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Simbolos Patrios Version Final
Simbolos Patrios Version Final
Lima 2005
Municipalidad Metropolitana de Lima
Este libro no podrá ser reproducido, ni total ni parcialmente, sin previo permiso de la
editorial y el autor. Todos los derechos reservados.
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CONTENIDO
Presentación.................................................................................7
Introducción.................................................................................9
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Parte III: El Escudo 57
1. El diseño del primer escudo...................................................................57
2. Tradiciones que influenciaron el diseño del primer escudo
Peruano.................................................................................................58
3. El escudo de armas de 1825...................................................................62
4. Los creadores del escudo peruano..........................................................64
5. Algunos cambios en el diseño final del escudo......................................66
6. Breves notas sobre la escarapela............................................................67
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Presentación
Rememorar los acontecimientos que determinaron la
creación de los símbolos patrios es evocar uno de los hechos
de mayor trascendencia de nuestra historia, como fue la gesta
por la consecución de la Independencia. En ella se puso de
manifiesto el deseo de los patriotas, hombres y mujeres, que
aunados a su Cabildo lucharon por la obtención de la ansiada
libertad.
Nuestros símbolos nacionales: la Bandera, el Escudo y el
Himno, encierran en sus formas, colores, letra y música, el
mensaje del fin del sistema colonial y el nacimiento de una
nueva patria en la que la libertad, la igualdad y la solidaridad
se imponen a cualquier diferencia y serán las bases sobre las
cuales se construirá el progreso de la nación.
Brindar a los futuros ciudadanos y al publico en general,
una explicación clara y amena de la importancia de
comprender el origen de los símbolos patrios, es el objetivo
trazado por la Dirección Municipal de Educación y Cultura ,
mediante la publicación del libro que ahora les presento.
Confío pues, que la lectura de estas páginas, no sólo
enriquezca nuestro conocimiento sobre los símbolos de la
patria, sus orígenes, su importancia y real significado; sino
también, nos permita comprender mejor la manera en la cual
se gestó nuestro país y los ideales de los hombres que
asumieron dicha tarea.
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Introducción
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soldados, que lucharon por libertar a estas tierras del yugo
colonial monárquico de los españoles.
Los símbolos patrios, creados en plena guerra por la
independencia, formaron parte de aquel ideario pues a través
de ellos se quiso dotar de una identidad particular a la patria
que quería liberarse. El conflicto no sólo se desato en el campo
de batalla, también se gestó en las ideas, con la finalidad de
capturar el apoyo del pueblo. Los símbolos patrios fueron
parte de aquella disputa por los corazones y las mentes de los
peruanos.
El contexto de confrontación entre los ejércitos patriota y
realista (llamado así por su fidelidad al Rey), determinó que
las primeras versiones de la bandera y el escudo patrio fueran
destinadas a identificar a los soldados peruanos en los campos
de batalla, distinguiéndolos tanto de las tropas realistas, como
de los ejércitos de las otras naciones americanas que
participaron en la contienda.
El himno nacional, que en un principio fue denominado
marcha patriótica, si bien fue concebido con el propósito de
estimular la emoción de los soldados peruanos en el frente de
batalla, fue a su vez considerado como el canto de libertad de
la patria y de la condena al dominio español, a sus abusos y a
su opresión.
Conseguida la independencia, las versiones finales de la
bandera y el escudo escaparon de la simple etiqueta de guerra
e intentaron representar a los elementos más característicos de
la patria peruana, aquellos que la identificaban como una
sociedad singular, distinta a la de España y de las otras
naciones americanas. También sirvieron para representar los
elementos comunes a todos los peruanos que, como lazos de
identidad, debían permitir que a pesar de las diferencias y las
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distancias nos reconozcamos como miembros de una misma
comunidad y por lo tanto como integrantes de una gran
familia.
Era una época en la cual los símbolos visuales (imágenes
y colores), conformaban parte importante de la representación
del orden social. En un mundo donde el grueso de la
población era analfabeto, estos símbolos se convirtieron en
importantes medios de transmisión de la ideología política
que iban delineando el comportamiento del pueblo. Con la
independencia, los símbolos del poder colonial fueron
destruidos y se crearon otros afines a la patria libre.
Si bien es cierto que los creadores de los símbolos patrios
fueron básicamente criollos ilustrados, ya sean militares como
el general José de San Martín, quien diseñó la primera versión
de la bandera; o políticos como José Gregorio Paredes, creador
de nuestro escudo oficial, el aporte de los sectores populares
de la Lima del siglo XIX está presente en la primera estrofa del
Himno Nacional que se sumaría a las otras escritas por José de
la Torre Ugarte.
El reconocimiento de los símbolos patrios por la mayoría
de la población no fue un hecho inmediato, fue un proceso
lento, para lo cual fue necesario montar una serie de aparatos
y estrategias de difusión, una tarea nada fácil para el nuevo
Estado que tenía que enfrentarse a las penurias económicas
que ocasionó la guerra, las costumbres de tres siglos de
régimen colonial y las disputas por el poder entre los caudillos
militares en las primeras décadas republicanas. Todo esto
impidió, por ejemplo, que se estableciera un modelo único y
oficial del himno nacional hasta el siglo XX.
La prensa escrita y los espacios educativos, que no se
restringían a las escuelas sino que se extendían a las
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parroquias, los teatros y las festividades cívicas, fueron, en un
principio, los principales medios a través de los cuales se
procuró dar a conocer a la población limeña la nueva
simbología nacional. Los nuevos tiempos trajeron también
nuevas estrategias y medios de difusión, como la radio y la
televisión, los cuales han permitido que estos símbolos sean
reconocidos por la mayoría de la población del país, como
elementos representativos de la nación peruana, de sus
instituciones y sus hombres. Son símbolos de comunidad,
símbolos que unen, al menos en las mentes, a las poblaciones
de esta nación diversa.
Aunque este libro ha sido escrito pensando en un público
joven, básicamente para aquellos que cursan la educación
secundaria, quiere servir también de consulta, breve y ágil,
para cualquiera que se interese en el tema. En cierta manera se
asemeja a un manual escolar, sin embargo quiere diferenciarse
de otros que sobre este asunto existen, por dos aspectos: por la
riqueza de la información aquí vertida, sustentada en la
consulta de gran parte de la bibliografía existente sobre el
tema, así como de valiosos documentos históricos y porque
este libro no intenta imponer una visión cerrada, cómoda y
abstracta del sentimiento patrio que rodea a la bandera, el
escudo, el himno y la escarapela, quiere más bien presentar
una postura abierta y compleja, como la sociedad misma, a
partir de la investigación histórica de los orígenes de estos
símbolos, explicando el contexto en el cual aparecieron y las
intenciones de los hombres que las crearon.
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El origen de los símbolos patrios
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guerra, disponiéndose oficialmente que debería llevarse
delante del general de combate.
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Por el azul, blanco y rojo de sus franjas verticales.
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Guardia al azul y el rojo de las milicias parisienses. La tricolor
fue consagrada en la fiesta de la Federación en 1790, cuando
toda París adoptó sus colores. Precedió a la República y fue
casi un símbolo de conciliación, como lo indica la versión de
que representaba a los tres órdenes. David, el pintor oficial de
la revolución, diseñó el modelo final en 1792, colocando las
franjas en posición vertical y los colores en el orden: blanco-
azul-rojo.
Los símbolos patrios de las naciones tienen, pues, una
historia ligada por lo general a momentos de tenso conflicto,
ya sea para implantar un nuevo régimen político: el de una
república burguesa en reemplazo de la monarquía absolutista,
en el caso de Francia; o como las guerras de liberación del
dominio colonial, como sucedió en América Latina en el siglo
XIX, cuando los patriotas americanos guerrearon contra
España para conseguir su independencia.
La independencia americana
Los movimientos independentistas de América Latina
son propios del siglo XIX y forman parte de un proceso
gestado en la misma España tras ser invadida por las tropas
napoleónicas en 1808. En principio, el vacío de poder creado al
abdicar el rey español Fernando VII al trono a favor de los
invasores franceses determinó la conformación de las
denominadas Juntas de Gobierno, tanto en España como en
América, con el objetivo de organizar la administración y la
resistencia tras la invasión. En América, estas Juntas de
Gobierno para los caso de Venezuela, Colombia, Chile y
Argentina, fueron los núcleos de gestación de la
independencia de estos territorios a partir de 1810.
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Por otro lado, la lucha de liberación española involucró a
representantes de los territorios americanos, y en ese proceso
se gestó todo un ideario político republicano y liberal, como el
derecho al autogobierno y a la soberanía popular, se fomentó
asimismo el nacionalismo, los cuales fueron acogidos en la
Constitución de Cádiz en 1812. La propia España, anotan
Cueto y Contreras, habría dado las ideas (nacionalismo y
liberalismo), la oportunidad (con las Juntas de Gobierno) e
incluso los líderes (la mayor parte de los caudillos militares
hispanoamericanos se formaron en España en la guerra contra
los franceses, entre ellos San Martín y Bolívar) para la
independencia de sus dominios.
En el debate para la elaboración de la Constitución de
Cádiz, que debería regir a todos los reinos del imperio
Español, se puso en el tapete el carácter de los territorios
americanos y sus habitantes. Los representantes americanos
lograron que estos territorios dejaran de ser consideradas en la
práctica como colonias y fueran asumidos como reinos, tan
igual, por ejemplo, como los reinos peninsulares de Castilla o
de Aragón, y a los criollos americanos como súbitos iguales a
los españoles, con el mismo derecho a ejercer altos cargos de
gobierno en sus patrias. Al liberarse España del yugo francés y
retornar el Rey Fernando VII en 1814, la Constitución de Cádiz
fue desconocida y se volvió al régimen político anterior a 1808.
Esto generó las protestas de los criollos americanos, protestas
que finalmente se tornaron en decididos movimientos
militares independentistas.
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mayor apoyo de las elites criollas de las ciudades sureñas, que
más bien se mostraron desconfiadas, ni de los indígenas que
por el contrario terminaron formando parte de las huestes del
virrey, fueron al poco tiempo aplastadas.
Hacia 1820, tanto el virreinato de Río de la Plata, luego
denominado Argentina, como Chile, habían conseguido su
independencia. En el Perú, mientras tanto, a pesar de la
prédica libertaria de algunos criollos, no se había constituido
un sólido liderazgo capaz de organizar la lucha militar contra
el dominio español. Como concuerdan la mayoría de los
historiadores, la elite criolla, conformada por ricos
hacendados, comerciantes y mineros, tanto de Lima como de
las otras regiones y ciudades importantes del Perú, a pesar de
sus desacuerdos con el gobierno colonial, se sentían más
ligados a los españoles —ya sea por la comunidad étnica y
cultural, como por cuestiones de interés puramente
económico— que a los indígenas que conformaban el grueso
de la población, y a los otros sectores populares, conformados
por negros esclavos y una diversidad de castas.
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La Bandera
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fue financiada por el Estado chileno gobernado entonces por
Bernardo O’Higgins.
No obstante, no era únicamente el interés político el que
movió a los vecinos del sur, también hubieron intereses
materiales. Los argentinos, por ejemplo, pretendían anexarse
el Alto Perú (la futura Bolivia), territorio que por un tiempo
formó parte del virreinato de Río de la Plata y en donde se
ubicaban las todavía ricas minas de Potosí. Los comerciantes y
agricultores chilenos, por su lado, también tenían objetivos
económicos centrados en restablecer la actividad comercial
con el Perú, tan beneficiosa para sus empresas.
San Martín y sus hombres partieron del puerto chileno
de Valparaíso rumbo al Perú el 21 de agosto de 1820 en 16
navíos capitaneados por el almirante inglés Lord Cochrane. De
acuerdo a los documentos revisados por Virgilio Roel, la
travesía se hizo sin mayores novedades, de manera que el 7 de
setiembre la escuadra estaba frente a la bahía de Paracas. A la
mañana siguiente se inició el desembarco de las tropas para
encaminarse inmediatamente a Pisco, puerto que fue ocupado
al atardecer y donde San Martín estableció el primer Cuartel
General
En el primer mes se inicio una serie de negociaciones con
los representantes del gobierno colonial en la villa limeña de
Miraflores a fin de encontrar alguna salida pacífica al conflicto,
por lo cual ambos bandos concordaron un armisticio temporal.
Los representantes del virrey, entre quienes se encontraba el
célebre criollo peruano Hipólito Unanue, ganado luego para la
causa independentista, plantearon que se respetaría la
constitución de Cádiz de 1812, en España pues una nueva
rebelión liberal le había quitado el poder al Rey. Para los
patriotas aquella medida ya no era suficiente pues lo que se
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buscaba era la Independencia de América. Los representantes
de San Martín propusieron entonces el establecimiento de una
monarquía en el Perú, que si bien sería ejercida por la rama
borbónica reinante en España, sería autónoma de esta. Las
negociaciones no pasaron a más y se dio fin al armisticio el 4
de octubre de 1820. La única salida que quedaba era la guerra.
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El sueño de San Martín
«Allí el mar no tiene tempestades, ni el cielo llora ni los hombres
acosan. Este lugar por lo aislado y apacible es favorito de los flamencos... El
héroe sintió un vago sopor... durmiose y soñó. Vio en su sueño, que hacia el
norte se eleva un gran país ordenado, libre, laborioso y patriota... fueron
poblándose los yermos arenales de edificios, los mares de buques, los
caminos de ejércitos. Muchedumbres inmensas caminaban febrilmente con
un ansia infinita de trabajo, y renovación... y cuando todo el pueblo se
había elevado, cuando el progreso y la libertad estaban dando su fruto vio
extenderse sobre la extensión ilimitada una bandera... Despertó y abrió los
ojos. Efectivamente, una bandada de aves de alas rojas y pechos blancos de
armiño se eleva a un punto cercano... El héroe se puso de pie. El ejército
estaba listo para la marcha... ¿Veis aquella bandada de aves que va hacia el
norte? —Si General, blancas y rojas dice Cochrane —Parecen una bandera
agregó Heras —Sí dijo San Martín. Son una bandera. La bandera de la
libertad que acabamos de sembrar.
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los colores que escogió reunir los de las dos naciones que
ayudaban con sus armas a libertar a su hermana; tomó así el
color rojo de la bandera de Chile y el blanco de la Argentina, y
con ellos combinó la bandera peruana.
Sin embargo, el argumento de Paz Soldán fue rebatido
por Jorge Fernández Stoll a mediados del siglo XX, quien a
partir de un estudio de mayor rigurosidad histórica y
utilizando sólidos argumentos del arte de la heráldica, llegó a
la conclusión de que San Martín no apeló a los colores de Chile
y Argentina para componer la bandera peruana. Según
Fernández Stoll la bandera argentina no ofrece para cualquier
combinación cromática más que el color azul, por ser
predominante en ella. Mientras que en la bandera chilena lo
esencial no son los colores que presenta, sino la forma y la
disposición de los elementos que la componen.
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El rojo y el blanco de la tradición castellana
El rojo y el blanco fueron durante siglos los colores
distintivos del reino de Castilla. A pesar de la que la bandera
española adoptó como colores oficiales el amarillo y el rojo en
1785, durante el reinado de Carlos III, esta no llegó a
imponerse definitivamente hasta muy entrado el siglo XIX
sobre los cuerpo militares castellanos, quienes en la época de
la emancipación continuaban usando aún las viejas banderas
de Castilla.
Rojas — anota Fernández Stoll— fueron siempre las
banderas con que cruzaron sus pechos los capitanes de los
célebres tercios castellanos en los campos de batalla de
Europa. Rojos y blancos fueron los uniformes de la famosa
Santa Hermandad embrión del ejército regular español de los
días de Isabel y Fernando. La más antigua bandera de Castilla,
que se conserva hasta hoy desde los siglos XV y XVI, trae un
aspa roja sobre campo blanco. Garcilaso nos cuenta que en la
batalla de Chupas, los soldados de Vaca de Castro llevaban
sobre el pecho sendas bandas rojas, mientras que los
almagristas las llevaban blancas.
Dada la postura monarquista de San Martín es posible
pensar que la selección del blanco y el rojo respondía a fin de
cuentas a la idea de representar cierta continuidad con la
tradición monárquica de la sociedad peruana aún después de
lograda la independencia. Esa tradición no se limitada a la
monarquía hispana, se extendía también a la tradición
imperial incaica. En ese sentido, San Martín y los criollos
peruanos conjugaron ambos simbolismos de colores, el
castellano y el incaico, en la bandera peruana.
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La forma de la primera bandera:
Así como la elección de los colores de la bandera no se
hicieron al azar y por puro gusto y capricho del general San
Martín, tampoco su forma y la disposición de los colores en
ella fueron asuntos arbitrarios. Como lo demuestra Fernández
Stoll, el aspa y la división según líneas diagonales que San
Martín adoptó para la bandera peruana, se consideraban en
España como alusivas a la dinastía real. El aspa es en
Heráldica la Cruz de San Andrés, llamada de Borgoña cuando
aparenta estar formada por dos leños rústicos sin desbastar,
como vemos en el escudo de armas concedido por Carlos V a
la ciudad de Trujillo. La cruz de Borgoña fue la principal
enseña española probablemente desde el siglo XI cuando la
Reina Doña Urraca casó con don Raimundo de Borgoña, de
donde descendieron todos los monarcas españoles, hasta los
reyes católicos en el siglo XV; y nuevamente desde el siglo
XVII por el matrimonio de la reina Doña Juana con Felipe,
Archiduque de Austria, nieto de Carlos el Temerario.
Todo indica entonces que al dividir los campos de la
bandera peruana siguiendo la línea de la cruz de Borgoña, San
Martín tenía como objetivo ligar, en el marco de la heráldica, la
nueva enseña peruana con los antiguos blasones de la dinastía
que deseaba entronizar en el Perú.
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Los primeros diseños:
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ellos, los que asestaron duros golpes al ejército realista en
Supe, Nievería y Pedreros, en el valle de Lima. Estos también,
bajo la inspiración y el coraje del capitán del ejército patriota
Francisco Vidal, derrotaron en Quilcamachay a Ricafort y al
propio Rodil en Huampaní, dos de lo más temibles oficiales
del bando realista. El general Miller en sus memorias del año
1821 anotaba que: “si el ejército libertador hubiese secundado
los esfuerzos de aquellas bandas de patriotas armados, apenas
puede dudarse que se habría terminado la guerra en pocas
semanas”. Otro destacado oficial patriota, el general Arenales,
afirmaba que la toma de Lima se hizo posible sólo por la
participación de los montoneros.
Nada más cierto, nos refiere Fernández Stoll, pues si la
escuadra libertadora bloqueaba el litoral, las guerrillas
patriotas asediaban estrechamente por tierra la capital. Los
montoneros no sólo provocaron el hambre, que agravó la
insalubridad de los días invernales, sino que privaron a la
ciudad de las grasas de los olivares y de los aceites de Bujama
que servían para el alumbrado, produciendo un verdadero y
dilatado oscurecimiento. Al derrotar a capitanes españoles tan
calificados como Ricafort y Rodil, causándoles perdidas graves
e inocultables, bloqueando gran parte de las comunicaciones
militares de los ejércitos realistas, impidiendo incluso la
iniciación de las negociaciones de Punchauca en la fecha
prefijada, los montoneros, con su pequeña pero eficaz
actividad bélica resultaron ser una de las causas por las cuales
La Serna creyó necesario abandonar Lima, e internarse en la
sierra. El virrey salió de la ciudad el 6 de julio de 1821 y, según
nos cuenta Paz Soldán, el Capitán Francisco Vidal hizo su
entrada en ella a las once del día, con sus aguerridas
montoneras, desfiló por la ciudad y formó su tropa frente al
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viejo Cabildo. Recién, una semana más tarde, desfiló solemne
y formalmente el ejército expedicionario a tomar cuarteles en
la ciudad.
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Oficio enviado por San Martín al cabildo, con
indicaciones sobre la bandera nacional
Excelentísimo señor: Debiendo ser el juramento de la Independencia de un
modo correspondiente a este acto augusto, y siendo uno de los medios de
solemnizarlo el presentarle al público el estandarte de la libertad con el que
ha de asegurar sus mas caros intereses y derramar por sostenerlo la última
gota de sangre; remito a V. E. el diseño de la bandera que provisionalmente
he señalado a este Estado, mientras que el gobierno que se establezca
determine el que sea conveniente, para que se saque públicamente por la
carrera acostumbrada con el respectivo acompañamiento, debiendo V.E.
para mayor estima del pueblo, ponerlo en mano de aquel individuo que a
juicio de V.E sea el más bemérito de la patria y más digno por sus servicios
a ella. Gustavo Pons Muzzo, Símbolos de la Patria, Colección
Documental de la Independencia del Perú, Tomo X, Lima, 1974.
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capitalina, en tanto que San Martín, así como sus altos
oficiales, lucían sus mejores galas. El baile cortesano se
prolongó hasta muy entrada la noche.
El 29 de julio la fiesta continuó. Por la mañana el
arzobispo Bartolomé María de Las Heras oficio un Tedeum, así
como también una misa de acción de gracias. Para estos actos
religiosos el mismo séquito del día anterior siguió, de ida y
vuelta, la ruta del palacio de los virreyes a la catedral
metropolitana. Después, los miembros del cabildo se
reunieron para prestar juramento a la Independencia. Por la
noche, con una manera de retribuir las atenciones de la
aristocracia criolla de Lima, San Martín organizó otro baile de
gala en los salones del palacio virreinal.
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La segunda bandera peruana
La primera bandera peruana creada por San Martín en
su Cuartel General de Pisco en Octubre de 1820, con la cual se
proclamó la independencia del Perú en Lima el 28 de Julio de
1821 y que fue la enseña tanto de las tropas peruanas del
ejército libertador como la de los montoneros en distintos
enfrentamientos con las huestes realistas, sólo existió hasta el
15 de marzo de 1822. Aquel día, el Supremo Delegado,
Marqués de Torre Tagle, apelando a las dificultades en la
confección de la bandera establecida por el generalísimo
ordenó que esta cambiara en su diseño. La nueva bandera, sin
renunciar a su original combinación cromática, adoptó la
forma de una faja blanca transversal entre dos encarnadas, con
un sol, también encarnado, sobre la faja blanca.
Probablemente el cambio en el diseño de la bicolor, más
allá de los argumentos de Torre Tagle sobre la dificultad en su
confección, respondió al marcado deterioro de la propuesta
sanmartiniana de que el nuevo Estado independiente
asumiera un gobierno monárquico y por tanto carecía ya de
propósito mantener una enseña cuyo modelo estaba
proyectada en su forma a servir de símbolo también para
algún futuro Rey. Una empresa en la cual San Martín
probablemente fue respaldo por un grupo de la aristocracia
criolla peruana que prefería este tipo de salida a un cruento
enfrentamiento, en el cual era previsible que sectores medios y
populares, conformado por indios, negros y mestizos,
agrupadas en las partidas montoneras serían decisivos para la
victoria independentista, abriendo así la posibilidad de
quitarle el monopolio del poder político a los criollos en la
nuevo Estado libre.
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La bandera peruana adopta su forma definitiva
Paradójicamente la nueva bandera estipulada por Torre
Tagle era muy similar a la bandera española, solamente se
diferenciaban en la faja central, que era amarilla en la enseña
de España y blanca en la peruana. Aquel parecido, en ese
contexto de guerra, resultó un grave peligro, ya que a la
distancia las embarcaciones o tropas de uno u otro bando no
podían identificarse claramente.
Una equivocación de este tipo acaeció en aquellos
mismos meses, como refiere el testimonio del comandante
colombiano Martín Guerrero, en un documento que aparece
en la compilación de Gustavo Pons Muzzo. El testimonio del
comandante refiere: ‘Una columna patriota debía unirse a su
batallón y divisando a lo lejos uno con bandera al parecer
peruana, se acercó la columna y sólo cuando estuvo muy
inmediata conoció el color amarillo muy descolorido, era
española; y esta tropa cayó prisionera’.
Para evitar otra peligrosa confusión, apenas dos meses
después del primer cambio en la forma de la bandera, el
propio Delegado Supremo marqués Torre Tagle dispuso una
nueva reforma de la enseña mediante decreto del 31 de mayo
de 1822, en la cual se disponía que ‘la nueva bandera tendría la
forma de tres listas verticales o perpendiculares, la del centro
blanca, y las de los extremos encarnadas con un sol también
encarnado sobre la lista blanca.
Tres años después el 26 de febrero de 1825, luego de
algunas sesiones secretas de los miembros del Congreso
Constituyente Peruano, se ratificó la forma de la bandera
establecida por Torre Tagle, y se indicó que ‘sería menester
poner en la bandera el escudo de armas que adoptó el
Congreso en la sesión del 24 de febrero de 1825, en lugar del
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que proviene del decreto provisorio de 1820. El nuevo escudo
también reemplazaría al sol encarnado dispuesto por Torre
Tagle.
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El Escudo
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El almirante inglés Basil Hall, describe a la bandera y el
escudo peruanos en la ceremonia de la Independencia
El 28 de Julio […], se celebraron ceremonias para proclamar y jurar la
independencia del Perú. Las tropas formaron en la plaza mayor, en cuyo
centro se levantaba un alto tablado, desde donde San Martín, acompañado
por el gobernador de la ciudad y alguno de los habitantes principales,
desplazó por primera vez la bandera independiente del Perú, proclamando
al mismo tiempo con voz esforzada: Desde este momento el Perú es libre e
independiente por la voluntad general del pueblo y por la justicia de su
causa que dios defiende. Luego batiendo la bandera exclamó: ¡Viva la
patria! ¡Viva la independencia! ¡Viva la libertad! Palabras que fueron
recogidas y repetidas por la multitud que llenaba la plaza y se hacían salvas
de artillería entre aclamaciones tales como nunca se había oído en Lima. La
nueva bandera peruana representa al sol naciente apareciendo por sobre los
andes, vistos detrás de la ciudad, con el río Rímac bañando su base. Esta
divisa, con un escudo circundado de laurel, ocupa el centro de la bandera,
que se divide diagonalmente en cuatro piezas triangulares: dos rojas y dos
blancas‘’. Basil Hall: “El Perú en 1821”. En: Relaciones de viajeros, Vol.
1, Colección Documental de la Independencia del Perú , Tomo XXVII,
Lima, 1971.
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Lima durante la independencia de 1821:
impresiones de un viajero.
La población de Lima llega a las 70,000 almas, compuesta de las siguientes
clases y proporciones: como 25,000 españoles; 2,500 monjes, monjas y clero
secular; 15,000 mulatos; 15,000 esclavos; 7,200 mestizos y 5,000 indios.
Los españoles son ahora casi todos criollos, pues los chapetones (nacidos en
España) han salido del país en su mayoría. Los monjes y religiosas que
tanto abundan disminuirán bajo el nuevo orden de cosas, y no hay duda
que los patriotas ya habrán averiguado la cantidad a que ascienden sus
rentas. Han pasado muchos años desde que el Perú ha importado negros,
pues el número que tienen basta para el cultivo de caña de azúcar, café y
cacao, productos que se les encomienda. En cuanto a las minas, los trabajos
los hacen los indios, que soportan mejor el frío de las sierras que el negro, a
quien casi no se emplea en ellas. Algunas haciendas azucareras cercanas a
Lima, trabajan hasta con quinientos negros. Pero desde la entrada de San
Martín, con su ofrecimiento de liberar a los negros que engrosaran sus
filas, como también de liberar a todos los niños de esa raza que nacieran a
partir de esa fecha, ha disminuido el número de peone negros, y dentro de
algunos años, el negro de pura raza habrá desaparecido. Alexander
Caldcleug: “El Perú en vísperas de la jura de la independencia”. En:
Relaciones de viajeros, Vol. 1, Colección Documental de la
Independencia del Perú , Tomo XXVII, Lima, 1971.
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De acuerdo al acta de aquella sesión congresal José
Gregorio Paredes propuso ‘un Escudo de Armas dividido en
tres partes, por una línea perpendicular con los siguientes
geroglifos. En la parte de mano derecha una vicuña mirando al
centro del Escudo, en la de la izquierda el árbol de la cascarilla
y en la parte inferior y más pequeña que las anteriores una
cornucopia derramando monedas, y en términos muy
análogos manifestó la propiedad de las alusiones hacia la
república por significarse con ellas las riquezas del Perú con
los tres Reinos Mineral, Vegetal y Animal’
La ley de creación de este nuevo escudo aprobado por el
Congreso, fue decretada al siguiente, 25 de febrero de 1825,
por el Encargado del Supremo Mando del Perú, Simón
Bolívar. Aquel decreto consignaba los colores
correspondientes a los campos del escudo. El primero azul
celeste, a la derecha, donde va la imagen de la vicuña; el
segundo blanco, a la izquierda, donde esta ubicada la Quina; y
el tercero rojo, en la parte inferior, donde va la Cornucopia.
Algunas referencias documentales de Gustavo Pons
Muzzo indican que el proyecto de Paredes no fue el único,
pero el pleno del Congreso optó finalmente por este. La
elección de estas tres figuras para conformar el escudo de
armas responden, de acuerdo a Fernández Stoll, a que el
Congreso de 1825 estaba compuesto en gran parte por
personajes conocedores de las doctrinas naturistas difundidas
desde las obras de Rousseau y de los Enciclopedistas
franceses, así como por las célebres expediciones científicas de
Von Humboldt. El propio Paredes era médico formado en la
Universidad de San Marcos y el Colegio de Medicina de San
Fernando y catedrático en este último, donde comenzó a
estudiarse con cierto interés estos asuntos.
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Estos naturalistas imbuidos además en el credo Ilustrado
de tendencia antimonárquica y defensora de la razón humana
sobre los dictados divinos en torno al conocimiento sobre el
hombre y la naturaleza y las posibilidades de su
transformación provechosa, lograron sintetizar en el nuevo
símbolo, por medio de las imágenes de las riquezas naturales,
los elementos que representan a la patria peruana. Idea ya
trazada antes por la Sociedad de Amantes del País y difundida
por el Mercurio Peruano. La identificación de la patria
peruana por medio de estos elementos naturales se relacionó
además a las posibilidades de progreso efectivo por el buen
uso que se les diera, después de todo eran las ‘riquezas
naturales’.
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Las imágenes del Escudo
La Vicuña: Sagrada por su finura y por su independencia, es una muestra
de tranquilo valor. De los machos, que entre los animales llevan sus
hembras en tropeles, es el único que no corre más que ellas para salvarse en
los peligros, sino que las hace fugar mientras queda sólo, dando cara a la
muerte. Ni bestia servil, ni animal de doméstico provecho, jamás cautivo, es
el fino y valiente señor de nuestras soledades.
52
como suspendida verticalmente del centro del emblema, en
proporciones harto menores que las figuras laterales, siendo
las monedas casi invisibles.
Para Cabello, aquel diseño presentaba serias dificultades
para que en la acuñación de monedas y sellos, la cornucopia y
las monedas derramadas aparecieran con nitidez. Por lo cual
dada su basta experiencia como grabador y a pesar de la
oposición del dibujante Cortes, decidió forjar el escudo
basándose en un diseño que cortaba el ancho del escudo por la
mitad, eliminado la partición en forma de triángulo, para así
diseñar cómodamente la cornucopia como hoy la vemos. No
obstante, las imágenes de los escudos del siglo XIX suelen
presentar a la cornucopia vertiendo las monedas a veces a la
derecha y otras a la izquierda.
54
4
El Himno
La marcha nacional
De acuerdo a los testimonios de algunos viajeros
europeos del siglo XIX que estaban de paso por la ciudad de
Lima y las investigaciones del historiador Carlos Raygada,
cuando San Martín hizo su ingreso a la ciudad de Lima en
Julio de 1821, se entonaban ya varios cánticos de sentido
patriótico y raigambre popular, compuestos espontáneamente
por músicos y poetas, en gran parte mestizos y criollos de
estratos medios y pequeña fortuna, dedicados además del arte
de escribir y componer a otros oficios, cuyo ideario patriótico
y republicano era expresado con mayor vehemencia que la
aristocracia criolla.
A ciencia cierta no se sabe cuantos de estos cantos fueron
compuestos, tampoco se sabe el nombre de sus autores. Los
versos completos de uno de esos cantos patrióticos fueron
rescatados del olvido por el Capitán de Caballería José
Hipólito Herrera, en su libro El Álbum de Ayacucho. Colección de
los principales documentos de la guerra de la Independencia del Perú
y de los cantos de victoria y poesías, relativas a ella, publicado en
1862. Este canto, obsérvese, contiene como primera estrofa a la
misma de nuestro actual himno nacional, aunque el coro y las
55
demás estrofas son distintos. Estos fueron los versos de
aquella canción:
CORO
I
Largo tiempo el peruano oprimido
La ominosa cadena arrastro;
Condenado a una cruel servidumbre
Largo tiempo en silencio gimió.
Mas apenas el grito sagrado
Libertad, en sus costas sonó,
La indolencia de esclavos sacude
La humillada cerviz levantó.
II
No es tan grata tras negra borrasca
La presencia brillante del sol,
Como fue la llegada del Héroe,
Que de Maypu en los llanos triunfó.
Por doquier un ruido de alarma
Asustado el tirano escuchó,
Y volar de los libres el campo
Por do quier sus soldados miró.
III
En la tumba del Inca inocente
Esta voz se sintió resonar,
¡Que no more en su seno un tirano
madre ilustre de Manco Capac!
Y los hijos del Sol encendidos
De amor patrio en el fuego sagrado,
O morir entre ruinas envueltos,
56
O cobrar sus derechos juraron.
IV
Todos marchan alegres a unirse
A los bravos del cinco de Abril,
Todos arman la diestra, y sacuden
De sus cuellos el yugo servil
La victoria su marcha precede;
¿Quién su esfuerzo podrá resistir?
Cada ataque es un nuevo trofeo,
Cada choque es un lauro gentil
V
Cual la bella aurora levanta
De entre sombras risueña la faz,
Y a su vista las negras tinieblas
Con presteza se ve disipar;
Al respecto benéfico y grato
De la amada, feliz libertad,
Pávido huye el atroz despotismo,
Y con él la ignorancia se va.
VI
Ved cuan bella hoy al mundo renace
Del Sol la hija con noble esplendor,
En sus sienes diadema de gloria,
Y a sus plantas el yugo español;
No ajará más su suelo opulento
La insolencia de injusto opresor;
La crueldad, la barbarie y perfidia
No alzará su semblante feroz.
VII
Tornará de Saturno el reinado
A la sombra del gran Protector;
De las artes y ciencias la antorcha
Lucirá en esta inmensa región.
Bajarán de la esfera celeste
Igualdad, libertad y la unión,
57
Y en la tierra de Febo querida
Fijarán su sagrada mansión.
58
El certamen de la elección de la marcha nacional
La fecha límite para la presentación de las composiciones
de los concursantes fue el 18 de septiembre de 1821. Las
investigaciones realizadas por Carlos Raygada indican que el
15 de septiembre, tres días antes de cumplirse el plazo, San
Martín decidió prorrogarlo hasta el 28 de ese mismo mes. No
obstante, aquella prórroga no fue tenida en cuenta por los
concursante quienes decidieron presentar sus obras el lunes 17
de septiembre. Aquel día, en el Salón del ciudadano argentino
José de Riglos, ante un auditorio presidido por el Libertador,
fueron ejecutas las siete piezas compuestas para el certamen,
con el respectivo canto de sus versos.
Los seis participante fueron: el músico mayor del
batallón Numancia, los maestros Huapaya, Tena, Filomeno,
fray Cipriano de Aguilar y Bernardo Alcedo, quien presentó
dos composiciones. La ejecución musical fue hecha en el clave,
un instrumento parecido a los pianos de media cola, de
sonoridad suave y penetrante, indispensable para interpretar
la música de los siglos XVI y XVII, pero que en la Lima del XIX
aún seguía vigente.
De acuerdo al exhaustivo estudio de Raygada, el
Protector al no encontrar entre las siete piezas escuchadas una
marcha de su entero gusto, resolvió adoptar, provisoriamente
y de facto, la presentada en último término por Alcedo. La
decisión, sugiere el propio Raygada, se debió al parecer a que
aquel compás ya había sido escuchado anteriormente por San
Martín, por lo tanto en esta segunda audición su belleza
melódica e impulso dinámico le parecieron más convincentes.
Técnicamente, entre los compositores, es usual que una
primera audición no despierte el entusiasmo esperado, una
impresión que en muchos casos mejora en las siguiente
59
audiciones. En música pues, al parecer, la primera impresión
no es la que necesariamente vale.
CORO
¡Somos libres! ¡seámoslo siempre!
Y antes niegue sus luces el Sol,
Que faltemos al voto solemne
Que la patria al eterno elevó.
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I
Ya el estruendo de broncas cadenas,
Que escucharon tres siglos de horror
De los libres, al grito sagrado
Que oyó atónito el mundo, cesó.
Por doquier San Martín inflamado,
¡Libertad! ¡libertad! Pronunció;
Y meciendo su base los Andes,
La enunciaron también a su voz.
II
Con su influjo los pueblos despiertan
Y cual rayo, corrió la opinión,
Desde el istmo, a las tierras del fuego,
Desde el fuego a la helada región.
Todos juran romper el enlace,
Que natura a ambos mundos negó,
Y quebrar ese cetro que España
Reclinaba orgullosa en los dos.
III
Lima cumple ese voto solemne,
Y severa su enojo mostró
Al tirano impotente lanzando,
Que intentaba alargar su opresión.
A su esfuerzo, saltaron los hierros
Y los surcos que en sí reparó
Le atizaron el odio y venganza
Que heredó de su Inca y señor.
IV
Compatriotas, no más verla esclava
Si humillada tres siglos gimió,
Para siempre jurémosla libre
Manteniendo su propio esplendor.
Nuestros brazos hasta hoy desarmados,
Estén siempre cebando el cañón,
Que algún día las playas de Hespería,
Sentirán de su estruendo el terror
61
V
Excitemos los celos de España,
Pues presiente con mengua y furor,
Que en concurso de grandes naciones
Nuestra patria entrará en parangón.
En la lista que de estas se forme
Llenaremos primero el renglón,
Que el tirano ambicioso de Iberia
Que la América toda asoló.
VI
En su cima los Andes sostengan
La bandera o pendón bicolor,
Que a los siglos anuncie el esfuerzo
Que ser libre por siempre nos dio.
A sus sombras vivamos tranquilos,
Y al nacer por sus cumbres el sol
Renovemos el gran juramento
Que rendimos al Dios de Jacob.
63
titulada Filosofía elemental de la música que, para los
especialistas de la época, era un trabajo que armonizaba sus
vastos conocimientos con una ajustada orientación didáctica.
Además de la Marcha Nacional, Alcedo compuso la
música de varios cantos populares como La Chicha, La Pola, La
Cora, también marchas militares inspiradas en la lucha
independentista y dirigida a las tropas como: Canción a la
batalla de Ayacucho y el Himno Guerrero. Sus obras de sentido
religioso son también numerosas. Una de sus últimas
aventuras musicales fue colaborar decididamente con el
maestro Claudio Rebagliati en la restauración de la partitura
original de la Marcha Nacional, trabajo culminado en 1869,
casi cincuenta años después de haber compuesto la versión
original. El maestro Alcedo murió el 28 de diciembre de 1878.
LA CHICHA
Coro
Patriotas el mate
de chicha llenad
y alegres brindemos
por la libertad
I
Cubra nuestras mesas
el chupe y quesillo,
el ají amarillo
y el celeste ají.
Y a nuestras cabezas
la Chicha se vuele,
la que hacerse suele
de maíz o maní.
II
Esta es más sabrosa
que el vino y la cidra
que nos trajo la hidra
para envenenar.
Es muy espumosa
y yo la prefiero
65
a cuanto el Ibero
pudo codiciar.
III
El Inca usaba
en su regia mesa,
con que ahora no empieza,
que es inmemorial.
Bien puede el que acaba
pedir se renueve
el poto en que bebe
o su caporal.
IV
El sebiche venga,
La guatía en seguida,
que también convida
y escita a beber.
Todo Indio sostenga
con el poto en mano
que a todo tirano
ha de aborrecer.
V
¡Oh licor precioso,
tú licor peruano,
licor sobrehumano,
mitiga mi sed!
¡Oh néctar sabroso
de color del oro,
del indio tesoro,
patriotas bebed!
VI
Sobre la jalea
del ají untada
con mano enlazada
el poto apurad.
Y este brindis sea
66
el signo que damos
a los que engendramos
en la libertad
VII
Al cáliz amargo
De tantos disgustos
sucedan los gustos,
suceda el placer.
De nuestro letargo
a una despertamos
y también logramos
libres por fin ser.
VIII
Gloria eterna demos
al héroe divino
que nuestro destino
cambiado ha por fin.
Su nombre grabemos
en el tronco bruto
del árbol que el fruto
debe a San Martín
67
poco después de haber sido elegido diputado y antes de que
asumiera la función legislativa.
71
espontáneamente en los años de lucha independentista, y con
los cuales se le dio la bienvenida al General San Martín a su
ingreso a Lima, en Julio de 1821. A ciencia cierta nadie sabe
quien fue su autor. Tampoco se sabe como es que estos versos
fueron incluidos dentro de la Marcha Nacional escrita por de
la Torre Ugarte y musicalizada por Alcedo.
Durante el siglo XIX varios maestros de música y canto
publicaron, al menos en una docena de obras, la partitura y los
versos del Himno Nacional (fueron ellos los primeros en
adoptar este nombre). Algunos de ellos incluían como primera
estrofa el popular ‘Largo tiempo el peruano oprimido...’, otros,
fieles a la letra original, optaban por considerar como primera
estrofa a la que inicia con ‘Ya el estruendo de broncas cadenas... ’.
Además de estos cuadernillos de música y canto,
restringido a grupos pequeños, una versión del Himno
nacional con la primera estrofa escrita por de la Torre Ugarte:
‘Ya el estruendo de broncas cadenas..., apareció en la voluminosa
obra Hipólito Herrera, el Álbum de Ayacucho , publicado en
1862. No obstante, por sus características, esta obra también
estaba destinada a un restringido grupo de lectores.
Obras de mayor difusión fueron los denominados
Catecismo patriótico y Catecismo cívico, utilizados en las escuelas
elementales de la capital, para la enseñanza de la lectura de los
niños, así como para su educación en valores cívicos y
patrióticos. Una de estas obras fue publicada en 1853 por
Francisco de Paula Vigil para el uso de las escuelas de El
Callao, aquel Catecismo patriótico, incluía entre sus páginas el
himno con cuatro estrofas, siendo la primera: ‘Largo tiempo el
peruano oprimido...’.
Quizá fue a través de estos catecismos que, desde las
escuelas elementales a donde asistían básicamente los niños de
72
los sectores populares, se forjó la práctica de cantar como
primera estrofa del himno nacional el ‘Largo tiempo el peruano
oprimido...’. A través de ellos además se popularizó el nombre
de Himno Nacional que reemplazó al de Marcha Nacional. El
Estado por su parte imprimió miles de estas pequeñas
publicaciones, las cuales eran entregadas en forma gratuita a
los escolares. El himno con esta estrofa, como veremos más
delante, fue finalmente oficializado en 1913, durante el
gobierno de Guillermo Billinghurst y ratificado en 1950 por
sugerencia de José María Arguedas.
74
uno de los que motivo a Rebagliati a iniciar su cruzada. Todo
sugería que el veredicto de la Comisión sería favorable a los
propósitos del compositor italiano.
Sin embargo surgieron algunos inconvenientes que
demoraron el fallo final. El principal de todos fue la
inexistencia de algún ejemplar de la publicación de 1869 que
contenía la partitura restaurada por Rebagliatí con aprobación
del maestro Alcedo. En agosto de 1900 el anciano músico
Francisco Filomeno, aportó finalmente una cartina de puño y
letras del propio Alcedo que databa de 1836, y que se ajustaba
a la composición restaurada por Rebagliati, que fue decisiva
para el veredicto final de la Comisión nombrada por el
gobierno.
Unos días antes, el 25 de Julio, según informa Carlos
Raygada, ‘lo más nutrido y lo más calificado de la sociedad de
Lima, resolvió, antes que el gobierno, el estreno público del
himno restaurado por Rebagliati, en una velada en homenaje a
la memoria del coronel Bolognesi, y que tenía como propósito
incrementar los fondos destinados a la edificación del
monumento al héroe de Arica’. La función se efectuó en el
teatro Politeama, el más grande de la ciudad.
Finalmente, el 8 de Mayo de 1901, el gobierno, ante el
favorable fallo de Comisión especial presidida por Valle
Riestra, aprobó la restauración del himno peruano elaborado
por el maestro Rebagliati. Como anota Raygada en el primer
tomo de su obra: ‘es a través de la restauración de Rebagliati
que la generación que va con el siglo XX conoce el Himno
Nacional’.
75
El aporte técnico y estilístico de Rebagliati a la
partitura del Himno Nacional
La actitud renovadora de Rebagliati se manifiesta rotundamente y sin
contemplaciones, comenzando por eliminar la retórica Introducción de
Alcedo. Aquellos dieciséis compases eran absolutamente superfluos y
carecían de interés musical. Pero el concepto de Introducción era justo en
Alcedo: el Himno necesitaba unos compases previos a su vibrante entrada.
Rebagliati, autorizado por el ejemplo del autor y luego por él aprobado, se
encarga de imponer ‘una nueva Introducción’ de su propia iniciativa
musical, consistente en sólo dos compases integrados por la repetición de la
nota dominante en toques de trompeta y trombones (o simples octavas de
piano), que ejercen una especialísima sugestión preparatoria y cumplen su
finalidad con extraordinaria eficacia, debido principalmente a su diseño,
que es la célula temática del propio coro, a saber, corchea con punto-
semicorchea-negra. Esta innovación debe considerarse como uno de los más
notables aciertos de Rebagliati, que supo encontrar en el material propio de
Alcedo los elementos necesarios para acentuar el efecto emocionante de la
triunfal entrada del Coro. Carlos Raygada, Historia crítica del Himno
Nacional del Perú, Tomo I, 1954.
76
elevación de su objeto, tiene, bajo el punto de vista de la forma
literaria, notables defectos no difíciles de corregir’. Sin
embargo la prensa capitalina, y principalmente el diario “El
Comercio”, generó una opinión completamente desfavorable a
la iniciativa de estos poetas, por lo cual, poco después tuvieron
que renunciar a sus intenciones.
No obstante, casi tres décadas después, en 1901, el
propio Estado bajo el gobierno del presidente Romaña,
autorizó el cambio de los versos, paradójicamente en la misma
Resolución Suprema del 8 de mayo de 1901 que aprobaba la
restauración musical hecha por Claudio Rebagliati. Aquella
Resolución indicaba en la última parte de su texto lo siguiente:
‘Por cuanto es indispensable variar la parte literaria del himno,
por ser de gusto anticuado y por las inconveniencias que
contiene no propias ya de esta época en que el Perú se
encuentra en paz con todas las naciones: dispone: Convóquese
a un concurso literario, para proveer a esta necesidad’. Los
participantes podían entregar sus versos, firmados con
seudónimos, hasta el 30 de noviembre de 1901; y el fallo final
sería emitido antes del 31 de diciembre de ese mismo año.
Algunos sectores reaccionaron prontamente a esta
iniciativa. El diario “El Comercio” fue nuevamente uno de los
defensores de los versos que se cantaban tradicionalmente.
Pero, a diferencia del siglo XIX, la postura de sus directivos, a
la vez que indicaba su desacuerdo, no pretendía que el Estado
diera marcha atrás, aunque proponía que al menos se
conservara el coro original. En una de sus notas editoriales se
decía:
Himno Nacional
Versos de José Santos Chocano
CORO
79
tendrá siempre, en altares de luz
cual si fuesen dos rayos de gloria,
dos espadas formando una cruz
80
espontáneos en medio de la atmósfera moral de un estado
político patológico, y los refinamientos de toda literatura
adelantada jamás, o muy raras ocasiones, han sabido crearlos
de modo que hieran instantáneamente las fibras nerviosas de
las multitudes exaltadas, manteniendo en los espíritus su
virtud para constituirlos en permanentes’.
81
En un principio, el proyecto de intangibilidad fue
aprobado en octubre de 1910 por una comisión especial del
Senado, que al igual que Cesar del Río, no consideraba
oportuno cambiar los versos del himno pues este ‘expresa el
sentir de nuestros conciudadanos, en la época en que se
produjo y no sería posible sin desvirtuarlo, estar alterando su
letra en relación con las circunstancias, por mucho que se crea
que la nueva letra que se intenta dar, es de más elevado
carácter de la que actualmente tiene, y más en armonía con la
opinión y el pensamiento del pueblo peruano’.
No obstante, el debate en el Pleno duró hasta fines de
1912. La demora se debió en parte, tal y como había ocurrido
en 1901 con la partitura, a la inexistencia manuscrita o impresa
de los versos originales de la Torre Ugarte. El Parlamento
finalmente optó por usar los versos que fueron publicados en
1869 en la obra Filosofía Elemental de la Música, escrita por el
maestro Alcedo. Cuya trascripción les fue remitida por el
entonces director de la Biblioteca Nacional, Manuel González
Prada.
Finalmente, el 25 de octubre de 1912, el proyecto de ley
de intangibilidad de los versos y la partitura del himno
nacional de 1821 fue aprobado por el Congreso. Con esto, se
anulaba el propósito de reconocer como versos del himno los
escritos en 1901 por José Santos Chocano.
Sin embargo, como anota Carlos Raygada, los miembros
de la Comisión de redacción del Senado y de la Cámara de
Diputados, al consignar en el artículo 4to. de la ley la letra del
himno, optaron por incorporar como `primera estrofa los
discutidos versos que comienzan con el ‘Largo tiempo el peruano
oprimido...’, que de acuerdo a la documentación existente no
82
fue escrita por José de la Torre Ugarte. Se eliminó además la
quinta estrofa del poema original, cuyos versos son:
CORO
¡Somos libres! ¡Seámoslo siempre!
Y antes niegue sus luces el Sol,
Que faltemos al voto solemne
83
Que la patria al eterno elevó.
84
Si humillada tres siglos gimió,
Para siempre jurémosla libre
Manteniendo su propio esplendor.
Nuestros brazos hasta hoy desarmados,
Estén siempre cebando el cañón,
Que algún día las playas de Hespería,
Sentirán de su estruendo el terror
85
arbitrariedad —contradictoria a su expreso propósito— de
omitir la quinta estrofa original de don José de la Torre Ugarte,
e incurrió en una segunda y más grave al integrar como
primera estrofa a una que nunca fue escrita por el autor del
himno.
Propusieron entonces devolverle al himno sus originales
versos, incluyendo el quinto: ‘Excitemos los celos de España...’, y
eliminando, aunque de forma gradual, el ‘Largo tiempo el
peruano oprimido...’ Sus razones para esto último eran, de
manera textual: a) por no haber sido escrita por el autor de la
letra del himno, b) por su deficiente calidad literaria, que
incluso comprende el absurdo verso que dice ‘Largo tiempo en
silencio gimió’, c) por su carácter depresivo y humillante; d) por
ser innecesaria.
La postura de Tauro del Pino y de Raygada, no obstante,
no fue apoyada por parte de la intelectualidad peruana de
entonces. La crítica más certera a los propósitos de ambos
historiadores provino de la pluma de José María Arguedas,
escritor indigenista, a la sazón Jefe de la Sección Despachos y
Bellas Artes del Ministerio de Educación, desde donde
propuso finalmente que los verso del himno se mantuvieran
tal y como lo declaró la Ley 1801, de 1913, dado que los
planteamientos de Tauro del Pino y Raygada, a pesar de su
documentada investigación, atentaban contra la tradición
popular en la entonación del himno nacional. Transcribimos
aquí parte de los argumentos de Arguedas, que finalmente
fueron los que definieron la postura del gobierno:
A manera de conclusiones
La historia de los símbolos de la patria esta ligada al
proceso fundacional de la nación peruana, que se inicia con la
guerra por la independencia. La bandera, el escudo, la
escarapela y el himno, fueron creados para representar a la
patria liberada del dominio español. Sus creadores,
pretendieron dotar a estos símbolos de los elementos más
característicos del Perú y perennizar al mismo tiempo la gesta
patriótica de liberación. Colores, imágenes, versos y música,
fueron cuidadosamente definidos con esos propósitos.
La creación de los símbolos estuvo en manos de la elite
criolla en el poder. No obstante, el pueblo limeño, por la
incontenible fuerza de la costumbre, impuso la primera estrofa
del himno. Esta primera estrofa representa otro aporte de los
sectores populares a la cultura nacional.
Los símbolos patrios fueron objeto de algunos cambios
en los primeros años republicanos, como producto de las
pugnas políticas de los gobernantes y como resultado del paso
87
del tiempo. El Himno Nacional fue el último de los símbolo en
ser moldeado de forma definitiva, recién al comenzar la
segunda década del siglo XX. No obstante, en los últimos
meses, se ha resucitado el debate sobre el origen de los versos
de la primera estrofa. Aunque se sabe que estos versos no
corresponden a la letra original, ha sido la tradición popular la
que en definitiva la impuso. Recientemente el Tribunal
Constitucional ha emitido una resolución en la cual se indica
que debe incluirse la quinta estrofa de la versión original y
respetar la tradicional: “Largo tiempo…”.
88
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