El Don de La Terapia - Irvin Yalom

You might also like

Download as pdf
Download as pdf
You are on page 1of 278
Irvin D. Yalom El don de la terapia Traduccion de Jorge Salvetti wn Yalom, irving Eldon de fa terapla.- 6 ed, — Buenos Aires : Emecé Editores, 2007. 288 p. ;22x14 cm, ISBN 978-950-04-2374-8 1. Autoayuda 2. Superacién Personal I. Titulo CDD 158.1 Emecé Editores SA. Independencia 1668, C 1100 ABQ, Buenos Aires, Argentina wwweditorialplaneta.com,ar ‘Titulo original: The Gift of Therapy Au open letter to a new generation of therapists and their patients © 2002, Irvin D. Yalom © 2002, Entecé Editores Disefio de cubierta: Mario Blanco 6° edicion: febrero de 2007 Impreso en Printing Books, Mario Bravo 835, Avellaneda, eu el mes de febrero de 2007. Reservados todos los derechos. Queda rigurosamente prohibida, sin la autorizacton escrita de los titulares del “Copycight”, bajo Jas sanciones establecidas en las leyes, la reproduccién parcial o total de esta obra por cualquier media 0 procedimiento, incluidos Ja reprogyaffa y el tratamiento informético. IMPRESO EN LA ARGENTINA / PRINTED IN ARGENTINA ‘Queda hecho el depdsito que previene la ley 11.723 ISBN: 978- 950-04-2374-8 A Marilyn, un alma afin por mds de cincuenta afios, .. la cuenta azin sigue. INTRODUCCION _ Esté oscuro. Llego a su consultorio pero no lo puedo encontrar. Su consultorio es- td vacto. Entro y miro alrededor. Lo tinico que hay es su sombrero panamd. ¥ estd cu- bierto de telarafias. Los suefios de mis pacientes han cambiado. Las telara- flas cubren mi sombrero. Mi consultorio esté oscuro y de- sierto. No me encuentran por ningtin lado. Mis pacientes se preocupan por mi salud: ¢Estaré toda- via aqui lo suficiente como para el largo tiempo que supo- ne una terapia? Cuando parto de vacaciones temen que ja- mas vuelva. Se imaginan que asisten a mi funeral o que visitan mi tumba. Mis pacientes no me dejan olvidar que envejezco. Pero sélo cumplen con su trabajo: ¢No les he pedido que de- muestren sus sentimientos, sus pensamientos y sus suefios? Incluso los pacientes potenciales se unen al coro y, de ma- nera infalible, me saludan con la pregunta: “:Zodavia acep- ta pacientes?” Uno de nuestros principales modos de negar la muerte es la creencia en la condicién especial de la propia persona, la conviccién de que estamos exentos de la necesidad biolégi- cay de que la vida no nos trataré con la misma dureza con que trata alos demas. Recuerdo una visita que hice a un op- tometrista, hace muchos afios, debido a una disminucién de la vision. Me pregunté mi edad y luego respondis: “;Cuaren- tay ocho, eh? Si, jva justo con el cronograma!” Por supuesto, conscientemente, sabia que tenfa razon pero desde el fondo de mf se alzé un grito: “¢Qué cronogra- ma? ¢Quién se maneja por cronogramas? Me parece muy bien que usted y los demds sigan un cronograma, pero yo, por supuesto que na”. Y por eso intimida darse cuenta de que estoy entrando en un perfodo tardfo y bien definido de la vida. Mis metas, intereses y ambiciones estén cambiando de una manera predecible. Erik Erikson, en su estudio sobre el ciclo de la vida, design6 esta etapa tardia de la vida como generativi- dad, una era posnarcisista en la que la atencién pasa de la expansién de si mismo al cuidado y preocupaci6n por las generaciones siguientes. Ahora, al Hegar a-los setenta, puedo apreciar la claridad de su visi6n. Su concepto de la generatividad me agrada. Quiero pasar a los otros lo que he aprendido. Y cuanto antes. Pero ofrecer consejo e inspiracién a la siguiente gene- racién de psicoterapeutas es excesivamente problematico hoy en dfa por la gran crisis en la que se encuentra nuestra profesién. Un'sistema de salud manejado segtin razones econémicas impone una modificacién radical de los trata- mientos psicolégicos y la psicoterapia ahora est4 obligada a modernizarse —es decir, a ser, ante todo, econdmica y por ende necesariamente breve, superficial e insustancial—. Me preocupa dénde podra formarse la siguiente gene- racién de psicoterapeutas. No en los programas de forma- cién de las residencias en psiquiatria. La psiquiatria esta muy cerca de abandonar el campo de la psicoterapia. Los jévenes psiquiatras estan obligados a especializarse en psi- cofarmacologia porque quienes pagan por los tratamientos ahora reembolsan los gastos de una psicoterapia sélo si la brindan practicantes que exijan por su trabajo remunera- ciones bajas (es decir aquellos que tienen menos forma- cién). Parece un hecho cierto que la presente generacién de psiquiatras clinicos, especializados tanto en psicoterapia di- 10 i i i i { t i ndmica como en tratamiento farmacolégico, es una espe- cie en peligro de extincién. cY qué se puede decir de los programas de formacién en psicologfa clinica, la eleccién légica para Ilenar esa bre- cha? Desgraciadamente, los psicélogos clinicos enfrentan Jas mismas presiones de mercado y la mayoria de las escue- Jas de psicologia que otorgan doctorados estan respondien- do a esas presiones ensefiando una terapia orientada al sin- toma, breve y, por ello mismo, reembolsable. De modo tal que me preocupo por la psicoterapia: c6- ‘mo puede deformarse por presiones econémicas y empo- brecerse con programas de formaci6n abreviados de mane- ra radical. No obstante, tengo fe de que en el futuro una generacién de terapeutas provenientes de una variedad de disciplinas educacionales (psicdlogos, counselors, trabaja- dores sociales, consejeros pastorales, filésofos clinicos) con- tinuarén consagrandose a una rigurosa formacién de pos- grado e, incluso, en medio de la fiebre de la medicina prepaga, encontraran pacientes deseosos de un crecimien- to y un cambio profundos y dispuestos a realizar un com- promiso de final abierto con Ja terapia. Es para estos tera- peutas y para estos pacientes que escribo Bl don de la terapia. Alo largo de estas paginas prevengo a los estudiantes en’ contra del sectarismo y les aconsejo un pluralismo terapéu- tico en el que se extraen intervenciones eficaces de varios enfoques de terapia diferentes. Sin embargo personalmen- te trabajo, en su mayor parte, desde un marco de referen- cia interpersonal y existencial. De allf que la mayoria de los ‘ consejos siguientes provengan. de una u otra de estas pers- pectivas. . Desde que entré por primera vez en el campo de la psi- quiatria, siempre tuve dos intereses constantes: ja terapia il de grupo y la terapia existencial. Estos intereses son para- Jelos pero independientesm, no practico “terapia grupal existencial”; de hecho, no sé qué podria ser tal cosa. Las dos modalidades son diferentes, no sélo a causa del formato (es decir, un grupo de aproximadamente seis a nueve miem- bros frente a la situacién de uno a uno para Ja terapia exis- tencial), sino de su marco de referencia fundamental. Cuan- do veo pacientes en Ja terapia grupal trabajo desde un marco de referencia interpersonal y parto de la suposici6n de que los pacientes caen en la desesperacién debido a su incapacidad para desarrollar y mantener relaciones inter- personales gratificantes. Sin embargo, cuando opero desde un marco existencial de referencia, parto de una suposicién muy distinta: los pa- _ cientes caen en la desesperaci6n como resultado de una confrontacién con los hechos crueles de la condicién hu- mana, las condiciones o “datos” de la existencia. Dado que muchas de las propuestas de este libro surgen de un marco existencial que quizd desconozcan muchos lectores, corres- ponde una breve introduccién. Definicién de psicoterapia existencial: La psicoterapia existencial es un enfoque terapéutico dindmico que se centra en problemdticas que tienen sus raices en la existencia. Perm{tanme ampliar esta concisa definicién clarifican- do el término “enfoque dinamico”. El término dindmico tie- ne tanto un sentido vulgar como un sentido técnico. El sen- tide mas prosaico de dindmico (derivado del verbo griego dynasthai, tener fuerza o poder) y que implica la posesién de energia 0 vitalidad (por ejemplo cuando en inglés deci- mos un dynamo, un corredor enérgico de fitbol o un poten- te orador politicoY obviamente no resulta relevante para es- ta definicién. Pero si ése fuese el sentido aplicado a nuestra profesién, entonces, ¢qué terapeuta afirmaria no ser dina- mico?, o en otras palabras, ¢quién afirmaria ser un terapeu- ta perezoso o inerte? 12 |

You might also like