Mario Benedetti - La Tregua PDF

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Blografia Mario Benedetti Mario Benedetti nacis en 1920 en Paso de los Toros, Republica Orental dol Uruguay. Entre 1938 y 1941 resiaio en Buenos Aires. En 1945 intagré ia redaccién del semanario Uruguaye Marcha, En 199 publico Esta mariana, su primer libro de cuentos, y un afio mas tarde, los poemas de Sélo mientras tanto, En 1953 aparecio su primera novela, Quién de nosotros, pero fue con el volumen de cuentos ‘Montevideanos, publicado en 1859, que tome forma la cconcepcién urbana de su obra narrativa, Gon La tregua, que apareci6 on 1960, Benecett! adquinié ‘rascendencia internacional. La novela tuvo mas de cien ediciones y fue traducida a dlacinueve idiomas. En 1973 {debié abandonar su pais por razones poliicas y resicié en la Argentina, Perd, Cuba y Espafia. En 1987 recibi6 el Premio ama de Ore de Amnistia Internacional por su novela Primavera con una esquina rota, en 1999 el Premio Reina Soffa de Poesia Iberoamericana y en 2006 el Premio Internacional Menendez y Pelayo. También obtuvo custro Dactorados Honoris Causa otorgados por las universidades de Alicante, de Valladolid, de La Habana y de la Repabiica de Montevideo. Sus libros mas recientes son La borra de café (1992), Perpleidades de fin de siglo (1993), EI obico este leno de memoria (1994), El amor, las mujeres y a vida (1995), Andamios (1886), La vida ese paréntesis (1888), Buzdn de tiempo (1999), Rincon de Haikus (1999), EI mundo que respi (2001), Insomnios y duermevelas (2002), EI porvenir {Ge mi pasado (2003), Defensa propia (2004) y Adioses y bienvenidas (2005). Su obra postica ha sido rocogida én Inventario Uno (1980-1885), Inventarlo Dos (1986-1891) © loventario Tres (1991-2001) publicados en este mismo sel ‘editorial, al igual que sus Cuentos compietos (1994). La tregua ao chen: Pat Tatoos ‘hoes croton enon 205 2010, Gua Eel Pets SAIC Dadacncane fe (SEA OA. san 78.057-s90.0958 Introduccién La apreciacién plena de un texto litrario tiene como uno de sus principales objerives, de acuerdo con Rolland Barthes, captar “la pluralidad de sentidos” que se entrecruzan 0 subya~ cen en exc texto. Tales sentidos miltiples proponen al lector —eada dia mis participativo, més activamente critic en Su r- ‘epeién del producto literario— “un sistema de simbolos a de- velar", una diversidad de “repliegues insospechados y sucilezas jignoradas" (Umberto Eco). El destinatario se encuentra, puss, frente a un “mensaje original” que lo obliga a adoprar “una nueva situaci6n interpretativa’ y lo ubica en una posicién de interlocutor implicado en las variadas incidencias del texto: motivado a menudo por férmulas de corte coloquial que agi lizan la interrelacién de las distintas situaciones que propone dl discurso, el lector accede a una participacién que lo compro ‘mete no sélo en nombre de su propia individualidad, sino co- _mo integrante de una comunidad en la cual, tal como el emi- sordel mensaje, etd insert, Refiriéndose a ciertos escritores latinoamericanos del pre- sente, el ensayista cubano Juan Marinello seiala que ellos han incorporado a la literatura un mensaje vincatlado con el de- nir idcol6gico del continente, integrador de “una cultura libertadora con anchura para suscitar cambios superadores incontables’. Al expresar fehacientemence “la existencia de 3 su encorno”, esa lieratura surge como acto social que tiende a promover, como queria Marti a liberacién de un territo- rio en busca de su propio destino. ‘La vasta produccién literaria de Mario Benedetti (nacido cen Paso de los Toros, Uruguay, en 1920) se inscribe sin du- dicen esta modalidad del discurso, jemplificando cabalmen- rela vinculacién entre el émbito histérico y la creaci6n artis- tica que de él surge. Desde tal perspectiva intentaremos sefalar algunos linea- rientos que sustentan la obra de este escritor tan estrechamen- ce ligado a su momento y a su espacio, para, posteriormente, zeferimos particularmente a certs pautas que, creemos, pue- den servir de ayuda para abordar una de sus producciones na- rrativas mas valiosa y significativas: su novela La fregua, pu- blicada por primera vez en 1960. ‘Controvertido, euestionado, polémico, rvisado, admirado, considerado “el mas importance best-seller uruguayo” (rétulo ‘te que dice no convencerlo porque, segiin declar, “Ia pala- bra best-seller esté bastance denigrada’), asimilado a una serie de correspondencias que permite hablar de una complemen- tacidn fecunda entre destinador y destinatario; autor eminen- remente “comunicante”, Mario Benedetti presenta, en este ‘convulsionado fin de siglo y de milenio, una de las produccio- nes literarias mas armoniosas —y polifacéticas— de las letras latinoamericanas actuales. No obstante su continua incursién en las categorfas gené- ricas radicionales (“es, iertamente, uno de los escritores la- ‘inoamericanos mds versitiles; se siente igualmente eémodo «en la novela, la pocsfa, el drama, el cuento y la eritia”, ob- serva, entre otros, el eritico Frank Dauster) ¥ también en las 6 ‘modalidades fronterizas que se perfilan en el actual discurso leraro, como la novela-verdado la novela poética la globa- lidad de su obra se presenta como un macrotexto de “secre ca armadura’, de ajustado equilibrio, Esto puede apreciarse tanto en sus formulaciones sintécticas cuanto en el nivel se- mantico. En lo que concierne a la extendida envergadura de su temitica, ella —adelantamos— abarca los tépicos que han preocupado, desde siempre, al arte universal. Reconocido, pues, como uno de los escritores rutelares del proceso cultural latinoamericano de este siglo, su mensaje, expuesto a través de més de cincuenta libros y traducido @ as de veinticinco lenguas, aparece particularmence unido a sus actitudes morales, a su indeclinable conducta cfvica. Es- ta esencial conjuncién ha sido reconocida, en general, por la critica, que manifiesta un interés permanente por exclarecet los multiples sentidos de su creatividad y, muy especialmen- te, su honda repercusin social. Hoy no se vacila en consid rarsu obra como una totalidad eurftmica cuyos variados en- foques componen una estructura coherente, un proyecto cultural complejo y sélido, de amplio espectro elucidatorio. ‘Atal valoracidn contribuye—y no adherimos en esta apre- ciacién a la frecuentada nocién textualista, delimitadora del analisisy la comprension del constructor aristico— la singu- lar personalidad de este escrtor, a quien se ubica, en el actual «espacio hispanoparlante, como “un caso insélito en la litera- tura latinoamericana’ y, en su propio medio, como intérpre- «= prvilegiado de su pucblo, Sefala el esritor uruguayo Hu go Alfaro que “en su poesia revela lo que ya esté en nosotres’ y que “la gente ha hecho del escrito, del ciudadano y del hombre privado una sola, enteriza persona’. 7 Esencialmence cuestionadora, st literatura —no obstante evidenciar momentos de matcado pesimismo— propondra ciertos derroreros que anuncian una esperanzada transforma- ci6n, especialmente en lo que respecta al destino de su socie~ dad, que es, segiin su propio decir, no sélo fa uruguaya, sino la del “continente mestizo”. Esta visa penetrance y abarea~ dora de su contorno definiré —en ocasiones con carécrer ca- si proférico— las erapas de una erisis social y politica que el autor atestigua desde diversos éngulos: denunciando los vicios de una oligarquia corrupta, marcando las carencias —y deca dencias— de una clase media burocratizada, vaicinando—y objerivando en su ficcién— el veloz desmoronamiento de un orden y, a partir de ese derrumbe —yaen un periodo de fide- digna definicién politica—, esbozando los ineamientos para Ja ardue tarea de la reconstruccién. Ese querer —y coneribuir a— la renovaci6n (y no exclusi- vvamente en lo que conciere a los fenémenos culturales) de tuna comunidad cuyos resquebrajamientos se hacen cada vez ‘mds profundos con el avance del siglo, supone también una tenaz autoelaboracién —transformacién— del ciudadano Mario Benedetsi, quien iré definiendo —desde una postura moral que se evidencia en el rexto cuanto en la accién— su “vocacién de hombre” (para decirlo con expresién de José En- rique Rodd). Su indectinable militancia politica ("Ia inteligen- cia y el sentimiento no pueden ser apoliticos”, sentenciaba Mariétegui) no opacaré —a nuestro entender los falgores desu obra, sino que le otorgard nuevas perspectivas y reales. ‘Varios momentos pueden reconocerse en Ia evolucién del corpus ficcional benedettiano, as{ como en sus estrategias, ‘creativas, Tales instancias muestran una constante insoslaya~ 8 ble: la busqueda de la verdad de su época. A ella coneribuye tuna inusual capacidad de observacién, ese “insteumento nie ‘co que” —segiin Henry James— “asegura a la persona que hace uso de él una impresién distinea de cualquier otra”. Mic rada sagar y profundizance, pues, que acnia, desde los co- ‘mienzos hasta las Gitimas ctapas de su produceién, como for rma sensible y acertada de capracién del medio. En la continuidad de su prolongado itinerario ereador se distinguen, desde el punto de vista de su cemavica,ciertos “motivos” reiterados que se entrecruzan en los distintos nive- les genéricos configurando tépicos ineludibles para la com- pprensin def complejo entramado de las relaciones humanas: la soledad (especialmente en los primeros estadios de su obsa) del hombre desamparado en el vacio existencial de una épo- ca inguictante, donde desaparecen las apoyaturas psicologicas y oncoldgicas; la muerte en sus diversos “sencidos”, manifes- taciones y apariencias: desde la interrogante metafsica hasta las instancias mds concretas de la cotidianidad; la opacidad de la existencia rutinaria —sujeta 2 la coyuntura social— que promueve la alienacién del hombre en un mundo absurda- ‘mente ordenado; el amor, visto a veces desde una perspectiva pesimista donde los sofocos del vivir enajenado impiden su plena realizaciéns otras, como un proyecto de salvacién, sea en el intercambio subjetivo como en aquel que impulsa al su- jeto amoroso a hacerse uno con la colectividad; la inautenti- cidad (con sus variances seménticas de “hipocresa" y “fallute- rfa"), que contamina de modo particular a ciertos grupos, sociales (la clase media, sumergida en la feustracién; la buro- cracia, de la cual emergen algunos de sus personajes modéii- os como el oficinista, con papel proagénico tanto en su na~ -rativa como en su poesia); el hasto y la vacuidad que, gene- zados en uno u otro estrato social, amenazan con precipitar a quienes los padecen en la cragedia del sinsentido (la locura, el suicidio), erévese de la eonfflieciva personal de un oscuro jefe de oficina o—en mayor o menor escala— de otros més altos cjecutores del poder, ensafiados con la cohoree insignificance formada por aquellos que viven en “estado” de dependencia y —aun cuando se permitan cizcunstanciales protestas— no lo- gran superar su condicién de sometidos Con el avance ideoldgico de Mario Benedetti se irin con- solidando otros temas que evidencian una ética abarcadora de la comunidad, como el latinoamericanisme, que privile- gia la posicion de avanzada asumida por el autor a partis, fan damentalmente, de la intensa conmocién que promoviera en 41a Revolucién Cubana y de la acelerada crisis de su pals y de su continence. Con éstos y otros subtemas que confluyen a definir una axiologia coherente, construye Benedetti un globalidad tex- tual en que los diferentes niveles significantes —psicolégico, ‘tico,hist6rico, politico— consignan el surgimniento de una visién critica realizada con “punzante concisién mental”, co- ‘mo observara su compaiero de generacién, el escritor Cat- los Martinez Moreno. Dirigida, fundamentalmente, ala de- velacién de la verdad, no s6lo en el plano individual sino en ‘el que incumbe a las instituciones sacralizadas, como por «jemplo el poder gubernamental, la familia 0 el matrimonio. ‘Mario Benedetti compartra con la Generacion Critica (o del 45) una nueva postura ante el acontecer social que impli- ccna nueva concepcién de la vida y, a su vez, un nuevo es- tilo. Su perspectiva supondrs un acercamiento critic ala s0- 10 ciedad, que lo coloca, no en una posicién de distanciamien- to, sino como testgo arraigado en su contorno. Esta posicién privilegia —particularmente en su narrative— la importan- ‘ia del referent. Cuestionadora de los mitos de la euleura ‘uruguaya, impugnadora de sus “falacias’, Ia Generacién del 45 expresa en su produccién ficcional y ensayistica un em- pefioso afin por desentrafar el entorno nacional y sus vincu- faciones con otras culturas. ¥ en la literatura emerge, defini do, un anhelo de profundizar en los factores que motivan esas viinculaciones. EI primer volumen de cuentos de Mario Benedetti, Ea ‘mafiana (1949), en el cual la critica detecta las influencias de escritores norteamericanos y europeos —Faulknes, Henry Ja- mes, Proust, Kafka—, revelaré, con su punto de mira focali- zado ya en la clase media uruguaya, un deterioro interior que se hace patente en las relaciones de los personajes. En su no- vvela Quién de nosotras (1953) contintia prevaleciendo esa des- virtuacién de la esperanza, esa distorsion de los valores que ‘obstaculiza la realizacién humana y desdibuja los caminos, ‘obturando posibles salidas. El universo referencial da preferencia al empleado publi «al funcionario que ahoga sus mejores sentimientos en el lébre- {go ambiente de su medio labora. Pero también otros acucios de la realidad anuncian una cransicién en ciertas tonalidades, premonitorias que van més alli del “agrisamienco del pais’, més, alld de esas figuras “achatadas” (para decislo con sérmiinos del autor) que adquirirén mayor dimensién ficcional en dos obras principales: Poemas de la oftcina (1956) y sus cuentos Monte- sideanos (1959), libros que son, para Benedetti, “dos expresio- nes més 0 menos paralelas de la misma actitud”. a Entramos resueltamente en el gran tema del micromundo oficinesco (“El Uruguay —diri— es una gran oficina”), abor- dado por Benedere con ironfa punzante, a veces con sareas- ‘mo, siempre con amargura. “Aqui no hay cielo/aqui no hay hhorizonte”, dird en su poema "Angelus", refirigndosea la “ofi- cina-circel” donde campean el servilismo, el sometimiento, La culminacién de este momento creador (culminacién aque cierra una década fundamental de la culeura uruguaya) se realiza, en lo que respecta a su narrativa, con el volumen de cuentos Montevideanos. Segiin el eritico Ambrosio Fornet este libro pertenece ain al “primer Benederei” (Fornet inclu ye también en este lapso precisamente su novela La tregua, ‘de 1960); a ese todavia “escritor obsesivo que hubiera podi- do decir como uno de sus personajes: ‘El trayecto de mi iden- tidad supone que he cambiado, pero la regularidad del cam- bio demuestra que soy el mismo”. Contimia perfilandose la imagen de la degradacién en el nivel de las vinculaciones humanas, corroidas por Ia hipocre- sia (*msiscaras” que ocultarian, segiin Heiddeger, la lucha del uno contra el ot70) Fs indiscutible que Montevideanos —como luego ocurtiré con La tegua— marca una madurez creadora que incluye el afin por la perfeccién formal, raducido en un certero domi- rio de los recursos téenicos del cuento, en la utilizacién sa- gaz del efecto, en la capacidad de elevarse, desde la vivencia cotidiana, a un estrato de desmitficacidn que opera, frecuen- remente, como revelador de verdades universales. Ast lo de~ -muestran sus diversas estrategias, aguzadas para el devela- ‘miento y la denuncia de la indignidad (la dialéctica generada centre un nifio y su padre en “Aqui se respira bien’, la menci- BR ra ocults tras la ostentacién de falsos valores en “La guerra y la paz”, donde también un nifio es protagonista, O la ig- rominia expresada en el uso del otro, sea en la esfera intima de la relacién amorosa —"Los pocillos”, “Los novios", “Fa milia Iriarte’ — 0 en la de la amistad —“Tan amigos’— La realidad de los “estratos medios” uruguayos accede, des- deel encuadre fictcio, a una esfera que trasciende el escen rio nacional y permite ubicar esta obra, come lo declara su contempordneo el ensayista uruguayo Carlos Real de Ania, cen “lo artistico universal”. En su primera novela, Quidn de nosotres (1953), Benedet- tinos offecta también una visién desalentada de la clase me- dia uruguaya, hermézica en sus ambiciones, estrecha en sys dusiones y perspectivas de fururo. Los horizonces del antor cambiardn novoriamente a partir de 1959, ao decisivo en que ocurren en su vida dos aconte- cimientos fundamentales: su viaje a Estados Unidos, que le hard conocer desde dentzo las contradicciones del impetio capiralista,y la Revolucién Cubana, que lo ubicars en el con- texto politice latinoamericano con una nueva, indedlinable ppostura. Los primeros resultados de ese cambio se verén Te fiejados en Gracias por el fuego (1965), novela de armadura y formulaciones més complejas, que fuera reconocida por el critico German Carrillo como “verdadero tratado de una cri- sis de conciencia y de valores, que partiendo de lo individual 1 lo familiar, tasciende a la sociedad uruguaya en especial y 4 toda la sociedad en general” Inventario 67 agrupard varios libros de poesia publicados cen una etapa de intense actividad creadora: Poemas de hoypor hoy, Nocién de patria, Contra los puenteslevadizas, A ras de sue 3 fio, Su mensaje iri explicitaba claramente la correlacién li- teratura-tealidad histérica y sefiala las instancias cfvicas del hombre condicionado por as coordenadas de su tiempo. Li- gado a la actualidad sociopolitica, su arte objetiva también uuna evolucionada concepeién de Ia poesia y sus multiformes La produccién narrativa que cierra la década del 60 inclu ye —aunque con variantes significativas en lo que incumbe 4 su formulacion discursiva— el tema politico, En cuentos ‘como "Péndulo”, “Ganas de embromar” 0 “El cambiazo” (de La muerte y otras sorpresas, 1968) los personajes estén some- tidos a una violencia que resulta premonitoria de las calami- dass que soportaré el Uruguay del ya préximo perodo dc- Narrativa y poesia logrardn feliz aleacién en Bl cumpleatios de Juan Angel 1971), obraen la cual, a través de la evolucién del personaje narrante, se observa la aparicién de una hicida concicncia que coloca al narrador en una coyuntura politica impostergable. El propésito concientizante ligado a una instancia singu- lar de la lucha revolucionaria sustenta el espisitu de Pedro y 1 capitin, picza teatral de 1979, que actiia como valiente, conmovedor testimonio de una época. En el nivel poético Benedetti explicita, en este lapso, los afanes desu militancia politica logrando, mediante recursos ‘expresivos que ya domina rotalmente, una plenicud creado 8 que atestiguan libros como Quemar las naves (1969), Le- sas de Emergencia (1973), Poemas de otros (1974), La eas y el ladvillo (1977) y Coridianas (1979). Culeivando todos los temas y todos los estilos —incluyen- 4 do la reflexién sobre la literatura y el arte en general: resul- tan ineludibles sus vollimenes Critica cémplice, seleccién de ensayos, publicado en 1971, 0 Los poemas comunicantes (1972), aque retine reportajes realizados a escritores latinoamerica~ rnos—, va constituyendo Benedecti un macrovexto literario de insélita entidad, elocuente de una inobjetable unidad ideoldgiea y estética, ‘Primavera con una esguina rota, novela de 1982, interpre~ tala distorsin intema (y externa) acaecida en personajes des- garrados por la violencia politica; desarolla especialmente los temas del exilio y la nostalgia, que reaparecen en su hermo- so libro Geografias (1984), donde retine cuentos de sul pe~ netracién psicolégica y refinado estilo. . ‘Cuando, luego de la dictadura militar, se instala en Ui _guay el llamado “proceso de redemocratizacién”, Benedetti inicia su desexilio, reencontrdndose entraftablemente con su pais. En este perfodo publicard ensayos: La cultura, ese blan- 0 mévil (1985), Cultura entre dos fuegos (1986), Sudesarrollo _y ler de sada (1987) y tarnbién libros de poesia, como Pre- ‘guntas al azar, de 1986, donde cobra especial relieve el vera dela interrogacién esclarecedoras Yesterday y mahana (1987) yy Canciones del mds acd (1988) pertenecen tambien a eta eta- pa, asf como su volumen de euentos Despistes y franguezas, de 1989. El tema del desexilio sigue preocupindoleen su tl- tima produccién, como lo testimonia su poemario Aqui, le~ Jos, Las soledades de Babel, de 1991, e5 también un valioso ;poemario donde la indagacién de sf mismo —"la duda siem- pre me alumbra", dird— lo lleva al encuentro con el Otro, incluida especialmente la amada, su “projima” mas cercana, su “mengana’ 15 En su dltima novela, de reciente aparicién (La borra delca- fi 1992), Benedetti posa su mirada en el mundo del recuer- do y evocs, en capitulos de tersa prosa rememorante, al Mon- tevideo de su infancia y de su juventud, sin abandonar, en la ‘solucién intima del procagonista, a conciencia de que se es- td inserto en un mundo que se extiende mucho mds alld de los apacibles barrios recordados y de la aventura personal, real © imaginativa La regua puede considerarse una obra de culminacién y a Javer de clausura de un importante perfodo ereador, aunque también sla haya juzgado como el inicio de una nueva, fric- tifera etapa de elaboracién arcistica. El ensayista uraguayo [Luis Paredes la incluye en el nicleo de sus producciones lite- rarias més divulgadas (junto con su ensayo El pais de la cola de paja, publicado el mismo afio de 1960, su novela Gracias por el fuego, de 1963, los poemarios publicados entre 1962 y 1967 —reunidos luego en fnvencario— y su volumen de cuentos La muerte y otras sorpresas, de 1968. La rregua se construye sobre la base de una estructura sen- ‘Musid, lj, poniendo la cara mis ineacrable de leper torio, La palabra soné como un disparo y él —menos mal— ued desconcerrado. Se apuré a terminar el rercer café y en seguida miré el reloj. Hay una especie de reflejo automitico cen eso de hablar de la muerte y mirar en seguida el reloj Domingo 24 de febrero No hay caso, La entrevista con Vignale me dejé una obse- sin: recordar a Isabel. Ya no se trata de conseguir su imagen através de las anécdotas familiares, de las forografias, de al- ‘gin rasgo de Esteban o de Blanca. Conozco tocios sus datos, pero no quiero saberlos de segunda mano, sino recordarlos Gireamente,weslor con todo dele nts xml come veo ahora mi caraen el espejo. Y no lo consigo. Sé que tenia Djs verdes, pero no puedo sentizme fence a su mirada Lunes 25 de febrero Me veo poco con mis hijos. Nuestros horatios no siempre coinciden y menos atin nuestros planes © nuestros intereses. e Son correctos conmigo, pero como son, ademés, remenda- mente reservados, su correceién parece siempre el mero cum plimiento de un deber. Esteban, por ejemplo, siempre se s- 1 conteniendo pars no discusie mis opiniones. Ser a Simple distancia generacional lo que nos separa, 0 podria ha- {ergo algo mis para comunicarme con ellos? En genet, los ‘yeo mds incrédulos que desatinados, mas reconcentrados de Jo que yo era2 sus afios Fie conmos juntos, robablemente hare unos dos me ses que no estdbamos rodos presentes en una cena familiar ‘me, pero no hubo eco. Blanca me miré y sonrid, como pa~ Te enterarme de que comprendia mis buenas intenciones, y nada mds. Me pusea registrar cudes eran las escasssinterrap- Giones del consagrado silencio. Jaime dijo que la sopa estaba desabrida. «Aht cenés la sal, a diez centimerros de tm mano erecha», concesté Blanca, y agregs, hiriente: «, siempre pestafiea. No es una preciosura. Bueno, sonre pasablemente. Algo es algo. Miércoles 13 de marzo Esta tarde, cuando llegué del Centro, Jaime y Esteban es- ‘aban gritando en la cocina. Alcancé a oir que Esteban decia algo sobre «los podridos de tus amigos». En cuanto sintieron 31 mis pasos, se callaron y trataron de hablarse con naturalidad. Pero Jaime tena los labios apretados y a Esteban le billaban Jos ojos. «:Qué pasar, pregunté. Jaime se encogié de hom- bros, el oxto dijo: Nada que te importes. Qué ganas de en- csjile una ompada en Ja boca. Eso es mi hijo, ese rostro hiro, que nada i nadie ablandaté jams, Nada que me im- porte. Fui hasta la heladera y saqué la borella de leche, Tnanteca. Me sentiaindigno, abochornado. No era posible {qe él me dijera: «Nada que te importe» y yo me quedara tan franquilo, sin hacerle nada, sin decinle nada. Me servi un ve- fo grande. No era posible que él me grtara con el mismo to- no que yo debia emplear con éy que, sin embargo, no em- pleaba. Nada que me importe. Cada trago de leche me dolla En las sienes. De pronto me di vuelta lo tomé de wn brazo. “Ms respeto con cu padre, gentendés?, més respeto.» Era una Idioter decirlo ahora, cuando ya habia pasado cl momento. Fl braro estaba censo, duro, como si epencinamente se hu- biera convertido en acero, O en plomo. Me dolié la auca cuando levanté la cabeza para mirarlo en los ojos. Era lo me- thos que pedia hacer. No, no estaba asustado, Simplemen- qe sacudié el brazo hasta sotare, se le movieron las ales de la natin y dijo: gCusndo cxecerds? y se fue dando un por- tazo, Yo no debia rener una cara muy tranguila cuando me Gi vuelta para enftentar a Jaime. Seguia recostado en la pa- red. Sonrié con expontaneidad y solo coment6: (Qué mala fangee, viejo, qué mala sangre», Es incresble, peto en ese pre~ Gao instante senti que se me helaba la rabia. «Es que también ter hermano...» dije sin conviccién. «Dejalor, cones 4, saesta altura ninguno de nosotros tiene remediow 2 Viernes 15 de marzo ‘Mario Vignale estuvo a verme en la oficina. Q uiere que va yaasu casa la semana que viene, Dice que encontré anciguas ows de todos nosottos. No las trajo el muy cretino. Desde Juego, constituyen el precio de mi aceptacidn. Acepté, claro ~Aaquién no le atrae el propio pasado? Sabado 16 de marzo sea mafiana, el nuevo —Santini— intents confesarse com igo. No sé qué tendré mi cara que siempre invita 2 la con- fdencia. Me miran, me'sonrien, algunos llegan hasta a hacer la mueca que precede a sollozo: después se dedican a abrir su corazén. Y,francamente, hay corazones que no me atraen, Es increfle la cémoda impudicia, el tono de misterio con que “algunos tipos secretean acerca de s{ mismos. «Porque yo, :88- be, sefior?, yo soy huérfano», dijo de entrada para atomillar- ie en la piedad. «Tanto gusto, y yo viudow, le contesté con un gesto ritual, destinado a destruir aquel empaque. Pero mi viudez le conmueve mucho menos que su propia orfandad. wane hermania, abet» Miens habla, de pie ito a mi escritorio, hacia repiquetear los dedos, feégiles elgados, sobre la capa de mi libro Diario. «;No oles dee {quieta esa manos, le grité, pero el sonrié dulcemente antes e obedecer. En la musiecs lleva una cadena de oro, con una ‘medallita. «Mi hermanita tiene diecisiete afios, ;sabe?» El Aisabe2 es una especie de tie No me digas z¥ esté buena?» 3 Era mi desesperada defensa antes de que se rompieran los - ques de su ikimo remedo de escripulos y yo me viera def. hitivamente inundado por su vida ima. «Usted no me to- man serio», dijo apretando los labios, y se fue muy ofendide su mesa. No trabaja demasiado répido. Tard dos horas en hacerme el resumen de febrero Domingo 17 de marzo Si alguna vez me suticido, serd en domingo. Es el dia més | desalentador, el mis insulso. Quisiera quedarme en la cama hasta tarde, por lo menos hasta las nueve o las diez, pero alas seis y media me despierto solo y ya no puedo pegat los ojos. ‘A veces pienso qué haré cuando toda mi vida sea domingo, Quién sabe, a lo mejor me acostumbro a despertarme alas | diez. Fuia almorzar al Centro, porque los muchachos se fue- ron por el fin de semana, cada uno por su lado. Comi solo. [Ni siquiera me senti con fuerzas para entablar con el mozo el facilongo y ritual intercambio de opiniones sobre el calor y Jos turistas. Dos mesas mas alld, habia otto solitario. Ten‘a el cefto fruncido, partia los pancitos a purietazos. Dos o tres ve ces lo miré,y en una oportunidad me crucé con sus ojos. Me parecié que allf habia odio. . Domingo 31 de marzo Esta tarde, cuando sala del California, vi desde lejos ala del émnibus, la «mujer del codos. Venia con un tipo corpt lento, de aspecto deportita y con dos dedos de frente. Cuan- do el tipo refa, era como para ponerse a reflexionar sobre las imprevistasvariantes dela imbecilided humana. Ela también 10fa, echando la cabeza hacia ats y aprevindose mimosi- ‘mente contra él, Pasaron frente a mj y ella me vio en mitad de una carcajada, pero no la intezrumpi6, No podria asegu- sar que me reconotié. Porlo pronto, jedijo al centroforward: ‘Ay, queridos y con un movimiento musculoso y coqucto artims su cabeza ala corbata com jiafas, Depués dievon vue ta por Bjido. Gran interrogante. . Lo cual es rigurosamente cierto. No comprendo y basta. No quiero pensar mis en to- Martes 2 de abril ‘Me veo poco con mis hijos. Especialmente con Jaime. Es curioso, porque es precisamente a Jaime a quien quisiera ver misa menudo. Delos tres es el inico que tiene humor. No ‘€ que validez tiene la simpatia en las relaciones entre padre ¢ hijos, pero lo cierto es que Jaime es, de los eres, el que me resulta més simpético. Pero, en compensacién, es también el ‘menos transparente. Hoy lo vi, pero él no me vio. Una curiosa experiencia. Yo estaba en Convencién y Colonia, despidiéndome de Matioz que me habla acompafiado hasta allt. Jaime pasé por la vere- da de enfrente, Iba con otros dos, que tenfan algo desagrada- ble en el porte o en el vest; no me acuerdo bien, porque me 68 ‘jf especialmente en Jaime. No sé qué les irfadiciendo 2 los ‘170s, pero éstos se refan con grandes aspavientos. El iba se- rio, peto su expresion era de satisfaccidn, o quizés no, més bien provenia del convencimiento de sa superioridad, del cla- 10 dominio que en ese momento ¢jercia sobre sus acompa- antes. ‘Ala noche le dije: “Hoy te vi por Colonia. Ibas con otros dose. Me parecis que se ponia colorado, Acaso me equivoqué. “Un compaftero de oficina y su primor, dijo. «Parece que los ivertfas muchon, agregué. «Uh, esos se rien de cualquier pavadar Entonces, creo que por primera vex en su vida, me hizo ‘una pregunta personal, una pregunta que se referia mis pro- pias preocupaciones: «¥..., zpara cuséndo calculds que estaré pronta tu jubilacidn?». Jaime preguntando por mi jubilacin! Le die que Esteban le habia hablado a un amigo para que la apurara, Pero tampoco puede apurarla demasiado. Es ine table que, antes que nada, yo cumpla mis cincuenta. «¥ &- ‘mo te sentis’», pregunes. Yo me ref y me limité a encogerme dehombros, No dije nada, por dos razones. La primera, que todavia no sé qué haré con mi ocio. La segunda, que estaba conmovido con exe repentino interés. Un buen dia, hoy. Jueves & de abril (Ora ver suvimos que quedarnos hasta tarde, Ahors fa ca pa fue nuesta: hubo que buscar una diferencia. Todo un pro- besa para clegir la gente. El pobre Robledo me miraba de- safiante, pero no lo clogs prefiero que piense que me tiene ° dominado, Santini tenfa un cumpleafios, Mufoz anda con tuna ufa encarnada que lo tiene de muy mal humor, Sierra hace dos dias que no viene. Al final se quedaron Méndez y “Avellaneda. A las ocho menos cuarto, se me acereé Méndez muy misterioso y me pregunt para cudnto tendriamos. Le dije que por lo menos hasta las nueve, Entonces, mds miste- rioso atin y tomando las méximas precauciones para que no To escuchara Avellaneda, me confes6 que alas nucve tenis un programa y que primero queria ir asu casa para bafarse,afei- fase, cambiarse, ee. Todavia lo hice sufrir un poco. Le pre- tgunté:«;Esta buena’, «Es un poema, jefe.» Ellos saben bien {que la tinica arma para conquistarme es la franqueza. Y se pa- san de francos. Le di petmiso, claro. Pobre Avellaneda, En cuanto quedamos solos en el enor- ime local, se puso mas nerviosa que de costumbre. Cuando tne alean’6 tna planilla y vi que le temblaba la mano, le pre- jgunté a quemarropa: «;Tengo un aspecto muy amenazante? No te ponga asi, Avellaneda». Se ri6 y desde ese momento tuabajé mds tranquila. Es codo un problema hablarle. Siem- pre tengo que estar a medio camino entre la severidad y la Eonfianza. Ties 0 cuatro veces la miré de reojo. Se ve que es tuna buena chica. Tiene rasgos definidos, de tipa leal. Cuan- ddg se aturulla un poco con él trabajo, inevitablemente se des- ppeina y eso le queda bien. Sélo a las nueve y diez enconera- ios la diferencia. Le pregunté si queria que la acompafiase. “No, sefior Santomé, de ningiin modo.» Pero mientras ex ‘mindbamos hasta la Plaza, hablamos del trabajo. Tampoco sacepté un café. Le pregunté dénde vivia y con quien. Padre y madee. zNovio? Fuera de la oficina debo inspirarle menos espeto, porque contesté afirmarivamente ¥ en un tono nor mal. «2¥ cudndo tendremos colecta’», pregunté, como es de fitual en estos casos. «Oh, hace sélo un afio que hablamos.» Yo creo que después de haberme confesado que tenia novio, se sintié mas defendida e incerpreté mis preguntas como un incerés casi paternal, Reunié todo su coraje para averiguar si yoera casado, si tenia hijos, etc. Se puso muy seria ance la notficacién de mi viuder.y creo que estuvo luchando entre cambiar répidamence de tema o acompafiatme el sentimien- to con veinte afios de atraso, Triunfé la cordura y pasé 2 ha- blarme de su novio. Apenas me habia enterado de que traba- jaba en el Municipio, cuando aparecié su trole. Me dio la, mano y todo, qué barbaridad. Viernes 5 de abril area de Anibal. Se aburtié en San Pablo y regresa afin de mes, Para mi es una buena noticia. Tengo pocos amigos y ‘nile el mgjor Porlo menos ex el nico con quien Pac do hablar de ciertos temas sin sentirme ridiculo. Alguna vez tendremos que investigar en qué se basa nuestra afinidad. El tx calc, yo no soy nada, Ele mujriego, yo me mio 8 indispensable. El es activo, creador, categérico; yo soy ru- snr ¢indeio, Lo cero esque, muchas wee me em- puja a tomar una decisi6n; otras, soy yo el que lo freno con guna de mis dudes. Cuando muré mi madre —hard en agorto quince aios— yo etaba hecho una ruin. Sélo me sostenia una fervorosa rabia contra Dios, los parientes, el pro= jima, Cada ver que rocerdo el veloriontcminabl,seno ‘sco. Los asistentes se dividian en dos clases: los que empe- 70 a zaban 2 llorar desde la puerta y después me sacudian entre sus brazos, y los que Hlegaban tan sélo a cumplis, me dabsn la mano con empalagosa compuncién y a los diez minutos estaban contando chistes verdes. Entonces llegs Antbal, se acere6, ni siquiera me dio Ia mano, y se puso a hablar con na- turalidad: de mé, de sf mismo, de su familia, incluso de mi rade, Esa naturalidad fue una especie de bilsamo, de ve~ dadero consuelos yo la interpreté como el mejor homenaje que alguien podia hacer a mi madre, y a mi mismo en mi afecto por mi madre. Es can sélo un detalle, un episodio eax insignificant, eso To comprendo bien, pero cwvo lugar en tuno de esos momentos en que el dolor lo pone a uno exage- radamente receptive. Sabado 6 de abril | Suefio descabellado. Yo venta de atravesar en pijama el Par- que de los Aliados. De pronro, en la vereda de una casa lujo- sa, de dos plantas, vi que estaba Avellaneda. Me acerqueé sin vacilar Ella tenia puesto un vestidico liso, sin adornos ni cin- ‘uurén, directamente sobre la carne. Estaba sentada en un ban- quito de cocina, junto 2 un eucaliptus, y pelaba papas. De pronto tuve conciencia de que ya era de noche y me acerqué 4 le dije: «Qué rico olor a campo». Al parecer, mi argumen- to fue decisivo, porque inmediatamence me dediqué a po- seetla, sin que mediase resistencia alguna de su parte. Esta mafiana, cuando aparecid Avellaneda con un vesti dito liso, sin adornos ni cinturén, no pude aguantarme y le dije: «Qué rico olor 2 campo». Me miré con auténtico n panico, exactamente como se mira a un loco @ 2 un horra- cho. Para peor de males traté de explicarle que escaba ha- blando solo. No la convenci, y al mediodfa, cuando se fue, todavia me vigilaba con cierta prevencién. Una pracba més de que es posible ser més convincente en los suefios que en la realidad, Domingo 7 de abril Casi todos los domingos, almuerzo y ceno solo, « inevita- blemente me pongo melancélico, «;Qué he hecho de mi vi dais es una pregunta que suena 2 Gardel o a Suplemento Ee- menino 0 articulo del Reader's Digest. No importa. Hoy domingo, me siento més allé de lo irrisorio y puedo hacerme preguntas de ese tipo. En mi historia particular, no se han ‘operadlo cambios irracionales, viajes insdlitos y tepentinos. Lo mas insdlito fue la muerte de Isabel. :Residiré en es muerte la clave verdadera de lo que yo considero mi frusera- cin? No lo creo. Mas ain, cuanto més me investigo, més me convenzo de que esa muerte joven fue una desgracia, diga- mos, con suerte. (Por Dios, qué vulgar y mezquino suena e to, Yo mismo me horrorize.) Quiero decir que en el momen- en que Isabel desaparece, yo tenfa veintiocho afios y ella veinticinco, Estabamos, pues, en pleno auge del deseo. Creo {que mi desco fisico mas vehemente me fue inspirado por ela. Serd por eso tal vez que si bien soy incapaz de reconstruiz (on mis propias imagenes, no con fotografias 0 recuerdos de reeuerdos) el rostro de Iszbel, puedo en cambio volver a sen- tiren mis manos, todas las veces que lo neceste, el tacto par- B ticular de su cineura, de su vientre, de sus pantorrillas, de sus senos. :Por qué las palmas de mis manos tienen una memo. ria mds fiel que mi memoria? Una consecuencia puedo ex. tract de todo esto: que si Isabel hubiera vivido los suficientes, afios mis como para que su cuerpo se aflojara {eso tenfa de ‘bucno: su piel lisa y tiramte en todas sus zonas) y aflojara, por end, mi capacidad de desearla, no puedo garantizar qué hu- biere sido de nuestro vinculo ejemplar. Porque toda nuestra armonia, que era cierta, dependia inexorablemente de la ca- ima, de nuestra cama. No quiero decir con esto que durante 1 dia nos levaramos como perto y gato; por el contrario, en nuestra vida cotidiana se usaba una buena dosis de concor- dla, Pero zcusl era el freno para los estallidos, para los desbor- des? Sencillamente, el goce de las noches, su presencia pro- tectora en medio de los sinsabores del dia, Si alguna vez el cedio nos rentaba y empezdbamos a apretar los labios, nos cru 2aba por los ojos cl aliciente de la noche, pasada o futura, y entonces, inevitablemente, nos envolvia una oleada de tern ra que aplacaba todo brore de rencor. En es0 no estoy des- conforme, Mi matrimonio fue una buena cosa, una alegre remporada. Pero zy lo demés? Porque esté la opinién que uno puede tener de si mismo, algo que increfblemente tiene poco que ver con la vanidad. Me refiero a la opinién cien por ciento sincera, la que uno no se atreverta a confesatle ni al espejo frente al que se afeita. Recuerdo que hubo una época (alli en- tre mis diecistis y mis veinte afios) en que tuve una buena, casi dir una excelente opinién de mi mismo. Me sentia con impulso para empezar y llevar a cabo «algo grandes, para ser stil a muchos, para enderezar las cosas. No puede decirse que " fuera la mfa una acticud cretinamente egocéntrica. Aunque ime hubiera gustado recibir la acepracidn y hasta el aplauso ajenos, creo que mi primer objetivo no era usar de los otros, sino serles de utilidad. Ya sé que esto no es caridad pura y Cristiana; ademés, no me importa mucho el sentido cristiano dela caridad. Recuerdo que yo no precendia ayudar alos me- nester0sos, © a los tarados, 0 a los miserables (creo cada vez menos en la ayuda cadricamente distribuida). Mi intencién ‘era més modesta; sencillamente, ser de wilidad para mis igua- les, para quienes tenfan un més comprensible derecho a ne- cesitar de mi. La verdad es que esa excelente opinién acerca de mi mis- mo ha decaido bastante. Hoy me siento vulgar y, en algustos aspectos, indefenso. Soportarfa mejor mi estilo de vida si no tuviera conciencia de que (sélo mentalmente, laro) estoy por encima de esa vulgaridad. Saber que tengo, 0 tuve, en mi mis- smo elementos suficientes Como para encaramarme a ott po- sibilidad, saber que soy superior, no demasiado, a mi agota- dda profesion, a mis pocas diversiones, a mi ritmo de didlogo: saber todo eso no ayuda por cierto a mi tranquilidad, més bien me hace sentirme mis frustrado, més inepto para sobre- ponerme 2 las circunstancias. Lo peor de todo es que no han acaecido terribles cosas que me cercaran (bueno, la muerte de Isabel es algo fierce, pero no puedo llamaela terrible; des- pués de todo, gexiste algo mds natural que irse de este mun- do?), que frenaran mis mejores impulsos, que impidieran mi desarrollo, que me ataran 2 una rutina alecargante. Yo mi mo he fabricado mi rutina, pero por la via ms simple: la acu- ‘mulacién, La seguridad de saberme capaz para algo mejor, me puso en las manos la postergacién, que al fin de cucnas 7% ¢s un arma tetrble y suicida. De ahi que mi rutina no haya tenido nunca carécretni definicién; siempre ha sido provi sotia, siempre ha constituido un rumbo precario, «seguir na. da més que miencras duraba la postergacion, nada més que para aguantar cl deber de lajornada durante ese petfodo de Preparacién que al parecer yo consideraba imprescindible, lntes de lanzarme definitivamente hacia el cobro de mi des. tine, Qué pavada, ao? Ahora resulta que no tengo viciosim- portantes (Fumo poco, sélo de aburrido tomo una eafita de ‘cuando en cuando), pero creo que y2 no pode dejar de pos- tergarme: ésce es mi vicio, por otra parte incurable. Porque si ahora misino me decidiera a asegurarme, en una especie de tardio juramento: «Voy a ser exactamente lo que quise ser, resultarfa que todo serfa initil. Primero, porque me siento con escasas Fuerras como para jugarla a un cambio de vida, ¥ luego, porque zqué validez ene abora para méaquello que Guise ser Seria algo ast como arrojarme conscientemente a tina prematusa senlidad. Lo que desco ahora es mucho més modesto que lo que deseaba hace rreintaafios y, sobre todo, me importa mucho menos obtenerio. Jubilarme, por ejem- plo. Es una aspiracién, naruralmente, pero es una aspiracién En cuestabajo. Sé que va a llegar, & que vendré sola, sé que zo sera preciso que yo proponga nada. Ast es fil, ast vale la ppena enteegarse y tomar decisiones. Martes 9 de abril Esta mafiana me llamé ef Adoguin Vignale. Le hice decit ‘que no estaba, pero cuando me volvié a llamar ala tarde, me 76 sent{ obligado a atenderlo, En esto soy categérico: si tengo feta relaci6n (no me arrevo a llamarla amistad) es tal vex por- ‘que la merezco. ‘Quiere venir a casa. wAlgo confidencial, viejo. No puede decintelo por teléfono, ni tampoco puedo traerte 2 cass pars texto» Quedamos combinades para el jueves de noche. Ven- ddd después de la cena. Miércoles 10 de abril “Avellaneda tiene algo que me atrae. Eso es evidente, pero aqui? 2 Jueves 11 de abril Falta media hora para que cenemos. Esta noche viene Vig- ale. Sélo estaremos Blanca y yo. Los muchachos desapare- 0 {que las elo, como si no hubiera soplado para todas el mismo iento. En 1939, las mitades inferiores de las of, las wg» y las ‘je parecfan una especie de fecos indecisos, sin cardctes ni Yoluntad. En 1945 empezé la era de las maycisculas, mi e- gusto en adornarlas con ampliascurvas, espectaculares e in les. La «Me y la «Ho eran grandes arafas, con tela y todo, ‘Ahora mi letra se ha vuelto sintética, pareja, disciplinada, ne- ta. Lo que sdlo prucba que soy un simulador, ya que yo mis- Bt ‘mo me he vuelto complicado, desparejo, castico, impuro. De pronto, al pedirme el inspector un dato correspondiente a 1930, reconoct mi caligrafia, mi caligrafia de una etapa espe- (Con la misma letra que escribi: «Deralle de sueldos pa- gados al personal en el mes de agosto de 1930», con esa mis. ‘ma letra y en ese mismo aio, habla escrito dos veces por semana: «Querida Isabel», porque Isabel vivia entonces en, ‘Melo y yo le escribia puncualmente los martes y viernes. Esa habia sido, pues, mi letra de novio. Sontet, arrastrado por los recuerdos, y el inspector sonrié conmigo. Después me pidid otra discriminacién de rubros. Sdbado 20 de abril Estaré reseco? Sentimentalmente, digo. Lunes 22 de abril Nuevas confesiones de Santini. Otra ver referentes ala her- ‘anita de diecisieteafios. Diee que cuando los padres no es- ‘én en la casa, ella viene a su cuarto y bala casi desnuda fren wa dl «Tiene un traje de bafio de esos de dos partes, ;sabe? Bueno, cuando viene a bailar a mi cuarto, se quita la parte de arriba.» «¥ vos qué haces?» #Yo... me pongo nervioso.» Le dlije que si solamente se ponfa nervioso, no habia peligro. «Pe- 10, sefior,es0 es inmoraly, dijo, agitando la mutieca con la ca- denita y la medulla. «¥ ella, zqué razones te da para venir a bailar delante tuyo con tan poca ropa?» «Fijese, sefior, dice 82 que amino me gustan las mujeres y que ella me va 2 curar» We €: cierto eso? sBueno, aunque fuera cierto... no tiene por que hacerlo... por ella misma... me parece.» Entonces ine resigné a hacerle la pregunta que él estaba buscando des- de hacia tiempo: cY los hombres, te gustan», Sacudid otra ver la cadenita y la medalla, Dijo: «Pero exo es inmoraly se or», me hizo un guifio que estaba a medio camino entre lo travieso y lo asqueroso y, antes de que yo pudiera agregar nada, me pregunt6: «20 usted no lo cree ass. Lo saqué ven- diendo boletines y le mandé un tabajo de esos bien pudr dores. Tiene por lo menos para dice dias de no levantat a ca- beza. Eso es o que me falraba: un marica en la seccicn. Pazece que es del tipo con escripulos». Qué alhaja. Una cosa &s cierta, sin embargo: que la hermanita se las trae. Miéreoles 24 de abril Hoy, como todos los 24 de abril, cenamos juntos. Buen motivo: el cumpleafios de Esteban. Creo que todos nos sen- timos un poco obligados a mostrarnos alegres. Ni siquiera Esteban parecia alunado; hizo algunos chistes, aguant® a pie firme nuestros abrazos. EL ment preparado por Blanca fue el punto més alto de fa noche, Naturalmente, eso también predispone al buen hu- sor. No es del todo absurdo que un pollo a la portuguesa me deje més optimista que una torilla de papas. ;No se le habré ocurtido a ningtin socidlogo efecuar un detenido anlisisso- bre a influencia de las digestiones en la cultura, la economia, yl politica uruguayas? ;Como comemos, Dios mio! En la 8 alegria, en el dolor, en el asombro, en el desaliento, Nuestra Sensibilidad es primordialmente digestiva. Nuestra innata vo- cacién de demécratas se apoya en un viejo postulado: «To dos tenemos que comer». A nuestros creyentes les importa sélo en parte que Dios les perdone sus deudas, pero en cam- bio piden de rodillas, con Higrimas en los ojos, que no les fal- te el pan nuestro de cada dia. Y ese Pan Nuestro no ¢s —~. Na- turalmence, el ex resignado tiene una disculpa para su desho. nestidad: es la tinica forma de que los demés no le saquea ventaja. Dice que se vio obligado 2 entrar en el juego, por: {que de lo contratio su plata cada vez valla menos y eran mds los eaminos rectos que se le cerraban. Sigue manteniendo un ‘odio vengativo y latente contra aquellos pioneros que lo obli garon a seguir esa ruta. Quizd sea, después de todo, el més hipéerica, ya que no hace nada por zafarse. Quizd sea tam- bién ef mas ladrén, porque sabe perfectamente que nadie se ‘muere de honestidad. {Lo que es no estar acostumbrado a pensar en odo esol ‘Anibal se fue a la madrugada y yo me quedé tan inguieto que no quise pensar en Avellaneda. Martes 7 de mayo Hay dos procedimientos para abordar a Avellaneda: a) la franqueza, decirle aproximadamente: «Usted me gusta, var mos ver qué pasa»; b) la falluterta, decirle aproximadamen- te: «Mire, muchacha, que yo tengo mi experiencia, puedo ser ‘su padre, escuche mis consejos». Aunque parecea increible, 92 sme convengs el segundo. Con el primero azriesgo mu- ho y ademds todo esté atin demasiado inmaduto. Yo ereo fgpe hasta ahora ella ve en mi a un jefe més 0 menos amable Jada més. Sin embargo, no es tan jovencita. Veinticuateo 2éos no son catorce, En tna de ésas es de las que prefieren Jos tipos maduros, Pero el novio era un pendejo, sin embar- Bueno. asl fue con dl. Alo mejor, ahora, por reaccién, fe va hacia el otro extremo. Y en el otro extremo puedo estar yo.sefior maduro, expesimentado, canoso, reposado, cuaren- {ay nueve afios, sin mayores achaques, sueldo bueno. A los ‘weshijos no los pongo en mi ficha; no ayudan. De rodos mo- dos, ella sabe que los tengo. “Abora bien (y para decirlo en términos de comadre de bs- rio), zcudles son mis intenciones? La verdad es que no mie decido a pensar en algo permanente, del tipo shasta que la muerte nos separe» (escribi Muerte y ya aparecié Isabel, pe- 1 Isabel era otra cosa, creo que en Avellaneda me importa menos ef lado sexual, 0 seri tal vez que lo sexual importa me- tos a los cuarenta y nueve afios que a los veintiocho), pero tampoco me decido a quedarme sin Avellancala. Lo ideal, ya José, serfa tener a Avellaneda sin obligacién de la permanen- cia, Pero ya es mucho pedir. Se puede intentar, sin embargo. ‘Antes de que le hable, no puedo saber nada. Todos son cuentos que me hago. Es cierto que, a esta aura, estoy un poco aburrido de las citas a oscuras, de los encuentros en amucbladas. Hay siempre una atmésfera enrarecida y una sensaci6n de inmediater, de cosa urgente, que pervierte cual- ‘uier clase de dilogo que yo sostenga con cualquier clase de mujer. Hasta el momento de acostarme con ella, sea quien 122, lo importante es acostarme con ella; después de hecho el 8 amor, lo importante es irnos, volver cada uno a su cama par ticulas, ignorarnos para siempre. En rants y tantos afios de ‘este juego, no recuerdo ni una sola conversacién reconfor. rante, ni una sola frase conmovedora (mia o ajena), de ésas que estin destinadas a reaparecer después, quién sabe en qué instante confuso, para terminar con alguna vacilaci6n, para decidirnos a romar una actitud que requiera una dosis mini- ma de coraje, Bueno, esto no es toralmente cierto. En una amueblada de la calle Rivera, debe hacer unos scis 0 siete afios, una mujer me dijo esta frase famosa: «Vos hacés el amor con cara de empleados, Miéreoles 8 de mayo Vignale otra vez. Me esperaba ala salida de la oficina. No tuve més remedio que aceptarle un cortado, como prsioge inevirable a una hora de confidencias. Estd radiante. Al parecer, la concufiada euvo ofensiva amorosa, asf que estén ahora en pleno idili. «Tiene tuna metida conmigo. que parece mentira», dijo acariciindo- se una corbata muy juvenil, crema con rombitos azales, que significaba por cierto una notoria evolucién con respecto 2 Jas muy arrugadas, de un oscuro marrén indefinido, que usa- ba en su época de marido a secas, de marido fil. «Toda una mujer, che, y con hambre atrasada.» ‘Me imagino el hambre atrasada de la robusta Elvira, y no «quiero ni pensar en lo que sera del pobre Vignale dentro de scis meses. Pero ahora irradia felicidad por todos sus poros. (Cree sinceramente que fue su estampa de varén lo que la se- 34 diujo. No se da cuenta de que, frente al shambre atrasadav de {a otra (el pobre Francisco no ha de desmentit, sguramence, 1 beatifica cara de capén), él slo representaba el hombre {que estaba més a mano, la posbilidad de ponerse al dia, #2Y tu mujer’, le pregunté, con aire de concienciavigilan- te. +Tranquila només. ;Vos sabés lo que me dijo el owe di Que tiltimamence yo andaba mucho mejor de genio, ¥ dene razén, Hasta el higado me funciona bien.» Jueves 9 de mayo En la oficina no puedo hablarle, Tiene que ser en ora pa- te. Estoy estudiando su itneraro, Fllase queda s menudo a comer en el Centro. Almucrza con tina amiga, un gorda que trabaja en London Pais. Pero despa se separan y ella ea tomar alguna cosa en un eafé de Veinticincoy Misiones, Tae re que ser un encventro casual. Es lo mejoc Viernes 10 de mayo Conoct a Diego, mi futuro yerno. Primera impresién: me ft Tene deci cola mirada, habla con una especie de ‘orgullo que (asf me parece) no es gratuito, es deci, que se a y2en algo desu propiedad. Me tas con rexpeca perotin adularme. En toda su actitud habia algo que me gusty creo «que gust6 también a mi vanidad. Estaba bien predispucsto ha, ia mf, so fuse evidente, y esa buena predisposicidn, zcle que otra fuente puede venir que no sea de sus conversaciones con 95 F| Blanca? Yo seria verdaderamente feliz, en este rubro al menos, si supiera que mi hija tiene una buena impresién de mi. Es curioso; no me importa, por ejemplo, la opinién que le me- rezco a Esteban, Me importa, en cambio, y bastante por cier- to, la que les merezco a Jaime y a Blanca. Quied la rebuscada raz6n consista en que, pese a que los tes representan mucho para mi, pese a que en los tres veo reflejados muchos de mis impulsos y de mis inhibiciones, en Esteban noo ademés una especie de discreta animadversién, una variante de odio que ini siquiera se atreve a confesarse asi mismo. No sé qué fe ‘primero, si su rechazo o el mfo, pero lo cierto es que yo tam- poco lo quiero como a los otros, siempre me sentt lejos de cs- te hijo que nunca para en casa, que me ditige la palabra co- mo por obligacién, y que hace que todos nos sintamos como sextrafios» en «su familia», la que se compone de él ysélo de Jaime tampoco se siente muy inclinado a comunicarse con- ‘igo, pero en su caso no advierto ese tipo de rechazo incon- renible. Jaime es, en el fondo, un solitario sin arreglo, y los de mis, todos los demds, vienen a pagar los platos rotos. Volviendo a Diego: me agrada que el muchacho tenga ex ricter, Ie haré bien a Blanca. Fs un afio menor que ella, pero parece cuatro 0 cinco mayor. Lo esencial es que ella se sien- ta proregidas por su parte, Blanca ¢s leal, no lo va a deffau- dar. Me gusta eso de que salgan juntos y solos, sin prima 0 hetmanita acompafante. La camaraderia es una linda etapa, insustituible, irecuperable. #50 no se lo perdonaré munca a la madre de Isabels durante el noviazgo se nos pegaba siem- pre como un parche, nos vigilaba tan estrecha y celosamen- te que, aunque uno fuera el colmo de la pureza, se sentia obli- gado a convocar todos los pensamientos pecaminosos que 96 rr cviera disponibles. Hasta en aquellas ocasiones —rarisimas, jot cieo— en que ella no estaba presente, no nos sentiamos solos: estabamos seguros de que una especie de fantasme con pafioleta registraba todos nuestros movimientos. Si alguna ‘ver nos besdbamos, estdbamos an tensos, tan atentos a cap- ‘ar cualquier indicio premonitorio de st aparicién en cual- aquiera de los puntos cardinales del living, que el beso nos re- sultaba siempre un contacto meramente instantineo, con poco de sexo y menos atin de ternura, y en cambio mucho de susto, de corto cirenito, de nervio herido, Ella vive ain; la ora tarde la vi por Sarandi, espigada, resuelta, inacabable, acompafiando a la menor de sus seis muchachas y a un des- graciado con cara de novio en custodia. La chica y el candi- dato no iban del brazo, habia entre ellos una luz de por lo ‘menos veinte centimetros. Se ve que la vieja no se ha apeado axin de su famoso lema: «El brazo, cuando me caso Pero vuelvo a alejarme del tema Diego. Dice que trabaje ‘en una oficina, pero que es sélo provisorio. «No puedo con- formarme con la perspectiva de verme siempre all, encerra- do, tragando olora viejo sobre los libros. Estoy seguro de que voy asery hacer otra cosa, no sé si mejor 0 peor que esto que hago, peto otra cosa.» También hubo una época en que yo pensaba asf. Sin embargo, sin embargo... Este tipo parece mis decidido que yo. Sébado 11 de mayo En algtin momento le of decie que los sébados a mediodia se encuentra con una prima en Dieciocho y Paraguay. Tengo 7 aque hablarle. Estuve una hora en esa esquina, pero no vino, No quiero citarl; tiene que ser casual. Domingo 12 de mayo Tambign le of decir que los domingos va a la feria, Tengo que hablarle, asi que fui a la feria. Dos o tres veces me pare. ci6 que ers ella. En la aglomeracién vela de pronto, entre ‘muchas cabevas, un troz0 de pescuezo 0 un peinedo un hombro que parecian los suyos, pero después la figura se ‘completaba y hasta el trozo afin pasaba a integrarse con el res to y perdia su semejanas. A veees una mujer vista desde ateis renfa su mismo paso, sus caderas, su nuca Pero de pronto se daba vuelta y el parecido se convertia en un absurdo, Lo ini- ‘co que no engafia (ast, como rasgo aislado) es la mirada. En riingtin lado encontré sus ojos. No obstante (s6lo ahora lo ienso) no sé edmo son, de qué color. Regresé cansado, atue- ido, fastidiado, aburrido. Aunque hay otra palabra mas cer cera: regres€ soitario. Lunes 13 de mayo Son verdes. A veces grises. La estaba mirando, quiz con demasiado detenimiento, y entonces ella me preguntd «¢Qué tengo, sefior?s. Qué ridiculo que me diga wsefior. «Tiene la cara tiznada», dije como un cobarde. Se pasé el (adice por iajilla (un gesto suyo bastante caracteristico que le estira el ojo hacia abajo, no le queda bien) y volvié a preguntar: «c¥ 98 ahora?» «Ahora quedé impecables, contesté, con un poco menos de cobardfa, Se sonroj6, y yo pude agregar: «Ahora ya no esté impecable: ahora esti linda», Creo que se dio cten- ta. Creo que ahora sabe que esti pasando algo. :O le habré incerpretado como un halago paternal? Me da aso sentzme patern: Miércoles 15 de mayo Estve en el café de Ventcinco y Misiones, Desde ls do- ey media hasta las dos. Hie un expeimenta, «Tengo ae hablar con lla, pense, spor lo tanto tone que tpanccten Enpecé a «vedas en cada mujer que sc acreaba pa elec, tinco. Ahora no me importaba mayormente qu en caso aquela figura no pudierareconocet ni un sols dete ase mela recordara Yo igual la svclay, Una pec de fucgs es fio (0 idiow, coda depende del ingulo dead cutee £9, Solo cuando la mujer se enconttaba pocos paon yo ffectuaba un bruscorezoceso mental dejaba desea ses, Sa la imagen desea por ln indesable realidad. Hoses au, de pronto, el miata ae hizo. Una machachs spared nla squinay de inmediao, ven ella Avellaneda ane gen de Avellaneda, Pero cuando quse fctua cl concabiio feoceo, sucedié que la realidal! tambien em Avian, Gute, Dios mis Ce gu eran sabia «mis sienes Estaba a dos pasos, junto ami ventana Dujo ‘Que sl {Qué anda haciendo Hl tone ens natoal co ‘atari, Mitésorprendida, cco que agradablements son prendids,ojld que agradablementesorptendida cA or 9 Sancomé, me dio un susto.» Un solo gest displicente de mi nano derecha, acompafiando una invitacidn sin énfasi (Un cafe. No, no puedo, qué listima. Me espera mi pa- Green el Banco, para un trdmite.» Es el segundo café que me rechaza, pero esta ver dijo: «Qué listimay, Si no lo hu- biera dicho, ereo que habria tirado un vaso contra el piso 0 sme habria mordido el Inbio inferior o me habia clavado las thas en las yerpas. No, macanas, pura alharaca; no habria hhecho nada. A lo sumo, quedarme desalentado y vacio, con la picena crurada, los dienses apretados y los ojos doliéndo- me de tanto mirar el mismo pocillo. Pero dijo: «Qué listimay, Y rodavia, antes de dejarme, preguncé: «Usted siempre esth agua esta hora?», «Claro», ment. «Entonces postergammos la invitacion para otto dia.» «Bueno, no se olvide>, insist, y «lla se ue, Como a los cinco minutos vino el mozo, me tra- jo otro café, y dijo, mirando hacia la calle: «Qué lindo sol Cio, eh? Uno se siente como nuevo. Vienen ganas de cantar J odor, Slo enonces me of. Inconscientemente, como un yiejo graméfono al que ponen un disco y se olvidan de é, yo habia llegado, sin darme cuenta, 2 la segunds estrofa de ‘Mi bandera Jueves 16 de mayo «A. que no sabés con quién me encontré?», dijo en el elé- fono la vor de Vignale. Mi silencio fu sin duda tan prow ccativo que él no pudo esperar ni siquiera cres segundos para brindar la solucién al acertijo: «Con Fscayola,fijéter. Me f= jé. dEscayola? Cosa rara volver a ofr ese nombre, un apellide 100 ancigho, de esos que ya no vienen. «No me digas, gy cémo “sHecho una tonina: pesa 98 kilos.» Bueno, resulta que Es- cayola seenteré de que Vignale me habfa encontrado y —na- coralmente— una cena figura en el programa Excayola, También es de la época de la calle Brandzen. Pe- ro de éste s{ me acuerdo. Era un adolescente facucho, alto, nervioso: para todo tenia pronto un comentario de burla y en general su charla era regocijante, En el café del gallego Al- varez, Escayola era la estrella, Fvidentemente, todos estaba- ‘mos predispuestos ala risa: porque Escayola decfa cualquier cosa (no era necesario que fuese muy graciosa) y ya todos nos tentabamos. Recuerdo que a veces refamos alos gritos, aga- srindonos la bartiga. Creo que el secreto estaba en que él se hhacfa el gracioso, con gran seriedad: una especie de Buster Keaton, Serd bueno verio de nuevo, Viernes 17 de mayo Alfin sucedié. Yo estaba en el café, sentado junto ala ven- tana, Esta vez no esperaba nada, no estaba vigilando, Me pa- rece que hacia ntimeros, en el vano intento de equilibrar los gastos con los ingresos de este mayo tranquilo, verdadera- mente otofial, pletérico de deudas. Levanté los ojos y ella es- taba alli. Como una aparicién o un Fantasma 0 sencillamen- te—y cudato mejor— como Avellaneda. «Vengo a reclamar clcafé del otro dia», dijo. Me puse de pie, tropecé con la si- lla, mi cucharita de café resbalé de la mesa con un escdinda~ lo que mds bien parecia provenir de un cucharén, Los mozos ot miraron. Ella se sent6, Yo recogi la cucharita, pero antes de poderme sentar me enganché el saco en ese maldito reborde que cada sila tiene en el respaldo. En mi ensayo general de esta deseada entrevista, yo no habia tenido en cuenta una puesta en escena tan movida. «Parece que lo asusté, dijo lla, riendo con franqueza. «Bueno, un poco ss, confesé, y eso me salv6, La naruralidad estaba recuperada. Hablamos de la of cina, de algunos compafieros, le relaté varias anéedoras de tiempos idos. Ella refa. Tenia un saquito verde oscuro sobre uuna blusa blanca. Estaba despeinada, pero nada mas que en la mitad derecha, como si un ventarrén la hubiera aleanzado sélo de ese lado. Se lo dije. Sacé un espejto dela cartera, se miré, se divireé un rato con lo ridicula que se veia. Me gus- 16 que su buen humor le alcanzara para burlarse de sf misma Entonces dije: «:Sabe que usted es culpable de una de las ex- sis mis importantes de mi vida?o, Pregunt6: «zEeonémicas?s y todavia refa. Contesté: «No, sentimental» y se puso seria *Caramba», dijo, ¥ esperd que yo continuara. Y continue: «Mire, Avellaneda, es muy posible que lo que le voy a decie le parezca una locura. Si es asi, me lo dice nomds. Pero no quiero andar con rodeos: creo que estoy enamorado de us- ted». Esperé unos instantes. Ni una palabra. Miraba fijamen. tela cartera, Creo que se ruborizé un poco. No traté de iden- tificar si el rubor era radiante 0 vergonzoso. Entonees segu A mi edad ya su edad, lo més I6gico hubiera sido que me callase la boca: pero ereo que, de todos modos, era un home- naje que le debia. Yo no voy a exigir nada. Si usted, ahora 0 ‘mafiana o cuando sea, me dice basta, no se habla mds del asunto y tan amigos. No tenga miedo por su erabajo en la of cina, por la tranquilidad en su trabajo: sé comportarme, no 10 se preocupes, Oura ver esperé. Estaba ali, indefensa, es de- cis, defendida por mf contra mi mismo, Cuslquicr nse que alla dijera, cualquier actitud que asumiera, iba a tignificen «Este es el color de su ftturo». Por fin no pude esperar mis y dije: «€¥2», Sonref un poco forzadamente y ageegue, con una vor remblona que estaba desmintiendo el chiste que pre, rendia ser: «:Tiene algo que declarar?». Dejé de mirat su can. tera. Cuando levanté lo ojos, present! que sf momento peor habia pasado. «Ya lo sabfas, dijo, sPor eso vine a tomar cafe» Sébado 18 de mayo Ayer, cuando legué 2 escribir lo que ella me habia dicho, no segui més. No segui porque quise que asi terminara el dis, aun el dia escrito por mi, con ese latido de eaperanea, No di, jo: «Bastar. Pero no sélo no dijo: «Basta», sino que dijo: «Por 30 vine a tomar cafés. Después me pidié un dia, unas hores por lo menos, para pensar. «Lo sabia y sin embargo es une sorpresas debo reponerme.» Mafana domingo almorzaremos en el Centro. 2¥ ahora qué En realidad, mi discurso prepa: ‘ado inclufa una larga explicacién que ni siquiera legue «fais iat. Es cierto que no estaba muy seguro de que exo facra lo mis conveniente. Tambien habia barajado la posibilidad de oftecerme a aconsejarla, de poner a su disposicién la expe- riencia de mis afios. Sin embargo, cuando sali de mis cilew. {os ylahallé frente a mi, y caf en todos esos ademanes torpes ¢Jnconarolads,vislmbré por lo menos quel inca sada 8 escaparme fructuosamente del ridiculo era decir lo que ‘ictara Ia inspiraci6n del momento y nada mas, olvidindo, 103 ‘me de los discursos preparados y las encrucijadas previss: No ‘eroy arrepentido de haber seguido el impulso. El discurso sax fhe brevey —-sobre todo— sencilo,y creo que la sencillez pu de seruna adecuada carta de triunfo frente alla. Quiere pen- Sixlo,eaté bien, Pero yo me digo: si sabia que yo sencia lo que Sento, emo es que no tena una opinign formada, cémo es (que puede vacilar en cuanto a su actitud a asumi®? Las ex: Blicaciones pueden ser varias: por ejemplo, que en realidad Eeoyecte promunciar el cerrible sbastar, pero hays encontra: Bo demasiado cruc el decirmefo ast, a quemarropa. Otra cx plicacign: que ella haya sido (saber, en ese caso signifies in- ais) lo que yo senfa, lo que yo siento, pero, no obstance ello, tho aya credo que yo llgara a expresarlo en palabras, en und proposicin concreta, De abla vailacin, Pero ella vino por _ cope romar café. ;Qué quiere decir? Que deseaba que yo plantear la pregunta y por lo tanto, Ia duda? Cuando uso igen que le planteen una pregunta de este ipo, porlo comin J ‘pars responder con la afirmativa. Pero también puede har bet deseade que yo formulara por fin la pregunta, parano se | guiseoperando, tensa ¢ incémoda, y estar en condiciones, de f= eens ver por todas, de decir que no y recuperar el equilib, ‘Ralernds esti el novio, el ex novio. {Qué pasa con él? Noe Tos hechos (los hechos, evidentemente, indican el cese de lat telaciones) sino en ela misma. ;Seré yo, en definitiva, el ime pulso que filtab, el empujoncito que su duda esperaba apcidisla a volver a é? Ademés estin a diferencia de afos, SondiciSn de viudo, mis tes hijs, ete. decidieme sobee q ipo de relacidn es el que verdaderamente quisiera manc oF" alla, Esto dltimo es mds complicado de lo que parece. See diavio ruviera un lector que no fuera yo mismo, end que cerrar el dia en el estilo de las novelas por Si : a centregas:« quiere saber cules son las respuestas a estas acuciantes pre- guntas, lea nuestro préximo n\imero, Domingo 19 de mayo a pees en aea acne estaba nervosa, El trajecito era un buen augurio (queria im- Elaerc ns moiliny hberesaten re Be dae dligié una mesa del fondo, casi escondida. «No quiere que la Seb connige Mateapeion pond Noon ee feral amir vines loses pe one Pa pernege) crned wou he paoalone Benne {Ge sor favor no meactbile con ese winds Seer B peeuvan Pegutes ie we Gian ee ee Se cat canta de a a ae Beccpropnes cuisen pro eicahari cen SProe fllncla no nage ane a “Gute sacle copes coe een ee a Seca eee 108 105 do bien sabia qué era lo que ella estaba tratando de decirme, “Bueno», dijo, wusted no quiere parecer ridieulo, pero en Cambio no tiene inconveniente en que yo lo parezca. Usted sabe lo que quiero decirle. Estar enamorado puede signifi- car, sobre todo en la jerga masculina, muchas cosas diferen- tess. «Tiene raz6n, Entonces péngale la mejor de esas mu- chas cosas. A eso me referia ayer, cuando seo dije.» No era tun didlogo de amor, qué esperanza. El ritmo oral parecta corresponder a una conversacién entre cometciantes, 0 entre profesores, o entre politicos, o encre cualesquiera poseedores de contencién y equilibrio. «Fijese», segut, algo mis anima- ddo, cestd lo que se lama la realidad y esté lo que se llama las aparienciase. «Ajds, dijo ella, sin decidirse a parecer burlona. Yo Ia quiero a usted en exo que se lama la realidad, pero los, problemas aparecen cuando pienso en eso que se llama las, Apariencias» «:Quié problemas’, pregunt6, esta Vez creo que verdaderamence intrigada. «No me haga decir que yo podria ser su padre, o que usted tiene Ia edad de alguno de mis hi- jas. No me lo haga decis, porque ésa es la clave de todos los problemas y, adems, porque entonces s{ voy a sentirme un poco desgraciado.» No contesté nada. Estuvo bien. Era lo ‘menos riesgoso. «;Comprende entonces?», pregunté, sin es- perar respuesta, «Mi pretensién, aparte de la muy explicable de sentirme feliz o lo mis aproximado a eso, estrarar de que usted tambign lo sea. ¥ eso es lo dificil. Usted tiene todas las ‘condiciones para concurrit a mi felicidad, pero yo tengo muy [pocas para concur a la suya. Y no crea que me estoy man- ‘dando la parte. En otra posicién (quiero decir, ms bien, en otras edades) lo mds correcto ser‘a que yo le ofreciese un no- vviazgo serio, muy serio, qui2a demasiado serio, con una cla- 106 ra perspectiva de casamiento al aleance de la mano. Pero si yy ahora le ofteciese algo semejante, calculo que serfa muy ‘egovsta, porque s6lo pensaria en mi, y lo que yo més quiero ahora no es pensar en mi sino pensar en usted. Yo no puedo olvidar —y usted tampoco— que dentro de diez afios yo ten- dré sesenta. “Escasamente un viejo”, podré decir un optimis- t20.un adulén, pero el adverbio importa muy poco. Quiero aque quede a salvo mi honestidad al decirle que ni ahora ni dentro de unos meses, podré juntar fuerzas como para hablar dde matrimonio. Pero —siempre hay un pero— de qué ha- blar entonces? Yo sé que, por mas que usted entienda esto, ¢s dificil, sin embargo, que admita otxo planteo. Porque es evi- dente que existe otro planteo. En ese otro planteo hay cébi da para el amor, pero no la hay en cambio para el matrimo- 1niow» Levanté los ojos, pero no interrogaba. Es probable que sélo haya quetido ver mi cara al decir eso. Pero, a esta altu- rr, yO ya estaba decidido a no detenerme. «A ese otro plan- ‘20, la imaginacién popular, que suce ser pobre en denomi- naciones lo lama una Aventura o un Programa, y es bastante ligico que usted se asuste un poco. A decir verdad, yo tam- bien estoy asustado, nada més que porque tengo miedo de que usted crea que le estoy proponiendo una aventura. Tal yea no me apartaria ni un milimetro de mi centro de since- Fidad, si le dijera que lo que estoy buscando denodadamen- te es un acuerdo, una especie de convenio entre mi amor y su libertad. Ya sé, ya sé. Usted esté pensando que la realidad. os precisamente la inversa; que lo que yo estoy buscando es justamente su amor y mi libertad, Tiene todo cl derecho de ppensarlo, pero reconozca que a mi vez tengo todo el derecho de jugérmelo todo a una sola carta, Y esa sola carta es la con- 107 fianza que usted pueda tener en mix En ese momento até Jas planillas, All estén la mano de Music larga, sugose, con bamos a la espera del postre. El mozo trajo al fin los manja- ufias tipo garra; la mano de Robledo, corca, casi cuadrada; la res del ciclo y yo aproveche para pedir I events, Inmedia- smano de Santini, de dedos finos, con dos anllony al inten tamente despats del tltimo bocado, Avellaneda se limpis lade lla, con dedos pateidos a fos de Santini, slo que te, foertemente la boca con la serilleta y me mieé sonriendo, La seninos en vez de aferainados. Ya le avisé que, cada vez que sonrisa le formaba una especie de rayitos junto alas comin. se acerca con los ocros, y extiende su mano, yo deposies tas de los labios, «Usted me gusta», dijo. (imentalmente, claro) in beso de caballero sabe us neiloe afilados,sensibles lla dice que eso no se ota en mi cara de Piedra. A veces se tents sata de contagiarine ls gan ine connie de ey pero yo te mansengo fe. Ten fee aque esa tarde Mur se me acer y me pregunté si me par saba algo, pues hacia unos dias que me notaba un pace paver tupado. «Es por el balance que se acerca? Eat eranqull, je fe. Los libros los ponemos répidamente al dia, En otros ahos femos estado mnicho més atrasados» Qué me imports el lance, Casi le larg la rsa en a cara, Pero hay que cisraulen saUsted cree, Muro, que llegaremos? Mire que despue vie, nen los plazos de Ganancias Elevadas y los pesados esos es sbuvan tes 0 cuato veces las declaracionesjuradas» lars nos empezamos a atorar con el trabajo. Hay que metere, Mutioz, mite que éste es mi ilkimo balance y quiero que el, geal pelo. Digaselo alos muchachos, eh. Lunes 20 de mayo EL plan trazado es Ia absoluta libertad. Conocernos y ver ‘qué pasa, dejar que corta el tiempo y revisat. No hay erabas No hay compromisos. Fllaes espléndida. Martes 21 de mayo «Te hace bien el ténicon, me dijo Blanca al mediod: ds animado, mds contento.» Viernes 24 de mayo Es una especie de juego, ahora, en Ia oficina, El juego del Domingo 26 de mayo Jefe y la Auxiliar. La consigna es no salirse del ritmo, del trax to normal, de la rutina. A las nueve de la maftana distribuyo el trabajo: a Mufioz, a Robledo, a Avellaneda, a Santini. Ave- laneda es una mas en Ia lista s6lo una de codos esos que ex sienden su mano frente a mi mesa para que yo les entregue Hoy cené con Vignale y Escayola. Todavia estoy impresio- nado. Nunea he sentido con tanto rigor el paso del tiempo ‘como hoy, cuando me enfrenté a Escayola después de casi tteinta afios de no verlo, de no saber nada de él. El adoles- ao 109

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