Otto)
es un rinoceronte
‘Ole Lund Kirkegaard
Topper encvenera un lapiz extrabreinario 7 lanieo
Emocicnaga, come a mosranet a sa amigo Viggo y cone
@lbua un enorme rinoceronfe, a que Karan Ot, en una
delas pareces de tensa A pert eet empiecan a tower
situactones comicas, mesperadas y confusas, pues el
rinacerante wobre vida
te Lund Kirkegoord ancio en 1940
‘artes (Diraxmarea), Una vse fotos
Sis estudio, se dedica 9 to creacidn
itararia. Ha escrito nurpsrasos guione’s
para racic, television, obras de teatro,
‘uantes y novels he decade especial
encid 9 0s ros po nines. Otto es
tun Hlocerorte fe ick er 19% 0 a
Isto de hana da premio Han Chrsoan
anderson
ALPAgUARA Tmiajaensiahiatiaiainaiiaam Otto es un
SERS, rinoceronte
Santiago 66 Chile a
+ Grupo Sanultana de Baiciones SA. ‘Ole Lund Kirkegaara
nado 20049 Make Epa Hlustraciones de! autor
+ Aguilar” Alten, Taare Alfaguara SA de Rallciones
‘Avda LeandroN. Alom 720-€1001 KAP. Rcnow Rives. Argentina
+ Santitlana SA.
‘Avda, Primavera 2160, Santiago de Surco, Lins, Pers
+ Baiciones Santana S.A.
‘Constitute 1889. 11800 Montevideo, Unuguay
+ ‘Santillana S.A.
ise Nemec eee Lope pana Asin, Pa.
ISBN: 956-290-120. §
Deposito egal: M1 936.1998
Impreso en Chile/Prnte in Cite
Séptima sdicién on Chile: arn 20477
Disoto dela colecci:
Manuel Estrada
Saaenr rece she
Ses ALEAGUARA= Capitulo 1 *
EI nifio se llamaba Topper, y no
puede decirse que fuera muy hermoso.
Su pelo cra entre colorado y casta-
fio, casi como el hierro oxidado; era tan
grueso y duro que, para que estuvicra un
poco presentable, su madre tenia que pei-
nirselo con un rastrillo,
Tenfa la cara toda Ilena de pecas y
los dientes de arriba casi se le escapaban
de la boca.
Topper vivia en una casa de color
rojo a la orilla del mar.
La casa roja era grande y vieja, y
estaba llena de puertas torcidas y escale-
ras que crujian,
En el invierno habja ratones en el
sétano y cuervos en la chimenea.
El resto del afio la casa estaba Ile-
na de gente, nifios y gatitos que corrian
de un lado para otro.°
‘A Topper le gustaba mucho aque-
lla casa grande y roja, y cuando volvia de
la escuela siempre le decfa:
—jHola, casa!, hace buen dia, zeh?
¥ entonces le parecia que la casa se
alegraba, todo lo que se puede alegrar
una casa sin que se abran grictas en las
paredes.
En el uiltimo piso. debajo del teja~
do, vivia el portero, Sr. Holm.
El Sr. Holm cuidaba- de la casa y
trataba que la gente lo pasara bien ¢ hi-
ciera cosas raras.
Fumaba cn una pipa pequefia, re-
torcida como un gancho, y sabia contar
historias de miedo, de fantasmas, de bru-
jas y de cantbales hasta hacer temblar.
El Sr. Holm era bajito, gordo y
muy amable y tenia el bigote blanco. El
Sr, Holm no cra canibal y comia cosas tan
notmales como carne, sardinas fritas, pan
y algunas veces flan de chocolate.
A Ia pipa la Hlamaba calientanariz
y solamente la sacaba de la boca para
contar historias de miedo y para comer.10
—Seguro que por las noches ducr-
me con la pipa puesta —le dijo una vez
‘Topper a Viggo.
‘Viggo era el amigo de Topper.
—No —dijo Viggo—. Mi padre
dice que no se puede dormir con la pipa,
porque entonces se cae todo el tabaco en
la cama y mi padre es muy inteligente y
lo sabe todo.
Pero Topper pensaba que el Sr.
Holm sabfa mucho més y decidié que le
preguntaria eso de la pipa sin que se
enteraran Viggo ni su padre que era tan
inteligente.
El padre inteligente de Viggo se
Hamaba Leén y tenfa un café en el primer
piso de la casa roja; se llamaba CAFE LA
PESCADILLA AZUL, y todas las tardes
estaba leno de pescadores y marineros
que iban alli a comer guiso de carne, a fu-
mar y a beber vino.
‘Topper vivia en el piso intermedio
de la casa roja.
‘Topper vivia con su madre, que era
pescadora y vendia pescado en el mercado,
u
al otro lado del puerto. La madre de Top-
per cantaba tan fuerte que hacia temblar
todas las ventanas, y los peces saltaban
asustados_
El padre de Topper era marinero,
navegaba por los sicte mares y solamente
venia a casa una vez al afio.
En la escuela, Topper le contaba a
la profesora y a los otros nifios cosas de su
padre.
—Mi padre —dijo Topper un
dia— es un marinero auténtico, navega
en alta mar y tiene dentadura postiza
—:Qué es dentadura postiza?
—preguntaron los otros nifios.
—Bueno —dijo la macstra po-
niéndose las gafas—. Una dentadura es
postiza cuando se pueden quitar y poner
los dientes de la boca.
jCaray! —dijeron los otros ni-
fios—. ;Puede tu padre quitarse los dien-
tes de la boca?
—Claro que si —dijo Topper po-
niéndose muy orgulloso—. Una vez que
habia tormenta en el mar, se los sacé para12
mirarlos un ratito y PLOP, se le cayeron
en medio de las olas y desaparecieron
jOh! —dijeron los otros ni-
nos—. ;Hicieron PLOP?
—Si —dijo Topper—. Un aurén-
tico PLOP y entonces ya no tuvo mas
dientes y durante mucho tiempo se tuvo
que conformar comiendo sélo sopas y
papillas.
—Ageg —dijeron algunos—. Eso
no podia ser muy agradable para él.
13
—No —dijo Topper—. Fue terri-
ble y al final, del disgusto, agarré la fiebre
amari
—jJesis! —dijo la maestra—.
zAgarré la fiebre amarilla?
—Si que la agarré, y ademas una
muy gorda; pero ahora ya esta bien y en
vez de fiebre amarilla agarré una mujer
en cada puerto —dijo Topper.
‘A la maestra casi se le cayeron le
anteojos.
—Bien —dijo—. Ahora vamos a
escribir y ya oiremos mas cosas del padre
de Topper otro dia.
‘Los nifios tomaron sus cuadernos
y sc pusicron a escribir todo lo bien que
podian.
Pero pensaban mucho en el padre
de Topper y en sus extrafios dientes que
se podian quitar de la boca.
Todos descaban poderlo ver bien
cuando volviera a casa desde alta mar.
También vivia en la gran casa roja
una sefiora mayor.
Se Hamaba Sra. Flora y cenfa una4
trompeta de ofr, dorada y larga, porque
era muy sorda
Su balcén estaba Ileno de enormes
macetas con flores y jaulas con pajaritos
verdes.
—Las flores son lo més bonito que
existe —le dijo un da al Sr. Holm cuando
bajaba por Ia escalera para barrer la calle.
, ¢5 cierto —dijo el Sr. Holm
tomando su calientanariz—. No hay na-
da mejor que las flores, solamente una ta-
za de aafé.
—(Cémo dice? —pregunté la Sra.
Flora metiéndose la trompetilla en la ore-
ja y volvigndola hacia el Sr. Holm.
—CAFE —grieé el Sr. Holm.
—iAhl, si, cl café también est
muy bueno —dijo la Sra. Flora—. Quie-
re tomar usted una taza de café, Sr. Holm?
El Sr. Holm acepié.
—Si, muchas gracias —dijo—. Si
no es abusar demasiado.
—;Demasiado? —dijo la Sra. Flo-
1a sonriendo—. No, no tenga miedo que
no le daré demasiado.
15
Asi hablaban el Sr. Holm y la Sra
Flora, de cuando en cuando, de flores y
de café; en el fondo al St. Holm eso le
gustaba.
Casi todos los dias se sentaban el
St. Holm y la Sra. Flora en el balcén, en-
tre flores y pajaritos, felices, mientras to-
maban café.
—Un hombre atractivo como us:
ted, St. Holm —dijo la Sra. Flora—. Un
hombre atractivo como usted debia bus-
carse una mujer.
—Si —dijo el Sr. Holm—. Usted
y yo casados, no estariamos mal.
—MAL —dijo la Sra. Flora olien-
do la cafetera—. ;Cree usted que mi café
tiene mal sabor?, no es posible, mi queri-
do portero, es café de Java.
—Mmm —dijo el Sr. Holm un
poco avergonzado. Bien, salud, Sra, Flora.
Pero estaba pensando: Un dia le
escribiré una carta y en esa carta le voy a
decir asf: CASESE CONMIGO, DULCI-
SIMA SENORA FLORA. Una carta asi
tiene que entenderla esa dulce sefiora.16
As{ era la vida en la gran casa roja
de la orilla del mar y asf era la gente que
vivia en ella,
Y ahora ya es hora de contar una
cosa muy rara que pasé precisamente all,
“ Capitulo 2 .
‘Topper era coleccionista.
Coleccionaba de todo, pero prin-
cipalmente coleccionaba cosas pequefias,
de esas que se pueden meter en el bolsi-
Io, para darselas a sus amigos
En invierno no se encontraban
muchas, pero el verano era la mejor épo-
ca para los coleccionistas.
En el verano Topper encontraba
pajaritos, tapas de botellas y piedras
blancas
También encontraba escarabajos
de alas azules, gusanos verdes... y una vez
encontré un cochecito de nifio, de tres
ruedas, todo oxidado.
El carricoche fue una de las mejo-
res cosas que encontré aquel verano,
Topper y Viggo le lamaban TEM-
BLEQUE y se turnaban para Hevarse el
uno al otro hasta la escuela.Pero un dia que Topper levaba a
Viggo en el carricoche, vio a su novia,
porque, todo hay que decirlo, Topper te-
Se lamaba Sille y era muy bonita.
—Hola, Sille —grité Topper ha-
ido sefias con las manos para que se fi-
jara en él—. ;Has visto el TEMBLEQUE?
— Qué TEMBLEQUE? —pre-
gunté Sille, acercindose répidamente en
su pequefia bicieleta amarilla.
—TEMBLEQUE es nuestro cari
coche —dijo Topper sefialindolo con el
dedo.
19
—Tonto —dijo Sille al alejarse—.
Yo no veo ningin carricoche TEM-
BLEQUE.
—Bueno —dijo Topper muy
sorprendido—. Es posible que no.
Y se dio la vuelta para seguir
empujando a TEMBLEQUE, pero del ca-
rricoche no habia ni rastro.
«Qué raron, pensé Topper miran-
do para todas partes. «Seguro que se
marché solo a la escuela con Viggo».
Eché a andar, y no habia andado
mucho cuando oyé una vor muy enojada
que gritaba detrds de un zarzal.
—iQué es esto? —deela la vor
enojada—. Un carricoche en medio de las
flores, en mi vida vi cosa igual y ademas
fio dentro.
—Siff —murmuraba la voz de
Viggo desde detrés de las zarz
rar en medio de las flores? —-gries la vor
enojada.
Ont —
través del zarzal-
jo Viggo—. Pasando a21
—Eso es lo mas descarado que of
—egrité la vor enojada—. Voy a decirte
algo, esto no es un sitio para jugar.
—No —murmuré Viggo—. Ya lo sé.
—Esto —grité la voz enojada— es
un jardin muy bien cuidado y muy bonito.
—S{ —dijo Viggo—. Y me gusta-
ria salir de aqui corriendo.
—Corriendo —grité la voz—. Di-
jiste cortiendo, entonces acércate, amiguito.
«Qué raro», pensé Topper. «Ahora
le Hama amiguito, y uno no debe gritarle
a sus amigos...»
Pero Topper no pudo seguir pen-
sando mucho en eso de los amigos, porque
de repente aparecié Viggo volando sobre el
zarzal y ders de él TEMBLEQUE.
| —dijo Viggo.
—Te lastimaste —dijo Topper y le
ayudé a ponerse en pie.
if! —dijo Viggo—. ;Por qué
soltaste el carricoche?
‘Topper se rascé su pelo oxidado.
—Pues —dijo Viggo—. Veris, pa-
sa que Sille venia por alli y entonces crei2
que tenia que saludarla, y a!
—jClaro! —dijo Viggo quitindose
las espinas del pantalén—. Eso es lo que
pasa con esas tonterias del amor, pero de
ahora en adelante seré yo solamente el
que empuje a TEMBLEQUE.
—Bueno —dijo Topper—. Est bien
‘A Topper le parecia muy bien ese
arreglo y pens6 que, despues de todo, eso
del amor en el fondo no era tanta tonteria.
—;Sabes una cosa, Viggo? —dijo
‘Topper—. Tui también tienes que encon-
tar una novia.
—;Bah! —dijo Viggo tragando sa-
Tui estas loco.
—Si —dijo Topper—. |Quizis!
Y se senté tado cémodo en TEM-
BLEQUE, el carricoche, solrande un par
de pitidos fuertes.
— Qué haces? —pregunté Viggo,
un poco asustado, parando el carricoche.
—Silbo —dijo Topper sonriendo
muy complacido—. Estoy silbando, ami-
guito.
liva-
- Capitulo 3 .
Si.
El carricoche TEMBLEQUE fue un
buen hallazgo,
Por lo menos para Topper.
No tenfa nada en contra de que
Viggo prefiriera empujar a TEMBLEQUE,
y todos los dias Topper se sentaba en el
carricoche y silbaba.
Y algunas veces, si tenfa suerte, sa-
ludaba a su novia Sille cuando pasaba en
su bicieleca amarilla,
Y entonces Ilegaron las vacaciones
de verano.
La profesora cerré la puerta de la
escuela y puso un letrero.
El letrero decia:
LA ESCUELA ESTA24
—Bueno —dijo Topper rascindose
su pelo oxidado—. {Qué pena!
“—;Qué val —dijo Viggo muy con-
tento—. Creo que tenemos sucrte.
Y se fueron a su casa a pasar las va-
caciones de verano.
Pero dos dias més tarde, Topper
encontré algo que era atin mejor que el
carricoche.
Era un lapiz.
Topper lo encontré a la orilla del
mar, por la mafiana temprano, cuando
iba acompafiando a su madre al mercado
donde cantaba y vendfa pescado.
Era solamente un trozo de képiz
pequefio, de esos que usan los carpinteros
cuando tienen que marcar la madera,
—Caray! —dijo Topper metiendo
el trozo de lépiz. en el bolsillo—. Por lo
visto soy un tipo con suerte, Un lépiz ast
es lo que estuve deseando siempre —afia-
dié a continuacién.
‘Topper siguié andando, con la
mano metida en el bolsillo donde tenia el
lapiz y cuando Megé a la pared de atrés
25
del almacén de pescado, se par
«Je, je», pens6, mirando a todas
partes. «Seguro que un lépiz asf escribe
bien. Creo que voy a escribir algo en la
pared, algo bonito y delicadon
Estuyo pensando un rato algo que
fuera, ala vez, bonito y delieado para es-
cribir en una pared.
Y escribié:
Sible
ke Amo
«Hum», pens6. «Qued6 bonito de
verdad. Ahora sélo falta que Sille pase
por aqui .
En ese momento oyé un ruido un
poco més arriba.
Era el ruido de una bicicleta que
bajaba disparada por el camino.
A Topper le parecié que sonaba
como una pequefia bicicleta amarilla, a
toda velocidad,
«Ob!
«Es ella, si
pens6 con un sobresalto.
cedid»26
Se dio la vuelta y se puso de espaldas
contra la pared tapando el escrito.
—Caramba! —dijo Sille y frend
haciendo saltar los guijarros del cami-
no—. Topper, zqué estas escribiendo?
—jEjem! —dijo Topper sobresal-
tado—. Nada de particular, Sille. Sola-
mente dos letras de nada.
—Topper —dijo Sille apoyando la
bicicleta contra la pared—. ;Sabes lo que
me parece ?
—NNOO —murmuré Topper—.
No lo sé.
—Creo que es algo peor, me pare-
ce que escribiste una frescura —dijo Si-
lle—. Porque estas todo colorado.
—2S1? —dijo Topper asustado,
tratando de que se le quitaran los colores.
—Si —dijo Sille—. Me gustaria
ver lo que escribiste. No importa que sea
una frescura.
—Bueno —murmuré Topper tra-
gando saliva—. Es que... Yo... Yo no es-
cribo muy bien, Sille, casi son garabatos.
— jo Sille acercindose.
27
—iPuf —dijo’ Topper moviendo
los brazos.
—Escribo muy mal, horriblemen-
te, sélo son garabaros, casi te dolerfan los
ojos de verlo.
—No importa —dijo Sille—. Dé-
jamelo ver de todas formas.
Y aparté a Topper de un empujén.
«Ahora», pensé Topper y respiré
fuerte. «Ahora lo va a ver y a lo mejor se
enoja conmigo. Espero que por lo menos
no arai
Sille se quedé mirando la pared un
rato.
—Topper —dijo—. Tu ests loco.
—Si —dijo Topper—. Ya lo sé.
Pero a mi me parece que es muy bonito.
—;Qué es lo que es muy bonito?
—pregumté Sille
—Eso de la pared —dijo Topper
sefialando la pared, por encima del hom-
bro.
—Pero, Topper —dijo Sille, ri
dose—. Si en la pared no hay nada
Topper volvié la cabeza despacio y29
miré hacia la pared. TODAS LAS PALA-
BRAS HAB{AN DESAPARECIDO
Aquello tan bonito que le habia escri-
w a Sille, habfa desaparecido sin dejar rastro.
Solamente quedaba la pared blan-
ca y la sombra de Sille.
—Me engafiaste —dijo Sille—. Yo
crei que habfas escrito alguna frescura so-
bre nosotros dos.
Se monté en la bicicleta y se fue
hacia el puerto.
Topper se quedé mirindola, bajo
el sol de la mafiana, hasta que la vio desa-
parecer, a toda velocidad por detrés de
unas casas negras de madcra.
«Demonios», pensé Topper co-
edazo de lapiz.
's muy extrahio. Debe haber algo
0 en este lapiz. Voy a probarlo
voy a escribir otra cosa».
Y esta vez escribié:
SiLje WD
wna. trrita
endo elrv
30
«Porque eso es lo que es», pensd
Topper.
«PRAM, CHAS», se oyé de repente.
Y casi sin que Topper tuviera tiem-
po de volverse, Sille ya se habia pasado de
largo.
Lo tinico que pudo ver fueron sus
trenzas moviéndose con cl viento y el pol-
vo que levantaba la bicicleta amarilla. Y
cuando se dio la vuelta para ver lo que
habia escrito de ella en la pared, se quedé
paralizado por la sorpresa.
NO HABIA NI UNA RAYA EN LA
PARED.
Ni una palabra.
La pared estaba toda blanca y
soleada y olia a hierba, a brea y a lanchas
recign pintadas.
—Este lépiz —dijo Topper, mi
randolo bien— es el lapiz més extrafio
que vi en mi vida. Tengo que mostrarselo
a Viggo.
Y se fue corriendo a la ciudad pa-
ra buscar a Viggo.
“ Capitulo 4 .
Viggo estaba delante del CAFE LA
PESCADILLA AZUL pintando el carrico-
che de rojo.
—Mira —grité Topper desde lejos
haciendo sefias con los brazos—. Mira lo
que encontré.
Viggo pegé un salto sorprendido y
se salpicé el pantalén con la pintura roja.
—jMira, mira! —grité Topper co-
do excitado, poniendo el lipiz casi en la
nariz. de Viggo—. Qué te parece, has vis-
to alguna vez un lapiz asi?
—Uf —dijo Viggo tratando de
quitarse la pincura del pantalén—. Buena
se va.a poner mi madre,
—No, qué va —dijo Topper apre-
tando el lapiz muy fuerte—. Nunca sabré
nada de este super-lapiz.
—Ya —dijo Viggo—. Pero si que
sabré lo de la pintura en el pantalén,2
—Tonterias —dijo Topper—. Pin
temos el pantalén todo de rojo, hay bas-
cane pintura.
—Si, claro, y asi, ain se enojara
més —gimores Viggo.
= No, hombre —dijo Topper—.
Seguro que ni se preocupa por la pintura.
De todas formas, ahora ya no tiene arre-
glo. Pero, oye, zhas visto bien lo que ten-
go aqui
—iAh!, ese estiipido lipiz —dijo
Viggo de mal humor—. ;No tienes otra
cosa que hacer que andar por ahf moles-
tando a la gente con tu lipiz?
Y se puso a pintar de nuevo.
—Pero, oye, Viggo —dijo Topper—.
Este no es un lipiz corriente.
—Todos los lipices son corrientes
—dijo Viggo—. Lo dice mi padre. Mi
padre dice: Todos los lépices son igual de
—Ya, ya —dijo Topper, riéndo-
sc—. Entonces no es tan listo como yo
crela, porque, zsabes qué tipo de lapiz es
Este, Viggo? Este lapiz esté embrujado.
33,
—Me importa un bledo —dijo
Viggo.
—Cuando se escribe con él —dijo
Topper—, desaparece todo lo que se ha-
bia escrito, casi
—Si —dijo Viggo, atin enojado—.
Con una goma de borrar.
—No —dijo Topper, levantando
la voz—. NO, idiowa. SIN goma ni nada.
Viggo dejé de pintar.
—Desaparece sin goma? —pre-
gunté y miré a Topper con desconfian-
za—. Tengo que contarselo a mi padre.
No, espera —dijo Topper aga-
rrando a Viggo por el hombro—. Nadie
ha de saber nada de este lapiz, s6lo ti y yo.
—Nunea en mi vida of hablar de
un lépiz asi —dijo Viggo—. :Bstds segu-
ro de que desaparece todo lo que se escri-
be con él
—Desde luego —dijo Topper—.
Ya lo probé. Todo desaparece sin dejar
rastro. Vamos a mi casa a probarlo.
Y se fue, levandose a Viggo con él.
Por la escalera se encontraron al34
portcro, Sr. Holm, que bajaba-
—Buenos dias, nifios —dijo el St
Holm—. ;Quieren oir un cuento de miedo,
bueno de verdad?
—NO —dijeron los mifios y siguie-
ron escaleras arriba.
—,Cémo? —dijo el Sr. Holm sor-
prendido—. Pero si andan siempre como
locos para que les cuente alguno.
—Hoy no —grité Topper—. Te-
nemos que escribi
jEscribir! —dijo el Sr. Holm
Escribir, nunca of nada tan raro, los nifios
son cada vez mas raros. Cuando yo era ni-
fio solamente escribiamos después de que
el profesor nos tiraba de las orejas.
—Si, es posible —dijeron los ni-
fhos entrando en la casa de Topper.
La habitacién de Topper estaba
Mena de cosas raras que colgaban del te
cho y de las paredes. Todas eran cosas que
cl padre habia traido a casa, de alta mar.
Habfa cocodrilos disecados y pie-
les de serpiente, que parecian hechas de
papel. Habja sables ondulados, cocos
35
vacios y figuras talladas en madera.
Viggo miré nervioso hacia el co-
codrilo y pregunté:
—4Dénde podemos escribir algo?
—Bueno, vamos a ver —dijo Top-
per—. Quizs podriamos hacerlo en la
pared.
—iEn la pared! —dijo Viggo asus-
tandose todavia mas—. Tu madre se va a
poner furiosa.
—Furiosa? —dijo Topper—. No,
mi madre nunca se pone furiosa. Y des-
pués de todo, va a desaparecer.
—Si. jOjalé! dijo Viggo—. Qué
vamos a escril
—No vamos a escribir—dijo Topper.
—:Quée? —dijo Viggo—. Pero ui
dijiste que fbamos a escribir en la pared.
—Si—dijo Topper—. Pero me
acabo de arrepentir. No vamos a escribir,
vamos a dibujar. Vamos a dibujar un
enorme rinoceronte.
‘Y empez6 a dibujar un rinoceronte.
—No me gusta mucho esto —dijo
‘Viggo nervioso—. A lo mejor no desaparece.36
—Bah, no te preocupes —dijo
Topper—. No importa, porque yo dibujo
muy bien los rinocerontes y creo que mi
madre se pondria muy contenta de tener
un dibujo asi.
‘Topper siguié dibujando y, des-
pués de todo, Viggo tuvo que reconocer
que le habia salido un rinoceronte muy
bonito.
37
—Bueno —dijo Topper al termi
nar—. Ahora nos vamos a la cocina y to-
mamos cuatro o cinco bebidas. Cuando
volvamos, verds algo estupendo.
Se fueron para la cocina y cogieron
bebidas y pan. Pero sélo habfan tomado
un trago de bebida cuando oyeron un rui-
do muy raro que salia de la habitacién.
—Escucha —dijo Viggo bajito—.
Un ruido.
—Anda a ver lo que es —dijo Top-
per con la boca Hlena de pan
—A lo mejor es algo peligroso —di-
jo Viggo—. A mi no me gustan las cosas
peligrosas.
Pero de todas formas se puso a es-
piar, con mucho cuidado. Y cerré la puer-
ta de golpe.
—Topper —susurré—. Adin esté alli
—Bueno —dijo Topper tomando
. Entonces tenemos que esperar
—:Qué més? —pregunté Topper.38
El, cl... guitié el ojo —dijo Viggo.
—Ja —rié Topper—. Guitis el ojo.
Eso tengo que verlo.
Se bajé de la mesa y abrié la puerta
—Yooooss! —grit6 Topper—. Tie-
nes razén, Viggo, guifié el ojo. Nunca ha-
bia dibujado un rinoceronte que guifiara
cl ojo. Es estupendo.
—A mi no me parece estupendo
—Aijo Viggo.
Y en ese momento, el rinoceronte
Janzé un terrible gruiido y movié la
cabeza
— Socorro! —grité Viggo dando un
salto.
—Chist, calla —dijo Topper—. Lo
vas a asustar como sigas gritando asi. Hola,
rinaceronte.
—GRUMP, JORK, JORK —dijo
el rinoceronte.
Y DE PRONTO, SE PLANTO EN
MEDIO DE LA HABITACION.
Viggo cragé saliva y cerré la puerta.
(Qué... qué vamos a hacer? —dijo
muy bajito.
39.
—Mirarlo, claro —dijo Topper
abriendo otra ver la puerta
El rinoceronte se acercé a la venta-
na y empez6 a comer la cortina.
Era un rinoceronte precioso y
enorme, y tenia el mismo color amarillo
que la pared.
—iOy! {Oy! —dijo Topper—. Ya
tiene hambre. Vamos a datle pan.
Y se acereé con cuidado al rinoce-
ronte con un pedazo de pan en la mano.
El rinoceronte volvié la cabeza
despacio, lo miré amistoso y se comié el
pan de un bocado.
—GRUMP, JORK, JORK —dijo.
—iUy!, se lo come —dijo Top-
per—. Viggo, trae més pan y una bebida.
—iAy! —dijo Viggo—. Creo que
no me atrevo.
—Viggo —dijo ‘Topper—. :Quie-
res que nuestro rinoceronte se mucra de
hambre?
—NO, NO —dijo Viggo, y fue a
buscar pan y bebida
Poco después el rinoceronte se habia42
comido todo el pan que habia en la coci-
na. Dio un grufido de satisfaccién y em-
pez6 a comerse las plantas que habia en la
habitacién.
nda, wi! —dijo Topper—.
Qué tipo, cémo come. ;Cémo vamos a
Mamarle?
—Umm —dijo Viggo poniéndose
a pensar.
—Viggo, tienes que buscarle un
nombre —dijo Topper.
—Umm —dijo Viggo y se puso a
pensar atin més.
—;Cémo se llama tu padre? —pre-
gunté Topper.
—Se llama Sr. Leén —dijo Viggo.
—Orro —grité Topper dandole
palmadas en el lomo al rinoceronte—.
Amigo, te vas a llamar Otto.
—GRUMP —dijo el rinoceronte.
Y siguié comiendo la funda del soi.
—Tenemos que conseguir més co-
mida —dijo Topper—. Voy a pedirle dine-
ro a mi madre para comprar diez panes.
—Aayy —dijo Viggo muy nervioso
43
agarrandose a la puerta—. ;Puedo hacer~
lo yo, Topper? Tengo miedo de quedarme
aqui solo, con Orto.
—Si, si que puedes —dijo Top-
per—. Pero aprestirate, antes de que se
coma todos los muebles.
Viggo no esperé a oirlo dos veces,
se eché a correr escaleras abajo y no sélo
casi se rompe una pierna, sino que tam-
bien casi se rompe un brazo, y al salir por
la entrada fue a tropezar con la barriga de
su padre.
—4Eh! —grufié el Sr. Leén diri-
gigndose a su hijo—. ;Adénde vas con
esa prisa, muchacho?
—Voy a buscar pan para el rinoce-
ronte —dijo Viggo desapareciendo calle
abajo.
—Pan para el rinoceronte —dijo el
Sr. Leén de mal humor—. Dios sabe lo
que estos dos locos acaban de inventar.
Creo que voy a tener que echar un vistazo.a Capitulo 5 .
0 desaparecié corriendo, tanto
como podia, en direccién a la pescaderia
de la madre de Topper, y entré tan depri-
sa que tiré de espaldas a una sefiora con su
pescado y todo.
45
La sefiora fue a parar a un rincén
de la tienda, donde se quedé protestando.
—Los nifios ahora tienen mucha
prisa —dijo levantindose—. Cuando yo
cra nifia éramos mis formales.
—Si —dijo Viggo—. Pero es que
yo vengo a buscar dinero para comprar
diez panes.
La madre de Topper se puso a reir.
—Parece que tienen hambre —di
—Bueno, es que... —dijo Vig-
go—. No es para nosotros, es para Otto.
—iVaya! —dijo la madre de Top-
per—. ¢Quign es Orto, un amigo nuevo?
—NO —dijo Viggo—. Oreo es un
rinoceronte.
—jOOH!, entonces diez panes no
son demasiados —dijo la madre de Top-
per—. ¢Cémo encontraron a Otto?
—Lo dibujé Topper —dijo Vig-
go—. Y ahora se esta comiendo todos los
muebles.
—iJestis! —dijo la sefiora que se
habia caido de espaldas—. jJestis!, qué
manera de mentis, la de los nifios de46
ahora—. Y se marché enojada.
—St, y también hay que ver el mal
humor de alguna gente —dijo la madre
de Topper y se eché a refr tan fuerte que
se le noraba todo el pecho saltando deba-
jo de la camisa azul—. Denle algo de co-
mer a Orto, pero tengan cuidado de que
no haga ningin estropicio.
—Si, si podemos controlarlo —di-
jo Viggo y se marché deprisa a comprar
los panes
Pero cuando uno es nifio no es tan
ficil comprar dier panes.
El primer sitio al que fue Viggo, era
una panaderia pequefia con una panadera
muy grande que estaba detrés del mostrador
limpiindose las ufias cuando Viggo entré.
—Diez panes —pidié Viggo.
La panadera se limpié las manos
con el delantal y miraba a Viggo con sus
ojos pequefios y observadores.
—;Diez panes? —dijo y siguid
mirando a Viggo con desconfianza.
—S{ —dijo Viggo, que estaba so-
focado por la carrera—. Diez panes.
—Mira, ;quieres hacer el favor de
marcharte? —dijo la panadera—. No se pue-
de ira los sitios a hacerle burla a la gente.
—Si, pero... —dijo Viggo triste—.
Yo QUERIA comprar diez panes.
La panadera se volvié despacio y
abrié una puerta, sin perder de vista a Viggo.
—jFolmer! —grité por la puerta—.
‘Ven un momento; zme oyes, Folmer?
Folmer era el panadero. Era un
hombre pequefiito que sélo le Hegaba a
su mujer a la cintura.
—zQué pasa? —pregunté enojado.48
—Este nifio, que necesita un tirén.
de orejas —dijo la panadera poniendo los
brazos en Ia cintura—. Se esta burlando
de mi.
— {Se esté burlando de ti, Alman-
da? —pregunté el panadero mirando a su
enorme mujer.
—S{ —dijo la panadera—. Entré
aqui gritando que queria diez panes, y yo
sé que ninguna persona normal se come
diez panes.
—No, tienes razén, Almanda —di-
je el panadero—. En todo el tiempo que
llevo de panadero nunca of que nadie com-
prara tantos panes.
—Puede saberse para quién es
tanto pan? —pregunté la panadera
—Para Owo —dijo Viggo.
—Oro —refunfué la panade-
ra—. Eso puede decirlo cualquiera, y
aquién es Oxo?
—Es nuestro rinoceronte —dijo
Viggo timidamente.
—UN RINOCERONTE! —grité la
panadera—. jLargate de aqui! Nunca of a
49
ningtin nifio decir una mentira tan grande.
Salpicaba tanto al hablar que pare-
cia una ballena resfriada.
—Andas diciendo mentiras y bur-
landote de personas serias como Folmer y
yo —farfull6—. Haz algo, Folmer, ui
eres mi marido.
Fuera! —grité el panadero muy
enojado—. Fuera de aqui o llamo a la
polic
Viggo no pudo oir lo ultimo,
porque ya habia salido en busea de otra
panaderia.
Todo lo. que Viggo pudo conseguir
fucron cuatro panes.
Cansado y triste se fue hacia la ca-
sa roja cargado con los pesados panes.
Pero cn la ventana del CAFE LA
PESCADILLA AZUL, espiando por detrds
de la cortina, estaba su padre.
—Umm —pensé rascéndose la
barba—. Estos dos picaros estén traman-
do algo, tengo que vigilarlos.
Se puso a escuchar detras de la puer~
ta y oy6 cémo Viggo subfa las escaleras.50
—jAh! —murmuré—. Estén arri-
ba, no van a hacer travesuras, de eso me
encargo yo.
Pero Viggo no sabia que su padre
lo estaba vigilando.
Tha subiendo las escaleras todo fa-
tigado y encontré al Sr. Holm hablando
con la Sra. Flora.
— Sabe usted una cosa, Sr. Holm?
—dijo la Sra. Flora—. Hace como una
hora que la cal del techo se cae, gno ¢s ra-
ro? Y eréame, ademds la impara se mue-
ve, parece como si se paseara un clefante
por el piso de arriba —dijo sefialando
con el dedo hacia el techo.
EI Sr. Holm se rid al ver a Viggo que
subfa, aplastado por el peso de tanto pan.
—Hola —dijo el Sr. Holm—.
Qué es lo que tienen ustedes dos ahi
arriba?, gun elefante?
Viggo movid la cabeza, todo
agotado.
—No —dijo—. Es un rinoceronte:
EI Sr. Holm se volvié hacia la Sra.
Flor:
51
—No es ningiin elefanee —grité
en la trompetilla, que estaba limpia y bri-
lante—. Solamente es un rinocerante
—jCaramba! —dijo la Sra. Flo-
ra—. Cudnto pan come este nifio.
—No —dijo Viggo—. Es para
Oro.
—j{Oohh! —dijo la Sra. Flora—. Te
llamas Orto, claro, claro. Me debe estar ha-
ciendo vieja, yo cref que te llamabas Viggo.
Y en ese mismo momento la lim-
para de la Sra. Flora se vino al suelo.
—jOiga! —dijo el Sr. Holm sor-
prendido—. Voy arriba un momento a
ver ese rinoceronte.
Y se marché detras de Viggo, esca-
leras arriba.
La casa de Topper era una auténti-
ca revolucion.
Otto, el enorme animal amarillo,
se habfa comido la tapiceria de dos sillo-
nes, todas las cortinas de la sala, dos cen-
tros de mesa y un papagayo disecado
Y estaba acabando de comerse la
alfombra.32,
El Sr. Holm se quedé parade en la
puerta y sacé su CALIENTANARIZ de la
boca.
—jPor todos los afios de mi vida!
jo rascindose el bigote cuando vio a
Otto—.
—Parece que ahi dentro hay una
fiesta —dijo para sus adentros—, sin im-
portarles que las limparas de la gente se
caigan. Pero ya les ensefiaré yo que el St.
Leén también puede gritar.
Golpeé la puerta con energfa, in-
flindose como si fuera un pavo real.
Fue el jefe de policia quien abrié
la puerta y cuando el Sr. Leén vio que era
el mismo jefe de policia el que abria la
puerta, se deshinché como un balén.
—Je, je —dijo muy amablemen-
ce—. ;Estd la sefiora en casa?
—Si —dijo el jefe de policta
Tenemos una pequefia fiesta en honor de
Ono.90
2S? —dijo el Sr. Len un tanto
preocupado—. Pero es que las lamparas
se caen, abajo en el café.
“st —dijo el jefe de policta—
Cosas asi no pueden evitarse, pero es que
Ih sefiora hace un café tan bueno que le
pone a uno de buen humor.
—{No podrfan ustedes golpear un
poco menos? —dijo el padre de Viggo—
No me apetece que todas mis limparas se
caigan.
—Lo siento, pero ne —dijo el jefe
de policia—. Tenemos dentro un animal
bastante grande que no podemos sacar
por la puerta
—zUn animal? —dijo el padre de
Viggo poniéndose blanco—. {Un rinoce-
—Siit, exacto —dijo el jefe de
policia—. Un animal muy grande y muy
simpatico que se ha comido mi gor
—zPodria verlo? —pregunts el S:
Leén
—Claro, claro —dijo el jefe de
policia—. Pase, pero tenga cuidado de no
on
caerse en la hierba
El padre de Viggo entré con mu-
cho cuidado en Ia sala de la Sra, Flora.
—GRUMP, JONK —dijo el rino-
ceronte amarillo oliéndolo.
—iEh! ;Supongo que no muerde?
—pregunté nervioso el padre de Viggo.
—No, no muerde —dijo el jefe de
la policta alegremente—. Es muy bueno,
es la bondad misma.
El padre de Viggo tropezé con las
tablas del suelo.
— Cree usted que el piso aguanta?
—pregunes.
Nove —dijo el jefe de policia.
—Pero entonces, qué voy a hacer?
—preguneé el padre de Viggo—. El bicho
puede caerse dentro de mi café. Eso no
me habfa pasado nunca.
—Novo —dijo el jefe de policia—
Pero alguna vez tiene que ser la primera.
7Animese, hombre!
'Y ‘dio al Sr. Leén unas palmadas
en la espalda.
—j{OOHH! —dijo el padre deoy
Viggo—. :No puede hacer nada la policfa
con este bicho?
—¢la policia? —dijo el jefe de
policia—. Nooo, la policia, buen hombre,
tiene que ver con la paz y el orden. Un ri-
noceronte no es paz, ley ni orden. Un rino-
cceronte es més bien intranquilidad y desor-
den, y de sas cosas no nos encargamos
nosotros.
—Si, pero... —dijo el Sr. Leén—
Usted es el jefe de policia.
—Jefe de policia aqui, jefe de po-
licta all —dijo el jefe de policta—. Ya
estoy cansado de mantener todo el tiem-
po la ley y el orden. Desde hoy me en-
cargo del desorden, de los rinocerontes y
del café.
Se sent6 y brind6 con la Sra. Flora.
—jCaramba! —pensé el Sr. Leén
mientras bajaba la escalera—. Se volvie-
ron todos locos. Pero yo lo arreglaré, los
echaré a todos fuera. Voy a Hamar a los
bomberos. Si echan agua en el medio de
la habitacién donde tienen la fiesta, ten-
drain que marcharse.
93
Temblando de rabia, llamé a los
bomberos.
—Buenas —dijo un bombero al
otro lado del teléfono.
—jFuego! —grité el Sr. Leén, que
no queria decir nada del rinoceronte
amarillo—. Hay fuego en el piso de arri-
ba del CAFE LA PESCADILLA AZUL.
Vengan corriendo a echar mil litros de
agua en el piso; pueden echarlos por la
ventana del balcén.
—Desde luego —dijo el bombe-
ro—. Nosotros los bomberos adoramos
gchar agua.
‘Un momento después, las calles de
la ciudad estaban Ienas de coches de
bomberos haciendo sonar las sirenas, y de
gente que corria detrés para ver el fuego.
EI Sr. Leén estaba a la puerta del
CAFE LA PESCADILLA AZUL frotando-
se las manos.
Dos grandes coches, llenos de bom-
beros entraron en la plaza donde estaba la
‘casa roja y el Sr. Ledn se puso a sefialar el
balcén de la Sra. Flora.Es alli —dijo—.
echar toda el agua, pronto.
Los bomberos miraron al balcén
donde habia tantas flores que olfan bien y
Aptirense a
donde los pajaritos cantaban en sus jaulas.
Ah jo un bombero—. Yo
no veo humo en ninguna parte.
—Si, pero —dijo el Sr. Leén, que
‘empezaba a ponerse nervioso—, hay mucho
Fuego, échenle aunque no sean més que
dos mil litros de agua.
Pero el bombero se tomaba las co-
sas con mucha calma y serenidad.
—Yo no veo ni fuego ni humo
—dijo otro bombero—. Pero huele a ca-
fé. Vamos alli.
Cogieron sus escaleras, subicron al
balcén de la Sra. Flora y se pusieron a
EE96
mirar adentro.
—Hola —dijeron:
huele a café?
—jAy! —dijo la Sra. Flora ponién-
dosé muy contenta—. Vienen mas visi-
tas. Qué amables son viniendo a verme.
Voy a hacer més café.
Y se metié en la cocina, mientras
los bomberos entraban en la habitacién.
PERO EL SUFLO.
El suelo de la sala de la Sra. Flora
no estaba hecho para aguantar un rinoce-
ronte y més de veinte personas. Cuando
el ultimo bombero entré en la habita-
cién, se oyé el segundo crack gigantesco
del dia. ¥ toda la fiesta de la Sra. Flora se
cay6 al CAFE LA PESCADILLA AZUL.
—iAy, ay!, qué mala suerte tengo
—se lamentaba el Sr. Leén llevandose las
manos a la cabeza y tirdndose de los pe-
los—. No sé qué daria por estar lejos de
aqui, en la luna.
—Ahi esti ese tipo tan extrafio
—dijo uno de los bomberos—. Ahora
quiere ir ala luna. Me parece que es un.
. 2Es aqui donde
97
poco tonto.
—NO —dijo Topper acariciando
a Otto—. Es muy, muy inteligente. Lo
sabe todo.
—A veces esas cosas se suben a la
cabeza —dijo otro de los bomberos—.
Ahi viene esa sefiora tan simpética con el
café.
Y dando un salto tomé por el aire
a la Sra, Flora que se habia caido por el
agujero del piso.
iUy! —dijo sorprendida—. No
los habia ofdo bajar.
Miré con amabilidad al bombero
que Ia habia tomado por el aire.
—{Sabe? —le dijo—. Es que no
igo bien.
El bombero asintié con la cabeza.
—Si —dijo él y le acaricié la cara
a la Sta. Flora—. Pero el café si que sabe
hacerlo bien.
—No, no —dijo la Sra. Flora—.
No tengo ningiin jardin. Pero tengo un
balcén Ileno de flores. Ya lo vera cuando
termine con el café,= Capitulo 10 3
Se habla reunido mucha gente
detrés de los coches de los bomberos,
para ver el incendio, y muchos se queda
ron muy enojados y sorprendidos cuando
vieron que no habfa fuego por ninguna
; parte.
—{Bah! —protesté uno dando
una patada en el suelo—. No arde nada.
—No —dijo otro—. Un incendio
sin fuego es lo més raro que vi en mi vida,
Si —dijo un tercero—. Nos co-
maron el pelo. Hay que protestar.
Y todas las personas que se habjan
enojado se fueron a protestar.
Pero también hubo personas més
juiciosas. Les Ieg6 el olor a café y entra-
ron en el CAFE LA PESCADILLA AZUL.
Alli vieron al rinoceronte amarillo
i ya todos los bomberos, que estaban muy
| alegres.
99
‘Viva! jViva! —gritaban y
aplaudian—. Esto es mucho mejor que
un incendio.
Y el padre de Viggo, el Sr. Len,
que se habfa arrancado casi todo el pelo
de la cabeza, con la rabia, de repente se
convirité en una persona muy feliz y son-
riente, porque todos los que entraban en
su café no se conformaban tan s6lo con
mirar al rinoceronte amarillo, también
querian bebidas, café, vino y comida.
Al final habia tanta gente en el
CAFE LA PESCADILLA AZUL, que te-
fan que sentarse unos encima de otros.
Encima de todo estaban los nifios, toman-
do bebidas y comiendo salchichas que
chorreaban toda la salsa de tomate en las
cabezas de sus padres, y debajo de todo es-
taba Otto que decia JONK y GRUMP y se
sentia muy a gusto y contento.
h! —dijo la Sra. Flora, me-
tiéndose debajo de una mesa para estar
mis tranquila—. Tantas visitas juntas no
habia visto yo en toda mi vida, Es una
fiesta muy bonita.100
—Mhy bonita —dijo un nifo pe-
quefio que estaba alli poniéndose a soplar
por la trompetilla de la Sra. Flora, creyen-
do que era de misica—. Muy, muy bonita.
Y fue una fiesta muy bonita que
terminé muy tarde, cuando ya la luna se
pascaba por encima de la ciudad.
La luna miraba la ciudad, y sobre
todo miraba la casa grande y roja que
101
‘estaba a la orilla del mar.
‘Vio como las visitas decian adiés y
se iban a casa con sus hijos, dormidos, en
brazos.
Vio a los bomberos montar en sus
coches y marcharse, vio al St. Leén en la
puerta diciendo adids y, cuando miré por
Ja ventana, vio a la Sra. Flora en mitad
del café, con su cafetera en la mano y mi-
rando el agujero del techo.
—jCaray! —dijo la Sra. Flora—.
{Donde voy a vivir ahora? No se puede
vivir en un piso que tiene un agujero tan
grande en el suelo.
El bueno del Sr. Holm, el portero,
carraspeé y se puso un poco colorado.
—jHumm! —dijo acariciéndose el
bigote—. Podria venirse a vivir a mi casa,
Sra. Flor.
—:Qué dice? —pregunts la Sr:
Flora—. Quiere usted més café?
El Sr. Holm sacudié la cabeza. En-
tonces, tomé un trozo de papel y un Mépiz
y escribié con letras grandes:102
VENGASE A VIVIR CONMIGO,
SENORA FLORA
La Sra, Flora leyé el papel.
Entonces miré sonriendo al Sr.
Holm.
—No es mala idea —dijo—.
gSabe una cosa, Sr. Holm?, me Ilevo la ca~
ferera, seguro que un sorbo de café nos
sienta bien.
EI Sr. Holm se puso atin més co-
lorado.
—Seguro —dijo—. Si, completa-
mente seguro.
Un poco més tarde, la luna vio c6-
mo Ouo, el rinoceronte de tres cucrnos
més amarillo del mundo. se tumbaba en
la hierba y también cémo el jefe de poli-
cfa, que ya no queria ser mas jefe de poli-
cfa, se recostaba sobre el enorme animal y
se quedaba dormido.
La luna vio cémo el Sr. Leén con-
taba todo el dinero que habfa gariado
aquel dia, vio cémo cerraba la puerta y
apagaba las luces del café y un poquito
103,
después oyé un montén de ronquidos
que salian de la casa grande.
El mds gordo y fuerte de los ron-
quidos era el de Oreo.
EI més chillén era el de Viggo, y el
mis alegre y raro era el del Sr. Holm.
Porque el St. Holm roncaba a tra-
vés de su «Calicntanariz».
Pero de pronto la luna dio un res-
pingo alld arriba, porque habia visto una
persona muy extrafia que se acercaba a la
casa,
La persona extrafia iba cargada
con un saco a Ia espalda, y andaba con
pasos muy silenciosos.
Cuando Hegé a la casa roja empe-
z6 a mirar a todos lados.
Entonces empujé la puerta de al
lado del CAFE LA PESCADILLA AZUL y
empez6 a subir, descalzo, por las escale-
ras, que crujian, y olfan a café.
—Café —dijo bajito—. Alguien104
ha bebido café.
Se paré a escuchar detris de la puerta
de piso donde Topper y su madre dormfan,
sofiando con sinocerontes, lipices y nifias en
bi
icletas amarillas.
Estuvo parado un momento, escu-
chando y sonriendo por debajo de su
gran barba,
—jOhoho! —dijo—. Ahi dentro
duermen como piedras, mucho mejor asi.
105
Abrié la puerta y entré en Ia sala.
Dejé el enorme saco al lado de la puerca
Pero la extrafia persona no podia
ver muy bien en la oscuridad, y no
que habi
Con un grito se cayé por el aguje~
10, pas6 por el agujero de la sala de la Sra.
Flora y fue a dar JUSTO ENCIMA DE LA
BARRIGA DEL JEFE DE POLICIA.
—UUUY —dijo el jefe de policta,
despertindose—. Puede alegrarse de que
ya no soy jefe de policfa, porque entonces
tendria que meterle en la cércel. Esté to-
talmente prohibido saltar encima de las
barrigas de la gente.
Encendié la luz y lo mismo hizo el
resto de los vecinos de la casa roja, por-
que no estaban acostumbrados a que na-
dic gritara UUUY en mitad de la noche.
Hasta Otto se desperté y gruié
JORK, JORK varias veces.
La extrafa persona mir6 al rinoce-
ronte, luego mir6 el aguiero del techo del
café y empez6 a reitse. Se rié tanto que
las Ligrimas empezaron a correrle por la
n gran agujero en el suelo,——
106
cara, que estaba muy morena por el sol, y
se metian por entre la gran barba roja.
—Topper —grits—. Qué ¢s lo
que has hecho, pillo?
—Perdén —dijo el jefe de poli-
cla—. ;Conoce usted a ese nifio?
“—;Si lo conozco? —grité el hom-
bre de la barba roja déndole una palmada
en el hombro al jefe de policta—. Ese
chico es mi
—Papé —grité Topper tirandose
por el agujero del suelo—. {Traes algiin
payaso?
jo.
107
—Dos —dijo el padre, abrazando
a Topper, tan fuerte que se puso azul—.
Cambiamos?
— Cambiar qué? —pregunté Top-
per tomando aliento.
—Por el rinoceronte —dijo su
padre.
—Oiga —dijo el jefe de poliefa—
No puede Hlevarse el rinoceronte del nifio.
Qué voy a hacer yo, entonces? Ahora que
ic tomé carino al animal.
—JORK —dijo Oro arrimandose
al jefe de policia.
—Espera —dijo el padre de Top-
per—. Conozco a un jefe de las islas de
Firti-Huli, en el mar de Benga, que se
alegraria mucho de tener un rinoceronte
amarillo tan pacifico como éste. «Un ri-
noceronte amarillo», me dijo el jefe, una
vez que estabamos bebiendo vino de pal-
mera, a la luz de las estrellas, «un rinoce-
ronte amarillo es lo que mas me gustaria
tener, Si ti pudieras consegi
rinoceronte asi, te darfa tres de mis muje~
res mds hermosas». Asi me dijo, y serfa108
uma pena no hacerle el favor a mi amigo
cl jefe, ahora que lego a tierra y encuen-
tro un rinoceronte asi cn mi propia casa.
Ademas, es un buen cambio.
—Si —dijo Topper—. Pero ni ya
tienes una mujer.
—Si que la tengo —dijo, toman-
do en el aire a la madre de Topper que se
habia tirado por el aire, desde el segundo
piso—. Yo tengo una mujer muy buena,
pero el jefe de las islas de FittitHuli no
tiene ningdin rinoceronte, y me gustarla
que lo tuviera.
—Si, pero zy yo qué? —dijo el jefe
de policia poniéndose triste—. Voy a te-
ner que ser jefe de policia otra vez.
—Te vas con Otto a las islas de
Fitti-Huli —dijo el padre de Topper—. Y
ademés te puedes quedar con las tres es-
posas.
—iOh! —dijo el jefe de policfa un
poco asustado—. Prefiero tener una sola
esposa.
—Bueno, eso tendras que decirse-
lo td mismo al jefe —dijo el padre de
109
‘Topper—. Pero, Topper. zde donde sacas-
te ese animal amarillo?
‘Topper se llevé-a su padre a.un lado.
—;Puedes guardar el secreto?
—pregunté muy bajito.
_ —Desde luego —contest6 su pa-
dfe—. Desde luego, hijo.
—Lo dibujé yo —dijo Topper y
sacé el lapiz del bolsillo, para que lo vie~
ra su padre.
—1o dibujaste? —pregunté su pa-
dre.
—Si —dijo Topper—. Todo lo que
uno dibuja con este l4piz, se hace verdad.
—jEstupendo! —dijo su padre—.
Entonces, no te importard que me lleve al
rinoceronte. Puedes dibujar otro nuevo.
—No —dijo Topper y se acereé a
su padre para decirle al ofdo—. La préxi-
ma vez voy a dibujar un elefante.
Su padre se eché a reir muy fuerte.
—Entonces, tienes que esperar a
que le pongan un suelo nuevo a la casa
—le dijo
4-—
=“ Capitulo ultimo 3
‘A la mafiana siguiente, subieron a
Otto al barco que lo llevaria junto con cl
jefe de policia y el padre de Topper, a las
Iejanas islas Ficti-Huli
Habia muchos nifios en el puerto,
para ver al rinoceronte, pero cuando vie-
ron al padre de Topper con su enorme
barba roja empezaron a grit
—;Podemos ver los dientes?
El padre de Topper sonrié y se sa-
6 la dentadura postiza de la boca y todos
los nifios se pusicron a aplaudir.
—jOjala fuera mi padre el que tu-
viera unos dientes asi! —dijo un nifio
—Los tendra un dfa, ya lo verds
—dijo el padre de Topper—. Se caen
ellos solos.
—iQué bien! —dijo el nino—. Me
alegro, porque asi cuando quiera ir bien
presentado sc los puedo pedir prestados.=
|
nz
A Otto le habian pasado una cuer-
da muy gorda por debajo de la barriga, lo
Ievantaron con una gria y lo pusieron
con cuidado encima del barco.
Otto estaba de muy buen humor y
cuando iba por el aire solté unos sonidos
muy raros y simpaticos.
— Por qué hace eso? —pregunts
una nifia que estaba comiendo un helado.
—Porque le hace cosquillas —dijo
‘Topper.
EI Sr. Len también estaba en el
puerto para despedir a Onto, Estaba un
poco nervioso, porque pensaba que no
iba a ganar tanto dinero cuando Otto ya
no estuviera en el CAFE PESCADILLA
AZUL. Al St. Len le gustaba mucho el
dinero.
Pero mientras estaba en el puerto,
con su mal humor, se le ocurrié una bue-
na idea.
—iYa lo tengo! —grité—. Voy a
llamar a mi café EL RINOCERONTE
AMARILLO.
Y se marché a casa corriendo, ¢
3
pintar un letrero nuevo para ponerlo ar
ba de la puerta
Cuando ya Oue, el jefe de policia
y siete vagones de hierba estaban a bordo,
fl capicin del barco grité:
—SALIMOS, ;RUMBO A LAS IS-
LAS FITTI-HULI!
Topper recibié un abrazo de su pa-
dre, tan fuerte que casi lo deja sin aire, y
su madre recibié nueve besos muy cari-
fiosos en toda la boca.
La sirena del barco empez6 a sonar.
Los marineros empezaron a correr de un
lado para otro, muy atareados y Orto soles
el mayor y mejor JONK de su vida.
En el piso de arriba de la casa roja
estaban la Sra. Flora y dl Sr Holm to-
mando el café de la mafiana mientras mi-
raban al puerto.
—Mire —dijo la Sta. Flora—.
Acaban de embarcar un rinoceronte en
un barco. Es extrafio la cantidad de rino-
cerontes que se ven ahora.
—Es el mismo rinoceronte que vi-
mos ayer —dijo el Sr. Holm—. Lo llevana las islas Ficei-Huli, a'pasearse entre las pal-
meras y a comer plitanos, y con él también
va el jefe de policta
—,Caf@ —dijo la Sra. Flora—.
Si, si, puede tomar todo el café que quie-
ra, St. Holm,
Y cogiendo la mano del Sr. Holm
le sontié.
E| barco emperé a salir del puerto.
Y los nifios saludaron tanto a Otto
15
que les dolfan los brazos.
Estuvieron alli hasta que Otto no
se vefa mas que como un bultito amarillo
y hasta que ya no se ofan mas JORK des-
de el barco.
—Se fue Otto —dijo Viggo, sus-
pirando—. Qué vamos a hacer ahora?
‘Topper cogié el lipiz del bobsillo y
Ie guifié un ojo.
—Un dlefante —le dijo al odo—.
Rojo.
Mira, ahi va nuestro
Sille miré al mar y sacudi6 lenta-
mente la cabeza.
—Topper —dijo ella—. Tu estds
loco. Ahi no hay ningdn rinoceronte. Es
tun barco normal y corriente.
Y montindose en la bicicleta se
marché a toda velocidad.
‘Topper suspiré.
—No es facil tener una novia —le
dijo a Viggo.
A= —
t
116
— Bah! —dijo Viggo.
Y realmente eso era lo que opina-
ba de este asunto.
INDICE
Capitulo 1...
Capitulo 2...
Capitulo 3
Capitulo 4
Capitulo 5...
Capitulo 6..
Capiuulo 7.
Capitulo 8.
Capitulo
Capitulo 10 98
Capitulo tiltimo 110OLE LUND KIRKEGAARD
Nacié en 1940 en Aarhus (Dinamarca).
Una vez finalizados sus estudios se
dedicé a la creacién literaria. Ha escrito
numerosos guiiones para radio, television,
obras de teatro, cuentos y novelas, y ha
dedicado especial atenciém a los libros
para nifios. Ozzo es um rinoceronte fue
incluido en 1974 en Ia lista de honor
del premio Hans Christian Andersen.de
Sante