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Ru Dect AD fo ¢Por qué? es una de las preguntas més a importantes que se eal ha formulado el hombre. Desde hace siglos, nuestro deseo de saber ha hecho mas habitable el mundo, pero sobre todo ha servido para declarar nuestra pertenencia a una misma especie. nav de mere, Grade Stein pret "Gul ela eur?" Nai cores racers omy de "Base ca, el sa pregina?™ ‘Don Sutherland, Germ Sin. Bap fer wrk ENGO cuniosipan sobre la ceuriosidad. Una de las primeras fra- ses que aprendemos de nis cs "“dpor que?”. En parte por- que queremos saber algo sobre «ste misterioso mundo ene que hemos entrado involuntariamente,en parte porque quere- mos entender emo Funcionan las cosas en este mundo, y «en parte porque sentimos la necesidad ancestral de relacio- ‘namnoscon otros habitantes de este mundo, apenas dejamos atrés nuestros primeros balbuceos yarrullos empezamos 4 preguntar “Zpor qué?” Y nunca dejamos de hacerlo. Descubrimos muy pronto que la curiosidad pocas veces es recompensada con respuestassignificativasy satisfacto- tins sino mas bien con un deseo cada vez mayor de formu Jar muevas preguntas, y con el placer de dialogar con otros. Como todos los inquisidores saben, las afirmaciones tien den aislar; las preguntas unen, Lacuiosidad es un medio para decarar nuestra pertenenci al género humano. Tal vez toda curiosidad puede resumirse en la famo- sa pregunta de Michel de Montaigne gue si-e?,“2que sé yo?” que aparece en el segundo volumen de sus Ensayo Refiréndose los ildsofsescepticos, Montaigne serial que ran incapaces de expresar sus ideas en ningin idioma, ya que, segin dice, “necesitarian uno nuevo, puesto que nes {ro lenguaje se compone de proposicionesafirmativas, las cuales van conta la esencia misma de sus doctrinas”.Luego afade: “Tal estado de espiitu deberia enunciarseinterroga~ tivamente de una manera més segura, diciendo ‘que sé, que es mi acostumbrada divisa” La fuente de esa pregun- tes, por supuesto, la socratca“condcete ati mismo”, pero con Montaigne dade ser unaafirmacion existencialista de lanccesidad de saber quiénes somos para converte en un estado continuo de cuestionamiento del teritorio pore que mucsra mente avanza (0 ya haavanzado) ydel terreno inex plorado que tenemos delante. Enel campo del pensamien- tode Montaigne, ls proposicionesafirmativas del lenguaje giran sobre si misma yse convierten en preguntas. ‘asin an cane presale pe el taro Jopa tebe! oer pea Dad Sar herp ice Epos lev pig, Nec rape Cali 9 2" hpslog de Razno Sabet Pn carne deem ba ‘orang Mie de Monti Exe Mie pa nar ‘Sitar rp ec rap pri di topo oa jem lade [Rio nen Carne are Ble Vea Cans Ala, 0) No delta) Sepa eso dees "Cte may Nae eine ‘oem clad eld Dey aes pl Gaba Gon Coed ces aun nun Le Harmen eg Pk, tos Leap 486 Hay lo pier gu len nde (ls Crs i Peg Gah rs dle Le.) Aas (ge bay den Tet ages f Pini de Fain Thaigon (ein Novels Preto Unt rm Laamistad que tengo con Montaigne se remonta a mi aadolescencia,y para mi sus Fuyes han sido desde entonces tuna especie de autobiografi ya que siempreencuentroen sus ‘comentarios mis props preocupacionesy experiencia, oka- dasen una prosabillante. Con sus preguntas acerca de temas convencionales (las obligaciones de la amistad, los limites, de laeducacin el placer del campo) y su exploracién de ctrostemas extraordinaros (la naturaleza de loscantbales la identidad de los seres monstruosos, el uso de los pulgares), ‘Montaigne traza el mapa de mi propia curiesidad, dando- Tela forma de una constlacdn ubicada en épocasdiferen- tesyenmuchos lugares “Los libros—confesa~me srvieron mis de ejerccio que de instrucion” Ese ha sido, precsi- ‘mente, mi caso, Reflexionando sobre las habitos de lectura cde Montaigne, por ejemplo, se me ocurré que seria posible hhacer comentarios sobre su que sas? siguiendo su propio ‘metodo de tomar prestadas ideas de su biblioteca secom- paraba con una abe que eatraia poten paraelabora su pro pia miel'y proyecaras hacia el futuro, hacia mi propia época ‘Como él mismo habria admitido de buen grado, en el siglo xvtindagar sobre lo que conocemosno era una novedad. eguntarse sobre el acto de preguntar tenia raices mucho _misantiguas. “De dnde viene la biduria", pregunta Job, desolado,"2Y cui esel lugar de la intligencia?™ Ampliando el rango de esa pregunta, Montaigne abserv6 que “ljuicio «sun instrumento necesario en el examen de toda case de asuntes por eso yoloejeritoen toda oeasin en estos Ena. Sise trata de una materia que no enticndo, con mayor razén. empleo enella mi dlscernimientosondeando el vadode muy Icjoss luego, slo encuentro demasiado profundo para miesta- tura, me detengo en a ola” Este modesto métodoes, para sni;maraillosamente tranquilizador. ‘Sgr a teoria de Darwin, la imaginacion humana es un instrumento de supervivencia. Para aprender mejor sobre ‘el mundo y, por lo tanto, para estar mejor preparado ante sus escollos y peligros, el homo sapiens desaroll6 la eapaci- dad de reconstuir a realidad externaen la mente ycon- cebirsituaciones alas que podria enfientarse antes de que sucedieran.® Cuando tomamos conciencia de nosotros mis- ‘mos del mundo que nos oda, podemas construi carto- -rafias mentales de esos territories yexplorarlos de infnitas rmaneras,y luego legit la mejor la miseficaz. Montaigne habria estado de acuerdo: imaginamos para exist, y enti- ‘mos curisidad para alimentar nuestro deseo imaginative. Laimaginacién,como una actividad ereatva esencia, se

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