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portante del arte sacro es ciertamente la arquitectura de las iglesias, en las que
debe resaltar la unidad entre los elementos del presbiterio: altar, crucifijo, ta-
berndculo, ambén, sede. A este respecto, se ha de tener presente que el objetivo
de la arquitectura sacra es ofrecer a la Iglesia, que celebra los misterios de la
Eucaristia, el espacio mas apto para el desarrollo adecuado de su accién litir-
gica. Es necesario que en todo lo que concierne a la Eucaristia haya belleza y
buen gusto. Este mismo principio vale para todo el arte sacro, especialmente la
pintura y la escultura, artes en las que la iconografia religiosa se ha de orientar
a la mystagogia sacramental. Se debe también respetar y cuidar los ornamen-
tos, la decoracién, los vasos sagrados, para que, dispuestos de modo ordena-
do, fomenten el asombro ante el misterio de Dios, manifiesten la unidad de la
fe y refuercen la devocién” (PP Benedicto XVI — Sacramento de Caridad 41).
a) Eltemplo
En el A.T. Dios ordené a Moisés construirle el Arca de la Alianza que
fue el templo o signo de su presencia en medio de su pueblo, y el lugar frente
al cual Moisés ensefio a Israel la Ley del Sinaf. Siglos mds tarde Salomén,
muy conocido por su sabidurfa, realiz6 el proyecto de su padre David de
construir un Templo al Dios de Israel. El Templo construido por el rey Salo-
m6n era majestuoso en arquitectura y decoracién; fue, no solo, el simbolo de
la relacién intima de Israel con su Dios, sino su mayor gloria nacional y una
de las maravillas del mundo antiguo en oriente. La Biblia nos describe los
detalles de la construccién del Templo dandonos hasta sus dimensiones. En el
primer libro de Reyes, la Biblia dice: “Salomén comenzé la construccién del
templo del Sefior en el cuarto afio de su reinado en Israel, en el segundo mes
del afio, cuando hacfa ya cuatrocientos ochenta afios que los israelitas habian
salido de Egipto” (1 Reyes 6:1).
Llegada Ia plenitud de los tiempos, Jestis es el templo en que el Verbo de
Dios establece su morada entre los hombres y en quien mora la plenitud de
la divinidad (Jn 1, 14). Lo mismo que el templo de Jerusalén era considera-
do como la morada de Dios en medio del pueblo, asi también la catedral de
nuestra diécesis y el templo de nuestra parroquia debe ser considerado como
imagen de Cristo y el lugar al que tienen acceso todas las personas para su
encuentro con Dios (1 Cor 3, 10-17). Basada en esta fe, la Iglesia siempre ha
entendido que los templos materiales no son simples lugares de reunion, sino
verdaderos signos y manifestacién de la Iglesia, y morada de Dios en medio
de las casas de los fieles.