Millett - Politica Sexual

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El esbozo siguiente, que cabria describir como «unos ‘cuantos apuntes encaminados hacia una teoria del patriarca- do», se propone demostrar ye el sexo ¢s una categoria so- cial impregnada de politi tratarse de una labor de ex- ‘én, es, por fuerza, tEntativo ¢ imperfecto. Y, por otra i deseo de facilitar una descripcién general me ha sintetizar ciertas afirmaciones, soslayar ciertas ¢ introducir cierto grado de arbitrariedad en las, s. Utilizo la palabra «politica» al referirme a los sexos, porque subraya la naturaleza de la situacién reciproca que Estos han ocupado en el transcurso de la historia y siguen ‘ocupando en la actualidad. Resulta aconsejable, y hoy en dia poder en un terreno menos convencional que | que estamos habituados”. Por tanto, me ha pa- recido pertinente analizar tales relaciones en funcién del jones se apayan en el inteligente estudio Hevado a s ‘obra The Psychology of Power (Nue- contacto y de la interaccién personal que surgen entre los miembros de determinados grupos coherentes y c delimitados: las razas, las castas, las clases y los que carecen de representacién en cierto niimero de est ras politicas reconocidas. En Estados Unidos, los acontecimientos recientes nos han obligado a admitir, cuando menos, que la relaci6n racial es. un nexo politico que implica el control general de una co- lectividad sobre otra, definiéndose ambas colectividades por factores hereditarios. Aun cuando los grupos que gobier- nan por derecho de nacimiento estan desapareciendo rapida- mente, subsiste un modelo, arcaico y universal, del dominio ejercido por un grupo natural sobre otro: el que prevalece en- tre los sexos. El analisis del racismo descubre una situacién interracial genuinamente politica que perpetiia un conjunto de circunstancias opresivas. El grupo subordinado recibe una ayuda insuficiente de las instituciones politicas existentes y se ve obligado a renunciar a la posibilidad de organizar una lucha y una oposicién politica de acuerdo con la ley. fenédmeno que Max Weber denominé Herrschafi, relacién de dominio y subordinacién’. En nuestro or 69 1 J0d oisondun 0 osuasuoo ja 104 opep ‘ropod jp a1qos wquaise 25 OU21G08 [2 souoTaeAIasqo Se] WOO OpsaNge aC, SOOO TOIA! 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El prejuicio de la superioridad masculina, que recibe el beneplicito ge- neral, garantiza al varén ung posicién superior en la socie- dad. El temperamento se desarrolla de acuerdo con ciertos estereotipos caracteristicos de cada categoria sexual (la «masculinay y la «femenina»), basados en las necesidades y ‘en los valores del grupo dominante y dictados por sus miembros en funci6n de lo que més aprecian en si mismos y de lo que mis les conviene exigir de sus subordinados: la agresividad, la inteligencia, la fuerza y la eficacia, en el ma- cho; la pasividad, la ignorancia, la docilidad, la «virtud» y la inutilidad, en la hembra. Este esquema queda reforzado por tun segundo factor, el papel sexual, que decreta para cada sexo un cédigo de conductas, ademanes y actitudes alta- mente elaborado. En el terreno de la actividad, a la mujer se que gozan de una posicién superior suelen ipeles preeminentes, debido, en gran parte, al (0 dominante que se ven alentadas a desarro- ASPECTOS BIOLOGICOS La religi6n patriarcal, la opinién punto, la ciencia’ suponen que tal Jes descansan sobre diferencias bi los sexos y mantienen que, al model ra no hace sino colaborar con la naturaleza. Y, sin embargo, ni la diversidad de temperamentos creada por el patriarcado (rasgos «masculinos» y «femeninos» de la personalidad) ni, menos atin, los distintos papeles y posiciones, parecen deri- var en absoluto de la naturaleza humana. La fuerte musculatura del macho, que constituye un ca- récter sexual secundario propio de los mamiferos, tiene, bien es verdad, un origen bioldgico, pero se halla estimula- da culturalmente por la educacién, la alimentacién y el ejer- cicio. De todos modos, no determina una categoria adecua- da sobre la que pudieran basarse las relaciones politicas en el seno de la civilizacién’. La supremacia masculina, al 7 Me refiero a las ciencias sociales, y no a las ciencias fisicas. La medicina también aprobeba tradicionalmente tales creencias; pero hoy en dia las investigaciones médicas més fiables han demostrado que los estereotipos sexuales carecen de bases biologicas. * «Los historindores que han analizado las leyes romanas cstable- cen Ia familia romana sobre el poder ejercido por el padre 0 el esposo, tras afirmar con acierto que ni la estitpe ni el afecto podrian considerar se su verdadero fundamento. Hacen de semejante poder algo asi com efecto y no una causa origin: rat ran) au ProyUM YA, | U09 opearetned aod onaiaut anb erotrestmou19 Bf ned Pf ap ojtaruLUgnasap Jo anb ajqisod sx “uote ‘ooojeue ojnoua un arurerp 79a [RL “ouwuid ordroutd SOAS Op UOtoIsinbpe ef & OpTUN ugIokIUDHO 9p oiqutres tm ap Brouanoastioo B epeZ|RSUD OrstA eAeY OS LOTEA [Op Zarsng 01 Jokeut 8] anb sousu v) sauaSzu0 sng reoyjdxo eed wnseq ou eorsy eziony e] 9p omrouMire [a ‘Tworetnedaid ap outa -Royptyeo an [vidos wULIO} eNO J0d uprpooaid ony uoronynsuT “too epi ta oar oso tn Sars ope -rewned 2 ‘epperytp Anu sisaigdiy eun yoo opranae aq] “soprusoy ou © teas ‘sepesed spun searey Sey weztyeat S210129,U SOTENSA SO] v sajuatoquayed sonprarpur soy anb oysan« ‘ope|noura enuanoua 98 coIsy OZIaTYsO u09 ‘oysoy 9G, Sea opunur rio, se trata de postulados dos como si fueran dogmas religiosos. Hemos de admitir, en consecuencia, que muchas de las di i reconocidas entre ambos sexos en lo que ataiie al tempera- mento, al papel social y, en particular, a la posicién, se asientan sobre una base esencialmente cultural, y no sobre mas sensatos han perdido toda esperanza de formular una ecuacién precisa entre el temperamento y la naturaleza bio- légica. No parece proximo el dia en que logre resolverse el problema relativo a la existencia de otras diferencias sexua- les innatas, junto a las variables biogenitales que ya conoce- mos. La endocrinologia y la genética no han conseguido hasta la fecha descubnr una disparidad mental 0 emocional (posicién, papel y temperamento), sino que imposible valorar las desigualdades existentes saturadas de factores culturales. Sean cuales + ninguna prueba convincente en este campo. Los ex- 05 a la conexién existente entre las hormonas y la Biology and Behavior, Nueva York, Rockefeller tussell Sage Foundation, 1968, fueren las diferencias sexuales «reales», no las coe pruebas positivas del caricter cultural del género, como la estzuctura de la personalidad conforme a ria sexual, Se cree hoy en dia que lo que Stoller y otros socidlogos denominan «identidad genérica esencial» queda constituida hacia los dieciocho meses de edad. Stoller distingue asi el sexo y el género: Los diccionarios subrayan principalmente la conno- tacién biolégica de la palabra sexo, manifestada por ex- presiones tales como relaciones sexuales 0 el sexo lino. De acuerdo con este sentido, el vocablo sexo se re~ feriré en esta obra al sexo masculino o femenino y a los components biolbgicos que distinguen al macho de la hembra; el adjetivo sexual se relacionara, pues, con la anatomia y la fisiologia. Ahora bien, esta definicién no abarca ciertos aspectos esenciales de la conducta —a sa- ber, los afectos, los pensamientos y las fantasias— quc, aun halléndose ligadas al sexo, no dependen de factores biologicos. Utilizaremos el término género para designar algunos de tales fendmenos psicol6gicos: asi como cabe hablar del sexo masculino 0 también se puede siones (el sexo y el género) y que, sarrollo puede tomar vias independientes"” 7 + cofenSug] fap uoroismbpe ‘qeumue euoidun vy v “33q eur eworpt [ap afeztpuaude fo» {yPISIA 99 01 2 rip ua Koy opiauz0 wey euosdun e] op nyu! e| e ajqeaunsadun ‘oanun je ap anb spur stuanosd expod ou 0 ap 19 outoa ayqeeaganbur ut sosoumud so} aque alezrpuaide un ap prima ua sopumbpe anh pepifem ve ea 2919 9g RL ‘8b Bed “Par 6 ed “Pia ct sore -1wa8 souefig so] ap e/ojorsyy A eyworeue e ap Sauarp -adaput ‘sopunbpe sa1ojsej Sova 2p apuisdap ootguad [pded ja anb oysayjrueus ap owsand rey ‘sayenxasiq saquato red sososoumW sn ap sisiigue [2 uo ‘sousInb “uosdureyy So Kauoyy woo opsane op forso ‘seansnetpxa seqonud ap POY OC] *««(OdIFgJOI) Oxas [ap S91 311 uapand 'soys9 ‘ouruauioy,, K , oun] nose, os O1otig8 Jp UwoysTe9 sofan onb soy anb Seu «eiquioy,, K OppeU,, UOs Oxas [e Uspuodsa1io9 sofa anb -wo9 wi9 valdojo1g pEpHUspt Ano aquDdsajope un ap Oxas [2 ‘etm uotousALaUT wun ojuEIPoU ‘TeIqUIED 199} Seu equijnsar anb ap uoIsnjouod e] v ofoH| 2s ‘omaruHtoeU tas apsap offs je orsando oxas [9 onprAtpul [e opeuaise vq =Ry 98 anb soy ua saqWaD AmNuapy JopUad EIUIOIe-> [> 40d soperpmisa jeruad uoraeunsoyqeur ap sosea soyjanbe ty ‘Qué nifia tan guapa!», etc.), resaltando la in- fluencia ejercida por el aprendizaje puramente tactil sobre la conciencia que adquiere de si mismo, incluso antes de aprender a hablar. /___ Ex virtud de tas condiciones sociales a que nos halla- mos sometidos, lo masculino y lo femenino constituyen, a ciencia cierta, dos culturas y dos tipos de vivencias radical- mente distintos. El desarrollo de la identidad genérica de- | pende, en el transcurso de la infancia, de la suma de todo | aquello que los padres, los compaiieros y la cultura en gene- ral consideran propio de cada género en'lo concerniente al | temperamento, al caracter, a los intereses, a la posicion, a los méritos, a los gestos y a las expresiones. Cada momento | de la vida del nifio implica una serie de pautas acerca de | como tiene que pensar o comportarse para satisfacer las exi- | gencias inherentes al género. Durante la adolescencia, se re- | cerudecen los requerimientos de conformismo, desencade- nando a ‘que suele templarse y aplacarse en la edad Ya dle los fundamentos biologicos del patriarcado pare- cen tan inciertos, no queda sino maravillarse ante la asom- | brosa fuerza de una «socializacién» universal, basada tinica- mente sobre la «fe» o sobre un sistema de valores adquirido. El condicionamiento levado a cabo en la primera infancia mando un caso sencillo, al dejarse guiar por las jue la cultura atribuye a su género, el nifio se siente inducido a desarrollar impulsos agresivos, mientras me Kagin, «The Acquisition and Significance of Sex- view of Child Development Research, editado bajo la di- de M. Hoffman, Nueva York, Russell Sage Foundation, 1964 que la nifia tiende a coartarlos 0 a proyectartos sobre si mis- ‘ma, Como resultado, queda reforzada la agr del va- r6n, que alcanza en ciertos casos extrem: cultura fomenta asi la creencia de que i los testiculos, el pene y el fiesto ciertos elogios como: fialemos que la virtud propiamente «femenina» de la pasivi- dad se constituye también mediante el proceso del refuerzo. La terminologia contemporanea relativa a los rasgos de la personalidad se ordena en torno a una correspondencia li- neal de los factores —que traduce a menudo un gran inge- nio—, basada sobre la divisin fundamental establecida en- dad masculinay y la «pasividad fer . si la agresividad es una caracteristica de la clase dominante, la docilidad es, necesariamente, el rasgo correspondiente de un grupo sometido. Un razonamiento semejante suele derivar de la descabellada esperanza de en- dos a ejercer un control politico y social sobre la sociedad humana. Basta aplicar esta premisa a cualquier grupo domi: ante para entrever el alcance de la teoria de Tiger, que ma- nifiesta una interpretacién equivocada de los trabajos de Lorenz y otros investigadores de la conducta animal. Las pruebas que aporta para corroborar su hipdtesis genética © Lionel Tiger, Men in Groups, Nueva York, Random House, 1968 8I jouanaytp seancadso3 b jrropisoes 1seo pep ‘auped Ja» anb 3p oot} \ulap owl0D sed so] 9p euOk ofode jo reanjdxo yse ae) enaesd opeomuned 19 soologroios soLausy eR oro ‘aaqurey squats ‘eapedred omrumy 396 [9 ‘osindun j9 0 of>yp “218 awepou apr un 2p vaonio® | oto £21 pepe ap ~aaadura © aaquioy} fe sar0t9yU Soraadso se] & eoMpUE OHMS [Fo z -trguigjduioo axed soprfuunsas ‘ugioo® ap un “pte -6aiad Bim ajuasaad jenxas odnu wpeo anb ap oysoy [2 ‘O5Nii} Od GSI Sp OWN JS Spsop ‘usig esoyy ‘eUeUMY PeprEIUT -od ns ap peur &] ap ‘souaus osnjout o ‘spur ood rezuROTe eNUN] 9s euosrod epeD ‘Epis ns ofeg ‘wouruaUTa)» K «ou “Je1O0s orpou oNsanu Jod sepeyoip usudt/ sou anb —yenxes ugiaca}9 B] 9p o2{qo [e owlod |se ‘exon -W09 ap sojspour sof & A sopnytyoe sey e sesandsas— sepumb -pe sesondsar ap auias eBrey en ap apuadap ortoo Jap ome “pAS01d oyjonur sopemon sepontisai) sosindun 2 "sofa *(ofojduios odn ap ‘soueupazay eionpuos ap souoN soqunsit 2asod ou aiquioy jo anb uewinje sod “Sepeunyowossesouedue ey Ueyrsor ano] sod Sajra004 -ed ugioezreaio ey & K euiorsty Pf e “oysoy. ap ‘wadouaNod 10s gobiernos laicos contemporineos tam- yn el mando del hogar, como queda con- las democracias modernas” (y, recfprocamente, e! cardcter familiar del feudatismo). Por tradicién, el patriarcado concedia al padre 1a apro- piacion casi absoluta de su esposa y de sus hijos, incluido el derecho a maltratarlos fisicamente y, en casos frecuentes, a asesinarlos o venderlos. En su calidad de cabeza de familia, cl procreador era duefio y sefior, en un sistema social que confundia el parentesco con la propiedad™. Dicho sea de triarcado més estricto, sélo tenia valor el pa- cluidos de la posesién de bienes y, en numerosas ocasiones, ni siquiera eran reconocidos**. El primer estudio de la fami- lia patriarcal se debe a sir Henry Maine, historiador del si- glo xix especializado en la jurisprudencia de la Edad Anti- gua. De acuerdo con Maine, la base patriarcal del parentes- co no radica en la sangre, sino en el dominio; las esposas, aun siendo elementos extrafios, se ven asimiladas al linaje, del que quedan sin embargo excluid a manas. Basandose en la patria potest pone la siguiente definicion de la su hogar. Su dominio, que se extiende a la vida y a fa muer- te, es incondicional, tanto en lo que alae a sus hijos ya las familias de éstos como en lo que respecta a sus esclavos»’ En la familia patriarcal arcaica, «el grupo se compone de bienes animados e inanimados, es decir, de la esposa, de los hijos, de los esclavos y de las fincas y posesiones, sometiddos todos ellos a la despética autoridad del varon de mas edady”. En su refutacin de la teoria de Maine, McLennén”* en el fondo, se proponia enaltecer. Semejante suposicién queda rebatida por numerosas pruebas que demuestran que 7% Sir Henry Maine, Ancient Law, Londres, Murray, 1861, pai: na 122. Mr Sit Henry Maine, The Early History of Institutions. Londres, OR eruouew ‘ootosuoo Jap upeatid 98194 10d ofai0amp {2 sea1os apand ou esods> ny opeupuog OuEUIR ap FIs9o1POU EOsIP 95 mdoro08 ap ean worsuasdtH0> opor anb ap psuaiquoo ‘send ' 00 SOIIOATP 9p Go1pU} [9 “IPOD uns “aqNETSGO ON “OI ts aqUTSIUd joe sqrt $0] 21qos 2oz0f@ anb sor “Sry ein a opepon ayanronogad pros ey 9PM oC. SOUOreA S0] # OFYOAIP J2 URIpooHI0g Of9S sopeareuned SOHINYY oc -01 0] 19 soruourueN sopa19 10d opesSj ouqniynbs [> ou10D sojiins ey souorisano aiqos soumndtre ‘seuondun 0 seitayidxo upiaeanpo ap saquary seno A soaneuiosu sorpout -,¢BOIWugUODa Lgrsoa}oxd ap orqurea @ (fenvx28) orazosu09 19 FeB0y [op opepino Jo ‘esod -Sa &| 9p aired 10d “Stodns oruoursjeul fa anb ap [29] ut ‘(ugiowsadnaa1 ns opuars %s9 0] OWI0D ta] ue] 498 ap oqny anb) salu ef ap ugIoISod Ef op yenpesT Uugtsoxa eum ap OMnyy ‘OFPI OWOUIQUDY UN aAnyN}SUOD ‘s7AsOP -od pryod ey renanred ua & “emnjosge jeoreued pepuomne P| jo es por necesidad el punto de partida de Se ialradieal¥ ello ne solo porque eons impresionante namero de situaciones en las que a masculinidad triunfa sobre la posicion soci adinerada o incluso culta. Bien es verdad que no supongan la estratificacién socioecondmica, reafirman Ta existencia de una jerarquia sexual que «castiga» a la hem- ‘bra con eficacia. {La funcion desempefiada por las clases sociales y por los Gia y superior, el hombre manifiesta una tendencia menos acusada a demostrar de un modo Aspero su predominio pa- triarcal, por gozar de una posicién que le permite afirmar su poder en todos los campos”. ‘Suele darse por sentado que los conceptos del amor ro- méntico y de! amor cortés han suavizado o % Thid, pag, 7A. tee Bed -Ipamn9so uey SOqUTY ‘s,Sazapod souayd ap opriop uoreA un Jod sopedio «sor8apAud> tekrgrsuos OonuEUIOL [9 OWS squioo JoUre Jo ova “faSidéf OB} 0B0|01008 | 9 "gq1#190s ugtorsod ns gotyrpow seuade A saio! “119039 0 ea] tO!seMMts Bj a1qOs OUNS}e O19952 OANI OU Se -20d so] ap stsmixg [2 anb uekeiqns s9u109 JOUre Jo operprasa uey aonb saxopeuoisty so7] “ofan tm $9 ou fersapad um a1qos Sopeiripiogns sns v ouod ‘sqmeurtiop odd fo ereq “safnuu ey ap [P1905 uoroisod vy aquaxoMT Bronsnfur ey ap zeAystp un £ guarda, como el hombre, una relacién inamovible con su de su dependencia econdmica, su afi- ican su propia supervivencia con la prospe- soci d rida la mantienen. La esperanza de encontrar racial puede remediarse mediante la restauracién de la auto- alguna via radical que las conduzca hacia la liberacién re- ridad masculina. Un andlisis sociolbgico de este tipo presu- sulta tan remota para la mayoria de las mujeres que ni si- pone los valores patriarcales sin someterlos a examen, oscu- a concebirla y no toman verdadera con- reciendo tanto la naturaleza de la iniquidad racista como su raza —que, en potencia, es «su mu- perior a la del macho de color™. Sin +6 ‘PangtAog Lugiup, inure] 19 K eroong wo epesnae soxtaur sa ugrasodaxd ei] ‘RANE agioe|qod Bj ap Sopmjoxe uEponb eusrur 8] ap S014 SOP soy onb ett seo of Saensapoo ened 0 ofp ony wpe wn “uisap euTUaUIQ} Uo!seygod e] 9p HURTS 0d OF Te EF FAC 219 ‘OFDIONEP op seo So ia qqemnayea K sofia e] 30d opeysaid jeusteur LADS un OUOD SeoNSgUIOp saz0qe] Se] RIApISUC anb sted COMM 9 52 BINS ¢¢ SPONSTpeIS9 svj_UOS ‘saaquioy so] 40d sopiqissod sorp out sosayfim so] ap penttd ey extrasardas orpaut opjans ns ‘se -of op exoTY LeleqeN onb sazainu 9p otaIa fe OWEN Uy "TemSreus 0 oxafesed sarapr80 UoD soseD SOsOsoNL | fu tt epumbpe ‘Ter0s ugraeMS ns OMIOD feIDUDTUE) O vIIAs -Iput ue} $9 BTWIOUIA B] WO UOIIEIaI Ng “BOTWIQUOS BIDUAP -iiodsp ns ap enamuco uptouny eum a pepi] ;LIOFAP €] 2P 099 UDDEY 26 SOI908 (9 Se] anb SeNUATUT “UQIEA Jap ronposd uajans ou sou 6 sosted S04 sath 9p ate 89 NRA UR OPEL ESOURPIAID -oUIQy SOLMISIAATUN SITUA Sof “UDI RIO “SeIEIOUA) $0] P ugiquim reredoid ap peptyenase e] ta uvareauD 2s ‘sopeUOIS 8 sopeuTsep -ayoid £ sopens} sortrens soun op wo! -uexouit e] so rofntt P| ap soUR;UN HoroIsod Fy 9p -edrouuad se] ap eum £ ‘sonuarutt20109 soy ua wéode as ‘pod La FUERZA No estamos acostumbrados a asociar el patriarcado con la fuerza. Su sistema socializador ¢s tan perfecto, la acepta- cidn general de sus valores tan firme y su historia en la so- larga y universal, que apenas necesita el ia. Por lo comin, sus brutalidades pa- les, que carecen de si s ideologias dominantes, como el racismo smo, la sociedad patriarcal ejerceria un con- te, € incluso ineficaz, de no contar con el fuerza, que no s6lo constituye una medida de sino también un instrumento de intimida- ico demuestra que la mayoria de los pa- lantado la fuerza por medio de su legisla- cién, Los mas estrictos, como el islamico, condenaban con la pena de muerte cualquier transgresin de la mujer contra la legitimidad y la dependencia sexual. En Afganistin y Arabia Saudi todavia se apedrea a la mujer adiltera hasta provocarle la muerte, ante la presencia de un mulah, Asi- mismo la lapidacién constituyé una prictica muy difundida Oriente Préximo y se tolera atin hay en dia en Sicilia. falta precisar que, en tales ocasiones el complice 10 no recibe castigo alguno. Salvo en ciertos casos del piblico, obligado a eje- tras que el chénin (ciudada- comin) y el campesino podian actuar a su buen juicio. Un varén de clase inferior convicto de haber mantenido re- 100 laciones sexuales con la mujer de su patrono era decap' junto con ésta, por haber violado clase y a la propiedad. Por supu cientes a los estratos superiores nuestras sociedades occidentales, de c ducir a las mujeres de clase inferior. Incluso en Estados Unidos, sigue vigente hoy en forma indirecta de «pena de muerte». Al negarle a , los sistemas legal patriarcados la conducen a los abortos clandestinos, atin las estimaciones més fiables, originan de dos mi wuertes anuales‘”. ica y técni preparado para consumar un acto de brutalidad. do la utilizacién de armas ha neutralizado las diferenc tipo de violencia de caracter marcadamente sexual materializa plenamente en la violacion. Las cifras zol (eum ap jaded [9 ‘s129p sa) «ouruanna) faded fo» muRUDS -ondas onafns ja '[9 Ua :21N2T8] PEpifenxasowoy eum & Opes “Teuoradao “a Ose9 tn olti0d asmropISW09 2f—Ns OUHOSETN OURSINDOSP [3s -«souTuauap? 0 «soatsedn 59, -nouodwoo sns ® anay eIsayreu penxasooy peparoos ef anb o1said “MOK RAIN, 2P PEPRID e] 9 SSUOITEIONA ZEYZ M1 -eyas Bjonjod ey “L961 UA “SePEAID OpuaTS UINEIS SEI SHEL o ‘eSeUL Ua SoFeUTSESE So] OUOD SofeUOTad2oXD UE) SpEpIONy ‘ugroeqm) EHD!D 0 esU | UELIaIdsep sopuTur sns sod sepe -oze soxo{nun se] ‘ojdurofo sod “se ‘eiouajearquie esouno Eun JHonpen uajans Jofnur | BUCS SOPHSUIED EIDUDIOIA 9p SO} uuoo ot exedimbo 98 opnuaul e anb ‘pepipenxos e] ues pep -Prud ey sRuo}DeTar uafons sopeareined SOPEPOIIOS $e] “polome [9 0d sopez wood wey saredoy sajen ua wo9s “od sotjoeyantt so} ‘sed ap Bas O4DIC] “SaIqUIOY 9 ISITOA -w09 K samttaosajope so] «asiacampuay anb uatian [9 Ug ‘SOS -oroureaef soreyad X 2zaqu9 ap BZED B] HOD SOPEUOIIE|AI SOME ‘sauoreoyjueasa 9p oueusosa sq “atuaTE] Pepllenxesouroy 21 K orprontuoy Jap eme Jo “wrouoyoIA wy ‘ODISYy OZIOTYSO [oP 280 Konunfuoa ozsanyso un seajdsap e oayqnd je euoYxa pulso que induce a ella y provoca una transfc libido en violencia. La asociacién de la sexualidad y de la violencia constituye un habito mental de tipo militarista®. La tonalidad castrense y negativa de la homosexualidad que prevalece en las casas de hombres no abarca, por supuesto, la totalidad de los rasgos de la sensibilidad homosexual. De la excesiva exaltacién de la virilidad en la mentali- tar no indica una homosexualidad manifiesta, sino moerdtica. Si bien, de acuerdo con el famoso aforismo de Seigno- a social y de los factores étnicos y religiosos. El Ppensamiento clasico occidental solia ver en el amor hetero- s en una fatalidad condenada a un fin trigico, bien ion brutal y despreciable con seres inferiores. El lo demuestra en Les Paravents; Mailer lo revela en todas mundo medieval creia firmemente que el amor era pecami- fnoso si en él intervenia la sexualidad, y el sexo, depravado si en él intervenia el amor. En las sociedades primitivas, la misoginia queda expre- sada en tabiies y manas que dan lugar a una serie de mitos explicativos. En las civilizaciones transforman en principios éticos y manifestaciones literarias (reemplazados, en la época actual, por racionalizaciones cientificas de a politica sexual). Huelga subrayar que e! mito representa un feliz avance propagandista, que sucle ba- sar Sus argumentos en teorias morales o relativas a los orige- nes. Los dos mitos principales de la cultura occidental son el episodio clisico de la caja de Pandora y el relato biblico del pecado original. En ambos, el primitivo concepto de la ma- lignidad fernenina se ha convertido, tras una elaboracién li- teraria, en una justificacién ética de los males del mundo, dotada de poderosisima influencia. ‘Al parecer, Pandora no es mas que una version desvit- tuada de una diosa mediterranea de la fertilidad, puesto que en la Teogonia de Hesiodo leva una corona de flores y una diadema en la que estan esculpidas todas las criaturas del mar y de la tierra®, Hesiodo la culpa de haber introducido ta sexualidad, calamidad que puso fin a una edad de oro du- rante la cual «da raza de los hombres habia vivido sobre la tierra libre de todo mal y enfermedad, y exenta del trabajo peligroson. Pandora fue el origen de «la maldita raza de iodo, Works and Days, traduccién de Richmond Li University of Michigan, 1959, pag 29. [Trad. esp.: Tral Madrid, Alianza, 1994] -ugsoxd vag ap emSty | K ‘pepyqgy ¥] woo sepeuoroejas Sop “rplUIAIp SPSOJAUMU SOUIDAA SNS ap UOBUIO) ‘SOHN SNS IP NoIseAOUAL |}URISUOD PUN UO UBIAIA an “SeyTDeIS! SO] 2 Antu uoisian wun 9 feuTso opesad jap Ow {5 “rola ey uo peprufiqeur e| A —eystuoSeue ofty Jo A 0s iatsod eVuNstP eued aqua spuen> “oporsayy ap uptseuvu ey unag "yonxas ey vil ‘8061 P205%xO “rey 2 “V 29 BLE seo & ‘srounne] ap uoroonpen ef # uEpuodsas109 SeD Se] ap seUNATY “OOT-ES SEAUTL ‘K(Og Pun SHO ‘OPO 9» ‘OL “Spd “EG6I ‘Ss2Id SHY 1e19QIT ‘SHOT rump “wnodg] “O WHULION SP UQHIONPEN AUOTOA4] “OPOISDH sy -oysty e] ap soperoyo souoroeandxo sey ap Zje1 Bf Ua UPIQUTE ‘eq as woroyounar uosoudxo ap BIA WT "pUBW! 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La contiene varias alu- siones, probablemente inconscientes, a este origen, como demuestra la siguiente frase, anterior al relato de la tenta- cién: «El hombre Ilamé Eva a su mujer, por ser la madre de vivientes.» Debido a que en él convergen distintas 1es orales, el episodio:de Adan y Eva facilita dos ex- pl 1es contradictorias de la creacién de Eva: en una de ellas, ambos sexos son creados al mismo tiempo, mientras que en la otra Eva nace de una costilla de Adan (perentoria prueba de la expropiaeién de la fuerza vital del varon, por mediaci6n de un dios que habia creado el mundo sin recibir ninguna asistencia femenina). ‘La leyenda de Adan y Eva offece, entre otros puntos, una version de cémo descubrié la humanidad la unién se- xual. Tanto la mitologia primitiva como los cuentos popula- res contienen numerosas narraciones similares que, en su mayoria, nos evocan las divertidas y enternecedoras aventu- ras de dos inocentes principiantes que necesitan una buena dosis de ayuda e¢ instrucci6n. Ahora bien, la historia de ‘Adan y Eva encierra otros temas importantes: la pérdida de la pureza pristina, la aparicién de la muerte y la primera todos tr (0 de la ciencia del bien y del mal) en forma de una amena- «el dia que de él comieres, ciertamente mori- ‘menos en el relato biblico), lo cual parece indicar que la ser- piente tenia razén, Pero nada mas probar la fruta del Arbol prohibido, la a, no obstante, que el verbo hebreo que significa «co- designa también ef coito. En toda la Biblia, «conoci- con el falo, simbolizado en esta fabula por la serpiente. El atribuir todos los males y penas de la vida ~~ la pérdida de! Paraiso— a la sexualidad impl mente la culpa conjunta del varén y de lam bargo, el relato biblico excluye visiblemente a aquél, cul- pando a ésta de todas las desgracias del mundo. La mujer es la primera que se deja seducir y «engafiam» por el pene (convertido en serpiente). Adan se libra asi del delito se- xual, pero el mito lo traiciona, en cierto modo, escogiendo un simbolo falico tan transparente y universalmente reco- nocido como la serpiente. En compensacion, Ia mujer de- muestra su inferioridad y vulnerabilidad, asi como su sim- ple calidad de objeto carnal, cayendo hasta en la trampa de tun reptil adulador. Tras ella, peca el hombre y, con’él, la humanidad, porque la leyenda hace del varon el prototipo de todas las razas, mientras que Eva no ¢s sino un xual, fécilmente sustituible. La primera aventura ero como el mito la recoge consiste, pues, en la seduccién de ‘Adan por la mujer, quien, anteriormente, habia sido sedu- ida por el pene. «La mujer que me diste por compaiiera me dio de él y comi» es la primera defensa del hombre Hechizada por la serpiente falica, Eva asume la culpa se- xual de Adan. La maldicién que recae sobre Adan consiste en trabajar «con el sudor de tu frente», es decir, en I nuevo, como en el mito de Pandora, a la mortificacion it puesta a sus inferiores por una figura patena po: como respuesta a su conocimiento de la heterosex adulta. Cabe afirmar con Réheim, acerca de la actitud nega- tiva que el mito adopta frente a la sexualidad: «La madurez sexual se considera una desgracia que ha arrebatado al gé- uy 4611 UA) “peparoos ef uD epeUraEL sod ns ap prusta ua ‘anb sonp ed onb ugropururuostp By £ uoroees ax anb sauorsaidu se] ‘S3euosiod 98 safmu ey souodns ud soseo so| uo eIseY, un ua epouanueut gil +9 do “sheyy 304 openiaey eago exp 2p sisyyur {9 K ter 20K fo wownaay ayy, "M12 OPO, LRIGUIEA 25E9A “‘OF6| “OK, BAINN MAXX ‘Ton iearaay 2usjounoycg“euapsp> “UNDYOY 2236) -taryoxd vy ‘soyesour seui0U se] 2p peprondnp vy ‘peprndita y 8 o1]No [9p orpauu 40d sopepaa exAepor u7so 2] odiano o1dord rns ap ootdojo1g fanuos [> A Texas pevog!| ET “seaidojooisd stiotionsasuoo soni opuvaLeoe uandis sauqumssos se Uwor8Ja4 e| 9p soanenumae 5019939 so] ‘sued uD epesodns ep up oy #189 ugizemnis eso anbunyy “ajqanuu souoig soy anuo e} -ainjout & sopequoUra]9 Sy SOUBUMY SOYsdIOP So] aout ‘snout opea|| ey 28 anb se so ony, euosrod ap jo anb jenx -25 o7eIgo 9p jaded fo opnuous v seul muasaxdas ts9 fen e | 2p puma uo sofuu e] ap uo!oeoLyIs0o Be KIOUOpUAN aHITY UN ‘aq81%9 “Ope] ONO Jog ‘TEMYTND eISIA 9p oUNd [9 Opsap sauENU | Soop oats soLsaasy souansod feruapio00 ontoruesuad [9 por ap jerpsounad ojspout j9 aXnansuoo opeoad ja & oxas ja ‘sofur ej anua epi9ayqesa uptoeal e'] [eul3L0 opeaad ja uo oulstuosimord ns ap erousnsesuoo owlo9 opeisa a1ue]|UMY 1oeKJNSNE vy X sapeprurEpeo soPfouLas ap o1UDTUITU -apeauasap jo 10d safnuu e] s9 onb epeursrew emeuo eso epingune pepiiqesuodsar emjosqe e| eoeIsap 9UDIAUO-) “OLONUU Ef ap miaurid esnes £ vaio 19 [~"] pepioyjay ns oteumy o1u «do por Philip Goldber corrobora que las mujeres se despre cian si mismas como unas a otras”. En la sencilla prueba ideada por el citado investigador se pedia a un grupo de estudiantes femeninas que valorasen una disertacién, fir- mada, alternativamente, por un tal Juan McKay y una tal Jua- na McKay. Las estudiantes opinaron, en su mayorfa, que Juan cera un extraordinario pensador, mientras que Juana tenia una inteligencia muy mediocre. Y, sin embargo, los ensayos atri- buidos a ambos personajes eran idéntices: la reaccién de las alumnas dependi6, pues, del sexo de su supuesto autor. Puesto que en lo, patriarcados la mayor parte de las mu- jeres son ciudadana_narginadas —si es que poseen la ciu- dadania—, su situack es similar a la de las dems mino- rias, entre las que debe. figurar, no por su némero, sino por la inferioridad de su p.sicién. «Un grupo minoritario es cualquier grupo de perso.1as que, por causa de sus caracte- risticas fisicas o culturales, se encuentra sometido a una dis- criminacién respecto a los, *mds miembros de la sociedad en la que vive, recibiendo dé. sta un trato diferente ¢ injus- to»”!. Tan solo un pufiado de »cidlogos ha resaltado la po- sicién minoritaria de la mujer”. la psicologia no ha cum- % Philip Goldberg, «Are Women Preju 4 Against Women», abril de 1968. Problems of Minority Grou, °», en The Science of World Crisis, editado bajo la diseccivs de Ralph Linton, Nueva York, Appleton, 1945, pag. 347. De acuerdo von Wirth, el grupo Se siente asimismo objeto de una discriminacion pruvedente del exte- resante apuntar que muchas mujeres no pere:ben esta discri- cual constituye una prueba decisiva de la profundidad de Change and Status Protest: An Essay on the Aarginal on. vol. X, primer trimestre, 1949; Joseph K Foktom, The Democratic Society, 1943; Goldwin Watson, «Psy . ‘of Sex Roles», Social Psychology, Issues and Insights, Fi- pincott, 1966. plido todavia su misin de Hevar a cabo estudios ace Ueterioro de la personalidad femenina a la alt celentes trabajos realizados en torno @ | ‘mo sobre la mente de los negros y de los pueblos ero de investigaciones dedica ral, constituye una prueba mas de la ignorancia y des cupacion de las ciencias sociales conservadoras, pa {que el patriarcado encarna un status quo y un orden q también en otros terrenos, como, por ejemplo, el de los de- litos graves —relativamente infrecuentes— cometidos por alguna mujer: en muchos estados americanos acostumbra infligirse una condena més larga a las delincuentes™. La mujer acusada de alguna violacién de la ley sucle adqui una notoriedad que no guarda proporcién con sus ver ros actos y ser juzgada sobre todo por su «mala vida», cor Universidad de lopme: L. W. 2064 1 ase The Commonweal v0 de 36 L, W. 2008) Supremo de Pensilvania 7 d WI SeOLIOISTY S2oTeY DLS auava VaNNOSg Qo rel ‘u!oenunuod v sowtomIpNyso on opouod un v osed uaige anb seunojas oisnosip uatims oj9s ou ‘ezijeue & euawi0d “DUAL eaqLaNOND 25 OILIULOD 9p eULaySIs un pH) «09 -01g U98LIO» ap ‘180A 2 JIQIPNyoU OURUT -eoreunjed [9 ‘S2]@1908 sasefo Set Op OUIstLL O] 1120p Ig seuBndwr esoipnd as sap “too eioipnd 9s anb sey woo seady ‘pepiaa8uoy A pepiyesio, -9p epor ‘reBiny ap wsony A voisiy pepmrde 0 40]vA -80 epo1 Jafnus e| ua BsaL09pU! EADPISUOD 2s ‘aI Jog Jesajau! peptoedeour ns us oWoD e: nis ua owe) EQUISA eUIUDLIAY pepUOLO}U e| tugioeaiynisnt ej anb e opigep ‘rey]00s0p op sapepiunyodo seq -use sepeBauap 494 uajans sazafnu se] “udIg BIOYY ‘SO]|2 LOD “soejduioo “epesde ‘euture safnut e| ‘sand isy A aJaNS OU SaqUeLSUHOS SNS B TELALAIP anb [5])'S ns e anonip eyruniod | 9s sopeunoye op

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