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Armonía Somers, Muerte Por Alacrán, 1979
Armonía Somers, Muerte Por Alacrán, 1979
PORALACRAN
Armonía Somers
-a l ic a n t o
MUERTE POR ALACRAN
ARMONIA SOMERS
C A L IC A N T O ED ITO RIA L S .R .L .
Caràctula CARLOS BOCCARDO
7
Hasta que las chimeneas que emergían como tiesos sol
dados de guardia en las alturas de un fuerte, les vinie
ron a dar las explicaciones del caso.
-Ya te lo decía, son ricos, no se les escapa nada. Ven
drán también en el invierno, y desde ya se están atibo-
rrando de lena seca para las estufas, no sea cosa de de
lincas P°r na<iÍe’ DÍ S¡qUÍera por las P e e r á s
sed'nara^nrT í “ demasiad° Patosa a causa de la
sed para andar malgastando la escasa saliva que les que-
ü ó n deen hacern l e l deSfCUbrimÍent° ' M ás b ie n oles-
«SuL Z t ? l elereat ab venía a sus
ta n p o d e r í o ct I a u „ T enSÍÓn í ™ d e d ° p u l^ p <*°
atómica. 1 car^a de dinamita o la bomba
9
mente de aquel palacio de las mil y una noches, sin ha-
arandf COm° debid0- Pe™ festejando algo más
ccaraa ese
es’e Tnuevo, insensato
6 resurrecd™
amor a la vida siempre provo-
ros? q u é ^ L h Pet í 6 t0d0- - ‘ ^ Ué muebIes bárba-
entre todo an ta me parecía estar soñando
ta í: VÍVen éSt0S’ 001110 » lo c u b
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ia u Ta a “na8inar todo lo demás, algo que vis
lumbrado a través de un vaso de jugo de frutas toma
una coloración especial, cuando el pensamiento que lo
abia arrojado escaleras abajo empezó a pincharle todo
a l f S Y 8“ ? T 6 Sí P e l° a p e l° se le tra n s fo rm a s e n e n
rasñ ea 'e , ^ Pr t0 d ™ » . ‘“ “ ó u n a z a r p a d e
la le ñ e n v T ™ 1™ 3 c o lg ad a íu n to a la P u e r ta d e
coc na e0r Pe2° * 83031 * “ 3SÜUaS b a c ia e l de
hueso e n te n a d o U A P T qUe h a °e u n p ° zo ® b u s c a d e l
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nada. Desde luego, pues, que le estaría ya permitido a
tírnn rem?cerse secretamente (sábanas arrancadas de dos
sin Vloentos^ Aquella oportunidad de conmoverse
naturaW^V^ ? ,Supiera era una licencia que la misma
de alcahuef6 & ^ €stado reservando por pura vocación
y no £ ~ cbi^ IIas inocenteS
- a r^vSda has^d T braf S' Buen° ’ tampoco en la Ca'
los aires ni entrM 1 Colcllón 9 ue ha volado por
de la gaveta entren) del elastico. De pronto, des-
sada más parecida ^ a la cómoda> una prenda ro-
uso. Era la punta del hif ^ a ]° qU6 sugiere S?
debajo de otras nnhp SU nUeV0 camP°- Y flie allí’
especies infernales de^ln f ^ meduSas’ de otras tantaS
te del bicho se 1 te™enino, que el color infaman
t e produce la concretainente. Con el asco
Pe™ la cosa no r í ’ 56 abalanzó sobre el intrusa
mueve la cola sino* f ' €Stdo de un alacrán que
de tapas de cuern ^ angldo de una pequeña agenda
dorado de la casa d ^ C°Codrdo’ t e ostentaba el sello
sutiles), de ]as qug G Progenitor (Günter, Negocios Bur-
Retuvoun momento r>n° 'Set i a n cortésmente a fin de año.
to infantil, al igua] oupn f™0£tón aquella especie de amule-
d0 ^ ¡ o , cualquier J¡¡, i a encontl'ado allí una pata
de los fetiches Tn 6SaS que se guardan en la
®ntre las bombachas'v 1° de cbitiH a , una agenda
°s efluvios de tanta m ? equeños sostenes. De pronto,
sus nUei? 0 que Va tiene^teni^6 V& pegada al cuerpo,
Pecheras, 10 inducen o qUe le Perf°ran a uno
¿ v Stamente doncí hab?a T * * * en cual<*uier págÍ'
de m C°n la fecba d e l d ía " l ° í f m a l g a r r a p a te a d o a lá-
chac, 6V0 6n la Anca n i d*llegada. “Hoy, maldito sea,
los siet lnterrumPir las s aburrimient0. Dejar a los mu-
rdegues ÍT^red^entes inventando * ^ d C° petín *
todo el c feSe’ t e te and P°r “L°S 7” ' Per° D°
durante h ? 0 al abrazar este a-V° ^ C°Sa brutal p0f
cordar Pl tiemp0 ]0 at)r ‘no a Fe!ipe. Y pensar que
61 as’lnfo esta noche a ? C°m° a ™a tabla‘
14 Cn la cama. En todo caso,
las píldoras sedantes recetadas por el Doctor. O mejor
no tomarlas y ver hasta dónde crece la marea. Y no ol-
vidarre de poner el disco mientras d u r e ...”
• Un concierto de varios relojes empezó a hacer sonar
las cuatro de la tarde. El hombre dejó caer la pequeña
agenda color alacrán sobre el suelo. Justamente volvió a
quedar abierta en la página de la letra menuda. La miró
desde arriba como a un sexo, con esa perspectiva, pensó,
con que habrían de tenerlos ante sí los médicos tocólogos,
tan distinta a la de los demás mortales. No había astillas
en la habitación. La niña, que odiaba las estufas de leña
porque eran cosas de viejos, según sus expresiones, tenía
un pequeño radiador eléctrico guardado en el ropero.
Cuando, rígido y desprendido de las cosas como un sonám
bulo, llegó al sitio del pasillo donde el señor Günter tenía
ubicado su dormitorio, aún seguían las vibraciones de las
horas en el aire. Se apoyó contra el marco de la puerta
antes de entrar de lleno a la nueva atmósfera. ¿Cómo
seria, cómo será en una niña? —masculló sordamente—.
Agendas abiertas, una marea de pelo rubio sobre la almo
hada, el disco insoportable que había oído sonar a media
noche en la habitación cerrada. Empezó, por fin, a re
petir el proceso de la búsqueda. Un millar de escorpiones
con formas de diarios íntimos iban saltando de cada leño
de la chimenea, ésta sí repleta, como con miedo de un
frío mortal de huesos precarios. Hasta tener la sensación
de oue alguno le ha punzado realmente, no sabría decir
ni dónde ni en qué momento, pero con una efectividad
de aguja maligna. Deshizo rabiosamente la cama, levantó
las alfombras, arrojó lejos el frasco de píldoras somnífe
ras que había sobre la mesa de noche, cuando el cofre
secreto embutido tras un cuadro y cuya combinación le
había sido enseñada por el amo en un gesto de alta con
fianza, le sugirió desviar la búsqueda. Nunca hasta en
tonces los atados de papeles alineados allí dentro le hu
bieran producido ningún efecto. Pero ya no era el mismo
hombre de siempre, sino un moribundo arrojado a aquel
delirio infernal por dos tipos huyendo en un camión, des-
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pués de echarle la mala peste. Tiró del cuadro, maniobró
el botón que ponía en funcionamiento la puerta de la
caja de seguridad, introdujo la mano hasta alcanzar los
documentos cuidadosamente etiquetados. Quizás, masculló,
si es que el maldito alacrán me ha elegido ya para ino-
cu arme su porquería, encuentre aquí el contraveneno de
saberlo * ^ n° S6a C0Sa de largarse antes sin
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muró olfateando como un perro de caza el dulce ambiente
de cama revuelta que había siempre diluido en aquella
habitación, aunque todo estuviera en su sido. La mujer
lo llevaba encima, era una portadora de alcoba deshecha
como otros son de la tifoidea. Pero había que intervenir
también allí a pesar de todo. Con sus últimas reservas de
voluntad, abno cajón por cajón, maleta por maleta y es
pecialmente un bolso dejado sobre la silla. La agenda de
cocodnlo de Cünter Negocios, pero sin nada especial, a
con el aneaSl ™ a™tad0r' calend™o erótico
gráfica defe , 9 ™ él tragaría una
p w n,deeldr t r r ; - Lueg°- otr° capítui°- p- ° * » -
Annenas hons h , P? “ d remate final d<= M. H,
Después, r Pet ‘ en útil° ^ P°r h »«i"*-
triarían otra di™ - Uhhzarse los mismos símbolos, to-
mievo verano. Y pa^sobre el° 1^ ™igrat0rias hacia un
Apeló otra vez a sm rP ^ m° ^°S Seres mortales,
historial del hombre deSi°S 6»€rgía para volvcr con el
cumentos ^Parram ar los do-
alfileres o la c a rg a T c ro b ii d ’“ C°m° “ P™ado de
hsto, al menos antes d° su in ■6 ^ estornudo. Y todo
, N» estaba en reSdad ^
alacrán, si las uñas de ls „ f - " Sl Picadura de
solidarias, si apéndices cómeoU6 n Therese en sus escalas
P-tía agendas finas . su clie„tell bUfgUés «J™ IR-
fluvio de almizcle de la t|™ i ’ ° SI sencillamente el
fuere, decidió como últtao Fu« a lo que
c 0 °nde vivia la muTer T . ° hasta el sub-
humanidad que quedaba en la ™¡co baluarte de
c rt de pie- Un inmund! aT N°' no es ™P°«bIe,
infi eS uransión señorial c aCrai1’ 0 tod°s los ala-
« 7 T " i mate™Mad P ’a v n, f ‘tUyen a'«° demasiad°
el que ha domado las fiems d “ Un h°mbre como
q !la descubierto el m, i objetos de la sol í o
Piernas bajo las mesas con la *UtÓn0m° V a* revés‘dé ’las
- medio d i 0’ de - eS'
e la cocina para qUe ell ei]npezo a desnudarse
18 1 ella lo revisase desde el
pelo a las uñas de los pies (Marta, han traído un alacrán
entre la leña, no me preguntes más nada), fue que ocu
rrió en el mundo la serie de cosas matemáticas, esta vez
con cargo al espejo del cielo, el único que podría inven
tariarlas en forma simultánea, dada su postura estratégica.
Uno: el ladrido doble de los daneses anunciando la llegada
del coche. Dos: las cinco de la tarde en todos los relojes
Tres: el chófer uniformado, gorra en mano, que abrió la
portezuela para que ellos bajasen. En esa misma instancia
se oían los gritos de la niña Therese anulando los ladri
dos, trenzándose con la vibración que las horas habían
dejado por el aire tenso: “Felipe, amor mío, aquí estamos
de nuevo. ¿Qué hiciste preparar para el té? Traigo un
hambre atroz de la playa”. Cuatro: Él entrevio unos senos
en forma de perilla girando en los remolinos de la próxima
marea, entre la epilepsia musical del disco a prueba de
gritito de derrumbres íntimos, y cayó desvanecido de te
rror en los brazos de la fogonera. En ese preciso minuto,
formando parte de la próxima imagen número cinco, la
que el propio hacedor de los alacranes se había reservado
allá arriba para su goce personal, un bicho de cola pun
tiaguda iba trepando lentamente por el respaldo del asien
to de un camión fletero, a varios kilómetros de Villa The
rese y sus habitantes. Cierto que el viaje de ida y vuelta
por el interior del vehículo había sido bastante incómodo.
Luego, al llegar al tapiz de cuero, la misma historia. Dos
o tres tajos bien ubicados lo habían tenido a salvo entre
los resortes. Pero después estaba lo otro, su último desig
nio alucinante. Quizás a causa del maldito hilo como de
marioneta que lo maneja no sabe desde dónde, empezará
a titubear a la vista de los dos cuellos de distinto tempe
ramento que emergían por encima del respaldo. Nunca se
conoce qué puede pensar un pequeño monstruo de esos
antes de virar en redondo y poner en función su batería
de popa. Seis: Sin duda fue en lo que duró esta fatídica
opción, que la voz de dos hombres resonó en el aire quieto
y abrasado de la tarde:
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-Lo largamos en escombros al tipo de la pechera almi
donada ¿no?
-Puercos, la casa que se tenían para de vez en cuando.
Merecen que un alacrán les meta la púa, que revienten
de una buena vez, hijos de perra. .
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LA CALLE D E L V IEN TO NO RTE
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se cuelan los animales y los chicos pueda detener el vien
to, lo cierto es también que la calle va a dormir tranquila.
El hombre los tenía agarrados en el convencimiento, a
pesar de que nadie lo confesara. Como ocurrirá siempre
que una locura se tome su tiempo para trasmitir el men
saje. Pacíficamente, sin acentos proféticos, y ni pensar
que con amenazas ultraterrenas. Aquello pertenece al aquí
y al ahora del que pisa el suelo común, haciendo rodar
Jas mismas latas y las mismas cabezas truncadas. Además,
ni se cobra por estar en la cofradía ni se excomulga a los
e proceso lento, o a los demasiados nuevos. Aunque con
ubiera que gastar un poco de persuasión de-
Mámente admmrstrada. El maníaco del viento, también
habia a d u n t^ ^ °’ y a causa yaqué en jirones que
había adoptado ,unto con alguna edad de su piel, era el
na el portal no u 6 “ "*»• " 6Í6'
barrotes v chilla 1Crt0 qU6 S° mete por entre loS
SU aliento. El verdee™ 0 ^ ™ “!°' Per° 6S° apenaS ®S
arranca drboles y ™ eT a t S ° ' ?“ ^
cejeando atrás yde aM no T ^ f°*
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todo aquello, el rastro sutil dejado en medio del olor
“ í, ! ” SÓtano por las del crimen, Por-
zaba a mi a Cfa Í’T ' 3Un muerto de lo que se alcan-
a espado T “ dÍCbmen médic°' el ™jo había sido
tM r L nuf r T CerÜdumbre '° que empezó a cons-
eonformidad de“ lis estúPida
al mismo paso de carga con n t ’ qU6 u* dÍSPersar°n
las ayudas deiandn d terminaban de prestar
El hombre a n ■ T T *“ C0Sas “ s" sitio,
los indicios, la c e m d m a T id denunciado ba¡° cuerda
e« la cara del vTe „ i * Y la m" eCa de tOT°r
■os golpes, todo i:’" 3' “ 13 cama por
- c°pe, era un tipo cip f ia na sído la causa de su sín-
les llamaba así duranteS nu6YOS» Precisamente. La calle
■"«ación, que en T e r tÍ ? ^ en ^ d" 1- «•-
^ 7 año, asediado entoncesT n° lograba P a d r e e . El
asumir las formas más vario i ^ gU6rra fría caPaz de
lern° (mudanza al amane ^ ° Se iba de acluel in'
con una cara especial h r° ° un día despertaba
ssde ese momento, hasta 14 ^ Y Sucia del Pasaie-
a con ¡a ofrenda máxima F1 57*08 ba^ aban su puer-
te™dad atravesaba la acera ° ** agUa de la « £ * » -
El nuevo ante quiPn „ ‘ '
meses °aUSa de qUe la caUe 4 4 1 ° ^ descubr¡miento, y
nes l Uí r t0 d e c o n f i a d l ^ Ub;e re « * * * * > e n p o c o s
jw e n n i era u n t L ^ d ° S ° * es d e m o s tra c io -
d e lo’ c n T° ° d e u n v ig o r C° m p lex ió n m a c iz a , n o
dablemente 4 ° t0da dase de Jrohh eXperiencia fuera
Predomin- j Camisas dp o lemas. Gastaba invít
ese col0r10en e]l amari110» al Punto de0' ’ siempre con
Provocan Sltuaciones emir que aparición de
gote b L “ a “ Pide de s o desesperadas
“ t e S b i T " " - - S S t * S!mb°b E1 bÍ'
Ia vista del 1 6 estil°*
i . . Así> v
Y SO'i a _
saturación nicotí-
los seis o siete demorados que el hombre decidió de
por sí retener a dedo a causa de su carácter sospechoso,
el común desarraigo en el pasaje.
—Si es así —se atrevió a alegar uno del grupo con
olor y cara de boticario, rompiendo el fuego— mejor se
ría denunciar. Un crimen es un crimen. Y yo, con cua
tro meses en este basura], no tengo por qué echarme
encima el delito de encubrimiento. Aunque no por eso
creo que se deba dejar un cadáver de tal modo, en ese
abandono de perro. . .
Iba a hacer algo en lo que nadie había pensado, ba
jar los párpados del muerto, cuando el hombre del bi
gote amarillo lo atajó apretándole el brazo flaco a punto
de quebrarle el hueso.
—¡No, los dos no! —gritó autoritariamente—. Que uno
de los ojos quede abierto. Si en nuestra condición du
dosa ante quienes lo dejaran vivir en paz en esta calle
cincuenta años tendremos que aclarar el asunto en pri
vado, él será nuestro juez, quién más a propósito. Por
lo tanto, que atienda con un ojo sus cosas del otro mun
do y vigile con el abierto lo que le queda de éste. Aquí
no pudo haber más testigos que él y la montaña de tras
tos viejos acumulados durante una vida. Entonces, y ya
que estas porquerías no servirán de nada, por lo menos
que el ojo abierto nos vigile.
Un silencio lleno de aprensiones siguió a la operación
del ojo testigo de cargo, que el hombre realizó con la
misma eficacia de todo lo que le había valido la con
fianza del pasaje. Con el índice en el mentón del occiso
y maniobrando con el párpado en base al pulgar, venció
en forma técnicamente perfecta la resistencia de varias
lloras de rigidez cadavérica, pero en un solo lado, sa
liéndose así con la suya.
—Y en cuanto a la boca —dijo al fin— mejor dejarla
como está, con la mueca del grito desarticulándole las
mandíbulas. Por lo menos para uno de nosotros, el que
se la provocó a sabiendas de que no habría lucha en el
jergón, tendrá un sentido de dedicatoria.
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Asi fue cómo el misántropo siguió tal cual en la nave
qme a del camastro, vestido de yaque, con las botas a
medio desclavar en la proa. Y aquel ojo vitreo agranda-
davhrn>ie KP°r qUe 16 iban a hacer to-
el destino d * ^ v 6n r6abdad’ aíS° extraordinario
to d e T m t X “ f aba aIIÍ P a g a n d o el doble e f e c
dor al ni,p él -y 6 8nt°' D e rnuchacho alegre y silba-
dole en una n J “ “ d Ca™ de sombrero deján-
ese dolor de clavo L 7 7 T moIestias- a™ Ia de
de una calle sin nombre y te g o a, guardián
men misterioso, sin móvil a V1Ct™a de un C” "
vocar ese agujero en la md P6r° Capaz de pr0‘
otros aprovecha para precipitad ^ Pensamient° de loS
revolcón metafísiL^y ^ amanll° calculó el término del
torio desde los pronin«"?^'0 a encaminar el interroga-
buen estómago los sospechnd^6' deductivos- ¿Eran de
n° más a la pie2a del loco v °n ?UeSt° qUe entrar
en f umbral deberá ser p1 ° a echar el vómito
condenando a todos en 1elemento que los está
Par~EntonUna lafgada simuItánea! ^ ° Ual 56 irá 3
ron habrá entre ^ p o c o l / 56 tien® en Cuenta que
incan S°metieron a revisión ^ (todos se palpa'
el ase? r°mper una puerta 1St?rica con sobresalto),
Pnd°' Se 6nCUentra aquTpor n 61 h°mbro - a patadas,
d e t s i " darSe «a. d s c¡rUn SGgUnd0 descarte-
ci d o t r as caUes> * * d T a C un:tancias entre al^ °
cerrado cÍT?n Pasti,las de ™ ' S^ E n tu ró a discutir
Los otrn Un pasaje v2 !:m eSt0 110 fis un huerto
fensor de * ? S?lraron- Había SUm ? P°r Varios puntos-
Lacia el 0in ? • El hombre d ef k° Sm buscarlo el de-
famosos que so ’6' ' 0 del cadáver quemado mirÓ
arranearle datos ? PQCes hasta de 0W ° f 8“ detectiV6S
esPerar por nn ’ Con tal fUer7o a Ja vrctima para
en e] Pequeño ,riVegUndos se pm d^6 ^ resto pareciÓ
globo detenido e„p °dl,iera a>g° revelador
26 Su órbita.
—Si —dijo al fin como echando imparcialidad por cada
poro— podría estar el asesino en la otra calle. Pero hay
algo tan importante en materia de coartada como débil
en posibilidades: cierta legendaria ofensiva de piedras
con que dicen que el pasaje vengó una vez el el en
venenamiento de un perro. El recuerdo del episodio, que
parece que hasta la misma policía suele usar como ame
naza para que no se reabra ningún capítulo nuevo, eli
mina también al bárbaro que se animara a volver a pro
bar suerte con el pasaje. O mejor empezaríamos por
admitirlo y buscarlo, pero después de haber probado
nuestra inocencia completa. ¿Dónde estuvimos los siete
nuevos a medianoche y haciendo qué cosa? Eso es lo que
hay que demostrar —gritó en forma imprevista, patean
do un tiesto vacío que rodó del montón— antes de des
parramar por ahí lo de la puerta forzada. Pero aquí, sin
irse a preparar mentiras a la casa ni hacer correr la bola
hacia la justicia, por añadidura.
Fue mediante ese sistema de fuerza que comenzó cada
tipo a deponer bajo juramento. El número uno, cierto
fabricante de valijas de cartón llegado a la calle pocos
días antes, empezó por olvidarse no sólo de lo que había
cenado, sino de cosas tan adheridas a su intimidad como
el nombre de la mujer, la hora en que se acuestan los
clúcos, la procedencia de la materia prima de su in
dustria.
—Y el cuero no recuerdo tampoco dónde lo compro.
—¿Pero no estábamos en que eran de cartón forradas
con papel?
—S í... Pero el cuero del papel del cartón... ¡No lo
sé, qué diantre!
Aquellos traspiés fueron aprovechados por los otros
para repasar mentalmente sus cuadros personales, de
modo que ni Dios metido a fiscal, como dijo uno, podría
hacer pisar en falso a quien no ha mentido desde que
salió del colegio.
También bajo promesa de no andar haciendo bandera
con su inocencia, se permitió a Jos eliminados volver a la
27
casa sin reclamo de ninguna especie por el lucro cesan
te de sus valijas, sus perchas, sus agujas de primus, sus
pescados Entretanto, a causa del día tormentoso, los
olores del cuarto habían decidido individualizarse, des-
ane«ndo°de h°m° ™Urcicdag0S en !a confusión del aire
que la i * ° ^ H “ - Ya a media V en tanto
zas, tres cnníV^ í^u e?sando sobre unas pocas cabe-
n-ogatorio no \ °1 ° m!>re que ba conducido el inte-
C é ric a m e n te . °Pa°saban l e C°m ° “ deb<5 at'
bes heterogéneas do no - " 0 en cuando unas nu-
que un airecito de ese <tipo°deÍ1Ch°S ^ tÍemP°
que se las trae W P. que me imPorta, pero
de tanto en tanto se *,mpu] a Puerta adentro. También
pájaros ch ille a{ ° T * ^ '* m * unas Andadas de
-Y bien, ahora sí aue * P u n ir s e de algo,
para contarnos -dijo Con°f i'11"' 1°S dedos de la roo110
volviendo a arrojar ]& ahga el hombre del bigote
f rz s r ü Á £ ™ ? ~
se afrontan las risas del rmaiV ™ por ^ ue
29
etiqueta. Muchos creyeron entonces que se trataba de
transportes. Pero él no tenía tiempo para disimular y
nunca quiso acarrearles nada. Mas a juzgar por el dine
ro el ico y en cantidad que la mujer y los niños llevaban
seaio°rr-COmerCÍu dd PaSaje’ parecía b¡^ , se-
f “ ° dl¡er0n a ella misma en la propia cara, algo que
por dentm I T * !* ^ dob,ánd^ una pierna
queña moneda ^ pa ones: Qu® importaba. Una pe
que had a v a T ^ 0 a Crecer’ a A ta r s e . Hasta
la casa. 161 ° 16mpo la ProsPeridad se instaló en
-¿Y entonces?
31
temprano, escondió la careta bajo llave, cenó y se metió
en Ja cama.
G, , f ° T j anÍ0 ? la nueva bandada de paso, y al reo
nn b a t v l ? ? 1? 7 ° U"a flecha' “ n s“ bal°
altura d e l “ d °‘r0’ los óbolos de mayor
que los anter- 6 U™r0n ™ estremecimiento más largo
sXiSarreiirrdelasc°pas-ei m
¡sm
°
hombres que restaban 1 i espmazo de los dos últimos
el que se Z X l ? ^ uno de los cuales,
CÍÓn; vo]vió aa mirar
Imrar por
por l°laa puerta.* ^ ,a SftU*
-—H 11r\ rl t 1 .
V
¿¿ ^ X
7
ooruo
7 gl , n 1=>17ritmo
quier taspi,
mosca? ? rajadul
7 1de
raiaduras ‘7del 7„ 7 -01,5
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palaDras' °
“demás de el cadáver ii. y caenan trenza
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hvidez habla ? ! rindiendo el ho eqmvocada de
« e n tr a s T , « 0 el r o s L ? ° m e n a ie - U " a *e¡
Chos d°* p i e d r T y ndÍt
por el cubil a V °brand0 ]a « ,?n los pun0S
un directo al c * ^ a abalan z a ¿ stancia Perm
nire._ v, ‘ eoraznn i„ i .. 1 se al__________ __
le hizo caer sobre el montón de latas vacías, botellas, za
patos sin pareja acumulados a su espalda. Claro que todo
aquello formaba un colchón demasiado huidizo y retum
bante para mantener la poca dignidad de un venido al
suelo. Pero ante la indiferencia del ojo abierto del juez,
y mientras el atardecer premonitorio se adueñaba de las
cosas, el tipo derribado, apoyándose mal que mal en un
codo, empezó a decir sordamente:
—Hijo de una de esas ¿verdad? ¿De modo que mi
madre era una zorra cualquiera, no? Nunca se hubiera
atrevido alguien a decirlo en mis narices, a menos que
huscara una forma segura de no repetir el cuento. Pero
ese que se decidió a hacerlo hoy va a ser mi segundo
asunto en esta cueva apestosa —agregó incorporándose
como pudo, y en una calma ficticia parecida a la que
de tanto en tanto daba en cuajar afuera.
—¿Con que tu segundo asunto, no?
—Sí, mi segundo asunto, poque si querías saberlo, viejo
adino, v te valiste del anzuelo del insulto para hacerme
Morder, dejándome adrede al final de la cola, yo lo asalté
a medianoche, y reventó del susto como tantas veces él
cabria hecho explotar de sangre sus propias chinches, que
sa ian con el tiempo malo por debajo de la puerta, cruza-
an la calle y se me metían en la cama, puesto que vivo
a 11 nomás, frente por frente.
Respiró a lo hondo, volviendo luego a la superficie con
aire de desafío. El otro aprovechó el resuello para ata-
del S6^Un su sistema, desechando de primera el argumento
que mata por miedo a las chinches, cuando sería me-
0s complicado matar a las causantes.
^ ~~~-t lo hiciste —agregó el del bigote amarillo imitando
nía °n° rrionocor^e d d último sospechado— porque te te-
la a medio rechiflar con su viento norte ¿no es así?
b así podría haber sido. . .
tra ] Porclue cada vez que lo oías sobre esa calle arras-
Puert° ^°S k°dnes desclavados para cerrar la maldita
Clla a’ Pensabas: los ha vuelto locos a todos durante
na o cincuenta años y sin muchas explicaciones.
33
Sí, o no. Soy nuevo, no sé qué les habrá metido él en
la cabeza para que crean en esa forma.
Hp 'n •C°m°1iun <;ura de aldea que les habla a sus fieles
mostrará Í ^ Y r°Sad°’ P6r° del Tue sól° Puede
" U o S 20 q u e Se de 0
Asi sería la cosa, quizás.
quiera va^a W & !iempo aún> pensaste: un día cual-
he creído por se mí’ que todavía ™ ]°
que para ese entonceTya no T “ ’ ?GT° 10 P6°r
mi idiotez, como W i acance a dar cuenta de
>«gue a ere“ ™ d fa t SUCe<JÍd° 3 ,os d™ ás> V
“dios a este topo cuando^J16? 0 ^ le afl°JÓ loS
-Todo tal cual, amico en ° . tendría unos pocos años,
bolas de vidrio Sólo falt V1St° a trav^s de una de esas
Mandinga humeando e n l u ^ negro V los yu>'os de
—Entonces n m T1 brasero...
h°u>W Wando ¿ T emPU1'aSle la puerta con el
puesto que ningún síncmJ ^ que iba a delatarte,
ve a que se consumía encendí*31 haCe saltar- La
éI t Ca]0n donde quedaron w 3 ? taba sobre ese nliS'
murió T 00 queriendo creerlo m del Seb0, PorqUe
T ltw tGrr0r’ y n° Pornim , maldÍt° seas> y de eS°
‘ las Propuesto. danzaras a hacerlo como
Pero yo no ln 1 k >
Esos ÍTPT arme Un "dmenpor0’ ^ J*16 la cosa- Y nadí6
res -dijTeThV,6 lt>S C°n°Zc° b l e T ^ ! ^ 6, VÍSÍta nocturn£l’
recuerdos v vnl° T Ü‘ecerrand0 l0c n 0 de C0SaS P<7
cipio. ’ 10 a su silbo mori COmo Para apresa
Ppr m°dulado y cínico del pri«'
Pero empezó desdo
^ T a n?ed%C3lcula la m e Í l í acercarse al otro como
eando el amh 3 qUe Una oscurida j1Sjancia Para estirar Ia
en ,a mano ¿ 1^ ' Llevaba un¡ n preciPicio iba ahue'
Ios anteriores nPA°nto’ Un aullid 7 ' ^ sevilIana abier^
que si en vez d * *** las % T SUperior a tod°.
62 de quererdesn í de los Abóles. Al igu*1
34 P6lnarlas a lo viento cornú*’
éste hubiera decidido cortar las cabezas verdes. El hom
bre del bigote amarillo se agachó para otear de nuevo
aquel clima de próximo mundo abajo que había invadido
la tierra. El de la navaja, asombrado por el mismo ruido,
desvió la marcha que llevaba en dirección al enemigo
para mirar hacia afuera.
—De modo que tu última víctima, y por las causas
que te he ayudado a confesar —aprovechó para decir el
del bigote, que no las tenía ya todas consigo.
—Sí, podría ser la última, eso nunca se sabe, ni cuando
se mata ni cuando se toman copas. . .
—Está bien. Pero antes de que te linchen ahí, voy a en
señarte una cosa, algo que a mí mismo a mi edad me
está pareciendo mentira. Porque la vida es así, un mis
terio que nunca se podrá aclarar por más que uno vuelva
y revuelva en su cochino pozo negro. ¿Oíste el nuevo
alarido, no? Bueno, eso es el famoso viento norte del
viejo, el mismo al que él pretendía cerrarle la puerta
todas las noches durante los largos años de su vida en
esta calle, y que no se sabe por qué jamás volvió a tum
barlo.
—Siempre ha soplado viento, eso creo.
—Siempre ha soplado viento desde tal punto, no pien
ses que estoy haciéndome el despistado. Pero no todas
las veces ni fue ni será el mismo de hoy. Sólo cuando
viene con esos anuncios es que la cosa cambia. Si será
o no por la derrota final del viejo, yo no lo sé. Pero lo
cierto es que dentro de unos minutos pasará por acá algo
como para que Dios, o quien sea, nos sujete a la tierra
con todas sus estacas. Y luego el que pueda salga a ver
Jo que ha quedado en pie, si se anima.
—Puede desviar. El viento es como esta navaja, o ataca
en el punto justo o se desvía.
—Es también posible eso, que pase de largo, o que si
tenemos suerte dure poco. Pero la gente de años que lo
conoce estará en este momento encerrada. Esperando. Vida
o muerte. Y quién sabe si algunos, los que creían ciega
mente en las fantasías de este loco, aquello de que era
35
b ín lT j m 01611,0 10 qUe ¡ba a Pasar P°r “ tre los
- N o t l m n m 6Ste m¡nuto de Puro “ “ do.
menos! Va” * la pala por ™ miedo más o
d o ^ é, r “ dose c0
dr sede5 “ os maderoL
37
i
raba el interrogatorio de los demás, mi compb’cación en
esta muerte a causa de las chinches que cruzaban la calle
y no me dejaban dormir, era la mejor coartada si la chica
K a a <josa’ yendo as* a parar cómodamente a la som-
kd7se ” h0mÍddÍ0J ^ e n t a l , antes de que los del otro
y devoivieran ia f - ™ ° sa p « 1—
De modo míe f botas Para siempre ya no.
U vrda°dqe"emSare 3 * h P°Uda Ia ™ dad- ^
pi aos mueiL«-
rst disloque del vi
llenad0c a d mund
de despm - pues> y agarrán rln i 0n m panan'
°- E
° « * *3£ * % helaks
oír e] ruido de í
cí eJt,oos-árbo,es is?
iá: b: '! s a punt
6 del bigote n qmer cosa con ba!
bretón, en derP u* SUelas a' medio 1qUeíTlado iba dejand
je, a camhi 0 ura hacia la n esciavar de Alejo L(
pr°Pio destino " SU d d final del PaSÍ
tencxonal contra e
38
HISTORIA EN CIN C O TIEM POS
LA MUJER
39.
momenf?* "h"“ 0" ,ej'ana- Y ento"<*s, al llegar el
namente Pre°a'
W brevísimos como **
EL GALLO
41
” ás ale«re 1 “ ™noa. El perro y
viene de n in c Y Y 686 8°lpe de IuZ interior Q.ue no Pr0‘
selo aun en J f T a **?* lumíníca> Porque puede sentir
ei! general pululaba el g a llo '^ h o n ^ d ^ * ^ ^
Rayos, no lo había oídn ° , da ndo P ozos V ™ vio.
defenderse de nada. Un b ic W le ^ tamP°C°
cion cuando se mnm esos es como una na'
con toda la paciencia ennVt °r la cosa, ensilló
hacerlo, montó y Salió°a ^ ^ PU^de a,ar8ar el Placer de
la -a , seguido por^efpeJ T m 61 ^ a lo larS° de
0 menos, 10 vio, caminando o ' a media legua máS
mo un hombre primitivo en n hY Y i hacia dónde’ C°'
importársele ya de los rr. ? tierras fértiles, sin
qUe lu,eg° se hicieron sóh Y ^ a? ueUos cIías de maíz,
eran algo. Y que después ° de mantel, pero que
ocurrido dejar migajas se’ Y Y a nadie se le hubiera
das de lombrices, de m'k ansfarniaran e n largas jorna-
Cer°- 35 Gn más soasas, hasta llegar a
Uada vez se h 11
animal, que se , la fo
, a,-guia ÌAr'“11* ' 6 a ii*cuos
ínro "«nosdistancia del
aistancia cíe-
los P-tile,
pretiles lba V "nea
d sa ferrea rom.
eomo un soná.mblllo en
P™nto recapacitó Pero „ Pasos de su cola, cuando de
g a d o T 16’ Sin° do sí, d™ño de un gallo
agotar™ ts ° D
de ^ ^ gaK ° ^ dbed™
si era igual n S 0nde tusca,- l u Se va Porílue se
adópu., " qae un hombre hast lom btl<* s , pensó. Pero
amanecen iT? !a *» saber
gastan sin soltam mucho y los dí»s
01ta™°s prenda...
EL PErro y-
. r ya no m ás „
Pierden soln? temer Ai r-
ron su
42 a n d u v ie ro n c o n re
lo estaba razonando todo junto al cerco de la casilla, cuan
do, no ya por la sensibilidad plantar de la mujer, sino
por las orejas del perro, supo que venía el tren. Como
siempre el animal empezó a ensayar un avance con las
patas de atrás, limándolas contra las piedras, a bien de
estar en buenas condiciones para correr junto al convoy
algunos metros ladrando a todo volumen. Las cosas ha
bían principiado, pues, como siempre. De pronto, y tal
el que asiste a las situaciones fulminantes de los sueños,
pareció meterse por los ojos del hombre aquella imagen,
el cocinero del tren arrojando ciertos comestibles por la
ventanilla. El perro, con el hambre pudorosa que era el
orden del día en la casa, dio sin embargo un vuelco moral
en el orgullo y agarró por los aires lo que se le venía. Pero
el tipo, al cual se le habría echado a perder por alguna
razón las provisiones, empezó a tirar más y más cosas
por la borda. Y así el animal largó lo que portaba en la
boca para ir por las siguientes, sin comerse ninguna y sin
abandonar tampoco las otras. A todo lo que alcanzaron
sus ojos, el tren seguía descargando su vientre descom
puesto y el maldito perro agarra y deja las presas. Luego,
va no se vio más nada.
Aguardó toda la tarde. No, un perro es el último ser
viviente que puede esperarse que nos traicione por el
vislumbre de una nueva abundancia. Sin embargo fue así,
aunque no estuviera escrito. Es que en materia de infi
delidad puede sucedemos todo, dijo en la tarde vacía de
resonancias, hasta que el perro abandone también el lu
gar donde ni la mujer ni el gallo se animaron a seguir
brando.
Era un final de jornada con anuncios visibles de tor
menta. Y fue agarrándose a aquella pequeñez de orden
meteorológico que logró el mismo escape de la primera
noche sin mujer, en base a los pensamientos de escasa
importancia que revoloteaban en su aire. Cuando caían
ya las primeras gotas, y se vio por el color del cielo que
aquello iba a ser cosa de agua y viento, ató el caballo a
la cerca lo más fuerte que pudo y penetró en la casilla
43
d i d d f h a ^ a b ° rear a p len a co n cie n c ia s u r e f in a d a solé
ficar las n i ^ ^ n ° te n d ra a n a d ie p o r q u ie n sacri
P * a los a , r S eCÍS¡0neS’ aUn k d e a b a n d o n a r lo tod:
- u ^ : ^ ^ ie b i e n e s m ° stie° ™
malditos tnsf-nc * i t J° encendiendo la lámpara'
i u n t r ^ u e S 1 . T W d°S- Uv° Pasa Ia ^ la vid
que sea en pelo v 1 ^ que (^uiere montar auf
le d a r á S j I?“ 6 ”° ^ A veces SÓI° **
se ha dormido vaya a instd61™ 9U6 “ d colchón áoni‘
vaya a instalarse un pueblo de lagartijas.
EE CABALLO
EL ALAMBRE
45
trecho, pero un alambre que en determinado momento
pudiera estar cortado.
Fue cuando ya no acertaba si a continuar o caer de una
vez y además su instinto le decía que algún próximo fe-
f u P°r 6Charle SU alient0 en la cara> que 16
existencia T a T ^ P6rdida en un recodo de SU
una extraña ^ ° arrojaran durante noches y noches
parecía q u e re H l T COntra d e r t o m a l d e n iñ o qU6
oculta bajo to n e la d a s ^ e ' ^ 56
ces a alguien e n k nV T P ° m v o c a b a e n acl u e l e n to n '
estaba haciendo r e s p e c t a i™ * 6SP6CÍal C° n qU 6 ^ ^
Era más que extraña continuidad del alambre-
asunto, como una nn f S0 f 6 baber P8rdido el final del
tima página pero n * ^ le han e n c a d o la &
p-pia vida’qr So r neL tai forma será el espejo de Ia
este, por ejemplo aup^ °S eserdaces. Un remate coiu°
de un camino firme ln Z '3 ahora el hi]°- El cruce
jándose a este último ™pía al lleSar al Poste. Aga'
cierta distancia el mnn i f 0’ el bombre vio pasar a
gente a pie qUe se ^ 0 Aprevenido de vehículos )
os o que terminaban ¿p ya a enrostrarles a gri'
e™ npú su trance evo " aCerIe- nada ™enos que »
aguantador de las arengaíd™.’ °Uando el misterioso sel
saie” Ve.I¡ftIndado en el alamt * curan|lera, que quizás s6
Su m ■ Vio tocio de oro pareci° cambiar de me11'
w T ’ de reSreso de la alK casi sin creerá
X la a e l T J 1 f e ^ r a ™"!a <* SÜ
al rio al cti' Una “ adre n»e 8al'° flaco baí° eI brXl°
casa. Detrí °° perdido y lo tn encuentra jugando jun*0
nencias t e 5’ ,as ° 4 s ¿ í & ******cuentas
p err°- Era °mUniCat,les en la y u n mundo de e x p c'
P0Ste> f e pensó el W trotaba a* !
Volver a emnp a los tres P f aun sin larSar
Pezar el ciclo. n busca del caballo, P»Í
46
E L EN TIERRO
' t hZd
SUu l ^ porViSiWe
Uegaron, fl P3ra cumPIir u<lPel,a 3
49
gratuitamente. Ese fue, en realidad, el principio del desas
id ma/ Ca 0 en un P ^to crítico: cuando alguien sugirió
al hombre que no perdiera más tiempo en cerrar las vitri-
dades n*' a ^ -?U6 Sacara de* bigar las nuevas uní-
n flÍ d e hr *d * g2Star a<luelks h u e s a s ma-
del a íto se ™ ? “ 'gU° ' ° esde ahí' v im plantación
— S c i o t er dt f oH empezó a sin ,as
¡ando por encima del W h te’ C°m° di¡0 ™°
Un final de tarde v un envase,
con todas las exktpn„; ^ 6 €ntera terminaban ya
w - « dm dT eS „ r do la. misma botella sim*
de telerañas, apareció c envuelta en unos andrajos
sólito, P^vo’có unaC1°P,nÍLe !?_ m6,Sa; Ac*uell°’ Por lo *?*
boteüita epónima v askf i Pánico colectivo. Era Ia
tan misteriosa que ni / a e una virtud de supervivencia
tradas en los anales dpH "'1CS^a;s mas inolvidables regís*
P mto. Pero luego v onm ^ ¡ogrado arrancarla del
a tallar J0 vedado una ° ^ í°dos los casos en que entra
rompió los escrúpulos del SP6-Cle anSustia de posesión
e ley no escrita lb Pm iC Ípio- y en nombre
hon 'h meSa estaba ya* e.SCaparse ,a sugestiva minia*
fe “ ; “ , * » “ ^ taI * '0S
51
SUsonrisiía de través: eso no iba a fallarle nunca sucedie-
ra lo que sucediera.
sm ^ ro n n n * UJbm am ente a 0Cup a r la m e s a . Y a llí, casi
con lo ciue T ° C°n p alab ras> se d ec id ió f a b r ic a r la caja
tonces como ta k d m s^ n o c tu ^ f S“ án d o se
El más activo en k ct^ rnos en busca de materiales,
deros de una estanteríTT0n’ después de utilizar los ma
madores de bronce de ’la V i ^ °j° a loS incluietanteS
noribaldo de maniñe .,^na y se l°s ofrendó a Ho
que el ataúd acabó ¿oí ^ andolos c™ o pudo, con 1°
funeraria, ese toque Kl qUlrÍ1 Una verdadera dignidad
casos a un “no confnn i ?U° ^ v a ld r ía cn todos los
Parecía t„d„ ¡ ° ± n ’ ° “ rea]™nte” .
tubos, tratando de ron,-- S’ Cuando uno de los conten
grito alcohólico camTi ^ S°1IoZ°’ dio en lanzar 11,1
muerto: ‘1 cle eonmover hasta las entrañas
" ¡V iv a el fim H o •
Aquell0 fue d e t e ^ i n a n f h e d ich o !
hallaba leVantaron entonces la°S ^ S° P°dían mantcneí
seguir? ’ y’ repitiendo los Viv ‘ Ca]a’ destapada como se
estado°d afdUraS penas por el ** encaminar°u a la calle
grito o n 6 freneSÍ imP o rtu n an fl r6St0- A n d u v ie ro n e n ta
cubriendo T -6013 SaIirles del ni dormida con aqu^
decidiern ft° otr° sitio on , S°lar’ basta que ^
e l fé re tro 1 la s h o n r a T qUG h a b í a n s a q u e a d o .
rech<>y-;ntor?,a-■■Cirr •
■■**»£
dolo t d^ ; ndenado> l a s c ó l a d ia t0 d 0 d e n e q u e s e r . -
® Perta‘- lo conciencia de o * *í
de los individuos, quien, hipando a los mismos intervalos
irregulares del anterior, como si los recibiese bajo cuerda,
logró conectar sus propias ideas:
—¿Y las formalidades relacionadas con el deceso de la
persona humana? —dijo— ¿O se creen, pedazos de brutos,
que un muerto es un fardo clandestino que puede pasar
sin la estampilla del impuesto? Hay que llevarlo para atrás,
yo sé lo que digo, hay que hacer antes otras cosas. . .
¿Formalidades con un hombre como aquél, que había
enterrado sus propios pedazos y era capaz de seguir son
riendo en la caja, y hasta de tener mejor semblante que
cualquiera de ellos? Ese debió ser el pensamiento común
de la mayoría, pues el muerto tuvo que quedarse donde
estaba, aumentando la soledad de la calle como una valija
abandonada en un andén ferroviario.
Siempre eructando, más lívidos y con mas barba que al
entrar, salían horas después, ya en plena mañana, cuando
se encontraron con dos novedades: un ruido sordo como
de barricadas entre las nubes, haciendo temblar las es-
hucturas de abajo, hasta la del cajón mismo, castigándolas
le vibraciones, y el robo de las manijas de bronce, todo el
UÍ° del féretro. Uno de los más tambaleantes, para quien
lluvia próxima no parecía contar, fue el piimeio en
Percibir con terror aquello último, tan importante en sí
eoino un corte en el tendón de Aquiles, pero no a causa
de esa funcionalidad, sino por el carácter suntuario de las
11Solías. Con los pies enredados como la lengua lograba
Agacharse para verificar el desastre, cuando cayó en una
Cuenta inverosímil, la culpabilidad del muerto en el asunto.
~~ A mí no me vas a engañar —logró balbucear en tono
'Uonocorde y a punto de ir a dar dentro de la caja- has
rido tú, por jugarnos una de las pesadas. Pero esta vez
0 Pasaste de muerto, sin manijas no hay entierro. A ver,
s°uá Ja prenda, si no querés que te la saquen a la fuer-
2a • . .
53
e n lT Í ° d VaS*r ,unas moscas Que se habían prendido
•s^le yk ^ dd " * * * ■ Y decidiendo que
día antes & & Cargar para reemPrender el camino del
f“ eIpunt°m
eáZ
haciendo b-ri Uri°r'n arremolina füar hasta las ingles, sin
55
midablesdpodw¡sSdePeme°S aCOnte0Ímientos>Pese a sus for‘
no convencido de m1P 8enClí;- La dl'° VUelta con el * 4
ble y Heno de m ,Un aaima^ tan nervioso, tan inaccesi-
que ellos. d° hubiera caído en el mismo cepo
T" ", , ‘E
EllaKua«
agua °' an° 4Ue
q ue alguien
alguien r
CS0? Sícmpre i ' T estafó ,np
c„u: „ r da sue]to Podo y - C e v cuipa
S ° hay senu¡a 0rq“<i Dios " d ,a®» se ha llevad
,nad° a - e s S ¡a «rSa ; Sba- . "o manda la lh
556
6 Ie Saca
S8ca el
el „ojoM“ fes *- 7™o
uque va con
le° ha^ caic
°?
I
mala suerte, lo seguiría mirando con uno solo si se que
dara tuerto. . .
Por su voz, cada vez más híbrida y estrangulada, se
podía adivinar que estaba por hacer algo a lo que no se
hubiera animado nunca, llorar sobre las cosas inexplicables
que acogotan al hombre sin culpas, como un castigo por
no tenerlas, cuando otro de los componentes, el que había
corrido más peligro según lo denunciaba su aspecto, de
cidió aprovecharse del espacio en blanco de aquella debi
lidad y, luego de arrojar algunos buches de fango, aban
donó el sitio para enfrentarse bruscamente al conjunto.
Parecía el espectro de los ahogados, con unas crecidas bar
bas, la camisa rota en varios sitios, una piel azulada y
transparente viéndosele por los agujeros.
—Sí, así es —empezó a articular con esfuerzo— se nos
fue de las manos, nos lo quitaron, mejor dicho. Pero íba
mos a enterrarlo en un lugar preciso, según recuerdo. En
tonces, y si no somos unos miserables, indignos siquiera
de haber compartido la saliva que él dejara en el vaso, lo
que tenemos que hacer ahora es no continuar puliendo ese
caJÓn como un asiento de sala de espera, volverlo a po-
ner al hombro y terminar el entierro, llegando hasta donde
él dejara su adelanto, para cumplir así con su última vo-
luntad, de la que fuimos todos testigos.
Escupía más y más agua sucia. Y esperaba al mismo
tiempo la respuesta. Hasta que uno de los tipos, con una
esPecie de retardo mental de niño mongólico, pregunto
mirando hacia ambos lados:
"¿Hacer igualmente el entierro, ha dicho? ¿Pero como?
En entierro, creo yo, es un muerto en angarillas o algo
Por el estilo, y sin muerto no hay ceremonia. . .
"¿Que cómo? ¡Pues como salga! —grito e lom re
azulado con más fuerzas que las que parecían permi
t e sus pulmones llenos de b arro - El siempre decía
"continuó, regulando con gran sacrificio la voz que las
c°sas más graves, las que salen mejor, no son las que
Se Piensan mucho, sino las que se producen solas a ulti-
m° momento. Y si él razonaba así era por algo, nunca
57
q u ^ t r pr0nunciar una palabra sin sentido. ¿O P»
*"3 alEuienreeil'UStedeS '3'le fuimos sus amigos? A ver.
fiqU 0 tla eX pIi0adón P - d o t e n e r eso.
™ principió * ■V¡™ el finado!. Va I« decía yo des*
^ S s ; T s a f a f “ d e lo s tíK
h Óp
n ^ 'q ú e ^ t0d° aque,1°
c o m í en «da abia vuelto aCOrteÍO- D“ P-ds «
' llB
iblar relaciones directas. Fue en ese momento que, al
bo de otra mirada hacia lo alto, pues los truenos estaban
i golpeando el muro, y tras una nueva inspección circu-
r sobre cada uno, se enfrentó con el tipo azuloso, cuyo
Itimo vómito de agua con tierra le estaba manchando el
lentón, y, agarrándolo del flaco brazo, lo conminó bm-
tlmente:
—Vamos a hacerlo ya, finado fresco. ¿O estás esperando
ue empiece a llover y vuelvas a ahogarte de nuevo fuera
el agujero?
Cuando el hombre, más rígido y azul que nunca, levantó
I pie para entrar en la caja, comenzaban a caer los pii-
leros goterones, tan enormes y prometedores como los
c la mañana. Había que terminar de una vez por todas
I entierro, pensó muriendo por dentro.
61
L ANGEL PLANEA DO R
63'-
^ Í M W n f UeVar,Ia CUGnta del día que se adiciona
mes, enminuevoUaño0 ]oSte “ tr?nsforma en un ***
derse los secrpf-™ i \ qUe conduce a tener que apr®
números que nn 6 * SUma y otras malas historias *
algo peor. No e s ^ ^ V 6 1Iamarían complejos.
solo gusto de aumentT i * ^ VÍene Porcllie sí, P°r ‘
víctima, inoculando n , CUenta’ Salta de víctinia j
color de hoja seca a, a CUal un virus distinto, ^
s°ga del aburrimiento16 Ím? de la Piel de la madre’ \
? del ángel que seaCIl el ^ello del padre, por &
fuera de la cas ‘ ' E1 Se la quita, cierto, almorzad
P e r o queda el canít,,^“ ^ e n d o después de mediano^;
yaci°- inflan l0s Dnlm° los amigos que han hecho ‘
es y luego pasan ■ 0nes cuanto pueden un trecho ^
2 T 6 SQ,ga P o r la s r S P n a r P o r Ia P u e r t a c e r r a d a *
S ,a ^ o j e r vPa a g r e J ^ H j ese d ía q u e to d o s * *
i a p e s te d e m e d ir e] t" °’ y e llo s deban tr a g a rs e
1 hcmP» en la misma forma °»!l
historiT^' P°r °tra Parte o , t
Pecad-) )n° ser Por la’ Parecia haberse adaptad0 :l
S tL * ''iC deaS, na* es de dos niños ig0»'
un aire T w pi^Uete de Ventanas altas alguna '
au" t b ¡ t d h: b!tado Ia ten¡:abalIería 0 * * * * * el
0Curre Con ]° c°n seres'fjC°m0 co,gando de la * J
t0 más ahitos Lmentedos, qu^ ° * al ^ u al que 1° ,
Una Cuota Dart í gemelos , , ?arecen más vacíos o
te| ° de esp • r> el n recibido de todo
de todo? ¿Enn[lledo- ¿Dónde ° ? elIos solos' Y ^ oA
]a rePisa dpi a JSlesia, a i estaba el hermano, desp^
, 'an quedadnCOrnedor) en Pi^Ue ^ an PeriódicameutO’ ,
r ! / . d 0mÍngOS? t T r ° P a s , o Pn T t0 ^ V e S tÍ r $\
i ds despierto i *1° de los t u m b ita c o n fl°re J
erm an0 desDn! Par, ]0rrr ' ° S’ el q u e s ie m p r e re ¡
"C re o qu es d e ^ h 0 e x p lic á rs e lo c i e r t a v e '
Z de todas PaCr S d i l a c i o n e s : J
Ientras e| otró10d dfbuÍandoSÍayr eS por eso <lue
dlsfrutaba ¿ raW del día en la F9
64 de su turno libre.
—No entiendo. ¿Cómo se puede estar en muchos lados
d mismo tiempo?
El teórico pareció encerrarse en un mar de conjeturas,
io en cuanto a la creencia en sí, de la cual no abrigaba
la menor duda, sino con respecto a la fórmula objetiva
fue toda idea tiene que cobrar a causa de tanto palurdo
fue puebla la tierra. Se encaminaban en ese momento
lacia el jardín lateral de la casa en busca de un maldito
or° Que se había perdido hacía unas semanas, y al que
uiaginaban burlándose de ellos entre los matorrales. De
Pronto, como tocado por el rayo intuitivo, el creador de
a tesis de ubicuidad se paró en seco, atento sólo a su
-^cubrimiento:
~~^a lo sé, en todos lados. Es como cuando se quiere
untar una mosca que anda volando. Uno va a dar el pan-
ahazo y zas, ya el bicho está en otro sitio. Y así siempre
uidará aquí y allá y en ninguna parte, como nuestro her-
nano. ¿Qué te parece? Sólo que en lugar de mosca es
>n ángel, o una mosca mil veces más grande. ..
El otro chico se lo quedó mirando embobadamente.
vlle genio inigualable. El no posee herramientas como
0ara machacar en ese clavo de oro con algún hallazgo
?ropio> siquiera en materia de preguntas adicionales. Pe-
0 sabe qile los dos se hallan unidos por algo que los
c° ara en forma definitiva, el terror común de que el
ngelote diera un día en caer como un avión suicida sobre
, Casa> hundiendo el techo, el piso, con su fuerza del
0 mundo, para salirse luego él a la superficie, milagre
a n t e a salvo, a ocupar de nuevo la repisa del come-
v junto a la ventana que mira a los árboles.
:¡ . ^Ueha puja Con e] adversario disparando desde el in-
10 tenía, pues, un punto siempre favorable a ellos el
Der venido en par, con esa prodigiosa simpatía de los
es dobles hasta para combatir la mala suerte. Con ca
los an,®ina- con cada granazón que los lanzara como a
>,r nailfragos contra los acantilados de la misma fiebre,
•es eClan haber fortificado su organización de dos fren-
' ante k soledad del otro, vulnerando algunas veces la
65
cumplir h f emal en ciertas Pe(l ueñas brechas. Así, al
espejo sus T ' V Z V lu6g° de descubrirse an te un
punta de las „/e a daS’ d e rta term inación en
» la £ £ de P“ °
cumpleaños bastanto f • V graron una P nm era fiesta de
cito habría descendidoS ^ 'P0r° C°n lo CUal el m uerte'
^ is 5 y mediante el s is te m a d ^ plÍnt° ’ A **
recho a bajar al misterioso u lga de ham b re: de-
con prohibición de to 'i sue^° de la casa, donde
entregó zona franca parT ln. ÍUgUetes del ángeI se leS
p ue precisamente en a q u e l^ r08
fundóse con un enorme cnbnll ? subterráneo, y enea-
S! ir el feudo contrario dond ° madera que parecía pre-
fmalgaria
de hostilidades
que mecW
fiante S° Pr°dujo
una nueya Iaversión
raPlura {oX'
de I3
3 0 el carácter difuso del *i ° ia tQdos los rincones,
tos gemelos O m t ? Mpata™ : “Y < * « ■ . S e » *
s rogamos por e, , 1 « de Burro y Hocico de Perro
tiempo 3 Vuesho 2 t °arf ¡"feliz del retrato,
pared ’ P°rc|ue "°s olvidam ** i no sab™os cuánto
S o ;- /:" *" ^ d í a 'd h-Cer k raya “ b
DeI “ ¡smoTod“ al3S- amén'’ eSt°S 56 CaÍga ^
r e i r e f , ^ - S a er 20 ‘ P'a™ ar
al ángel e n ^ Construcción 1 CUanto a los ™ec,1°S’
Vos> Palillo aSG a un arseml i G llna íau^a Para cclZ0Í
t l ^ Íd a n - u m u t f 1n b r e s ’ re s o rte s , c ía '
tema de lengua-Pr°PÍaS narices def0 f°m0 ladro!neS ^
Planes ^cretos. Aj mudo> <*da Ve2 2 ' ^ ° ' Y ctert° t s
primitivas Pn i pnncipi0 mas necesario a 1°
61 yo’ el L rrl 386 a la SGreduí° a «SaW
cerlas y Su £ el abaj0) ]as ra mas simple: el tú V
f esquema, eJ ,a?°: Lueg0 ' a °sas Sementales, el h3'
ando cuanta DP del comnim. da clue se domiua
°* q u e a v ece110? " raitla S ° e n te n d im ie n to bro;
sus ^ tre m o s . debe n e c e L , COnten e r u n s i g n * '
r e otro para sutiíiz3^
66
Fue en la noche de los siete años, y mientras la madre
•s engalanaba en el cuarto de vestir, aquel lugar terro-
fico lleno de las ropas que habían perdido el cuerpo
el ángel, cuando decidieron llevar al límite de la au-
acia sus recursos mímicos, ultrajar al otro en cierta for-
Ia húmeda, dejarlo hecho una lástima de pies a cabe-
a- Detrás de la ventana que daba al jardín lateral, un
ielo negro y restallante de relámpagos parecía haber
echo causa común con el lóbrego cumpleaños, en tanto
Ue la madre, en una actividad inusitada con relación
aquellos hijos que nunca había logrado amar, abría
cerraba muebles, combinaba colores, revivía los tiem-
°s del chico muerto en cada detalle de sus ropas.
"Imposible, Hocico, no va a salir, esto resulta nada
'ás que cuando es de verdad —logró expresar uno de los
mellizos en su jerga de señales.
El árbol cónico que casi pegaba sus ramas a la ven-
*na’ aPareciendo y desapareciendo en cada latigazo del
le °> dio de pronto su espectáculo entero tras el vidrio
°m° una advertencia del bando contrario.
"Sí, que ]0 bago, y ya mismo —insistió en fanfarronear
el hocico puntiagudo mediante un gesto de burla
eñ^ ^ p*no~ ’ Y para la próxima luz, que debe ser una
a del miedo que nos manda de arriba.
"Ha empezado a llover, maldita sea, se nos adelanto
corando que tiene más agua que nosótros —agregó e
tos orejas, casi llamando la atención de la ruadle que
la alcanzado a completar dos conjuntos iguales.
ntonces a la carga, lo baño yo también.
er° no hubo tiempo de saber si se podía o no consu-
ión ° ^es^0- El enemigo metafísico iba a poner en ac
I ^das sus baterías. Un trueno largo como el mugi-
:1 «el minotauro hizo vibrar los vidrios, los muebles,
I Pls° de la casa. La mujer, entregada a la reparación
le ¡mas Pequeñeces, parecía hallarse escindida del clima
r¡j a Confabulación, como si la inocencia la hubiera un-
Urale^°r desquite ante el desprecio de sus vasallosna-
67
nado^-en i r 8a ,' PT ’ S' qUÍ6re pelea limPia - diÍ° el ° ri'
- ;Estás L a? I 3,0 7 n° d6Sde allí> como un cobarde'
Que tendrá'bajo las alas?* * Y ]°S PÍ0]Íll°S
cuidado^ena^miró11varias vecesf“ * ^ ^
improvisación nn° ™an°‘ Además, el entusiasmo de la
q - d Z l r l 6^ , 6“ el sistema- Este era algo
tados antes en pl* ^ f ementos conocidos, experimen-
nejos. Cl SubsueI° ^mo una droga en los co-
basta ya de fpnb •
incorporándose v nd; i- 6n^S ~ cbJ0 de pronto la madre
ios niños qlie se ^ ICaa 0 Un traje de cada uno—. A
se les deforma ]a ' ^ ° tiemP° ensayando esos gestos
nerviosos en todo el ^ Cuand° no terminan con tics
al liermanito le disrxncT^0' Por otra Parte> ya lo saben’
reSf t0 a su e s t a f e n tal6S C0sas> son u n a fa lta de
Aquello, que en f gracia-
inobjetable, tuvo este n’° II,ento h u b iero « d o u n a orden
a ablar de l0s p e lie r n l^ Un e *ecto co n tra rio , com o s¡
™ el recodo de ]as „ 9Ue acech a b a n a los h ijos vivos
!do un pora d neeas, la m u je r h u b ¡ deScgn-
69
os rega os. Esto último no necesitaría comunicaciones,
ln C0If a mbada que asegura el pacto secreto. Fue-
hilo riqU<i U0ra’ a^T^a que cu*dar en primer término el
de s u e r t e SÍn anudar ni romp6r’
terial colPflfi P°i añadir a ^ pelota del mismo m«'
sZ l \°S Hrantes del te<*° en medio de
Por la torta "te 1*' 6 ^ hermano ni el papel encremadc
hola de hilos do T V " * * d ^ a m i e n t o de H
de un Z J 0° : t \ ° S dG la Ú ltÍm a C apa p o r
siempre, pasársela i° consistlna después en lo d<
que el ángel permaner' ^ S¡n descanso> de man6r‘
eibir ninguna. Es ni ^ Contemplando la cosa sin re
Iota colgada del hil^0 mas tarde, quedando la Pc
ro aburrido y soin °’ podda usarla cuanto quisiera. Fe
mún de la pe]ntn COmo un perro. El pensamiento c°
« que los llenó el par de minut°-
c°n una servilleta ayudaban a repasar los pocillo!
cbando el lapso un_ ? de servir el chocolate. Aprov*
caJa* Ce os niños hizo sonar al oído 51
71
moiadn f6 P(i^*a ^ sdencio a b rie n d o c o m o u n a flor
Í6X ; ragaW , p e r o l f Í T
equis bo
Pinteada
ran debido*
Tt ^ del “ g - a , e e rc a d e l a g -'
-
‘ c eria n o c tu r n a , con Pa
73
O las razones comunes de su aventura. Los dos se s*
ian tan en lo mismo, así respeto al aire helado que
os cala y a las tentaciones de echarlo todo a rodar, co-
oiie p1 ! !rnP°sibilidad de cualquier actitud negativisfr
luio dprnaQ0^^0 lm*ent:o era una decisión sin sentido, u”
embargo ° Para ambici°nar a última hora. S¡D
^ 5 2 PerdbÍr ^ que no ft¡¡¡
V Ls mantas olvidad^. ^ qU6 k hÍSt°rÍa dd
75
llegan por el tubo hasta el cuarto de baño y de ahí al
vueltn Via!10 de 3a madm, si es que alguna vez había
al s„Plna f.Ci°IrnUi <'omPletamente. Y la mujer echó P¡e
como ella a . aban de sorprenderla, no se sabría si
reseco v a °, como a3S° desprendido de su doble,
No estiban 1 •-6 quebrarse al chocar con las cosas.
Planta principal T ° S ^ ^ dormitorio- Descendió a b
que la lámpara de°iaPrr and0’ ,d PaS° P°r el
go, la escalera h • ®pisa tenia aún buen aceite. Lúe
encendida. Ya p i s°tan°, donde ha quedado luZ
“ > los últimos años* „.Y' 'UEar’ al que poco soIía bf l
cubriendo el m,„ i’ curmsamente en círculo, redes
rado estaban aún alh Perdld°- Las cosas del hijo evap0'
tes, con sus miHrl Q a mano Y espectralmente dista'1
-El jaco de mi enS--UmergÍdas en tiempo.
sa manta de la mi-, 1U° 1 murmuró quitando la misten0
l.,ch.„^Za Ce^ animal~
que llevo sin lustrad animal—. Dios mío mío, los sig£
n J arsus
Puso la mano arreo s•...
SUS arreos •.
Pie que había sosten-1*0 fstrib°- Vio corporizarse casi
zapatos de aquellosnipi°eS
a q u e ?dÍeF n Zo añ°H S antes.Ppero. ¿y3
Perft0S ant6S- Pero“ . .* ?
p" cíe de y no Io iieSrforcejea por traerlos a la
nian los gemelos
&WJ1CJOS V v PPn
o®**’11 que ^— tres Clliua
años uv-t--
después
zapatos dobles que I?“ 7f los sus zaPatos, zapatos, siete años
del niñn desaparecida fdescanten
e niño „1
escar5an en aluvión mhrfi
sobre
an efinitivamente p oraian una montaña, los ap
*** * * Rérdida f Gnáerse de aquella ser
le levaba a 10 a]to 6 lab,e> miró hacia la escal*
ahorr esto
~~Y ahora -• i
77
datos nuevos: su blancura desparramada por la luna, el
pelo suelto y la voz inédita, como de otra mamá distinta
que hubiese vivido por dentro de la suya, y con la que
abrió la marcha amenazadora.
—Monstruos, monstruos, ¿dónde está esa cosa internal
de que hablabais, dónde, dónde?
Ellos empezaron a retroceder, tomados de la mano,
seguidos siempre por la madre del ángel y su pregunta
(donde, monstruos), calculando mentalmente los paso*
que los separaban del tragaluz (dónde, dónde se halla
esa cosa diabólica que fabricaron, dó'nde, criminales,
donde). El agujero debía estar ya demasiado cerca p f
tuían mPpS°nmaS’ Per° *mP°sible desviar el camino. n
pozo dqe7 aí » » a conciencia hacia A
arrojándose ’ aUnque tamPoeo podrían salvarse de L
níflos “ »unes hacia su madre (dí»'
S “ pecho e„ "Tndl°S' dÓI*>> Puesto que ella no
ángel. Entonces vT g0ta de sangre que no fuera de
las manos hrc¡Z ^ talón en el borde> se S° n
Y cayendo’ senld * der6cha e izquierda del aguj*0
Habia extendido i * en el *udo. Ella no lo * *
sonámbula. El ííln°S fazos bacia adelante como u
en el vacío, salió del° ’ estrangulado salvajemen
rías veces en el aíro P°.Z° Como una espiral y reptó v
brazos de la chimen/ 0 del techo- E1 hornb? Iri
eI cinturón, mientra & i S0gUla impávido con la jaula
sombrero. le giraba sin cesar la pluma
78
la i n m i g r a n t e
Ju an A b e l G rim
Por la recopilación entera
79
I
80
Perdóneme, pero voy a usar su sistema para confiarle
que, luego de las observaciones de ayer, traté de buscar
en todos los espejos de la tienda la imagen de una persona
que llevaba encima mi nombre, mi rostro, mis demás per
tenencias. Y con qué resultado. Porque lo cierto fue que
eada una de las torpes actitudes que me fueron mostradas
Por usted en la mesa de aquel bar, la forma de asaltar a
compradoras con la intención de venderles a la uerza,
nii rabia incontenible cuando se retiraban sin entrar en mi
l'Uego, y después la tendencia a buscar los ventanales para
uurar la libertad de afuera como si la hubiese perdido
en un mal cambio, todo eso me parecía irse c espren
do mí como las capas de una cebolla.
Luego de la primera operación, empece ya a
eon facilidad. Esto sí, aquello no, cuidado...
e todo: que nadie sepa que estoy creando mi pi_ ,
del°. que los demás se hallen ajenos al proceso D gamelo
aunque sea con una mirada: ¿voy bien asi, le
III
IV
VI
, , Ap ioreunión ¿no es asi.
a jugo conmigo antes cíe * , primer día.
lúe yo miré la foto de su billete <
VII
84
V ili
IX
<*) n
esafiar
a mamá, qué a r r o jo ... — J. A. G.
85
.
en momento de entregarla, la je ta ta
biera sido^ Pa¿ bras finales de esta carta. Me a
mediante P e v°lver a la superficie lo testa
mujer v vñ
íentos“™cidos-per°pre%
™crloprrdim ,pr.e había existido entre aqu
estado de Un .tacito respeto por las cosas en
Luego c r e í '? " deCÍSÍÓn>
cimo orden Correspondía colocar en este
« Vtc.iX*“1«* " • " "
Señora;
, Qu'siera Verb
S e t aquí- ^ u n t ; ^ 1? 5,' del
end I T otro
fuera de 1
mutido.
86
En adelante, mi madre comenzará a escribir sólo
para mí. Paz sobre sus despojos delicados. Quien
quiera que haya guerra la tendrá conmigo.
XI
XIII
89'
XIV
XV
y kje
nrast afeitaba’sutóunáese:ff
especial m- desconocido. Por momentos, y
*5Lrd
rrill°. de con 3 lgUa1’ d e o frecerIe UI
tes que Veisar de mi madre como dos * ^
existe Ppr° leencuentran cuando la mujer ya y(
Por otra p°ar má ^ viva V era a *
antes. Fue y° Jamás 1° había conocK fl
boleta i" v n T * * CUando recordé ]° ^
tarme í0 del f° d& Parma* Mi madre iba a ^
Su Üteratu fr ° S? «m toda la * * * ?
°on calor v I T ’ °apaz de escribir ?
labio. or|ido de palabras dichas de
92
XVI
XVII
XVIII
le*
ta MydQueT “í?.s recuerd°s anotados con tu extraña £
escrito que o encontré en el sitio indicado, ha 1
adentr0 mío con?C ombre> mi padre (pensar que eS‘
decía qlIe u ° ’,in *níl u ih n o que se apropió de la c:lí;a
ciertos hechos ^ U° invento más que dudoso, Pu.
Cn ]a vida soC? f n°S C0nmueven por estar codo a * *
Bien; o en lo f n° ^ afectarían en una isla cíeSie
de «n mitin isla desierta> o gritada por * f t
tuitiva será siemnr ’ GSt0y Seguro de riñe tu poe»» »
erás que antes de ° ^ perdonavi'das formidable. ¿O ,
tCnÍdo yo una l °m ? r las miserias de las tienda
|ú nunca has ¿ realifta d* esa cueva iluminada? ^
Ia chusma q u e se C arne V h u e s o d i r i g ^
una especie de ah ? por ^a comisión menuda,
?0 he visto azularse sobre un mar movedizo ^
C ? -Me ^
■ y como tal aIiameXi, Sd o d ea a^S°
V ° lv e r al
raro con tu c
2 ^ í 0 P°r la m e z c l 7 a hered-'l d° de aq u e l i n * ^
he™ la,« h . A e ¿ h ° ^ é a q™> M * ? t fl»£
°s a-'a rgado e] _ ,, ra tu Y yo estam os sabieflc0
p logo •»*» de la cuenta.
94
XIX
¡^'1 ¡A * ue el viento
■ ^ lo -f1- !° e n c o n tr a r í a d ic h o p o r a l ? u i e n I ^ " únicam en te. —
A- 0. l0S «boles! Mamá y el n iñ o C h e sterto n ,
95
empezó a decir sordamente: “Juntas, juntas, que Dios ha
echado calor en tu carne y no tiene ya curiosidad para
venir a espiar en casas viejas como ésta”.
Ella, entretanto, al margen del asunto y en pleno estado
de lo que yo había presentido, su temor de última b°ra’
me miraba hacer la unificación de los camastros, sentada
en el suelo y como prisionera entre la tempestad que dab»
golpes por un lado y el misterio por otro.
Yo, helada hasta los huesos, y quitándom e sólo tos f
Patos y el abrigo, me puse al fin bajo las mantas. Tenia»
l n l d r°Pe,r0 f ntigu0’ a cosa P ^ a d a . Pero ni eso l*»*
logrado robarles las excelencias del oficio, nada f
m ano ™ )a t6m Ura P r o s ü M d a e o n ta n t o e n c u e n tro h»
n a m iV aenar- D e sd e mi c u a r to se e sc u c h a b a
üntoeando en la cocina. Por un 0 ^
me pareo'0 que ,a mujer ^ ^ hab¡a ^ ¿ o »
era 1-, 6 ^ movia entre las cosas domesticadas
n rase r a' Hubiera necesitad° Tue mi ^
toda s , UPar 61 Siti0 vacante. a insta,arSe »
la casa. Presencia COTporal en el aire affibig«0
De $
mis suspiros0de0rilTCOntinUé Ieyendo~ Y más a ^ b ij® 5
que por otra en? ^°r env°lvimiento de las c ^
decisión, arroiánrU ? empezó a quitarse sus r°Pa >j
Meterse a mi ¿ i ° acia los cuatros vientos, Y Sí ^e
Parecía haberse dP' \ po]ó Analmente de lo úmc
tan diminuto a„P 2? ° Para Proteger su vida, un - $
Pleta. Aquello en P°Vla a r*Sa’ y apareció la vi^oíl tiíP
?e esos Punteados d T ° encontrar dos huevos de V -0cfi
a especie. Así cp i pecas de los que nunca se ^
^ eda en mi J L ? dl]e’ y eso la llevó a iniciar < ^
Po ^ue estaba aún cubierto. Hurg0’
que rompió algo, y de pronto se la oyó decir atragan
tándose con las palabras:
-Cielos, pero si se dirían magnolias. Esto debía ser o
ciue perfumaba la tienda, no el de Violeta de Parma
su propia voz la sacó del éxtasis, volviéndola a una
realidad que parecía haberla abandonado en forma pro
visoria. Empezó desde ese instante a acometerla una es
Pecie de terror campesino, como si hubiese sido escu
ierta por todas las mujeres simples que la ha ian an
pedido. Aquello no era posible, dijo de pron o c°
misma vehemencia anterior, era necesario morir, o
(a er muerto antes de nacer, morir, no haber na01
'mPetu de destrucción se le había metido en e
• asta la arrojó fuera de la cama con miras e ‘
Patio inundado. Logré alcanzarla junto a «
el^0.^ Una gata en trance de furor’ C°n e pC ° '
dije por tentar suerte con clia'°¡ . en ]a
;dad" no será cosa de que se nos dicte seaitenaa^
ten"1'1 del sin defensor ni siquiera e J que
kngamos qUe arrojarnos bajo la lluvia por peca
s®han cometido. , „:0 ]as man
tas. l SC de]° mailejar volviendo a que »
Rua , g0 me miró desde una luz < omentos, y ha-
S aba tl as los párpados para ciertos momento ^
Par °Se visera con las manos me rogo qu revista de
m0j ’ ^nhrí malamente el adefesio con un tant0
S as; y t°do pareció entrar en una normalidad
! ? ° Sa- . p— estaba conce-
diénriCr lon - dii° al fin con voz graJ estas por aSun_
tos p°'Q mucha importancia a las cosa ,, j¡caS. Yo vine
aquí los libros en las bibliotecas P ^ acar¡ciase
Por p0rque deseaba que alguien como hubieras sido
Un i °mPleto la primera vez de mi V1 a‘ joS homlues
que ° re estaría igualmente contigo- ^ me an
PrOVnCOnocí basta el momento, incluso 0 pue-
d* p°0°ad0 nada> ni siquiera risa. Un dia q opiatamente,
P0r lo menos eso, hacer que yo me ría ^
que me estire y me retuerza por algo que él diga o haga
por mi, ^entonces vendré con él hasta este mismo sitio
. le daré lo que tú me hayas dejado. ..
V nnr asistido perpleja a aquel cambio de posición,
tantoc o- momento me Preció que se vive cuerdamente
cara cnm°S Pam ^ ^0Cura de otro nos reviente en la
coche v ln P ra *5ue sa^a riel camino al vidrio del
e y Jo hace añicos.
negr° eStríe
diam lGr Su objetivo- n S,ca amiento que deberi
que ante que
gnta desde el suelo
S6r que p°r causa
sepultado, y los dem
jqq para que te desanimes
ejes a ellos solos, pero tú sorda y sin comprender su'
!,10ma de energúmenos, y todo porque al fin, cuando ya
e6ues hasta el borde, comprendas que no es tal cosa,
I más bien una engañifa para que nunca olvides que
‘ la verdadera tierra, está en el cielo...
7 tl por el filo de la media noche ella halló su dia-
ante. Yo iba a anotar la hora exacta. Saqué la revista
\? * r ía la luz, miré el reloj pulsera.
a8u' a dÍCÍÓn ~"susurré— se me ha salido el vidrio y as
dlsPararon quién sabrá adonde,
henl abora ~Preguntó sin aliento— qué pasa en una
> a regimentada? ~
£ Una risita llena de íes había interferido nuestras ondas
eerr,?Sl lm meusaje sustitutivo de nariz y de ojo en la
maduras.
d e í? 0 Sí que ha sido bueno, dos mujeres -se oyó decir
estar Gnte al hombrecito ahorrativo de agua que p‘
asía' Pegad° a nuestras orejas- si uno pudiera hacer algo
)arme aVla’ Probar al menos a hacerlo, si tu quisier
-'P.,?110 intentara solamente... ,
Para "gruñó la mujer elefante— qué asco, a ^
fraSco eumpletos. Dame las de dormir, son
u grande-
Por l a s ? 6? 6 de so1 anfibi0 empezÓ f? alT niloverCOpero
y° oí-, endiias- Sin duda había cesado de ]]° ’ s Ja
Puer¿ rUer agua> siempre más agua. Entrea ^ del
H h o qUV laba al -te rio r y la vi Se ^ f quida.
Nieta N b°rdado en una forma , °ú arriba entre
1» d °l0r de Su n°mbre' d°rmÍfaS sonámbulos q *
levant i cuarto adentro y mis ojos
K _ a an basta el molino. e\ parque,
i eM deN° VÍ en el abrigo y salí a exp ^ árboles,
t tlndiénd °rar una eternidad en el paseo ‘ .jnomen-
S los °me en la hojarasca llena de lodo. ^ en
bl> a ^ ln°S siniestros querían c l a v a r m e tQ ha.
i al Pri amortaÍado, volverme al nllI¡u árboles en m>
’ Cnn nClpio> siempre aquellos mal i , fuego.
011 ^ casamatas verdes en las lineas
101
Cuando regresé, ella estaba ya vestida, sentada sobre
una maleta y llorando en silencio. Se oía afuera el albo
roto de algunos pasajeros por engancharse en el próximo
viaje de regreso. Ella continuaba en lo suyo, sin ostenta
ción, pero con el peso de soledad de las ruinas.
Y fue en ese momento cuando me ocurrió verla como
lo sigo haciendo ahora, bajo la forma de una pequeña,
sucia y fea inmigrante que ha llegado de lejos y todavía
no sabe si continúan allá pensando que está acá o lo está
rea,mente. Sentada sobre la maleta ordinaria, quizá P°r
sa ei a ena de su antigua tierra pobre, o a causa dc
a riqueza de la nueva, demasiado llamativa para ser ver-
lá'jfnvS a mmigrante me miró de pronto por entre laS
afuera* me^ifo6111138 COntínuaba oyéndose el pataleo &
zar qU16r° diamante otra vez, pero sin alean-
tengo miedo.6 ** h ^ entera- V°y a casarnflC ^
'“'víárr,“»'«“
de agua u ,lgrante- - M olinos con ca
r T ena- - Vient0 y W
idiotez. - El ° ° nada■ * Georg,íi
una caja U° con mi cara olbnentt
102
Estas palabras inconexas aparecían al final escritas con
mi letra, aquella letra tan sin marcas de sangre, tan sin
foguear de entonces.
Enfilo el experimento de repetirlas hoy una y otra vez
a la posible sobreviviente llamada Georgina, que e e
andar aún descalza. Y al alma errante de mi padre des
conocido, husmeando sin descanso en los bosques e pinos
el rastro evaporado del amor.. .
Juan Abel Grim
Conservador y anotador de las cartas.
103
LA SUBASTA
■Ar
^ U ú l... se sabrá si
^druida voz del primero, ése que ^ complejo»
en realidad anda buscando es v
105
para ^ 1“ c0™ con su niño en brrf
hecho S ^ aSCenSOr' EUa lo ignoraba todo, me« » '1
recia n r e / a qUe 6* ascensor pudiera dejarla, y f
d e s i r n‘f arSe, COm0 ™ Pajaro ciego hacia c u #
a I T i6’ ” ÍSm° P° 20 de aire que se ha V0*
que han hech'or “ tlemPo siquiera para saber que «
mate de un \ >r0 poner Ia primera cifra para e
cuanto a finoc ° 6 j” Cra un acto más que delibera o
embocaba eso ’ 6 bubiera P°dido dudar en que ‘
^0*
ridicula, tornen7 ^ señores* Y partiendo de esa b
^ P m n sS e r : s n u e s tra - g r itó Cl T r o
quiatra le hnb T SOsPecllar que cierto médic°
Sug lucrativo
j j ,
ctcT^ n zado por devolverle a la c
'-« S O .
f e " ®
t * * Multasen distancia- Como cada ^ ,
thviduo rechonoh P°r 'miIIares. el nuevo postor ,
fihr° Cort°. en tren r ^ sin cueI1° X non r e s p * ^
T f^ d ad es ™ de, s°™eír irónicamente a W P*
mil cien a su número.
;f c :« ^ e n to s ...
Ce mil _
reí
once Cn l0S ecos d e u n r '0 f n la Sar8anta del.
• • • once!unel—. ¿Alguien da más» ;? ¡(
ero Ja
m a - u n T e X -00”“”“0 ^ ^ i e n d o su visión
la 'grasa” n ^ e ' ^ m aM °’ « ^ n d o de
t Esa grasa se guarda’ sir f
mata un bicho trici C Pat°' Sln contar Q116 cuan v\a
angustia humana 6 ^ C0Tn° SÍ matara también su Pr
—Cien
Poco de aprensií^í°r°T Slguid vociferando ya c°n
ma anterior están r qU0 ofrecieron la surTia P ro
t0? Unos minuto, C°nforines c°u haber cedido tan V
tunidad única nnP mas para que lo mediten, es Ia
•••Peroaif? PU?deeSCapars^
un globo emplumé °MqUe el pato no era un paí ’ -
recordarla 2 1 ^ No. m e t i ó el enchil o ^
animal comenzó a desinflar
cierto silbido de neumático. Y se comprobó en la autop-
Sla que tenía un clavo atravesado en la pared del estó
mago.
"Y bien, señores —resolló al cabo de su mal recuerdo—
Ustedes lo han querido así. ¡Cien mil pesos y ... bajo
e! martillo!
"Nadie baja nada —dijo entonces con voz caída a pio-
el hombre flaco, dejándole con la herramienta a medro
Jm.no como si lo hubiese hipnotizado—porque yo ofrezco
10fa con todo mi derecho, y cuando el martillo no ha
Pd° añn la mesa, los cien mil uno.
;ie en ese punto que el de los cachetes asimétricos de-
o olvidar su inhibición, armarse de confianza en si
s / T ’ cualquiera fuese el lado que estuviera mostrando,
ajj P antó en jarras frente al adversario, medio metro mas
cI ü p 1
clUe él,’ yy ]ec eespetó
s p e to
una udee cesas
u n a ano
amenazas
---------
vu 8ar^ ,
c¡e]0 a Sente acostumbra a escupir hacia arriba porque
Cstá un poco sordo:
esmí !Un°a! ¡Pasarén sobre mi cadáver, pero el sepulcro
Un° í P ye usted? Ese sepulcro es mío.
Qüi pp „ ?, bído
u° semejante mas más uieii
bien a n«
los ahogos
—^ c 1
amc Ia risa, empezó a salir del pecho del otro. - q
< f b a Con n o a c a b a r s e , ib a d esarro llán d o se p r o g *
feen ni más ni menos que como si algulC” con e¡
la facultad de reír e hiciera ensay , ,
* $ 7 ^ “ fono" ToedaTlas“ conciencüsjcl
-Y a ñ S teiTenos-
había viajado rn ° ^ S obddados —continuó sin pensar 4
ustedes l!!”j mente 50,0 ™ últiroaS
Pos de ánades ^ l j aqu*’ evocaban después largos Q
n° balanceándose ° °, a causa del cayado que seg111
Les miró rp 6n 6 c e d ro . . . jo
mis Posible einreSeVeridad’ como instándolos a alaro‘
p remo.
, lo rque cuanrl« , de'
p a: Y bien, dov lmy° 1estaba aquí -continuó aún-
pongo Un pie ^ n salto y Caig0 d d ]ado de la m de
1 a¡ón y yo em orde del últim o brocal, ella f0
,la cosa, y v*° a b u c e a r e n las agu as e s p e s a ^ - ^ Q,
l l4
'° es n taS^ :
qU6 atisbam os hacia acá, sin efü
-rf»
-dijo aproximándole al hombro el regatón del paraguas,
Pero con cuidado de no tocarlo— la vida donde quedaste
tú estúpidamente, como un sol en el centro del sistema y
sjn saberlo. Yo soplo desde el páramo y tú no te apagas,
Porque tú sí podrás regular la mecha. El aire entra a
pulmones y sale tuyo. Cortas pedazos de la nochecon
bs tijeras de sastre de tus piernas y es tuya la huella
de t}>s pies en el parque. Pisaste una hoja, la hoja crujió.
tú ignorando eso tan inmenso, lo que vale e oír e
ruld° de algo bajo tus zapatos. Pero al fin uno ya era el
huerto —afirmó volviéndose a apoyar en e Paragu‘
• desde luego siempre se tendrá con eso alguna veri ,
menos frente a las menudas desgracias e es
asta que, véanlo ahí -agregó con visible cam i
*0r~~ ese pequeño burgués de mejillas d e s p a r e ja s ^
claro ° deSalojarme- Me mandarían al osario J^las
. Y ella iba alguna vez a encontra sería eso, mi
al Pnmera noche? ¿Piensa alguien lo que
t * Hmida y dulce viéndose en la oscuridad con la
-ración catastrófica de ese cuerpo? era po-
sib] n Ei‘° ^ri° les enhebró las vértebras. ¿ ^ ^ oreja
desL qUe Pudieran decirse aquellas c°sau ba pegadas
aI Abierta y que el hombre que aun las ^ ^ grito
dC
les»* Pn °Pañuelo
graSe 6StarSe
y cayóqUÍ6t0? Uda El pequeño
desmayada. y mo
rfe] draina
si on SUcsso de siempre, pensó él, en o ^ se
trak .ef a en el teatro, en lo más per ec con prisa
> Jaba en la sala de disecciones. La a^ ° perroS. Que
se enC,a ’ c°mo quien arroja un hues°, decir los des
tín - ,?ndiesen otros allí afuera, Pare ‘ i nando la P°s'
O os Ujos de Henri Dunant abandon
°s debían volver por su asunto. ^ ]qs ec0S de
otr0Gescucliaba desde adentro, como * tU io anónimo
"« ta. un croar de bocinasi * s¡nluIan(Jo una
Seúal i udera roja de la pueita
^ de frontera. .. , fin de la rara P ^ a
X , ah°ra’ señor rematador -dijo a ton0- a nue v
ria’ luego de carraspear y cambiar ^
as finanzas. ¿En cuánto íbamos pues, cien mil uno si
mal no recuerdo?
m í ! - ! « 0 de venta estaba aún exámine. El Pato>
sucpHp0 m°?St;U0 inflad°’ tendría la ^ lP a- Esas C0SaS.n°
ne^rn^p3 t0 ’ Un Uno por millón recibe tales avisos
nario Íp 7 n° 6n °yó las P ^ b ra s clave de su diccio-
nano,^ se restauró como por milagro.
mil CÍCn md Un° ~ contestó— lo que representa
asignar e ^ e U ^ o ^ ^ °°mÍSÍÓn y diez mil d° ^ *
tiempo r6Volver en el portafolios, más por dade
E1 otro 'nn °m!t6nte coniPrador que en busca de alg ■
t0 hurgando7'111 SÍ6mprG en el Paraguas, iba entreta»'
Nada. Ahora ^ T b°1SÍll°S extemos con la mano bbre
que el resultad3 ^ US°a GS Gn ^os interiores, donde PareG
los remaches1 I ? ^ 7 eI mismo- Ya casi por descose'
la sacó entre * 7 ° Pr°nto una moneda. El h°nl
ca>'ú en un 7 flaC°S, dedos> la miró por ambos lad
luego ruidosamem010 í inefabIe evocación y Ia c0, °de
°i°s> como si i,n X • 6 ,a mesa> La mesa se inlí-
tas- Pero hasta l ° bubiese vaciado su bolso de j
r°n apreciar n11P<aS btas cascadas de los miopes c e
centavo, y de .a? o no era sino una moneda de
f E1 Postor v o S : aií!.lgUa’ P°r añadidura. ^ /lS
foimai, Como r„p ubicarse en su risa, esta vez
-U n reencontrada. ..
bunales subienda ~~GxprGSÓ COn voz de presidente de_
esto- c^ T o t V a 2 rima~ veamos cóm° se * ? £ *
cierto? as a la sucesión de los R o b l e d a l dn
117
LA PUERTA VIOLENTA DA
teció CSe inst™te, por una de ]aSJ " ad!¡, lto«0^ '
Un ‘ Una figura indescriptible, con e\ res
gr¡ Vestid° blanco tocando el sue , ajantaSmada cri
CaVéndole en la espalda. *
miró a la niña desde su sitio. Luego, levantando una mano
e largo hueso y piel amarillo-azulada, empezó a signar
se lenta y repetidas veces.
¿Es eso la locura —se decidió a preguntar la mucha
chuela, apretándose al cuerpo de una de las hermana*
eso que se está haciendo en el rostro?
Para entonces, la sugestiva aparición, como una mar
P vieja y sm polvillo en las alas, comenzó a g*ríir s.
e su a f;0 y fino cuerpo, volvió a signarse ante la Pu®
y desapareció por allí con el mismo misterio con ^
ot * T Sa! ,Esa ausencia desencadenó el frenesí de •
rro„ ' i 1 6^a as de la hermana, se abalanzaron com°
caripia° ^ a berna píeza viva> ia llenaron de impe u
tadn ’ in Una especie de hambre de amor que b * *
cultivando sin saberlo.
o o o
136
No hay nada más obsesionante para el hombre que eso
que ha convenido en llamar el paraíso. No tanto poique
lo imagine hermoso e interminable. Aunque se persis a en
d«ir lo contrario, nadie piensa que pueda exista algo
que supere a la tierra, hasta en la precane a
s¡to. La naturaleza inquietante del paraíso se °"gl 1 ¡er
que posee de inconmovible su secreto. Con e ]QCura
solitaria, comenzó a ocurrir el mismo fen men ,
cle los cuerdos por descubrir lo que naje^ a , ^ dgn_
que violar a cualquier precio. Desde q alimen-
aquella puerta, desde que Clara comenzó
Qrse sin salir al aire, como los roedor , ^ tener
Ss sabe cómo encuentran vitualla, el mun colectiva,
■'a otro pensamiento. Era una especie e mjsterio a
una peste contagiosa, lo de querer ro ruldo en
‘í miljer, aunque más no fuera que Par ^ soledad in-
e silencio. Además, ella era virgen, esa ^ uno. sale
^’mprensible e incomparable. ‘ Hue a , uerto".
tuf¡Ho a cadáver. Ha de hacer meses que ^ ^
, Eru virgen y estaba muerta. N° *e ? ndo a los demas
boca habían salido las palabras. Per° ,]ido 0lor que ma
c a r s e al suelo para aspirar aquel 0 a> se des-
U* en fi„ 0 chorro por las re n d ija s de i de ,a
, ^ í a la cosa. Y hubo que violentar ,e
Se comprende. . . adentro tuvo a
Ll ruido de las primeras PlSíKafj per0 no bien aque
ele mantener a raya al P contemdo de
ldo Lie tragado por el patio, e ^ Se abalanzo con
, Ue*a no pudo aguantar más en s f cjón tenida a
■>re y rabia, con delicia de despojo, P;U' ^
J * Un momento, el primero ^ b¡tada. Las f ^ s con
]e. ,a casa estaba realmente des • nl¡raban las ^
PavS ían crecido hasta la luJ1”* ' 0 centine ^ ertaS
> viviendo sólo en sus ojos, una de b* P ^ , .
f e ^terrados. Pero de Pront°’fL r a de «»«er’e quedó
■ »C bldel Pf aPair tm V ” asta 61 tíemP0
quieta, como un pobre pájaro cercado que sabe lo inútil
que ha de serle el vuelo. Consumida su exuberancia vital,
no era más de lo que podía verse junto a la puerta, un
fantasma acorralado por el tiempo. Había podido, no obs-
ante conservar el fuego antiguo de los ojos y se armo
ae el para desafiar a la turba del patio, dominándola en
un minucioso reconocimiento.
De pronto, y como deslizándose, la mujer se a d e l a n t ó
" maSa- Había descubierto a la muchachuela, desf«'
brnHK' Cn Una ad°^escencia torpe y granujienta, de la Qlie
das Tic Unu penosa c°nfusión de chica y de mancebo. To
hacia el sfóo suceso" ^ ^ ^
139
.
ESPERANDO a PO LID ORO
144
Se quedó unos minutos ensoñando. Nadie podría
n°cer jamás el viaje interior que iba a |iace*se, , ¡
-Y así n ac ió e l Compadre ^
bien-. L o b a u tic é con ese nom b
a,
^ r
regreso. P ero n o tu v e su e rte al llegar. N q ^ ^ dg
h fuerza, sin c ro n iza r con los otros. Es Ce
Montevideo. arniar de nuevo
F altaba y a p o co para la hora. Se 1 ‘ q se expidiese
el bochinche, e ra n ecesario qu e don
an*es' ./ ^Oué tiene que
_ "Vimos un carro fúnebre en un zanjón. cV
Ver con todo esto? , pajarera suelta de
^ de pronto, con más fuerza que < ^ ja cama tal
los relojes, la risa del viejo empezó a • ^ COSquiUas
S1 todas las muchachas del pueblo ecompuso, al &n»
®n Sus primeros tiempos de viu o. cQm0 s¡ se tratara
osió, acomodó las almohadas, y 0
<e cualquier cosa: „ _ s¡ quieren saber o,
"¿El que me está esperando. entre las varas‘
? no nie agarra más ni con e ^ esta cama, con
Í S u e yo me morí ya una vez aqu , teStigo. Y en
la -ujer que me trae ahora la comida ^ b d en
Se fomento empezaron a sonai « s nunu >
> ellos. Y allá, como siempre, p u s i e r o n un *a,e
, 0TtlPadre. . . Y entonces parece q .g ropas. d
^ Papel plisado color violeta arriba d adon
c embalaron en la caja de ma ‘ entrar
Te d e S S* b e n - n ezab a a h a c ern o s e n * ?
v lili;
Y sucedió. El e
} el tíempo de d
la ^acia de Dios.
146
El HOM BRE D E L TU N EL
Cuento p a ra c o n fe s a r y m o r ir
rematan r
mosos cómo te l h
a
p reg u n ta s. no m o le stó con los£
maS ni cuantos años con q u e a uno
más remerl¡an ° ^ Cnico’ V q u e ta n ta s v e c e s no h a ra
un gesto .,° . que COntestar m o stra n d o la re ta g u a r d ia en
con^' r ® acaso a t e n t ó algo fu e so n reír. Pero
al mismo "T™
quizás de s, , ^ 0 ^
m iel q u e se A b o r d a . Y elaborad a
!°S d esech °s d e su p ro p ia soleda •
se quede vinrP1° P1° tÚne1’ com o siem P re q u e la te rn u r
Entonce«: &6n Gn 6Sta e x tr a ñ a « e r r a d e l d e s e n c u e n tr o ;
v° D í a v er en el ú ltim o d e sc a n so , m im n
es &
d<
suc ,en e con dos °jos d e v id rio e n tre e l desparra-m
tído N r / - y a e ra ta rd e - E1 h a b ía * * * £ ,
tándose°rlirei q iie .Para siemPre - M as su P eriodlCJ
a ia- . e mi violación a mi primer comen, {n
cipa] f f-S menudencias de las que él fue también V
de de«;65 lgj ’ y 6n las que siempre los demás ac t
4 a eqT e Cnd e n r teS’ 56 m e P « * “merodea
08 * VP ° ^ *jl3s
0
alrededor i ° S an d a d ° - Ds q u e u n o
ta tiene0 ! 1° 6S6 alg° q u e nos v a n a Q uitar, y lll<?g v¡eja
6 V dor Para e sp erar a q u e el v in o se p o n g a
152
Así, cuando mucho tiempo después cam ie as e •
Por ascensor automático, y nadie supo en e P1S° mu.-er
de venía la mudanza, casi llegué a sa u ar a ‘ ^ ^
Parecida a mí que se echaba hacia atras ^ ^
espejo del pasillo. Dios nuo, iba a aec y q
guna otra vez en las apuradas. Pero reco^ ^ ]¡m.
el Peor y el mejor de mis trabajos, aq y decidí
Píamente su hombre a una prójima ^ a mon_
qne mi pelo ya desvitalizado era una co ‘ gn busca
ta Para andar a los golpes en la ultim P
de lástima hacia sí mismo. no podría decir
Hasta que cierto atardecer lluvioso, t^nej volvió a
Cuánto tiempo después, el hom re ^ enfrente, con
aParecer en esa nueva y no otra ace‘ iera de por vida
el olfato de un perro maníaco que an ^ gste mundo
la pieza. Entonces yo decidí que ‘ & gu enCuentro
H°Hría impedirme ya que me Preclf ‘ de ninguna es-
definitivo. Estaba así, sin interme « ^ áQ vi recos
t é , apretando el botón de la ’
ada a la pared la escalera de em e traCción mven-
-Eso es lo de siempre -farfuUe- la ^ ¿sta que
Clble del caño, aunque la senda n01^ ueStionable eficacia
^ v i e n e verticalmente con su ^ ^
154
REQUIEM PO R GOYO RIBERA
p . Jel individuo y
E* médico olió la muerte infectaos ^ Martín
enó que no hubiera velatorio. l¡an, qu¡én, se dio
3gard, llamado por un cable no sa ia ^ ^ asistencia
; bruces contra aquello. Dos hom re tapabocas de
*Ca» vestidos de blanco, ProteglC nphndo el cuerpo
nz° y guantes de goma, estaban rna aunque n0 pu-
'nsumido de Goyo Ribera. Si, P°rR imp0rtancia era
era creerse, aquella pequeña c0?a estadio de una
°yo Ribera, al parecer en el ultimo
etam°rfosis regresiva. ;An ordinario, con
^ metieron rápidamente en un sí tan se
^ de cuerda. La operación * ¿ de una
a como si se pinchara un inseC n el mismo
? de museo. Luego, y siempre co* ^ ^ d e
i tambres se i „„nerior,
’ lwno una estnogriu*^ - . tenCiia - v ie
!ibTeta erengión inferior
)rmulario d e una como
'» indicó al recién estar
a Pluma. Martín firmo costumbre, M de pre-
0 ocasional del hecho. R°r bajo sU íirn e no
>"do con todo aquello, agre cargo, a afuera,
de! Tribunal el t í t u l o ^ ¿p u e r t o . ^ ^
al caso. Y asunto con bién de ,Qal es-
Ea esperando el furgon> ^ y de a eStaban
[e la caja, color b e n e f i c i e d o ^ de
:al d e la h a b ita c ió n m b ía para Q
ndo a un h o m b re , no se
apreso. 15
Todo era irreal, nebuloso, inasible. Se respiraba allí
dentro la muerte de Goyo Ribera, cierto. Había sido él
portador de algo tan formidable, que ese mismo algo in
concreto podía hacer vivir todas las cosas por simple con-
acto. Su espíritu flotante ya no estaba allí, como si hu
lera deshabitado el cuerpo, como si hubiera emigra^0
sin ecir adonde. Pero, aun así, aun viéndose que Goyo
te eria estar muerto, pues sólo en esa forma podía estar
muerta su atmósfera, la cosa no alcanzaba para decir o
acep ar que estuvieran ocurriendo hechos comunes.
6 ,Ve'a en un rincón u n lecho deso rd en ad o , dos sillas>
en ¡! °J ,Colgado en el m uro. U n reloj. M artín se preciPlta
a-¡ ^ e.ra* desesperadam ente, buscan d o allí algo dond
do t mUGrte d e G°y°- P ero el reloj estab a deten»-
an iip l^ d *a’ últim o d e sus fuerzas, el hom
sus m 3 ^ C^a^ ° imPuiSo al m ecanism o con sus mano ,
queríinn° S ^ qUe quizás ya no restaría sino eso ql
va ni t apnsionar> el fantasm a huidizo del tiem po- P
Pan f, ani "í k p r°yección de esa v o lu n tad todavía vi ‘
paja tender el puente.
afue-a CnmaSCarados> Previa orden al hombre que estf ?
nos0 rÍprPaleC1 jr°n entreSar el nuevo y sifempre ver
indi vidi 6C °i ProPiedad sobre el muerto. Uno de
una vali”f’ • qU6 babía alcanzado el formulario, a j¡
Un f "Ir eri0sa que tenia en la mano, sacó de
red del °f y estreUó con fuerza contra Ia
un bar como cuando se bautiza con champa ,
había T ¥ ?,0r fenicad° » adueñó de la pieza d°»d
°W b S U atmÓsfera de G^ ° - Bien P°dr!a S6er *
algo on i penso Martín, el que lo ayudara a ere
Configuran hUna ^ esas. cosas simPles y definitiV^ pul
mones vi q Vlgl corriente. Ya iba a hinchar 1°
uno de I r /5? a metérselo en el cuerpo, cuando vio'
daba la esHlK>mcbres Cerraba el maletín, el otro r
del cuarto °g ’ y ambos abandonaban el aire
eSZ e C ° « ° p C r
0 10
Goyo, comP,et
uoyo,
ce. por
’ nada.
nnda. I63
S iem p re la lógica, M a rtín , tú ló g ic a . P e ro l a v id a es
d ife re n te .
—D im e, G oyo, u n a ú ltim a c o sa —a ñ a d ió e l o tro , com o
c la u d ic a n d o —. U n a p re g u n ta , es c la ro , u n a m a ld ita p re
g u n ta d e esas - a g r e g ó m ás h u m ild e m e n te , n o se s a b ía si
p o r estar, a su vez, ac o rra la d o , o p o r n o p e r d e r e l ú ltim o
ju e g o —: ¿ha v u elto la ch ica?
-S í.
¿Y dónde está? ¿Nuevamente contigo?
-N o pienso reponderte, y no hablemos más del caso.
yt yo 110 hemos nacido para eso, somos dos plantea
mientos en colisión para el problema.
íen —gritó Martín, no pudiendo ya atajarse la san'
gre del rostro- entonces ya está todo dicho, todo acia-
aclo. Y ya no hay más Código a la fuerza, ni más amistad,
mas ^ y yo, tampoco. Nada que no sea el esplendor de
p pij0pia ruma, de tu derrumbre lento. Pero ni más relojes
as upas afuera, ¿oyes? ¡Basta ya de relojes!
ecordo nítidamente la última dispersión de las pequ*
ñas pxezas Esa vez había arrojado al suelo el redil, lo
pisoteado brutalmente.
—Martín...
Una cni ^ S*qu’eia en tu boca, ni mi nombre en tu aire<
sanrln a C°Saí GSa ’nmundicia, esa maldita perra fría, acu
sando, negando, envileciendo!
artín —volvió a implorar el otro sin aliento,
hiios a y P” ncipalmeTlte lo último, bien que lo sabes. TtjS
tres mp 0 Pí®mar tirados al ca™ d é l a m . . . <***
que no 7 ’ ° , (jada tres d*as sí pudiera hacerlo. ¿O cxe\
oro nara * Va a parar Periódicamente tu reloj &
formidable3? 1 ^ traición inaudita con tu sangre? Si,
Preciada n e’ más formidable que todo tú, menos
sexo por ™atríz sin vibraciones, por esa alma si
ca ¿ vi lln mfrahumana cosa que ya nació perdida. Nu*'
- n eso quT l ***> ™ ”* * * P°r b que ^ ^ t
tamente. Ya ° ^ ’ que nunca es de ellas comP
el paroxismo ^ i^ 6 ^ Sabva n° me alcanza —agreg0
roxismo de la ira- y grac¡as> porque todavía se
164
quedan otras cosas, las que tú no sabes, las q
en su fondo, que yo tampoco sé y que ni ellasospech
de sí misma.
Martín tomó con ambas manos el Código, lo cerró vio-
•entamente y salió de la pieza como un enajenado que se
acabara de gastar su capital de gritos. Por un segunc o 10
Cn pensar ilusoriamente tras la puerta que a 1a cerr.
con estrépito; Viene, abre y viene a decirme que n
sacrifica por tan poca cosa. Me lo dice con os oj,
aletas de la nariz, que han asimilado su
r° Goyo no apareció. El lo imaginó
®'e»do las piezas miserables, si diner0, claro
ngua, con el aliento. Tema que g‘ * ‘ ® Código? El
¿Qué podría importarle el inacabable C ó t h g ^
°digo era un esfuerzo con rend ]l0rqUillas, medias
^ necesitaba comprar leche, pan. ^ Martín es-
lnas. No le importará su propia vira, . er como ésta,.
Ca as abajo (la escalera del infíern°d tín0 infernal, vivir
c°u su lamento de hierro frío, y n11 dedene si una cría-
¡iln Goyo Ribera). Pero el mundo se nalidad (“creci-
Ura igual a tantas no desarrolla su i g] léxic0).
Mnto de personalidad”, estaba asi ‘ ^ ja guía azu
0 Llegó, finalmente, calado de me ** ^ escalera lo
..n mano. Le pareció que c rui g^ él había ves
a envolviendo como una serpie añ0s. En tra]0
0 ^aje alucinado durante veiO*» ^ ^ oyo marcha^
Tientes sonoras. Pero los re , j cementerio, e
> P r e más rápido. Cuando entró a l ^ , ^es
1 ,Se había enterrado a si nusm • ^ chanc .
J* la fajina negra, con las pob* a
Cüenta del muerto. ra ]0sSusan°S • para el
^•Le habrá quedado pulPa n0 pesaba
p, ^ a d a , creo. Con tabla y todo
Mier día. ^irándol°s* „i talante-
a r tín se q u e d ó P a r a f e í ? 0¿ , o de «llos ,d y ” al«“- sa'
^ S e le o f r e c e ? - p r e g u « to ^ p o r h«
.^ T ie n e fuego? -dijo
- el a ^
igarrillos.
Eso, precisamente, pensó odiándose a sí mismo, pedirles
fuego, darles de fumar a los que venían de rematar a Go
yo, a los que se le habían adelantado también en ese tran
ce, a los que le acababan de robar la última posibilidad
terrestre del muerto. Martín hizo un pequeño rodeo en
la neblina. Luego, a puro olfato, enderezó hacia el hoyo
reci n movido. 3845 Adulto. Los otros vieron cómo el in-
ívi uo del cigarro se arrodilló en la tumba, tomó de aque
lla tierra pegajosa entre las manos y empezó a apretarla
nerviosamente, como si la estuviera inquiriendo.
LhirJado -dijo uno- ya me lo parecía,
o, no te parecía, te parece ahora —agregó el segundo
° m . r® a g e m e n t e , la n z a n d o u n a b o c a n a d a d e h u m o y
u n sinfín d e aire d e las trip a s.
O o o
171
La señora Bogard ordenó que las flores que excedían
al salón fueran colocados a ambos lados de la escalera
de entrada, y que se encendiera a toda luz la lámpara
del centro. No había podido darse ese lujo en su pobre
casamiento, cuando Martín llegó en aquella lejanísima
tarde con la cara descompuesta por algo que quizás aca
baría de ocurrirle, y le dijo sin lugar a discusiones: Ma
ría, es necesario que nos casemos. Hacía de eso veinü
cmco años. Justamente en tal día histórico, su hombre
recibe un telegrama misterioso, piensa la señora Bogar
haciendo bajar otro cesto de flores, un telegrama que
no le muestra a ella, como siempre, consulta la guía ce
errocarriles, sale sin despedirse de nadie, y fingiendo no
recordar qué fecha extraordinaria tiene encima. ( e^
ñora ¿bajo también estas orquídeas? —No, no, las
qnideas son para la mesilla dorada. “Va a tener una ma
ní ez exquisita”. La voz de quien le envió aquellas
res para sus bodas de plata le besa los oídos). Es CÍ1
que, a pesar del misterioso telegrama y del aParente r0!.-
0 de la fecha, Martín no puede fallarle, no le ha fa ‘
0 nunca. Entre Martín y ella ha quedado una vieja P
sa, ciertos pendientes que han elegido ambos para
a- os pendientes ya no son simples cosas de as
ec e prescindirse. Encienden el deseo de la mujer
os estrellas que se le vinieran por un hilo. . rr¿ji
de h ,Senora Bogard acomodó las orquídeas en el h
mund Lueg0> moviéndose como una reina de *q
e fl°reS flue se Ie había venido encima £
vela A i ^ egar las gentes— se dio a componer
“Pend^ . egrama Y del improvisado viaje del ^
g a r í n u CS S 6 ñ o r B o g a r d v e n d i d o s e q u i v o c a c i ó n . $
h ab ía p l d - 1ateS tÍgU ar P r i o r id a d c li e n te ” . M a r t l ” eS0
en afI ! u n P le ito - ¿ I b a a o c u r r ir le ju s ta m e n
u4 u e i día?
o o o
174
encima? Pero él comenzó a mirarlo codiciosamente, como
un enamorado. Luego, ya ni lo quiso. En realidad, él,
Martín Bogard, ya estaba muerto. El era el definitivo
muerto sobre el que se pudrirían todas aqúe as ores.
E L D ESVIO
S / « “ »
vvés
T n de f “Joo ^ e
o -tantos t ^a ío s éí^ S
quIZ¡s S
cierto »fue
1 pareció tan berm . os parej .
mi una sensaoón w cesamos de m
e hasta hace unos g ^
) es mucho. . ,eta del suelo, se P _
El desconocido tomo ^ notaba ^ ° ™ atando de
mbro un morral en en el a s i ^ ’pataleando a
i de laL frUtloS deseos que un0 6L educación al ne-
lmar todos os d fiende con mejo
>rta prlnd v luego cíe
gar a grande: la ventanilla y el lugar que avanza en el
sentido de la máquina.
Había, recuerdo, otra plaza frente a la nuestra, y 1¡
ocuparon dos individuos con grandes canastos, tapando
con sus cabezotas el espejo en que hubiéramos podido
mirarnos. Aunque, para decir la verdad, poco tardamos
en descubrir las ventajas del método directo.
e pronto, mi compañero, tan joven como yo pero
mucho mas iniciado en ciertas técnicas, tomó mi mano y
V0 e1ntre ^as suyas- Su contacto cálido y seco me
m ip V Umí f lpe Cn un vérti8° comparativo en el
£ « ’lando todas las blandas, húmedas o dema-
cuandn ^n° S0P°rtar con asco o sin ganas,
IevantarLTtí-PrOlV7 ' ° i ailU0lla esPec’e de otorgamiento para
uno f "S 6 °Si a SUS labios y besarlos uno por
en lo más prolija y entregada, sin tomar en cuenta
A t o l r " , 0 a l0S teSHS0s de enfrente.
famoso chnk Y l “ h“bía emPezado a “"dar con SU
do Yo e s tí 1 qUe h3Ce ks deIidas de todo el mun-
y entorné s n* P,erna\ basta cestos de los vecinos,
L e e s el ! Z Z 6n med¡0 de h toíicidad máxima. En-
y cómplice: I0Wn ” 6 Pr0guntó tono tierno
- . - i Z
Lu. g0 d.l eP ^ 10 " e
mera comida, de 1 decepcion qu
almuerzo o cena, vi con f^uhlp
a mirar su reloj pulsera. ^ ^ ^ dígs ya? qué infalible
» . . ■ ' • - 1"
. r - * « - s - ■ * "
Fue en ese morne ^ cauga de suS Pcarnbiaron de va-
mi penumbra me ^ del cana g que a cauSa
-M ira -aclaro muchos m* , P oportunida-
gón el primer día. Elo ^ y en
de d iv e r g e n c ia s c o n n l7Q
des el hombre de los billetes, que yo iba renovando cada
mañana.
“ ¿A quel in d iv id u o sin c a ra , v e s tid o d e g ris, q u e c re o
a )er visto n o sé si s o b re el p is o o p r e n d id o d e l te c h o a
lo m osca?
Mi compañero inauguró algo que no le conocía, una
carcaja a que hizo girar todos los cuellos hacia nosotros.
— i —contestó al fin— alguien que casi no acusaría más
reheve .que el de los botones de su chaqueta. Pero que
mu o nuestras manos con tan feroz insistencia de campe
sino casamentero, que tuve que ponerte ese anillo mientras
dormías.
^ a e c h a rm e e sta v ez b a s ta n te a g u a s o b r e la c a b e z a
je a^ ca o e su ú ltim a p a la b r a — p o r q u e e so d e d o rm ir
asi com o así y a n o c u e la . P a r e c e r ía u n r e la to c o n el
p erso n aje e q u iv o c a d o - a ñ a d í in c o r p o rá n d o m e .
igamos que primero fue lo de la manzana entre dos,
HnrM Ueg° t6 miste a mi lado— explicó él como qui-
m aW „f‘mP f CÍa 3 ,0S hechos- Es 1° que sucede nor-
desDnés *1 uUím 0 ya ba transcurrido cierto tiempo. Y que
xod„r ,rm
isteriosaprovisiónde s.
Ín d o h e mrePetÍrSe haSta t0Car fondo aún, mi-
A d e m á T X ^ 1 d e s d e e n to n c e s a b u r la r m e d e m í m is m a ,
el jueeo* r l p ^ * 1 ° ? ^ u e H°s tiern P o s d e fr e n e s í, in v e n ta m o s
a ¿ g e n t e 's n h T ^ h V 6 n ta n a - H a b í a ™ s e s p i d o
lia n d o las h í p ^ ^ Í C0SaS’ T e n ía n Qu e d o r m ir a r r 0 "
falta d e sitio ° tr ° S h aS ta d e j a ro n d e a b r a z a r s e p o r
P ° r re a c o m o d a r el ^ M n c e p c ió n d el e s p a c io te r m in ó
m em o rab le él o lv id ó V v / ° j upongo ahora
que
o v id o ta m b ié n d e d a r c u e r d a a l re lo jito a
undia
184
caui.a de mis aprensiones. “Si vive, su tiempo es a en
nosotros”, me dijo cierta vez en que insinúe a * ea’
cular cuántos años de hombre tendría ya e c iqu
través de cuyos globos nos habíamos conocí o. u
frío que me recorrió la espalda a causa de sus paWaM,
nunca mas se buscaron señales metafísicas
quina«; peligrosas. - . había
.Hasta que llegó esta noche. 9 U ^ co n o cid o s éntre
dado en pensarlo, la gran familia cualquiera
sí que se descerrajan en el mismo minu ^ helados.
eí origen del acontecimiento, lo tema d a mar-
pareció, además, que el tren ha ia ^ ex_
°bar a menor velocidad. Aunque naa ^ ^ pUS0 una
Presar con una lengua medio rigi a- ^ besó ¿ed0
manta sobre las piernas, me tomo a m
P°r dedo como la primera vez y qu . bre sjn cara se
Entonces fue cuando sucedió. de ja oscuridad
Plantó en el asiento contrario, en me ^ percibí, sin
absoluta a que nos obligaban a esa raSg0s desco-
^bargo, que le iban surgiendo al de ¿escu
p id o s, o que yo nunca había ten.c ^ perrnltian
ririe. Algunos fogonazos de la casa de campo
kedo en forma intermitente, como « ^
aÍo los relámpagos. rúente cóntra diente
f ^ t e d - le dije al fin dando d.ente ^ todo. ¿Pero
anto tiempo alcanzándonos cosas.
^ué quiere? . a y una crueldad
El individuo me miró con una ^posible deshae-r a
fa” entreveradas que hubiera a * ® comumc
P a r e c ía te n e r a lg o que « c u e rd a
Gr° sin o p o r t u n id a d y a , al i&u£!. iUSta m e n te cuai do>
n o m b re o lv id a d o d e u n a ca ^ v e n ia « c e re .
P a sa r, q u e h a n d e m o lid o a P en sa m ie n to en
, M a n tu v e to d o lo p o s ib le es p 00m átic0 y . ^
tr a ta n d o d e q u e su e m b e i * ^ ^ casa h a b t ó ^
Parara del hombre. (El qiie berse con q«
> alguna vez al „tro vaya a olvidados la
8encia. Su amigo no acudió P ^
lie, el número). El hombre, entretanto, no había sollado
palabra, tironeando quizás de los detalles de un que
hacer que parecía inminente. (Entonces —pensé aún—
un día, de súbito, lo recuerda todo, número, nombre. Pero
sólo cuando pasa por allí y ve que han quitado la casa).
—Bueno —dijo al fin, tal si hubiera asistido al desenlace
de la anécdota— nos acercamos al desvío. Y creo que es
a usted, no a él aún a quien debo empujar por esa puerta.
Trate de no despertarlo, sería un gesto estúpido, una
escena vulgar indigna de su parte.
—Pero es que yo no puedo cancelar esto sin aviso, y
así, en la noche. Usted ha visto bien lo nuestro, lo cono
ció desde un principio. ..
No me dejó ni agonizar. Percibí claramente el ruido
de cerrojo de la aguja al hacerse el desvío, trasmitido de
los rieles a mi corazón como un latido distinto. Y luego
mi caída violenta sobre la maleza, al empuje del hombre
sin cara.
—¡Eh, dónde está la estación, dónde venden los pa_
sajes de regreso! ¡El número, sí, está en mi memoria, el
número de aquella casa demolida!
Entonces fue cuando lo oí, a la grupa del convoy que
se alejaba sin mí y sin estos otros:
-¿Qué estación, qué regreso, qué casa...?
186
V
IN D IC E
7
M u e r te por a la c rá n 21
L a c a lle d e l v ie n to n o rte 39
H is t o r ia e n c i n c o t i e m p o s 47
- H i e n tie rro ..................... 63
Jjr E l á n g e l p la n e a d o r . 79
L a in m ig r a n te ............. 105
^ L a s u b a s ta ................... 119
La p u e r ta v io le n ta d a 141
E s p e r a n d o a P o li d o r o 147
E l h o m b re d e l tú n e l 155
R é q u ie m p o r G o y o R ib e r a 177
E l d e sv ío .....................................
Este libro,
se terminó de imprimir en
Talleres Gráficos Lamadrid,
Lamadrid 384, Capital Federal,
en Marzo de 1979
CALICANTO
Pretender d escribir sim ultánea m ente a la persona
civil y la figura literaria de A rm on ía S om ers, será
siempre una ta re a para biógrafo s ave zad o s en la
contradicción y el “spaltung" m isterioso del ser
creador.
Eludir aquí tales obliga ciones inform ativas no
constituye, pues, sino una o m isió n d elibe ra da
respecto al lector que y a te n d rá ba sta nte con las
om piicaciones de esta extrañ a autoría, cuya
celosa intim idad ha contribuid o a la fo rja d e un
verdadero mito.
n¡ fecha de nacim iento que tra scie nd a n la
la iiam aci° nalldad u ruguaya y su pertenen cia a
nm f?1 To \ eneración del 4 5 ¡ ni Profesión, ni la
(i PÍ „ n m Cr' ’ ni de cla ra ción de co m p ro m iso s o
eqto ah prom is° s agregarían ni quitarían nada a
S n hL ! nante expone nte de creación.
Primera 'i0 ™ n 0 ticia al le c to r Pu e P or
univprQn t ? a en conta cto con su extraño
dem nnni m atlco y el clim a p esadillesco y
» T 10 a sfixia' resaltar el insólito,
del alma V tan tas veces P ° ético esquem a
um ana que constituye su narrativa.