alberto rojo ae
la fisica - x) ;
en la vida cotidiana
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owCapitulo 2
Lo que se frena, lo que gira
y lo que se acelera
Relatividad sin Einstein
‘Los invito a considerar una pregunta inocente. éPor qué,
en el avi6n, las azafatas esperan que pase la turbulencia para
servir la comida? Me dirdn que la respuesta es obvia, sobre
todo si alguna ver se volearon el café en medio del vuelo (yo
ime lo vuelco igual en la quietud de mi escritorio, pero ésa es
otra historia). Sin embargo, algo que puede resultarles eviden.
te encierra una verdad profunda de la fisica. Pasada la turbu.
lencia, comer en el avin que se mueve a velocidad constante
€s equivalente a comer en la quietud del comedor de su casa,
Para el pasajero del avin en pleno vuelo (en ausencia absolut
de tambalcos) es perfectamente licito decir que es élel que esté
uieto y que los que estén en el café del aeropuerto son los que
estén en movimiento. Mas ain, si ustedes se quedaran dormi.
dos y se despertaran en medio de un vuelo perfectamente apa.
{ible y silencioso, les serfa imposible determina, sin mirar por
1a ventana, si estan en movimiento o quietos en el aeropuerto,
Esa idea, la imposibilidad de determinar mediante experi.
mentos mecénicos (como por ejemplo saltar o tirar una lapice-
ta hacia arriba y verla caer) el estado de movimiento unifor.
me es lo que conocemos hoy como el postulado de relatividad38 Avaenro 6. Reso
de Galileo. En otras palabras, el movimiento a velocidad cons-
tante no es absoluto sino relativo: no tiene sentido decir que
elavién se esté moviendo o que el acropuerto se esté movien-
do. Lo que sf tiene sentido es decir que el avi6n y el aeropuerto
‘se mueven uno respecto del otro. Esta magnifica idea es la pri-
mera gran unificacién de la fisica: la uniOn del reposo con el
movimiento. La quietud y el movimiento uniforme son I mis-
rma cosa observada desde diferentes puntos de vista, desde dis-
tintos “sistemas de referencia”. Luego vendrfan otras unifica-
ciones, como la electricidad y el magnetismo. Y con Binstein la
idea de la relatividad de Galileo llega a una culminacién, ya
aque él la extiende a fodos los experimentos de la fisica, no solo
Jos mecénicos, sino aquellos que involucran electricidad, mag-
netismo y luz
Para darles una idea de lo revolucionario de este concep-
to, les comento cémo se pensaba antes de Galileo; esto es, el
punto de vista aristotélico de la cuestién. Para Aristételes (y al
seguir su razonamiento se dardn cuenta de que la intuici6n nos
convierte a todos en aristotélicos encubiertos) el “estado natural”
de las cosas es el reposo. Al fin y al cabo, si pateamos la pelo
taen el parque, a la larga se detiene y las bolas de billar estardn
{quietas un instante después de que las golpee el taco.
La idea aristotélica es que las fuerzas mantienen el esta-
do de movimiento; hay que seguir pateando la pelota para que
no se frene, y a una bola hay que seguir pegéndole con el taco
para que no se detenga. Todo esto suena muy l6gico. En cam-
bio, acabamos de decir que el reposo y el movimiento unifor-
‘me son lo mismo (en el sentido de que el movimiento se refiere
siempre a la relacién de dos objetos). Esto significarfa que, si
cen algain experimento la fuerza mantuviera el estado de mo-
vimiento uniforme de un objeto, ta misma situacién vista des-
de otro sistema de referencia indicarfa que Ta fuerza mantie-