John Stuart Mill

You might also like

Download as docx, pdf, or txt
Download as docx, pdf, or txt
You are on page 1of 8

John Stuart Mill

3 de agosto de 2011 Publicado por Malena

Este pensador del siglo XIX, se vio obligado a sistematizar y a hacer una nueva
interpretación de las abundantes ideas filosóficas e ideológicas de su tiempo.

Fue considerado por muchos como un utilitarista, pero este filósofo trascendió esa
corriente de pensamiento tratando de disminuir su influencia haciéndola más manejable.

John Stuart Mill(1806-1873), tuvo que enfrentarse a la sociedad victoriana de su país natal,
Gran Bretaña, al plantear la idea de la historia como una trayectoria de justicia para los
seres humanos.

Contrario a toda forma de socialismo, por considerar que coartaba la libertad individual, y
con el propósito de propiciar la justicia para la humanidad, propuso reformas institucionales
y económicas y la idea de una moral que favoreciera el bienestar y la libertad.

Mills fue un empirista abierto a la modernidad, que estaba en contra de las convenciones
sociales y a favor de la lógica, sin llegar a ser determinista. Apoyó la causa sobre el
sufragio femenino y le dio gran importancia al desarrollo de la psicología.

Fue un alma liberal que concebía la libertad como un valor en sí misma, más allá de
cualquier condicionamiento.

Mill, que representó la cumbre del utilitarismo y del liberalismo político, dedicó su vida y su
obra a defender la libertad y la democracia parlamentaria; equilibrando su lógica utilitarista
y su perspectiva pesimista sobre la naturaleza humana y la ambivalencia de la civilización,
con su filantropía y su tendencia hacia la ética.

John Stuart Mill nació en Pentonville, distrito situado al norte de Londres en una época en
que sólo vivían en esa ciudad el diez por ciento de la población total.

Su padre, James Mill (1773-1836), que fue filósofo, historiador, economista y psicólogo;
tuvo una gran influencia en su formación.

Su madre fue Harriet Burrow Mill, de la que no se conoce demasiado, ya que Mill no la
menciona en su Autobiografía.

Su padre fue una persona clave para él ya que su influencia fue decisiva en el desarrollo
de su sistema filosófico.

Desde muy chico tuvo acceso a la lectura de los clásicos griegos y latinos y a los tratados
de lógica escolástica.

Para John Stuart Mill, el estudio de la lógica escolástica es una disciplina que permite
explicar el pensamiento confuso y contradictorio.
Para educar a sus hijos, su padre utilizaba un método que consistía en estimular sus
mentes a través de asociaciones, tratando que descubrieran las cosas por sí mismos.

Evitaba que memorizaran la información e intentaba que incorporaran los conocimientos


por comprensión.

John Stuart Mill no recibió ningún tipo de creencia religiosa. Su padre había sido formado
en el credo del presbiterianismo escocés pero rechazó la creencia en la revelación,
convencido de que nada puede saberse sobre el origen de las cosas. No podía aceptar
que un mundo lleno de maldad pudiera ser obra de un ser perfecto, bueno y justo. Para él,
la religión era inmoral, porque priorizaba las ceremonias, los homenajes y la devoción, que
no tenían ninguna relación con el bienestar de la gente.

Las convicciones de su padre se asemejaban a las de los filósofos griegos; y para que sus
hijos distinguieran entre el bien y el mal les inculcaba las enseñanzas en el “Elogio de
Heracles”.

Sus valores morales eran los mismos de los discípulos de Sócrates: justicia, sinceridad,
templanza, disposición para enfrentar el trabajo y el dolor, perseverancia, estimación de
las personas según sus méritos, respeto por el bien común, valoración de las cosas según
su utilidad intrínseca y llevar una vida de esfuerzo.

Después de su padre, la persona que más influyó en su vida y en su obra fue Harriet
Taylor, a quien conoció cuando él tenía 25 años y ella 23, que fue el amor de su vida. Pero
recién se casaron veinte años después, cuando ella se quedó viuda de su anciano marido.

Harriet fue su musa inspiradora además de ser su estrecha colaboradora en la redacción


de sus obras más importantes, como “El sometimiento de las mujeres”, que se refiere al
derecho al voto femenino.

Fuente: “John Stuart Mill, Vida, pensamiento y obra”, Colección Grandes Pensadores, Edit.
Planeta DeAgostini, 2007.

Pensamiento
Lógica, ciencia y filosofía
Desde el punto de vista más estrictamente filosófico, John Stuart Mill prosiguió la
tarea de la fundamentación de las ciencias iniciada por sus antecesores de la
escuela, pero con mayor amplitud de miras y a base de más amplias informaciones.
Coincidiendo con Comte en la posición antimetafísica, pero discrepando de él en
diversos puntos capitales, particularmente en los problemas del método y en el
reconocimiento de la psicología como ciencia efectiva, J. S. Mill aplicó ante todo sus
reflexiones a la lógica, entendida como ciencia de la prueba, y a la psicología,
considerada como parte esencial de las ciencias morales.
Psicología
La psicología de J. S. Mill es de carácter netamente asociacionista; siguiendo las
tendencias iniciadas por Hartley y Priestley y consecuentemente desarrolladas por
el utilitarismo, Mill concibe los hechos psíquicos como estados elementales a cuya
unión se otorga un carácter substancial, sin que sea lícito, por otro lado, averiguar
el fundamento de semejante substancia, pues el psicólogo debe atenerse pura y
exclusivamente a las relaciones entre estados mentales elementales y a la
formulación de las leyes correspondientes. Pero los hechos mentales son, en última
instancia, el producto de las impresiones proporcionadas por la experiencia. Toda
ciencia que no se funde en esta experiencia, todo saber que pretenda averiguar algo
más que las relaciones dadas en la experiencia, es fundamentalmente falso. Esta
vinculación a la experiencia es propia no sólo de las ciencias físicas y morales, sino
también de las ciencias matemáticas.

«Ética en el utilitarismo»

Esta forma de filosofía «utilitaria» surge en Inglaterra a mediados del siglo XIX,
influenciada por el positivismo que se encontraba en boga. Como característica primera
–al tener un influjo positivo- se identifica la discriminación de la metafísica,
sustituyéndola por la introducción de la ciencia que intervino directamente en muchos
campos, especialmente en el de la ética que es el que ahora nos ocupa.

Jeremías Bentham y John Stuart Mill se posicionan como los principales


exponentes de esta forma de pensamiento, aunque también hubo otros, como Malthus,
David Ricardo y James Mill. En la presente investigación me centro en dichos autores
primordiales.

I.- Contexto biográfico.

Jeremías Bentham (1748-1832):

Se le considera el fundador del positivismo utilitario tanto en lo moral como en lo social.


Nace en Londres, de familia de abogados, inteligente y brillante en sus estudios desde su
infancia. Se graduó en leyes, trabajo que ejerció durante poco tiempo para dedicarse a ser
reformador político y un filántropo. No se casó, vivió en Londres dedicado a su trabajo
político y literario.

Se hizo de amigos influyentes, relacionándose con dirigentes franceses, políticos y


revolucionarios. Se nacionalizó francés y su postura política era el liberalismo, siendo un
demócrata radical; en 1808 conoce a James Mill y a su hijo John Stuart, que serán sus
principales colaboradores. Publica varios textos referentes a la política hasta su muerte en
1832. Su teoría liberal utilitaria fue reconocida tras su muerte.

NOV

23
John Stuart Mill

«Ética en el utilitarismo»

Esta forma de filosofía «utilitaria» surge en Inglaterra a mediados del siglo XIX, influenciada por
el positivismo que se encontraba en boga. Como característica primera –al tener un influjo
positivo- se identifica la discriminación de la metafísica, sustituyéndola por la introducción de la
ciencia que intervino directamente en muchos campos, especialmente en el de la ética que es
el que ahora nos ocupa.

Jeremías Bentham y John Stuart Mill se posicionan como los principales exponentes de
esta forma de pensamiento, aunque también hubo otros, como Malthus, David Ricardo y James
Mill. En la presente investigación me centro en dichos autores primordiales.

I.- Contexto biográfico.

Jeremías Bentham (1748-1832):

Se le considera el fundador del positivismo utilitario tanto en lo moral como en lo social. Nace
en Londres, de familia de abogados, inteligente y brillante en sus estudios desde su infancia. Se
graduó en leyes, trabajo que ejerció durante poco tiempo para dedicarse a ser reformador
político y un filántropo. No se casó, vivió en Londres dedicado a su trabajo político y literario.

Se hizo de amigos influyentes, relacionándose con dirigentes franceses, políticos y


revolucionarios. Se nacionalizó francés y su postura política era el liberalismo, siendo un
demócrata radical; en 1808 conoce a James Mill y a su hijo John Stuart, que serán sus principales
colaboradores. Publica varios textos referentes a la política hasta su muerte en 1832. Su teoría
liberal utilitaria fue reconocida tras su muerte.

John Stuart Mill (1806-1873):

Nace en Londres, hijo del filósofo James Mill, quien le agregó el apellido Stuart, en honor a un
bienhechor suyo. No fue a la escuela, su maestro fue su padre que le impuso una severa
disciplina, forzando su inteligencia desde muy precoz. Desde pequeño leyó fuentes clásicas
latinas y griegas que le introdujeron al estudio filosófico serio. En su autobiografía expresa que
le faltó la formación religiosa, pues su padre le inculcó que era un gran mal moral.

Fue discípulo de Bentham, que era amigo de su padre, y se llega a afirmar que “el
principio de utilidad informó y dio unidad a todos sus conocimientos”; [1] se volvió defensor del
sistema de su maestro, escribiendo artículos y llegó a formar la sociedad utilitaria, al lado de
otros jóvenes. Se casó con Mrs. Taylor, una amistad suya que ya estaba casada y hasta que
falleció el marido pudo contraer nupcias con ella, viviendo siete años felices; la idealizó al grado
de escribir textos sobre la emancipación de la mujer. Muere en 1873 retirado de la política, en
Avignon.

II.- Líneas generales de su ética.

Abbagnano afirma algunos puntos fundamentales de esta postura: “el utilitarismo busca
transformar la ética en una ciencia positiva de la conducta humana, transformándola en una
disciplina exacta”;[2] introduce «móviles» que determinan al hombre a obrar en los hechos,
acabando así con el término «fin» proveniente de la naturaleza metafísica. Se le puede
relacionar también con la corriente hedonista que busca el placer como consumación del
hombre. También para el principio utilitario el fin de la actividad del ser humano es la felicidad
compartida, donde convergen la utilidad privada con la pública; y, por último se especifica que
en sus diferentes exponentes, esta corriente pretendió aumentar el bienestar y la felicidad como
doctrina moral, por lo que también se le denominó radicalismo.

I. - Jeremías Bentham:

Su punto de partida es el principio de utilidad, que es el la base de toda filosofía moral, social y
política. Su postura se identifica con la búsqueda del placer y la ausencia de dolor. Su mérito
consiste en haber intentado delimitar una ciencia moral sobre el empirismo y el método
positivo, “en el dominio moral y social, los únicos hechos en que nos podemos apoyar son el
placer y el dolor. Por ellos está determinada la conducta del hombre, como único motivo posible
de acción”.[3] Bentham intenta llevar el método experimental a lo moral para conformar así una
ciencia exacta.

Su contenido es hedonista, al pronunciarse como partidario del dolor y el placer como


sus poderes soberanos, que hacen que dictamine que las acciones humanas están condicionadas
y determinantes en la conducta humana. Su criterio de moralidad es aquel que aprueba o
desaprueba la acción, siendo buena o mala, de acuerdo a la felicidad de la comunidad y de los
individuos. Para Bentham alcanzar la felicidad con el mayor placer posible y evitando el mal, son
los objetivos primeros, donde los conceptos de deber, el bien, mal, lo justo y lo injusto quedan
totalmente reducidos al significado buscado.
La demostración del principio de utilidad es evidente y se funda en la experiencia. Todas
las personas buscan la felicidad y aspiran al placer, o sea que todos lo aplican en la práctica
aunque la desconozcan. Este autor ataca fuertemente a los grandes moralistas de la antigüedad,
aquellos que enseñaban a dominar los placeres por el amor, la virtud, el honor y la justicia, o sea
del bien mayor, tachándolos de hipócritas, considerando su sistema de pensamiento como puro
error; según Jeremías “no hay pate ni órgano del cuerpo que sea innoble, pues todos ellos, con
sus placeres, son dados por la naturaleza, la cual nos impone por ley, buscar la dicha o el
placer”.[4]

Para este autor las mortificaciones religiosas son simples supersticiones, pues la
voluntad de Dios no es revelada a nadie., pues “Dios no nos gobierna por una legislación externa,
o una suerte de mandamientos divinos, sino a través de los instintos de la naturaleza”[5] y su
benevolencia se da en que el hombre pueda preocuparse por tender a su propia felicidad. El
hombre no debe preocuparse con cuestiones dogmáticas que lo sacrifiquen en un sistema.

Por lo dicho anteriormente, “Bentham rechaza también toda moral de obligación”[6],


pues este mismo ya indica repulsión y oscuridad, es mejor hablar que por medio de la utilidad,
el deber y el interés convergen para ser uno. Por tanto, se puede afirmar que: el ser humano no
tienen más regla que la del placer y utilidad del sujeto y de que este principio se debe llevar a la
comunidad, haciendo así que la ley moral sea la máxima utilidad, para el mayor número de
personas. La felicidad de uno debe estar de acuerdo con la de los demás. A este principio
Bentham lo llama «maximación de los placeres» y minimización de las penas. Se puede resumir
su fórmula en «la mayor felicidad para el mayor número posible de hombres». Este sistema
reúne la utilidad del hombre y la de la sociedad. El objeto de su ciencia moral se reduce a calcular
los placeres y penas con sus consecuencias, poniendo en orden su egoísmo personal a una
afección social.

Su doctrina moral se denomina deontología, que significa «lo conveniente», diciendo


que su moral no es una ciencia del deber, sino el arte de lo que es conveniente hacer, donde su
base es el principio de utilidad, juzgándose como acto bueno o malo de acuerdo a la felicidad
mayor pública; se denomina así su ciencia de la felicidad como moral privada.

II.- John Stuart Mill

El principio que defiende este autor es el mismo de su maestro Bentham, aceptando el principio
de bienestar mayor como fundamento de su moral; o sea que las acciones son buenas o malas,
de acuerdo al bienestar que reportan a la sociedad. Se busca, pues, el placer y evitar el dolor o
sufrimiento. La utilidad es evidente para este filósofo, no se admite prueba al ser un principio
fundamental, y su inefabilidad se da en la experiencia universal: la felicidad es deseable y es la
única cosa que se desea como fin, “el bienestar ha probado que es uno de los fines de la
conducta humana y, por tanto, criterio de la moral”. [7] Dicho bienestar debe ser armonioso
entre el individuo y la sociedad. Describo a grosso modo, su obra fundamental que comprende
todo su sistema ético.

III.- El Utilitarismo, de John Stuart Mill.

Esta obra se publicó en el año de 1863 y consta de cinco capítulos en los que se expone la
doctrina correspondiente a este sistema ético, desde algunas puntualizaciones importantes, la
definición, un acercamiento teórico, hasta su relación con la justicia. Se dice de este libro, que
es la mayor obra filosófica del autor, donde fundamenta dicha doctrina mostrando su
pensamiento ético.

El texto inicia con la visión fundamental de esta forma de pensamiento, la cual dice que
“según el utilitarismo, una conducta es moralmente buena en la medida en la que promueve la
mayor felicidad del mayor número”[8]. A lo largo de todo su estudio, el autor detalla y
fundamenta como se alcanza esta felicidad, que es la única meta del hombre.

Stuart Mill se pronuncia a favor de una corriente que ninguna de las escuelas de
pensamiento puede rechazar, sosteniendo que, “la influencia de las acciones sobre la felicidad
es la consideración más voluminosa e incluso la predominante, en muchos de los detalles de la
moral, por poco que se encuentren inclinadas a reconocerla como principio de la moral y fuente
de la obligación moral”[9]. Desde aquí postula que para cualquier argumento moral, es necesaria
la postura utilitarista. Crítica la postura kantiana y su imperativo categórico, al ser un fracaso por
contener contradicciones al intentar establecer un principio universal que trae como
consecuencia que en su adopción sea imposible de realizar.

La «teoría de la vida» -llamada así por el mismo Mill-, está influenciada por la escuela
platónica de Epicuro, la cual es muy defendida y explícitamente loada por el autor; si bien, no se
habla de que el origen sea el epicureísmo, se evidencia su similitud; se dice que a esta escuela,
le faltó para acercarse al principio de utilidad. Según los principios utilitaristas, una persona con
facultades elevadas, necesita más para ser feliz que una «inferior»; por inferior el autor entiende
a la persona que es ignorante, loca, egoísta e infame, en contra de alguien instruido, inteligente
y con sentimiento y consciencia. El autor distingue muy notoriamente los placeres bestiales que
perteneces a los bárbaros de aquellos más elevados que son propios de la naturaleza del
hombre.

En resumidas cuentas, Mill describe este sistema de pensamiento como aquel que considera la
felicidad como fin de la vida, una felicidad no encaminada a los placeres exaltados, al éxtasis o
el resplandor momentáneo de gozos, sino la firmeza y permanencia de una “existencia integrada
por momentos de exaltación, dolores escasos y transitorios y muchos variados placeres, con
predominio de los activos sobre los pasivos, y poniendo como fundamento de todo, no esperar
de la vida más de lo que puede dar”.[10]

“La moral utilitarista reconoce al ser humano el poder de sacrificar su propio bien por el
bien de los otros”,[11] incluso eleva al hombre a la virtud más grande, haciendo de esto, su
mejor modo de servir en un mundo imperfecto. Entregar la propia felicidad por la felicidad de
los otros es un acto sublime y glorioso, en cambio sí es un sacrificio por sí mismo o no lleva a la
felicidad general no sirve de nada.

John Stuart propone como modelo perfecto de la ética utilitarista a Jesús de Nazaret,
con su sentencia, «haz como quisieras que te hicieran a ti y ama a tu prójimo como a ti mismo»,
y a partir de ahí postula que esta doctrina exige: subordinar el interés personal en aras del
común, que la educación vaya focalizada a la felicidad y el bien de todos, y promover
directamente el bien general. Al cuestionarse sobre las diferentes posturas éticas defiende que
el utilitarismo, -al igual que los demás sistemas de moral- busca un orden social que favorezca
el respeto al interés público, por lo tanto, no es utópico.
Según el autor, el principio de utilidad contiene todos los elementos que se encuentran en otros
sistemas de moral, siendo tan completa y fuerte como otros, pues los hombres desean siempre
la felicidad, aunque no esté sujetada a una primicia moral. Existe un criterio del deber, un
sentimiento en la conciencia que surge y se forma con una educación moral apropiada,
conformando poco a poco y finalmente la esencia de la conciencia.

Posteriormente se trata de probar el principio de utilidad, diciendo que “la doctrina utilitarista
establece que la felicidad es deseable, y que es la única cosa deseable como fin; todas las cosas
son deseables sólo como medios para ese fin”;[12] éste al ser un primer principio no es
susceptible de prueba, pues todas las primeras premisas poseen esa condición de no poder ser
concebidos totalmente por el razonamiento. La única prueba es que se vea efectivamente, así
lo que es deseable de hecho –o sea la felicidad- es la evidencia para ser un criterio de moral y
fin de la conducta.

Todos los medios que el hombre desea, desde el dinero, la virtud, el gusto por la música, el
cuidado de la salud, son medios que no se presentan dispares con el fin del utilitarismo; por el
contario, son una parte de la felicidad del que lo busca, todo está incluido en ella: “la felicidad
no es una idea abstracta, sino un todo concreto; y ésas son algunas de sus parte. Y el criterio
utilitario lo sanciona y aprueba”.[13]

La importancia de esta obra radica en que expresa de manera muy completa la posición moral
de John Stuart Mill; es su trabajo central, que además contiene de manera explícita nuestro
tema en cuestión, de ahí la importancia de citarlo textualmente.

https://historia.pcweb.info/2017/07/john-stuart-mill-biografia-pensamiento-psicologia-
economia-filosofia-aportes.html

You might also like