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su virtud esté considerada como particularmenteeficaz cuando sus
padres tuvieron la precauiciin de dares el nombre de Luis, esta ta
dicion, evidentemente, no es otra cosa que el recuerdo de los tem-
pos en que los reyes de Francia se transmitian ese nombre de padres
a hij.
A través de este iltimo ejemplo puede verse que las supersticio-
ns de esta naturaleza, nacidas de un estado de espiritu mondrg)
<0, obrevivieron en algunos casos ala propia monarquis. Y algo e-
:mgjante ocurrié con la flor de lis todavia a mediados del siglo x0%,e1
curandero de los Vovettes, que supo extraer del azar desu origen un
brovecho tan brillante, mostraba la marca herildica dibujada des
de su nacimiento ~-segin afirmaba—en la punta de uno de sus de-
ddos. Cuando era necesario, el ingenio sabia cémo suplantar ala na-
turlera
En los siglos xv y avtt se tenian fuertes sospechas de que los
;parientes de santa Catalina’ los de san Pablo, fabricaban artificial-
:mente las manchas semejantes ala rueds, oa fa serpiente, de las que
tanto se vanagloriaban.' El doctor Menauit, que escribis en 1854
sobre el hombre de Vovette un articule curios, de un tono bastan-
te eseéptico, segura que los charlatanes de su clase, cuando tenia la
Aesgracia de nacer sin ninguna marca, se procuraban uns por medio
de cortes que dejaban cicatrices con le forma apropiada." Tal fue el
Ultimo avatar del “emblema” de los reyes de Francia
Mucho mas estrecho todavia fue el vinculo eon san Marculto
Desde comienzos del siglo x«t a mis tardar, los séptimios hijos fue-
on puestos bajo la advocacion del celeste médico de las escr6fuls.
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La mayoria de ellos, antes de tocar a fos enfermos, solian dirigite
tana oracién, Mas ain: a comienzos de su carrera, antes de empezar
4 ejercer casi todos acudian a Corbeny, donde curmplian una nove-
na. Al observar estos usos ellos también imitaban as alos reyes de
Francia o, por mejor decir, obedecian al mismo impulso que habia
lievado a estos principes al peregrinaje hasta las orillas del Aisne, y
‘que también tenia su expresién, como vimos en la liturpia del mila-
70 real. Crefan que para poder efectuar curas exitosas debian asegu~
rarse primero la intereesi6n del gran protector de los escrofulosos:
tus escrofulosos, dice textualmente la inscripci6n de Saint Tiquier
dedicada a sin Marculfo, que he citado antes, Practicaban su arte
«con prefetencia los dias de las fiestas del santo y legaban a veces
hasta a atreverse a curar en nombre de san Marculfo, En una pala-
bra, mantenian con él, toda reverencia salvada, una especie de pia
sa alianza"
'Y nada parece mas natural en esta poca yen este ambiente, que
tuna asociacién de ese género. El estudio de las tradiciones populares
nos presenta, fuera de Francia, otro ejemplo de ello, semejante en
todo sentido. En Catala, los séptimos hijes, a los que se tes Hama
‘ba sereso tambin saludadors, no se ocupaban de los escrofulosos: sa
‘specialidad, como vimos, era la rabia. En cuanto curadores de las
mordeduras sospechosas, y también como poseedores de secretos
capaces de preservar de antemano a hombres y animales contra los
ataques de este mal, ejercieron sv arte con verdadero éxito hasta el
siglo pasado, tanto en la Catalua espanola como en el propio Ro-
selon,
Pero en toda la peninsula ibérica se implora una celeste interce
siGn contra la rabia: la de una santa poco conocida por los historia~
ores, pero que cuenta con numerosos fees: santa Quiteria.” Las
‘misma relaciones que en Francia se establecieron entte los septena-
tos y san Marculfo por su comin aptitud para curar la misma
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