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La ESCUELITA DEL IDUENDE MELopia a SK UL n dia la Hormiguita Cantora sali6 a buscar azu- car para las bodegas de su Reina. Como de costum- bre, iba cantando muy contenta. —Busco, busco, busco dulce azucar flor. Y por mds que busco, no la encuentro yo. Una Cucaracha se atraves6 en el camino de la Hormiguita y, al ofr su lamento, se detuvo, diciéndole amablemente: —Disculpe, Hormiguita Cantora, pero yo no sé dén- de puede encontrar azticar, porque no sé leer ni escri- bir. —jPor Dios, qué vergiienza! jNo sabe leer! {Cudantos afios tienes, se puede saber? —Tengo doce dias y medio —contest6 la Cucaracha, agachando la cabecita. -Es una pena | que estés tan vieja, porque ya tienes cabeza afieja. { —contest6 la Cucaracha—, ya tengo la cabeza afieja..., pero me gustaria que mis hijitas aprendieran a leer y escribir. ;Sabe usted dénde habra una escuelita? —Pues hay en un hongo, cerquita, cerquita; llegards muy luego con tus seis patitas Y después de decir esto, la Hormiguita se despidié de la Cucaracha, y ambas se hicieron muchos saludos con las antenas. La Hormiguita continu6 su camino, pregun- tando d6énde habria azticar flor. Una mariposa que estaba parada sobre la hierba, al ofr la pregunta, le contest6: ~Yo puedo decirte d6nde hay aziticar flor, ““Hormi- ga Cantorita’, yo me alegro de ofr tu voz, “Hormiga y te ayudaré. Cantorita”, La Hormiguita se apresur6 a explicarle a la Mari- posa que su nombre era Hormiguita Cantora. La Ma- riposa, muy confundida, le pidi6 disculpas: Perd6Gname, Hormiguita Cantora; yo siempre digo los nombres de tas personas y las cosas al revés, porque no sé leer ni escribir. Si vuelas tan alto como un seratfin, é.c6Mo es que no sabes leer y escribir? Muy avergonzada, la Mariposa explics: —Yo no he aprendido a leer y a escribir, por Nevar- me volando de una flor a otra. ~Sabes ti donde hay una escuelita donde yo pueda ir? —Pues hay en un hongo cerquita, cerquita; puedes ir volando con tus cuatro alitas. —Gracias, ““Hormiga Cantorita”™ —contest6 la Mari- posa—. Ahora te diré d6nde puedes encontrar azucar : caminas para aca y para alla y en la vuelta en- contraras la flor del suspiro. Adentro de esta flor hay grandes cantidades de azticar. La Hormiguita agradeci6 a la Mariposa, y cada una parti6 por su lado: una volando, la otra corriendo. Pero las sefias que habia dado la Mariposa eran enre- dadas, de modo que en cuanto la Hormiguita hallé a un conocido, volviG a preguntar si é]1 sabia dénde ha- bia azicar flor. El conocido dio un salto, pues era un Sapito, y con una sonrisa de oreja a oreja, dijo: ~Yo sé donde hay azticar, pero quisiera que me cantaras otro poquito. jMe gusta tanto tu voz! jSe ve que eres una persona educada! ~—Yo sé leer, yo sé escribir, yel ABC yo sé decir. —jQuién como ti, que sabes leer y escribir! —grit6 el Sapito—. Yo no sé ni siquiera las letras. ySabes ti dénde hay una escuelita para que yo pueda ir? —Pues hay un hongo cerquita, cerquita. Puedes ir saltando sobre tu pancita. El Sapito, muy agradecido, explicd entonces a la Hormiguita d6nde podia encontrar la flor del suspiro. —Das cuarenta pasitos para adelante; después, cua- renta pasitos para atras, y ahi encontrards la flor del suspiro. Eso si, ten mucho cuidado que con un suspiro la flor te sople lejos. Prevenida por esta advertencia, la Hormiguita dio cuarenta pasitos para adelante y cuarenta para atras, y encontr6 la flor del suspiro, que estaba azul y lacia de puro sentimiento. A cada instante lanzaba chorros de aire, barriendo el polvo frente a ella. Aprovechando un momento de calma, la Hormiguita se meti6 aden- tro de la flor y sac6 todo el azticar que pudo. No tuvo necesidad de apurarse en salir, porque en ese momen- to la flor suspir6, haciéndola volar por el aire. Volvi6é a su hormiguero un poco atontada, pero feliz, porque las bodegas de su Reina tendrian, desde ahora, azticar en abundancia. A todo esto, el Duende Melodia no se imaginaba que la Hormiguita Cantora le habia conseguido una cantidad de alumnos. Cuando se asom6 a la puerta de su casa, para ver c6mo estaba el dia, vio que varios pares de ojos lo miraban. Eran tres Cucarachitas j6ve- nes, la Mariposa y el Sapito, todos sentados frente al hongo, esperando que el Duende les ensefiara a leer y escribir. La Mariposa, que, aunque era la mas delica- da, no era por eso la mas timida, se adelants abriendo sus hermosas alas, y dijo: —Hemos venido a verlo, sefior Duende, porque Ja “Hormiga Cantorita” nos ha dicho que usted nos pue- de ensefiar a leer y escribir. —Hormiguita Cantora querras decir —corrigi6 el Duende—. Me parece muy bien que quieras aprender, y aunque yo soy un Duende muy ocupado, les ense- faré toda mi ciencia. Todos dieron gritos de felicidad, pero el Duende los calm6 diciendo con voz enérgica: —Empezaremos la clase inmediatamente. En pri- mer lugar, tocaremos la campana, y en segundo lugar, se quedardn ustedes allados.

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