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En términos generales la semiologia tiene por objeto todos los sistemas de signos, cualquiera que fuere la sustancia y los limites de estos sistemas: las imagenes, los gestos, los sonidos, los objetos y los conjuntos de estas sustancias - que pueden encontrarse en ritos, protocolos o espectaculos - constituyen si no lenguajes, al menos sistemas de significacién. -Elerucatos de Semiologia est Roland Ba =OMG2I 90.05 BAR len Iconos a aL Una critica hoy habitual —en el principio ori de H. Marcuse— de Ia efilosofia positivista> 0 «neo- positivistas viene a decir que la preocupacién por el lenguaje establecido es una forma de complicidad con el medio en que ese lenguaje nace, una forma de complicidad con la estabilidad del medio social. En un libro reciente —eIndagaciones sobre el lengue- je>—, José Ferrater Mora ha respondido 2 esa cri ‘ca en los siguientes términos: «Herbert Marcuse ha acusado a los filésofos lingUfsticos de tratar de man- tener el statu quo alegando que si el lenguaje corrien- te esté bien tal como esté no parece que valga la pena esforzarse por cambiar nada de él. Esto es to- mar el rébano por las hojas. Decir que "La horca esté 2 final del patio” puede describirse © analizarse de modo similar a "La escoba esté en la esquina”, pero no equivale a decir que vivimos en un mundo en el ‘cual no importa nada que haya horcas al final de pa- tios 0 escobas en las esquines. Lo Unico que con ello se dice es que no es menester descomponer dichas foraciones en supuestos elementos componentes, que serian nombres de “objetos”: “El mango esté en la esquina y el manojo esté en la esquina”, "Los dos palos hincados en la tierra estén al final del patio y lo encima trabando los dos esté al final del pa- Qué statu quo se mantiene con ello?» !. ‘Dejando ahora la_cuestién de que lo que en ultima instancia se debate no es Ia licitud del trabajo de ta- les fildsofos, sino una concepcién de la filosoffa y de la ciencia especializada en relacién a la filosoffa, puede preguntarse el lector qué tiene que ver tal asunto con el libro que presentamos. Si hemos trafdo a colaci6n esta critica es porque, primero, el pensa- miento estructuralista en general’ y el de Barthes en particular también estén acostumbrados a este tipo Ge censure, y, segundo, porque ante algunos textos de este librito'la tentacién de respaldarla y apoyarla tes notablemente intensa. Pensemos, pongo por caso, fen algunas ejemplificaciones del autor: lo mismo se puede ejemplificar con conceptos tales como «eman- Cipacién de los trabajadoress,

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