Discurso Sobre El Método - René Descartes PDF

You might also like

Download as pdf
Download as pdf
You are on page 1of 52
DISCURSO SOBRE EL METODO QUE HA DE SEGUIR LA RAZON PARA BUSCAR LA VERDAD EN LAS CIENCIAS (4). Si este discurso parece demasiado extenso puede dividirse en seis partes; en la primera encontrar el lector, diversas considera- ciones relativas 4 las ciencias; en la segunda, las principales reglas de] método; en Ja tercera, las reglas morales que e] autor ha dedu- cido de su método; en la cuarta, las razones que prueban la exis- tencia de Dios y del alma humana, fundamentos de la metafisica; en ja quinta, algunas cuestiones referentes al orden de los fené- menos fisicos y especialmente la explicacién de los movimientos del corazén y de algunas otras dificultades intimamente relacionadas con la medicina; en esta parte también se trata de la diferencia que existe entre el alma racional y la de las bestias; la séptima y Ultima parte, est dedicada 4 las condicioons requeridas para la investiga- cién de la naturaleza y 4 las razones que han movido.al autor 4 escribir este trabajo, PRIMERA PARTE E] buen sentido es una de las cosas mejor repartidas en el mundo; todos pensamos que lo poseemos en alto grado y hasta aquellas personas de natural deseontenta- () El Discurso sobre el Método apareci por primera vez en Leyden, afio 1637, en 4°. 1 2 OBRAS DE DESCARTES dizo y ambicioso, cn todos los ordenes de la vida, creen que tienen bastante con su buen sentido y, por consi- guiente, no descan aumentarlo. a Noes verosimil que todos se equivoquen; eso nos demuestra, por el contrario, que el poder de juzgar reetamente, distinguicndo lo verdadero de lo falso, peder Hamado por lo general buen sentido, sentido comin 6 razén, es igual por naturaleza cn todos los hombres; por eso la diversidad que en nucstras opi- niones se observa, uno procede de que unos sean més razonables que los otros, porque, como acabamos de decir, el buen sentido es igual en todos los hombres; cepende de los diversos carninos que sigue la inteligen- ria y de que no todos consideramos las mismas cosas. Las almas mas clevadas, tanto como de las mayores virtudes son capaces de los mayores vicios; y los que marchan muy lentamente, si siguen el camino recto pueden avanzar mucho mas que los que corren por tna senda extraviada. Nunca he creido que mi espiritu es mas perfecto que «del vulgo y con frecuencia he Iegado 4 desear para rii espiritu cualidades que en otros he observado : rapidez cn el pensamiento, imaginacién clara y dis- tinta, memoria firme y extensa. No conozco mas cua- Iidades que sirvan para formar un espiritu perfecto, porque la raz6n, caracteristica del hombre, en cuanto por ella nos diferenciamos de las bestias, est4 entera en cada ser racional. En esto sigo la opinion comun de los filésofos, que dicen que sélo en los accidenies hay mds 6 menos y de ningun modo en las formas 6 natura- lezas de Jos individuos de una misma especie. No temo decir que tengo la fortuna de haber encon- trado ciertos caminos que me han Nevado 4 considera- clones y maximas, que forman un método, por cl cual pienso que puedo aumentar mis conocimientos y ele- varlos al grado que permitan la mediocridad de mi inteligencia y la corta duracién de mi vida. Y tales son los resultados que con ese método he obtenido, que yo, que siempre al hablar de mi mismo me he inclinado 4 la desconfianza de las propias fuer- zas mucho mas que 4 la persuacién y que considero vanas é inutiles casi todas las accioncs y empresas de DISCURSO SOBRE EL METODO 3 los hombres, creo haber prestado un gran servicio 4 Ja causa de la verdad, y tan grandes esperanzas con- eibo para el porvenir, que pienso que si entre las ocu- aciones de los hombres hay alguna verdaderamente ena éimportante, es la que yo he elegido. Posible es que me equiveque y tome por oro y dia- mantes lo que sélo es cobre y vidrio. 5€ cudn sujetos estamos al error y cudn sospechosos deben parecernos los juicios de los arnigos cuando nos son favorables. Pero quicro mostrar los caminos que he seguido y represcntar mi vida como en un cuadro, 4 fin de que cada cual juzgue y cl conjunto de opiniones me sirva, por Jo menos, corno medio de instruirme, rectificando errores y reafirmando lo que de verdadero haya en mi exposicién de ideas. Mi propésito no es ensefiar el método que cada uno debe adoptar, para conducir bien su razon; es nds modesto; sc reduce 4 explicar el procedimiento que he empleado para dirigir la mia. Los que dan preceptos se estiman més habiles que los que los practican, y por eso la més pequefia falta en que aquellos incurran, justifica_Jas criticas y censuras que contra cellos se hagan. Escribiendo en forma de historia, 6 si os parece mejor, en forma de fébula, en Ja que podais encontrar ejemplos que imitar al lado de otros que deban ser olvidados, espero que mi trabajo sea util 4 algunos, para nadie perjudicial y que todos agradeceran mi sinceridad. ~ Desde mis afios inlantiles he amado el estudio. Desde que me persuadieron de que estudiando se podia adquirir un conocimiento claro y seguro de lo aue es til 4 la vida, cl estudio fué mi ocupacién favorita. Pero tan pronto como terminé de aprender lo necesa- rio para ser considerado como persona docta, cambié enteramente de opinién porque eran tantos y tan gran- des mis errores y las dudas que 4 cada momento me asaltaban, que me parecia que instruyéndome no habia conseguido més que descubrir mi profunda ignorancia. Y, sin embargo, yo estaba en una de las més célebres universidades de. Europa, cn contacto con hombres sabios, si es que los hay en la tierra; aprendi todo lo que ellos sabian, y no satisfecho con las ciencias que 4 OBRAS DE BESCARTES me ensefiaron, estudié Ios libros que trataban de las més raras, de Jas menos exploradas por los hombres de estudio. Observaba los juicios que sobre mi hacian los profesores y noté que no se me consideraba inferior 4 mis condiscipulos, y eso que algunos de éstos suce- dieron 4 nuestros maestros, jo cual prueba que no care- cian de talento. Nuestro s.glo me parecia mas fértil de grandes inteligencias que ninguno de los precedentes. Todo esto me inducia 4 juzgar 4 los demas por mi mismo y 4 pensar que no habia en el mundo una doc- trina capaz de satisfacerme por completo, de darme la certidumbre 4 que mi espiritu aspiraba. a A pesar de este desencanto, no dejaba de estimar y practicar los ejereicios de las clases. Sabia que las len- guas quc en ellas se aprenden, son necesarias para coro- prender los libros antiguos; que la graciosa sencillez de las fabulas, despierta el espiritu; que los hechos memorables de Ja historia, lo clevan é interpretados con discrecién, ayudan 4 formar el juicio; que la lectura de Jos buenos hbros, es como una conversacién con los hombres mas esclarecidos de los siglos pasados, una conversacién estudiada, que sé!o descubre lo mejor de todo lo que se ha pensado; que la elocuencia posee una energia y una belleza incomparables; que la poesia tiene delicadezas y dulzuras que nos subyugan; que las matematicas abundan en muy sutiles invenciones, que tanto sirven para contentar 4 los curiosos, como para facilitar las artes y disminuir el trabajo de bos hombres; que los escritos relatives 4 las costumbres contienen muchas ensefianzas y exhortaciones 4 la virtud, sumamente Gtiles; que la teologia nos muestra el modo de ganar el cielo; que la filosofia nos da el medio de poder hablar de todas las cosas y de que nos admiren los menos sabios; que la jurisprudencia, Ja medicina y las demds ciencias proporcionan honores y riquezas 4 los que las cultivan; y, finalmente, que es conveniente conocerlas todas, hasta las mas supersti- ciosas y falsas, 4 fin de apreciarlas en su justo valor y no incurrir en errores frecuentes. No obstante, yo ereia que habia dedicado ya bas- tante tiempo 4 la lectura de libros antiguos, de histo- rias y de aventuras novelescas. El conversar con los DISCURSO SOBRE EL METODO 5 que vivieron en otros siglos y el viajar, vienen 4 ser lo mismo. Muy util cs saber algo de las costumbres de Jos distintos paises, 4 fin de juzgar rectamente las nuestras ¥ no calificar de ridiculo todo lo que se oponga 4 ellas, que es Jo que hacen Jos que no han visto nada. - Pero cuando se viaja mucho, se llega & ser extran- jero en el pais natal, y cuando es grande el entusiasmo or las cosas de los siglos que pasaron, se desconocen las de éste. Esto ocurre con mucha frecuencia. Ademis, las narraciones novelescas nos llevan 4 pen- sar, como posibles, acontecimientos que no lo son, y los mas escrupulosos historiadores, si no cambian 6 aumentan el valor de las cosas para hacerlas mas dignas de ser leidas, omiten casi siempre las circunstan- cias menos notables y atractivas, y de aqui que lo que nos cuentan no es em realidad lo que parece, y los que ajustan sus costumbres 4 los modelos que sacen de esas lecturas, caen en las extravagancias de los paladines de nuestras novelas, y conciben designios que no estan al aleance de sus fuerzas. ~~ Admiraba la elocuencia y la poesia me encantaba, pero creia que tanto una como otra eran mas bien ones de] espiritu que frutos del estudio. Los que tie- nen vigoroso el razonamiento y digieren bien las ideas, 4 fin de hacerlas claras é inteligibles, pueden siempre persuadir, aunque no sepan retérica y se expresen en un dialecto de poca importancia y aspero al cido; los que tienen gran fuerza de imaginacion y saben expre- sar sus imagenes con galanura, seran poetas excelen- tes aunque el arte poético les sea desconocido. Las ciencias matematicas eran las que mas me agra- daban, por la certeza y evidencia de sus razonamien- tos; pero no eomprendia todavia su verdadera aplica- cién, y al pensar que no servian més que & las artes meeanicas, me admiraba de que sobre tan firmes ¥ sélidos fundamentos no se hubiera edificado algo de mayor trascendencia que esas artes mecanices. En cambio, siempre que leia los escritos de los antiguos paganos, relativos 4 las costumbres, se me ocurria compararlos 4 palacios soberbios, magnificos, edifica- dos sobre barro y arena; elevan demasiado las virtudes, jas presentan como lo més sagrade que en el mundo 6 OBRAS DE DESCARTES existe, pero no ensehan 4 conocerlas lo bastante, y con frecuencia aquello que designan con tan bello nombre, no es més que una insensibilidad 6 un orgullo exage- rado, 6 una sombria desesperacién 6 un abominable parricidio. Estudiaba asiduamente nuestra teologia y aspiraba, tanto como el que mas, 4 ganar el cielo; pero como me habian ensehado que el camino que 4 él conduce tan abierto esta 4 los ignorantes como 4 Jos doctos, y que las verdades reveladas son inasequibles 4 nuestra inte- ligencia, no me atrevia 4 someterlas a la debilidad de mis razonamientos ; creta que para acometer la empresa de examinarlas era necesario un auxilio extraordinario de} cielo y ser algo més que un hombre. Nada diré de la filosofia, pero si haré constar la impresién que en mi dnimo produjo. Al ver que la habian cultivado las inteligencias mas elevadas de todos los siglos, y 4 pesar de ello nada quedaba fuera de discusi6n, libre de duda, no tuve Js presuncién de y conseguir lo que hasta entonces nadie habia conseguido, ™ Consideré les innumerables opiniones que acerca de una misma cosa pueden tener los sabios, vi que todes ellas se encuentran con frecuencia muy lejos de Ja verdad y desde aquel momento erei falso, 6 poco menos, todo lo ve se presentaba 4 mi inteligencia aun con el caracter de verosimil. Las otras ciencias tomaban sus principios de la filosofia, y sobre fundamentos tan poco sélidos nada podia eonstruirse. Ni el honor ni el provecho que hubie- ran de producirme, eran incentivos suficientes para que yo las estudiara; no necesitaba hacer de la ciencia una profesién para aliviar mi estado econdémico; tampoco queria la gloria obtenida con tan falsos titulos. Las pseudo-ciencias me inspiraban menor crédito si cahe; las conocia lo bastante para no dejarme enga- fiar por las promesas de un alquimista, ni por las pre- dicciones de un astrélogo, ni por las imposturas de un mago ni por los artificios 6 la vanidad de los que preten- den saberlo todo no sabiendo nada. ‘Por esas razones en cuanto me liberté de Ja tutela intelectual de mis preceptores, abandoné el estudio en los libros, y decidido 4 no busear més ciencia que la DISCURSO SOBRE EL METODO 7 que en mi mismo 6 en el gran libro del mundo pudiera encontrar, empleé el resto de mi juventud en viajar, on ver cortes y ejéreitos, en frecucntar el trato de per- sonas de muy diverso cardcter y condicién, en recoger datos y observaciones de todo lo que veia y en reflexio- nar sobre todas las cosas, de modo que de estas refle- xiones sacara siempre algiin provecho, alguna cnse- fianza por pequeiia que fuora. Me parecta que habia de encontrar més verdad cn los razonamientos que cada uno hace sobre lo que le interesa, que en los que hace un sabio en su ga- binete sobre especulaciones que para él no tienen més consecuencia que el efecto que en su vanidad roduzca el juicio de los demés. Con una particu- faridad : que la vanidad del sabio se sentira tanto mas halagada cuanto mds se aparten sus conclusiones del sentido comun, porque habrad tenido que emplear mas ingenio y habilidad para presentarlas a] dictamen det publico con alguna verosimilitud. Me impulsaba un imperioso deseo de aprender a distinguir lo verdadero de lo falso para juzgar con cla- ridad de mis acciones y caminar rectamente por la senda de Ja vida. Verdad es que euando consideraba las costumbres de los hombres nada encontraba de cierto, porque existia tanta diferencia entre ellas como entre los sistemas y opiniones de los filésofos. Aprendi 4 no creer con dema- siada firmeza en Jo corroborado tnicamente por el ejemplo y la costumbre, porque vi muchas cosas que pareciéndonos 4 nosotros muy extravagantes y ridi- culas, otros pueblos han recibido y adoptado hasta con entusiasmo. De este modo disipé de mi espiritu muchos errores y prejuicios, que ofuscan nuestras luces natu- rales y nos hacen menos capaces de oir la voz de la razon. ~ Después de algunos afios de estudio en el libro del mundo, adopté un dia la resolueién de estudiar en mi mismo y de emplear todas mis fuerzas espirituales en elegir los camines que debia seguir. Y creo haber obte- nido mas éxito con este procedimiento que con los libros de los sabios y 1a experiencia de los viajes. -% “ 8 OBRAS DE DESCARTES SEGUNDA PARTE Con motivo de las guerras, que aun no han termi- nado, estuve en Alemania algin tiempo. Después de Ta coronacién del emperador, emprendi el viaje de vuelta, 4 fin de reunirme 4 mi ejército; pero el invierno. que comenzaba entonces, me obligé a hacer un alto en el camino, y no encontrando un compaiiero que ame- nizara las horas con una conversacién ingeniosa, me encerré en mi habitacién y me entregué por completo 4 mis pensamientos. Habia observado yo con bastante frecuencia que las obras compuestas de varias piezas y hechas por varias personas, no son tan perfectas como las ejecutadas por una persona. Las construcciones edificadas por un solo arguitecto son més bellas y sistematicas que las levan- tadas por varios, aprovechando paredes 6 cimientos que estaban destinados 4 otros fines. Las antiguas ciudades, que en un principio fueron caserios y poco 4 poco han ido transformandose hasta legar asu estado actual, son mucho mas irregulares que esas poblaciones que, crea- das por una exigencia mds 6 menos imperiosa 6 con un fin mas 6 menos importante, se han desarrollado en muy poco tiempo, por obra de los esfuerzos armoni- zados de una sola generacién, Las calles de las primeras, son desiguales y tortuosas, como si fuera el azar, y 26 la voluntad de los hombres, el que las ha colocado asi. Las calles de las segundas, son més simétricas, traza- das con arreglo al mismo plan. Del mismo modo los pueblos que se han ido civili- zando poco 4 poco y haciendo sus leyes 4 medida que los crimenes lo exigian, no estan socialmente tam bien organizados como aquellos otros que desde el principio se reunieron en asambleas y decidieron observar las constituciones de algun sabio legislador. Fijemos la vista en Ja religion y veremos el orden admirable que todo en ella lo preside; Dios es el gran legislador, y DISCURSO SOBRE EL METODO 9 por eso nadie mds que él puede establecer preceptos. -~ Y si ese ejemplo tos parece muy elevado pongamos el de cualquier pueblo. Esparta en otro tiempo fué famosa y su estado no podia ser mas floreciente; la explica- cién de su prosperidad no se encuentra en la bondad de cada una de sus Jeyes en particular, porque muchas eran hasta opuestas 4 las buenas costumbres. La causa de su florecimiento la hallamos en que uno fué el que hizo todas aquellas leyes, y, por consiguiente, tendian 4 un mismo fin. — Siguiendo la corriente de las ideas, pensaba yo que las ciencias de los libros — por lo menos aquellas cuyos razonamientos no son més que probables y por tanto earecen de demostracion — se forman con ideas de diversas personas; por eso no estan tan cerca de la verdad como los juicios que puede hacer naturalmente un hombre de buen sentido, sobre las cosas y sobre los hechos que se presentan 4 su consideracién. Si todos hemos side nifios antes de ser hombres, si han sido los meros apetitos sensitivos y los preceptores los que han gobernado nuestra vida en su primer periedo, y si unos y otros nos han aconsejado muchas veces, sino lo peor tampoco lo mejor, claramente se ve la imposibilidad de que nuestros juicios sean tan puros y tan sdlidos como serian de haber estado en el entero uso de nuestra razon desde el momento de nacer, y de habernos guiado siempre por sus dictados. \ Cierto es que nunca hemos visto derribar todas las casas de una ciudad con la intencién de rehacerlas de etra manera para que las calles fuesen més bonitas; pero si vemos que muchos las derriban para reedifi- carlas y en ocasiones no tienen mas remedio que hacerlo asi por el grave peligro que corren los que las habitan si los muros son ruinosos 6 los cimientos poco sdlidos. Digo esto porque yo me propuse arrancar de mi espiritu todas las ideas que me ensefiaron, para susti- tuirlas con otras si mi razén las rechazaba 6 para re- afirmarme en ellas si las encontraba 4 su nivel. Creia firmemente que por este medio obtendria mejores resultados que edificando sobre viejos fundamentos y apoy4ndome en principios aprendidos en mi juventud, sin examiner si eran verdaderos, Esta labor tenia sus 4. 40 OBRAS DE DESCARTES dificultades, pero no eran invencibles ni comparables 4 las que se oponen 4 la reforma de las cosas relativas & los intereses comunes. Los grandes cuerpos son difi- ciles de levantar una vez caidos y de sostener cuando van A caer; estas caidas tienen que ser muy violentas. Las imperfecciones de esos cuerpos son mas soportables que sus cambios; por eso los grandes caminos que avan- zan entre montanas, 4 fuerza de frecucntarlos, Hegan 4 parecernos tan Ilanos y tan cémodos, que creeriamos loco al que en vez de seguirlos quisiera ir mas recto al- punto de legada, saltando por las rocas y descendiendo por los precipicios. Por tales razones nunca prestaré mi conformidad 4 esos espiritus inquietos é impacientes, que sin las condiciones requeridas para el manejo de los negocios publicos, siempre piensan en llevar 4 cabo alguna reforma; si yo supiera que en este trabajo hay algo que se halle en contradiccién con las ideas que acabo de exponer, me arrepentivia de haberlo publicado. Trato de reformar mis pensamientos, s6lo Jos mios; mi pro- pésito es el de levantar el edificio de mis ideas y de mis ereencias sobre un cimiento exclusivamente mio, Si mi obra me ha agradado lo suficiente para que me decida 4 presentaros el modelo, no por eso trato de induciros 4 que me imitéis. Posible es que algunos tengan propositos mds clevados que los mios; seguro, que muchos calificaran de atrevido mi designio. La resolucién de deshacerse de las ideas recibidas, para sustituirlas por otras depuradas en el tamiz del propio juicio y de la propia razén, no es ejemplo que todos deban imitar. =~ La mayor parte de los hombres son de las dos clases siguientes : unos, creyéndose superiores 4 los demés, juzgan de todo con mucha precipitacién, y no son due- fios de la suficiente paciencia para ordenar sus pensa- mientos é investigaciones : si dudan de los principios que ya les dieron formados y se apartan del camino vulgar, nunca podran encontrar la senda que Jos con- duzca 4 la verdad, y permaneceran toda su vida ale- jados de ella; otros, modestos hasta el punto de creer que no son capaces de distinguir lo verdadero de lo falso y que hombres superiores 4 ellos les indicaran el - DISGURSO SOBRE EL METODO 4t verdadero camino, se limitan 4 seguir las opiniones de sus maestros. Ni 4 unos ni 4 otros conviene tomar el ejemplo, que vean en mi obra. \’ Por Jo que 4 mi respecta, hubiera pertenecido 4 la segunda clase de las dos en que por lo genoral se divi- den los hombres, de no haber tenido mds que un solo maestro 6 de no haber podido apreciar Jas diferencias que han existido siempre entre las opiniones de los més doctos. \. Pero ya en el colegio aprendi que nada por raro y extravagante ha dejado de ser defendido por algan filosofo. En mis viajes observé que gentes que piensan y sienten de modo distinto al nuestro, nada tienen de salvajes y son tanto 6 mas intcligentes que nosotros; consideré que un mismo hombre educado desde su infancia entre franceses 6 alemanes, es completamente distinto 4 como scria si hubiera vivide entre chinos 6 eanibales, y que hasta las modas de nuestros trajes acusan la misma varicdad : lo que nos agradé hace diez afios, y tal vez nos agrade dentro de muy poco tiempo porque un capricho infundado lo resucite, ahora nos parece extravagante y ridiculo, En suma, que mas que un conocimiento verdadero y cierto, es la costumbre y el ejemplo lo que nos persuade. Sin embargo, la plura- ~lidad de opiniones no es prucba de valor decisivoy cuando se trata de verdades dificiles de alcanzar, por que es mds verosimil el que un hombre las encuentre, que no un pueblo, que al unisono haya dirigido su inte- ligencia colectiva por el camino recto que eleva 4 Ja definitiva consecucién de la verdad. Por esa causa yo no queria adoptar las opiniones de un sabio con prefe- rencia 4 las de otro y aspiraba 4 conducirme sin nece- sidad de guia. w« Hombre solo que marcha en las tinieblas, resolvi andar con tanta lentitud y circunspeccién que ya que avanzara poco evitara al menos el peligro de caer. Antes de desechar alguna de las antiguas opiniones que habian penetrado en mi espiritu, sin el detenido examen de la razon, empleaba bastante tiempo en for- mar el proyecto de la ardua empresa que acometia y buscaba el método apropiado para llegar al conoci- miento de las cosas, objeto de mis investigaciones. [ve 412 OBRAS DE DESCARTES ae En mi juventud habia estudiado la légica, como te de la filosefia, y el andlisis geométrico y el Alge- ra, como parte de las matemAatieas; y crei que podian eontribuir 4 la realizacién de mis propésitos. Pero me previne contra los peligros que estas clencias encierran pera el observador. La Légica con sus silogismos, més que para aprender las cosas, sirve pore explicarlas al que las ignora 6 — como el arte de Raimundo Lulio — para hablar de ellas aunque no las conozeamos. Cierto es que contiene preceptos muy verdaderos y muy utiles, pero con éstos se mezclan otros que si no son perjudiciales, por lo menos son superfluos; y pretender separar unos de otros es tan dificil como sacar una Mmerva 6 una Diana de un bloque de marmol que no haya sido bosquejado siquiera. =< El andlisis de los antiguos y el algebra de los moder- nos se refieren 4 materias muy abstractas y de ninguna aplicacién, Ademas, el anlisis, restringido 4 la consi- deracién de las figuras, tiene el ineonveniente de que fatiga mucho ja imaginaci6n al ejercitarse el enten- dimiento. En cuanto al algebra, de tal modo nes somete &ciertas reglas y cifras, que en lugar de una ciencia que eultiva e] espiritu, es un arte confuso y obscuro que detiene la labor intelectual. — Fundadoenestasconsideracionescomprendilanecesi- dad de buscar otro método que reuniendo las ventajas de jos tres anteriores estuviera exento de sus defeetos. Asi como la exagerada multiplicidad de las leyes es con frecuencia excusa de las infracciones, y del mismo modo que los Estados mejor organizados son los que dictan pocas leyes, pero de rigurosa observancia, crei que, en lugar de los numerosos preceptos que con- tiene la logica, bastaban cuatro reglas, pero eumplidas de tal modo que ni por una sola vez fueran infringidas bajo ningin pretexto. ¥ El primero de estos preceptos consistia en no recibir ‘omo verdadero lo que con toda evidencia no recone- ese como tal, evitando cuidadesamente la precipita- ’ © eién y los prejuicios, y no aceptando como cierto sino y . lo presente 4 mi espiritu de manera tan clara y dis- | tinta que acerca de su certeza no pudiera caber la ‘menor duda. DISCURSO SOBRE. EL mETODO 13 pe veh segundo, era la divisién de cada una de las dif- ” eeltades con que tropieza Ja inteligencia al investigar la verdad, en tantas partes como fuera necesario- pars regolverlas. 4 El tercero, ordenar los conocimientos, empezando siempre por los més sencillos, elev4andome por grados hasta Iegar 4 los mas compuestos, y suponiendo un orden en aquellos que no Jo tenian por naturaleza. ay el ultimo, consistia en hacer enumeraciones tam completas y generales, que me dieran la seguridad de no haber incurrido en ninguna omisién. 4 (Esas largas cadenas de razonamientos, tan sencillos 'y faciles, de que se sirven los geémetras para sus demos- traciones més dificiles, me hicieron pensar que todas las cosas susceptibles de ser conocidas se relacionaban como aquellos razonamicntos, y que con tal no se reciba como verdadero lo que no lo sea y se guarde el orden necesario para les deducciones, no hay cosa tan lejana que 4 ella no pueda Iegarse ni tan oculta que no pueda ser descubierta. 6 © No tuve que reflexionar mucho para saber el puato de partida; ya conocia que ese punto era lo més facil, Jo mas sencillo. Consideré que entre los que hasta enton- ces se habian consagrado a la investigacién de la ver- dad cientifica, sdlo los matematicos pudieron hallar algunas demostraciones, es decir, razones ciertas ¥ evidentes, que por lo menos me servirian para acostum- brar 4 mi espiritu 4 las verdades demostradas con toda certeza y Arechazar los errores y sus falses aparien- cias.. U No se crea por esto que intenté aprender todas las ciencias particulares, conocidas cominmente con el nombre de matematicas; me fijé en que, siendo dife- rente su objeto, coinciden, sin embargo, en las diversas relaciones y proporciones gue en ellas encontramos, Por esto pensé que lo que 4 mi propdsito convenia, era el examinar en gencral esas proporciones, no supo- niéndolas mds que en las cosas cuyo conecimiento hieteran més facil, ¥ de este modo simplificaba la inves- tigacién y la ampliaba cada vez mas al extender 4 otras cosas la aplicacién de aquellas verdades matematicas, ciertas y evidentes. No perdi de vista que no bastaba 44 OBRAS DE DESCARTES un examen general de las proporciones y relaciones comunes 4 todas las ciencias matematicas. Habria que verlas en particular, y hasta procurando conjuntos arménicos. Para considerarlas en particular del modo mas adecuado 4 su sencillez y 4 la claridad de la com- prensién, las supuse lineas geométricas. Para conside- rarlas en conjunto cra conveniente que las representara or cifras. Por este procedimiento pondria 4 contri- ucién el andlisis geométrico y el algebra y corregiria los defectos con las ventajas que su uso me reportare. La exacta observacién de esos preceptos me dié tal facilidad para resolver las cuestiones relacionadas con esas dos clencias, que 4]os dos 6 tres meses de estudiar- Jas no sélo encontraba en cada verdad una regla para descubrir otras menos sencillas, no sélo resolvi cues- tiones que en otros tiempos me parecieron complica- disimas, sino que hasta egué a poder formar juicio de otras desconocidas para mi, determinando el procedi- micnto mas 4 propésito para resolverlas por completo. Si os parezco exageradamente vanidoso, tened en cuenta que siendo una,sélo una, la verdad de cada cosa, el que la encuentra sabe todo lo que puede saber. Si un nifo hace unasuma segun las reglas de la aritmética, ese nifio, por lo que 4 la suma se refiere, ha encontrado todo lo que el espiritu humano puede encontrar. E] método que ensena 4 seguir el orden verdadero, el camino recto y 4 conocer con exactitud todas las cir- cunstancias de lo que se busca, contiene todo aquello que da certeza 4 las reglas de la aritmética. Lo mas ventajoso de este método era, & mi juicio, la seguridad de que mi razén intervenia como principa- lisimo elemento en la labor cientifica, desechando pre- juicios y rutinas, preocupaciones tradicionales y erro- res arraigadisimos, que obscurecen la inteligencia, interponiendo un velo entre ella y la verdad. Practi- cando este método mi espiritu se habituaba paulati- namente 4 concebir més clara y distintamente la rea- lidad de las cosas; y no sometiendolo 4 ninguna mate- ria 6 ciencia particular podia aplicarlo con Ja misma utilidad 4 vencer las dificultades que me ofrecieran otras ciencias. No es que yo quisiera examinarlas todas y asentar lo que de verdadero hubiera en cada una; DISCURSO SOBRE EL METODO 45 esto era opuesto al orden que me habia propuesto seguir. Ademés, las ciencias toman sus principios de la filosofia y yo en ésta hasta entonces nada de cierto habia encontrado. Lo més racional era establecer los principios de la filosofia, labor dificilisima y de la mayor importancia. La precipitacién y los prejuicios podian malograrla. Pensé gue no debia de intentar tamafa cmpresa hasta que hubiera aleanzade mayor experiencia y sere- nidad de juicio que las que se poseen 4 la edad de vein- titrés afios; que la magnitud de mi intento requeria una preparacién larga y constante; que era preciso arrojar de un espiritu las falsas creencias que por cos- tumbre 6 por pusilanimidad se me habjan impuesto; que el conjunto de muchas observaciones y experien- cias debia ser la base de mis razonamientos; y, final: mente, que el ejercicio constante del método que me impuse, serviria para robustecer mi teoria. : TERCERA PARTE Antes de destruir Ja casa en que se habita, antes de reedificarla y buscar materiales y arquitectos que los empleen, es indispensable buscar otra casa para vivir cémodamente el tiempo que lo exija la construccién 6 reedificacién de Ja antigua. Algo parecido 4 esto tuve yo que hacer. Si la razon me dictaba la mayor irresolu- cién en mis juicios, sus dictados no podian hacerse extensivos 4 mis actos. Para vivir desde entonces con tranquilidad, y sin que en mi conducta se reflejaran las incertidumbres de mi espiritu, formé para mi uso una moral provisional que no consistia mas que en tres 6 cuatro méximas que ahora voy 4 exponer : Por la primera me obligaba 4 obedecer las leyes y costumbres de mi pais y 4 permanecer en el seno de la religién que Dios permitié me ensefiaran en mi infan- 46 OBRAS DE DESCARTES. cia. Mi conducta debia ajustarse 4 la opinién de los més sensatos y prudentes, de entre todos los que me rodearan, porque no teniendo en cuenta mis opiniones, puesto que iba 4 someterlas al examen riguroso de la raz6n, nada m4s natural que siguiera el criterio de los mas sensatos. Aunque entre los persas y los chinos, por ejemplo, haya hombres muy sensatos, tanto como entre nosotros, crei mas util ‘Niarme en los que iban 4 vivir conmigo y seguir sus opiniones siempre que las informara la més exquisita prudencia. ~ Me propuse observar, no sdélo lo que decian, sino también lo que hacian los dem4s, perque, dada la actual corrupcién de las costumbres, hay pocas perso- nas que digan todo lo que creen, y algunas hasta le ignoran, puesto que, siendo diferente la accién del pensamiento por la que se cree una cosa, de aquella otra por la que se conoce que se cree, nada es ms vero- simil que no se conozca lo que se cree. Elegia de las miltiples opiniones la més modcrada, porque las opiniones moderadas son las més cémodas . enla practica y acaso las mejores. Los excesos son per- ~ judiciales, y eligiendo una opinién extrema corria el riesgo de alejarme demasiado del camino recto. Espe- -cialmente me prevenia contra todo lo que pudiera menoscabar mi libertad; bien esta que para remediar la inconstancia de los caracteres débiles o para asegu- rar el cumplimiento de pactos licitos, se dicten leyes que tiendan 4 asegurar la persistencia de la voluntad en determinados érdenes, obligando & verifiear tales 6 cuales actos; pero como yo no veia nada en el mundo que permaneciese siempre en el mismo estado, y como me prometia reformar constantemente mis juicios en sentido progresivo, no queria coemeter una falta gra- visima contra el buen sentido obligandome 4 tomar por bueno, para siempre, lo que uma vez reputé por tal euando lo era y que con posterioridad dejé de serlo. La segunda maxima de mi moral consistia en . emplear en mis actos la mayor energia y firmeza de L que fuera capaz y seguir las opiniones dudosas, una vez ’ aceptadas, con la constancia con que seguiria las mas evidentes. Los viajeros extraviados en un bosque no DISCURSO. SOBRE EL METODO 47 deber detenerse ni elegir un camino para luego desan- darlo y elegir nuevamente; deben, por el contrario, escoger el que les parezea conveniente, y seguirlo, sin. volver la vista atras, y si todos les parecen lo mismo, seguir uno cualquiera, pero sin retroceder un paso, porque si no Hegan al sitio que desean, al menos ese camino les conducira 4 lugar mas seguro que el centro de una selva. Cuando no esté en nuestro poder el discernir la opinién verdadera, es necesario que nos inclinemos & la{mas probable, si_queremos que los actos de la vida no sufran aplazamientos indefinidos 6 imposibles en muchos casos; y cuando no podamos determinar de qué lado estan las probabilidades, hemos de decidirnos en algun sentido, y considerar la opinién que sigamos, no como dudosa, sino como cierta, y de este modo no vacilaremos al obrar. Por estas razones deseché los remordimientos y las indecisiones que inquietan con frecuencia 4 los débiles que practican como buenas cosas que luego juzgan malas. Mi tereera maxima consistia en aspivar, m4s que A - fortuna, 4 vencerme, y mas 4 cambiar de.deseos, que “& que el orden real se trastornara por dar cumplida satisfaccién 4 mis veleidades. Queria habituarme 4 creer que slo nuestros pensamientos nos pertenecon, & fin de no desear lo que no pudiera adquirir. Si nuestra voluntad no se inclina 4 querer mas que las cosas que nuestro entendimiento presenta come posibles, es indudable que considerando todos los bienes fuera del alcance de nuestro poder, no sentiremes la earencia de ninguno, como no sentimos tampoco el no poseer el reino de Méjico 6 el de la China; y haciendo de la nece- sidad una virtud, el deseo de la salud en el enfermo 6 el de la libertad en el encarcelado, no sera mayor que el que tengamos de una materia tan pura eomo el diamante para la composicion de nuestro cuerpo, 6 de alas para velar come las pdjaros. Confiesa que son necesarios largos ejercicios y una meditacién constantc, para habituarse 6 ver las cosas. desde. este punto. de vista. En esto, creo ya, que con- siste e] secreto de los filésofos que supieron sustraerse al imperie de la fortuna y que, 4. pesar de pobreza ¥ 18 OBRAS DE DESCARTES dolores, Hegaron 4 ser completamente felices. Conside- rando constantemente la limitacién impuesta 4 nues- tra débil naturaleza, se persuadieron de que tnica- mente nuestros pensamientos estaban dentro del poder de nuestras mezquinas facultades, y, por consiguiente, que ninguna afeccién debian inspirarnos las cosas, esto que nada era nuestro, fuera de los pensamientos. ge ercian mas ricos y poderosos, mas libres y felices, ue los dem4s hombres, porque por muy favorecidos Ja fortuna que sean estos hombres, nunca tienen todo fo que quieren, Para coronar mi moral examiné las profesiones que suelen ejercerse en sociedad 4 fin de elegir Ja que mejor me pareciera; y, sin que esto sea despreciar las de fos demas, pensé que la mejor profesién era la que ya practicaba, que la més noble misién del hombre consis- tia en cultivar la razén, y que, al consagrarme por entero 4 esta labor, debia avanzar cuanto pudiera en ef camino de la verdad, siguiendo fielmente cl método que me habia impucsto. Desde que comencé 4 emplear este método toqué los provechosos resultados de su aplicacién y tales fueron los progresos, que con él logré conseguir, tantas las verdades que logré ver demostradas con su auxilio, que la satisfaccién que mis investigaciones me produ- cian no dejaban lugar ni tiempo para que me intere- saran otras cosas. Las tres maximas precedentes no estaban fundadas mAs que en mi propésito de continuar instruyéndome. Dios nos ha dado una luz natural para distinguir lo verdadero de lo falso y yo no me hubiera contentado un solo momento con las opiniones de otro sino hubiera formado el propésito de examinarlas 4 su debido tiempo, haciéndolas pasar por cl tamiz de mi propio juice; y no hubiera perdido mis escrapulos al seguir- jas si no hubiera creido que nada iba perdiendo y mucho menos la ocasién de encontrar otros caminos més rectos, en el caso de que el seguido no fuera el ver- dadero. Supe Hmitar mis descos al clegir un camino que me aseguraba la adquisicién de todos los conocimientos de que yo era capaz, y de todos los verdaderos bienes DISCURSO SOBRE EL METODO 49 que sc hallaban cn mi poder. Nuestra voluntad quiere 6 rechaza las cosas, segun el entendimiento las califique de buenas 6 malas; basta juzgar bien para obrar bien, y juzgar lo mejor que sc pueda para hacer lo mejor, para adquirir Jas virtudes y con ellas los otros bienes asequibles 4 nuestra voluntad. Por todo eso sentia yo aquella intensa satisfaccion que Menaba por completo mi espiritu. Después de asegurarme de las tres méximas que componian mi moral y de ponerlas junto d los articulos de Ia fe, cuyas verdades han sido siempre las mds importantes para mi, crei que ya no habia obstéculos para que acometiera con toda libertad Ja empresa de deshacerme de wis idcas y opiniones. Y ereyendo que sacarta mas partido de la comunicacion con hombres de distintos paises, que de la refloxién solitaria en Ja habitacién caldeada por Ja estufa y atestada de libros, resalyi viajar, y por espacio de nueve afios, hoy aqui, manana alla, traté de ser espectador mas bien que actor de la comedia que en el mundo se represanta; y refloxionando, en todas las materias, sobre lo que pudiera infundir alguna duda, procuraba desechar de mi espiritu creencias y preocupaciones antiguas, errores que sin darme cuenta habian tomado carta de naturaleza en mi pensamicnto. No es que imitara yo 4 los escépticos que dudan por dudar y afectan hallarse siempre irresolutos, sino que al contrario, buscaba - tierra firme, base s6lida en qué fundar las afirmacio- nes de mi fe cientifica. Al derribar un edificio, siempre se aprovecha algo para el que se ha de edificar después; al destruir en mi espiritu las creencias gue carecian de fundamento, hacia diversas observaciones y adquiria datos que después me han servido para establecer proposiciones ciertas, Me ejercitaba constantemente en el método que me impuse, y ponie especial cuidado en conducir mis pen- samicntos de conformidad con sus reglas. De cuando en cuando, dedicaba algunas horas 4 vencer las difi- cultades que podian ofrecerme las matematicas y otras semejantes 4 éstas, separdndolas de los principios de otras ciencias, principios que no me parecian suficien- 20 OBRAS. DE DESCARTES temente sdlidos. Esto he hecho en algunos tratados que se publican en este mismo volumen (1). Viviendo, al parecer, sin otra ocupacién que la de pasar mis afios tranquila y felizmente, y gozando con todos los entretenimientos y pasatiempos que para distraerse emplean las personas honestas y prudentes, no dejaba de hacer todo lo que estaba 4 mi alcance ara la realizacién de mi designio, y aprovechaba todas las circunstancias que mis viajes incesantes me depa- raban, con més éxito que si, en lugar de dedicar nueve aiios 4 viajar, hubiera frecuentado el trate de hombres sabios y la lectura de libros famosos por su ciencia. Pasaron esos nueve afios y ain no habia comenzado A busear los fundamentos de alguna filosofia més eierta que la det vulgo. El ejemplo de muchos hombres de gran talento que no pudieron realizar el mismo pro- pésito que yo queria ver convertido en hechos, me des- animaba y aumentaba las dificultades en mi imagina- cién. Y no hubiera comenzado tan pronto mi labor si no hubiese visto que algunos hactan correr el rumor de que el triunfo coronaba mis aspiraciones. No sé sobre qué fundamentaban esta opinién, ni si he contribuide 4 que tomara cuerpo con mis discursos, por eonfes: en éstos, con ms sinceridad que la habitual en todos fos eseritores, mi ignorancia en muchas cosas y las razones que me haeian dudar en lo que otros estima- ban como indudable. Nunca me jactédela excelencia de ninguna doctrina. Yo no podia permitir que se me tuviera por lo que no era; pensé que era preciso hacerme digno de la reputa- cién de que gozaba; y este deseo me movid 4 alejarme de Jos sitios en que podian distraerme de mis trabajos. Me retiré 4 este pais en donde la larga duracién de la guerra ha hecho surgir un ambiente de paz tal, que los ejércitos sélo sirven para que las ventajas de la se saboreen con més seguridad. Aqui, en este pueblo fuerte y activo, mas atento 4 sus propios intereses que 4 les del préjimo, en este pueblo serio, en el que nin ‘gana de las comodidades conocidas en laa grandes cin- (1) La Didptriea, los Meteoros, y la Geometria aparecieron al principio en el mismo volumen que esie discurso. DISCURSO SOBRE EL METODO at dades se echa de menos, he podido vivir tan solitarie y retirado como en un desierto de los mas apartados. CUARTA PARTE Ne sési debo hablaros de mis primeras meditaciones; son tan metafisicas y tan poco vulgares que, es seguro no serén del gusto de todos. Y, sin embargo, tal vez esté obligado 4 ocuparme de ellas para que podais apre. ciar la consistencia de mis razonamientos. Observé que, en lo relativo 4 las costumbres, se siguen frecuentemente opiniones inciertas con la misma seguridad que si fueran evidentisimas; y esto fué pre- cisamente lo que me propuse evitar en mis investiga- ciones de la verdad. Queria rechazar Jo que me ofreciera V la mds pequefia duda para ver después si habia encon- trado algo indubitable. Vv Como 4 veees los sentidos nos engafian supuse que ninguna cosa existia del mismo modo que nuestros sen- tidos nos la hacen imaginar. Como los hombres se suelen equivocar hasta en las sencillas cuestiones de geometria, consideré que yo también estaba sujeto 4 error y rechacé por falsas todas las verdades cuyas demostraciones me enseharon mis profesores. Y, final- mente, como los pensamientos que tenemos cuando estamos despiertos, podemos también tenerlos cuando sohamos, resolvi creer que las verdades aprendidas en los libros y por la experiencia no eran mas seguras que las ilusiones de mis suefos. Pero en seguida noté que si yo pensaba que todo 4ta falso, yo, que pensaba, debia ser alguna cosa, debia tener alguna realidad; y viendo que esta verdad : pienso, luego existo era tan firme y tan segura que nadie dedria guebrantar su evidencia, la recibi sin cscrapulo alguno como el primer principio de la filosefia que bus- caba, \ Examiné atentamente lo que era yo, y viendo que 22 OBRAS DE DESCARTES podia imaginar que carecia de cuerpo y que no exis- tia nada en que mi ser estuviera, pero que no podia concebir mi no existencia, porque mi mismo pensa- miento de dudar de todo constituia la prueba més evidente de que yo existia — comprendi que yo era una substancia, cuya naturaleza 6 esencia era 4 su vez el pensamicnto, substancia que no necesita ningun lugar para ser ni depende de ninguna cosa, material; de suerte que este yo — 6 io que cs lo mismo, el alma — por cl cual soy lo que soy, es enteramente distinto del cuerpo y mas facil de conocer que él. V Después de esto reflexioné en las condiciones que deben requerirse en una proposicién para afirmarla como verdadera y cierta; acababa de encontrar una asi y queria saber en qué consistia su certeza. Y viendo que en el yo pienso, luego existo, nada hay que me dé la seguridad de que digo la verdad, pero en cambio com- prendo con toda claridad que para pensar es preciso existir juzgué que podia adoptar como regla general que las cosas que concebimos muy clara y distintamente son todas verdaderas la unica dificultad estriba en determinar bien qué cosas son las que concebimos clara y distintamente. Y Meditando sobre Jas dudas gue asaltaban mi espi- ritu, deduje la conclusién de que mi ser no era per- fecto, puesto que el conocer supone mayor perfeccién que el dudar. Quise saber donde habia aprendido 4 pensar en algo més perfecto que yo y concoci con toda evidencia que esta era la obra de una naturaleza 6 esencia mas perfecta que la mia, V_ En lo relativo al conocimiento de ciertas cosas, como el ciclo, la tierra, la luz, el calor y mil més, ninguna dificultad me salia al paso, porque no observando en ese conocimiento nada que le hiciera superior 4 mi, podia creer, si ora verdadero, que dependia de mi natu- raleza, en cuanto esta encerraba alguna perfeccién; y si no era verdadero, que procedia de la nada, que nin- guna base tenia, que estaba en mi espiritu por lo que @ mi ser habia de imperfecto. . Pero no podia suceder lo mismo con la idea de un ser mas perfecto que cl mio; el que esta idea proce- diese de Ja nada, de la imperfeccién de mi naturaleza, DISCURSO SOBRE EL METODO 23 era imposible, Lo més perfecto no puede ser una con- secuencia, una dependencia de lo menos perfecto y no hay cosa que proceda de la nada. La unica solucién posible era que aquella idea hu- biera sido pucsta cn mi pensamicnto por una esencia mas perfecta que yo y que encerrara cn si todas las perfecciones de que yo tenia conocimicnto. VSi sabia de algunas perfeciones que no poseia, ya no era yo e] unico ser que existiera (permitidme que use con libertad los términos de filosofia aprendidos cn las escuclas) sino que cra preciso suponer olro mas perfecto dcl cual yo dependia y del cual procedia lo que hallaba cn mi; porque si hubicra existido solo, inde- endiente de cualquier otro ser, teniendo en mi todo © que participaba del Ser perfecto, hubiera tenido tam én, por a misma raz6n, todo lo demas que yo sabia me faltaba y hubiera sido infinito, eterno, inmu- table, omnipotente —- todas las perfecciones que obser- vaba en Dios. VSiguiendo el razonamiento que acabo de_hacer, para conocer, en lo posible, la naturaleza de Dios no tenia m4s que considcrar, en lo relativo 4 las cosas, si eran 6no una perfeccién. Estaba seguro de que las que argiiian una imperfeccién no se daban en El; la duda, Ja Inconstancia, la tristeza y todas lus otras cosas, propias del ser imperfecto, no se cneontraban cn El, VYo tenia ideas de niuchas cosas sensibles y corpo- rales; y aun admitiondo que sofiara 6 que era falso lo que veia 6 imaginaba, no cabia negar que las ideas de esas cosas estaban en mi pensamiento. |. Habia comprendido muy claramente que la esen- cia 6 naturaleza inteligente es distinta de la corporal, que toda composicién atestigua dependencia ¥, por consiguiente, que la composicion es un defecto. Juzgué que en Dios no podia ser una perfeccién e] estar com- puesto de dos naturalezas, la mteligente y la corporal, y, por lo tanto, que no era un ser compuesto porque nada hay en El de imperfecto. Si en el mundo exis- lian cuerpos 6 naturalozas espiritualcs que no fuesen perfectas, dependerian del poder de Dios, de tal modo que no substirian sin El un solo momento. 4 Quise, por un instante, indagar otras verdades ; y 24 OBRAS DE DESCARTES habiéndome propuesto para ello el objeto de los geé- metras, que yo conccbia como un cuerpo continuo 6 un espacio infinitamente extenso en longitud, anchura y altura 6 profundidad, divisible en diferentes partes que podian afectar diversas figuras y tamafios y que podian ser cambiadas de lugar y posicion—los gedmetras supo- nen todo esto en su objeto — recorri algunas de sus de- mostraciones mas sencillas y no olvidé que esa certeza que todo el mundo les atribuye no se funda més que en el hecho de concebirlas con absoluta evidencia — y esta es la regla de que antes he hablado; nada habia en ellas que me asegurase la existencia de su objeto : por ejemplo, yo veia claramente que suponiendo un tridn- gulo, era preciso que sus tres 4ngulos fuesen iguales 4 dos rectas, pero no por esto veia algo que me diera la feguridad de que en el mundo existia un tridngulo. Volvamos al examen de Ja idea que yo tenia de un Ser perfecto, Del mismo modo que en esta idea esta com- prendida la existencia del Ser perfecto, lo estaba en la concepcién del triangulo la equivalencia de sus tres Angulos 4 dos rectas 6 en la de la esfera la igualdad de las distancias de todas sus partes al centro. Tan cierta of Jar cxistencia del Ser perfecto como una demostra- ton geometrica y aun es mas evidente la primera que la segunda. \ La causa de que muchos erean que hay dificultades para conocer 4 Dios, est4 en que no saben elevar su pensamiento mas alla de las cosas sensibles, y como " estan acostumbrados 4 no conocer més que lo que pue- den imaginarse les parece que lo que no es imaginable no es inteligible. Ensefian los filsofos una maxima que es de perniciosas consecuencias. Nada hay ex el enten- _ Gimiento gue no haya impresionado antes & los sentidos. ‘Las ideas de Dios y del alma nunca han pasado por los sentidos; y Jos que quieren usar la imaginacién para comprenderlas obtendran los mismos resultados que si sc sirven de los ojos para oir 6 para oler. Por otra parte, ni el sentido de la vista ni el del oido, ni el del olfato nos aseguran por si solos de sus respectivos obje- tos; ni la imaginacién ni Jos sentidos nos asegurarian de nada si no interviniera el entendimiento. v Si hay hombres que no estén suficientemente per- r DISCURSO SOBRE EL METODO 25 suadidos de la existencia de Dios y del alma, quiero que sepan que las cosas que ellos tienen por més segu- Tas y evidentes, que hay astros y una tierra y tales 6 cuales objetos, son menos ciertas que la existencia de Dios y del alma. Cuando se tiene una seguridad moral completa, parece una extravagancia y una sinrarén Ja duda contra aquella metafisica certidumbre, mas evidente aun, que lo que se funda en Ia base movediza de simples impresiones de la sensibilidad. ¢Por qué Jos pansemientos que nos asaltan durante el suefio son mds ‘alsos que los otros é pesar de ser tan vivos y tan logi- eos como ellos? Los mas grandes sabios del mundo, por mucho que estudien, no creo que den una razon sufi- ciente para disipar esta duda, 4 no ser que presupon- gan la existencia de Dios. . En primer término, la regla general que afirma la verdad de las cosas que concebimos muy clara y dis- tintamente, se funda en que Dios existe, en que es un Ser perfecto y en que todo lo que hay en nosotros pro- cede de El; de donde se sigue que nuestras ideas y nociones, puesto que se refieren a cosas reales y pro- ceden de Dios en lo que tienen de claras y distintas, no pueden menos de ser verdaderas. Si, con frecuencia, nuestras ideas y nociones son falsas, 1a causa de su fal- sedad hay que buscarla en la confusién y obscuridad de que adolecen, porque no somos absolutamente per- fectos. \ Si no supiéramos que lo que existe en nosotros de real y verdadero, se deriva de un ser perfecto é infinito, por claras y distintas que fuesen nuestras ideas, ninguna raz6n tendriamos que nos asegurara de que esas ideas poseen la perfeccion de ser verdaderas. ‘ Después de asegurarnos de la verdad de la regla que he estableeido, seguridad que debemos al conoeimiento de Dios y del alma, importa afirmar, que las ilusiones de los suefios no deben hacernos dudar de Ja verdad de las ideas que tenemos cuando estamos despiertos. Pucde ocurrir que sohando nos venga 4 Ja mente una idea muy clara, por ejemplo : un geémetra que encuen- tra una nueva demostracién. En este caso, el suefio del geémetra no impediré que su_idea sea verdadera. El error mas ordinario en los sucfios consiste en la repre- 2 26 OBRAS DE DESCARTES sentacién de diversos objetos, del mismo modo que hacen los sentidos extcriores; nada importa que esto nos dé ocasién de desconfiar de las ideas habidas du- rante el sucho, porque también podemos equivocarnos estando despiertos; los enfermos de ictericialo ven to- do amarillo, y los astros y otros cuerpos muy lejanos nos parecen mucho menores de lo que son. bLo mismo despiertos que dormidos nunca debemos persuadirnos mas que por la evidencia de nuestra razon. Observad que digo evidencia de nuesira razén y no de nuestra imaginacién ni de nuestros sentidos. Aunque vemos el sol muy claramente no por eso afir- mamos que sea del tamano de que lo vemos; podemos imaginar distintamente una cabeza de leén en un cuer- po de cabra, y no por esto hemos de pensar que haya uimeras en el mundo. La raz6n, ya que no nos dicte la verdad 6 la falsedad de lo que asi percibimos, nos dice, al menos, que todas nuestras ideas 6 nociones deben tenor algun funda- mento de verdad; porque no es posible que Dios, que es la perfeccién y la suma verdad, las hubiera puesto en nosotros siendo falsas. b Nuestros razonamientos no son tan evidentes ni tan seguros durante cl suciio como cuando estamos despiertos, 4 pesar de que frecuentemente la imagi- nacién se exalta en el suefio mucho mas que en la nor- wnalidad de la vida perfectamente consciente. Esto nos dice la razén; y también nos dicta que nuestros pensamientos no pueden ser siempre verdaderos por- ue no somos perfectos, y que lo gue tienen de verdad, debe buscarse antes que en el sucho, en la realidad de la vida. QUINTA PARTE Bicn quisiera continuar aqui la exposicién iniciada en la parte anterior y presentar la cadena de verdades que he deducido de las que primeramente he descu- DISCURSO SOBRE EL METODO 27 bierto; pero seria preciso que me ocupara de varias cuestiones muy controvertidas por los doctos — con los cuales no deseo discutir — y creo que sera mejor que me abstenga do ello y que enuncie solamente aquellas verdades, 4 fin de que los sabios juzguen si 4 la gene- ralidad de los lectores conviene conocerlas de un modo detallado. v Siempre he permanecido firme en mi resolucién de no suponcr otro principio que el que he expuesto, para explicar la existencia de Dios y del alma, y de no recibir como verdadero sino lo que me parecicse mas claro y més cierto que las mismas demostraciones de los geémetras. Sin ernbargo, me atrevo 4 decir que no s6lo he encontrado un medio que me ha satislecho por espacio de algan tiempo en lo relativo 4 las principales dificultades que se acostumbra 4 encontrar en la filo- sofia, sino también que he observado ciertas leyes esta- blecidas por Dios en Ja Naturaleza, leyes de las cuales ha impreso tales nociones en nuestra mente, que, des- pués de reflexionar sobre ellas con la debida atenci6n, no podermos poner en duda su exacto cumplimiento en todo lo que existe 6 se hace en cl mundo. Al sacar las consccucncias de estas leyes, me parece haber des- cubierto varias verdades més utiles é importantes que todo lo que hasta entonces habia aprendido y esperaba aprender. He intentado explicar las principales en un tratado que algunas consideraciones de indole muy delicada me impiden publicar (1); no obstantc, diré sumaria- mente lo que ese tratado contiene. Tuve el propésito de exponer en 61 todo lo que yo creia saber, relative 4 la naturaleza de Jas cosas mate- riales, Pero del mismo modo que los pintores, no pu- diendo representar cn un cuadro plano, con la misma exactitud, los diversos aspectos de un cuerpo sélido, eligen uno de los principales, y dejando en la sombra los demas, hacen que la vista del que contempla la figura, se los suponga — temiendo yo no poder ence- (4) El Tratado del Mundo y de la luz, en_el cnal Descartes ad- mitia el movimiento de la tierra. Fué publicado por Clerselier, diez y siete afios después de la muerte del autor. 28 OBRAS DE DESCARTES rar en un tratado todo mi pensamiento, decidi expo- ber con amplitud lo que yo creia cierto sobre la luz y afiadir alguna cosa acerca del sol y las estrellas fijas, puesto que de estas procede casi toda la luz, ocupan- dome también de los cielos que la transmiten; de los planetas, de los cometas y de la tierra, que la hacen reflejarse; y en particular de los cuerpos que estan en la superficie de la tierra, ya que son coloreados, transpa- rentes 6 luminosos; y, por fin, del hombre, gue es el espectador de todos esos fenémenos. Para sombrear un poco este cuadro y poder decir mas libremente lo que pensaba acerca de él, sin verme obligado 4 seguir ni 4refutar las opiniones de los doctos, resolvi dejar este mundo entregado 4 sus discusiones y hablar solamente de lo que ocurriria en uno nuevo, si Dios crease en los espacios imaginarios bastante materia para formarlo, y agitase desordenadamente las diversas partes de esta materia de modo que resul- tara un caos tan confuso como pudieran imaginarlo los poetas, no haciendo Dios otra cosa que prestar 4la Naturaleza su ordinario concurso y dejar que se cum- plieran las eyes que El ha establecido. En primer término, describia esta materia y trataba de presentarla de tal manera que, excepcién hecha de Yo que tantas veces he dicho de Dios y del alma, nada hay tan claro y tan inteligible cn cl mundo, como aque- lla deseripcién. Suponta que en ella no habia ninguna de las formas 6 cualidades que tanta controversia producen en las escuelas, ni ninguna cosa cuyo conoci- miento no fuera tan natural que no hubiera mas reme- dio que afirmar su certeza. Después, hacia ver cuales eran las leyes de la natu- raleza; y apoyando mis razonamientos en las infinitas perfecciones de Dios, trataba de demostrar la cxisten- cia de las que alguna duda podian ofrecer y de per- suadir de que estas perfecciones son tales que aunque Dios hubiera creado varios mundos en todos ellos regirian las mismas leyes. Como consecuencia de estas leyes, la mayor parte de aquel caos debia disponerse de cierto modo que la higiera semejante 4 nuestros cielos; algunas partes de. ese caos debian componer una tierra; otras, los pla— DISCURSO SOBRE EL METODO 3 netas y los cometas; y algunas otras, el sol y las estre+ Has fijas. Al llegar aqui, me extendta en lo concerniente at objeto de la luz, explicaba ampliamente qué luz era la del sol y Jas estrellas fijas, como atravesaba en un instante los inmensos espacios de los cielos y cémo la reflejaban los planetas y cometas. También hablaba de la substancia, situacién, movimiento y demas cua- lidades del cielo y de Jos astros; de suerte que todo lo que dijera de este mundo hipotético, fuera semejante en un todo 4 lo que hallamos en el que vivimos. De aquellas consideraciones generales pasé 4 tratar de la tierra en particular. Aunque habia supuesto que Dios no dié pesadez dla materia de que se formaba et mundo, sus partes tendian todas al centro eon igual intensidad. Habiendo agua y aire en la superficie, y dada la disposicién de los astros, principalmente la de la luna, debia produeirse un flujo y reflujo, semejante en todas sus circunstancias al que vemos en nuestros mares, y cierta corriente del agua y del aire en la direc- cién de levante 4 ponientc tal como la observamos en los trépicos. Luego explicaba la formacién natural de las mentafias, mares, rios y arroyos; el yacimiento de metales en las minas; el crecimiento de las plantas en Jos campos; el origen de los cuerpos denominados com- puestos; y como después de los astros, yo no conocia en el mundo mas elemento que el fuego, que sirviera para produeir la luz, procuraba hecer comprender clara- mente todo Jo relotivo 4 la naturaloza del fuego : come se produce, cémo se alimenta, cémo-es que 4 veces hay calor sin luz y 4 veces luz sin calor, cémo puede 4 diver+ sos cuerpos darles diversos colores y otras cualidades, eémo funde 4 unos y endurece 4 otros, c6mo consume 4 casi todos 6 los convierte en cenizas y en humo y¥ cémo estas cenizas, por la sola fuerza de su accién, se convertian en cristal; esta transmutacién de las ceni- zas en cristal me parecia la més admirable de cuantas se verifican en la naturaleza y la describia muy detalfa- damente y con extraordinario placer. No es que yo quisiera inferir de todas estas cosas que e] mundo habia sido creado de aquel modo, porque mucho mas verosimil es que Dios, desde um principio 2, 30 OBRAS DE DESCARTES Jo ha creado tal como debia ser. Pero también es cierto — y esta es una opinién aceptada cominmente por los tedlogos — que la accién por la que el Ser supremo conserva al mundo, es la misma por la que lo ered; de modo, que, aunque El no le hubiera dado al principio mas forma que la de] caos, hay que suponcr que al establecer las leyes de Ja Naturaleza, prest6 4 esta su concurso para que obrara corno observamos que obra constantemente. Podemos, pues, creer — sin que por esto dudemos un solo momento del milagro de la Crea- cién — que todas las cosas que son puramente mate- riales con el tiempo hubieran podido egar al estado en que hoy las encontramos. La naturaleza de las cosas nos induce 4 creer corno més légico su nacimiento paulatino que su aparicién sabita en el mundo. De la descripcién de los cuerpos inanimados y de las plantas, pasaba 4 la de Jos animales deteniéndome con particular cuidado en la de los hombres. (1) No tenia yo los suficientes conocimientos para hablar de! hombre con la misma filosofia ermpleada en Jos anteriores capitulos de mi tratado; no podia demos- trar los efectos por las causas nihacer ver por qué semi- llas y de qué modo la naturaleza debe producir los seres humanos. Por estas razones me limité 4 suponer que Dios habia formado el cuerpo de un hombre semejante & nosotros, tanto en la figura exterior de sus miembros como en la conformacién interior de sus érganos, sin que entrara en su composicién, otra materia que la que ya he deserito y sin animarle con un alma racio- nal. Dios excitaba en el corazén del hombre asi for- mado uno de esos fuegos sin luz — acerca de los cuales a me habia ocupado en un capitulo anterior — seme- jantes al que calienta cl heno cuando se encierra antes de hallarse completamente seco 6 al que hace hervir los vinos cuando se deja que la uva fermente. Examinando Jas funciones que podian tener lugar en ese cuerpo, observaba que eran las mismas que se veri- fican en nosotros cuando no pensamos, cuando el alma — parte distinta del cuerpo — no contribuye con su uz (4) Ved los Tratados del Hombre y de la formacién del jeto. DISCURSO SOBRE EL METODO 3t actividad intelectual 4 Ja realizacién de esas funciones que son las mismas que hacen nos asemejemos 4 los animales irracionales. En ese supuesto, ninguna funcién de las que nos corresponden como hombres, encontraba en aquel cuerpo humano. En cambio, encontraba tedas las fun- ciones racionales y las explicaba con perfecta légica, si admitia la existencia de un alma racional, unida al cuerpo per Dios (4). Gon el fin de que se aprecie de qué suerte trataba yo esta materia, voy 4 exponcr aqui la explicacién del movimiento del coraz6n y las arterias, porque siendo este movimiento el primero y mas generalizado de los ue se observan en los animales, juzgaremos por él le todos los demas. Para qu: todos me entiendan es preciso que los pro- fanos en anatomia, vean ec} corazén de un animal gran- de, que tenga pulmones, porque es muy parecido al coraz6n del hombre; en el de ese animal, base de nues- tra experiencia, hay dos concavidades. La primera esta en el Jado derecho y 4 ella corresponden dos especies de,tubos muy anchos: uno de ellos es le venacava, princi- al receptdculo de la sangre, tronco del que son ramas las dems venas del cuerpo; el otro tubo os la vena arterial, mal dcnomineda porque es una arteria, que nace del corazén y se divide en muchas ramas que van 4 los pulmones. La segunda concavidad esta en el lado izquierdo y 4 ella corresponden también dos tu- bos tan anehos 6 mas quo los anteriores : el primero es la arteria venosa que recibe un nombre impropio, puesto que es una vena, viene de los pulmones y se divide en muchas ramas entrelazadas con las de la vena arterial y las del conducto respiratorio; el otro tubo es la gran arteria que sale del corazén y se ramifica por todo e] cuerpo. Seria preciso que esos profanos examinaran con detenimiento las once teliculas que como otras tan- tas puertecillas, abren y cierran las cuatro aberturas de las dos concavidades : tres de las once estén situa- das 4 la entrada de la vena cava, dispuestas de tal (4) Ved el Tratado del Hombre. 32 OBRAS DE DESCARTES modo que no pueden impedir que la sangre que la cava eentiene, llegue 4 la concavidad derecha del corazon é¢ impiden que salga de éste; tres 4 la entrada de Ia vena artertal, permiten 4 le sangre que pase de la coneavi- dad 4 los pulmones, pero no 4 la que esta en los pul- mones que vuelva 4 ellos; otras dos, 4 la entrada de la arteria venosa, que dejan correr la sangre de los pel- mones hacia la concavidad izquierda del corazén, pero se oponen 4 su vuelta; y las tres ultimas, 4 la entrada de la grande arteria, que permiten 4 la sangre salir del corazon pero no volver 4 él. La raz6n del numero de estas teliculas cs bien sen- cilla : la abertura de la arteria venosa es ovalada, 4 causa del lugar donde se halla, y puede cerrarse per- fectamente con dos; los otras aberturas son redondas y para estar bien cerradas necesitan tres. i a gran arteria y la vena arterial son de una com- posicién mucho més dura y firme que Ja arteria venosa y la vena cava. Estas dos ultimas se ensanchan antes de entrar en el coraz6n y forman como dos helsas, lla- madas orejas del corazon, de uma carne parecida 4 la de éste. Como observacién importante, diré que hay més calor en el corazén que en cualquiera otro sitio del cuerpo y si alguna gota de sangre entra en las conca- vidades, Ja accién del calor hace que esa gota se dilate rapidamente lo mismo que todos los liquidos, cuando gota 4 gota caen en una vasija de temperatura muy alta. Para dejar perfectamente explicado lo relativo al movimiento da corazon, he de advetir que cuando sus concavidades no estan llenas de sangre, vor la. derecha asa al corazén la de la vene cava y por la izquierda a de Ja arteria venosa; estos dos vasos estan siempie lienos de sangre y como sus aberturas miran al cora- z6n, no puede impedirse el paso de la sangre. Cuando de este modo penetra una gota en cada una de las eon- cavidedes, esas gotas, que son muy gruesas, porque las aberturas por donde entran son muy anchas y los vasos de donde vienen estan Nenos de sangre, se rarifican y se dilatan por el calor, inflan el corazén, empujan y cierran las cinco puertecillaa situadas en lag entradas DISCURSO SOBRE EL METODO 33 de los dos vasos de donde proceden las gotas, y rari- ficindose cada vez mas, empujan y abren las otras: seis puertecillas, situadas 4 la entrada de los otros. dos vasos, inflan todas las ramificaciones de la vena arte- rial y de la gran arteria al mismo tiempo que el cora- zon, que se desinfla, lo mismo que estas arterias, em cuanto Ja sangre que ha entrado se enfria, Entonces, Jas seis puertecillas se vuelven 4 cerrar, las cinco de: ba vena cava y artcria venosa se vuelven 4 abrir, y dam paso 4 otras dos gotas de sangre que inflan de nuevo-et eorazén y las arterias. La sangre que entra asi en el coraz6n, pasa por las bolsas !lamadas orejes y por esa se explica que el movimiento de éstas sea contrario: ak de aquél v que cuando él se desinfle ellas se inilen, Con el fin de que los que no conocen la fuerza de las demostraciones matematicas y no estén acostumbra- dos 4 distinguir las verdadvras razones de las que sélo son verosimiles 6 probables, no se ayenturen & negar todo esto sin examinarlo, quiero adwertirles de que ese movimiento que acabo de explicar se deduce nece- sariamente de la sola disposicién de los 6rganos, que se pueden apreciar 4 simple vista; del calor, que se puede experimentar tocando con los dedos; y de la natura- leza de la sangre, que se puede conocer por la obser- vacién. Si alguno pregunta porqué la sangre de las venas no se agota, puesto que de ellas pasa continuamente a} corazon y porgué lag arterias nunca se Henan, pueste. que 4 elJas va toda la sangre que pasa por cl corazén, contestaremos con las palabras de un médico de Ingta- terra, al cual hay que conceder el mérito de haber solucionado satisfactoriamente esta _cuestién, Ese médico ha sido el primero que ha ensefiado que en las extremidades de las arterias hay pequefios pasos por donde la sangre que reciben del corazén, entra en hha: ramificaciones de las venas y de éstas vuelve de nueve al coraz6n; de suerte que ese curso no es més que une perpetua circulacién, La prucba la hallamos en le experiencia ordinaria de los cirujanos. Cuando éstew: atan con poca fucrza cl brazo, por la parte superior det sitio en que abren la vena, la sangre sale con mas abur~ dancie que sino lo hubieran atado; lo contrario oeurre 34 OBRAS DE DESCARTES si ponen la venda cn la parte inferior entre la mano y el agujero 6 si la atan fuertemente por la parte supe- rior. Claramente puede verse que si bien la venda apretada débilmente impide que la sangre que esta ya en el brazo vuelva al corazén por las venas, no por eso impide que vuelva por las arterias, situadas debajo de Jas venas, ni que la sangre que viene del corazén tienda con mas fuerza 4 pasar por las arterias 4 la mano, que 4 volver al coraz6n por las venas. La piel que recubre 4 aquellas es mas dura, mas resistente que la de éstas , por consiguiente, mas dificil de oprimir. Puesto que la sangre, en el ejemplo que hemos elegido, sale del brazo por el agujero de la vena, légico es suponer que debe haber algunos pasos debajo de la venda — en direccién 4 las extremidades del brazo — por los cua- les pueda venir la sangre de las arterias. ara probar lo relative 4 la circulacién de la sangre, e] médico inglés habla de unas pequefias cubiertas dis- estas de tal modo en diversos lugares 4 Io largo de as venas, que no la permiten pasar del centro del cuer- po 4 las extremidades y si volver de éstas al corazon. Como si esto fuera poco, la experiencia nos muestra que todo lo que esta en el cuerpo puede salir de él por una sola arteria, aunque esté ligada estrechamente, muy proxima al coraz6n y cortada por un sitio intermedio al corazon y la venda, es decir, suponiendo esa arteria en las condiciones necesarias para quitar la sospecha mas pequena de que la sangre que salga de ella venga de otra parte. Pero hay otras cosas que atestiguan de que ls verda- dera causa del movimiento de la sangre es la que ya he dicho. La diferencia que se observa entre la que sale de las venas y la que sale delas arterias, procede de que al pasar por el corazé6n se ha rarificado y como destilado y por eso cs mas sutil y mas viva y mas calida, después de salir del corazon — 6 lo que es lo mismo, cstando en las arterias — que antes de entrar en é] — es decir, es- tando en las venas. Esta diferencia se observa mejor en los lugares proximos al coraz6én que en Jos alejados de 61. A mayor proximidad, mayor diferencia entre esas dos siluaciones de la sangre. Ademas, la mayor dureza de la piel 6 cubierta de que DISCURSO SOBRE EL METODO 35 estén provistas la vena arterial y la gran arteria, nos demuestra que la sangre choca con ellas con mas fuerza que con las venas. Y {por qué la concavidad izquicrda del corazén y la gran arteria son més anchas, mas grandes que la concavidad derecha y la vena arterial sino por ser la sangre de la arteria venosa mas sutil y por rarificarse con més facilidad que la que viene inme- diatamente de la vena cava? @Qué pueden adivinar los médicos al tomar el pulso, si no saben que la sangre, segun cambie de naturaleza, se rarifica por el calor del corazon con mayor 6 menor intensidad y con mayor 6 menor rapidez que antes? Si examinamos cémo se comunica este calor 4 los otros miembros, tendremos que confesar que esta co- municacién se efectia por medio de la sangre que al pasar por el corazén vuelve 4 calentarse y se extiende por todo el cuerpo; por cuya razén si se quita Ja sangre de cualquier parte del organismo humano, se quita también el calor. Aunque el coraz6n fuese tan ardiente como un hierro al rojo, los pies y las manos estarian helados si no enviara constantemente sangre nueva. De lo dicho se infierc, que el verdadero fin de la res- piracién es el de llevar aire fresco 4 los pulmones para hacer que la sangre que viene de la concavidad dere- cha del corazon, en la cual se ha rarificado y casi con- vertido en vapor, se espese y se convierta de nuevo en sangre, antes de caer en la concavidad izquierda. Si queremos confirmar lo que afirrmamos basta con que nos fijemos en que los animales que carecen de pulmo- mones no tienen en el coraz6n mas que una coneavi- dad, y cn que los nifios mientras estan en el vientre de sus madres tienen una abertura, por la cual la sangre de la vena cava pasa 4 la concavidad izquierda, y un conducto, por el cual la sangre procedente de la vena arterial, va 4 la gran arteria sin pasar por el pulmén. ¢Cémo seria posible la coccién de los alimentos en el estémago, si cl corazén no enviase calor por las arte- rias y la sangre no ayudase 4 disolver las viandas que ingerimos para la nutricién? : Nose explica facilmente Ja accién que convierte el jugo de los alimentos en sangre si consideramos que ésta se destila al pasar y 36 OBRAS DE DESCARTES repasar por el corazon mas de doscientas veoescada dia? éNo nos explicomos también Ja nutricién y la produc- cién de diversos humores en el cuerpo por la fuerza con que la sangre al rarificarse pasa del coraz6n 4 las extre- madades de jas arterias, hace que algunas partes de esa sangre se pare entre las de Jos miembros en que se encuentran, y ocupen el lugar de que arrojan 4 otras, y que, segun la situacion 6 la figura 6 la pequefiez de los poros, unas Negan 4 cicrtos lugares antes que otras, a la manera de cribas diversas que, agujereadas de distinto modo, sirven para separar unos granos de otros? Lo mas notable que hay en todo esto es la gencracién. de los espiritus animados, que son como viento muy sutil, 6 mas bien como una lama muy pura y muy viva, que subiendo de continuo en gran abundancia del corazon al cerebro se comunica 4 Jos musculos por los nervios y da movimiento 4 todos los miembros, sin que tengamos que imaginar otra causa que haga que las partes de sangre mas apropiadas para formar esos espiritus, puesto que son las mas inquietos y penetran- tes, se dirijan mas al cerebro que 4 cualquiera otra parte del cuerpo porque las arterias que Levan esa sangre son las que vienen de] corazén mas en linea recta y seguin las reglas de la mecanica, que son Jas mismas que las de la naturaleza, cuando varias cosas tienden 4 moverse en el mismo sentido, y no hay espacio sutfi- ciente para todas, las mas débiles son desviadas por las mas fuertes que ocupan el lugar que para todas seria insuficiente — segun esas reglas, las partes de sangre que salen de la concavidad izquierda, tienden al cere- TO. Todas estas cosas las explicaba detalladamente en el tratado que hace algan tiempo tuve el propésito de publicar. Exponia cual debe ser la disposicién de 1os neryios y de los masculos en el cuerpo humano, para que tos espiritus animades que hay dentro de él tengan Ja fuerza de mover sus miembros; qué cambios se verifican en el cerebro para que se produzca la vigilia y Jos suefios; como la Juz, los sonidos, los olores, los sabores, el calor y las demés cualidades de los objetos exteriores, pueden imprimir en nuestro cerebro diver- DISCURSO SOBRE EL METODO 37 sas ideas por cl intermedio de los sentidos; como el hambre, la sed y las otras pasiones interiores, purden también suscitar ideas; de qué modo son recibidas éstas por el sentido comtn y qué relacién guardan con ellas Ja momoria, que las conserva, y la fantasia, que Jas modifica y las combina de diversas mancras. También explicaba, fundandome en la distribucién de Jos espiritus animados por el cuerpo, el movimiento de los diversos miembros del cuerpo y la variedad y adaptacion de ese movimiento 4 los ubjetos que im- presionan los sentidos, y 4 las pasiones que puede en- cerrar cl organismo humano; y empezaba por referir- me 4 los movimiento en que no interviene la voluntad, es decir, aquellos que son como una consecuencia de la disposicién de los érganos, sin que Ja iniciativa psi- quica del hombre sirva pata llevarlos 4 cabo. La in- dustria construye maquinas que se mueyen emplean- do pocas piezas en comparacién con la multitud de _huesos, musculos, neryios, arterias, venas, ete. Si consideramos el cuerpo como una maquina, hemos de venir 4 la conclusion de que es mucho mas orde- nada que otra cualquicra ¥ sus movimientos mas adimirables que los de las maquinas mventadas por jos hombres, puesto que cl cuerpo la sido hecho por Dios. Y de este punto trataba cn un estudio con mas amplitud que de otros porque le adjudicaba una im- portancia realmente oxtraordinaria. Queria demostrar que una maquina con Jos érganos y Ia figura exterior de un ser humano y que imitasc nuestras acciones en lo que moralmente fucra posible, no podia ser considc1a- da como un hombre; y para ello aducia dos considera- viones irrefutables. La primera cra que nunca una maquina podré usar palabras ni signos equivalentes 4 ellas, como hacernos nosotros para declarar 4 otros nuestros pensamicntos. Es posible coneebir una ma- quina tan perfeeta que profiera palabras 4 propésite de actos corporales que eausen algin cambio on sus érganos — por ejemplo ; si le toca en un sitio que con- teste, Jo que determiné contestara el autor de Ja ma- quina; — lo que no es posible, es que hable contes- tando con sentido 4 todo Jo que se diga en su presen- cia, como hacen los hombres menos inteligentes. 3 38 OBRAS DE DESCARTES La segunda consideraci6n era que aun en el caso de que esos artefactos realizaran ciertos actos mejor que nosotros, obrarian no con coneiencia de ellos, sino como consecueneia de la disposicién de sus érganos. La razén es un instrumento universal, porque puede servir en todos los momentos de la vida; y esos orga- nos necesitan una particular disposicién para cada acto. De aqui se deduce que es moralmente imposible que una maquina obre en todas las circunstancias de Ia vida del mismo modo que nuestra razén nos hace obrar. Por cualquiera de las dos consideraciones expuestas se puede conocer la diferencia que existe entre los hom- bres y las bestias. No hay hombre, por estupido que sea, que no coordine varios vocablos formando partes ara expresar sus pensamientos; y ningun animal, por Bien organizado que esté, por perfecto que sca, puede hacer ]o mismo. Y no procede esta incapacidad de la falta de érga- nos, porque la urraca y el loro pueden proferir palabras lo mismo que nosotros, y sin embargo no hablan del mismo modo, puesto que no piensan lo que dicen, y los sonidos que emiten no constituyen un lenguaje porque éste requiere un fondo que es el pensamiento. n cambio los sordomudos, privados de los érganos que los hombres empleamos para hablar, inventan una serie de signos para comunicarse con sus semejantes. Estos heehos nos indiean, no que las bestias tienen menos razon que el hombre, sino que carecen por com- pleto de ella, porque no se necesita tener mucha para saber hablar. Por grande que sea la desigualdad entre los animales de una misma especie y entre los hombres, no es crei- ble que un mono 6 un loro, los mas perfectos entre los de su especie, igualen 4 un nifio de jos mas estipidos 6 que esté perturbado, 4 no ser que tenga un alma de distinta naturaleza que la nuestra, cosa inadmisible. No hay que confundir las palabras con los movimientos naturales, que pueden ser imitados por maquinas y por animales, ni pensar, como los antiguos, que las bestias hablan, aunque nosotros no entendamos su lenguaje. Si eso fuera verdad, puesto que tienen orga- DISGURSO SOBRE EL METODO 39 nos scmejantes 4 los nuestros, pedrian hacerse enten- der de nosotros tan perfectamente como de sus seme- jantes. También es digno de observacién el hecho de que haya onimales que muestran mds habilidad que nos- otros en algunas cosas. Muy cierto es esto, pero Jo es también que en muchas otras no hacen gala de la misma disposicién. El que realicen algo, mejor que nos- otros, no nos prucha que tengan razén, porque si eso afirmaramos nos veriamos precisados 4 reconocer que la suya era mayor que la nuestra. Nos prueba, por el eontrario, que carecen de ella y que es la naturaleza la que obra, segun la disposicién de sus érganos. Un reloj compuesto de ruedas y resortes, cuenta las horas y mide el tiempo con mucha mayor exactitud que nos- otros, 4 pesar de nuestra inteligencia. Después de tocar este punvo tan importante, me ocupaba en un tratado, del alma racienal y procuraba demostrar que no ha sido sacada de la fuerza de la materia sino que ha sido expresamente ereada y que no basta que habite en el cuerpo humano para dirigir sus miembros como un piloto su navio. Es preciso que alma y cuerpo estén unidos intimamente, formando un todo homogéneo, el hombre racional. Me extendia un poco al tocar esta materia porque es verdaderamente trascendental, Después del error, que ya hemos refu- tado debidamente, de los que niegan 4 Dios, nirgan otro contribuye tanto 4 desviar los espiritus del ca- mino recto de Ja verdad, como el que sostiene que el alma de las bestias es de la misma naturaleza que la nuestra y, por consecuencia, que nada podemos espe- rar ni vemer después de esta vida porque las moscas ni las hormigas esperan ni temen nada. En cambio, cuan- do se comprende la diferencia que media entre una y ‘otra, se entienden mejor las razones que prueban que la nuestra, por su naturaleze, es enteramente indepen- diente del cuerpo y, por consiguiente, no esta sujeta 4 morir con él. Y finalmen.e, no habiendo otras causas que la destruyan, el reeto juicio se inclina 4 creer en su inmortalidad. 40 OBRAS DE DESCARTES SEXTA PARTE Tres afios hace que terminé el tratado que contiene lo que acabo de exponer, y comenzaba 4 revisarlo para entregarlo a la imprenta, cuando me enteré de que personas muy respetables, cuya autoridad sobre mis actos no puede mucho menos gue la de mi_pro- pia razén sobre mis pensamientos, habian reprobado una opinion de fisica emitida poco antes por otro que de estos asuntos se ocupaba. No quiero decir que par- tieipase de esa opinién, pero si he de hacer constar que no imaginé que fuese perjudicial 4 la religion y al Estado, y supuse que nadie me hubiera impedido expresarla si la razon asi me lo hubiera dictado. Lle- gué A temer que alguna de mis opiniones fuera erré- nea, 4 pesar de que nunca acepto sino lo que comprue- bo por dernostraciones que no dejan lugar 4 duda, y que en mis escritos sc hubiera deshizado algo que pudiera perjudicar 4 alguien. Por eso abandoné el propésito que tenia de publicarlos; ademas de estas razones tan fundadas, mi odio al oficio de escribir |1- bros, hizo que yo encontrara otras poderosisimas, sufi- cientcs para que no imprimicra mi tratado, si las pri- meras no hubicran servido para convencerme por com- pleto. Estas razones son de un eardcter tan especial que me creo en el deber de exponerlas porque no dejan de ser interesantes. Nunca me he jactado de las ideas que mi inteligen- cia me ha sugerido, y mientras de mi método no he recogido mas fruto que el explicarme algunas dificul- tades relativas 4 ciencias de espeeulacién y regir mis costumbres por las reglas que la raz6n me dictaba al aplicar ese método, no me he creido obligado 4 escribir nada sobre é!, porque en lo referente 4 las costum- bres hay una diversidad de opiniones tan grande que DISCURSO SOBRE EL METODO 41 bien se puede afirmar que hay tantos moralistas como intcligencias, y aunque mis especulaciones me agra- den mucho he pensado que 4 los demas las siryas pue- den parecerles tan bien como 4 mi las mias. Pero tan pronto como adquiri nociones generales relativas 4 la fisicn, y comencé a expcrimentarlas en distintas difi- cultades coneretas, vi hasta donde podian conducir- nos y cudnto diferian de los principios de que nos he- mos hasta ahora servido; peosé que no debia tenerlas ocultas sin peear contra la ley que nos dbliga a pro- curar por Jos demas tante como por neselros mismos. Esas nociones me hicieron vor que es posible Jlegar ala adquisicién de conocimientos utilisimos para la vida, y gue, en lugar de la filosofia espeeulativa gue se en- sena en las cseuclas, se pucde encontrar una filosofia eminentemente practica, por la cual, conociendo la fuerza y las aceiones del fuego, det agua, del aire, de los astros, de los cielos y de todo lo que nos rodea, tan distintamente como conocemos jos olicios de nuestros artesanos, aplicariamos escs conovimicnios & los obje- tos adecuados y nos constituiriamos en schores y posec- dores de Ja Naturaleza. Y no sélo rae relicro 4 la invencion de una infinidad de artificios, que nos proporcionarian sin trabajo algu- no el goce de los frulos dela tiorra éinnumerables como- didades; me refiere especialmente 4 la conservacién de la salud, que es sin duda el primer bien y el funda- mento de todus los biencs de esta vida; porque hasta el espirilu depende de tal modo de la disposicién de los érganos del cuerpo, que si es posible encontrar algtin medio de que los hombres sean buenos é inteh- gentes, crea que ese medio hay que busearlo en la medicina. Verdad es que la de ahora conticne muy pocas cosas que tengan tanta importancia, pero — y digo esto sin cl menor intento de menospreciarla — nadie se abrevera 4 poner en duda que lo que se sabe es una cosa insignificanle comparada con lo que queda por saber, y que podriamos librarnos de infinidad de enfermedades y hasta del debilitamiento de la vejez, si se tuviera un exaclo conocimicnto de sus causas y -de los remedios de que nos ha provisto la Naturaleza- ~~ Teniendo el propdsito de dedicar mi vida 4 la in. 42 OBRAS DE DESCARTES dagacién de una ciencia tan necesaria y habiendo en- eontrado un camino gue juzgo infalible para encon- trarla, 4 no ser que me lo impidiera la brevedad de la vida 6 lo defectuoso de las experioncias, erci que el mejor procedimiento para vencer estos dos obstaculos era cl de comunicar fielmente al piblico el resultado de mis trabajos, invitando 4 las inteligencias poderosas A seguir cl camino por mi emprendido, contribuyendo cada uno segiin sus medios y sus aptitudes, 4 las expe- riencias que fuera necesario hacer y comunicando al publico Jas investigaciones a fin de que los wtimos comenzaran su labor en el punto adonde hubieran Negado los preeedentes y de este modo uniendo Jas vides y Jos trabajos de varios, Hegdéramos todos jun- tos mucho mas lejos que cada uno en particular. Observé asimismo que las experiencias son tanto mas neeesarias cuanto mas se ha avanzado en ef conoei- miento. En los comienzos de la indagacion, mas que de experiencias raras y que exijan estudio, conviene ser- virse de las que por si mismas se presentan 4 nuestros sentidos, y que 4 poco que se reflexione no se puede negar su cvidencia -Las experimentaciones raras enga- ian frecuenteinente, cuando todavia no se conoren las causas mas comunes, y las cireunstancias de que depen- den son casi siempre tan particulares y tan pequenas, gue es dificil observarlas. Fl orden que yo he seguido, ha side ef que en parte ya he indicado, En primer término he tratado de en- een en general los principios 6 primmeras causas de todo lo que es 6 puede ser en ¢} mundo, sin considerar la existencia de més ser que la de Dios y sacando esos principios de verdades que estén naturalmente en cnuestras almas, Después he examimado cuales eran los primeros y més ordinarios efectos que pueden dedu- irse de esas causas; y por ese examen he encontrado tielos, astros, una tierra y sobre esta tierra, agua aire, fuego, minerales v algunas otras cosas que son las mas comunes de todas, Jas mas sencillas y, por tanto, las —mnas faciles de conocer. Cuando he querido descender 4 las m4s particulares se me han presentado tantas y tan diversas, que no he creido que al espiritu humano fuera posible distinguir las formas 6 especies de cuer- 43 pos que hay en la ticrra de una infinidad de ellos que podrian existir si Dios hubiera querido crearlos, 4 no ser que indagéramos antes las causas, que conociéramos los efectos y nos sirviéramos de muchas expericncias particulares. Repasando cn mi espiritu todos los objetos que se han presentado alguna vez 4 mis senti- dos, no he hallado ninguno imposible de explicar facil- mente por los principios qué he encontrado. Mas, también debo confesar que no he observado ningin efecto particular sin que haya pensado en seguids, que puede ser deducido de varios modos. Es tan amphi y tan vasto ce] poder do la Naturaleza, y tan generales y tan simples los principios 6 causas, que ellos sirven para justifiear los diversos modos de Ja deduccién de los efectos particulares. La mayor difi- cultad para mi consiste en saber qué modo es e} ver- dero. Para obviar esta dificultad no se me ocurre otro procedimiento que el de realizar algunas experimen- taciones de manera gue su resultado no sea cl mismo, trotandose de formas distintas de deduscién. Me parece que sé cuales son las experimentaciones que deben hacerse en rada caso para conseguir el efecto apetecido; pero son tantas y de tal indole que ni iis raanos ni mi capital, y aunque fuera mil veces mayor, bastarian para verificarlas todas, Asios que el numero de experiencias que haga, estard en razon directa do mi conocimiento de la Naturaleza. Por el tratado que habia escrito y me proponia publicer queria hacer ver la utilidad de que todos los que desean el bien de Jos hombres en general — Jos que son real- mente virtuosos y no de lama ni de aparieneia — me comunicaran las experisnentaciones que realizaran me ayudaran 4 llevar 4 huen término fas que quedan por hacer. Otras razones me obligaron 4 cambiar de opinion; pensé que debia continuar escribiendo lo que juzgara de importancia & medida gue fuera descubriendo su verdad, poniendo cl mismo cuidado que si fuera 4 imprimirlo porque asi tendria ocasién de examinarlo nuevamente. Ademds, queria imaginarne que lo escrito iba 4 ser criticado por el pablico, porque siempre se pone mayor cuidado al hacer una cosa que ha de ser DISCURSO SOBRE EL METODO 44 OBRAS DE DESCARTES juzgada por muchos que cuando sélo ha de ser cono- cida de su autor, Si a esto se agrega. que muchas cosas que me parecieron cierbas cuando las pensé, al eseri- birlas me parecieron falsas so comprondera los pode- rosos motives que me impulsaron 4 continuar escri- biendo mis indagaciones cientificas. Haciéndolo ast quiza podria prestar algdn dia un buen servicio 4 mis semejantes; si mis Investigaciones tenian algtin valor, mis sucesores usarian de ellas en ta forma mas eonve- niente, Lo que decidi firmemente no consentir, fué el que se publicasen viviendo yo, con cl fin de que ni la oposicion ni las controvesias a que dicran lugar, ni siquiera el renombre que me proporeionaran, me hicieran perder el tiempo que queria emplear en instruirme. Cierto cs que todos estamos obligados 4 procurar tanto como por el nuestro por el bien de los semejan- tes, y que el que 4 nadie os util, nada vale; pero no es menos cierlo, que el efecto de nuestros esfaerzos ha de ir mas allA de los afios de nuestra corta vida, y, por tanto, que es licito omitir Jo que aportaria algun pro- vecho a los que viver cuando otro provecho mayor pudieran obtener nuestros nietos como resultado de esa omision. Quiero que se sepa «que lo poco que he aprendido carece de valor, comparado con lo que ignoro y no sespero de aprender. A los que deseubren la verdad ‘ienclas, se les puede comparar 4 los jefes de los ejércitos cuyas fuerzas crecen en proporcién 4 las vic- torias, que necesitun més csfuerzo para mantenerse después de Ja pérdida de una batalla que para tomar ciudades y provincias después de haberla ganado. Tratar de vencer todas las dificultades y todos los errores que nos impiden Hegar 4 Ja consecucién de la verdad, es trabar batallas con la ignorancia; y acep- tar una falsa opinion relaliva 4 una materia un poco genera] é importante, es perder una de esas batallas; y cuesta mas trabajo volver al sitio que se ocupaba an- tes de la derrota, que hacer grandes progresos después de establecer principios inconcusos. Si yo he encontrado algunas verdades cn las cien- cias (y yo espero que los que lean este volumen pen- DISGURSO SOBRE EL METODO 45 saran que he hallado algunas) bien puedo decir que no son mas que consecuencias de cinco 6 scis principales dificultades que he vencido y que considers como otras tantas batallas en que he tenido ja fortuna del triunfo. Y no temo decir que sdJo me falta ganar dos 6 tres hatallas parecidas para Hegar 4 la realizacién de mi designio; nov soy tan viejo que desesperc de tener 4 mi disposicion el tiempo necesario para lograr lo que me propongo; pero por eso precisamente, porque tengo la esperanza de emplear bicn los anos de rai vida, es por lo que no quirro desperdiciarlos. Si. publicaba jos fun- damentos de mi metafisicase me ofrecian mil occasions de perder cl tiempo, porque aunque sus principios fueran evidentes, de tal modo que entenderlos y disputarlos, ciertos formaran una misma cosa, como es imposible que todos Jos hombres concuerden sus opiniones, no discrepando ni en los detalles siquicra, la oposicion y las controversias me hubieran distraido de mi objeto principal. Puede oponerse 4 mi manera de ver en esta euestién, que la oposicién y las controversias serian utiles por- que me hbarian conocer mis faltas y servirian para aumentar cl caudal de conoeimientos de los demas, si en mi labor habia algo bueno, y como muchos hombres ven més que uno solo las investigaciones de los otros facilitarian mi tarea cientifiea. Aun creyéndome muy propenso 4 error, ¥ eso que nunca me fio de las primeras ideas que las cosas mesugicren, la cxperiencia que ten- go de las objeciones que de seguro habrian de hacerme, me impide esperar ningtin provecho de ellas. Conozeo, por deseracia, los juicios de los amigos, de los que yo creia indiferentes y hasta los de algunos cuya malig- nidad y envidia, sabia yo que tratarian de descu- brir lo que el afecto de los amigos habia ocultado; y nunca se me ha objetado algo que yo no hubiera pre- visto. Todos inis censores me han parecido menos rigurosos 6 equitativos que yo. Ademas, nunca he visto que por el procedimiento de discusién, que se practica en las escuelas, haya sido descubierta una verdad de alguna importancia; todos tratan de vencer en la contienda, y mas que del valor efectivo de las razones alegadas por una y otra parte, se preocupan de 3 46 OBRAS DE DESCARTES la apariencia; sin contar que los que han sido buenos abogados no por esto son mejores jueces. La utilidad que los demas recibirian con la comuni- cacién de mis opiniones no seria muy grande; aparte de que no he ido tan lejos que no tuviera necesidad de afadir otras cosas, precisas para que mis pensa- mientos hallaran una realizacién completa en la préc- tica. Y pienso poder decir, sin ninguna vanidad, que si hay alguien capaz de levar 4 término esa empresa, ese alguien soy yo. En el mundo hay multitud de inte- ligencias incomparablernente superiores 4 la mia; pero el que inventa algo, sabe concebirlo y hacerlo suyo mejor que cl que Io aprende de otro. Con frecuen- cia he explicado algunas de mis opiniones 4 personas inteligentes y mientras hablaba parecian comprender- me perfectamente, pero poco después, cuando esas personas querian repetir mis ideas, Jas alteraban por complcto y decian verdaderos contrasentidos. Por esto yo ruego a nuestros nietos que no crean que es mio sino aquello que yo mismo haya divulgado. No me extrafia que 4 fildsofos antiguos cuyos libros no han Ilegado hasta nosotros les atribuyan las mayores extravagancias; ni tampoco gue sus libros hayan sido tan mal interpre- tados que se Jes suponga autores de atrocidades im- propias de todo aquel que conserva equilibrada su razon. Los grandes cerebros no son comprendidos por los hombres de su tiempo; y sus sectarios nunca han podido sobrepujarles. Estoy seguro de que los aris- totélicos més entusiastas, se considerarian felices si tu- vieran el conocimiento que tuvo su maestro de la Naturaleza, aunque fuera condicién de no poder 4 aven- tajar nunea al gran filésofo griego. Esos sectarios son como la hiedra que rodea 4 los arboles, que nunca sube 4 mayor altura que ellos, sino que cuando llega al punto mas alto, comienza otra vez 4 bajar. La manera de filosofar de esos fanaticos es muy edmoda para los espiritus medioceres; porque la obscuridad de Jas dis- tinciones y principios de que se sirven, es causa de que hablen de todo con el mismo empaque que si lo su- pieran y de que sostengan lo que dicen sin que los mas abiles y sutiles polemistas puedan convencerlos. Se parecen en esto al ciego que para batirse sin desventaja DISGURSO SOBRE EL METODO AT eon uno que ve, lo Nevara al fondo de una cuecva muy obscura. Esos son Jos mas interesados en que me abs- tenga de publicar Jos principios de mi filosofia, porque sicndo tan sencillos y tan cvidentes, su conocimientoe equivaldria 4 hacer penetrar la luz en la cueva obscura en que se librase el combate. Ni siquiera las inteligencias distinguidas abrigaran desecos de conocer los fundamentos de mi filosofia, porque si quieren saber hablar de todo y adquirir fa- ma de doctos lo conseguiran facilmente contentén- dose con las apariencias, con lo verosimil que se en- cuentra sin gran esfuerzo en todas las materias mas importantes; la verdad en algunos casos se consigue poco & poco y con mucho trabajo, pero en otros hay que confesar sinceramente que la desconocemos por completo. Si, por el contrario, prefieren el conoci- miento de la escasa verdad que posemos, 4 la vanidad de parecer enterados de todo, nada tengo que ailadir 4 Jo que llevo dicho. Si esas inteligencias distinguidas son capaces de avanzar mas que yo, con mayor razén lo serén para encontrar en sus investigaciones lo que yo creo haber encontrado en Jas mias, sobre todo si se tiene en cuenta que lo que me queda por descubrir es mas dificil y esté més oculto que lo que hasta aqui he descubierto. Ade- mas, su placer ser mucho mayor si deben las verda- des al propio esfuerzo y no al mio; y et habito de la indagacién, que comienza por las cosas mas sencillas ¥ pasa por grados 4 las mas dificiles, sera mucho mas util que todas mis instrucciones. Por lo que 4 mi respecta, estoy plenamente conven- cido de que si desde mi primera juventud me hubieran ensehado Jas verdades, cuyas demostraciones he bus- cado después, y no hubiera necesitado de un gran esfuerzo mental para aprendorlas, hubicra sido inca~ paz de hallar otras verdades por mi cuenta y no ten- dria el habito y Ja facilidad de encontrarlas cuando aplico mi actividad mental 4 la adquisicién de nuevos conocimientos. En una palabra, si existe en el mundo alguna obra que no pueda ser terminada por nadie més que por el gue la empezo, esa obra cs Ja mia. 48 OBRAS DE DESCARTES Gierto es que un hombre no puede practicar por si solo todas las experimentaciones necesarias para la feliz realizacién de mi propdsito; pero también es cierto que, aparte de las mias, Jas dnicas manos uti- lizables para esta empresa son las de las gentes im- pulsadas por el afan del lucro, medio eficacisimo para que se ajustaran por completo 4 mis prescripeiones. Los que por curiosidad 6 deseo de aprender se presta- ran gustosos 4 ayudarme, mas que resultados practicos Me ocasionarian molestias porque por lo gencral estos entusiastas prometen mucho y dan poco, ¢onciben muchas ideas inadmisibles que por cortesia hay que escuchar, y ya que no obtengan ningtin provecho mate- vial, aspiran 4 ser recompensados can afables cumpli- dos y conversaciones inttiles. En una palabra, que seria perder cl ticmpo lastimosarnente. Cuanto 4 las experimentaciones hechas por otros, y comunicadas por sus autores, he de decir quo la mayor parte de ellas sc componen de tantas ¢ircuns- tancias ¢ ingredientes superfluos, que el entresacar la verdad es tarca dificil y muy expuesta 4 errores; ademas, estan tan mal explicadas por lo general, y tan falseadas por el empciio de adaptarlas 4 determinados principios, que aun cn el caso de que algunas fuesen ciertas, el trabajo de distinguirlas de las falsas, seria mucho mayor que el provecho obtenido para la inda- gacion cientifica. Si en ¢l raundo existiera un hombre capaz de encon- trar verdades de gran trascendencia, y, por consiguien- te, de gran utilidad general, cs indudable que los demas tendrian la obligacién de ayudarle en su magna empre- sa; pero yo no encuentro mejor procedimiento para auxiliarle eficazmente que el de contribuir 4 los gastos de experimentacién é impedir que perdicra el tiempo, atendiendo 4 los importunos que siempre molestan. Yo no presume de ofrecer cosas extraordinarias, ni soy tan vanidoso que crea que el publico se preocupa de que mis propésitos lleguen 4 su completa realizacién, y por eso no he querido aceptar ningun fevor del cual se Pudiera pensar que no era merecido. odas estas consideraciones reunidas, fueron la causa de que, hace tres afios, no quisiera divulgar el DISCURSO SOBRE EL METONO 49 tratado que tenia entre manos y de que formara la resolucién firmisima de no publicar mientras viviera ningin libro que pudiera hacer comprender los funda- mentos de mi lisica. Pero después he tenido dos razones que me han movido 4 publivar algunos ensayos parti- culares y 4 dar alguna cuenta al pdblico de mis actos y de mis propdsitos. La primera de csas razones cs la siguiente + Algunos estan enterados de Ja intencién que abrigué de imprimir alguncs de mis eseritos, y podrian fi- gurarsc, cuando yo muriera, que cl motive que tuve para no publicarlos, era harto desfavorable para mi. o no amo la gloria con apasionamiento; mejor diria que la odio, porque la juzgo contraria al reposo, cl cual estimo sobre todas las cosas. No por eso he tratado nunca de ocultar mis acciones, como si fueran crime- nes, por que esto me hubiera proporeionado moles- tias, contrarias 4 mi deseo de una vida tranquila. Sién- dome completamente indiferente el que me conocieran 6 no, me ha sido imposible evitar cicrta reputacién que he adquirido y que me obliga 4 procurar que no sea desfavorable a mi persona. La segunda razon que me ha impulsado 4 escribir, es tan importante como Ja primera, Gada dia que pasa me persuade con mayor evidencia del retraso que tiene que sufrir mi propésito de saber la verdad, 4 causa de la infinidad de experiencias que necesito practicar y que no pucdo hacer sin Ja ayuda de Jos demas, sin que esto quicra significar que me jacto de inspirar al pu- blico interés decidido por mis trabajos. No quicro que algan dia sc me censure porque he tenido la culpa de que no s¢ hayan hecho grandes cosas que hubieran prestado 4 los hombres una utilidad extraordinaria, si yo on lugar de guardar cl secreto hubicra manifestado mi designio y solicitado el concurso de los demas para llevarlo 4 feliz término. He pensado que debia elegir algunas materias que sin ser susceptibles de grandes controversias y sin que me obligaran 4 declarar mas de lo conveniente sobre los rincipios que sirven de fundamento 4 mi metafisica, hicieron ver claramente lo que puedo 6 no puedo reali- zar en el campo de la vienria, 50 OBRAS DE DESCARTES No sé si he conseguido lo que me proponia : no quiero prevenir 4 los lectores hablando de mis escritos; pero tengo interés en que sean leidos por todos. Suplico 4 los ques deseen hacer alguna objecién 4 mi doctrina que se tomen la molestia de enviarla por escrito 4 mi editor, el eual me la remitira vy yo contestaré 4 ella con sumo gusto. Prameto que las respurstas 4 las advertencias y objeciones que se me diriyan, no serdn extecsas. Confesaré mis faltas con toda sinceridad si lego an‘on- vencerme de que he incurrido en algan error; y si los argumentos no me persuaden de mi error, expondré eon sencillez lo que creaconveniente ala defensa de mis ideas, sin mezclar con esta defensa la explicacién de otra materia, para no complicar la cuestion. Si algunas de las materias de que me ocupo al co- mienzo de la Didptrica y de los Meteoros, extrafian & primera vista porque las denomino suposiciones y no muestro deseo de prebarlas, tengael lector la suficiente paciencia para lHegar hasta ol fin v espero quedera satisfecho, porque Jas razones se enlazan de tal modo en esas cuestiones, que si las dltimas son demostradas por las primeras, que son las causas, estas primeras lo son reciprocamente por Jas ultimas, que son sus efec- tos. Y no se piense que cometo la falta que los logicos Naman cireulo vicioso. 1a experimentacién nos mucs- tra como ciertos, esos efectos, y las causas de que los deduzco, sirven ms para explicarlos que para pro- harlos; son las cousas las probadas por los efectos, Si Jes he dado el nombre de suposiciones ha sido con et fin de que se sepa que espero poderlas deducir do las verdades primeras que ya he expuesto. Y si no lo he hecho expresamente desde el principio, es porque quie~ ro evitar que ciertos espiritus — que creen que en un dia saben lo que 4 otro le ha costado veinte afos de continuos trabajos, vy que oyendo dos palabras pien- san haberlo oido todo aprovechen la ocasién de construir alguna filosofia extravagante, fundandose en principios que sin ser mios me Jos atribuyan, hacién- dome responsable de los errores que contengan. Nunca he tratado de excusarme, cuando mis opi- niones han sido calificadas de nuevas, entre otras razones, porque tengo la completa seguridad de que DISCURSO SOBRE EL METODO 54 examindndolas con aigdn detenimiento se Megara al convencimiento firme de su sencillez y de su confor- midad con el sentido comun, hasta cl punto de que han de parecer menos extraordinarias y raras que otras que sobre el mismo asunto se sustenten. Tampoco pretendo paser por original. Las ideas que profeso no las defiendo porque otros las hayan defen- dido, ni porque hayan dejado de defenderlas; las pro- feso porque mi razon me dicta que son las verdaderas. Si es imposible la ejceucién rapida y feliz de la in- vencion que en mi Dispirira explico, no por eso se ha de afirmar que sea mala. Son muy grandes la habilidad y el hdbito necesarios para construir y ajustar las ma- quinas que describo sin que falte ningin detalle. Hay, pues, que achacar 4 Jas dificultades de construccion, y no 4 ja falsedad de mi idea, la carencia de compro- bacién completa y evidente. Con un gran instrumento, posible es que un profano en cuestioncs de musica toque el laid; y, sin embargo, no por eso diremos que ha aprendido ¢] manejo de ese instrumento; podre- mos afirmar que el laud es excelente, pero nada mas. Escribo en, francés, que es la lengua que se habla en roi pais, y no en Jatin, que es la lengua usada por mis preceptores, porque creo que los que se sirvan de su razon natural comprenderan mi ideas mucho mejor que los que sélo dan crédito 4 Jos libros antiguos; y los ue, ademas de buen sentido, tengan el habito del estu- dic (éstos son los que deseo por jueces) no seran tan parciales por cl lati que no quieran escuchar mis razonamientos porque Jos expongo en lengua vulgar. No hablo aqui de los progresos 4 que pucdo dar Jugar en el porvenir de las ciencias, porque no soy partidario de hacer promesas cuando no tengo la abso- Juta seguridad de curnplirlas. Sdlo diré que he resuelto emplear el tiempo que me quede de vida cn tratar de adquirir algtin conocimiento dela naturaleza, de tal indole que puedan deducirse re- gies para la medicina, mas seguras que las aplicadas has- ta ahora; y que mis aptitudes y convicciones me alejan con tanta obstinacién de todo aquello que, siendo util para algunos, es perjudicial para otros, que tengo Ja arraigadisima creencia de que si empleara mis facul- 52 OBRAS DE DESCARTES tades en ese sentido, no obtendria el resultado positive qué cs consecuencia de todo Jo que se hace bien. Sé perfectamente que no sirvo para llamar sobre mt la atencién del publico, ni para que me consideren como una ¢elebridad, No aspiro 4 eso. Mas agradecido que- daré 4 los que me dejen disponer de mis dias con la libertad més absoluta, que 4 los que vinieran 4 ofre- cerme los puestos mas visibles y honrosos del mundo.

You might also like