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INSTITUCIÓN EDUCATIVA PRIVADA

PROYECTO TRIUNFO
IGNACIO MERINO
                          RDR 1960 

LITERATURA VIRREINAL

I n fl u y e l a p o é t i c a r e n a c e n t i s t a I n fl u y e e l p r e d o m i n a n te fo r m a li s m o d e I n fl u y e l a c u l t u r a f r a n c e s a ( v í a
e s p a ñ o la ( G a r c ila s o , F r a y L u is d e D o n L u is d e G ó n g o r a y A rg o te . E sp a ñ a )
L e ó n ). S e e x ti e n d e h a s ta m e d ia d o s d e l s X V I I.
S o b re sa len :
S o b re sa len : S o b re sa len :
• “ E l L u n a re jo ”
E n L íric a : J u a n E s p in o z a y M e d ra n o : • P e d ro d e P e ra lta y B a rn v e ro :
• A m a r illis : E p ís to la a B e la r d o “A p o lo g é tic o e n fa v o r d e d o n L u is C o n o c id o c o m o “ E l d o c to r
( e x p re s ió n d e l n e o p la s to n is m o d e G ó n g o ra ” . o c e á n o ” A u to r d e “ L im a fu n d a d a
p r o p i o d e l R e n a c im i e n to ) . ( A le g a to lite r a r io d e a lta e r u d ic ió n p o e m a é p ic o e n 1 0 c a m p o s c o n
e n d e fe n s a d e l e s tilo g o n g o r ia n o ) 9 4 6 4 v e rso s e n d e c a síla b o s
E n É p ic a : a g r u p a d o s e n o c t a v a s r e a le s ” .
• F r a y D ie g o d e H o je d a : “ L a • J u a n d e l V a lle y C a v ie d e s
C r i s ti a d a ” . P o e ta p re c u r s o r d e c o s tu m b r is m o . • C o n c o lo r c o r v o
( P o e m a é p ic o re lig i o s o e n to r n o “ D ie n te d e l P a r n a s o ” ( A lo n s o C a r r io d e la V a n d e r a )
a la p a s ió n y m u e r te d e C r is to ) “ E l L a z a r illo d e lo s C i e g o s
c a m in a n te s ” .

AMARILIS : EPÍSTOLA A BELARDO

En 1621 Lope de Vega publicó su libro La Filomena, libro que reúne "diversas rimas,
poesías y versos" entre los cuales está La Epístola a Belardo, firmada con el seudónimo de
Amarilis, seguida de una respuesta de Belardo, es decir de Lope de Vega. El texto de
Amarilis está lleno de datos autobiográficos; no solamente da el nombre de su "autora",
Amarilis, sino también el de su hermana, Belisa, nombres que en la poesía pastoril
corresponden a María e Isabel y añade que ambas eran nietas de conquistadores y
fundadores de la ciudad de Huánuco. De estas escuetas informaciones se han tejido
suposiciones para dar con la identidad de la autora.
Veamos: Asenjo Barbieri, dice que la autora de la Epístola no fue otra que doña Martha
de Nevares, amante de Lope de Vega; Marcelino Menéndez y Pelayo, dice que ella fue
oriunda de Huánuco, hija de conquistadores y su nombre pudo ser María de Alvarado;
Luis Alberto Sánchez, apoya la tesis de Menéndez y Pelayo y le da el nombre de María
Tello de Lara y de Arévalo y Espinoza; Augusto Tamayo Vargas, cree que la autora de la
Epístola sea la misma que escribió el “Discurso en loor de la Poesía”; José de la Riva
Agüero le da diversos nombres, entre ellos María de la Serna, Maria Tello o Maria
Arias Dávila: Manuel Antonio Valdizán y Manuel de Mendiburu dicen que la autora
pudo ser María de Figueroa: José Varallanos, el historiador huanuqueño, le da el nombre de María Fernández de
Córdova y Falcón; Irving de Leónard, dice que pudo llamarse Maria del Castillo o Ana Morillo; Esteban Pavletich,
afirma que el autor de la Epístola fue Fray Diego de Ojeda; Luis Jaime Cisneros dice que el autor pudo ser Francisco
Fernández de Córdova; Ricardo Palma, cuya tesis comparte Ventura García Calderón plantea que la autora de la
epístola no fue mujer, sino varón. Frente a esta diversidad de tesis, aparecen con mayor credibilidad la tesis de Aurelio
Miro Quesada Sosa, apoyada por Francisco Rubén Berroa y sustentada por el estudioso Guillermo Lohmann Villena,
quienes sostienen que la autora de la Epístola fue doña María de Rojas y Garay. La otra tesis es de Carlos Milla
Bartres, quien lo llama Gerónima de Garay y Muchuy.
Lope respondió en la Filomena a la autora de la epístola; sin embargo, hay una diferencia entre ambos poemas: mientras
que el de Amarilis es de corte renacentista, la respuesta de Lope es barroca. Amarilis afirma que sustenta un amor sin
esperanza y aludiendo a la novela de Lope El peregrino en su patria escribe: "no sientas mucho verte peregrino / que es
patria tuya el cielo / y que eres peregrino acá en el suelo/ …Allá deseo en santo amor gozarte, / pues acá es imposible
poder verte. " Luego de estas declaraciones Amarilis habla del Perú, de Pizarro que fundó ciudades y dejó memorias, de
Huanuco donde siempre es primavera. Declara que ella y su hermana son hijas de padres nobles y que Belisa, aunque
menor, tiene más brío y se ha casado con un venturoso joven, mientras que Amarilis vive en limpio celibato "a dulces
musas inclinada". Acabadas sus declaraciones de amor platónico y las referencias a su propia vida, Amarilis concluye con
este envío:
Versos cansados ¿qué furor os lleva
a ser sujetos de simpleza indiana
y a poneros en manos de Belardo?
Al fin, aunque amarguéis, por fruta nueva
Os vendrán a probar, aunque sin gana,
Y verán vuestro gusto bronco y tardo;
………………………………………
navegad, buen viaje, haced la vela,
guiad un alma que sin alas vuela.

Lope responde con el nombre de Belardo, escribe su poema en tercetos, emplea una serie de recursos del barroco: los
hipérbatos, cambios en el orden natural de las palabras, paralelismos, oposiciones y metáforas. Dice querer acomodarse
al dulce estilo de Amarilis y hace también declaraciones de amor platónico y luego procede a hablar de sí mismo. Dice
que su familia era oriunda del valle del Carriego en la Montaña donde falta el dinero y la tierra es corta. Cuenta que su
padre abandonó a su madre y se marchó a Madrid, pero su mujer lo siguió "de celos ciega", al encontrarse hicieron las
paces y ese momento, anota Belardo "fue piedra en mi primer nacimiento" y termina diciendo: "En fin, por celos soy,
¡qué nacimiento! / imaginad de vos, que haber nacido / de tan inquieta causa fue portento". Washington Delgadfo ha
marcad la dierencia entre Belardo y Amarilis: él engendrado entre pobrezas, celos y engaños; ella, hija de nobles padres y
nieta de valerosos conquistadores. En la expresión, Amarilis habla con el diáfano orgullo de una heroína de poema épico
o de sentimental novela renacentista, Belardo con la cínica desenvoltura de un personaje de la picaresca. Por su belleza
ambos poemas , el de Amarilis y el de Lope iluminan el primer momento importante de la poesía virreinal peruana.

La “Epístola de Amarilis a Belardo” es un poema de 355 versos, divididos en estrofas de dieciocho versos cada una; y
una de once (la última) Estas estrofas alternan irregularmente versos de once y de siete sílabas. Esta forma poética se
llama silva, estrofa que fuera muy usada en el Siglo de Oro.

Epístola a Belardo (Fragmentos)

Obra de Amarilis

Tanto como la vista, la noticia que en todo y en sus partes es perfecto),


de grandes cosas suele las más veces que los inflama a todos
al alma tiernamente aficionarla, y busca luego aficiosos modos,
que no hace el amor siempre justicia, con el que pueda entenderse
ni los ojos a veces son jueces el corazón, que piensa entretenerse,
del valor de la cosa para amarla: con dulce imaginar para alentarse
mas suele en los oídos retratarla sin mirar que no puede
con tal virtud y adorno, amor sin esperanza sustentarse.
haciendo en los sentidos un soborno
(aunque distinto tengan el sujeto, El sustentarse amor sin esperanza,
es fineza tan rara, que quisiera que al liberal no importa para asirle,
saber su en algún pecho se ha hallado, significar pobrezas,
que las más veces la desconfianza pues con que más se agrada es con pedirle.
amortigua la llama que pudiera
obligar con amar lo deseado; Yo y mi hermana, una santa celebramos,
mas nunca tuve por dichoso estado cuya vida de nadie ha sido escrita,
amar bienes posibles, como empresa que muchos han tenido:
sino aquellos que son más imposibles. el verla de tu mano deseamos;
A éstos ha de amar un alma osada; tu dulce Musa alienta y resucita,
pues para más alteza fue criada y ponla con estilo tan subido
que la que el mundo enseña; que sea dondequiera conocido
y así quiero hacer una reseña y agradecido sea
de amor dificultoso, de nuestra santa virgen Dorotea.
que sin pensar desvela mi reposo, ¡Oh, qué sujeto, mi Belardo, tienes
amando a quien no veo y me lastima: con que de lauro coronar tus sienes,
ved qué extraños contrarios, podrás, si no emperezas,
venidos de otro mundo y de otro clima. contando de esta virgen las grandezas,
que reconoce el cielo,
Al fin de éste, donde el Sur me esconde y respeta y adora todo el suelo:
oí, Belardo, tus conceptos bellos, de esta divina y admirable Santa
tu dulzura y estilo milagroso; su santidad refiere,
vi con cuánto favor te corresponde y dulcemente su martirio canta!
el que vio de su Dafne los cabellos Ya veo que tendrás por cosa nueva
trocados de su daño en lauro umbroso no que te ofrezca censo un mundo nuevo,
y admirando tu ingenio portentoso, que a ti cien mil que hubiera te le dijeran;
no puedo reportarme mas que mi Musa rústica se atreva
del descubrirme a ti, y a mí dañarme. a emprender el asunto a que me atrevo,
Mas ¿qué daño podría nadie hacerme hazaña que cien Tassos no emprendiera,
que tu valer no pueda defenderme? ellos, al fin, son hombre y temieran;
Y tendré gran disculpa, mas la mujer, que es fuerte,
si el amarte sin verte, fuera culpa, no teme alguna vez la misma muerte.
que el mismo que lo hace, Pero si he parecídote atrevida,
probó primero el lazo en que me enlace, a lo menos parézcate rendida,
durando para siempre las memorias con fines desiguales
de los sucesos tristes, Amor los hace con su fuerza iguales:
que en su verguenza cuentan las historias. y quédote debiendo
no que me sufras, mas que estés oyendo
Esto mi voluntad te da y ofrece con singular paciencia mis simplezas,
y ojalá yo pudiera con mis obras ocupado continuo
hacerte prendas de mayor estima: en tantas excelencias y grandezas.
mas dionde tanto se merece,
de nadie no recibes, sino cobras Versos cansados, ¿qué furor os
lo que te debe el mundo en prosa y rima. lleva a ser sujetos de simpleza indiana
He querido, pues viéndote en la cima y a poneros en brazos de Belardo?
del alcázar de Apolo, Al fin, aunque amarguéis, por fruta nueva,
como su propio dueño, único y solo, os vendrán vuestro gusto bronco y tardo;
pedirte un don, que te agradezca el cielo, el ingenio gallardo,
para bien de tu alma y mi consuelo. en cuya mesa habéis de ser honrados,
No te alborotes, tente, hará vuiestros intentos deisculpados:
que te aseguro bien que te contente, navegad, buen viaje, haced la vela
cuando vieres mi intento, guiad un alma, que sin alas vuela.
y sé que lo harás con gran contento,

Diego de Hojeda: La Cristiada

Nació en Sevilla, España en 1570. Marchó muy joven a Indias y en 1591 profesó en el convento de dominicos del
Rosario de Lima.
En 1596 escribió versos laudatorios para “El Arauco domado” de Pedro de Oña. Por esos años debió escribir “La
Cristiada”, poema épico que describe la Pasión de Cristo. En 1601 el Capítulo General de su orden le da el título de
Presentado, es decir, licenciado en Teología, y su trabajo es el de lector de Filosofía y regente de estudios (lo que hoy se
diría jefe de estudios), así como de profesor de estudiantes.
En 1606 obtiene el título de doctor en Teología. En 1607 escribe la dedicatoria de La Cristiada y al año siguiente es
declarado por su Orden consumado lector de Santo Tomás de Aquino, orador sagrado y poeta insigne en latín y
castellano.
En 1609 es elegido Prior del convento de su Orden en Cuzco y al año siguiente en el del Rosario de Lima; después se le
acepta como maestro. En 1611 aparece en Sevilla, su ciudad natal, por Diego Pérez, la primera edición de La Cristiada.
A partir de 1612 es relevado de sus cargos en la orden a causa de desavenencias con sus superiores motivadas por el
escrito del visitador; primero fue confinado como simple monje en el convento de Cuzco, y después en el de Huánuco de
los Caballeros.
Fallece en 1615 en el Huánuco donde estaba confinado. En 1617 es reconocida su inocencia y se le rehabilita
públicamente.

La Cristiada (fragmento)

Al fin siendo ya tarde, un caballero, Y ya en su virginal regazo puesto,


Josef llamado, que al Señor seguía, comenzó a remirar el cuerpo santo
a Pilato con ánimo sincero con ojos graves y ánimo compuesto,
entró y con singular y alta osadía, pero con digno y valeroso espanto.
y el cuerpo del mansísimo Cordero Y el bello contempló rostro modesto
que, muerto, el mundo como Dios regía, con tanta ofensa y con desprecio tanto
le pidió. Y preguntando si era muerto, herido, y parecía que en su cara
lo concedió, sabiéndolo de cierto. se transfundía aquella ofensa rara.

Fue Josef con aquesto al gran Calvario, Y viendo la corona, sus espinas
donde halló a la Virgen Soberana le iban el corazón atravesando,
y a sus devotos junto al relicario y aquellas luces (4), de respeto dinas,
que encierra al mismo Dios en carne humana. le abrasaban su injuria contemplando.
Llegó y apercibió lo necesario, Los corales y perlas (5) peregrinas
ya con ternura y caridad cristiana, de boca y labios, su beldad notando
cuando vino el gravísimo maestro antigua y ya su pálida tristeza,
en ciencia claro, en enseñarle diestro. también le marchitaban su belleza.

Nicodemus, que cien libras preciosas Consideraba aquellos lindos brazos,


de mirra y áloes trajo consigo, y allí se le ahogaba el alma entre ellos,
y adorando primero las piadosas si bien le fueron siempre amigos lazos,
llagas del buen Señor y dulce amigo, prisiones dulces y collares bellos.
con pecho humilde y manos religiosas, Ceñíalos con tiernos mil abrazos;
y tierno llanto, de su amor testigo, mas el retorno le faltaba (6) en ellos.
de la cruz alta a Cristo decendieron Y esta visible mortandad penosa
y en lugar conveniente le pusieron. la eleva sangre y alma y faz hermosa.

La Madre, que vio cerca al Hijo amado, A las manos llegaba, y con sus manos
con lágrimas, con vista y con razones tocaba las heridas blandamente,
pidió que antes de verlo sepultado y sin sentir los hierros inhumanos,
le dejasen gozar de sus pasiones. otro dolor sentía vehemente.
Gozo con llanto y con dolor mezclado, Miraba aquellos miembros soberanos
pero debido a tristes corazones, del cuerpo, más que el sol resplandeciente,
que más se quietan cuando más se cansan y le quedaban los distintos (7) huesos
y su mismo dolor creciendo amansan. y azotes crudos en el alma impresos.

Los dos varones dársele temían, Vino al fin a la llaga del costado,
y también de quitársele dudaban: a la preciosa llaga descubierta,
su vehemente pena conocían para mirar el corazón sagrado
y por no la aumentar no se le daban. como por ancha y venerable puerta.
Y la razón por otra parte vían Viólo y dejólo en lágrimas bañado,
de más dolor, si al fin se le quitaban. y otra llaga en el suyo vido abierta;
Venció, pues, la razón, como era justo, llaga espiritual y llaga viva,
y este le concedieron triste gusto. de la llaga del muerto compasiva.

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