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60 por mucho tiempo, poetas, novelistas, ensayistas, criticos, pintores, escultores. Una tradicién literaria y artistica, en la cual resulten evidentes las ten- dencias, los géneros, los estilos y, sobre todo, en la cual aparezean Jas obras ejemplares que la decan- tacién histérica convierte en modelos clasicos, es ‘una auténtica tradicién. No basta con el paso fisico del tiempo para que se produzca el hecho espiritual de la tradicién estética de un pueblo. Un pueblo puede permanecer durante varios siglos de su vida sin verdadera tradicién literaria y artistica, en una simple sucesién cronolégica de su actividad intelec- tual. Puede, en cambio, recuperar el tiempo per dido, a partir de un instante de su historia y empe- zar a crear formas sorprendentes del arte. En ese momento comenzara, de verdad, la tradicién lite- raria y artistica. Lo anterior, los afios, los siglos perdidos, no entrarén sino como la etapa del caos, del natural balbuceo de Jas formas. Quien mire ha- cia atras, cien, doscientos afios atrés, con ojos des- prevenidos, en el panorama general de la literatura y del arte americanos, hallaré suficientes razones para explicarse las perplejidades, los azares y las deficiencias de la critica en esta parte del mundo, 'L COMPROMISO DE LA CRITICA Casi todos los escritores colombianos nos hemos puesto de acuerdo, en acto de reflexiva humildad, yira declarar que Ja critica literaria “nacional” es eco menos que inexistente y que todo cuanto se ice © se ha hecho hasta ahora en ese sentido, se vneuentra fatalmente debilitado e interferido por na nociéa de compromiso amistoso. En palabras nds simples: las amistades personales, por una pav- \v, y el espiritu de grupo 0 de generacién, por otra, walidan el posible rigor y la deseada justicia en | andlisis de la obra ajena. De esta suerte, se dice, los Literatos colombianas resultan ser mejores ami- us que jueces, mejores miembros de grupo que ine Wrpretes de la realidad artistica. El diagnéstico ast jwoferide popularmente, no parece mal planteado, Y debemos adinitir que las gentes, al comprobarlo, « fastidian. Peor atin, pierden fe en los juicios de valor emitidos por los literatos. La pérdida de esa se expresa en la paulatina indiferencia con que vl lector de periédicos o de revistas repasa las opi- wiones emitidas sobre un libro, una conferencia, un poema, un artfeulo. ¥, principalmente, sobre los vlifieatives que se dan a los autores. Bajo sus ojos ve erecer una innumerable falange de “maestros”, tle “genios”, de “renovadores”, de “clésicos’, no ya @ de “promesas sino de realidades”, no ya de apren- dices de brajos sino de brujos enteros y completos. 4 Cuantos afios tiene ese filésofo recién aparecido en Colombia?”, me preguntaba un ladino lector de suplementos y magazines literarios, el otro dfa. Con ‘un poco de rubor le respondi: “Debe andar por los veintitrés”, “Ha nacido entonces nuestro Otto Wei- ninger”, me dijo con tranquila ironfa. “Pero quién dice que es um fildsofo?”, argiif tratando de hallar una honorable coartada. “Aqui ‘est escrito con to- das sus letras”, me respondié plandiendo, como una arma de guerra, un ejemplar de la excelente re- vista “Sébado”. Quedé derratado. Pero al aceptar los literatos que en Colombia Ja jente o inconsciente- ealizamos un critica est interferida, cons mente, por un compromiso amistoso, respetable acto de critica sobre la erftica. ¥ eso ya es algo, Bs un acto de sinceridad que pone sobre avi- 0 al lector. “Descuente usted”, Je decimos implfci- tamente, “todos los sobrantes de elogios y se que- daré con un pedecito de verdad entre las manos”. Pero debiamos agregar algo més, a manera de ex- culpacién, Podria ser esto: la critica literaria, como cualquier otro género artistico, no se produce por: generacién esponténea. Ha menester de ciertas con- diciones previas, una de las cuales est4 represen~ tada en el medio social en que esa misma critica debe nacer y prosperar. Esta es una vieja, una anti- quisima verdad. Se olvida, si, con frecuencia. {Por qué no hay critica literaria en Colombia y si la hay en Inglaterra o en Francia? El despropésito recela. do en la pregunta aclara, sin embargo, todas las cat 63 racteristicas del proceso. Se ve, como a contraluz, on todo su esquematismo, Tradicién cultural, proll. feracién de las formas artistices, estabilizacién so- cial y econémica del literato, amplias bases para la \ifasién media de Ta eultura, complefidad social, se- van, entre otros muchos factores, algunos de los we explicarian la segunda mitad de la pregunta interior, ¥ por contraste, también la otra mitad. , Entonees encontrariamos que el literato, en Co- ‘ombia, cuando hace de eritico, no es exclusivamente responsable de los defectos y fellas de su tarea. El medio social tiene alli también una responsabilidad ia 0 sens inoecl, pero no por ello mena nérgica y eficaz para debilitar, om , aerseAl ae debilitar, como dije antes, oti on verdad RD corres- ponderfa_ trabajar Hi medio social daria cuenta de él en poco ti lstoy exagerande? No. Veamos nada més, un alo sjemplo que he tomado, deliberadamente, de un wticulo aparecido en la “Revista de Paris” y res- pee von a Lge hacerse una imaginaria trans- j-sicién al medio colombiano, Imagine s, pues, ico ‘nacional”, “Gide es un gran escritor”, diria » critico. “Todos estamos convencidas de ello, Pe- + Io que la posteridad pensara Ge Gide es otro ne- ‘ocio, Un negocio siempre misterioso. Desde luego, gue ella no podré dejar de reconocer es que de 64 todas las campafas realizadas por Gide, aquella que fue levada a cabo para defender a “Corydon”, obtuvo un éxito durable. La veneracién por el Laf- cadio de “Les Caves du Vatican” y por el acto gra- tutto, ha pasado de moda. Del comunismo, se sabe lo que el mismo Gide piensa hoy. Después de ha- ‘er agitado en los mitines un pufio cerrado, después de haber escrito: “Comunistas, Cristo es de los vues- tros” y, por pradencia, “el comunismo bien com- prendido necesita favorecer a los individuos de va- Jor”, publicé su “Retour de la U, B.S. S.”. Sobre es- te plano, la segunda batalla anulé a Ja primera. En el compartimiento anticolonialista, Roosevelt y tam- pién los comunistas, gracias a su asociacién, relega- yon en la sombra “Le Voyage au Congo”. Pero en Jo que concierne a la homosexualidad nadie podria arrebatar a Gide su titulo de “libertador”. Liberta- der no de personas sino de portaplumas. (De ese! toes), Ciertamente jamas se haba sofiado entre no- sotros con encarcelar a Robert de Montesquiou, a Charlus, ni al mismo Gide. Pero esta libertad no astaba. Era necesario que Corydon tuviera el de- recho de afirmar sus inclinaciones en publico, el derecho de hablar de ellas, el derecho de escribir sobre elas, Triunfo completo: la pederastia ocupa’ hoy sélidas posiciones en literatura” (Marcel Thié- baut). La conexién entre los gustos o inclinaciones de Gide y la significacién literaria y moral de su obra, no es una arbitrariedad erftica. Esa eonexién pue- de demostrarse con mucha facilidad, Ahora bien: en la literatura colombiana hay més de un cast vidiano en euanto a las inclinaciones de le persona y Ia correspondiente resonancie 0 consecuencia de esas mismas inclinaciones en la obra del artista. Porfirio Berba Jacob, por ejemplo, Pero la diferen- via entre el critico francés que escribe sobre el caso dle Gide y el eritico colombiano que eseribe, como lia oeurrido, sobre el caso de Barba-Jacob, el pric exo diciéndole todo y el segundo diciéndole a me- vlias 0 apenas sugiriéndolo cautelosamente, emana, nte todo, de Ja presién social. Es una presién ate mosfériea que en el primer cas) permite una nor- mal respiracién erftica. ¥ en el segundo, obstaculiza sa respiraeién, En Colombia, literariamente ha- hlando, no se pueden y por mucho tiempo atin a0 « podran decir impunemente ciertas cosas, iPor mr Esta es la cuestién. ¥ no se crea que me estoy, refiriendo, con malsana exclusividad, a las cosas re- lntivas a las inelinaciones sexuales de los artistas y nla dimensién de ellas mismas en sus obras. No. so seria limitar eémodamente el tema. Confese- ‘mos, pues, que el ntimero de las razones criticas que : 1 LS pueden escribit publicar a propdsito de \ obra ajena, son mucho més numerosas que las B sise pueden escribir y publicar con ventaja y sin peligro, A. este Tespecto me parece que puedo apor- ‘i in sin un dtomo de vanidad, un testimonio perso- walt el del Ho con los cuadernieslas. {Se aeuerdan wntedes de ese modesto episodio que ttvo una enco- vada y larga vigencia en el tiempo y en el espacio, vn el espacio de los periddicos y revistas de todo el iis, y, gracias a la divertida benevolencia de algu- twos corresponsales extranjeros, de fuera del pais?

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