fa Gianni Carchia
Retérica de lo sublime
COLECCION METROPOLIS
Directores: Jost JIMENEZ y RAFAEL ARGULLOL
Traduccién de
Mar Gareia LozanoI. Eros y Logos:
Peitho arcaica y ret6rica antigua
1. Cuando, sgguros del vinculo reciproco que en la Edad Moderna
une pica yretdicn a pesar de uliza la etrcaen una version par
cial, «restringida»' a la dimensién de la elocutio y lejos de su antigua
legitimizacién como teorfa de Ia argumentacién, nos remontamos a es-
tudiar aquella relacién en los origenes, en la Grecia clisica, no pode-
‘mos dejar de sorprendemos por mas de una raz6n. En primer lugar nos
sorprende el hecho de que dicha relacién, tan obvia para la modernidad
ue no supone ningin problema, esté explicitamente ausente e implici-
tamente negada en la Poética de Aristételes, es decir, en el primer and~
lisis completo de la poesfa dentro del pensamiento occidental. Prisio-
netos de las categorfas elaboradas por la reflexién filoséfica modema,
‘ menudo tardamos en darnos cuenta de lo intelectualista que es, en su
formulacién modema, la teoria estética antigua. Lo que esta considera-
ddo un tabi sometido a rigidas condiciones es precisamente esta fun-
cidn expresiva de la poesfa, que, sobre todo a partir de la época romén-
tica, estamos habituados a considerar constitutiva de la esencia del arte.
Este ascetismo de la expresidn puede interpretarse como una necesaria
cconsecuencia del intento de llegar a delimitar mediante el arte un cam-
1o de especial autonom‘a. Obviando analizar las dos tiltimas partes de
las seis de la tragedia, es decir, el melos y el opsis, relegando a algo
accidental los componentes extraliterarios de la poesia, Arist6teles pa-
rece querer remover su propio elemento genético. De este modo se bo-
ra cualquier huella del fondo ritual en que nacio Ia tragedia: para deti-
nir y defender la autonomia estética Aristételes rompe cualquier
vinculo entre la poesia y la mimesis cultural que la hizo surgir’. La
constitucién tedrica de la poesia se determina asi a partir de un proce-
ddimiento inverso al practicado por Ia sofistica para delimitar el nuevo
espacio de la prosa. En efecto, mientras la retérica sofistico-gorgiana se
‘Gérard Genet, La théorique restente», Conmmunicatons, 16,1970, 9p. 188-171
Postica, 6, 1450 b, 15-20.
07)18 GIANNICARCHIA
hab(a caracterizado como un intento de dar a la esfera de Ia palabra
profana las mismas caracteristicas originarias chaménico-culturales de
la poesia, Aristételes, por el contrari, se propone precisamente desen-
cantar la poesia, quiténdote incluso su Gltimo rasgo de ritualidad’. De
este modo, en el nuevo contexto creado por la sofistica, se determinan
las condiciones para separar netamente la poesia de la ret6rica. Estilo
expresivo y estilo poético son ahora «dos cosas separadas. Contraria~
mente al punto de vista roméntico o posroméntico, Aristteles conside-
ra lenguaje legitimamente expresivo el del orador [...]. Era el orador
apasionado el que recurria al lenguaje poético, segiin Aristoteles, y no
cl poeta el que usaba términos apasionados»*. Gracias a la determina-
cin, que se cumple en la poética, de un espacio de inmanencia de la
‘obra de arte, ahora completamente limitada a si misma, la poesia no es
ya, como lo era en Ia edad arcaica, un vinculo comunicativo, un princi
pio de integracién simbélica; al separarse de la religién y del culto, se
convierte en algo autorreflexivo, comienza a mirarse a s{ misma de for-
ma narcisista. En cierto sentido, concentrada en su propio interior, no
posee ya ni origen ni destinatario, No tiene un origen —el trasfondo ri-
tual en el que yacfa todavia indiferenciada— desde el momento en que
el mythos, la fébula en tomo a la cual gira toda la construccién trégica,
no posee ya nada de material, esté privada de toda sustancia hist6rica y
literal. Mythos es, en Aristoteles, precisamente lo que queda después de
la desritualizacidn de la poesfa, Mythos es huella, superficie, eco de un
suceso ya despotenciado, inalcanzable. Mythos es pura forma; trama,
urdimbre totalmente desvinculada de eso de lo que el mito es relato,
historia. Lo que interesa a la Poética no es por qué la acci6n, el mythos,
se anuda y se suelta, sino eémo. Mythos se convierte en ef momento de
redencidn de la poesfa, en cuanto paso del rto ala forma, segtin el ané-
lisis ejemplar que Hegel no dejara de repetir, en el corazén de la mo-
demidad; ademds de individuar en la tragedia, en cuanto que no posce
cfectividad estética, el momento en el que tiene lugar la disoluci6n de
las terribles potencias de la eticidad antigua’.
Por otra parte, en Aristételes la tragedia no tiene ya siquiera un des-
tinatario reconocible, desde el momento en que ha desaparecido la co-
" Sobre esta conexidn, ft. por dtimo Jacqueline de Romilly, Magic and Rhetoric in
Ancient Greece, Harvard University Press, Cambridge (Mas). 1975
Guido Morpurgo-Tagliabue, Linguistica e silistica in Avistotele, Edizion|
\et’Ateneo, Roma, 1967, p21.
* Para esta interpretacidn, remito a mi libro Orfismo e ragedia, Celuc, Milano,
1999, pp. 12-77
RETORICA DELOSUBLIME 19
‘munidad que exirafa de la puesta en escena dramitica su potencial de
legitimacién. El destinatario no es ya la comunidad, sino el paiblico que
ccomienza a ser sociologicamente diferenciado en los gustos y preferen-
cias: gracias a su variedad y a la presencia de lo irracional el epos se
destina a un publico popular, mientras que 1a monotonia tragica, el
«gran estilo», requiera espectadores aristocraticos al menos de énimo*,
De esta forma, la dimensién del efecto se encuentra, en cierto modo,
inserita ya en la dimensién del resultado de la obra: la catarsis no es un
fin externo de la estructuracién formal de la obra, sino un efecto de la
propia elat completa del mythos. El ascetismo expresivo consi-
dera en ciertoNentido inesencial, en cuanto a la constitucién intima de
la obra, la existencia misma de un fenémeno receptivo. Cerrindose en
si misma, la obra no posee ya la vocacién de abrazar en su proceso de
constitucién a la comunidad ética ala que estaba destinada, Su destina-
tatio es ahora el individuo, el lector privado de una polis ya casi hele-
nistica: «Nétese ...] que Ia tragedia, incluso sin la ayuda de la accién,
alcanza su propio fin, ni mas ni menos que la epopeya: una tragedi
basta con leerla para ver répidamente qué tipo de tragedia es»’. Como
ha puesto de manifiesto uno de los més recientes y profundos intérpre-
tes de la Poética, para Aristiteles la obra esté autotélicamente replega-
da en s{ misma basta el punto de realizar, en la tensién del «tiempo tré-
gicor, dentro del cual se desarrolla la estructura formal del mythos
‘como dialéctica de «nudo y desenlace», una suerte de primado atempo-
ral del conocimiento, «EI mythos es el alma y el principio vital de la
tragedia representada; pero esta también, a la par con el Intelecto agen-
te, “separado”, es decir, es separable de lo que es “extraiio” al arte: el
cespecticulo (opsis) y el canto (melos); y separable incluso, « titulo uni
versal, de su puesta en obra posticay’, La tragedia termina asf reveldn-
dose, en la Poética, como una trasposicion de la propia filosofia aristo-
télica, con el consiguiente primado del conocimiento de su objeto: «L.o
que el conocimiento, que es conocimiento a través de causas, hace de~
saparecer es al final precisamente “el tiempo dramético” [...1 desde el
‘momento en que la disolucién descubre sus causas inteligibles y termi-
nna sometiéndolo a esta roralidad intemporal que es el mythos». La for-
malizacién de la poesia avanza, por tanto, hasta hacer de su herencia
5. Podtca, 28, 1489, 23-32.
aética, 26, 1462 11-13,
* Victor Goldsct mid, Temps physique et temps iragique che: Aristo, Vin, Batis,
1982, p16,
Ibid, p18.20. GIANNICARCHIA
mitica una suerte de teorema mental. Asimilads a la abstracta eternidad,
de un acto intelectual, la poesia, desencantada y reconocida en su aut6-
noma racionalidad, rompe su viaculo originario con la retGrica, con la
expresividad y con la comunicacién, aquel vinculo que sélo por un mo-
‘mento se restablecers dentro de Ia poética clisica gracias al concepto
de hypsos, el tinico capaz todavia de revocar la separacién entre el rétor
y el poeta’
2. {Qué significa la ruptura del vinculo originariamente existente
entre la palabra poética y la palabra retorica? El ejemplo de la Poética
de Aristételes nos ha mostrado que, por parte de la poesia, el resultado
fue sin duda el paso al total reconocimiento de su autonomia. El ocaso
definitivo de su trasfondo cultural, através del fin de toda palabra ex-
presiva y no objetivada, abre el camino a la privatizacién, a la transfor-
rmacién de la experiencia estética en literatura. La objetivacién de lo be-
Io, en virtud de su inscripcién en un campo de autonomia, posee su
reverso en la disgregacién de su dimensién participativa: cuanto més
‘emerge la obra a primer plano, tanto més se empobrece y desvanece a
sus espaldas la dimensién de la comunicacién, monopolio de la ret6rica
también ella autonomizada, En este sentido, Ia Poética de Arisisteles es
Ja lechuza de Minerva que vuela al atardecer del gran dia del genio tré-
gico griezo. Igual que sucederd otras veces en la historia espiritual de
Occidente, le formalizacién, la elaboracién teérica nacen aqui como
‘compensacién y sucedéneo” de lo que se ha perdido en la experiencia
real. Desde el momento en que la experiencia de lo trégico se vive ya
‘como el evento real del declinar de los antiguos dioses del Hado, even-
10 en cuyo dmbito se habia abierto la nueva conciencia de la libertad de
1a polis, nace la reflexién sobre la obra de arte totalmente autonomizada,
EI final de ta experiencia de lo trégico como la experiencia misma del
‘mundo es lo que permite la conciencia de una liberada autonoméa de la
‘obra, al precio de una confesada inefectividad, esto es, de la reduccién a
apariencia y ficcién. Podemos describir este paso, donde la cfectividad
de una conciencia estética originaria declina para dar lugar a la primera
teorfa de la obra de arte, mostrando cémo ello sucede desde el momen-
(Cr. Morpurgo-Teglabue. Linguistica e srlistca et, p. 270: «Con una fel aro
imac y sin empetos ialctices, el Pscudo-Longino determing una dimensign (yf
, le dice Atenea al Coro, y éste responde:
«Me parece que utilizas conmigo el encanto de Peito, Mi ira se ha apa-
gado.» De este modo Atenea puede concluir: «Soy grata a Peito que
Condujo con su mirada mis labios para vencer su obstinado rechazo (el
de las Erinias|»". Sobre estos versos y sobre su estratégico significado
ha llamado recientemente Ia atencién Christian Meier en el marco de
un intento historiogeatico dirigidg a rehabilitar la imagen clasicista, la
schilleriana en primer lugar, de A Hélade antigua, Poniendo precisa-
mente el acento en el significado del poder inmaterial de Peitho,
Meier ha mostrado el papel crucial desemperiado por el componente
estético en la transicién de la época feudal a la nueva democracia de la
pplis. Hubo un breve momento, aquel en el que en la cumbre de Ia ex-
periencia tragica se impuso el reino de Peitho, donde la comunidad es-
{ética no fue en absoluto, como se empez6 a creer a partir del romanti-
cismo, una ideologia, sino mas bien el modo mismo de constitucién
del ser social. La difusién del ideal aristocrético de la dignidad y de la
‘gracia, la equiparacién de eticidad y belleza, el hecho de que «una par-
te esencial del pensamiento politico de la época se realizase en la for-
ma del arte», segiin el modelo proporcionado por la Orestiada, todo
ello remite al tema con el que comenzbamos: se trata de la existencia
de una poesia no condenada todavia a lo no factual y, al contratio, de
‘no convertida en demagogia, reino de la Persua-
sién, donde la fuerza se impone como debilidad y la politica como ale-
aria y serenidad,
Con palabras no menos proféticas y profundas, un fragmento de Ni
be de Esquilo afirma que el tinico limite de la persuasion es la muerte:
«