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DISCURSO DE LA SERVIDUMBRE VOLUNTARIA Etienne de la Boétie Ve la Boede, Etene 2003 El discurso de la Samdumdnt Voluntavia, Soclepios, Mexca ‘No veo un bien en Ia soberania de muchos; uno solo sea amo, uno solo Esto decia Ulises hablando en p ra dicho simplemente: lico, segiin Homero. Si hubie- [No veo un bien en Ia sobe ia de muchos; Estaria tan bien dicho que nada faltaria. Mientras que, para hablar con razén, seria necesario decir que la dominacién de varios no puede ser buena puesto que el poder de uno solo, desde toma el titulo de amo, es duro e irracional; y ain asi afiadié todo lo contrario: Uno solo sea amo, uno. a rey Ser necesario, por ventura, excusar a Ulises, quien, esp vo entonces necesidad de usar este lenguaje para ap guar la revuelta de la armada, conformando, creo, su declaracién ‘més a las circunstancias que a la verdad. Pero, hablando oportu- nnamente, es una desgracia extrema estar sujeto a un amo del cual no se puede asegurar jamais que sea bueno puesto que, si asi lo desea, siempre tiene la posibilidad de ser malvado; asi como es- tar sujeto a varios amos, tantos como tantas veces se puede ser extremadamente desgraciado, No quiero, de momento, debatir s otras formas de repi- b Homero, Le Made, 208-208 6 ETIENNE DE La BOETIE blica son mejores que la monarquia, Lo que quisiera saber, antes ren duda qué rango debe tener la monat jiemo donde todo es de uno. Pero esta Cuestion estd reservada para otro tiempo, y bien demandaria tun tratado aparte, o més bien traeria consigo todas las disputas P hacer q as ciudades, tan- tas naciones soporten algunas veces a un solo tirano, que no tie- ze mis fuerza que la que ellos le otorgan, iene poder de daiiarlos, sino que ellos tienen poder de soportarlo, y que no sa bria hacerles mal alguno sino fuera porque ellos prefieren sufrirlo {que contradecirlo, Es gran cosa —y sin embargo tan comtin que es necesario dolerse més y sorprenderse menos— ver un de millones de hombres servir miserablemente, teniendo el cue- lo bajo el yugo, constreiidos no precisamente por una fuerza ‘mas grande, sino, por el contrario, encantados y fasci rel nombre de wig, del cual no deben temer ni su poder, puesto que std solo, ni amar sus cualidades, puesto que se muestra para con ellos inhumano y salvaje. La debilidad de los hombres es tal que nos vemos obligados, frecuentemente, a obedecer y a contempo- rizar con la fuerza; no podemos ser siempre los mis fuertes. Lue- £0, si una nacién es obligada por el impetu de la guerra a servir ‘uno, como la ciudad de Atenas alos treintatiranos, no es nece- sario sorprenderse de que sirvan, sino lamentarse de tan terrible Accidente; o mis bien, nisorprenderse ni lamentarse, sino levar el mal pacientemente y reservarse a un futuro de mejor fortuna, Asi es nuestra naturaleza, y los deberes comunes de la amis- tad conducen buena parte del curso de nuestra vida. Es razona- ble amar la virtu, ‘ama y que lo amerita. Asi pues, silos habitantes de un pais han DISCURSO DE LA SERVIDUMBRE VOLUNTARIA ” encontrado algtin gran personaje que les haya mostrado con prue~ bas una gran capacidad para brindarles seguridad, una gran va~ lentia para defenderles, un gran cuidado para gobernarles; si, de en adelante, ellos se domestican obedeciéndole y se flan tan- to que le otorgan ciertos privilegios, no sé si seria sabio quitarlo de ahi donde hacia el bien para ponerlo donde probablemente hard el mal. Pero ciertamente parece razonable mostrarse bue~ ‘nos con aquel del que no se ha recibido mas que bien, y no temer isamente el mal nos venga de él Pero, joh, buen Dios! {Qué puede ser esto? {Qué nombre darle? {Qué desgracia, jo 0, més bien, qué desgraciado vicio es este? Vera un niimero infinito de personas no obedecer, sino servi. No ser gobernados, sino tiranizados, sin bienes, ni ‘ni mujeres, ni hijos. (Suftir los saqueos, las lujurias, 10 de una armada, no de un campamento bérbaro del cual seria necesario defender su propia san- 10, No de un Hercules o de un Sans6n cobardes? Si dos, si tres, si cuatro no se defienden de uno, es jen podré decirse, con derecho, que es falta de coraje. Pero si cien, si mil soportan a uno solo, jn0 podra decirse que no quieren, que no osan atacarle, y que no es cobar- dia, sino mis bien desprecio y desdén? Si se ve, no a cien, no a mil hombres, sino cien paises, mil ciudades, un millén de hom- bres negarse a atacar al que los trata como a siervos y a esclavos, {como podremos nombrar esto? {Cobardia? Ahora bien, hay en todos los vicios naturalmente un limite més allé del cual no se puede pasar. Dos hombres, es posible que hasta diez, puedan temer a uno, Pero que mil, un millén, mil ciudades, no se defien- 8 ETIENNE DE LA BOETIE dan de uno, eso no es cobardia, ésta no va hasta alla. Asi como ue la naturaleza desaprue- ba y que la lengua rehiisa nombs Ponganse de un lado cincuenta mil hombres en armas, y otro tanto del otro; que se les organice en batalla; que se encuentren indo, unos por su libertad, los otros para quitarsela. A les se les prometeria, por conjetura, la victoria? j pensaria que irian con mis gallardia al combate: aquellos que cesperan como recompensa a sus penas la conservacién de su li- bertad, o estos que no pueden esperar otro premio a los golpes que dan y reciben que la servidumibre de los otros? Unos tienen siempre ante sus ojos idad de su vida pasada y la esper: za de semejante comodi ddan tanto lo gue soportan el poco tempo que dra una baal como todo ue, si fueran vencidos, deberian soportar para siempre, de siibito ante el peligro, y que no puede ser tan ardiente que no dba, esto parece, apagarse a la menor gota de sangre que salga, de sus heridas. En batallas tan renombradas como la de Mileiades, Leénidas, Temistocles, que fueron libradas hace dos mi que estan hoy todavia tan frescas en la memoria de de los hombres como si hubiera sido ayer cuando oc qué se piensa que dio — para la gloria de Grecia y para ejemplo de todo el mundo— a tan pequefio numero de gei sriegos, no el poder, sino el coraje para resi cer tantas y tan grandes naciones, cuando el ¢ hhubiera podido rivalizar, de haber sido necesario, con los capita- nes de los ejércitos enemigos, sino el hecho de que en aquellos sloriosos dias lo que se estaba jugando no era tanto la batalla de DISCURSO DE LA SERVIDUMBRE VOLUNTARIA 19 eriegos contra persas como la victoria de la libertad sobre la do- rminacién, de la generosidad sobre la codicia’ Es una cosa extrafia ofr hablar de la valentia qu creeria, si no hiciera mas que oirlo y no verlo, que en todos paises, todos los dias, un hombre maltrata y somete a cien ciudades privndolas de su libertad? Y si sucediera en extrafios y lejanas tierras y alguien viniera a contmos! no pensatia que esto es més bien fingido e inventado, y no ver- dadero? Aun a este solo tirano no hay necesidad de combatirlo, de debilitarlo, por 10 se anula, pero para ello es necesario que el pais no consienta la servidumbre, No es menester quitarle nada, pero tampoco dare nada. No es necesario que el pais se tome Ia pena de hacer nada para si, pero que tampoco haga nada contra si, Son entonces los pueblos mismos quienes se dejan 0, ‘més bien, se hacen dominar, puesto que cesando de servir serian libres. Es el pueblo el que se avasalla, el que se corta la garganta; ue, teniendo la eleccién de ser siervo o de ser libre, deja la libertad y toma un yugo, consiente a su mal, o més bien lo persi- gue. Si le costara algo recobrar la libertad, no se presionaria, si bien es cierto que restablecerse en su derecho natural, y por de- mna manera, de bestia convertirse en hombre, es 10 {que deberia tener como lo mas de este pueblo tan gran auda qué seguridad de vir de vivir comodamen ccontraré nacién en el mundo que la estime todavia demi cara, pudiendo ganarla mediante un simple deseo? (Qui rmentaria el sentir a voluntad de recobrar el bien que deberia rescatarse siempre al precio de la propia sangre, y el cual, una ‘vez perdido, provoca que toda la gente de honor estime la vida como desagradable y la muerte como saludable? Ciertamente, como el fuego de una pequefia chispa se vuelve grande y se 20 ‘ETIENNE DE LA BOETIE refuerza siempre, y mientras mas madera encuentra mas est to a quemarla, y sin que se arroje agua para extinguitlo, so ‘mente no metiendo mas madera, no teniendo més que consumi se consume a si 0, igualmente los tiranos mientras més saquean més exigen, més arruinan y destruyen; mientras mas se les da, mas se les n eada vez mas fuertes, lo. ¥ sino se les da icluso sin combat = saudos y deshechos y no son més nada; at igual que el frbol, al no tener més sustancia o alimento, su rama se vuelve seca y muere. Los valientes, para adquirir el bien que solcitan, no temen el peligro; los prudentes no rechazan la pena; los cobardes y los embrutecidos no saben ni soportar el mal, ni recobrarel bien; se limitan a desearlo, y la virtud que pretenden les es despo} su cobardia; el deseo de adqh a valerosos y a cobardes, les hace desear adquirir todas las cosas ue, siendo valiosas, los harian dichosos y alegres, Hay una sola cosa, hecha imperfecta, a la que no sé por qué la naturaleza im- pide a los hombres desearla: la libertad, ese bien tan grande y placentero que, una vez perdido, hace que todos los males ven gan en caravana, y los bienes mismos que ain permanecen pier- dan enteramente su gusto y sabor, corrompidos por la servidum- bre. Los hombres, parece, desdefian la libertad, porque si la desearan, la tendrian. Actian como si se rehusaran a hacer esta ddas en su mal y ciegas en su bien! ;Se dejan quitar delante de ustedes lo més bello y claro de su pasado, saquear sus campos, robar sus casas y despojarlas de muebles antiguos y paternales! Ustedes viven de tal manera que no pueden jactarse de que nada sea suyo; y pareceria que ahora fuera una gran dicha tener en DISCURSO DE LA SERVIDUMBRE VOLUNTARIA, 1 alquiler sus bienes, sus familias y sus vidas. Y todo este perjui- cio, esta desgracia, esta ruina les viene no de sus enemigos, sino ciertamente de un solo ensinigo, aquel al que ustedes hacen tan zrande, por el cual van tan valientemente ala guerra, y por cuya zprandeza arriesgan sus personas ante la muerte, Aquel que los domina tanto no tiene mis que dos ojos, no tiene més que dos manos, no tiene mas que un cuerpo y no tiene ninguna otra cosa que tiene el menor hombre de entre el gran ¢ infinito niimero de hombres que habitan nuestras ciudades, sino la ven~ taja que ustedes Je otorgan para destmiclos. ;De dénde ha toma- Go él tantos ojos con los cuales los espia, si ustedes no se los dieron? ,Cémo tiene él tantas manos para golpearlos, si no las toma de ustedes? Los pies con los que pisotea sus ciudades, ¢de donde los tiene si no son los de ustedes? {Cémo tiene poder alguno sobre ustedes, sino es por ustedes? ,Cémo osaria echar- se sobre ustedes, sino le hubieran ensefiado? ; Qué podria hacer- les si ustedes no fueran encubridores del ladrén que los roba, complices del asesino que los mata y traidores de ustedes mis- mueblan y lenan sus casas, con el fin de prover sus saqueos; con el fin de que tenga con qué saciar su lujuria; leve a sus guert tros de sus codicias y ejecutores penosamente con el fin de que él pueda remilgarse en sus cias y revolearse en sucios yviles placere con el fin de volverlo més fuerte y nu ‘mantenga con la brida mas corta. Podti dignidades, que las mismas bestias o no las aguantarian 0 no las, soportarian, solamente con querer hacerlo. Sean resueltos a no servir mas y serin libres. No deseo que lo obliguen o lo quebran- ten, sino solamente no lo sostengan mas, y verin cémo cual un gran coloso al que se le a quitado la base, se viene abajo y se rompe por su propio peso. 2 ETIENNE DE LA BOETIE Con certeza los médicos aconsejan bien no meter la mano en las heridas incurables, y quizas por eso no soy sabio al hacer reflexionar al pueblo, que ha perdido hace tiempo toda concien- cia y yano siente el mal que le aqueja, pues esto confirma que su enfermedad es mortal. Busquemos entonces, por conjetura, si ‘Podemos encontrar eémo y por qué esti enraizada esta voluntad de servir que podria dejamos suponer que el amor mismo por la libertad ya no es natural. Ante todo, creo yo, sin duda, que si nosotros viviéramos con los derechos que la naturateza nos ha otorgado y con las ense- a seriamos naturalmente obedientes a nues- raz6n, ysiervos de nadie, De la obedien- cia que cada uno, sin otra advertencia que la propia naturaleza, presta a su padre y a su madre, todos los hombres son testigos, ccada uno por si mismo. De 6 luna cuestién debatida a fondo por los académicos y tratada por toda la escuela de filésofos. A esta hora no pensaria que me equi- voco diciendo que hay en nuestra alma algtin germen natural de razén, el cual, sostenido por el buen consejo y la costumbre, flo- rece en virtud, y, al contrario, con frecuencia, no pudiendo resi tir contra los vicios sobrevenidos, aborta, asfixiada. Pero si hay algo tan claro y evidente, donde no esti permitido hacerse el iego, es que la naturaleza, el ministro de Dios, gobernante de los hombres, nos ha hecho a todos de la misma forma y, parece, en el mismo molde, con el fin de que nos reconozcamos todos como compaiieros, 0 mas bien como hermanos. Y si, haciendo la reparticién de los presentes que ella nos hace, otorga alguna ven- taja en sus bienes, sea al cuerpo o al rtu, @ unos més que a otros, seguramente no la hecho con el fin de situarnos en el mun= do como en un campo cereado, por fo que no ha enviado aqui abajo a los mas fuertes ni alos més sagaces como salteadores armados en un bosque para devorar a los mas débiles. Habré que creer, més bien, que al hacer las partes de unos més grandes, y Jas de otros més pequetias, queria dar lugar al afecto fraternal DISCURSO DE LA SERVIDUMBRE VOLUNTARIA 2 con el fin de qu der de dar ayuda, y los otros necesidad de recibirla, As ces, siesta buena madre nos ha otorgado a todos toda Ia tierra para habitarla, nos ha albergado a todos, de algin modo, en la misma casa, nos ha figurado a todos con el mismo patron, con el fin de que cada uno pudiera mirarse y casi reconocerse en el otro; si la naturaleza nos ha concedido a todos este gran presente de la voz y de la palabra para relacionamos y fratemnizar més, y hacer, por la mutua y usual declaracién de nuestros pensamien- una comunién de nuestras voluntades; y si ha procurado por todos los medios apretar y estrechar tan fuerte el nudo de nuestra alianza y sociedad; si ha mostrado, en todas las cosas, que no queria tan s6lo hacernos unidos sino hacernos uno, no hay nece- sidad de dudar que todos somos naturalmente libres, puesto que todos somos compafieros, y no puede caber en el entendimiento dde nadie que la naturaleza haya colocado a ninguno en esclavi- jonos puesto a todos en compaitia. i ¢s de poco valor debatir si la libertad es . Queda, pues, por decir que la ‘opinién, no hemos nacido sota- 10 también con Ia pa- que, en sidn de defenderla, Ahora bien, si por alguna razén alguien tu- viera alguna dda sobre est, y fuera tan degenerado que no pueda reconocer sus bienes ni tampoco sus afectos naturales, serd ne- cesario que le haga el honor que le pertenece, y que, por decir- lode alguna manera, suba alas bestias brutas al pilpito para que ayude! Si los hombres no se hacen los sordos, les gritan: IVALALIBERTAD! Muchas hay entre radas: como el pez deja la vi del agua, igualmente sia ellas les quitan vivir a su natural libertad. Si los animales tuvieran entre ellos Sn 24 ETIENNE DE LA BOETIE algunas preeminencias, harian de la libertad su nobleza, Otras bestias, de las mas grandes a las mas pequetias, en el momento fen que se les captura, hacen tan gran resistencia con las garras, Jos cuernos, el pico, y las patas, que declaran con suficienci ‘cuanto aprecian lo que pierd porcionan tantas sefiales evi spuiés, estando presas, es del conocimiento que tienen ue es hermoso ver que prefieren languidecer elefante que, habiéndose defendido do ya mas esperanza, estando sobre hhinca sus mandibulas y rompe sus co sino el gran deseo de permanecer libre como es, y piensa para asi pagar el rescate por su libertad? Engordamos al cabal desde el momento en que ha nacido para domesticarloa servit, y no sabemos halagario bien cuando se le leva domar, no muerde el freno, no rechaza la espuela, como para mostrar su naturaleza, Yatestiguar al menos por esto que si sirve no es por su voluntad, sino por nuestra coaccién? ;Qué habré pues que decir? An los bueyes bajo el peso del yugo gimen, Y los péjaros en la jaula se quejan, ‘como he dicho alguna vez, pasando te que tienes al contentarte, ti no me glorificas por e consiguiente, puesto que todas las cosas que tienen senti desde el momento cién y corren tras libertad, y puesto que las bestias, quienes Longa era el predecesor de La Boétie en el Parlamento de Burdeos, Esa él ‘a quien esti dedicado ef manuscrito de Mesmes. DISCURSO DE LA SERVIDUMBRE VOLUNTARIA 2 incluso estin hechas para el servicio del hombre, no se pueden acostumbrar a servir salvo con protestas de un deseo contrario, {qué poca fortuna ha sido ésta que ha podido desnaturalizar tan- to al hombre, nacido sélo, en verdad, para vivir libremente, y hacerle perder la remembranza de su primer estado y el deseo de recuperarlo? Existen tres clases de tiranos: unos tienen el reine porelec~ Sucesion de su linaje. Aquellos que lo han adquirido por el dere- ‘cho de la guerra se comportan como si, se sabe bien, estuvieran en tierra de conquista. Los que nacen reyes no son comiinmente ‘mucho mejores, pues habiendo nacido y siendo nutridos en el . sorben con Ia leche la naturaleza de! tirano y con su herencia, Aquel a quien el pueblo ha otorgado el Estado dberia ser, me parece, més soportable,y lo seria, creo, demo ser porque, a partir del momento en el que se ve elevado por encima de los otros, adulado por lo que se daen llamar grandeza, resuel- ve no abandonarlo més. Comiinmente entrega a sus hi der que el pueblo le ha confiado. Ahora bien, desde el momento tenque ha tomado esta decision es asombroso comprobar cuanto supera en toda clase de vicios e incluso crucldades a los otros 10s, no encontrando otros medios para asegurar la nuevs ti rania que extender més la servidumbre y alejar t ibertad, que aunque la memoria esté todavia fres- 8, pues, siendo diversos los medios ps do, la forma de seinacessiempre-casia-misma: 10s ele tratan como si hubieran tomado a un toro por dom: quistadores hacen de ellos su presa, y los sueesores piensan ha~ cet de ellos sus esclavos por naturaleza. ETIENNE DE LA BOETIE Por ventura nacieran hoy algunas perso- nuevas, ni acostumbradas a la sujecién, ri engolocnadas ena bead, ygue no spire qué es lon ia duras penas los nombres; si eles propusicra ser servos o viv bes, seg as leyes de lascatx se pon de acuerdo, no hay necesidad de dudar que preferirian con mu- cho obedecer solamente a la razén que servi aun hombre. A no ser que fueran como aquellos de Israel, quienes, sin coaccién ni necesidad alguna, se hicieron de un tirano. Pueblo del cual no Jeo nunca la historia sin que yo tenga un gran pesar, y casi hasta pparezco inhumano por regocijarme de cuantos males les ocurrie- ron. Pero, ciertamente, todos los hombres, en tanto tienen algo de hombres, antes de dejarse someter, les ocurre una de dos co- 5s: 0 son obligados o son engafiados. Obligados por armas ex- tranjeras, como Esparta 0 Atenas por las fuerzas de Alejandro, 0 Por las facciones, asi como el sefiorio de Atenas vino a parar manos de Pisistrato, Por engaflo pierden con frecuencia ertad, y en este caso no son tan a menudo sediucidos por el ‘tro como son engaiados por soe (se dice que hoy se eed caer one pee eee te no teniendo en cuenta més que el peligro presente, elevé a Dionisio, el primer tirano, y le encarg6 el mando del ejérc no sedi cuenta qe loz tan grande que exe att gue, volviendo victorioso como si no hubiera vencido asus enemigos hizo de capitan, rey, y de rey, como el pueblo, desde el momento en aue es soma, exe an de sit en smeantey pofuno ol do dela libertad, que no es posible que se despierte para volver a recuperarla sirviendo tan franca y voluntariamente que se al verlo, que no ha perdido su libertad, sino ganado su esclavi- tud. Es verdad que en un principio uno sirve coaccionado y ven- cido por la fuerza, Pero los que vienen después sirven sin pesary hacen gustosos lo que sus predecesores habian hecho por coac- {BRE VOLUNTARIA n DISCURSO DE LA SERV! cin. Esto es, que los hombres, naciendo bajo el yugo y luego nutridos y educados en la servidumbre, sin mirar més alld, se contentan con vivir como han nacido, y para nada piensan en tener otro bien ni otro derecho que éste que han encontrado. To- rman por natural la condicion de su nacimiento, y, no obstante, no existe heredero tan prédigo e indolente que alguna vez no pase los ojos sobre los registros de su padre, para ver si goza de todos los derechos de sucesién, 0 sino le han usurpado nada a él 0.8 su predecesor. Pero, ciertamente, la costumbre, que tiene en todas las cosas gran poder sobre nosotros, no tiene en ningiin otro asunto tan grande influjo como en este de enseitarnos a ser- vir, tal como cuentan de Mitriades, quien se acostumbr6 a be- ber el veneno, para hacemos aprender a tragat y no encontrar amargo el veneno de la servidumbre. No se puede negar que la naturaleza no tenga en nosotros gran influencia como para Ile vvarnos donde quiere y hacemos bien o mal nacidos. Pero es ne~ cesario confesar que tiene sobre nosotros menor poder que la costumbre, porque lo natural, por bueno que sea, se pierde si no ces cuidado, y la educaci6n nos hace siempre a su manera, como ésta sea, a pesar de la naturaleza, Las semillas del bien que la nnaturaleza pone en nosotros son tan menudas y escurridizas que no pueden soportarel menor choque de una educacién contrari wente pues degeneran, se funden ‘Tampoco se conservan tan y se reducen a nada: ni més ni menos que los irboles frutales, {que tienen todos alguna particularidad que conservan bien si se Jes deja erecer, pero que dejan tan pronto se les injerta para dar frutos extrafios y n0 los suyos. Las hierbas tienen cada una su propiedad, su naturaleza y singularidad; sin embargo, el hiel tiempo, el terrufo 0 la mano del jardinero aumentan 0 disminu- yen mucho de su virtud I en un determi- nado lugar, en otto sitio es impos Quien haya visto a los venecianos viviendo tan libremente que el mas rmalintencionado de entre ellos no querria ser el rey, nacidos ceducados de manera que no reconocen otra ambicién sino la de 8 ETIENNE DE LA BOETIE quien piensa, cuidadosamente, w en hacer guardia para conservar bertad; asi educados y hechos desde la cuna, no tomerian todo el resto de ls felicidad de la tera para perder el menor Spice de independenca; quien haya visto digo yo. a esos person tas, viajara después alas teras de aquel que llamamon Grog Scot, viendo ali personas que no nacieron sino para servis y ue por mantener el poder dl trano pirden su vida, cpeneed acas0 que unos y otros son de la misma naturaleza, o nds bien estimarian que, Saliendo de una ciudad de hombres, habian ox trado en un parque de bestias?Liurgo, el epslador de Esparta ue habia criado, se dice, dos perros hermanos, amamantados con la misma leche, uno cebado en la cocina, brado a los eampos al son de la trompa eleuemo, con la inten: cid de mostrar al pueblo lacedemonio que lo hombres son tal como la educacién los hace, puso a los perros en pleno mereado ¥ entre ellos una sopa y una libre: uno comié hacia el plot, et bre. “Sin embargo ~ sary disponet ellos también de sus bienes y sus vides. (Se ncontrard alguien que, con tan gran peligro y con tan poca s6- suridad, quera tomar este lugar desgraciado y serve con ee pena a tan peligroso amo? zDios mio, qué castigo, qué marino peste? Dedicarse noche y dia a complacer a un solo hombre ¥> Sin embargo, temerle mas que a ningin otro en el mundo; tenet Siempre el ojo al acecho, la oreja a fa escucha para espiar de onde vendra el golpe, para descubrir las emboscadas, para set corr ina de sus compatieros, para darse cuenta de quién To trsieiona sonteiele a cada uno y sin embargo recelar de todos; wrsener ningin enemigo abierto, ni amigo seguro; fener el Fos tro siempre sonriente ye] corazin transido sin poder estar sleBre ni osar estar triste! a BTIENNE DE LA BOETIE Pero es un placer considerar lo que resulta de este gran tor- ‘mento y el bien que pueden esperar de su pena y de su miserable vida. El pueblo, consciente del mal que sufte, no acusa al tirano sino a los que lo gobiernan. El pueblo, la nacién entera, todos, hasta los campesinos y los is, amontonan sobre ellos mil ultrajes, mi todos sus deseos son con- todas las pestes, todas sus ham- bbrunas, se las reprochan a ellos. Y, si alguna vez les rinden por apariencia algtin honor, en el fondo, reniegan de ellos en su co- razén y sienten ante ellos mas horror que ante una bestia salvaje. He aqui la gloria, he aqui el honor que reciben por sus servicios ‘los individuos, Aunque cada uno consiguiera arrancarle un pe- azo de su cuerpo, no se daria (eso me parece) por satisfecho ni ‘@ medio consolar por su pena. Aun cuando esos tiranos hayan desaparecido, los que le sobreviven no son tan perezosos como ppara no ennegrecer, con la tinta de mil plumas, el nombre de estos traga-pueblos. Su reputacién queda asi desgarrada en mil ibros, y sus huesos son, por decirlo de alguna manera, arrastra- dos en el fango por la posteridad, recibiendo asi un merecido castigo aiin después de su muerte, de su malvada vida. ‘Aprendamos, pues, de una vez, aprendamos a hacer el bien, Levantemos los ojos hacia el cielo y, tanto por nuestro honor ‘como por simple amor a la virtud, dirijamonos a Dios todopode- ros0, que es testigo seguro de nuestros actos y justo juez de nues- tras faltas. Por mi parte, pienso —y no creo equivocarme—, que no hay nada mas contrario a Dios, tan generoso y justo como es, que la si, El reserva para los tiranos y sus cém- plices algin terrible castigo ESCRITOS POL{TICOS David Hume

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