Download as pdf
Download as pdf
You are on page 1of 138
SILVINA OCAMPO La furia y otros cuentos Editorial Sudamericana a tina operon rn mde "por ningun medias eran, etoeinics eric. gree, ctnapc parton er np soe IMPRESO EN LA ARGENTINA, ued ho apt serpin ley 41-723 0 2068 Eira Sutimerions SAB ‘anor 1931, Bons Are {© 2006, Herdeot de Sivina Ocampo IBN 91 9760980.07-2784-6 LA LIEBRE DORADA En el seno de Ja earde, el sol la iluminaba como un, holocausto en las liminas de la historia sageada.Todas las licbres no son iguales, Jacinto, y no era m4 pelaje, cxéeme, Jo que la distinguia de las otras liebres, no eran sus ojos de tartaro ni la forma caprichosa de sus orejas: era algo aque ibs mucho mis alld de lo gue nosotros los hombres lamamos personalidad. Las innumerables cransmigracio- nes que habia sufrido su alma le enseflaron a volver- se invisible o visible en los momentos sefialados para la complicidad con Dios o con algunos angeles atrevidos. Durante cinco minutos, 4 mediodia, siempre hacia un alto en el mismo lugar del campo; con las orejas erguidas cescuchabs algo. El ruido ensordecedor de una catarata que ahuyenta| los pijaros y el chisporroteo del incendio de un bosque, {que aterra 3 as bestiss mas temerarias, no hubieran dila~ tado tanto sus ojos; el antojadizo rumor del mundo que recordaba, poblado de animales prehist6ricos, de cemplos 7 {gue parecian irboles resecos, de guereas cuyas metas los dguerreros aleanzaban cuando las metas ya eran otras, la volvian mis caprichosa y més sagaz. Un dia se detuvo, como de costumbre, 4 la hora en que el sol cae a pique sobre los érboles, sin permicisles dar sombra, y ayé ladei- dos, no de un perro, sino de muchos, que corrian enlo- quecidos por el campo. De un salto seco, a liebre cruzé el camino y comen- 26a correr; los perros corrieron detris de ella confiss- —zAdénde vamos? —geitaba la Kebre, con vor tem= blorosa, de relimpago. —Al fin de tu vida —gritaban los perros con voces de perros Este no es un cuento pars nifios, Jacinto; eal vez influida por Jorge Alberto Orellana, que tiene siete y que siempre me reclama cuentos, cito las palabras de Tos perros y de la liebre, que lo seducen. Sabemos que tuna hebre puede ser eSmplice de Dios y de los ingeles, si permanece muda, frente a incerlocutores mudos, Los perros no eran malos, pero habian jurado alean— zar la liebre sélo para matarls, La licbre peneted en an bosque, donde las hojas erujian estrepitosamente; cruzé una pradera, donde el pasto se doblaba con suavidad: ccruz6 umn jardin, donde habia cuatro ereatuse de las esta ciones,y un patio cubierto de lores, donde algunas per~ sonas, alrededor de una mesa, tomaban café, Las sefioras

You might also like