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MAD NDANENTO ACOGR It -) ARR Javier Cabanyes Truffino Araceli del Pozo Armentia © Copyright 2003, Aquilino Polaino-Lorente, Javier Cabanyes Truffino y Araceli del Pozo Armentia Instituto de Ciencias para la Familia. Universidad de Navarra. Ediciones Rialp, S. A. ISBN: 84-321-3468-6 Depésito legal: M. 38.821-2003 Tlustracién de cubierta: The Image Bank Disefio: Equipo de Edicién Fotocomposicién: Grificas Anzos, S. L. Impreso en Grificas Anzos, S. L. - Fuenlabrada (Madrid) Printed in Spain - mpreso en Espafia «No est permitida la reproduccién total o parcial de este libro, ni su tratamiento informético, nila transmisién de ninguna forma 0 por cualquier medio, ya sea electrénico, mecénico, por forocopia, por registro u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del Copyright.» PROLOG ... INDICE Capitulo 1: INTRODUCCION AL CONCEPTO DE PERSONALIDAD, por Aquilino Polaino-Lorente 1. Introduccién 2. Algunas dificultades en el estudio de la personalidad 3. Persona y personalidad .. 4 5. . Persona, libertad y formacién de la personalidad Por qué los estudios de la personalidad resultan ins para el conocimiento de la persona? .... 6. Algunas notas caracteristicas de la persona . 6.1. La persona tiene intimidad 6.2. La persona es un ser irrestrictamente abierto 6.3. La persona es un ser cuya singularidad onwolgis es inco- municable .. 6.4, La persona es un yo corpéreo . 6.5. La persona es un ser capaz. de tener, dar y recibir .. 6.6. La persona es un ser dialégico 6.7. La persona es libre . 6.8. La persona es un fin en si misma 6.9. La dignidad de la persona 7. Bibliografia ... Capitulo 2: EL DESARROLLO DE LA PERSONALIDAD EN EL NINO Y ADOLES- CENTE, por Aquilino Polaino-Lorente y Araceli del Pozo Armentia ... 1. Génesis y formacién de la personalidad, Factores que influyen en el desarrollo ... . El temperamento y el desarrollo de la personalidad en los prime- ros afios de la vida .. . El desarrollo de la personalidad y los estudios sobre el apego .. . Influencias parentales diferenciales: maternidad-paternidad |. Estilos educativos y tipos de familia: el clima familiar . Interaccién familiar: la cuestién del modelo .. La accién directa de los padres en la formacién de la personali- dad de los hijos ... xv Nave 7 17 22 27 31 37 40 40 41 42 45 46 47 48 50 51 53 53 55 55 58 67 71 6 INDICE 8. La etapa adolescente 73 9. Bibliografia ... 77 Capitulo 3: INTRODUCCION A LOS PRINCIPALES MODELOS TEORICOS DE PERSONALIDAD, por Javier Cabanyes Truffino 79 1. Consideraciones iniciales ... 79 2. Substrato filoséfico de los ssdelon de personalidad .. 81 2.1, Enfoque mecanicista . 82 2.2. Enfoque organismico 82 2.3. Enfoque dialéctico 83 3. Las tres tradiciones de la psic 83 3.1. Tradici6n clinica 84 3.2. Tradicién correlacional 85 3.3. Tradicién experimental 86 3.4. Un intento conciliador . 87 4, Orientaciones de la psicologta de la personalida 87 4.1. Teorias frente a anilisis sistematico 88 4.2. Ciencia natural frente a ciencia social 88 4.3, General frente a individual 89 5. El concepto de modelo tedrico .. 89 6. Los modelos de personalidad 92 6.1. Modelo situacionista .. 93 6.2. Modelo internalista 94 6.3. Modelo interaccionista 7 7. Dificultades para la elaboracién de un tinico modelo de persons 99 8. Un apunte final al estado actual de la cuesti6n 101 9. Bibliografia ... 103 Capitulo 4: BioTipos y Psicoriros, por Javier Cabanyes Truffino ... 106 1. La tradicién tipolégica .. 106 2. Tipologias constitucionalistas 107 2.1. Tipologias de Kretschmer 109 2.2. Tipologia de Sheldon ll 3. Tipologias hormonales 113 4, La tipologia de Pavlov 114 5. El modelo de Strelau 117 6. Orientacién tipolégica y primeros enfoques dimensionales 119 7. Bibliografia ... 120 Capitulo 5: EL ACERCAMIENTO FENOMENOLOGICO AL ESTUDIO DE LA PERSONALIDAD, por Javier Cabanyes Truffino 122 1. Introduccién 122 2. Bl enfoque de la psicologia humanista 123 2.1. Lo humano como distintivo del hombre 123 2.2. Visién integral del individuo .... 123 2.3. Cardcter intencional de la conducta humana 124 INDICE 7 2.4, Enfasis en la subjetividad .. 124 2.5. Visién positiva, optimista y centrada en la salud 124 3. Rogers y la teorfa del sf mismo .. 125 3.1. Punto de partida 125 3.2. Organismo ... 126 3.3. Si mismo 127 3.4. Tendencia a la actualizacién 128 3.5. Desarrollo y dindmica de la personalidad 128 3.6. Necesidad de consideracién positiva . 129 3.7. Necesidad de autoestima 130 3.8. Condiciones de valor .... 130 3.9. Congruencia versus incongruencia 131 3.10. Funcionamiento pleno 132 4, Maslow y la teoria de la motivacién 133 4.1, Fundamentos .. 133 4.2. Necesidades 134 4.3. Actualizacién de sf mismo .... 135 5. Consideraciones crfticas del enfoque humanista 136 6. Bibliografia .. 137 Capitulo 6: EL ACERCAMIENTO FENOMENOLOGICO EN EDITH STEIN AL ESTUDIO DE LA PERSONA, por Aquilino Polaino-Lorente 139 1. Introduccién .... 139 2. La estructura de la persona humana 141 3. Sentimientos, valores y libertad 145 4, Yo, s{ mismo, persona 147 5. Estructura del Yo .... 149 6. La dimensién social en Ja estructura de la persona 153 7. Bibliografia 159 Capftulo 7: LA PERSONALIDAD EN LAS TEORIAS PSICOANALITICAS, por Aquilino Polaino-Lorente . 160 1, Introduccién 160 1.1. El «principio del placer y el «principio de la realidad» 162 1.2. El placer y el principio de realidad . 168 1.3. Realidad y principio de la realidad .. 169 1.4, Apertura cognoscitiva y principio de la realidad 169 1,5. La realidad y la observacién de Io real 170 2. La topografia de la conciencia 171 3. La estructura de la personalidad 177 4. El desarrollo evolutivo de la personalidad . 182 5. Los mecanismos de defensa xe del yo 187 6. Bibliograffa ..... 192 Capitulo 8: TEORIA PERSONALISTICA DE ALLPORT, por Javier Cabanyes ‘Truffino .. 194 1. Prolegémenos a una teorfa 194 INDICE Nays . Los rasgos . El proprium ... . Autonomia funcional de los motivos . El comportamiento . Conclusién .. . Bibliografia ... 3.1. Percepcién de la realidad corporal 3.2. Identidad 3.3. Autoestim: 3.4, Extensi6n del yo 3.5. Imagen de sf mismo 3.6. Racionalidad 3.7. El sf mismo intencional Capitulo 9: EYSENCK Y LA TEORIA DE LOS TRES FACTORES, por Javier Ca- banyes Truffino . 1. 2. Notas generales del modelo .. 3. 4. Acercamiento explicativo de la personalidad . 5. 6. Marco de influencias Dimensiones bisicas de la personalidad 4.1, Extraversién-introversién .. 4.2. Neuroticismo 4.3. Psicoticismo Valoracién del modelo y conclusiones .. Bibliografia Capitulo 10: La ESTRUCTURA DE LA PERSONALIDAD Y EL ANALISIS FACTO- RIAL, por Araceli del Pozo Armentia y Aquilino Polaino-Lorente . lL 2. La teoria de Cattell 3. La personalidad y los rasgos .. 4, La personalidad y las actitudes. La motivacin humana 5. 6. 7. 5. Trascendencia de la teorfa de Cattell . Bibliografia. Introduccién .... Implicaciones para la vida familiar Capitulo 11: COGNITIVISMO Y PERSONALIDAD, por Aquilino Polaino-Lo- rente lL. 2. Personalidad, cognitivismo y terapia familiar Conflictos conyugales, cognitivismo y personalidad 2.1. No todos los sesgos son determinantes de conflictos conyu- gales 2.2. Heuristics y atajos cognitivos 1. «Mis relaciones de pareja han sido un continuo de- sastre desde su comienzo» .. 2.2.2. «jTe has enterado de lo que ‘ha hecho 1 hijo?» a) EI sesgo éxito-fracaso 197 198 200 200 200 201 201 202 202 203 205 206 206 208 208 209 210 212 213 218 219 220 221 224 224 225 231 233 237 238 238 245 247 249 250 257 259 INDICE b) El sesgo de negatividad ... ©) El sesgo de representatividad d)_ El sesgo de ajuste /anclaje .. : 2.2.3. «Son los padres buenos educadores de sus hijos’» ... 2.2.4, Egocentrismo y responsabilidad: ls celadas delyoy y los juicios sobre el tti 2.2.5. «A éte le cambio yo en cuanto nos casemos» 3. A modo de epilogo 4, Bibliografia .. Capftulo 12: Los CONSTRUCTOS PERSONALES DE KELLY, por Aquilina Polaino-Lorente y Araceli del Pozo Armentia .. 1. Kelly y el alternativismo constructivo . 2. La teorfa bésica de Kelly: el postulado fundamental y los corola- rios ... . La estructura de la personalidad y los constructos . La psicopatologia implicita en esta teorfa . A modo de conclusién . Bibliografia .... Capitulo 13: LAs TEORIAS INTERACCIONISTAS, EL APRENDIZAJE SOCIAL Y LA PERSONALIDAD, por Javier Cabanyes Truffino 1. Prolegémenos de un debate .. 2. EI planteamiento interaccionista .. 2.1. Caracteristicas del modelo 2.2. Variables de la persona .. 2.3. La interaccién 3. Rotter y el aprendizaje social 3.1. El comportamiento en una situacién especifica 3.2. Hl comportamiento en situaciones generales 3.3. Dindmica del modelo 4, El acercamiento social-cognitivo . 5. El planteamiento critico de Mischel 5.1. Frente a los rasgos .. 5.2. Unidades de andlisis de la personalidad 6. La propuesta de Albert Bandura .. 6.1. El sf mismo como autocontrol 6.2. La autoeficacia ... 6.3. Funcionamiento del modelo 7. Valoracién del modelo interaccionista 8. Bibliografi Capitulo 14: LIDERAZGO Y ALTRUISMO EN EL CONTEXTO DE LA FAMILIA, por Aquilino Polaino-Lorente y Araceli del Pozo Armentia .. 1. Concepto de lider y liderazgo 2. Direccién y liderazgo 3, La personalidad del lider ayvRw 260 262 263 264 271 275 279 279 281 281 284 297 303 306 306 309 309 310 326 328 330 331 10 INDICE 4, Teorfas sobre el liderazgo. Persona y situacién: Los estilos de li- derazgo ... 349 5. El liderazgo en la familia .. 357 6. Algunas consideraciones acerca del concepto de altruismo 361 7. Teorfas acerca de la conducta altruista 361 8. La personalidad altruista .. 362 9. Premisas y factores determinantes de la conducta altruista 369 10. El comportamiento altruista y el comportamiento solidario ..... 373 11. Bibliografia ... 373 Capitulo 15: PERSONALIDAD, ANSIEDAD Y RENDIMIENTO, por Javier Ca- banyes Truffino . 376 1. Consideraciones iniciales .. 376 2. Delimitacién de conceptos .. 376 3. Andlisis del estrés y la ansiedad 379 4, El estrés como respuesta ... 380 4.1. Afrontamiento del estrés 382 4.2. Mecanismos de defensa frente al estrés 386 5. Estrés y personalidad 388 5.1. Enfoques sobre el estrés y la persor 389 5.2. Variables de la personalidad .. 390 5.3. Autocontrol y fortaleza .. 391 5.4. Ansiedad y percepcién de la autocficacia 392 6. Ansiedad y rendimiento 392 7. Situaciones de prueba . 394 8. Rasgo y estado de ansiedad 397 9. El papel de la situacién en el estrés y la ansiedad 399 9.1. El estrés en la vida cotidiana .. 401 9.2. Burnout 403 10. Bibliografia 405 Capitulo 16: PERSONALIDAD, AUTOCONTROL ¥ AUTOEFICACIA EN EL AM- BITO FAMILIAR, por Araceli del Pozo Armentia y Aquilino Polaino- Lorente . 408 1. Introducci6n 408 2. Personalidad . 408 2.1, Autocontrol 409 2.2. Estadios del autocontrol 4ll 2.3. Técnicas de autocontrol 4ul 3. La familia y los mecanismos de autocontrol Als 4, Autorregulacién .. . 418 4.1. La autorregulacién y el dominio de si en el contexto de la familia .. - 419 5. Autoeficacia .. 419 5.1. La familia y el sentido de autoeficacia 421 6. Bibliografia .... 423 INDICE ul Capitulo 17: LAS ATRIBUCIONES Y LA BUSQUEDA DE LA EXCELENCIA PER- SONAL EN LA FAMILIA, por Aquilino Polaino-Lorente y Araceli del Pozo Armentia 425 1. Introduccién 425 2. La teorfa de la atribucién. 426 3. La atribuci6n y las dimensiones causales .. 429 4, Las percepciones causales y la cuestidn de las diferencias indivi- duales . 432 5. Errores y sesgos atribucionales 433 6. Elestilo atribucional 436 7. La terapia atribucional 439 8. Las atribuciones y el contexto familiar . 440 9. La excelencia personal . 441 10. Bibliografia .. 443 Capitulo 18: LA PERSONALIDAD HOY: ENTRE LA AUTOAFIRMACION Y LA DES- PERSONALIZACION, por Aquilino Polaino-Lorente . 446 1. Introduccién 446 2. Personalidad y trabajo 446 3. Personalidad y adiccién al trabajo: «Workaholism» 452 4, Personalidad individualismo 458 5. Trabajo y familia 466 6. De Sisifo a Proteo . 470 7. Bibliografia . 475 Capftulo 19: PERSONALIDAD TIPO A, LIDERAZGO Y ALTRUISMO EN EL MA- TRIMONIO, por Aquilino Polaino-Lorente 476 1. Introduccién 476 2. La personalidad tipo Ay el matrimonio .. 477 3. La personalidad del lider y el matrimonio .. 483 4. La personalidad altruista y el matrimonio ...... 488 5. La personalidad ansiosa y los conflictos conyugales .. 494 6. Bibliografia .. 497 Capftulo 20: PERSONALIDAD Y CONFLICTOS CONYUGALES, por Aquilino Polaino-Lorente . Introduccién . La incapacidad para expresar, dar y recibir afecto . La pareja que «hace el ridiculo» . La personalidad envidiosa . La personalidad rencorosa y resentida . La personalidad que no tolera las frustraciones La personalidad celosa 7.1. Los celos y los mecanismos de defensa del yo 7.1.1. La negacién La emulacién creativa La sublimacién . 499 499 500 505 Sil 516 521 529 533 534 534 536 NAYVSseNE 12 FUNDAMENTOS DE FSICOLOGIA DE LA PERSONALIDAD 7.1.4. La represién 7.1.5. El desapego «. 7.1.6. La docilidad servil .. 7.2. El comportamiento celoso, la posesién afectiva y el auto- control ... 7.3. La educacién en la afectividad de las personas celosas 8. Bibliografia ... 537 539 541 Capitulo 21: LA AS{ LLAMADA «MADUREZ DE LA PERSONALIDAD», por ‘Aquilino Polaino-Lorente . 1. Introduccién . 2. Algunas caracteristicas generales de las personalidades maduras ... 549 545 2 1. Es realista ... 550 Aprende de los propios errores 550 Se acepta a s{ misma 551 Vive en el presente 551 . Controla su talante afectivo 552 Sabe conjugar el trabajo, las aficiones y el tiempo libre... 553 . Tiene capacidad de compromiso, responsabilidad y cono- cimiento personal 2.8. Ni domesticable, ni devorada por la masa 2.9. Es capaz de transformar y asumir la identidad personal ..._ 556 2.10. Es capaz de refrse de sf misma 597 2.11. Es critica, pero no criticona 557 2.12. Ama h libertad y tolera la aml 558 2.13. Profesionalidad, lealtad y espiritu de servicio 559 2.14. Sabe relacionarse con los dems .. 2.15. Sabe afrontar la enfermedad .... 2.16. Se siente segura de s{ misma y sabe vivir 561 3. Los criterios de la Asociacién Nacional de Salud Mental nor- teamericana 561 3.1, Se sienten confortables consigo mismos . 562 3.2. Piensan bien de los demas .. 562 3.3. Son capaces de aftontar las exigencias de la vida 563 4, Un decdlogo que puede ser titil para la madurez de la personali dad y la felicidad conyugal .. 563 5. Bibliografia ... Capitulo 22: AMOR ¥ PERSONALIDAD, por Aguline Polaino-Lorente 565 1. Introduccibn ....- 565 2. La expresién y donacién de afecto 566 3. La reciprocidad de la mutua donacién .. 568 4, Donacién y acogida del don... 570 5. Complementariedad y mejora de la personalidad 572 6. Libertad, personalidad y conflictos conyugales 573 7. Bibliografia 575 PROLOGO EI estudio de la personalidad se presenta, amable lector, como una tarea fascinante y problemdtica. Fascinante, porque en el fondo de cada persona subyace la intrincada y anhelante cuestién de saber cémo se ¢s, una vez que se ha constatado la casi imposibilidad de saber quién se ¢s. Tal fascinacién no es, pues, artificial, sino que responde a un deseo natural ¢ irreprimible: el de saber acerca de s{ para saber a qué atenerse. ProblemAtica, porque son muchos los estudiosos, las teorfas y las es- cuelas de psicologia desde las que se han abordado el estudio de la perso- nalidad. Nada de particular tiene por eso, que al principiante —menos avezado en el contenido de estas materias— tal vez le cueste un poco mds de esfuerzo pasar de uno a otro modelos de personalidad o que acaso se empecine en hacerlos chocar y en tratar de integrarlos en un solo modelo sintético, totalizante y casi siempre crfptico, incluso para sf mismo. El consejo de quien esto escribe es que renuncie a ese intento, al mismo tiempo que se le anima a tratar de llegar —eso s{— a una sintesis personal, tras la lectura de este manual, poco importa que se ajuste 0 no a las exigencias academicistas. Por lo general, al alumno le importa mds —le va en ello aspectos rele- vantes de su intimidad— dar razén de sf, es decir, conocerse, que «cons- truir» una perfecta sintesis, tan proteica como initil, para conducirse a sf mismo ¢ iluminar los pasos que ha de dar en la travesfa de su vida. Es conyeniente, sin embargo, que se deje seducir por el estudio de la psicologia de la personalidad —y a ello se le anima—, al menos por las im- plicaciones que esto pueda tener en el acercamiento a otras personas, con las que antes o después habré de encontrarse en el ejercicio de su profesién. Es probable que si se acerca a su estudio movido o motivado por es- tas circunstancias, se le allane el camino que emprende y hasta se deje cautivar por lo que se dice en el texto que tiene entre sus manos. 14 FUNDAMENTOS DE PSICOLOGIA DE LA PERSONALIDAD En tiltima instancia, aunque sélo fuera por «amueblar mejor su ca- beza psicoldgica», tal empresa valdrfa la pena. De esa mejora del «amue- blamiento» depende muchas veces la capacidad de plantearse problemas y reflexionar sobre ellos. Cualquiera que fuere el resultado que obtuviere, esto es siempre una gran cosa, pues comporta una cierta capacidad, que dilata y profundiza la propia personalidad a la vez que intensifica su densidad de persona. Escribiré ahora dos palabras acerca de los profesores que aqui han colaborado. Javier Cabanyes es neurélogo y doctor en Medicina, y proba- blemente uno esos raros profesionales de su especialidad que mds se han interesado en la practica por el estudio neuropsicolégico de la personali- dad, en pacientes psiquidtricos. Araceli del Pozo es Doctora en Ciencias de la Educacién desde hace més de una década. Si tuviera que subrayar algdn rasgo de su personali- dad que le caracterice como quien es, sin duda alguna, dirfa que su aper- tura y disponibilidad a la comprensién y necesidades del otro. Acaso por eso tenga tanta atraccién y poder de persuasién entre sus alumnos y com- pafieros de Universidad. Ambos colaboradores coinciden en haber impartido esta disciplina durante muchos afios en nuestra Facultad, en haber sido —en un tiempo ya ido— alumnos a los que dirigf sus respectivas tesis doctorales, y sobre todo —cémo no— en haber soportado la convivencia no interrumpida durante lustros con mi persona, cosa nada facil y muy de agradecer por quien esto escribe. En realidad, he de manifestar que me siento muy honrado de haber colaborado con ellos, pues sin su ayuda y estfmulo esta publicacién jamds se hubiera realizado. Por tiltimo, advertir al lector de que en esta publicacién se han cui- dado también ciertos aspectos antropoldégicos y humanistas que, de for- ma inevitable, enmarcan el estudio de la personalidad, de manera que el alumno no se enfrente al aprendizaje que realiza, de una forma desencar- nada o desvitalizada. Este es el discurso argumental que justifica el que se hayan incluido en esta monografia algunos contenidos como las diferencias entre perso- na y personalidad; el acercamiento fenomenolégico en Edith Stein al es- tudio de la persona —lo cual pudiera escandalizar a algunos y hacer que otros se sientan dichosos—; el estudio de las atribuciones y la busqueda de la excelencia en la familia; los riesgos que la personalidad tiene hoy, entre la autoafirmacién y la despersonalizacién; la personalidad y los con- flictos conyugales; la asf llamada «madurez de la personalidad»; etc. A la altura de la trayectoria académica en que actualmente se en- cuentra, quicn esto escribe, ha de confesar que ha reflexionado muchas PROLOGO 15 veces en las palabras de Bossuet que se transcriben a continuacién: «El hombre, pequefio por sf mismo, se avergiienza de su pequefiez, se afana por engrandecerse, para multiplicarse con sus titulos, con sus posesiones, con sus vecindades! Y, sin embargo, por m4s que se multiplique, para anonadarle no se necesita mds que una sola muerte. Pero él no piensa en tal cosa, y en el indefinido e imaginario acrecentamiento de la vanidad nunca se le ocurre medirse con el féretro, que es, empero, su tinica medi- da exacta». Después de repensar numerosas veces el contenido del anterior frag- mento, el autor de este prdlogo ha de reconocer que todavia le importa —aunque bastante menos que antes— lo que los demds puedan decir de 4: No tanto por lo que estrictamente digan como por el modo en que lo dicho por ellos pueda incidir en su modo de ser y hasta en la relativa re- configuracién de su personalidad, un tanto cristalizada ya a estas alturas de la vida. Es preciso admitir que las opiniones ajenas acerca de lo que las per- sonas realizan suelen influir en todas ellas. {Tanto nos importa, al parecer, la cuestién de la reputacién y el reconocimiento social! Causa un cierto asombro este pequefio misterio humano, para el que no disponemos de un estudio del todo clarificador y terminante. No obstante esta incerti- dumbre, ha de admitirse que algunos hemos encontrado un cierto con- suclo en el modo cn que Alejandro Poc responde a la pregunta, a este res- pecto nuclear: «Qué es la reputacién?» —se pregunta Poe—. «Una vida imaginaria en la vida de los demds, algo fuera de nosotros antes de nues- tra muerte». Madrid, 25 de junio de 2003 Prof. Dr. Aquilino POLAINO-LORENTE Catedratico de Psicopatologfa de la Universidad Complutense Capf{TULO 1 INTRODUCCION AL CONCEPTO DE PERSONALIDAD Aquilino Polaino-Lorente 1. Introduccién El concepto de personalidad es un término que deriva del griego (présopor) y del latin (personare, persona), que significa resonar, sonar con fuerza. Esta acepcién inicial le viene impucsta por cl papel que cada actor desempefiaba en la obra teatral, Persona era, pues, sinnimo de «persona- jer, y se designabs con ello la mdscane husca o caritula que empleaban los actores en las representaciones teatrales para amplificar el vohumen de su voz, al mismo tiempo que para ocultar su verdadero rastro y asi adaptar- se mejor al papel que representaban. Es probable que este uso inicial del término personalidad, concebido como mdscara, haya hecho un flaco servicio al concepto psicolégico de personalidad, tal y como éste es entendido por la gente. Hay una relacién inevitable entre persona y personalidad aunque, como observaremos mds adelante, sean muy diferentes en sus significados. Sin embargo, uno y otro se emplean, indistinta y funcionalmente, como si tuvieran el mismo significado, tanto por psicélogos como por la mayorfa de los hablantes. De aqu{ que pueda afirmarse que la personali- dad es el correlato psicolégico de! término persona que estudian los fild- sofos. La personalidad se nos ofrece como la denominacién que recibe el concepto de persona en el dmbito de la psicologfa, una vez que aquél ha sido descontextualizado de! marco filoséfico en que se origind. Nada de particular tiene que el concepto de personalidad, puesto hoy en circulacién en la mds amplia sociedad, constituya ante todo una imagen de la persona, la apariencia, el comportamiento que manifiesta en funcién del contexto y los determinantes sociales en que se encuentra, el modo de conducirse segtin el «escenario socials en que se halla. 18 FUNDAMENTOS DE PSICOLOGIA DE LA PERSONALIDAD Como tal icono, el concepto de personalidad se ha distanciado cada vez mds del de persona con el que, obviamente, est articulado de forma inevitable. La personalidad depende de la persona como de su propio origen. Segiin esto, el concepto vulgar de personalidad podria entenderse como algo aditivo y genitivo. Aditivo, porque es algo que se afiade o yux- tapone al ser de la persona, a pesar de que la imagen manifestada no se corresponda con la persona a la que dice representar. Es cierto que la persona se manifiesta y que esas manifestaciones constituyen, en un cierto sentido, algo que la representa. Pero la persona ni «tiene» una imagen, ni «es» una imagen. El ser de la persona trascien- de la imagen en que se manifiesta. De otra parte, esa «representacién» de su ser es siempre parcial, sectorial y muy limitada y restringida. Genitive, porque la peronalidad se concibe como algo, como una imagen o representacién de alguien, sin cuyo sujeto originario y «de perte- nencia» no seria posible. En realidad, aqui no hay una imagen de nadie. Para que haya imagen tiene que haber alguien detrds, es decir, un sujeto (subjectum; suppositum) que sustente, precisamente, la imagen que mani- fiesta 0 representa. ‘Tan importante es hoy este aspecto genitivo de la personalidad que, en el uso coloquial del lenguaje, es frecuente que la expresién «tener o dar buena imagen» signifique y se entienda como «ser alguien». Si no se dis- pone de una cierta imagen social, no sc ¢s alguien, sino «un nadie». Las manifestaciones de la persona, ese «algo» que las caracteriza, se mudan entonces en el elemento definidor del «alguien» al que represen- tan. Resulta curioso, por el contrario, que respecto de las cosas no se pre- dique en modo alguno esa «imagen». Lo mismo sucede respecto de los animales. De un caballo, por ejemplo, no se dice que dé buena imagen; del caballo se dice que tiene una buena estampa. A lo que parece, en los animales la imagen se transforma en estampa, que es tal vez otro tipo de representacién, desde luego de naturaleza muy diversa a la representacién de la persona. En conclusién, que la persona en la actual cultura es capaz de re- presentarse a s{ misma y generar iconos, que se Ilaman imdgenes, y que «tener buena imagen» es sinénimo de «ser alguien», Hasta aqui algunos as- pectos del concepto vulgar de personalidad de que mucha gente dispone. ‘Acaso, por eso, hay personas que hoy sacrifican su ser a la imagen que quieren tener, que sustituyen el ser por la imagen, que ofrendan —como un holocausto en el altar de la popularidad, el éxito, el poder o el dine- ro— el ser a la imagen. Desde este punto de vista, la personalidad no se- ria otra cosa que e/ icono que la persona representa frente a los demds. En otras ocasiones, se define la personalidad de alguien por el rol que representa, el trabajo que realiza o el puesto que desempefia. La ac- INTRODUCCION AL CONCEPTO DE PERSONALIDAD 19 cién o rol representado por alguien (el director general, por ejemplo, de una empresa), sustituye a su personalidad, a la que dice defini. Pero la personalidad de csa persona no sc identifica con el papel por lla representado. El papel que representa 0 la accién que acomete es ape- nas uno de los muchos efectos en que su persona se manifiesta. La perso- na es siempre mucho mds que su propio obrar o manifestarse. Su persona- lidad también. Otras veces, la personalidad se ha entendido como é/ conjunto de dis- ponibilidades, cwalidades y canacterlsticas personales, que permiten a una per- sona ser reconocida como quien es. Se supone que estas manifestaciones se han generado como consecuencia de que esa persona es actor de si mismo. Estas cualidades de su personalidad tienen una cierta estabilidad en el tiempo, lo que permite que esa persona sea reconocida por ellas como tal persona. Estas cualidades no se derivan o explanan en la mera actua- cién de la persona, como tampoco la sustituyen, sino que es la persona, precisamente, la que las hace posibles. En otros contextos, se emplea el término de personalidad para refe- tirse a la persona como sujeto de derechos y deberes ante la ley. Por esta via se incide en otras propiedades que, por estar mejor vinculadas a la persona, son més propias de ésta que de la personalidad. Este es el caso, por ejem- plo, de conceptos como dignidad, respeto y autoridad. Acerca de la permanencia o lo permanente de la personalidad, hay que afirmar que lo que a ella le caracteriza es una cierta versatilidad, la que viene exigida por una doble condicién: la necesidad de adaptarse al medio (siempre cambiante) y ¢/ dinamismo y creatividad de la persona, en tanto que ser irrestrictamente abierto, en que aquella se fundamenta. Entre sas manifestaciones de la personalidad, cn funcién del con- texto, puede haber algunas de ellas un tanto contradictorias, lo que prue- ba, de una parte, que la estabilidad de la personalidad no es sindnimo de inmutabilidad, y, de otra, que el contexto puede ejercer una importante presidn sobre el moldeamiento de la personalidad. La persona es siempre /a misma —en el sentido, de que hay en ella rasgos y caracterfsticas que resisten y sobreviven a todos los cambios—, pero no se comporta ni: experimenta siempre /o mismo, en funcién del contexto social en que esta. La persona es siempre la misma —lo que manifiesta ef nzicleo de su identidad, al que han de referirse todas las cosas—, pero ni se siente, ex- perimenta y manifiesta de la misma manera, lo que en modo alguno con- tradice su identidad. Esta iltima caracterizacién puede manifestar una cierta limitacién de la persona, pero también la condicién de posibilidad de la variabilidad y mudanza de su personalidad y, por tanto, de su libertad. 20 FUNDAMENTOS DE PSICOLOGIA DE LA PERSONALIDAD Identidad y libertad personal, como luego se estudiar4, no se contra- ponen sino que se exigen mutuamente, lo cual es posible gracias a la flexi- bilidad —-que no rigidez— de la personalidad. Por eso, aunque Ia persona no es como tal predecible, si que pueden serlo algunos de sus comportamientos. Hasta cierto punto, cuanto mayor sea el conocimiento de la personalidad de un sujeto, mayor serd la proba- bilidad de que se acierte en las predicciones que acerca de su comporta- miento pueden hacerse. Pero conviene estar avisado de que, atin asi, muchas de esas predic- ciones no se cumplen, especialmente las formuladas respecto de aquellas disponibilidades que pertenecen al micleo intimo de la persona y su li- bertad. Por eso se ha afirmado —y con toda raz6n— que /a persona en cuan- to tal no es predecible. Sea como fuere, en esto reside gran parte del valor de utilidad y eficacia que tiene el estudio de la personalidad: en que algu- nos comportamientos de la persona pueden ser predecibles. Una de las principales funciones de la personalidad es que la persona se adapte al medio. Los modos en que una persona se adapta al medio son, con relativa frecuencia en la prdctica, los mismos © muy parecidos. Estos modos pueden apresarse y estudiarse en la personalidad en que se manifiestan. De aqui que segtin scan éstos, as{ son en algunas ocasiones los ctiquetadas sociales que se asignan a la persona, como si se tratara de un auténtico correlato social de su personalidad. A la interaccién entre el individuo y el ambiente se le ha asignado una relevante funcién en la génesis de la personalidad. Hoy se piensa que las co- sas estén a mitad de camino entre los factores ambientales y genéticos. Se dice que la tesis mas probable es la del interaccionismo. La personalidad es entendida como un constructo, la construccién abstracta que cada persona hace de s{ misma, seguin la cultura en que vive y la educacién que recibe. Lo propio de la personalidad —a pesar de los etiquetados que de ella se hagan— abarca tanto la conducta externa de la persona, puiblicamente observable, como su experiencia interna. La personalidad no es por ello s6lo los gestos, comportamientos y manifestaciones que pueden ser ob- servadas para construir un determinado etiquetado, mds 0 menos acerta- do. En la personalidad se integran también los deseos, pensamientos, sentimientos y convicciones, es decir, todo eso que constituye Ja experien- cia interna y el mundo subjetivo de la persona, de donde proceden las ma- nifestaciones que luego son observadas. Tal vez ef etiquetado social naufraga tantas veces, porque no dispone del conocimiento de lo que es mas peculiar y caracter(stico de la persona singular ctiquetada. El etiquetado social muy rara vez hace justicia a la persona y es un «diagnéstico» muy insuficiente de la personalidad. INTRODUCCION AL CONCEPTO DE PERSONALIDAD a La causa de ello est4 en que ef conocimiento de la persona es muy esca- 50 y que en el sistema de atribucién y calificacién empleado, rara vez estén ausentes las estereotipias, prejuicios y sesgos medidticos y encubridores de las auténticas cualidades de la persona. La personalidad que a través de ese etiquetado se manifiesta no es sino la estereotipia formulada y establecida, de forma consensuada y en publico, por la gente que dice conocer a la persona, a la que ignora casi por completo. Este modelo se construye de ordinario trasladdndose el etiquetador desde la psicologia de la atribucién a la psicologia de la ine cia. Primero, se le atribuye a una persona determinado rasgo o cuali y, més tarde, se infiere de esa misma atribucién el rasgo en que luego po- der fundamentar tal etiquetado. Muchas de las atribuciones que se hacen sobre uno mismo 0 sobre los demds jamds fueron comprobadas mediante la observacién de deter- minados hechos. Y, lo que es peor, la mayoria de ellas son tomadas como verdades, axiomas o postulados irrebatibles. De aqu{ que mucha gente entienda por personalidad apenas un con- junto de inferencias mal construidas y de escaso rigor, que ni siquiera tie- ne el fundamento de los hechos que han sido rigurosamente probados, mediante la atenta observacién. Los partidarios de este etiquetado suelen afirmar que Ja personalidad no se ve, pero se infiere. Pero cualquier psicdlo- go avezado, podria hoy desmentir tal afirmacidn, con argumentos y prue- bas irrefutables. En los capftulos que siguen, amable lector, se pasar4 revista a algunas de las definiciones que acerca de a personalidad se han dado, asf como a has escuelas y teorfas mds emblemadticas acerca de la personalidad, actual- mente en uso. Algunas de ellas son mds acertadas que otras pero, en cual- quier caso, todas ellas coinciden en un hecho comin: la imposibilidad de describir por completo, de dar razén del ser de una persona concreta. La mayorfa de las definiciones a que se aludirdn, lineas adelante en esta monogtafia, proceden de muy diversas teorfas acerca de lo que sea la personalidad. Esto quiere decir que hay casi tantos conceptos de persona- lidad como teéricos de la personalidad. Cuando esto acontece puede concluitse, entonces, que algo muy grave sucede: que el conocimiento de la personalidad de que disponemos en la actualidad descansa mis en el punto de vista, la perspectiva formal adoptada por el respectivo estudioso del tema (objeto formal de la psico- logfa de la personalidad), que en la concreta realidad de lo que ¢s cada persona (objeto material). Tales acercamientos al estudio de la personalidad comportan, qué duda cabe, ciertas limitaciones. Pero, sin duda alguna, hay que reconocer que a través de cada una de estas teorfas se ha podido aprehender ciertos 2 FUNDAMENTOS DE PSICOLOGIA DE LA PERSONALIDAD aspectos de la personalidad, que permanecieron escondidos, velados y ocultos a la consideraci6n humana hasta el advenimiento de esas concre- tas y determinadas teorfas de referencia. Ademés, los diversos puntos de vista de que se parte en cada una de estas teorfas —la multiplicidad de los puntos de vista— han contribuido, preciso es reconocerlo, a enriquecer el conocimiento de lo visto. Con todo ello, hay que concluir que ha habido un indudable pro- greso en el conocimiento de la personalidad humana. Hay muchos indi- cadores empiricos de este progreso, que muestran una mayor eficacia en el conocimiento de la personalidad. Este es el caso, por ejemplo, de la aplicacién de estos conocimientos al ambito de la orientacién y seleccién profesional, la psicopatologia, la psicologfa cl{nica, la orientacién fami- liar, la terapia de pareja, etc. Pero una vez reconocida la validez y eficacia de estas aportaciones, hay que afirmar también que el conocimiento de la personalidad se que- da corto, especialmente si lo comparamos con respecto al conocimiento de las personas. ‘A lo que parece, la persona esté mas alld y mas profundamente arraiga- da que la personalidad. Seguin esto, la personalidad no es sino el epifendme- mo manifestativo de la persona, por otra parte un tanto restringido, segdin los factores, rasgos, dimensiones, variables psicofisiolégicas, etc., previa- mente disefiados y estudiados en ella, desde la teorfa que estd en su base. 2. Algunas dificultades en el estudio de la personalidad El concepto de personalidad ha tenido que habérselas con una mul- titud de importantes escollos, muy dificiles de salvar; tan dificiles, que no estamos seguros de que en la actualidad estén del todo superados. Una primera dificultad surge al considerar los rasgos o caracteriza- ciones de la personalidad que definen a cada persona en concreto. Aun- que es cierto que la personalidad abarca el conjunto variadisimo de todas las cualidades que definen a un ser humano, concreto y singular, no lo es en menor grado que con este término no se designa un conglomerado, ni la suma de las diferentes cualidades que se tienen, ni siquiera el mosaico multicolor, peor 0 mejor compuesto, que resulta de solapar ¢l variadisi- mo mimero de las pequefias piececitas. La personalidad es una, aunque para su estudio algunos autores (All- port, 1937; Cattell, 1950; Mischel, 1979) la hayan descompuesto en un espectro amplisimo de fuactores y rasgos. Quede, pues, aqui constancia de lo que la personalidad no es: la agiega- cién, adiccin, yuxtaposicién, recomposicién o integracién de un mayor INTRODUCCION AL CONCEPTO DE PERSONALIDAD 23 © menor ntimero de rasgos que, en algtin modo, se encuentran disocia- dos y como a la espera de ser asumidos por la persona ala que dicen ca- racterizar. Yes que, como dice Pinillos (1975), «en un cierto sentido es claro que el andlisis de procesos es legftimo y absolutamente necesario; lo que ocutte: entre otras enses, 0s que la nocidn de personalidad tiene wal acco modo en una psicologla que descuide la integracién de los procesos en un nivel de totalizacién superior a la suma de los componentes. Si hay algo que la personalidad no es, es una mera coleccién de procesos inco- nexos; de cualquier modo que se entienda, ef concepto de personalidad dice relacién a algin tipo de substantividad, sca animica, consciente u orgdnica (...). Huelga afiadir, claro est, que slo una psicologta que de algin modo sea compatible con la nocién de sujeto, tiene en realidad cabida el estudio de la personalidad» (la cursiva es nuestra). Parodiando lo que Aristételes afirmase respecto del alma, podrfa sostenerse aqu{ también que la perso- nalidad es, en alguna medida, todas las casas. Una segunda dificultad surge de la consideracién de los factores que se han distinguido en ella, segtin dos polos: variabilidad 0 permanencia. La personalidad es sobre todo dindmica, una realidad abierta y cambiante en el decurso temporal en que se inscribe; pero al mismo tiempo, se ob- serva en ella una cierta permanencia que, a modo de sustrato, nos permi- te reconocernos como quienes somos a pesar de los cambios; algo que re- sistiendo parcialmente al cambio se nos aparece como lo que da sentido unitario al modo personal y singular de ser y conducirnos, cualesquiera que sean las variadas circunstancias envolventes. Razén de ello da Zubiri (1963), al afiemar que «el hombre existe ya como persona en el sentido de ser un ente cuya entidad consiste en tener que realizarse como periond, tener que elaborar su personalidad y su video (la cursiva es nuestra). La tercera dificultad consiste en que la personalidad se instala de modo ambiguo, a mitad de camino entre lo bioldgico y lo cultural. Condi- cionada por la herencia biolégica, no se deja determinar por ésta, sino que remontando el restringido y limitado horizonte corporal, acaba por ampliarlo segtin las influencias que el medio ambiente ejerce sobre ella y a las que ha de adaptarse. La personalidad tampoco se reduce a un mero producto cultural. Su adaptacién alo circunstancial no es tanta que se transforme en la sombra de una sombra, una especie de suefio que se constituye segiin el contra- balanceo resultante de los encontrados vientos existentes en un determi- nado momento cultural. ‘Al determinismo hereditario se opone la plasticidad del desarrollo bio- légico y su modificabilidad por el ambiente, en funcién de la tarea adap- tativa que le es propia. 4 FUNDAMENTOS DE PSICOLOGA DE LA PERSONALIDAD Al determinismo cultural le opone resistencia la especifica constitu- cién biolégica, que nunca es tan plistica que autorice su total y radical remodelado por las influencias culturales. En cualquier caso, naturaleza y cultura, biologia y sociedad, historia biogrdfica y herencia genética, acuden puntualmente a la cita para con- formar la personalidad, conjunta y proporcionadamente, fundiéndose asf en un abrazo indisociable. Cada hombre concreto tiene un modo especifico de personalidad que le hace singular, irrepetible y distinto a los demds. Y, sin embargo, como decia Yela (1967), «el aspecto diferencial no es el tinico ni el mds fundamen- tal ni distintivo de la personalidad. Considerar la personalidad solamente desde el punto de vista diferencial constituye una postura teérica, por lo dems no infrecuente, que pudiera Ilamarse reduccionismo diferencial. Segiin esta postura los hombres tienen personalidad porque son dis- tintos. La personalidad es la suma o resultado de los aspectos en que los hombres difieren. Hay personalidad porque hay diferencias. Si no hubie- ta diferencias no habria personalidad. Cabe preguntarse si no ser4 al contrario. Que las diferencias que se observan entre los hombres son como son, precisamente porque la con- ducta del hombre es como es. Que no es que los hombres tengan personali- dad porque son diferentes, sino que son diferentes porque tienen personalidad (la cursiva es nuestra). Pero, de otra parte, es preciso admitir, simultdéneamente, un comtin de- nominador —m{nimo, pero constante en todas las personas—, que permi- te el estudio comparativo de la personalidad humana. De aquf que la sin- gularidad y esta relativa pluralidad no signifiquen sino ese relativo claroscu- To que entorpece, ala vez que posibilita, el estudio de la personalidad. Nuttin (968) lo ha visto muy bien al escribir que «todo ser vivo, y més especialmente el animal, constituye un todo mds 0 menos unificado en sf mismo (indivisum o no dividido) y, por este hecho, intrinsecamente distinto del resto». Hay, por tiltimo, otra no pequefia dificultad cuando los investigadores intentan adentrarse en el estudio de la personalidad. La ciencia positiva en que la psicologfa actual se ha transformado, demanda para sf las exigencias de la objetividad. Pero es el caso que la personalidad connota y supone una inmediata referencia a la subjetividad. «No existe ciencia mas que de lo universal», decia Platén, y he aqu{ que el objeto de la ciencia que deseamos edificar esta realizado sobre lo personal, es decir, en lo particular. No sorprende por todo ello que ante esta sinfonfa de dificultades, al- gunos autores hayan optado por instalarse en una nueva posicién escépu- ca, ¢ incluso despreciadora y un tanto agresiva, frente a la labor ¢jercida por la psicologta. INTRODUCCION AL CONCEPTO DE PERSONALIDAD 25 «Escritores como éstos —escribe, por ejemplo, Stephen Zweig, refi- riéndose a la grandes plumas de las letras universales— son gigantes de la observacién y de Ja literatura, mientras que en la psicologfa, el campo de la personalidad est4 en manos de hombres inferiores, meras moscas, que tienen el ancla seguro de un marco cientifico para ubicar sus insignifican- tes trivialidades y sus pequefias herejfas». Estas criticas, mds bien aceradas y, desde luego, muy poco puestas en raz6n, no s¢ le ocultan al psicdlogo. En una publicacidn de Allport, puede leerse una pequefia an¢cdota, muy significativa a este respecto. «Un critico hizo una observacién dspera. Cuando la psicologia habla de personalidad humana, expresd, no dice mds que lo que siempre dijo la literatura, sélo que lo hace con menos arte». No cabe duda, pues, que la definicién de este concepto plantea un sin fin de obstdculos, todavfa por esclarecer. Después de las dificultades antes aludidas, resulta comprensible que investigadores relevantes, adscritos a una multitud de escuelas diferentes, hayan llegado a conceptos muy variados en torno al tema que aqu{ nos ocupa. En un libro de Allport (1963), hoy considerado como clésico, se analizan mds de cincuenta definiciones acerca de la personalidad. Y¥ es que, como escribe Pelechano (1973), «carece de sentido postu- lar una definicién que pretenda ser a la vez completa y verificable». Pasar revista aquf, a todas las teorfas acerca de la personalidad, excederfa en mucho las pretensiones muy concretas de esta breve publicacién. El lec tor interesado puede consultar extensos ¢ importantes manuales en que aquellas se exponen sistemdticamente. Algunos autores la han definido como la integracién de todas las ca- racter{sticas del individuo, modificada por los intentos de adaptacién a su medio, continuamente cambiante. Se subrayan aqui los aspectos de adaptacién y ajuste. En este mismo orden se inscribe la definicién de personalidad pro- puesta por otros, en que se subraya ese modo habitual de ajuste que los organismos efecttian entre sus pulsiones egocéntricas y las exigencias del ambiente. Por contra, otros insisten més en e/ aspecto integrador de la personali- dad, es decir, en aquello que ordena y da coherencia a los diversos tipos de conducta que al hombre conciernen. Allport (1937) la define como «la organizacién dindmica, interna al individuo, de los sistemas psicofisicos que determinan un ajuste tinico a la situacién», Se hace hincapié aqui en el aspecto organizador y unitario, a pe- sar de su dinamismo, que como sustrato sostenedor del operar humano sale garante y legitimador de aquella actividad. Con la referencia obligada a /os sistemas psicofisicos se integran las cualidades —bioldgicas y psicolégicas, heredadas y adquiridas— que dan 26 FUNDAMENTOS DE PSICOLOGIA DE LA PERSONALIDAD razén del modo peculiar de comportarse personalmente. Con esto se sale al paso de que e! hombre no es un mero producto cultural (determinismo ambiental), ni un mero esclavo del cédigo genético heredado (determinis- mo bioldgico) La insistencia en la finalidad adaptativa de la personalidad, el hecho de ajustarse a las situaciones, de un modo personalizado y tinico, consti- tuye otro indicador més que distingue a cada persona y que la hace dife- renciarse perfectamente de las demés. Son muchos los autores que la definen de un modo descriptivo y to- talizador, entendiéndola como un conjunto estable de caracterfsticas y tendencias que determinan las semejanzas y diferencias de la conducta psicolégica (pensamientos, sentimientos y actos) de la gente, que denota continuidad en el curso del tiempo, y que puede o no interpretarse facil- mente con referencia a las normas sociales, biolégicas y de presién, origi- nadas exclusivamente por la situacién inmediata. Cada definicién esté ligada, al parecer, al marco desde el que el cien- tifico contempla un conjunto de conceptos empfricos muy particulares. A modo de sintesis parece recomendable trasladar aquf las notas propues- tas por Pinillos (1975) a quien seguimos, a este respecto. La personalidad significa: 1. «Algo distintivo y propio de cada individuo». 2. «La presencia de un modo habitual de responder a situaciones he- terogéneas», 3. «que tiende a interpretarse en términos de sistema de rasgos 0 de organizacién global de funciones adaptativas, més bien que como un mero sumatorio de elementos inconexos», 4, ay que esté abierto a un conjunto de determinantes biolégicos y sociales, que inscriben las funciones cognoscitivas y decisorias del yo en una reticula de relaciones que las condicionan profiundamente». 5. La personalidad es «el sistema de indicadores que permiten la pre- diccidn del comportamiento bajo condiciones espectficas, y que en tanto que pucdan formularse cn Leyes reguladoras de dicho funcionamiento, constituyen el objeto de la psicologia de la personalidad» (la cursiva es nuestra). ¥ es que en la personalidad, lo que se trata de formar, no es un mero accidente sobreaftadido, a modo de ornato o elemento decorativo en un sujeto cualquiera; ni tampoco un agregado de factores que, dispuestos en determinada secuencia, posibiliten la adquisicién de un mayor o menor éxito social. La personalidad, en s{ misma considerada, no es algo solamente cuan- titativo, que autorice ser valorada segtin criterios matemdticos, aunque INTRODUCCION AL CONCEPTO DE PERSONALIDAD, a ello no sea un obstdculo para que los factores en que puede descompo- nerse —por razones de estudio, por ejemplo—, sean objeto de un andli- sis matemitico. En este sentido, no resultan nada afortunadas expresiones —por otra parte, muy usuales—, que se predican de otros, como «tiene mucha per- sonalidad> o «no tiene ninguna personalidad». Tener o no tener persona- lidad, en el sentido aludido, implica haber confundido el ser con el tener (Polaino-Lorente, 1976). La personalidad es lo que se es —fruto, eso sf, de una s{ntesis muy amplia: factores genéticos, bioldgicos, familiares, socioculturales, etc.— y no algo superpuesto al ser y posefdo por éste, ficil al cambio como si de una prenda epidérmica se tratara. 3. Persona y personalidad La persona, no obstante, es el fundamento de la personalidad, la ra- z6n Ultima por la que cada ser humano es lo que es y no otro. La perso- nalidad, en cambio, es una explicacién, siempre penultima e incompleta, del modo en que se conduce cada ser humano. De aqui que el estudio de la personalidad jamds abarque la totalidad de la persona estudiada. Lo cual no obsta para que ciertos aspectos relevantes de la persona se expliciten y puedan ser conocidos a través del estudio de la personalidad. En este punto, considero que es importante salir al paso de otros tér- minos —en mi opinién, desafortunados— con los que se designan a las personas, tal y como frecuentemente comparecen en los manuales de psi- cologia al uso. Me refiero, claro estd, a conceptos como «individuo» y «sujeto». Ninguno de estos términos tiene legitimidad alguna para susti- tuir al concepto de persona. El término individuo, por ejemplo, subraya sobre todo algo que es obvio: que ese ser no es divisible, que ese ser no puede ser dividido. Su empleo también viene determinado, en otras circunstancias, para desig- nar una cierta carencia: la ignorancia o desconocimiento de la persona y/o su condicién, a la que se refiere. De acuerdo con estos significados, no parece que deba prodigarse su uso en el Ambito de la bibliografia cien- tifica, a pesar de que en la actualidad sea moneda de uso corriente. Algo parecido sucede con el término sujeto. Con este término se hace referencia a una persona innominada, bien porque se ignora su nombre (y todo lo que como tal le caracteriza), o bien porque el hablan- te no quiere singularizarla. EI hecho de que la persona sea innominada, la identifica, en cierto modo, con el anonimato; transforma el ser singular, tinico ¢ irrepetible 28 FUNDAMENTOS DE PSICOLOGIA DE LA PERSONALIDAD que es (persona), en un ser igualitario, repetible y, hasta cierto punto, equiparable a los restantes seres humanos. Esto supone que el empleo del término «sujeto» desnaturaliza y tergiversa, en cierto modo, las notas dis- tintivas en que consiste el hecho de ser persona. En cierto modo, se comprende —aunque no se justifica—, que se hays incurrido en tal reducctonismo. Al cientifico y al teSrien de la per- sonalidad lo que les interesa es identificar y apresar leyes, es decir, obtener teglas universales, con cuyo concurso pueda darse razén del comporta- miento humano. Pero esto implica una abstraccién selectiva y precisiva —a pesar de que sea necesaria para el estudio del hombre empirico—, que se compa- dece muy mal, que traiciona en cierto modo la naturaleza de la persona. Es precisamente por esta dificultad por lo que el alcance explicativo de las teorfas de la personalidad sea tan corto, a la hora de explicar la mane- ta de ser de una persona singular. Esto acontece, precisamente, porque se ha reducido con anterioridad a la persona estudiada —mediante una abstraccién siempre parcial— a la formalidad particular y especial desde la que se estudia. Y, naturalmente, tal reduccionismo constituye un poderoso obstéculo para la pretendida sexplicacién» acerca de esa persona. @Significa esto que haya que renunciar al estudio de la personalidad? No, en modo alguno serla legitima esa renuncia. El hecho de que cual- quiera de los procedimientos hoy disponibles sea incompleto e insatisfac- torio para la cabal explicacin del comportamiento de una persona, no empece para que podamos disponer de él con una cierta eficacia. Que se cexpliquer parcialmente una realidad es mucho mejor que ano se explique on absolusos. He aqui las luces y sombtas, la grandera y la miseria de los resultados de las investigaciones acerca de la personali- dad. Por eso mismo no es de extrafiar que dispongamos de tantos puntos de-vieea (y-de tan diversas veosies) acerca de la: personalidad. En realidad, si se comparan las caracterfsticas con las que se trata de identificar la personalidad de alguien con las caracteristicas de esa misma persona, en tanto que persona, se descubrird en seguida que hay entre ellas una evidente contraposicién. Baste recordar aqu{ que la persona, cada persona es singular, tinica, inabarcable, incognoscible, irrepetible, insustituible, no predecible, inconmensurable y libre. Si se hacen chocar estas categorias con otras cualesquiera, propias de una determinada teorfa acerca de la personalidad, se comprobard la fra- gante contradiccién a la que antes se aludia, ademas del implicito reduc- Gonismo en que se incurre. Viene aqui a cuento unas palabras de F. M. Klinger en las que se si tetiza lo que se acaba de decir: «os fisidlogos, los psicélogos, los antropé: INTRODUCCION AL CONCEPTO DE PERSONALIDAD 29 logos y los anatémicos descifran, describen, explican y diseccionan al hombre para decirnos lo que el hombre es y de qué se compone. Pero no alcanzan a decirnos lo que une sus elementos, lo que le hace hombre. De igual manera, el salvaje intenta buscar en el latid la musica de los euro- peos haciéndolo afiicos». EI dramatismo de esta metéfora puede resultar patético y un tanto desalentador. Hay en ella, en efecto, un tanto de exageracién, porque ningtin psicélogo de la personalidad ha hecho «afiicos» a ninguna perso- na cuando la estudia. Pero aporta también un micleo de verdad, puesto que cualquier in- dagacién psicolégica acerca de la personalidad resulta insuficiente a la hora de explicar por qué esa persona se conduce en el modo en que lo hace. La personalidad es un trasunto de la persona, cuyo estudio, a pesar de multiplicar los puntos de vista, no es suficiente ni omniabarcante de la entera condicién de la persona. En cierto modo, la psicologfa de la personalidad lo que hace es des- componer al hombre mediante un cierto anilisis sectorial, apresando ciertas dimensiones, rasgos o caracteristicas. Pero con la sola recomposi- cin de las caracterfsticas que previamente se han aislado, casi nunca puede sostenerse un conocimiento totalizante, completo y unificador de la persona estudiada. Y es que la parte jamds puede explicar el todo. Tal vez por eso, cuando la persona se hace la pregunta més elemental y otiginaria respecto de si misma (;quién soy yo?), apenas si encuentra al- guna ayuda en los resultados de los estudios de personalidad que le han sido practicados. Acabamos de ver la insuficiencia de los estudios de la personalidad para dar cuenta y razén de lo que es la persona. Pero tampoco una inda- gacién filoséfica acerca de lo que la persona sea arroja suficiente luz sobre el problema. Es cierto que la persona es un «quién» y no un «qué; un alguien» y no un «algo»; un «yo» y no un mero «ello». Pero el alcance de estas indagaciones continta siendo un tanto oscuro e incompleto. La tradicional definicién de Boecio, «sustancia individual de natura- leza racional», esté muy puesta en raz6n, desde la perspectiva filoséfica, pero afiade muy poco, practicamente nada, al conocimiento psicolégico de la persona. En la anterior definicién se pone el énfasis en la «naturale- za racional» de la persona, lo que es muy acertado, por constituir el fun- damento mismo —abierto a numerosas y diversas explicitaciones—, de lo que es la persona. En esta definicién estén implicitas otras caracteristicas relevantes ¢ irre- nunciables de la persona. Este es el caso, por ejemplo, de la capacidad de querer y de la libertad humana, propicdades de la voluntad. Ambas caracte- risticas desvelan que la persona es wn ser irrestrictamente abierto (Polo, 1996). 30. FUNDAMENTOS DE PSICOLOGIA DE LA PERSONALIDAD Por el conocimiento, la persona se abre a lo conocido, a lo que no es lla misma y, sin embargo, puede aprehenderlo, incorporarlo y, en cierto modo, llegar a serlo. Lo mismo sucede con su capacidad de querer. Cierto que cada persona puede y debe quererse a s{ misma, pero eso en modo al- guno es suficiente. Es necesario querer a otro; pero el otro no es el yo; el otro est4 més all4 del yo. Por eso mismo, la persona tiene que abrirse para encontrar al otro (fuera de s{), al que poder entregarse. Esta propiedad de la apertura en el ser humano se pone también de manifiesto en el hecho de ser querido, una necesidad vital que resulta también irrenunciable. «Ser querido» significa que el otro, que no es el yo, se da a s{ mismo a un «yo» y es aceptado por este tiltimo. Por la razén, la persona esté abierta al conocimiento, a la contempla- cién, a la creatividad y a la innovacién. Por la voluntad, la persona estd abierta al otro, a querer y ser querida, a la coexistencia, ala comunién ya elegir y conducir su vida del modo que mejor le parezca. Ahora bien, el hecho de que la persona sea un ser irrestrictamente abierto, tal y como de aqui se deriva, nada dice respecto de «cémo esté abierta» cada persona en concreto. Y esto es esencial, puesto que, por su singularidad, a cada persona lo que en definitiva le importa es qué hacer en concreto con su propia vida, con independencia de que alcance o no el conocimiento en que consiste su apertura como persona. Sin duda alguna, la persona necesita conocer y querer. Pero ignora qué, cémo, a quién, cudndo, etc. Cuando se plantea esta cuestién es pre- cisamente cuando emerge, a orillas de esta situacién, la conciencia de su libertad. La libertad es el rasgo, la propiedad, la caracteristica esencial e inme- diata del entendimiento y la voluntad. Acaso por eso, /a libertad —hoy tan exaltada, como desconocida—, constituye una de las notas que mejor definen intrinsecamente a la persona. La experiencia de la libertad hace que cada persona se experimente, en algtin modo, como causa de s{ misma, como causa sui, es decir, como el ser que se hace a s{ mismo a partir de lo que le ha sido dado. Esto de- muestra que la libertad es también consecuencia de esa apertura de la persona. En efecto, la persona es, pero no esta hecha. En ese hacerse a s{ mis- ma, a lo largo de su trayectoria biogréfica, consiste precisamente el llegar a ser la persona que es. Esa apertura implica, mediante la libertad, una posibilidad de crecimiento casi ilimitado, que es connatural a la grandeza de la persona. Gracias a la inteligencia y a la voluntad —y a la libertad que media el entender y cl querer humanos—, la persona pucdle abrirse a otros seres y a lo real, en cuanto tal. Esa apertura posibilita satisfacer rclativamente su INTRODUCCION AL CONCEPTO DE PERSONALIDAD 31 hambre de verdad, su apetencia hacia el bien y su deseo de contemplar la be- Hleza. Esa apertura no se restringe, paradéjicamente, a otros seres, sino que puede volver sobre sf, alcanzar la verdad del propio ser y quererse a si mismo, en cuanto tal. Esto quiere decir que la persona, precisamente por esa apertura, pue- de hacer cuestién de st misma, esto es, inquictarse acerca de quitn es como tal persona, Esta inquietud que subyace en el hondén de la intimidad hu- mana se sittia ya en un dmbito psicoldgico y demanda una determinada respuesta. Es la respuesta que contesta a la pregunta :quién soy yo? Aunque no exactamente, sino més bien como apenas una manifesta- cién que le acompafia, esta indagacién acerca del propio ser es lo que la psicologfa ha denominado con el término de autoconciencia. Es Idgico que surjan espontdneamente estas inquietudes en cada per- sona. Pues sin el autoconocimiento personal, sin poseerse a s{ misma, zcémo podr darse (querer) y cémo podrd conducirse y elegir (libertad) Jo que en cada momento le es mds conveniente, de acuerdo con sus pro- pésitos? Este modo de ser de la persona es precisamente lo que hace que sea un fin en sf misma y no un medio para otro, ni tan siquiera para s{ propia. Pero si es un fin por s{ misma, preciso es admitir su singularidad, identidad y unicidad, de las que emerge su dignidad. La persona es lo més perfecto que existe en la naturaleza, y como tal debe ser tratada. Esta especial dignidad de la persona pone de manifiesto la «capacidad activa de ser» de que dispone, su «independencia interior, que a su vez es «expresién de un descansar-en-s{-misma» (Spaemann, 2000). No hay, naturalmente, ninguna persona que sea autosuficiente. En cierto sentido, todos necesitamos de todos. Tal vez porque la misma libertad humana deba entenderse como inter- ici. Pero ello no obsta para que, mids alld de las necesidades que toda persona tiene, cada persona pueda curvarse sobre s{ misma, conocer su propio ser, apreciarse en lo que vale, autodeterminarse seguin el proyecto de lo que quiere llegar a ser, y todo esto con las evidentes limitaciones que le acompafian, pero también con los no menos evidentes grados de libertad de que dispone. Aqut radica su grandeza constitutiva y el respeto y la dignidad que a s{ misma se debe. 4, Personalidad, libertad y formacién de la personalidad Es preciso admitir que es mucho lo que se ha avanzado en el estudio de la personalidad, con independencia de que se hayan dejado fuera de 32 FUNDAMENTOS DE PSICOLOGIA DE LA PERSONALIDAD foco otros muchos loci o Ambitos que, desde la perspectiva antropoldgica resultan irrenunciables para el conocimiento de lis persona. De algunos de estos loci, es precisamente de lo que se va a tratar a continuacién. Lo primero que sorprende cuando el estudioso se sittia frente a una persona es su inabarcable complejidad. Se dirfa que es obvia, por dema- siado manifiesta, su unidad o la unicidad de su ser. Pero, al mismo tiem- po, es suficientemente compleja, en tanto que tal persona, como para asentarse y reposat en esa wnidad que le caractetiza, sin forzamiento algu- no y sin renunciar a nada. No se trata de esclarecer esta frontal oposicién entre Lo uno y lo muiltiple de la persona humana, apelando a una tercera via, la de la unitas multiple introducidas por los filésofos de otro tiempo (Polaino-Lorente, 1980). En la persona son muy numerosos los opuestos que se dan conjunta- mente en ella. Por mencionar sélo algunos de ellos, baste considerar aqui la actividad y la pasividad, el lenguaje y la escucha, la donacién y la aco- gida, la comunicabilidad y la integridad, la identidad y la relaci6n, el mo- mento presente y su pasado y futuro, su ser individual y su apertura a lo universal, el cuerpo y el alma. Esta simultaneidad de los opuestos es har- to dificil de entender, a pesar de que, no obstante, se percate de ello cual- quier observador, por poco avezado que sca. La persona se nos manifiesta como un conjunto de facultades, que de seguro se intuyen pero que resultan de suyo no verificables porque prece- den a sus actos, que todavia no se han Ilevado a cabo. A pesar de esta ausencia en la eclosién de muchos de esos actos, no obstante, se intuyen esas facultades que, por el momento, permanecen opacse a la atenta mi- rada del observador. Pero esa intuicién est4 aht y se percibe como verda- dera, aunque esté nimbada por un halo impenetrable que hace de mu- chas de cllas algo inapresable. Algunos sostienen que esas facultades se manifiestan ante la presen- tacién de estimulos que, actuando como reactivos, las elicitan. El estu- dioso atento se acercard con cierta parsimonia a la persona que se propo- ne estudiar, a la espera de que algiin est(mulo exterior, algo del ambiente pueda servir como reactivo, de modo que aquellas se manifiesten y pue- dan ser verificadas. En cierto modo esto es lo que sucede también de forma generalizada en cualquier relacién social en que persona jévenes y menos jévenes son presentadas. Se dirfa que hay como una «actitud cientifica» en todas ellas, que recuerda a la studiositas de los clésicos, y que actiia de forma répida en la tarea apasionada y natural —comiin a todos— de desvelar quién es de verdad el otro o la otra, que le ha sido presentado/a. Pero en esas reuniones sociales, el sucederse del tiempo suele pasar sin que apenas aqui o allé se suscite un estimulo que actuando sobre la INTRODUCCION AL CONCEPTO DE PERSONALIDAD 33 persona haga emerger cn clla las facultades, que sin duda tiene, y que tal vez ya habfan sido intuidas por quien desea conocerla. Esa apelacién a los estimulos y a los comportamientos reactivos puede constituir un poderoso reduccionismo, cuando s6lo desde ellos se trata de dar alcance a lo que sea esa persona. Es cierto que los est{mulos ambientales pueden suscitar la manifesta- cién de ciertas facultades personales. Pero con sélo asumir esta verdad no se puede dar alcance a la totalidad de la persona. Y es que el estimulo, cualquiera que éste sea, no suscita necesariamente el desvelamiento de esas facultades que estén ocultas en la persona. Entre otras cosas porque, cuando la persona percibe un estimulo sensitivo no responde automdtica- mente como si este fuera el especifico y tinico desencadenante de tal ma- nifestacién. La inteligencia sentiente —por emplear un término de Zubiri— lo percibe pero sdlo bajo la formalidad de su realidad abierta a la perfec- cién, lo que determina que pueda poner en marcha ésta o aquélla reac- cién o incluso no responder en absoluto. Serfa demasiado simple suponer que la ausencia de la manifestacién de una facultad determinada, consti- tuye una prueba de que tal facultad no es tal en esa persona. La persona puede responder de muy diversas formas y manifestar ésta o aquélla habilidad, atin cuando su «inteligencia sentiente» no haya recibido el impacto de ningiin estimulo ambiental. Esto significa que la persona puede elicitar sus disponibilidades sin la presencia real del esti- mulo. Con independencia de que las manifieste 0 no, el hecho es que muchas de esas facultades y/o habilidades son reales y estén disponibles en esa persona. Sea como fuere, el hecho es que la persona puede responder a los es- timulos del medio ambiente —como de facto, suele hacer de forma habi- tual— pero también puede hacer propuestas —que, en cierto modo, son respuestas—, sin que concurra ningvin desencadenante estimular que las ponga en marcha. La persona es, por tanto, sujeto de respuestas y propuestas. Mas atin, la persona puede responder ante el més absoluto vacfo estimular, como también puede proponerse a si misma estimulos que son inexistente 0 irreales y, —lo que es todavfa més sorprendente—, responder realmente a ellos. Dicho de otra forma: la persona no necesariamente construye la rea- lidad modificando o reinterpretando los cstimulos que configuran su am- biente, como proponc hoy el constructivismo. La persona cs clla misma una realidad capaz de manifestarse de forma real en puiblico y, por consi- guiente, de transformar la realidad del mundo a través de sus acciones que, en cierto modo, también resultan transformadoras de sf misma. 34 FUNDAMENTOS DE PSICOLOGIA DE LA PERSONALIDAD Esta capacidad de propuesta y de autoestimulacién, cn una palabra, de invencién, que la persona ticne va mucho més alld del restringido y as- fixiante Ambito que nos propone el constructivismo. Esa accién transformadora del mundo y autotransformante de sf mismo, sin duda alguna podré sorprender, especialmente si en ese mode- lo antropolégico del que se dispone no se ha contado con la libertad, que también es una nota caracteristica de la persona. Conviene no olvidar que las acciones realizadas por el agente —en este caso la persona— son identificadas por él como propiamente suyas, con independencia de cualquiera que fuere la modalidad del comporta- miento, a cuyo través se manifiesten. Esto demuestra que la persona es capaz de trascender sus distintas acciones, no sélo porque las atribuya a s{ misma y reobren sobre ella sino también porque conllevan, sin duda alguna, una verdad intencional que rebasa con mucho el 4mbito de su mera realizacién externa. En cierta manera, lo que aquf comparece es la subjetividad, una nota caracteristica de la persona, que no es definible desde la psicologfa cienti- fica. Pero que no sea definible nada significa frente al hecho tozudo de la experiencia interior y de la conciencia, sin las que ninguna persona es con- cebible. En realidad, lo que los hechos anteriores demuestran es que e/ com- portamiento humano no estd determinado, aunque st condicionado. Ese 4m- bito o espacio que va del condicionamiento a la determinacién es el que, precisamente, ocupa la libertad. El hecho de que la persona sepa porqué acttia y se determine a sf misma con la determinacién por la que opta, pone de manifiesto que su comportamiento es libre, que no puede ser reducido a meros factores ex- plicativos —el estimulo y la respuesta—, como tampoco puede ser rigu- rosamente objetivado. Esta capacidad de eleccién supone la deliberacién, que no debe ser en- tendida como una oscilacién entre polos relativamente opuestos, segtin la mayor 0 menor atracién que ean sobre la petsona J, por tanto, rela- tivamente préxima a una cierto determinismo. La deliberacién debiera entenderse m4s que como un movimiento oscilatorio, restringido y limitado, como lo que es: el iter que caracteriza el progreso dindmico propio de la conducta de un ser vivo que se propone ciertos fines. La Libertad, qué duda cabe, media entre el yo, los motivos, la inten- cionalidad y las acciones por las que la persona opta. En este sentido, puede afirmarse que ni siquicra los motivos —al menos la mayorfa de ellos que no son puramente tendenciales— escapan a esa libre conduc- cién por parte de la persona. INTRODUCCION Al. CONCEPTO DE PERSONALIDAD 35 No hay, pues, una concatenacién mecdnico-causalista para al explica- cién del libre comportamicnto humano; comportamiento que, sin duda alguna, est parcialmente condicionado por numerosos factores (la propia naturaleza personal, cl contexto ambiental, el anterior uso de la libertad, los hébitos que ha generado en la persona el uso de esa libertad, etc.). * Desde la psicologfa empfrica es dificil explicar los actos libres de la persona. Tal vez por eso, sea mds conveniente tratar de comprenderlos. Los ‘actos libres proceden de una persona, en funcién del fin y los medios que ha disefiado para ello, que acta segin su peculiar esencia, con relativa independencia de sus condiciones ambientales y de los condicionamien- tos corporales a través de los cuales los lleva a cabo. Si los actos libres no esté negativamente determinados por los ante- riores condicionamientos podria argiiirse que tal ver lo estén por otros condicionamientos positivos (sus propias vivencias, su psicohistoria, sus proyectos, los valores que quiera alcanzar, etc). Esta ultima propuesta pa- rece ser mds probable. Pero también en este caso est4 mds puesto en ra- z6n hablar de condicionamiento que de determinacién, puesto que por muy positivos que sean estos tiltimos, al fin y al cabo también han sido relativamente elegidos por la persona. Puestos a enfrentar una y otra determinaciones, es patente que el libre comportamiento humano se ensambla mejor con esos condicionamientos positivos que con los negativos, a los que ya se aludid. Y eso porque aque- llos se ajustan mejor a la propia naturaleza de la libertad humana. Cabria concluir, segiin esta perspectiva, que ese plus en que consiste la libertad se articula orgdnicamente mejor con las motivaciones e inten- cionalidades que, libremente, cada persona se da a s{ misma para actuar. La libertad es pues un atributo de la persona que aunque, en alguna forma, sea desvelada en su comportamiento, no obstante, se residencia en ella y no en este tiltimo. De hecho, por muy libres que sean las accio- nes humanas nunca serén més libres que el agente, que la persona de quien proceden. Asf como la libertad de los actos humanos podrfa ser objeto —no sin dificultades— de una cierta evaluacién objetivadora, la libertad del agente en modo alguno. Ya se hace notar que el actuar humano no procede de una restringi- da libertad confinada o cautiva, que se conforma con la mera no coac- cién. Es cierto que no todas las personas son igualmente libres, en funci6n de muchos de los condicionamientos que en ellas operan, entre los que se incluye también el uso que de la propia libertad haya hecho esa persona con anterioridad. Pero es igualmente cierto que puede haber un crecimiento irrestricto en la libertad personal, en funcién de lo que cada persona haga con ella. Todo lo cual nos persuade a postular el crecimiento itrestricto de la per- 36 FUNDAMENTOS DE PSICOLOGIA DE LA PERSONALIDAD sona, que al elegir, elige determinarse a s{ misma y que, al hacer lo que hace, en cierto modo, se hace a sf propia. Desde otra perspectiva, el termino de personalidad ha sido sanciona- do por el uso como algo aparentemente cualitativo, cuando, por ejemplo, decimos que «Mengano es una personalidad». No existe, sin embargo, en esa connotacién aspectos que definan lo cualitativo de la personalidad. La cualidad es aqui s6lo apariencia. Intenta proponemos una definicién encubierta de tipo cuantitativo, derivada mds bien de los relativos y siem- pre cambiantes criterios acerca del éxito social, imperantes en ese mo- mento. Se nos quiere hacer entender que aquel sujeto destaca o ha conse- guido destacar en determinado dmbito social. Pero todo eso no puede ni debe ser confundido con la formacién de [a personalidad, aunque este término tras hacer fortuna, se haya constitui- do en un lugar comtin, desde el que a todos nos resulta familiar su uso. Es mas, al apearse tah facil y prontamente de muchos labios, es muy po- sible que esté recorriendo un sendero rutinario y gastado, a cuyo final sélo encontremos un vacfo de sentido. El término formacién de la personalidad, remite a dos cuestiones fundamentales: /a formacién, como enriquecimiento expansivo de algo preexistente —el subjecrum— que la hace posible, y la personalidad, como ese algo que a la vez que impone unos Ifmites bien precisos a la tarea for- mativa, necesita, no obstante, de ella. El término personalidad esté tomado aqu{ en un sentido muy am- plio: como ese algo en que reside y consiste el haber legado a ser lo que so- mos. Esto quiere decir, que la personalidad no es estética, sino dindmica; que no se chace» sin nosotros, pero tampoco sélo con nosotros. Por ser dindmica, su formacién no acaba jamds. En tanto que no se hace sin nosotros, precisa del concurso de la libertad personal; pero en atencién a que tampoco se hace sélo con nosotros, la formacién de la personalidad aglutina ese conjunto de factores sociales, culturales y fami- liares, a que antes se ha hecho referencia. Sin la personalidad el sujeto no podrfa formarse. Sin formacién, la personalidad apenas podrfa conquis- tar una pequefia porcién de ese tgdo al que tiende y la persona esté lla- mada a ser. Pero si la personalidad no consiste en un permanecer inmévil en la posesién de algo adquirido o que se llega a atesorar tras un proceso pre- vio, tampoco su formacién puede ser inmovilista. Una y otra son dind- micas, nos acompafian siempre ¢ interpelan de continuo a nuestra liber- tad personal. De aqui que a la pregunta de Millan Puelles (1987), «No es, por el contrario, nuestra vida un continuo hacerse que slo cuando se consume se consuma?», haya que contestar con un sf rotundo. Siempre serd el hom- INTRODUGCION AL CONCEPTO DE PERSONALIDAD. 37 bre un sujeto que pueda enriquecerse més. Nadie aleanza en ningin mo- mento de su biografia la plenitud absoluta. Por eso mismo, la formacién de la personalidad no acaba nunca. La vertebracién de la personalidad, a través de esa formacién, precisa que la libertad personal comparezca y quede allf comprometida. De aqu{ que pueda afirmarse, que no elegimos lo que somos, pero st somas, en algiin modo, lo que elegimos. 5. gPor qué los estudios de la personalidad resultan insuficientes para el conocimiento de la persona? Es dificil responder a la cuestién formulada. Es posible que a algunos les baste con atribuir los términos de «personalidad» y «persona» a ambi- tos disciplinares muy diversos y, més en concreto a la psicologia y a la filo- sofia, respectivamente. Pero tal respuesta, a pesar de que también com- porte una cierta verdad, no dejarfa de constituir una simpleza. Hay, desde luego, muy diversas razones para responder a la cuestién planteada en este epfgrafe. En las lineas que siguen se atenderé a algunas de aquellas que, por su relevancia y significacién para lo que aqu{ impor- ta, parecen ser mds convenicntcs. En primer lugar, porque la metodologia seguida por la psicologia y la filosofia son muy diferentes. La psicologéa, al menos la actual, ha opta- do por el método empirico y, por consiguiente, trata de observar y eva- luar manifestaciones publicamente observables —aunque en los tiltimos afios también manifestaciones mediadoras y casi privadas— que hacen de la persona humana un sujeto empfrico. La antropologia filostfica, en cam- bio, ha optado por el método fenomenoldgico y el atenimiento a la ob- servacién no prejuzgadora de la realidad. EI sujeto fenomenolégico en modo alguno se superpone o identifica con el sujeto fenoménico o emptrico, como el método fenomenolégico en nada coincide con el método emptrico. Unos y otros adoptan puntos de vista muy diversos entre sf, por lo que es Iégico que cada uno de ellos vea u observe cosas muy diferentes. El punto de vista adoptado no es indiferente a lo visto y a la vista. Aca- so por eso serfa hoy menester multiplicar los puntos de vista e integrar sus contenidos en un nivel més alto, en una sintesis superadora y unita- ria, desde la cual dar una raz6n més rigurosa y de mas calado acerca de lo visto. Al psicdlogo contemporineo le interesa sobre todo los rasgos de la personalidad y la obscrvacién del comportamiento, a cuyo través aquellos se manifiestan. Al fenomendlogo, en cambio, le importa, y mucho, ese al- 38 FUNDAMENTOS DE PSICOLOGIA DE LA PERSONALIDAD guien que simultdneamente se oculta a su mirada pero que en otro cierto sentido, se atisba y adivina. El sujeto fenoménico puede ser disecado y descompuesto para su estu- dio en las unidades mucho més simples, que entran en su composicién. EL sujeto fenomenolégico, por el contrario, en modo alguno puede disecar- se, pues ninguno de sus atributos o rasgos tendrian permanencia en sf mismos y serfan tales, desconectados de ese alguien, de ese quién personal al que se trata de conocer. A pesar de estas disparidades hay algo comun y convergente que hace que una y otra ciencias pudieran coincidir —aunque sdlo en par- te—, sin que por ello ninguna de ellas pierda su necesaria autonomfa. Es un mérito que hemos de agradecer a la psicologfa general el he- cho de haber subrayado enfiticamente las diferencias individuales. Esto pone de manifiesto que, mds alld de los rasgos en que todas las personali- dades puedan coincidir, en mayor o menor grado, el psicélogo se en- cuentra siempre con un hecho tozudo consistente en que cada persona es nica e irrepetible. Tanto se ha progresado en el estudio de esas diferen- cias —o, si se prefiere, en esa irrepetibilidad de la persona— que ha dado lugar a una nueva ciencia: la psicologta de las diferentes individualidades, A esa misma conclusién hab/a Ilegado la antropologfa filosdfica, aunque por un camino muy diverso. En cualquier caso, también para el antropélogo, cada persona se le hace patente como tinica ¢ irrepetible. En segundo lugar, al psicdlogo que estudia la personalidad le interesa el devenir mismo de la personalidad, la personalidad tal y como en su biografla se va develando a lo largo de su evolucién. Esta perspectiva ha iluminado amplios sectores del estudio de la personalidad, interpelando el contenido mismo de la psicologfa social y de la psicologia evolutiva. El devenir de la personalidad se estudia como supuestamente vinculado a los cambios de las variables ambientales y a los efectos y consecuencias que estos puedan generar sobre el proceso evolutivo de la emergente per- sonalidad. Al antropélogo, en cambio, le importa mucho el estudio longitudinal del acontecer biogrdfico, pero no entra en la atomizacién de la persona, porque esta persuadido de que la digeccién de la diversidad de sus com- ponentes acabarfa por despersonalizar a la persona. Es més, la identidad biogrdfica de las personas, entiende que no pue- de ser objetivada, ni tan siquiera en funcién de los acontecimientos cul- turales e histéricos que simult4neamente acaecicron. La identidad biografica de la persona esta més alla de esos diversos aconteceres —que en modo alguno gencran efectos inmutables para la persona—, pero que no tienen alcance explicativo de la mismidad y de la singularidad de cada persona. INTRODUCCION AL CONCEPTO DE PERSONALIDAD 39 Es precisamente esta singularidad la que integra y asume, seguin su ser personal, cuantos aconteceres histéricos y culturales pudieran acaecer- le, La identidad biogréfica de la persona, precisamente por eso, es mds un reflejo de la opcionalidad personal que un teflejo o reverberacién de los acontecimientos que le acaecieron. En este punto son netas y rotundas las diferencias entre las actitudes del psicélogo empirista y del antropélo- g0 fildsofo. En tercer lugar, al psicdlogo le interesa mucho para el estudio de la personalidad el pasado (relaciones familiares, escolaridad, evolucién y de- sarrollo, crisis vitales, etc.) y el futuro del sujeto (motivaciones, expectati- vas, etc.). Al filésofo, en cambio, le interesa la persona y la temporalidad pero entendida esta tiltima como temporalidad inmanente o trascendente. La temporalidad para el psicdlogo es ms funcional, por cuanto se re- alzan como significativos los sucesos 0 hitos relevante que jalonan su de- yenir, mientras se subordina a ellos la personalidad latente que precisa- mente en ellos se inscribe y manifiesta. Un error en la valoracién de esos hitos 0 sucesos puede suscitar, respecto del estudio de esa persona, una temporalidad fingida. Dicho de otra forma, para los psicdlogos estudiosos de la personali- dad el andlisis de la temporalidad y del devenir del sujeto es mds relevan- te que el estudio de la persona, que ni siquiera como hipétesis es en sf misma abordada. Al antropélogo, en cambio, si algo le interesa desde luego es esa «hi- potesis», es decir, la persona a la que en todo caso se subordina cuales- quiera de los acontecimientos 0 eventos que le hayan acaecido. Seguin esto, el psicdlogo seria un excelente y riguroso observador de los aconteceres biogréficos, mientras se desentenderia del supuesto subjec- tum en el que precisamente aquellos inciden. Se dirfa que para el psicdlo- go, los acontecimientos constituyen la instancia subordinante a la que la personalidad se subordina, y por eso es necesario estudiar. Por el contra- tio, para los antropélogos, es el subjectum la instancia subordinante que en cada persona hay que estudiar, siendo los diversos y muiltiples aconteceres Ia instancia subordinada que con mayor o menor intensidad pudo influir sobre aquél. Los estudios de la personalidad resultan insuficientes para el conoci- miento de la persona. Pero en cierto modo, el estudio y la reflexién acer- ca de la persona resulta también muy insuficiente para el conocimiento de su personalidad. Esta insuficiencia es todavia mayor, cuando se trata de tomar medidas, es decir, de intervenir en ella para ayudarle a cambiar. En cierto modo, ni el psicologismo de algunos, ni el logicismo de otros contribuyen a resolver el problema, Las cuestiones acerca de la per- 40 FUNDAMENTOS DE PSICOLOGIA DE LA PERSONALIDAD sonalidad acaban por enmarafiarse cuando se abordan desde perspectivas insuficientes e incompletas, situadas cada una de ellas en un talante om- nipotente y exclusivista. Y es que como escribe Pinillos (1975), «El psicologitmo erré, sin dvds, al pretender reducir la validex del conocimienna 4 las operaciones psicolégicas en que aparece. Pero el error logicista ha consistido, por el contrario, en intentar deducir del conocimiento la naturaleza de las ope- raciones que lo posibilitan. La psico-logia no debe incurrir en ninguna de ambas equivocacionesy (el subrayado es nuestro). 6. Algunas notas caracteristicas de la persona 6.1. La persona tiene intimidad La intimidad supone un interior que s6lo conoce uno mismo. La in- timidad es lo que permanece en el interior y es opaco e invisible a la mi- rada del otro, sea 0 no psicélogo. La intimidad sélo se desvela cuando la propia persona decide libremente manifestarla a alguien. La intimidad manifiesta que Ja persona tiene un centro. Plantearse alguna cuestién acerca de sf, supone iniciar una cierta apertura hacia el centro de sf mismo. La intimidad cs cl nticleo de la persona de donde brotan las innovaciones, los proyectos, la creatividad, las ilusiones, los de- seos, los compromisos, etc. La persona es la intimidad creativa con capaci- dad de crecimiento. «Todo lo que es propio de la persona forma parte de su intimidady. La intimidad es inviolable y, por eso, fundamento de de- rechos inalienables (Yepes Stork, 1996) La presencia de un mundo interior abierto para la propia persona y oculto para los demas es el grado maximo de inmanencia. La inmanencia es una caracterfstica de los seres vivos que asienta en lo que permanece dentro y es consistente con el propio ser. Sdlo los seres vivos tienen un dentro. Las piedras no tienen un dentro. Hay operaciones que son més inmanentes que otras. Pensar y querer son operaciones mds inmanentes, por ejemplo, que respirar y comer, porque son més interiores, mds {ntimas al ser que las realiza y en ellas les va mucho més a su entera subjetividad. Por las operaciones inmanentes acontece que cuanto realiza la persona re- obra sobre ella misma y le constituye en lo que es. Cuando la persona adquiere un valor, a través de un determinado y reiterado comportamiento, el valor encarnado en ella misma y del que dispone se llama virtud. En cuanto tal valor realizado en s{ misma opera como un Adbizo, una operacién inmanente por la que se lo apropia, le per- tenece y le constituye en lo que es. INTRODUCCION AL CONCEPTO DE PERSONALIDAD, 41 Ninguna persona es igual a otra, porque la intimidad de cada una de ellas no puede igualarse con ninguna otra. Por eso se dice, que la persona €s tinica e irrepetible, un alguien, un quien con rostro que tiene un nombre, que le singulariza respecto de los demds como la persona que es, y asf es reconocida. Porque no son iguales, ni repetidas, ni clonadas, Jas personas no son intercambiables ni sustituibles. La persona tiene conciencia de que tiene conciencia y, por eso, es irreductible a cualquier otra. Ser persona es dispo- ner de una intimidad inica —y en gran parte incomunicable—, que le hace decir «yo» y que, en cierto modo, es absoluta, relativamente absoluta. Nadie puede conocer, de fucto, lo que otra persona piensa y quiere, nadie puede leer los pensamientos de otro, ni tener una percepcién rigu- rosa de su querer. «Los hombres —escribfa San Agustin— pueden hablar, se les puede observar en sus gestos y cscuchar sus palabras. Pero, ¢edmo penetrar en los pensamicntos de otro, cn qué corazén puede penctrarse? {Quién sabe lo que alberga en su interior, lo que quiere 0 no quiere?» (Enn. In Psalmos). 6.2. La persona es un ser irrestrictamente abierto La capacidad de aperrura del ser humano es una nota que, por ob- via, casi podria dejar aqui de mencionarse. Pero es probable que sea con- veniente recordarlo a algunas personas, a pesar de su obviedad. El mismo jenpulsa’a.conocer ler que neces ella xninma, yaceanl gtttande aceecadevess apertura. Lo mismo sucede si contemplamos cémo es el comportamiento humano respecto del querer. Cierto que cada persona se quiere sobre todo a sf misma; pero no es menos cierto que cada persona necesita igual- mente del querer de los dems (cfr., Polaino-Lorente, 2003b). Esta capacidad de apertura tiene una significacién muy especial en todo lo que se refiere al otro, a la relacién con el otro. En el encuentro in- terpersonal las distancias se disuelven y hasta desparecen, cuando una in- timidad es donada y acogida libremente por las respectivas personas. No obstante, esta apertura encierra y oculta serias dificultades, de las que ya se traté en otro lugar (cfr. Polaino-Lorente, 2000b). Baste aqui se- fialar que lo propio de esa relacién interpersonal es el hecho de compar- tir. Peto frente a él siempre es posible encontrar formas de relacién mor- bosas como la fusidn o las mutuas exclusiones. «En la persona la relacién —escribe Ferrer, 2002— es tan primaria y constitutiva como ¢s la subsistencia». En efecto, sin la comparecencia del otro, del «ttix, no es posible la acertada toma de conciencia del «yo». Me- diante la relacién, el otro comparece en presencia de la persona como 42 FUNDAMENTOS DE FSICOLOGIA DE LA PERSONALIDAD quien le delimita quién es, al mismo tiempo que, tomando ocasién del otro, brinda la postbilidad a la persona de que se identifique como un «yor. En el 4mbito de la conciencia del «yo» —no de la conciencia de la persona— el encuentro con el «tti» es anterior y condicién de posibilidad de la conciencia del «yo». Dicho de otra forma, sin la conciencia de al- guien que no sea el propio yo, la conciencia del «yo» se ofuscarfa y sofo- carfa sin encontrarse con el propio yo. En este sentido se afirma que el encuentro con el «tu» desvela la conciencia del «yo». El «yo» se desvela y robustece en la relacién con el «tt», porque es precisamente en el «tu», en lo-que-no-es-yo», donde reverberan los primeros destellos balbucientes del yo. «El yo —escribe Ferrer, 2002— es la actualizacién propia y retrore- ferencial de quien es ya persona en su realidad, aun antes de ser conscien- te.» Cuando la persona dice «yo» es porque experimenta la necesidad de relacionarse con otro interlocutor que no es yo, que es el «tii». La comunién —que funda la comunidad de personas— acontece no cuando lo que une a las personas es el mero interés personal, sino cuando Jo que los retine es la adhesin en su conciencia del bien o el valor que, personalizado, tiene también una dimensién extrapersonal, es decir, comu- nitaria, consolidando un motivo que justifica la dedicacién en comin. Cuando esto sucede la vivencia personal se convierte en con-viven- cia, la unién en comunién y la existencia en co-existencia. En ese caso ya no hay pertenencias en solitario e incomunicables, sino que todo el ha- ber» de cada persona, en su singularidad, se transforma en una co-perte- nencia que sirve de fundamento a la emergencia del «nosotros». Y ese enasotrom es algo mejor y mds poderosamente fiundado que los meros encuentros inesperados y fugaces, por muy impactantes que sean. La emergencia o eclosién del «nosotros» surge y va pareja con la concien- cia del compromiso con los otros, que tanto se aproxima al entrecruza- miento biogréfico y vital, donde si se afsla cada vida individual puede Ile- gar a perder por completo su sentido y significado (Nédoncelle, 1997). 6.3. La persona es un ser cuya singularidad ontolégica es incomunicable Posiblemente, una de las paradojas més hondas de la persona es la contraposicién entre esa apertura irrestricta que le caracteriza, al mismo tiempo que la incomunicabilidad de su ser personal. Esta paradoja se po- drfa formular en otros extremos también antitéticos como, por poner un ejemplo que aquf conviene, entre su identidad personal y su necesidad de relacién interpersonal. INTRODUCCION AL CONCEPTO DE PERSONALIDAD 3 La perspectiva fenomenolégica cn que nos sitda la observacién de esta ant{tesis irreductible demanda un principio ontoldgico que de cuen- ta de ello, La solucién aportada por la definicién de persona, segiin Boc- cio (sustancia individual de naturaleza racional), no acaba de satisfacer la zozobra de esta conjuncién de opuestos. La apelacin genética al concepto aristotélico de sustancia (lo que estd bajo los accidentes) no se muestra suficiente para dar razén de la in- dividualidad de la persona. De aquf que diversos autores hayan propues- to soluciones diferentes, a fin de rebasar este escollo. Siguiendo a Ferrer (2002), quien hace una revisién muy atinada del tema, conviene seguir el modo en que algunos filésofos recientes se han planteado la solucién de este problema. Ast, Zubiri (1989), establece el constitutivo de la persona en la sui- dad («ser suyay). «Persona —escribe— es justamente ser suyo. No es sim- plemente ser de suyo. De suyo son todas las cosas reales: en ello consiste ser real. Pero solamente la realidad abierta es la que reduplicativamente y formalmente no solamente es de suyo, sino que ademds es suya». Por aqu{ quedarfa explicada la incomunicabilidad de la sustancia individual, pero no [a relacién personal. Seguin este mismo autor, «la relacién no se afiade conceptual ni realmente a la subsistencia, sino que la intensifica haciendo de ella una realidad «suya» o en posesién de sf». Con ello se es- tablece una cierta articulacién entre la incomunicabilidad de la singulari- dad ontolégica y la apertura a la relaci6n interpersonal. Para Polo (1996), en cambio, «persona significa subsistencia. El no estar sujeto a la necesidad de mantenerse recurriendo a lo ajeno es el sen- tido estricto del subsistirm, que es lo propio de la sustancia individual de la persona, es decir, el modo peculiar de existir que es privativo de su in- timidad. Ahora bien, cémo se articula esta subsistencia incomunicable con la comunicabilidad exigida por la relacién interpersonal? Polo entien- de la segunda como coexistencia. En efecto, afiade, «la persona es el ser donal. Seguin su carécter donal, el hombre es tanto en s{ como en rela- cién: coexiste. El descubrimiento del ser va més alld de la sustancia por- que arranca més acd de ella —en este sentido se dice que la persona sub- sister. Esta subsistencia en que consiste la singularidad ontolégica de la per- sona es también coexistencia, y por ello mismo abierta a la relacién inter- personal. Subsistencia y coexistencia constituyen la explicacién de la inco- municabilidad (singularidad ontoldgica) y comunicabilidad (relacién) de la persona. Desde esta perspectiva, seria vélido afirmar la persona como subsistencia abierta a la coexistencia 0 como coexistencia subsistente, en funcién de que se enfatizara una u otra de estas propicdades en frontal oposicin? 44 FUNDAMENTOS DE PSICOLOGIA DE LA PERSONALIDAD 6.4. La persona es un yo corpéreo Gracias a la corporalidad, es como se nos manifiesta la persona. «Fl cuerpo es la condicién de posibilidad de la manifestacién humana (...) Por eso tenemos un cuerpo configurado de tal modo que puede expresar- la» (Yepes Stork, 1996). De hecho, la persona no puede representarse a si misma o a cualquier otra persona sin que comparezca ante ella (mental o realmente) la imagen del rostro o cuerpo de la persona que recuerda o se Tepresenta. Las relaciones entre el «yo» y la corporalidad han sido bien estudia- das en el Ambito de la psiquiatria (Lépez Ibor y Lépez-Ibor Alifio, 1974). EI yo no es el cuerpo, pero tampoco es concebible un cuerpo sin yo. El cuerpo no es una pertenencia del yo, aunque el yo en cierta manera le esté sometido. El yo se hace presente al mundo a través del cuerpo; pero a.su vez el mundo se hace presente al cuerpo a través del yo. Es el cuerpo la instancia que media la relacién entre el yo y el mundo (Polaino-Loren- te, 1975 y 19932 y b). Sin la corporalidad serfa imposible estar en el mundo y establecer re- laciones con él. La intimidad se manifiesta al otro a través del cuerpo, aunque sea empleando el lenguaje o la accidn. Entre otras cosas, porque todo lenguaje o accién precisa de un cuerpo para Ilevarse a cabo. Pero el cuerpo no es la intimidad. El dentro de la interioridad y el es- cenario de la conciencia —ni siquiera la conciencia corporal— no son el cuerpo. Y, sin embargo, serfa falso afirmar que el cuerpo es algo adventi- cio o yuxtapuesto a la intimidad. En cierta forma, el yo tiene al cuerpo y es tenido por él. Como en otro cierto sentido podrfa afirmarse que el yo es el cuerpo —aunque no sean perfectamente superponibles— y el cuerpo es el yo. Dicho mds bre- vemente: el yo y el cuerpo lo que ponen de manifiesto es la dualidad conformadora y constitutiva de la persona o, si se prefiere, que la persona €s un yo corpéreo, una carne espiritualizada o un espiritu encarnado. No toda la anatomfa corporal tiene la misma relevancia respecto de la intimidad, como tampoco respecto de las relaciones interpersonales y manifestaciones culturales. De esto ultimo podrfan dar razén més que suficiente las mujeres, mucho més sujetas a las modas y modelos cultura- les que los hombres. De la amplia geografia anatémica humana, él rostro constituye la porcién mds relevante para nuestra intimidad y la vida de relacién. Los animales no disponen de rostro; las personas sf. Como escribe Marfas (1973), el rostro es «una singular abreviatura de la realidad personal en su integridad (...) La persona esté presente en su cara, esté viviendo en ella... La cara es la persona misma, vista». INTRODUCCION AL. CONCEPTO DE PERSONALIDAD. 45 En el contexto del rostro o la cara, los ojos constituyen el hito més atractivo y con mayor saliencia estimular para la compenetracién ¢ inter- cambio de las respectivas intimidades personales. Las personas que quicran compartir su intimidad harfan muy bien —se facilitarfa mucho el cumpli- miento de su desco— si se mirasen més a los ojos, el lugar donde una y otra personas se concitan porque se encuentran en igualdad de condicio- nes, es decir, ante sélo la desnudez de las respectivas miradas de sus ojos, donde en cierto modo se desvela y entrega al otro la propia intimidad. 6.5. La persona es un ser capaz de tener, dar y recibir La persona es un ser para la donacién. Y ello porque lo propio del ser es el tener. Segiin el ser, asf el tener. El tener sigue al ser. El tener mds im- portante del ser de la persona es el tenerse a sf misma. Pero este tenerse a st propio, de poco o nada serviria si se quedara estancado en sélo con- templarse a él mismo. Serfa un tenerse ateleoldgico, que sdlo alcanzarfa el pequefio fin de tocar apenas la corteza de sf, pero desfinalizado en tanto que subsistencia abierta a la coexistencia. De otra parte, para dar hay que tener. Nadie puede dar lo que no tiene. Pero si se tiene, la naturaleza de esa misma «pertenencia» (en este caso, la persona) invita o empuja hacia la desposesién de si, la expropiacién en fa- vor del otro, la donacién de sf mismo, de manera que alcance su propio fin. De aqui que la actividad efusiva y donadora sea otra de las notas ca- racter(sticas de la persona. Sin duda alguna, la persona es un ser capaz de dar, Esto lo atestigua la evidencia empitica mds elemental y generalizada. En cierto modo, la intimidad personal sabe mucho del efecto de las muy diversas donaciones que se le han hecho y del modo en que han afectado a su propia configuracién. Pero para dar, para regalas, para darse es preciso que haya un quien que reciba el don. Sin aceptante no es posible el donante. Quien dona puede tratar de darse, pero si el aceptante rechaza el don, la accién del donante se habré quedado en un mero intento de dar, fallido y frustrado. Triste esfuerzo este que ha realizado con su generosidad, si no tiene quien la acoja. No basta, pues, con tenerse y darse, es preciso también «tener» un aceptante para que la accién de darse alcance su perfeccién, es decir, lle- gue cumplidamente a ser lo que es (Polaino-Lorente, 2000a). En el fondo, la donacién también podria entenderse desde la perspec- tiva de otra de las notas a las que ya se aludié: la capacidad de apertura de la persona. En efecto, dar es un cierto modo de salir de sf, tal y como se asientan ciertas partidas en la columna de «salidas» de los libros de contabilidad, Pero este salir de s{ es todavia mds radical y propio de la per- 46 FUNDAMENTOS DE PSICOLOGIA DE LA PERSONALIDAD sona cuando lo dado consiste precisamente en su ser personal, cuando en lugar de dar en estricta puridad de lenguaje habria que decir dar-se. Tener (como posesién de s{), dar (entendido como darse) y recibir (léase aqut acoger), son notas que sélo caracterizan a la persona, por ser lo més propio de ella. 6.6. La persona es un ser dialdgico La persona necesita del didlogo interpersonal. La persona no se basta a s{ misma, sino que su interioridad est abocada a compartitla con los de- més. Hay aspectos y sucesos de su vivir que s6lo cuando libremente los abre a los dems y los comparte con ellos se ajustan en su verdadera posi- cién y pierden toda esa carga de incertidumbre y ansiedad, que es con- secuencia de la soledad (Polaino-Lorente, 1993a y b; Polaino-Lorente y Martinez Cano, 1999). Por medio del habla la persona manifiesta su intimidad, es decir, abre su intimidad y la traslada y exporta a la intimidad de otro, en la confianza y seguridad de poder compartirla con el otro. Esta necesidad de didlogo —incluso para la propia supervivencia y el atemperarse de su in- terioridad— es irreprimible. La persona o habla con otro 0 acabaré hablando cn voz alta consigo misma. Tanta es la necesidad que experimenta de compartir su intimi- dad. Esto es lo que hace de la persona que sea un ser dialégico (Lain En- tralgo, 1983), un alguien que constitutivamente es un ser dialogante. Es ldgico que sea asf, pues de lo contrario no se entenderia qué fun- cidn tiene esa arma poderosa que es el lenguaje. El lenguaje o sirve para comunicarse con otro 0 no es tal. Por eso, cuando el lenguaje se emplea para tergiversar sus contenidos y manipular al otro (Lépez Quintés, 1979), hay que concluir que la persona est4 trastornada. Est4 empleando un pro- cedimiento muy sofisticado que es natural, aunque de forma antinatural. La ausencia de didlogo encierra a la persona en el solipsismo, al mismo tiempo que la arruina y degrada a lo que, en modo alguno, es ella misma. En los pacientes esquizofrénicos se observa muy bien este uso antinatural y contracomunicacional del lenguaje, que obviamente constituye una de las mds profundas y graves psicopatologfas (Polaino-Lorente, 2000b). La mayorfa de los conflictos conyugales, familiares e interpersonales estan atravesados por una grave perturbacién de la capacidad dialégica de quienes los sufren. Esto pone de manifiesto que la persona necesita del en- cuentro con otra persona, que no hay yo sin tu, que para ser el que realmente se es, se necesita de la comparecencia, la donacién y la escucha del otro (Po- laino-Lorente 2003 a y b). INTRODUCCION AL CONCEPTO DE PERSONALIDAD a7 Esta necesidad de didlogo es consecuencia y manifestacién de su apertura natural, a la que ya sc ha hecho mencién en anteriores ep{grafes. El didlogo es ef instrumento itil para la comprensién, para sentirse com- prendido, para tomar conciencia de que no se esté solo, de que lo més la- cerante 0 lo més gozoso reobra sobre la persona con un distinto significa- do cuando se comparte con otra. Sentirse comprendido es como hacer pi¢ en la propia existencia, experi- mentar que lo que nos afecta tambign le afecta —y no sabemos con que in- tensidad— al otro con el que se comparte la intimidad. Pero si se com-par- ze, el peso de su contenido también se fracciona y distribuye de otro modo. Puede afirmarse que cuando el dolor se comparte, disminuye su inten- sidad; por el contrario, cuando Ia alegrfa se comparte aumenta su intensi- dad y extensién. En el caso de esta ultima, habria que decir que la alegria se acrece en la medida que se comparte, y disminuye en la misma medida que la persona se la reserva para sf sola. De nada servirfa abrir esc didlogo, fecundo y majestuoso, si el otro no escuchase. Dialogar tiene mucho que ver con saber escuchar y también, aun- que un poco menos con saber abrirse. En el didlogo es mds importante escu- char que tomar la iniciativa, an cuando esta ultima sea muy importante. Nos hallamos aquf ante una paradoja: la intimidad es lo que natural- mente estd a recaudo de la persona, respecto de la percepcién del otro. Pero al mismo tiempo, /a intimidad no se basta a st misma, sino que anhela ver- tirse a la intimidad de otra persona, a fin de compartirla y encontrar un punto de equilibrio, en el que comprenderse y autoexplicarse la persona a sf misma. Sin comunicacién no es posible ni la vida personal ni la vida social. ¥ es que, como esctibe Yepes Stork (1996), «el conocimiento de la propia identidad, la conciencia de uno mismo, sdlo se alcanza mediante la inter- subjetividad, es decir, gracias al concurso de los otros» (Taylor, 1994). 6.7. La persona es libre La libertad es una de las notas més radicales —y hoy més defendida, aunque no muy bien entendida en la sociedad— de la persona. La liber- tad se hace patente en el actuar humano. En efecto, la persona econoce —y se reconoce, aunque no siempre— en los actos que realiza. La perso- na es duefia no sélo de sus actos, sino del principio de sus actos, de «aquello cuyo principio estd en uno mismo» (Yepes Stork, 1996). Por eso, precisa~ mente, cada persona clige la trayectoria biogrdfica que constituye su vida y hasta su propio destino. 48 FUNDAMENTOS DE PSICOLOGIA DE LA PERSONALIDAD Algunos autores han reducido la persona a sus actos, sin precisar ni adentrarse, como deberfan, en la explicacién de algo que es mds relevante y fundamental: ;de dénde procede esa capacidad para actuar libremente? En cualquier caso, como escribe Ferrer (2002), comentando a Berg- son, «el acto libre es irreductible a los intentos de explicacién desde den- tro o desde fuera de su agente, sencillamente porque es un acto que en su realizacién no puede ser objetivado, ni @ fortiori reducido a unos factores explicativos». El hecho de que la persona esté dotada de vida inteligente es lo que puede explicar la procedencia de esa capacidad para comportarse y actuar libremente. En efecto, la persona no depende tanto del medio y/o del apren- dizaje como ¢s el caso del animal. Igual sucede respecto de la relativa ¢ im- portante programacién filogenttica con que llega a este mundo (instintos). «Lo propiamente humano —escribe Yepes Stork, 1996— es la capa- cidad de darse a si mismo fines y de elegir los medios para llevarlos a cabo. Esto es la libertad: el hombre es duefio de sus fines (...) En el hombre el pensamiento es tan radical y tan natural como la biologia». Esto quiere decir que la persona es capaz de asumir los motivos por los que opta, motivar con ellos su comportamiento y dirigirse a los fines que se ha dado a sf misma. La conducta libre, como nota caracter{stica de la persona, manifiesta y refrenda al mismo tiempo otras notas a las que antes sc aludié. Siguien- do a Scheler (1960), este es el caso de su singularidad (ninguna persona se reduce a un caso de la ley general) e identidad (a pesar de la multiplici- dad y diversidad de sus comportamientos, permanece como la misma persona —lo que resiste a los cambios), lo que le remite precisamente a su ethos. Desde este horizonte resulta mejor explicada la accién humana libre, pues como afirma el autor antes mencionado, tal comportamiento «se efec- tia segtin la idea y el método de una persona, que acttia segtin su esencia como la misma en todas sus manifestaciones, cualquiera que sea el modo como estén dispuestas espacial y temporalmente y cualquiera que sea la cla- se de mecanismos fisicos y corporales mediante los que se realizan». 6.8. La persona es un fin en si misma La distincién entre medios y fines resulta imprescindible para entender la accién humana. El criterio para esa distincién es respectivo casi siem- pre de la persona. La persona no es un medio, sino un fin en st misma. Esto se sabe —o debiera saberse— desde Kant, quien postuld lo que sigue: «Obra de tal modo que trates a la humanidad, sea en wu propia INTRODUCCION AL. CONCEPTO DE PERSONALIDAD. 49 persona o en la persona de otro, siempre como un fin, nunca slo como un medio (...) El hombre existe como un fin cn sf mismo y no simple- mente como un medio para ser usado por esta 0 aquella voluntad» (Fun- damentos para la metaptsica de las costumbres, 428 y 429). Por consiguiente, ninguna persona debiera ser tratada como lo que no es, es decit, como un medio del que servitse para la consecucién de los fines de otra persona. Cuando se procede asf, sin que el interesado sea consciente de ello, cabe hablar de manipulacién. En otras muchas cir- cunstancias de la vida es dificil atenerse a este principio en la practica, aunque en la teorfa sea admitido por todos. Mi siquiera la persona deberia tratarse a si misma como medio, entre otras cosas, porque nada hay que pueda consistir en un fin al que el fin que la persona es se subordine. De estas consideraciones emerge el respeto que cada persona ha de tenerse a si misma, ademds de a las otras personas en sus relaciones con ellas. Se deja de satisfacer este respeto a la dignidad de la persona, cuando se le tarta como una abstraccién (un numero), se le objetiva y reifica (se sustituye la persona por la funcién o el rol que desempefia) o, sencilla- mente, se le niega la consideraciin y el reconocimiento que su dignidad de- manda (respeto). La diferencia entre fines y medios, exige el respeto a la persona (fin en s{ misma) y la utilizacién de lo que no es ella (y s6lo son medios). Se hace violencia a la persona y a las cosa cuando se invierte o tergiversa el or- den entre medios y fines, cuando los fines (las personas) se desfinalizan y devienen en lo que no son (medios), o se finalizan los medios (el dinero, por ejemplo) y se le trata como no es debido, como un fin (con el respe- to que no le es propio). El peligro de tratar a la persona como medio es algo que acecha hoy a la gente en las numerosas y variadas encrucijadas de la vida. Es muy alto el riesgo de que la persona sea en la actualidad sepultada en ese engranaje de la circularidad medidtica 0 mediadora. La nocién de fin no subordinable a ningiin medio, es algo que posee la persona de un modo absoluto a través de la experiencia de sus naturales tendencias, con independencia de que establezca o conciba determinados fines como propuestas y piense o no en los medios de que ha de disponer para darles alcance (Spaemannn, 1991). Los fines humanos que la persona se da a st misma estén naturalmente subordinados al fin no subordinable que ella es y que constituye un princi- pio de unidad capaz de integrar la totalidad de las inclinaciones constituti- vas que, precisamente, le orientan en el establecimiento de los fines que se propone. ‘Antes pues de las diversas metas que le quepa establecer y darse la persona a s{ misma, como fines tendenciales a alcanzar, preciso es recono- 50. FUNDAMENTOS DE PSICOLOGIA DE LA PERSONALIDAD. cer en ella una inclinacién natural y mds fundamental que aquellas a las que, precisamente, unifica e integra teleolégicamente, por constituir en todo caso meros fines sectortiales, parciales y siempre transitorios, que a s{ misma se dio. Cualesquiera que fueren los fines parciales y subordinados que jalo- nan la existencia personal —a veces como verdaderos y relevantes hitos biogréficos—, el hecho es que la nocién de fin en sf misma, preside, orienta, integra ¢ identifica la totalidad de las realizaciones Ilevadas a cabo por ella. Este principio unificador sale garante de la unidad y unici- dad, de la singularidad e identidad personales. Lo que demuestra que ninguna de la acciones emprendidas por la persona es absoluta, a pesar de los intentos de absolutizacién de la accién levados a cabo en algunos sectores de la posmodernidad. Porque ninguna de ellas es fin en sf misma de la persona. Sdlo la persona en s{ misma tiene un cierto cardcter absoluto, al que naturalmente han de estar sometidos cualesquiera otros fines que se proponga alcanzar, por ser relativos. 6.9. La dignidad de la persona Una vez se han expucsto las anteriores caracteristicas de la persona, afirmar la especial dignidad que le compete resulta una cuestién casi ob- via. En efecto, las notas a las que aqui se ha aludido adornan a la perso- na, presentindola a nuestra mirada como el ser mds valioso, sublime y noble de cuantos existen en la naturaleza. La excelencia se realiza en la persona en un modo cualitativo y cuan- titativo sin parangén alguno en la naturaleza. Esa grandeza es constituti- va y, por consiguiente, le pertenece y le es propia, por el hecho de ser per- sona, con independencia de cudles sean las metas que alcance 0 no en el decurso de su vida (Melendo, 1999). La dignidad tiene més que ver con /a interioridad de \a persona que con los resultados que obtenga; con Ja singularidad ontolégica irrepetible, que le caracteriza, que con el alto nivel de calidad de vida que pueda ob- tener, por muy elevado que éste sea; con la irrestricta apertura a la verdad que con la acumulacién de la cuantiosa informacién de que pudiera dis- poner; con /a capacidad de darse a los otros que con el mero recibir a tra- vés de las transacciones que haya realizado, por muy generosas que éstas fueren; con el hecho de descansar-en st-misma, en que consiste (Spaemann, 1989), que con el refugio en la fortaleza social mejor blindada; con Ja ca- pacidad activa de ser (autonomia) que con la poderosa magnitud y rele- vancia gratificadora del modo en que responda al flujo estimular; con da libertad personal, que le hace experimentar quc tiene la vida cn sus manos INTRODUCCION AL CONCEPTO DE PERSONALIDAD 51 que con la seguridad y dependencia que le proporciona la estructura so- cial mis poderaa en apie puieda cobljanse. Esta dignidad constitutiva atraviesa e ilumina el entero vivir de la persona, desde su inicio hasta su término, y esto con independencia de que la persona se deje guiar o no por ella, 0 actie para consolidarla y acrecerla o para disminuirla y quebrantarla, Pero mas alld del actuar y del comportarse humano, la dignidad constitutiva resiste todos los embates. Siempre quedard un residuo de dignidad —por mucho que cueste recono- cerlo, en ocasiones— a donde la persona puede volver una y otra vez, para desde allf tratar de nuevo de encontrarse con quien realmente es. Como psiquiatra—préximo ya a las cuatro décadas de ejercicio pro- fesional ininterrumpido— he de constatar que por muy variadas, desa- lentadoras, antinaturales ¢ inhumanas que hayan sido las peripecias de la persona a lo largo de la travesfa de su vida, tengo observado que siempre ha podido volver sobre si —dejo a un lado el suftimiento que este sende- ro comporta— para encontrarse y reconocerse como quien es, como ese alguien remoto cuya grandeza y robustez cualitativas todavia alza su voz para hacerle consciente de su dignidad. La persona, qué duda cabe, puede des-hacerse a st misma al hacer su vida. Pero esa hechura de que naturalmente esti hecha —su dignidad— es muy dificil de acallar y, desde luego, imposible de extinguir por completo. Permanece siempre un eco lejano de la dignidad, presuntamente perdida, en el hondén del coraz6n humano que, apenas se le permita expresarse, se transforma en voz clamorosa, animante, vigorosa y verdadera que persua- dea la persona a ser quien es: «Recomienza —dice en su interior—, deja el pasado, crece, octipate del futuro, trata de rehacerte, aprende de tu ex- periencia y sirve con ella a los otros, procura comportarte de una forma ms digna y asi «merecertey la dignidad de que fuiste dotado, dbrete a la verdad y al encuentro con los otros, haz uso de tu libertad restaurada, no te dejes esclavizar por lo que fuiste, sé fuerte, ti puedes, inténtalo una vez més, comienza, toma ya una decisién, prueba a hacerlo, persuddete de que todavia puedes ser quien eres, quien quieres set, quien debes ser». En cierto modo, habria que concluir aqui, que esta es una de las mds importantes fiunciones de la psicorerapia: ayudar a las personas que se han des-hecho al rratar de hacerse (erréneamente) a si mismas, a que rehagan sus vidas al tiempo que re-hacen su dignidad de personas. 7. Bibliografia Autport, G. W. (1937), Personality: A psychological interpretation, Nueva York, Holt. — (1963), Pattern and Grow in personality, Nueva York, Holt. 52 FUNDAMENTOS DE PSICOLOGIA DE LA PERSONALIDAD Carrent, R. B. (1950), Personality: A sistematic, theoretical and factual study. Nueva York, McGraw Hill. FERRER, U. (2002), :Qué significa ser persona?, Madrid, Palabra. LAIN ENTRALGO, P. (1983), Teorfa y realidad del otro, Madrid, Alianza. LOPEZ 180R, J. J., y LOPEZ-IBOR ALINO, J. J. (1974), El cuerpo y la corporalidad, Madrid, Gredos. Lorez Quintés, A. (1979), Estrategias del lenguaje y manipulacién del hombre, Madrid, Narcea. Marias, J. (1973), Antropologta metaftsica, Madrid, Revista de Occidente. 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El concepto de desarrollo, por otra parte, admite un punto de partida y un punto de Ilegada, ademés de un conjunto de funciones que remiten de uno a otro. Por lo general, estas funciones hacen su aparicién y emer- gen en etapas que est4n caracterizadas por unas notas comunes que, has- ta cierto punto, tipifican un determinado perfodo temporal. La psicolo- gia del desarrollo, al centrarse en el estudio del ciclo vital, ha puesto de manifiesto cierta continuidad pero también ciertos cambios en lo que se refiere a la estructura de la personalidad. La personalidad se elabora y se construye, en una gran parte, a lo largo del proceso de desarrollo (Erik- son, 1974; Luria 1979). Las diversas teorfas de la personalidad difieren en la imporcancia que conceden a los distintos factores que determinan el desarrollo. De hecho, algunas de cllas dedican grandes esfuerzos a explorar las posibles interac- ciones entre lo que podrfamos llamar los factores biolégicos y los factores culturales o ambientales, sociales, familiares, escolares. Es decir, la perso- nalidad que cada uno tiene es consecuencia de numerosos factores: la he- rencia, el lugar donde se nace, la educacién recibida, la cultura con la que el nifio se encuentra al nacer, etc. En la formacién de la personalidad, por tanto, se dan cita un con- junto polimorfo de factores, cuyo ordenamiento y clasificacién no resulta nada facil. 54 FUNDAMENTOS DE PSICOLOGIA DE LA PERSONALIDAD El primer grupo, estarfa constituido por el conjunto de rasgos dados en un individuo desde su nacimiento, es decir, la suma de los factores ge- néticos y biolégicos que hacen de él un organismo tinico, original y, en cierto modo, distinto de los demds. Este conjunto constituye el punto de partida de la personalidad, lo que condicionard su despliegue futuro en una determinada direccién. Estos factores, también llamados factores ontogentticos, hacen referen- cia a los determinantes biolégicos (crecimiento) y ambientales (familia), los cudles, correlacionados con la edad cronolégica, explican el proceso de desarrollo como la adquisicién individual de una serie de competen- cias ordenadas cronolégicamente y dependientes de la interaccién entre el ritmo madurativo intraindividual y ciertos aspectos del medio socio- cultural. El segundo grupo lo forman los factores histdricos, que integran acon- tecimientos muy diversos de un determinado medio cultural. Son facto- res asociados a cambios constantes del entorno, que afectan de forma universal a toda una generaci6n o a grupos sociales concretos. Hacen re- ferencia a acontecimientos generales que afectan a un 4mbito cultural de- terminado y que se manifiestan como efectos generacionales. Otro grupo de factores es el formado por los caracteres que modelan el ambiente més {ntimo de cada sujeto: esa especie de perimetro envol- vente que le acompafiard a lo largo de toda la vida y que lamamos fami- kia. Naturalmente que la configuracién de la familia cambiard a lo largo del tiempo, pero siempre dejard sentir su poderosa influencia, cualquiera que sean las modificaciones circunstanciales que en ella se produzcan. La familia es como el modelo, en miniatura, del mundo personal, el escenario donde se actualizan las relaciones interpersonales primeras, que dejarén una impronta imborrable en la empresa biogréfica individual. Todo cuanto acontece en el horizonte familiar influiré en mayor o menor grado en la formacién de la personalidad. En este sentido, todo parece servir a la formacién de la personalidad. Se puede decir que nada es extrafio a ella. Desde el lugar que se ocupa entre Jos hermanos hasta la profesién del padre o la manera de ser del maestro que le llevé de la mano en los balbuceantes primeros pasos del aprendizaje; todo va dejando su huella en la cera virgen de la incipiente personalidad. Serfan estos los llamados factores no normativos, que se caractetizan por su itregularidad y especificidad. Todos los determinantes de orden biol6gico y ambiental que se concitan de forma eventual, accidental, aislada o al azar, constituyen experiencias individuales que afectan sélo a un determinado niimero de personas (accidentes, enfermedades crénicas, etc.). Y, sin embargo, la formacién de la personalidad no se reduce al mero conjunto de las influencias antes aludidas, como si la personalidad se tra- EL DESARROLLO DE LA PERSONALIDAD EL. EL NINO Y ADOLESCENTE 55 tara de algo pasivo que escapara a la libre determinacién personal. La for- macién de la personalidad es también un haz apretado de esfuerzos labo- riosos, de victorias y derrotas significadas por las pequefias batallas de la vida diaria, de conquistas personales libremente conseguidas. En la personalidad, lo que se trata de formar no es un mero acciden- te sobreafiadido a modo de omato o elemento decorativo en un sujeto cualquiera; ni tampoco un agregado de factores que dispuestos en deter- minada secuencia den en adquirir un mayor o menor éxito social. La per- sonalidad, en s{ misma considerada, no es algo solamente cuantitativo, que autorice ser valorada segiin los criterios de las mateméticas, aunque ello no inste para que los factores en que puede descomponerse la perso- nalidad, por razones de estudio por ejemplo, sean objeto de un andlisis matemdtico. En este sentido, no tesultan vélidas expresiones tan usuales como «tiene mucha personalidady, o «no tiene personalidad». Tener o no tener personalidad, en el sentido aludido, implica haber confundido el ser con el tener. La personalidad es lo que se ¢s, resultado de una s{ntesis muy amplia en la que confluyen los factores genéticos, familiares, socioculturales, etc., y no algo superpuesto al ser y poseido por éste, facil al cambio como si de una prenda epidérmica se tratara. 2. El temperamento y el desarrollo de la personalidad en los primeros afios de la vida En el desarrollo de la personalidad se hace un especial hincapi¢ en la importancia de los cuidados tempranos, las actitudes emocionales de los padres y la percepcién y valoracién que del nifio tienen y hacen. Aunque los datos hoy disponibles sobre este particular sean relativa- mente contradictorios, no obstante, la importancia primordial que se ha dado al apego —a la interaccién en las relaciones tempranas entre los ni- fios y sus padres—, se nos ofrece como algo irrefutable (Vargas y Polai- no, 1996; véase Tabla 1). 3. El desarrollo de la personalidad y los estudios sobre el apego El apego es una forma de conducta, de interaccién, que se da cn el nifio en relacién con otra persona. Las relaciones siempre generan conse- cuencias, sobre todo a una edad temprana. La interaccién nifio—madre es de una gran importancia en la maduracién de! nifio (la madre, por lo general, es el primer ser que el nifio conoce). 56 FUNDAMENTOS DE PSICOLOGIA DE LA PERSONALIDAD, Tabla 1: Tipos de apego materno-infantil Tipos de apego Apego seguro (Ainsworth, 1985) Apego inseguro-resistente (Ainsworth, 1985) - Exploracién ~ Ansiedad ante la separacién — Busqueda de contacto y proximidad ~ Dificultades para la exploracién - Confianza ~ Lallegada de la madre no le proporciona — Cooperacién confort Apego inseguro-evitativo (Ainsworth, 1985) | Apego ansioso-desorganizado-desorientado — Comportamientos de evitacién con las. (Main, 1985) figuras de apego ~ Evitacién del contacto ocular — Evitacién y afecto minimo como - Comportamiento ambivalente mecarismos de defensa contra el rechazo | - Lamadre no proporciona seguridad — Actitud negativa ante el contacto = Comportamiento de confusién en la exploracién El apego infantil se empezé a estudiar a finales del siglo xix. A prin- cipios del siglo xx, este tema ¢s abordado por los psiccanalistas y a lo lar- go del tiempo, la perspectiva en este tema, ha ido evolucionando. La definicién de Bowlby (1989), uno de los pioneros en el estudio so- bre el apego, lo considera como «la forma de comportamiento que resulta en el nifio, como consecuencia de tener y mantener una proximidad con otra persona con la que claramente se identifica y de la mejor manera posible». Vargas y Polaino-Lorente (1996), consideran el apego como la «vincu- lacién afectiva, estable y consistente que se establece entre un nifio y sus cuidadores, como resultado de la interaccién entre ambos. Esta vincula- cién es promovida no sélo por el repertorio de conductas innatas, con las que el nifio viene al nacer, sino también por la sensibilidad y actuacién de sus cuidadores» (p. 33). La calidad de este vinculo afectivo que se establece en las primeras etapas del desarrollo est4 determinada por la interaccién que se establece entre el nifio y la madre. Algunos autores han establecido diversas formas en la constitucién de ese vinculo, en funcién del cual surgen ciertos «tipos de apego infantil», algunos de los cuales se recogen en la tabla 1. En los estudios sobre el apego, la figura de la madre o del cuidador constituye la pieza clave en la determinacién de la orientacién futura de esas relaciones. Por este motivo se estudié también a las madres. Se comprobé que tan importante como los factores genéticos que se dan en los recién naci- dos, era efectivamente la influencia de la madre. Pero no porque la madre fuera «a priori» buena o mala, sino porque a través del «feed-back que se produce entre el hijo y la madre sc gencraba una autorregulacién, retroac- tiva, reobrante, mutua y recfproca entre ellos. Lo que habfa que estudiar no era la madre por un lado y el nifio por otro, sino la interaccién madre- EL DESARROLLO DE LA PERSONALIDAD EI. Fl. NINO ¥ ADOLESCENTE 57 nifio. Y de esta forma la orientacién en el estudio del apego se centra hoy en la interaccién entre el nifio y las figuras de apego, mds que en describir aisladamente las conductas de! nifio (Polaino-Lorente y Mca, 1998). Més adelante se estudié la forma en que influye el cardcter 0 cl tipo de madre (Demulder y col., 1991). Porque también puede ocurrir que un nifio dificil en la interaccién con una madre ansiosa, al cabo de tres afios sea radicalmente dificil ya que el modo de ser del nifio, genética- mente condicionado, provocaré que la madre no le atienda, que sea irti- table, que no tenga paciencia con él y que Ie trate de una forma inade- cuada. En ese caso, cl nifio seré cada vez mis dificil de educar y la madre tal vez se comporte de forma cada vez mis irritable, por lo que la interac- cién entre ellos seré menor y de peor calidad. Sin embargo, si el nifo dificil tiene una madre parsimoniosa, csta- ble, no sobreprotectora, que sicmpre cmite idéntica gradualidad cn sus respuestas, que no comete tropelfas o traumas, ejercerd sobre el nifio una influencia muy distinta a la que acontece en el caso contrario en que un dia, cuando el nifio vuelve del colegio, la madre «se lo come a besos» y al dfa siguiente cuando el nifio va a darle un beso le dice: «dejame, besu- cén, que no tengo tiempo para hacer la comida». El nifio entonces se preguntaré que ha pasado. Con un comportamiento come éste, ambiguo y contradictorio, el nifio no puede predecir cual seré cl comportamiento de la madre y no podré ajustarse por tanto a dicho comportamiento. Es fécil que esta situacién devenga en una fuente de graves conflictos. En general, las madres de los nifios con una relacién de apego segu- 10, son mds sensibles y responden mejor a las sefialcs infantiles que las madres con apego ansioso. La relacién afectiva del nifio con su madre le proporciona seguridad, condicién indispensable para cl desarrollo del nifio. Cuando la madre es percibida por cl nifio como accesible y con ca- pacidad de respucsta, cl nifio sc siente més seguro. Por otra parte, las ma- dres que no atienden adecuadamente a la demanda infantil convierten a sus hijos en ansiosos, al no saber qué deben esperar de ellas ya que no es seguro que se satisfagan sus expectativas. Las madres que ticnden a evitar cl contacto fisico con sus hijos son madres que muestran cierta aversién por ellos, en las que las conductas de rechazo ¢ irritacién son més fre- cuentes y con mayores dificultades para la expresién de afecto. Los nifios que han tenido con la madre una relacién de apego segu- ro durante los seis primeros meses de la vida suclen ser, por lo general, mas afectivos y seguros de sf mismos, ademés de mds competentes y coo- perativos que los nifios a los que les ha faltado este tipo de apego. Las caracteristicas anteriores constituyen dimensiones, modos en que la personalidad infantil se organiza. La vigencia de esta temprana organi- 38 FUNDAMENTOS DE PSICOLOGIA DE LA PERSONALIDAD. zacién de la personalidad se extiende, segiin muchos autores, hasta los ocho afios. Por ejemplo, las investigaciones de Ainsworth (1978), respec- to del apego madre-hijo, demostraron que las madres que son sensibles a las demandas de atencién de sus hijos y las satisfacen, proveen y propor cionan un apego seguro y tienen hijos seguros de sf mismos. ‘También puede ocurrir lo contrario, que por no estar atentas o ser insensibles o poco afectivas, no atienden o no satisfacen esas demandas infantiles y pueden generar hijos ansiosos, irritables, nerviosos ¢ insegu- ros de s{ mismos. En este estudio se comprobé que, efectivamente, habla un encadenamiento bidireccional del nifio a la madre y de la madre al nific. Por tanto, una madre puede exigirse mds, puede formarse mejor y por tanto, cambiar y adaptarse al nifio. Y conviene que sea as{ para evitar que sea el nifio quien tenga que adaptarse a la madre, si bien es cierto que no se puede dejar toda la responsabilidad sélo a las madres. Lo que esté fuera de duda es que se da —est4 comprobada— esta estrecha rela- cidn entre la madre y el hijo. En la tabla anterior se presentan los indicadores de los diversos tipos de apego adaptados por Polaino-Lorente y Fontana (2000) a partir del estudio llevado a cabo por Sroufe (1985; véase Tabla 2). Siguiendo a Sroufe (1979) ha de admitirse que el desarrollo afectivo no es inequivocamente continuista, sino que est4 abierto al cambio, para que de esta forma se reorganice el repertorio conductual del nifio en rela- cién con las nuevas experiencias por él vividas. Esto quiere decir que, aun- que el apego y la interaccién con sus padres constituya un relevante hito en la génesis de su personalidad, mds tarde, sin embargo, el nifio se convierte en una persona activa, en el principal protagonista de su propio desarrollo. En cualquier caso, la importancia del apego (frecuencia, duracién ¢ in- tensidad de las interacciones madre-hijo, calidad y tipos de apego, etc.), resulta aqui primordial y sigue siendo en la actualidad un tema de estu- dio y objeto de discusién en la bibliograffa cientffica ms actual (Waters ycol., 1999; Stollak y col., 2000; Becker- Stoll y col., 2001). 4, Influencias parentales diferenciales: maternidad-paternidad La interaccién madre-hijo, no obstante, no constituye el tinico fac- tor en el modelado de la personalidad infantil. Se puede considerar, des- de otro enfoque, la diversidad de los roles relatives a la maternidad y la paternidad. No cabe duda que la interaccién padre-hijo contribuye también de forma decisiva a la génesis de la personalidad infantil. La conducta de los padres, mediante las naturales recompensas y castigos, propician una ma- 59 EL DESARROLLO DE LA PERSONALIDAD EL BI. NINO ¥ ADOLESCENTE “OYesIKO [@ BAB ON ~ ‘upjunes epunties ®| ue esvetu! Spu $2 ugjoe}Ae ap ejoNpUOD BT cugjunes B| UOD UOPBYAS B| JBIEYE epand — “eupeW ns woo re1odioo oweju0o je ue eAeBeu eNpUED ~ aan OWEIUC je BYAS ‘OJUSIWEIOUEISIG — “up}ORIO}AKe | UB BANDE UQOEWAZ — “sejno0 oyeq00 unbje uezyeas js seuede oBede op sein6y sns e vewxoude es opueng — ‘ugrsuede 0 upisnyuo ‘ugiseidep upjena: seinjsod sng — “ugises @| 20d sopipunye usdared — “epeuorsio p eroueuedxe &] — epuaieyeud et -seyjuew ou) sjussne ¥1S9 eIpeU opueno osryouy oyesixa fe exdeoy — -ugjossedes 8 ue ues0l) qMOWEIEY — “opmuedwoo o1seye oseosy — “uojoaredes & 8 o1naid opoyed je een se1014 x0 ered ospew op BIOURISp og — “eipew ns ep e}onpUOO B| ep Bouepuedepu Udo wojdxe oyu [3 — “eupew Bj ap epniquuodsip ej ue eyuoo ou nb 2 "eysajoid K opejue ep seronpuog — pepiised wzeyo Bun seNsoW spend ~ ‘opuey avoqre A opueioy| senuuoo epend — onteBeu oy2e1U0d Je UOD oj9e N09 9p epenbsng w| seuIquico epeng — ‘UOISES & @]UE “np asieyjoucoes Bred sapeynoyig — ‘uoioBI@}U e| ap BANDE UOPEION — “{espew ns e J0A (e 211} eulsenu @8) opnjes ep eionpUCD — “394488 ns anBuIxe ODEO [3 — “auaNUeW O| A oyDe|UOO Jo syuoweeIpeWlU! 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Légicamente, las relaciones afectivas que median las relaciones entre padres ¢ hijos dan origen a vinculos afectivos entre ellos, que consolida- rdn todavia més los aprendizajes que se hagan. A través de la identifica- cién entre el hijo y sus padres, se inicia el proceso de socializacién en el nifio, a cuyo través adquiere un conjunto de aptitudes, creencias, valores y pautas de comportamiento que le identificarén también con el grupo cultural y social de pertenencia (Vargas y Polaino-Lorente, 1996). EI papel del padre y de la madre permiten establecer ciertas diferen- cias en el modo en que protagonizan las diversas pautas de crianza de sus hijos. En la actualidad, no se atribuye al padre el papel secundario —casi siempre de mero observador y delegador de la educacién de sus hijos— que, tiempo atrds, se le atribuyé. Hay diferencias, a qué dudarlo, entre el modo como el padre y la madre se comportan hoy respecto de sus hijos. Los padres suelen ser mds creativos que las madres en las actividades Itidicas y, de ordinario, adoptan diferentes conductas ya sea que interac- ttien con un hijo varén o una hija: suelen prestar mayor contacto visual a los ptimeros y ser afectivamente més expresivos con las hijas. Su ausencia del contexto familiar incide mds profunda y gravemente en los hijos que en las hijas, sobre todo en lo relativo a los problemas de la identidad de género (Polaino-Lorente, 1993; véase Tabla 3). Las madres, en cambio, suelen ser més competentes en la satisfaccién de otras necesidades infantiles, como la higiene y el aseo, el vestido y la alimentacién. Y también su comportamiento varfa segiin interacttien con un hijo o una hija. Los dos, sin embargo, son necesarios para la educacién de los hijos, los cudles tienen derecho a interactuar con ambos, puesto que a través del apego con ellos es como los hijos inician su proceso de sociali- zacién, proceso en el que resultan irrenunciables las aportaciones de los padres, especialmente las que se refieren a la génesis de aptitudes y habili- dades cognitivas, asf como la interiorizacién de normas y valores. En la actual sociedad, como consecuencia de una grave crisis cultu- ral, aproximadamente el 22% de los nifios norteamericanos menores de un afio viven con uno solo de los progenitores. En las iiltimas décadas se han podido estudiar las repercusiones de estas nuevas configuraciones fa- miliares (Bronfenbrenner, 1993). ‘A wavés de ciertos procedimientos, como por ejemplo las video-gra- baciones, se ha observado que el comportamiento del nifio, en distintas si- tuaciones, varfa segtin que sea el padre o la madre quien interactiie con él. EL DESARROLLO DE LA PERSONALIDAD EL. EL NINO Y ADOLESCENTE a Tabla 3: Aspectos diferenciales en la interaccién del nifio con el padre ola madre. Tomado de Polaino-Lorente, 1993 Periodo Padre Madre Lactancia ‘Menos tiempo de dedicacion. Total decicacién. ‘Mayor calidad en las interacciones. Actividades encaminadas al cuidado ‘Actividades ligicas en las inleracciones. | y satsfacciGn de necesidades besicas. ‘Comportamiento mas activo. Primer ao | lecursos como el balanceo, Estimulacin del desarolo verbal, ‘movimietnos fisicos y juegos creativos. ‘mayor estimulacion tdcti. Segundo aio | Mayor atencién a bs hios que alas hijas, | Estimulacién dela sociabiidad, desarrollo ‘aumenta la frecuencia de las verbalizaciones | del lenguaje, afectividad y aienciin yy de la dedicacién de tiampo. alos hijos. Etapa escolar | Mayor implicacién en actividades de juego. Mas imperaiv y drectvo con ls hijos vvarones. Més postvos y flexibles con las hijas. Asi, por ejemplo, se ha demostrado que los padres norteamericanos adoptan patrones de comportamiento similares (caricias, besos, verbaliza- cones, etc.) a los manifestados por las madres respecto de los hijos lac- tantes (Parke y O'Leary, 1976; Parke, Grossman y Tinsley, 1981), aun- que los padres emplean menos tiempo que las madres en la interaccién con sus hijos, Las madres se dedican mis a actividades encaminadas al auidado (Kotelchuck, 1976), mientras que los padres tienen una mayor capacidad para interactuar con sus hijos en lo relativo a actividades hidi- cas y sociales (Katsh, 1981; Field, 1978). Durante el primer afio de la vida se aprecian también diferencias en la calidad de las interacciones del padre y de la madre. Las madres esti- mulan mds el desarrollo verbal y prodigan mds estimulos téctiles a sus hi- jos, mientras que los padres emplean otros recursos como el balanceo, los movimientos fisicos y los juegos creativos (Power y Parke, 1981). En el segundo afio de la vida del nifio estas diferencias en el com- portamiento de los padres se mantienen, aunque cambian las modalida- des de sus interacciones. Las madres estimulan mis que los padres la so- Giabilidad, el desarrollo del lenguaje, la afectividad y la atencién de sus hijos (Power y Parke,1983) Los padres suelen prestar mds atencién a los hijos que a las hijas, res- pondiendo més a sus lamadas, jugando més con ellos, aumentando la frecuencia de sus vocalizaciones y acaricidndoles més frecuentemente, ademds de dedicarles mds tiempo (Belsky, 1979; Power y Parke, 1981). Estas diferencias se acentian atin més en la etapa escolar. Los padres se implican mds en los juegos, a la vez que son més directivos e imperati- 62 FUNDAMENTOS DE FSICOLOGIA DE LA PERSONALIDAD vos que las madres (Stuckey, McGhee y Bell, 1982), especialmente con los hijos varones. Con las hijas, por el contrario, estimulan més la sociali- zacién y son tratadas de un modo mds positivo (véase Tabla 3). Los resultados de estos estudios confirman algo evidente: la impor- tancia de ambos roles en la educacién de los hijos. La ausencia de uno de ellos puede suponer serias consecuencias en el proceso de desarrollo del hijo. Sc ha estudiado con més profundidad cl caso de la ausencia de la fi- gura del padre. La ausencia del padre cn la configuracién familiar, cs un fenémeno de nuestro tiempo llegando incluso a ser considerado como un sindrome. Polaino-Lorente (1993) se refiere al «sindrome del padre ausente» defi- niéndolo como «el conjunto de privaciones afectivas, cognitivas, fisicas y espirituales que sobrevienen al hijo como consecuencia del vacfo que se opera en las relaciones paterno-filiales» (Polaino, 1993, p. 429). Designa la falta de dedicacién del padre a la educacién de sus hijos, independiente- mente del tiempo presencial que el padre pase en el hogar. La etiologia de este sindrome esté todavia en estudio, pero entre las causas més relevantes se sefialan las siguientes: — La desintegracién familiar — El cambio de roles en la maternidad/paternidad. — La actividad laboral desequilibrada por parte de uno de los dos cényuges. — La ausencia de la figura paterna o materna del domicilio familiar. Hay una serie de consecuencias que se producen ante la realidad del padre ausente. Los hijos ante la ausencia de la figura paterna optan por la biisqueda de un sustituto. Lo que se llama «imagen vicaria de la paterni- dad» (Polaino-Lorente, 1993). Es el padre sustituto que se convierte en el punto de referencia de estos hijos, cuya identidad no est atin consolidada. La consecuencia de la ausencia del padre es la figura del «hijo apatri- da» que encuentra calificativos sinénimos en la literatura cientifica como por ejemplo el término de «Puer Aeternus» de Von Franz, (1991), de «Lo- vely Boy» de Bly, (1992), o de «Flying Boy» de Lee, (1989), términos to- dos ellos que describen, con ciertas similitudes, la misma patologia. Polaino-Lorente (1993) delinea el perfil psicopatolégico que define a los hijos apdtridas y que, en su grado mdximo, puede degenerar en el «Teenage Syndrome», definido por Perkins (1992) en la década de los no- venta y que lleva asociados sintomas de mayor severidad (véase Tabla 4). Retomando el término de Von Franz, «puer aeternus», la persona que desarrolla este sindrome, segin el autor citado, puede suftir la neurosis FL DESARROLLO DE LA PERSONALIDAD EL. EL. NINO Y ADOLFSCENTE 63 Tabla 4: Perfil psicopatolégico de los hijos apdtricas (Polaino-Lorente, 1993), del «Teenage Syndrome» de Perkins (1992) y del «Puer aeternus» de Von Franz (1991) «Hijos apétridas» «Teenage Syndrome» «Puer aetemus» (Polaino-Lorente, 1994) (Perkins, 1992) (Von Franz, 1991) ~ Sentimiento de orfandad, de | ~ Todos los sintomas de la — Neurosis del eterno io. abancono. columna anterior, mas: ~ Eucacién defictara provocadal — Miedo hacia la figura pater. + El consumo de tabaco ppor la ausencia del padre. ~ Aumento de las tasas de ¥ alcohol en edades — Bioqueo en el desarolo. trastornos 0 aeraciones tempraras. ~ Constantes lamadas de ~ Trastomos psicopatologioos + Experiencias sexuales atencién. rolativos a la propia identidad, frecuentes en edades ~ Exeesiva dependencia afectiva = Trastomos de conducta y de ‘tempraras. de la figura de la madre. aprendizaje, * Vandalism y violencia ~ Hiperactividad, ~ Déficit de atencién que puede driver en un fracaso escola. del cterno nifio. Este cuadro tiene su origen en una educacién deficitaria, causada por la ausencia de la figura paterna —los estudios posteriores y actuales, introducen también la materna— y la manifestacién del cuadro patolégico queda representado en la figura del nifio, al que se le ha con- sentido todo desde pequefio, que no ha recibido una educacién sélida, y cuyo crecimiento psicolégico se ha detenido en la etapa del egocentris- mo. Son caracterfsticas en estos nifios las llamadas constantes de atencién y la excesiva dependencia, generalmente de la madre. En relacién con este tema, se han estudiado también las consecuen- cias, que para el nifio pueda tener Ia situacién de un continuo y perma- nente conflicto entre los padres (Escudero y col., 1998; Buendia y col., 1999). Algunos datos apuntan y confirman que puede ser peor la situa- cién de conflicto que incluso la muerte de un padre, aunque otros estu- dios ponen en entredicho esta afirmacién (Furman, 1994, 1999). En un estudio sobre poblacién espafiola llevado a cabo en el afio 1993 sobre de- presién infantil, Polaino-Lorente y Villamisar (1993) encuentran una de- pendencia, estad{sticamente significativa entre el modo en que se articula el niicleo familiar, en cuanto a la composicién y estructura de la familia, y la incidencia de la depresién en los hijos. Es importante que, en la génesis y formacién de la personalidad del hijo, tanto el padre como la madre sean congruentes con los valores so- cioculturales del contexto social en el que vive el nifio, para evitar asf la aparicién de conflictos. Es Iégico que sea asf, puesto que durante la pri- mera infancia el comportamiento del nifio es muy plistico y vulnerable a las experiencias tempranas con sus padres, a través de las cuales adquiere determinadas pautas de conducta. 64 FUNDAMENTOS DE PSICOLOGIA DE LA PERSONALIDAD Esto no significa que los comportamientos, que en esta etapa de la vida adquicren y las caracterfsticas psicolégicas que definen a los bebés, no se puedan modificar més tarde a lo largo del desarrollo. Naturalmen- te, ciertos aspectos cambian y otros aspectos son més diffcilmente modi- ficables. En los trabajos realizados por Mussen y col. (1977) se ha puesto de manifiesto como determinadas caracteristicas infantiles (irritabilidad, retraimiento, malhumor, dependencia de la madre), no se modifican cuando se evaliian diez afios mds tarde. Sin embargo, las nuevas experien- cias a las que el nifio cs sometido a lo largo de eu desarrollo af que pue- den modificar la estabilidad de alguna de las caracterfsticas psicolégicas —especialmente las cognitivas—, adquiridas en el perlodo de interaccién con sus padres. zAdénde nos lleva todo esto? A considerar la importancia que tiene la interaccién del padre y de la madze en el desarrollo fisico y palquico del nifio. Ambos son complementarios y ambos han de estar presentes, aportando, precisamente desde las propias diferencias personales, lo que, sin duda alguna, constituiré la principal riqueza que pueden dar a la for- macién del hijo. Ambos progenitores, por tanto, han de estar presentes en el proceso de educacién y formacién de los hijos. Son distintas las ca- pacidades y las formas de actuacién de cada uno de ellos, que tal vez vie- nen condicionadas por la propia configuracién constitucional y sustan- cial de cada uno de sus génetos. Sin embargo, esta diferenciacién supone al mismo tiempo la complementariedad que la educacién de los hijos re- quiere. 5. Estilos educativos y tipos de familia: el clima familiar Allo largo del proceso de socializacién, el nifio adquiere ciertas pautas de comportamiento, creencias y actitudes de su familia y del grupo social y cultural al que pertenece. Este proceso configura y define algunos rasgos de su personalidad, como consecuencia del choque e interaccién entre di- yersos agentes socializantes (familia, compafieros, medio escolar, medios de comunicacién, etc.). Las influencias de estos agentes socializantes pue- den ser entre ellas contradictorias e incluso abiertamente opuestas, pero otras veces también pueden compensarse entre s{. De todas ellas la familia cs, sin duda alguna, el elemento mis relevance. La adquisicién de algunas pautas de comportamiento en el Ambito familiar se realiza, principalmente, de dos modos: a través del refuerzo di- recto, mediante el empleo por los padres de premios y castigos para facili- tar o inhibir cicrtas conductas; y a través del aprendizaje vicario, es decir, a través de la observacién ¢ imitacién del nifio de las conductas a que estd EL DESARROLLO DE LA PERSONALIDAD EL. EL NINO ¥ ADOLESCENTE 65 expuesto segtin los modelos que le ofrece el contexto. La adquisicién de creencias, actitudes y valores se genera de forma més facil y eficazmente cuando se da un vinculo afectivo entre el nifio y el modelo de referencia. En el proceso de socializacién hay que destacar también otras varia- bles relacionadas con la familia, como cl tipo y la calidad del apego cn la relacién madre-hijo durante el primer afio de vida, cuestién a la que ya se ha aludido Iineas atrs, asf como a ciertas pautas de crianza infantil por parte de sus padres. El clima familiar es especialmente importante en este punto. Muy sucintamente, pueden distinguirse aqui tres tipos de familias, en funcién de cules sean las pautas de crianza de los padres: las familias autoritarias, las familias permisivas y las familias con un cierto estilo democratico. Los padres autoritarios se caracterizan por no expresar demasia- do afecto a sus hijos, a la vez que les exigen que sean obedientes y ejercen sobre ellos un alto control. La comunicacién con sus hijos suele ser acep- table, aunque serfa conveniente que manifestaran mejor y més frecuente- mente sus afectos, puesto que a través de éstos es como sus hijos adquiti- rfan mejor las conductas que tratan de ensefiarles. En general, los padres autoritarios se relacionan con sus hijos a través de un elevado control, un escaso apego, una obediencia no abierta al didlogo, una gran responsabi- lidad en forma de disciplina y no suelen reforzarles con la adecuada aten- cién y manifestaciones de afecto. A causa de esta ausencia de afecto, los hijos se comportan como re- trafdos, desconfiados, descontentos, relativamente hostiles, sin apenas autocontrol sobre sus propios impulsos, muy autoexigentes, con dificul- tades para comunicar sus afectos e inestables. Este estilo afectivo de los padres suele generar ciertos conflictos en los hijos. Los padres permisivos, por el contrario, no ejercen ningun control sobre sus hijos y su nivel de exigencia es, por lo general, muy bajo. Aun- que suelen ser muy afectuosos, permiten casi todo a sus hijos, lo que puede condicionar que éstos se manifiesten como inseguros y afectiva- mente mds dependientes. Hasta cierto punto, los padres permisivos con- tribuyen al comportamiento irresponsable de sus hijos, por no exigirles ni controlarles como debieran. Ambos modelos de comportamiento pa- rental resultan inadecuados, aunque a lo que parece generan peores efec- tos los padres permisivos que los padres autoritarios, tal y como se ha puesto de manifiesto, por ejemplo, en el Ambito de la depresi6n infantil (Polaino-Lorente, 1988). El estilo familiar democrdtico es muy contrario a lo que pudiera de- nominarse como un dmbito controlador y, evidentemente, ejerce una in- fluencia diferente sobre el nifio. Este estilo cducativo es el que caracteriza a los padres que combinan un clevado control y cierta exigencia, aunque 66 FUNDAMENTOS DE PSICOLOGIA DE LA PERSONALIDAD. Tabla 5: Estilos educativos Estilo autoritario Estilo permisivo Estilo democratico Rasgos de Excesivo control | Ausencia de nomasy control| Equifro entre la exigancia funcionamiento | Escasas manifestaciones | Nivel de exigencia muy bajo y el contol familiar de afecto Excesiva pemisivdad ‘Adecuado nivel de Pooe apego Dependencia afectiva comunicacién | _Obediencia sin dilago Didlogo abiorto | Responsablidad cargada Conducta responsable de discipina Escasosrefuerzos postivos Rasgos en Retraimiento Excesiva alectvdad Seguridad en si mismos fos tijos Desconfianza \mesponsabilidad ‘Autonomia Hostiidad Dependencia Conducta responsable Descontento Inseguridad Equilibrio Impulsividad | ‘Autoexigencia excesiva Incapacidad de comunicacién | alectiva Inestabildad Contictvidad bien balanceadas por el afecto y la comunicacién. Los hijos suelen sentir- se més seguros de sf mismos y, por lo general, son mds auténomos. Los padres fomentan asf la conducta responsable de sus hijos, mediante la co- municacién y el didlogo. Si no les falta el necesario afecto, los hijos se muestran mds disciplinados, responsables ¢ independientes. Los padres son también aqui exigentes pero sobreexigiéndose ellos mismos, en aque- Ilo que imponen a su hijo, al mismo tiempo que dan y reciben mucho afecto. De aquf que se pueda afirmar que este estilo educativo sea el més adecuado para la formacién de la personalidad de los hijos. En la tabla 5 se presentan los estilos educativos mencionados. Conviene no olvidar, por otra parte, las poderosas influencias del contexto socio-cultural sobre el estilo educativo por el que opta la familia como agente socializador. La familia se ve afectada, implicada ¢ involu- crada, diariamente, por numerosos acontecimientos externos a su propia dindmica familiar, tanto sociales como culturales. Estas influencias resul- tan insoslayables e inevitables, constituyendo un importante elemento adicional en la gestacién de la personalidad del nifo. Dada la complejidad de los procesos de socializacién infantil, en los que los agentes socializadores interactian rec{procamente en el contexto de un determinado marco social-cultural, es conveniente apelar a una pers- pectiva ccolégica integradora mds amplia en el andlisis de este proceso de socializacién infantil. FL DESARROLLO DE LA PERSONALIDAD FL. FL NINO ¥ ADOLESCENTE 67 6. Interaccién familiar: la cuestién del modelo Como ya se ha observado, Itncas atris, el moldeamiento de la perso- nalidad depende en gran parte de la interaccién familiar y del modo en que se lleva a cabo el proceso de socializacién. Es posible que algunos conflictos conyugales hundan aqut sus rafces. No obstante, no parece convenience que los cényuges traten de explicar sus reepectivas conductas y personalidades, apelando tnicamente a los modelos de conducta de las familias de origen de que proceden. Tal apelacién resulta casi siempre in- juriosa, ademds de injusta y en lugar de contribuir a resolver los proble- ‘mas, lo que suele generar casi siempre es la magnificacién de los conflic- tos. Por esta razén parece més conveniente que ninguno de los cényuges implique a los padres del otro a la hora de justificar, extinguir o tratar de modificar el comportamiento del otro. La construccién de la propia personalidad (esa formacién que tal vez constituya la empresa més importante y personal de la vida, Ja tarea mas profunda y bella que cada ser humano tiene entre las manos), exige la con- currencia de un conjunto de factores familiares que no son renunciables. En yaa través de la familia es donde el nifio encuentra apoyo para su debilidad, proteccién para su invalidez y amparo para su indigencia. Na- cido en un mundo, cuyos puntos de referencia con harta frecuencia le re- sultan tan confusos en las primeras etapas de su vida, es necesario sumi- nistrarle algunos modelos referenciales, unos puntos gufas, en relacién a los cuales pueda ir vertebrando sus valores, su estilo cognitivo, sus res- puestas afectivas y, en tiltima instancia, la mayorfa de sus pautas de com- portamiento. Gracias a estos procesos de identificacién total o parcial con los mo- delos paternos es como al nifio se le facilita su andadura por un nuevo mundo que debe explorar y descubrir personalmente. En este sentido, los padres constituyen una gufa insustituible en roturar nuevos caminos por donde la personalidad de cada uno de sus hijos ha de abrirse paso. La cuestién del modelo ha sido estudiada por Rof Carballo (Polaino- Lorente y Meca, 1998), al hablar del «troquelaje» (entendido éste como la plasticidad de la conducta infantil y la accion decisiva, de «troquel», de la interaccién); «imprinting» (concepto usado por los etdlogos de habla alemana) o «urdimbre afectivay (que designa el conjunto de «hilos» que se disponen en ef telar para formar esa delicada «tela» o tejido de la afec- tividad infantil). Sc ha tratado ya de la importancia del aprendizaje vicario a la hora de suscitar ciertos moldeamicntos cn la personalidad de los hijos. La forma en que los padres responden ante las preguntas inoportunas de sus hijos, el autocontrol de cada uno de los cényuges cuando amenaza una enérgi- 8 FUNDAMENTOS DE PSICOLOGIA DE LA PERSONALIDAD ca discusién 0 esc minimo comin denominador que abarca y caracteriza las diversas formas de comportamicnto de los progenitores, configuran un modelo borroso y mal dibujado con el que, sin embargo, espontanca- mente el nifio suele identificarse. Identificacién que no solamente se ope- ra.en una dimensién cognoscitiva, sino también afectiva. Es pertinente recordar que la afectividad no tiene aqui la significa- cién.de una mera envoltura epidérmica, sino que a través de la afectivi- dad el nifio se abre y llega al desarrollo intelectual, como numerosos ex- perimentos lo atestiguan y han sido confirmados posteriormente por las teorfas de Piaget (1965). EI nifio advierte, de acuerdo con la etapa de desarrollo en que se ve, que los adultos que son sus padres, le protegen, le ahorran mil dificulta- des y experiencias desagradables y le aman. A través de estas sensaciones, mal dibujadas e imprecisas, el nifio ird interiorizando y adaptando a su original forma de ser las formas en que sus padres se conducen. Esa asimilacién de las actitudes bisicas y fundamentales del compor- tamiento paterno, ademds de protegerle en su invalidez esencial, signifi- can también un conjunto de concepciones y actitudes frente al mundo, los hombres, los valores, la autoridad, la sociedad, etc. El temor y la ad- miracién, los mecanismos de imitacién, el modo de sintonizar afectiva- mente 0 no, y todo ese amplio abanico de sentimientos por los que uno se siente aceptado y amparado o rechazado y excluido jalonan hitos rele- vantes que influirdn decisivamente en la formacién de su personalidad. Los impulsos indisciplinados de la instintividad infantil seran mode- lados, frenados en cierto modo y dirigidos por ese mictocédigo moral y en cierto modo cfvico, que cada familia ha asumido, tdcita y tal vez no demasiado reflexivamente. Se construyen asf imdgenes atractivas que el nifio imita, admira y quiere, o modelos nefastos que el pequefio rechaza, desprecia y odia. A través de esas imagenes, el nifio descubre nuevas formas de com- portamiento que configuran el encarrilamiento primero por donde hacer transitar sus titubeantes pautas conductuales. Tan importante es esto que los nifios abandonados, malqueridos o maltratados —hoy abunda desgraciadamente Ia literatura sobre este pat- ticular (Johnson y col., 2000)—, los nifios rechazados, los nifios inadap- tados y algunos a los que les falté el padre o la madre en los primeros es- tadios infantiles, ficilmente manifestardn luego estas deficiencias en su fatura personalidad de adultos. Signos como la inestabilidad, la agresividad —que no sicmpre ¢s po- sible reprimir— y la ansicdad, casi siempre acompafiada de hipermotili- dad, son algunas de las caracterfsticas fundamentales de estos candidatos a cicrtos trastornos de conducta, a causa de un ambiente familiar deterio- EL DESARROLLO DE LA PERSONALIDAD FL BL NINO Y ADOLESCENT 69 rado. La deprivacién afectiva cn los primeros afios de la infancia extende- rd su sombra sobre algunas deficiencias de la personalidad que, de no ser corregidas y endcrezadas a tiempo, hardn del nifio, en el futuro, un aspi- rante al padecimiento de ciertos trastornos neuréticos. Son clésicas en este punto las experiencias de Spitz (1945) con nifios a los que falté en sus primeros estadios el calor afectivo, la comprensién ecudnime ¢ inteligente, y también las exigencias de unos padres que en- marcaran el ajustado entorno de los balbuceantes pasos iniciales del nifio. Este entorno es de tan vital importancia para el nifio que casi se podrfa hablar, con voz autorizada, de una cierta «herencia ambiental». Spitz (1945) introdujo el término de depresién anaclitica. Este con- cepto fue formulado en una investigacién realizada con nifios de 6 y 8 meses de edad quienes, después de haber establecido una relacién normal con sus madres, sufrieron una ruptura total sin que las madres fueran re- emplazadas por ninguna otra figura sustituta. Las etapas de la depresién anaclitica que, segin Spitz, sufren los nifios se sintetizan en la tabla 6. Tabla 6: Fases de la depresién anaclitica, segin Spitz (1945) Etapas Sintomas Etapa | De aproximadamente tres meses de duracién, esté caractetizada por astena,initablidad, reaciva | excesiva dependencia del medio, angustia, diicutades alimentaias, alteraciones del _Sueto y reacciones de opesicién. Etapa Disinucién de e movida, poorezaexpresiva y gest, nr psicomatrz, saien, depresiva | astenia, hostlidad, pérdida de peso, crisis de lant, etc. La salud del nfio en este periodo puede todavia recuperarse si se le resttuye la madre 0 si aparece una madre vicara. Etapa de | Acontece cuando han transcurdo cinco meses continuados de privacién matena y Se hspitalsmo | caractenza por pasividad, inerci, asamiento, despego, hermetsmo, retraso psioomotor YY Un importante défic intelectual ylingGfstco, que configuran un cuacro de retraso global yy masivo de todas sus funciones. No todos los modelos con los que se identifica el nifio estén ador- nados de valores positivos; muchos de ellos, por el contrario, estén ribe- teados también con los defectos de los padres. De aqui la gran responsabi- lidad de los progenitores en relacién con la formacién de la personalidad de sus hijos. En muchas ocasiones, esos modelos son disefiados por los progenito- tes y se alzan sobre el propio proyecto existencial, que tal vez los padres barruntaron como ideal en su juventud y que fueron incapaces de alcan- zar. En otras ocasiones, la identidad del adulto estd disgregada y como es- cindida por los fracasos mal encajados, cosechados a lo largo de la vida. Hay padres que, al parecer, no logran completar su identidad, a no ser al 70 FUNDAMENTOS DE PSICOLOGIA DE LA PERSONALIDAD. precio costoso de prolongarse en la vida de sus hijos, trasladando o impo- niendo a éstos el proyecto que cligicran para sf y que tal vez fucron inca- paces de realizar. Desde esta perspectiva se alzan entonces, aqut y allé, modelos paren- tales que emplazados en un lugar destacado se comportan como estimulos condicionantes de la formacién de la personalidad de sus hijos, todavia apenas esbozada. De aqui que proyecten en sus hijos su personal reticula deformada y tullida, desde la que pretendidamente intentan entenderse a s{ mismos. Ademés, a través de la educacién familiar se imprime, en la cera to- davia virgen de la personalidad del nifio, el ideal con el que los padres se identifican, revistiendo a sus hijos con sus mismos planes, intenciones y actitudes. En el afin de hacer un modelo que sea réplica exacta de s{ mismos, constituyen a sus hijos en una especie de sombra que acompafian a todas partes a donde van, como un importante lastre de la quimera utépica e in- cumplida que tal vez significé el fracasado ideal de sus vidas. La conducta de cada padre esta rodeada de un halo misterioso, deri- vado en cierta forma de su personal modo de ser. Este halo que nimba primero el dmbito familiar, acaba més tarde por invadirlo por completo hasta constituirse en el paradigma, la coordenada existencial a la que se iran amoldando los diversos constitutivos de la futura personalidad infan- til. Quede claro, pues, que los modelos parentales configuran de forma importante ese conjunto de interacciones y experiencias personales pri- mitivas de que la futura personalidad se abastecer4 més tarde. Sin embargo, estos modelos se configuran también con el trenzamien- to de cada una de las circunstancias cotidianas en que el nifio vive. El choque entre los cényuges; las repetidas quejas de una madre que siem- pre dice estar cansada; el abandono familiar del padre que se atrinchera en un ejercicio profesional desmedido y tal vez no convenientemente do- sificado, va dibujando el camino a seguir por sus hijos. EI modo en que es vivida la feminidad por la madre y la virilidad por el padre, acaso constituyan una de las més importantes influencias, si es que no la mds importante, en la consolidacién de la propia identidad sexual de los hijos. En el seno de la intimidad familiar ningjin detalle por pequefio que sea es despreciable. Cualquier cosa puede set «factor condicionante» que in- fluya en la personalidad de los hijos. El orden o el desorden, la alegria o la irritabilidad, incluso habitos en apatiencia tan accidentales como el fu- mar 0 no fumar, dejan sentir su influencia en la educacién de los hijos. Comenio (1686) tenfa mucha raz6n al afirmar que inicamente es s6- lido y estable lo que la primera edad asimila, de tal modo que en el hom- EL. DESARROLLO DE LA PERSONALIDAD EL. FL. NINO Y ADOLESCENTE 7 bre las primeras impresiones se fijan casi como un milagro y casi nunca pucden modificarse. ‘Nunca se insistird suficientemente en las poderosas influencias de los padres en la futura personalidad del nifio a través del modelado de su conducta en estos primeros afios de la vida. La dependencia o independencia, tal y como es vivida por los padres respecto de los hijos ejercen influencias de muy lejano alcance en las bio- graflas de estos iltimos, tal y como Erikson (1968), entre otros, han de- mostrado. 7. La accién directa de los padres en la formacién de la personalidad de los hijos En la actualidad, son muchos los padres que estin inquietos, a causa de la zozobra que padecen por no saber cémo educar a sus hijos. Ello es Iégico si consideramos que, ademis de este conjunto de factores inabar- cables al que deben prestar atencién —inabarcables, en tanto que consti- tuyen el fluir de la vida misma—, se da también el problema de la educa- cién especifica, propiamente dicha. Los padres, pues, deben ser los primeros educadores, los pedagogos mds préximos a sus propios hijos. Pero a la vez, también ellos en el seno familiar resultan educados por sus hijos. Este es el caso del pedagogo que aprende, a la vez que ensefia; que se educa a s{ mismo, educando. Hoy nos suenan como muy familiares y cercanos términos como «escuela para padres», «educacién permanente», etc., y, sin embargo, no basta con que esos sonidos estén en el ambiente. Junto a una sincera preocupacién por la educacién de los hijos se necesita también la ocupa- cién decidida y constante; de lo contrario, no conseguiremos nada. Los padres —también el padre— deben saber valorar lo importante que es tender ese puente entre el dmbito familiar y el centro educativo y disponer del tiempo necesario para implicarse en esa relacién. De dia en dfa va aumentando la fluidez, la comunicabilidad entre una y otra insti- tucién social, en favor de la formacién de los hijos; pero si los padres se hurtan a ese didlogo, la educacién de sus hijos acusard tal ausencia. Todo puede ser objeto de formacién de la personalidad de los hijos en el dmbito familiar. El uso que del dinero se les haya ensefiado, por cjem- plo, determinaré postcriormente en los jévenes, ciertos rasgos de generosi- dad o tacafieria, Si en un hogar jamés se oye, por ejemplo, musica; si no se encuentra nunca ese corto perfodo de tiempo para formar la amable tertu- lia de sobremesa, los hijos acusaran imemediablemente estas ausencias. La visién que del trabajo tienen los padres, el modo con que estos se quejan 0 72 FUNDAMENTOS DE PSICOLOGIA DE LA PERSONALIDAD magnifican su ¢jercicio profesional, esa pequefia y carifiosa atencién dedi- cada al cuidado de las cosas pequefias, el emplear a los hijos dandoles en- cargos de cierta responsabilidad —proporcionada segiin su edad y circuns- tancias—, no son meras tdcticas para conquistar la paz del hogar sino, més bien, valiosas estrategias al servicio de la colaboracién de los hijos en el ho- gar que, necesariamente, contribuirdn a mds largo plazo a la formacién de su personalidad. Estos son algunos de los aspectos vitales de ese compromiso con la dificil aventura que supone la formacién y Ia accién educativa en la fami- lia. Podria decirse que la familia es la caja de resonancia, donde cada uno despliega su personalidad mds sincera. En esa caja de resonancia es impo- sible modificar un sonido sin que se alteren los otros. La sinfonfa que se construye con todos esos sonidos se altera cuando se produce la ausen- cia de uno de ellos 0 cuando uno cualquiera aumenta la intensidad del volumen. La modificacién de uno de ellos, cambia significativamente todo ese nudo de relaciones y, a través de ellas, a los individuos que las detentan. La familia constituye, entonces, esa especie de «segunda naturaleza» que modificando a la primera la protege o la quebranta, la ensombrece o la ilumina. La familia, por tiltimo, es de vital importancia en la for- macién de los hijos, en tanto que es la estructura mediadora frente a ese otro ambiente, més lejano, distante y extrafio para el pequefio, que es el mundo. La familia es, pues, mediacién entre el individuo y la sociedad. Y ello, por varias razones: en primer lugar, porque a través de los valores fa- miliares se hace una traduccién personalizada y ajustada de los valores so- ciales para cada uno de los hijos y, en segundo lugar, porque todas esas circunstancias extrafamiliares que configuran el entramado de la socie- dad, dependen en cierto modo de cémo se vivan determinadas relaciones en el seno de la familia. Esa mediacién es un hecho innegable cuya demostracién es patente, por ejemplo, en las investigaciones sobre la inadaptacién juvenil o la de- lincuencia infantil. No se puede afirmar que en cada delincuente haya siempre la espontinea representacién de una familia desunida y resque- brajada; pero si es cierto que, en bastantes de ellos, las deterioradas rela- ciones familiares supusieron una influencia decisiva en su posterior forma de comportamiento. Entiéndase bien, no obstante, que estas razones en modo alguno han de diluir la responsabilidad del delincucnte, como des- de hace un par de décadas se viene sosteniendo en Ia literatura norteame- ricana y anglosajona. Cada persona tiene un gradiente de libertad que le hace responsable, al menos en el sentido de subrayar la autoria de su comportamiento. Pero EI DESARROLLO DE LA PERSONALIDAD FL EL NINO ¥ ADOLFSCENTE B esta libertad puede verse disminuida, empobrecida o minimizada, cuando tras de ella hay un conjunto de poderosas presiones quc acaso vienen ¢jer- cidas desde tal vez una Iejana infancia crizada de dificultades. En ultima instancia, ha de afirmarse que esta dimensién familiar que se entrelaza con la bioldgica y la sociocultural en la formacién de la per- sonalidad, se abastece, fundamentalmente, de la conducta de los padres. Es decir, que el modo de comportarse de los padres, en cierto modo, mo- dela y esculpe la personalidad y el futuro modo de ser de los hijos. 8. La etapa adolescente Conviene hacer tina referencia specifica ahora scetea del perloda de la adolescencia, porque el desarrollo no acaba en la infancia sino que se extiende y prolonga durante la etapa adolescente. En realidad, el desarrollo, desde el Ambito de la psicologia evolutiva, se considera que no acaba nunca. Continua hasta la vejez. De hecho, desde 1965 hasta nuestros dias el cambio experimentado en la orientacién del estudio del desarrollo concede una gran importancia incluso a las tiltimas etapas evolutivas de la vida, la tercera edad, por considerar que en dicha etapa del ciclo vital, como en cualquiera de las otras, se experimentan cambios que hasta aho- ra no habfan sido considerados como objeto de estudio. Sin embargo, en lo relativo a la adolescencia se considera que la du- racién media de esta etapa del ciclo vital varia desde los 12-13 afios a los 19-20 aproximadamente, y engloba el conjunto de transformaciones y cambios (tanto en los aspectos somaticos como en la dimensién psicolé- gica y social) que acontecen en el paso de la infancia a la edad madura. _ En la adolescencia se acelera el desarrollo fisico porque aparecen grandes cambios en la configuracién corporal debidos, en gran parte, al desarrollo de los érganos sexuales. Aparece la funcién biolégica de la re- produccién y la configuracién del propio sexo. Es una etapa del desarrollo caracterizada por la inestabilidad y la labilidad emocional. Hay dos aspectos que deben ser aqui tenidos en cuenta. Por una par- te, lo relativo al tema del cuerpo, de la corporalidad. La imagen corporal en esta edad ocasiona grandes conflictos al adolescente. Es éste un aspecto que durante esta etapa tiene mucho peso. Por otra parte, la sociedad a tra- vés de los estilos de vida y de los patrones de deseabilidad social que hoy se ofrecen a las jévenes generaciones, actia peligrosa y amenazadoramente ya que pone de relieve, con.un cierto desequilibrio, aspectos de la corpo- talidad que constituyen un poderoso y nocivo influjo en los adolescentes. Una segunda cuestién relevante en la adolescencia ¢s la crisis de la identidad. Todas las etapas de la vida pueden ser causa de crisis de identi- 74 FUNDAMENTOS DE PSICOLOGIA DE LA PERSONALIDAD dad. Dichas crisis se encuentran condicionadas en gran parte por los acon- tecimientos y circunstancias vitales que la persona sc ve obligada a afron- tar en las diversas ctapas de su desarrollo. La identidad es un complejo término que en los tiltimos afios no sucle faltar en muchas corrientes psicoldgicas que estudian el desarrollo. Erikson aportaba ya en 1968 una definicién del término considerando la identidad como un sentimiento subjetivo de s{ mismo con una cierta continuidad a través del tiempo. En diferentes lugares, y en diversas si- tuaciones sociales la identidad provee a la persona del sentido de ser siempre ella misma (Kroger, 2000). Erickson considera que es precisamente en la etapa de la adolescencia donde se gesta y asienta el proceso en que se adquiere la identidad. Aun- que es obvio que no se inicia ni se concluye en esta etapa, sin embargo, es el momento en que més poderosamente se condiciona dicho proceso. Su teorfa acerca del desarrollo de la personalidad es una de las mds relevantes, en lo que se refiere al desarrollo de la identidad personal. Erickson parte de las teorfas psicoanalfticas cldsicas, aunque transformn- dolas mucho al adaptarlas a una perspectiva cultural y social. Es aqui don- de radican las diferencias con Freud, porque Erickson sostiene que el de- sarrollo no se detiene a los 20 afios, sino que se prolonga durante toda la vida. Para Erickson el desarrollo no tiene lugar en el vacfo, sino en un contexto social muy concreto y distingue ocho etapas 0 estadios, caracte- rizados, cada uno de ellos, por la aparicién de una crisis. La crisis 0 tarea que la persona tiene que resolver concluye en un logro o un fracaso; si la resuelve de un modo adecuado el desarrollo seguiré una evolucién nor- mal y supondré una base sélida para afrontar la crisis que caracteriza a la etapa siguiente. De la resolucién de cada crisis, emerge un sujeto que ha incorporado a su yo una virtud psicosocial. Si no resuelve la crisis satis- factoriamente el desarrollo continuard, pero surgiran problemas que re- percutirdn de forma negativa en el futuro de su vida personal. Los logros obtenidos son también el resultado del modo en que el ambiente influye en el yo, o bien, del modo en el que el yo reacciona ante el ambiente, como consecuencia de la interaccién entre los factores bioldgicos y sociales. En la tabla 7 se sintetizan las principales caracteris- ticas de las etapas evolutivas descritas por Erickson. Las caracteristicas espectficas de las crisis en la adolescencia son debi- das a variables muy concretas. El factor biolégico es, sin duda alguna, el mids destacable junto al hecho, necesario y doloroso, de la diferenciacién personal; tal vez porque supone la gran ruptura con la identificacién que el adolescente hizo hasta ese momento con sus propios padres. El padre al Iegar a la adolescencia ya no significa lo que antes signi- ficaba para el nifio. El adolescente ha de ser independiente, ha de ser él image not available 76 FUNDAMENTOS DE PSICOLOGIA DE LA PERSONALIDAD personales del nifio, sino a la posibilidad de que esas caracterfsticas ayuden al ser humano en la adquisicién de nuevas capacidades y formas de actua- cién, que le permitan ser él mismo y distinto de los demds. Este proceso constituye un reto porque se trata de algo que ha de construirse, algo que no viene dado y que supone, ademés, la considera- cién de numerosas variables contextuales que determinan o condicionan dicha construccién. En ocasiones este reto puede llegar a suponer un obs- tdculo o freno en su proceso de desarrollo. Este proceso no se realiza de forma aislada e independiente del siste- ma familiar. Al igual que las etapas previas del desarrollo, también aqui la familia tiene mucho que decir. Los padres no debieran estar ausentes en este importante momento de la vida de sus hijos. Como afirma Domé- nech (1993, p. 547), «es importante que los padres evolucionen y cam- bien las actitudes relacionales que tenfan con el hijo cuando era nifio. Deben renunciar a las pautas de interaccién que habfan establecido con el hijo para dar paso a otras nuevas formas de relacionarse con él». Y quizds resida aquf la clave. No es facil para los padres descubrir cémo han de conducir este cambio en la relacién, que en ningtin caso debiera ser la ausencia de relacién, como sucede en algunas ocasiones. El adolescente no puede afrontar solo el reto que esta nueva etapa le presen- ta. La ausencia de la figura del padre o de la madre seran siempre contra- producentes provocando en él inseguridad y un fuerte sentido de soledad que dificultar4 atin mds la superacién de la llamada «crisis adolescente». La familia, los padres, serén por tanto, los que asuman el compromi- so de afrontar, junto con el hijo adolescente, los cambios y retos que pue- dan presentarse, con la conciencia de que han de ser el apoyo cercano, las armas mis potentes para superar con éxito las dificultades reales que en cl dia a dfa van surgicndo en la convivencia familiar. ‘Todo cllo cn un marco de absoluto respeto a las propias decisiones tomadas por el hijo, atin en el caso de que no sean compartidas de! todo por los padres. Con toda certeza es mds constructive un apoyo al hijo en sf mismo —con independencia de que su decisidn sea errénea o dispara- tada, desde el punto de vista del padre—, que una abierta oposicién que tal vez rompa de forma irreversible el cauce de la comunicacién entre las dos partes. El didlogo frecuente, la comunicacién abierta y franca, y la esponta- neidad en la relacién entre padres e hijos, si se fomentan, cuidan y po- tencian desde la infancia, saldré garante de una éptima relacién entre pa- dres ¢ hijos, también en la adolescencia.

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