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Xt LAS PARADOJAS DE LA FILOSOFIA “Del mismo modo, los principios que a pri- mera vista parecen llevar al escepticismo, de- sarrollados hasta un cierto punto, me traen de nuevo al sentido comér George Berkeley “Estos son en efecto los dos hechos que im- presionan a todos los espiritus en el espectdcu- lo de Ia filosofia y que dominan toda su his- toria: de una parte, en todas las grandes épo- cas, en todas las épocas lécidas en los anales de la humanidad, el privilegio asombroso que importa el hecho de que deban ocuparse en ella, absorberse en ella, las més altas y las mds firmes inteligencias; por otro lado, a pe- sar de los trabajos y los esfuerzos de esas in- teligencias, el infortunio no menos extraordi- nario de permanecer inmévil, eternamente re- tenida en las mismas incertidumbres en donde se encontré colocada desde los primeros dias de su historia”. Théodore Joutfroy "Que la filosofia progresa de otras maneras desde el aturdimiento hacia la claridad po- dria fécilmente demostrarse a quienes emplean sus dias. haciendo filosofia. Pero éstos ya lo saben”. Stephen Koerner Hemos visto en el capitulo anterior que, si bien tiene sentido el hablar de verdad y de método de verificacién a propésito de la filosofia, no puede postularse la existencia de una metodolo- gia filosdfica bnica y universalmente aplicable, ni de una verdad formulada de modo abstracto y genérico, porque en la practica del pensar filoséfico es decisivo el momento de individualidad per- sonal de cada fildsofo. Cudl sea en cada caso el sentido de la verdad que sostienen un pensador, qué método haya seguido en su meditacién y cémo resultan verificables los filosofemas, es cosa que hay que decidir en Gltima instancia por remisién a la sitva- cién concreta del pensar. Podemos ciertamente hablar, con ma- yor 0 menor grado de abstraccién e impersonalidad, de formas genéricas, como hemos hecho en el caso de los tres tipos de fi- losofar que nos han servido como esquema orientador y también en el de los catorce subtipos metodolégicos esbozados. No obs- tante ello, si tenemos en cuenta las combinaciones y fusiones que se producen de hecho en la practica de la reflexién filoséfica y, sobre todo, si reparamos en que éstas provienen de la gravitacién propia de la psicologia y la situacién cultural de cada pensador, se hace claro que la comprensién y la decisién de la verdad de un filosofema, de una secuencia discursiva y, en general, de la doc- trina entera de cualquier filésofo, exigen un tratamiento individual. Una comprobacién semejante hemos hecho al ocuparnos del lenguaje filosdfico. Segin vimos, el significado de las aserciones de un filésofo es eminentemente contextual, y esto quiere decir que sdlo tienen sentido pleno en la articulacién de la obra y la vida de quien las formuld. Las cuestiones de vocabulario, funcién de términos y formas sintacticas, precisién o vaguedad, evolucién semantica y otras que interesan al anélisis lingilstico de las filo- sofias, no pueden plantearse de modo genérico —como ocurre también en poesia—, sino con referencia muy determinada a per- sonas, situaciones y textos concretos. La individualidad prevalece, pues, también aqui. Pero, a diferencia de la poesia, Ia filosofia pretende comuni- car conocimientos. Si en lo que dice el fildsofo busca la claridad, el rigor y la precision, es justamente porque se reclama de una verdad que puede ser establecida y cuya prueba todos los hom- bres, en principio, pueden efectuar. El problematisme de la filo 184 INICIACION ' FILOSOFICA sofia apunta en la misma direccién, porque una cuestién no se torna filoséficamente interesante sino en la medida en que deja de ser una cuestién privada y circunstancial. Este niicleo vivo del pensar filosdfico, ‘este proceso por el cual se modifica, encuadra y elabora una interrogacién de un modo tal que sea posible res- ponderla en nombre, por asi decirlo, de todos los hombres y pro- poner la respuesta a todos los hombres, testimonia de la vocacién de-universalidad del filosofar, que ha sido reconocida desde las primeras etapas de su historia. Del mismo modo, cuando un filé- sofo pone en tela de juicio las ideas recibidas de su tiempo, o cuando las utiliza para su propio cometido; cuando explora las virtualidades de la religién, de la ciencia, del arte y de la econo- mia, 0 cuando las somete a critica, pretende hablar no en nom- bre dé si propio Gnicamente sino de todos los sujetos pensantes. Y por eso'no es insdlito que, apartindose al principio del sentido comin, que es el punto de encuentro de todas las conciencias, vuelva a’ éste como al lugar en-que deben mostrar su valor la tesis que sustenta. La universalidad es asi otro rasgo esenciall- sims del pensar filosético. Individualidad personal y universalidad en la misma esencia, he aqui la paradoja del filosofar. No es, sin embargo, la Gnica. La hay también en el hecho de que la filosofia se ofrezca censora y juez de la ciencia en punto a supuestos y fundamentos, ponien- do a prueba las bases de su rigor cognoscitivo —en lo cual va implicita la idea de un’ maximo rigor—, al tiempo que sufre ella misma de un grave problema de fundamentacién y no esta exen- ta de supuestos ni tiene asegurado del todo su rigor como forma de conocimiento (por lo cual es precisamente objeto de descon- fianza y censura de parte de las mentalidades cientificas). Hay aqui dos cosas que no parecen compadecerse bien Ia una con la otra, la oposicién de unaexigencia maxima de rigor y un preca- rid rigor cumplido, es decir, otra paradoja. Si volvemos los ojos al proceso de Ia filosofia observaremos ‘otro hecho interesante para el punto que ahora tocamos. Los fi- lésofos se refutan unos a otros y, a través de la dialéctica de es- ta refutacién, buscan ir hacia adelante en el proceso de! conoci- miento. La insatisfaccién de un pensador con respecto a las tesis sostenidas por sus predecedores y maestros es un rasgo tipico del

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