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‘ranquifos, tambien llegaron a alcanzar un notorio éxito." En todos
{os circulos de la sociedad se estaba al cacriente de sus proceas,aun~
{que las personas de eriterio, como madame de Sévigné ola princesa
Palatina,” hablaran de ellos con un dejo de ironta
Conocemos 2 varios de estos séptimos hijos. Ast, un estudiante
de Montpellier que practicaba sux arte en 1555" un ermitano de
Hytres, en Provenza, sobre quien uno de sus adimiradores, que ha
uedado en el anonimato, escribié en 1643 un tratado: Curio trax
‘ado de ta euracidn de las escréfulas pore tacto de los septenarios, texto
{ue bien merece inctuirse entte tos més destacados monumentos de
| estupider humanas!" en 1632, 1 hijo de un sastre de Clermont, en
Beauvais en la misma época, un profesor del convento de los carme-
litas de la plaza Maubert en Paris!"
El altimo de ellos practicaba su industeia tn perfecto acuerdo
com sus superiores. ¥ de ahi puede deducirse que la Iglesia no habia
condenado oficaimente esta supersticién, Tendremos ocasign de ver
‘enseguida cémo también los religiosos de Corbeny supiezon sacar
Partido de esta crcencia popular. Peto, par supuesto, los eclesiésticos
‘mis estrctos 0 mis esclarecidos la reprobabath Asi, poseemos uta
«carta muy seca de Bossuet, dirigida ala abadesa de Faremoutiers, en
4a que se ocupa de un joven a quien se le aribuia este don. Dice en
ella el prelado: “Tengo el honor de manifestaros, estimada sefiora,
‘que yo solo me he ocupado de estos séptimos hijos para impedires
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LOS REYES TAUMATURGOS Ja 339
seguir engaftando al mundo con el ejecicio de su presunta prerro-
sativa, que carece de todo fundamento” ¥ en igual sentido se
‘manifiestan también, en 1679, Juan Bautista Thiers, en su Tratad de
as supersticiones, y en 1704 Jaime de Sainte-Beuve, en sus
Resoluciones de varias casos de concienci
Sin embargo, y como era de esperar, la opinién de todos estos
doctores no impidié en absoluto que la creencia sobreviviera. Ya
sehhalé que se mantuvo en algunos lugares hasta los tiempos actuales
‘A mediados del siglo xix, un campesino de la aldea de Vovette, en
Beauce, que era el séptimo de una serie de hijos varones, desempe-
‘46 por mucho tiempo una muy fructifera industria en su caricter de
septenario.™
De ese modo, hubo en Francia, en el Antiguo Régimen, tres cla-
ses diferentes de curadores de escréfulas, odes prodigiosas por igual
»segiin se pensaba cortientemente, dotados de parecido poder: un
santo —san Marculfo— los reyes y los séptimos hijos, Et poder que
se les atribuia tena un origen psicolégico completamente diferente
en cada caso, Para san Marculfo, era la creencia general en las virtu-
es milagrosas y en Ia intercesiOn de ls santos: para los reyes (en un
Principio, y con todas las reservas que impone la tardia leyenda de
Corbeny), In concepcién le la realeza sagrada; y para los séptimas
hijos, las especulaciones verdaderamente paganas sobre los niime-
18. Pero estos elementos tan diversos fueron asocindos y amalga-
‘mados por la conciencia popular: la tendencia a la contaminacion
hizo su obra, tanto en el caso de fos séptimos hijos como en el de los
reyes.
Ero una opinién bastante extendida entre el vulgo la de que los
individuos dotados de poderes migicos particulares,yespecialmen-
te de poderes de curacién, trafan al mundo al nacer una marce dis-
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