COMPONER
Vemos asi cémo emergen poco a poco, en la mayor ambigiie-
dad, los gérmenes de un ruido nuevo, exterior a las instituciones
y alos habituales centros de conflicto politico. Ruido de Fiesta y
de Libertad, que puede crear las condiciones de una discontinui-
dad mayor, mucho més alld de su propio campo. Puede ser el
elemento esencial de una estrategia eficaz para que surja una so-
ciedad realmente nueva.
En el tumulto de la época y en el maniquefsmo de un debate
politico estipidamente encerrado en un economicismo elemen-
tal y estéril, son muy raras las ocasiones para atrapar uno de los
aspectos de la utopfa como realidad en construcci6n, y para no
intentar recomponerla toda entera a partir de ese débil indicio.
Pensar el orden futuro a partir de la designacién del ruido
fundamental deberia ser el trabajo esencial de los investigadores
actuales. De los tinicos investigadores que valen: los indiscipli-
nados. Aquellos que rehtsan buscar solamente, con instrumen-
tos dados por adelantado, las respuestas a preguntas nuevas. La
miisica, sin embargo, deberia recordar a los demas que si no se
escribe /ncontri para una orquesta sinfénica ni las Legons des
ténébres para una guitarra eléctrica, es porque cada instrumento,
cada Util, te6rico o concreto, implica un campo sonoro, un
campo del conocimiento, un universo imaginable y explorable.
Hoy dia, nace una nueva miisica que los instrumentos antiguos
no permitfan ni expresar ni comprender, producida en otro lugar
y de otra manera. Pero no es ni la musica ni el mundo los que se
han vuelto incomprensibles. Es el concepto de comprensién el
que ha cambiado, el lugar de la percepcién de las cosas el que se
ha desplazado.
La miisica ha sido, y es todavia, un lugar formidablemente
privilegiado de andlisis y de revelacién de las formas nuevas de
nuestra sociedad. La misica ha anunciado, antes que el resto del
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proceso social, la destruccién del sacrificio en el cambio y la re-
presentaci6n, y luego el almacenamiento del simulacro de uso en
la repeticién. Asf aparecen hoy como despilfarros los que eran
antes ritos, como violencia incivil lo que era condicién de la paz,
como obra de arte para consumir lo que era un elemento de la
totalidad social. Nuestra sociedad se imita, se representa y se re-
pite en vez de dejarnos vivir.
Pero, mediante la muerte misma del cambio y del uso en la
miisica, mediante la destruccién de todos los simulacros en la
acumulaci6n, tal vez esté en vias de surgir un renacimiento. Ten-
tativas complejas, difusas, recuperadas, desmafiadas, para esta-
blecer un nuevo estatuto de la misica, una nueva forma de hacer
la miisica mds que una nueva musica, trastornan radicalmente,
todo lo que ella fue hasta hoy. No nos engafiemos. No se trata de
un retorno al ritual. Ni al espectéculo. Serian uno y otro imposi-
bles tras el paso durante dos siglos de esa formidable trituradora
que ha sido la economia politica. No. Se trata del advenimiento
de una forma radicalmente nueva de insercién de la miisica en la
comunicaci6n, trastornando todos los conceptos de la economia
politica y dando un nuevo sentido a un proyecto politico. Unica
via realmente diferente para el conocimiento y para la realidad
social. Unica dimensién que puede permitirnos escapar a la dic-
tadura ritual, a la ilusi6n de la representacién y al silencio de la
repeticién. La misica, forma tltima de la produccién, enuncia
eso nuevo, y nos conduce a designarlo como composicién.
Una vez que los cédigos son destruidos, incluso aquel del
cambio en la repeticién, ninguna comunicacién es ya posible
entre los hombres. Todos nosotros estamos entonces condenados
al silencio, salvo que creemos en nosotros mismos nuestra pro-
pia relacién con el mundo e intentemos asociar a otros hombres
al sentido asf creado. Componer es eso. Es hacer sin otra finali-
dad que el acto de hacer, sin tratar de recrear artificialmente los
cédigos viejos para restablecer la comunicacién. Es inventar cé-
digos nuevos, el mensaje al mismo tiempo que la lengua. Es in-
terpretar para disfrutar uno mismo, lo tinico que puede crear las
condiciones de una comunicaci6én nueva. Tal concepto viene na-
turalmente al espfritu a propésito de la musica. Pero va muchoCOMPONER 199
mis alld de eso, y remite a este surgimiento del acto libre, supe-
raci6n de sf, disfrute del ser en lugar del tener. Voy a mostrar
aqui que tal concepto es a la vez consecuencia inevitable de la
trituraci6n de las otras redes de la misica, y anunciador de una
nueva socializaci6n, de la que la palabra autogestién no es mds
que una designacién muy parcial.
Pero no es facil conceptualizar. Toda la economia politica
hasta el dfa de hoy, incluso la mds radical, niega su existencia y
su organizacién politica. Ella quiere creer, y hacer creer, que la
nica cosa posible es el ordenamiento de la organizacién de la
produccién, que la exterioridad del hombre respecto de su traba-
jo es funcién de la propiedad y, por consiguiente, que la suprimi-
mos suprimiendo al amo de Ja produccién. Hay que llegar mu-
cho més lejos. La enajenacién no nace con la produccién y el
cambio, ni con la propiedad, sino con el uso: desde que un traba-
jo tiene una finalidad, un objetivo, programa fijado previamente
en un cédigo, aun cuando lo sea por el productor mismo, éste se
vuelve extrafio a lo que produce. Se convierte en un instrumento
de la produccién, medio ella misma del uso y del cambio, antes
de ser aniquilado como uno y otro. Desde que existe la operacio-
nalidad del trabajo, hay exterioridad del trabajador. Desde el ri-
tual del sacrificio, codificado exteriormente al misico, la musica
no le pertenece. Ella tiene una finalidad exterior al disfrute de
aquél que la produce, a menos que aquél la encuentre —como es
el caso en la repeticién— en su enajenacién misma, en su cone-
xi6én con cédigos exteriores a su obra o en su recreacién perso-
nal de una partitura fijada de antemano.
Sin embargo, la exterioridad no puede desaparecer sino en la
composicié6n, cuando el miisico toca primero para sf mismo
fuera de toda operacionalidad, de todo espectdculo y de toda
acumulacién de valor; cuando la musica, desprendiéndose de los
cédigos del sacrificio, de la representacién y de la repeticién,
emerge como una actividad sin otro fin que ella misma, creadora
de su cédigo al mismo tiempo que de la obra.
La composici6n se anuncia entonces como negacién de la di-
visi6n de los roles y del trabajo, tal como todos los cédigos anti-
guos Ja habfan construido. Asf, escuchar misica en la red de la