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Departamento de Estado de los Estados Unidos


Oficina de la Portavoz
Para su divulgación inmediata 8 de julio de 2019

DECLARACIONES

Secretario de Estado Mike R. Pompeo


Declaraciones a la prensa

8 de julio de 2019
Sala de Prensa
Washington D.C.

SECRETARIO POMPEO: Buenos días a todos. En el discurso que ofrecí en el Instituto


Claremont en mayo pasado, con el título “Una política exterior inspirada en los orígenes”,
expresé claramente que el gobierno de Trump ha adoptado una política exterior que se basa
netamente en las ideas sobre libertad individual y gobierno constitucional de los fundadores de
nuestra nación. Estos principios han tenido un rol fundamental en la política exterior de nuestro
país, y es correcto que así sea. Sin embargo, como bien lo señaló Alexis de Tocqueville, un
sincero admirador del proyecto estadounidense, la vorágine diaria hace que las democracias
suelan perder de vista lo verdaderamente importante. De vez en cuando, debemos detenernos y
reflexionar seriamente sobre dónde nos encontramos, dónde hemos estado y si estamos yendo en
la dirección correcta. Por eso, hoy tengo el agrado de comunicar la formación de una Comisión
sobre Derechos Inalienables.

La comisión está integrada por expertos en derechos humanos, filósofos y activistas, así como
republicanos, demócratas e independientes, con los más variados antecedentes y creencias, que
me asesorarán sobre cuestiones de derechos humanos asentadas en los principios fundacionales
de nuestra nación y los principios de la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948. El
compromiso estadounidense de respetar los derechos humanos fue fundamental para transformar
el estatus moral de las relaciones internacionales tras la Segunda Guerra Mundial, algo de lo cual
todos los estadounidenses deberían estar orgullosos. Con el liderazgo de Eleanor Roosevelt, la
Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948 puso fin para siempre a la idea de que las
naciones podían cometer abusos contra sus ciudadanos sin que esto concitara atención ni diera
lugar a repercusiones.

Con el apoyo indispensable del presidente Ronald Reagan, una revolución de derechos humanos
hizo que cayeran los regímenes totalitarios de la ex Unión Soviética. En la actualidad, el lenguaje
de los derechos humanos es el lenguaje propio con el que se habla sobre libertad y dignidad
humana en todo el mundo, y estos son logros realmente extraordinarios.
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Pero no deberíamos perder de vista las advertencias de Vaclav Havel, un paladín del movimiento
por los derechos humanos de fines del siglo XX, de que hay palabras como “derechos” que
pueden usarse para el bien o para el mal, y que “puede ser un rayo de luz allí donde reina la
oscuridad ... [o] una flecha mortal”. Como lo señaló el rabino Jonathan Sacks, los males que
ocurran en cualquier momento y lugar serán justificados con el discurso que sea dominante en
ese momento y lugar. Por ende, debemos estar atentos a que el discurso sobre los derechos
humanos no se corrompa y no sea apropiado ni usado para fines dudosos o malignos.

Es una triste realidad que más de 70 años después de la Declaración Universal de Derechos
Humanos, se siguen cometiendo graves violaciones de derechos humanos en todo el mundo, a
veces incluso en nombre de los derechos humanos. Instituciones internacionales que fueron
ideadas y construidas para proteger los derechos humanos se han apartado de su misión original.
Los reclamos de derechos humanos han proliferado y algunos han entrado en conflicto con otros,
lo que ha provocado interrogantes y choques con respecto a cuáles derechos merecen ser
respetados. Los Estados Nación y las instituciones internacionales siguen estando confundidos
acerca de sus respectivas responsabilidades en materia de derechos humanos.

Con este trasfondo y teniendo esto presente, ha llegado el momento de llevar a cabo una revisión
informada del rol de los derechos humanos en la política exterior estadounidense. Tengo el
agrado de presentarles hoy a la presidenta de la comisión, la profesora Mary Ann Glendon,
profesora de Derecho Learned Hand en la Facultad de Derecho de Harvard. Mary Ann es una
autora de renombre internacional, una venerada docente y es especialista en el campo de los
derechos humanos, el derecho comparado y la teoría política. Es la persona ideal para presidir
esta iniciativa.

También me enorgullece anunciar hoy a los demás miembros de la comisión. Entre ellos se
incluyen Russell Berman, Peter Berkowitz, Paolo Carozza, Hamza Yusuf Hanson, Jacqueline
Rivers, Meyer Slovacek*, Katrina Lantos Swett, Christopher Tollefsen* y David C. Chen Pan*.

Estas personas aportarán la materia intelectual para lo que, según espero, será una de las
reconsideraciones más profundas de los derechos inalienables en el mundo desde la Declaración
Universal de 1948. Nuestra propia Kiron Skinner se desempeñará como titular de la secretaría
ejecutiva del comité y Cartright Wylen* será su relator.

Espero que la comisión realice un nuevo abordaje de los interrogantes más básicos: ¿Qué
significa decir o sostener que algo es, efectivamente, un derecho humano? ¿Cómo sabemos o
cómo determinamos si ese señalamiento de que algo es un derecho humano es cierto y, por ende,
debe ser respetado? ¿Cómo es que hay derechos humanos o derechos que poseemos no como
privilegios que nos son concedidos o que nos ganamos para nosotros, sino como algo que
sencillamente nos corresponde por la humanidad que nos es inherente? ¿Es cierto, como lo
señala nuestra Declaración de Independencia, que como seres humanos nosotros –todos nosotros
y cada integrante de la familia humana– tenemos ciertos derechos inalienables que nos fueron
dados por nuestro creador?

Cada una de estas es una pregunta importante, y la misión de la comisión es brindar


asesoramiento sobre estas y otras cuestiones, no como temas académicos puramente abstractos,
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sino de una forma que incorpore las verdades atemporales sobre la base de las cuales se fundó
Estados Unidos, en aras de orientar la política exterior de nuestra nación. En otras palabras, la
responsabilidad de la comisión es señalar el camino hacia una fidelidad más perfecta con los
principios fundacionales de nuestra nación, para los cuales nos convocó el presidente Lincoln en
Gettysburg y sobre los cuales nos interpeló el Dr. King frente al Memorial de Lincoln en la
explanada en Washington D.C., no muy lejos de donde nos encontramos hoy.

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Esta traducción se proporciona como una cortesía y únicamente debe considerarse fidedigna la
fuente original en inglés.
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U.S. Department of State


Office of the Spokesperson
For Immediate Release July 8, 2019

REMARKS

Secretary of State Michael R. Pompeo


Remarks to the Press

July 8, 2019
Press Briefing Room
Washington, D.C.

**UNEDITED/DRAFT**

SECRETARY POMPEO: Good morning, everyone. In my address at the Claremont Institute


back in May, called “A Foreign Policy from the Founding,” I made clear that the Trump
administration has embarked on a foreign policy that takes seriously the founders’ ideas of
individual liberty and constitutional government. Those principles have long played a prominent
role in our country’s foreign policy, and rightly so. But as that great admirer of the American
experiment Alex de Tocqueville noted, democracies have a tendency to lose sight of the big
picture in the hurly-burly of everyday affairs. Every once in a while, we need to step back and
reflect seriously on where we are, where we’ve been, and whether we’re headed in the right
direction, and that’s why I’m pleased to announce today the formation of a Commission on
Unalienable Rights.

The commission is composed of human rights experts, philosophers, and activists, Republicans,
Democrats, and Independents of varied background and beliefs, who will provide me with advice
on human rights grounded in our nation’s founding principles and the principles of the 1948
Universal Declaration of Human Rights. An American commitment to uphold human rights
played a major role in transforming the moral landscape of the international relations after World
War II, something all Americans can rightly be proud of. Under the leadership of Eleanor
Roosevelt, the 1948 Universal Declaration on Human Rights ended forever the notion that
nations could abuse their citizens without attracting notice or repercussions.

With the indispensable support of President Ronald Reagan, a human rights revolution toppled
the totalitarian regimes of the former Soviet Union. Today the language of human rights has
become the common vernacular for discussions of human freedom and dignity all around the
world, and these are truly great achievements.

But we should never lose sight of the warnings of Vaclav Havel, a hero of the late-20th-century
human rights movement, that words like “rights” can be used for good or evil; “they can be rays
of light in a realm of darkness ... [but] they can also be lethal arrows.” And as Rabbi Jonathan
Sacks has observed, the evils of any time and place will be justified in whatever is the dominant
discourse of that time and of that place. We must, therefore, be vigilant that human rights
discourse not be corrupted or hijacked or used for dubious or malignant purposes.
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It’s a sad commentary on our times that more than 70 years after the Universal Declaration of
Human Rights, gross violations continue throughout the world, sometimes even in the name of
human rights. International institutions designed and built to protect human rights have drifted
from their original mission. As human rights claims have proliferated, some claims have come
into tension with one another, provoking questions and clashes about which rights are entitled to
gain respect. Nation-states and international institutions remain confused about their respective
responsibilities concerning human rights.

With that as background and with all of this in mind, the time is right for an informed review of
the role of human rights in American foreign policy. And I’m pleased to introduce to you today
the chair of the commission, Professor Mary Ann Glendon, the Learned Hand Professor of Law
at Harvard Law School. Mary Ann is a world-renowned author, beloved professor, an expert in
the field of human rights, comparative law, and political theory. She’s the perfect person to chair
this effort.

I’m also proud to announce today the other members of the commission. They include Russell
Berman, Peter Berkowitz, Paolo Carozza, Hamza Yusuf Hanson, Jacqueline Rivers, Meyer
Slovacek*, Katrina Lantos Swett, Christopher Tollefsen*, and David C. Chen Pan*.

These individuals will provide the intellectual grist for what I hope will be one of the most
profound reexaminations of the unalienable rights in the world since the 1948 Universal
Declaration. Our own Kiron Skinner will serve as the head of the executive secretary of the
committee, and Cartright Wylen* will serve as his rapporteur.

I hope that the commission will revisit the most basic of questions: What does it mean to say or
claim that something is, in fact, a human right? How do we know or how do we determine
whether that claim that this or that is a human right, is it true, and therefore, ought it to be
honored? How can there be human rights, rights we possess not as privileges we are granted or
even earn, but simply by virtue of our humanity belong to us? Is it, in fact, true, as our
Declaration of Independence asserts, that as human beings, we – all of us, every member of our
human family – are endowed by our creator with certain unalienable rights?

Each of these is an important question, and the mission of the commission is to provide advice
on them and others not as purely abstract academic matters, but in a manner deeply informed by
the timeless truths embedded in the American founding with a view to guiding our nation’s
foreign policy. Or to put it another way, the commission’s charge is to point the way toward that
more perfect fidelity to our nation’s founding principles to which President Lincoln called us at
Gettysburg and to which Dr. King called us while standing in front of the Lincoln Memorial on
the mall in Washington, D.C., not so very far from where we are here today.

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