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LAS IDEOLOGIAS TOTALITARIAS 65 LAS IDEOLOGIAS TOTALITARIAS Antonio Fernandez Garcia Catedratico de Historia Contempordnea, Universidad Compluten- se de Madrid. INTRODUCCION En el transito de siglo ha arraigado la opinion de que esta centuria que cierra un milenio ha sido espe- cialmente violenta. Isaiah Berlin lo ha considerado “el siglo mas terrible de la historia occidental” y William Golding no ha dudado en extender este calificativo a escala planetaria: “ha sido el siglo mas violento en la historia humana”. En tal notacién negativa han coinci- dido historiadores de renombre; Hobsbawm (“Historia del siglo xx”) califica Ja violencia de experiencia crucial de la centuria, Jackson (“Civilizaci6n y barbarie en la Europa del siglo xx”) la presenta como uno de los fe- némenos recurrentes. En un balance ponderado del no- vecientos habria que incluir, obviamente, grandes avan- EL SIGLO XX: MIRANDO HACIA ATRAS PARA VER HACIA DELANTE 66 ces y conquistas, pero los episodios oscuros presentan trazos tan negros que surgen dudas sobre el rumbo de la aventura humana. Una de las claves de la violencia de este siglo estri- ba en la irrupcién de la ideologia totalitaria. En varios paises europeos se difundié una filosoffa politica que antepone la omnipotencia estatal a los derechos de los ciudadanos. En esta ideologia se ubica el fascismo; “la esencia del fascismo es el totalitarismo” (Kogon). Y, si a la praxis —por aplicar el método de Marx— nos re- mitimos, debemos situar en el mismo estro ideolégico del totalitarismo las diferentes versiones del comunis- mo (remitimos, aunque no todos los capitulos resulten igualmente convincentes, a “El libro negro del comunis- mo”). Conviene definir el término del que hablamos: el to- talitarismo es la sumisién de todos los aspectos de la vida humana y de la sociedad, incluso las vertientes in- telectuales, cientificas y artisticas, a la intervencién del Estado. Un ingrediente sustantivo de esta ideologfa es la vio- lencia. El totalitarismo implica, inexorablemente, vio- lencia; hacia el exterior los regimenes totalitarios han provocado conflictos internacionales, hacia el interior han coincidido todos en la practica de la represién de minorias y disidentes cuando no del conjunto de la ciu- dadania. LAS IDEOLOGIAS TOTALITARIAS 67 Es el totalitarismo un credo politico del siglo xx. El contraste con las ideologias del siglo xix resulta palma- rio. Las ideologfas politicas del xtx se proponfan la sal- vaguardia de los derechos de los ciudadanos (liberalis- mo, democracia); frente a ellas el totalitarismo subordina el individuo al Estado y niega tales derechos o los anega en el magma de los intereses de la nacién (fascismos) o de la clase (comunismo). Aunque fascismos y comu- nismo parezcan ubicados en polos opuestos del espec- tro politico, la relacién ideolégica entre ellos es percep- tible. El fascismo combino el nacionalismo radical con un pretendido socialismo antimarxista; el comunismo intent6 conjugar dos elementos aparentemente inconci- liables, internacionalismo y nacionalismo —de ahi los ejemplos de lideres ex comunistas rabiosamente nacio- nalistas o el fenémeno de sindicatos comunistas insoli- darios con otros trabajadores etiropeos— y de un ex- preso socialismo marxista. En un diagrama de elementos ideolégicos de fascismos y comunismo los cruces serfan innumerables, aunque no es en el campo de la ideologfa sino en el de la prdctica politica donde las confluencias aparecen més nitidas. El punto de partida de estas ideologias ha de bus- carse en la Revolucién Francesa. Los fascismos son los continuadores en el siglo xx de las fuerzas politicas que desde 1789 se opusieron al parlamentarismo. E) proyecto ilustrado-liberal de una sociedad de hombres libres gobernados por la luz de la razén fue rechazado por algunos pensadores y grupos sociales del siglo x1x, EL SIGLO XX: MIRANDO HACIA ATRAS PARA VER HACIA DELANTE, 68 actitud de repulsa que se intensificéd en el fascismo y de manera mas disimulada en el comunismo. La trilogfa de las revoluciones liberales “libertad, igualdad, fraternidad” es la raiz de los principales idea- rios contemporaneos. El principio de Ja libertad nutrié las corrientes del liberalismo y la democracia, la igual- dad inspiré los socialismos de diferente signo, la frater- nidad —un concepto mds moral que politico— parecié dejarse a la responsabilidad de las utopfas religiosas. Frente a estos valores el totalitarismo ha enarbolado otra trilogfa, que en nuestra opinién podria resumirse en autoridad (frente a libertad), desigualdad (frente a igualdad) y disciplina (frente a fraternidad). En algunos tratados se resume la trilogia totalitaria en “autoridad, orden y justicia’. Pero vemos poco fundamentado que se incluya el término Justicia —incluso metaféricamen- te empleado— en sistemas en los que se niegan los principios del derecho occidental (basta leer las “ins- trucciones al uso del juez aleman” de Hans Franck, mi- nistro de Justicia nazi en Baviera, o el libro de Vichins- ki: “Teoria de la prueba judicial en el derecho soviético” (1941), premio Stalin, y escritos de su etapa de rector de la Universidad de Mosct). La libertad es rechazada abiertamente por la ideologfa totalitaria. La igualdad fue negada por el fascismo en el plano teérico y por el comunismo en el plano real de la politica, al estructurar en la Unién Soviética una sociedad fuerte- mente jerarquizada, con los niveles de la nomenclatura, miembros del partido y ciudadanos corrientes escalafo- nados de forma estricta. LAS IDEOLOGIAS TOTALITARIAS 69 Aunque los movimientos totalitarios nacieron con un lenguaje revolucionario se traté en todos los casos de movimientos involutivos. Aparecieron con vocacién de derribo y de construccién de una nueva arquitectura social y moral, pero todo se quedé subsumido en el lenguaje de la propaganda. R. Kiimhl interpreta que li- beralismo y fascismo fueron dos instrumentos de domi- nio burgués; el liberalismo sirvid para desplazar de los puestos dirigentes a las aristocracias histéricas, el fas- cismo para frenar el ascenso de la clase obrera. Frente a la tesis de la continuidad otros tratadistas sefialan la ruptura. El liberalismo supuso una revolucién; el fascis- mo por el contrario fue una involucién. Rocco, el mi- nistro de Justicia de la Italia fascista lo reconocfa con un crucigrama semdntico cuando hablaba de “revolu- cién conservadora”. El comunismo, que exhibié en al- gunos momentos la bandera de la revolucién perma- nente, cataliz6 pronto en un modelo burocratico esencialmente conservador, interpretado como una for- ma de capitalismo de Estado (C. Taibo). I. APARICION DEL TERMINO “TOTALITARISMO” Aunque el término ‘fue fletado por sus mentores —Mussolini el que lo empleé con més insistencia, en Espafia se introdujo en los puntos de la Falange— no se extendié antes de finales de los afios treinta, cuando ya era larga la experiencia fascista italiana, habfa cu- bierto muchos capitulos el régimen nazi, y en la Union EL SIGLO XX: MIRANDO HACIA ATRAS PARA VER HACIA DELANTE, 70 Soviética se habfa alcanzado lo que Bialer denomina “stalinismo maduro”, estadio ultimo en la evolucién ha- cia el totalitarismo. La “Enciclopedia de las Ciencias Sociales” (1930-1935) no inclufa ninguna entrada. A pesar de ello se utilizaba esporddicamente. El primer articulo de cierta extensién aparecié en el “Oxford English Dic- tionary” de 1933, si bien parte del material se tomaba de otro articulo poco conocido de la “Contemporary Review” (abril de 1928). En un articulo del Times lon- dinense (noviembre de 1929) se definfa la ideologia en auge como “una reaccién contra el parlamentarismo... en favor de un Estado totalitario o unitario, ya sea fas- cista o comunista”. Es claro que el redactor lo conside- raba encasillable entre los modelos de extrema derecha y de extrema izquierda. Habria que preguntarse el por qué del nuevo térmi- no y si no cabfa dentro del concepto tradicional de dic- tadura. Desde los afios treinta fue contemplado el tota- litarismo como un fenémeno distinto al de la dictadura clasica. No es el lugar para desarrollar jas diferencias, pero apuntemos alguna fundamental. Las dictaduras autoritarias y el totalitarismo aparecen en la historia europea como dos credos de la revancha, mas son dife- rentes sus apoyos sociales. La dictadura autoritaria se apoyé en las clases dirigentes tradicionales, mientras el fascismo nacié como un ideario interclasista y el comu- nismo como la dictadura de una clase historicamente apartada del poder. Las dictaduras pretendfan restaurar la sociedad, amenazada por ciertos peligros, y el totali- tarismo pretendfa edificar una sociedad nueva. Las dic- LAS IDEOLOGIAS TOTALITARIAS 7” taduras mantuvieron a las masas alejadas de la politica, los totalitarios las movilizaron para conquistar el poder y las instrumentalizaron posteriormente. Por ultimo frente al modelo estatal inhibicionista de la dictadura, salvo en el aspecto del control politico, el totalitarismo irrumpié con una concepcién maximalista del Estado, de cuyo 4mbito no se sustrae ningtiin ambito de la vida de los ciudadanos. Desde el primer momento se eché en cuenta en los regimenes totalitarios una serie de notas nuevas: uni- versalismo, participacién forzosa de los ciudadanos, su- presion de asociaciones, objetivo nico —hegemonia ra- cial, dictadura del proletariado— frente al plural de las democracias. Su instrumento fue la violencia, tanto en el plano teérico como en sus tdcticas y comportamientos socia- les. No parece necesario acreditar que fascismo y vio- lencia van estrechamente unidos. Mas discutido ha sido el caso soviético. Los problemas surgen cuando se in- tenta distinguir el leninismo y el stalinismo, dilucidan- do si se traté de una continuidad o de una ruptura. Sin entrar en la cuestién es facil comprobar en los es- critos de Lenin la apologia de Ja violencia; “Los marxis- tas no hemos olvidado nunca que la violencia acompa- fiard inevitablemente a la bancarrota del capitalismo en toda su amplitud y al nacimiento de la sociedad socia- lista”. Con este criterio se modelé un Estado dotado de un fuerte componente de asiaticidad, de despotismo, EL SIGLO XX: MIRANDO HACIA ATRAS PARA VER HACIA DELANTE, 72 sin los contrapesos ni garantfas que las filosofias politi- cas imperantes en Europa occidental habfan fabricado desde el siglo xIx. Partimos del supuesto de elementos comunes entre los tres modelos clasicos: fascismo, na- zismo, stalinismo. La apologfa de la violencia aparece como un primer nexo. . Il. LAS RA{CES LEJANAS Se ha considerado la guerra del 14 como el contex- to en el que surge el totalitarismo, tanto el soviético como el italiano y el alemdn. Pero la cronologia no de- be ser tomada de forma tan literal. Hubo fenémenos de fondo a lo largo del xix y alguno incipiente en el transito de siglo que contribuyeron a su maduracién. Vedmoslo de forma poco mas que enunciativa. En el xix, un siglo de nacionalismos, se consolidé una corriente ideolégica de exaltaci6n del papel del Es- tado, que tuvo su pensador mas hicido en Hegel. El fi- lésofo aleman no se propuso en ningin momento orientarse hacia cotas de anulacién del individuo, pero lo entenderfan de otra forma algunos intérpretes. La dialéctica hegeliana le servirfa a Marx para analizar las contradicciones del capitalismo y su inevitable fracaso. La trascendencia del Estado serfa magnificada por al- gunos de los pensadores germanos prenazis (el novelis- ta Dahn, Diihring, Spengler, Van der Bruck). LAS IDEOLOGIAS TOTALITARIAS 73 Por detras de las ideas sobre los modelos de organi- zacién social ha de escudrifiarse un fendmeno demo- grafico de fondo, la explosién censal de las naciones europeas, a la que se dieron tres respuestas: emigra- cién, imperialismo, autoritarismo. La espita de la emi- gracién fue una salida, caso de la joven Italia; la pro- yeccién imperial fue la vdlvula para Gran Bretafia; en otras naciones se acusé con mas fuerza el autoritaris- mo, como ocurrié en la Rusia zarista. El fenémeno de la proyeccién exterior aparece en la mayoria de las” grandes naciones europeas; el del autoritarismo para gobernar sociedades mAs complejas, mds numerosas, con creciente importancia de la urbanizacién, sdlo en algunas. En otro sentido la denominada explosién blan- ca ofrece relaciones de fondo, poco explicitas, con las primeras formulaciones de la doctrina del espacio vital. E] ntimero de por si exige sistemas de organizacién politica mas complejos. Pero mas decisivo resulté otro fenémeno, Ia irrupcién de las masas en la historia. To- dos los estudios coinciden en relacionar masas-totalita- rismo. Desde 1880 la extensién de la educacién, la apertura de] inmévil mundo rural por la red ferroviaria y la universalizacién del servicio militar contribuyeron a abrir las puertas de la historia a las capas populares. Estas masas no representaban simplemente un censo sino un ingrediente de creciente importancia en la vida politica por la confluencia de tres fendmenos. En pri- mer lugar el sufragio universal masculino, implantado en Francia en 1871, en Espafia en 1891 —con su ante- cedente de 1868— y en Italia en 1912. En segundo lu- EL SIGLO XX: MIRANDO HACIA ATRAS PARA VER HACIA DELANTE, 74 gar la articulacién del sindicalismo, que deriv6é en el arma de la huelga general, debatida en los Congresos obreros. En respuesta, como tercer fenémeno, la apari- cién de partidos de masas en vez de partidos de nota- bles. Se trataba por tanto de masas activas, que preten- dian un papel. De ellas hablan multiples pensadores. Ortega en “La rebelion de las masas” profundizé en la psicologia del hombre masa. Con gran finura intelectual, Marafién distinguié entre masa caética y masa organizada, aun- que quizds no acierte en el adjetivo porque al decir caética se referfa simplemente a la muchedumbre en su acepcién pasiva. “Otra cosa es la masa organizada, la del gesto, en la que lo caracteristico es la pérdida absoluta de la individualidad de los hombres que la componen. En esta masa organizada, cuyo arquetipo es el ejército, el individuo deja de actuar como tal indivi- duo” (“Ensayos liberales”). Y apunta una observacién de gran interés para comprender la psicologia de la masa gobernada por el lider totalitario, la colaboracién emocional, el poder de fascinacién que el lider ejerce sobre la masa y que no podria ejercer sobre el indivi- duo aislado. En opinion del historiador aleman Gerhard Ritter la voluntad popular se expresa en Asambleas, pero cuan- do el numero es grande se recurre a transferir la vo- luntad popular a un hombre. Hanna Arendt en “Los origenes del totalitarismo” subraya la presencia de las LAS IDEOLOGIAS TOTALITARIAS 75 masas como factor fundamental en el fascismo. La pro- Ppaganda totalitaria las impele a actuar, les crea un mundo imaginario, presidido por la devocién ciega al jefe, concluyendo que “los movimientos totalitarios son organizaciones de masas de individuos atomizados y aislados”. El imperialismo decimonénico es considerado como otro proceso antecedente en versiones que incluso de- tectan algtin rasgo pretotalitario en manifestaciones del nacionalismo. Meinecke lo sefialé en Alemania, Namier en algunos intelectuales del 48, Bertrand Russell y Khon en el Risorgimento, Valsechi en el abate Gioberti, Mac Smith y Gramsci desde posiciones distintas —la del historiador profesional y Ja del politélogo— en va- rias fases de la Italia contempordnea. Hanna Arendt de- dic6é una de las partes de su estudio cldsico sobre los origenes del totalitarismo a examinar el imperialismo, donde considera antecedentes algunas manifestaciones justificatorias de la colonizacién alemana, inglesa y francesa, entre ellas el orgullo racial —perceptible en textos de Kipling—. El precedente mas claro viene tra- zado por las doctrinas racistas (Chamberlain, Gobineau) y por los movimientos “pan” que proliferaron en los dos ultimos decenios del XIx. Debe considerarse la transformacién experimentada por el capitalismo en el ultimo cuarto del siglo xIx. Con la fusion del capital industrial y bancario y la apa- ricién de cartels y konzern se modificé profundamente EL SIGLO XX: MIRANDO HACIA ATRAS PARA VER HACIA DELANTE 76 la naturaleza de las relaciones sociales. Al capitalismo de fabrica y concurrencia sucedi6 el capitalismo mono- polistico, uno de los impulsores del fenédmeno del im- perialismo, examinado con 6pticas opuestas por Lenin y Rostow. Esta transformacién produjo un intenso éxo- do rural hacia las ciudades y hacia otros continentes de nueva explotacién. En el plano social una parte de las clases medias se aproveché de los beneficios de la segunda revolucién industrial; otros sectores, por el contrario, se vieron. amenazados por una nueva ola de proletarizacién. Fue el caso de artesanos, pequefios co- merciantes, intelectuales, modestos industriales. Entre los vencidos por la industrializacién se extendié un cla- mor de rechazo que proporcioné seguidores al anar- quismo, al sindicalismo violento y al primer fascismo. Si la primera revoluci6n industrial habia articulado los grupos obreros en que predicé su evangelio redentor el socialismo, la segunda delimité sectores de clases me- dias en alianza con grupos’ campesinos, artesanos e in- telectuales prestos 4 seguir la bandera ‘iconoclasta del fascismo, Y si el socialismo habfa surgido como una ideologia de clase, el fascismo, por la diversidad de sus soportes sociales, apareceria como un ideario vagamen- te interclasista. Finalmente, en el transito de siglo, irrumpe en el campo de la cultura, incluso en la ciencia, el irraciona- lismo. Las paginas de Bergson o de Nietzsche hicieron trizas el pensamiento légico. Los “Principia Mathemati- ca” de Whitehead y Russell afectaron los axiomas in- conmovibles de la ciencia de Jos nimeros, con la mis- LAS IDEOLOGIAS TOTALITARIAS 77 ma fuerza que Freud conmovié los cimientos de las ciencias médicas. En la linea de existencia de campos que escapan al andlisis racional e incluso de rechazo de lo racional se inscribieron movimientos artisticos. No sin fundamento se considera el Manifiesto de Mari- netti (1909) sobre el futurismo como un arsenal de principios identificados con el fascismo: “Queremos glorificar la guerra, Gnica higiene del mundo”, encabe- za sentencias que podrian firmar Mussolini o Hitler. Ill. LAS RACES INMEDIATAS Hemos aludido a la primera guerra mundial como contexto en el que se inscribe el nacimiento del totali- tarismo. La guerra aparece relacionada con los tres modelos clasicos en cuanto que cuarted algunos edifi- cios politicos. En Rusia Trotski valoré lo que significa- ba la existencia de varios millones de soldados humilla- dos y derrotados, y los sufrimientos de sus familias, como el elemento clave desintegrador del zarismo. A pesar de ello se opuso posteriormente a la paz por se- parado, impuesta por Lenin al entender que la guerra que habia acabado con el zarismo podria ser también la tumba de la revolucién bolchevique. En los otros dos casos hay que referirse a las ondas del conflicto, la paz perdida de Italia y la humillacién de Versalles en Ale- mania, tan tenazmente explotada por los nacionalistas y, por supuesto, por Hitler y el nazismo. En todos los EL SIGLO XX: MIRANDO HACIA ATRAS PARA VER HACIA DELANTE, 78 casos aparecen guerra y posguerra como fendmenos de- sencadenantes. Otto Bauer estim6 que el fascismo italiano fue el re- sultado de tres procesos sociales intimamente relacio- nados: guerra, crisis econédmica de postguerra con sus tensiones sociales y merma de beneficios de la clase ca- pitalista. Los primeros nicleos fascistas estuvieron for- mados por oficiales de la reserva desmovilizados, que constitufan un grupo social nostdlgico de 160.000 indi- viduos, de los que escribié Togliatti: “Le han tomado gusto al hecho de ser jefes, no saben ni quieren renun- ciar a ello”. Las primeras células fascistas fueron tropas de choque de la guerra, orgullosas de sus condecoracio- nes, resentidas porque la patria no les habfa compensa- do y deseosas de vestir uniforme y de dar y recibir 6r- denes. No sélo los soldados, también los civiles habjan sufrido y se sentfan decepcionados por los escasos be- neficios de la paz y prestos a ofr las llamadas de los demagogos. En la biografia de Mussolini la guerra cubre un capitulo clave, como lo cubre en ja de Hitler, aunque en este caso mitificada como una referencia sacral que dio sentido a la lucha contra el enemigo interior. La segunda raiz que se debe examinar es la crisis de la democracia, en la medida en que el totalitarismo es desafio y negacién de la democracia. Aparentemente 1919 sefialé el triunfo de las democracias. Habian ga- nado la contienda y demostrado su capacidad para la movilizacion de todas las energias nacionales. Un infor- LAS IDEOLOGIAS TOTALITARIAS 79 me de la Fundacién Carnegie en 1919 comprobé la complejidad de la movilizacién y la flexibilidad de la respuesta en las sociedades democraticas. Pero para quien escrutara fendmenos de fondo no pasaban desa- percibidos ciertos procesos que sugerian la crisis del modelo. En la guerra se habfan concentrado las deci- siones en el ejecutivo y podria deducirse que en los momentos cruciales los parlamentos constituyen una rémora, que es preferible la unanimidad y las decisio- nes instantaneas. El concepto mismo de guerra equiva- le a derrota del mas débil. De ahi se dedujo que el mo- delo parlamentario configuraba un modelo de preguerra. A la crisis de la democracia contribuyeron errores funcionales, sefialados certeramente por Duverger. La aplicacién de la proporcionalidad pura de las consultas electorales desembocé en modelos inestables en los ca- sos en que ningtin partido disponia de la mayoria sufi- ciente para gobernar. Duverger sefiala ademas el “parla- mentarismo racionalizado”, el modelo en que una reglamentacién estricta favorecia el bloqueo del debate. En un continente inestable, sacudido por las ondas del conflicto, la democracia parecia a muchos una reliquia decimonénica. ‘Sorel con su estilo directo dedicé parra- fos desdefiosos al “charco democratico”. El odio a la democracia fue confesado por Maurras como su pa- sién: “nuestro odio por la democracia y por el princi- pio, absolutamente falso, del ntimero”. EL SIGLO XX: MIRANDO HACIA ATRAS PARA VER HACIA DELANTE 80 La debilidad de la democracia emerge en todos los casos como elemento determinante del triunfo de la ideologia totalitaria. En Rusia la falta de apoyos a Kerenski provocé su derrota. Los gobiernos italianos de posguerra se caracterizaron por una inestabilidad que parece haberse convertido en endémica en la Italia con- tempordnea. En el triunfo del nazismo ha sefialado Bra- cher los mismos errores funcionales y la debilidad de la Republica de Weimar como determinantes. En esos afios de incertidumbre ha de anotarse otra raiz de naturaleza social, la fascinacién de la muche- dumbre. Hanna Arendt ha dedicado sugeridoras pagi- nas a desarrollar el concepto de fascinacién, en las cuales se describe a la muchedumbre que se deja fana- tizar por una personalidad atractiva. Se trata de reac- ciones psicolégicas colectivas conocidas de forma intui- tiva por los demagogos. La fascinacién como fenémeno social fue explotada por Hitler, sabedor de que en de- terminadas circunstancias la masa se deja contagiar por la personalidad del comunicante, al margen de ia autenticidad de los valores que predica. Menos claro en el caso soviético, hibrido de éxpe- riencias asidticas, en los fascismos occidentales se dio en gran escala la explotacién de las angustias del hom- bre europeo: desempleo, explotacién, deshumanizacién de la vida urbana, afioranzas del mundo rural, aplasta- miento de los individuos por la burocracia, descrédito de la politica. El fascismo, y en general el totalitaris- LAS IDEOLOGIAS TOTALITARIAS 81 mo, pretendia tener soluciones para todo, aunque lo tmico que verdaderamente solucioné, en el caso del na- zismo, fue el paro, procediendo en los demas temas a sustituir la libertad por la fe. IV. UNA OJEADA A LAS VERSIONES Por la complejidad y trascendencia del fenémeno se han aproximado a los totalitarismos tanto historiadores y politélogos como socidlogos y psicélogos. Mientras el modelo soviético permanecia aislado, en Ja penumbra de su situacién periférica, los contempord- neos examinaron con avidez el ascenso del fascismo. Se hablaba de enfermedad de Europa y de experiencias-pa- réntesis. Fascismo y bolchevismo serfan producto de minorfas audaces que escalaron el poder pero carecfan de arraigo en la tradici6n europea de amor a la liber- tad. La hipotesis del fascismo como crisis de civiliza- cién, y como tal crisis pasajera, fue defendida por Be- nedetto Croce, y completada luego por sucesivas generaciones de historiadores germanos (Meinecke en los afios treinta, Ritter en los cincuenta, Golo Mann en los sesenta). Los autores marxistas han interpretado el fascismo en términos de lucha de clases, considerdndolo instru- mento de defensa del gran capital. En diferentes fechas Angelo Tasca y Daniel Guerin desarrollaron esta ver- EL SIGLO XX: MIRANDO HACIA ATRAS PARA VER HACIA DELANTE, 82 sién. Aceptada por los dirigentes politicos de la MM In- ternacional Ja versién del fascismo como contrarrevolu- cién facilitaron fatalmente su expansién, pues durante bastantes afios los partidos comunistas y en ocasiones los socialistas propugnaron la lucha conjunta contra to- dos los partidos burgueses. La variante bonapartista, la conjuncién de gran capital y un hombre providencial, aparece en uno de los estudios mds importantes, el de Otto Bauer, y con otros postulados en los andlisis de Gramsci. Otto Bauer analiz6 el lenguaje camaledénico del fascismo, variable segtin su auditorio estuviera for- mada por el pueblo, con discursos contra la burguesfa, los capitalistas, a quienes se advertia de la amenaza obrera, o los intelectuales, a los que se les reiteraba la amenaza del enemigo exterior. La mas destacada socidloga que se ha ocupado del totalitarismo, Hanna Arendt, la ha enmarcado dentro de fendémenos de media duracién, que desmontan la tesis del “mal suefio” de Croce. Otros socidlogos (Friedrich y Brzezinski) han enumerado los rasgos del fascismo. Por otra parte debemos a psicdlogos la formulacién de de- terminadas versiones psicosociales, que hunden su ana- lisis en la caracterizacién tipolégica de la personalidad autoritaria (Adorno) o en ciertas desviaciones de la psi- cologia colectiva, “el miedo a la libertad” (Erich Fromm), o en determinados fenémenos psicopaticos (Wilhelm Reich, 1946). LAS IDEOLOGIAS TOTALITARIAS 83 Gaetano Salvemini en sus lecciones de Harvard pre- senté la tesis de la contrarrevolucién preventiva, que tanto se ha aplicado en miltiples casos historicos. La amenaza de la revolucién proletaria lanzé al gran capi- tal en manos de un salvador, un dictador. Nos parece que esta versién ofrece un paralelismo con la de Marx sobre el 48 y Napoleon III. Si Payne ha escrito sobre la diversidad e intensidad de los fascismos intentando una taxonomfa, otros auto- res han insistido en la variedad de modelos totalitarios. La versién extensiva de Barrington Mocre quizds peque de imprecisa. De mayor interés para los historiadores es la obra de De Felice, a quien debemos el mas acaba- do estudio de la Italia de Mussolini y un Diccionario que sirve de guia en la selva de fenémenos emparenta- dos con el fascismo. Como sintesis nos parece sugesti- vo el andlisis de Milza, con la aplicacién de criterios espaciales y temporales. Milza sefiala cuatro etapas en la aparicién y desarrollo del fascismo, y sélo en la cuarta, ya consolidado en el poder, aparece como un modelo totalitario. Polémico aunque fecundo ha sido el estudio de Sternhell. Su caracterizacién del fascismo como un mo- vimiento antiburgués en vez de antiproletario —lo que creemos que seria mds aplicable a los populismos lati- noamericanos— y su tesis de que el laboratorio doctri- nal fue Francia y no Alemania o Italia ha provocado réplicas. EL SIGLO XX: MIRANDO HACIA ATRAS PARA VER HACIA DELANTE 84 V. EL ENTRAMADO IDEOLOGICO Las ideologias totalitarias no aparecen como un sis- tema coherente de ideas. Asi se ha sefialado repetidas veces. Friedrich y Brzezinski enunciaron sus rasgos co- munes en cuanto métodos de conquista y de ejercicio del poder, pero no creen se trate de una nueva filosofia politica. Duverger apunté: “No existe filosoffia fascista ni doctrina fascista; existen mitos”. Esta carencia de ar- ticulacién ha sido proclamada con orgullo por sus figu- ras histéricas. “Nosotros, los fascistas, no tenemos una doctrina preformulada, nuestra doctrina es la accién”, pontificé Mussolini en 1919. El totalitarismo no ha te- nido un Locke, o un Rousseau, o un Bentham. Los li- bros sagrados de los tres modelos, “El Estado y la Re- volucién” de Lenin, “Mein Kampff’ de Hitler y “El Estado fascista” de Mussolini aparecen antes como bi- blias de la revolucién que como tratados tedricos acer- ca del modelo de Estado que proyectaban. En cual- quier caso la falta de encadenamiento légico no nos exime de sefialar algunas de las ideas motrices. 1) Omnipotencia del Estado Seguramente sea éste el distintivo esencial del totali- tarismo. “Todo en el Estado, nada fuera del Estado”, pontificé Mussolini. Los individuos se encuentran total- mente subordinados al Estado y en consecuencia no existe una legislaci6n amparadora de sus derechos, que LAS IDEOLOGIAS TOTALITARIAS 85 quedan subsumidos en categorias abstractas: Patria, Nacién, Estado. En oposicién a los democraticos, el Estado totalitario no tolera la separacién de los pode- res; en el orden politico se aniquila toda oposicién; en el intelectual, el Estado disfruta del monopolio de la propaganda y la verdad. Si nos atuviéramos a los tex- tos legales tan sélo, en la Unién Soviética garantizaron Jas sucesivas Constituciones (1918, 1924, 1936) la de- fensa de una serie de derechos, pero su ejercicio se su- bordinaba a los intereses generales, lo que dejaba en manos de la autoridad el juego del derecho y la arbi- trariedad. La Constitucién de 1977 insistfa: “El ejercicio de los derechos y libertades es inseparable de la ejecu- cién de sus obligaciones por el ciudadano”. Para cono- cer en qué se convirtieron los derechos individuales en el seno de un poder absorbente bastaria leer "La inso- portable levedad del ser”, la extraordinaria novela de Milan Kundera. O recordar “1984” de Orwell, la gran radiografia literaria del totalitarismo. 2) Exaltacién de las emociones violentas Creemos que esta nota debe limitarse a los regime- nes fascistas y resulta de dificil aplicacién al soviético. En este aspecto el régimen comunista aparece mas identificado con las dictaduras autoritarias clasicas, que procuraron la desmovilizacién de la multitud. Salvo en el perfodo de la “gran guerra patria” contra los alema- nes, la imagen tépica y seguramente exacta del “homo EL SIGLO XX: MIRANDO HACIA ATRAS PARA VER HACIA DELANTE, 86 sovieticus” es la del individuo alejado de la politica, su- mido en una ignorancia total de la realidad por falta de informacién y por la presién paralizadora del poder. En contraste la muchedumbre fanatizada, vociferante, centra la imagen emblematica de los regimenes fascistas. El credo totalitario rechaza la raz6n como orientadora de Ja conducta y prima los sentimientos aptos para arrastrar a las masas. De este principio emana la des- confianza hacia intelectuales, filésofos y profesores, en general reticentes a dejarse arrastrar por el torbellino de las emociones primarias, en las que se considera obliga- cién civica el valor irracional y se canta a la muerte. 3) Culto al hombre providencial Se trata de la palingénesis de una idea ancestral, el culto al caudillo, al jefe de la tribu; en parte supone la exhumaci6n de un sent! ioso, el mito del Salvador, una forma de latria laica en la que se reem- plaza la divinidad por un hombre divinizado. En esta divinizacién coincidieron los tres modelos: Mussolini, Hitler y Stalin fueron envueltos en una liturgia similar. EI totalitarismo fabrica pieza por pieza la personalidad carismatica, la que en la orwelliana “1984” recibe el nombre irénico de “Gran Hermano”. nto reli; E] culto mas conocido, quizds por la verbosidad ita- liana, es el tributado al Duce. La propaganda invento el LAS IDEOLOGIAS TOTALITARIAS 87 lema “Mussolini siempre tiene razén”. En “El vuelo del Aguila” se sugiere casi una relacién sexual lider-pueblo: “Jovenes, viejos, hombres, mujeres, estan literalmente poseidos, compenetrados con él’. En las escuelas de Italia se ensefiaba un credo que parafraseaba el] texto religioso transfiriendo el culto al solo lider verdadero en la persona de Mussolini. Y se remachaba el ritual escolar con rétulos de este tenor: “Bendita sea tu hora que conduce a la grandeza de Italia”. En Alemania el culto al Fiihrer se convirtié no sdélo en el eje de la polf- tica, como ha sefialado Kershaw, sino incluso en el centro de la cultura nazi, como ha acreditado Mosse. Saludos, juegos, deportes, obras publicas, climatologfa (“el tiempo del Fuhrer” era sindnimo de soleado), acti- vidad laboral, todo se colocé bajo la invocacién del gran conductor. El sintagma “Heil Hitler” debia cerrar todos los comunicados y cartas, aunque, en un Ultimo esfuerzo por no perder el sentido del ridiculo, se excep- tuaron de la obligacién las cartas de despido de las empresas. En la Union Soviética el culto a Stalin, aun- que nos resulte menos conocido por el hermetismo del régimen, se caracteriz6é por las mismas toneladas de in- cienso adulatorio. “Dirigente, maestro y amigo”, se titu- la un cuadro de Shegel de 1937, que resume los diti- rambos aunque falte el mds repetido y cordial de “el Padrecito”. Esta deificaci6n autopromovida harfa escue- la en los otros regimenes comunistas, donde otros “pa- drecitos” igualmente severos recibirian la liturgia oficial del reconocimiento de su infalibilidad. EL SIGLO XX: MIRANDO HACIA ATRAS PARA VER HACIA DELANTE 88 4) Desigualdad de los seres humanos Frente a la democracia, que predica la igualdad esencial de los seres humanos, el totalitarismo se apoya en la desigualdad, lo que deriva en la afirmacion elitis- ta del gobierno de la minorfa, sea ésta el partido 0 la nomenclatura. Si dentro existia una minoria a la que correspondfa gobernar, hacia el exterior se pregoné la superioridad del propio pueblo o la raza, premisa que tendria graves repercusiones internacionales. Ebenstein ha sintetizado con claridad el diagrama de jerarquias en los regimenes totalitarios: los soldados son superio- res a los civiles, los miembros del partido a quienes no pertenecen a él, la nacién propia a las restantes nacio- nes, los fuertes a los débiles, los varones a las mujeres. En éste ultimo punto, segtin el cdédigo fascista, las mu- jeres deben reducir sus funciones a las tres kas (kinder, kiiche, kirche —nifios, cocina, iglesia—), asignacién que supone, una vez mas en lo que al fascismo se refiere, una involucion, una orientacién inversa a la de la mar- cha de la historia. Aunque mds dramaticas consecuen- cias tuvo el dogma de la desigualdad de las razas hu- manas, lo que fundamenté tedricamente los crimenes de la persecucion racial. 5) Hipernacionalismo Si ciertas expresiones del nacionalismo parecieron a Hanna Arendt precursoras del totalitarismo, la cristali- LAS IDEOLOGIAS TOTALITARIAS 89 zacion de la ideologia totalitaria no prescindié del in- grediente nacionalista elevado a su mdxima expresién. “El fascismo practica la religién de la patria’, anotd con orgullo Gorgolini, y en la misma linea declaré Mussolini en visperas de la Marcha sobre Roma: “Nuestro mito es la nacién. Nuestra misién es la gran- deza de la nacién”, Esta exaltaci6n asumié caracteres de culto religioso: “Italia divina”. En el nacionalsocialis- mo se fundieron misticamente caudillo y nacién. “Adolf Hitler es Alemania y Alemania es Adolf Hitler”. No podria predicarse la grandeza de la nacién sino apoyada sobre la fuerza militar. El militarismo surge como otro rasgo totalitario y las fuerzas armadas se erigen en modelo organizativo de la sociedad politica. Y, en consecuencia légica, se exalta la guerra. “Sélo la guerra eleva todas las energias al mdximo de tensién e imprime el sello de la nobleza a los pueblos”, sentencia en la voz “fascismo” la “Enciclopedia Italiana” redacta- da durante el régimen. El nacionalismo exultante tuvo su horizonte en la forja de un imperio, imperio medite- rraneo para Mussolini, ungido por las nostalgias de la Roma Antigua. El concepto politico de IM Reich con su pretensién milenarista respondié a la misma pulsién, y Hitler alumbrarfa la doctrina del espacio-vital, que pro- porcion6 una apariencia de necesidad a la proclama- cién de los ideales imperiales. EL SIGLO XX: MIRANDO HACIA ATRAS PARA VER HACIA DELANTE, 90 6) Mistica de la juventud Encontramos en la consideracién de la juventud otra nota distintiva entre los fascismos y el comunis- mo. En la Unién Soviética el proceso de burocratiza- cién desembocé en una gerontocracia, sin otra renova- cién de la clase politica que la que Stalin decidia aplicar por el método quirtrgico de la depuracién. Es mas, la larga dictadura stalinista contribuy6 a la no in- tegracién de las generaciones jévenes; el asesinato de Kirov en 1934, probablemente instigado por Stalin, fue una prueba del recelo que despertaban los alevines en las trincheras de los revolucionarios de primera hora. Caso diferente serfa el de otras experiencias de cuyo andlisis prescindimos en este momento, como la revo- lucién cultural maojfsta o los jemeres rojos camboya- nos. Por contra los regimenes fascistas insertaron en sus proclamas la nocién del relevo biolégico; a un nue- vo régimen corresponderfa un nuevo tipo humano. Y se procedié a movilizar y encuadrar a adolescentes y jéve- nes, a quienes se predic6 poéticamente una vida al aire libre, plena de sacrificios y renuncias. Goebbels legé a decir que en Alemania gobernaba la juventud. 7) Violencia y victima propiciatoria Un cédigo de conducta basado en la violencia nu- trié la tactica de la conquista del poder tanto en el ca- so de los bolcheviques como en el de los fascistas y na- LAS IDEOLOGIAS TOTALITARIAS a zis, artistas consumados en los métodos del escuadris- mo. La imagen dual y simplificada del mundo que ela- boraron en todos los casos los movimientos totalitarios justificarfa el recurso a la fuerza. También aquf se pro- dujo la palingénesis de mitos ancestrales, que sitian al enemigo fuera, o mds simplemente se considera que to- do lo de fuera, allende el partido o allende las fronteras nacionales, es enemigo. La violencia contra las mino- rfas y disidentes ofrecia la ventaja de la cohesién politi- ca de los verdugos, como ha subrayado Kiinhl. EI stali- nismo alcanz6 cotas mas altas en la represién, pero las investigaciones mds recientes, basadas en la documen- tacién consultable tras la apertura limitada de los ar- chivos soviéticos, permiten comprobar que las expresio- nes de Lenin de “aplastar a los opresores” retrataban un poder concebido como aplastamiento, que termina- ria por considerar “opresores” a un grupo impreciso y cada vez mds amplio de disidentes y sospechosos. VI. EL ESTADO TOTALITARIO Examinados los principios teéricos, se indican a continuacién los que informaron la prdctica del poder una vez conquistado, puesto que fue la accién lo que verdaderamente definio el totalitarismo en su sentido pleno. EL SIGLO XX: MIRANDO HACIA ATRAS PARA VER HACIA DELANTE, 92 1) La propaganda argamasa social Violencia y propaganda constituian dos caras de la misma moneda en los modelos totalitarios, como soste- nia el teédrico nazi Eugen Hamadowski. E] adoctrina- miento continuo se convirtié en expresién de la activi- dad del poder. Como se anota en los “Hitlers Tischgesprache”, los cuadernos que recogen sus conver- saciones, Hitler estaba convencido de que una idea mil veces repetida terminaba convirtiéndose en verdad en el sentido social de la palabra, porque se convertia en idea asumida por la comunidad. En “Mein Kampf” sos- tuvo que la capacidad de la masa es limitada y por tanto el adoctrinamiento habria de reducirse a nocio- nes muy simples, para que “el ultimo’ de los oyentes pueda captar la idea”. Frente a la desconfianza que despertaban libros y escritores, el totalitarismo exalta y cree en el poder de ja palabra hablada, menos propicia a la reflexi6n. Los simbolos, como la cruz gamada, los estandartes, la ves- timenta uniformada, se convirtieron en otros recursos identificatorios. Para que palabra y simbolos asumieran en toda su plenitud sus potencialidades de cohesién de la masa social desempefaron una funcién insustituible los grandes escenarios. En Munich la Koenigsplatz, flanqueada por los pérticos neocldsicos, o la vastedad de los espacios de Nuremberg, o el gran estadio olimpi- co de Berlin, fueron lugares idéneos para la comunién del pueblo con el lider, como lo fue la Plaza Venezia en LAS IDEOLOGIAS TOTALITARIAS 93 Roma. En contraste, salvo en los desfiles conmemorati- vos, el totalitarismo soviético, que desmovilizé al pue- blo, evit6 estos escenarios para la comunién del con- ductor y la masa de los ciudadanos. 2) Un partido tinico Hablar de partido dentro del modelo totalitario su- pone una paradoja seméntica, porque en la realidad se trataba de un todo que monopolizaba el ejercicio del poder. En el modelo comunista el partido, vanguardia de la clase obrera, interpretaba los intereses generales, aunque Stalin lo vacié y convirtié en una clase buro- cratica. En Italia termin6é por identificarse con el Esta- do. En Alemania se estructuré un modelo dual, Estado-partido, donde éste repetia la estructura estatal y termino por ser el elemento determinante, del que fueron naciendo las S.A. en 1922, las SS en 1925 y las Waffen SS, a quienes se asignaron funciones especiales durante la guerra mundial. Una ley de julio de 1933 disponia: “En Alemania existe como unico partido polf- tico el partido nacionalsocialista aleman de los trabaja- dores”. En la eliminacién de la pluralidad de partidos politicos coincidieron los tres regimenes. Seguramente se trata de otro rasgo inexcusable del totalitarismo, opuesto al debate e inclinado al dogma indiscutible. EL SIGLO XX: MIRANDO HACIA ATRAS PARA VER HACIA DELANTE 94 3) Estado permanente de ilegalidad E] totalitarismo sittia las decisiones del poder estatal por encima y al margen de cualquier limite y en conse- cuencia no se sometian éstas al corsé de la legalidad. Los nazis ni siquiera se molestaron en derogar la Cons- titucién vigente, la de Weimar. Stalin promulgé la Constitucién de 1936, en la que se contemplaban cier- tas garantias para los ciudadanos, el mismo afio en que el inicio de los grandes procesos conculcaba cualquier garantia. A pesar de las discusiones que suscitaron en- tre los contempordneos, los procesos representaron la negacién del derecho y la instrumentalizacién absoluta de la justicia al servicio de un designio politico. “El ce- ro y el infinito” de Arthur Koestler representa una de las denuncias literarias mds penetrantes del sistema de justicia totalitario. En los procesos de Moscti se produjo lo que Hanna Arendt denomin6 concepcion totalitaria del delito, “ba- sada en la anticipacion légica de los desarrollos objeti- vos”, es decir, no un hecho cometido sino una previ- sion de una posible infraccién decidida por las instancias estatales. 4) Plenos poderes de la policia secreta Los nuevos jueces, los que calificaban los delitos y decidfan la sancién, eran los miembros de la policia LAS IDEOLOGIAS TOTALITARIAS 95 del Estado, Gestapo en Alemania, NKVD en la Union Soviética. A sus intendentes se les confirié un poder in- controlado. Detenfan, incomunicaban, castigaban, al margen de cualquier tribunal. La NKVD podria ser con- siderada una continuacién de la Okrana zarista, lo que respaldaria la versién de Stalin como zar rojo, un dés- pota del siglo xix al frente de una sociedad del siglo XX que pretendfa erigirse en modelo de la sociedad fu- tura. Stalin disefié un estado policial. La policia dispo- nfa de fuerza militar, con unidades de tanques que ga- rantizaban una intervencién inmediata en caso de emergencia, y comprendia entre sus atribuciones la vi- gilancia de fronteras, el cumplimiento de condenas de trabajos forzados, el exilio interno o externo de los ciu- dadanos molestos, el control del contraespionaje. Una vez mas un texto literario capta en toda su extensién esta institucién de mil tentaculos, “Los hijos del Arbat” de Anatoli Ritakov, que tantos paralelismos ofrece, en nuestra opinién, con “Resurreccién” de Tolstoi, el gran relato en el cual se denunciaba la justicia y policia za- ristas. En cuanto a Alemania, un libro reciente y polé- mico, el de Goldhagen, “Los verdugos voluntarios de Hitler”, ha pretendido aminorar la extensién de la Ges- tapo, incapaz segtin el historiador de Harvard de vigilar a todos los ciudadanos, pero otros estudios sobre los archivos policiales, desde el de Jacques Delarue al de Rotert Gelatelli, no respaldan tal insuficiencia del siste- ma de vigilancia de los ciudadanos por las instituciones policiales nazis. EL SIGLO XX: MIRANDO HACIA ATRAS PARA VER HACIA DELANTE 96 5) Terror Los campos de concentracién se convirtieron en un instrumento fundamental para la instauracién del Esta- do totalitario, como probé en su dia el estudio clasico de Olga Wormser-Mignot sobre los campos nazis. No insistiremos en tema tan conocido, estudiado desde to- dos los puntos de vista por una bibliograffa amplisima. La coincidencia de los campos nazis y de los campos stalinistas sefiala un denominador comtin de los mode- los totalitarios. Recordemos una vez mas una versién literaria, la de Solzenitsin. No se trataba de presos cla- sicos, sino de detenidos que perdian su condicién hu- mana, “cadaveres vivos” en expresion de Hanna Arendt, y que se convertian en victimas de una concepcién mili- tarizada del conflicto social. Si bien las investigaciones recientes (Pipes, Werth, Volgokonov) han acortado la distancia entre Lenin y Stalin, serfa este ultimo el capaz de implantar un reinado de la vigilancia y la descon- fianza. El terror stalinista fue denominado por Walter Laqueur un “hecho tnico en la historia mundial”, mas cruel y arbitrario que el de Hitler, quien focaliz6 el te- rror en unos grupos determinados. Las Memorias de Ivanov-Ramzunik, Margarete Buber-Neuman y Sivanie- wicz, los testimonios de dirigentes del espionaje exilia- dos, como Krivitski y Anton Ciliga, nos aproximan a es- ta geografia del terror. El calculo de Robert Conquest de 5 millones de detenidos hasta 1937 y otros 7 millones a partir de LAS IDEOLOGIAS TOTALITARIAS 97 ese afio, de ellos 1 millén de ejecutados y 2 millones de fallecidos de hambre, enfermedad y extenuacién en los campos, parecia ser el més consistente, pero el propio Conquest lo ha revisado al alza (1990). Dallin y Breslauer han descrito “una atmésfera omnipresente de angustia”, donde ningiin grupo podia sentirse in- mune. VII, CONCLUSIONES. DIFERENCIAS ENTRE LOS TRES ENSAYOS TOTALITARIOS CLASICOS Existieron multiples coincidencias entre los tres re- gimenes totalitarios examinados, al menos en tres pun- tos: una politica exterior expansiva, un modelo de Esta- do que antepone el poder a los derechos civicos, el culto al lider carismatico. Con respecto a este tltimo punto no deja de ser sintomético que el gran historia- dor brit4nico, Alan Bullock, que se convirtiéd en los afios cincuenta en gran figura de la historiografia euro- pea con una biograffa sobre Hitler, haya rematado su brillante trayectoria investigadora con un estudio en paralelo de Hitler y Stalin. Pero también es posible sefialar diferencias, al me- nos en cuatro terrenos. 1°. Politica racial. En Alemania las severas leyes emitidas en Nuremberg sobre la pureza de la raza aria perseguian la mezcla con sangres inferiores. De forma EL SIGLO XX: MIRANDO HACIA ATRAS PARA VER HACIA DELANTE, 98 tan tajantemente expresada no es posible encontrar le- gislacién paralela en ningtin pafs europeo, inclufda la Italia de Mussolini, aunque el “Manifiesto de defensa de la raza” de 1938 marca el inicio de una mimesis por Italia de Jas pretensiones de pureza étnica que inspira- ban a su aliado en Berlin. En la Union Soviética el du- ro tratamiento a los pueblos alogenos parecié respon- der a criterios de politica general y no estrictamente de politica racial. Aunque, apuntemos, la enigmatica per- sonalidad de Stalin podria deparar algunas sorpresas, puesto que en las Memorias de Svetlana Stalin se ano- ta la obsesién de su padre por los judfos, reminiscencia de otros mitos familiares en tierras mds occidentales. 2°. Funcion del Partido. En Italia se identificé con el Estado y resultaba obligatoria la inscripcién para cual- quier funcionario, profesor o magistrado. En el III Reich se procedi6 a una estructura dual, separando partido y Estado. Nos parece que el modelo soviético se aproxim6 bastante mds al italiane que al nazi. Por otra parte la depuracién continua de sus elementos re- present6 un rasgo singular, que no tuvo paralelismo en su vastedad obsesiva con las potencias fascistas. 3°. Economia. En respeto de sus principios no pue- de el Estado totalitario inhibirse de la economia, pero las diferencias son perceptibles. El mussolinismo procedié a un dirigismo vago con planes de denomina- cién bélica: “batalla del trigo”, “batalla del aceite”, mien- tras respetaba ‘la autonomia de los grandes industriales. LAS IDEOLOGIAS TOTALITARIAS, 99 Hitler intervino de forma més directa en los mecanis- mos de produccién mediante planes cuatrienales que tenian como objetivo la superioridad bélica, en una po- litica que mds que de respeto fue de colaboracién con las firmas industriales que le habian ayudado en su conquista del poder. Totalmente diferente resulté el sis- tema de planificacién central de la Unién Soviética, con sus planes quinquenales, la abolicién de la propie- dad privada y el control absoluto de la economia por el Estado. 4°. Régimen de terror. La eliminacién de los oponen- tes o de los diferentes fue practica generalizada del to- talitarismo. Adquirié una grandeza tragica en Alemania. Pero fue mas amplio y universal el sistema de terror en Ja Rusia stalinista, en cuanto que afecté a la poblacién en general. Evan Mandsley calcula que la colectiviza- cién agricola provocé a partir de 1929 la deportacién de 380.000 familias, lo que equivalia a 1,9 millones de individuos. Para vencer la resistencia las ejecuciones al- canzaron entre 2.000 y 3.000 diarias de 1929 a 1932. Tras esta actuacién sobre la poblacién campesina llegé el turno de Ja poblacién urbana. Y a continuacién, de diversos sectores: ciipula del partido, industria, ejército, minorfas nacionales. Y durante la guerra mundial el de las minorfas alégenas, como prueba la matanza de Katyn. Hemos indicado ademds como una diferencia nota- ble la movilizacién compulsiva de las masas en los re- EL SIGLO XX: MIRANDO HACIA ATRAS PARA VER HACIA DELANTE 100 gimenes fascistas y la desmovilizacion del comunismo. En este sentido la Unién Soviética aparece mas vincu- lada al mundo de las dictaduras autoritarias clasicas. Quizds, a pasar del lenguaje redentor que pretendfa fundar una humanidad nueva, en la Unién Soviética catalizé6 un régimen conservador —tesis que escandali- zaria a cuantos vieron en ella una nueva epifania, un evangelio—, mientras Italia y Alemania representaban sendos terremotos, que no titubearon en cuartear mu- chos de los principios en que se asentaba la civiliza- ci6n europea. Dejamos abierto un tiltimo punto. Habriamos de plantearnos si las resurgencias de los neofascismos o neonazismos y las posibles de neocomunismos suponen las mismas respuestas a problemas similares. Aunque la historia no se repita globalmente considerada quizds se repiten, a escala local o regional, los mismos erro- res.

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