de textos compleros y sélo en pocos casos y por considerar insoslayables su inclusién, se han insertado fragmentos de algunos de sus libros correspondientes a capftulos extensos cuya reproduccién total resultarfa rei tetativa para ef lector. NB XXVIT LA NACION LATINOAMERICANA I LA PATRIA GRANDE “Pero, mi patria, des acaso el barrio en que vivo, la cats en que me alojo, la habitacin en que duerimo? ¢No tecemos mis bandera que la sombra dei campanario? Yo conserva. fer- vorosamente el culto del pafs en que he nacido, pero mi pa tria supetior es el conjunto de ideas, de recuerdos, de costum- bres, de orientaciones y de esperanzas que los hombres. del misto otigen, nacidos de la misma revolacién, atticuan en el mismo continente, con ayuda de la misma lengua”, (En Lima, 3 de mayo de 1913). LA DEFENSA LATINA (1901) En 1a crOnica anterior hablamos del peligro yanqui tratando de hacer tan- gible, con citas y comentarios, Ja manera de ver que predomina en Francia sobre tan grave asunto. Después de ese cuadro general, forzosamente sus- cinto y deficiente conviene quizds indicar cudles serfan los medios de que se puede disponer para con:rarrestar la influencia invasora de la América inglesa. Los recientes sucesos que despertaron el interés de Europa, han dado naci- miento a centenares de articulos. De todos ellos se desprende la misma conviccién pesimisca. Algunos indican remedios inverosimiles que slo con- seguirian agravar el mal. Y la mayorfa se esfuerza por disponer las cosas de una manera feliz pata sus intereses nacionales. Nosotros sdlo considerarcmos el problema desde el punto de vista latinoamericano y trataremos de abatear el conjunto. La América espafiola es susceptible de ser subdividida en tres zonas que po- difamos delimitar aproximadamente: la del extremo sur (Uruguay, Argen- tina, Chile y Brasil) en pleno progreso e independiente de toda influencia extranjera; la del centro (Peré, Bolivia, Ecuador, Venezuela y Colombia), relativamente atrasada y rofda por el clericalismo o la guerra civil! y la del extremo norte (México, Guatemala, Honduras, Nicaragua, San Salvador y Costa Rica), sometida indirectamente a la influencia moral y material de los Estados Unidos. Debido a 1a falta de ferrocarriles y telégrafos, los patses atinoamericanos se han desarrollado tan independientemente los unos de los otros que a pesar de Ia identidad de origen y Ja comunidad de historia, no han podido sus- traerse a la ley cientifica de la adantacién al medio. 3 Hasta hace pocos aftos ni atin los mds vecinos estaban en contacto directo. Cada pueblo se ha orientado a su modo, Hoy mismo aos unen con Europa maravillosas Lineas de comunicacién, pero entre nosotros estamos aislados. Sabemos Jo que pasa en China, pero ignoramos lo que ocurre en nuestro propio continente, De aqu{ que las repdblicas nacidas de un mismo tronco, sean tan disimbolas. Cada una se ha desarrollado aislada, dentro de sus fronteras, multiplicéndose por sf misma, sin recibir mds influencia exterior que la que le venfa de Europa en forma de emigracién dvida de lucro. De suerte que muchas de esas sociedades abandonadas por los espafioles en plena infancia, han seguido repitiendo los gestos del coloniaje, sin tratar de relacio- narse entre ellas. La independencia séto se tradujo, para algunas, en un cambio de esclavitud porque pasaron de manos del virrey que era responsable ante el monarca, a las de una oligarqufa ambiciosa que no es responsable ante nadie. De ahi los altibajos que se notan entre pueblos que tienen um punto de partida comin. Los unos, favorecidos en cierto modo por la suerte (clima, geografia, gobier- no, etc.) sé han encaramado en grandes saltos hacia el progreso. Los otros, han quedado estacionarios y aquellos se han dejado ganar por la nacién po- derosa més vecina. Pero eso no quiere decir que carecen de 1a unidad moral indispensable pata oponer un bloque de resistencia. No Jos separa ningtin antagonismo fundamental. El congreso hispanoamericano que se reunié hace un afio en Madrid no resolvié ninguno de los problemas que nos interesan, pero tuvo, por lo menos, el mérito de exteriorizar la buena armonia que nos une. Nuestro tettitorio fraccionado presenta, a pesar de todo, més unidad que muchas naciones de Europa. Enize las dos repéblicas més opuestas de la América Latina, hay menos diferencia y menos hostilidad que entre dos provincias de Espafia o dos estados de Austria, Nuestras divi- siones son puramente politicas y por tanto convencionales. Los antagonismos, si los hay, datan apenas de algunos afios y més que entre los pueblos, son entte los gobiernos. De modo que no habrfa obstdculo serio para la fraternidad {a coordinacién de paises que marchan por el mismo camino hacia el mismo i Las reptiblicas que han alcanzado mayor grado de cultura serian los guias indicados en esta tentativa de orquestacién latinoamericana. Olvidando, ante el peligto comin, sus diferencias accidentales, formarian el primer micleo alrededor del cual: vendtian a agruparse sucesivamente las més pequefias. Del acercamiento brotarfa un tejido de mutuas simpatfas, que ixfan acentudndose desde la entente cordiale hasta llegar quizd a una refundicién que juntaria todos esos embriones dispersos en el molde de un otganismo definitive. Sélo Jos Estados Unidos del Sur pueden contrabalancear en fuerza a los del Norte. Y esa unificacién no es un suefio imposible, Otras comarcas mds opuestas y 4 més sepatadas por el tiempo y las costumbres, se han reunido en bloques poderosos y durables. Bastarfa recordar como se consumé hace pocos afios Ja unidad de Alemania y de [talia. La amenaza de la invasi6n extranjera se encargaria de desvanecer las prevenciones. Sélo puede inquietarnos el modo como se realizaria la unidad. Los pueblos en general estén atin tan confinados en su egofsmo, tan mania- tados por Jas preocupaciones y los prejuicios de ottas épocas, que casi siempre se resisten a hacer abandono de sus tradiciones y se niegan a fundirse en otro “todo” més ancho. De ahi que la unidad de los paises ha sido realizada casi siempre por generales victoriosos que han violentado Ja voluntad de las frac- ciones y han impuesto Ja gran patria edificada con fragmentos. Nada més ‘odioso que esa sacudida brusca en Ja que un hombre se erige en tutor de inmensas comarcas y con el noble fin de salvarlas, empieza por violar la libertad de los mismos cuya libertad defiende. En principio, no es justo que una unidad se sustituya a la muchedumbre y le imponga su manera de ver, aun cuando sea con el fin de darle la felicidad. Si justificdsemos ese derecho superior del més inteligente o del m4s poderoso, dejariamos le puerta ebierta a todas las ambiciones y a todas las tiranfas porque seria dificil especificar cuando se ejerce Ia tutela en beneficio de los demds y cuando en beneficio propio. Ademés, han pasado los tiempos en que Ia idea necesitaba ser subra- yada por las atmas. Si el acuerdo se estableciera, habria de ser por voluntad colectiva, La inminencia del peligro y la evidencia de las ventajas que puede traer una unidn, bastarfan para amalgamar Jas porciones dispersas de humanidad, sin que intervenga esa violencia que todos —unos abiettamente y otros com ate- nuaciones— estén hoy contestes en reprobar y combatir. La unién de los pueblos americanos no serfa, pues, una operacién estraté- gica, sino un razonamiento. No se trata con esto de limitarla a esas frdgiles declamaciones de fraternidad que son ef romanticismo de 1a polftica. Pero a igual distancia de la declamacién y de! atentado, hay un terreno practico de accién razonada que tratatemos de delimitar. Lo primero serfa estar a cabo de Jo que ocutre en todas las regiones de América. Los grandes diarios que nos dan dfa a dfa detalles, a menudo insig- nificantes, de lo que pasa en Paris, Londres 0 Viena, nos dejan casi siempte ignotar las evoluciones del espiritu en Quito, Bogotd o México. La vida europea nos interesa grandemente puesto que de ella vivimos y a ella debemos nues- tros progresos materiales y motales pero no es juicioso descuidar tampoco la vida de nuestro continence. Entre una noticia sobre la salud del Emperador de Austria y otta sobre la renovacién del ministerio en Ecuador, nuestro interés teal feside naturalmente en la ultima, Es un contrasentido que las palpitaciones de la América Espafiola leguen a la América Espafiola después de haber pasado por Europa o por Washington. Nuestra curiosidad no debe detenerse en el Peni o en el Brasil, debemos abarcar todo el continente. Estamos a cabo de la politica europea, peto ignoramos el nombre del presi- dente de Guatemala y apenas sabemos cules son los partidos que se disputan 5 el poder en Venezuela. La indiferencia con que mitamos cuanto se relaciona con los pafses menos afortunados de América es tan funesta como culpable. Un tratado de comercio entre Colombia y otra nacidn, tiene qne interesarnos més que las aventuras de la reina de Servia. Resignatse a que el reflejo de la vida de ciertas regiones nos Ilegue por intermedio de las agencias yanquis es confinarse en an papel subalterno y tender [a cara al peligto. El establecimiento de comunicaciones entre los diferentes paises de la América Latina serfa entonces la primera medida dc defensa. Pero esas lineas para ser eficaces, habrian de ser construidas o administradas directamente por las republicas, utilizando diferentes capitales europeos de modo que se neutralicen. Los teéricos aconsejan evitar las ocasiones en que una empresa extranjera pueda monopolizar un servicio esencial pata la vida de un Estado. Los capitales yanquis se verian naturalmente excluidos por completo. El ferrocatril intercontinental de Nueva York a Buenos Aires proyectado pot una empresa nosteamericana, sdlo serfa un gran canal de infiltracién y eb comienzo de nuestra pérdida, De Ievarse a cabo, conviene que lo sea con recursos particulares de los Estados que atraviese y en caso de no bastar €stos, con capitales europeos. Pero en ningiin caso podrfa admitirse que las vias de comunicacién sean propiedad de empresas extranjeras y especial- mente norteamericanas, Apattadas del peligro, Jas vias telegrdficas y ferroviarias en la Amética Espafiola traetian beneficios incalculables, Las relaciones se harian cada vez mas estrechas las fronteras perderén su carécter de murallas chinas y los diferentes pueblos puestos en contacto irdn olvidando sus prevenciones para aprender a conccerse. No seré ya un viaje extravagante it de Montevideo a Caracas o a México, Habr4 una ciudad central, Buenos Aites ciertamente, a la que afluird Ja vida intelectual de otras naciones. Se estableceré un ir y volver de intereses y simpatias. Y de ese intercambio de gentes ¢ ideas, de las co- marcas comerciales que hacen nacer las Iineas de comunicacién, de la relativa comunidad de costumbres y de propésitos, nacerd al cabo de poco tiempo la ne- cesidad de estrechar vinculos y precipitar acercamientos, hasta confundirnos en el porvenir como lo estuvimos en el pasado. Pero, ademés de la unién y la solidaridad, le América Latina tiene, para de- fenderse de Ia infiltracién yanqui, una serie de recursos que, combinados con destreza, pueden determinar una victoria, El més importante setfa el contra- peso que los intereses curopeos deben ejercer. Francia, Inglaterra, Alemania ¢ Italia han empleado en Jas reptblicas del sur grandes capitales y han esta- blecido inmensas corrientes de intercambio 0 de emigracidn. En caso de que los Estados Unidos pretendieran hacer sentir matcrialmente su hegemonia y comenzar en el sur fa obta de infiltracién que han consumado en el centro, 6 se encontrarian naturalmente detenidos por las naciones europeas que itata- rén de defender las posiciones adquitidas. Este choque de ambiciones es la mejor garantia para los latinos de América. Cediendo a egofsmos particulates y acariciando imposibles deseos de co- Jonizacién en gtan escala, los europeos se opondrén a toda tentativa de los Estados Unidos en América del Sur. La Lanterne de Paris decta hace pocos dias Jo siguiente: “Conocemos de- masiado las mediaciones americanas para tener confianza en ellas. Desde hace algiin tiempo siempre acaban como la fabula de la ostra y de los dos litigantes. Es necesario impedir que la diplomacia de Washington recomience lo que hizo hace dos afios en Cuba y lo que acrualmente realiza en Filipiaas. Bajo ptetexto de proteccién a ciertos Estados los anexa. Y serfa prudente calmar sus apetitos. Es necesario que Ja Eatopa intervenga en los conflictos que amenazan a la América Espafiola”. Se diré que es defenderse de un peligro provocando otro. Peto si los europeos estén de acuerdo pata oponerse a las pretensiones de los Estados Unidos, no lo estén para determinar hasta qué punto deben graduar las pretensiones propias. Forman un bloque de oposicién ante la amenaza americana, pero estén c“vi- didos entre si por antagonismos insalvables. Las ambiciones de Inglaterra ze ven contrarrestades por las de Francia y ast sucesivamente. De modo que ¢s- tarfamos defendidos contra los americanos por los europeos y contra los europeos, por los europeos mismos. Ademds la vetdadera amenaza no ha estado nunca en Europa, sino en Ja América del Norte. Las naciones del viejo continente hicieron hace un siglo algunos ensayos y el resultado lastimoso no puede alentarles a recomenzar ahora. Por otra parte, estén separados por odios secularcs y ni aun el ali- ciente de la conquista podria ponerlas fundamentalmente de acuerdo. Como peligro, no pueden inguietarnos, como defensa, son de una eficacia definitiva. Es un arma de reserva de la que no serfa prudente echar mano en toda cit- cunstancia, pero que en casos excepcionales puede cortar el nudo. Apoyada en su unidad moral, en esta formidable fuerza exterior y en le simpatfa de sangre de Espafia y Portugal de quien desciende, la América La- tina puede oponer una resistencia invencible a todas las agresiones. La omni- potencia de los Estados Unidos desaparece ante una simple combinacién de energias. La poderosa reptblica del Norte presenta también sus gtandes puntos vulnerables. La concentracién de Jas fortunas y el aumento de los monopolies tienen que provocar en Estados Unidos, quieds antes que en Europa, esos gtandes conflictos econémicos que todos han previsto. Abarca un tettitorio demasiado extenso que como tantos ottos de los tiempos anti- guos y aun de los modernos, no puede ser de cohesién durable y trae sobre todo en su seno, como Ilaga de ddnde saldrén muchos males para el porvenir, un antagonismo de razas, una lucha entre hombres blancos y hombres de color que, bien utilizads pot un adversario inteligente, puede Megar a debi- litarle mucho. Por otra parte, en los pafses viltimamente anexados queda un fermento de rebelién que con poco hacer, estallard, asi que se Ptesente una ocasién favo- rable. Sin contar con que el Japén, cuyos intereses en Filipinas son conside- rables, se dejaria evar quizds facilmente no a emitir pretensiones insostenibles pera si a mostrar cierta hostilidad que, aunque velada, no dejard de inspirar recelos. Esos elementos secundarios, acumulados sobre la base esencial de la unided latincamericana, bastarfan en la opinién de muchos para constituir un pode- roso sisteme de defensa. Quizds todas las repiblicas no consentirfan en adhe- titse a la tentativa salvadora, Hay algunas cuya descomposicién esté tan ade- jantada que envueltas en el vértigo del norte, no son libres de cambiar de orientacién y de vida. Si no es posible atraerlas, fuerza seré abandonarlas. Peto en todo caso, bastarfa que el acuerdo se estableciese en la América del Sur, hasta el istmo, YY aun en cse radio hay dificultades. Se trata de regiones que han vivido tan separadas y extranjeras las unas a Jes otras, que en los comienzos setfa tarea imposible hacerles fraternizar en un sistema unificado. Sélo puede prepararlas una larga época de claboracién tenaz, durante la cual la parte més ilustrada de cada una se entregue a une infatigable cruzada de propaganda. Setia ilusién suponer que hoy por hoy es realizable la coor- dinacién mds superficial entre estados que el abandono de tantos aiios y las ambiciones inmediatas han contribuido a hacer indiferentes u hostiles. De manera que sélo cabe pteparar lo que se realizard despues. Preparacién que se traducird en congresos, enviados especiales, tratados comerciales, tribunales de arbitraje, cuerpo consular numeroso, etc. De esa primera etapa no serfa dificil pasar a otras a medida que el espftitu piblico fuera penetréndose, en todas partes, de Ia necesidad de Ja unién y palpara los beneficios que de ella se puede esperar. Se fundarfan diarios especiales, se sultiplicarfan las conferencias, habria intercambios entre comisiones destinadas a estudiar un punto u otro de la administracién de los estados, se perfeccionaria el servicio internacional de correos, se organizarfan viajes colectivos alrededor de América Latina con estudiantes delegados de cada facultad, se aumentarta el canje entre diarios de las diferentes capitales, se reducitfa la naturalizecién a una simple decla- taci6n escrita y con Mneas de comunicacién cada vez més tépidas y mas com- pletas, con la propaganda cada vez més decidida y eficaz de todos los ciu- dadanos, industriales, cénsules, etc. no parece diffcil conseguir al cabo de pocos aftos, un recrudecimiento de la fraternidad entre las diferentes naciones. De esos acercamientos, nacerdn sentimientos fraternales y la buena cordia- lidad se robustecerd hasta permitir pensar en lazos més sdlidos. & Se dird, quizd, que tales suposiciones sélo son suefios de poeta. Pero es necesatio recordar que [as pocas relaciones de alma que existen hoy entre las diferentes reptiblicas de América Latina, han sido establecidas por escri- tores que han simpatizado y se han escrito sin conocerse personalmente. Algunas revistas de la gente joven fucron en estos ultimos tiempos el hogar fraternal donde se reunieron nombres de diferentes paises. Se podria decir que los artistas han hecho hasta ahora por la unién un poco mds que las au- toridades y a ellos le corresponde seguir agitando sobre las fronteras la oliva de la paz. Sobre todo en el caso presente, porque del buen acuerdo entre todas las repiblicas, depende la salvacién o la pérdida de los latinos del Nuevo Mundo. {Fechado en Parfs el 5 de octubre de 1901, publicado cn el diario Ef Pais de Buenos Aires el 9 de noviembre de 150J}. LA AMERICA DE ORIGEN ESPANOL ES UN HOMBRE Y CADA REPUBLICA ES UNA PARTE DE EL (1910) CONTEMPLEMOS con Ia imaginacién el mapa de América. Al norte bullen cien millones de anglosajones febsiles e impetialistas, reunides dentro de Ja ar- monfa més perfecta en una nacién nica; al sur se agitan ochenta millones de hispanoamericanos de cultura y actividad desigual, divididos en veinte rept blicas que en muchos casos se ignoran o se combaten. Cada dia que pasa marca un triunfo de los del norte. Cada dfa que pasa registra una derrota de Tos del sur. Es una avalancha que se precipita, Las ciudades fundadas por nuestra taza, con sus nombres espafioles y con sus recuerdos de la conquista, de Ia colonia o de Ia libertad, van quedando paulatinamente del otro lado de Ja frontera en marcha. San Francisco, Los Angeles, Sacramento, Santa Fe, estén diciendo a gritos del origen. El canal de Panamd y los ultimos sucesos de Nicaragua, anuncian nuevos atentados. Nadie puede prever ante qué rio © ante qué montafia se detendré ¢] avance de la nacién que aspira a unificar el nuevo munde bajo su bandera. Y Ja emancipaciéan sofiada, Ja resplandecien- te hipdtesis de la libertad de todas Jas colonias, va resultando un instrumento de dominacién que precipita la pérdida de muchos. Lejos de mf la fantasia de lamentar la independencia de Espaiia. La historia no se llora, ni se modifica, Cuando depende de nosotros, se hace. Cuando nos viene de otras genetaciones, se soporta y se cortige en la medida de nuestras fuerzas. El pesimismo es la enfermedad de los débiles, pero, gqué son nuestras reptiblicas de uno o de seis millones de habitantes ante la masa enorme de la nacién mds productora, mds audaz y mds ptogtesiva que existe hoy en el mundo? ¢Qué valen las vanas y prematuras divisiones que quete- mos multiplicar dentro de la América Espafiola, ante el peligro seguro que enttafia para todos el avance de un pueblo que, aun en los paises que se hallan momenténeamente al abrigo a causa de Ia distancia, aun en ese ex- tremo sur del. cual nos enorgullecemos con tazén, nos perjudica el porvenir y fos hiete en Ia marcha atménica de nuestro bloque moral? 10 Supongamos que la América de origen espafiol es un hombre. Cada rept- blica es un miembro, una articulacién, una parte de él. La Argentina es una mano. La América Central es un pie. Yo no digo que porque se corte um pie deje de funcionar la mano. Peto afitmo que después de la amputacién ef hombre se hallarg menos dgi! y que la mano misma, a pesat de no haber sido tocada, se sentird disminuida con [a ausencia de un miembro necesario para el equilibrio y Ja integridad del cuerpo. Una nacién conquistadora nos puede ahogar sin contacto. Si le cortan al hombre el otro pie, si le apagan los ojos, si anulan sus recursos més eficaces, si lo reducen a un pobre tronco que se arrastta, ¢pata qué setvird Je mano indemne, sino para tenderla al transedinte pidiendo la limosna de Ja libertad? Entre las naciones existe también lo que podrfamos Hamar un proletariado. Para comprenderlo, basta recordar el caso de Polonia, desmembrada por los apetitos de las grandes potencias, basta rememorar la guerra del Transwaal, durante Ja cual vimos caer al débil bajo Ja rodilla del poceroso y basta con- templar actualmente la situacién de la India, donde 300 millones de hombres suften, se debaten y mueren sin lograr sacudir el yugo de Inglaterra. La existencia de los pueblos, como la existencia de los individuos, estd sem- brada de odiosas injusticias. As{ como en [a vida nacional hay clases que poseen los medios de produccién, en Ia vida internacional hay naciones que esptimen los medios de dominacién, cs decir, la fuerza econdmica y militar que se sobrepone al derecho y nos convierte en vasallos. Y como nosotros no podemos ser cémplices de los piratas de la humanidad, como por més urgentes que sean los problemas interiores no podemos olvidar las acechanzas que ponen en peligro la existencia de nuestro conjunto, como la libertad, que es el derecho de disponer de si mismo, tiene que ser teco- nocida igualmente 2 los hombres y a Jas colectividades, entiendo que en nuestras preocupaciones debe entrar Ja resistencia a los potentados de aden- tro y a los potentados de afuera y que, si en el orden nacional combatimos a los que acumulan su fortuna con el sactificio y con el hambre de los po- bres, en el orden internacional tenemos que ser enemigos de los imperios que engordan con Ja esclavitud de Jas naciones indefensas. Cuando el canal de Panamé enttegue a la actividad norteamericana todo el comercio def Pacifico, cuando el ferrocarril intercontinental que debe atra- vesat la América Espafiola de norte a sur derrame sobre aquellos territorios ta produccién, las costumbres y la lengua de una nacién extrafia, cuando los Estados Unidos se inclinen a recoger lo que hemos sembrado en tantos afios de esfuerzo, entonces, recién entonces, sentiremos en toda su intensidad viviente la atraccién salvadora de {a raza, entonces, recién entonces, compren- deremos Ja solemnidad def instante por que atravesamos hoy. Las divisiones y las guerras civiles nos han imposibilitado en muchos puntos para desarrollar una accién verdaderamente fecunda y 20 somos ante el bloque anglosajén més que un hacinamiento desigual, donde existen maraviflosos centros prdsperos y lamentables Ianuras abandonadas, que obedecen a las leyes y gobiernos distintos, en una confusién favorable a todas Jas hecatombes. 1 Peto los pueblos tienen que estar siempre @ la altura de los conflictos que los cetcan. La dificultad debe centuplicar el empuje. Y el peligro que evoca- mos en este dia para romper con los engreimientos prematuros, el peligro que compromete, no sélo el porvenir de la América Espafiola sino el desarrollo de la raza enteta, cuyos destinos son solidarios, no es un peligro irremediable, En nuestras manos esté evitarlo, En el fondo de Ja democracia existen las energias necesarias pata rehacer el porvenir. Yo no he crefdo nunca que nuestra raza sea menos capaz que las otras. As{ como no hay clases superiores y clases inferiores, sino hombres que por su situacién pecuniaria han podido insttuirse y depurarse y hombres que no han tenido tiempo de pensar en ello, ocupados como estén en Ja tuda lucha por la existencia; no hay tampoco razas superiores ni inferiores, sino grupos que por las circunstancias particulares en que se desenvolvieron han alcan- zado mayor volumen y grupos que, cefiidos por una atmésfera hostil, no han podido sacar a Ja superficie toda la savia que tienen dentro. El hecho de que los norteamericanos cuya emancipacién de Inglaterra coincide casi con la de Jas antiguas colonias espafiolas, hayan alcanzado en cl mismo tiempo, en parecido territotio, y bajo idéntico tégimen, ¢) desarrollo inverosimil que contrasta con el desgano de buena parte de América, no se explica, a mi juicio, ni por la mezcla indigena, ni por Jos atavismos de raza gue se complacen en invocar algunos, arrojando sobre Jos muertos Ia respon- sabilidad de los propios fracasos. La desigualdad que advertimos entre la mitad del Continente donde se habla inglés y la mitad donde se habla espa- fiol, deriva de dos causas evidentes, Primero, las divisiones. Mientras las colonias que se sepataron de Ingla- terra se unieron cn un grupo estrecho y formaron una sola nacién, los virrei- natos 0 capitanfas generales que se alejaron de Espaiia, no sélo se organi- zaron separadamente, no sélo convirtieron en fronteras nacionales lo que eran simples divistones administrativas, sino que las multiplicaron después, al in- flujo de los hombres pequefios que necesitaban patrias chicas para poder dominar. El contraste entre Ios dos grupos no puede ser mds completo. Los cien millones de hombres que viven en las trece jurisdicciones coloniales que se independizaron de Inglaterra, tienen, desde el punto de vista nacional, una sola voluntad y un solo fin, Los ochenta millones que viven en 1as ocho ju- risdicciones que se segregaron de Espafia, forman veinte repiblicas distintas y tienen, por lo tanto, veinte voluntades y veinte fines antagénicos. La segunda causa de esta desigualdad es la orientacién filoséfica y las cos- tumbres polfticas que han predominado en el grupo. Mientras los Estados Unidos adoptaban los principios filoséficos y las formas de civilizacién més recientes, las Reptblicas hispanoamericanas, desvanecido el empuje de los que determinaton la Independencia, volvieron a caet en lo que tanto habian reprochado a Ja Metrdépoli. Aquf el autoritarismo, alld la teocracia, en todas partes hubo una ligadura que detuvo la libre circulacién de la sangre. Una oligarquia temerosa y egofste se apoderd de las riendas del gobierno en Ia mayor parte de los Estados. Y como un pueblo sdlo puede desarrollarse inte- 12 gralmente dentro del libre pensamiento y dentro de la democracia, como s6lo en las ideas modernas y en los actos emancipadores estd el secteto de las gtandes victorias colectivas, las Reptblicas hispanoamericanas, que no su- pieron vencer o moderar a tiempo su orientaci6n errdnea, se han dejado ade- lantar por la Repiiblica anglosajona que, aligerada de todas Jas supersticiones, avanza resveltamente hacia el porvenir. Pero repito que ¢l hombre puede modificarlo todo. La vida depende de nosotros, Son nuestros muisculos intelectuales y morales los que forman la historia, No avanzamos al azar en un carto sin tiendas cuyos caballos, desbo- cados, nos attastran a su capricho. Somos los duefios de nuestra accién co- Jectiva. Nuestra voluntad es el eje del mundo en que nos movemos. Y, si existe bien arraigada la idea de evolucionar, si vemos hervir dentro de no- sottos una sinceridad, una conviccién y una fe profundas en el progreso, si nos sentimos levantados por una de esas grandes olas histéricas que, al subir, se hielan, a veces, y se convierten en pedestal de uma genetacién, no cabe duda de que podemos hacer brotar de nuevo, de nucstras propias entrafias, el impetu esplendoroso que no tuvo rival en otros tiempos. [fragmento de la conferencia tinulada “Causas y consecuencias de la Revoluci6n Americana”, pro- nunciada en el Ayuntamiento de Barcelona el 25 de mayo de 1910. Incorporado Juego por el. pto- Ugarte a su libro Mi campate bispanoamericand, it, Cervantes, Barcelona, Espatia, 1922], Bb LA AMERICA LATINA (1910) He gut un territorio dos veces mds grande que Europa, habitado por ochen- ta millones de hombres y dividido en veinte reptblicas, de las cuales la mas pequefia tiene veinte mi] kilémetros cuadrados y la mas grande ocho millones. Desde el punto de vista econémico y moral, lo podemos dividir en tres zonas: 1) La del extremo Sur, que comprende Argentina, Brasil, Chile y Uru- guay, en plena prosperidad y libre de toda influencia norteamericana. 2) La del centro (Peri, Bolivia, Paraguay, Ecuador, Colombia y Vene- zuela), que goza de gran adelanto también, pero que trabajada en parte por las discordias y menos favorecida por Ja inmigracién, sélo puede ofrecer una resistencia muy débil. 3} La zona del Norte, dentro de Ia cual advertimos dos subdivisiunes: a) Ia repiiblica de México, que progresa al igual que las del primer grupo, Pero que por ser limitrofe con los Estados Unidos se encuentra atada a su politica y sometida en cierto modo a una vida de reflejo, y b) los seis Estados de la Hamada América Central (Nicaragua, Honduras, Guatemala, San Sal- vador, Costa Rica y Panamd), que con las islas de Cuba y Santo Domingo, parecen particularmente expuestos a caet en la esfera de atraccién de la América Anglosajona. Si las comunicaciones entre estos grupos, mds o menos indemnes, més o menos présperos, no son a veces intimas y estrechas y si algunos paises se desarrollan sin més intercambio entre si que media docena de noticias y cua- tro frases de fraternidad, culpa es de la falta de comunicaciones y del ensi- mismamiento de Jos habitantes. Pero las analogias que los unen son indes- tructibles, La mejor prueba de ello es la sonrisa ffcil con que los sudamerica- nos emigtados de una repiblica se aclimatan a otra. Entre ellos existe lo que constituye el lazo primero de toda colectividad: el parecido. Con ligeros ma- tices, el medio social, Jas costumbres, las inclinaciones, los sentimientos y los gustos son idénticos. En la Argentina, que empieza a set un foco de atraccidén 14 para los pafses limftrofes, hay mds de cincuenta mil sudamericanos de otras regiones que ocupan plazas de periodistas, empleados de administracién, co- misatios de policia, etc., y que se adaptan de tal suerte a Js vida nacional que ni la opinién ni ellos mismos advierten una diferencia con los hijos del pais. ‘A veces, los vemos alcanzar altas posiciones sin que nadie levante una obje- cién, porque, en el fondo no pueden ser considerados como exteanjeros. Al- gunas guerras sudamericanas han sido hijas de este intercambio flexible. Las revoluciones pata derrocar a un gobierno fueron preparadas a menudo en Ia reptblica vecina, provocando asi susceptibilidades y choques que, en con- clusién, no han sido entre dos pueblos, sino entre un presidente amenazado y el presidente que protegia a sus enemigos. Una prueba de ello es el entre- jezamiento de alianzas entte partidos afines que se estrechan I mano, en la frontera, internacionalizando, por asi decirlo, la politica interior y creando en el territotio de habla espatiola, por encima de la nacionalidad tangible, una nacionalidad moral mucho mas amplia, Sin embargo, estos Estados, que Bolivar y San Martin hicieron lo posible por unit y confederar desde los comienzos, se desarrollan independientemente, sin acuerdo y sin plan. Algunos de ellos son mds vastos, més ricos, mas em- prendedores y han dejado muy atrés a los otros, creando grandes altibajos y contrastes que se pueden atribuir también, més que al clima, a la mayor in- migracién. Porque esta ultima circunstancia parece ser al mismo tiempo el barémetro y el motor del triunfo en la América del Sur. Sea que los europeos slo acuden a Jas comarcas que progtesan, sea que el progreso surge como consecuencia de su Ilegada, sea que ambas cosas se combinan, el caso es que basta saber a cudnto asciende la inmigracién anual para deducir el estado econémico y la prosperidad de cada repiblica, En determinadas regiones, los extranjeros equilibran casi en mimero a Jos naturales, sin que esto quiera decit que el adelanto sea obra exclusiva de ellos. En muchas ramas de la produccién, los hijos del pais defienden una primacta indiscutible. Ademds, ya hemos visto que en tierras de inmigracion correntosa, donde se superponen las mareas humanas, nada es més dificil que determinar ¢} limite entre éstos y aquéllos. Lo tinico que se puede afirmar es que ast como los inmigrantes han dado nacimiento al tipo sudamericano de hoy, y asi como contribuyen a fomentar el progreso son también los que se oponen con mas energfa a le infiltracién norteamericana y los que crean entre [as repéiblicas ef Jazo més definitivo. La enorme zona freccionada se debilita en una confusién de esfuerzos con- tradictorios. Los paises que disfratan de un alto desarrollo material son dentro de ella como miembros sanos en un cuerpo paralitico. Su empuje tiene que vencer la modotra de otros que forman parte de la misma confederacién moral y que han retatdado su evalucién ¢n los puntos estratégicos, haciendo posible la infiltracién de la gran reptiblica. Porque aun admitiendo que la zona indemne rompa el pacto espiricual que la une al resto de la América Latina y se desinterese de lo que pasa en el Norte, resulta claro que para defender el porvenir para salvar el imperio de nuestra raza en la mitad del Nuevo Mundo, no basta que las cuatro o cinco reptiblicas més présperas se mantengan inacce- 1S sibles. Desde el punto de vista general, seria reducir de una manera mons- truosa el radio de nuestra influencia, sin conseguir trazar por cso una de- marcacién definitiva. Y desde el punto de vista particular de cada Estado, las tierras sacrificadas asf no resultarian mds que un puente tendido al invasor, que se acercarfa irradiando cada vez con mayor fuerza desde Ja frontera en marcha hasta transformarse en un gigantesco vecino absorbentc. De suerte que los mismos paises que han triunfado se hallan en cierto modo prisioneros de los que, al adelantarse con menos vigor, debilitan el conjunto y dan cierta vero- similitud a los vaticinios peores. La politica de “cada uno para sf” y el razonamiento primario que entte- tiene Ja credulidad de algunos gobiernos no resiste al andlisis y es un error visible que, ademds del egoismo que denuncia contiene males inndmeros. “Admitiendo que el peligro exista —declaran— para lHegar hasta nosotros e] coloso tendrfa que atravesar toda la América”. Olvidan que si Ia situacién geografica logra ponernos, segiin la regién, parcialmente al abrigo, que si la prospetidad cconémica puede, quizé, anulat o detener el primer ataque, cada vez que una nueva comarca sucumbe, el conquistador est mds cerca. Es un mar que viene ganando terreno. Por otra parte, las repiiblicas triunfantes no pueden dejarse ahogar y arrinconar en el Sur. Todo indica que muy pronto serdn entidades exportadoras que necesitarén mercados en el propio Conti- nente. No es un suefio suponer que la Argentina, el Brasil y Chile resultarén en ciertos érdenes, los proveedores obligados de Ja zona que se extiende més allé del Ecuador. Ademés, gcémo suponer que el huracdn se detendré al llegar a nuestros limites? Nada més desconsolador que la politica que espera a que los peligros le pongan la rodilla en la garganta pata tratar de conjurar- fos. E] buen sentido mds elemental nos dice que las grandes naciones sud- americanas, como las pequefias, sélo pueden mantenetse de pie apoydndose las unas sobre las otras. La Gnica defensa de los veinte hetmanos contra las acechanzas de los hombres es la solidaridad. Porque si salimos de Ja telatividad del Continente, vemos que nuestras reptiblicas mas présperas, las que van a la cabeza y parecen enormes al lado de las demds, no son todavia mds que entidades incompletas, menos pobladas que Rumania, con menos fertocarriles que Australia y con menos escuelas que el Canada, No discuto el porvenit. Pero no podemos imaginaros a cue bierto de todos los peligros en Ja etapa en que nos encontramos actualmente. Aun desde el punto de vista més favorable, somos inferiores a lo que la opinién cree. Una sola provincia rusa es més vasta que cualquiera de nuesttos palses, exceptuando el Brasil, y agrupando la poblacién de las veinte naciones de la América Latina, sélo alcanzamos a reunir la quinta parte de la que tiene Inglaterra en sus colonias. Todo esto sin contar con que si nos faltan capitales pata emprender las obras de la civilizacién y de Ja paz, nos faltarfan con mayor razén para agotarnos en empresas desiguales y absurdas. Claro esté que quien esctibe se halla lejos de cosquilleat el amor propio que desata las hecatombes. Nacido en un siglo de razén, s6lo ve en fos choques sangrientos una prolongacién lamentable de la barbarie primitiva. Pero el 16 hecho de reprobar la violencia no nos obliga a aceptarla con mansedumbre y mientres Lega el impetio de la equidad, cada hombre es solidario de su con- junto en el trianfo, como en Ja derrota. De suerte que al estampar aqui al- gunas de esas verdades 4speras que, como los bafios frios, fortifican el tem- peramento y el cardcter, slo quiero contribuir a hacer ver fa realidad, disi- pando los espejismos de vanidades prematuras y mal equilibradas. Contemplemos el mapa de América, Lo que primero salta a los ojos es el contraste entre la unidad de los anglosajones reunidos con toda la autonomta que implica el régimen eminentemente federal, bajo una sola bandera, en una nacién tnica y el desmigajamiento de los latinos, fraccionados en veinte na- ciones, unas veces indiferentes entre sf y otras hostiles. Ante la tela pintada que representa el Nuevo Mundo es imposible evitar Ja comparacién. $i la América del Norte, después del empuje de 1776, hubjera sancionado la dis- persién de sus fragmentos para former reptiblicas independientes, si Georgia, Matyland, Rhode Island, Nueva York, Nucva Jersey, Connecticut, Nueva Hampshire, Maine, Carolina del Norte, Carolina del Sur y Pensilvania se hubieran erigido en naciones auténomas, gcomprobariamos el progreso in- verosimil que es la distintiva de los yanquis? Lo que lo ha facilitado es la unién de Sas trece jurisdicciones coloniales que se separaton de Inglaterra, jurisdicciones que estaban lejos de presentar la homogeneidad que advertimos entre las que se sepataton de Espafia. Este es el punto de arranque de la supetioridad angfosajona en el Nuevo Mundo. A pesat de la Guerra de Se- cesidn, el interés supremo se sobrepuso en el Norte a las conveniencias te- gionales y un pueblo entero se lanz6 al asalto de las cimas, mientras en el Sur subdividiamos el esfuetzo, deslumbrados por apetitos y libertades ted- ricas que nos tenfan que adormecer. (Capitulo del libro El porvenir_de América Le. ting. Prometeo Editor. Valencia. Espafia, Diciembre 1919). LA PATRIA UNICA (1910) LOS LATINCAMERTCANOS no pueden menos que decirse: “Al Notte, en co- snarcas inmensas, otra taza domina en todo el esplendor de su genio. Su fuer- za se ensancha pot minutos, su ambicién no tiene limite. Fs un mar que va cubriendo los flanos. México ha perdido varias provincias. Cuba se aboga bajo un protectorado doloroso. Las aduanas de Santo Domingo no existen. EJ canal absorbe a la América Central. El dinero estrangula a las teptblicas mds pequefias. Y nadie sabe ante qué rio o ante qué monteafia se detendré el avance del pats cuya poblacién creciente exige una expansién indefinida”. Ya ha dejado sospechar el yangui lo que puede hacer. Nada le impediré dismi- nuirnos si su felicidad lo exige. zAcaso esconde la esperanza de extender la dominacién como un océano? ¢Certaremos Jos ojos pata no ver el porveniz? <¢Acurrucados en torno de vanidades pueriles, nos abandonaremos a la me- lancolfa de ver subir la marea que debe sumergirnos? ¢Es inevitable la ab- sorcidn de los latinos por los anglosajones? ¢Nos someteremos a la fatalidad? éAceptaremos pasivamente el land grabbing y 1a politica del big stick?” ¢En vez de unirnos para conjurar el derrumbe, continuaremos multiplicando nuestras discordias? ¢Sdlo despertaremos al peligro cuando éste nos haya aplastado? Un anglosajén declaraba hace poco que ‘'a consecuencia del canal de Pa- nam4, Centro América estard en breve, tespecto a los Estados Unidos en el mismo caso en que desde hace algtin tiempo se halla Cuba”. De fa invasién que avanza no culpemos a los demds, sino a nosotros mismos. Lo que nos ha perjudicado hasta ahora ha sido la nocién que tenemos de Ja nacionalidad. Las fronteras estén mds lejos de lo que suponen los que sélo atienden a mantener dominaciones efimeras, sin comprender que por sobre Jos intereses del grupo estan los de la patria y por sobre los de Ja patria, los de la confederacién moral que forman los latinos dentro del Continente. “Politica de Tierra usurpada y politica del garrote. 18 M. Pau! Leroy Baulieu ponia, para el mantenimiento de nuestra comin independencia, tres condiciones: orden en ef interior de los Estados, paz en- tre las reptiblicas hermanas y relaciones econédmicas con Europa. Lo que mds urge es establecer un leal acuerdo entre los partidos dentro de [a nacién y entre las naciones dentro de !a América amenazada, para no seguit favoreciendo el fmpetu de los yanquis. Que sobre nuestras luchas flote algo asf como una preccupacién superior, como un esplritu de raza, como un patriotismo final que sea la resultante de todos los otros. Tengamos, por lo menos en lo que se refiere a la politica internacional una patria tnica y sepamos defenderla de la manera més alta: con el sacrificio de las pasiones egofstas, subordinando Jos intereses de aldea a la salvacién del conjunto. El potvenir depende de nosotros. “El ptogteso se hard si quetemos que se haga —decfa Tarde— si tomamos conciencia de sus condiciones y de sus medios y si lo juzgamos subotdinado a nuestro queter, a nuestro espltitu de sactificio. Creer que se realizaré solo, es hacerlo imposible”. Asi, de la sal- yacidn integral de América Latina, seré la obra de nuestra perseverancia, de nuestro desinterés o no sera. Ya hemos visto que Ia coordinacidn de las republicas no es un suefio irrea- Jizable. Italia se formé con provincias heterogéneas y Alemania reune prin- cipados que se combatieron més de una vez. Nada se ‘opone a un acercamien- to de los pafses nacidos de fa misma revolucién y el mismo ideal. Supongamos que en una gran Asamblea latincamericana, después de admitir la urgencia de acabar con las rivalidades que nos roen, se resuelve dar forma practica al deseo de unién que est& en fa aumésfera. Imaginemos que se acuerda que cada una de las veinte repuiblicas nombre delegados y que, sin rozar la ad- ministracién interior, esos representantes se erigen en comisién de Relaciones Exteriores y asumen la direccién superior y fa representacién externa de la raza, de acuerdo con leyes generales discutidas en los Parlamentos respecti- vos. ¢Quién puede sentirse lastimado? El érgano centralizador que pondria nuestro orgullo y nuestra integrided territorial a cubierto de todas las ansias, lejos de disminuir la independencia de los paises adhcrentes, la garantizaria en grado maximo porque al entorpecer las intervenciones dejaria a todos mayor reposo pata realizar, dentro de los limites de cada Estado, los ideales de Ia democracia local. Sélo se opondrian a la realizacién del proyecto las susceptibilidades minis. culas. Pero Megados a este punto, nada setia més facil que calmarlas, conce- diendo a las naciones chicas una representacién que equilibre el predomi- nio de las otras y especificando que el comité funcionaria sucesivamente cn cada una de las capitales, escalonadas por orden alfabético, miimera de habi- tantes o dfa en que proclamaron su independencia. En todo caso, los detalles no deben poner trabas al triunfo de una idea comprendida y adoptada por todos, especialmente en una citcunstancia en que el hecho mismo de desear Ja alianza equivale a consentir los sacrificios sin los cuales ésta no puede ser posible, 19 La cteacién de un resorte supremo que coordine las pulsaciones de la taza y dé a nuestros ochenta millones de hombres la cohesién indispensable para afrontar las luchas futuras y presentar ante el extranjero un bloque, una voluntad y una {érmula, acabaria por disipar las inctedulidades que entorpecen la transformacién del proyecto en realidad. No nos dejemos convencer pot los que Jaman ensuefio a todo lo que no ha sido vivido ain. El porvenir no es ilusién, sino vida inexpresada que espera el instante de surgir y que nos- otros podemos traer a la superficie con una flexién de los musculos. Los pueblos necesitan para realizar sus destinos y para defender su vigor algo ast como lo que mantiene fa frescura de los lagos: un hilo de agua cristalina que trae los gérmenes vivificadores y un desagtie progresivo que se Leva los ele- mentos intitiles. Sepamos olvidar lo que dio a muestra tradicién cuanto trafa en sf, para favorecer e] triunfo de Jas cnergias renovadoras que aguardan el momento de manifestarse. Y familiaricémonos con los imposibles. En la mayoria de los casos, éstos sélo son aparentes, porque el empuje es siempre superior a la resistencia cuando existe la voluntad de vencer. Al acortar la distancia entre las repéblicas, defenderemos hasta en sus rai- ces el espiritu que nos anima, Porque no ¢s sdlo Ja independencia de un pueblo lo que hay que salvar; es una civilizacién que comienza a definirse. El alma de Ja raza reverdece en el Nuevo Mundo y los latinos de América experimentan el deber de salvaguardar fo que debe nacer de ellos; como los de Europa sienten Ja obligacién de dar atmésfera a Jo que puede ser, acaso, la ptolongacién brillante de una hegemonfa, Extirpemos en ciertas regiones la opinién infantil de que el peligro no existe, Destruyamos, en otras, la creen- cia desconsoladora de que es irremediable. El impetu capaz de reconstrvir el porvenir estd paralizado por el optimismo hueco de los unos y el pesimismo resignado de los otras. Y recordemos a cada instante que los hombres que hicieron la independencia tendieron siempre a la unida, como Bolivar y San Martin. El desmigajamiento vino después, con las pasiones y los bandos. Pasadas las épocas de desorientacién y de delirio —que quizd fueron nece- satias porque conmovieron Ja conciencia continental a la manera del arado que destroza para preparar las cosechas futuras—~ es justo que vuelva a re- sutgir la tendencia de los fundadores de Ja patria. El empuje salvador forzara acaso los limites de lo que nos parece irrealizable y bajo la espuela del peligro, las primeras tentativas de concordia tendrén que tomar cuerpo hasta trocarse en Ja alianza que puede ser el primer paso hacia la confederacién triunfal. Desde el punto de vista moral formamos ya un bloque seguro. ¢Qué dife- rencia hay entre Ia literatura chilena y la uruguaya, entre Ja de Venezuela y Ja del Peri? Con leves matices, se adviette de Norte a Sur un solo espirita. En lo que toca a las instituciones, ¢no hemos adoptade todos la repablica y no hacemos gala dentro de ella de las mismas cualidades y los mismos defec- tos? Y en lo que se refiere al idioma, que es el lazo esencial entre los gru- Pos, ¢no conseryamos el culto del que nos legé la madte patria? gNo son en muchos casos comunes nuestros héroes? ¢No obedecemos al encontrar en Europa a un hispanoamericano nacido en la repiiblica més lejana de Ia nuestra 20 a algo asf como un fmpetu oscuro que nos hace considerarlo come a un vecino de nuesita propia ciudad natal? g¥ no circula igualmente por nuestras venas Ja sangre espafiola y la savia americana que nos confunde bajo una denomi- nacién Unica? ‘Tengamos fe en el porvenir. Robustecida la nocién de la grandeza de ma- fiana por las ventajas crecientes que registra el orgullo nacional; vigorizado el {mpetu con ayuda de una certidumbre; ensanchados los horizontes ante la urgencia de cohesionar las patrias, América Latina puede aspirar a los triunfos mas altos y mas duraderos. Todo contribuye a hacer de ella una de las cimas del mundo. Su situacién privilegiada, que le concede todos fos climas desde el Ecuador hasta el mar austral; su prosperidad inverosimil, que la pone a la cabeza de las maciones exportadoras; su juventud viril, su cosmopolitismo generoso y su noble audacia la transforman en campo abierto a las promesas del sol. Sila prudencia la pone al abrigo de mottales intervenciones, se podra decir que [a especie ha ganado un campo de oro. Porque no se trata de alter- nat los egoismos ni de impedir la tirania anglosajona para imponer la nues- tra, sino de mantener el libre juego de una nacionalidad, alimentada interna- cionalmente para abrir en ef mundo, bajo el amparo de Ia civilizacién Jatina, una posibilidad de accién de todos los hombres. Derribemos el obstdculo que se opone a la ascensién total. Nuestra Amé- tica es hoy copia de esos juguetes que consisten en una infinidad de cajas concéntricas, Se rompe la primera y aparece la segunda; se destruye [a se- gunda y surge la tercera, sin que tenga I{mite el fraccionamiento cada vez mas artificioso que patece obta de maniaticos empefiados en pulverizar Ja vida. Ha Ilegado el momento de hacer sintesis. A la Argentina, al Brasil, a Chile y a México incumbe el deber de encabezar la cruzada. Su prestigio, su alta cul- tura y sus progresos capacitan a esos paises para salvar [a situacién. Desde el punto de vista colectivo, Ja dispersién nos perjudica mds que una derrota diatia. Desde el punto de vista particular, cada repiblica se halla indefensa ante las amenazas del imperialismo, No hay que gesticular con el pensamiento en fo que dirén los contempordneos, sino en lo que fallard el porvenir. Los mejores patriotas seran los que pospongan los patriotismos locales al patrio- tismo continental. Lo que la Argentina dividida y andrquica de hace cincuenta ajios hizo para defenderse de un pueblo hermano como el Brasil, tenemos que hacerlo ahora en bloque con mayor razén para preservarnos de Ja arremetida de los yanquis. El canal de Panama modifica las perspectivas del mundo y nuestras grandes ciudades del Sur, orientadas parcialmente hacia el idealismo practico que pre- domina entre los anglosajones, tienen el deber de encabezar Ja cruzada, opo- niendo la civilizacién victoriosa que florece en las costas del Atlintico a la avidez agresiva de los conquistadors nuevos. ‘Capitulo de El porvenir de la América Espattola. sor Editor. Valencia. Espafia, diciembre de 1910]. 21 BOLIVAR Y LA JUVENTUD (1912) S610 Los PUEBLOS que son fieles a su pasado se imponen al porvenir. Por €so es que mi primer acto al llegar a Caracas fue un homenaje ante una tumba. No necesito pronunciar el nombre porque estd en todos los labios. Al conjuro de su gesto ha florecido la independencia y la libertad desde el Orinoco hasta el istmo y desde Colombia hasta el Peri... Y confieso que cuando mi mano temblotosa depositaba unas flores sobre Ix tumba del padre de nucsiras nacionalidades, sent{ como una iluminacién interior. Porque para un americano de habla espafiola que siente la atraccién de los origenes, que alimenta el orgullo de los laureles continentales y que, atrafdo por los multiples Iazos que nos unen, ve en la América Latina su Patria Grande su nacionalidad total, nada puede ser mds emocionante que evocar en esta republica la enorme cabalgata de victorias que surgié al con- juro del héroe def cual nos enorgullecemos todos. Al salir a regar por América la libertad y la luz, al romper, en un movie miento genial, los limites de la patria chica para sentar las bases de la empresa mds alta que recuerdan Jos anales de continente, Bolfvar fue algo asf como la adivinacién y la encatnacién del sentimiento colectivo que viene a traducirse ahora, un siglo mas tarde, ante la amenaza invasota, en acercamiento entu- siasta y en noble fraternidad, El impetu que nos anima, el fuego que enciende las manifestaciones enor: mes que he visto en torno mfo en México, en El Salvador y en todas las reptiblicas que he visitado, la emocidn que nos ha embargado aqui durante las diltimas luchas, derivan fundamentalmente de las concepciones del ciclépeo defensor de la Amética libre, del hombre sobrenatural que sabia leer en el futuro y hacer que las montafias se abrieran ante sus ejércitos como las aguas de] mar ante Jesuctisto. Por eso es que si se realiza el proyecto de fundar en Caracas una agrupacién destinada a defender el acercamiento latinoamericano, yo ctco que ella podria ahorrarse el trabajo de formulas un ptogtama y de hacer una declaracién de principios con sélo levantar, como suprema ban- dera, el nombre simbélico de “Sociedad Bolivar”. 22 La juventud de Venezuela, que ha realizado una proeza mds probando que por sobre todas Jas consideraciones est la dignidad nacional y el patriotismo de los pueblos, es la heredeta legitima de las tradiciones de los héroes de la independencia. En medio de tantas contrariedades, me llevo la visién posible de una pattia renovada,de un continente rehecho por los que empiezan a vivir Y al enconttarme ahora aqui, fratetnizando con los que sobtenadan triunfal- mente en medio del naufragio de las generaciones, respitando eJ oxigeno de las cimas incontaminadas que se tifien de reflejos rosados bajo Ja sonrisa de una aurora nacional, olvido todas las tristezas y todas las desilusiones de! camino, porque veo que aqui hay elementos sobrados para realizar la obra de sactificio y de austeridad que se impone a nuestros pueblos, obligados por una fatalidad de la historia a defender al propio tiempo la libertad y los Ifmites, impelidos por la fuerza de las circunstancias a sanear, con el mismo gesto, la patria chica y a solidificar fa grande. Gracias por esta manifestacién que me emociona intensamente en estos momentos en que me preparo a abandonar el pais. Nada seria mas triste que un adiés después de largas semanas de lucha, si no existiera entre nosotros y por encima de nosotros, la obta realizada y la decisién de continuarla hasta el fin, Peto, de cerca como de lejos, seguiremos en comunién constante con- fundiendo la propaganda con la accién en la gran batalla campal en favor de nuestros intereses paralelos, convencidos que de norte a sur de la América Latina debemos tener dos ideales: la prosperidad interior y la independencia nacional y debemos tener dos odios: las ambiciones personales y Jas inter- venciones extranjetas, como tenemos dos puntos de apoyo: el recuerdo de nuestro pasado intangible y la esperanza de un porvenir triunfal. Yo no soy el agitador, ni el demagogo que dicen algunos. Soy, por el contrario, un hombre sereno y amigo de la paz. Quisiera que todos los con- flictos entre los pueblos se resolvieran en el orden y por la razén. Pero ante Ja agresion sistemética, ante la intriga perenne, ante la amenaza manifiesta, todos los atavismos se sublevan en mi corazén y digo que si un dia Hegara a pesat sobre nosotros una dominacidn directa, si naufragaran muestras espe- ranzas,si nuestra bandera estuviera a punto de ser sustituida por otra, me Janzaria a las calles a predicar la guerra santa, la guetra brutal y sin cuartel, como Ia hicieron muestros antepasados en las primeras épocas de América, porque en ninguna forma ni bajo ningtin pretexto podemos aceptar la hipé- tesis de quedar en muesttos propios lates en calidad de taza sometida. Somos indios, somos espafioles, somos latinos, somos negros, si queréis, peto somos lo que somos y mo queremos ser otra cosa. Hay una incompatibilidad funda- mental entte los dos grupos que conviven en América, hay una dematcacidn entre las dos civilizaciones, Amigos, siempre; sibditos, jamés. Mi viaje obedece al deseo de contribuir a evitar esas tristes y supremas resoluciones. No debemos ir al sacrificio indtil, debemos prepararnos serena- mente para oponer, dentro de Is paz, el bloque de la solidaridad latina, Que el nombre de Bolfyar sea nuestra bandera superior y que, en los conflicios 23 que se anuncian, sepamos reanudar la tradicién de los que nos dieron la patria y el orgullo de Jo que somos. El progreso lento que algunos nos reprochan es preferible a la abdicacién de 1a nacionalidad, como la pobreza es prefetible a la deshonra. Que si, por imposible, el desamparo fuera tan grande que un dfa nos quedéramos desnu- dos, nos envolveriamos en nuestras banderas y seguiriamos atravesando la historia como los ejércitos de hace un siglo, privados de todo, pero iluminados por el sol de la libertad. Los nuevos micleos juveniles de América han sofiado una campajia hercica: Ja reconstruccién de las autonomfas nacionales, el reverdecimiento de la ple- nitud viril de nuestro continente, la afirmacién definitiva en los siglos de la tadicién hispana, aliada al empuje inmortal de Bolivar y San Martin. Por haber encabezado ese empuje me he encontrado rodeado de una ola de ca- lumnias y de intrigas, nacidas de fa zona de sombra donde se mueven los que lo sacrifican todo a] éxito inmediato. En realidad, no se han ensafiado contra mf, sino contra la idea de libertad sin compromisos, contra el empuje hacia la independencia, sin humillaciones, contra la aspiracién hacia la autonomia sin cortapisas, contra el total afianzamiento de la personalidad de las nacio- nes hispanas del nuevo mundo, libradas hoy, por la ambicién y tos apetitos a todos los azares y todas las desventuras, Por eso sélo han conseguido provocar Ja reaccién que denuncia esta enor- me asamblea, Mientras existan juventudes como la que hoy saludo en este recinto, la Amética Latina seté inmortal. [Discurso pronunciado en la Asociacién de Estu- diantes de Caracas el 13 de octubre de 1912. Inte gra el libro Mi campata hispancamericana, Edit. Cetvantes, Barcelona, 1922]. 24 LA PATRIA GRANDE DEL PORVENIR (1912) El ideal de los hombres de la independencia. Hace un st610, ett época en que las comunicaciones eran incalculablemente més diffciles que hoy, los hombres de la independencia pasaban de una re- publica a otra, determinando grandes empujes colectivos y soberbios {mpetus continentales, en nombre del ideal comin que les empujaba a la independen- cia, ¢Cémo no hemos de ponernos en contacto en estos tiempos en que esta- mos tan cetca los unos de los otros, para defender en bloque, ante el peligro posible, la integridad nacional y la dignidad de nuestras banderas? El movimiento que ha nacido simulténeamente, anénimamente, en todos los corazones, de norte a sur de la Amérca Latina, no es mds que un corolario obligado de nuestra historia, no es més que una manifestacién de respeto ante nuestros padres, que si nos vieran resignados ¢ inermes ante ¢l peligro saldrian airados de sus tumbas a preguntatnos que habfamos hecho del legado que nos entregaron intacto, después de haber regado con su sangre las tres cuattas partes de] continente. El viaje que he emprendido no es en su esencia un acto personal, es Ja interpretacién visible de la inquietud que nos devora, de 1a ansiedad que nos optime a todos. Empujado por Ia situacién, he abandonado mi modesto retire para correr de ciudad en ciudad, difundiendo Je alarma. Siempre he creido que el esctitor no puede dejar de ser un ciudadano y es como ciudadano que voy golpeando a todas las puerzas para recordar la cardstrofe que nos amenaza. No basta que cada cual esté dispuesto a defender su vivienda. Es necesario que conjuremos colectivamente el flagelo, que pteservemos fuestto porvenir comin, mante- niendo nuestra lengua, afianzando nuestsa autonomia, haciendo imposible la infiltracién y trazando con nuestras voluntades un Imire a Ia invasién de las aguas. 25 Mientras existan pueblos ardientemente patriotas como éste, la América Latina sera inmortal. Colombia ha sido siempre entre nosotros un maestro de altivez y veo que no desmiente las nobles traiciones de esta tierra, donde, si tendemos el ofdo, todavfa resuena en las montafias el paso impecrioso del caballo de Bolivar, Hace cuatro meses, cuando el fmpetu de Ia propaganda me Ilev6 hasta el mismo campamento enemigo, hasta la tribuna de la Universidad de Columbia, en la propia ciudad de Nueva York, para gritar al pueblo yanqui Ios atentados de que somos victimas, habia una imagen que se alzaba constantemente en mi espiritu: la imagen de Colombia herida por la injusticia, inmovilizada por la fuerza, pero siempre orgullosa y valiente, confiada en las revanchas del porvenir y en Ja suprema justicia de Dios. Desde que he pisado esta tierra he visto que no me habia equivocado: lejos de inclinarse ante el fuerte y de temblar bajo la amenaza, el espiritu pttblico ha reaccionado virilmente yla visi6n que me daba ayer confianza ante el adversatio, resurge en este instante agigantada y ennoblecida. Ahora veo a Colombia erguida de nuevo sobre sus montafias como en tiempos de la epopeya, agitando su brazo mutilado como un supremo cstandarte y Hamando a la América toda a realizar la segunda independencia. Secreramente, insensiblemente, Jas naciones que se formaron en los terri- torlos que antes dominara Espafia han ido pasando a una situacién indecisa, y esta es la hora —hay que tener valor de decirlo, en esta encrucijada de la historia que saca a la superficie todos los instintos y los rencores viejos— esta es la hora, digo, en que los suefios de independencia de nuestros paises estén en peligro y hay que levantar la voz antes de que de todo ello sélo quede un recuerdo esfumado ante las hoscas realidades que nos atan econé- micamente a los grandes nticleos duefios del mercado mundial o politicamente a las naciones caudillos que dominan el escenario del mondo. Los problemas de América no son las rencillas artificiales para saber cudl serd la linea divisoria en el Rio de la Plata; cémo se resolverd la situacién de Tacha y Arica, en qué forma acabard el pleito entre Costa Rica y Nicaragua, Si ahondamos bien en esos conflictos vemos las manos que los manipulan y advertimos los grandes intereses en juego. En el pleito de Costa Rica y Ni- caragua sdlo estd en tela de juicio la posesién total del golfo de Fonseca por los Estados Unidos; en la diferencia entre Chile y el Pert sdlo asoma el deseo de tenet en jaque la fuerza militar de Chile, tnico pais sdlido que rechaza en el Pacifico la ingerencia y Ja tutela; en la cuestién de las aguas del Rio de ta Plata, surge claramente el desco de que cl inmenso estuario se convietta en mar libre que sirva a las escuadras de Inglaterra y de Estados Unidos para dictar la ley en el sur del Continente. La unidn es para nosotros tan necesaria como la luz, Bolivar querfa el establecimiento de una Camara o tribunal superior que nos sitviese dentro de la América Latina de consejo en Ios grandes conflictos, de fiel intérprete en los tratados piiblicos, de conciliador en nuestras dife. rencias y de punto de contacto en los peligros comunes. Los hombres dimi- 26 nutos de nuestros d{as, atenaceados por ef miedo, no han sabido Ilevar a la practica las concepciones gigantescas de nuestro gran padre comun. Pero en el terreno moral, en el orden superior en que se mueven los espfritus, ese organistno existe, mantenido por la fuerza incontrarrestable que se lama juventud. Por eso somos invulnerables, porque tratamos de continuar la tradicién de un pasado glorioso; y todas las medidas que se puedan tomat contra nosotros no impedirén que florezca en nuestros cotazones cl espiritu inmortal de nues- tra raza, no impedirdn que sigamos sintiendo en nuestras venas la palpitacién tumultuosa de la sangre de los héroes que constituyeron nuestras naciona- lidades. Los estudiantes son los depositatios del porvenir. La misma injusticia con que algunos os atacan, prueba la gran fuerza moral que reside en vosotros. Hecha flor en vuestras almas esté la visién sublime del futuro. Y la historia de un pueblo serd tanto més glotiosa cuanto mayor sea la influencia de que vosotros dispongéis dentro de 4. Pero ef esfuerzo no debe ser la obra de un pasajero entusiasmo, sino el resultado de una conviccién durable. Recordemos que en nuestras tierras hay hombres para los cuales las ideas de solidaridad latina resultan peligrosas ¢ inusitadas, recordemos que la patria sélo puede vivir por nuestra vigilancia y por nuestra inguietud heroica, por- que tenemos que sostenerla como una ctipula, con nuestro esfuerzo infati- gable y recordemos, en fin, que las verdadcras banderas son las que !levamos dentro y que por encima de las fronteras de nuestra patria directa esta hoy, como hace un siglo, la América Latina dentro de la cual comulgamos todos, la Patria Grande del porvenir. [Discurso pronunciado en Bogotd, Colombia, el 2 de diciembre de 1912. Incorporado por el propio Ugerte a su libro Mi campate_pispanoaruericanc, torial Cervantes, Barcelona, Espaiia, 1922]. 27 ACTA DE FUNDACION DE LA ASOCLACION LATINOAMERICANA (1914) Dapo que la conflagracién mexicana ha contribuido a poner en evidencia los propdsitos y los procedimientos de ‘a polftica imperialista, dado cl encadenamiento de esos sucesos con los que se desarrollan ac- tualmente y los que algin tiempo atrdés ruvieron por teatro a Cuba, Puerto Rico, Colombia y Nicaragua, y dada la inadmisible ambicién que Leva a los Estados Unidos a desarrollar un plan de predominio y hegemontfa en el golfo de México y en el resto de América, EL COMITE PRO MEXICO, sin perder de vista la cuestién mexicana RESUELVE habilitarse para encarar el problema en toda su amplitud, TRANS- FORMANDOSE, bajo el nombre de ASOCIACION LATINOAMERICANA, en un organismo permanente capacitado para hacer sentir su accién en todo momento. Buenos Aires, junio 1914, fRedertado y firmado por su Presidente y Funda- lor, Mamet Ugarte. Archivo General de Ja Nacién tina]. 28 CONTRA LA INTERVENCION EN MEXICO ALA JUVENTUD Y AL PUEBLO (1914) La AsociaciOn LATINOAMERICANA invita a la juventud y al pueblo al mitin que tendrd lugar el domingo 22 del corriente a las 3 de la tarde en la plaza del Congreso. La opinién argentina, respetuosa de la autonomfa de todos los paises, no puede aprobar con su silencio una intervencién que lastima las susceptibilida- des de la reptiblica mexicana ni cubrir con su presencia las maniobras del im- perialismo norteamericano. Consecuentes con la tradicional abstencién de la Atgentina en asuntos de esta indole, queremos protestar contra toda aven- tura que leve al pafs a una intervencién armada, negacién de nuestra amistad pot México y procedente peligroso para todos los pueblos det Continente. ;QUEREMOS A LA AMERICA LATINA UNIDA! jRESPETAMOS TODAS LAS SOBERANIAS COMO QUEREMOS QUE SE RESPETE LA NUESTRA!? [Volante de le Asociscién Latinoamericana cep, open 2 ee de) ao orador de es su presidente Manuel Ugarte. Redactado por el propio Ugatte. Archivo General de la Nacién Argentina]. 29 EL EJEMPLO DE MEXICO (1914) Imacinemos una ciudad minada secretamente por le peste. Se han producido diversos casos en los artabales. Aqui y allé han caido numerosas victimas poco conocidas. Sin embatgo, nadie se ha inquietado, La muerte ronda en silencio por las calles y se codea impunemente con los transetintes. Una indi- ferencia apdtica y culpable inmovitiza la voluntad de todos. Pero estalia un caso en pleno centro, se enferma una persona de figuracién y el ambiente se transforma. La alarma cunde hasta los Mfmites, se emociona la opinién piblica, se toman medidas de defensa y todos los que hasta ayer ignoraban el flagelo se conciertan y se agrupan para ahoger el peligro comin. Algo andlogo ha ocurrido en estas vilrimas semanas en la América Latina. El imperialismo yanqui, Ja ambicién desmedida de los Estados Unidos, la tacha invasora del Notte, habla hecho sentir sus latigazos en varias regiones del Continente. Cuba habfa sido maniatada con las cadenas de la enmienda Platt. Santo Domingo gemia viendo sus aduanas en poder de la gran rept- blica. Colombia se enclaustraba en su orgullo después de haber perdido el istmo de Panamd. Nicaregua protestaba contra un gobierno que la entregaba, esclava, a los pies del invasor. La injusticia y el crimen segaban las esperanzas de ciertas republics. La insolencia del fuerte humillaba las banderas de ad- mitables pueblos hermanos. Pero nadie se movia en América. Unos por indiferencia, otros por egofsmo, otros por ignorancia, todos con- tinuaban ensimismados o se encogfan de hombros, Se hubiera dicho que un siglo habfa bastado para romper los lazos de sangre y de historia entre los niicleos que se Janzaron juntos a la Independencia. Parecia que los trasatldn- ticos y los ferrocarriles nos habia alejado en vez de acercarnos, hacténdonos perder toda nocién de solidaridad fraterna, Mas surge al fin el caso de México. Se produce el atentado contra una nacién que no tiene 300.000 habitantes como Nicaragua sino quince millones, se violan los derechos de una teptiblica que se cuenta entre las mAs impor- 30 tantes de nuestro propio grupo y se desencadena en todas partes la protesta airada, en la cual entra por mucho cl instinto de conservacién. ‘Ya ‘no cabe duda. Fl peligro esté abi, claro, tangible. De nada valen Ios sofismas panamericanos, ni las prédicas capciosas de los emisarios suriles que han sorprendido tantas veces nuestta aldeana buena fe. Toda la sangre latino- americana se rebela contra Ja injuria, contra la acechanza, contra las mismas ignorancias u olvidos que nos han Ilevado a callar tantas veces mientras el gladiador yangui estrangulaba en la sombra a los paises pequefios cuyos dé. biles pulmones, cuya falta de personalidad o de medios de protesta les impe- dian lanzar su anatema y su maldicién a los cuatro vientos de] mundo. Desde este punto de vista y a pesar del dolor que nos causan los sufti- mientos del pueblo hermano, tenemos que felicitarnos de lo que esté ocurrien- do en México, Ha cundido la voz de alerma, se ha hecho carne en el alma de Jas muchedumbres, ha repercutido en todos los ambitos de ta América His- pana y ya no habré poder humano —ni interés, ni miedo, ni olvido— que vuelva a encauzar la politica de muestras naciones por la senda brumosa de abdicacién y de egoismo que nos ha levado, dispersos ¢ incautos, a gitar como satélites alrededor de la bandera estrellada. El ejemplo de México, sean cuales sean las incidencias o los resultados del conflicto actual, quedard grabado en nuestra memotia y Ja conciencia latino- americana, siempre despierta, permanecer4 al acecho de los acontecimientos, dispuesta a hacer caer sobre los agresores el peso formidable de su desapro- bacién. El pueblo heraico que hoy se debate bajo la artemetida bélica y diplomatica de los Estados Unidos —arremetida acaso més peligrosa la se- gunda que Ja primera, porque aviva con la intriga la hoguera de Ia guesta civil— habré sido el personaje notorio que al ser herido por la peste de- nuncia el peligro y salva a la ciudad. Reunidos y atentos como estamos alrededor del conflicto, no nos contente- mos con crispar los puiios de indignacién ante la abominable injusticia. Tra- bajemos para el porvenir, defendémonos defendiendo a los demés y en estos momentos trdgicos sentemos las bases de la futura solidaridad latinoamericana, [Publicado en Revista Americana, Buenos Aires, julio de 1914], 31 LA PAZ EN AMERICA (1919) SeNior Presipente de la Federacién Universitaria Argentina: Leo en los diatios la feliz resolucién que ha tomado la Federacién Uni- versitaria en lo que se rtefiere a la paz en América y me permito enviar a usted y por intermedio de usted 2 todos los estudiantes argentinos, las mds entusiastas felicitaciones. Las dificultades que existen entre Chile, Peri y Bolivia pueden ser discu- tidas y resueltas al matgen de violencias imitiles, dentro de [a fraternidad hispanoamericana, en un ambiente de deferencia y respeto. Provocar nuevas guerras seria ofrecer a Jos extrafios facil oportunidad de censura y hasta pro- picia ocasidn para intervenciones contratias a nuestra dignidad continental. Lo que nuestra América necesita es paz, trabajo y cordura; paz, para establi- zar la vida; trabajo, para valorizar la riqueza y cordura, pata prever el por- venir. Una desavenencia como Ia que nos amenaza, destruiria cuanto somos y cuanto podemos ser, cuanto ha realizado cada Repibica aisladamente y cuanto pueden alcanzar mafiana todas en conjunto. La guerra mundial que acaba de extinguirse no ha hecho m4s que descon- tentos y debiera alejar a la humanidad de la violencia por muchos siglos. Nuestra tendencia a imitat no puede ser tan incurable que nos Ileve a pte- tender tener también una hecatombe para competir con Europa, en civilizacién Durante un momento de locura universal, nuestra supetioridad ha consistido precisamente en abstenernos de arrojar lefia a la hoguera en que se consumia Ja prosperidad del mundo. Los que en Europa nos Iaman “salvajes” tuvieron que reconocer, aunque fuera técitamente, que fuimos, por lo menos en un instante, mds sensatos que ellos. Pero si nos lanzamos a nuestra vez al precipicio, no tendremos siquiera la excusa que pudo ser en su tiempo el contagio del desequilibrio general y se- remos, para la Historia, los aturdidos y los empecinados que ven desearrilar el convoy que les precede y siguen por el mismo viaducto, presas de una fatalidad suicida. 32 El verdadeto problema de América no es el de saber quién extenderd més sus Ifmites a costa del vecino, cosa que sélo puede dar por resultado una ampliacién en el mapa, dado que se trata de paises de suyo tan vastos, tan poco poblados y tan sobrados de riquezas no valorizadas atin; el verdadero problema de América no ¢s el de destruir, sino el de crear realmente Jas na- cionalidades en sus fundamentos econdmicos, diplométicos y culturales, eman- cipando a las patrias jévenes de sujeciones y apoyos molestos y coordinando la accién superior de ellas para que puedan tener mafiana una voz propis y una actitud independiente en los debates de! mundo. Mantener la discordia, con cualquier pretexto que sea, es olvidar lo grande por lo pequefio y prolongar Ja debilidad en que nos encontramos todos ante Jas potencias imperialistas. Por eso es digna de encomio la actitud de una juventud que levanta, en medio de las pasiones, una amplia bandera de paz, Bajo la cual puede cobijarse el derecho y la dignidad de todos y a cuya som- bra se ensancha nuestro propio patriotismo argentino, manifestando una in- quietud solidaria ante el porvenir de los pueblos hermanos. {Carta de Ugarte a la Federacion Universitaria Ar- gearing, 1919. Reproducido en Le Patria Grande, ditorial Internacional (Betlin-Madrid), 1922]. 33 LA REVOLUCION HISPANOAMERICANA (1922) La conmocion de 1810 ha sido interpretada en forma contraria a la reali- dad de los hechos, primero por el cardcter desmigajedo que se ha querido dar a lo que fue un solo movimiento y segundo por Jas consecuencias que se han pretendido sacar de él. No hubo una revolucién en la Gran Colombia, una revolucién en México, una revolucién en [a Argentina, etc., sino un levanta- miento general de las colonias de América, simultaneo, con ligeras variantes, en todos los virreinatos; y no hubo separacién fundamental de Espafia sino disyuncién de jutisdicciones y creacién de nuevas soberantas, La efervescencia de Ja lucha separatista, las pasiones nacidas de la batalla y las naturales limitaciones localistas que debian surgit en un campo tan vasto, no pueden cuajaz en historia superior sobreponiéndose a comproba- ciones experimentales que nacen del examen seteno de los acontecimientos. Parece intitil recurtir a las citas para establecer que los diversos estallidos revolucionarios se enlazaron entre sf, obedeciendo a una concepeién general, que los hérocs fueron en muchos casos comunes a varios pueblos y que hubo una fervorosa comunicacién y correspondencia entre las mds apartadas te- giones, estrechamente solidarias dentro y fueta de la lucha. Por otra parte, América renuncié a la dominacién politica de Espafia, pero no a la composicién étnica de sus clases directoras, a las inspiracianes morales, a las costumbres, a cuanto caracteriza y sitéa a los pueblos, Decir que a una hota detetminada y al golpe de una varilla mégica, por Ja simple virtud de un pergamino firmado en un Cabildo por varias docenas de patriotas se cortaron los hilos que unian a Ja Metr6poli con las tierras descubiertas y civilizadas por ella durante tres siglos, es una paradoja que seguirla siendo paradoja hasta en el caso de que los autores, directores y usufructuarios de la revo- lucién hubieran sido exclusivamente los indigenas, primitivos duefios de aque- Hos territorios, porque hasta ellos se hallaban influenciados y retenidos mo- ralmente por Ios hdbitos y las ideas de los ultimos dominadores. Como los revolucionarios fueron en su casi totalidad hombres de raza blanca o mesti- 34 zos en los cuales predominaba la sangre ibera, el error es tan evidente que se hace innecesatio subrayarlo. La de 1810 no fue una revolucién de aztecas o de patagones que reivin- dicaban ¢] derecho de gobernarse con exclusién del invasor, sino un movi- miento encabezado por los invasores mismos que concretaban acaso incons- cientemente, en un hecho final, todas las rebeldfas, las codicias y las insu- bordinaciones de los guetreros conquistadores y los mandatarios arrogantes, que después de afirmar la dominacién con su esfuerzo y cl peligro de sus vidas, soportaban de mal grado Ia autoridad y las decisiones del poder central. A este instinto levantisco e indisciplinado del espafiol de la conquista, se unie- ron poderosos intereses econdémicos, factores culturales y acaso apoyos indi- rectos —ignorados por los ejecutores y Ios tedticos de Ja insurreccién— de naciones interesadas en extender su comercio y su influencia por encima de las vallas que oponfa Espaiia. Enfocado en esta forma el movimiento de 1810, comprendemos que el pensamiento superior de sus autores tendfa a la misma unidad suprema y a la misma autonomfa absoluta dentro de la fidelidad a los antecedentes y ai idio- ma, que el movimiento de emancipacién que algunos afios antes habla segre- gado de Inglaterra a las colonias de origen anglosajén. Al margen de la légica surgieron después veinte repiblicas, fruto de la épica anarquia que empezd desterrando a los iniciadores del separatismo y acabé. sacrificando los ideales que lo determinaron; y de acuerdo con la na- tural evolucién humana se cred un tipo nueva que es hoy, con respecto al espafiol, lo que el norteamericano es con respecto al inglés. Ni Bolivar ni San Martin concibieron el imposible de dar a la América Espafiola un gobierno ‘nico. Sin tener en cuenta la diversidad de las zonas, bastaban fas distancias y la dificultad de comunicaciones para imponer la necesidad de organismos locales, segtin el desarrollo y las caracterfsticas de cada regién; pero todo esto dentro de una confederacién superior que diera alma, personeria y poder a aquella masa que de otra suerte, en medio de las inevitables avideces de la vida internacional, tenia que volver a quedar —como si no hubiera aprendido nada en tres siglos— en la misma dispersién en que se hallaron los mexicanos cuando Iegé Herndn Cortés. Que la América detivada de Espafia tuviera una sola fisonomia y una sola voz en las cosas internacionales y en Jos asuntos de interés vital, fue el suefio de los grandes caudillos de los primeros tiempos de la insurreccién; y este sentido que podrfamos Uamar global de Ja revolucién americana no obede- cfa al instinto de defender la revolucién misma contra la resistencia o la posible vuelta ofensiva de Espafia, sino a una visién que salvaba lo inme- diato y se extendia hasta ¢] més lejano porvenir. Pero la nueva entidad que sargia a la luz del mundo trafa dentro de si el germen de dos atavismos de anarquia, el que fluye de su ascendencia espafiola agigantada en el cardcter de los rudos conquistadores ambiciosos y el que prolonga la eterna pugna entre las tribus indias de América, cuyos odios y divisiones hicieton posible fa conquista. Eran dos herencias de emulacién mal 35 entendida y de individualismo disolvente que se enlazaban alrededor de Ia cuna de un pueblo nuevo, cuya inexperiencia y falta de preparacién debla llevar al paroxismo esos defectos, corregidos hoy, sélo en algunas zonas, con ayuda de inmigraciones posteriores. Ast surgié, por encima de las mismas jurisdicciones coloniales trazadas por Espafia y al azar, a veces, de las rencillas de lugartenientes y caudillos, un profu- so mosaico de republicas auténomas, cuya creacién no obedecfan en muchos ca- Sos ni a razones politicas, ni a causas geogréficas. Fue lo que podriamos lamar Ja €poca feudal de nuestra América, porque tales entidades se crearon al con- juro de la fieteza y del espititu dominador de algunos hombres. No se con sulté en muchos casos ni la posibilidad de vivir que Megarfan a tenet esos niicleos desde el punto de vista de la produccién o Ja riqueza, como no se tuvo en cuenta las probabilidades que podian tener de durar, dada su peque- fiez y su desampato en medio de los mares. ¥ estos no hubieran sido los peores yerros. Lo que en realidad compro- metia Ia suerte de esos pucblos, que han seguide viviendo como los pedazos cortados de un cuetpo, con wha vida espasmddica, era la imposibilidad de darles un ideal. En Jo que se refiere a la historia, podemos hacer en América una crénica especial de los diversos focos donde se inicié el separatismo, desarticulando un poco los movimientos, como si en una batalla nos limitésemos a referir lo que realizé un cuerpo de ejército; y asi cabe hablar dei sepatatismo de la Gran Colombia, del Rio de la Plata, del Alto Peri, de México o de ta América Central. Pero tendremos que forzar mucho los hechos, si dentro de esas divisiones queremos crear otras y atribuit a cada una su historia particu- lar. Los episodios locales que se pueden evocar sdlo alcanzan a tenet ante- cedentes y finalidad, enlazéndolos con los de la nacién vecina y coordinén- dolos con los movimientos generales de una zona, zona que a su vez ha vibrado con cl ritmo de una conmocidn continental, Y si es ardua tarea improvisar una historia especial para cada una de estas demarcaciones attificiosas, cuanto més dificil atin es hacer surgi, de esa historia y de esa vida, un ideal particular y un detroteto propio para el futuro. La América Espafiola unida, pudo tener el fin de prolongar y superiorizar en el Nuevo Mundo Ia civilizacién ibérica y Ia influencia de Ja latinidad, como la América anglosajona hacia triunfar en el norte Ja tradicién ensanchada de la civilizacién inglesa, pero la América Espafiola fraccionada en naciones de trescientos mil habitantes, sélo podia ser presa de las ambiciones de grupos expeditivos, fascinados por el poder. Sin una rafz en el pasado, sin un punto de mira en el porvenir, sin més ejemplo, tradicién o esperanza que La conquista del mando esos nicleos per- dicron de vista cuanto constituyé la virtud inicial de un movimiento para hacerse profesionalmente revoltosos. Claro esté que al hablar ast del conjunto, pongo de relieve en las zonas aquietadas 0 renovadas por fuertes cotrientes inmigratorias, la excepcién y el triunfo de algunas repiiblicas que parecen desmentir estos asertos con su maravilloso desarrollo. Pero ellas mismas se resienten de la desmembracién 36 inicial y de ta forma en que han tenido que desenvolverse, atendiendo a la vez a las presiones extetiores y a la acechanza de los hermanos vecinos, dentro del desconcierto que caracteriza la politica continental. Y la impresién se acentéa cuando advertimos que esos mismos pafses, lejos de sanear sus fie nanzas, siguen solicitando préstamos, lejos de explotar sus riquezas, las ceden a las compaiiias extranjeras, lejos de extender su irradiacién por América, se recluyen en localismos infecundes, como si la répida elevacién les impidiese pensar en el porvernir. En la facil tarea de adularnos a nosotros mismos, fomentando errores pe- ligrosos, hemos empleado muchas de las cualidades que debimos poner al servicio de la observacién y el mejoramiento de la vida americana. La sana divergencia patridtica que revela debilidades y deficiencias, no para exhibitlas sino precisamente para hacerlas desaparecer, puede levanrar en los comienzos un revuelo hostil en el seno de paises poco acostumbrados a la autoctitica y estragados por la lisonja, pero quien recapacite serenamente, veré en le in- quieta vigilancia y en el examen severo de los factores que nos debilitan, una forma de patriotismo més util que en Ja ciega aceptacién y el obstinado cultivo de todo lo malo que nos rodea. Los errores de América estén desgraciadamente subrayados por hechos dolorosos cuya autenticidad nadie puede discutir. Las provincias perdidas por México cn 1848, la desmembracién de Colombia, el protectorado en Cuba, la ocupacién de Puerto Rico y Santo Domingo, las injerencias que pexturban la vida de la América Central —para hablar sélo de lo més conocido— no son fracasos imputables exclusivamente al imperialismo. Para que todo ello haya podido producirse, ha sido necesaria una continuidad de imprudencias fatales, de olvidos sisteméticos, de impericias lamentables y de torpezas en- démicas que prepararon el ambiente de descrédito, dentro del cual los atenta- dos pudieron consumarse, sin riesgo ni protesta, en medio del sometimiento de los lastimados y el silencio de Ja opinién universal. No hay que buscar en Ja debilidad una explicacién. Las debilidades sdlo empiezan cuando el espititu desmaya o se resigna. La existencia de Suiza o de Bélgica prueba que los pueblos pequefios pueden perdurar si los vivifica y los sostiene la previsién y Ja inquietud constante de su destino. Nuestra ‘América no ha sufrido esos golpes porque es débil los ha sufrido porque no supo intervenir a tiempo para evitar las causas que los determinaron y porque no atiné a cottegir dentro de su propio seno los vicios que debian hacerlos fatales, La falta de preparacién en los hombres de gobierno, las revoluciones interminables, el desbarajuste de Ja hacienda, el descuido para explotar las riquezas naturales, Ja ingenua facilidad con que se otorgan concesiones al extranjero, las infecundas rivalidades con fas reptiblicas limftrofes y el des- conocimiento de lo que puede ser la politica internacional fueron factores mas eficaces en el desastre que la avidez del conquistader. Modificando una férmula consagrada, podriamos decit que pata los pueblos “prever es vivir”. Y los nuestros no han previsto nunca, deslumbrados por 37 Jas luchas internas o las rivalidades mintisculas con fos hermanos establecidos del otro lado de una frontera en la mayot parte de los casos artificial. Las mismas repiblicas del extremo sur, aparentemente ilesas en medio del auge de sus negocios y su vida europea, se dejan marear por la facilidad de su propia vida, olvidando dosificar ef cosmopolitisma, postergando las alianzas ecesarias con sus vecinos inmediatos y absteniéndose de ejercer en el resto del Continente Ia accién moral a que las invita su destino. La tendencia de algunos argentivos, chilenos o brasilefios a no considerat a sus paises como parte de la Amética Espafiola y a creer que su futuro es independiente de Ia suerte de ésta, acusa un error histérico y geogrdfico que conviene rectificar, Porque aunque estemos ligados a Europa por las lecturas y los viajes, en el terreno de las realidades politicas nuestra accién tendré que desarrollarse en el Continente, si, como es de esperar, intensificamos mafiana las industrias y exportamos productos manufacturados a los pueblos vecinos, y si como es de temer, nos vemos obligados a resistir a las influencias preponderantes que se anuncian. Los errores no son los mismos en las diversas zonas de Ja América Espa- fiola, pero si lo es fa desatencién ante los fendmenos que pueden amenazar la vida de mafiana, asf como Ja falta de orientacién superior en lo que se refiere al porvenir. Todos comprenden la hora dificil en que nos hallamos y la mejor prueba de ello es que ningiin politico puede creer hoy posible {a realizacién de un congreso hispanoamericano, no ya a causa del distanciamiento entte ciertas reptiblicas, sino como consecuencia del veto, inexpresado pero tdécitamente impuesto, por los Estados Unidos contra todas las expansiones de cordialidad a las cuales no sean ellos asaciados como factor dirigente. Esto reviste la im- pottancia de una limizacidn de nuestra autonomia, A medida que el tiempo pasa, las dificultades se hardn més tangibles, porque por grande que sea el desenvolyimiento de algunas de nucstras repiiblicas, nunca alcanzard la pro. gresién de Ja gran nacida del norte y la distancia que nos separa de ella ird acentudndose por minutos. TFragmente del “Prefacio” a Mi campaiia bispanoa resricana, escrito en Nizz, en enero de 1922 y edi- tado por Editorial Cervantes, de Barcelona]. 38 NADA MAS PELIGROSO QUE UNA REVOLUCION A MEDIAS (1930) La caipa del dictador Leguia tiene enorme importancia y ha de resonar en América como anuncio Kigubre para muchos gobiernos. Pero si aspiramos cambiar fundamentalmente las cosas, no hay que creer que basta derribar al déspota para que Ja injusticia acabe. Recordemos las palabras del filésofo: “Si la tiranfa existe no es porque alguien la representa; alguien la representa porque existe”. Hay que velar sobre lo que viene cuando el usurpador se va. Los hombres no son mds que incidentes. Lo unico que importa son Jas ideas. No perseguimos una venganza ni una ambicién, sino una obra. Lo que urge es teaccionar contta las malas costumbres politicas, contra los crzores endémicos, contra Ia absurda organizacién de nuestas republicas, si es que hemos de flamar “organizacién” al dominio de una oligarquia o de una plu. tocracia que nunca tuvo mds visién de Ja patria que sus conveniencias. Nada més peligroso que una revolucién a medias, La juventud debe velar para que el sacrificio no sca estéril y no se reduzca todo a Ja satisfaccién aparente. Hay que afrontar al fin nuestros grandes problemas. En el orden interior: la justicia social, la situacién del indio, la divisién de la tierra; en el orden exterior: la defensa contra el imperialismo, la organizacién de la economfa nacional, Ja aspiracién hacia la Pattia Grande. Hay que organizar a la América Latina en favor de la América Latina misma y no, como ahora, en favor de los imtitiles del terrufio y de los piratas de afuera. Esto hard sonreir a los hombres de Estado a la antigua usanza que en cien afios de gobierno no han sabido hacer de nuestra América més que el mosaico hipotecado y doliente que nos van a entregar ahora. Pero esa es {a politica del porvenir, pese al egofsmo de los privilegiados. Que la juventud vele para que el esfuerzo no se malogre, para que la opot- tunidad no se pietda. Lo que empuja hoy a nuestto continente es un fervor andlogo al que determiné el separatismo. Es, en realidad, la Segunda Indepen- dencia lo que vamos a hacer. Ayer Bolivia, hoy el Peri, mafiana las otras 39 republicas, se inicia el levantamiento de toda América contra las oligatquias que la devoran, contra el extranjero que Ja oprime. Que Ia juventud se apodere del timén y dirija la barca. Si no lo hace, se habré perdido, acaso, para nuestras reptiblicas, la ultima posibilidad de vivir plenamente independientes. UManifiesto lanzado desde Niza, con motivo del de- rrocamiento del dictador Legufa y escrito a solicitud del APRA. Publicado en egosto de 1930 ‘s¢ reprodujo en la revista Claridad de Buenos Ai- res, ef 11 de octubre de 1930}. 40 LA SALVACION DE NUESTRA AMERICA (1930) Nugstra AMERICA, fraccionada y maf dirigida, entregada comercialmente al extranjero, resbala pot el camino de las concesiones y de las deudas hacia un protectorado, ms o menos evidente, segin las zonas. Los Estados Unidos ven extendiendo gradualmente su radio de accién con ayuda de métodos im- perialistas que ora se basan en irradiacién econémica, ora recurren al scborno © la imposicién, aprovechando siempre las desavenencias locales de nuestros pueblos o el loco afén de gobernar de nuestros politicos. Veinte repdblicas que ocupan los teritorios més ricos del Nuevo Mundo y que rednen cien millones de habitantes se encorvan bajo una hegemonia que nada puede disimular. Yo he creido siempre que esas veinte republicas tienen, no sdlo el derecho sino la posibilidad de desarrollarse de una maneta auténoma, salvando con su porvenit y su personalidad, las prolongaciones hispanas y fos derechos de nuestra civilizacién en América. El vasallaje actual, la inferiorided presente, provienen de causas interiores sobre todo. El remedio a nuestros males estd en nuestras propias manos. Hay que sacudir, ante todo, la dominacién de las oligarquias aliadas al extranjero, atadas a un absurdo sentimiento de casta, que sélo han gober- nado pata sus egofsmos, sin la menor preocupacién por Jos problemas vitales del Continente, sin la idea més vaga de las necesidades urgentes de Ja co- lectividad. Es de la incapacidad de esas clases dirigentes, cuando no de la infidencia de ellas, de donde ha sacado el invasor los primeros elementos para asentar su dominacién, en zones donde los gobiernos centralistas y ensimismados abandonaron las riquezas, mantuvieron el analfabetismo, ignoraron los més elementales preceptos de la economia politica y abrieron, como en los pueblos dotmidos del Asia o del Africa, de par en par, las puertas a In irrupcién de Jos extranjeros. 41 El problema de Ja salvacién nacional (empleo Ja palabra en un amplio sen- tido que abarca a todas las republicas hispanas del Nuevo Mundo) es, ante todo, un problema de politica interior. Sélo de una renovacién de hombres y de principios directores podemos esperar la reaccién de salud, de probidad, de sensatez, que puede redimirnos. Y tienen que ser las javentudes incontaminadas y Jas masas populares, sacri- ficadas hasta hoy, las que se substitnyan a los arcafsmos en descomposicién, a Jas misetias doradas, a fos errores que nos devoran. La obra que las circunstancias exigen de la América Hispana no la han de realizar los que 1a trajeron a Ja situacién en que se encuentra. Hemos llegado al limite de las faltas que se pueden cometer. Un paso més equivaldria al suicidio. Hombres nuevos, métodos nuevos, eso es lo que necesitamos. Hay que determinar un movimiento andlogo al que levanté al Japén hace algunas décadas 0 al que acaba de renovar los engranajes nacionales de Turqufa. Lo que aprovecha el conquistador es, ante todo, la politiqueria palaciega, el hervor infecundo que nos enreda en debates subalternos mientras la colecti- vidad rueda al abismo. Para que podamos sacar a la superficie con manos Ptopias las riquezas de nuestras tierras, para que demos razones de esperanza y de accién 2 nuestras muchedumbtes indigenas sacrificadas, para que resta- blezcamos el equilibrio de nuestras autonom{as, para que nos impongamus por el esfuerzo y Ja dignidad al respeto del mundo, es necesario vencer ante todo a los que han entrelazado sus intereses con Ios del invasor, ya sea desde el punto de vista econdmico, ya desde el punto de vista politico. Toda campafia en favor de fa autonomfa hispanoamericana ser4 intitil sino empieza por atacar dentro de las propias fronteras a los derrotistas que acon. sejan la genuflexién ante el extranjero, a los politicos m4s 0 menos sostenidos por la influencia norteamericana y a los especuladotes sin patria que ante- ponen su medro personal al interés comtin. Si este esfuetzo no se realiza, si no saneamos, si no recreamos Ia Patria, en una segunda independencia, nuestro destino es fa sujecidn y la servidumbre, no ya a cincuenta afios de distancia, sino @ treinta, a veinte. Los aconteci- mientos se precipitan en tal forma que casi podemos decir que estamos en- vueltos en la atmésfera de la catastrofe que se avecina? [Escrito en Niza, en 1930, publicado en diversos diarios latinoamericanos durante ese afio. Archivo Gral. de la Nacién Argentina]. 42 EL NUEVO CONGRESO PANAMERICANO Y LA JUVENTUD (1933) Dentro de pocas semanas se reuniré en Montevideo una asamblea mds, den- tro de la setie interminable que prolonga y agrava Ja hegemonta continental de los Estados Unidos. Un nuevo congteso de ratones presididos por un gato. Las generaciones que suben, penetradas de altos ideales, no han de con- ceder gran importancia a este simulacro de deliberacién conjunta, Hasta los desplanies de ruidosa independencia, que no han de faltar, tienen que caer en el vacio porque todos sabemos que no son més que ardides para dar a Ja opinién satisfacciones aparentes y ocultar la sujecién fundamental. Mientras la América Latina esté gobernada por politicos profesionales cuya nica funcién consiste en defender los privilegios abusivos de la oliger- uta local y en preservar Jos intereses absorbentes de los impetialismos ex- tranjeros, ninguna evolucién puede ser posible. Se multiplicardn los espejis- mos, pero, en su esencia, la sujecién se agravard. Nuestras repiblicas no pueden ser salvadas por los que las vienen empu- jando hasta el borde del abismo. Sdlo con ayuda de hombtes nuevos y de ideas nuevas reconquistaremos la independencia, crearemos una verdadera nacién y realizaremos e] porvenir. {Manifiesto lanzado desde Paris, en noviembre de 1933, con motivo de Ia VII Conferencia Paname- ricana, a realizerse en Montevideo. ive Gral. de la Nacién Argentina]. 43 AMERICA LATINA POR ENCIMA DE TODO (1939) EN EL Lrero que el lector tiene en sus manos, cuyo titulo La Patria Grande, subraya el sentido general de un inteato, selecciono las pdéginas més signi cativas entre los innumerables estudios, articulos y manifiestos lanzados al azar de la lucha sostenida durante veinte afios alrededor de un ideal, Indis- pensables para apreciar la traycctoria del esfuerzo, estas hojas dispersas for- man un volumen coherente, cobran unidad af calor del pensamiento central y dan, en cierto modo, término a Ja diluctdacién de un problema que me pre- pato, sin embargo, a examinar, bajo otra faz, en un libro en preparacidn, cuyo titulo puedo adelantar desde ahora, La reconstruccién de América. Aunque algunos comentarios se reficren exclusivamente a una repuiblica, se aplican, en realidad, a todas las naciones del continente y aunque otros ten- gan en vista a todo el continente, se ajustan, con poco esfuetzo, a le situa- cién particular de cada pafs, Porque, con variantes graduales y a través de perspectivas diferentes, se pueden comprobar idénticos fendmenos, parecidos dilemas, andlogas inclinaciones y arménicas finalidades en las diferentes re- publicas, que, a pesar de su aislamiento, obedecen al ritmo de sus atavismos y de su situacién en el mundo, dentzo de una gravitacién y una cosmologia independiente de Ja distancia y de las mismas desavenencias accidentales, Para las nuevas generaciones Iatinoamericanas, ajénes a las ambiciones directas del poder, preocupadas por cl porvenir de nuestro grupo y exaliadas por un ideal de resistencia a Jas influencias extrafias, Ja expresién “Patria Grande” tiene dos significados. Geogrdficamente, sirve para designar el con- junto de todas las reptblicas de tradicién y civilizacién ibérica. Desde el punto, de vista cultural, evoca, dentro de cada una de Jas divisiones actuales, Ia ele- vacién de propésitos y la preocupacién ampliamente nacionalista. Si deseamos conquistar para nuestro miicleo la més alta situacién posible, tenemos que perseguir las dos crapefics a Ia vez, La patria greade cn el mapa sélo seré un resultado de la Patria Grande en la vida civica. Lejos de asomar antinomia, se aficma compenetracién y paralelismo entre el empuje que nos 44 Leva a perseguir la estabilizacién de nuesttas nacionalidades inmediatas y el gue nos inclina al estrecho enlace entre los pueblos afines. Combatix en cada pais Ja visién limitada, difundiendo un espiritu gil que nos vigorice y nos levante hasta la cispide de las mds atrevidas esperanzas y ampliar al mismo tiempo la concepcién de Ja nacionalidad integral, abarcando hasta los limites del Nuevo Mundo de habla hispana, en una superiorizacion de perspectivas politicas y raciales, no es, en realidad, més que mostrarse fiel a Ja tradicién de los inictadores de la independencia, que no fueron ensimis- mados patlamentarios 0 gobernantes prolijos, atentos sélo a predominar lo- calmente sobre otras facciones, sino caudillos de Ja grandeza general, deseo- sos de sumar fuerzas paralelas, para culminar en una entidad poderosa, capaz de hacer sentir su accién en el mundo. Por encima de Ia politica adoptada en la mayoria de nuestras republicas, le presencia espiritual de Bolfvar y San Martin se hace sentir en el alma de la juventud y en la conciencia del pueblo, provocando reservas ante Ja impre- visién que, en el orden interno, nos recluye en una ebullicién constante y nos induce, en el orden internacional, a las rivalidades més peligrosas. EI problema primordial de la América Latina no es el de saber quiénes son los hombres que han de gobernar o cudles son las regiones que han de ejercer vano predominio, sino el de crear las fuerzas vivientes que valoricen la riqueza y el de asegurarnos la posesién integral y durable de nuestro suelo, En el campo nacional como en el dominio internacional, urge reaccionar contra los localismos individuales y geogrdficos. No hay que perseguir la politica que favorece el encumbramiento de Jas personas o de las pequetias en- tidades, ni la que ofrece e! triunfo a una generacién, ni la que anuncia el auge dentro de un radio limitado sino la que, sobre el dolor de nuestros propios sactificios, asegute el triunfo y [a perdurabilidad de la patria. Nacido en la Argentina, he pensado siempre que mi reptblica, engrande- cida en el orden econémico por el esfuerzo creador, estaba destinada a mag- nificarse espititualmente en América, iniciando desde el Sur una politica de coordinacién con las reptiblicas hermanas. Este libro es reflejo de esa preo- cupacién, a Ja vez nacional y continental. Hacer que cada una de las naciones hispanoamericanas desarrolle su esfuerzo mdximo para elevarse y facilitar la colaboracién de todas al calor de un recuerdo y bajo Ja urgencia de una ne- cesidad tomando como punto de apoyo Ja zona menos amenazada, me ha parecido el propésito més alto que podian perseguir las nuevas generaciones en marcha hacia Ja democracia verdadera y hacia Ja patria final. Las ideas avanzadas que me han reprochado algunos, el socialismo que, en horas en que la accién se sobrepone al pensamiento, me Hevé a militar direc- tamente en las agrupaciones de ese credo, no fueron m&s que aspectos acci- dentales 0 complementarios dentro de esta vasta y profunda inquietud de la pattia cn formacién que, para lograr campo y aire, tenfa que evadirse de los egolsmos cel nacimiento, de las supervivencias coloniales. En la perspective de mis preocupaciones, aparecié siempre en primer término el fervor de los destinos de Ja nacién en su conjunto durable e histérico, As{ Hegué hasta con- 45 siderar en algunos momentos como secundarias las teorfas o los sistemas que se podian emplear para alcanzar el fin superior. E) ideal fue: la Amética La- tina por encima de todo, pero la América Latina grande por la amplitud de sus concepciones, por la elevacién de su vida civica, por la conviccién de su unidad. Para las nuevas generaciones que se levantan gloriosamente con el presenti- miento de las realizaciones del porvenir se abre una época de fecunda acci6n y de grandes responsabilidades. Esta en juego la oticntacidn, el derrotero, el destino mismo del conjunto hispano. Y es la juventud la que en tltimo resorte debe imponer el rumbo. Sobre ella recae, pues, la misién peligrosa y magnifica de servir de proa en medio de fos acontecimientos y en medio de las ideas, de acuerdo con las tres fuerzas que la definen: el desinterés, la audacia yet idealismo. Nuestras tierras de América esperan el advenimiento de una reconstruccién social, nacional y continental que les dé forma y jerarquia, liberténdolas en todos Jos drdenes de los viejos ctrores politicos y de las supervivencias colo- niales, para hacerlas entrar en Jas nuevas rutas que se abten a la humanidad. Asf, muy nacional y muy moderna, en la realidad de su ser, no en el so- nambulisme de las ideas heredadas, podré realizar la juventud le obra que las necesidades y las espetanzas actuales imponen a los grupos que quieren per- durar y superarse. Al margen del célculo, de Ia timidez y del odio, ha de ser esa juventud Ja fuerza incontaminada que purifica y cleva, sacando inspiracio- nes de su ptopia iniciativa, de su propio resplandor. [Feagmento de! prélogo « Ja segunda edicién de ier Grande, Vita del Ma Chiles mayo de 46 ESTADO SOCIAL DE IBEROAMERICA (1940) 1. Imitacion. Actimaranos en beligerancias de reflejo, nuestros paises han interpretado hasta ahora como desafinacién las tentativas para pensar por cucnta propia. Se habituaron a tomar ideolégicamente partido dentro de la vida de los demés y a trasladar férmulas. Toda tendencia a suscitar inspiraciones 0 ex- presiones originales desentona o parece prematura. Entra por mucho en ello Ja supervivencia de hébitos coloniales, asi como la gravitacién de irrupciones cosmopolitas posteriotes a la independencia, Factores divergentes entre si, desde luego; pero concordantes, en el sentido de retardar la aparicidén de lo que puede llegar a set la modalidad y e! genio nativo. En ef curso de esta guerra, como en el curso de la guerra de 1914, ha sido fécil comprobarlo. Las mismas ditectivas falsas que cntorpecicron, desde el punto de vista histérico y social, el crecimiento de la fauna y la flota que co- rtesponde a la geografia bumena y a la realidad de las tierras muevas, hicie- ton imposible también una concepcién iberoamericana de nuestros intereses y una adecuacién de nuestro espfritu a las necesidades que impone el tras- cendental suceso. Por eso resulta complicada fa tarea. Hay que buscat las causas por encima de los efectos. Hay que poner toda una evolucida histérica en tela de juicio, Hay que examinar los resortes de nuevo, como si la vida empezara otra vez. La guerra actual ayuda en ese sentido a comprender los errores que Ibero- américa cometié y hemos de aprovechar la citcunstancia para alcanzar una idea de nuestro estado social. Siempre he pensado que Ja més alta expresién del patriotismo no consiste en aplaudix los males o en esconderlos, sino en perseguir, con ayuda de la critica serena y bien fundamentada, el mejoramiento colectivo. La naciona- lidad se elevaré, mds que con {a adulacién, con el examen, con el diario es- 47 fuerzo de creacién que puede dar nacimiento a una concepcién clara de nues- tro estado y nuestras necesidades. Prisionera de una engajfiosa tradici6n, la actividad de Iberoamérica ha re- posado, hasta ahora, sobre la memoria. Frente a los problemas que sc pre- sentaban, en vez de estudiar fos hechos o los métodos posibles, se inclind a buscar ejemplos. Lejos de inguirir: gqué es lo que conviene hacer?, se pre. gunté siempre: gqué es lo que hicieron otros? Esie sistema —absolutamente contrario al que favorecié en Estados Uni- dos el florecimiento de una vida poderosa y otiginal— ha dado por resultado ¢] adormecimicnte de los pueblos en una aumdsfera de imitacién. En el orden politico, econémico, social, el ideal invariable ha consistido en trasplantar lo que existfa en otras naciones, en otras ciudades, en otras almas. Asi ha nacido una civilizacién sin sinceridad y sin rafces, un adelanto con- vencional, basado en las formas exteriores, més que en los resortes intimos, que no brotaba del medio y no estaba ligado a él. Como resultado, hemos visto mds progreso aparente que beneficios reales. Desde la Constitucién de las diversas reptblicas hasta la construccién de las viviendas, se encuentra la inspiracién de lo que florecia en otras zonas. No se tuvo en cuenta Ja personalidad, la correspondencia necesaria entre las ex- presiones y el medio, Se admitié como normal un destino de imitadores. Todo fue transvasado y transpottado de la escena grande a la pequefia, La evolucién de los pueblos obedece, sin embargo, a una légica. Los hom- bres del Norte, de cabellos lacios, en comareas donde sopla el viento en r4- fagas poderosas, se meten el sombrero hasta las orejas. Los del tépico, de cabello a menudo indécil, donde el calor artecia, suelen Ievarlo en la mano 9 ponérselo en fa coronilla. Lo unico fundamentalmente ridiculo es el caico ino- Portuno, en contradiccién con la realidad del ambiente. Resulta tan innecesa- tio levantarse el borde del pantalén en ciudades donde Ilueve rara vez, como ponetse un casco colonial en Noruega 0 construir techos inclinados de pizarta en _naciones donde la nieve es desconocida. Trasportada al campo diplomitico, politico, econémico, esta tendencia ha dado como resultado la falta de enlace entre las instituciones y Jas costumbres, entre los sistemas y las necesidades, entre las teorfas y e] estado social, haciendo trabajar en falso las energfas nacionales, La experiencia de los ottos pueblos sdlo es preciosa si se utiliza teniendo en cuenta las patticularidades locales. Sdlo de una revisién, de un reajuste, de una reorganizacién de nuestras reptblicas, se puede esperar la futura con- solidacién de la vida iberoamericana. 2. Rivalidades locales. Me tefiero al conjunto del Continente, sin designar una tegién o un caso de- terminado. Lejos de los episodios, concreto observaciones generales pata de- 48 Jetrear, en un moments particularmente grave de nuestra vida, los fenémenos colectivos. Asf podemos decir, sin tener en vista ningtin caso preciso de ayer o de hoy, que las guerras entre repiblicas iberoamericanas fueron obra, en la mayor parte de los casos, de una visién inexacta. En el Nuevo Mundo la guerra carece de justificaci6n por tres razones: a} Ja expensién territorial no puede ser una condicién de bienestar para naciones que no han concluido atin de explorar su propio territorio _y que no tienen a veces mds que dos habitantes por kilémetro cuadrado. b) no existen incompatibilidades irreductibles entre estados sutgidos de la misma composicién, que hablan la misma lengua, cc) nuestras colectividades, que Iuchan con dificultades econémicas, no me- jorarén su situacién conttayendo nuevas deudas. Hay que tener en cuenta también que esos caprichosos desacuerdos de frontera suelen favorecer intereses extrafios, antagénicos entre si, que pueden encontrar cSmodo combatitse, sin riesgo, por intermedio de otros. La com- petencia entre Inglaterra y Estados Unidos se ha manifestado a menudo en esa forma. En general, las guettas de Iberoamérica han tenido cardcter de guerras ci- viles, porque desde el punto de vista del interés nacional carecieron de fina- lidad préctica y de contenido real. Hay algo ficticio en el choque de dos grupos de hombres que, en comarcas jnmensas, renuncian 2 valorizar los tesoros que poseen, para codiciar los del vecino, En un continente donde los dones de Ja naturaleza se hallan casi intactos, no puede hacetse sentir la urgencia de buscar la abundancia del otro Jado de Ja frontera. Hasta se podria decir que los tnicos beneficios de la discordia los recojerén Jos intermediarios que proveen, a menudo simulténea- mente, de armas y de créditos a los dos bandos. Se sacrifican hombres, se dilapidan millones, pero, calmada la exaltacién, es diffcil definir la finalidad det sacrificio. Sélo ha quedado como resultado de esas guerras el debilitamiento, el malestar, la crisis, tanto de un lado como del otro y una creciente sujecién a [a influencia inglesa o norteamericana, 3. Gobierno » oposicién. Al considerar el estado social de Iberoamérica, una de las cosas que sorpren- den es que, a pesar de la tendencia generalizada a mandar, nuesttas comarcas carecen precisamente de una nocién clara de lo que es autoridad. La predisposicién a dar érdenes no ha sido siempre acompafiada por la fa- cultad de hacerse obedecer. Muchos gobiernos expeditivos, muchos pequefios dictadores fueron sactificados y reemplazados en Iberoamérica por otros, sin que la fuerza, vencida poco después por la fuerza, engendrase la disciplina. 49 E] fenémeno no es resultado de una fatalidad que condene a estos pueblos al desorden perpetuo. Sélo las costumbres y fas modalidades locales de la vida politica explican el sostenido descontento y la eterna inestabilidad. En las patrias en formacidn, el individuo ha predominado sobre el cuerpo nacional y los intereses pequefios se han sobrepuesto a los grandes. La preo- cupacién de las necesidades piiblicas quedé en segundo término, cuando no en tltimo, La accién tendié a fines egofstas, limitando el programa a Ja pre- eminencia efimera. El autoritarismo es durable y creador cuando se pone al servicio de un alto ideal, pero los gobiernos imperiosos, en Ibetoamérica, rara vez persiguieron. un fin superior. Se limitaron a servir Ja avidez de tiqueza o de mando de los hombres. Y las formulas severas, desprovistas de un contenido que las jus- tificase, desmoralizaron a Ia opinién por Ja ausencia de finalidad. El individualismo excesivo, la autoadmiracién, el instinto dominador de los grupos exiguos, resultan impotentes cuando se trata de reunir voluntades ac- tivas. La tiranfa no basta para imponer el orden. El orden es el resultado de un equilibrio encaminado a la solidificacién del Estado, es decir, al mayor auge del bienestar colectivo. Los métodos coercitives sdlo cobran valor cuando se hallan al servicio de una obra util. Salta a la vista que entre nosotros, tomando fas palabras en su significado verdadero, la idea de nacién no ha entrado por mucho en Ios céleulos de la politica. Lo que ha imperado, en la mayor parte de los casos, ha sido el deseo de desalojar al rival, la defensa de las posiciones adquitidas, el odio entre los clanes, el sectarismo de una ideologia, les preocupaciones subalternes, en suma. En el orden econémico, los privilegios de ciertos grupos poderosos inmo- vilizaron a Jas fuerzas nacionales y retardaron las medidas favorables a la prosperidad connin. En el orden politico, los personalismos sin personalidad mantuvieron a las diferentes repéblicas en Ja imporencia y la desorganizacién. Si observamos frfamente, vemos que Jos males derivan de la concepcion falsa que sactificé la colectividad al individuo y de la ausencia de programas de interés general, En el curso de estas teflexiones no hay que ver Ja intencién de desaprobar a los que gobiernan para favorecer a los que aspiran a gobernar. Unos y otros se parecen. Hace un siglo que Jos partidos alternan en el poder, sin que nada cambie en torno. Hasta se podria decir —si cabe la sonrisa— que estamos acostumbtados a ver que los angeles de Ia oposicién, en lucha con los demo- nios del gobierno, se convierten, al Iegar al poder, en demonios auténticos, mientras que sus adversatios, al caer, recobran las alas, milagrosamemte. Dominando el conjunto de los movimientos en las diversas regiones, com: prendemos la inconsistencia de la controversia interminable. Sin poner ahora, en tela de juicio a Jos hombres —oposicién y gobierno— sabemos que sem. braron el descontento cuando estuvieron arriba y buscaron la popularidad demagégica cuando estuvieron abajo. Guiados por la ideologia o por la am- bicién eseueta, cegados por apetitos individuales o por postalados abstractos, 50 descuidaron sistematicamente la tarea fundamental de valorizar el patrimo- nio y de resolver los problemas esenciales. Desdefiando toda iniciativa creadora, siempre se Jevanté una idea sin cuerpo frente a otra idea sin cuerpo, AgitaciSn estéril. Una pala de albafiil sdlo tiene el valor que le da el plan que ta guia. Se puede favorecer le evolucién con formulas retardatarias. Se la puede detener con procedimientos modernos. E] sufragio universal, en sus ritos més puros, es susceptible de consolidar un régimen de excepcién. Una medida arbitratia puede restablecer el equilibrio y la justicia. Lo esencial no es el vaso, sino el contenido. Cuando nuestras reptiblicas dejen de lado las palabras para atenerse a les realidades, comprenden el mal de [a politica. Sobre todo de 1a politica como se practicd entre nosotros. Con sus ctiquetas variadas y sus juegos sangricn- tos desvié a los estados em formacién de sus verdaderos destinos, impidiendo Ja utilizacién de Ios recursos de la colectividad por Ja colectividad misma. La inclinacién a la discordia y Ja ambicidn individual corrieron y se eter- nizaron, subyacentes, sin cambiar nada. Hasta cuando la ideologia fue idealista, no correspondié a Jas necesidades particulares de nuestro estado social. Go- bierno y oposicién gitaron en falso, dentro de una vana cfervescencia, al margen de los verdadetos intereses iberoamericanos. 4. La independencia. Llegando asf a Ja esencia de los fenémenos, descubrimos también que 2 raiz de la independencia se planted para ciertos grupos dirigentes el problema de perdurar y de conservar privilegios y para fas naciones que, como Inglaterra y Estados Unidos favorecieton esa independencia y estaban al acecho, el de conquistat o ensanchar ventajas comerciales, La masa de Ja poblacién que creyd en los postulados separatistas vio fra- casar muchas espetanzas. A una metrépoli politica se sustituyS una metrdpoli econtmica, y a la clase dominante de la madre patria, la del propio terrutio, aliada del imperialismo extrafio. No asomé la igualdad sofiada en el orden interior, ni en el orden exterior Ja autonomfa presentida. Lo comprobamos desde un punto de vista objetivo, en estricto terreno sociolégico y al margen de toda doctrina polftica, lamentando que sean tan duras las verdades, Conquistada la independencia nominal, las oligarqufas se apoyaron en las fuerzas de captacién y éstas encontraron aliados en aquellas, obstaculizando unas a sabiendas y otras sin percatarse de ello, queremos suponerlo, la estruc- tutacién del Estado. El caudillismo y Jas impaciencias politicas utilizaron des- pués, en el curso de un siglo, el malestar y la protesta de la mayorfa sacrificada que, pese a la orgia de revoluciones, sélo fue inferior o inepta en proporcién a las injusticias y despojos que sobre ella gravitaron. 5 Desde antes de que aparecieran as doctrinas que ahora se imponen en el mundo, he sido nacionalista en nuestra América porque tuve, sin preparacién especial, la intuicién del derrotero. Y ese ha sido acaso el punto de partida de mi desacuerdo bésico con los grupos dirigentes desde que emprendi en 1910, con ayuda del libro y de la conferencia, la campafia que he mantenido hasta hoy contra la influencia asfixiante de Inglaterra y de Estados Unidos. Escribo en plena atmésfera de sinceridad, sin contemporizar con ninguna fuerza, sin calcular ventajas ni evitar riesgos, sin desarticularme para alcanzar aprobaciones. Me basta con Ja estimacién de los que pueden comprenderme y con la certidumbre de que sirvo a los mios, en una hora diffcil en que tantos sdélo atienden a salvar sus posiciones. La vida iberoamericana est enferma de esa deformacién que consiste en escribir con dedicatotias mentales, rehuyendo Jo que disgusta a este sector, acentuando lo que se cotiza en aquel, evitando Jo que puede perjudicar, giran- do sin tregua alrededor del “me conviene”, que excluye toda independencia y altivez, Parece que la mente fuera haciendo zigzag en el campo minado de los intereses dominantes para obtener el producto ambiguo que alcanza el beneplacito y facilita Ja carrera, De aquf Ja inconsistencia de los resultados, Lo debemos, en buena parte, a la falsa democracia, reducida a ser a me- nudo entre nosotros, socortide lugar comin al servicio de los profesionales de ta politica. Nada se parece menos a la democtacia, es decir, a una orga- nizacién equitativa que respeta y utiliza todos los valores, que Ja ebullicién Papelera y electoral de los partidos de Iberoamética. En realidad, la democtacia sélo fue representada conscientemente por no- sotros. los descontentos, los disidentes; los sacrificados que, en vez de buscar el medro personal, el auge politico, hemos observado austeramente las ne- cesidades colectivas, hemos luchado en favor de ellas, sactificando nuestro porvenit, A los males de la democracia en cl mundo, males que se han puesto en evidencia hasta en los pueblos mejor dotados para practicarla, Iberoamérica afiadié Jos males que nacfan de una masa sin preparacién para comprender el sistema y de un petsonal politico a menudo inescrupuloso. Asi se desarrollé, durante més de un siglo, la independencia, bajo muchos aspectos, ficticia, de las reptiblicas nacidas del separatismo de 1810. 5. Estado semicolonial, Unas veces a consecuencia del arcaico ambiente colonial, otras debido a la dispersién cosmopolita, los que trajeron una intuicién del futuro o une ten- dencia a plasmar la nacionalidad fueron siempre desatendidos mientras pros- peraba la ambicién subalterna. Todo ello fruto, en tltima instancia, de una causa central: la emancipacién incompleta. Nuestras repiblicas crecieron a la sombra de fuerzas interesadas en retardar su desarrollo. 52 Inglaterra y Estados Unidos no han entregado aunca, ni han permitido conocer a fondo, su civilizacién a los pueblos que consiguieron mediatizar. Lo comprobamos en todas las regiones, con las naturales variantes que im- pone la raza, [a geografia y el estado social. ‘Los métodos imperialistas de eses potencias evitan y ahogan cuanto pue- de favorecer [a elevacién de otros. Sélo trasmiten y difunden lo que juzgan susceptible de facilitar la preeminencia que desean perpetuar. Crean hombres sélidos y sanos con ayuda de los deportes para que den el mayor rendimiento posible como auxiliares de la explotacién. Divulgan ciet- tas formas materiales de progreso y de bienestar para suscitar necesidades susceptibles de aumentar el consumo que Ienardn con su produccién de au- toméviles, calefones, radios, etc. Pero nunca auspician una cultura verdadera, capaz de ser punto de partida de una civilizacién. Es més, siempre se oponen a ella porque esa cultura podria dar lugar, naturalmente, al desarrollo de un cuerpo completo, a la estructuracién de un verdadero Estado. De ahf Ja edu- cacién de juegos florales, puramente literaria, sin base sociolégica, sin nocio- nes de filosofia de la historia, sin panorama de economfa mundial, que se ha difundido entre nosotros. Lo peor del imperialismo inglés, asi como del norteamericano, no consiste en que se [leva lo més valioso de las riquezas del pais sino en que artasa los valores morales, estableciendo una prima a la inferioridad y al renunciamiento de los hombres. Pata Llenar cualquier funcién, hay que someterse o abdicar. ‘Ast van prosperando los menos aptos y los menos dignos y asi se va afian- zando, irremediablemente, la inferioridad para el porvenir. E! estado semicolonial puede tener apariencias de formal autonome. Los signos exteriores de la nacionalidad se exhiben abundantemente. Hay apara- tosas elecciones, Las cancillerfas maniobran como si realmente estuvieran di- rigiendo algo. Pero lo esencial se halla en manos de los grandes organismos de captacién. Prisioneros de rotaciones sectetas, los politicos optan por ig- norar o resignarse. As{ vemos que tierras privilegiadas y hombres bien dotados fueron man- tenidos durante més de un siglo pot debajo del nivel que pudieron alcanzer. Ni las reptblicas consiguieron adquirir mésculos de nacién, ni los habitantes, vivaces y excepcionalmente intuitivos, lograron el desarrollo superior a que tienen derecho. Todo fue aplazado, atenuado y disgregado para perpetuar Ja neblina que favorece los planes de los invasores. 6. Realidad econdmica. Como las situaciones ficticias se desmoronan universalmente, hay en el mun- do una sublevacién de naciones proletarias. Los pueblos menos favorecidas se levantan contra los que lo acaparan todo, Siempre tuvieron los grandes 33 cambios de la historia, en medio de la inevitable destruccién, ese punto de partida y esa fuerza propulsora. Las republicas de Iberoamérica son también, en su esfera, naciones prole- tarias. No por ser fabulosamente ricas, dejan de ser proletatias. Son sicas por Ja fuerza de produceién que evan en si. Pero trabajan para otros y dentro del sistema plutocrético, la fecundidad y la abundancia sdlo benefician al ca. pitalismo internacional. Las minas, los cereales, el ganado, el petrdlea, cuanto Iberoamérica detrama por los potos de sus terzitorios ubétrimos, esta regulado por las grandes cor- poraciones financieras de Londres o de Nueva York. Somos paises por donde Ja riqueza pasa; ticos para los demés, pobres para sf mismos. Como la idea de gobernar fue sindnimo de alcanzar preeminencia sobre cf hombre 0 el partido contrario, nunca se establecié en Iberoamética un plan nacional para explotar las riquezas, ni un sistema sensato de administracién, hi un andamiaje cohereate para realizar la patria. Si algo surgié fue por ca. sualidad al azar de la improvisacién. En cambio, lo que debia favorecer la transfusién de sangre al extranjero fue organizado magistralmente. Los poli- ticos jugaron con palabras de colores mientras la realidad, la esencia de le nacionalidad, pasaba @ manos de los grandes sindicatos o a manos de los aca- paradores que en el orden individual presionan al pequefio productor y en el orden nacional anemian al pats. Allf donde se descubrié una fuente de tiqueza surgié, al mismo tiempo, un Sindicato inglés 0 norteameticano para explotarla. El estafio de Bolivia pudo hacer Ja fortuna fabulosa de un hombre y la prosperidad de una compaiifa, pero no equilibrs ias finanzas de la republice de cuyo suelo se extrae. El petréleo que brota en cantidades fabulosas en ciertas regiones sdlo deja el salario misero que cobran los obrcros. Cuando éstos se niegan a seguir tra- bajando, los aviones de la Columbian Petroleum Company los bombardean, sin que el gobierno del pais se entere del atentado que se realiza dentro de su territorio contra los habitantes del pais. El 95% del café que se consume en el fondo se produce en Iberoamérica y es paradojal que los organismos que fijan los precios y regulan Ja produccién se hallen fuera de nuestras fron- teras. La Argentina y ef Uruguay, grandes productores de carnes, exportan, ese producto por medio de frigorificos y flotas extranjeras. La economia de nuestras naciones parece organizada por dementes, en un delirio suicida que los leva a la inmolacién y al renunciamiento. Si a esto se lama reptiblica, democracia, libertad y civilizacién, serd porque no nos hallamos de acuerdo sobre lo que estos términos significan. A esto hay que afadir constelaciones de empréstitos que tata vez se em- plean en obras remuneradoras y que exprimen [as posibilidades de cada re- publica, con la circunstancia curiosa de que a cada uno de esos empréstitos, Ja prensa le dedica comentarias ditirdémbicos considerando como un triunfo Ja nueva hipoteca que grava el porvenir del pais. 2Cémo han correspondido Jos imperialismos de Londres y de Nueva York a esta entrega global de los recursos nacionales? En una carta dirigida a los 34 sefiores Harris, Fox y Mac Gallum, dirigentes de los sindicatos ingleses en fa Argentina, dice Rati Scalabrini Ortiz (diatio Reconquista, de Buenos Aires, 15 de noviembre 1939): “Para consolidar y estabilizar la hegemonfa britdnica han creado ustedes ese dmbito de relajacién moral en que hasta avergiienza ser hontado y patriota, Ustedes son los provocadores de esa atmésfera de ignominia que Ievé al suicidio a hombres de la talla de Lisandro de Ja Torve y Leopoldo Lugones, que hubieran dado honta a cualquier pais de Ja tierra. Son ustedes los que alejan de las posiciones puiblicas a los ciudadanos probos y 4 los estadistas solamente preocupados del bienestar piiblico. Un dirigente moral es pata ustedes un escollo, una resistencia que irrita hasta Ja insolencia. Ustedes quieren que los comandos estén en manos de amorales 0 de ineptos. Ustedes impiden que las industrias prosperen, porque fa industria crea riqueze, fuerza y unidad y porque perjudica a la industria britdnica y al comercio de importacién. Las provincias que no producen nada de Io que ustedes nece- sitan caen en la miseria sin esperanza...” Ateniéndosos siempre a la Argentina, que ¢s la repiblica mds prdspera, escribe un argentino de Salta a la revista Abora de Buenos Aires: “Me da vergiienza ver cémo en nuestra patria, tan grande y tan rica, nos enconttamos en una misetia espantosa. Aqui el trabajador no come Io que necesita porque Tos sueldos que se pagan no permiten el consumo de catne, ni poca ni mucha, ‘Apenas si nos es posible comer las ttipas y los desperdicios. Por eso, nuestra taza es cada vez més débil y Iegaré un momento en que Ja nuestra seré una patria de tuberculosos”. Tan grave acusacién podria ser puesta en duda si no establecieran las estadisticas que el 50% de los conscriptos de ciertas regiones son inutilizables para el servicio militar a causa de la desnutricién. Inglaterra y Estados Unidos usufructtian o disttibuyen todas las riquezas de la América Latina. Controlan hasta la respiracién de nuestras_repiblicas. 2Es esa asfixia a que vamos a defender interviniendo en la guerra? 7. Nuestras calpas. Los males que nos aquejan derivan de cierta falta de adecuacién al medio que hizo suponer {a existencia de patrias ya hechas, cuando todavia no las babfa- mos construido y del engaiio suicida que levé a cada individuo a pretender medrar en detrimento de! cuerpo de que formaba parte. Esto tiltimo ha de aplicarse no sdlo a la polftica interior, dentzo de cada repéblica, sino a la aecién coordinada que pudo desarrollar ef conjunto pata preservar su auto- nomi. Y ambos ertotes fluyen de una sobreestimacién de nuestro poder y nuestras posibilidades. Por eso hemas de venir a una apreciacién, a la vea més modesta y mas al- tiva, que serd més eficaz cuanto més exacta. 55 Con las diferencias que impone la geograffa, la densidad de poblacién y el desarrollo ccondmico, todos los estados de Iberoamérica sienten una hetida © una amenaza. Basta recordar los territorios perdidos (México, las Malvinas, Belice, Puerto Rico...), la mano de oro de los empréstitos (que cuando Lega la oportunidad se convierte en mano de acero de las intervenciones) y la dependencia econdmica que se pone hoy mas que nunca de manifiesto con motivo de la guerra. Todo ello debié aconsejar desde los comienzos a las veinte repiiblicas que aisladamente son débiles, una politica conjunta de coor- dinacién para preservar su porvenir colectivamente. Esa fue la tesis que, cuando todavia era tiempo, sostuve entre 1911 y 1914 multiplicando libros y conferencias, Pero en cada cancillerfa habla un canciller genial que aspiraba a pasar a la historia en detrimento de la repdblica vecina. Las pequefias intri- gas, les guertas y conflictos irrazonados dentro de Iberoamérica facilitaron la acci6n de los imperialismos invasores. Fue la falta de vision superior para abarcar los destinos colectivos, el origen de una de nuestras més claras debili- dades, ya que en vez de formar ua bloque frente a los invasores, les erigimos en &tbitros de nuestros destinos. Si el gobierno auténomo sobrevive a la autonomia, es decir, a le razén que Jo hizo nacer, mueve sus engranajes en el vacio y S6lo es titi] para los que se cobijan a su sombra, Le tendencia individuslista creé, a sabiendas o inconscientemente, un am- biente de mistificacién. Fl ansia inmoderada de parecer, Ja avidex de disfru- tar ventajas inmediatas, ] vértigo de las falsas preeminencias, abrié el cami- no a seres interesados, simuladores o pusilénimes. Todo fin ajeno a la satis- faccién inmediata parecié Iftica ingenuidad. El hombre mds respetado fue el que mds prosperaba. E] mds hébil, el que mds pronto alcanzé situaciones. Por un espejismo doloroso se identificd el bien con lo que a cada cual convenia. La patria fue la dominseién para el politico, el latifundio para el gran terra: teniente, el ptivilegio, cl negocio, la embajada, el empleo, la misera pitanza individual. Se ofa decir “no soy un Cristo”, con sonrisa que pretendia marcar inteligencia y desdén por los que se sacrifican. “La vida es corta y hay que aprovecharla”, En la embriaguez de Ja fiesta, cada cual perseguia su ventaja, su ambicién, su vanidad y as{ avanzaba el navio, sin que nadie se preocupase del peligro que podia alcanzar a todos. Sélo puede ser fuerte un grupo nacional cuando cada uno de sus compo- nentes adquicre Ia certidumbre de que los individualismos divergentes pre- paran la detrota y cuando dejando de lado lo tedrico, lo convencional y lo pequefio, cada cual se secrifica y aftonta la obra que exijen las circunstancias. A estos ertores hay que afiadir los que nacieron de una concepcién falsa y declamatoria que nada tiene que ver con el gobierno de los pueblos. Con ayuda de frases sonoras como “necesitamos brazos”, “que vengan capitales”, “América para la humanidad”, etc. se abricron Jas puertas a todas las avi- deces. Las naciones se han hecho y se harén siempre alrededor de particula- tidades que concentran y no alrededor de generalidades que dispersan. Una patria no es un ejército de salvacién abierto a los desheredados sino un con- 56 glomerado sujeto a imposiciones de preservacién vital que Jo Uevan a cuidar més lo propio que Jo ajeno, més lo practico que lo tedrico. No es posible crear nacionalidades sin nacionalidad. Nuestro punto de partida estd en el cruce de caminos de la América autéctona con la conquista ibérica. Esa es la tealidad nacional. En cuanto a la realidad espiritual, no puede ser otra que el idioma castellano y la cultura hispana que se sobrepuso, Las nacionalidades en formacién no podfan ni pueden, desde luego, desarrollarse sin Ja ayuda de técnicos, sin el apoyo de créditos, sin un espfritu universal. Pero ha de ser en la medida y en el limite de lo compatible con el mantenimiento de sus catacterfsticas, buenas o malas, dentro de su esencia inicial. Esta inconsistencia, esta vida al dle, en fachada, sin rescrvas de profun- didad, inspirada toda en una concepcién existista dio por resultado la elimi- nacién sistemdtica de los valores reales que pudieran aportar una contribu- cién eficaz a la obra en construccién. La mediocridad, la incapacidad, empufié Ja direccién en todos los sectores, favorecida no sélo por la influencia extran- jera interesada cn evitar andamiajes serios, sino por el fermento envidioso disfrazado de democracia que artas6 jerarquias mentales y morales para nivelar en el beatifico cero que no hace sombra 2 nadie. Con la crueldad saludable del cirujano hemos de remediar estas fallas si queremos seguir viviendo. SEsgito en Vide del Mas, Giles ca 1940, Inédivo. ivo General de la Necidn Argentina]. 37 EL NATIVO NO HIZO LA PATRIA (1950) Nos vemos en la necesidad de admitir que las colonias espafiolas, al emanci- parse, no defendieton su autonomfa, ni afianzaron la armonia interior, ni va- Jorizaron sus recursos, ni aleanzaron conciencia del papel que les tocaba de- sempefiar. Se entorpecié, por encima de todo, Ja facultad de crear. Pese a la independencia aparente, toda iniciativa y todo esfuerzo siguid ajustindose a férmules importadas, Cuanto vivificé la tierra nueva continué siendo accio- nado desde lejos. Cada empresa préspera dejé sus beneficios fuera de la colec- tividad. No se hizo sentir uno de esos movimientos unénimes que renuevan el espiritu y le permiten aduefiarse de lo que le rodea. Ferrocartiles, minas, tranvfas, teléfonos, petréleo, cuanto debis ser nuestro, cay en poder de empresas de otto pats. Los productos naturales fueron aca. parados y vendidos por sindicatos extrafios que se quedaron con el mejor be- neficio. La tierra misma empezé a ser, en algunas regiones, propiedad de formidables consotcios que obtavieron concesiones exorbitantes. Y aun en los grandes centros, donde la vida adquirié ritmo aceletado y progresista, los tesortes esenciales quedaron en poder del extranjero. Hasta Hegar a Ja situa- cidn actual, en que cada vez que descolgamos un receptor, subimos a un tranvfa © encendemos una luz dejamos caer una moneda en fabulosos rasca- cielos distantes. El nativo no hizo la patria. La dejé hacer por otros. Pero expié su desidia, Porque !a patria, hecha por otros, se le escapé de entre las manos. ‘Ya no se celebra el 12 de Octubre sino el 14 de abril. La produccién literaria de Iberoamérica se juzga y se premia en Nueva York. Hasta empiezan a legar misioneros catdlicos que hablan inglés y proceden de Estados Unidos. Todos los caminos del continente de habla hispana parecen conducir hacia Washing- 58 ton... Porque si Inglaterra se fortalecié cn detrimento de Espafia, los Estados Unidos han venido después a fortalecerse en detrimento de Inglaterra, com- pletando, al agravar nuestro sactificio, la evolucién inevitable de su propia yaza. Inglaterta traté de aprovechar su hora. Cuando perdié sus colonias en el Norte, buscé una revancha en el Sur. Primero intenté desembatcar en el Rio de la Plata en 1806 y 1807. Después apoyé el separatismo de las colonias es- pafiolas, deseosa de substituir a la antigua metrdpoli, por Jo menos, desde el punto de vista comercial. El origen de nuestra emancipacién no hay que buscarlo, pese a los textos, en las dificultades de la monatquia espafiola batida por Napoleén sino en el instinto de desquite de un perdedor que trata de compensar sus reveses ganando nuevas factorfas. Tanto Inglaterra como los hombres de nuestra emancipacién se limitaron pues a hacer el juego de rigor. Lo tinico que sorprende es que Jos que en cabezaron el movimiento separatista iberoamericano no tomasen las precau- ciones que tomaron los Estados Unidos, ayudados, en condiciones andlogas, por Francia. Al desatender esta precaucién, nuestro movimiento cobré un catdcter esencialmente verbal, preceptivo y hasta ingenuo, puesto que alvidé realidades econémicas que otros mds sagaces no dejaton de aprovechar. En medio de esta brega alrededor de posibilidades futuras que Inglaterra trataba de captat para resarcitse de la pérdida de sus colonias del Noste, apa- tecié como factor nuevo, el crecimiento inesperado de los Estados Unidos. Los treinta afios de ventaja en Ja independencia que nos llevan, Jes per- mitieron asistit con discernimiento y céleulo al balbuceo de las saciones del Sut. As{ se opusieron a que Bolivar Wevase la independencia hasta las Antillas y ast favorecieron entre nosotros el desmigajamiento que cllos evitaron, no sélo al constituirse sino més tarde, al estallar la guerra de secesién. La ley eterna de todo conjunto que acecha o teme a otto es hacer lo posible por fraccionarlo. Asi facilita su accién. Hay también de esta sutileza millares de ejemplos en la historia y serfa vano recordarlos. Podemos it descifrando de esta suerte a través de répidas evocaciones las causas de la desigualdad en [a evolucién para llegar hasta el hueso de lo que aspiramos a definir. Las antiguas colonias espafiolas surgieron a la vida cercadas por dos acechan- zas contra las cuales no supicron precaverse, La acechanza de Inglaterra en fos comienzos, y en seguida, Ia presi6n de los Estados Unidos que desalojé gradualmente a la primera en beneficio propio. Como consecuencia Igica los trece estados, con una extensién de un millén de kilémetros cuadrados que constituyeron el primer nticleo de las colonias inglesas emancipadas, quintuplicaton y més que quintuplicaron su tertito- tio extendiéndolo desde e! Atlintico hasta el Pacffico para ejercer accién preeminente por el Caribe basta més alld del Ecuador. Como consecuencia igualmente inevitable, Inglaterra se sintlS empujada hacia el cxtremo sur, donde, apoyada en las Malvinas, consiguié seguir ejerciendo fa irradiacién 39 excluyente que frend o supervigilé el desarrollo de estas zonas, hasta que se produjo la revolucién de 1943 y Perén dio a la Argentina vida nueva. Los dos colosos, rivales a ratos, pero en ultimo resorte solidarios, pesaron asi sobre Iberoamérica, cuyo error capital consisti6 en olvidar la existencia milenaria del imperialismo y cn desconocer las condiciones modernas de} mundo que exigian nuevas formas de pensamiento y de accién. Estos erto- tes nos impidieron colocarnos desde el primer momento dentro de le realidad del continente y dentro del momento Porque atravesaba la evolucién humana. Ha llegado ei momento de recapacitar, Hasta ahora hemos hecho lo que convenia a los extrafios. Hemos sido lo que otros querfan, Empecemos a ser y a pensar de acuerdo con nuestras necesidades. Este libro aspira a servir de modesta contribucién para estudiar, con ayuda de los antecedentes, lo que conviene @ nucstro estado. Razonemos al margen de todo lirismo. Al margen de todo apasionamiento. Al margen de la misma guerra reciente y de la que asoma. Sélo debe preocupatnos el destino de nuestra América. Es evidente que los anglosajones hicieron lo que convenia para Ja prosperidad de su con- junto y desde su punto de vista procedieron Idgicamente. Pero salta a los ojos también que nosotros, desde nuestro punto de vista Theroamericano, no hemos intentado hasta ahora nada de lo que se imponia para contrartestar esa accion. El momento ha Llegado. No hay que dejatlo pasar. (Manuscritos de Ugarte encontrados después de su muerte, en base a fos cuales se preparé su libro péstumo Le reconstruccién de Hispanoamérice. Fe chados en noviembre de 1950, la edicién de Edi- torial Coyoacin, Buenos Aires, costesponde a di- cembre de 1961]. NOTAS 'No debe sorprender esta incomprensién de Manuel Ugarte, en 1901, acerca de In ac- cién efetcida por el imperialismo inglés en el sur de América Latina,” especialmente en Ja Argentina y Uruguay, convertides en yerdaderas “Grenjas” de su “Greciosa Majescad’ Neda ahands, por cnonces est sual Gominacién lograca merce! « le penettacion, eco. némica, sin desembareos prepotentes de marinos, al uso yangul y que, por el contrario, toleraba el mantenimiento de los signos formales’ de la scberanfa. . Recién Ja crisis mundial del afio 29 pondré al desmudo, por ejemplo, el sometimien- to ejercido por Inglaterra sobre Ia Argentina y el mecanismo de subordinacién vemico- Jonial seré recién deaunciado por Rail Scalsbriai Ortiz en 1934. Sin embargo, también en este terreno, Ugarte tevela su, lucides porque ya en Et porvenir de la América Espafola inclaye « Inglaterra como eferciendo inio sobre el sur de la América Latina. Lucgo, en Le Patria denuncia a los ferrocarriles britdnicos como factor retardatario del progreto; y al Liberalismo econémico, como trabe al desarro- fio de las fuerzas productivas. Asimismo, la denuncia de Ugerte acerca del caricter rese- Gionario que asumne en las semicoloniss “Ja divisién internacional del trabsjo” ¥ su con- viceién de que los pueblos que no industrializan sus recursos naturales estén condenados al vasallaje y la miseria, se convierten en argumentos poderosos contra, el predominio britdnico, Finalmente, en 1940, como podsé leerse, se tefiete ya més definidamente a Je “influencia asfixiante de Estudos Unidos y de Inglaterra” América Latina. 2B] Comité Pro México se funda cn Buenos Aites por inicistiva de Ugarte con motivo del bombardeo al puerto de Veracruz, México, producido el 21 de abril de 1914 por Ja sscundra norteamericana comandeda por el contalmirante Fletchet ¥ posterior desembar- co de “‘matines” sobte dicha ciudad. Como puede observarse en este articulo, Ugarte analiza con mayor precisién 1a subor- dinacién fatinoamericana a] identificar més tafantemente a Ios oligerqufas nativas, como cémplices del imperialismo, abondando ss( su concepcién de afios anteriores en la cual esa responsabilidad aparece, a veces, difusamente consideteda, 61 II ESTADOS UNIDOS Y LA AMERICA LATINA “No es indispensable anexar un pals para usufructumr su savin. Los nicks poderosos sélo necesitan 2 veces tocar hotones invisibles, abrir y cerrar Haves secretas, para determinar, 2 distancia, sucesos fundamentales que anemian 0 coartan’ La prosperidad de Ios pequefios nicleos. La infiltracién mental, econdmica o diplomética puede deslizarse sutvenente sin ser advertida pot aquellos a quienes debe perjudicar, porque los factores de desnacionalizaciéa no son ya, como antes, el mi sionero y el soldado, sino las exportaciones, los empréstitos, las vias de comunicacién, Jas tarifas eduaneras, lea geno- flexiones diplométicas, las lecturas, las noticias y hasta los ¢s- pecticulos”. (De La Patria Grande, 1924). EL PELIGRO YANOUL (1901) Hay oprimistas que se niegan a admitir la posibilidad de un choque de in- tereses entre Ia América anglosajona y fa latina. Segtin ellos, las reptiblicas sudamericanas no tienen nada que temer y a pesar de lo ocurrido en Cuba, persisten en afirmar que los Estados Unidos son la mejor garantia de nuestra independencia. EJ cardcter latino que por ser demasiado entusiasta y vio lento, sélo percibe « menudo Jo inmediato, no cree mds que en los peligros inminentes y se desinteresa de los relativamente lejanos, olvidando que en el estado actual las naciones estén obligadas a observarse sin reposo porque todas preparan, aun a siglos de distancia, su destino. Peto sea lo que fuese, es cutioso conocer la opinién de los europeos sobre este asunto. Los diarios de Francia, por lo pronto, no ven el porvenir con tanta con- fianza, Le Matin decta dias pasados, a propésito de la anunciada intervencién en el conflicto de Venezuela con Colombia: “Los cindadanos de la América del Norte tienen en el rico arsenal de su lenguaje una palabra de fa cual se sirven frecuentemente no sélo en sus conversaciones particulares, sino tam- bién en Jas diplomdticas; es la palabra grabbing que slo puede ser tradu- cida por ‘expoliacién’ ”, No seria imposible que este asunto se terminara por un land grabbing y que aqui o all4, bubiera un territorio usurpado. Es guizds por eso que Alemania, Francia y otras naciones siguen con tanta aten- cién los sucesos que se desarrollan alrededor del istmo. Suponen que los Estados Unidos sélo.espetan un pretexto pata intervenir en esa regién so- fiando renovat lo que hicieron en México. Basta un poco de memoria para convencerse de que su pol{tica tiende a hacer de la América Latina una de- pendencia y extender su dominacién en zonas gtadvadas que se van ensan- chando, primero, con Ia fuerza comercial, después con Ia politica y por dltimo con las armas. Nadie ha olvidado que el territorio mexicano de Texas pas6 a poder de los Estados Unidos después de una guerra injusta. A las provincias de Chihuahua y Sonora les cabré dentro de poco la misma suerte y si alguna duda quedara ain sobre tales proyectos se encatgaria de desvanecerla ef at- 65 ticulo publicado hace pocos dias en el New York Herald de Paris. Entre otras declaraciones hace la siguiente: “Una nacién de ochenta millones de habi- tantes no puede admitir que su supremacfa en América sea impunemente comprometida. Sus intereses econémicos y politicos deben ser defendidos, atin contra los consejos de una diplomacia de ruleta. Los Estados Unidos pueden emprender la obra de pacificacién con la confianza absoluta de que es el detecho innato de la raza anglosajona. Deben imponer la paz al tetrito- tio sobre el cual tienen una autoridad moral y proteger sus intereses econd- micos y politicos a fa vez contra la anarquia y contra toda inmiscusién eu- ropea”. Sin caer en el alarmismo, se puede analizar una situacién que presenta peligros innegables, El escritor venezolano César Zumeta lo decia en un fo- Ileto, un tanto exagerado y meridional, pero exacto en el fondo: “Sdélo una gran energia y una perseverancia ejemplar puede salvar a la América del Sur de un protectorado norteamericano”. Quizds fuera esto un poco més dificil de lo que algunos creen, pero atin cuando fuera imposible es juicioso tratar de contrarrestat la influencia creciente de la gran repdblica norteamericana, poniendo obstaéculos en su marcha hacia el sur, porque si aguardamos a que la amenaza esté en Ja frontera, ya no ser tiempo de evitarla. El razonamiento infantil de que para llegar hasta nosotros tendria el coloso que atravesat toda Ja Amézica, ¢5 un sofistico engaiio que ademds del egotsmo regional que de- nuncia, contiene otros males, Si vemos que les repiblicas hermanas van ca- yendo lenta y paulatinamente bajo la dominacién o influencia de una nacién poderosa, ¢aguardaremos para defendernos que Ja agresién sea personal? ¢Gémo suponer que Ja invasién se detendrd al Hegar @ nuestras fronteras? La prudencia més elemental aconsejarfa hacer causa comtin con el primer ata- cado. Somos débiles y sélo podemos mantenernos apoyéndonos los unos sobte los otros, La tinica defensa de los quince gemelos contra la rapacidad de los hombres, es la solidaridad. Sobre todo en el caso presente del que hay que desechar toda hipdtesis de lucha armada. Las conquistas modernas difieren de Jas antiguas, en que sdlo se sancionan por medio de las armas cuando ya estan realizadas econdmica o politicamente. Toda usurpacién material viene precedida y pteparada por un largo periodo de infiltracién o hegemonia industrial capitalista o de cos- tumbres que roe la armadura nacional, al propio tiempo que aumenta el pres- tigio del futuro invasor. De suerte que, cuando el pafs que busca la expansisn, se decide a apropiarse de una manera oficial de una regién que ya domina moral y efectivamente, sdlo tiene que pretextar Ia proteccién de sus jnte- reses ccondmicos (como en Texas o en Cuba) para consagrar su triunfo por medio de una ocupacién militar en un pafs que ya esté prepatado para re- cibitle. Por eso que aj hablar del peligro yanqui no debemos imaginarnos una agresion inmediata y brutal que seria hoy por hoy imposible, sino un trabajo paulatino de invasién comercial y moral que se irfa acreciendo con las con- guistas sucesivas y que irradiard, cada vez con mayor intensidad, desde la frontera en marcha hacia nosotros. Nuestra situacién geogréfica, en el extre- 66 mo sut del continente, nos pone momenténeamente al abrigo, pero cada vez que una nueva regidn cae en poder del conquistador, le tenemos mds cerca. Es un mat que viene ganando terreno. La América Central es actualmente un frégil rompeolas. De no otganizarse diques y obras de defensa, acabard por sumergitnos. Los que han viajado por la América del Norte saben que en Nueva York se habla abiertamente de unificar la América bajo la bandera de Washington. No es que el pueblo de Jos Estados Unidos abrigue malos sentimientos con- tra los americanos de otro origen, sino que el partido que gobierna se ha hecho una plataforma del “imperialismo”. De haber triunfado Bryan,’ no tendrfamos quiz4 que lamentar el protectorado de Cuba, ni las masactes de Filipinas, Pero los asuntos piblicos estén en manos de una aristocracia del dinero formada por grandes especuladores que organizan srusts y exigen nuevas comarcas donde extender su actividad. De ahi ef deseo de expansién. Segiin ellos, es un crimen que nuestras riquezas naturales permanezcan inex- plotadas a causa de la peseza y falta de iniciativa que nos suponen. Juzgan de toda la América Latina por lo que han podido observar de Guatemala o en Honduras? Se atribuyen cierto derecho fraternal de proteccién que disi- mula Ja conquista. Y no hay probabilidad que tal polftica cambie, o tal par- tido sea suplantado por otro, porque a fuerza de dominar y triunfar se ha artaigado en ef pais esa manera de ver hasta el punto de datle su fisonomia y convertirse en su bandera, El conflicto entre Venezuela y Colombia, que ha sido fomentado, segtin los diarios de Parfs y Londres, por los Estados Unidos, es una prueba. El telégrafo nos anuncia diariamente que la América del Norte est4 dispuesta a intervenir para proteger sus intereses y asegutar Ia libre circulacién alrededor de] istmo, basdndose en viejos tratados que le abandonan cierto rol equivoco de vigilancia y de arbitraje, gSe prepara la ree- dicién de lo que ocurrié en Cuba, Filipinas y Hawai? La maniobra es co- nocida, Coasiste en espolear Jas querellas de partido o las rebeldias naturales y provocar grandes luchas 0 disturbios que les permitan intervenir después, con el fin aparente de restablecer el orden en pafses que tienen fama de in- gobernables. La polftica interior de algunos estados de Centroamética parece hoy dirigida indirectamente por el gobierno de Washington. La falta de ca- pitales y de audacia industrial ha hecho que las minas, fas grandes empresas agrtcolas y los ferrocarriles caigan en manos de empresas yanquis. Ese es quizd el origen del protectorado oculto que aquella nacién ejerce. Cuando un gobernante quiere sacudir la tutela, como el gral. Castro en Venezuela o el presidente Heroux en Santo Domingo, nunca falta una revolucién més 0 menos esponténea que lo dertoca o una guerra exterior que pone en peligro su jerarquia. Hasta la politica de México que por ser uno de los estados mds importantes de la América Latina parecerfa a cubierto de tales inmiscusio- 67 nes, recibe su inspiracién del norte. Sélo el extremo sur del continente esié ileso, Y aun en nuestra tegién, donde los intereses industriales y comercia- Jes de Europa hacen imposible un acaparamiento, han ensayado los Estados Unidos una manera de debilitarnos. Utilizando la viveza de carécter y la sus- ceptbilidad nativas han creado o fomentado una atmésfera de mutua des- confianza u hostilidad que paraliza nuestro empuje. La guetra peruano-chilena y el antagonismo entre la Argentina y Chile son quizd el producto de una hébil politica subterrénea dirigida a impedir una solidaridad y una entente que pudieran echar por tietra los ambiciosos planes de expansién. Y como esta suposicién parece aventurada es justo apoyarla con algunos datos precisos. Hace poco mis de un aiio aparecié un folleto que hizo alguna sensacién. Trataba de la cuestién peruano-chilena y trafa la firma de un peruano de origen yanqui, el sefior Garland. Metece ser recordado porque arroja alguna luz sobre la politica de los Estados Unidos. La idea fundamental del panfleto era que et Peri, amenazado por Chile y expuesto a perder una nueva porcién de territorio, debfa buscar el apoyo de la Republica del Norte. Y mds grave ain que esta primera afirmacién, eran los motivos que daba para enunciarla. Después de mencionar Ia proteccién indirecta prestada por Jos Estados Uni- dos al Pert durante Ia guetta del Pacifico, recordaba que aquella nacién ha resuelto “no permitir conquistas en suelo americano”. (El derecho de com quista es un atentado pero Jo es tanto cuando lo emplean los Estados Unidos, como cuando lo emplea Chile y mal puede resolver no permitir conquistas una nacién que acaba de realizar algunas). En otros pértafos hecia el sefior Garland un cuadro terrible de los grandes imperios que se acumulan cn Eu- ropa y aseguraba que dentro de poco, Ia independencia de América del Sur estaria amenazada, insinuando que sélo podia salvarla el apoyo de los Es- tados Unidos. (Asf se nos ofusca con un peligro falso mientras nos escamo- tean ef verdadero). Todo el esfuetzo del setior Garland tendia a espolear el resentimiento de Jos peruanos, tecordandoles la indemnizacién y aseguréndoles que la conquis. ta continuarfa comiéndoles territorios hasta borrarlos del mapa. Y para con- vencerlos les pintaba el interés que los yanquis se toman por nuestra libertad y Jes ponderaba Tas grandes instituciones democraticas que rigen a aquel pueblo. Para imponer respeto afiadfa: “Los Estados Unidos, con sus sesenta y cinco millones de habitantes y su inmenso poder comercial y politico, acre- centado considerablemente después de su guerra con Espafia, son ahora el dr- bitto de los destinos americanos”. Y después de proclamar que “es hacia Washington hacia donde debemos dirigit las miradas”, citaba Jas ocasiones en que la América del Norte ha defendido a los pafses del sur contra las agresiones de Europa. EI folleto de! sefior Garland fue una prueba del extravio a que pueden Nlevarnos las quetellas internacionales. También es cierto que siendo el autor del panfleto de origen norteamericano, no es de extrafiar que tratase de con- ciliar Jos intereses de su patria con los de la segunda. Pero, en conjunto, su 68 trabajo ofrece una prueba de la peligrosa hegemonia que los Estados Unidos quieren agravat y el deseo de hacer pie en tertitorio sudamericano, para ocu- pat, a favor de un desacuerdo entre dos repiiblicas, un punto cualquiera que servirla de base de operaciones. Por otra parte, en junio del afio pasado se publicé en un diario bonaeren- se un articulo fechado en Chile, de un cortesponsal especial que después de examinar el problema peruano-chilena y de halagar a la Argentina haciéndole entrever las ventajas que de dl podria sacar, hablaba de guerra entre Chile y Estados Unidos y de protectorado de esta nacién sobre el Perd. “La América del Norte —decia el articulista— aceptard la zona que el Pert le oftezca y el protectorado que solicita, desde que uno y otto no causan gasto de sangre ni de dinero, desde que més necesitan una estacién carbonera y un campo de ensayos industriales y comerciales en Sud América que cualquier colonia en Asia”. Chile, a pesar de que Pert y Bolivia “no caben en uno de sus zapatos” concce la opinién de uno de Jos almirantes americanos que declaré que “la mitad de la escuadra empleada en Cuba tendrfa para tres horas en acabar con la vencedora de Huascar”. Esta correspondencia era quizé Jo que se lama en Francia un globo de en- sayo destinado a explorar las corrientes de la atmésfera, Pero de todos modos es un sintoma. Quizd hay algunos sudamericanos sineeros que desalentados por las continuas reyertas y Jas luchas interiores, sofiarfan en normalizar nucs- tra vida facilitando Ja realizacién de un protectorado decoroso. Pero es jn- comprensible que, a pesar de los desengafios recientes, sigan creyendo en la primera interpretacién de Ja doctrina de Monroe. ¥ esté de mas decir que joegan con armas muy peligrosas. Nuestros enemigos de mafiana no serén Chile nil Brasil, ni ninguna nacién sudamericana, sino los Estados Unidos. Hace pocos dfas decta Charles Boss en Le Rappel: “Vamos a asistit a Ja re- duccién de las repiiblicas latinas del sur en regiones sometidas al protectorado de Washington. La América del Norte va a encargarse de hacer de policta en la Amética Central, va a examinar la situacién y no lo dudemos va a descu- brir que el derecho esté del lado de Colombia, cuyos intereses tomard en sus- manos y colocard a Colombia ‘bajo su proteccién’”. Paul Adam sostenia al dia siguiente en Le Journal: “Los yanquis acechan esperando el momento para la intervencién. Es la amenaza. Un poco de tiempo més y los acorazados del tfo Jonathan desembarcardn Jas milicias de la Unién sobre esos territorios empapados en sangre latina. La suerte de estas repablicas ¢s set conquistadas pot las fuerzas del norte”. El poder comercial de fos Estados Unidos es tan formidable que hasta las mismas naciones europeas se saben amenazadas por él. Un solo érust, la Standard Oil acaba de hacerse duefio de cuatro empresas de ferrocarriles en México sobre cinco y de todas las lineas de vapores y gran parte de las minas. Cuando un buen mimero de Jas riquezas de un pats estén en manos de una empresa extranjera, la autonomfa nacional se debilita. Y de Ja dominacién comercial a la dominacién completa, sélo hay Ja distancia de un pretexto. Lejos de buscar o tolerar Ja injerencia de los Estados Unidos en nuestras 69 querellas regionales, cortesponderia evitarlas y combatirlas, formando con todas las republicas igualmente amenazadas una masa impenetrable .a sus pretensiones. Serla un célculo infantil suponer que le desaparicién o la de- rrota de uno o varios pafses sudamericanos podria favorecer a los demés. Pot la brecha abierta se desbordarfa la invasién como un mar que rompe las vallas. Hasta los espfritus elevados que no atribuyen gran importancia a las fron- tetas y suefian una completa reconciliacién de los hombres deben tender a combatir en la América Latina la influencia creciente de la sajona. Karl Marx ha proclamado Ja confusién de los paises y [as razas, pero no el sometimien- to de unas a otras. Ademds, asistit a la suplantacién con indiferencia seria retrogradar en nuestra fenta marcha hacia la progresiva emancipacién del hombre. El estado social que se combate he alcanzado en los Estados Unidos mayor solidez y vigor que en otros paises. La minoria dirigente tiene alli ten- dencias més exclusivistas y dominadoras que en ninguna otra parte. Con el feudalismo industrial que somete una provincie a la voluntad de un hombre, se nos exportarfa ademds, el prejuicio de tas “razas inferiores”. Tendriamos hoteles para hombres de color y empresas capitalistas implacables. Hasta con- siderada desde este punto de vista puramente ideoldgico, la aventura seria perniciosa. Si la unificacién de los hombres debe hacerse, que se haga por desmigajamiento y no por acumulacién, Los grandes imperios son la negacién de [a libertad. Vista desde Francia, la situacién de las dos Américas es ésa. Peto la pros- peridad invascra de los Estados Unidos no es un peligro irremediable. Y en la opinién de muchos la América Latina puede defenderse. En otto articulo trataremos de decir cémo. [Escrito en Paris el 18 de septiembre de 1901, publicado en El Pals de Buenos Aires, el 19 ce de octubre de 1901. Biblioteca Nacional de la Re. pilblica Argentina). 70 LOS PUEBLOS DEL SUR ANTE EL IMPERIALISMO NORTEAMERICANO (1912) Mt ms vivo deseo, mi aspiracién més honda, hubiera sido poder hablar aqui en inglés, para ser comprendido por el mayor mimeto posible de perso- nas, Desgraciadamente, me veo obligado a decir mis argumentos y a expo- net mis ideas en nuestro bucn espafiol sonoto y quijotesco, que se presta, por otra parte, a maravilla para semejantes aventuras. Pata los oyentes que sdlo entienden inglés se ha hecho traducir e imprimir la conferencia en Jos folletos que todos han tenido oportunidad de reclamar a la entrada y cada cual puede seguir en ellos las gradaciones de la doctrina que vamos a desa- rrollar. Ademds, es bueno también que los latinoamericanos confirmen su nacionelidad, defendiendo su lengua y rompiendo con la debilidad que les ha Tevado hasta ahora a inclinarse y a someterse a los idiomas extranjeros, des- defiando injustamente uno de sus més valiosos patrimonios. De més esta decir que esto no significa que yo venga a hablar aqui como adversario de un pueblo. Vengo a hablar como adversario de una politica. EI solo hecho de haberme presentado a gritar mis verdades desde tan enorme Metrépoli, indica que tengo amplia confianza y completa fe en el buen sen- tido y en la honradez fundamental de este admirable pais que, ocupado en su labor productora y benéfiea, no sabe el uso que se estd haciendo de su fuerza en Jas comarcas limf{trofes, no sabe que estd levantando Jas més agrias antipatias en e] resto del Nuevo Mundo, no sabe la injusticia que se esté cometiendo en su nombre, no sabe, en fin, que sin que él lo sospeche, por obra de los polfticos expeditivos y ambiciosos, se esté abriendo en América una era de hostilidad, un antagonismo inextinguible, cuyas consecuencias tendrdn que perjudicernos a todos. La paz y el buen acuerdo entre los pueblos sélo pueden estar basados sobre Ia justicia y donde no hay equidad, no existe nunca el orden, ni fa amis- tad durable. Si yo vengo a hablar aqu{ contra el mal del imperialismo, no es para desafiar vanamente a la opinidn; es porque acaricio el deseo de contri- bair a desvanecer los antagonismos, es porque abrigo la esperanza de ver a 7h toda América fraternamente unida en el futuro como Io estuvo en las épocas de la independencia, cuando, sin distinciones de lengua ni de origen, las colonias que descendian de Inglaterra como las que se segregaban de Espaiia y de Portugal, fas de procedencia anglosajona como las de filiacién Jatina, se lanzaban en blogue a la conquista de su personalidad. Tal es el sentido superior del viaje que vengo realizando a través de Amé- tica, En el curso de él he tenido ocasién de decir muchas veces que no soy ut adversario de los Estados Unidos. Quiero y admizo a esta gran nacién, pero por encima de todas las simpatias estd la legitima defensa de mi nacionalidad; y el norteamericano, tan patriota siempre, no puede asombrarse de que no- sottos seamos patriotas también y tengamos el culto inextinguible de nues- tras banderas. Los hombres que defienden, contra la inundacién y contra el viento, su hogar, sus creencias y la cuna de sus hijos, acaban por hacerse sim- paticos hasta a la misma tempestad. Y lo que nosotros estamos haciendo es Jo que los norteamericanos harfan en un caso andlogo, si sintieran que peli- graba su autonome, Por eso han de ver nuestra ctuzada con interés. Los pueblos, como los hombres fuertes, quieren hallar ids bien un adversatio que lo mite cara a cara, que viles traidores que tiemblan y se humiflan, Desde hace seis meses recorro las republicas latinas, sin mandato de ningin gobierno, sin subvenciones de ninguna firma social, por mi propia cuenta y riesgo; y este viaje que empezd siendo viaje de estudio, va tesultando como una emanacién de 1a conciencia colectiva, porque traduce y concreta en un gesto de vigilancia y de protesta, la sorda inquietud que nos conmueve a todos, desde Ja frontera norte de México hasta el estrecho de Magallanes. Se trata de un fenémeno que tiene que hacer reflexionar a ciertos politicos. He pasado Por Cuba, Santo Domingo, México, San Salvador, Honduras y Costa Rica y sin ser orador, sin tenet una sepresentacién dentro de Ia polftica internacio- nal, cateciendo de todas Jas condiciones para arrastrar a las multitudes, me he visto levantado en todas partes por grandes olas de pueblos que se arremoli- naban esponténeamente en torno mio, porque encontraban en mi actitud un teflejo de sus preocupaciones més intimas. El movimiento ha tomado pro- porciones especiales, En cada capital ha quedado uno o varios centros de de- fensa latinoamericana que estén relacionados entre si y en muchos de ellos sc han celebtado después de mi partida mitines de protesta contra los atropellos de que son victimas ciertos grupos de América. Es un clamor colective que se levanta de norte a sur de las tierras de otigen hispano. Es el anuncio de un problema vital que habrd que resolver dentro de muy pocos afios. Por eso es que he creido que debia venir al foco mismo de donde parte Ja amenaza, no en son de guerra, sino serenamente, para decir: “Aqui la cuestién, exami- némosla”. Cuando hace mas de un siglo cundié la idea separatista, el Nuevo Mundo estaba dividido por la raza, por le religién y por las costumbres en dos por- ciones muy féciles de delimitar. Al norte, las colonias inglesas; al sur, los paises donde dominaban Espafia y Portugal. Eran dos mundos que reflejaban dos direcciones diferentes de Ia civilizacién europea. Al norte, los que pro- 72 Jongaban la cultura anglo-sajona; al sur, los que eran producto del pensa- miento Jatino. No vamos a hacer ahora un estudio de los caracteres que 1e- vistié la Iucha en las dos regiones. Baste recordar que el imperio colonial in- gis se conglomeré en una sola nacionalidad y que ef imperio colonial espa- fiol se subdividié en veinte nacionalidades distintas, creando asi el desequi- librio que debia dar margen a la situacién de hoy. Lo que importa establecer es que durante Jos primeros tiempos, en Io que podriamos Lamar aiios princi- pistas de las primeras décadas del siglo xxx, los dos grupos se mantavieron dentro de la fraternidad y el respeto que convenfa entre colectividades que aspitaban a desarrollarse al margen de los procedimientos de Europa, depu- rando las concepciones del mundo viejo, renunciando a Ia injusticia que da a ciettos pueblos un derecho superior sobre otros y reaccionando, en suma, contra los errores que habfan dado lugar precisamente a la ruptura y la eman- cipacién, Fue en esas épocas de austeridad y de [6gica, cuando aprendimos los hispanoamericanos a admirar a Norteamérica. El hélito de equidad de que aparecid animada Ja joven nacién nos inspité la simpatla més desbordante y més sincera, Cuando Jos Estados Unidos obtuvieron de Espafia la venta de la Florida y de Francia Is cesién de la Luisiana no vimos en este engrandeci- micnto formidable més que el justo deseo de borrar los vestigios de la dominacién de Europa. Nos inclin4bamos ante el hermano mayor y nos enor- gullecfamos de sus triunfos, Pero las victimas de ayer tienen 2 menudo una tendencia a transformarse en vetdugos. Y los siibditos emancipados, los colo- nos libres, una vez fortalecidos, olvidaron las declaraciones sevetas de sus héroes y empezaron a abusat, a su vez, de la fuerza. La anexién de los terti- torios mexicanos en 1845 y 1848 fue la revelacién de una politica que debia extenderse después de una maneta lamentable. Sin embargo, como una novia fiel que trata de excusar y de disimular con laboriosos silogismos {as incon- secuencias y Jas faltas que su prometido comete contra ella misma, la Amé- tica Latina hubiera seguido enamorada de los Estados Unidos si lo que juzgé excepcién no se hubiera transformado en sistema. Pero las heridas y las injurias se multiplicaron. Un espectro de dominacién y de despojo empez6 a flotar sobre nuestros pafses indefensos. Varios pueblos sucumbieron. Y la injusticia se ha acentuado de tal suerte, en los ultimos tiempos, que, rotos ya los vinculos de antes, nos volvemos hoy hacia los Estados Unidos para gri- tasles: “Las mismas injusticias que Ia metrdpoli cometié con vosottos, las est4is cometiendo ahora con nosotros, que no tenemos mds defecto que el que vosotros teniais ayer: el ser débiles”. No quiero preguntar lo que dirfan Washington, Jefferson o Lincoln si se Jevantaran hoy de sus tumbas ante las dos hazafias mds recientes del imperialismo. El empréstito de Nicaragua es, quizd, la més monstruosa de las negociacio- nes que se han intentado jamds en el mundo, Ese pafs estd a punto de entregar sus aduanas sin recibir nada a cambio, porque el dinero que le prestan queda en manos de Ios mismos prestamistas. ¢Qué dirfamos de un patticular que, pidiendo mercancfas a un comisionista europeo, celebrara un contrato de em- préstito con e] mismo comisionista y dejara el producto en poder de éste v le 73 pagara crecidos intereses, al mismo tiempo que le enviara grandes cantidades café, cuyo producto en venta fuera bastante para pagar las mercancfas perdidas? Ni uno solo de los presentes se atreverfa a proponer en el orden personal un contrato semejante, porque hay principios superiores de pudor que limitan hasta la usura y el despojo. Sin embargo, lo que ningun ciuda- dano osaria intentar aisladamente, se esté haciendo en Nicaragua en nombre det todo un pueblo y al ampara de los pliegues de una bandera tradicional de ibertad. Se me did que la culpa le tiene el gobieenc que acepta, pero asi como, segtin las leyes, ningtin hombre puede venderse y la moral civil considera como nulo cualquier contrato en este sentido, tampoco es admisible que una nacién —mal representada por un gobierno que no quiero calificar— com- Prometa vergonzosamente su soberania. Para que el derecho superior de con- trol que los Estados Unidos se atribuyen, se justifique en cierto modo, es ne- cesario que esté basado sobre un sentimiento de responsabilidad, de honradez y de cultura superior, es necesario que contenga lecciones constantes de equi- dad y de alta justicia. Si sélo se trata de abusar de las inexperiencias, si lo Unico que se persigue es explotar los desfallecimientos de algunos hombres y la debilidad de ciertos pueblos, digase claramente y no se distrace con colores de redencién y de evangelismo lo que no es més que un nuevo desborde de apetitos dentro del imperialismo internacional. Bien sé que un gran pueblo como los Estados Unidos no puede ser res- ponsable de estos actos. Esa politica interpretard la manera de ver de ciertas potencias financieras, traduciré el orgullo de determinados parvenus de la nacionalidad que quieren mostrar su fuerza como los enriquecidos muestran sus brillantes, pero no puede expresar, repito, porque seria una catéstrofe nacional, el verdadero sentir colectivo de los nobles puritanos que, huyendo hace varios siglos de la barbarie civilizada de Europa, vinieron a estas ticrras virgenes, creyendo en la equidad y en la justicia de Dios. Por eso es bueno que sepan estas cosas aqui. Nosotros admitimos que la civilizacién de los Estados Unidos se refleja sobre el resto de América, acep- tamos la natural y benéfica influencia que deben ejercer, pero no toleramos que nuestros territorios sean un mundo sin control y sin ley, donde ciettos ciudadanos americanos se pueden petmitir todo lo que Ja decencia y fa moral teprueban dentro de su pafs natal. E] segundo hecho a que me he referido es més significative ain. Dentro de poco tiempo, el canal de Panama habré puesto en comunicacién a fos dos océanos y bajo la bandera de Norte América se habrd realizado una de Jas obras mds colosales que ha intentado el hombre. Pero ese monumento de grandeza estd edificado sobre una attocidad, esa gloria nacional tiene una base de deslealtad, No ereo que haya memoria en Ia historia de las naciones de una injusticia tan tuda como Ja que se cometié en Colombia, Ance el atentado contra los derechos de un Estado nos hemos preguntado todos, de norte a sur de la América Latina: ¢son éstas las lecctones de civilizacién, de moralidad y de 74 rectitud que dan los Estados Unidos a los pueblos sobre Jos cuales se atri- buyen un derecho de vigilancia paternal? Al violar descaradamente un tra- tado, nos ensefiaron que los fuertes pueden faltar impunemente a su pala- bra; al pretender que el gobierna colambiano obligara a las cémaras a apro- bar un compromise, aconsejaron al Poder Ejecutive que se levantara contra Ja constitucién; al servirse de elementos infidentes para determinar la sepa- racién de la provincia, establecieron una prima en favor de fas ambiciones y al tratar tan dutamente a Colombia después del despojo, parecen probar, en fin, que la doctrina de Monroe, que en las primeras épocas parecié salvaguatdia para toda América, se ha convertido en instrumento de tiranfa y que ya no significa como antes: “Ningin pais puede tener colonias en América”, sino que significa: “La América Latina es nuestro feudo colonial’, 2Cémo asombrarse después de que volvamos los ojos hacia Europa o hacia el Japén, pidiendo el contrapeso y ef equilibria que la equidad de los Estados Unidos no nos quiere dar? sCémo asombrarse de que toda la América Latina que, a pesar de sus divisiones es moralmente solidaria, se conmueva de norte a sut, aun en aquellas repiblicas que no han sido rozadas todavia? Ya he tenido ocasién de decir que cuando tenemos una enfermedad en una mano, no estd enferma la mano, esté enferma la persona, esté enfermo todo el cuerpo. Y es contra ese mal de imperialismo que amenaza extenderse a todo el Con- tinente, que traigo la protesta de Ja opinién general de nuestras reptblicas, convencido de que el norteamericano, que es justo y es perspicaz, compten- derd que sélo la equidad puede acercarnos de nuevo, porque ef imperialismo podré aterrorizar a nuestras autotidades, apoderarse de los resortes de nues- tras administraciones y sobornat a los politicos venales, pero a los pueblos que teviven sus epopeyas heroicas, a los pueblos que sienten las diferencias que los separan del extranjero dominador, a los pueblos que no tienen accio- nes en las compafifas financieras, ni intereses en el soborno y en la traicién, a esos pueblos no los puede desarraigar ni corromper nunca nadie. Habéis podido despreciar y desde ese punto de vista, tenéis plena razdn, a los politicos ambiciosos que abundan en algunas de nvestras tierras, a los conspiradores que vienen a pedir el oro extranjero para arruinar a su patria con una nueva revolucién, a los presidentes que s6lo quieren ser mantenidos en sus puestos, a toda la espuma que no debe pasar a vuestros ojos como nuestra representacién nacional. Desde ese punto de vista, repito, que tendis mil veces tazén; despreciadlos profundamente, jque nunca los despreciaréis tanto como nosotros! Pero a los pueblos que supieron conquistar su libertad después de Iuchas admirables, a los pueblos que no son responsables de sus malos gobiernos, a esos, no los podéis despreciar. No somos una raza ven- cida y dispersa; sentimos, a pesat de todo, Ja cohesién que da un pasado comtin, glorias paralelas y destinos idénticos. Tenemos un punto de partida y un fin en la historia, y nadie puede permitirse tratar a colectividades cultas que han producido patriotas como Bolivar y San Martin, del mismo modo como tratarfais a las hordas del Cambodge o del Congo eQué es lo que se nos reprocha en suma? ¢Cudles son los pretextos de 75 que se sitve el imperialismo para justificar su accién opresora? Los que més a menudo se invocan son nuestra incapacidad aparente para hacer valer la ti- gueza y nuesiras revoluciones. Seguin ciettos apasionados ¢s inadmisible que permanezcan inexplotados ciertos tesoros y hay que poner coto, en nombre de la civilizacién, a la inquietud bélica de nuestra raza, Pero, ¢a qué se redu- cen estos dos argumentos silos examinamos serenamente? Basta dirigir una ojeada sobre la América Latina para comprender que no estd probada Ia incapacidad de que se nos acusa. La prosperidad inverosimil de la Argentina, del Brasil y de Chile indican que también somos capaces de ¢reat enormes conjuntos présperos y prueban que para el libre crecimiento de ellos, los Estados Unidos resulcan un inconveniente; puesto que son las tierras donde no tienen ellos ninguna influencia, Jas que mds vigorosamente han progtesado y son las comarcas donde mds estrecha vigilancia ejercen las que van quedando rezagadas en el movimiento general. Pero, ain admitiendo que Ja Argentina no fuera El Dorado moderno, que el Brasil no tuviere sus fabulosas exportaciones y que Chile no resultara uno de los pueblos més la- boriosos del mundo, aceptando que nuestra América no produjera ni una planta de café, ni un grano de trigo, eseria ésta una razén para venir a des- pojarnos? ¢Qué dirfan muchos de los que estén aqui si teniendo depositada en el banco desde hace algiin tiempo una suma de dinero, pretendiera un exe trafic, un vecino, un transetinte, apoderarse de ese dinero, argumentando que como la suma esté improductiva, el poseedor no tiene derecho a conservarla? Todos sabemos que ese procedimiento tiene un nombre y una penalidad en todos los cédigos. Cada pueblo, como cada individuo, conserva el derecho de ditigir su vida y nadie puede invocar razones para obligarle a obrar en con- tradiccién con sus gustos. En cuanto al reproche de las revoluciones, es el més attero que se nos puede hacer. Se necesita audacia para formularlo, cuando es precisamente el imperialismo el que ha abierto en Nueva York y en Nueva Orleans una es- pecie de bolsa de revoluciones, donde se especula con el desorden, con el hambre y con Ja ruina de muchos pafses hispanoamericanos. Porque, ¢qué son sino una especulacién vergonzosa esos bonos de quinientos pesos que se negecian por cincuenta y dan a un partido en interés usurario los medios de subvertir el orden en una republica, obligando a ésta no solo a sufrir los perjuicios de la agitactén, sino a pagar después multiplicados por diez, los gastos de la misma tempestad que la arrasa? $i queréis evitar las revoluciones, en vuestra mano esté. Lejos de dar dinero y armas a Jos aventureros que vienen a solicitat vuestro apoyo, entregando a cambio de! poder girones de sus banderas, dadles Iecciones de moralidad y de rectitud, declarando que cada pueblo debe arreglar sus asuntos dentro de sus propias fronteras. Pero bien sabemos todos que las revoluciones han sido el mejor instrumento de la politica imperialista. Con ayuda de ellas se ha extendido Ia influencia narte- americana por todo el Golfo de México. Cuando la revolucién puede serles favorable, los imperialistas la provocan; cuando puede serles nociva, la hacen imposible. Tres hombres han quetido oponerse cn estos iiltimos tiempos al 76 imperialismo: Porfirio Diaz en México, Cipriano Castro en Venezuela y San- tos Zelaya en Nicaragua. Los tres han sido derrotados por levantamientos alentados por los imperialiscas de este pais. No me dig4is que eran tiranos que cayeron al peso de sus ctimenes. Ningtin politico estd tan desprestigiado como el que rige los destinos de Guatemala y sin embargo el imperialismo lo sostiene, porque es sa mejor apoyo en Centroamérica? Algunas veces se ha Iegado hasta a contribuir con soldados y armas para apoyar la revolucién. Y yo me pregunto, yo pregunto a fa opinién norteamericana si es justo que un gran pueblo, que ha contraido responsabilidades histéricas, en vez de corre- gir el convulsionismo de los pafses vecinos permita que algunos de sus ciu- dadanos lo estén fomentando con todas sus fuerzas para poder decir al mundo: “No veis? {Sélo habrd aqui paz si dominamos nosotros!” ¢Es moral que un pais que podia ser el educador de esas jévenes democracias consienta en que se las esté corrompiendo y anarguizando como un mal curador que fomenta en su pupilo la embriaguez y los vicios para minar su naturaleza, empujarlo al cementerio y apoderarse de su fortuna? No sélo es un ctimen que estd cometiendo el imperialismo contra toda idea de justicia, sino un atentado que esté realizando contra el mismo pais que quiere engrandecer. De seguir asf acabaré por provocar en toda la Amé- tica Latina un movimiento formidable de reprobacién, Es una politica que tiene que Ilevarnos a organizar la resistencia, y todos saben que los pueblos débiles tienen un arma formidable para combatir a los pueblos fuertes: la abstencién. ¢Queréis ponernos en Ja obligacién de renovar en toda la Amé- tica Latina fo que hizo hace poco el pueblo de Bogoté con Ja empresa norte- americana de ‘Tranvias, que tuvo que vender y retirarse porque nadie subia en ellos? eQueréis que vuestras mercaderfas sean boicoteadas en todas nues- tras chudades y que el inmenso mercado que vuestra vecindad os aseguta, se os escape de las manos por seguir Jas inspiracioncs de los imperialistas? Es indispensable que ef pueblo ameticano sepa el alcance y las consecuencias de la politica voraz que consiste en tragarlo todo y en enfermarse de indigestién. Ya sabemos reflexionar y las razones que se invocan para justificar las in- tervenciones no engafian a nadie, porque con la misma Iégica hubiera podido intervenir Europa en los Estados Unidos durante la guerra de Secesién que ensangtenté durante cuatro afios la mitad del Continente, con la misma Iégica podriamos intervenir hoy todos en los Estados Unidos por corrupcién de la vida publica cuando las grandes compaiifas financieras alteran el suftagio por falta de seguridad individual, cuando los malhechores detienen un tren y des- pojan a log viajeros y por atentado contra la civilizacién y la cultura cuando Jas hordas de blancos asaltan las prisiones para quemar en Ia plaza piiblica a Jos negros que no han comparecido ante Ia justicia, Lo que se proyectd hace poco contra México y contra Cuba hubiera hecho correr en caso de realizarse, un estremecimiento de inquietud por toda la América nuestra. Si los solda- dos de Notteamérica hubieran invadido, aunque fuera temporalmente, cual- quiera de esos dos paises hermanos, se hubiera levantado en todas partes una undnime protesta popular. Y es pata evitar los fatales antagonismos que he 77 querido decir aqui la verdad. No puedo creer que la gloria de este pueblo, sus nobles instituciones, sus altos ideales, la atmésfera superior que aqui se respira, se refleje en los paises tutelados por él en forma de optesién, de in- justicia y de corrupcién sistemdtica, no puedo creer que se realice la paradoja de un gran conjunto puro y Ileno de inspiraciones nobles, que crea con su solo contacto la desolacién y Ja anarqufa. Si el hecho se produce, es porque este pueblo ignora lo que se esté haciendo en su nombre. Para que la politica imperialista sea reprobada por él, bastard que la conozca. Estamos en un momento diffcil para la concordia y la fraternidad de Amé- rica, La protesta esta en todos los Jabios, de todas partes surge la indignacién y la cdlera contra la politica que pretende anular nuestras nacionalidades. Se est4 creando entre la América Latina y la América anglosajona un ambiente de antagonismo y de repulsion. Nuestro mutuo buen sentido debe evitar la ruptura. Nadie pretende oponerse a lo que los Estados Unidos puedan esperar Jegitimamente. Contra lo que nos sublevamos es contra la tendencia a tratar- nos como raza subalterna y conquistable. ‘fenemos quizés en las venas unas gotas de sangre exédtica, pero no nos consideramos disminuidos por ello y nos sentimos tan grandes como ustedes, o mds grandes que ustedes, por el cerebro y el corazén. La mejor prueba de que merecemos justicia es que te- nemos la concepcién de lo que ella debe ser y venimos a reclamarla aqui cre- yendo que los altos sentimientos tienen que acompafiar siempre la accién de los pueblos grandes. Pero entiéndase que no venimos a implorar indulgencia. Ustedes son un gran pueblo, ustedes son la nacién més préspera del mun- do, ustedes son un milagro de Ia historia, pero ustedes no logtarén nunca, ni con la diplomacia, ni con los cafiones, doblar Ja independencia, la rebeldia, el orgullo indomable, de nuestro gran conjunto, que estd dispuesto a todos los sserificios para preservar su autonomia en beneficio propio y en beneficio de la humenidad. No quiero conocer la lucha en que estéis empefiados; debo y deseo ignorar Jas divisiones de yuestros partidos; pero en un momento en que se resuelve la orientacién general de este gran pais hago votes porque Dios ilumine vuestra conciencia y os aleje del imperialismo y de todas las catdstrofes que representa. El sentimiento de la opinién Latinoamericana se puede conden- sat en una frase: Amigos, siempre; stbditos, jamés. Conferencie pronunciada en la Universidad de Solumbia, de Nueva York, el 9 de julio de 1912. Traducida al il y publicada en folleto bajo ¢] titulo de The future of Latin America. Imprenta Las Novedades; 26, City Hall Place, New York, 1912, Incorporada luego por el propio Ugarte a su libro Mi campatie bispanoamericana. Editorial Cer- vantes, Barcelona, Espafia, afio 1922]. 78 CARTA ABIERTA AL PRESIDENTE DE LOS ESTADOS UNIDOS (1913) A Las puertas de una nueva presidencia y de un nuevo régimen que anun- cia propésitos de justicia reparadora, vengo hoy a decir toda la verdad « un gran hombre y a un gran pueblo. Los gobernantes estén, a veces, alcjados de la opinién general por grupos interesados en influenciarlos para satisfacer sus intereses de dominacién o de negocio; y es menester que suba hasta ellos, para restablecer el equilibrio, la voz de los que, sin ambiciones de dinero o de poder, sélo persiguen la equidad superior, que es el tesore més alto de los siglos. Ha Ilegado, sefior, le hora de hacer justicia en el Nuevo Mundo; justicia para ciertas republicas hispanoamericanas, que desde hace muchos afios su- fren un odioso tratamiento; y justicia para los Estados Unidos, cuyas tradi- ciones estén palideciendo al contacto de una politica que no puede represen- tar las aspiraciones de los descendientes de Lincoln y de Washington Acabo de recorrer toda la América Espafiola; he observado con deteni- miento la situacién del continente; y como conozco la sensatez del pueblo americano como sé el respeto que tiene por los principios, abrigo la certi- dumbre de que para que cese la injusticia que nos agobia, me bastard con denunciarla. Durante largos afios, los Estados Unidos, que tealizan dentro de sus fron- teras la més alta expresidn de la libertad en nuestro siglo, han estado defen- diendo en nuestra América un espiritu que es la contradiccién y la antitesis de sus principios y de sus leyes. Los particulares y las compafifas financieras de esa nacién, parecen haber venido a algunos territorios, especialmente a Ja Amé- rica Central y a las costas del Caribe, para falsear los principios del derecho civil y para violat los preceptos del derecho internacional, flegando, a veces, hasta olvidar las reglas més elementales. Ciertas reptiblicas van resultando un campo abierto a los malos instintos que no pueden manifestatse en los Estados Unidos de la Unién, combatidos como estén por las responsabilidedes penales y por la opinién publica. Fahtar a la palabra empefiada, burlar los 73 contratos, amenazar, despojar a los individuos, introducir contrabandos, so- bornar a las autoridades, empujar al desorden, han sido, scgiin los casos, en varias de estas comatcas, cosas familiares para los que, por pertenecer 2 una gtan nacién, debfan traer concepciones més altas de la responsabilidad in- dividual. Los gobiernos locales, a veces timoratos, no se han atrevido, en la mayor parte de las circunstancias, » perseguit a los delincuentes, amedrentados como estén por el volumen de [a América anglosajona o ligados como se hallan algunos por compromisos inconfesables; pero como consecuencia de tales procedimientos, los Estados Unidos se han conyertido gradualmente en la nacién mas impopular entre nosotros. La hostilidad cunde entre las masas y en algunas regiones, el ciudadano norteamericano tiene que recurrir frecuen- temente a la estratagema de ocultar su nacionalidad y de hacerse pasar pot inglés, para escapat a la mala voluntad que le circunda, Nuestros pueblos son hospitalarios y genetosos, sefiot Presidente; en ellos existen innumerables compajifas francesas, alemanas, inglesas, belgas y para todos los negociantes respetuosos de nuestras costumbres tenemos siempre la mano fraternalmente extendida. El hecho de que la hostilidad esté locali- zada contra el norteameticano, prueba que no se trata de una antipatia irra- zonada y general hacia el extranjero, sino de un movimiento de reaccién di- recta contra procedimientos especiales de que somos victimas. En los Estados Unidos no se saben estas cosas; y yo tengo la certidumbre de que cuando Ia situacién sea conocida, Jevantaré mayor oleaje de reproba- cidn que entre nosotros. Ustedes representan una civilizacién que nacié de una scleccién; que subs- tituyS, como punto de partida, el detecho moral a Ja fuerza bruta; que flo- recié al calor de nuevos ideales, como una reaccién contra Jos viejos errores del mundo; y no serfa légico que cometieran con nosotros atentados tan do- lorosos como los que Europa ha cometido en Asia o en Africa, porque al obrar asi declararfan que sus més grandes préceres se equivocaron al pre- tender fundar una nueva nacién sobre la Justicia y proclamarian las banca- rrotas de] perfeccionamiento humano y de la voluntad de Dios Los hombres que violentan el sentir del pafs extranjeto en que actian; las empresas constructoras que aprovechan las franquicias que les concede un contrato para inundar fraudalentamente el mercado de productos diver- sos, perfudicando asi a los comerciantes e importadores y los contratistas que, pata no pagar los salarios atrasados a sus obteros, los intimidan y los persiguen, no pueden seguir pasando por los representantes del genio y de la civilizacién que trajeron al Nuevo Mundo los inmortales puritanos. Asf se ha abierto emtre la América Latina y la Amética anglosajona una era de desconfianza que serd perjudicial para todos. Los que ven con calma el conjunto de [as cosas, saben que lo que ocurre es obta de individualidades aisladas. Un gran pais penetrado de su alta misién histérica no puede ser res- ponsable de estas duplicidades. Si un pueblo que ha subido tan alto empleara bajos procedimientos, se suicidarfa ante la historia; y no es posible que una 80 gran fuerza renovadora del mundo y de la vida se attofie y se anule antes de haber cumplido su misién. Pero los espfritus simplistas que sélo juzgan por To que observan cn torno, empiezan a ctecr que los Estados Unidos tienen dos nociones diferentes de la Justicia: una pata ofrecerla a sus compatriotas y otra para aplicarla a los extranjeros; y que alimentan dos morales: una para el consumo nacional y otra para la exportacién, ‘Ademés, nos sorprende y nos inguiera en Ia América Latina, el apoyo de- masiado visible que a estos hombres (que a menudo no han nacido en Norte- américa, o que se han naturalizado con el tinico fin de hacerse proteger) les prestan siempre los representantes oficiales de los Estados Unidos. Basta que uno de ellos se diga perjudicado en sus intereses, para que los odnsules y los ministros lo sostengan y hasta para que sean tequeridos los barcos y los sol- dados, sin averiguar antes los fundamentos de la queja, ni inquirir las razones que asisten a los unos y a Jos otros. Bien sé que todos los grandes pueblos tienen el deber de proteger Ia vida y la hacienda de sus nacionales en el ex- tranjero, peto, por encima de ese deber, est un sentimiento de equidad su- prema que ptohfbe apoyar la injusticia y una altivez superior que impide hacer cémplice a Ja nacién de los errores que cometen algunos de sus hijos. El censurable expansionismo politico que ha acompaftado en estos tiltimos tiempos la legitima influencia comercial de los Estados Unidos, se ha valido, a menudo, de estos elementos para hacer surgir pretextos de avance o de inter- vencién, como se ha servido también de la debilidad de ciertos gobernantes hispanoamericanos (o de la impaciencia de los que aspiraban a suplantarlos en el poder) para obtener en algunas reptiblicas concesiones y ventajas que perjudican a los naturales 0 comprometen la autonomia del pais, EI sistema ha podido favorecer momentdneamente el desarrollo de los ne- gocios, la prosperidad de determinados grupos financieros o el empuje autori- tatio del pueblo protector, pero la responsabilidad de fos Estados Unidos ha sufrido quizd tan tudo golpe como la independencia de esas replicas, por- que al tomer nacionalmente Ja responsabilidad de los atentados cometidos por Jos particulares, al fomentar las malas pasiones, al abusar de su gran- deza, los Estados Unidos se han disminuido ante nuestros ojos y han apare- cido como fuerza de corrupcién y no como punto de apoyo que nos ayude a perfeccionarnos. . La América del Norte tiene muchos millones de habitantes y la polftica expansionista sdlo favorece a una infima parte de ellos; en cambio, la repro- bacién por los actos ¢ometidos alcanza a la colectividad entera y resulta que lo que ganan en dinero algunos particulates, lo pierde en prestigio la ensefia nacional. Antes os suponiamos fuertes y justos; ahora empezamos 4 creer que sélo sois fuertes. Y es pot eso que se levanta la opinién, es por eso que hay una resistencia visible para confiar nuevos trabajos a las empresas de vuestro pals, Teremos que se esconda en cada proposicién un nuevo engafio. Ademés, la fuerza no basta para seducix y atraer a los pueblos, si no viene acompafiada por la influencia moral. Todo esto es lamentable, sefior Presidente. Los Estados Unidos pueden ser 81 cada vez més grandes por su comercio y por la irradiacién de su espititu, sin humillar a nuestras nacionalidades, sin envenenar las luchas politicas o las rivalidades entre las reptiblicas, sin perjudicarse cllos mismos. Al difundir de nuevo la confianza, harian senacer la corriente de frateroidad que en otros tiempos existié entre las dos Américas. Por eso cs que en estos momentos dificiles para el porvenir del Nuevo Mundo, en estos instantes histéricos que pueden dar lugar a nuevas oriente- ciones de consecuencias incalculabies, dejando de lado los agravios vicjos y las céleras justificadas, venimos, francamente, confiados en la nobleza pueblo nortcamericano, a hacer un lamamiento supremo a la justicia. La Amética Latina es solidaria; tenemos la homogeneidad que nos dan el pasado, Ja lengua, la religién, los destinos; por encima de nuestros patriotismos lo- cales cultivamos un patriotismo superior y aun aquellas regiones que estén Iejos de sentir et peso de tan duros procedimientos, se hallan impresionadas més que por la amenaza material, por la injuria moral que ellos envuelven. Deseamos que a Cuba se le quite el peso doloroso de la Enmienda Platt; deseamos que se devuelva a Nicaragua la posibilidad de disponer de su suerte dejando que el pueblo deponga, si lo juzga menester, a los que lo gobiernan apo- yados en un ejército extranjero; deseamos que se resuelva la situacién de Puerto Rico de acuerdo con el derecho y [a humanidad, deseamos que se repare cn Io posible la injusticia cometida con Colombia; deseamos que a Panamé, que hoy sufre las consecuencias de un pasajeto extravio, se le con- ceda la dignidad de nacién; deseamos que cese Ja presién que se ejerce en el puerto de Guayaquil; descamos que se respete el archipiélago de Galépagos; deseamos que se conceda la libertad al heroico pueblo filipino; deseamos que ‘México no vea ‘siempre suspendida sobre su bandeta la espada de Damocles de Ja intervencién; deseamos que los desérdenes del Putumayo no sirvan de pretexto para habilidades diplométicas; deseamos que las compaiifas que ex- tralimitan su accién no se sientan apoyadas en sus injustas exigencias; desea- mos que la reptiblica de Santo Domingo no sea ahogada por presiones injusti- ficables; deseamos que los Estados Unidos se abstengan de intervenir oficio~ samente en la polftica interior de nuestros paises y que no contintien haciendo adquisiciones de puertos o bahias en el continente; deseamos que las medidas de sanidad no sitvan para disminuir la autonomfa de las naciones del Paci- fico; pedimos igualdad, pedimos respeto; pedimos en fin, que la bandera estrellada no se convierta en simbolo de opresién en el Nuevo Mundo. No es posible que se diga, sefior Presidente, que los norteamericanos han abandonado Ja coercién y los castigos corporales en [a educacién publica para emplear esos recursos attasados en la educacién politica de nuestras naciona- lidades; no es posible que vyuesttos ministros tengan en nuesttas pequefias ciudades la misién especial de amenazar; no es posible que los hombres pusi- Mnimes que gobiernen en algunas débiles reptblicas sientan constantemente sobre sus espaldas el létigo del amo; no es posible que resulte que habiendo abolido en el siglo xzx la esclavitud para los hombres, la dejéis restablecet en el siglo xx para los pueblos. 82 No quiero insistir sobre ¢l asunto, ni citar casos conctetos, porque ésta no es una carta de lucha, sino un gesto de conciliacién; pero nuestra América tiene grandes heridas abiertas que es necesario no enconar, Hemos sufrido tucho. Lo que sube ahora es un clamor de pueblos que no quieren desapa- recer, Si se probara, como algunos dicen, que los Estados Unidos ceden al ensancharse a una necesidad superior, que es independiente de su deseo, nos- otros tendriamos que obedecer, al defendernos, al legétimo instinto de per- durar. No ignoto que vosotcos sois fuertes y que podriais ahogar muchas rebe- liones, pero insisto en que por encima de [a fuerza material estd Ia fuerza moral. Un boxeador puede abofetear al nifio que regresa de Ja escuela y el ifio no logra evitar ni devolver los golpes. Pero esto no establece un derecho, ni asegura Ja impunidad del agresor. Hay un poder supremo que se llama la reprobacién general; y asi como los nifios estén defendidos en las calles contra Jos atletas por la opinién publica, Jos pueblos estan defendidos en la historia por la justicia suprema y por los principios superiores de la humanidad. Nosotros queremos y respetamos a los Estados Unidos, admiramos a ese gran pafs que debe servirnos de madelo en muchas cosas, deseamos colabo- rar con él en Ja obra de descubrir y valorizar las riquezas del continente y es para evitar el distanciamiento y los conflictos que de seguro brotarfan ma- fiana, dado el insostenible estado de cosas, que nos presentamos lealmente, sin orgullo y sin humildad, conscientes de nuestro derecho, ante el hombre que por la voluntad popular ha sido puesto al frente de una gran nacién, No pedimos favores: reivindicamos lo que es nuestro, fo que conquistaron nues- ttos padres, lo que todos los pucblos estan dispuestos a defender en cualquier forma: el honor y Ja dignidad, No queremos que la doctrina de Montoe, mal interpretada, sirva para crear en América en beneficio de los Estados Unidos, ni en beneficio de nadie, nuevos Egiptos y nuevos Martuecos, No admitimos que nuestros paises vayan desapareciendo uno tras otro. Tenemos confianza en nuestro porvenir. La mejor prucba de que la América Latina no esté incapacitada para Ja vida aut6noma, es la prosperidad sorpren- dente de algunas repiblicas del Sur, casualmente aquellas que pot su volumen y sus relaciones con Europa, se hallan a cubjerto de una decisiva influencia norteamericana. Para que las regiones que hoy atraviesan dolorosas crisis en- tren, a su vez, en una cra andloga, ¢s necesario, sefior Presidente, que las com- pafifas financieras del Norte se abstengan de complicar nuestros asuntos, que los sindicatos de Nueva York y de Nueva Orleans renuncien a favotecer revo- luciones y que os Estados Unidos reanuden noblemente la obra de acetca- miento y de fraternidad que tan buenos resultados nos diera en los primeros aiios a los unos y a los otros. Los hispanoameticanos han tomado conciencia de sus destinos: las que- rellas locales, por agrias que sean, no bastan para hacerles perder de vista sus intereses superiores: los patses mds sélidos, que ya han alcanzado préspera estabilidad, empiezan a sentir las responsabilidades histéricas que sobre ellos pesan; y hay un movimiento visible, una agitacién grave que no puede pasar inadvertida. Vuestra presidencia, sefior, marcard un gran momento de la polf- 83 tice universal si de acuerdo con Ja situacién, dais fin a la téctica absorbente para volver a la sana tradicién de los orlgenes. La América sélo estar4 unida, Ja América sélo serd realmente “para los ameticanos”, dando a esta palabra su amplia significacién, cuando en el Norte se tenga en cuenta que existen dos variedades de americanos, y cuando, sin vanas tentativas de preeminen- cia, con escrupulosa equidad, se desarrollen independientemente los dos gru- pos en una atmdsfera deferente y cordial. Repito que hay una gran ansiedad en América, sefior Presidente. El con- tinente entero esté pendiente de vuestros actos. Si la polftica cambia, Ja campafia que hemos emprendido cesar4 al instante y volveremos a ser los més entusiastas partidarios de esa gran nacién. Si no cambia, surgiré una nueva causa de discotdia entre los hombres y arreciard la agitacién perjudicial para vuestro comercio, porque seguiremos defendiendo, cada vez con mayor ener- gia nuestros territorios, como vosotros, colocados en parecida situacién, hu- bierais defendido los vuesttos, segutos de cumplit con un deber y de contar con las simpatfas del mundo. (Dirigida a Thomas Woodrow Wilson, electo pre- sidente de los Estados Unidos, desde ¢] Peni. Se ublicé en la mayorla de diarios latinoamericanos. td tomado de un volante fechado en Lima ¢l 4/3/ 1913. Archivo Gral. de la Nacién Argentina] 84 LA DOCTRINA DE MONROE (1919) EL RESURGIMIENTO de esperanzas y reivindicaciones es, en la remocién de valores nacionales que caracteriza el momento actual, una consecuencia inme- diata de Ja conflagracién que se liquida. Las guerras se han parecido en todo tiempo a la erupcién de un volcdn; arrojada la lava y aquietado el crater, quedan los fenémenos derivados, que Uegan a veces a modificar en torno la composicién geolégica, la formacién geografica y hasta la atmésfera misma. La sacudida mundial que ha determinado el detrumbamiento de algunas naciones y el ocaso de determinadas ideas, debe favorecer Ja situacién de otros paises y el nacimiento de tendencias hasta altora desconocidas, dentro de una nueva cosmologia de la politica internacional; y hemos de prepararnos a asistir, no sélo en Ja zona directamente afectada por Ja guerra, sino en el mundo entero, a la apaticién de cottientes o direcciones que no se habian manifestado atin. Asi vemos que se inicia en América en estos momentos una franca teaccién contra un estado de cosas establecido desde el afio 1820. La doctrina de Montoe, que excluye a Europa de los asuntos de América y deja a los Estados Unidos la fiscalizacién de la vida y el porvenir de veinte Republicas de habla hispana, empieza a encontrar impugnadores, no ya entre los internacionalistas independientes, sino entre los mismos jefes de Estado. E] presidente de México, general Carranza, declaré solemnemente en un documento publico, que desconocfa la doctrina y rechazaba sus beneficios —si es que encierra beneficios—, porque veia en ella una forma indirecta de protectorado y deseaba pata el pais que gobierna la plena y fundamental au- tonomia. Tan enérgica manifestacién reviste el carécter de una contradoctrina, puesto que opone a la concepcién exclusivista y dominadora del célebre presidente norteamericano una manera de ver més amplia que abre de nuevo a todos los pueblos Ia posibilidad de extender su politica universalmente. 85 Todo ello deriva de la Wgica de las latitudes dentro de los nuevos fenéme- nos determinados por Ja guetta. No cabe duda de que si fos Estados Unidos hacen oft su voz en los asuntos de Asia y Europa, Europa y Asia pueden hacer ofr la suya en las cosas de América, porque en politica internacional, como en ajedrez, no hay, en realidad, mds ptincipios que los que establece Ia convencién del movimiento de las fichas, que deben tener accién equivalente dentro de Ia reciprocidad, Aprovechando fa circunstancia y adelanténdose a una resolucién que pudie- ra dar fuerza de ley a férmulas parciales y desviadas de su primitiva signifi. cacién, México inicia una reivindicacién de derechos hispanoamericanos y Uama la atencién de las grandes maciones sobre el abandono o 1a condescen- dencia que las ha inducido a hacer sentir su accién en el Nuevo Mundo con ayuda de los Estados Unidos, delegando a menudo en éstos la defensa de sus intereses ptimordiales, Hace pocos afios, cl Gobierno mexicano, en una nota dirigida a Inglaterra, dijo que no se avenéa a discutir reclamaciones por intermedio de una tercera potencia y que teniendo Inglaterra representante ante cl gobierno mexicano, debfa tratar directamente la cuestién que le interesaba, La entereza con que ese pafs ha venido encatando fos asuntos internacio- nales en estos titimos tiempos, culmina ahora en una forma concreta, que serd apoyada, en cuanto lo permite Ja situacién en que se encuentran, por casi todos los gobiernos de la Amética Espafiola y que alcanzard la aprobacién unénime de fos pueblos de nuestro origen, Al tomar esta tniciativa, desafiando las dificultades de orden extemo ¢ interno que se pueden prever como repre- salias, tratindose de un pais limitrofe con la potencia cuya primacfa se discute, fa nacién azteca ha realizado un acto histético. La docttina de Monroe es de tal importancia para los Estados Unidos, que aun en medio de las preocupa- ciones generales impuestas por la solucién de Ja guerta, el Scnado de Washing- ton parecié no tener més objetivo que discutir la situacién en que ese pos- tulado quedarfa en el futuro. Para los hispanoameticanos, la doctrina Monroe es més importante ain. Pudo parecer en los comienzos férmula adecuada para preservar a todo un continente de una posible vuelta ofensiva del colonialismo; pero se ha trans- formado en hilo conductor de un dafio tan grave como el que se queria evitar. Juzgéndola hoy por la gradacién de sus aplicaciones y la vistud de sus resultados, no es posible dejar de ver en ella el instrumento de una domina- cién_econémica y politica que seria fatal para la autonomia y el porvenir de las Republicas de habla espafiola. Si formulara el Japén en Oriente una doctrina parecida, si Inglaterra in- tentara imponer cn Europa una férmmla andloga, nos patecerla a todos una incongruencia. ¢Cémo no ha de serlo la pretensién que Leva a los Estados Unidos a erigirse en gerentes de la vida del Nuevo Mundo, a pesar de la di- ferencia de raza, idioma, religion y costumbres que los separa de los paises de Sudamética? 86 La protesta de México es una tentativa pata rehacer el prestigio de nacio- nalidades disminuidas por injerencias incémodas; y como ella se aplica a la situacién de veinte Repiblicas, como ella puede servir de bandera a la mitad de un continente contra la otra mitad, se puede decir, sea cual fuere el resul- tado de la comunicacién que comentamos, que frente a la doctrina de Monroe ha surgido la doctrina de México. El hecho es de tal magnitud que basta llamar Ja atencién sobre & para que todos comprendan la importancia que tiene dentro de Ia vida americana y dentro de Ia polftica internacional. [Atticulo peblisulo en EL Universe! de México, lucido en el libro La Patria Grande, Eadtoon Tavemationdl” (Berlin Machid)” sho 10221 87 POLITICA COLONIAL (1922) CuaNvo Las gtandes naciones tienden sus brazos de conquista sobre los pue- blos indefensos, siempre declaran que sdlo aspiran a favorecer el desarrollo de las comarcas codiciadas. Pero, en realidad, bien sabemos todos en qué consiste la civilizacién que se lleva a las colonias. Los progresos que se implantan sdlo son itiles a me- nudo para la raza dominadora. Se ensefia a leer a los indigenas, porque ello puede facilitar algunas de Jas tareas que el ocupante les impone. Pero la instrucci6n se limita siempre a lo superficialmente necesaric. El maestro olvida cuanto puede contribuir a despertar un instinto de independencia. Los misio- neros, laicos o religiosos, infunden Ja resignacién. Los mercaderes, que en la mayor parte de los casos son los iniciadores de la empresa, engafian y explotan con productos de venta dificil en la metrépoli, La autoridad impone una legislacién marcial. Y todo el esfuerzo del pueblo civilizador tiende a man- tener en Ja sujecién a la raza vencida, para poder arrancarle mds fAcilmente la tiqueza que devoran los funcionarios encargados de adormecerla. Si que- temos saber en qué se traduce Ja civilizacién que ofrecen los conquistadores a los pueblos débiles, interroguemos, en Notte América, a las tribus dispersas que sobreviven a la catdstrofe; consultemos, en Asia, a los habitantes de la India, diezmados por el hambre; oigamos a cuantos conocen Ia historia co- Jonial det mundo. Los que argumentan que en ciertos casos puede ser dtil guiar y proteger a los pueblos jévenes, dan forma al sofisma més peligroso. Nada seria més fu- nesto que admitir, aunque sea transitoriamente, la supersticién semicientifica de las razas inferiores, Se podria sacar de esa debilidad un argumento peligroso hasta para la misma libertad interna de los grandes pueblos. Si admitis que hay grupos nacioneles que a causa de su civilizacién pueden aspirar a conducir ocasionalmente a los ottos —dirfan algunos— tendréis que reconocer que hay clases sociales dignas de guiar a las menos preparadas; y si en el orden inter- nacional tolerdis que un pueblo audaz se sustituya a la voluntad de un 88 pueblo inexperto, en el orden nacional tendeéis que eceptar también Je tutela de una clase dominante sobre la muchedumbre desorganizada. Desde el comienzo de los siglos ha habido razas y clases sin derechos de ningiin géneto, y éstas han sido explotadas por otras razas o clases més ins- truidas, mas belicosas o mas habiles. No es posible combatir Ia injusticia de adentro sin condenar la de afuera o aplaudir la injusticta de afuera sin san- cionar la de adentro. [Det tibro Le Patria Grande, Editora Internacio- nal, 1922], 89 EL LOBO Y LOS CORDEROS (1923) PARA ENCONTRAR el origen de mi conviccién en lo que se tefiere al peligro que el imperialismo norteamericano representa con respecto a los pueblos de habla espafiola y portuguesa en el Nuevo Mundo, tendria que temontar- me hasta el afio 1900 cuando, apenas cumplidos los veinte aiios, hice el primer viaje a Nueva York. En el fondo de mi memotia veo el barco holandés que enclé en el enorme puerto erizado de méstiles, ennegrecido por el humo. Las sirenas de los barcos aullaban en jaurfa alrededor de una gigantesca Libertad, sefialando el mar con su braze simbélico, Los rascacielos, desproporcionadamente etguidos so- bre otros edificios de dimenstones ordinarias, las aceras atestadas de transetin- tes apresurados, los ferrocatriles que huian en la altura a lo largo de las ave- nidas, las vidrieras de los almacenes donde naufragaban en océanos de luz Jos més diversos objetos, cuanto salta a los ojos del recién llegado en una pri- mera visién apresurada y nerviosa, me hizo entrar al hotel con la alegtia y el panico de que me hallaba en el pueblo més exuberante de vida, més extraor- dinario de vigor que habia visto nunca. Yo llegaba directamente de Francia, después de dos afios pasados en Paris y el viaje, que no obedecfa a ninguna finalidad concreta, a ninguna idea pre- concebida, era exclusivamente de turista curioso, de poeta errante que busca tierzas nuevas y paisajes desconocidos. Después de publicar en Paris varios libros, senté fa curiosidad de conocer la vida y las costumbres del portentoso pais que empezaba a asombrar al mundo y algunos articulos publicados en pe- queiias revistas reflejaron, en su tiempo, mis primeras admiraciones. Como viajero, Ievaba dos puntos de arranque o de comparacién: Buenos Aires, donde he nacido, y Paris, donde acababa de iniciar la cartera como escritor. Afiediré que mi cultura eta exclusivamente literatia, ajena a toda sociologia y a toda politica internacional, Ignoraba el imperialismo, no me habia detenido nunca a pensar cudles pudieron ser las causas y las consecuen- cias de la guerra de los Estados Unidos con Espaiia y estaba lejos de adivinar 90 el drama silencioso y grave que se desarrolla en el Nuevo Mundo, partido en dos por el origen y ef idioma. De suerte que no cabe imaginar antipatia, pre- juicio u hostilidad previa. El pueblo norteamericano no era pata mi, entonces, més que un gtan maestro de vida superior y celebré sin reservas el inaudito esfuerzo desarrollade en poco mds de un siglo. Las comprobaciones penosas para nuestro patriotismo hispanoamericano, las inducciones inquietantes para el porvenir, las pruebas de Jas intenciones que abriga el imperialismo en lo que tespecta al resto del Continente, empezaron a nacer a mis ojos en el mismo territorio de los Estados Unidos. Yo imaginaba ingenuamente que Ja ambicién de esta gran nacidn se limi- taba a levantar dentro de sus fronteras la mds alta torre de poderio, deseo legitimo y encomiable de todos los pueblos y nunca habia pasado por mi mente Ia idea de que ese esplendor nacional pudiera resultar peligroso para mi patria © para las naciones que, por la sangre y el origen, son hermanas de mi patria, dentro de Ja politica del Continente. Al confesar esto, confieso que no me habia detenido nunca a meditar sobre Ja marcha de Jos impcrialismos en Ia historia. Peto leyendo un libto sobre la politica del pafs, encontré un dia citada la frase del senador Preston, en 1838: ‘La bandera estrellada flotaré sobre toda la América Latina, hasta la Tierra del Fuego, tinico limite que re- conoce fa ambicién de nuestra taza”. La sorpresa fue tan grande, que vacilé, Aquello no era posible. Si un hom- bre de responsabilidad hubiera tenido Ia fantasia de pronunciar realmente esas palabras —me dije— nuestros pafses del Sur se habrian levantado en seguida, en una protesta undnime. Cuando tras el primet movimiento de in- credulidad, recurti a las fuentes pude comprobar a la vez dos hechos amargos: que la afirmacién era exacta y que los politicos de Ja América Latina la habfan dejado pasar en silencio, destumbrados por sus mfseras reyertas interiores, por sus pueriles pleitos de frontera, por su pequeiia vida, en fin, generadora de Ia decadencia y del eclipse de nuestra situacién en el Nuevo Mundo. A partir de ese momento, dejando de lado 1as pteocupaciones liticas, lei con especial interés cuanto se referia al asunto. ¢Era acaso posible dormitar en Ia blanda literatura, cuando se ponfa en tela de juicio el porvenir y la existencia misma de nuestro conjunto? Asi aprends que el territorio que ocupaban Jos Estados Unidos antes de la Independencia, estaba limitado al Oeste por una linea que iba desde Quebec hasta 1 Mississipi y que las anti- guas colonias inglesas fueron trece, con una poblacién de cuatro millones de hombres, en un dtea de un millén de kilémetros cuadrados. Luego me enteré de la significacién det segundo Congreso de Filadelfia en 1775; de la campafia contra los indios, de la ocupacién de La Florida, cedida por Espafia en 1819 y de Ja vertiginosa marcha de la frontera Oeste hacia el Pacifico, anexando tierras y ciudades que Ilevan nombres espafioles. Estas nociones elementales que —dada la insttaccién incompleta y sin plan, que es la caracteristica de fas escuelas sudameticanas— no habia encon- trado nunca a mi alcance, durante mis estudios de bachiller, aumentaron la curiosidad y Ia inquietud. En un diario lef un artfculo en que se amenazaba ot a México, recotdando conminatoriamente cuatro fechas, cuya significacién busqué en seguida. En un texto de historia descubr{ que, en 1826, Henry Clay, secretario de Estado norteamericano, impidié que Bolfvar evara la revolucién de Ja Independencia hasta Cuba. En un estudio sobre la segregacién del virreinato de Nueva Espafia, hallé rastros de Ja intervencién de los Es- tados Unidos en el separatismo de algunas colonias, esbozando la politica que después se acentué en las Antillas, Mas tarde, conoci las exigencias del general Wilkinson y empecé a tener Ja revelaci6n, sin comprender atin todo su alcan- ce, de la politica sutil que indujo a dificultar Ja accién de Espafia, explotando el conflicto entre Fernando VII y Bonaparte. Todavia no se habia publicado el formidable libro del escritor y diplomatico mexicano don Isidro Fabela y no existia una historia general del imperialismo en el Continente. Incompletas, sin conexién, al azar de lecturas sumarias que dirigié la ca- sualidad en la desorientacién de fa primera juventud, fueron Iegando asi hasta el espiritu las primezas verdzdes basadas en hechos incontrovertibles que conocfan todos los hombres ilustrados del mundo y que sélo los hispanoameri- canos a quienes especialmente se referian, pareciamos ignorar, sumidos como estébamos y como seguimos estando en un letargo inexplicable, Las interrogaciones se alinearon entonces las unas junto a las otras. ¢Cémo no sutgi6 una protesta en toda la América de habla espafiola, cuando los te- rritorios mexicanos de Texas, California y Nueva México fueron anexados a los Estados Unidos? ¢Por qué razén no hubo en el Continente una subleva- cién de conciencias, cuando los que fomentaron el separatismo en Cuba en nombre de la libertad, invocando altos ptincipios de justicia y argumentando el derecho de los pueblos a disponer de su suerte, impusicron la Enmienda Platt y fa concesidn de estaciones navales estratégicas en las costas de la isla? ¢Se concilia acaso, con la plena autonomia de nuestros paises la existencia en Washington de una oficina de repéblicas hispanoamericanas, que tiene le vrganizacién de un Ministerio de Colonias? ¢No implica la doctrina de Mon- toe un protectorado?, etc... . El mapa daba a las preguntas una significacién especial. A un siglo de distancia, las trece colonias inglesas que tenfan una poblacién de cuatro mi- llones de hombres y ocupaban un drea de un millén de kilémetros cuadrados, se habfan transformado en una enorme nacién compuesta de cuarenta y cinco Estados, que retinen una poblacién de cien millones de habitantes y cubren un area de diez millones de kilémetros cuadrados, donde saltan a los ojos los nombres nuestros —Santa Fe, San Francisco, Los Angeles— como un repro- che que viene desde el fondo de las épocas contra la incuria y el indiferen- tismo de una raza. Lo que en realidad aparecfa ante los ojos, superponiéndose a las Iineas coloreades de 1a carta geogrdfica, era el dolorosa drama de un Continente, descubierto bajo la bandera de Espafia, que fue Ja primera en flamear en los mares de] Nuevo Mundo, ganado a la civilizacién con [a inteligencia y con Ja sangre de los heroicos exploradores que hablaban la lengue castellana, fe- 92 cundado por nuestra religién, anexado un momento a la plenitud de nuestra gloria, sin rival entonces en el mundo y atacado después por influencias extra- fias que hacfan pie en ¢l y se extendian omnipotentes, venciendo a los que primero egaron y haciéndoles retroceder, no sdlo en la posesién de la tierra, sino en la influencia moral, no sdlo en el presente, sino en el porvenir. Falta de destreza en las lides diplomadticas, ausencia de previsién y de orden, indisciplina a la vez y anquilosamiento, acaso Iégica fatiga después de largas cabalgatas en los siglos, faltas, en fin, de Ja voluntad o del cardcter, habian agrietade y disuelto ef inmenso imperio, aislando a la antigua metrépoli his- pana en los picachos de sus recuerdos y abandonando en pleno océano, a mer- ced de las tempestades, a veinte repiblicas que no atinaban a encontrar rum- bo, porque a los grandes patriotas de la independencia que tendieron siempre a la contederacién, habfan sucedido los caudillos o los gobernantes timoratos © ambiciosos que, después de multiplicar durante una genetacién las subdi- visiones para creat feudos o jerarqutas, se debatfan, prisioneros de los ertores pasados, en el sdlvese quien pueda de una muchedumbre sin solidaridad. Del suefio grandioso de los grandes hombres que encabezaron el levanta- miento de las antiguas colonias, sélo quedaba un recuerdo lejano y un fracaso tangible: Bolivar en el Notte y San Martin en el Sur, habian iniciado vastas conglomeraciones que tendian a hacer de los antiguos virreinatos un conjunto coherente, una nacién vigorosa que, por su extensién y su poblacién, hubiera podido aspirar a equilibrar en este siglo el peso de los Estados Unidos. Pero las tivalidades mezquinas, los estrechos localismos, las ambiciones violentas, la baja envidia, todos los instintos subalternos habfan anulade La accién de esos préceres, multiplicando los desmigajamientos artificiosos y haciendo de la ‘América Latina un imponente semillero de pequefias tepublicas, algunas de las cuales tenfan menos habitantes que un barrio de la ciudad de Nueva York. Eran veintiséis millones de kilémetros cuadrados, escalonados desde el tépico hasta los hielos del Sur, con todos los cultivos, con las riquezas més inverosimiles y en esa enorme extensién vivfan ochenta millones de hombres, indigenas unos y herederos de las civilizaciones més grandes que conocié la América antes de la Conquista; espafioles otros de origen o mezclados entre st, pero unificados todos, con el aporte de inmigraciones cuantiosas, cn una masa Unica que hablaba Ia misma lengua, tenia la misma teligién, vivia bajo las mismas costumbres y se sentfa ligada por los mismos intereses. Sin embar- go, en vez de formar una sola nacién, como Jo hicieron las colonias anglosa- jonas que se separaron de Inglaterra, estaban divididas en veinte paises dife- Tentes y a veces hostiles entre sf, sin que asomara la razén o la Iégica de esas subdivisiones que slo servfan para sancionar el desamparo y Ia debilidad colectiva. Contemplando el mapa se advertfa que no se habfan respetado ni las anti- guas divisiones de virreinatos, las unicas que hubieran podido justificar en cierto modo una organizacién fragmentaria, del conjunto que reclamara y al- canzata simultdéneamente la independencia. En el afén de multiplicat los cargos publicos para satisfacer Ia avidez de los que en muchos casos no tenian més 93 Propésito que dominar y obtener satisfacciones personales, sc habfan trazado al capricho las fronteras sin buscar, Jas més de las veces, ni la precaria justifi, cacién de tradiciones locales, accidentes geogréficos 0 intereses econémicos especiales. Las patrias habfan nacido a menudo de una sublevacién militar o de una diferencia de amor propio entre dos hombres, Y lo que pudo ser una gran fuerza altiva que interviniera eficazmente en los debates del mundo de- fendiendo los intereses y las concepciones de ua grupo realmente sélido, creado por la historia, estaba teducido a un doloroso clamorear de nicleos débiles que se combatfan entre si o se agotaban en revoluciones absurdas, sin fuerza material ni moral para merecer cn conjunto el respeto de las grandes naciones. Asi fui aprendiendo, al par que la historia del impetialismo, nuestra propia historia hispanoamericana en la amplitud de sus consecuencias y en su filosoffa final. Lo que habia aprendido en la escuela, era una interpretacién regional y mutilada del vasto movimiento que hace un siglo separé de Espafia a Jas antiguas colonias, una crénica local donde predominaba la anécdota, sin que Ilegara a surgir de los hombres y de las fechas una concepcién superior, un criterio analitico o una percepcién clara de lo que el fendmeno significaba para América y para el mundo, ¥ con el conocimiento de la historia comtin, venia la amarga tristeza de comprender que nuestros males eran obra, més que de la avidez de Jos extrafios, de nuestra incapacidad para la lucha, de nuestta falta de conocimiento de las leyes sociolégicas, de nuestra visidn es- trecha y ensimismada, de nuestra dispersién y nuestro olvido de los intereses trascendentales, Los Estados Unidos, al ensancharse, no obedecfan, al fin y al cabo, més que a una necesidad de su propia salud, como Jos romanos de las grandes épocas, como los espafioles bajo Carlos V, como los franceses en tiempo de Napoleén, como todos los pueblos rebosantes de savia, pero nosotros, al ignorar la ame- naza, al no concertarnos para impedirla, ddbamos prueba de una inferioridad que pata los autoritarios y los deterministas casi justificaba el atentado. Si cuando las colonias anglosajonas del Norte se separaron de Inglaterra, hubiera aspirado cada una de ellas a erigitse en nacién independiente de las otras, si se hubieran desangrado en cien luchas civiles, si cada uno de esos grupos tuviera su diplomacia independiente, ¢se hallarfan los Estados Unidos en Ia situacién privilegiada en que se encuentran ahora? ¢Es posible escribir una historia del estado de Connecticut aisladamente de la historia de los Estados Unidos, ofreciendo a la juventud un ideal superior que cohesione y xetenga? Si existieran severas aduanas entre los diferentes Estados de la Con- federacién Norteamericana, gserfa posible pensar en el estupendo desarrollo comercial que comprobamos hoy? Desde los origenes de su independencia, cuando estipularon gue las tropas que acompafiaban a Lafayette volverfan después de contribuir a determinar Ja independencia americana a su pals de origen sin intentar reconguistar el Canadé, que Francia acababa de perder por aquel tiempo; desde que hicieron fracasar el Congreso de Panamé, aun en medio de] desconcierto producido por la Guerra de Secesién, los Estados Uni- 94 dos han desarrollado, dentro de una politica de perspicacia y de defensa pro- pia, un pensamiento central de solidaridad, de autonomia y de grandeza. Nuestras reptiblicas hispanoamericanas, en cambio, que han aceptado a veces el] apoyo de naciones extrafias a su conjunto pata hacer la guerra a paises her- manos limftrofes, que han llegado hasta requerir esa ayuda extranjeta pata las Juchas intestinas, que han entregado la explozacién de sus tesoros a empresas de captacién econémica, que creen aldeanamente en la buena fe de la politica internacional y se ponen a la zaga det resbaloso panamericanismo, gno son en fealided naciones suicidas? gNo son dignas descendientes de nuestra ad- mirable y roméntica Espaiia que, cegada por la espuma de sus infecundos debates internos ignoraba que al enajenar la Florida en 1819, firmaba, a pocas décadas de distancia, {a irremediable pérdida de las Antillas? Asi razonaba el que escribe mientras recorrfa las calles de Nueva York en el deslumbramiento y la gloria de Ja portentosa metrdpoli. Ciertas palabras de Bolfvar, que habfa relefdo en esos dfas, zumbaban en los ofdos: “Primero el suelo nativo que nada, él he formado con sus elementos nuestro ser, nuestra vida no ¢s otra cosa que la herencia de nuestro pobre pais, alli se encuentran Jos testigos de nuestro nacitiento, los creadores de nuestra educacién, los sepulcros de nuestros padres yacen alli y nos reclaman seguridad y reposo; todo nos recuerda un deber; todo nos excita sentimientos tiernos y memotias delicadas; allé fue el teatro de nuestra inocencia, de nuestros primeros amo- ses, de nuestras primeras sensaciones y de cuanto nos ha formado”. El litico pérrafo estaba al diapasén de los fervores juveniles. “Si —aitadia yo, hablando conmigo mismo, mientras descendfa por Broadway en el estruen- do indescriptible de la colmena enorme— la patria antes que neda, todo el bienestar, todo el progreso, toda la riqueza, toda la civilizacién, no valen To que vale ef rincén modesto y tibio en que nacimos. Si los grandes ferrocarri- Jes, las casas de treinta pisos, y la vida vertiginosa, la hemos de pagar al precio de nuestras autonomias, prefiero que perdure el atraso pattiarcal de nuestros Jejanos villorrios”. Y¥ en Ja imaginacién surgia, junto a la monstruosa Babel de la desembocadura del Hudson, no la sombra de mi Buenos Aires natal, que ya era también por aquel tiempo una gran ciudad a la europea, sino el recuerdo de remotos caserfos semisalvajes que habfa tenido ocasién de visitar en América, En medio del mareante remolino del bartio de Jos negocios, donde hasta las piedras parccian trepidar con una actividad humana, los evocaba con especial satisfaccién. Aquello podfa ser absurdo, aquello podia ser incémodo, aquello podia ser Ia barbarie, pero aquello era’ mio. A medida que crecia mi admiracién por los Estados Unidos, a medida que sondeaba la podetosa grandeza de esc pueblo que indiscutiblemente eclipsaba cuantos progresos materiales habla sofiado yo en Europa, se afirmaban y acrectan mis temores, La bandera norteamericana ondeaba en las torres, bal- cones y vidrieres, aparecia en los avisos, en los libros, en los tranvias, reinaba en los escenarios de los teattos, en las paginas de los periddicos y hasta en los productos farmacéuticos, en un delirio de nacionalismo triunfante, como si se abriera una nidada de aguiluchos, dispuesta a transportar a los hechos las 95 previsiones de Mr. Stead en su libro La americanizacién del mundo en el siglo XX. jCudn poderosos eran los Estados Unidos! Mi Espafia rumultuosa y popu- lachera, con sus grandes multitudes oleosas que invaden al atardecer las calles esttechas cntte el rumor de los pregones y las charlas ruidosas de los geupos; mi buen Paris de los bulevares alegres, cubiertos de mesas rumoreantes en las gtises divagaciones de los crepisculos, mi Italia coloreada, evocadora y me- ridional, hecha de languideces y de rayos, de odios y de amores, toda la vieja latinidad, triunfadora en otras épocas, quedaba tan eclipsada, que en las inter- minables avenidas cortadas en todas las direcciones por locomotoras jadeantes que escupfan humo sobre los vidrios y ensordecian al transetinte con el fragor de sus ruedas, en las calles obstruidas de automéviles y transetintes por donde se abria paso a veces, anunciada por una campana febril, la fuga infernal de los carros de los bomberos, tuve la sensacién de haber salido de Ja érbita de mi destino para explorar edades desconocidas, en la vaga lontananza de épocas que no hubieran Iegado ain. Al mismo tiempo que mis admiraciones aumentaban mis desilusiones, Oh, jel pats de la democtacia, del puritanismo y de la libertad! Los Estados Unidos eran grandes, poderosos, présperos, asombrosamente adelantados, maestros supremos de energia y de vida creadora, sana y confortable, pero se desarrollaban en una atmdsfeta esencialmente practica y orgullosa, y Ios prin- cipios resultaban casi siempre sacrificados a los intereses o a las supersticiones sociales, Bastaba ver [a situacién de] negto en esa repdblica igualitaria para comprender Ja insinceridad de las premisas proclamadas. Expulsado de las universidades, los hoteles, los cafés, los teatros, los tanvias, sélo parecfa estar en su sitio cuando en nombre de Ia ley de Lynch le arrastraba Ia multitud por Jas calles. Y era que si en los Estados Unidos existe una élite superior capacitada para comprender todas Jas cosas, Ja masa ruda autoritaria, sélo tiene en vista fa victoria final, como todos los grandes micleos que han do- minado en los siglos. Excepcién hecha del grupo intelectual, Ja mentalidad del pais, desde el punto de vista de las ideas generales, se resiente de la motal expeditiva del cowboy violento y vanidoso de sus misculos que civilizés el Far West arrasando a Ja vez la maleza y las razas aborigenes en una sola manotada de dominacién y de orgullo. Se sienten superiores y dentro de la Jégica final de la historia lo son en tealidad, puesto que triunfan. Poco importa que pata contestat a la burla sobre nuestras revoluciones, nuestras mezclas indfgenas, nuestros gustos meridionales y nuestras preocupaciones literarias, forcemos al llegar a Nueva York una sonrisa para satirizat la tendencia yan- qui a bautizar las malas acciones con nombres atrayentes, rejuveneciende la imgenua habilidad del personaje de la novela francesa que llamaba besugo al conejo para ayunar sin dejar de comer carne, en Cuaresma. El hecho in- destructible es que los Estados Unidos, sacrificando las doctrinas pata preser- var sus intereses, creen cumplir hasta con su deber, puesto que preparan la dominacién mundial, para la cual se cteen elegidos. 96 ‘Un supremo desprecio por todo lo extranjeto, especialmente por cuanto anuncia origen latino y una infaruacién vivificante, un poco parvenu, pero sdlidamente basada en patentes éxitos, da al cardcter norteamericano cierta tosca y brutal tendencia 2 sobrepasar a otras razas, cierto exclusivismo diabé- lico que dobla y humilla al que Hega. Mas de una vez tuve que hacer una ré plica severa o que interrumpir un didlogo para no oft apreciaciones injuriosas sobre la América Latina. Nosotros éramos los salvajes, los fenémenos ridicules, Jos degenerados para la opinién popular. En los nticleos cultos se evitaba cuan- to podfa ser personalmente molesto, pero nadie ocultaba su desdén olimpico por las “republiquetas de aventureros’’ que pululaban al sur de la Confederacién Norteamericana. Los grandes diarios hablaban sin ambages de la necesidad de hacer sentir una “mano fuerte” en esas “madrigueras” y acabar con las aso- nadas y los desdrdenes que interrumpian el sagrado business del tio Sam. Los politicos prodigeban en el Senado las mds inverosimiles declaraciones, como si Ja Casa Blanca ejetciera realmente jurisdiccién hasta el cabo de Hornos y no taviera Ja més vaga noticia de la autonomfa de nuestras republicas, Y estaba tan cargado el ambiente que en un gran mitin electoral, donde tiun- faba en todo su esplendor ef prestigio de la nueva democracia of, entre aplau- sos, afirmaciones que preparaban la frase histérica que tantos comentarios levanté después: “Hemos empezado a tomar posesién del Continente”. {Hemos empezado a tomar posesién del Continente! Un politico notorio pudo lanzar esa afirmacién en una asamblea publica y toda la América Latina callé. ¢Qué sopor, qué ceguera, qué perturbacién mental inmovilizaba a nues- tros pueblos en el carro despefiado que nos Ilevaba a todos al abismo? Los gobernantes hispanoameticanos, obsesionados por el pequefio c{rculo en el que viven, ceftidos por pteocupaciones subalternas, sin visidn general del Continente y del mundo, tienen de Ja diplomacia una concepcién ingenua. No se atienen a los hechos sino a las palabras. Pero, gpor qué no tomaban nota de aquellas palabras? Ast ha venido anemidndose dutante un siglo la América Latina y asf ha venido robusteciéndose la América inglesa al amparo del candor de los unos y de la suprema habilidad de los otros. Los Estados Unidos se han mostrado creadores en todos los étdenes y han tenido la ciencia de transformat Jeyes y procedimientos, principios y sistemas, desde la ensefianza hasta el periodis- mo, desde fa agricultura hasta la edificacién. Un sabio desarrollo de Ja iniciativa y una tendencia experimental han dado a esa nacién la capacidad necesaria para subvertir y perfeccionar lo conocido, sobrepasando cuanto existié en las civilizaciones que al principio imitaron. Seria vano suponer que estos progtesos no han tenido un pendant en la di- plomacia. La elevacién material no ha sido un hecho aislado y mecénico sino el resultado de una mayor capacidad mental que se manifiesta en todos Jos resottes. A los edificios de cincuenta pisos, corresponden ideas de cincuenta pisos también. De Nueva York por Chicago, Omaha y Salt Lake, llegué a San Francisco, donde, sea dicho al pasar, abundan los mister Pérez y mister Gonzélez que, 97 después de haberse afeitado las barbas y el origen, bablan, con singular des- dén, de sus ex hermanos del sur. La prodigiosa fuerza de atraccién y de asimilacién de los Estados Unidos estd basada, sobre todo, en Jas posibilidades (u opottunidades, como alli se des lama) de prosperidad y de accién que ese pats ofrece a los individuos. La abundancia de empresas, ef buen gobierno, los métodos nuevos, la multiforme flexibilidad de la vida y la prosperidad maravillosa, abren campo a todas Jas iniciativas. Alcanzado el éxito, este seria motivo suficiente pata retener al recién Hegado por agradecimiento y por orgullo, aunque no surgiera, domi- ndadole, todo el contagio de Ia soberbia que esté en la atmésfera. Algunos hispanoamericanos que emigtan de reptblicas pequefias, empujados por dis- cordias politicas y logran labrarse una pasable situacién en las urbes populosas del Notte, se desnacionalizan también, llevando [a obcecacién, en algunos casos, al extremo de encontrar explicables hasta los atentados cometidos contra su propio pats. Sucle ocurrir, cn otro orden, que estudiantes muy jévenes que partieron de nuestro seno para seguir una carrera en universidades de la Unién, se dejan marear por el ambiente nuevo o por las comodidades materiales que 4l oftece y vuelven a su patria desdefiosos y altivos, proclamando en inglés Ja necesidad de inclinarse, auxiliares inconscientes de la misma fuerza que debe devorarlos. En esta blandura esté acaso el peor sintoma de nuestra descom- posicién y de nuestra vulnerabilidad. Podemos admirar el progreso y la gran- deza que ha Ievado en un siglo de vida a ese pais hasta las més altas cispides, podemos ser partidarios de que las naciones hispanoamericanas cultiven con los Estados Unidos excelentes relaciones comerciales y diplomdticas, podemos desear ver aclimatadas en Hispanoamérica todas las supetioridades de educa- cién, orden, confort y prosperidad, pero ello ha de ser sin ceder un dpice de la autonomfa de nuestras naciones, tratando de pats a pats, de potencia a po- tencia, sin abdicacién ni sometimientos, salvaguardando distintivas, idiomas, altivez, bandera, presente y porvenir. La Amética Latina, préspera y en pleno progreso en algunas reptblicas, retardada en su evolucién en otras, tiene todo que aprender de los Estados Unidos y necesita la ayuda econémica y técnica de ese gran pueblo. Pero, ces fuerza que para obtenerla renuncie a sus especiales posibilidades de desattolio, a su personalidad claramente definida, a sus antecedentes imborrables, a la facultad de disponer de si misma? En este estado de espiritu, segui por la costa hasta Los Angeles y San Diego. Desde Ia altima de estas ciudades, por ferrocarril, Hegué a la frontera de México, deseoso de conocer ese pafs que habfa sufrido tantas injusticias de parte de los Estados Unidos y que, limitrofe con ellos, en el extremo norte de Ja parte hispanoamericana, representa algo asi como el comin murallén y el rompcolas histérico que, desde hace un siglo soporta los aluviones y defien- de a todo el Sur. En la época en que se desarrollaba este primer viaje, del cual sdlo hablo a manera de antecedente, se hallaba a la cabeza de la repiiblica el general don 98 Porfitio Diaz, rodeado de un grupo de hombres particularmente inclinados a contemporizar con el peligro, haciendo la part du feu. Se extremaban por entonces en aquella tepéblica los métodos de manse- dumbre, bondad y obsequiosidad que hoy siguen empleando la mayor parte de los paises del Sur, sin advertir que cuanto més grande son las concesiones, més crecen las exigencias en un engtanaje que acostumbra a un pueblo al sometimiento y engrie al otto fatalmente. Es la carretera que lleva a dos abis- mos, a la anulacién total de la nacionalidad, determinada gradualmente por sucesivas abdiceciones o una ultima resistencia desesperada, que obliga a aftontar en peores condiciones el mismo conflicto que originartamente se de- seaba evitar. Desde la frontera surge viva y patente Ja oposicién inconciliable entre los dos conjuntos. El anglosajén, duro, altivo, utilitario, en la infatuacién de su éxito y de sus musculos, improvisa poblaciones, domina a la naturaleza, im- pone en todas partes el sello de su actividad y su ambicién, auxiliado y ser- vido como lo fueron los romanos de las grandes ¢pocas por razas sometidas —indios, chinos, afticanos— que recogen las migajas del festin, desempe- fiando tareas subalternas. Frente a €!, el mexicano de pura descendencia espa- ola o mestizo, prolonga sus costumbres despreocupadas y acepta los presentes del suelo, fiel a tendencias contemplativas o sofiadoras que Je Mevan a ser desinteresado, dadivoso y caballeresco, susceptible ante el igual, Ilano con el inferior, dentro de una vida un tanto patriarcal, donde el indio no esté clasi- ficado por su raza, sino como los demés hombres, por su ilustracién y su culzura. Los rastros de la tenaz, ininterrumpida infiltracién, los encontramos, desde el puente sobre el rio Bravo que separa los dos territorios, en todas Jas mani- festaciones de la actividad, empresas, hoteles, transportes, como si la sombra de los Estados Unidos se proyectara fatalmente sobre las comarcas vecinas. El ferrocarri] que me condujo por Chihuahua, Zacatecas, Aguas Calicntes y Gua- ajuato, hasta la Capital, pertenecfa por aquel tiempo a una empresa norte- americana y los revisores y empleados de todo género hablaban casi exclusi- vamente el inglés, con grave perjuicio para los viajeros que no podfan hacerse entender cr su propia tierra. Algo de esto ha sido corregido después por la revolucién mexicana de 1913, que, desde el punto de vista internacional, representa una reaccién. La politica def Gral, Diaz estaba hecha, como dije, de genuflexiones que empezaban en los ferrocarriles del Norte y acababan en el arrendamiento de la Bahfa de la Magdalena, pasando por los resortes m&s importantes del pais. Era la hora en que los Estados Unidos desarrollaban la “‘penetracién pact. fica” y el “partido cientifico” de México empleaba la tdctica de las “conce- siones hdbiles”. Hasta que llegé el momento en que, por oportunista y con- ciliante que fuera, el Gobierno de México no pudo hacer ms concesiones, La entrevista celebrada en El Paso entre el general Dfaz y el presidente Taft, dio por resultado la ruptura silenciosa. Una negativa para reforzar la juris- diccién notteamericana en la Baja California, Ia proteccién prestada al presi- 99 dente de Nicaragua, don José Santos Zelaya, que escapé a las represalias en un cafionero mexicano y un hipotético Tratado secreto con el Japén, fueron las razones propaladas oficialmente. Acaso mediaron otras. El caso es que desde ese momento inicié el viejo autécrata mexicano su tardia resistencia al impe- rialismo. Y por coincidencia singular desde esc dia fue también posible la primera revolucién, cacabezada por don Francisca Madero. Cuando Iegué por primera vez a la capital de México, en 1901, era aquella una prospeta ciudad de més de medio millén de babitantes, donde se respi- raba un ambiente de cultura y bienestar. Recuerdo el derroche de Iujo, las fiestas frecuentes, el progreso urbano y como nota especial y pintoresca, el pomposo desfile def presidente por la calle de Plateros, en una gtan carroza seguida pot un regimiento de aquella “guardia rural”, tan tfpica y tan aitosa que Ilenaba Jas funciones de la gendarmeria en Francia o de la guardia civil en Espaiia, cuerpo selecto que con sus trajes de charro mejicano y sus briosos caballos enjaezados a la moda del pafs, daba una extrafia sensacién de bizarrta, Lo primero que se notaba al llegar, era la falta de libertad interior. No habfa mds partido politico que’ el que estaba en las alturas; no asomaba un solo diario de oposicién, no se celebraba un mitin que no fuera para ensalzar al Gobierno inamovible que enlazaba sin accidente un perfodo con otro, en la serena continuidad de una monarqufa. El poder central tenia la destreza de atraer a los unos con prebendas y de amedrentar a los otros con sanciones, estableciendo en la apariencia una unanimidad adicta. Sin embargo, se adivie naba en la sombra, como contraposicién al sometimiento, la rebelién deso- tientada que debia dar nacimiento @ la anarguia futura. Desde el punto de vista de la prosperidad, el pafs se hallaba aparentemente en excelentes condiciones. Grandes trabajos ptiblicos, empresas poderosas, fertocarriles en construccién, edificios monumentales sorprendian al viajero que habia ofdo hablar en los Estados Unidos con tan irrevocable desdén del pais vecino. Pero, horadando esa apariencia de desenvolvimiento financiero y auge nacional, se descubrfan los hilos de oro que ponian en movimiento desde el extranjero todos Ios resortes. Econémicamente el pais estaba, en realidad, en poder de los Estados Unidos. A los hombres politicos mexicanos que evaban por entonces el timén del pais, no tuve ocasién de conocerlos, Of citar a un financista, un general y un diplomético como petsonas aptas y perspicaces, pero es casi seguro que la politica interior, el mantenimiento del régimen, Ja conservacién de les si- tuaciones adquiridas, nuestra bambolla oficial de siempre, retenfan por com- pleto su atencidn. El descuido y la falta de ideales han sido Ja distintiva de nuestros gobiernos. ¥ como en aquel tiempo no existian muchas de las causas tangibles de inquictud que hoy arremolinan los espfritus, ef olvido tenfa que ser més hondo y el suefio m4s completo. En el pueblo, sin embargo, y especialmente entre la juventud existia un vivo resentimiento y una hostilidad marcada contra “‘el gringo”. En el hotel, en el café, en el teatro, se acvertia claramente el antagonismo que nacia, como nacen los grandes sentimientos colectivos, sin reflexién ni [égica, del recuerdo 100 confuso y de la instintiva adivinacién, La manera despectiva y autoritaria de los turistas norteamericanos tenfa su parte en el asunto, pero las grandes cottientes no nacen de incidentes individuales y callejeros. Habfa algo més gtave que venia de afio en afio en la honda ttadicién verbal del pueblo que no lee periddicos ni forma parte de los corrillos en las ciudades, algo que era como un inextinguible rencot por la guerra abusiva y las expoliaciones de 1845 y 1846 algo que traducfa Ja imborrable célera de un conjunto valiente desarmado ante la injusticia, algo que parecia hacer revivir en los corazones el grito del ultimo cadete de Chapultepec al rodar al abismo, ante [a invasién triunfante, sin separarse de su bandera. El pueblo sabia que la mitad del te- rtitorio de su patria le habfa sido arrebatada por el pais vecino, sentia la in- fluencia creciente que ese mismo pais venia ejerciendo sobre la tierra que atin le quedaba y adivinaba en cl porvenir Jas nuevas agtesiones que debian producirse. Una voz del pasado y wna voz del porvenir murmuraban al ofdo del “pelao” perdido en 1a Wanura y del adolescente que apenas entraba en la Universidad, que el extranjero invasor estaba siempre en las ciudades, si no en forma de soldados, en forma de empréstitos, en fotma de intrigas diplo- méticas, en forma de influencia a veces sobre los propios gobiernos y la eter- na presencia de aquella sombra en el suelo ensangrentado y mutilado por ella, mantenfa latente Ia itritacién y la cdlera a pesar de Ja prédica de los periédi- cos y las manifestaciones oficiales. No era fruto ese estado de una propaganda agitadora. Nadie hablaba en ptiblico del asunto. Pero en el mutismo y en Ja inaccién, aislados los hombres los unos y Jos otros, de una manera simultdnea, iséctona, surgfa el mismo pensamiento contra el intruso que, después de ha- berles despojado de Ja tierra, les suplantaba en la riqueza; contra “el gringo” que abusaba de Ia superioridad de su poder y su malicia, para explotarle en todas las ocasiones, pata engafiarles en todas las encrucijades, para humillar- les en todos los momentos con el refinamiento de crueldad, de parecer siem- pre inocente y hacer caer la culpa y la vergiienza sobre los mismos sacrificados. Cuanto mds humilde era la situacién social, mas didfano parecia ese senti- miento, como si Ja incultura y la falta de intereses econémicos y comptomisos sociales acentuara, con Ja sinceridad, la libre expresién de una palpitacién general; cuanto mayor era [a juventud, se exteriorizaba la corriente con mas impetu, como si a medida que transcurrfa el tiempo y se alejaban las épocas de sacrificio y de dolor, se afirmara més y m4s en las nuevas generaciones el rencor causado por ia injusticia. No se ha comprendido atin el alcance de esa brusca anexién de un territorio de dos millones de kilémetros cuadrados, que va del Golfo de México a la costa del Pacifico. Desde los apellidos de los primeros exploradores —Cami- llo, Alarcén, Coronado, Cabeza de Vaca— hasta los nombres de las ciudades —Los Angeles, San Francisco, Santa Barbara— todo indica el franco origen hispano. Pertenecian a México desde la independencia por Ia geografia, por el idioma, por Ja raza y no habia la sombra de un litigio que pudieta justificar reclamaciones. Sin embargo, en un momento dado, se desencadené a invasicn, los ejércitos llegaton hasta la capital y México tuvo que firmar cuanto le exi- 101 gieron. No se alz6 una voz en la humanidad para condenar el atentado, Los pueblos permanecicron impasibles. Los nobles humanitarios, que sin ser fran- ceses han Ilorado Ia suerte de Ja Alsacia-Lorena, que sin ser poloneses se han conmovido ante los sufrimientos de Polonia, no tuvieron una palabra de sim- patia para la victima. El atentado se consumé en la sombra y el olvido cayé tan pronto sobre él que, cuando lo evocamos hoy, algunos Ilegan hasta ponerio en duda. Ha sido hasta ahora el destino de nuestra taza. El derecho, la justicia, la solidaridad, la clemencia, los genetosos sentimientos de que blasonan los gran- des pueblos, no han existido para la América Latina, donde se han llevado 2 cabo todos los atentados —violaciones de territorio, persecucién de ciudada- nos, mutilacién de paises, injerencia en los asuntos internos, coacciones, des- pojos, desembarcos abusives— sin que el mundo se conmueva ni surjan voces compasivas; de tal suerte parece establecido que Ia integridad de nuestras patrias, la libertad de nuestros compatriotas, la posesién de nuestras tiquezas, todo To que constituye nuestra vida y nuestro patrimonio, deben estar a la merced de cuantas tropas persigan una aventura, de cuantos gobiernos quieran fomentar disturbios para deponer a los presidentes poco déciles, de cuantas escuadtas tengan el capricho de obligarnos a recibir sus visitas. Para nosotros no existe, cuando surge una dificultad con un pais podetoso (y al decir po- deroso me sefiero no sélo a los Estados Unidos, sino a ciertas naciones de Europa), ni arbitraje, ni derecho inzernacional, ni consideracién humana. Todos pueden hacer lo que mejor les plazea, sin responsabilidad ante los con tempordneos ni ante la historia. Desde que las antiguas colonias espaiiolas dispersaron su esfuerzo, los gobiernos imperialistas no vieron en el confin del mar més que una debilidad. Asf se instalaron los ingleses en las islas Mal- vinas o en Ja Mamada Honduras Briténica; asi prosperd la expedicién del archiduque Maximiliano; asi nacié Panamé; asi se consumé la expoliacién. de Texas, Arizona, California y Nuevo México. Estamos asimilados a ciertos pueblos del Extremo Oriente o del Africa Central, dentro del enorme pro- Ietariado de naciones débiles, a las cuales se presiona, se desangra, se diezma y se anula en nombre de! Progreso y de {a Civilizacién, y los atentados que se cometen contra nosotros no levantarén nunca un clamor de protesta, por- que los labios del mundo estén sellados por l2 complicidad o por el miedo. Esta situacién se echa de ver, especialmente, en el caso de México. Habil- mente ptepatada por una informacin engafiosa que desacredita a ese pals, y fiel a su dspero indiferentismo, que sdlo se conmueve cuando ello puede ser til para [as tres o cuatro naciones-caudillos que se repatten el predominio del mundo, [a opinién universal ha asistido impavida a los attopellos de que viene siendo victima desde hace un siglo, y Ia tnica vez que Europa intenté detener el empuje imperialista, no fue para beneficiar al pais dolorido, sino para imponer una nueva sangrfa en su propio beneficio, con la expedicién austroftancesa de 1864. Para no sucumbir, México hubiera tenido que de- fenderse solo contra Jas acechanzas de los demds y contra su propia inexpe- tiencia, sofocando la guerra civil, burlando los iazos que le tendian, mante- 102 niendo en jaque, después del desastre, a la misma fuerza que le habla arrolla- do, sin apoyo de nadie ni de nada, ni aun de la América Latina, ni aun de las repiiblicas hermanas de] Sur, que tanto por solidaridad racial como por analogia de situacién, debfan hacet suyos los conflictos, pot lo menos en la Grbita de las representaciones diplomdticas. Pero jestamos tan lejos de tener en Ja América Latina una nocién exacia de nuestros intereses y nuestros destinos! En vano sabemos que la injusticia que a todos nos lastima es un resultado de nuestra propia dispersién. Se mul- tiplican las divergencias para batirnos en detalle, y nosotros nos seguimos de- jando burlar con la misma ingenuidad de los galos ante César, o de los indios ante Hernan Cortés, sin Iegar a advertir la demarcacién Idgica y natural que nos distingue y nos sitia en el Continente y en ef mundo. As{ iban las reflexiones al embatcar de nuevo pata Francia, después de haber pasado algunas semanas en aquella tierra, donde tantas pruebas queda- ban de Ja grandeza colonial de Espafia, donde tantos monumentos habia de- jado el esplendor de los Aztecas, donde se revnian dos pasados y estaba el vértice del porvenir, Mis veinte afios entusiastas median la magnitud de la obra a que parecian predestinadas Jas nuevas generaciones: trabajar en favor de un Continente moralmente unido hasta rehacer, por lo menos diplomdtica- mente, el conjunto homogéneo que’ sofiaton los iniciadores de la independen- cia, reconquistar con ayuda de la unidn el respeto y la seguridad de nuestros territorios, y hacer a cada repiblica mds fuerte y mds préspera dentro de una coordinacién superior, garantia suprema de Jas autonomies tegionales. Penetrado de ese propésito, y aprovechando la difusién que tiene en nues- tra América una voz lanzada desde Europa, emprendi, al regresar a Paris, una campafia petiodistica que duré largos afios, utilizando todas las tribunas: El Pais, de Buenos Aires, que dirigia por entonces el doctor Carlos Pellegri- ni, La Epoca de Madrid, diario conservador y gubernamental, que tenia posi- tiva influencia en los circulos polfticos; Le Revue Mondiale de Parls que dirigia M. Jean Finot. Hablé de los engafiosos Congresos Panamericanos, de Ja guerra comercial que hacfa ganar a los Estados Unidos todos los mercados de América en detrimento de otras naciones, de la mentalidad latina de Jas tepublicas del Sur, de la accién de Ja intelectualidad francesa en nuestros pai- ses, de cuanto podia contribuir a sacudit la somnolencia de los grandes nv cleos del Viejo Continente y a determinar una accién capaz de contrarrestar el avance del imperialismo. En Paris Journal que bajo la direccién de M. Gerault-Richard, eta por entonces el diario mejor escrito y mejor lefdo, com- pleté luego cn una docena de editoriales la dilucidacién del problema. En Francia nadie rehuia fa verdad. Los periddicos se referian constante- mente al asunto y polemistas del prestigio de Paul Adam declaraban sin am- bages: “Los yanquis acechan el minuto propicio pata Ja intervencién. Es la amenaza, Un poco de tiempo més y los acorazados det tio Jonathan desembar- cardn las milicias de la Unidn sobre esos territorios empapados de sangre latina La suerte de esas reptblicas es set conquistadas por Jas fuerzas del Norte”. Esto lo decia el gran esctitor en uno de sus prestigiosos artfculos de 103 Le Journal a saiz de una “intervencién amistosa”. M. Charles Boss irisistia, por su parte, en Le Rappel: “Vamos a asistir, porque en Europa somos im- potentes para oponernos a ello, a la reducciém de las reptblicas Jatinas del Sur y a su transformacién en regiones sometidas al protectorado de Washing. ton”, Muchos altos espfritus como Mr. Jean Herbette, corroboraban esta con- viccién, nacida de fa observacién imparcial. Sin embargo, en algunas de nues- tras reptiblicas se seguia poniendo en duda la realidad de Ia situact6n. {Singular miopla! Todos comprobaban en torno el atentado y clamaban contra él; el nico que ni lo veia ni protestaba era la victima. Y esta actitud era tanto més paradojal cuanto que en Jos Estados Unidos mismos se levantaban voces va- lentes contra el imperialismo y mds de un norteamericano espectable discutia ka actitud de su pais con respecto a las repiblicas hispanoamericanas. Movido por el deseo, si no de hacer compartir fa conviccién, de empujar por lo menos a discutir estos asuntos, escribi entonces El porvenir de la América Latina cuya primera edicién aparecid en 1910. No me corresponde decir cual fue la suerte de este volumen que Rubén Dario califieé en un ar- ticulo de “sensacional”, ni tecordar lo que sobre él se escribié en Espafia y en América. Peto si Max Nordau dijo en La Nacién, de Buenos Aires, que “E] programa expuesto en ese libro era grandioso”, si Entique Ferti escribid: “yo también he planteado ese problema en una conferencia y he Megado a ideas completamente concordantes”, si Francisco Garela Calderén declaré que yo “entregaba 2 América, presa de la anarqufa, uma idea directora”, algunos diarios de ciertas reptiblices hispanoamericanas tacharon Ia obta de inexacta y alarmista, De nada valfa que el Evening Mail de Nueva York declarase que cl libro era “excelente, Iégico y completo” o que el New York Times le de- dicara una avencién inusitada en un largo estudio con tftulos a seis columnas, Cuando este ultimo diario consulté sobre el asunto la opinién de “un diplo- matico argentino residente en Nueva York”, éste contesté que “el autor era muy joven y que, por lo tanto, su modo de pensar no era el mismo que el de Jos argentinos viejos y de criterio maduro”. Ante lo cual argiifa maliciosamente el articulista: “Todo esto puede admitirse, pero el que los espfritus moderados piensen asf, no implica que Ia juventud americana se deje influir por ellos més que por Ugarte que goza de gran populatidad en aquellos patses”. EI error que daba nacimiento en nuestra América a estas discrepancias de ctitetio, nacia de la concepcién localista que tanto nos ha petjudicado. Cada reptiblica se consideraba —y se considera atn— totalmente desligada de la suerte de las demds y en vez de Ilevar su cutiosidad y su inquietud més alld de sus fronteras inmediatas, dentro de la ldgica geogréfica, diplomatica y eco- némica de su destino, vela como extrafios a sus preceupaciones los peligros que podfan correr las otras. Se Ilegé hasta hacerme el reproche de interesarme demasiado pot “paises extranjeros”. Olvidaban las palabras de José Enrique Rodé: ‘Patria cs, para los hispanoamericanos, Ja América espafiola. Dentro del sentimento de Ja patria cabe el sentimiento de adhesién, no menos natural ¢ indestructible, a Ja provincia, a la regién, a la comarca, y provincia, regiones y comatcas de aquella gran patria nuestra, son fas naciones en que ella polf- 104 ticamente se divide. Por mi parte, siempre lo he entendido asi. La unidad politica que consagre y encarne esa unidad moral —el suefio de Bolivat— es ain sucfio, caya realizacidn no verén quiz4 las generaciones hoy vivas, (Qué importa! Italia no era sélo la expresién geogrdfica de Metternich antes de que la constituyeran en expresién politica la espada de Garibaldi y el apostolado de Mazzini, Era la idea, e] numen de la patria; era la patria misma, consagrada por todos los éleos de la tradicién, del derecho y de la gloria. La Italia, una y personal, existia: menos corpérea, pero no menos real; menos tangible, pero no menos vibtante ¢ intensa que cuando tomé contorno y color en el mapa de las naciones”, La necesidad, cada vez més clara, de contribuir a salvar el futuro de la América Latina, mediante una prédica que despertase en las almas impetus supetiores y nobles idealismos, capaces de preparar a distancia, si no una unidad como Ia de Italia 0 como Ja de Alemania, por lo menos una coordina- cién de politica internacional, levé ast al pacifico escritor a desertar de su mee de trabajo para subir a las tribunas y tomar contacto directo con el publico. La primera conferencia sobre el asunto Ja dicté en Espafia. El Ayuntamien- to de Batcclona celebraba cl centenario de la Republica Argentina el 25 de mayo de 1910 y fue en el histérico Salén de Ciento donde expuse Jas “Causas y consecuencias de Ja Revolucién Americana’. Recuerdo el hecho porque representa el punto de partida de la campafia emprendida después por toda América. He pensado siempre que Espafia debe representar pata nosotros lo que Inglaterra pata los Estados Unidos: el antecedente, el honroso origen, la po- derosa raiz de [a cual fluye la savia primera del arbol. En medio de la desa- gregecién politica y en una etapa de cosmopolitismo inasimilado, para man- tener el empuje y Ia hilacién de nuestra historia, conviene no perder de vista ese glotioso punto de pattida, esa espina dorsal de recuerdos, En ese antecedente est4 el eje de la comtin historia en América. Por otra, hablar de Ja independencia de una de Jas repiblicas hispanoamericanas como si se tratara de un hecho exclusivo y regional, es dar prueba de limitaciin de juicio. Con Ja misma razén cada provincia, dentro de cada repdblica, podria aspirar a tener una historia independiente, multiplicando las subdivisiones hasta el infinito. En movimientos de ese orden debemos Iegar al fondo de las siaultaneidades y las tepercusiones, abarcando hasta los horizontes, viendo el fenémeno en toda su amplitud, comprendiendo, en fin, més que los hechos aislados, el ritmo de una vasta corriente. Las hojas caen y revolotean en la atmésfera, pero es el viento el que las lleva. En esa conferencia sostuve que, como ef levantamiento de las diversas colonias se produjo casi en la misma fecha, sdlo era posible hablar de la independencia de cualquier repdblica del Continente dentro de la orquestaci6n general de las independencias hispanoamericanas. Afiadi que, sin menguar la nobleza el herofsmo y la gloria, los diversos movimientos separatistas de 1810 en Jos cuales intervinieron, aunque sea oblicuamente, intereses 0 espe- 105 tanzas comerciales o polfticas de Inglaterra y de los Estados Unidos, fueron en algunas comarcas prematuros, como lo prueba el hecho de que, aun en las tegiones mas prdsperas, después de buscar monatcas extranjeros para gober- narnos, aceptamos reyecias ideolégicas pata ditigirnos, pidiendo siempre a otros Jo que no eta posible atin de nuestta propia sustancia. Observando los fenémenos universales, vemos que la independencia poli- tica de los pueblos es consecuencia 0 corolario de diferenciaciones étnicas, capacidades comerciales u originalidades ideoldgicas preexistentes, y acaso estos factores no habfan alcanzado todavia definitivo desarrollo en todas las zonas de nuestra América puesto que, infantilmente débiles, después de aban- donar el seno materno, tuvieron que accptar algunas nuevas reptblicas el biberén de otras naciones, desmintiendo en [a realidad los mismos fines inicia- les del movimiento insurreccional. Sin embargo, mds que de falta de madurez para la vida auténoma, adolecié nuestra América hace un siglo de falta de conocimiento de la politica inter- nacional, porque el fraccionarse en dieciocha reptblicas, después de hacer abortar el épico intento de Bolivar y San Martin, no supo prever ni Ja impo- sibilidad histérica de muchas de esas pattias exiguas, ni la precatia situacin en que se hallarfan algunas para desarrollarse, dentro de su esfera, con tan precarios elementos, ni las acechanzas de que debfan ser victimas todas en medio de los temolinos de la vida. Por eso es que considerando los hechos en su amplia filosoffa superior y no desde el punto de vista de las pequefias vanidades, podemos afitmar que los resultados del separatismo no han sido en todas las zonas de la América Latina igualmente satisfactorios, y que si tenemos en algunas legftimas razones locales para enorgullecernos de él, en conjunto y en bloque, se traduce en el balance de las grandes liquidaciones histéricas, en cuantiosas pérdidas pata el idioma y la civilizacién hispana (Texas, Arizona, California, Nuevo México, Puer- to Rico, Santo Domingo, etc.} en simple cambio para algunas comarcas de la sobetania directa de Ia nacién madre por la soberanfa indirecta de una nacién extrafia y, en general, para el conjunto, en un protectorado anglosajén, que tal es fa esencia de Ja discutida doctrina de Monroe, por un lado y de la influencia poderosa de Inglaterra, por otro. He tenido ocasién de declarar que escribir para el pdblico no es imprimir Jo que el pblico quiere leer, sino decir lo que nuestra sincetidad nos dicta © nos aconseja el interés supremo de Ja patria. Y es la patria mia, en su con- crecién directa que es la Argentina, y en su ampliacién virtual que es la Amé- tica Hispana, Io que he tratado de defender, arrostrando todos Jos odios. El 14 de octubre de 1911 di una conferencia en La Sorbona. Al encarar el problema de América desde el punto de vista de Ia latinidad, era mi propésito der mayor amplitud a le tesoneta ptédica despertando el interés en paises concordantes y haciendo un [lamamiento a sus convenien- cias materiales y morales. Francia tiene cuantiosos intereses en América Latina, no sélo desde el punto de vista econdmico, sino desde el punto de vista intelectual. La difu- 106 sién de sus ideas y de su espfritu en las tiertas nuevas, le ha creado una especie de imperio moral que ha visto siempre con descuido, pero que tendré que considerar al fin con interés creciente. Ideales de 1a revolucién, tenden- cias filosdficas, literatura, arte en general, y con todo ello, formas de vida, gustos, direcciones humanas, cuanto puede ser prolongacién de un alma nacio- nal, han dejado en las repdblicas hispanoamericanas tan profundas huellas y rastro tan fijo, que casi puede decitse que Francia convive con nosotros y que Ia anulacidn de nuestro ser auténomo y de nuestras caracteristicas signi- ficaria para ella una gigantesca disminucién de su reflejo en el mundo. Al lamarla en avxilio nuestro, no haciamos, en realidad, mas que incitarla a de- fender una parte de su patriotismo espizitual. Nos hallébamos por aquel tiempo muy lejos de prever le guerra que debia desencadenarse tres aiios més tarde y era el momento en que Francia vela con disgusto el avance vertiginoso de la infiltracién norteamericana en tierras que, sin ser infieles al origen, respondfan culturalmente a su llamada y se- guian sus inspiraciones, El trance diffeil Ievé después a Ia gran nacién a no atender mas que a su defensa. Pero por aquellos afios, deca, Francia era acaso la nacién de Europa que con més libertad censuraba Ja accién imperialista en América, y la campafia fue recibida con singular beneplécito. Mi asidua cola- boracién en diarios y revistas de Parfs, la docena de volimenes que habfa publicado y, sobre todo, la coincidencia de intereses que enlazaba nuestras reivindicaciones nacionalistas con tendencias y aspiraciones francesas, con- tribuyeton a dar a esta conferencia una resonancia inusitada en una capital habitualmente sorda para las cosas de América. Quince dias después partia yo con el fin de realizar la gira continental, de la cual heblaré en los capitulos siguientes. Querfa entrar en contacto con cada una de las republicas cuya causa habia defendido en bloque; conocerlas directamente, observar de cerca su verdadera situacién y completar mi visidn general de la tierra americana, recorriéndola en toda su extension, desde Las Antillas y México hasta el Cabo de Hornos. Las distintas zonas estdn tan dolorosamente aisladas entre si, las informa- ciones que tenemos sobre ellas son tan deficientes, que un argentino habla con més propiedad de Corea que de Guatemala, y un paraguayo sabe més de Alaska que de Cuba. Mi propésito era romper con le tradicional apatia; vivir, aunque fuera por breve tiempo, en cada uno de esos paises, pata poder rectificar o ratificar segtin las obsetvaciones hechas sobre el terreno, mi con- cepcién de lo que era la Patria Grande. A este fin primordial, se unfa el deseo de tratar personalmente a los gobernantes, a los hombres de negocios, a los escritotes, a los publicistas, a los ditigentes del gobierno y de 12 opinién, a la juventud, en fin, cuya simpatfa sentfa latir a lo lejos y de Ja cual me Iegaban ecos teconfortantes. La América a la cual yo habfa dedicado mi esfuerzo desde Ja primera ju- ventud, cuyos intereses politicos habia defendido en todo momento, cuya i- teratura joven habia reunido en conjunto en un volumen, con cuyos altos espititus estaba en correspondencia, cuyas palpitaciones todas, sin que yo 107 hiciera diferencia entre una repGblica y otra, Uegaban en Parfs hasta mi mesa de trabajo, cta, sin embargo, todavia para m{, con excepcién de la Argentina, donde habia nacido y de México, donde habia tenido la revelacién del comin problema, una zona geogrdficamente desconocida; y a través de las nociones adquiridas por referencias de libros y comunicaciones de todo orden, adivi- naba yo vagamente Iineas y detalles nuevos, ramificaciones complementarias, golpes de vista generales, color y atmésfera, cuanto escapa al texto o a la fotografia y sdlo es posible comprender o abarcar en la visién directa. Lo que més me interesaba descubrir era el estado de espiritu de Ia enorme zona y su disposicién para la vida independiente, procediendo a lo que po- drfamos lamar un sondaje del alma colectiva en los momentos dificiles que se anunciaban para el Nuevo Mundo. El hispanoameticano que se lanzaba ast a tecotter un continente sin mandato de ningtin gobierno, sin apoyo de ninguna institucién, luchando por un ideal, sin més armas que su patriotismo y su desinterés, tenia que ser, naturalmente, para algunos, viajero poco gtato y testigo molesto. Adivinaba las hostilidades acerbas y las rudas luchas que me aguardaban, asi como presentia los entusiasmos a que debfa dar lugar el gesto entre las nuevas generaciones. Fue deliberadamente, con pleno conoci- tmiento de causa, que emprendi ef viaje dificil. Sobre Ja base del conocimien- to que esta primera gira me permitié adquirir, se han acumulado después las notas recogidas en el constante estudio de las cuestiones de América y las observaciones acumuladas en viajes posteriores. Es un panorama lo que aspiro a reflejar en este libro, en un momento en que mientras empiezan a perfilarse las lineas de Ia nueva polftica mundial, los Jatinoamericanos nos preguntamos: “@Cudl seré la ubicacién de nuestras tepuiblicas en los temolinos del futuro?” {Capitulo f, def libro Ei destino de un continente. Editorial Mundo Latino, Madrid. Espafia, 1923, Ediciones de Ja Pattia Grande, Buenos Aires, Ar- gentina, 1962]. 108 MEXICO, NICARAGUA Y PANAMA (1927) Los conriicTos de México, Nicaragua y Panamd sdlo son un conflicto. Es muy fécil de comprender esto si se considera que los tres tienen un mismo origen: el imperialismo yanqui. Se trata de una raza fuerte, disciplinada, realmente joven y trabajadora que poco 2 poco, fatalmente, tenia que ir absorbiendo los fragmentos disper- sos de otra raza mds débil, desorganizada y que estd constantemente sufriendo la convulsién de todas y de las més disparatadas anarquias. Ellos, en cambio, tienen una politica previsora, una politica de orden que usufructita el desor- den reinante en 20 pueblos incapaces. Lo que debemos hacer es coordinar nuestra accién como lo han hecho ellos, en vez de pelearnos por un poco més de terreno, cuando pot todas partes nos estd sobrando fértil y despoblado. Todes protestamos ahora contra ¢l imperialismo alzando nuestras voces. Queremos escandalizar al mundo y adoptaros hermosas pero imttiles actitudes de paladines. Pero el remedio no es ése: preguntémonos si acaso no incumbe a México una parte de la responsabilidad de lo que esté ocurriendo ya que enajena sus zonas petroliferas, si acaso a Panamé que vendié un pedazo de su suelo... Nuestros gobiernos han obrado siempre con una impericia lamentable. Jamés estuvieron atentos 2 otra cosa que no fuera su vanidad o su interés y ahora, frente a estos hechos, se comprueba su bancarrota: la bancarrota de sus pobres cualidades y de su escasa honestidad. Levantemos una voz de protesta contra el imperialismo de los yanquis, pero ellos son muy fuertes y tienen mucha confianza en si para que se asusten de declaraciones. Contra quienes debemos levantarnos ¢s contra las tiranfas que son, para Ia América Latina, vergiienza tan grande como fa cicatriz que en ellas puede dejar el imperialismo yanqui-Debemos gritar y obrar contra los oligatcas, contra los presidentes inconstitucionales y contra los partidos polf- ticos pata quienes los més grandes problemas sociales son ¢sas pequefieces que salen del egofsmo y del comercio ilegal. Debemos liquidar los etrores 109 endémicos que tan malamente nos han hecho Llegar a este perfodo de la his- toria. Es necesario que dejemos de entregar a los yanguis las fuentes de ti- queza y de seguir solicitando empréstitos que no teportan ninguna ventaja pata la colectividad. Nada debemos esperar de los hombres que desde auestros gobiernos han metido a la América Latina en las fauces del drag6n imperialista. No tienen ningtin derecho a nuestra confianza y seria ionterla seguir esperando de ellos. Muchos afios de fracaso no acteditan a nadie para entcegarle el mando en el momento mas diffcil. Necesitamos hombres y férmulas nuevas y esto sdélo lo encontraremos entre los hombres jévenes, en los partidos avanzados que son Jos verdaderos y winicos defensores de la nacionalidad, en su esencia, en sus partes durables. La miopia de nuestras clases dirigentes ha fomentado el im- perialismo. Durante veinte afios estuvimos denunciando todo esto que ahora recién se ve y nos trataron de ilusos, de peligrosos. Ellos son los responsables, La América Latina sélo podrd defenderse con la ayuda de gobiernos que estén a Ja alture del pueblo por su inteligencia y por su voluntad para el sa- crificio, Los del sur atin no hemos sentido tan reciamente como los del norte y centro de América, la influencia maléfica del imperialismo y estamos toda- via a tiempo de evitar muchas cosas. Lo que debemos hacer no es intervenir en el conflicto sino cambiar de politica interior. Formarnos de una vez ya que atin no estamos formados y contemplar [as cosas con un espfritu mds libre, més valiente y sobre todo con un poco de inteligencia. [Publicado en el diario Critica de Buenos Aires, ad BM 921. Archivo Generat de Ja Nacién Ar- gentina]. 110 MANIFIESTO A LA JUVENTUD LATINOAMERICANA (1927) ‘Tres Nomeres han resonado durante estos tiltimos meses en el corazén de la ‘América Latina: México, Nicaragua, Panama. En Mézico, el imperialismo se afana por doblar Ja resistencia de un pucblo indémito que defiende su porve- nit. En Nicaragua, el mismo imperialismo desembarca legiones conquistadoras. En Panamé4, impone un tratado que compromete 1a independencia de la pe- quefia nacién. Y como corolario Iégico cunde entre la juventud, desde ¢] tio Bravo hasta el Estrecho de Magallanes, una crispacidén de solidaridad, tradu- cida en Ja f6rmula que lanzamos en 1912: jLa América Latina para los latino- americanos! Por encima de los episodios de la lucha que se prolonga desde hace tantos afios, hay que considerar los hechos desde el origen y en su significacién virtual, Los pueblos son grandes, mas que cuando juzgan airadamente a los demés, cuando aquilatan severamente sus errores. Y en Ja nueva era que se abre, contra lo que con mds vigor debemos levantarnos es contra aquellos de nues- tros propios dirigentes que no supieron prever las consecuencias de sus com- placencias, que no tuvieron una visién continental de nuestros destinos, que obsesionados por la patria chica y por Ios intereses de grupo, motejaron des- defiosamente de “poetas” a cuantos elevaron el espiritu hasta una concepcién superior. Pareceré monstruoso mafiana a los que juzguen, pero fue considerada como signo de incapacidad para el gobierno toda tendencia hacia una politica global. Cada hombre obedecfa a sus ambiciones, cada grupo a sus propésitos partidis- tas, cada nacién a sus odios mintisculos. La América Latina se devoraba a sf misma, como los galos en tiempo de César, o como los Aztecas cuando Ilegé Hernén Cortés. Y pata los grupos predominantes resultaba inexperiencia, litismo, suprema locura, cuanto tendiese a una politica de solidaridad. En esa otientacién equivocada hay que buscar el origen de los atentados que hoy motiva nuestra protesta. Los primeros responsables son los hombres Hi © los niicleos que, guiados por una falsa conciencia de figuracién, por apa- sionamientos de bando o por rencores regionalistas, enajenaron nuestras ri- quezas, sancionaron con su silencio los atentados contra el vecino, suscri- Bieron el postulado protector de Monroe, y colaboraron con el imperialismo en los congresos panamericanos, mientras se agrandaba en Ja sombra el céncer que debia poner en peligro la vitalidad comin. Las culpas que han originado la situacién actual nacen de una visi6n in- exacta o de una pequefiez de propdsitos. Y esas son culpas exclusivas de los gobiernos. Nuestros pueblos fueron siempre grandes y generosos. Aunque se Jes mantuvo ignorantes de Ja verdadera situacién, tienen el presentimiento de lo que tiene que set el porvenir. Si no se opusieron con més impetu a la politica nefasta, fue porque no se dejé Hegar hasta ellos la verdad. Pero los ditigentes debfan saber. Y la primera conclusién que podemos sacar de los acontecimientos actuales es que nos hallamos en presencia de la bancarrota de una politica. Hablo para toda la América Latina sin exceptuar las tegiones hoy aparente- mente indemnes; y hablo sin encono contra nadie, ni contra nada. Los hom- bres habrén sido malos o buenos. Lo que Ja evidencia dice, es que resultaron insuficientes. Rindiendo culto, mas a las apariencias de la patria que a su realidad, creyeron que gobernar consiste en mantenerse en el poder, en mul- tiplicar empréstitos, en sortear las dificultades al dia. En sus diferentes encar- naciones —tiranos, oligarcas, presidentes ilegales~-, se afanaton ante todo por mantener intereses de grupos o susceptibilidades locales sin sentido de continuidad dentro de [a marcha de cada pafs, sin nocién de enlace con las regiones limf{trofes, Fue la imprevisién de ellos la que entregé en el orden interior, a las compafifas extranjeras, sin equivalencia alguna, las minas, los monopolios, las concesiones y los empréstitos, que deben dar lugar mas tarde a conflictos, tutelas, y desembarcos, haciendo patrias paraliticas que sdlo pue- den andar con muletas extranjeras, Fue su falta de adivinacién de las necesi- dades futuras la que multiplicé entre las republicas hermanas los conflictos que después resuelve como atbitro el imperialismo devotadot. No hay ejemplo de que una regién tan rica, tan vasta, tan poblada, se haya dejado envolver con tan ingenua docilidad. Cuando algunos de nuestros diplométicos nos ha- Blan del coloso del Norte, confiesan una equivocacién trégica. El coloso del Norte Jo han creado ellos, cuando abandonaron a los bancos y a las compafifas extranjeras cuanto representaba el desarrollo futuro del pafs, El coloso del Norte Io han creado ellos, cuando en un continente dividido por la raza, la lengua, y la vitalidad, desdefiaron todo concierto con los grupos igualmente amenazados y se pusieron a la zaga del organismo conquistador. Es indispensable que Ia juventud intervenga en el gobierno de nuestras repitblicas, rodeando a hombres que comprendan el momento en que viven, a hombres que tengan la resolucién suficiente para encararse con Jas realidades. Se impone algo més todavia. El fracaso de la mayoria de los dirigentes anuncia Ia bancatrota de un sistema. Y es contra todo un orden de cosas que debemos levantarnos, Contra la plutocracia, que en mds de una ocasién en- 112 trelazé intereses con los del invasor. Contra la politiquerfa, que hizo teveren- cia ante Washington para alcanzar el poder, Contra la descomposicién que en nuestta propia casa facilita los planes del imperialismo. Nuestras patrias se desangran por todos los poros en beneficio de capitalistas extranjeros 0 de algunos ptivilegiados del terrufio, sin dejar a la inmensa mayorfa mas que el sactificio y la incertidumbre. ‘Al margen de los anacténicos individualismos que entretuvieron durante cien afios nuestra estéril inquietud bay que plantear al fin una politica. Hay que empezar por crear una conciencia continental, y por desatrollar una accién que no se traduzca en declamaciones, sino en hechos. El acercamiento cada vez mayor de nuestras repiblicas es un ideal posible, cuya sealizacién debemos preparar mediante un programa de reformas cons- tructoras dentro de cada uno de los Estados actuales. Entre esas reformas debe figurar, en primera linea, una disposicién que otorgue, a cargo de reci- procidad, derechos y deberes de ciudadanfa a [os nativos de las repiblicas hermanas, con Ia limitacién, si se quiere, por el momento, de la Primera Ma- gistratura del pais y los principales ministerios. Esto facilitaré una trabazén de fraternidades. Es necesario reunir también una Comisién Superior Latino- ameticane, encatgada de estudiar, teniendo en cuenta las situaciones, un de- rrotero internacional comin, una politica financiera homogénea, un sistema educacional concordante. Su misién ser aconsejar proyectos, aplicados des- pués por los gobiernos respectivos. Hay que proceder sobre todo, sin dejar perder un minuto, dentro de nuestra familia latinoamericana, a Ja solucién equitativa y pacifica de los pequefios conflictos de frontera que entorpecen la marcha arménica del conjunto y permiten injerencias fatales, La hora es més dificil de lo que parece. No esperemos a estar bajo la locomotora para advertir el peligro. Nos hallamos ante un dilema: rcaccionat © sucumbir. La salvacién de América exige enetgias nuevas. Y serd sobre todo de las generaciones recientes, del pueblo, de las masas anénimas eternamente sactificadas. Una metamorfosis global ha de traer a la superficie las aguas que duermen en el fondo para hacer al fin, en consonancia con lo que real- mente somos, una politica de audacia, de entusiasmo, de juventud. Seria inadmisible que mientras todo cambia, siguieran atadas nuestras reptblicas a los tiranos infecundos, a las oligarquias estériles, a los debates tegionales y pequetios, 2 toda la rémora que ha detenido la fecunda circulacién de nuestra sangte, Hay que inaugurar en todos los érdenes un empuje constructor. Por- que la mejor resistencia al imperialismo consistird en vivificar los territorios y las almas, haciendo fructificar los gérmenes sanos que existen en la més abstencionista o escéptica, en el fondo mds aborigen, en los vastos aportes inmigratorios, en todos los sectores de una democracia mantenida hasta hoy en tutela, con unas u otras artes, por hombres, grupos o sistemas que acaparan el poder desde que nos separamos de Espafia. Ya he tenido ocasién de decigeque el derecho no es hoy una ley moral in- falible, sino una consecuencia variable de los factores econémicos y de la 113 situacién material de los pueblos. El imperialismo realiza su obra hostil; iniciemos nosotros la nuestra reparadora, Clamar contra atentados es un [dgico desahogo y un santo deber. Pero hay que hacer sobre todo un esfuerzo para que los atentados no se puedan realizar. Y ese resultado no lo hemos de es- perar de la generasidad ajena, sino de nuestra resolucién de espiritu para aceptar soluciones apropiadas a los hechos a medida que estos se manifiestan. Quien escribe estas Iineas en fa hora més grave porque ha atravesado nues- tra América, no aproveché nunca las circunstancias para buscar encumbra- mientos o aclamaciones. Con raz6n o sin ella, por disentimientos con el pattido al cual pertenecfa, decliné en su pais una candidatura a diputado y otra a senador. Con raz6n o sin ella, durante la guerra grande se lanzé a predicar la neutralidad contra un torrente que lo sepulté bajo su reprobacién. Nunca hice lo que me convenia; siempre hice lo que consideré mi deber, afrontando la impopularidad y Las represalias, Y al dirigirme como hoy a la juventud y al pueblo, no entiendo reclamar honores. Los hombres no son més que inci- dentes; lo tinico que vale son las ideas. Vengo a decir: hay que hacer esta politica, aunque la hagan ustedes sin mi. Pero hagan 1a politica que hay que hacer y hdganla pronto, porque la casa se esté quemando y hay que salvar el patrimonio antes de que se convierta en cenizas. Si no renunciamos a nuestros antecedentes y a nuestro porvenir, si no aceptamos el vasallaje, hay que proceder sin demora a una tenovacién dentro de cada repuiblica yaun acercamiento entre todas ellas, Entramos en una época francamente revolu- clonaria por las ideas. Hay que realizar la segunda independencia, renovando el Continente por la democracie y por la juventud. Basta de concesiones sbusivas, de empréstitos aventurados, de contratos dolosos, de desérdenes endémicos y de pueriles pleitos fronterizos. Que cada cual piense, mds que en s{ mismo, cn la salvacién del conjunto. Opongamos al imperialismo una politica seria, una gestion financiera perspi- caz una cnordinacién estrecha de nuestras republicas. Remontemos hasta el origen de Ja comtin historia. Volvamos a encender los ideales de Bolivar, de San Martin, de Hidalgo, de Morazin, Superioricemos nuestra vida. Salvemos Ja herencia de la latinidad en el Nuevo Mundo. Y vatnos resueltamente hacia Jas ideas nuevas y hacta los partidos avanzados. El pasado ha sido un fracaso. Sclo podemos confiar en el porvenir. [Manifiesto lanzado en matzo de 1927, publicado en diversos diatios latinoamericanos. Se reproduce de El tecolote, Houston, Texas, de la 3* semana de junio de 1927. Archivo Gral. de la Nacién Ar- gentina 114 SOLO SANDINO REPRESENTA A NICARAGUA (1928) EL patriotismo ha consistido a menudo, en ciertos pafses, en negar las tealidades. Es patriota quien sostiene que Ia intervencién extranjera no im- porta limitacién de sobetanfa. Es patriota quien arguye que la nacionalidad queda intacte aunque se hallen las aduanas en poder de otto pals. Es patriota quien cultiva la confianza jactanciosa de las nacionas débiles. Ast han crefdo algunos suprimir los peligros, negandose a mirarlos; asi han disimulado las detrotas, no fingiendo verlas; asi nos han traido hasta esta situacién de vasallaje econémico y politico que los directores de la opinién en nuestras republicas no advirtieron nunca, no denunciaron y que pone hoy al borde del abismo Ja existencia auténoma de Centro y Sud Amética. Rechazamos, a la vez, la politiquetia que desquicié nuestro porvenir y la disimulacién, a veces interesada, que envenend nuestra atmdsfera. Queremos afrontar las realidades, por penosas que ellas sean, con los ojos puestos en la Patria Grande del futuro. La crisis de Nicaragua deriva de tres factores evidentes: Primero la ambi- cién de la plutoctacia de los Estados Unidos, ansiosa de acentuar su irradia cién imperialista. Segundo, la indiferencia de los gobiernos oligdrquicos de la ‘América nuestra, incapaces de comprender los problemas del Continente. Tercero, la exigiiidad de visidn de los politicos nicatagiienses, afanosos de Hegar al poder aunqué sean con desmedro de los intereses de la patria. Esta comprobacién bastarfa para dictarnos una actitud frente al problema de Nicaragua. Tnvadido como se halla gran parte del territorio de esa reptblica por tropas extranjeras, imposibilitados como estén para votar los elementos patriotas que forman en las guerrillas defensoras de Je tierra natal, toda tentativa de eleccién resulta una injutia para la dignidad de ese pueblo. Que Ja masa incontaminada de nuestras reptiblicas no se deje engafiar por una tivalidad de avideces entre dos bandos tradicionalmente sujetos a la in- fluencia de los Estados Unides, No nos deslumbra el sofisma de unas elec- 11S ciones triplemente falseadas, por la presencia de tropas de desembarco, por el sometimiento de Jos dos grupos a los intereses del invasor y por el mutismo a que se hallan condenados los elementos més dignos de respeto. Fiscalizar esas elecciones discutir sobre ellas, serfa darles apariencia de legalidad y con- ceder jerarquia a minotias claudicantes que se disputan cl poder amparadas por el enemigo nacional. EI caso de Nicaragua no se puede resolver electoralmente. No hay mas que dos divisiones en aquel pais: de un Jado los que aceptan la dominacién ex- tranjera, del otro, los que Ja rechazan. Como estos tltimos no pueden votar, no cabe engafiar a la opinién con vanos simulacros. No admitamos, pues, diferencia entre liberales y conservadores, y hagamos bloque contra Jos desrotistas, contra los Presidentes y los candidatos ungidos por la Casa Blanca, contra todas las encamaciones que toma el misero egois- mo de Jos caudillos subalternos. E] unico que merece nuestra entusiasta adhesién es el general Sandino, porque el general Sandino representa, con sus heroicos guertilleros, la reacci6n Popular de nuestra América contra las oligarqufas infidentes y la resistencia de nuestro conjunto contra el imperialismo anglosajén. La sangre muestra fue derrochada hasta ahora en luchas civiles estétiles que sdlo trajeron ventaja para los titanos o para las oligarqufas. La acome- tividad, el valor, el espfritu de sactificio de nuestros pueblos, todo lo que tiene de grande el alma iberoamericana se malogré en agitaciones suicidas, que ora pusieron frente a frente a dos fracciones dentro del mismo pais, ora devastaron a dos o més repiiblicas limitrofes. Si fuera posible reunir en un haz de herofsmos todas [as inmolaciones imitiles, babria fuerza para nivelar Jas montafias. Pero los hombres que tuvieron en sus manos ese tesoro popu- Jar, en vez de emplearlo en favor del bien comin, lo malgastaron al servicio de sus egoismos personales. Por Ia primera vez desde hace largas décadas corte esa sangre al margen de las ambiciones mezquinas y en beneficio de todos. Por eso estamos con Sandino, que al defender la libertad de su pueblo, presagia le tedencién continental. [Escrito en Niza, en abril de 1928, fue publicado en julio de ese mismo afio en Amaia, revista di- por José Carlos Maridtegui en Lima, Peri. reproducido en diversos \6dicos latinoameri- canos. Archivo General de Er'Niesa Argentina]. 116 CANALES INTEROCEANICOS: PANAMA, NICARAGUA (1931) M1 quertpo Garcia Monge: Recibo su carta y desde luego, por pedfrmelo usted, tan acreedor a nuestra admiracién y afecto, voy a contestar a la encuesta. Pero he de contestar con franqueza meridiana porque, dado el giro que ha tomado [a politica impe- tialista en estos ultimos tiempos, no cabe, al considcrar tales asuntos, més que el silencio o la verdad. Se ha gastado, hasta caer en desuso, el expediente conciliador de fingir no ver los propdsitos y atenerse a la apariencia legal de las ilegalidades. Entre Nicaragua y los Estados Unidos no pudo haber tratado por dos tazoncs: a) porque Nicaragua esté gobernada por un grupo que no representa el sentir de Nicaragua, b) porque, hallandose ese grupo sostenido por los Estados Unidos no puede pactar con los Estados Unidos, mds que lo que los Estados Unidos quieran. Resulta vano buscar interpretaciones o prever conflictos alrededor de un convenio unilateral. Hlemos entrado en una época en que no cabe preguntarse en qué papel dorado de mentiras conviene envolver la abdicacién. Hay que contemplar la ignominia en toda su purulencia, la ignominia de los que nos humillan y tam- bién la ignominia de nosotros, que soportamos la humillacién. Podré convenir a los Estados Unidos dar forma diplomética a la violencia y pagar 3.000.000 de délares por anular una nacionalidad y afianzar el dominio interocednico. Eso equivale a comprar la ciudad de Nueva York mediante un cajén de whisky. Pero no hemos de contribuir nosotros a prestar consistencia al expediente, tomdndolo en serio y discutiendo alrededor de él. Se habla de un nuevo tratado. vEntre quiénes se firmarfa ese tratado? Ni- caragua se halla ahora en manos de los mismos (poco impottan las etiquetas) que la sactificaton en 1914. Sélo tendrfa verosimilitud un tratado refrendado por Sandino, que estd salvando con su resistencia, el honot de un Continente. 117 Pero a Sandino se le trata en los Estados Unidos de malhechor y nosotros lo dejamos injuriac a mansalva, prestando hasta nuestros periédicos para corear la difamacién. As{ triunfé siempre el impetialismo de todos nuestros valores, con el auxilio de las emulaciones Ingarefias. En el reino de la hipétesis, cabe propiciar la internacionalizacién del canal —y esta serd, cuando se restablezca el ritmo de la vida, la solucién més clara— pero en el estado actual, ede qué serviria la ilusoria co-patticipacién de gobiernos que no tienen independencia ni fuerza para hacerse respetar? Europa nos abandond, al aceptar la doctrina de Monroe en el tratado de Versalles. El Japén se agazapa en sus islas. ¢Cudles serfan las naciones capaces de establecer la equivalencia que da nacimiento al equilibrio? Porque la teé- tica igualdad de derechos sélo se hace efectiva cuando hay igualdad de ini- ciativa y de poder. ¢Pesimismo? No tal. Creo en nuestro potvenir, porque oigo el paso de la juventud que sube. Pero nuestra fuerza fututa estaré basada sobre Ja exactitad de visién. Los Estados Unidos serfn duefios de estrangularnos, mientras no- sotros nos dejemos estrangular. La presién existird hasta que logremos sacu- dirla, El derecho nada tiene que ver en estas cosas. Pero esto lo saben ya las nuevas generaciones; y de ahi nace el hondo fervor combativo que empieza a transformar el ambiente de Jas repéblicas hispanas, al calor de ideales avan- zados que son la negacién del estancamiento, del privilegio y de la sumisién. Nuestra debilidad esté hecha de inmovilidad. El dia en que nos propongamos set fuertes, lo setemas. En cuanto a 1s conciliacién, respeto todas Jas ilusiones, pero es ef caso de preguntarse qué conciliacién puede haber entre la victima tendida en el suelo y el victimario que le sigue ascstando golpes. Cuando dirigi, en marzo de 1913, una carta abierta al presidente Wilson, sefialdndole los atentados de aquella época y pidi¢ndole que la bandera estrellada no fuese simbolo de opresién en el Nuevo Mundo, yo crefa atin en la posibilidad de une reaccién. Hoy no fo creo. Nos encontramos en presencia de una politica deliberada- mente imperiosa, que continuaré por encima de los hombres y de los partidos, hasta que tengamos la entereza de cerrarle el paso. ¥ eso es lo que la juventud se apresta a hacer, al empefiarse en transformar, ante todo, el andamiaje la organizaci6én de la América Latina, porque fueron Jes ambiciones politi- queras y los intereses de casta los que engendraron el dolor actual. Y conste que es un desahogo poder decir estas cosas. Si no contesté a la primera carta circular, que recibi hace algunos meses, fue porque comprendi que mis opiniones resultan impublicables para cualquier hoja que no tenga Ia tradicién de libertad que hace el prestigio de Repertorio Americano. Un apretén de manos muy cordial de su viejo amigo, Manuel Ugarte. Ufscrito en Niza el 16 de julio de 1931 y publi. cado en Repertorio Americano de agosto de 1931. Archivo General de Ia Nacién Argentina}. 118 NUEVA EPOCA (1940) Dard prueba de escasa perspicacia quien juzgue que esta guerra es igual a las guertas més o menos recientes que ha conocido el mundo. Confesard falta de preparacién y desconocimiento de las tealidades quien se atenga a explicar jas mudanzas de hoy con razonamientos o experiencias anteriores a los fené- menos actuales. El fracaso de muchos polfticos se debe a la obstinacién con que quisieron resolver a destiempo las ecuaciones empleando férmulas que hab{an perdido su virtud, Nos hallamos en presencia de una subversién fundamental del orden conocido, subversién que alcanza no sélo a fos métodos y procedimientos sino a las inspiraciones, y a las finalidades. Uno de los més claros signos de incomprensién reside en la tetquedad con que tantos siguen aplicando el criterio de “es bueno” o “es malo”, cuando sdlo cabe emplear los términos “es necesario” o “es util”. EI preceptismo anquilosado encuentra todavia fuerza para crisparse ante situaciones que no supo ptever. Pero la lamentacidn, el asombro, Ja protesta, la intriga, no modifican los acontecimientos. La historia no se hizo nunca, en sus grandes virajes, sino con realidades impetiosas que se sobrepasieron a ottas realidades enfermas o claudicantes. Pese a las disquisiciones los pueblos siguen aplasténdose y superponiéndose, sin cuidarse de Ia lamentacién o el anatema, en una sucesién indefinida de preeminencias y caidas. Queda siempre a los rezagados el recurso de epilogar amargamente que las colectividades, como todo en Ja naturaleza, se desarro- Yan por encima del bien y del mal. Pero este juicio apresurado y temporal, que acaso se ajusta mas a las simetrias limitadas del individuo que a los grandes panoramas raciales o histéricos, resulta desmentide por el resultado y la filosoffa final de los acontecimientos. Con los cambios siempre ha dado un paso hacia adelante Ja especie. El salto de una edad a otra puede efectuarse en forma de sacrificio que desorienta, pero el dolor del alumbramiento trac la promesa de la nueva vida. 119 La poderosa expansién militar es siempre resultante del desborde vital de un pueblo, De suerte que esa expresién violenta viene acompafiada de fermen- taciones creadoras, no sdlo en les formas materiales de civilizacién sino en el orden pensante, puesto que no hubo nunca en los siglos un empuje bélico de proporciones superiores que no llevase en sf, como hélice animadora, su re- novacién ideolégica y social. En Ia actual transformacién global del mundo, que socava los cimientos de imperios tradicionales y rompe vicjos equilibrios, se abre para muchos pueblos sojuzgados Ia posibilidad de aprovechar el cambio de atmdsfera. En Je trdgica curva, que estamos recorriendo a una velocidad que pasma, acaso no alcanzan algunos a percibir la perspectiva. Por culpa de politicos ignorantes o venales nuestros paises sélo tuvieron hasta hoy la otganizacidn que convino a las potencias que los explotan. Ninguno alcanzé la estructura adecuada. Une reorganizacidn polftica y moral del mundo puede ayudarnos a pensar nucvo, a vivir diferente, a volver a sacar a la superficie la vetdadera nacionalidad que dormia, Porque las grandes conmociones geolégicas hacen surgir, a veces, islas en las antfpodas. Se oftece a nuestra América una oportunidad. Se abre una €poca excepcio- nal en que podemos lograr expresiones nuestras, vida propia. Una nueva ordenacién de ta economia europea es susceptible de traer una tueva ordenacién de la economia iberoamericana y de aliviatnos en lo ma- tetial y cn lo espiritual, de muchas gabelas opresoras. En este sentido, Iberoamérica puede sacar ventaja del conflicto mundial, porque a medida que disminuya el poderfo de Inglaterra y Estados Unidos aumentan nuestras posibilidades de autodeterminacién. on Dab Tadeo Arch. Gia pentine], extito en Chile, de la Nacién Ate 120 LOS FUNDAMENTOS VITALES (1950) AL REFERIRNOS al proceso de formacién y a la independencia, hemos insinuado la parte esencial que tuvieron las ambiciones de otros pueblos. Después de los desembarcos fracasados en el Rio de la Plata, Inglaterra continud su tarea de captacién en forma de propaganda separatista. Los Estados Unidos, que se habian adelantado un cuarto de siglo, 2 nuestra emancipacién, creyeron poder aspirar a regir Ia marcha general del Continente. Si ambas naciones favorecieron nuestra autonomfa, fue, como después se hizo en Cuba, para usufructuarla, Una concepcién libresca de esa “libertad” que nunca supimos definir, consagré el salto virtual de un colonialismo a otro. Dos grandes ingenuidades se han dicho en el curso de nuestra evolucién. La primera “gobernar es poblar”. {Como si se pudieran reclutar figurantes de Ja nacionalidad! La segunda, “necesitamos capitales”. {Como si la riqueza no fuera capital! Las regiones ubértimas, el subsuelo rebosante de metales y combustibles, los bosques y los tfos, constituyen fabulosos veneros de abundancia y pros- peridad. En vez de valorizar en provecho nuestra tan inaudita reserva, la hemos entregado gradualmente a especuladores extranjeros que sélo dejan en el pais, cuando lo dejan, un pobre impuesto a la exportacién y el vago residuo de salarios miscrables. Claro esté que para hacer fructificar los dones de la naturaleza falta fa técnica, Ia maquinaria y la movilizacién. Pero esta circunstancia no justifica el abandono, Con los cmpréstitos que nuestras reptiblicas contrajeron y dile- pidaron durante un siglo, se hubieran podido pagar cien veces Jos barcos, los ferrocarriles, las maquinas y los especialistas necesarios para poner en marcha la produccién. Y¥ si eso no hubiera sido posible, nada se opuso, por lo menos, a que el Estado, obrando como un particular en caso andlogo, se reservase su parte, asocidndose al negocio de las compafifas concesionarias. 121 Nuestros dirigentes cedieron, en cambio, minas, bosques, yacimientos, cuan- to brindaba la tierra prédiga, sin contrapeso alguno, llegando hasta considerar Jas enajenaciones como factores de ptogreso y de civilizacién. Cuando con- templamos en conjunto el desastre, nos agarramos la cabeza y nos preguntamos cémo pudo ser posible que por canales secretos huyera a otras naciones el patrimonio nacional. En todos Jos lugares donde se abrié una riqueza vemos hoy aparecer un sindicato, una corporacién, una compaiifa que Iteva nombre exético y deja sus beneficios en Londres 0 en Nueva York. Los nativos —puesto que ast nos llaman— sdlo aparecen como empleados, capataces y obreros al servicio de los empresarios, o como figurones en los Directorios que nada dirigen, para alcanzar influencia politica presténdose a colaborar en la disminucién. Después de entregar las materias primas y Jos recursos fundamentales, se enajenaron también los servicios ptiblicos y los mecanismos que facilitan el funcionamiento de la actividad general. Teléfonos, cables, lineas de navega- cidn, tranvias, seguros, fuerza motriz, ferrocartiles, pertenecieron 2 empresas extrafias y el iberoamericano tuvo la sensacién, hay que repetirlo, de que cada vez que descolgaba el receptor, subfa a un vagén o encendia una luz, dejaba caer una moneda en fabulosos rascacielos distantes. La ciencia de los grandes técnicos de captacién consistié, en unos casos, en inducirnos a regalarles la reserva que nos pertenece pata vendernos después a precio elevadisimo sus productos y en ottos casos, en erigirse en distribui- dores, como ocurre con ciertas grandes compafifas que se plantan a medio camino acaparando vastos sectores de la produccién, para medrar sin esfuerzo regulando la distribucién mundiel. En general, cuanto es fuente de abundancia funciona hoy fuera de nuestro alcance. Parecerfa que en cada republica hay dos reptblicas: una aparente, que tiene presidente, bandera y Cémaras, pero cuyas funciones son de orden en cierto modo municipal, y otra secreta, pero decisiva, que pone en marcha realmente los grandes engranajes y acciona desde lejos las Waves de la abun- dancia o la ruina. Omitimos cifras y referencias porque al contemplar tan amplio conjunto sélo cabe subrayar Ios rasgos salientes de una sintesis que abarca aspectos in- mensos. El alarde de documentacién cs cosa facil. Algo més arduo intentamos al extraer [a médula de Ios acontecimientos. Abundan memorias, estudios y estadisticas al alcance de todos, No hay que hacer prolijas investigaciones pata descubrir que cada una de nuestras repiiblicas fue una empresa mal planteada. Ningtin particular se atreverfa a emprender un negocio cortiente en las condiciones en que entre nosotros se creyé posible solidificar un estado. La falta de equilibrio entre Jas deudas, los gastos de explotacién y los benefi- cios hizo fracasar toda autonomia econémica. Pese al auge pasajero y al opti- mismo superficial, nos condenamos nosotros mismos 2 la dependencia, porque, en pugna con la Idgica, el éxito estaba condicionado desde ciudades distantes y dejaba ef mayor tanto por ciento fuera de las fronteras. 122 El dincro propotcionado por los emptéstitos, lejos de producir, por lo menos, ef interés que pagaba, fue en muchos casos destinado a Ilenar baches de presupuesto y 20 hizo més que aumentar el hueco sin fondo de la deuda publica. Las concesiones se firmaron a perpetuidad bajo el antifaz de los rituales noventa afios. Metales, petrdleo, maderas, riquezas de todo orden, fueron entregadas a sindicatos que después procedieron como duefios, llegando hasta establecer en ciertas zonas, jurisdiccién aparte, con jueces propios y policia. Ninguao de fos que intervinieron en estos manejos lograria puntualizar cudles fueron las yentajas s6lidas y durables que con ello obtuvieron, obtienen y obtendrdn las republicas que asf sacrificaron su porvenir. Ni recibieron una suma proporcionada, ni participaron en los beneficios. S$élo el infimo impuesto a la exportacién que cuando existe nadie se atreve a aumentat y que el fraude reduce a sumas cada vez mds flacas, suele moderar timidamente esta fantdstica transfusién de sangre que desde tiempo largo consienten nuestros débiles or- ganismos en formacién para favorecer a las metrdpolis ahitas. A la vez dadivosos y mendigos, detrochamos los tesoros para solicitar des- pués empréstitos a los mismos que nos desangran. Hemos llegado hasta pagar a los técnicos que vienen a descubrir riquezas que después serén explotades por compaiifas extrafias. En cuanto a los empréstitos se pudieron justificar en Tos onfgenes los destinados a poner en movimiento la produccién {manio- bra elemental que practican a diario en todas partes cuantos desean explotar un campo fértil o establecer una industria), pero resulta paradojal que pri- mero se enajene sin provecho [a riqueza inexploteda y después se pida a crédito fo indispensable para vivir. Sobre todo cuando se descubre que fas fabulosas sumas que se adevdan sdlo sirvieron para hacer frente a gastos de administra- cién o para pagar la ornamentacién vanidosa de las capitales. Porque en muchos casos se ha operado el proceso al revés y hemos tenido grandes ciu- dades antes de tener naciones. Nunca sirvié el empréstito para explotar una mina, construir un ferrocarril, explotar el subsuelo, instalar un frigorifico o establecer lineas de navegacién, es decir, para empresas remeneradoras y por lo tanto susceptibles de cubrit los intereses y amortizar el capital adeudado. En este sentido, podemos decir gue nos azoté el peor de los oportunismos disolventes: el “‘después de mi, el diluvio” que consiste en pasarla bien, hipotecando el porvenir. Sumemos a esto el despilfarro de las administraciones, la multiplicacién del mimero de empleados a raiz de cada cambio gubernamental, las revoluciones 9 guerras que obligaron a comprar évidamente, sin regateo, las armas anticua- das que nos querfan vender, los gastos locos, en fin, que en tiempo normal sesultaban desproporcionados, dada la capacidad del pais, y que se convertian en gastos catastréficos a raiz de cada conmocién. Como ninguna de estas aven- turas pagaba sus desplantes, es decir, como ninguna trafa una compensacién © una ventaja, puesto que casi siempre eran fruto de conveniencias o incita- ciones de afuera, siempre se tradujeron en nuevas obligaciones que hacian 123 més hondo el despefiadero at borde del cual multiplicaba equilibtios Ia inci- Piente nacionalidad. Serfa vano subrayar las estériles competencias polfticas que sélo se tra- dujeron en monétona substitucién de nombres, o insistir sobre el cardcter de las guerras de frontera, visiblemente paradojales en pafses que no habian ex- plorado su tertitorio y apenas tenian dos o tres habitantes por kilémetro cuadrado. No trafan las primeras ninguna idea reformadora, Carecfan las segundas de interés vital. La ambicién de algunos y el epidérmico amor propio No etan razones suficientes para justificar ef estrago. Con el agravante de que todos sabiamos en el fondo que del apasionamiento, del interés y del egofsmo ocasional sacaban siempte las influencias extrafias el doble provecho de re- forzar cadenas econémicas y de vender a buen precio el sobrante de sus pertrechos militares. La balcanizacién y ¢] desorden hizo olvidar a Iberoamérica su destino. Es ineretble, por ejemplo, que produciendo Tberoamérica, en conjunto, el noventa por ciento del café que se consume en el mundo, la distribucién y cotizacién de ese producto se haga por otras manos y fuera de las fronteras, con la consiguiente pérdida del beneficio cuantioso que absorben los inter- mediarios. Lo que decimos del café se puede aplicar a todos los renglones importantes de la produccién, La ganaderia argentina sc halla controlada por frigorfficos cuyos dividendos fantasticos denuncié el senador Lisandro de la Torte, patriética audacia que le llevé después al suicidio, porque entre nosotros siempre resulta fatal pro- nunciarse contra intcreses extranjeros. Nadie ignora que la produccién bananera de Centro América depende ex- clusivamente de una compafifa norteamericana que tiene flota poderosa y agentes en todas partes. No caeré, ya lo dije, en cnumeraciones minuciosas. La documentacién es la peluca de los que no tienen nada que decir. ¥ en este libro tengo que decir muchas cosas, que a algunos parecerdn herejfas, pero que nacen de la con- viccién honrada, Quien busque detalles, lea a fos escritores norteamericanos que hablaron con independencia, a Carleton Beals, a Scott Nearing, a Free man, a Johnson, a J. Fred Rippy, a J. B. Bishop y a tantos otros yanquis que en la suprema garantfa de ser ciudadanos del pafs contra cuya politica nos elevamos. Si se necesitan més pruebas de la situacién cabtica, bastard preguntarse eémo, siendo Iberoamérica un productor formidable de petrdleo, ha Hegado a ser tacionada hasta para las elementales necesidades del transporte utbano o como, siendo proveedora ireemplazable del cobre, el wolfram y de los viveres que las grandes naciones esperaban dvidamente para la guerra, no supo con- dicionar la exportacién de los productos, y sacar en la hora oportuna provecho adecuado de lo que produce casi exclusivamente. No formulo requisitoria. La funcién natural de los imperialismos es absor- ber. Trato de despertar la conciencia de nuestra América, poniendo de ma- 124 nifiesto sus errores pata inducirla a renovatse y a adoptat rumbos propios, a favor de la enorme remocién de Ia generosidad de los demés, sino de Ja con- ducta nuestra, de Ia concepcién que podemos Iegar a tener sobre lo que es una patria y sobre la manera de servirla. Por impericia 0 por ingenuidad --no podemos admitir que existan otras causas— los hombres que gobernaton en nuestras repiblicas cayeron en equi- vocaciones graves. El imperialismo no tuvo que esforzarse para burlarlos. Asi recibe la repiblica de Panam4 por el arrendamiento de las quinientas millas cuadradas del canal menos de lo que ella misma paga a Panama Rail Read Co. Asi celebré Inglaterra un tratado con Guatemala sobre Belice y tomd apresuradamente posesién de Jas ventajas obtenidas, omitiendo entregar Ja suma estipulada, que pese 2 las reclamaciones y al tiempo transcurrido, sigue adeudando. Asi ocurrié con Jos millones de délares del tratado Bryan- Chamorro. La responsabilidad cae més sobre los gobiernos iberoamericanos que sobre Los organismos que sacan partido de la confusién y de Ja inexpe- tiencia. En tiempos en que las delegados de la Unién Sovittica recorrian las repd- blicas iberoamericanas documenténdose sobre el imperialismo circulaba una lista —-que seria f4cil consultar— de los engranajes tentaculares que absorben Ja savia de nuestras tierras. Los nombres de Chile Cooper Cd, W. R. Grace, Standard Oil Co., Electric Bond and Share Co., International Telephon and Telegraph Co,, Anaconda Co., United Fruit Co., Cerro de Pasco Cooper Corporation, etc., apatecen catalogados con el método minucioso de investi- gacién y la aptitud para la organizacién que permitié a los rusos competir con Jos alemanes y vencerlos en Ia guerra. Lo que los gobernantes de nuestros paises no habian advertide lo vieron fAcilmente los viajeros porque abarcaron el panorama de Iberoamérica. Con Jas filiales alineadas al pie de la empresa matriz se pone de manifiesto el enlace por encima de las fronteras, de unas compaiiias con otras y se abarca Ia opetacién de conjunto encaminada a dominar las fuentes de riqueza y las necesidades primordiales del continente. La desventaja de nuestros politicos —y la tinica excusa que pueden invocar para explicar su falta de perspicacia— proviene del limitado campo de obser- vacién en que se encierran, Cada uno de ellos se atuvo a lo que vela dentro de Jas fronteras de su pais. Para comprender realmente el fendmeno, hay que abarcar la amplitud de Iberoamética. Los hechos se explican o se completan unos con otros. Al eslabonarse revelan su verdadero cardcter. Ditemos més. Sé6lo a favor del fraccionamiento localista pudo consumarse sin obstdculo la enorme operacién envolvente. Como cada reptblica sélo percibfa un Angulo, ninguna tenfa idea del alcance de los movimientos, ni discernfa el peligro. Los estrategas de la Libra y del Délar realizaron asf la maniobra més gigan- tesca de la economia mundial. Los Estados Unidos declaran haber invertido en América Latina, segin ciertas publicaciones, cerca de tres mil millones de délares, en negocios de cobre, salitre, petrdleo, azticar, fruta, etc, Pero esas cifras representan ef valor 125 de las inversiones que en los comienzos fueron modestisimas. Las empresas norteamericanas, al igual que Jas inglesas, pocas veces trajeron capital y cuando trajeron fue escaso. Trabajaron a base de créditos obtenidos en bancos locales y han recuperado ya ampliamente la modesta, cuando no ilusoria, cifra inicial. Hasta los empréstitos que no figuran en la suma anterior, quedaron a menudo en poder de los prestamistas, como resultado de otros empréstitos o en pago de material, a menudo defectuoso. De suerte que, em justicia, se puede decir que, pese a los célculos que patecen encadenarnos hasta la eternidad, todo ha sido ye pagado con creces. Desde el punto de vista moral, la hipoteca fue levantada hace largos afios. Para evitar o remediar, en el futuro y en la medida de lo posible, estos desaciertos, la evolucién iberoamericana se ha de basar en Ja posesién efectiva de los recursos nacionales. Hay que preparar el terreno en vista de vivir con lo propio y por el propio esfuerzo, Hay que sacar ventajas efectivas de la situacién que nos permite abastecer a las naciones que en otros continentes no alcanzan a cubrir su consumo. Hemos sido, y atin somos, en ciertos aspectos productores indispensables. Nunca supimos aprovechar, sin embargo, la oportunidad al punto de que cuan- do, en plena guerra, una sola nacién acapataba de golpe todo un sector de la produccién, crelamos hacer un negocio memorable, Lo que la desunién impide comprender, podemos lograrlo obrando de acuer- do. Es indispensable la coordinacién de Jas reptblicas iberoamericanas y el estudio global de sus intereses para preservat, armonizar y graduar, frente al extranjero un programa de accién que redunde en beneficio del bienestar co- lectivo. Aisladamente, ninguna puede solucionar sus problemas fundamentales, Todo plan aunque sea concebido en vista de una sola regién, debe surgir del conocimiento panorémico y de las posibilidades, las necesidades y la situa- cién de toda América. E] observador se sorprende al descubrir que el intercambio entre nuestras reptilicas era més denso y frecuente hace treinta cuarenta afios que ahora y se maravilla mds todavia al comprender que el retroceso es obra de la interposicidn de intereses extrafios. En los comienzos, nuestros paises tuvieron cierta nocién de su destino. Al madurar, parecen desoricntados. Durante el periodo nacional, la delimitacién de los virreinatos obedecia por fo menos, a una concepeién que tenfa en cuenta Ia configuracién de los territorios, la produccién, el transporte posible y hasta la geograffa humane y politica anterior al descubrimiento, Estaba basada en rios, zonas climatéricas, facilidades de embarque, etc. que consultaban posibilidades de accién. Las demarcaciones de nuestras reptiblicas actuales no responden siempre a ese fin. Por eso es que, en general, los nacionalismos que Ilamaremos fragmentarios © locales no inguietaton nunca realmente a las potencias impetialistas. Por mucha que sea su justificacién y su fervor patriético, se mueven en drbitas esencialmente cerebrales, sin eficacia final en el terreno de las realizaciones. El escaso ntimeto de habitantes, los recursos incompletos, las reducidas po- 126 sibilidades de irradiacién, no prestan a estas tentativas cl volumen suficiente pata poner en peligto la posicién adquirida en el Continente. ‘A lo que se opuso siempre y se opone el imperialismo es a una coalicién de intereses regionales, susceptible de cuajar en accién conjunta. Un simple acuerdo sobre tres © cuatro puntos esenciales bastaria para afianzar la eman- cipacién bdsica de inmensas zonas que se completan las unas a las otras. Si observamos lo que el imperialismo evita, tendremos Ia indicacién de lo que nos conviene. El tinico nacionalismo viable serfa el que, permitiéndonos hacer las cosas en grande y en forma completa, preserve a Iberoamérica de influencias colonizantes. Si los hombres de 1810 juzgaron que en el orden polf- tico Ja independencia del Rio de la Plata era imposible sin asegurar la inde- pendencia de] Peri, con mds razén se ha de tenet en cuenta en estas épocas de expansién y rapidez en las comunicaciones, la interdependencia en lo que se tefiere a la evolucién econédmica. La conviccién se hace m4s rotunda si consideramos que cualquier programa de liberacién efectiva tiene que basarse sobre la creacién en Iberoamérica de una industria pesada. Esta sdlo es posible en estrecha conexién con otras formas de actividad y en vista de abastecer amplios conjuntos. Porque Ja in- dustria pesada, sin la cual resulta ficticia, desde el punto de vista nacional, toda industria de transformacién, ha de contar con amplias zonas producto- ras de sus elementos indispensables (carbén, petrdleo, metales) y ha de hallarse respaldada por vastos territorios ganaderos, agricolas, forestales, cuya poblacién facilita el esfuerzo. Mientras falte la industria pesada no podremos tener verdadero ejército, porque comprar armamentos equivale a moverse en la érbita de rotaciones extrafias. Sdlo se obtienen cuando la finalidad perseguida favorece las inten- ciones de la nacién que los facilita. Si no construimos locomototas, tampoco existiran ferrocarriles de pura esencia nacional. Las exportaciones exigen por otra parte una flota. La industria pesada es indispensable, ademds, para ase- gurar el porvenir industrial, porque traer maquinaria del extranjero no signi- fica més que cambiar la forma o el plano de la dependencia. Por otra parte, la fachada no nos ha de engafiar. No basta que las fabricas se instalen en nuestros territorios para que resulten nuestras realmente. Pueden representar, en ciettos casos, una habilidad de la industria extranjera para cvitar fletes onerosos o recias tarifas de aduana. Pueden recibir los objetos a medio manufacturar. Porque es dudoso que el capitalismo que impone al mundo su producciéa nos provea de instrumentos para hacerle competencia renunciando a Jos beneficios que hasta ahora percibe y a clientela creciente en el porvenir. La creacién de filiales con nombres adaptados a la regién no es un comienzo de libertad sino una confirmacién de tutela. Casos recientes permiten observar cémo puede surgir una empresa en Ibero- america. Un grupo oligarco-plutocrdtico se pone en contacto con una gran entidad en Inglaterra o de Estados Unidos, o lo que es més frecuente, la en- tidad extranjera busca en una de nuestras repdblicas al grupo que debe secundarlo. No falta el Banco, Sociedad de fomento 9 Io que sea de la repi- 127 blica en cuestién que facilite para el negocio 50 millones. La corporacién ex- tranjera se inscribe con veinte millones que resultardn nominales, después diremos por qué. EI piblico de la republica ibercamericana puede Ilegar a suscribir en acciones otros veinte millones. Son pues 90 millones de pesos que van a ser administrados por un extranjero, jefe invariable de la empresa. E| primer acto de la nueva compafifa consistiré en comprar maquinaria en Estados Unidos o en Inglaterra, maquinaria por Ia cual se pagarin 50 millones de pesos, De suerte que los 20 millones que suscribié Ja firma siempre que- dardn fuera de Iberoamérica, mds los 30 millones que salen para completar los 50, valor de la maquinaria, cuyo modelo ha sido a menudo sobrepasado en el pais de oigen por otros més recientes. La ganancia para los de afuera es siempre segura. Si hay albur, pesard sobre la reptblica iberoamericana. Asf suelen fundarse, con ostentosos nombres locales, algunas fabricas que nos dan la ilusién de tener industrias y que s6lo constituyen nuevos canales de ab- sorcién. Otra circunstancia hay que tener en cuenta. En los patses densamente in- dustrializados suele ocurtir que, a medida que la produccién se multiplica disminuye el consumo, porque la maquina limita el mimero de obreros y el obreto sin trabajo cesa de ser comprador. Asi nace para las naciones impe- rialistas, la necesidad de tener naciones vasallas que absorban el sobrante de produccién al par que proveen de materias primas. Este “a bc” de la evo- Jucién moderna no puede dejar de estar presente en los esplritus. Claro est que necesitamos consejo de otras naciones y trato frecuente con todos los pafses del mundo para que nos guien y nos ayuden a adaptar. Nin- gin pais nuevo puede desarrollarse sin el concurso de los dem4s. Con més raz6én todavia en la etapa inicial en que nos encontramos, pero esta verdad deja de serlo cuando, a la sombra de ella, se perpetia bajo formas capciosas, la tendencia imperial. Se ha dado entre nosotros, hasta ahora, m4s importancia a los aspectos exteriores que a la esencia misma de la prosperidad nacional. Empezando a construir la casa por el techo hemos sido jactanciosos antes de alcanzar las realidades que pueden excusar la jactancia. Urge una reaccién para adquitir una apreciacién més juiciosa de nuestro estado. Porque hasta la desgraciada tendencia a imitar decae en Ja eleccién de los modelos, dado que si ayer se inspiraba en las civilizaciones cumplidas (Francia, Inglaterra, Italia, Alemania) ahora se atiene, unilateralmente, a Estados Unidos. En la vida de los pueblos hay que buscar més que la improvisacién, el ritmo de equilibrio, el paso firme, la conquista durable. El mejor reloj no es aquel cuyas manecillas giran mds répidamente, sino el que da la hora exacta. ‘Las reformas aduaneras, el reajuste monetatio y la revisién de’ tarifas e impuestos pueden ser punto de partida de un vasto plan a término, encami- nado a movilizar las reservas de nuestros tetritorios. Este plan tenderfa a llenar, en la més amplia medida, nuestras necesidades urgentes, sin arrojar el café al mar, y sin quemar el trigo en las locomotoras, como ha solido hacerse bajo el régimen actual, estructurado segtin conveniencias extrafias. Dentro de 128 la elaboracién misteriosa de Ja Historia, hay generaciones predestinadas. A las actuales Jes toca 1a obra de resolver lo que se ha estado eternizando en ctisdlida. Se impone una especie de arqueo continental, un recuento de las riquezas enajenadas (con sus posibilidades de rescate) un inventario de cuanto escapd a las compafifas extrafias, un balance, en fin, de Jo que todavia nos pertenece © puede volver a nosotros. Por que en todos los drdenes, en todos los ca- pitulos, en todos los engranajes, han de ser gradualmente reemplazados en el porvenir los organismos ajenos por fuerzas propias que aseguren a Ja nacién Ta solidez a que tiene derecho. La reorganizacién de las exportaciones, transportes, seguros, etc., aumentar4 el rendimiento que los productos dejan en nuestro suclo. La revisién de Ja deuda publica, dentro de nuevas formas que han de preocupar a los técnicos, contribuiré a apoyar la defensa, en cuanto ésta sea compatible con las con- veniencias regionales. Todo debe concurtir a certar los innumerables agujeros por los cuales se escapa la prosperidad. Hay que detener el desangramiento para que el territorio, la riqueza y el trabajo nacional vuelvan a su ver destino que es el bienestar y la felicidad de los habitantes de la regién. Hasta ahora no hemos hecho més que favorecet la abundancia y ¢l engrandecimiento le otros, E] milagro de esta resurreccién sélo se ha de lograr si tomamos realmente en manos propias la direccién superior, renunciando a la timidez que nos levd a llamar a los extrafios cada vez que habia que trazar un camino, explotar una mina, lanzar un puente y forzando los limites del candor, cada vez que nos decidfamos a reorganizar las finanzas. La obra se ha de hacer con recursos, materiales y hombres nuevos, de acuerdo con un plan general de accién que consulte nuestras necesidades. Nada hay en esto que pueda parecer superior a las fuerzas humanas. Desde Ja Turquia de Kemal hasta la Rusia de los zares muchas colectividades cono- cieron situaciones menos ventajosas y lograron reaccionar. A la sombra de mandatarios ensimismados y oligarquias epicireas, con ayuda de empréstitos, monopolios y attes diversas, los organismos imperialists se apoderaron de los resortes esenciales hasta asumir la direccién invisible de estas naciones y con- vertirlas en instrument. Sin embargo, esas naciones lograron recuperarse. Los antecedentes no faltan. Iberoamérica puede también cambiar su ruta, aprovechando el actual desquiciamiento de los viejos equilibrios del mundo. Basta que una generacién concentre su voluntad en el ideal. Hasta ahora hemos sido como el adolescente deslumbrado, que dilapida sin tino Ia herencia recibida. Alrededor de su aturdimiento, todos medran. Aspitemos a ennoblecer el s{mil, reaccionando como algunos ptddigos, Unos afios de penitencia formardn el cardcter. Bien los necesita nuestra América tan ampliamente servida por el destino y tan imprudente. EI ansia inmoderada de parecer, la avidez de disfrutar ventajas inmediatas, el vértigo de las falsas preeminenclas, orientaron las energias hacia fines esen- cialmente personales, haciendo de los mejores espirirus seres interesados, si- 129 muladotes, pusilénimes 0 pequefios. Cada cual trabajé ante todo para si. Sélo tesonaba una pregunta: ¢qué es lo que me conviene? Todo fin ajeno al pro- vecho y la satisfaccién inmediata pasé por lirica ingenuidad. El hombre més respetado fue el que més ptosperaba El politico més inteligente ef que alcanz6 mejores situaciones. Se lewanté en las almas un altar a Jo effmero. Hasta en el arte, se confundié Ia gloria con el auge fugaz. ¢¥ la Patria? Desde luego se hablé macho de Ja Patria, Pero, por un espejismo curioso, se iden- tificaba a la Patria con lo que a cada uno conventa. La Patria era la domina- cién para el politico, el latifundio para el terrateniente, el privilegio, el negocio, Ja embajada, el empleo, Ja misera pitenza individual. Se ofa decir “no soy un Cristo” con vanidosa sonrisa, que entendia marcar desdén por los sofiadotes. “La vida es corta, hay que aprovecharla”, decfan. En la embriaguez de la fiesta, cada cual persegufa su ventaja, su vanidad, Y asf fue resbalando el navio hacia la zona de los naufragios, sin que nadie advirtiera la catdstrofe que puede alcanzar a todos. Si en nuestras repdiblicas se equivocaron tan a menudo los hombres, si los politicos se mostraron tan poco diestros para prever las contingencias del porvenir, no fue, en general, porque una inteligencia limitada les impidiera percibir anticipadamente Ja trayectoria de los actos, la rotacién de las con. secuencias, o el resultado de los yerros iniciales. Fue porque, antes de pen- sadores patriotas 0 gobernantes, fueron competidores deseosor de aparccer en puesto principal, dentro de la pugna lugarefia. Lejos de confesar sus ver- dades, de gritar sus criticas, de dar libre salida a la espontaneidad, se afana- ron por parecer cautelosamente equidistantes y se dedicaron a lisonjear a los poderosos, dando por hecho lo que no se habia intentado atin. Prisioneros de f6rmulas indtiles, se ataton a las preocupaciones del dia, sactificando lo durable a lo effmero, ¢] orgullo al éxito y como consecuencia Igica, el bien remoto al inmediato encumbramiento personal. En la atmésfera de querellas personales y ambiciones de oligarquias que querian usufructuar la Patria antes de crearla, se anemiaron las reservas de vida. Pero no se ha de atribuir la agitacién infecunda o el desarrollo precario a una capacidad restringida de la raza. Lo que falté fue una direccién supe- tior inspirada en altos propésitos colectivos, es decir, una concepcién firme y heroica para utilizar los fundamentos vitales de Iberoamérica. [De menuscritos encontrados a la muerte de Ugarce en base a los cuales se preparé Le reconstruccién de_Hispanoamérica, Fechados: Niza, noviembre de 1950. Publicado en Buenos Aires, en 1961 por Ediciones Coyoscén]. 130 NOTAS Se gefiere al politico demécrata James W. Bryan, quien ducante le campefia electoral de 1889, a cayos discursos asistié Ugarte, reclamaba el cese de la politica imperialista, ‘hos més tarde, Bryan se desempefiars en funciones diplométicas repteseatando a su pals y olvidard sus arrestos entimperialistes del 900. 2EL Ugarte juvenil, recién llegedo a! problema Jatinoemericano, comparte stin Ja itnagen dcspectiva ‘de Centecemética difundida en Estados Unidos y en la Argentina. Poco des- Pode comprobard I faltedad del asero y se convertirh en defensor de estas sufides pro Finclas latnoameticenas, 3Ge refiere al dictador guatemslteco Manuel Estrada Cabrera que domind en su pafs por expacio de dos décedas. 131 Tl NACIONALISMO Y DEMOCRACIA “Si, el prcionalismo es revolucongyio, la, reohueiin pasde ser mprometer ni cisminuir la solidaridad rhun- dial Paralclamente al problema de Ia injusticia exterior, debe. mos enfocar ef problema de Ia injusticia interior...” (De Ef dolor de escribir, 1932). PROGRAMA* (1915) Lo$ PUEBLOS necesitan razones de vivir y razones de morir; las razones de morir son las pasiones, las razones de vivir son los ideales. A rate de la revisién de valores determinada por la guerta, al hallarnos los argentinos ante muestra verdadera situacién, advertimos que en momentos en que Europa lanza sus muchedumbres al sacrificio, empieza a surgir aqui, en las conciencias, como movimiento instintivo de conservacidn, el deseo vehe- mente de suscitar al fin la nacionalidad completa. “La Patria” nace pata ponerse al servicio de ese empuje. Un pats que slo exporta materies ptimas y recibe del extranjeto los productos manufactura- dos, serf siempre un pafs que s¢ halla en una etapa intermedia de su evolu- cién, Y esa etapa conviene sobrepasarla lo més prorito posible, fomentando, de acuerdo con las ensefianzas que surgen del enorme conflicto actual, un gran soplo reparador de los errores conocidos, un sano nacionalismo inteligente que se haga sentir en todos los drdenes de la actividad argentina. ‘Algo nos grita en estos momentosen que todos los pueblos recapacitan sobre su destino, que hemos hecho en los tltimos afios demasiada politica y demasiada especulacién, que hemos vivide mds de lo que esperdbamos que de lo que teniamos, que falta todavia un esfuerzo andlogo al que desarrolla- mos en las mejores épocas de nuestra historia. Las fuerzas de que disponemos estarén al servicio de esa causa. Intérpretes de las aspiraciones de la enorme masa ajena a los partidos, propiciaremos ante todo el desarrollo de Jas industrias nacionales, fomentaremos el florecimiento de las iniciativas argentinas y ayudaremos todo empuje que tienda a revelar 9 desartollar fuerzas propias, subrayando el nacionalismo politico con e] na- cionalismo econdmico y haciendo que las iniciativas que nacen, evolucionan y quedan en el pais sustituyan por fin a las fuerzas econémicas que vienen del extranjero y vuelven a él, Ilevandose gran parte de nuestra riqueza. En polftica internacional seremos partidarios de mantener relaciones cada vez mas estrechas y fraternales con los paises vecinos; nos opondremos, venga 135 de donde viniere, a todo acto de cardcter imperialista que pueda lastimar los derechos de las reptblicas hermanas, y abogaremos por ef mantenimiento del actual equilibrio entre los diferentes paises proveedores, para evitar la influencia comercial preeminente, siempre perjudicial, de una sola bandera extranjera. Estaremos en comunién y en contacto constante con la juventud estudiasa, eje, base y motor del porvenir, y abogatemos por las reformas educacionales que tiendan a acortar cl término de los estudios, a escalonarlos en una forma logistic, y a determinar una alta concepcién, a la vez idealista y Practica, que haga de la escuela una cétedta de civismo y de cardcter y capacite a los argen- tinos para encabezar y dirigir todas las fuerzas de Ja actividad nacional, reac- cionando contra ef prejuicio de ir a buscar especialistas del otto lado del océano. Lucharemos porque se todee de creciente afecto al extranjero arraigado y se le den toda clase de facilidades para continuar la accién fecunda que ha determinado buena parte de nuestro progreso actual, pero combatiremos los monopolios y los abusos de las compafifas radicadas fuera del pais, abusos que a menudo derivan, mds que de la mala voluntad de aquéllas, de la incapacidad de las autoridades para controlarlas con la severidad debida. [Programa del diario Le Patria, expucsta en cl NP 1 de La Patria del 24 de noviembre de 1915. Ar- chivo Gral. de Ja Nacién Argentina]. 136 INDUSTRIAS NACIONALES (1915) ALcuIEN ha venido hoy a verme y me ha dicho: —Juzgue usted mismo, sefior. Yo habla fundado con mis ahorros y algunos pequefios capitales amigos una fébrica; pero fueron tales los impuestos y las trabas que me arruiné y tuve que renunciar a ser fabricante. Ahora vendo el mismo producto importado y gano el dinero que quiero. ¢Qué criterio eco- némico es éste? Un argentino fracasa cuando elabora productos nacionales, cuando aumenta Ia riqueza comin, cuando da ocupacién a los obreros del pais; y ese mismo argentino prospera cuando se pone al servicio de una fuerza econdémica extrafia, cuando contribuye a que su pais sea tributario, cuando alimenta a los obreros de Londres o de Nueva York. Confieso, sefior, que no comptendo una palabra. Los programas financieros, gse hardn en el mani- comio? La protesta no puede ser més justificada. Lo que ocurte entre nosotros con las industrias nacionales es algo paradojal. En momentos en que los pueblos Uegan hasta desencadenar guetras enor- mes pata dominar los mercados mundiales y colocar el excedente de los pro- ductos de su industria, nosotros estamos sofocando y combatiendo Ia vida ptopia que surge en e] pais esponténeamente. En Europa y Norteamérica se rodea a la industria de cuidados; aqui se la hostiga. Un extratio idealismo librecambista ha Uevado a ciertos hombres publicos a ahogar, por teoricismo, los brotes que surgen al conjuro de la fuerte salud de nuestra tierra, olvidando que los pueblos que no manufacturan los pro- ductos nunca son pueblos verdaderamente ricos sino pueblos por donde la rigueza pasa, puesto que, lejos de quedar ésta en el pais, tiene que ir al ex- tranjero a cambio de lo indispensable para subsistir. “Nuestra fortuna —dicen algunos— estd en la tierra y como esa ha sido la fuente de prospetidad argentina, no debemos pensar en otra cosa”. Olvidan que hasta hace cincuenta afios, los Estados Unidos fueron un pais exclusiva- mente ganadero y agricola, pero que su verdadera grandeza no ctapez6 hasta 137 que, después de fabricar lo que necesitaban para su existencia, derrameron los frutos de su labor y de su inventiva sobre el mundo. En la Argentina tenemos casi todas las matetias primas y ahora, con el petrdleo, hasta cl combustible batato. ¢Por qué hemos de renunciar al deseo de igualar a otros pueblos, al orgullo de bastarnos, a la fabulosa prosperidad que nos espera? El grado de civilizacién, de capacidad econémica, de eficacia activa de los paises se mide por su aptitud para transformar los productos de Ja tierta. Los que slo exportan materias primas son, en realidad, pueblos coloniales. Los que exportan objetos manufacturados son paises preeminentes. Sin dejar de fomentar la ganaderia y la agricultura, base de nuestra vida, podemos, para bien de todos, ensanchar gradualmente el radio de las activi. dades, hasta scr al fin un pats completo, digno de su pasado y de su porvenix. No nos dejemos detener por Jas observaciones primatias de los economistas, que sélo ven el momento en que se encuentran y la ventaja inmediata. Los que arguyen que aumentard el precio de los articulos olvidan que, pre- cisamente desde el punto de vista obrero, [a industria resulta més necesaria. Abaratar las cosas en detrimento de la produccién nacional, es ir contra una buena parte de aquellos a los cuales se trata de favorecer, puesto que se les quita el medio de ganar ef pan en la fabrica. Disminuir el precio de los articulos y aumentar el niimero de Jos desocupados resulta un contrasentido. Interroguemos a los millares y millares de hombres que hoy pululan en las calles buscando empleo a causa de las malas ditecciones de la politica eco- némica; preguntémosle qué es lo que elegirfan: vivir m4s barato o tener con qué vivir. ¢De qué sirve al obrero que baje el precio de los articulos, si no obtiene con qué comprarlos? EI temor a la vida cata es uno de los prejuicios econémicos mas atrasados y lamentables. La vida es siempre tanto més cata cuanto mas préspero y triunfante es un pais. Todo se abarata, en cambio en las naciones estancadas y decadentes. La vida es barata en China y cara en los Estados Unidos. Pero como los salarios van en proporci6n con la suma de bienestar de que esos grupos disfrutan, la unica diferencia es que unos pueblos viven en maytiscula ¥ otros mueren en mindscula. Todo esto, sin contar con que las colectividades tienen intereses supetiores a Jas conveniencias de sus miembros. Ningtin estadista metece crédito, si no sabe ver a cincuenta afios de distancia. Y nosotros debemos encarar estos asuntos con los ojos puestos en Ja Argentina de 1980, en el fabuloso foco de riqueza, de abundancia y de felicidad, que puede ser esta tietra si abando- nando la politica de la casualidad, entramos de Meno en la via expetimental, estudiando lo que se ha hecho en otros casos y trazando verdaderos planes de _engrandecimiento. Pese a los intereses que habrd que herir irremediablemente, la Argentina tendrd que ser cada vez més patca en sus importaciones y cada vez mds abun- dante y magnifica en su produccién industrial, en su irradiacién sobre el mun- do. Metales, maderas, cueros, lanas, productos de todo orden y todo género tendrén que ser ttabajados y valorizados por Ja fuerza y el ingenio de nues- 138 tros compattiotas, hasta Iegar, no sdlo a suplantar a nuestros proveedores actuales, sino a competir con ellos fuera del pais en uno de esos empujes poderosos y cteadares de los grandes pueblos. Aprovechando la situacién especial que determina la guerra, debemos hacer, pues, lo posible pata crear los resortes que nos faltan y no pasar de la im- portacién europea a la importacién norteamericana como un cuerpo muerto que no puede moverse por s{ mismo y siempte tiene que estat empujado por alguien. EI pats exige una politica practica. En vez de gastat millones de pesos para hacernos representar en la Exposicién de San Francisco con simples fines de vanidad superficial, debimos hacer en nuestro pafs, con la modestia que impone la crisis mundial, una gran exposicién general de productos indus- triales argentinos, para revelar a nuestro propio pueblo su capacidad, hacer que nuestras industrias puedan salir a [a calle sin distraz, destruir el prejui- go contra los productos nacionales y fomentar el desarrollo de las mejores juerzas, Basado en estas considetaciones, vengo a dat cl gtito de alarma. No se trata de teorfas de proteccionismo o libre cambio. Se trata de una enormidad que no puede prolongarse: el proteccionismo existe entre nosotros para la industria extranjera y ef prohibicionismo, para la industria nacional. Si quere- mos favorecer, no sdlo los intereses de los habitantcs de nuestro tertitorio, sino las exigencias superiores de la patria; si deseamos trabajar para el presen- te y para el porvenir, tendremos que prestar atencién a lo que descuidamos ahora. Se abre en el umbral del siglo un dilema: la Argentina ser4 industrial © no cumpliré sus destinos. [Editorial del diario La Patria, del 29 de noviem- bre de 1915, diario dirigido el propio Ugarte, Reproducido en La Patria Grande. itora Intet- nacional (Betlin-Madrid), 1922]. 139 POLITICA EXTERIOR SOBERANA (1915) Hace mds de quince dias que el vapor argentino “Mitre” fue capturado por un barco de guerra extranjero, en medio de la sorpresa de todos los argen- tinos que hasta cse momento crefan firmemente en la amistad de Inglaterra. Para calmar la indignacién de la juventud, nuestra Cancillerfa declard que la reclamacién, entablada por le via diplomética, tendria un rapido resultado satisfactorio. Y en nombre de Ja reserva que siempre se invoca en estas emer- gencias se impuso a la opinidn publica un largo y doloroso silencio. Los dias siguen pasando y no hay sintoma alguno de que se acerque la esperada satisfacci6n, Ja modesta y elemental satisfaccién con la cual estamos todos resueltos a contentarnos. Parcce que el gobierno inglés sélo aspira 2 ganar tiempo, a diluir por cansancio los enojos y a establecer una vez por 8 que, proteste quien proteste, su voluntad prima sobre los derechos de Jos neutrales. Para acentuar su desdén por nuestra nacionalidad, ha repetido con ligeras variantes el hecho. Lo ocurtido con el “Pampa”, el “Camarones” y el “Frisia”, mientras se da curso a la reclamacién proyocada por el atentado del “Mitte”, indica cules son, claras y tangtbles, las intenciones de aquel gobierno. No ha tomado siquiera en cuenta nuestra protesta diplomatica. No ha dado el menor alcance a lo que tanto nos hiere. Y lejos de inclinarse a reparar en lo posible la ofensa inferida, sigue deteniendo batcos y pisoteando detechos, como si de la sobetania argentina que tan briflantemente cimentaron nuestros antepasados, no quedara actualimente mds que un recuerdo diluido por ef cosmopolitismo teinante. El gobierno inglés parece no creer en la realidad del sentimiento nacional argentino, cuando tan resueltamente to lastima; parece no admitir que nues- tra bandera sea digna de respeto cuando tan desdefiosamente la pospone, parece no temer que tuestro pueblo sea como el de 1806 y 1807, cuando tan audazmente lo desaffa. 140 Y nuestto gobierno, tepresentante global de la Nacién y guardién nato de su dignidad, estd obligado a Mamarlo a la realidad de los hechos. Tiene que hacer sentir de una manera o de otra, su influencia decisiva o no habré cum- plido con su deber. [Editorial del diatio La Patria, escrito por Ugarte, del 18 de diciembre de 1915. Archivo Gral. de la Nacién Argentine]. LA BANDERA Y EL HIMNO (1916) Cierra asociacién acaba de formular una peticién en el sentido de que se prohiba ejecutar el himno nacional y Ievar la bandera argentina en las mani- festaciones ptiblicas, A pesar de las razones que se aducen y del pretendido “respeto hacia fos simbolos nacionales”, Ja simple enunciacién de esta idea levantarfa en cualquier pafs de Europa un inmediato clamor hostil. Aqui vemos con indiferencia que en vez de la bandera nacional, ondee al viento una tela destefiida, unas veces gris, otras verde yY otras completa. mente blanca; asistimos, sin inmutarnos, a la apologfa del antipazriotismo, permitiendo que se levanten tribunas desde las cuales se ridiculizan nuestras glorias y se abomina la idea de patria; leemos, sin indignacién, que hay regiones de nuestro territorio donde nifios nacidos en este suelo, y por lo tanto ciudadanos argentinos, no saben articular una palabra en el idioma nacional; y estamos tan adormecidos y dispersos, que esta nueva fantas{a no ‘os conmueve. Sin embargo, somos hijos de un pafs cosmopolita, donde la nacionalidad se viene acuraulando con ayuda de aportes disimiles, y a veces contradictorios, que exigen un especial esfuerzo de conglomeracién; y la Idgica més elemental debiera decimnos que Io que aqui se impone antes que nada es difundir y afianzar el sentimiento nacionalista por medio del tazonamiento, el color, el sonido, los recuerdos y cuanto concurre a mantener en el alma esa maravillo- sa emocién colectiva que se llama el patriotismo. Asf vemos, por ejemplo, que Norteamérica, pats de inmigracién como el nuestro y colocado por los hechos ante el mismo problema, lejos de hacer de Ia bandera y del himno un articulo de Iujo, reservado a circunstanciss y clases determinadas, entrega los simbolos y las concreciones de la nacionalidad a Ja masa popular, que al adoptarlas y al hacerlas suyas en todas las citcuns- tancias de la vida, les da su verdadero alcance y su significacién final. La bandera nortcamericana la vemos en el escenario de los teatros, en los articulos de comercio, hasta en los cigarrillos y en los paiiuelos de manos. 142 Quien desembarca en Nueva York no halla otra cosa en las vidrieras, en los baleones de Jas casas, en los tranvias y en los carteles. To mismo ocurtfa, antes de Ja guerra, en Alemania y en Francia. En Bue- nos Aires mismo, ciertos productos extranjeros usan en su propaganda, para atraer las simpatias de los connacionales, el simbolo del pais de origen. La bandera y cl himno son, en realidad, Ja mirada y la voz de un conjunto nacional. Aquf se pretende que nuestra nacionalidad sea sorda y ciega, 0, por Jo menos, que sdlo recupere el uso de esos sentidos en circunstancias especiales. Si la fantéstica peticién que comentamos fueta aceptada, Megarfamos a san- cionar inverosimiles paradojas. Las colectividades cxtranjeras residentes en- tre nosotros podrfan desfilar libremente a la sombra de sus banderas, y los Yinicos que no podrian desplegar [a suya serfan los argentinos. El himno francés, es decir, La Marsellesa, resonatia cn las calles cada vez que asi lo quisieran los transetintes, pero nos estaria vedado lanzar al aire las notas del himno argentino. La bandera roja, simbolo de los ensuefios internacionalistas y de la negacidn de la patria, podria ser levantada en todas las plazas publicas y Ia bandera atgentina, representacién de nuestro nucleo independiente, no podria salir a Ia calle. Parece intitil insistir sobre las consecuencias que crearia semejante estado de cosas. Si hay micleos politicos que abusan de los signos nacionales, el buen sentido pablico se encargaré de hacer justicia. Pero no pongamos en el comienzo de una nacionalidad que necesita como pocas ensancharse y afir- marse por fa virtud de Ios simbolos, la traba incomprensible y peligrosa que nos ptoponen, Lo que muesira repttblica casmopolita y poco coherente exige, no es que se concrete la nacionalidad en un grupo dirigente, que en ciertcs momentos ha estado lejos de ser Ja mejor expresién de nuestro conjunto, sino que se ex- panda y se difunda hasta invadir todos los cerebros y todos los cotazones pata amalgamarlos, no ya en un simple conglomerado material, sino en ua con- glomerado més completo y més alto, que dé a todos un punto de partida en el pasado y un punto de mira en el porvenir, sancionando Ia verdadera con- tinuidad solidaria que ha sido el secreto de las mds grandes fuerzas histéricas. ‘Publicado por Ugarte en La Patrie del 22/1/1916, fusliceda » en ef libro La Patria Grande, 1922}. 143 PETROLEO (1916) HACE COMo cosa de tres afios que aquel gran laborioso y gran patriota que se Hamé Luis Huergo evacuando ef informe que Je encomendara el gobierno sobre explotacién del petréleo de Comodoro Rivadavia, preducta un sabio y minucioso informe cuyas conclusiones fundamentales eran: 12 Que Ja regién petrolffera patagénica es incalculablemente rica, no sélo por la abundancia del mineral sino también por su calidad insuperable. 2? Que el escaso rendimiento hasta ahora obtenido se debe a ciertos ma- nejos oscuros de empresas extranjeras empefiadas en acaparar toda la zona y a la falta de capitales para efectuar una explotacién eficaz. 3° Que “‘para empezar” Ia explotacién en forma racional y remunera- dora, se necesitaban como minimo, doce millones de pesos. No habia en el pais opinién més autorizada en la materia que la de este descubridor de nuestra riqueza petrolera, propagandista entusiasta de la ex- plotacién oficial de esa industria destinada a producir una revolucién econé- mica en el pais, Demostraba Huergo el r4pido florecimiento que se operarfa en otras industrias nacionales, hoy estancadas o muertas por la carestfa del combustible que impone fletes exorbitantes. La primera consecuencia de esa explotacién serfa un considerable abarata- miento de las tarifas ferroviarias permitiendo asi la explotacién de nuestras enormes riquezas mineras, forestales, fruticolas y sus miltiples derivados. Sin embargo, la palabra del sabio, que aptesurd el fin de su laboriosa existencia con el enorme trabajo realizado en el terreno y en el gabinete, fue casi ridiculizada por los poderes piblicos. En efecto, el ministerio sdlo solicité cuatro millones para “iniciar” la explotacién, y el Congreso, ofrecié un mé- ximo de dos millones. El ingeniero Huetgo, justamente indignado ante aquella inconcebible ig- norancia que malograba su més noble anhelo de patriota y de hombre de ciencia, rehuyé la oferta manifestando que esa suma s6lo servitia para engrosar Jos presupuestos de muchas oficinas imitiles donde un ejército de técnicos y 144 de empleados pretendian producir petréleo con papel y tinta, con notas, in- formes y trdmites estétiles. Después de eso, vatios ministros han visitado los pozos de Comodoro y han regresedo encantados convencidos de a colosal importancia de esa in- dustria inexplotada. Peto el entusiasmo nunca se tradujo en hechos, sea porque esas pteocupaciones sobre el asunto no Iegaton més alld, sea porque persis. ten las hostilidades que hicieron malograr la obra de Huergo. Recién ahora el gobierno se dispone a solicitar un crédito de quince millones de pesos para iniciar fa explotacién de aquel tesoro abandonado, ¢Prosperaré el propésita? Mucho tememos que las poderosas influencias extrafias a que hizo refe- rencia el sabio, persistan todavia. {Diario La Patria, 4/2/1916. Archivo Gral. de la Nacién Argentina], 145 LOS FERROCARRILES EN CONTRA DE NUESTRO PROGRESO INDUSTRIAL (1916) Uno bE tos problemas que més nos interesa, fuera de toda duda, es el de Ja explotacién de nuestros ferrocarriles por empresas de capital forastero, cuyos intereses, de conveniencias motivadas por su misma falta de arraigo y su origen, son fundamentalmente opuestos a los intereses de la repiblica. Quien no nos conozca y oiga decir que aqui las empresas ferroviarias no hacen cosa alguna, después de obtener sus utilidades, que perjudicarnos, no Jo creeria, por parecerle cosa inadmisible. Sin embargo, ¢s la realidad de lo que sucede, y no se trata de pequefieces sino de cuantiosas riquezas que huyen del pafs y atrasos de todo género que gravitan directamente sobre huestro progreso industrial. Atribuyase a lo que mejor se considere, de cual- quier forma, se pensard en el gobierno, el gobierno que cuando posee pata su explotacién una finca férrea pierde dinero y se deja robar por medio mun- do... el mismo gobierno que entrega 2 una empresa extranjera esas mismas Iineas y sin mayor control permite y ampara un crecido mimero de irregula- ridades, de actitudes contraproducentes pata la econom{a nacional. Las empresas ferroviarias son todas extranjeras: capital inglés, sindicatos ingleses, empleados ingleses... E] capital, especialmente el inglés y el yan- qui, no sélo tienen campo abierto para todas sus especulaciones, buenas, re- gulares o peores, si no ademés de ser tespetado, como merece, es obedecido con ciertos visos de servilismo poco honrosos por cierto. Una linea férrea se explota entre nosotros de manera halagiiefia. Lleva la empresa noventa y ocho probabilidades de obtener pingiics ganancias contra dos de obienerlas... regulares; de perder, ninguna. Linea alguna ha dado ni dar4 pérdidas. Y este dato merece ser tenido muy en cuenta al ocuparse de los ferrocarriles como origen de nuestra atrofia industrial, Una emptesa fetroviaria nos daré el servicio que juzgue oportune ofrecer. nos, cobrando las tarifas que tenga la ocurrencia de fijar. El monopolio de las Iineas de comunicacidén da un enorme margen para explotar al publico, aun cuando el ministerio fije tarifas maximas. Las empresas saben lo que hacen. 146 No les falta un abogado a sueldo que esté emparentado con politicos de vo- lumen o que sea él mismo empleado nacional futuro o pasado. Recientemente se repitié el caso. El gobierno no pudo evitar que las em- presas aumentaran las tarifas. Se discutid mucho y encontré justa oposicién de parte del priblico el aumento del diez por ciento. La razén que dieron para obtener petiniso del gobierno es de sobra conecida. No obtenfan los sindicatos la utilidad que segin sus contratos con accionistas y banqueros deben dar anualmente los capitales invertidos, No fue suficiente aducir en contra de tal pretensién la crisis que soportan todos, la escasez de dinero, la época anor- mal en que vivimos, Los ferrocarriles deben conseguir sus dividendos aun cuando se sepa que ningiin cometciante ganadero, agricultor, industrial, no Ilega actualmente a cubrir sus gastos. El aumento se [lev a cabo, Un diez por ciento mas a las tarifas que, repe- timos eran catas, enormemente caras. (¢Debe influir ello en que nuestros compatriotas adinerados conozcan mejor Europa que el territorio nacional? ) Los jotnales, Pero las empresas no creyeron que esto bastaba. El diez por ciento ése no podia hacer ingresar a sus cajas suficientes utilidades. El precio que se cobra por catgas estd ya suficientemente subido también. Tanto que dificulta el intercambio de productos provinciales con ef beneplécito de la administracién nacional, Se recutrié entonces al torniquete tantas veces usado. Exprimir al obrero y obtener una mfnima economia a fuerza de dejar exhaustos los esté- magos de los peones y sus familias. Se suprimieron en toda la extensidn de las lineas, cuadrillas de trabajadores y con el razonamiento de que el ofteci- miento de brazos es superior en un cincuenta por ciento a la demanda, se resolvié pagar a los peones el mfnimo jomnal. Un peso treinta centavos dia. rios que a duras penas darn treinta pesos mensuales descontando domingos y fertados. En tanto una sola empresa “El ferrocarril Buenos Aires al Pacifico”, y bastard como ejemplo, desde el primero de enero al veintisiete de noviembre pasado, en menos de un afio, ha tenido entradas por un total de un millén seiscientos ochenta y un mil libras esterlinas mientras que en igual tiempo del afio anterior fueron un millén trescientos setenta y tres libras lo que presenta un aumento a favor del afio corriente de trescientas ocho mil libras esterlinas, Este aiio es malo, de sobra lo sabemos. Muchisimas més ciftas podriamos traer aqui, si no estuviéramos seguros de que con un solo vistazo se convence cualquiera de que fas empresas de capital extranjero no pierden nunca ni un centavo. Oto ejemplo. Ayer mismo lefamos unos telegramas de Entre Rios quejosos del malisimo servicio del ferrocarril de aquella provincia. Se han reducido todos los servi- ios, al extremo de que entre Parand y Bajada Grande, el principal puerto para embarque de cereales, se efecttian todos los trabajos con una sola m4quina, 147 produciéndose asi abarrotamiento que perjudica a los agricultores y casas acopiadoras. Y¥ un telegrama publicado inmediatamente después dice textualmente: “Las entradas de la empresa de ferrocarriles de Entre Rios en Ja ultima semana batieron el récord, superando en 17.500 libras estrelinas la mayor entrada semanal habida hasta entonces”. Los ferrocarriles, y repetimos que esto es importante, no pierden. Obtienen una compensacién excelente a su trabajo y a su capital. Pero Ja nacién se perjudica, Pagamos catos malos servicios, no hay nacién donde los viajes por ferrocarril sean tan subidos de precio, pero tenemos ademés, el enorme flete que mata Ja industria que comienza, que cohfbe a infinidad de comerciantes en impulsar sus negocios en un sentido ampliamente nacional. Volveremos a ocuparnos de este problema y hemos de probar con datos que los ferrocarriles prohfben el progreso del pais. [Editorial del diatio Le Patria, publicado en Bue- nos Aires, del dia 1? de febrero de 1916. Archivo General de fa Nacién Argentina]. 148 SOBRE LA NEUTRALIDAD (1917) (Declaraciones durante la 1* Guerre Mundial) A El Universal de México, el 30 de mayo de 1917: “Depe saperse de una vez por todas que no tengo en Ja guerra mds partido que el que deriva de los intereses de mi América, Si los Estados Unidos se hubieran inclinado del lado de Alemania, yo hubiera estado contra Alemania. Si Alemania lastimara maana en cualquier forma nuestra soberanfa, yo lucha: rfa conta ella. Pero en los momentos actuales, los intereses son paralelos y no habr4 campafia que acalle mi expresién de verdad, porque si mi vida entera es garantia de honradez, también es garantia de firmeza”. A El Tarapaca, de Chile, el 25 de julio de 1917: “Hasta que los Estados Unidos se mantuvieron neutrales, nadie puso en tela de juicio en nuestros paises la neutralidad. ¢Cémo se explicarfa, qué excusa darfamos si empezdramos a discutirla ahora a rafz de la entrada de Estados Unidos en la guerra? No seria ésta la confirmacién del sutil y secteto pro- tectorado que ninguna nacién Ietincamericana puede aceptar honradamente. Para decidir nuestra actitud, no debemos Jevantar los ojos hacia el Norte, sino consultar nuestras propias necesidades y conveniencias. Es mds: debemos aprovechar la circunstancia feliz para desligarnos del engafioso panamerica- nismo que ha hecho de las republicas libres fundadas por Bolivar, San Martin y O'Higgins, una anodina sucesién de ceros. La neutralidad es realmente in- dispensable, La América Latina debe petmanecer irreductiblemente neutral, sobre todo desde el momento en que encima de ella se dejan sentir presiones incompatibles con su inalienable autonomia”. A El Universitario de Santiago de Chile, el 14 de agosto de 1917: “Los choques entre los pucblos han sido originados siempre por intereses 149 materiales de orden econémico 0 territorial que han tomado Ja forma o epa- riencia de reivindicaciones de justicia o de instintos generosos, pero esta forma ostensible ha sido sélo la fachada con que se ha tratado de alcanzar la sim- patia de Jos de afuera, ocultando los verdaderos méviles que llevaban a la accién... Que los Estados Unidos proclamen su respeto a las nacionalidades débiles y su apasionamiento por Ja justicia en los propios momentos en que pisotean [a libertad y la autonomfa de naciones ultradébiles como Santo Do- mingo, Haiti y Nicaragua, en los propias momentos en que presionan abu- sivamente sobre México, me parece realmente una ironfa y un sarcasmo”. De Le Patria Grande: “Cuando estallé la guerra, fui hispanoamericano ante todo. Defendi la inte- gridad de Bélgica porque vi en ella un simbolo de Ia situacién de nuestras tepublicas. Pero no me dejé desviar por un drama dentro del cual nuestro continente sdlo podia hacer papel de subordinado o de victima, y lejos de ereer, como muchos, que con Ja victorie de uno de los dos bandos se acabaria la injusticia en el mundo, me enclaustré en la neutralidad, renunciando a féciles popularidades, para pensar s6lo en nuestra situacién después del con- flicto. Algunos juzgaron, en el apasionamiento de aquellas horas, que porque los Estados Unidos intervenfan en favor de los aliados, la politica imperialista se purificaba retrospectivamente y olvidaron la situacién de Nicaragua, cl separatismo de Panamé, las invasiones a México, la agonia de Puerto Rico, cuanto nos hiere en nuestra propia carne. Yo no lo olvidé, porque sabla que mientras los imperialistas defendfan en Europa la justicia y el derecho de los pueblos débiles, continuaban en América la politica de dominacién. Pata subrayatla, ¢l 15 de mayo de 1916, mientras Ja opinién mundial sofiaba con una equidad permanente, desembarcaron tropas en Santo Domingo y arrasaron cuanto quedaba de Ja auronomfa de aquel pafs. El acontecimiento pasé inad- vertida en nuestros pueblos que olvidaban sus propias reivindicaciones para defender las de Europa. Peto con ese motive, aptovechando una invitacién de la Universidad de San Carlos sali, pocos meses después, para Las Antillas y México. Atento sdlo a fos intereses de la América de habla hispana, continué en plena guerra mi prédica de 1900, de 1911, de 1913, de toda mi vida. A mi no me tocaba averiguar si el imperialismo estaba desatrollando en Europa una accién benéfica 0 no, Jo que me concernia era Ja accién y el reflejo de esa politica, en el Nuevo Mundo, y como todo continuaba siendo fatal pata nues- tras autonomias, combati otra vez, sin cuidarme de problemas extrafios, ya que los extrafios se han cuidado en todo tiempo tan poco de nosotros”. [Archivo General de la Nacién Argentina]. 150 EL PUEBLO Y LA VIOLENCIA (1922) Ex ustavo de sitio, las persecuciones, la arbitrariedad en todas sus formas, s6lo sirven pata vigorizar la accién de los partidos revolucionatios. Hay cierta candidez en suponer que bastan unos cuantos decretos con firmas nerviosas al pie para contrarrestar los deseos de Ja masa popular y ahogar en germen sus aspiraciones. A una declaracién de guerra se contesta con otta; y no es posible saber quién triunfaré definitivamente si se encuen- tran en presencia dos fuerzas izreductibles. La legalidad establecida es aceptada a condicién de que mantenga los dere- chos que ella misma concede. Pero cuando el Poder los viola, rompe el técito convenio y echa mano de atmas nuevas y antojadizas; las victimas se pregun- tan si fa Icgalidad ticne dos caras: una para los de artiba y otta para los que, sin desearlo, los sostienen. Destruida la legalidad por los mismos que en ella se escudan, nada puede retener a los que la toletaron sin haber contribuido algunas veces a crearla, Si en los comienzos pudieron sentirse cohibidos por las artificiales Ieyes del duelo, recuperan con Ja ruptura todos sus recursos, y con ellos, el derecho de rechazar Ja agresién como convenga. Dentro del res- peto mutuo todo puede ser discutido serenamente; fuera de él se desvanecen las equidistancias y sélo queda en presencia, de un lado, la tiranfa recurrien- do a todas {as injusticias para perpetuarse; del otro, la libertad, que, como todo lo que ticne alas, busca su salvacién en la altura. La situacién creada por recientes sucesos no puede ser mds clara. Si el Poder, renunciando a los propésitos conciliantes, se deja Ievar 2 persecucio- nes, Ja democracia se hard invulnerable, dentro de su energia serena. Ni el tigor, ni las dédives, ni las concesiones patciales, ni las leyes restrictivas pueden modificar sus propésitas y su accién. Dispuesta a discutir pacffica- mente y a aprovechar las buenas disposiciones para realizar reformas y ate- nuar injusticias cuando Ja oportunidad se presenta, peto decidida también a defender su organizacién por todos los medios contra los que pretenden des- truirla— a igual distancia de lo atrebatos prematuros y de los desfallecimien- 151 tos culpables— es un bloque de piedra capaz de resistir a todo. Si el tayo fa hiere, ella también sabe esgrimir el rayo! Peto el valor no consiste en lanzarse a todas las empresas, sino en sobre- ponerse al fmpetu y saber medir cudles son as que tienen probabilidades de éxito, Las provocaciones suelen ser un ardid para encender las cdleras y jus- tificar habiles represiones. E] pueblo, consciente de sus responsabilidades y de sus destinos, debe saber evitar los lazos que le preparan, delimitar las fronteras entre su accién y la de ciertas agrupaciones y dat la sensacién de un gran conjunto seguro de su verdad. En épocas normales todo lo espera de la eficacia de sus razones y s6lo recurte a la agitacién en ultimo extremo para defender ell ideal. EDel Libro La Patrie Grande, Editorial Internacio- nal (Betlin-Madrid), 1922]. 152 LA DEMOCRACIA EN AMERICA? (1925) Para Las nuevas generaciones, que, ajenas a los apasionamientos y a las in- cidencias de cada regién, examinan las corrientes que después de la guerra han empezado a difundirse en la América Latine, nada es motive de tanto desconcierto como la tendencia a transformar en teorta politica aplicable a nuestras reptblicas la polftica accidental de algunas naciones de Eutopa. Como el movimiento entraiia un peligro innegable por la misma buens fe de los que lo propician; creyendo preservar los destinos colectiyos, y.como los fendémenos que se advierten en algunas zonas pueden ejercer influencia sobre Jas demés, conviene tener presentes los {undamentos alrededor de Ios cuales debe girar Ja vida de nuestra América. Las sociedades han pasado gradualmente de Ia obediencia a la libre dispo- sicién de sf mismas, del oscurantismo a Ia libertad, con ayuda de una evolu- cién labotiosa que fue transformando su propia esencia. La difusién de la cultura, la inquictud de las responsabilidades, acentuaton derechos y deberes, haciendo florecer un ideal, constantemente ampliado, de clevacién y de feli- cidad humana. Estas conquistas dolorosas y dificiles, fruto de tragedias san- grientas y memorables inmolaciones, constituyen algo irrevocable; y lo que tienda a volver hacia lo ya dirimido, a interrumpir el ritmo del pro- gteso, slo conseguird arremolinar Jas aguas peligrosamente. Lo que es aplicable 2 todos los pueblos resulta més categSrico en nuestres democtacias nuevas. Las naciones de Europa tienen, después de todo, un punto de partida feu- dal. El viejo fermento autoritario ha seguido palpitando a través de las con- cesiones de le monarquia, que para prolongar su existencia, tomé a veces en- gatiosos ropajes constitucionales. Mirandolo bien, le brusca crispacién de un residuo persistente sdlo marca los estertores del sistema que no se resigna a mozir. Peto en América ocurre todo lo contrario. Nuestras patrias j6venes brotaron de una rebelién contra la idea dindstica. Sus cimientos fueron edificados sobre principios y Constituciones republicanas. 153 Toda tendencia al predominio de una minotfa o al auge de un gobierno fuerte equivale a incorporar elementos discordantes que contrarfan la lgica de nuestra evolucién. Esto no significa negar que ha habido en el curso de la historia latinoame- Ticana penosos momentos en que Ia ley escrita fue anulada por los caudillos. Pero estos recuerdos de Iuto y de miseria son los que con més fuerza se oponen a toda reaccién. Si hay pueblos que deben estar escarmentados del autoritarismo, son los nuestros, que tan duramente lo [lotaron en el pasado © tan amargamente 1o soportan alin en ciertas regiones. Las Republicas de fa América Latina, democréticas por las leyes y por la composicién nacional, no pueden tender a crear, a destiempo, privilegios ana- cr6nicos, sino a perseguir la ampliacidn de las férmulas libertadoras, afron- tando cuantos desarrollos econémicos y filoséficos conducen las hipétesis nuevas. Porque no es posible olvidar que el gobierno de un hombre, o el de una minoria —que ya han existido entre nosotros en forme de trampa o de imposicién—, marcaron siempre en la geografia y en el tiempo, las zonas y Jos momentos de més hondo atraso y de mayor infelicidad colectiva. Al margen de tos tedricos, las incidencias de actualidad pueden ser usu- fructuadas por las oligarquias pata robustecerse y por los veteranos de La teeleccién para perpetuarse, baséndose éstos y aquéllas en la aparatosa nece- sidad de defender la salud de la patria. Conviene evitar que, bajo apariencias de interés comtin, recobren su vigor las fuerzas retrogtadas que fueron ven+ cidas en el otigen del separatismo por las concepciones liberales, y en los de- bates internos por el sufragio universal. Nadie podtd tacharme de antipatriota. Por defender el principio de patria y las bases que creo indispensables pata su perdurabilidad, rocorri el conti- nente y me distancié en Ja Argentina del partido que sintetiza mis ideales. Mi socialismo fue siempre moderado y nacionalista. Pero entiendo que nada puede ser tan nocive para el progreso de nuestras Reptiblicas como los Go- biernos de sorpresa y las hegemonias marciales erigidas en tribunal dosificador de la libertad. Nuestra América ha de extraer de si misma la vida esponténea y nueva a que la obliga su juventud. Peto si juzgamos indispensable buscar modelos, imitemos, més bien, a Francia, donde est4 gobernando una coalicién de fuerzas tendidas hacia el Progreso; imitemos a Inglaterra que mantiene ef juego normal de los partidos; imitemos a Alemania, que, a pesar de todas Jas dificultades tiene el ofdo atento a la voluntad popular; imitemos, en fin, a la triunfante América del Norte, donde ni en suefios ha Ilegado nadie a formular Ia idea de resucitar el pasado, No cabe duda de que una de las consecuencias de Ja tiltima conmocién ha sido fortificar los sentimientos nacionales, Pero esto, lejos de marcar una reaccién anuncia un progreso. A medida gue la nacién se ha hecho democré- tica, Ia democracia se ha hecho nacional. ¥ los tonos cafdos, la sustitucién casi general de las antiguas casas reinantes por Repiblicas avanzadas, algunas 154 de Jas cuales van més allé de nuestras propias convicciones, est4 diciendo a voces que si la conflagracién ha tenido una filosoffa, es la que marca el ad- venimiento del pueblo, el triunfo del sufragio universal. Fulminar contra el parlamentarismo, cuya falta de eficacia consterna a los partidarios del golpe de Estado, es partir de una base inconsistente. Claro esta que el régimen parlamentario no es perfecto. ¢Peto lo fue acaso el absolu- tismo? ¢Lo fueron las dictaduras que escalonan en fa historia sus eslabones de sangre? Los errores del parlamentarismo —que sintetiza Ia presencia cons- tante en el Gobierno de la voluntad colectiva— son rectiticados siempre por la masa electota. ¢Quién rectificard, en cambio, los exrotes de los déspotas, que quedan invariablemente impunes y fueron a menudo punto de partida para empecinatientos y petsecuciones que ahogaron a los pueblos bajo el silencio y el terror? También se ha invocado injustamente la incapacidad de nuestras demo- ctacias, olvidando que dieron prueba, desde Ios otigenes, de especial clari- videncia. Peto atin admitiendo que Ia democtacia latinoamericana carezca de educacién politica, no se probardé, como consecuencia de ello, que hayan al. canzado esa educacidn politica los que aspiran a erigirse en tutores por derecho divino. Entre nosotros, los que han dejado siempre més que desear han sido Jos gobernantes. No es ensanchando sus atribuciones como aumentaremos sus capacidades. Y en lo que se tefiere al pueblo, tan duramente juzgado por Jos censores, mds facil serd lograr su perfeccionamiento con ayuda de le democtacia, que estd intetesada en servirlo, que a la sombra de los dictadores, cuya preocupacién eterna fue perpetuar fa ignorancia para dominar. En cuanto al bien supremo de la colectividad —que se invoca indetermi- nadamente, como si volvieran los sacrificios de los tiempos barbaros y fuera necesatio desatmar a los dioses adversos inmolando las libertades—, no hay razén atendible que haga depender fa vitalidad de nuestros paises de vna mutilacién de la voluntad popular. Cwantos forman parte de un conjunto estén interesados en su grandeza. ¥ to que exige Ia prospetidad de nuestras libertades no ¢s el Gobierno de unos pocos que demasiado se ha prolongado, con ayuda de los peores expe- dientes, sino la franca realizacién de lo que las Constituciones anunciaron, la sana igualdad que no ha Megado atin, y contra cuyo cercano advenimiento quieren levantarse las minorias para retardar la evolucién inevitable. La juventud debe pronunciarse contra todo lo arbitrario, contra todo fo gue marque imposicién personal o de niicleo, contra todo lo que falsee Las inspiractones y el punto de partida de nuestta vida institucional, La América Latina sélo se engrandecerd dentro del marco ceda vez més moderno, cada vez més generoso de los debates a plena luz. Y cuanto tienda a cercenar las atribuciones de fos Parlamentos, a reducit el campo de accién de la prensa, a Timitar la espontaneidad de la palabra, a optimir el pensamiento, a atreba- tar, en fin, el cetro a las mayorfas para depositarlo sobre una clase, una casta 0 un individuo, debe set considerado como nocivo para [a patria, para la raza y para la humanidad. 155 Desde el punto de vista de la evolucién interior, como desde el punto de vista de las consecuencias internacionales, serfa fatal para el Nuevo Mundo toda tentativa de cesarismo, civil o militar. La felicidad de cada entidad in- dependiente, y Ia fraternidad entre todas elas, depende de Ia fidelidad a los principios republicanos. Levantemos cada vez con mayor brio la bandera nacional, Defendamos de todo corazén a la patria, Pero no Ja defendamos con atmas viejas y procedimientos contraproducentes, generadores de atraso, anarquia y disolucién, Pata defenderla bien, identifiquémosla con la felicidad de todos sus hijos, hagémosla cada vez mds 4gil; purifiquemos sus ideales, perfeccionemos sus instituciones, libertémosla de los egofsmos parasitarios, Asi coincidird con todas las fibras de la nacién y levantaré en peso a la colec- tividad entera, sin injusticias, sin odios, sin privilegios. Las nuevas generaciones con el instinto seguro que las orienta, han optado por preservar los principios superiores, cuyos desarrollos futuros representan una esperanza en medio de ertores que se prolongan. Ajenas a las corrientes effmeras salvaguardarén antecedentes y destinos, instituciones liberales y au- dacias luminosas, cuanto es nuestro pasado, cuanto serd nuestro porvenit, fies Ne nt pinta la Naci6n Argentine]. 156 LA CUESTION AGRARIA EN LA AMERICA LATINA (1929) Asi como en el orden internacional hay para las reptiblicas de la América Latina un problema superior a todos los otros —la defensa de las autonomlas nacionales frente al imperialismo— en el orden interior se impone una reforma por encima de todas las reformas posibles: la que ha de dar por resultado la reparticién de la tierra, En comarcas tan vastas y tan poco pobladas que a veces sdlo cuentan un habitante por kilémetro cusdrado, esta cuestién no hubiera debido plantearse siquiera si la direccidn de Jos asuntos publicos estuviera en manos de hombres atentos a preparar los caminos del porvenit. Desgraciadamente, hemos sido gobernados hasta ahora por el privilegio, Ia ratina o la casualidad. El Jatifundio se ha mantenido o ha prosperado de una manera monstruosa. Hay hombres que poscen zonas inmenses, verdaderos estados dentro del Estado. Y un feu dalismo sui géneris falsea las constituciones y los principios republicanos, atin en aquellos pafses que patecen més atentos a cnvanecerse de una legislacién Del inaudito acaparamiento de {a tierra por algunos ha nacido una violenta desigualdad social y hasta una forma nueva de esclavitud: Ja esclavirud de los hombres que nacen, trabajan y mueren sometidos a un sistema dentro del cual la tierra, los v{veres y cuanto existe pertenecen a un amo todopoderoso. Hay lugares en la América Latina donde el déspota rural es duefio de las expendedurfas y proveedor nico de las muchedumbres que viven y trabajan en sus campos, Les paga con fichas que los miserables cambian por alimento y por alcohol. Les abre crédito para retenerlos, Los hijos heredan las deudas de los padres. Y de generacién en generacién, se prolonga la servidumbre. Inmensas zonas en el Peri, Bolivia y hasta en el territorio argentino de Misiones, se obstinan atin en ese sistemat criminal y anacr6nico, dentro del cual los mismos funcionarios del estado —comisarios de policfa, jucces de paz, etc— se hallan estipendiados directa o indirectamente por el terrate- niente local o por la compafifa arrendataria. 1357 Aun en aquellas zonas donde los procedimientos se han hecho menos tudos, Ja injusticia es flagrante y dolorosa. Las grandes propiedades rurales heredadas se han valorizado desproporcionadamente, dando lugar a fortunas cuantiosas y poniendo en manos de unos pocos la lave de la prosperidad nacional. Por eso es que de norte a sur de la América Latina sube un clamor cre- ciente en favor de Ia reforma agraria. La tierra, fuente suprema de Tiqueza €n nuestras comarcas dedicadas a la ganaderia, la agticultura, la explotacién intensiva de los tesoros naturales del suclo y def subsuelo, no debe estar en manos de unos pocos que dertochan fastuosamente sus rentas en las grandes capitales. Algin derecho ha de vener sobre la tietra quien Ja cultiva, quien la hace fructificar. Un sentimiento nueyo de equidad y de teparacién surge en Jas conciencias. La situacién def indigena de la América Latina no puede continuar como hasta ahora. Avin aquellos que no se hallan lastimados direc tamente por el actual estado de cosas, se elevan contra la sinrazén evidente que las hizo nacer. La reforma ograria tiene que set el eje sobre el cual gire la politica interior de nuestras republicas. Por encima de las luchas vanas entre la ambicién de fos politicos y de las declamaciones sobre ideas genetales, hay que abordar resueltamente este problema vital. Cuanto se haga para ignorarlo 0 para apla- zarlo, serd intitil. Los fenémenos humanos no dependen de la voluntad indi- vidual. Es la voluntad individual la que se ajusta a los fenémenos humanos. Y sea cual sea la oposicién que opongan ciertos elementos, Ja reforma agraria tendrd que hacerse. [Publicado en 1a tevista Monde, dirigida por Henry Barbusse, cn Paris, ei 6 de julio de 1929. Archivo Gral. de Ia Nacién Argentina]. 1358 EL FIN DE LAS OLIGARQUIAS LATINOAMERICANAS (1931) EN Lucu con las Universidades, las organizaciones obreras, la prensa inde- pendiente y todo aquello que represence un reflejo de pensamiento o de con- ciencia libte, las dictaduras vacilantes como las de Machado en Cuba y de todos los autécratas latinoamericanos, tienen los dias contados. Pero la pre- vista caida sdlo tesolverd el problema si ella conduce al fin de un régimen. Las repéblicas de origen espafiol y portugués sufren una tirania que sobrepasa las individualidades. En la Argentina, por ejemplo, quince familias poseen, cllas solas, 2.773.760 hectareas, cuyo valor puede ser calculado en tres mil millones de francos. Los déspotas no se imponen sino como tepresentantes de estas oligarquias que absorben Ja vitalidad nacional, bajo Ja proteccién alter- nada del imperialismo inglés o del imperialismo norteamericano que favore- cen, sin saberlo o sabiéndolo demasiado, Ja funesta expansién econémica. Las subversiones operadas en el personal politico, por més tumultuosas que bayan sido, no consiguieron nunca transformar el fondo de las cosas. Por encima de los sacudimientos y a través de los nombres, gastados 0 nuevos, se ha visto perpetuarse, con ligeros matices, desde Jos tiempos coloniales y lo largo de Ia independencia, la misma dominacién semiplutoctética, semi- feudal, de aquellos que se hacen la ilusin de encamar a la nacién, porque se identifican con el estado de cosas que los favorece. La evolucién econdmica ha sido, por este hecho, detenida en su punto de partida, El colonialismo se perpetiia a pesar de la autonomfa nominal. Las repiblicas més présperas no han hecho mds que exportar Jos productos del suelo y comprar en el exterior los objetos manufacturados. Esto sin tener en vista el plan més elemental para el desarrollo y equilibrio de los intereses generales del pafs. A excepcién de la agticultura y la ganaderia —ya bien comprometidas por lo dem&s— todo ha sido abandonado a Ja iniciativa y a los capitales extranjeros. Algunas exportaciones sélo dejan entre nosotros el precio de [a mano de obra, pagada miserablemente. Las minas fabulosas de Bolivia y de Perd se 159 han vaciado por canales invisibles, sin que esas regiones se hayan beneficiado en forma alguna. Las repdblicas sudamericanas no son ticas, en realidad, mds que pata los sindicatos cosmopolitas a los cuales un grupo fnfimo de nativos acuerda para mantener su preeminencia, Ias concesiones m4s onerosas. Cada iniciativa de valorizacién es el resultado de Ja venta, a una compafila extran- jera de una nueva parte del patrimonio nacional. Los ferrocartiles, el petréleo, la industria frigorifica que controla la exportacién del ganado, Ios bancos, los Seguros —cn ciertos casos, Jas propias aduanas— todo ha sido librado al imperialismo anglosajén. La inmensa masa de Jos ciudadanos trabaja para asegurar dividendos a los accionistas de Nueva York o de Londres, o para permitir Uevar, a un grupo testringido, una vida fastuosa en los grandes centros de Europa. Sélo su extteordinatia riqueza ha petmitido a la América Latina resistir Ja intoxicacién, neutralizada por Ja vitalidad del organismo. Pero habiendo el desbarajuste mundial precipitade los acontecimientos, los productos no se venden més, el cambio se desploma y una situacién angustiosa pone en evi- dencia las taras de un sistema. Es Jo que ha determinado el despertar de Jas Unicas fuerzas que el impe- tialismo no ha tocado: el pueblo y la juventud. Es asf cémo las jévenes ge- neraciones, salidas en parte de los grupos privilegiados, se levantan contra la infusticia, adoptan (como sucede en Ia vispera de grandes transformaciones) ideas avanzadas y procuran rejuvenecer a las Universidades, convertidas en los mejores focos de renovacién. Sorprendidas por palabras inesperadas, las viejas oligarquias comprenden en cierto modo sus etrores pero, incapaces de reaccionar miden sobre todo el peligro que corten ante una agitacién que no es ya politica sino social. Han recurrido ellas a dos sistemas cldstcos: la opresién violenta y Jas concesiones engaiiosas. En el primer caso se suprimen los diarios que molestan, se procuta castigar fag universidades rebeldes como las de Buenos Aires y La Plata, se recluzan milicias voluntarias encargadas de mantener “el orden”, se fusila a los ciu- dadanos en Jas calles, como en La Habana, donde los estudiantes y obreros han debido cortar la cortiente eléctrica y sumir a la ciudad en la oscuridad, para escapat a la persecucién de la policta. En el segundo caso, se intenta dar a la opinién aparentes satisfacciones. Los politicos son Jos mismos, pero a medida que las posibilidades se deslizan hacia la izquierda, se los ve tefiirse de rojo. Como en Espafia se pudo advertir el hundimiento inevitable de la monarqula, por la complacencia con que los antiguos cortesanos se atropellaban alrededor de una republica que no existia, en América Latina se siente la inminencia de las nuevas horas, por la actitud artificialmente “liberal” de algunos consetvadores de renombre. Ni Ja fuerza, ni la astucia, patecen que pucdan desviar, sin embatgo, el impulso hacia la extrema izquietda. El se hace sentir desde fa Argentina hasta ico. El movimiento agrario y antimperialista inquieta a los gobiernos que se esfuerzan por echar maquina atrds, bajo la influencia de los Estados Unidos 160 y de las fuerzas del terror. Numerosos sintomas marcan el fin de un estado de cosas. Bajo 1a crisis econdmica, las oligarquias se disgregan, asi como el pretorianismo y Jos vanos simulactos parlamentarios. La atmésfera se rarifica también para los polfticos que cultivan la paradoja y aspiran a figurar en la vanguardia, sin cortar sus vinculos con el pasado. La acusacién de extre- mismo no espanta més a nadie. Ante la depreciacién de los productos, las deudas, la desocupacién, el déficit -—resultados del fracaso de los dirigentes— parece evidente que no se puede remediar la confusién en que América se debate, como no sea con la ayuda de los hombres nuevos y de Jas ideas nuevas. {Publicado en Monde, revista politica dirigida por Henty Barbusse en Paris, el 1° de agosic de 1931, Reproducida en Pofémice, de Buenos Aires, el 19 de septiembre de 1931. Archivo General de Ja Naci6n Argentina]. 161 NO SOY ALIADOFILO, NI GERMANOFILO: SOY IBEROAMERICANO (1940/45) APASIONAMIENTOS IRRAZONADOS Denrxo pe algunos afios, cuando se observe friamente el panorama, serd di- fcil explicar los apasionamientos unilaterales, los odios ciegos y tas parciali- dades estridentes que arrebataron a ciertos sectores de la opinién iberoame- sicana durante la guerra actual. Se extraviaron los espiritus en el campo ajeno y se alejaron hasta perder de vista su propia realidad. Conviene, pues, hacer un esfuerzo pata contemplar serenamente Ja situacién, teniendo en cuenta sobre todo los intereses de nuestra tierra. Como si estuviesen frente a una competencia depostiva, donde los especta- dores corean a sus favoritos, la pasion se derramé en clamores, sin darse cuenta de que no se trata de un tomeo. En el curso de los acontecimientos actuales no cabe gritar: “a m{ me gusta esto” sino averiguar la mejor forma de salvaguardar la propia situacién, No cabe optar, clegit o averiguar si esto es mds justo que aquello, preocupacién, por otra parte, poco frecuente en poli- tica internacional. Se trata de abarcat los horizontes y develar en medio de la tormenta sobre Ja suerte, no del navio ajeno, sino del navio en que navegamos. Desde los comienzos del conflicto, cuando me preguntaban “es usted aliaddfilo o germandfilo?” he contestado siempre: “Soy iberoamericano”, Porque si interviene el buen sentido es evidente que debemos dar prefe- rencia a lo propio, es decir, a nuestra situacién y a las consecuencias que de esa sitaacién pueden derivar en medio de una confrontacién de fuerzas superiores @ nuestro volumen nacional, a la drbita de nuestros intereses y a las mate- viales posibilidades de intervencién. Pero la enfermedad del continente ha consistido en confundir los planos en que se mueven [as cosas y en cultivar el sentimentalismo cuando se impone Ja reflexién. En vez de ver en el choque una crisis resolutiva de la trégica rivalided entre dos potencias que se disputan el primer puesto en el mundo, Iberoamé- 162 tica se dejé enardecer por consideraciones de ética y de politica interior que Je inyectaba uno de los bandos en lucha. E] recuerdo de Ja guerra de 1914, que levanté patecidas llamaradas y dio lugar a tantas decepciones, no basté para mantener Ja serenidad. A un cuarto de siglo de distancia, les mismos hombres, en las mismas circunstancias, ca- yeron en los mismos errores, arrebatados por Ja prédica tendenciosa de las agencias. A los que nos mantuvimos, durante la otra guetra, neutrales, es decir, como hoy, bésicamente nacionalistas, no podfa sorprender la nerviosidad que se difundié de nuevo, Ya habiamos conocido “el terror”. Se repetian los fend- menos. En 1940, como en 1914, no fue posible ser persona decente si no se gritaba en favor de Inglaterra y de Estados Unidos. Toda divergencia mar caba culpabilidad, soborno, ignominia. Bastaba el silencio para invalidar a un hombre. Dentro del conflicto, un bando representaba la libertad, fa cultura, la civilizacién y el otro sintetizaba la tiranfa, la crueldad, [a barbarie. Tan ingenua simplificacién de los problemas mundiales podria dar una idea inexacta de la solvencia intelectual de nuestras republicas. Conviene pun- tualizar que dominé especialmente en los citculos espumosos de las capitales o en Ia prensa comercializada y que buena parte de Ja juvented y de la masa, alcanzd, instintivamente, una concepcién a la vez m4s universal y més nacional. Yo no tengo razones para defender a Alemania. Pero tampoco las tengo para defender a Inglaterra o a Estados Unidos, Lo que ha de determinar mi opinidn es el interés de mi América, entendiendo por “mi América” el con- junto de los paises de origen hispano. Desde principios de este siglo, antes de la guetta, he consagrado mi vida a combatir las fuerzas extrafias que han obstaculizado el desarrollo de nues- tras reptiblicas. Asi he hablado y he escrito sin descanso contra el imperia- listo inglés y contra el imperialismo norteamericano, como lo hubiera hecho contra el imperialismo alemdn si se hubiera manifestado ¢n este continente. Y entiéndase que al censurar a Inglaterra y a Estados Unidos no me baso en las actitudes que adoptaron en estos o en aquellos conflictos mundiales, sino en la accién que ejercieron directamente sobre nosotros. El punto de mira no fue ef odio, la conveniencia o la razén ajena, sino los problemas y el porvenir de la entidad superior que formamos [os iberoamericanos. <¢Quiénes son los que se han attavesado en nuestro camino desde los origenes? Hago el balance de Ja vida del continente y encuentro la agresién de Ingla- terra desde los tiempos remotos en que los galeones de Espafia eran atacados por piratas que solian convertirse después en gobernadores. Rememoro los desembarcos de soldados ingleses en Buenos Aires, pocos afios antes de la independencia. Compruebo Ja ocupacién de Belice, perteneciente a Guatemala. Pienso en las islas Malvinas... Pasando a Estados Unidos, no puedo dejar de tener presente que atrebataron a México la mitad de su territorio. Tampoce cake olvidar las palabras. del senador Preston: ‘La bandera estrellada flotard hasta el cabo de Hornos, unico fimite que reconoce la ambicién de nuestra 163 xaza””, Hasta el momento actual en que nos piden bases navales en nuestras costas, esa accién no se ha detenido un momento. Nicaragua, Cuba, Panamd, Puerto Rico... Lo que voy a a‘iadir ahora parecerd a algunos un despropésito, pero expresa una verdad que todos pueden comprobar: Alemania no nos dio nunca, en cambio, motivo de queja. Se halla tan saturado el ambiente que hasta cuesta trabajo hacer admitir esta verdad, pero la mejor prueba de que es una verdad innegable es que la propaganda tendenciosa no ha podido invocar un solo caso en que Alemania haya realizado algo contra nosotros y tiene que limitarse a impresionatnos con Jo que Alemania podrfa hacer en el futuro, si llega a triuntar. Asi nos invitan a abrir de par en par las puertas a los peligros que cono- cemos, para prevenir peligtos que no se han manifestado aun, Esto seria suficiente para invitar a la reflexién, EMOCIONES IMPORTADAS Volviendo a la realidad y a la guerra en sf, basta preguntarnos, para medir la parcialidad que enrarece el ambiente, si Ja indignacién por el avance de las tropas alemanas en Europa se hubiera manifestado en el caso de que los aliados se intetnaran victoriosos en tettitorio aleman. Si solo resulta malo lo que va contra ciertas predilecciones, datemos 1a sensacién de un continente supeditado a una influencia, inclinado a vivir de reflejo, sin que asome ef juicio propio que Iégicamente ha de sobreponerse a fa propaganda para crear, de acuerdo con jas conveniencias locales, una opi- nién auténoma. Este es, justamente, el momento de revelar la personalidad de Iberaamérica. Al aceptar Ja versién tendenciosa y al entregatnos a ella, aparecemos como gente mal informada que ignora los expedientes a que tecutren las naciones cn lucha. Parecemos, ademds, no tener noticia de la ebullicién que Ilevd en todos los tiempos a todos los pueblos a expandirse o a contraerse segtin las alternativas de su vitalidad. Los imperios se acumularon y se disolvicron siempre sin més regulador que la fuerza, supetada al cabo de cierto tiempo por otra fuerza. Ninguno se formé por medics pacificos y legales. Cuando un canciller ingenvo declara que la Argentina no reconoce con- quistas, se expone a que le pregunten si tan encomiable decisién se extiende hasta la conquista de América por los espafioles, de los cuales somos, més 0 menos, descendientes. Creer que la violencia se inaugura en este siglo, es confesar completo desconocimiento de la historia. Ninguna nacién se impuso por Ia violencia en tan vastos territorios como Inglaterra, que simboliza ahora, para algunos, la legalidad, Basta abrir un mapa para contemplar el mayor imperio conocido. Trescientos millones de 164 hindties, en favor de los cuales clama Gandhi en vano, la mitad del Africa, Gibraltar, islas innumerables pobladas por enormes muchedumbres trabajan y sufren para que los ingleses mantengan un standard superior de vida. Esas Zonas no han merecido la protesta de los sentimentales. En cuanto a Estados Unidos, vemos que pocas veces se ha ensanchado una nacién con tanta rapidez, seguridad y de maneta tan implecable, En siglo y medio quintuplicaron Ja extensién de su tertitorio, absotbiendo y anexando Je Florida, Ja Luisiana, Nuevo México, Texas, Panamé, Puerto Rico, etc. Sorprende en este caso también que no se haya encendido el fervor putitano ola célera justiciera en favor de pueblos débiles que som del mismo origen. Porque la indignacién de ahora subraya, por contraste, que nunca estallaron apasionamientos andlogos cuando se cometieron atentados contra las naciones hermanas de América. La emocién por Ia suerte de Polonia o de Finlandia trae a la memoria el silencio frente a la ocupacién de Belice, las Guayanas o las Malvinas, y si estos parecieran hechos antiguos, de la ocupacién recientisima de la isla de Curazao, frente a las costas de Venezuela, realizada en el curso de fa guerra actual. Nadie alzé la voz tampoco cuando Roosevelt se aduefié de Panamé, ni cuando los Estados Unidos quitaron 2 México las provincias del norte ni cuando fue sacrificado Sandino en Nicaragua. Por curiosa anomalfa, parece que el sagrado derecho que tienen las colec- tividades a disponer de su suerte es un postulado de exclusiva aplicacién en Europa, y hasta dentro de Europa, un privilegio de las zonas donde no se perjudica a los intereses de Gran Bretafia, Porque la cempafia en favor de los itlandeses nunca hallé eco tampoco entre nosotros. Es lo que debe hacernos reflexionar. Cuando se trata de defender a ciettas naciones lejanas con las cuales no tenemos trato ni conocimiento, surge un torrente de reconvenciones caudalo- sas. Cuando es fo nuestro lo que esta en tela de juicio, reina el silencio més absoluto. gImportamos del extranjeto las emociones? ¢Razonamos por de- Jegacién? EL PROBLEMA Agu se toca el hueso del problema. La estruendosa parcialidad en medio de esta guerra que no nos atafie en sus finalidades ni en su desarrollo, puesto que se libra en zona lejanas y sin herirnos directamente, s6lo puede responder a maniobras del bando al cual Eavorece. Los supervisores de la vida iberoameticana, en Ja netviosidad de ta lucha, se quitan la cereta, pierden Ja flexibilidad cautelosa de los tiempos normales y nos revelan nuestra situacién. 165 Inglaterra busca le adhesin cerrada que no alcanzé en sus propios dominios y los Estados Unidos aspiran al monopolio comercial, Lo que Inglaterra quiere impedir en Ibercamérica no es Ja implantacién de un régimen totali- tario, sino Ia competencia a su comercio. Lo que los Estados Unidos se afanan por preservat no son las instituciones democréticas sino su ptedominio. Aun- que tan poderosas naciones se aprestan a defendernos en Ja misma forma como defendieron a Checoslovaquia, Polonia, Finlandia, Noruega, Holanda, Bélgica y Francia, Tberoamética, que tiene el cuerpo marcado por los latigazos de la proteccién, recuerda las parabolas de los citcos, impregnadas a menudo de amarga filosofia. EL payaso apatece, maltratando, como de costumbre, al Tony y el jefe de pista interviene: —2Por qué le pega? A lo cual contesta con enojo el payaso: —Nadie tiene derecho a intervenit n favor de este hombre, Usted no debe acercatse. Yo lo defiendo. Y sigue dandole golpes Asi como en los ejércitos hay tropas coloniales que Juchan por algo que no les concierne, ghabra también, en el terreno de la opinién mundial, tropas coloniales del pensamiento que sostienen causas ajenas y van hasta contra sus Propios inteteses, dado que al aumentar el poder de aquellos a quienes sirven avmentan la propia sujecién? FRANCIA Todos hemos tenido, y tenemos, profunda simpatfa y gran admiracién por Francia. No es éste el momento de investigar si estaban en lo cierto los poli- ticos franceses que propiciaton una alianza de Francia con Alemania para tr contta Inglaterra, o si acertaton mejor los que, uniéndose a Inglaterra, decla- raron la guerra a Alemania para Iegar a la situacién actual. He vivido en Parfs en los afios en que se planteaba formalmente el dilema: econ Inglaterra 9 con Alemania? y he asistido a la perplejidad frente al interrogante vital. Bastarla esa divergencia de parecetes para establecer que Francia ha sido en Ia lucha una fuerza complementatia, un factor concurrente y que la causa del choque, la incompatihilidad fundamental, reside en la pugna entre dos grandes potencias industriales y exportadoras que compiten en fos mercados del mundo y aspiran a desalojarse mutuamente. En 1940, como en 1914, sdlo se enfrentaron en realidad, por un lado Inglaterra, acostumbrada a do. minar todos los mares y por el otro, # emania, en pleno crecimiento y ansiosa de congnistar su puesto al sol. Las dos guerras nacieron de Ja oposicién entre una fuerza deseosa de per: petuar su hegemonfa y una fuerza empefiada en abrirse paso para impetar a su vez, De un lado, fas pasiciones adquiridas, del otro, Ja inquebrantable renovacién del mundo. 166 El camouflage ideolégico y sentimental no logra borrar Ja linea que delimita los dos campos. Peto pata desorientar a la opinién y rechitar adeptos, cn 1940, como en 1914, se explotaron hasta la inverosimilitud las simpatfas que Francia des- pierta en el mundo y especialmente en Iberoamérica. Francia fue Ja nifia bonita presentada en todas Jas posiciones pata atraer y conmovet. Se jugé esa carta hasta ef punto de que cuando las tropas ale- matias pasaton {a frontera, el voto més intimo fue ver a Paris devastado por el bombardeo para capitalizar la reaccién instintiva de los espectadores. Francia resulté, en sutma, la careta idealista de Inglaterra, el escripulo romdn- rico que detenfa la opinién de muchos. Descattada ahora Francia de la lucha, desaparece el motivo de inhibicién. Es mds, Si hemos de ser fieles a la tendencia francéfila, no podemos menos que comprobat que Inglaterra al volverse contra la antigua aliada, dio prueba de su ingratitud, Porque Francia se lanzé liricamente a una guerra en la cual lo podia perder todo, sin Hevat una finalidad precisa, fascinada por la diplo- macia inglesa que deshojaba margaritas de democracia, cultura y civilizacién. Veamos lo que representan, siempre desde nuestro punto de vista, esos tres tépicos de propeganda tan insistentemente utilizados para movilizar los es- piritus en Tberoamética. DEMOCRACIA Sabemos por la ensefianza de la historia que los pucblos al gtavitar sobre ottos pueblos defienden la expansién de su vitalidad, pero no con las formas tempo- rales de gobierno que han podido darse. Si estas son invocadas, sélo serd con el fin de ocultar o favorecer la ambicién. Nadie conoce Jas intenciones de Alemania en el futuro. Pero parece aven- turada la afirmacién categérica de que desea difundir su sistema de gobierno. Equivaldsia a suponer que tiene interés en generalizar el uso de las armas que le dieron 1a victoria. Si el totalitarismo ha favorecido la potencialidad de Alemania y si la de- moctacia ha preparado 1a debilidad de sus adversarios, no es presumible que Alemania esté impaciente por incubar rivales, comunicdndoles el secreto de su fortaleza. Parece més verosimil que preferitd reservarse Je exclusividad de los engranajes que Je petmitieton dominar. Si algo Ilega a imponer frag- mentariemente serd para asegurar la duracién de gobiernos con los cuales pueda tratar, Pero no ha de querer transvasar la eficacia y el vigor que puede volverse un dia contra ella. Las opiniones apresuradas parten en este punto como en otros de una con- cepcién bfsicamente etténes. El mas claro indicio de que no se hace Ja guerra 167 para imponer ideologias, es Ia marcha paralela y arménica de Alemania con Rusia, a pesar de las divergencias de orientacién. Existen planos diferentes y jerarqufas superpuestas. La politica intetiot no logra nunca ser base para una politica internacional, ni puede desarrollarse sin tener en cuenta fa amenaza de afuera. La politica internacional, en cambio, més flexible y més alta, se sirve de Ja politica interior o la ignora, porque va més lejos y tiene accién duradera. Prueba de ello es que puede existir una politica internacional sin politica interior, pero no alcanza a afirmarse nunca tuna politica interior sin que la respalde una polftica internacional, Todo esto es tan elemental que asombra la persistencia con que en la interpretacién de los sucesos se da siempre al factor secundatio ms impor- tancia que al factor esencial. Al decir que defiende la democracia y al transformar esa afirmacién en apa- tente objetivo de la lucha, Inglaterra no hace mas que entregar al mundo una vieja bandera Ifrica mientras consulta las estadisticas de sus expottaciones y Jas compara con las de su rival. Hay utta verdad ptimaria que no debemos olvidar: nunca se hizo en la historia una guerra por motivos ideolégicos, pero siempre se dio a la guerra una apariencia espiritual. Los que mareados por las palabras creen en Iberoamérica que se trata de una pugna entre instituciones antagdénicas, entte teorfas filosdficas, entre e! dia y la noche, entre Dios y Satan, conficsan su desconocimiento de la filo- sofia politica 7 se dejan deslumbrar por apariencias, Olwidan, ademés, que si l2 democracie —alcanzade sélo por algunos pue- blos privilegiados— constituye, en tiempos de paz, una de Jas més nobles as- piraciones de la especic, en tiempos de guerra resulta uno de los més. eficaces ptocedimientos de suicidio. Si en estos vltimos afios la democracia pudo set definida como el suefio loco de Europa, no podria ser lamada entre nosotros, desde la independencia, ¢la hipocresia de Iberoamética? Esta crisis nos abre los ojos. eDénde hemos realizado la democracia? gEn qué ha consistido? ¢Pueden deciznos sus partidarios en qué momento tabajaron realmente para acercarse a ella? Ha Ilegado la hora de abandonar ilusiones, porque si algunos paises de Eu- ropa renuncian a la democracia después de haberla experimentado, nosotros corremos ef riesgo de defenderla sin habetla conocido nunca. El indigena, asociado tedricamente desde los otigenes a la esperanza de la patria, sigue viviendo, con excepcién de Guatemala y México, como un ilota. A pesar de constituir la mayorfa, nada ha hecho por él la democtacia. En cambio, el pequefio grupo que bajo todas las etiquetas dominé siempre no ha sido desalojado ni fundido hasta ahora en el cuerpo de la nacién. A pesar de ser la minorfa, sigue imponiéndose dentro de Ja democracia, La teorfa no ha favorecido tampoco la revelacién de los verdaderos valores del pais. éQué defendetfamos nosotros al defender la democracia? gE] derecho de seguir entregando Jas minas, los saltos de agua, los monopolios y las riquezas esenciales del pats a los sindicatos de Nueva York y de Londres? gE] privi- 168 legio de abandonat los beneficios que deja esa transfusién de sangre a un centenar de familias que componen la oligarquia, a otro centenar de firmas comerciales que integtan Ja plutoctacia y al turbulento batallén de politicos que suelen ser abogados de las compafifas yanquis de petréleo o de los ferro- catriles ingleses? Hay que aftontar, repito, la realidad. Si la democracia es hoy en el mundo un cadaver que se esta velando desde hace varios afios, entre nosotros es ef cadéver de una ilusién que no se logré alcanzar. Sin entregarnos a directivas extrafias, dentro de nuestro ambiente y con ayuda de nuesttos medios, hemos de responder a la hora experimental en que entramos, distinguiendo la realidad de la fiecién. LIBERTAD Otra de as razones que se invocan pata que apoyemos a Inglaterra es la defensa de Ja libertad. Nadie nos dice si la palabra ha de entenderse en lo que atafie a las rela- ciones del individuo con sus compatriotas 0 a Is iniciativa auténoma del con- junto de cada nacién. Aunque de antemano sabemos que nada fue, entre nosotros, mds arriesgado que pensar por cuenta propia y aunque todo gesto nacional estuvo supeditado a influencias extrafias, conviene buscar lo que pueda tener de exacto el concepto. 2En qué ha consistido Ja libertad en Iberoamérica? No es fécil establecerlo con precisién, si abandonamos las generalidades para concretar hechos. Desde el punto de vista interior Ja libertad fue un principio que los poli- ticos exaltaban desde la oposicién y que ahogaban al ilegar al poder. Un tablero de ajedrez sobre el cual empujaban la pieza de sus ambiciones, que a menudo acababan en el mate de los fusilamientos. Para los fundadores de la Patria —Bolivar, San Martin, O’Higgins, Mo- razin— la libertad se tradujo en sacrificio, Los que esforzdndose por seguir sus huellas, trataron més tarde de favorecer a nuestros pafses, corrieron pa- tecida suerte. Se suicidé Balmaceda, que intenté Ja organizacién nacional en Chile, como se suicidé Lisandro de Ja Torre que denuncié, en la Argentina, Tos abusos de los frigorificos extranjeros. Hasta los tedricos inofensivos se vieron obligados, si investigamos bien, a pasar la frontera. La muerte misera de José Enrique Rodé en Tralia mds que obra de la casualidad, fue consecuencia de su libro Ariel. Por haber emprendido hace treinta afios una campafia en favor de la in- dependencia integral de Theroamérica quien escribe estas Iineas se halla con- denado al ostracism. 169 En realidad, cuantos se basaron en [a libertad para levantar un ideal ° defender una doctrina, sofiando cstructurar el Estado o desligarlo de in fluencias extrafias, fueron anulados implacablemente, Cuantos contratiaron la influencia omnipotente de Inglaterra o de Estados Unidos no pudieron ser nada en Iberoamérica, Ni siquiera lograron editar un libro contra el impe- tialismo. La ilusién americana det esctitor brasilefio Eduardo Prado fue reti- rado, por orden superior, de las librerfas. Cuando hay sombras que se interponen y decides, cuando los resortes esen- ciales estén en manos de un poder invisible que hunde o levanta, segtin sea la oposicién o la complacencia para colaborar con él, no puede existit libertad. La tinica libertad de que realmente hemos disfrutado ha sido la Hbertad de no ser, Nunca Ia libertad de ser. Tuvimos la libertad de emptender guerras inttiles con naciones limfttofes para favorecer a los fabricantes de armamentos, la libertad de atrojar al mar el café o de quemar el trigo en las locomotoras para mantener el beneficio de tos intermediarios, Ja libertad de multiplicar les agitaciones politicas que em- tretienen credulidades locales mientras nos desangra la metrépoli del Hudson o del Témesis. Peto esa no es la libertad de servir nuestros intereses. Es la libertad de setvir los intereses de otros. Si Inglaterra y Estados Unidos se afanan por defender la libertad en nuestras naciones seré para prolongar e] sistema que nos entrega a su conveniencia, remachando las cadenas de la autonomfa no- minal. Seré porque temen que desaparecida Ja libertad, volvamos a ser libres. CIVILIZACION Al culto de Jas palabras, aceptadas sin examen en su vaga sonoridad, tiene que suceder una tendencia investigadora que nos lleve a aquilatar lo que contienen. Con pérrafos que terminaban en “igualdad” y “constitucién” en- tretuvieron los politicos iberoameticanos al pueblo durante més de un siglo sin lograr remediar con ello el hambre o Iz servidumbre. Entre protestas de Pattiotismo se enajenaron las mejores tiquezas de la patria. No cortespondid siempre el vocablo a Ia realidad. Por eso, ha de hacernos teflexionar también el entusiasmo con que nos empujan a defender Ja civilizacién. Sabemos que civilizacién significa adelanto intelectual y motal, cultura, ¢s- tado superior de los pueblos. sQuién puede estar contra ella? Para construir nuestras pattias, nosotros hemos sacado elementos de civi- Tizacién de todas Jas grandes naciones. Por eso no se alcanza a ver como hemos de defender ahora Ja civilizacién atacando a naciones que nos han favorecido con su ensefianza o con su ejemplo. No es razonable admitir que Ia civilizacién —conquista comin de las co- lectividades adelantadas— pueda ser invocada como argumento pata hosti- 170 lizar arbitrariamente a determinados representantes de esa misma civilizacién. En el bando contraria a Inglaterra esté Alemania cuyo aporte es enorme en la industria, la ciencia, ef arte y Ja filosoffa. Est también Talia, cuna de Ja Jatinidad y de ta cultura en el Mediterréneo. Estd virtualmente Espaiia, otigen y raiz de nuestras reptblicas de Iberoamérica. Es dificil admitir que Alemania, Italia y Espafia sintetizan la barbaric y gue Ja civilizacién, considetada hasta ahora como europea, resulte un secreto exclusivo de las islas britdnicas. Cada vez que se debilita una preeminencia politica no se derrumba una civilizacién. Si cae Inglaterra, caeté una fuerza preeminente, pero Ja cultura, el conjunto de conocimientos o de conquistas espirituales que el hombre ha acumulado a Jo largo de los siglos seguird siendo, con ella o sin ella, el haber comin de Ia humanidad. La plutocracia britdnica, el sistema supercapitelista, la conjuncién de cir- cunstancias que otorgaton a ese pueblo de 40 millones de habitantes el pri- wilegio de gobernar a 400 millones de stibditos no establece en ninguna for- ma una condicién esencial para la elevacién de 1a especie. Numerosos impetios cayeron en los siglos y el mundo siguié adelante, con més fuerza a veces, porque al renovarse se vigorizaba. Muchos sistemas po- Hticos fueron desplazados por férmulas que tempotalmente resultaban més adecuadas dentro de Ia evolucién sin término de los grupos humanos. Cuando estallé la Revolucién Francesa y empezaron a rodat las monar- quias, muchos creyeron también como ahora que Ilegaba el fin del mundo. FI hombre continud, sin embargo, su trayectoria, hacia la superacién. Y to que ahora puede parecer a algunos indispensable para que la civilizacién sub- sista, es precisamente Io que hace un siglo y medio, a juicio de los timoratos de entonces, debia hacerla zozobrar, LA QUINTA COLUMNA Esta expresién, nacida durante la guerra civil espafiola, designé como todos sabemos, al grupo emboscado en e! seno del bando rojo pata favorecer a los nacionalistas. Pero si Ja quinta columna se hallaba integrada en Madrid por franquistas que preparaban 1a Iegada de su caudillo y si por extensién, esas palabras, sefialan a los elementos divergentes que trabajan dentro de uno de los grupos por la victoria del grupo contratio, nos damos cuenta en seguida de que nada tiene que ver con nosotros. De acuerdo con el significado admitido puede haber una quinta columna inglesa en Alemania y en Italia y una quinta columna germana en Inglaterra. Pero siendo las repiblicas iberoameticanas neuttales, no se comprende como ATL existitia en ellas algo parecido, dado que toda quinta columna presupone una beligerancia del conjunto dentro del cual se produce. Entre nosotros, desde [uego, hay grupos que usando de sus prerrogativas simpatizan con uno o con otto de los bandos que luchan en Europa. Pero sélo aceptando la identificacién de nuestras repdblicas con uno de esos beli- getantes, sélo presuponiendo una absoluta fusion politica y moral con él, se podrfa establecer que los simpatizantes de Ia tendencia contraria constituyen una quinta columna, es decir, un nitcleo cuya divergencia resulta peligrosa dentro de la colectividad. Hay iberoamericanos que simpatizan con Inglaterra. Hay otros que sim patizan con Alemania. Ambas actitudes son licitas y respetables, porque tanto derecho tienen éstos, como aquélios. En cuanto a los extranjeros que habitan en nuestras reptblicas es natural que los ingleses deseen el triunfo de Inglaterra y que los alemanes quieran el triunfo de Alemania. Los primeros, como los segundos, cumplen con su deber trabajando en favor de su pafs de otigen siempre que no comprometan la tranquilidad del que los hospeda Por nuestra parte, los iberoameticanos hemos de velar por los intereses iberoamericanos, porque, por definicidn, somos neutrales. En esta fébula de la quinta columna sélo ha de inquietarnos que se ponga en circulacién Ia f6rmula, girando en blanco sobre nuestra actitud furura y considerndonos como vagones atados a otras locomotoras. No hay que dejar que sirva de pretexto para imponer una manera de ver o pata perseguir a los que tienen preferencias contrarias a los intereses de determinada nacién. Si esto se llegara a comprobar, el verdadero peligro vendrfa de los que, jugando con Jas palabras, tratan de embanderamos a la fuerza, La quinte columna seria en- tonces para nosotros la intriga procedente de] extranjero que nos empuja a hacer Io que conviene a otros. En vez de repetir por pereza o por costumbre lo que nos sugieren, tratemos de ver a través de las intenciones para llegar a crear una verdadera conciencia iberoamericana, En medio de tantos males, esta guetta puede tenet Ja virtud de revelarnos nuestro verdadero estado y de abtitnos los ojos para abarcar la obta que urge realizar, En vex de medir las contingencias a que se hallan sometidos los demés, penseinos en los problemas propios que tan bruscamente asoman y se perfilan al resplandor de los acontecimicntos actuales. [Esctito por Ugarte en Chie durante Ja segunda sue ‘mandial. ‘Inédivo Archivo General de la Na- én]. 172 NOTAS tPara valorizar debidamente este “Programa”, asi como los restantes teatos de este capitulo, debe tenerse en cuenta fo siguiente: ‘Les ideas que prevalecen en esa Argentina de 1915 —que son las de la clase domi- nantes pueten sotular como liberaismo oligiequico y expresen los intereses. de la oligarqufa portefia (estancieros bonaecenses y burguesia comercial de Buenos Aires) y Gel inperidlismo inglés, Ese liberalismo oligésquico propugna la divisiéa, internacional Gel trabajo (Argentina la granja, Inglaterra cl taller) con fa consiguiente libertad de im- pottacion y exportacion, ce entiada y salida de capitales y_ significa la justificacién ideo- Bgica de {a Argentina Agraria dependiente dei Imperio. En funcién de ese estructura semicolonial ge sostiene como mitos inatacables: a) la inconveniencia de tatifas aduanc- fas protectoras porque ctean “industrias ertificiales", defendiendo asf los intereses de Ios fabricantes extranjeros y_ los importadores nativos’y ascgurando la existencia de una desocupaciéa permanente, b) la necesidad imprescindible de la moneda sana o sea una politica motetaria deflacionaria que impida la formacién de un mercado interno propio Gue a su vez pueda generar ef desarrollo de industrias, c) el destino exclusivamente agra- Ho de la Argentina en tazn del cual no intetcsa descubrir si posce recursos minerales fi posibilidades hidroeléctricas, d) ef condigno desprecio por todo tipo de ensefianza téc- nnica y en general por todo sistema educativo que tienda a revelar le realidad nacional, e) i ptedominio de una cultura extranjerizante, simple remedo de la eutopes, que desatrai- gue las ccvaldaes respons del pal parade, qucbrondo sx continided nitric, un complejo de inferioridad nacional, pablicitado 4 los efectos de que los argentinos no pretenden Hevar a cabo Jes actividades que tan “eficientemente” desempefa el capical entranjero, g) un destino europeizado, de poteacia blanca y civilizada, que el pals Buscar dando Ja eapalda al resto de América Latina y acercindose a Europe. ‘A partir de estas pautas e] imperialismo y la olizarcufe introdujeron reproductores ingleses"y ttazaron los ferrocartiles en abanico hacia el puerto de Buenos Aires, constra- yeron en su punta fos frigotificos, instalaron compiias de servicios pUbficos, contrataron Empréstitos y proclamaron a la faz de Ta tierra que estaba constituido “el’ granero del mundo”. Se vivian los principios del siglo, el intento nacional del roquismo habfa fra- easado y ef mittiste Quintana, abogado de ‘compafifas inglesas, asumia la presidencia. El Pobretio de las provincias lop hjos de ls vieos montoneros—- y Joe inmigrantes, tanio en af campo como en las ciudades, que quedaban marginados de esta estructura, oo aron una alianza con Yrigoyen a la cabera, que enirenté al régimen con la bandera el suftazio libre. Sin embargo, In ideologia del radicalismo —elaborada bajo Ia presidn oligrquice y expesisn de cls sociales que pedians sz lugar bajo el sol, pero. no He- Yaban el propésito de romper el sistema semicolonial— resulté sumamente ambigua y no postuld ls quicbra de la dependncia el desarrollo de las fuerzas productivas. La ideologia del radicalismo puede definirse como nacionalismo agrario, expresién de las clases medias en ascenso, que reclamaban Ja coparticipacién de fa renta agraria, pero que fo planteaban ef desarrollo industrial, ni la explotacidn de fos, recursos naturales, ni la nacionalizacién de las compaias extranjeras, ni el teemplazo de la cultura vigente por une caltura nacional. Apenas hubo vagos atisbos en estos rerrenos, pero Ja inexistencia 0 de- bilidad de una bargues{a nacional condujo el empleo de meros paliativos (alza del salaxio real, Jeyes protectoras def trabajo, intentos de crear Ja marina tmetcante y con empresas inglesas, defensa del petréleo, politica exterior independiente). 173 Frente al liberalismo oligétquico y al nacionalismo agrario, existfa en ese afio 1915, ideologia que expressba aparentemente los intereses de Ia’ clase obrera: ia del Par. tide Sociasta, No ext ati, sin embargo. Ni ella eta socidlaca, ai fabs tal clave coon En Ja semicolonia sin industrias, slo existia un proletatiado artesanal —aque en gran medida apoyaba por entonces a los anarquistas— y sélo parte de ese sector social, jurto a fectores de clase edie urbana, se expieasben ch cl wine engendro que ditigia Jusn B. Justo, cuyas postulaciones estaban mucho mds lejos de cuestionar al’ sistema’ que lee del nacionalismo agratio de Yrigoyen, El socialismo justista recubtié con fraseologia iz. quierdista los anhelos de pequctio burgueses fuertemente inflaidos por el libetlismo Oligirquico y asi se constiruyd en el ala izquierda del sistems. Al igual que el liberalismo oligérquico: a) sostuvo Ja divisién internacional del trabajo y cl Ubre carabio (con el ar. to, del “internacionalismo proletario"), &) propugnS como ejemplo a Australia y ‘usva Zelanda oponiéndose pettinazmente 4 las tarifas aduaneeas provectoras de la in. dustria (con ek argumento de que el producto imporiado era mds barato y no encarecta Ja vida de! obreto, ce ese mismo obreze al cusi condenaben, al impedit cd desarrollo ce industrias dentro del pafs, a 1a desocupaci6n), c) propicié una educacién enciclopedista I desertaigada de la rcalidad argentina, compartiendo la historia y la cultura oficl (bajo la advocacién de Sarmiento y 1a concepcién universalista que deducfan, etrOneamente en una semicolonia, del internacionalismo proletario), d) stacé los intentos estetales por desplazar a les empresas extranjeras (aduciendo que la administracién estatal no era efi. lente, se caracterizaba por vicios y comuptclas y llegando a diferenciar entre uo “ca. pitalismo sano y eficiente”, ef de las empresas extranjeras y un “Capitalismo incapaz” el nacional), e} rechax6 toda politica nacional manifestando absoluta indiferencia frente 2 kes atropellos imperialistas, porque, en definitive, todos los hombtes somos hermanos y Megando incluso a justificat, como factor de “civilizacién y progreso”, las invasione: ine peruilistas sobre los pequefios paises. (No resultard extraio entonces que ese partido. se haya alineado junto a Ja oligarquia y contra los dos movimiemtos nacionales més. impor. tantes, de este siglo en la Atgentina, irigoyenismo y peronismo, en los aiios de batallas cruciales: 1930, 1945, 1955). Asi, pues, si entendemos por izquierda aquella posicién histéricomente més progre- siva que enfrenta al orden conservador y tiende a modificar las telaciones de produccon provocando un avance social resulta que el partido de Jusio séto estd a la inquierda de Jn oligarquia, coincidiendo con ella en muchos de sus postulados. El radicalismo, por su parte, se coloca de frente al régimen como movimiento nacional que dispura el poder a Ja clase dominante, aunque tampoco plantea transformaciones de fondo, Y en este ¢3- Pectzo politico, el! programa nacional-democritico de Ugarce se. ubica, su vez, 21a izquierda del radicalismo, en ef campo antimperialista, de modo que su programa, que detiende priblicamente a Ja propiedad privada, tiene paradojalmente un significado ~-pata Ta Argentina de 1915— pel igrosamente revolucionario al cuestionar Iz estructura semi- colonial del pafs. Al proponer tarifas aduaneras, créditos a la industria, explotacién de Jos recursos naturales y lucha contra los menopolios extranjeros, Ugarte ataca en sus races Ja estructura agiaria dependiente. Y al sostener la necesidad de una cultura nae cional, golpea duramente a la superestrucruna cultural creada por el impetialismo como reaseguro del coloniaje. . EI nacionalismo democtético, antimperialista e industrialista con connotaciones so- lalizantes, sostenido por Ugarte, resulta de esta manera el progtama més avanzado para esa Argentine agraria que carece prfcticamente de proletariado y en la cual, recién cua- renta afios después, ef nacionalistno democrético mostraré sus limitaciones, al per que la historia ctea condiciones para un socialismo nacional. Este es uno de los tantos articulos publicados por Ugazte en esa epoca del veintitan- tos para refutar el auge de ideas cesaristas, woralitarias, nacidas come consecuencia del desprestigio de las pricticas democréticas en’ América Latina y de los vientos que soplan desde Europa y que tuvicton su mayor resonancia en el discurso en el cual Leopoldo Ehgones procians, en Lina, “ta hora de Ie espada”, Obsérvese como Ugarte replantea ef elogio de sus primeros articulos tespecto a los pafses del sur de América Latina, a quienes juzgaba antes “en franco ptogreso y pros- peridad” y de los cuales afirma ahora que atin ellos “no han hecho mds que exportar maerias primas e importar articulos manufacturedos", revelando asi la situacién semi- colonial en que se encuentran. 174 Iv SOCIALISMO Y NACION LATINOAMERICANA “Yo creo que en lov momentos porque streveswmos, ol soca mo tiene que ser nacional. . (En El Salvador, 4/4/1912). LAS IDEAS DEL SIGLO (1903) ComPaNERos: De més estd que diga cudnto me satisface ver reunidas aqui a personas de opiniones tan diversas. Es una prucba de que empezamos a comprender que Jos hombres pueden pensar de distinto modo sin tener que volverse la es- palda. Y me regocijo doblemente de ello, porque en las luchas pacificas del porvenir, en los torneos de razén en que vamos @ entrar, no serdn nuestras armas las del odio, sino las de la mansedumbre y la bondad. Después de una Jarga ausencia, he vuelto al continente en que nact, sin ptetensiones, sin huecas vanidades, como un hijo aventurero y curioso que reptesa al hogar y refiere ¢ [a familia reunida altededor de {a limpara lo que visto y ha sentido en sus fargas petegtinaciones por el mundo y to que cree haber podido adivinar en los horizontes del porvenit. No traigo pretensiones de conferenciante, ni de orador, no soy mis que on simple hombre de buena voluntad que ha leido, que ha comparado, que hha sabido quizd comprender algunas de las cosas que ha visto y que, con toda sinceridad, viene a decir lo que él cree ser la verdad. Esta conferencia no serd, pues, una exposicién dogmatica Ilena de afirmacio- nes decisivas, sino una simple conversacién familiar, en la cual trataré de decit con clatidad y sin vanas formulas retdticas mi opinién sobre algunos de fos pro- blemas que hoy agitan Ja conciencia universal. Mis palabras, mesuradas y corteses, no podrdn herir la conviccién de nadie, Diré mis ideas sin inttiles intransigencias, sin impetuosidades contraproducentes, seguro de que sdlo traen Ia tranquila afirmacién de Ia verdad, el obstinado esfuerzo de las ideas y que conseguirén vencer los obstéculos mas de costumbre que de conviccién que impiden el florecimiento de wna sociedad més justa. Pero asi como me dispongo a emplear todas las precauciones y a poner en juego todos Jos recursos para evitar el choque directo con Jos que piensan de otto modo, asi como anuncio que combatiré, con deferencia y cortesia, sin 177 recurrir a palabras hirientes, la tesis contraria, confieso también que, seguro de mi razén, penetrado de la justicia de lo que sostengo, no esconderé nada, no dejaré nada por decir y presentaré en conjunto todo mi pensamiento sobre la cuestién, sin hipécritas atenuaciones y sin eufemismos ridiculos convencido de que, hasta los mismos adversatios, prefetirdn esta franqueza a la emboscada que les podrfa tender un habil juglar de paradojas. La verdad debe alzarse fria, serena ¢ inconmovible en medio de todos Jos apetitos y todas las solicitaciones, como algo ajeno al odio, a la vergiicnza, a la ambicién y al miedo. Quizé me veré obligedo a ocupar Ja atencién de mis auditores un poco mas de lo que hubiera deseado, pero, asi como son desagradables las ampli- ficaciones retéticas, son funestas las abreviaciones precipitadas que dejan lugar muy a menudo a malentendidos lamentables. Por eso se me perdonaré, estoy seguro, Ja extensién de esta conferencia que, por otra parte, seré extremada- mente concisa y sobria de detalles. Para estar mds seguro de decir exactamente mi pensamiento y nada més que mi pensamiento, la he esctite y espero que se me perdonard lo que pierde Ja actitud en brillantez, en virmud de lo que gana en vigor Ja idea. Y¥ como el mejor medio de conciliarse la voluntad de un auditorio es no desearlo demasiado, abandonemos Jos predmbulos y entremos lealmente en materia. Las sociedades no son una cose estancada y perenne que subsiste y se prolonga sin transicién a través de los tiempos. Son, por el contrario, un of ganismo movible, en perpetua evolucién, en eterna gestacién de vida. ¢Cémo hemos de pretender que una agrupacién de hombres se momifique en una forma determinada, cuando todo en la naturaleza palpita y se mueve? Si los Arboles, los mares y hasta los continentes se ven transformados y_revueltos pot modificaciones y conmociones, si todo cuanto existe sobre el planeta, basta el plancta mismo, es una reunién de 4tomos que se ttansforman sin tregua, si sélo hay vida a condicién de que haya movimiento ¢cémo hemos de pretender que los hombres, que son los reyes del univetso, los productos més vivientes, por asi decitlo, de su vida, deban permanecer inméviles en medio de ta general renovacién, atados a las f6rmulas de sus antepasados y condenados a volver a vivir y a seguir viviendo eternamente lo que ya vivieron otros? La ley que condenara a la especie a esa inaccién, 2 esa muerte espiritual, seria una ley injusta entre todas. Pero esa ley no existe. Mil y mil pruebas nos da Ja histotia de que las sociedades se transforman sin descanso. Consideremos el camino recorrido desde las primeras tribus salvajes y némades que se arrastraron sobre Ja tierra, hasta los hombres de hoy, El feudalismo, la teocracia, Ia monarqufa constitucional y la tepublica no son mds que Jas etapas de un eran espiritu en marcha hacia la luz, que se va attancando gradualmente grandes girones de animalidad, trabajando por el deseo de la perfeccién, 178 Peto, epata qué recorrer el sumatio de la historia? Cada uno de esos momentos ha side un estado transitorio que ha dado nacimiento a formas nuevas. Detrds de cada una de esas situaciones y por asi decirlo, detrés de cada uno de esos gestos de la especie, se formaban o se acumulaban gestos inéditos que debian realizarse después. ¢Cémo suponer que hoy hemos Ilegado a la meta? ¢Cémo afirmar que no existe ni puede existir nada mds all4 de lo que vemos? ¢Cémo pensar que nos hallamos en la cispide de 1a historia, que no nos queda nada que descubrir, que somos perfectos y que toda nueva tentativa de mejoramiento es un suefio imposible? Con la misma Iégica, hubiéramos podido detener a la prole en cada una de Jas etapas que hemos indicado, con la misma argumentacién, hubiéramos po- dido negar el adelanto y l esfuerzo de veinte siglos. En todas las épocas y en todas Jas regiones han existido hombres timidos © perezosos, que se han declarado satisfechos del resultado obtenido, han watado de hacer de su cansancio una ley comtin, han pretendido marcar el limite de la audacia humana y han tratado de poner ante las muchedumbres una barrera de imposibles. Todos los que pretendian ir més alld, eran como de- mentes. De dementes fueron motejados los que bajo el feudalismo sofiaban la monarqufa constitucional, de dementes fueron acusados bajo la monarquia constitucional quienes entrevefan la republica. Pero la humanidad trae en sus flancos tanta savia acumulada, tanto vigor invencible, que siempre ha rebasedo por sobre los limites que pretendian impo- netle y ha continuado, tenaz e impertutbable, su maravillosa ascensién. Si la ascensién hubiera concluido, estatfamos ya en las cumbres en que no existe el mal. Pero queda atin mucho que hacer... La sociedad en que vivimos es esencialmente imperfecta. Y fuerza es em- puiar de nuevo el baculo y reanudar la ascensién por los caminos oscuros y desiguales de Ja montafia abrupta, en cuya cresta uminosa cteemos entrever la justicia. El estado social de América me parece ser tan deficiente o més que el de Europa Nadie se atreverd a sostener que vivimos en el mejor de los mundos, nadie se attiesgaré a afirmar que todo estd perfectamente dispuesto. Pot el contratio, todos convienen en que nuestra organizacién deja algo que desear. Porque a menos de tener un corazén de bronce, ningtin hombre puede mirar con des- dén el dolor de sus semejantes. Cuando nos dicen que hay seres que, mediante un salatio miserable, traba- jan doce horas en las entrafias de la tierra y agonizan y sufren, para extraer el carbén que pone en movimiento nuesttas méquinas y alimenta el vientre rojo de nuestras cocinas, cuando sabemos que el hambre, vencedora de todos Jes escripulos, obliga a una legién de madres infelices a abandonar su prole, a dejar de alimentar personalmente a sus propios hijos para ir a engordat con su sangre los hijos de los favorecidos por la suerte; cuando sabemos que la inmensa mayorfa de los hombres, vive, sufre, trabaja, da la savia toda de 179 su cuerpo y de su espiritu para que una pequeiifsima minorfa pueda gozar y uiunfar en Ja abundancia, cuando comprendemos que mil atévicas supersti- ciones filos6ficas, politicas y sociales retienen a la casi totalidad de los seres humanos en un estado inferior, atados a cosas cuyo valor es convencional y ficticio, rellenos de vanidades, de odios, de desconfianzas, y de ambiciones absurdas, cuando constatamos que en pleno siglo xx hay todavia gentes que perecen de hambre y de frfo, mujeres desamparadas y efligidas que van a la cércel por haber robado un pan para alimentar a sus pequefios y nifios aban- donados y Morosos que vagan sin hogar, a la ventura, solicitados por todas las tentaciones del crimen, cuando palpamos el montén de miseria, de Jodo, de l4grimas y de injusticia que ha amontonado en toro nuestro el egoismo colectivo, es imposible contener un grito de indignacién y dejar de formular una protesta. No, no, la sociedad no estaré bien organizada mientras haya gentes que sufren, carezcan de fo indispensable y vendan su vigor por un mendrugo; la sociedad no estatd bien organizada mientras existan todas Jas trabas que hoy impiden el libre desenvolvimiento del ser humano, mientras la mujer sea una esclava y el obrero una bestia de labor; la sociedad no estata bien organizada mientras junto a Ja privacién de los unos, se alce la abundancia de los otros; la sociedad no estard bien organizada mientras unos sufren para que otros gocen, mientras unos ayunen para que otros se atosiguen de manjares, mien- tras las gentes estén divididas en dos clases: una que vive pata divertirse y otra para trabajar, una que no crea nada y disfruta de todo, y una que crea todo y no disfruta de nada. Cada época trae una mentalidad, que es el producto compuesto, Ja sesul- tante prevista de las realizaciones alcanzadas y las aspiraciones nuevas. Entre lo consumado, entre lo que todos aceptan y lo hipotéiico, lo que al- gunos imaginan, se forma una zona neutral de ideas, alimentada por las con- cesiones de los retardatarios y las timideces o las habilidades de los amigos de Ja evolucién. No es la reaccidn, ni es la revolucién. Es ef punto de equili- brio momenténeo de la balanza social. Es la media luz, el lugar de entente que dice ef limite de lo que Ja resistencia puede abandonar y de lo que el ataque puede pretender. Esta zona en litigio va cambiando de derecha a izquierda, a medida que la civilizacién gana terreno y Ja ciencia se difunde. La del siglo xvr no es la misma que la del siglo xvut, Tratemos de saber cudl es Ja de hoy. Nadie negara que hay un conjunto de ideas, de aspiraciones, de hdbitos y de certidumbres, que difundidas en [os libros, en la vida privada, en las con- versaciones y en Tas conciencias, acaban por formar lo que podriamos llamar Ja atmésfera del siglo. Y nadie negard que lo que hoy respitamos es e} desco de solidaridad y de justicia. Hace cincuenta afios, nadie hubiera creido posibles muchas de las leyes de proteccién obrera, muchas de Jas medidas de solidaridad social que han votado algunos parlamentos de Europa. Las “Ideas del siglo” se imponen cada vex 180 con mayor vigor, como la resultante obligada, como el aboutissement final de nuestras agitaciones y nuestras Iuchas, La sociedad presente, por prisio- nera que sea de su egoismo, por atada que esté a sus prevenciones, tiene que ir aceptando los angulos mds salientes de la doctrina nueva. Pero, equé es Ia doctrina nueva? ¢Cudles son las ideas del siglo? ¢Cémo se definen las perspectivas de la época? Ya hemos dejado atr4s el humanitarismo, la caridad y todos los detivados y paliativos imaginados para prolongar un estado de cosas a todas luces injusto. Nuestra genetacin, enamorada de Ja exactitud, hija de Ja ciencia y admiradora del método, no puede resignarse a repetir abstracciones y a seguir jugando con las palabras. Los lirismos y las frases multicolores pudieron sex eficaces en una época de transicién, en on perfodo de incertidumbre, cuando apenas se dibujaban Jas grandes Hineas de la mentalidad de hoy. Actualmente sélo matcan una era preparatoria, un prélogo de Ja propa- ganda, prélogo un tanto declamatorio y superficial, debemos confesarlo, Y de toda esa espuma ffcil, de toda esa verbosidad comunicativa, no queda més que el recuerdo confuso de una gran anarquia intelectual, de una portentosa desorientacién de los hombres. Pero a esos tanteos he sucedida un empuje vigoroso que sabe de dénde arranca y a dénde va, un método de cvolucién que es el producto y Ia obra de una escuela sociolégica que, como un gran rfo que recibe millares de afluen- tes, se ha ido hinchando y robusteciendo con el esfuerzo intelectual de mu- chos hombres que han estudiado la composicidn de las sociedades y han extraldo su esencia. Los socialistas de hoy no son enfetmos de sensibilidad, no son dementes generosos, no son iluminados y profetas que predican un ensuefio que esté en contradiccién con la vida, sino hombres sanos, vigorosos y normales que han estudiado y leido mucho, que han desentrafiado el mecanismo de las acciones humanas y conocen los remedios que coresponden a los males que n0s aquejan. No puede extrafiarnos que, como el primer astrénomo que descubrié el movimiento de la tierra, como el primer marine que imaginé un mundo nuevo, como el primer médico que sostuvo la circulacién de [a sangre, encuentren en el ambiente estancado una resistencia que sélo lograrén vencer con perseve- rancia, continuando sin trepua Ja aficmacién de su verdad. Es natural que tropiecen con la hostilidad del medio, porque sus doctrinas traen el germen de ane renovacién social, porque sus esfuetzos libertadores, a pesar de la genetosided y Ja imparcialidad que los anima, parecen herir de frente las presrogativas de un grupo de hombres y lastimar los intereses de una casta. Pero todo cambio en la organizacién de Jas naciones ha traido consigo una crisis que, si ha perjudicado a algunos, ha favorecido y ha Henado Jas aspira- ciones de la inmensa mayorfa. ¥ admitiendo que no fuera posible transformar el mundo sin violencia para 181 algunos, valiera mds que sacrificdsemos el exceso de felicidad de los menos en beneficio del necesario mejoramiento de Ja situacién de los més. Peto el socialismo no es una doctrina de odio y de represalias, no es [a insurreccién vengativa y sangtienta, no es el incendio y la matanea, como algunos enetnigos de mala fe lo han insinuado, abusando de la credulidad general, EL socialismo es, por el conttatio, la vuelta a Ja sociedad notmal y sana, la sustitucién del desorden actual por un régimen de solidaridad, el fin de las feroces guetras individuales en que nos agotamos y la refundicién de la vida en beneficia de todos. Porque el socialismo no pretende invertit los factores de hoy y establecer una dominacién al revés, sino equilibrar y nivelar a los hombres, en cuanto lo permiten las diferencias en las aptitudes. Y, a sangre frfa, sin apasionamientos de ningin género, con la sola preo- cupacién de la verdad, nosotros pretendemos que el socialismo hatia la felici- dad ne sdlo de aquellos de cuyo trabajo vivimos hoy, sino también de toda 1a especie, sin distincién de tango, porque de tal suerte estd ligado el hombre con el medio, que silo puede estar libre y gozoso a condicién de que todos lo estén en tame suyo, El socialismo no es el despojo, no es el infantil reparto que nos reprochan algunos. Es un cambio en el sistema de vida, una modificacién en la maquina social que puede operarse quiz sin violencia, gradualmente, por las etapas casi insensibles de [a evolucién. La transformacién de la sociedad capitalista en sociedad colectiva o comu- nista y la abolicién de la guerta y el salariado, no pueden asustar ya a nadie. ‘Todos los hombres de buena fe y sano corazén se muesttan inclinados a ello. A cada instante oigo decir en torno mio: “Pere yo también soy socialista sin saberlo porque yo también deseo el fin de las guerras, yo también soy socia- lista sin sabetlo, porque yo también hago votos porque haya menos desigual- ded entre las fortunas, yo también soy socialista sin saberlo porque yo tam- bién espero para la humanidad mejores destinos”. Pero entonces, si Ia aspiracién es casi general, ¢qué es lo que otigina la resistencia al socialismo? 4Cudl es la causa de la oposicién que se Je hace? La causa es ante todo Ia pereza, que nos {leva a acurrucarnos en lo que existe, pata evitar la tortura de seguir pensando. La causa es también Ja pusilanimidad del hombre, el temor que le inspira toda forma nueva. La causa es por fin y sobre todo Ja crrénea conviccién que tienen los hus manos de que es imposible realizar los suefios en Ia vida. Y ese error es el que ha paralizado el empuje de la especie, es la valla que nos ha impedido saltar hasta el imposible y realizar todas las quimeras, por- que las quimeras sélo son verdades en gestacién, botones de porvenir, rayos que todavia no ha conseguido dominar el hombre... Nada es imposibe para un ser cuya energia inteligente ha captado las fuer- 182 zas desconocidas, ha dominado la edleta de los mares, ha horadado las entra- fias del planeta y ha extendido su imperio sobre Ja creacién. Cuando algunos irresolutos nos dicen: “El hombre es imperfecto, la natu raleza ha creado las desigualdades, el socialismo es un bello suefio, pero es un. suefio imposible”, nosotros afirmamos que esos hombres faltan a su misién noble y grandiosa. Porque el hombre no debe sentirse intimidado ante ninguno de los pro- blemas que se le ptesentan. ¢De qué nos servirfa haber lefdo a Rousseau, Voltaire y Diderot si cuando nos encontramos ante algo dificil, no sabemos decir: examinemos? El hombre os un ser que se mejorard sin tregua, que marchard de escalén en escalén hacia Ia luz, que se despojard todos los dfas de un atavismo, que darg a sa cerebro cada vez mayor alcance, que avanzaré, que triunfard, que se hard al fin extrahumano y que en la cima de las cispides, de pie sobre los Kimites, devorado todavia por sus ansias de perfeccién, sofiatd nuevas ha- zaiias pata elevarse hasta el infinito. Nadie puede poner trabas a su desenvol- vimiento. Es una fuerza incontrarrestable que va atrollando todo cuanto se opone a su ascensién, que va erigiéndose en dominadora de cuanto fe rodea y que, ducita del tiempo y del espacio en los lefanos triunfos de Ia especie, en las remotas realizaciones del ideal, se apoderard de a creacién y la conver- tiré en su esclava... “El socialismo es un imposible”, dicen los timidos. Nosotros espetamos poder probar: 1% que ef socialismo es posible. 2° que es necesario. Y dejando de lado ottos podetosos argumentos de orden metaffsico 0 eco- némico nos limitaremos 2 basarnos en lo existente, a aprovechar las razones de fos ejemplos que nos oftece la misma sociedad de boy. Si el socialismo no fuese posible, no lo encontrarfamos ya en getmen en la sociedad actual. ¢Qué son las cooperativas, qué las sociedades andnimas, qué los ferrocartiles del Estado, qué los frasf, sino aplicaciones patciales de Ta doctrina que defendemos? 2Y qué son las leyes dictadas recientemente en Europa, leyes que lisnitan las horas de trabajo, leyes que aseguran en parte la vejez del obrero, leyes que crean cajas de tetitos, leyes que ponen trabas a [a suprema omnipotencia de los patrones, sino comienzos y embriones del socialismo? Poco a poco y de una manera insensible, la clase dominante va abandonando su vieja concepcién individualista de “libertad de trabajo” y empieza a reco- nocer al Estado el derecho de inmiscuitse en fas relaciones entre capitalistas y asalariados, el derecho de reglamentar las condiciones de la produccién. Cada una de esas medidas, es una restriccién al derecho de propiedad, tal como fo entendian aquellos rigidos economistas del siglo pasado para quienes el Estado debia cruzarse de brazos y dejar hacer, olvidando que el contrato de trabajo no es en tesolucién un contrato libre, puesto que el obrero fo firma ‘bajo la presién del hambre, urgido a menudo por Ja voz lastimera de sus pequefios que necesitan alimentarse. 183 Después de estudiar el procedimiento del servicio de correos, de los ferro- cartiles nacionales, de ciertos monopolios que existen en algunas naciones de Europa es imposible negar que el socialismo tiene ya dtomos y micleos en la sociedad presente, y después de considerar y pesar los dectetos de algunos gobiernos, las medidas de determinados parlamentos, el esptrim todo de Ja legislocién contempordnea, resulta pueril negar que esos étomos y esos ni- cleos tienden a desarrollarse y 2 invadir todo el sistema. Qué nos impediria en verdad extender el monopolio que hoy ejerce el Estado sobre todas tas comunicaciones postales y telegrdficas y algunas ferro. carrileras a otras esferas de la actividad nacional? Si la sal es monopolio del Estado en algunos paises de Europa, gpor qué no pueden serlo también el azticar, el pan y ottos productos de universal consumo? La libertad de cometcio, tal como la entendieron los economistas de que hablébamos, sufre tanto con la prohibicién de hacer comercio individual con un producto, como la prohibicién de hacerlo con varios. $i ya se ha admitido que singin particular puede en ciertas regiones ma- nufacturar o expender el tabaco, tenemos el derecho de pensar que esa medida puede hacerse extensiva a otras industrias. Si ya se ha sancionado que los ferrocarriles, los correos y fos telégrafos pue- den ser propiedad de la nacién, tenemos el derecho de decir que también pueden serlo Jas minas, los molinos, y las fabricas. Y si todos admiten que esas industrias esenciales para la marcha de la colectividad no necesitan para su perfecto funcionamiento el acicate de la competencia, tenemos el derecho de afirmar que tampoco lo necesitan las otras, El servicio de correos no esté mal organizado. Aunque no existiera Ia pro- hibicién del Estado, ninguna empresa particular conseguiria establecer otto capaz de competiz con él. Sin embargo, el servicio de correos es un setvicio comunista. Es propiedad de todos y no es propiedad de ninguno. El capita- lista ha desaparecido de él y sélo queda el esfuerzo solidario de la colectivi- dad, manifestado por medio de los mandatarios del pueblo, es decir, del Estado. eCémo no puede ser posible, repito, convertir en sctvicios nacionales, de maneta andloga al correo, muchas de las industrias individuales que se practican hoy desordenadamente ef mal de todos? Para darnos una idea aproximada de fa diferencia que puede haber entre ef pan, la catne, etc. ven- didos por particulares y esos mismos productos administrados por la colecti- vidad orgenizada, imaginemos los servicios postales en manos de una o varias empresas capitalistas, éNos ofrecerian Ia seguridad, Ia estabilidad en los precios y la regularidad en las comunicaciones que nos garantiza el gobierno central? Pero los enemigos del socialismo afirman que estos monopolios de correos, telégrafos, ferrocerriles, etc, —monopolios que actualmente aprucban sin teservas y que hasta defenderian, si los supieran en peligto— son nocivos, 184 impracticables y atentatorios a la libertad, as{ que se aplican a otras industrias. Por qué? Esos razonadores reftidos con Ja Idgica, nos recuerdan la aventura de cierto sefiot que se curaba con un medicamento de su invencidn los granos que Je salian en el lado derecho de la cata, pero que se indignaba ante la idea de aplicar la misma medicina a Ios que Je salian en el lado izquierdo. Tengamos una sonrisa para estas ingenuidades y tatemos de ser Idgicos con nosotros mismos. éQuién se atreverd a afirmar que es indispensable que el capital sea indi- vidual pata que prospete una empresa? Mil hechos vendsian a desmentitle, si ast lo hiciera. Los trabajos publicos, cada vez mas importantes, los caminos, los puentes, los canales, los astilleros y muchas fAbricas de armas, estén ahi, para afirmar que una industria, un trabajo, un esfuerzo cualquiera, puede ser coronado por el éxito, aunque no sea propiedad y obra de un capitalista. Por el contrario, parece evidente que sexd més perfecto y itil, cuando se haga sin interés de ganancia, con el solo fin de Ienar una necesidad comtin que cuando la necesidad comin sitva de pretexto para satisfacer la sed de lucro de un particular ambicioso, Este prejuicio de que el capitalista es indispensable es uno de los més di- ficiles de desatraigar pero sera desarraigado tambicn al fin, como los otros, porque ninguna inteligencia sana puede negarse a admitir Ja raz6n, cuando ésta se presenta con una claridad que no deja lugar a duda. Si se nos demuestra que un arado, contando el precio de Ia materia prima, el interés proporcionado 2 lo que se pagé por los iitiles que sirvieton para su fabticacién, lo que se empleé en instalar fa fabrica, el precio de la mano de obra y el transporte a Ia ciudad en que se vende, cuesta 50 pesos, gpor qué razén hemos de pagat por é1 150? ¢Para que el capitalista o los accionistas tengan carruaje? ¢Para que el depositario o el intermediatio viva en la hol- gura? Si esa fébrica fuese nacional y vendiese ella misma sus productos, si el comprador no tuviese que pagar ni el interés del capitalista, ni la comisién al vendedor, tendriamos el arado por la tercera parte del precio, Y no sélo conseguirfamos abaratar as{ el articulo, sino también mejorar las condiciones de vida del obrero, estableciendo una especie de balanza y dando al trabajador el precio integro de su trabajo como se practica, en cierto modo, en esa admirable manufactura de vidrios de Albi, que fundada hace algunos afios a raiz de una huelga, esta hoy en pleno florecimiento. Lo cierto es que, como ya nos sentimos capaces de organizar socialmente fa produccién, nadie podrd impedir que se nacionalice el capital. Si hay precedentes en la organizacién nacional de los servicios pttblicos, Jos hay también en la expropiacién de las fortunes. 2Qué son sino expropiaciones parciales esos impuestos extraordinarios que imponen los gobiernos en tiempos de guerra? Si la nacién, en un momento de peligro, se cree con derecho a pedir a los pudientes una contribucién suplementaria para defender una parte del terti- 185 torio, en la guerra social de todos los dfas, gno tendremos también derecho nosotros a pedir a aquellos que tienen més de lo necesatio una parte de lo que les sobra para defender el cuerpo mismo de Ia nacién, la clase laboriosa que le da vide? El impuesto sobre [a renta, que no es el socialismo integral, pero que es una etapa que lo prepara, puede ser aplicado desde este instante sin que sufra la colectividad ningiin tropiezo. Porque aunque somos hombres de revolucién por nuestros Ptopésitos es necesatio que scamos, si querermos merecer la contianza general, hombres de estado por nuestra previsién y nuestra prudencia. Lejos de librarnos a Ia imaginacién y de tomar nuestros deseos por realida- des debemos estudiar las condiciones del medio y no proporer, ni probijar més que aquellas medidas que de antemano sabemos tealizables. Y el impuesto progresivo sobre la renta, que limitarfa las fortunas y tegla mentarfa las herencias, que no es mas que un comienzo de restitucién a la nacién de los bienes que a ella le pertenecen, se nos presenta hoy como una medida prdctica que ningiin economista serio puede tachar de fantasia. Y si el impuesto progresivo sobre la renta, tal y como Jo predican hoy los partidos avanzados de Europa, es una de esas medidas que hacen antesalas, que Tuchan mucho antes de vencer, pero que todos reconocen realizable, gcd. mo no ha de ser posible, una ver aceptada por Jos parlamentos, robustecerla, darle mayor alcance, Ilevarla a su mdximum de desarrollo y convertirla, de ley de limitacién en verdadera ley de expropiacién, serena y grande, capaz de dar pie a la realizacién metédica de un régimen igualitatio y justo, digno de la furura perfeccién del hombre? El trust es ya un colectivismo fragmentatio y oligdrquico; ensanchémos- lo y tendremos el socialismo. El impuesto sobre Ja renta es una expropiacién timida y parcial: sistematicémosla y tendremos el colectivismo. éPor qué no ha de ser posible hacer en beneticio de todos, Io que se hace en beneficio de algunos? éPor qué no ha de ser posible agravar el impuesto, hasta reducir fa fortuna a sus limites naturales? La naturaleza produce lo suficiente para Ilenar las necesidades de todos. Si hay quienes agonizan en Ia misetia, no es porque falte con que alimen- tatlos sino porque una criminal retencién de Ios productos en manos de una minoria de traficantes asf Jo determina, sino porque hay hombres que, més por inconsciencia que por maldad, trafican con el hambre de sus semejantes. ¢Cémo sostener atin que el socialismo no es posible? éPor qué no es posible? ¢Porque atenta al dogma sagrado de la propiedad? Pero, ¢qué es propiedad? Propiedad fueron los vasallos pata el noble, propiedad es el esclavo para el negrero, propiedad es Ia Rusia para el zar. ¥ atin limivdndonos a la propiedad més difundida hoy que es le de la tetra, a la propiedad que los eédigos defienden con triple valla de prohibiciones, 186 basta preguntarnos cul fue su origen para convencernos de que es tan in- justa como las demés. 2Qué otra cosa se opone al socialismo? La legalidad establecida? Pero, equé es la legalidad establecida sino la viclencia sistematizada, sino el pro- ducto momenténeamente estable de una revolucién transitoria? Lo que pudo hacer creer a algunos hombres de buena fe que el socialismo es imposible fue la idea pueril de que nos proponemos pasar de Ja sociedad actual a una sociedad perfecta sin etapas y sin ttansicién, pot medio de una portentosa transformacién imposible. Peto cuando oyen confesar que la revolucién social se consumaré gradual- mente, humanamente, sin golpes de teatro y sin matavillas, esa prevencién se desvanece y caen todos al fin en la cuenta de que aquellos pretendidos sofiadores ilusos, son simples hombres précticos que si ven un poco més alld del momento actual, no pierden por eso la nocién clara de las tealidades. Pero epara qué obstinarse en destruir una a una todas las objeciones que se nos hacen, cuando en el fondo de todas ellas encontramos el mismo sofisma y el mismo error voluntario, con el cual tratan nuestros enemigos de indis- ponernos con ese ptblico sincero y bien intencionado que, si conociera Ja doctrina, estarfa cn masa con nosotros? Si ef socialismo no fuese posible, el gobierno francés no hubiera Mamado aun socialista 2 formar parte en una combinacién ministerial que duré mucho més de lo que algunos preveian, si ef socialismo no fuese posible, no seria hoy un socialista como Jaurts vicepresidente de la Cémata de Diputados de Fran- cia, si el socialismo no fuese posible no hubieran alcanzado los socialistas alemanes cerca de tres millones de votos en las tiltimas elecciones, si el socialismo no fuese posible ni Zola, ni Ferri, ni Lombroso, ni De Amicis, ni Tolstoi, ni Anatole France lo defenderfan en sus obras... Pero, gcémo no ha de ser posible el bien? ¢Cémo no ha de ser posible la justicia? Setia calumniar a la humanidad, juzgarla atada para siempre a Ja maldad y al crimen. Pero el socialismo no sélo es posible: es necesario. Esa clase social que no ha hecho mds que cambiar de nombre en Ja historia y que se land sietva primero, después plebeya y por fin proletaria, comienza a salir de su letargo y se agita y bulle, amenazando con una de esas conmo- ciones que se tragan a veces toda una sociedad. 2Qué chstinacién incomprensible puede empujar a los poderosos a irritar ya llevar al patoxismno con su indiferencia las rebeliones de tos desheredados? aTienen acaso algtin interés en provocar levantamientos cuya importancia es imposible calcular, cuyo desenlace es muy dificil de predecir, cuyas conse- cuencias serfan desastrosas? ¢Estén seguros, por ventura, de que esa clase, pasiva y resignada, no se artemolinaré un dfa y no los ahogard a todos en Je justa imandacién de sus céleras? Qué seria de csta bamboleante organizacién social, si las clases ta- boriosas cedieran a sus rencores acumulados y se Janzaran al fin sobre las minorfas privilegiadas, como un aluvién de fuerzas ebrias?. .. 187 © to que es mds simple, mds humano y més inminente que nada, gqué serfa de los privilegiados si esa multitud de asalariados que pone en movimiento todos los resortes de nuestra vida, que acciona nuestras fAbricas y nuestros ferrocartiles, que siembra nuestros campos, que da vida fuego y calor a todo Jo que nos rodea, se cruzara simultdneamente de brazos y Jos dejara inméviles y atontados, en medio de Jas ciudades yettas y los campos mudos, probéndonos con su abstencién que todo depende de ella y que vivimos de su savia? La prudencia més elemental aconseja a los duefios de la situacién evitar los choques directos, hacer concesiones y entrar cn Ja cortiente del socialismo. Porque el socialismo es como una gran nube, todavia imprecisa, que puede anunciat una luvia bienhechora o una pavorosa tempestad. Todo depende de Ja resistencia que encuentre en la atmésfera. No sean temetarios y no desencadenen ellos mismos la tragedia en que deben perecer. Ese peligro esté mucho mds cerca de lo que algunos creen, Nuestra sociedad no puede moverse dentro de Jas viejas férmulas. Todo anuncia que hemos Ilegado a una de esas encrucijadas de la historia en que Surge un gran remolino de vida nueva y en que la sociedad cambia de estruc- tura, Las colectividades mudan de piel. El planeta parece estar preparado para cambiar el aspecto de su superficie. ¢Bastard nuestro silencio obstinado y nuestra fingida indiferencia para detener esa evolucién, para ponet trabas a la realizacién de un fenémeno fisica cuyo secteto estd en las entrafias de ta naturaleza, en perpetuo trabajo de renovacién, en etetna gestacién de vida? Los hombres de hoy, obligados més de una vez a ahogar sus ascos en las cargas a la bayoneta de Ia gloria, comprenden que ha Llegado el momento de tomar posicién: de deciditse. Poco impottan los sacrificios, poco importa el desprestigio pasajero que cae sobre el que, en medio de! acatamiento comin, del adormecimiento general, de la universal apatfa, rompe con los prejuicios de su educacién y de su clase y se alza, en plena faz de verdad, para investigar el horizonte y ver hacia qué punta se puede conducir la barca de Ia humanidad, la barca desamparada y rota, ditigida por pilotos ciegos, que marchan contra la cotsiente, y oponen a la tempestad invencible, Ja proa facil con una inconsciencia singular. Oh, prudentes conservadores, jcudn revolucionarios sois a pesat vuestro! iCon qué sostenida obstinacién os empeiiéis en robustecer y dar volumen al mar que debe sumergiros! Sois los mejores apéstoles de las ideas nuevas, los mas cficaccs defensores de la transformacién inevitable, porque sélo yuestra terquedad, sélo vuestra hostilidad contra Ia democracia, han podido dar incremento —en tan pocos afios— al movimiento evolucionista. Sin vosottos, la obra sélo hubiera fruc- tificado mds tarde. La habéis hecho madurar a cintarajos de injusticia, Y cada vez que un nuevo atropello se afiade a la serie de los’ ya cometidos, cada vez que hincéis con més fuctza las espuelas en tos flancos del potto que ereéis haber dominado pata siempre, acerc4is mds y més el instante en que 188 la bestia maliratada sacudira su infortunio, No os quejéis después de las con- secuencias de Ia cafda. Nadie puede prever cdmo se consuman las sacudidas de Ia historia. De Io que pueda ocurrir, seréis los tinicos responsables, El acatamiento tiene sus Ifmites y cuando rompe las vallas no hay nada que pueda detener el impetu de los torrentes. La verdadera prudencia consiste en darse cuenta de las cosas. Cerrar los ojos, no es evitar el peligro, Un socialismo escalonado puede cvitar a les colectividades la confusién y el pénico de una sacudida. El socialismo es el eje del siglo, porque sélo él esta a igual distancia del egofsmo de los que poseen y de Jos arrebatos irreflexivos de los que desean. El socialisma es necesario, porque sélo é1 nos puede dat el equilibtio interna. cional, la paz interior y Ja felicidad colectiva. Y ademas de los males que puede evitarnos, nos puede proporcionar muy grandes goces. Porque todos hemos sentido alguna vez una wisteza infinita ante los re- bafios miserables que salen de las fabricas, todos hemos sufrido ante el dolor de los dems y todos hemos deseado curar las Hlagas y remediar las tristezas. No hay hombres fundamentalmente malos. Cada cual tiene su resplandor en el alma. Pero estos son argumentos humanitarios y yo creo que los hombres, lle- gados a su mayor edad, no deben ser conducidos ya por el sentimiento sino por Ja razén. E] socialismo es necesatio porque es el tinico medio de contrarrestar Ja in- fluencia de Jos frusts. Llegard, dentro de poco, un momento en que todos los pequefios capitales y hasta los medianos, serdn absorbidos por esos monstruos devoradores de oto, Hegaré un instante, dada la creciente condensacién que observamos en todas las industrias, en que la inmensas fébricas acabarén con Ia pequefia produccién y con Jos manufactureros modestos. Para defen- derse de esa centralizacion, de esa unificacién de !as fuerzas del pais en manos de sindicatos omnipotentes seré indispensable recurrir a las férmulas colec- tivistas y oponer al frist de los particulares el zrust del Estado. El capitalismo es un monstruo que se devorard a si mismo, Muchos de los que hoy lo defienden todavia, serén mafiana sus victimas. Las grandes fortu- nas se alimentan a expensas de las pequefias. Y Wegard un dia en que esa portentosa acumulacién de capitales, paralizeré la accién de los gobiernos. Entonees los rutinarios hombres de estado, que nos motejan hoy de ilusos, tendrdn que recurrir al socialismo para defender a la nacién de [a tiranfa de un grupo de hombres. EI socialismo es necesatio, en fin, porque es como la resultante y el término de la historia. Del comunismo politico, que es el sufragio universal, tenemos que pasar al comunismo econémico, que es el socialismo, decia Jaurés en un articulo eélebre. La evolucién tiende a lleva el poder, el gobierno, en una palabra, de los menas a los més, de Ja atistoctacia a las democracias cada vez més amplias y més abiertas. 189 ¥ siendo hoy el dinero una manera de aristocracia, estd dentro de las pre- visiones de Ja historia que ella empiece a extenderse, de la minorla a la mayoria, del pequefio néimero de poseedores al nimero mayor de olvidados y miserables, El socialismo es necesario porque es el triunfo de la vida. EX indispensable iniciar en América lo que se llama en Alemania una real politik, es decit, una politica de reformas inmediatas y tangibles. Despucs de precisar, en cierto mado, el pensamiento actual de esa democracia que dominard en las ciudades apacibles del porvenir, después de estudiar el orga- nismo social y darnos cuenta de sus necesidades y de sus tendencias dominan- tes, fuerza serd entrar de Ileno en un terreno de evolucién, de avance hacia una posible felicidad comtin. Si todos convienen en que nuestra organizacién es deficiente, geémo motejar de amigo de] desorden a todo aquel que trata de empujar una reforma, o de facilitar un cambio que, en su sentir, debe redundar en beneficio de todos? Que no se diga que al comprobar ciettas corrientes y ciertas aspiraciones modeznas, tenemos el propésito de provocar Ia discordia. No fomentamos peligros, los comprobamos. Nadie har4 Hover diciendo que Ilueva. Es porque comprendemos que ha Ilegado ¢l momento de obrar, de salir de la apatia que fos mata, que nos permitimes apuntar ciertas ideas y romper con determina- dos convencionalismos, que sélo han servido pata adormecer nuestra accién durante largos afios. Hay que tener Ja audacia de afrontar todas las situaciones. éQué importan las injurias? Si un hombre no sabe sobrellevarlas con des- dén, no es digno del triunfo. Y ademas, sc lucha por ideas, por doctrinas, por concepciones, Sélo los golpes que dan sobre esas concepciones, esas docttinas y esas ideas, pueden entristecernos. Los que dan sobre el hombre no pueden inquietarnos. ¢Qué importa que el brazo caiga destrozado y sangriento si se ha salvado Ja obra? Si los hombres que han consumado hasta ahora las revoluciones necesitaban ambiciones, los que consumarn Jas de mafiana necesitarén virtudes. La politica util no seré una politica de declameciones y de gritos roncos, pero tampoco serd una politica de inmovilidad y de atraso. A igual distancia de las incitaciones a Ja revuelta, y de los crueles conservatismos, existe un terreno matizado que es el que conviene a nuestro esfuerzo. Es evidente que hay que acabar con el estado de guerra que hoy reina entre los hombres. Vivimos en una sociedad donde hasta el aire se vende. Porque, gqué es, sino una venta, esos impuestos vergonzosos que gtavan en ciertas regiones Jes puertas y ventanas y sélo permiten a los ricos el lujo de tespirar a plenos pulmones? 190 Hay que transformar el régimen o mejor dicho, hay que realizar todas las promesas que el régimen hizo concebir, porque el lema de la Reptblica: Li- bertad, Igualdad, Fraternidad, contiene todo el programa del socialismo. Por otra patte, tenemos que eviter el culto a los prejuicios. Hemos acabado con fos reyes, pero no con los fantasmas de que los reyes se servian para contenernos. Seguimos teniendo miedo de muchas cosas. Luchemos contta todo fo que significa atraso, oscurantismo, supersticién. Nuestras ideas no pueden asombrar a nadie. Ya Zenén y Platén en la an- tigtiedad habfan honrado el trabajo, despreciado Ia voluptuosidad, predicado la comunidad de bienes, combatido los fanatismos, abolido las patrias y de- fendido Ja fraternidad universal. De todo esto, tratemos de hacer entrar en la vida actual, lo que la vida actual esté prepatada para recibir. No exageremos la dosis, pero no pequemos tampoco por timidez, Hagamos una campafia de reformas, ya que no es posible hacer una cam- pafia de soluciones. Tratemos de modificar y atenuar, ya que no es posible transformar y resolver. Pero matchemos con paso firme, y no nos dejemos intimidar por nada. Los partidos politicos en Sud América no tienen, por ahora —y no es quizd culpa de ellos, sino del ambiente— ni programas ni principios, ni razin de ser. Son simples agrupaciones heterogéneas, en que las simpatfas personales suplen a todos los razonamientos. S6lo el partido socialista puede declarar de dénde viene a dénde va. Por eso debe ser el partido de los jévenes. Que cada cual diga, como D’Annun- zio encar4ndose con los duefios de la situacién: “Ustedes son Ja inmovilidad y la muerte, el pueblo es Ja vida... Yo me voy con Ja vida”. Potque juventud y porvenit son sinénimos en nuestro pensamiento. Ambas palabras representan lo irrealizado, la esperanza, la poesia. Ambas significan un empuje que est en coatradiccién con lo existente. Creer en la perfectibilidad humana, es una manera de ser joven. Tengamos confianza en nuestro propio esfuetzo. Y guardemos la conviceién de que los tiempos futuros nos reservan felicidades morales verdaderas. En el desvanecimiento de los odios, en el deshielo del mal, cuando sobre Ia tierra redimida y libertada por el sol rojo de nuestros triunfos, comiencen a destacarse sobre horizontes en flor, los minaretes ideales de las ciudades apacibles y tentadoras, cuando el hombre, aligerado de sus prejuicios secu- lares, de sus egofsmos torvos y sus enfermizas desconfianzas pasee los ojos en rededor y comprenda al fin la leccién de Ja naturaleza, cuando dentro de cada uno de nosotros broten jatdines de simpatia hacia todo lo que vive y sea la mirada carifo, la palabra ternura y el gesto fraternidad, cuando todo 191 Jo que palpita vibre en el ritmo de fa armonia universal, entonces, recién entonces, empezar a realizarse el porvenir. Pero mientras llegan esos tiempos de luz, tratemos de practicar 1a justicia y la mansedumbre, esas dos alas del hombre, que nos permiten salvar los Itmnites de Ja vida y entrar en la eternidad. Seamos socialistas. [Conference pronanciada en septiembre de 1905, en el teatro “Opersi [aliani” de Buenos Aires Editada en folleto a fines de 1903 por el Centro jalisca de la Citcunscripcién 20? de la duded de Buenos Aires]. 192 LUCHA DE CLASES Y HUMANITARISMO (1904) AL pocror ADOLFo Sarpfas Muy distinguido doctor y querido amigo: Leo su carta fresca y brillante, como suya, y admiro Ja flexibilidad de su inteligencia, abierta a todo lo que palpita y lo que vive. Sin embargo, no estoy de acuerdo con usted en todos los puntos y aunque no cabe una tentativa de polémica en fas cuatro lineas de una respuesta amistosa, quiero precisar mi manera de ver en lo que se refiere a Ia lucha de clases, que es Ia base y Ja razén de ser de nuestro partido. Como Magnaud, usted ha sabido dictar fallos generosos y revolucionarios por su mansedumbre, como todos los hombres que no han hecho del egoismo el pedestal de su vida, usted se siente inclinado a atenuar la injusticia de las desigualdades de fortuna y a imaginar nuevas formulas de concordia social. Pero esa tendencia, honrosa y digna de tode aplauso, no es mds que una variante del humanitarismo de Hugo. Nosotros vamos mucho mas iejos. No nos contentamos con atacat los males més visibles, descubrimos las fuentes y tratamos de llevar la equidad igualitaria hasta los origenes. Como socialistas, creemos que, si no hay antagonismo entre el capital y el trabajo, porque son dos cosas que se completan, lo hay y muy grave, entre la clase social que produce Ia riqueza y la clase social que de ella disfruta. De ahi que entendainos que comprobar ciertos conflictos no es sembrar la discordia y dividir a la sociedad en dos campos intransigentes, sino “‘situar” el problema, hacerlo tangible y empujarlo hacia soluciones practicas. Bien sabe usted que el odio est4 desterrado de nuestro ideal, Nuestro pro- pésito es implantar entre los hombres a solidaridad y la concordia, poner panto a la guerra civil de todas las horas, reconciliar a la prole y dar a cada cual, dentro de una sociedad refundida, la mayor suma de felicidad y libertad posibles. 193 No ignoro que, segtin algunos, en el estado presente, nuestro ideal apaci- guador, toma, en ciertos casos, un matiz guerrero. Para los timidos, la huelga misma es un acto de coercién, Sin embargo, no es dificil descubrir que esa crispacién transitoria de las energias proletarias, esa mise en demeure oca- siona] de los explotadas, no es m4s que una consecuencia Iégica, una sancién Jegitima de la tiranfa sistemética e incansable que ejercen fos favorecidos por la suerte. La btusca cesacién del trabajo no es un ardid del obrero para imponer una voluatad mas o menos justificada, sino un recurso pata atenuar o contener momenténeamente Ia imposicién diaria y envilecedora de que es victima. Cre- zarse de brazos no es atecar. Al desextar de los talleres, el obrero no provoce, responde a [a provocacién del que le emplea, retiréndose con dignidad de la casa. Y es de advertir que al hacerlo, no Hama en su ayuda, como los patronos, a los batallones de gendarmes. El ideal armonizador del socialismo no se desmiente en ninguna circuns- tancia, Condenamos Ia guerra, la pena de muerte y en general todo abuso de Ja fuerza. Perseguimos una coordinacién mds sabia de las voluntades. Somos pacifistas, colectiva y personalmente. Peto de ahi a soportar la injusticia sin protesta, media un abismo. Decir que fos obreros que se resisten a la tirania patronal y hacen una huelga tumultuosa y rompen algunos vidrios provocan la discordia en la sociedad, es como afirmar que delingue el reo al defenderse cuando lo arrastran @ la guillotina. Al ctispar los pufios y afirmarse para no avanzat, no hace el desgraciado més que movimientos perfectamente humanos y legitimos. La provocacién constante, a verdadera excitacién a la guerra civil, esté en Ia insolente tran- quilidad con que los potentados se atiborran de riqueza, mientras los produc- tores de esa tiqueza llevan una vida oscura de privaciones. Ellos son los que suscitan agrios antagonismos en la sociedad y los que hacen fatal e ineludible esa lucha de clases que durard hasta que, por la fuerza combinada de las cosas, se vean los capitalistes obligados @ desarmar y @ fundirse en un nueva huma. nidad sin privilegios. Ya ve usted, mi querido doctor, como no nos aplicamos a dividir la sociedad, sino a unificarla sobre una base de justicia. No somos empresarios de guerra civil, como dicen algunos, sino buenos fildsofos altruistas, empeiiedos en hacer de nuestra pobre jaula de fieras un universo habitable. Usted, que es bueno y que ¢s perspicaz, no ha podido dejar de sospecharlo [Carra al vicegobernador de Ja provincia de Buenos Aires. Dr. Adolfo Saldias, 1904 reptoducida en Et arte y fa democracia, F. Sampere y Cia Editores, Espaia, 1906). 194 LA REPRESENTACION OBRERA (1906) Muy EsTiMapo COMPANERO: Agradezco profundamente el honor que me hace el Centro Socialista de la Circunseripcién 20° al elegirme como candidato para las préximas elecciones Iegislativas y aprecio en lo que vale la nueva prueba de estimacién que me dan los correligionarios. Enemigo de la injusticia social, estoy dispuesto a ser Stil al proletariado en todas las circunstancias, pero por razones que voy a exponer sucintamente, me veo obligado a rogar a ustedes que renuncien a sostener mi candidatura. Cuando un hombre nacido dentro de fa burguesfa se apercibe de que son abusivos los privilegios de su clase, y comprendiendo Jos dolores de Ia masa popular, va hacia ella, atrafdo por un gran ideal de reparacién y de concordia igualitario, debe hacerlo como simple soldado y no como jefe. ‘Al renunciar a los beneficios que le procuta una organizacién social ca- prichosa, renuncia también al privilegio de gobernar y vuelve a entrar en las filas. Si conservase, aunque de una manera indirecta, sus prerrogativas de clase y siguiese siendo director en el nuevo medio clegido por él, los malintencio- nados podrfan hacerle el reproche de que su conversién no fue leal y de que la consumé con el fin ambicioso de apoderarse de una fuerza inexplotada y abrirse ruta al abrigo de la competencia. Ademés, los obreros deben defenderse de la excesiva bondad que les mueve a colmar de favores a los recién Megados y a seguir confiando sistemética- mente la direccién de sus asuntos a hombres nacidos fuera de su clase social cuando ya tienen ellos la reparacién y fa responsabilidad necesarios para co- nocet sus exigencias y traducirlas, E] socialismo seria una ficcién si, bajo otco nombre y con modificaciones de lenguaje, el poder y la influencia siguieran en manos de una minorfa y si, con pretexto de aptitud, continuatan presidiendo los mismos. 195 Claro estd que se hallan més preparados para gobetnar los que han gober- nado siempre, pero si el proletariado abriga el propésito itreductible de emanciparse, sdlo lo conseguird afrontando al fin la responsabilidad de con- ducir sus propios asuatos. Bien sé que hay hombres valiosos por su habilidad y su resolucién y desde aqui aplaudo y sostengo sus candidaturas. Pero al lado de estos intelectuales, deben figurar algunos proletarios, iniclando ast su aprendizaje politico. Mi deseo serfa que nuestra circunscripcién fuese representada en la Cémara por un obrero que, sencillamente, con la fresca audacia de la sinceridad, reve- Jase a Jos pudientes, los sufrimientos y las aspitaciones de sus compafieros. Los desertores de la burguesia no deben ser cl lujo del partido, sino sus servidores més humildes, y yo tengo placer y orgullo en ceder el puesto de honor a uno de esos héroes de la labor diaria. Como esetitor y como ciudadano, he dicho cuanto he podido en favor de la causa que creo justa, pero cumplir con un deber no es hacerse acteedor a una tecompensa. Cuando haya una dificultad que vencer, una opinidn que dar, una fatiga, un conflicto, acuétdense ustedes de mf, pero olvidenme en los honores. Coavencido de que el escritor debe ser un cindadano, continuaré difundien- do en mis crénicas, en mis libros, en mi labor tenaz de publicista y de poeta, nuestro alto programa de transformacién social y difundiendo las verdades que deben hacer de nuestra vida torpe el alegre jardin de todos los sucfios. Aunque pueda parecer ambicioso, sélo aspiro a una alta tecompensa: ver en torno menos desigualdad y menos injusticias dolorosas. Sea usted, mi estimado compaiiero, el intérprete de mis sentimientos de fraternidad social y diga a los amigos de la citcunsctipcién que les acompatio en sus luchas y que dispongan de mi en cuanto pueda sesles ditil. [Renuncia candidatura a diputado pare tas eleccio- nes a realizarse en Buenos Aires en 1906. Repto- ducida en El arte y la democracia. F. Seropere y Cla. Bditores, Espafia, 1906} 196 SOCIALISMO Y PATRIA (1908) Las RESOLUCIONES del Congreso de Stuttgart, forzosamente vagas puesto que tienen que aplicarse igualmente a catacteres y pafses muy diversos, no han podido aplacar en Francia las discusiones y las polémicas que suscita la pretendida incompatibilidad entre el socialismo y la patria. gDebemos ser antipatriotas? Yo, por mi parte, creo que no. Las declaraciones fundamentales de la Internacional Socialista establecen —~y ese deseo estd vive dentro de nuestras conciencias— la necesidad de per- seguit con la completa reconciliacién de Ios hombres, Ja abolicién de las fronteras y el fin de las demarcaciones de nacién o de raza, Pero al lado del ideal lejano, existe, a pesar de nuestros esfuerzos, la realidad de las épocas en que vivimos y los atavismos de los grupos que no han Ilegado a su com- pleta evolucién y conservan en el pensamiento o en la sangre muchas partf- culas de los antepasados. Si un pueblo se siente agtedido, edebe doblar la cerviz? No planteo un problema de orgullo, sino una cuestién de bienestar. A con- secuencia de Ja incomunicacién en que han vivido los hombres durante largos siglos, los entendimientos y las conciencias no se han desarrollado paralela- mente. Cada grupo se ha conducido a su modo, sufriendo corrientes locales y dando lugar a diferenciaciones de cerebro y de ideal. ¢Debemos ahogar nuestra manera de ver para plegarnos a la del vecino? Porque si en nucstra ‘América las frontetas marcan 0 separan muy poco, ligados como estamos por on mismo origen y una misma historia, en Europa no ocurre lo mismo. Hay profundas antinomias de cultura entre ciertos pueblos, Y nosotros tenemos que abarcar el problema de una manera universal. ‘Atados como estamos a una labor préctica y tangible de renovacién y de resurgimiento, no podemos ignorar las realidades que nos sitian. Ademés, somos hombres coma los demés y lejos de vivir suspendidos en la atmésfera, ajenos al tiempo y al espacio, echamos raices en ef lugar y en la época en que s¢ desarrolla nuestra actividad y tomamos apego a las cosas que nos rodean, a las visiones familiares, a Ia continuided y a la locas 197 lizacién de nuestro esfuerzo. Em vano ensayaremos sobreponernes con Ia razén a los impulsos itreflexivos de nuestra naturaleza, La realidad se opondrd a Ja ciencia eprendida y sin dejar de concebir Jas més altas acciones nos senti- remos sujetos a los impulsos de nuestro ser. Si no concebimos Ja patria —porque serfa un anacronismo— bajo la forma ruda de los hombres de ayer, la imaginamos como un conjunto de costumbres, de cualidades, de defectos que riman con nuestro otganismo interior y coin- ciden con las tendencias personales. Hay cierta complicidad en la educacién, en las corrientes internas, en los procedimientos, en Ja lengua, en mil cosas disimbolas y a veces indefinibles, Y esa complicidad es la que anuda a los hombres y fos amasa en montones diversos. Pero, entonces, dird alguno, gdebemos respetar el patriotismo? Enten- damonos. Yo también soy enemigo del patrictismo brutal y egofsta que artastra a las multitudes a {a ftontera para sojuzgar a otros pueblos y extender dominacio- nes injustas a la sombta de cna bandera ensangrentada; yo también soy ene- migo del patriotismo orgulloso que consiste en considetarnos superiores a los otros grupos, en admirar los propios vicios y en desdefiar lo que viene del extranjero; yo también soy enemigo del patriotismo ancestral, del de las supervivencias batharas, de] que equivale al instinto de tribu o de rebaiio, Peto hay otto patriotismo superior, més conforme con los ideales modernos y con la conciencia contemporanea. Y ese patriotismo es el que nos hace defender contra Jas intervenciones extranjeras, la autonomfa de la ciudad, de la provincia, del Fstado, Ja libre disposicién de nosotros mismos, el derecho de vivir y gobetnarnos como mejor nos parezca. Y en ese punto todos los socialistas tienen que estar de acuctdo para simpatizar con el Transvaal cuando se encabrita bajo la atremetida de Inglaterra, para aprobar a los arabes cuando se debaten por rechazar Ja invasién de Francia, pata admirar a la Polonia cuando, después del reparto, tiende a reunir sus fragmentos en un grito admirable de dignidad y para defender a la América Latina si el imperialismo anglosaién se desencadena mafiana sobre ella. Todos los socialistas tienen que estat de acuerdo, porque si alguno admitiera en el orden internacional el sactificio del pequefio al grande, justificarfa en el orden social la sumisién del proletariado al capitalista, le optesién de los poderosos sobre los que no pueden defenderse. Por eso es que cabe decir que el socialismo y Ja patria no son enemigos, si entendemos por patria el derecho que tienen todos los micleos sociales a vivir a su manera y a disponer de su suerte; ¥ por socialismo el anhelo de realizar entre los ciudadanos de cada pa‘s ta equidad y la armonfa que implantaremos después entre las naciones. [Articulo publicado el 2 de julio de 1908 en el pe- riddico La Vanguardie, Srgano del Partido Socia- lista de la Republica Argentina. Reproducido en Manuel Ugarte y el Partido Socialista, documentos recopilados por um argentino. Unién Editorial His- pane-Americana, 1914 198 CUESTION SOCIAL Y CUESTION NACIONAL (1912) LA MEJoR manera de expresar Ia emocién con que contesto al saludo de los artesanos de esta ciudad, consiste acaso en apretat las ideas y en condensarlo todo en una palabra: ;mis amigos! Los obreros, como la juventud estudiantil, conservan el culto admirable de la sinceridad y nada puede ser més agradable pata quien no tiene més mérito que Ia franqueza y la honradez, que encon- trarse todeado por los que han sabido seguir cultivando en el corazén un fresco arroyo de aguas limpias. Me he enorgullecido siempre de ser un amigo de los obreros. Los he de- fendido con [a pluma en mis libros, los he apoyado con mi palabra en las luchas tumultuosas de Buenos Aires y los he representado en Europa, donde he sido durante diez afios, delegado del Partido Socialista de mi pais. De manera que al hallarme ante esta Asamblea, donde palpita el trabajo y fa fuerza cteadora de la nacién, expcrimento una vez més el fntimo goce de no haber aceptado nunca delegaciones de los Gobiernos y de poder hablar en voz muy alta, en comunién completa con los que no estén contaminados. Los errores de estas democracias —hablo en bloque de toda nuestra Amé- tica—; la agitacién tan febril como estéril de los micleos personalistas donde los partidos y los jefes se derrocan y se destruyen, arrebatados en un vértigo de apetitos y de impaciencias; el monétono horror de las revoluciones intermi- nables que nada traen, que nada cambian, que nada mejoran, que sdlo sirven casi siempre para substituir un hombre a otro hombre y pata limitar la evolucién y el desarrollo de los elementos verdaderamente libres del pais; la desesperante inaccién de los mandatatios que se limitan a defenderse del bando enemigo, sin intentar una reforma, un progreso, algo que redunde en bien de la colectividad; los vicios, en fin de nuestra politica criclla, sobrada de literatura, pero avara de realizaciones tangibles, han difundido en la clase obrera una desilusién profunda, un hondo descorazonamiento que se traduce a veces en internacionalismo, en irritacién, y en desinterés por las cosas del patrio suelo. 199 No apruebo el triste resultado, pero comprendo muy bien el proceso de estas catdstrofes interiores. El trabajador, que se inclina diariamente bajo el peso de su labor, sin ofr una voz de aliento ni vislumbrar un cambio; el atte- sano, a quien sdlo alcanzan los perjuicios de la agitacién, sin que los beneficios Heguen munca, el humilde creador de riqueza que sigue produciendo mientras otros desbaratan el patrimonio comin, acaba por preguntarse si Ia patria invocada 4 cada instante por Ios de arriba, no es también una simple y vana palabra como la “Constitucién”, la “ley”, el “derecho” y todos los fantasmas de que se sirven los politicos. Pero la reflexién tiene que sobreponerse siem- pre a estas rebeliones excesivas, A pesar de todas las delincuencias, la patria existe, porque en el hombre hay una personalidad material y una personalidad moral. Si el ser humano no tuviera mds que estémago, su patria estaria donde mejor pudiera alimentarse. Pero la historia prueba que en todos los érdenes los humanos han sentido siempre necesidades més altas. Més que un aumento de salario el obrero pide a menudo buen trato, higiene y consideracién. Lo impalpable, lo que se dirige al espiritu, al amor propio, a la dignidad, cobra asi a sus ojos tanta importancia como lo que toca a su bolsillo. ¥ esto que comprobamos en la vida individual, existe en la vida nacional también. Para que un pueblo sea feliz, no basta que lo veamos préspero. Los grandes conjuntos, como los in- dividuos, tienen necesidades orales que son tan premiosas como las necesidades materiales. Dectr “venga el cambio y el progreso, aunque se hunda la bandera”, es concebir el imposible de una vida fragmentaria y parcial, donde sdlo sub. sisten las funciones fisicas. Porque la bandera no es un simbolo caprichoso, no es una simple combinacién de colores, no es un trozo de tela recortada, es Ja representacién concisa y visible de las costumbres, de las aspiraciones y de jas esperanzas de un grupo, la materializacién, por asi decirlo, del alma co- lectiva, de lo que nos distingue, de lo que nos sinia, de nuesttas cualidades, de nuestros defectos, de nuestra atmésfera local, del conjunto de circunstancias y de detalles que hacen posible nuestra vida, de tal manera que entre sus pliegues que flotan al viento, parece que hubiera siempre un pedazo de nuesizo corazén, La libertad nacional que la bandera representa no es una expresién roméntica, sino una realidad tangible, que garantiza el funciona- miento auténomo de ceda uno de nosotros en lo que respecta al idioma, a las tradiciones, a la concepcién de la existencia, a la familia, a Ia idiosincrasia de todo lo que constituye la personalidad moral, hasta el punto de que la di minucién o el fracaso del grupo de que formamos parte, determina una dis- minucién y un fracaso personal de cada uno de los: individuos que lo com- ponen porque, al tener que inclinarse ante los exttafics, al someterse a otra lengua, a otras costumbres y a métodos distintos, al admitir en la propia casa aun intruso que viene a dirigirnos, cada hombre sufre en sus propios inteteses y en su propio set una derrota equivalente a Ia que suftié la Nacién y la bandera. Es en este sentido que debemos ser altiva y profundamente patriotas, a pesat de los errores de fos jefes, los vicios de las costumbres polfticas y el 200 desorden lamentable de nuestra vida nacional. Nuestras democracias activas y bien intencionadas watarén de remediar en el porvenir estos errores, la voluntad genetal se sobrepondré finalmente al interés de algunos. Lo que importa ante todo, es mantener la posibilided de vivir de acuerdo con nuestro cardcter y con nuestros orfgenes, defender nuestras caracteristicas € impedir Ta catdstrofe nacional y personal que significarfa pata todos la dominacién de un pueblo extrafio que al superponer su orgullo al nuestro, nos colocaria, desde el punto de vista social y politico, em le sitwacién miserable de los esclavos. En momentos en que el imperialismo se desencadena sobre nuestras re- publicas como una tempestad, en estos instantes en que esta en juego, con el porvenit de la América Latina, la vida intelectual y moral de todos nosottos, debemos acentuar més que nunca la tendencia nacional, no en lo que ella pueda tener de localista, sino en lo que exhibe de concordante y de salvador para las naciones que prolongan en el Nuevo Mundo, la tradicién latina. Si no queremos set mafiana la raza sojuzgada que se inclina medrosamente bajo la voz de mando de un conquistador audaz, tenemos que pteservat colec- tivamente, nacionalmente, continentalmente, el gran conjunto comin de ideas, de tradiciones y de vida propia, fortificando cada vez mas el sentimiento que nos une, pata poder realizar en el porvenir, entte nosotros y de acuerdo con nuestro espiritu, la democracia total que seré la patria grande de mafiana. ‘Tengemos el valor y la conciencia de la situacién y desarrollemos, dentro de nuestro ambiente, dispuestos a defendernos, el orgullo de lo que somos y la esperanza de lo que podemos ser. Yo cteo que en los momentos por que atravesamos el socialismo tiene que ser nacional. El internacionalismo es un ideal tan hermoso como distante que estd en su verdadero plano en el fondo de los borizontes. Hacer de él un fin inmediato, seria tan irreal, tan caprichoso y tan imposible como si un artista al pintar una marina quisicra colocat en Ultimo término Ja embarcacién y en primer término la linea en que el cielo y [a tierra parecen tocarse. Debemos concurrit 2 los Congresos internacionales, debemos cultivar estrechas rela- ciones con Jos que en otras tierras persiguen las mismas finalidades, debemos solidatizarnos con todos los que en el mundo luchan contra Ja injusticia y el error, pero, si somos sensatos, no subvertiremos nunca las épocas pata evo- lucionar con [a fantasfa en siglos que todavia no nos pertenecen. Vosotros habéis sido la fuerza determinante de la transformacién que se ha operado en América. Si existe en algunas regiones el sufragio libre, si hay reptblica, si gozamos de ciertas prerrogativas, a vosotros, los obreros, lo debemos principalmente. Tenemos que seguir saneando lo gue cxiste, pero sin dejar de hacer al mismo tiempo de nuestra obra de transformacién econdémica, una gran obra politica de honradez, de limpieza y de justicia en el Conti- nente. Asi como la tarea interior de simple democracia no nos ha alejado de vyuestras reivindiceciones sino que por el contrario os ha acercado a ellas,

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