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Notas sobre la Noción de Analiticidad

Numa Tortolero

Universidad Simón Bolívar

Curso: Filosofía de la Lógica

David Hume (1711-1776)


Hume encontraba a gran parte de la tradición metafísica que le precedió
no sólo penosa sino también una fuente inevitable de incertidumbre y error.
Para Hume,la razón de esta falla residía en que la metafísica no era conducida
como una ciencia. Hume consideraba que el principal rol de la losofía era
conocer las diferentes operaciones de la mente, separarlas, y clasicarlas.
Hume sostenía que nuestras ideas tenían su origen en impresiones. Cual-
quier intento de ir más allá de las impresiones, tal como había sido intentado
por la metafísica a priori, implicaba alejarnos de las cosas que daban con-
tenido a nuestros pensamientos. Para evitar esto, se necesitaba introducir
claridady precisión en el razonamiento losóco a través del análisis de las
deniciones o de los conceptos oscuros o en disputa en términos de sus im-
presiones componentes.
Cita de Hume: p. 2
 Hume
Philosophers have taken analytic truths as paradigms of necessary truths,
of truths knowable a priori, or of truths knowable with absolute certainty. As
a result, philosophers skeptical of the existence of such properties as necessary
truth or a priori knowledge have frequently bolstered their skepticism with
an attack on analyticity.
Hume saw the reason for this perceived failure of metaphysics in the fact
that metaphysics was not conducted as a science, for it had substituted abs-
tract speculation for close analysis of `the operations of the mind' (13). Hume
saw philosophy's proper role as that of knowing `the dierent operations of

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the mind, to separate them from each other, to class them under their proper
heads' (13). To do this, Hume adopted an empiricist theory of knowledge,
dividing all the `perceptions of the mind' into the more lively `impressions,'
as `when we hear, or see, or feel, or love, or hate, or desire, or will,' and the
less lively `ideas' formed as copies from the impressions (1819). All thinking,
and all ideas, originated in their cor- responding impressions, Hume argued.
Attempts by abstract thought to go beyond impressions, as prior metaphy-
sics had done, involved going beyond the very things that gave our thoughts
content. The antidote to such meta- physics was, Hume argued, to introduce
a `greater clearness and precision into philosophical reasonings' by analyzing
the denitions of disputed or obscure concepts in terms of their component
impressions:
Complex ideas may, perhaps, be well known by denition, which is noth-
ing but an enumeration of those parts or simple ideas, that compose them.
But when we have pushed up denitions to the most simple ideas, and nd
still some ambiguity and obscurity; what recourse are we then pos- sessed
of ? . . . Produce the impressions or original sentiments, from which the ideas
are copied. These impressions are all strong and sensible. They admit not of
ambiguity. (1988, 62)
Hume used this method to investigate a variety of traditional metaphysi-
cal concepts, most famously including the ideas of causation, cases of seem-
ingly necessary connections among ideas, and freedom of the will (cf. 1988
4055, 6079, 80103). The verdict of Hume's investigation into these con-
cepts was invariably a `skeptical' one. He could not nd a corresponding
impression for them that was strong and sensible, and so argued that our
belief that these concepts corresponded to something real (an impression)
rested instead on the `custom or habit of the mind' (43). Insofar as tradi-
tional metaphysics rested on the claim that these concepts did correspond to
some real object, it was mistaken.
Nonetheless, Hume granted a distinction that would anticipate the later
analyticsynthetic distinction. The distinction, known as `Hume's Fork,' di-
vided all objects of human reasoning into `relations of ideas' and `matters of
fact':

Of the rst kind are the sciences of Geometry, Algebra, and Arith-
metic; and in short, every armation which is either intuitively
or demonstratively certain . . . That three times ve is equal to
the half of thirty, expresses a rela- tion between these numbers.

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Propositions of this kind are discoverable by the mere operation
of thought, without dependence on what is anywhere existent in
the universe. Matters of fact, which are the second objects of hu-
man reason, are not ascertained in the same manner; nor is our
evidence of their truth, how- ever great, of a like nature with the
foregoing. The contrary of every matter of fact is still possible;
because it can never imply a contradiction, and is conceived by
the mind with the same facility and distinctness, as if ever so con-
formable to reality. That the sun will not rise to-morrow is no less
intelli- gible a proposition, and implies no more a contradiction,
than the arma- tion, that it will rise. (1988, 256)

Inmanuel Kant (1724-1804)


Kant introduced the notion as a part of his larger philosophical theory,
one aimed, in part, at rebutting Hume's `skeptical' conclusions. His response
to Hume was to argue that Hume had tried to nd in the realm of our
experience the conditions which make that experience possible (Kant 1965,
sections A760/ B788). But this, Kant thought, was mistaken, for we should
not expect to nd the conditions which make experience possible in that very
experi- ence. Rather, we should search outside of experience in the realm of a
priori knowledge in order to nd the conditions of experience (cf. 1965, B19).
Kant believed that philosophy could discover substantive, informative truths
that were nevertheless knowable a priori, what he called `synthetic a priori'
knowledge.
El lósofo alemán Inmanuel Kant pensaba que las condiciones que ha-
cen posible la experiencia no reposan en la propia experiencia sino fuera de
ella, en el dominio de lo que él llamó el conocimiento a priori. La losofía
debe entonces ser capaz de descubrir verdades a priori que sean sustantivas,
informativas.
La modalidad de un juicio-ser contingente o necesario-esta unida a
la manera en la que el juicio es conocido. Los juicios necesarios son los que
podemos conocer a priori, es decir, sin referencia alguna a la experiencia.
Los enunciados de la matemática, por ejemplo, son inmunes a la experien-
cia. Según Kant, ello es porque se pueden conocer independientemente de
la experiencia, lo que constituiría una evidencia de cómo pueden ser cono-
cidos. Además, si esos juicios son inmunes a la experiencia son necesarios.

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Entonces, los juicios que son inmunes a la refutación por la experiencia por la
experiencia son aquellos que pueden ser conocidos a priori y son necesarios.
Denido en qué consiste una verdad necesaria se plantea el problema de
cómo se originan los juicios que son necesariamente verdaderos. Kant pensaba
que que el conocimiento a priori tiene su origen en intuiciones puras, no
sensoriales: el tiempo y el espacio, las cuales el consideraba precondiciones
de la experiencia sensorial. Para explicar qué hace necesario a un juicio,
Kant planteó una distinción que distingue dos tipos de juicios sobra la base
de su signicado, la distinción entre juicios analíticos y juicios sintéticos. Esta
distinción al estar basada en el signicado de las expresiones es una distinción
semántica. La distinción entre juicios a priori y juicios a posteriores, que
reera a como la verdad de un juicio puede ser conocida, es una distinción
epistemológica.
En el caso de la distinción entre juicios analíticos y juicios sintéticos,
ambos juicios pueden ser verdades a priori, es decir, ambos pueden referir a
verdades que podemos constatar independientemente de la experiencia, pero
por motivos distintos, porque su verdad se conoce en manera distinta en cada
caso. Uno de los criterios para distinguir entre ambos era, proponía Kant, la
consideración del contenido de los términos de las proposiciones.
CITA
El problema de este criterio es que sólo se aplica a enunciados que tie-
nen la forma sujeto-predicado y, además, no es claro el signicado de estar
contenido. Por otro lado, tampoco puede aplicarse a proposiciones con forma
sujeto-predicado que sean negativos, ya que estos sostienen que el sujeto no
está contenido en el sujeto.
Todavía queda la distinción entre verdades necesarias y proposiciones
contingentes. Se trata en este caso de una distinción metafísica. Para Kant,
una verdad necesaria es toda proposición cuya negación implica una contra-
dicción. De manera similar, Leibniz había denido las verdades de razón, así
que él sería el precursor del concepto de juicio analítico de Kant. El crite-
rio presupone reconocimiento cognitivo del contenido conceptual del término
sujeto sin el cual no puede comprenderse cómo un juicio como 'un cuerpo no
es extenso' implica una contradicción. Así que el criterio del principio de no
contradicción no es independiente del criterio de contenido.
Es la noción de intuición la que parece ser la clave empleada por Kant
para explicar las proposiciones sintéticas a priori. En el caso de las verdades
analíticas, su necesidad deriva del hecho de que el predicado está contenido
en el sujeto. Negar esto es violar la ley de no contradicción, la cual es una

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verdad necesaria e inviolable.
Las verdades sintéticas a priori son verdades necesarias y conocidas a
priori en virtud de lo que Kant llamó una 'construcción en la intuición'.
Tenemos ciertas intuiciones puras y a priori del espacio y el tiempo. En
este sentido, las intuiciones son un tipo de relación inmediata de la mente
con un objeto de conocimiento. Esta relación es inmediata, en el sentido de
que es una relación directa con el objeto de conocimiento no mediado por
signos, marcas ni conceptos. Son intuiciones que no son sensoriales pero que
constituyen parte de la base de nuestra experiencia sensorial.
Espacio y tiempo no son descubiertos en la experiencia sino más bien
presupuestos por la experiencia. Por ejemplo, la misma intuición pura del
espacio que hace posible la experiencia hace verdadera a las proposiciones
de la geometría, las cuales son necesarias pues derivan de las condiciones
que hacen posible a la experiencia. Los juicios de la geometría son sintéticos
porque están constituidos por nosotros de acuerdo a nuestra intuición acerca
de lo que Kant llamó una necesidad inherente en los conceptos (B16-17).
Las proposiciones matemáticas derivan su necesidad y carácter a priori del rol
que juega la intuición a priori del tiempo al hacer posible nuestra experiencia
(A719-20/B747-8).
Kant pensaba que había otros tipos de verdades sintéticas a priori, las
formadas no por construcción en la intuición sino por una 'síntesis' que pro-
cede a priori de acuerdo a ciertos conceptos (A719/B747). Algunos conceptos
pueden construirse en la intuición, como el concepto de número, y otros no,
como las llamadas 'categorías' o 'conceptos puros del entendimiento'. Son
conceptos tales como unidad, pluralidad, existencia, causación y posibilidad.
Según tales conceptos expresaban restricciones o reglas sobre posibles pen-
samientos (A87/B120f ). Por ejemplo, el concepto de causación es a priori y
determina qué tipo de juicios acerca de causas son posibles. Al restringir los
pensamientos y juicios que podemos formar acerca de causas, el concepto de
causación exige que todo evento tenga una causa. El juicio es sintético a priori
y necesario en virtud de que deriva de un concepto (causación) que determina
cómo pensar acerca de ciertas cosas, tales como secuencias causales.
El interés de Kant en las condiciones que hacen posible la experiencia le
llevaron a centrarse en las verdades sintéticas a priori como claves de nuestra
comprensión de por qué nuestra experiencia es de esta manera. Pensaba que
la losofía tenía como tarea explorar nuestro conocimiento de tales verdades y
revelar cómo las condiciones que hacen posible la experiencia impone límites
sobre qué puede alcanzar el pensamiento en forma signicativa.

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Empirismo Lógico
Una de las motivaciones del positivismo es la percepción de cierto contras-
te entre la losofía tradicional y las ciencias naturales. Mientras las ciencias
despliegarse rmemente, en un progreso ininterrumpido y en continuo acuer-
do general sobre los resultados, la losofía parece enredada en un sin n de
disputas irresolubles. El positivismo se inicia con la idea de que el paradigma
del conocimiento genuino es el conocimiento cientíco y con la desconanza
en los conceptos metafísicos fuera de las ciencias naturales. El positivismo se
plantea entonces dos proyectos:

el intento de llegar a un criterio para distinguir procedimientos genui-


nos para distinguir las adjudicaciones de conocimiento legítimas de las
espurreas. Siendo las ciencias naturales el modelo que había en la época,
esos criterios giraban en torno a la existencia de estándares impersona-
les formulados en términos de experiencia objetiva, para la aceptación
o rechazo de enunciados.

el otro era un intento de ofrecer un diagnóstico de donde la metafísica


tradicional se había equivocado.

La tesis posiblemente más conocida del positivismo, la teoría vericacio-


nista del signicado, servía a ambos proyectos. El principio de vericación
es una formulación de los estándares objetivos que gobiernan la adquisición
de conocimiento en las ciencias: un enunciado es aceptado sólo sobre la base
de experiencias sensoriales que lo vericarían o harían falso; por tanto, un
enunciado para el que no hay método de vericación no tiene signicado ob-
jetivo alguno. Se toma al lenguaje de la ciencia como aquel soportado por
este principio, mientras que al de la metafísica tradicional no. Así que la
ciencia trata sólo con enunciados cognitivamente signicativos, mientras que
la metafísica transita en el absurdo cognitivo.

La analiticidad y análisis losóco


El problema de la analiticidad consiste en determinar criterios precisos
para distinguir entre juicios analíticos y juicios sintéticos.
La noción de analiticidad ha sido central en el desarrollo de la losofía
analítica.

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El análisis losóco es un método para claricar ideas en la medida que
puede revelar sus constituyentes esenciales. En cierto sentido, la labor de la
losofía es similar a la de la química, pues estudia algo dividiéndolo en sus
partes, como la química estudia objetos dividiéndolos en busca de sus com-
ponentes más elementales. Pero el análisis losóco analiza ideas y conceptos
que inicialmente son oscuros. Cuando nos preguntamos por el signicado de
ciertas palabraspor ejemplo, cuando preguntamos ¾que es justicia? ¾que es
verdad? o ¾que es belleza?no buscamos mayor información acerca de aque-
llo a qué reeren sino una explicación del signicado de la palabra. El análisis
debería satisfacer estos requerimientos de explicación y claridad suministran-
do deniciones aceptables de las expresiones que presentan problemas.
Uno de los procedimientos que se aplicó para cumplir la tarea del análisis
losóco fue introducido por B. Russell a través de su teoría de las descrip-
ciones.
En su ensayo, Sobre la Denotación, Russell presenta una teoría que emplea
los nuevos métodos lógicos de Frege para analizar las descripciones denidas,
tales como el caballo que ganó el último Kentucky Derby, y las descripcio-
nes indenidas, como un hombre. Decía que descripciones indenidas como
un hombre no denotan una entidad (Russell 1956, 42-3). Tales expresiones
denotan solamente dentro del contexto de una proposición como todos los
hombres son mortales, combinándose con otros componentes proposiciona-
les para expresar la proposición: 'Si x es humano, x es mortal es siempre
verdad'.
Para las proposiciones denidas, Russell propuso un análisis en el que
la proposición donde ocurría la descripción denida debía ser reemplazada
por una oración que asevera que el predicado usado es satisfecho sólo por
cualquier objeto que tenga esa propiedad denotada por el predicado.
Russell adjuntó una tesis epistemológica a su teoría según la cual sólo
se puede entender una proposición si uno está familiarizado inmediatamente
con todo constituyente de ella.
La teoría de las descripciones complementaba esta tesis, pues uno no
necesita estar familiarizado inmediatamente con el tema de una descripción
para entender una proposición que la involucra. Uno podría saber que el
último gobernante romano de Alemania perdió tres legiones a pesar de no
estar familiarizado con ese gobernador. Por la teoría de las descripciones, la
proposición conocida cuando uno conoce este hecho acerca del gobernante no
contiene al gobernante como un elemento. Más bien, uno está familiarizado
con los constituyentes de las funciones proposicionales (x es un gobernante,

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x perdió tres legiones, etc.) que comprenden la función proposición original.

En toda proposición que podemos aprehender (es decir, no só-


lo aquellas cuya verdad o falsedad puede juzgarse, sin en todas
las que podemos pensar), todos los constituyentes son realmente
entidades con las que tenemos familiaridad inmediata. (56)

La conjunción del principio de familiaridad junto a la teoría de la des-


cripción le dio a Russell los medios para mostrar cómo podíamos construir
lógicamente una entidad por medio de la teoría de las descripciones a partir
de elementos con los que estamos familiarizados. Las entidades inferidas pue-
den ser evitadas, excepto en la medida que puedan ser analizadas en objetos
de familiaridad inmediata. Incluso, no sólo pueden ser evitadas las entidades
inferidas irreductiblemente; el 'máximo supremo de teorización cientíca' de
Russell exige que ellas deberían ser: 'Lo que sea posible, las construcciones
lógicas tienen que ser sustituidas por por entidades inferidas'.
El procedimiento de análisis de expresiones a través de descripciones po-
dría concebirse como un proceso de denición en el cual el signicado de
ciertas expresiones, originalmente oscuras, resulta aclarado.
Pero el mecanismo de la denición supone que se han establecido ciertos
criterios. Dadas dos expresiones, una, la que dene (el deniens ), y otra, lo
denido (el deniendum ), es posible, a partir de un criterio bien denido,
decir si se trata de expresiones sinónimas. El problema del análisis podría ser
descrito como el problema de encontrar para una expresión dada un sinónimo
que sea más articulado. Así que el análisis losóco necesita una explicación
adecuada de sinonimia, ya que el analista necesita un criterio para determinar
si dos expresiones dadas son sinónimas, así como se tiene un criterio claro
para establecer cuando una proposición es deducible de otras. [Pap (1949):
Synonimity and Logical Equivalence, p. 51].
Los enunciados que sostienen la sinonimia entre dos expresiones en forma
de una denición que muestre claramente el signicado de una expresión, son
enunciados cuya verdad debería depender exclusivamente del signicado de
los términos de la denición. Así que los enunciados que se producen duran-
te el proceso de análisis son enunciados analíticos, pues su verdad se puede
determinar exclusivamente a través de un análisis del signicado de sus tér-
minos. Por tanto, determinar si hay verdades analíticas que sean relevantes
supone el análisis del concepto de sinonimia. Podríamos decir entonces que el
problema de lograr un consenso acerca de criterios para distinguir entre enun-

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ciados analíticos y enunciados sintéticos pasa por la determinación aceptable
de un concepto de sinonimia.

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