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CapiTuLo 3 El eclipse de la familia Constatemos para empezar un hecho obvio: los nifios siempre han pasado mucho mis tiempo fue- ra de la escuela que dentro, sobre todo en sus pri- meros afios. Antes de ponerse en contacto con sus maestros ya han experimentado ampliamente la influencia educativa de su entorno familiar y de su medio social, que seguira siendo determinante —cuando no decisivo— durante la mayor parte del periodo de la ensefianza primaria. En la familia el nifio aprende —o deberfa aprender— aptitudes tan fundamentales como hablar, asearse, vestirse, obe- decer a los mayores, proteger a los mas pequefios (es decir, convivir con personas de diferentes eda- des), compartir alimentos y otros dones con quie- nes les rodean, participar en juegos colectivos ‘res- petando los reglamentos, rezar a los dioses (si la familia es religiosa), distinguir a nivel primario lo que est bien de lo que est4 mal segiin las pautas de la comunidad a la que pertenece, etc. Todo ello conforma lo que los estudiosos llaman «socializa- cién primaria» del ne6fito, por la cual éste se con- vierte en un miembro més o menos estandar de la sociedad. Después la escuela, los grupos de amigos, el lugar de trabajo, etc., llevaran a cabo la sociali- 56 EL VALOR DE EDUCAR zacién secundaria, en cuyo proceso adquirira co- nocimientos y competencias de aleance mas espe- cializado. Si la socializacién primaria se ha reali- zado de modo satisfactorio, la socializacién secun- daria sera mucho més fructifera, pues tendré una base s6lida sobre la que asentar sus ensefianzas; en caso contrario, los maestros o compafieros debe- ran perder mucho tiempo puliendo y civilizando (es decir, haciendo apto para la vida civil) a quien deberfa ya estar listo para menos elementales aprendizajes. Por descontado, estos niveles en la socializacién y el concepto mismo de «socializa- cién» no son tan placidamente nitidos como la.or- todoxia sociolégica puede inducirnos a pensar. «modo bastante distinto a como luego tiene lugar el aprendizaje escolar: el clima familiar esta reca- Jentado de afectividad, apenas existen barreras distanciadoras entre los parientes que conviven juntos y la ensefianza se apoya més en el contagio yien la seduccién que en lecciones objetivamente ‘Qstructuradas. Del abigarrado y con frecuencia hostil mundo exterior el nifio puede refugiarse en la familia, pero de la familia misma ya no hay es- cape posible, salvo a costa de un desgarramiento traumAtico que en los primeros afios practica- mente nadie es capaz de permitirse. El aprendi- zaje familiar tiene pues como trasfondo el mas eficaz de los instrumentos de coaccién: la amena- za de perder el carifio de aquellos seres sin los que uno no sabe atin cémo sobrevivir. Desde la més tierna infancia, la principal motivacién de nuestras actitudes sociales no es el deseo de ser amado (pese a que éste tanto nos condiciona tam- bién) ni tampoco el ansia de amar (que sdlo nos EL ECLIPSE DE LA FAMILIA aa seduce en nuestros mejores momentos) sino el miedo a dejar de ser amado por quienes mAs cuen- tan para nosotros en cada momento de la vida, los padres al principio, los compaiieros luego, aman- tes més tarde, conciudadanos, colegas, hijos, nie- tos... hasta las enfermeras del asilo o figuras equi- valentes en la ultima etapa de la existencia. El afan de poder, de notoriedad y sobre todo de di- nero no son mas que paliativos sobrecogidos y an- helosos contra la incertidumbre del amor, inten- tos de protegernos frente al desamparo en que su eventual pérdida nos sumirfa. Por eso afirmaba Goethe que da més fuerza saberse amado que sa- berse fuerte: la certeza del amor, cuando existe, nos hace invulnerables. Es en el nido familiar, cuando éste funciona con la debida eficacia, don- de uno paladea por primera y quizé tltima vez la sensacién reconfortante de esta invulnerabilidad. Por eso los nifios felices nunca se restablecen’ to- talmente de su infancia y aspiran durante el resto de su vida a recobrar como sea su fugaz divinidad originaria. Aunque no lo logren ya jamds de modo perfecto, ese impulso inicial les infunde una con- fianza en el vinculo humano que ninguna desgra- cia futura puede completamente borrar, lo mismo que nada en otras formas de socializacién consi- gue sustituirlo satisfactoriamente cuando no exis- ti6 en su dfa. Me refiero a una cosa rara, rarisima, quiz4 en cierto modo perversa, los nifios felices, no los nifios mimados o superprotegidos. Puede que se trate de un ideal inalcanzable en referencia al cual sélo pueden existir grados de aproximacién, nunca la perfeccién irrebatible (también la felicidad familiar es una de esas capacidades abiertas de las que ha- 58. EL VALOR DE EDUCAR blébamos en el capitulo precedente). En cualquier caso, tal es el ideal que justifica a la familia y tam- bién lo que mas la compromete. La educacién fa- miliar funciona por via del ejemplo, no por sesio- nes discursivas de trabajo, y est4 apoyada por ges- tos, humores compartidos, habitos del corazén, chantajes afectivos junto a la recompensa de cari- cias y castigos distintos para cada cual, cortados a nuestra medida (o que configuran la medida que nos va a ser ya siempre propia). En una palabra, este aprendizaje resulta de la identificacién total con sus modelos o del rechazo visceral, patolégi- camente herido de los mismos (no olvidemos, jay! que abundan mas los nifios infelices que los feli- ces), nunca de su valoracién critica y desapasiona- da. La familia brinda un ment lectivo con minima _ onula eleccién de platos pero con gran condimen- to.afectivo de los que se ofrecen. Por eso lo que se aprende en la familia tiene una indeleble fuerza persuasiva, que en los casos favorables sirve para ‘elacrisolamiento de principios moralmente esti- mables que resistiran luego las tempestades de la vida, pero en los desfavorables hace arraigar pre- juicios que més tarde seran casi imposibles de ex- tirpar. Y claro est que la mayor parte de las veces ptincipios y prejuicios van mezclados de tal modo :’queni siquiera al interesado, muchos afios mds tarde, le resulta sencillo discernir los unos de los © ONS .ann.. ie + _.u=JEn cualquier caso, este protagonismo para bien y-para mal de la familia en la socializacién prima- ria de los individuos atraviesa un indudable eclip- se en la mayoria de los paises, lo que constituye un serio problema para la escuela y los maestros. Asi se refiere a los efectos de esta mutacién Juan Car- EL ECLIPSE DE LA FAMILIA 59 los Tedesco: «Los docentes perciben este fenémeno » cotidianamente, y una de sus quejas mds recurren+ ' tes es que los nifios acceden a la escuela con.un ni- cleo basico de socializacién insuficiente para enca- rar con éxito la tarea de aprendizaje. Para decirlo muy esqueméticamente, cuando la familia sociali- zaba, la escuela podia ocuparse de ensefiar. Ahora que la familia no cubre plenamente su papel’so- cializador, la escuela no sélo no puede efectuar'su tarea especifica con la tarea del pasado, sino. que comienza a ser objeto de nuevas demandas para las cuales no est preparada.»| El ‘grito provocador de André Gide"—«;familiasy 68 odiol»— que tanto eco tuvo en aquellos afios sesenta propensos a las comunas y el vagabundeo, parece haber sido susti- tuido hoy por un suspiro discretamente murmura- do: «familias, os echamos de menos...». Cada vez con mayor frecuencia, los padres y otros familiares a cargo de los nifios sienten desdnimo o descon- cierto ante la tarea de formar las pautas minimas de su conciencia social y las abandonan a los maestros, mostrando luego tanta mayor irritacion ante los fallos de éstos cuanto que no dejan de sen- tirse oscuramente culpables por la obligacién que rehtiyen. Antes de ir mas adelante seré cosa de se- jialar un poco como a tientas algunas de las causas que concurren en esta desgana de la familia ante sus funciones especificas (hablo siempre de las funciones educativas, que la familia puede descui- dar aun cumpliendo suficientemente otras). No me refiero a causas sociolégicas, como la incorporacién de la mujer al mercado de trabajo y su igualacién en muchos planos con los varones, la posibilidad de recurrir al divorcio y la variabilidad que introduce en las relaciones de pareja, la re-

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