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LAS IDEOLOGIAS TOTALITARIAS
Antonio Fernandez Garcia
Catedratico de Historia Contempordnea, Universidad Compluten-
se de Madrid.
INTRODUCCION
En el transito de siglo ha arraigado la opinion de
que esta centuria que cierra un milenio ha sido espe-
cialmente violenta. Isaiah Berlin lo ha considerado “el
siglo mas terrible de la historia occidental” y William
Golding no ha dudado en extender este calificativo a
escala planetaria: “ha sido el siglo mas violento en la
historia humana”. En tal notacién negativa han coinci-
dido historiadores de renombre; Hobsbawm (“Historia
del siglo xx”) califica Ja violencia de experiencia crucial
de la centuria, Jackson (“Civilizaci6n y barbarie en la
Europa del siglo xx”) la presenta como uno de los fe-
némenos recurrentes. En un balance ponderado del no-
vecientos habria que incluir, obviamente, grandes avan-EL SIGLO XX: MIRANDO HACIA ATRAS PARA VER HACIA DELANTE 66
ces y conquistas, pero los episodios oscuros presentan
trazos tan negros que surgen dudas sobre el rumbo de
la aventura humana.
Una de las claves de la violencia de este siglo estri-
ba en la irrupcién de la ideologia totalitaria. En varios
paises europeos se difundié una filosoffa politica que
antepone la omnipotencia estatal a los derechos de los
ciudadanos. En esta ideologia se ubica el fascismo; “la
esencia del fascismo es el totalitarismo” (Kogon). Y, si
a la praxis —por aplicar el método de Marx— nos re-
mitimos, debemos situar en el mismo estro ideolégico
del totalitarismo las diferentes versiones del comunis-
mo (remitimos, aunque no todos los capitulos resulten
igualmente convincentes, a “El libro negro del comunis-
mo”).
Conviene definir el término del que hablamos: el to-
talitarismo es la sumisién de todos los aspectos de la
vida humana y de la sociedad, incluso las vertientes in-
telectuales, cientificas y artisticas, a la intervencién del
Estado.
Un ingrediente sustantivo de esta ideologfa es la vio-
lencia. El totalitarismo implica, inexorablemente, vio-
lencia; hacia el exterior los regimenes totalitarios han
provocado conflictos internacionales, hacia el interior
han coincidido todos en la practica de la represién de
minorias y disidentes cuando no del conjunto de la ciu-
dadania.LAS IDEOLOGIAS TOTALITARIAS 67
Es el totalitarismo un credo politico del siglo xx. El
contraste con las ideologias del siglo xix resulta palma-
rio. Las ideologfas politicas del xtx se proponfan la sal-
vaguardia de los derechos de los ciudadanos (liberalis-
mo, democracia); frente a ellas el totalitarismo subordina
el individuo al Estado y niega tales derechos o los anega
en el magma de los intereses de la nacién (fascismos)
o de la clase (comunismo). Aunque fascismos y comu-
nismo parezcan ubicados en polos opuestos del espec-
tro politico, la relacién ideolégica entre ellos es percep-
tible. El fascismo combino el nacionalismo radical con
un pretendido socialismo antimarxista; el comunismo
intent6 conjugar dos elementos aparentemente inconci-
liables, internacionalismo y nacionalismo —de ahi los
ejemplos de lideres ex comunistas rabiosamente nacio-
nalistas o el fenémeno de sindicatos comunistas insoli-
darios con otros trabajadores etiropeos— y de un ex-
preso socialismo marxista. En un diagrama de
elementos ideolégicos de fascismos y comunismo los
cruces serfan innumerables, aunque no es en el campo
de la ideologfa sino en el de la prdctica politica donde
las confluencias aparecen més nitidas.
El punto de partida de estas ideologias ha de bus-
carse en la Revolucién Francesa. Los fascismos son los
continuadores en el siglo xx de las fuerzas politicas
que desde 1789 se opusieron al parlamentarismo. E)
proyecto ilustrado-liberal de una sociedad de hombres
libres gobernados por la luz de la razén fue rechazado
por algunos pensadores y grupos sociales del siglo x1x,EL SIGLO XX: MIRANDO HACIA ATRAS PARA VER HACIA DELANTE, 68
actitud de repulsa que se intensificéd en el fascismo y
de manera mas disimulada en el comunismo.
La trilogfa de las revoluciones liberales “libertad,
igualdad, fraternidad” es la raiz de los principales idea-
rios contemporaneos. El principio de Ja libertad nutrié
las corrientes del liberalismo y la democracia, la igual-
dad inspiré los socialismos de diferente signo, la frater-
nidad —un concepto mds moral que politico— parecié
dejarse a la responsabilidad de las utopfas religiosas.
Frente a estos valores el totalitarismo ha enarbolado
otra trilogfa, que en nuestra opinién podria resumirse
en autoridad (frente a libertad), desigualdad (frente a
igualdad) y disciplina (frente a fraternidad). En algunos
tratados se resume la trilogia totalitaria en “autoridad,
orden y justicia’. Pero vemos poco fundamentado que
se incluya el término Justicia —incluso metaféricamen-
te empleado— en sistemas en los que se niegan los
principios del derecho occidental (basta leer las “ins-
trucciones al uso del juez aleman” de Hans Franck, mi-
nistro de Justicia nazi en Baviera, o el libro de Vichins-
ki: “Teoria de la prueba judicial en el derecho
soviético” (1941), premio Stalin, y escritos de su etapa
de rector de la Universidad de Mosct). La libertad es
rechazada abiertamente por la ideologfa totalitaria. La
igualdad fue negada por el fascismo en el plano teérico
y por el comunismo en el plano real de la politica, al
estructurar en la Unién Soviética una sociedad fuerte-
mente jerarquizada, con los niveles de la nomenclatura,
miembros del partido y ciudadanos corrientes escalafo-
nados de forma estricta.LAS IDEOLOGIAS TOTALITARIAS 69
Aunque los movimientos totalitarios nacieron con
un lenguaje revolucionario se traté en todos los casos
de movimientos involutivos. Aparecieron con vocacién
de derribo y de construccién de una nueva arquitectura
social y moral, pero todo se quedé subsumido en el
lenguaje de la propaganda. R. Kiimhl interpreta que li-
beralismo y fascismo fueron dos instrumentos de domi-
nio burgués; el liberalismo sirvid para desplazar de los
puestos dirigentes a las aristocracias histéricas, el fas-
cismo para frenar el ascenso de la clase obrera. Frente
a la tesis de la continuidad otros tratadistas sefialan la
ruptura. El liberalismo supuso una revolucién; el fascis-
mo por el contrario fue una involucién. Rocco, el mi-
nistro de Justicia de la Italia fascista lo reconocfa con
un crucigrama semdntico cuando hablaba de “revolu-
cién conservadora”. El comunismo, que exhibié en al-
gunos momentos la bandera de la revolucién perma-
nente, cataliz6 pronto en un modelo burocratico
esencialmente conservador, interpretado como una for-
ma de capitalismo de Estado (C. Taibo).
I. APARICION DEL TERMINO “TOTALITARISMO”
Aunque el término ‘fue fletado por sus mentores
—Mussolini el que lo empleé con més insistencia, en
Espafia se introdujo en los puntos de la Falange— no
se extendié antes de finales de los afios treinta, cuando
ya era larga la experiencia fascista italiana, habfa cu-
bierto muchos capitulos el régimen nazi, y en la UnionEL SIGLO XX: MIRANDO HACIA ATRAS PARA VER HACIA DELANTE, 70
Soviética se habfa alcanzado lo que Bialer denomina
“stalinismo maduro”, estadio ultimo en la evolucién ha-
cia el totalitarismo. La “Enciclopedia de las Ciencias
Sociales” (1930-1935) no inclufa ninguna entrada. A pesar
de ello se utilizaba esporddicamente. El primer articulo
de cierta extensién aparecié en el “Oxford English Dic-
tionary” de 1933, si bien parte del material se tomaba
de otro articulo poco conocido de la “Contemporary
Review” (abril de 1928). En un articulo del Times lon-
dinense (noviembre de 1929) se definfa la ideologia en
auge como “una reaccién contra el parlamentarismo...
en favor de un Estado totalitario o unitario, ya sea fas-
cista o comunista”. Es claro que el redactor lo conside-
raba encasillable entre los modelos de extrema derecha
y de extrema izquierda.
Habria que preguntarse el por qué del nuevo térmi-
no y si no cabfa dentro del concepto tradicional de dic-
tadura. Desde los afios treinta fue contemplado el tota-
litarismo como un fenémeno distinto al de la dictadura
clasica. No es el lugar para desarrollar jas diferencias,
pero apuntemos alguna fundamental. Las dictaduras
autoritarias y el totalitarismo aparecen en la historia
europea como dos credos de la revancha, mas son dife-
rentes sus apoyos sociales. La dictadura autoritaria se
apoyé en las clases dirigentes tradicionales, mientras el
fascismo nacié como un ideario interclasista y el comu-
nismo como la dictadura de una clase historicamente
apartada del poder. Las dictaduras pretendfan restaurar
la sociedad, amenazada por ciertos peligros, y el totali-
tarismo pretendfa edificar una sociedad nueva. Las dic-LAS IDEOLOGIAS TOTALITARIAS 7”
taduras mantuvieron a las masas alejadas de la politica,
los totalitarios las movilizaron para conquistar el poder
y las instrumentalizaron posteriormente. Por ultimo
frente al modelo estatal inhibicionista de la dictadura,
salvo en el aspecto del control politico, el totalitarismo
irrumpié con una concepcién maximalista del Estado,
de cuyo 4mbito no se sustrae ningtiin ambito de la vida
de los ciudadanos.
Desde el primer momento se eché en cuenta en los
regimenes totalitarios una serie de notas nuevas: uni-
versalismo, participacién forzosa de los ciudadanos, su-
presion de asociaciones, objetivo nico —hegemonia ra-
cial, dictadura del proletariado— frente al plural de las
democracias.
Su instrumento fue la violencia, tanto en el plano
teérico como en sus tdcticas y comportamientos socia-
les. No parece necesario acreditar que fascismo y vio-
lencia van estrechamente unidos. Mas discutido ha sido
el caso soviético. Los problemas surgen cuando se in-
tenta distinguir el leninismo y el stalinismo, dilucidan-
do si se traté de una continuidad o de una ruptura.
Sin entrar en la cuestién es facil comprobar en los es-
critos de Lenin la apologia de Ja violencia; “Los marxis-
tas no hemos olvidado nunca que la violencia acompa-
fiard inevitablemente a la bancarrota del capitalismo en
toda su amplitud y al nacimiento de la sociedad socia-
lista”. Con este criterio se modelé un Estado dotado de
un fuerte componente de asiaticidad, de despotismo,EL SIGLO XX: MIRANDO HACIA ATRAS PARA VER HACIA DELANTE, 72
sin los contrapesos ni garantfas que las filosofias politi-
cas imperantes en Europa occidental habfan fabricado
desde el siglo xIx. Partimos del supuesto de elementos
comunes entre los tres modelos clasicos: fascismo, na-
zismo, stalinismo. La apologfa de la violencia aparece
como un primer nexo. .
Il. LAS RA{CES LEJANAS
Se ha considerado la guerra del 14 como el contex-
to en el que surge el totalitarismo, tanto el soviético
como el italiano y el alemdn. Pero la cronologia no de-
be ser tomada de forma tan literal. Hubo fenémenos
de fondo a lo largo del xix y alguno incipiente en el
transito de siglo que contribuyeron a su maduracién.
Vedmoslo de forma poco mas que enunciativa.
En el xix, un siglo de nacionalismos, se consolidé
una corriente ideolégica de exaltaci6n del papel del Es-
tado, que tuvo su pensador mas hicido en Hegel. El fi-
lésofo aleman no se propuso en ningin momento
orientarse hacia cotas de anulacién del individuo, pero
lo entenderfan de otra forma algunos intérpretes. La
dialéctica hegeliana le servirfa a Marx para analizar las
contradicciones del capitalismo y su inevitable fracaso.
La trascendencia del Estado serfa magnificada por al-
gunos de los pensadores germanos prenazis (el novelis-
ta Dahn, Diihring, Spengler, Van der Bruck).LAS IDEOLOGIAS TOTALITARIAS 73
Por detras de las ideas sobre los modelos de organi-
zacién social ha de escudrifiarse un fendmeno demo-
grafico de fondo, la explosién censal de las naciones
europeas, a la que se dieron tres respuestas: emigra-
cién, imperialismo, autoritarismo. La espita de la emi-
gracién fue una salida, caso de la joven Italia; la pro-
yeccién imperial fue la vdlvula para Gran Bretafia; en
otras naciones se acusé con mas fuerza el autoritaris-
mo, como ocurrié en la Rusia zarista. El fenémeno de
la proyeccién exterior aparece en la mayoria de las”
grandes naciones europeas; el del autoritarismo para
gobernar sociedades mAs complejas, mds numerosas,
con creciente importancia de la urbanizacién, sdlo en
algunas. En otro sentido la denominada explosién blan-
ca ofrece relaciones de fondo, poco explicitas, con las
primeras formulaciones de la doctrina del espacio vital.
E] ntimero de por si exige sistemas de organizacién
politica mas complejos. Pero mas decisivo resulté otro
fenémeno, Ia irrupcién de las masas en la historia. To-
dos los estudios coinciden en relacionar masas-totalita-
rismo. Desde 1880 la extensién de la educacién, la
apertura de] inmévil mundo rural por la red ferroviaria
y la universalizacién del servicio militar contribuyeron
a abrir las puertas de la historia a las capas populares.
Estas masas no representaban simplemente un censo
sino un ingrediente de creciente importancia en la vida
politica por la confluencia de tres fendmenos. En pri-
mer lugar el sufragio universal masculino, implantado
en Francia en 1871, en Espafia en 1891 —con su ante-
cedente de 1868— y en Italia en 1912. En segundo lu-EL SIGLO XX: MIRANDO HACIA ATRAS PARA VER HACIA DELANTE, 74
gar la articulacién del sindicalismo, que deriv6é en el
arma de la huelga general, debatida en los Congresos
obreros. En respuesta, como tercer fenémeno, la apari-
cién de partidos de masas en vez de partidos de nota-
bles. Se trataba por tanto de masas activas, que preten-
dian un papel.
De ellas hablan multiples pensadores. Ortega en “La
rebelion de las masas” profundizé en la psicologia del
hombre masa. Con gran finura intelectual, Marafién
distinguié entre masa caética y masa organizada, aun-
que quizds no acierte en el adjetivo porque al decir
caética se referfa simplemente a la muchedumbre en
su acepcién pasiva. “Otra cosa es la masa organizada,
la del gesto, en la que lo caracteristico es la pérdida
absoluta de la individualidad de los hombres que la
componen. En esta masa organizada, cuyo arquetipo es
el ejército, el individuo deja de actuar como tal indivi-
duo” (“Ensayos liberales”). Y apunta una observacién
de gran interés para comprender la psicologia de la
masa gobernada por el lider totalitario, la colaboracién
emocional, el poder de fascinacién que el lider ejerce
sobre la masa y que no podria ejercer sobre el indivi-
duo aislado.
En opinion del historiador aleman Gerhard Ritter la
voluntad popular se expresa en Asambleas, pero cuan-
do el numero es grande se recurre a transferir la vo-
luntad popular a un hombre. Hanna Arendt en “Los
origenes del totalitarismo” subraya la presencia de lasLAS IDEOLOGIAS TOTALITARIAS 75
masas como factor fundamental en el fascismo. La pro-
Ppaganda totalitaria las impele a actuar, les crea un
mundo imaginario, presidido por la devocién ciega al
jefe, concluyendo que “los movimientos totalitarios son
organizaciones de masas de individuos atomizados y
aislados”.
El imperialismo decimonénico es considerado como
otro proceso antecedente en versiones que incluso de-
tectan algtin rasgo pretotalitario en manifestaciones del
nacionalismo. Meinecke lo sefialé en Alemania, Namier
en algunos intelectuales del 48, Bertrand Russell y
Khon en el Risorgimento, Valsechi en el abate Gioberti,
Mac Smith y Gramsci desde posiciones distintas —la
del historiador profesional y Ja del politélogo— en va-
rias fases de la Italia contempordnea. Hanna Arendt de-
dic6é una de las partes de su estudio cldsico sobre los
origenes del totalitarismo a examinar el imperialismo,
donde considera antecedentes algunas manifestaciones
justificatorias de la colonizacién alemana, inglesa y
francesa, entre ellas el orgullo racial —perceptible en
textos de Kipling—. El precedente mas claro viene tra-
zado por las doctrinas racistas (Chamberlain, Gobineau)
y por los movimientos “pan” que proliferaron en los dos
ultimos decenios del XIx.
Debe considerarse la transformacién experimentada
por el capitalismo en el ultimo cuarto del siglo xIx.
Con la fusion del capital industrial y bancario y la apa-
ricién de cartels y konzern se modificé profundamenteEL SIGLO XX: MIRANDO HACIA ATRAS PARA VER HACIA DELANTE 76
la naturaleza de las relaciones sociales. Al capitalismo
de fabrica y concurrencia sucedi6 el capitalismo mono-
polistico, uno de los impulsores del fenédmeno del im-
perialismo, examinado con 6pticas opuestas por Lenin
y Rostow. Esta transformacién produjo un intenso éxo-
do rural hacia las ciudades y hacia otros continentes
de nueva explotacién. En el plano social una parte de
las clases medias se aproveché de los beneficios de la
segunda revolucién industrial; otros sectores, por el
contrario, se vieron. amenazados por una nueva ola de
proletarizacién. Fue el caso de artesanos, pequefios co-
merciantes, intelectuales, modestos industriales. Entre
los vencidos por la industrializacién se extendié un cla-
mor de rechazo que proporcioné seguidores al anar-
quismo, al sindicalismo violento y al primer fascismo.
Si la primera revoluci6n industrial habia articulado los
grupos obreros en que predicé su evangelio redentor el
socialismo, la segunda delimité sectores de clases me-
dias en alianza con grupos’ campesinos, artesanos e in-
telectuales prestos 4 seguir la bandera ‘iconoclasta del
fascismo, Y si el socialismo habfa surgido como una
ideologia de clase, el fascismo, por la diversidad de sus
soportes sociales, apareceria como un ideario vagamen-
te interclasista.
Finalmente, en el transito de siglo, irrumpe en el
campo de la cultura, incluso en la ciencia, el irraciona-
lismo. Las paginas de Bergson o de Nietzsche hicieron
trizas el pensamiento légico. Los “Principia Mathemati-
ca” de Whitehead y Russell afectaron los axiomas in-
conmovibles de la ciencia de Jos nimeros, con la mis-LAS IDEOLOGIAS TOTALITARIAS 77
ma fuerza que Freud conmovié los cimientos de las
ciencias médicas. En la linea de existencia de campos
que escapan al andlisis racional e incluso de rechazo
de lo racional se inscribieron movimientos artisticos.
No sin fundamento se considera el Manifiesto de Mari-
netti (1909) sobre el futurismo como un arsenal de
principios identificados con el fascismo: “Queremos
glorificar la guerra, Gnica higiene del mundo”, encabe-
za sentencias que podrian firmar Mussolini o Hitler.
Ill. LAS RACES INMEDIATAS
Hemos aludido a la primera guerra mundial como
contexto en el que se inscribe el nacimiento del totali-
tarismo. La guerra aparece relacionada con los tres
modelos clasicos en cuanto que cuarted algunos edifi-
cios politicos. En Rusia Trotski valoré lo que significa-
ba la existencia de varios millones de soldados humilla-
dos y derrotados, y los sufrimientos de sus familias,
como el elemento clave desintegrador del zarismo. A
pesar de ello se opuso posteriormente a la paz por se-
parado, impuesta por Lenin al entender que la guerra
que habia acabado con el zarismo podria ser también
la tumba de la revolucién bolchevique. En los otros dos
casos hay que referirse a las ondas del conflicto, la paz
perdida de Italia y la humillacién de Versalles en Ale-
mania, tan tenazmente explotada por los nacionalistas
y, por supuesto, por Hitler y el nazismo. En todos losEL SIGLO XX: MIRANDO HACIA ATRAS PARA VER HACIA DELANTE, 78
casos aparecen guerra y posguerra como fendmenos de-
sencadenantes.
Otto Bauer estim6 que el fascismo italiano fue el re-
sultado de tres procesos sociales intimamente relacio-
nados: guerra, crisis econédmica de postguerra con sus
tensiones sociales y merma de beneficios de la clase ca-
pitalista. Los primeros nicleos fascistas estuvieron for-
mados por oficiales de la reserva desmovilizados, que
constitufan un grupo social nostdlgico de 160.000 indi-
viduos, de los que escribié Togliatti: “Le han tomado
gusto al hecho de ser jefes, no saben ni quieren renun-
ciar a ello”. Las primeras células fascistas fueron tropas
de choque de la guerra, orgullosas de sus condecoracio-
nes, resentidas porque la patria no les habfa compensa-
do y deseosas de vestir uniforme y de dar y recibir 6r-
denes. No sélo los soldados, también los civiles habjan
sufrido y se sentfan decepcionados por los escasos be-
neficios de la paz y prestos a ofr las llamadas de los
demagogos. En la biografia de Mussolini la guerra cubre
un capitulo clave, como lo cubre en ja de Hitler, aunque
en este caso mitificada como una referencia sacral que
dio sentido a la lucha contra el enemigo interior.
La segunda raiz que se debe examinar es la crisis
de la democracia, en la medida en que el totalitarismo
es desafio y negacién de la democracia. Aparentemente
1919 sefialé el triunfo de las democracias. Habian ga-
nado la contienda y demostrado su capacidad para la
movilizacion de todas las energias nacionales. Un infor-LAS IDEOLOGIAS TOTALITARIAS 79
me de la Fundacién Carnegie en 1919 comprobé la
complejidad de la movilizacién y la flexibilidad de la
respuesta en las sociedades democraticas. Pero para
quien escrutara fendmenos de fondo no pasaban desa-
percibidos ciertos procesos que sugerian la crisis del
modelo. En la guerra se habfan concentrado las deci-
siones en el ejecutivo y podria deducirse que en los
momentos cruciales los parlamentos constituyen una
rémora, que es preferible la unanimidad y las decisio-
nes instantaneas. El concepto mismo de guerra equiva-
le a derrota del mas débil. De ahi se dedujo que el mo-
delo parlamentario configuraba un modelo de preguerra.
A la crisis de la democracia contribuyeron errores
funcionales, sefialados certeramente por Duverger. La
aplicacién de la proporcionalidad pura de las consultas
electorales desembocé en modelos inestables en los ca-
sos en que ningtin partido disponia de la mayoria sufi-
ciente para gobernar. Duverger sefiala ademas el “parla-
mentarismo racionalizado”, el modelo en que una
reglamentacién estricta favorecia el bloqueo del debate.
En un continente inestable, sacudido por las ondas del
conflicto, la democracia parecia a muchos una reliquia
decimonénica. ‘Sorel con su estilo directo dedicé parra-
fos desdefiosos al “charco democratico”. El odio a la
democracia fue confesado por Maurras como su pa-
sién: “nuestro odio por la democracia y por el princi-
pio, absolutamente falso, del ntimero”.EL SIGLO XX: MIRANDO HACIA ATRAS PARA VER HACIA DELANTE 80
La debilidad de la democracia emerge en todos los
casos como elemento determinante del triunfo de la
ideologia totalitaria. En Rusia la falta de apoyos a
Kerenski provocé su derrota. Los gobiernos italianos de
posguerra se caracterizaron por una inestabilidad que
parece haberse convertido en endémica en la Italia con-
tempordnea. En el triunfo del nazismo ha sefialado Bra-
cher los mismos errores funcionales y la debilidad de la
Republica de Weimar como determinantes.
En esos afios de incertidumbre ha de anotarse otra
raiz de naturaleza social, la fascinacién de la muche-
dumbre. Hanna Arendt ha dedicado sugeridoras pagi-
nas a desarrollar el concepto de fascinacién, en las
cuales se describe a la muchedumbre que se deja fana-
tizar por una personalidad atractiva. Se trata de reac-
ciones psicolégicas colectivas conocidas de forma intui-
tiva por los demagogos. La fascinacién como fenémeno
social fue explotada por Hitler, sabedor de que en de-
terminadas circunstancias la masa se deja contagiar
por la personalidad del comunicante, al margen de ia
autenticidad de los valores que predica.
Menos claro en el caso soviético, hibrido de éxpe-
riencias asidticas, en los fascismos occidentales se dio
en gran escala la explotacién de las angustias del hom-
bre europeo: desempleo, explotacién, deshumanizacién
de la vida urbana, afioranzas del mundo rural, aplasta-
miento de los individuos por la burocracia, descrédito
de la politica. El fascismo, y en general el totalitaris-LAS IDEOLOGIAS TOTALITARIAS 81
mo, pretendia tener soluciones para todo, aunque lo
tmico que verdaderamente solucioné, en el caso del na-
zismo, fue el paro, procediendo en los demas temas a
sustituir la libertad por la fe.
IV. UNA OJEADA A LAS VERSIONES
Por la complejidad y trascendencia del fenémeno se
han aproximado a los totalitarismos tanto historiadores
y politélogos como socidlogos y psicélogos.
Mientras el modelo soviético permanecia aislado, en
Ja penumbra de su situacién periférica, los contempord-
neos examinaron con avidez el ascenso del fascismo. Se
hablaba de enfermedad de Europa y de experiencias-pa-
réntesis. Fascismo y bolchevismo serfan producto de
minorfas audaces que escalaron el poder pero carecfan
de arraigo en la tradici6n europea de amor a la liber-
tad. La hipotesis del fascismo como crisis de civiliza-
cién, y como tal crisis pasajera, fue defendida por Be-
nedetto Croce, y completada luego por sucesivas
generaciones de historiadores germanos (Meinecke en
los afios treinta, Ritter en los cincuenta, Golo Mann en
los sesenta).
Los autores marxistas han interpretado el fascismo
en términos de lucha de clases, considerdndolo instru-
mento de defensa del gran capital. En diferentes fechas
Angelo Tasca y Daniel Guerin desarrollaron esta ver-EL SIGLO XX: MIRANDO HACIA ATRAS PARA VER HACIA DELANTE, 82
sién. Aceptada por los dirigentes politicos de la MM In-
ternacional Ja versién del fascismo como contrarrevolu-
cién facilitaron fatalmente su expansién, pues durante
bastantes afios los partidos comunistas y en ocasiones
los socialistas propugnaron la lucha conjunta contra to-
dos los partidos burgueses. La variante bonapartista, la
conjuncién de gran capital y un hombre providencial,
aparece en uno de los estudios mds importantes, el de
Otto Bauer, y con otros postulados en los andlisis de
Gramsci. Otto Bauer analiz6 el lenguaje camaledénico
del fascismo, variable segtin su auditorio estuviera for-
mada por el pueblo, con discursos contra la burguesfa,
los capitalistas, a quienes se advertia de la amenaza
obrera, o los intelectuales, a los que se les reiteraba la
amenaza del enemigo exterior.
La mas destacada socidloga que se ha ocupado del
totalitarismo, Hanna Arendt, la ha enmarcado dentro de
fendémenos de media duracién, que desmontan la tesis
del “mal suefio” de Croce. Otros socidlogos (Friedrich y
Brzezinski) han enumerado los rasgos del fascismo. Por
otra parte debemos a psicdlogos la formulacién de de-
terminadas versiones psicosociales, que hunden su ana-
lisis en la caracterizacién tipolégica de la personalidad
autoritaria (Adorno) o en ciertas desviaciones de la psi-
cologia colectiva, “el miedo a la libertad” (Erich
Fromm), o en determinados fenémenos psicopaticos
(Wilhelm Reich, 1946).LAS IDEOLOGIAS TOTALITARIAS 83
Gaetano Salvemini en sus lecciones de Harvard pre-
senté la tesis de la contrarrevolucién preventiva, que
tanto se ha aplicado en miltiples casos historicos. La
amenaza de la revolucién proletaria lanzé al gran capi-
tal en manos de un salvador, un dictador. Nos parece
que esta versién ofrece un paralelismo con la de Marx
sobre el 48 y Napoleon III.
Si Payne ha escrito sobre la diversidad e intensidad
de los fascismos intentando una taxonomfa, otros auto-
res han insistido en la variedad de modelos totalitarios.
La versién extensiva de Barrington Mocre quizds peque
de imprecisa. De mayor interés para los historiadores
es la obra de De Felice, a quien debemos el mas acaba-
do estudio de la Italia de Mussolini y un Diccionario
que sirve de guia en la selva de fenémenos emparenta-
dos con el fascismo. Como sintesis nos parece sugesti-
vo el andlisis de Milza, con la aplicacién de criterios
espaciales y temporales. Milza sefiala cuatro etapas en
la aparicién y desarrollo del fascismo, y sélo en la
cuarta, ya consolidado en el poder, aparece como un
modelo totalitario.
Polémico aunque fecundo ha sido el estudio de
Sternhell. Su caracterizacién del fascismo como un mo-
vimiento antiburgués en vez de antiproletario —lo que
creemos que seria mds aplicable a los populismos lati-
noamericanos— y su tesis de que el laboratorio doctri-
nal fue Francia y no Alemania o Italia ha provocado
réplicas.EL SIGLO XX: MIRANDO HACIA ATRAS PARA VER HACIA DELANTE 84
V. EL ENTRAMADO IDEOLOGICO
Las ideologias totalitarias no aparecen como un sis-
tema coherente de ideas. Asi se ha sefialado repetidas
veces. Friedrich y Brzezinski enunciaron sus rasgos co-
munes en cuanto métodos de conquista y de ejercicio
del poder, pero no creen se trate de una nueva filosofia
politica. Duverger apunté: “No existe filosoffia fascista
ni doctrina fascista; existen mitos”. Esta carencia de ar-
ticulacién ha sido proclamada con orgullo por sus figu-
ras histéricas. “Nosotros, los fascistas, no tenemos una
doctrina preformulada, nuestra doctrina es la accién”,
pontificé Mussolini en 1919. El totalitarismo no ha te-
nido un Locke, o un Rousseau, o un Bentham. Los li-
bros sagrados de los tres modelos, “El Estado y la Re-
volucién” de Lenin, “Mein Kampff’ de Hitler y “El
Estado fascista” de Mussolini aparecen antes como bi-
blias de la revolucién que como tratados tedricos acer-
ca del modelo de Estado que proyectaban. En cual-
quier caso la falta de encadenamiento légico no nos
exime de sefialar algunas de las ideas motrices.
1) Omnipotencia del Estado
Seguramente sea éste el distintivo esencial del totali-
tarismo. “Todo en el Estado, nada fuera del Estado”,
pontificé Mussolini. Los individuos se encuentran total-
mente subordinados al Estado y en consecuencia no
existe una legislaci6n amparadora de sus derechos, queLAS IDEOLOGIAS TOTALITARIAS 85
quedan subsumidos en categorias abstractas: Patria,
Nacién, Estado. En oposicién a los democraticos, el
Estado totalitario no tolera la separacién de los pode-
res; en el orden politico se aniquila toda oposicién; en
el intelectual, el Estado disfruta del monopolio de la
propaganda y la verdad. Si nos atuviéramos a los tex-
tos legales tan sélo, en la Unién Soviética garantizaron
Jas sucesivas Constituciones (1918, 1924, 1936) la de-
fensa de una serie de derechos, pero su ejercicio se su-
bordinaba a los intereses generales, lo que dejaba en
manos de la autoridad el juego del derecho y la arbi-
trariedad. La Constitucién de 1977 insistfa: “El ejercicio
de los derechos y libertades es inseparable de la ejecu-
cién de sus obligaciones por el ciudadano”. Para cono-
cer en qué se convirtieron los derechos individuales en
el seno de un poder absorbente bastaria leer "La inso-
portable levedad del ser”, la extraordinaria novela de
Milan Kundera. O recordar “1984” de Orwell, la gran
radiografia literaria del totalitarismo.
2) Exaltacién de las emociones violentas
Creemos que esta nota debe limitarse a los regime-
nes fascistas y resulta de dificil aplicacién al soviético.
En este aspecto el régimen comunista aparece mas
identificado con las dictaduras autoritarias clasicas, que
procuraron la desmovilizacién de la multitud. Salvo en
el perfodo de la “gran guerra patria” contra los alema-
nes, la imagen tépica y seguramente exacta del “homoEL SIGLO XX: MIRANDO HACIA ATRAS PARA VER HACIA DELANTE, 86
sovieticus” es la del individuo alejado de la politica, su-
mido en una ignorancia total de la realidad por falta
de informacién y por la presién paralizadora del poder.
En contraste la muchedumbre fanatizada, vociferante,
centra la imagen emblematica de los regimenes fascistas.
El credo totalitario rechaza la raz6n como orientadora
de Ja conducta y prima los sentimientos aptos para
arrastrar a las masas. De este principio emana la des-
confianza hacia intelectuales, filésofos y profesores, en
general reticentes a dejarse arrastrar por el torbellino de
las emociones primarias, en las que se considera obliga-
cién civica el valor irracional y se canta a la muerte.
3) Culto al hombre providencial
Se trata de la palingénesis de una idea ancestral, el
culto al caudillo, al jefe de la tribu; en parte supone la
exhumaci6n de un sent! ioso, el mito del
Salvador, una forma de latria laica en la que se reem-
plaza la divinidad por un hombre divinizado. En esta
divinizacién coincidieron los tres modelos: Mussolini,
Hitler y Stalin fueron envueltos en una liturgia similar.
EI totalitarismo fabrica pieza por pieza la personalidad
carismatica, la que en la orwelliana “1984” recibe el
nombre irénico de “Gran Hermano”.
nto reli;
E] culto mas conocido, quizds por la verbosidad ita-
liana, es el tributado al Duce. La propaganda invento elLAS IDEOLOGIAS TOTALITARIAS 87
lema “Mussolini siempre tiene razén”. En “El vuelo del
Aguila” se sugiere casi una relacién sexual lider-pueblo:
“Jovenes, viejos, hombres, mujeres, estan literalmente
poseidos, compenetrados con él’. En las escuelas de
Italia se ensefiaba un credo que parafraseaba el] texto
religioso transfiriendo el culto al solo lider verdadero
en la persona de Mussolini. Y se remachaba el ritual
escolar con rétulos de este tenor: “Bendita sea tu hora
que conduce a la grandeza de Italia”. En Alemania el
culto al Fiihrer se convirtié no sdélo en el eje de la polf-
tica, como ha sefialado Kershaw, sino incluso en el
centro de la cultura nazi, como ha acreditado Mosse.
Saludos, juegos, deportes, obras publicas, climatologfa
(“el tiempo del Fuhrer” era sindnimo de soleado), acti-
vidad laboral, todo se colocé bajo la invocacién del
gran conductor. El sintagma “Heil Hitler” debia cerrar
todos los comunicados y cartas, aunque, en un Ultimo
esfuerzo por no perder el sentido del ridiculo, se excep-
tuaron de la obligacién las cartas de despido de las
empresas. En la Union Soviética el culto a Stalin, aun-
que nos resulte menos conocido por el hermetismo del
régimen, se caracteriz6é por las mismas toneladas de in-
cienso adulatorio. “Dirigente, maestro y amigo”, se titu-
la un cuadro de Shegel de 1937, que resume los diti-
rambos aunque falte el mds repetido y cordial de “el
Padrecito”. Esta deificaci6n autopromovida harfa escue-
la en los otros regimenes comunistas, donde otros “pa-
drecitos” igualmente severos recibirian la liturgia oficial
del reconocimiento de su infalibilidad.EL SIGLO XX: MIRANDO HACIA ATRAS PARA VER HACIA DELANTE 88
4) Desigualdad de los seres humanos
Frente a la democracia, que predica la igualdad
esencial de los seres humanos, el totalitarismo se apoya
en la desigualdad, lo que deriva en la afirmacion elitis-
ta del gobierno de la minorfa, sea ésta el partido 0 la
nomenclatura. Si dentro existia una minoria a la que
correspondfa gobernar, hacia el exterior se pregoné la
superioridad del propio pueblo o la raza, premisa que
tendria graves repercusiones internacionales. Ebenstein
ha sintetizado con claridad el diagrama de jerarquias
en los regimenes totalitarios: los soldados son superio-
res a los civiles, los miembros del partido a quienes no
pertenecen a él, la nacién propia a las restantes nacio-
nes, los fuertes a los débiles, los varones a las mujeres.
En éste ultimo punto, segtin el cdédigo fascista, las mu-
jeres deben reducir sus funciones a las tres kas (kinder,
kiiche, kirche —nifios, cocina, iglesia—), asignacién que
supone, una vez mas en lo que al fascismo se refiere,
una involucion, una orientacién inversa a la de la mar-
cha de la historia. Aunque mds dramaticas consecuen-
cias tuvo el dogma de la desigualdad de las razas hu-
manas, lo que fundamenté tedricamente los crimenes
de la persecucion racial.
5) Hipernacionalismo
Si ciertas expresiones del nacionalismo parecieron a
Hanna Arendt precursoras del totalitarismo, la cristali-LAS IDEOLOGIAS TOTALITARIAS 89
zacion de la ideologia totalitaria no prescindié del in-
grediente nacionalista elevado a su mdxima expresién.
“El fascismo practica la religién de la patria’, anotd
con orgullo Gorgolini, y en la misma linea declaré
Mussolini en visperas de la Marcha sobre Roma:
“Nuestro mito es la nacién. Nuestra misién es la gran-
deza de la nacién”, Esta exaltaci6n asumié caracteres
de culto religioso: “Italia divina”. En el nacionalsocialis-
mo se fundieron misticamente caudillo y nacién. “Adolf
Hitler es Alemania y Alemania es Adolf Hitler”.
No podria predicarse la grandeza de la nacién sino
apoyada sobre la fuerza militar. El militarismo surge
como otro rasgo totalitario y las fuerzas armadas se
erigen en modelo organizativo de la sociedad politica.
Y, en consecuencia légica, se exalta la guerra. “Sélo la
guerra eleva todas las energias al mdximo de tensién e
imprime el sello de la nobleza a los pueblos”, sentencia
en la voz “fascismo” la “Enciclopedia Italiana” redacta-
da durante el régimen. El nacionalismo exultante tuvo
su horizonte en la forja de un imperio, imperio medite-
rraneo para Mussolini, ungido por las nostalgias de la
Roma Antigua. El concepto politico de IM Reich con su
pretensién milenarista respondié a la misma pulsién, y
Hitler alumbrarfa la doctrina del espacio-vital, que pro-
porcion6 una apariencia de necesidad a la proclama-
cién de los ideales imperiales.EL SIGLO XX: MIRANDO HACIA ATRAS PARA VER HACIA DELANTE, 90
6) Mistica de la juventud
Encontramos en la consideracién de la juventud
otra nota distintiva entre los fascismos y el comunis-
mo. En la Unién Soviética el proceso de burocratiza-
cién desembocé en una gerontocracia, sin otra renova-
cién de la clase politica que la que Stalin decidia
aplicar por el método quirtrgico de la depuracién. Es
mas, la larga dictadura stalinista contribuy6 a la no in-
tegracién de las generaciones jévenes; el asesinato de
Kirov en 1934, probablemente instigado por Stalin, fue
una prueba del recelo que despertaban los alevines en
las trincheras de los revolucionarios de primera hora.
Caso diferente serfa el de otras experiencias de cuyo
andlisis prescindimos en este momento, como la revo-
lucién cultural maojfsta o los jemeres rojos camboya-
nos. Por contra los regimenes fascistas insertaron en
sus proclamas la nocién del relevo biolégico; a un nue-
vo régimen corresponderfa un nuevo tipo humano. Y se
procedié a movilizar y encuadrar a adolescentes y jéve-
nes, a quienes se predic6 poéticamente una vida al aire
libre, plena de sacrificios y renuncias. Goebbels legé a
decir que en Alemania gobernaba la juventud.
7) Violencia y victima propiciatoria
Un cédigo de conducta basado en la violencia nu-
trié la tactica de la conquista del poder tanto en el ca-
so de los bolcheviques como en el de los fascistas y na-LAS IDEOLOGIAS TOTALITARIAS a
zis, artistas consumados en los métodos del escuadris-
mo. La imagen dual y simplificada del mundo que ela-
boraron en todos los casos los movimientos totalitarios
justificarfa el recurso a la fuerza. También aquf se pro-
dujo la palingénesis de mitos ancestrales, que sitian al
enemigo fuera, o mds simplemente se considera que to-
do lo de fuera, allende el partido o allende las fronteras
nacionales, es enemigo. La violencia contra las mino-
rfas y disidentes ofrecia la ventaja de la cohesién politi-
ca de los verdugos, como ha subrayado Kiinhl. EI stali-
nismo alcanz6 cotas mas altas en la represién, pero las
investigaciones mds recientes, basadas en la documen-
tacién consultable tras la apertura limitada de los ar-
chivos soviéticos, permiten comprobar que las expresio-
nes de Lenin de “aplastar a los opresores” retrataban
un poder concebido como aplastamiento, que termina-
ria por considerar “opresores” a un grupo impreciso y
cada vez mds amplio de disidentes y sospechosos.
VI. EL ESTADO TOTALITARIO
Examinados los principios teéricos, se indican a
continuacién los que informaron la prdctica del poder
una vez conquistado, puesto que fue la accién lo que
verdaderamente definio el totalitarismo en su sentido
pleno.EL SIGLO XX: MIRANDO HACIA ATRAS PARA VER HACIA DELANTE, 92
1) La propaganda argamasa social
Violencia y propaganda constituian dos caras de la
misma moneda en los modelos totalitarios, como soste-
nia el teédrico nazi Eugen Hamadowski. E] adoctrina-
miento continuo se convirtié en expresién de la activi-
dad del poder. Como se anota en los “Hitlers
Tischgesprache”, los cuadernos que recogen sus conver-
saciones, Hitler estaba convencido de que una idea mil
veces repetida terminaba convirtiéndose en verdad en
el sentido social de la palabra, porque se convertia en
idea asumida por la comunidad. En “Mein Kampf” sos-
tuvo que la capacidad de la masa es limitada y por
tanto el adoctrinamiento habria de reducirse a nocio-
nes muy simples, para que “el ultimo’ de los oyentes
pueda captar la idea”.
Frente a la desconfianza que despertaban libros y
escritores, el totalitarismo exalta y cree en el poder de
ja palabra hablada, menos propicia a la reflexi6n. Los
simbolos, como la cruz gamada, los estandartes, la ves-
timenta uniformada, se convirtieron en otros recursos
identificatorios. Para que palabra y simbolos asumieran
en toda su plenitud sus potencialidades de cohesién de
la masa social desempefaron una funcién insustituible
los grandes escenarios. En Munich la Koenigsplatz,
flanqueada por los pérticos neocldsicos, o la vastedad
de los espacios de Nuremberg, o el gran estadio olimpi-
co de Berlin, fueron lugares idéneos para la comunién
del pueblo con el lider, como lo fue la Plaza Venezia enLAS IDEOLOGIAS TOTALITARIAS 93
Roma. En contraste, salvo en los desfiles conmemorati-
vos, el totalitarismo soviético, que desmovilizé al pue-
blo, evit6 estos escenarios para la comunién del con-
ductor y la masa de los ciudadanos.
2) Un partido tinico
Hablar de partido dentro del modelo totalitario su-
pone una paradoja seméntica, porque en la realidad se
trataba de un todo que monopolizaba el ejercicio del
poder. En el modelo comunista el partido, vanguardia
de la clase obrera, interpretaba los intereses generales,
aunque Stalin lo vacié y convirtié en una clase buro-
cratica. En Italia termin6é por identificarse con el Esta-
do. En Alemania se estructuré un modelo dual,
Estado-partido, donde éste repetia la estructura estatal
y termino por ser el elemento determinante, del que
fueron naciendo las S.A. en 1922, las SS en 1925 y las
Waffen SS, a quienes se asignaron funciones especiales
durante la guerra mundial. Una ley de julio de 1933
disponia: “En Alemania existe como unico partido polf-
tico el partido nacionalsocialista aleman de los trabaja-
dores”. En la eliminacién de la pluralidad de partidos
politicos coincidieron los tres regimenes. Seguramente
se trata de otro rasgo inexcusable del totalitarismo,
opuesto al debate e inclinado al dogma indiscutible.EL SIGLO XX: MIRANDO HACIA ATRAS PARA VER HACIA DELANTE 94
3) Estado permanente de ilegalidad
E] totalitarismo sittia las decisiones del poder estatal
por encima y al margen de cualquier limite y en conse-
cuencia no se sometian éstas al corsé de la legalidad.
Los nazis ni siquiera se molestaron en derogar la Cons-
titucién vigente, la de Weimar. Stalin promulgé la
Constitucién de 1936, en la que se contemplaban cier-
tas garantias para los ciudadanos, el mismo afio en que
el inicio de los grandes procesos conculcaba cualquier
garantia. A pesar de las discusiones que suscitaron en-
tre los contempordneos, los procesos representaron la
negacién del derecho y la instrumentalizacién absoluta
de la justicia al servicio de un designio politico. “El ce-
ro y el infinito” de Arthur Koestler representa una de
las denuncias literarias mds penetrantes del sistema de
justicia totalitario.
En los procesos de Moscti se produjo lo que Hanna
Arendt denomin6 concepcion totalitaria del delito, “ba-
sada en la anticipacion légica de los desarrollos objeti-
vos”, es decir, no un hecho cometido sino una previ-
sion de una posible infraccién decidida por las
instancias estatales.
4) Plenos poderes de la policia secreta
Los nuevos jueces, los que calificaban los delitos y
decidfan la sancién, eran los miembros de la policiaLAS IDEOLOGIAS TOTALITARIAS 95
del Estado, Gestapo en Alemania, NKVD en la Union
Soviética. A sus intendentes se les confirié un poder in-
controlado. Detenfan, incomunicaban, castigaban, al
margen de cualquier tribunal. La NKVD podria ser con-
siderada una continuacién de la Okrana zarista, lo que
respaldaria la versién de Stalin como zar rojo, un dés-
pota del siglo xix al frente de una sociedad del siglo
XX que pretendfa erigirse en modelo de la sociedad fu-
tura. Stalin disefié un estado policial. La policia dispo-
nfa de fuerza militar, con unidades de tanques que ga-
rantizaban una intervencién inmediata en caso de
emergencia, y comprendia entre sus atribuciones la vi-
gilancia de fronteras, el cumplimiento de condenas de
trabajos forzados, el exilio interno o externo de los ciu-
dadanos molestos, el control del contraespionaje. Una
vez mas un texto literario capta en toda su extensién
esta institucién de mil tentaculos, “Los hijos del Arbat”
de Anatoli Ritakov, que tantos paralelismos ofrece, en
nuestra opinién, con “Resurreccién” de Tolstoi, el gran
relato en el cual se denunciaba la justicia y policia za-
ristas. En cuanto a Alemania, un libro reciente y polé-
mico, el de Goldhagen, “Los verdugos voluntarios de
Hitler”, ha pretendido aminorar la extensién de la Ges-
tapo, incapaz segtin el historiador de Harvard de vigilar
a todos los ciudadanos, pero otros estudios sobre los
archivos policiales, desde el de Jacques Delarue al de
Rotert Gelatelli, no respaldan tal insuficiencia del siste-
ma de vigilancia de los ciudadanos por las instituciones
policiales nazis.EL SIGLO XX: MIRANDO HACIA ATRAS PARA VER HACIA DELANTE 96
5) Terror
Los campos de concentracién se convirtieron en un
instrumento fundamental para la instauracién del Esta-
do totalitario, como probé en su dia el estudio clasico
de Olga Wormser-Mignot sobre los campos nazis. No
insistiremos en tema tan conocido, estudiado desde to-
dos los puntos de vista por una bibliograffa amplisima.
La coincidencia de los campos nazis y de los campos
stalinistas sefiala un denominador comtin de los mode-
los totalitarios. Recordemos una vez mas una versién
literaria, la de Solzenitsin. No se trataba de presos cla-
sicos, sino de detenidos que perdian su condicién hu-
mana, “cadaveres vivos” en expresion de Hanna Arendt,
y que se convertian en victimas de una concepcién mili-
tarizada del conflicto social. Si bien las investigaciones
recientes (Pipes, Werth, Volgokonov) han acortado la
distancia entre Lenin y Stalin, serfa este ultimo el capaz
de implantar un reinado de la vigilancia y la descon-
fianza. El terror stalinista fue denominado por Walter
Laqueur un “hecho tnico en la historia mundial”, mas
cruel y arbitrario que el de Hitler, quien focaliz6 el te-
rror en unos grupos determinados. Las Memorias de
Ivanov-Ramzunik, Margarete Buber-Neuman y Sivanie-
wicz, los testimonios de dirigentes del espionaje exilia-
dos, como Krivitski y Anton Ciliga, nos aproximan a es-
ta geografia del terror.
El calculo de Robert Conquest de 5 millones de
detenidos hasta 1937 y otros 7 millones a partir deLAS IDEOLOGIAS TOTALITARIAS 97
ese afio, de ellos 1 millén de ejecutados y 2 millones
de fallecidos de hambre, enfermedad y extenuacién en
los campos, parecia ser el més consistente, pero el
propio Conquest lo ha revisado al alza (1990). Dallin
y Breslauer han descrito “una atmésfera omnipresente
de angustia”, donde ningiin grupo podia sentirse in-
mune.
VII, CONCLUSIONES. DIFERENCIAS ENTRE LOS TRES
ENSAYOS TOTALITARIOS CLASICOS
Existieron multiples coincidencias entre los tres re-
gimenes totalitarios examinados, al menos en tres pun-
tos: una politica exterior expansiva, un modelo de Esta-
do que antepone el poder a los derechos civicos, el
culto al lider carismatico. Con respecto a este tltimo
punto no deja de ser sintomético que el gran historia-
dor brit4nico, Alan Bullock, que se convirtiéd en los
afios cincuenta en gran figura de la historiografia euro-
pea con una biograffa sobre Hitler, haya rematado su
brillante trayectoria investigadora con un estudio en
paralelo de Hitler y Stalin.
Pero también es posible sefialar diferencias, al me-
nos en cuatro terrenos.
1°. Politica racial. En Alemania las severas leyes
emitidas en Nuremberg sobre la pureza de la raza aria
perseguian la mezcla con sangres inferiores. De formaEL SIGLO XX: MIRANDO HACIA ATRAS PARA VER HACIA DELANTE, 98
tan tajantemente expresada no es posible encontrar le-
gislacién paralela en ningtin pafs europeo, inclufda la
Italia de Mussolini, aunque el “Manifiesto de defensa
de la raza” de 1938 marca el inicio de una mimesis por
Italia de Jas pretensiones de pureza étnica que inspira-
ban a su aliado en Berlin. En la Union Soviética el du-
ro tratamiento a los pueblos alogenos parecié respon-
der a criterios de politica general y no estrictamente de
politica racial. Aunque, apuntemos, la enigmatica per-
sonalidad de Stalin podria deparar algunas sorpresas,
puesto que en las Memorias de Svetlana Stalin se ano-
ta la obsesién de su padre por los judfos, reminiscencia
de otros mitos familiares en tierras mds occidentales.
2°. Funcion del Partido. En Italia se identificé con el
Estado y resultaba obligatoria la inscripcién para cual-
quier funcionario, profesor o magistrado. En el III
Reich se procedi6 a una estructura dual, separando
partido y Estado. Nos parece que el modelo soviético
se aproxim6 bastante mds al italiane que al nazi. Por
otra parte la depuracién continua de sus elementos re-
present6 un rasgo singular, que no tuvo paralelismo en
su vastedad obsesiva con las potencias fascistas.
3°. Economia. En respeto de sus principios no pue-
de el Estado totalitario inhibirse de la economia, pero
las diferencias son perceptibles. El mussolinismo
procedié a un dirigismo vago con planes de denomina-
cién bélica: “batalla del trigo”, “batalla del aceite”, mien-
tras respetaba ‘la autonomia de los grandes industriales.LAS IDEOLOGIAS TOTALITARIAS, 99
Hitler intervino de forma més directa en los mecanis-
mos de produccién mediante planes cuatrienales que
tenian como objetivo la superioridad bélica, en una po-
litica que mds que de respeto fue de colaboracién con
las firmas industriales que le habian ayudado en su
conquista del poder. Totalmente diferente resulté el sis-
tema de planificacién central de la Unién Soviética,
con sus planes quinquenales, la abolicién de la propie-
dad privada y el control absoluto de la economia por el
Estado.
4°. Régimen de terror. La eliminacién de los oponen-
tes o de los diferentes fue practica generalizada del to-
talitarismo. Adquirié una grandeza tragica en Alemania.
Pero fue mas amplio y universal el sistema de terror en
Ja Rusia stalinista, en cuanto que afecté a la poblacién
en general. Evan Mandsley calcula que la colectiviza-
cién agricola provocé a partir de 1929 la deportacién
de 380.000 familias, lo que equivalia a 1,9 millones de
individuos. Para vencer la resistencia las ejecuciones al-
canzaron entre 2.000 y 3.000 diarias de 1929 a 1932.
Tras esta actuacién sobre la poblacién campesina llegé
el turno de Ja poblacién urbana. Y a continuacién, de
diversos sectores: ciipula del partido, industria, ejército,
minorfas nacionales. Y durante la guerra mundial el de
las minorfas alégenas, como prueba la matanza de
Katyn.
Hemos indicado ademds como una diferencia nota-
ble la movilizacién compulsiva de las masas en los re-EL SIGLO XX: MIRANDO HACIA ATRAS PARA VER HACIA DELANTE 100
gimenes fascistas y la desmovilizacion del comunismo.
En este sentido la Unién Soviética aparece mas vincu-
lada al mundo de las dictaduras autoritarias clasicas.
Quizds, a pasar del lenguaje redentor que pretendfa
fundar una humanidad nueva, en la Unién Soviética
catalizé6 un régimen conservador —tesis que escandali-
zaria a cuantos vieron en ella una nueva epifania, un
evangelio—, mientras Italia y Alemania representaban
sendos terremotos, que no titubearon en cuartear mu-
chos de los principios en que se asentaba la civiliza-
ci6n europea.
Dejamos abierto un tiltimo punto. Habriamos de
plantearnos si las resurgencias de los neofascismos o
neonazismos y las posibles de neocomunismos suponen
las mismas respuestas a problemas similares. Aunque
la historia no se repita globalmente considerada quizds
se repiten, a escala local o regional, los mismos erro-
res.