El Tiempo Modo de Empleo - Klein Stefan PDF

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ie Los MHNHTNHTInuWUUULLUNLELUEUUtOS. ‘pueden hacerse eternos cuando esperamos. Momentos colmados de amor y felicidad: :por qué siempre nos ‘parecen tan breves y volatiles? .Y por qué el lompo, cuando ‘esperamos impacientes, parece que no quiera avanzar? {ECéme podemos administrar nuesto tempo de manera ‘més consciente en nuesto ajetreado dia a dia? El conocido ‘autor Stefan Klin nos muestra cémo podemos aprender, no sélo a aprovechar ls momentos de los que esta compuesta |a vida, sino también a cistutaros. STEFAN KLEIN EL TIEMPO STEFAN KLEIN EL TIEMPO MODO DE EMPLEO STEFAN KLEIN ELTIEMPO ‘Sllan Keo ac 865, stu fly aia lenin y Gren, obo un oss en oica. Ene 1965 y 1990 ue miambro deb redacsin del semanatio Der Spiegel. E1808 rect rome de peodame deco Gang on otek Ossde elt 2000 San Kn ce emo wszio Sudo varia La Sr 2 ‘esc, plea pr ano ba ia tata 24 tls. El autor eid ena ects on erin Aus ose eps? Cie vis? C0 fo ‘trina Eon ders qe tempo eae. Ahora los invesinadores dl creo ‘amlelan su reeled: descuben el tempo eri. Solan Klen nos conduc aun ve insite través da nuestra concioncia, puesto que la ‘sensactn de tempo os una dels capaciaees ns soreness mene, Casi ods ls icons el carbo etn rps ene ‘sensacén corporal y percepcin sensor ‘emocines y cocioncia de uno mismo oe revere ya capac eer nes oo Mo. Laoitratebin tine ncimo wos psn ‘eleshossyosmnes. Stan Ken nos masta im poses aproecharcon mayer stencny ies moor neste tengo Las cranstancls ‘extemas no deteinan nuesracensain do ‘tre tro come cers yodamcs moda ‘serio del empo mis tient ue cas lo dons proceas que enn gan nest corer a pollo rusta via se ued ona sbezaynoscos sos sus decors. Dut mage de a cai And Cole sob © Maths Kor URANO Stefan Klein El tiempo Modo de empleo ED GT ON EASheU me ANE @)! Argentina - Chile - Colombia - Espafia Estados Unidos - México - Uruguay - Venezuela Titulo original: Zeit — Der Stoff aus dem das Leben ist Eine Gebrauchsanleieung Editor original: S. Fischer Verlag GmbH, Frankfurt am Main Traducciém: Nuria Ventosa Copyright © 2006 by Stefan Klein First published in Germany by S. Fischer Verlag, August 2006, Copyright © ilustraciones y fotografias: p.27 © Michel Siffre, p.52 © World of Stock, p. 64 © akg-images, p. 65 © Succession Marcel Duchamp/VG Bild-Kunst, Bonn, p. 81 © Cinetext, p-97 © Naoya Hatakeyama, cortesia L. A. Galerie — Lothar Albrecht, Frankfurt am Main, p. 110 © Siglo IXX, anénimo, p. 149 © World of Stock, p. 155 © akg-images, p. 156 © akg-images, p. 188 © Akimoto Osamu, p.272y 278 © Peter Palm, Berlin, p.275 © Picture-Alliance All Rights Reserved © 2007 de la traduccion by Nuiria Ventosa © 2007 by Ediciones Urano, S.A. Barcelona Fotocomposicion: Ediciones Urano, S.A. Impreso por: Romanya Valls — (Barcelona) Impreso en Espafia - Printed in Spain Para Alexandra Introduccién El descubrimiento del tiempo interior .......2... PARTE I. VIVIR EL TIEMPO 1, 25 horas nv vo s - Indice Qué sucede cuando no sucede nada .........6.+ . Lechuzas y alondras Un reloj interior nos guia a lo largo del dia... Un sentido para los segundos Elorigen del tiempo interior..........+00000005 . La hora mas larga Por qué el tiempo a veces pasa volando ya veces se queda inmOvil.........eeeeeereeee . Los ftomos del tiempo sGudnto dura el presente? 62... eeeeeee eens . «Twinkies, Granola» Como dejamos escapar el momento.......++ 060+ El tiempo congelado Somos los arquitectos de nuestra memoria ....... Siete afios en un instante Por qué la vida avanza cada vez més répido cuanto mayores nos hacemos .......... sees 005 10 EL TIEMPO PaRTE II, UTILIZAR EL TIEMPO 9. La droga de la velocidad 10. La abundancia de la vida Por qué nos resulta tan dificil concentrarnos en algo y c6mo aprender ahacerlo .......0..cee.0000 203 11. Elreloj de los demas Por qué poco tiempo no tiene por qué significar estrés.. 223 12. Duefios de nuestro tiempo Todo depende de la motivacién. PaRTE III. ;QUE ES EL TIEMPO? 13. El derrocamiento de los relojes 261 Epilogo: Una nueva cultura del tiempo Seis pasos para lograr una vida més relajada.......... 291 Notas. 311 Biblografia. . 0220020002 dala aantniadls 331 Agtadecinientos'../5....1/s+< don ses 0. ObOnmaite RTOS 349 Introduccién El descubrimiento del tiempo interior Existen instantes en los que las leyes del tiempo parecen perder su vigencia. Son momentos que llamamos mégicos; en la cima de una montafia u observando el embate de las olas en el océano, en ple- no éxtasis creativo o cuando amamos, los planes, las preocupacio- nes, los recuerdos pierden su inportancia. El tiempo se detiene; el momento lo abarca todo: pasado y futuro. Algunes personas afir- man que tuvieron la sensacion de que en esos instantes incluso se desvanecieron los limites de sus cuerpos y empezaron a sentirse parte de algo més grande. ‘A veces es suficiente una velada animada con viejos amigos 0 volcarse en una actividad para que las horas vuelen como si fue- ran minutos. El tiltimo tren ya ha pasado, llegamos con retraso a Ia comida y nadie se ha percatado de ello en el hechizo del aqui y el ahora. Pero en algiin momento el tiempo regresa inexorablemente a la conciencia; es como la sensacién de despertar de un suefio pro- fundo. Y entonees la mirada encuentra un reloj. Pocas veces puede percibirse tan dolorosamente el hechizo que este instrumento ejerce sobre nosotros. El poeta W.G. Sebald en una ocasién descri- bié el poder de los relojes como el «movimiento de aquella aguja, semejante a la espada del verdugo, cuando cortaba del futuro la se- xagésima parte de una hora con un temblor tan amenazador». Se- 12 EL TIEMPO bald tenfa en mente un reloj enorme que dominaba el vestibulo de la estacién de Amberes, situado justo en el cruce de todos los ejes visuales: alli donde los arquitectos de las iglesias antiguas coloca- ban antano el ojo de Dios. «Desde el punto central que ocupaba el mecanismo del reloj en la estacién de Amberes se podian vigilar los movimientos de todos los viajeros y, a la inversa, todos los via- jeros debian levantar la vista hacia el reloj y ajustar sus actividades por él» En la sociedad actual nadie puede esconderse de los relojes. Estan por todas partes. Toda nuestra vida depende de ellos. In- tentamos cumplir plazos ajustados y pensamos con melancolia en todo lo que nos gustaria hacer si tan slo supiéramos cudn- do hacerlo. En ocasiones, nos sentimos como si hubiéramos caido en un remolino y tememos ser arrastrados. Pero la re- compensa a tantas prisas no parece llegar nunca: precisamente los dias ajetreados s6lo nos dejan minimos recuerdos, como si ese tiempo hubiera pasado sin dejar huella y se hubiera perdido para siempre. Nos hemos acostumbrado tanto al dominio de los relojes que nos parece algo natural. Vemos estos instrumentos como represen- tantes de un poder supremo. No sélo en el'vestfbulo de la estacion de Amberes los viajeros obedecen a las dos agujas suspendidas en- cima de sus cabezas: todos creemos mas 0 menos conscientemente que el ritmo de un reloj césmico misterioso determina nuestras vi- das. Ese ritmo puede percibirse en el segundero de nuestras mufie- cas. Cuando olvidamos por un momento la presencia de los relojes, después a menudo dudamos en secreto sobre si esa vivencia fue un suefio o una realidad. «El tiempo es la materia de la que se compone la vida», escri- bi6 el inventor americano y hombre de Estado Benjamin Franklin. Pero jes el tiempo de nuestras vidas realmente idéntico al tiem- Introduccion 13 po que marcan los relojes? Algunas horas pasan volando, mientras que otras parecen alargarse casi infinitamente. Sin embargo, la aguja de las horas ha dado la misma yuelta de siempre de manera imperturbable. Parece como si con el curso de los relojes se hubie- se entretejido un segundo tiempo diferente: un tiempo que nace en nosotros mismos. El tiempo interior obedece a sus propias leyes misteriosas. ;Por qué precisamente las situaciones desagradables transcurren tan espacio y, en cambio, los momentos alegres lo hacen tan rapido? jPor qué justamente en las horas ms bellas estamos a menudo au- sentes? ;Por qué la vida pasa mas deprisa cuanto mayores nos ha- cemos? Solo existe una experiencia relacionada con el tiempo que co- nocemos suficientemente: nos falta tiempo. No deja de ser curio- so porque, midiéndolo en horas y aftos, somos mas ricos de lo que nunca antes habfa sido el ser humano. A ninguna generacién se le habia concedido tanto tiempo libre y una esperanza de vida tan larga. No obstante, mas de una tercera parte de los alemanes reco- noce sufrir a menudo la falta de tiempo. Y el ntimero no hace sino aumentar entre encuesta y encuesta. Estas cifras resultan alarmantes si tenemos en cuenta los nue- vos resultados de la neurobiologia: la sensacidn de estar constan- temente bajo presion significa estrés. Y el estrés crénico puede afectar de manera permanente al cerebro; es dafino para la salud y reduce la esperanza de vida. La prisa incesante resulta especialmente pérfida porque la pre- sién temporal se alimenta de si misma. ¥ répidamente se pone en marcha un circulo vicio: sn cuanto aparece el temor de no po- der cumplir a tiempo con las obligaciones, la persona estresada 14 EL TIEMPO pierde la perspectiva creando asi nuevos motivos de estrés. La es- casez de tiempo nos vuelve miopes ante el futuro; corremos tras Jos acontecimientos en lugar de planificarlos. El problema no se resuelve simplemente con sofisticados ca- lendarios y listas de tareas, ya que éstos s6lo incluyen el tiempo ex- terior de los relojes. La sensacién de prisa se origina en la concien- cia y ésta se orienta segtin el tiempo interior. Por consiguiente, debemos comprender las leyes del tiempo interior para poderlo manejar mejor. Resultan especialmente llamativas las diferencias entre el tiem- po interior y el exterior, si analizamos nuestro ritmo diario perso- nal: sélo con el compas del reloj de pulsera no podemos explicat cémo el organismo pilota a lo largo del dia. A algunas personas les cuesta levantarse cada mafiana de la cama y ponerse en marcha, mientras que otras irradian energia a esa misma hora. La hora, la luz solar ¢ incluso la dosis de café matinal son iguales para todos, por lo que la diferencia debe radicar en nosotros mismos. Y jpor qué algunos contemporéneos nuestros conservan la calma y se enfrentan con buen humor a una obligacién tras otra, mientras que otros se lamentan teniendo una o dos cosas que ha- cer al dia? Es famoso el «sindrome de los jubilados», las quejas so- bre la falta de tiempo durante la jubilacién, que evidentemente sélo se pueden explicar mediante la percepcién interior y subjeti- va del tiempo. De todas maneras, el tiempo exterior sélo es un diminuto fragmento de lo que experimentamos como el tiempo de nuestra vida. El segundero s6lo conoce el presente, No abarca ni el pasado ni el futuro. Sin embargo, las personas también viven en sus re- cuerdos, que en cierto modo son tiempo congelado en la memo- ria. 3A qué leyes responde que el tiempo vivido se convierta en re- cuerdos? ;Por qué mentalmente podemos retroceder al pasado? Y Introduccin 15 jes realmente posible que una persona que se halla en peligro de muerte yea pasar en un momento toda su vida por delante? Este libro habla sobre las dimensiones ocultas del tiempo. Su te- mitica abarca todos los fendmenos que no pueden medirse sin mas en minutos y horas. En el centro de todo ello planea la cues- tién de cémo se experimenta el tiempo y cémo podemos aprender a manejarlo més cuidadosamente. La sensacion de tiempo es una actividad altamente perfeccio- nada de la mente. Casi todas las funciones del cerebro participan en ella. La sensaci6n corporal y la percepcién sensorial; la memo- ria y la capacidad de hacer planes de futuro; las emociones y la conciencia de uno mismo: todas interactuian entre si, y basta con que uno de estos mecanismos se averie para que la vivencia del tiempo se desfigure o incluso desaparezca por completo. Para lle- gar al origen de la sensacién de tiempo hay que emprender un ex- citante viaje especular a través de la conciencia en el que no sélo distinguimos nuestra naturaleza, sino también nuestra cultura, puesto que algunas emociones, gracias a las cuales percibimos el paso de los minutos y las horas, son innatas. Muchas otras las he- mos aprendido. Cuando los europeos visualizamos el tiempo, yemos el pasado tras nosotros; el futuro, en cambio, viene hacia nosotros desde de- lante. Pero un pueblo indio de los Andes piensa precisamente al re vés. Si preguntamos a los aymaré por el pasado, senialan hacia de- ante, en la direcci6n de la mirada; al fin y al cabo, ya han visto los acontecimientos del pasado, Sin embargo, como las personas estén ciegas en lo que al futuro se refiere, los aymaré lo esperan tras sus espaldas, El psicélogo cognitivo latinoamericano Rafael Nifez lle- g6 a estas conclusiones al estudiar de forma exhaustiva el pensa- 16 EL TIEMPO miento de este pueblo!. ¥ los aymar también viven segitn sus con- vicciones: puesto que el futuro les parece invisible, no vale la pena derrochar ni un solo pensamiento en ello. Quien pregunte por el maiiana, recibira un encogimiento de hombros por respuesta. Y pueden esperar medio dia a que llegue un autobtis 0 un amigo que se retrasa con una tranquilidad impensable para nosotros. Asi pues, la exploracién del tiempo aborda también la interac- cién entre educacién, entorno y genética, que conforman nuestra personalidad. La forma en que concebimos el tiempo influye en nuestra forma de percibirlo. La naturaleza determina cémo funciona el cerebro, pero ha prescrito lo minimo en cuanto a nuestra vivencia del tiempo. Por ello no s6lo somos libres para decidir como lenamos nuestras ho- ras, sino que incluso podemos escoger cémo queremos percibir el ritmo de la vida. Para la mayoria de las personas el tiempo fluye hacia algdn lugar fuera de ellas. No tiene nada que ver con ellas. El tiempo esta sim- plemente alli (o no) y tienen que adaptarse a él. Ahora quiero invitarles a considerar otra perspectiva: lo que experimentamos como tiempo no es slo un fenémeno del mun- do exterior, sino simultaneamente de nuestra conciencia. Esta sen- sacién nace de la interaccién entre entorno y cerebro. Hoy en dia hay nuevos métodos cientificos con los que se puede analizar como el mundo exterior se engrana con nuestra vida interior. Es- tas conclusiones, provenientes sobre todo de la investigacion del cerebro, pueden cambiar nuestra percepcién y nuestros habitos. Con esta perspectiva enlazo con mis libros anteriores sobre la felicidad y la casualidad; para mi se trata de una continuacién na- tural de mi dedicacién a estos temas: en La férmula de la felicidad Introduccién 17 (Urano, Barcelona, 2004] intenté plasmar que la sensaci6n de feli- cidad depende mucho menos de las circunstancias exteriores de lo que normalmente suponemos. Es mucho mas decisive cémo el ce- rebro interpreta los sucesos. ¥ podemos cambiar estos habitos de interpretacion. Puesto que el cerebro del ser humano es altamente moldeable (lo que los neurobislogos han descubierto hace relati- vamente poco tiempo), la red de células grises en la cabeza tam- bién se transforma. Asf pues, con los ejercicios correctos, podemos aumentar nuestra capacidad de ser felices. En resumen: la felici- dad puede aprenderse. Lo que no es menos valido en lo relativo a ‘un tratamiento distendido y consciente de nuestro tiempo vital. Mi Ultimo libro, Alles Zufall, es entre otras cosas un alegato en favor de dejarse llevar por lo imprevisible. Las casualidades son oportunidades, Pero reconocerlas como tales presupone percibir el presente con los ojos bien abiertos, un tema que también de- sempefiard un papel fundamental en este libro. Las casualidades nos hacen sentir la direccién del tiempo. Co- nocemas el pasado, el futuro esté a oscuras, por eso las sorpresas son ineyitables, De ahi que no haya que separar la vivencia del tiempo y de las casualidades. Con raz6n el filésofo Johann Gott- helf Herder en una ocasién escribié: «Los dos grandes tiranos de la Tierra: la casualidad y el tiempo». Sin embargo, las nuevas conclusiones de la ciencia muestran al supuesto tirano «casualidad» bajo una luz totalmente distinta: sin él nuestro intelecto no podria desarrollarse. Y el tiempo también deberia ser nuestro amigo. Precisamente porque la vivencia del tiempo es una capacidad tan altamente desarrollada de nuestro cerebro, tenemos mucha influencia sobre él, puesto que todo aquello que nos permite percibir el paso de las horas lo hemos aprendido en gran medida, como por ejemplo los mecanismos del sentimiento de felicidad. 18 EL TIEMPO Asi pues, este libro pretende mostrar lo mucho que depende ‘ta dividido en tres partes que analizan la vivencia del tiempo en contextos cada ye, més amplios. La primera parte aborda el nacimiento del tiempo interior. de nosotros la forma en que percibimos el tiempo. Explora los procesos responsables de la sensacién temporal en el cerebro. Pero el lector no sélo llegar4 a saber cémo vivimos el tiempo, sino también lo que podemos hacer para influir en esta vi- yencia. Por este motivo, algunos capitulos concluyen con una pe- quefia nota final que pretende invitarle a realizar experimentos. 3Cémo reaccionamos al ritmo temporal de nuestro entorno? Este es el tema de la segunda parte. Su trasfondo es la vida en un mundo cada vez mas rapido, aunque también formula preguntas practicas: ;Vale la pena hacer varias cosas. la vez? ;Poco tiempo es necesariamente sinénimo de estrés? ¥ si no es asi, gcomo puede conservarse la tranquilidad incluso con plazos muy ajustados? Finalmente, la tercera parte estd dedicada a la dimensi6n cés- mica del tiempo. Al experimenter el tiempo sentimos directa- mente cémo cada uno de nosotros forma parte de la evolucién del cosmos. Quizas en ello radique la mayor maravilla de nuestra sensacin de tiempo. Esta parte del libro analiza por qué creemos que el tiempo fluye y si realmente todo esta subordinado a él. «El tiempo es el elemento en el que existimos», escribié la poetisa norteamericana Joyce Carol Oates hace précticamente dos déca- das,” «O nos arrastra 0 nos ahogamos en él.» Esta conclusion gana rigor practicamente cada dia que pasa. Como nunea antes, hoy en dia nuestra sociedad est obsesionada con Ia idea de utilizar todas y cada una de las horas. De esta mane- ra, el ritmo de nuestras vidas se acelera continuamente, a menudo Introduccion 19 hasta franquear los limites de nuestra capacidad de resistencia. To- dos nosotros formamos parte de un gran experimento en lo rela- tivo al tratamiento del tiempo. Adin es més apremiante identificar en qué medida el tiempo sentido esta adherido a nuestra personalidad. En cierto modo, es- tar calmado 0 alterado, mirar atrds hacia afios de plenitud 0 hacia el vacio, es precisamente consecuencia de las circunstancias en las que vivimos. La pelicula de nuestra vida se rueda en la cabeza. Y nosotros somos sus directores, puesto que muy pocas capa- cidades del cerebro se pueden modificar tan facil y rapidamente como el denominado sentido del tiempo. El intelecto esta progra- mado de manera fija por la naturaleza tinicamente para que sinta- mos el paso de los minutos y las horas. Pero cémo lo hacemos lo determinamos nosotros mismos. Entrenando nuestra propia per- cepcién y atencién también transformamos la sensacin de tiem- po. Podemos dejar atras el miedo a ahogarnos en el remolino tem- poral, De nosotros depende aprender a nadar y dejarnos llevar por la corriente del tiempo. PARTE I VIVIR EL TIEMPO 1 25 horas Qué sucede cuando no sucede nada Quien no lo haya experimentado nunca, no podra creer con qué facilidad se puede desbarajustar nuestra familiar sensacion de tiempo. A mf me ocurrié en una cueva que visité a principios de 1996 invitado por unos cientificos rumanos. Encerrado bajo tierra y separado de todo cuanto conocia, de repente me di cuenta de lo quebradiza que es nuestra orientacién en el tiempo. Nuestra for- ma habitual de contar los minutos y las horas se parece a una capa de hielo: podemos movernos sobre ella mas 0 menos sin proble- mas en nuestra vida cotidiana, pero nos separa de un mar de posi- bilidades de percibir el tiempo: una riqueza oculta y, sin embargo, presente en todo momento. Esta percepcién no me ha vuelto a abandonar desde entonces. Las cuevas son como lugares fuera del tiempo. Cuando uno deja tras de si el ultimo resplandor de la luz del sol, el paso de los minutos se olvida con una rapidez sorprendente. Cuando s6lo pe- netra en el ofdo el ruido de las gotas de agua, que de vez en cuando golpean el canto de una roca, el ritmo del mundo exterior pierde su importancia: a lo largo de una generacién estas gotas forman una estalagmita de no més de un par de milimetros. Uno empieza a maoverse en un cosmos propio, cuya dimensién es la edad de la Tie- rra. Del mismo modo que no podemos medir la distancia existen- 24 EL TIEMPO te entre nosotros y un pajaro que vuela, porque el aire no nos pro- porciona ningun punto de referencia, en el aburrimiento de una cueva la sensacién de tiempo pierde su escala. De repente, uno lle- ga ala eternidad. Sin duda, los espeledlogos tienden a estar demasiado ocupa- dos con Ia exploracién de descensos, laberintos de corredores y corrientes de agua ocultas para percatarse de cémo el pasado y el futuro se desdibujan paulatinamente. De todos modos, las expedi- ciones al mundo subterraneo no suelen durar mas de dos horas. El reloj advierte que hay que salir, el combustible de las lamparas de carburo llega a su fin. Pocas veces alguien pasa una noche en las profundidades. ;C6mo percibiriamos el tiempo, si pudiésemos aguantar més horas en una cueva? 3No seria el total aislamiento un laboratorio ideal para experimentar con nuestra sensacién de tiempo? Con esta esperanza y mucho valor realizé Michel Siffte un ex- perimento. Este gelogo francés tenia 23 afios recién cumplidos cuando el 16 de julio de 1962 descendié sin reloj a una cueva con glaciares en el sur de los Alpes. Queria descubrir qué sucede cuan- do no sucede nada durante semanas. Se instala a 130 metros de profundidad de la ladera de la montaita, almacena una tonelada de alimentos y material, y monta una tienda. Una lampara con bate- rfas dispensa un poco de luz para que Siffre se pueda orientar y to- mar notas, Pero la electricidad es cara, por lo que el investigador pasa la mayor parte del tiempo sentado en una silla plegable en medio de la oscuridad mas absoluta. EL Gnico ser viviente con el que se encuentra es una arafia. Si fre empieza a verla como una especie de amiga y a conversar con ella, Pero cuando se le ocurre la idea de compartir con ella sus co- midas a base de latas de conservas, el animal muere. Ahora esta completamente solo. 25 horas 25 La tienda y la ropa pronto estan totalmente empapadas de hu- medad, y el termémetro indica unos pocos grados sobre cero. Sus ayudantes han retirado la escalera que conduce a la superficie; Sif- fre no quiere caer en la tentacién de interrumpir el experimento. Un teléfono de campafia constituye su tinica conexién con el mun- do exterior. A través de la linea comunica cudndo se levanta, cudn- do se tumba en su saco de dormir y cuanto tiempo cree haber esta- do sentado en la oscuridad. Siffre pierde la nocién del tiempo. «Cuando por ejemplo lla- mo arriba y les digo la hora que creo que es y me parece que sélo ha transcurrido una hora desde que me he levantado hasta el de- sayuno, es muy posible que en realidad hayan sido cuatro 0 cinco», apunta en su diario. «Y hay algo dificil de explicar: la cuestion principal, creo yo, es la idea de la hora que tengo en el momento de realizar la llamada. Si hubiese llamado una hora antes, hubiese dicho la misma hora.» Aturdido, constata que s6lo experimenta como pasa el tiempo, pero que precisamente esta vivencia le enga- fia: «Tengo la sensacién de estar inmévil y, sin embargo, me siento arrastrado por el flujo ininterrumpido del tiempo. Intento aga- rrarlo de alguna manera, pero cada noche me doy cuenta de que he fracasado».’ Pero jqué significa noche? En medio de una total oscuridad, las palabras dia y noche carecen de sentido. La vida de Siffre ha perdido su ritmo, o al menos asi se lo parece al hombre de la cue- va. Cuando estima que han transcurrido diez minutos entre el momento en que se ha levantado y el inicio de su desayuno, en realidad ha pasado més de media hora. En una ocasién, tras un plato que se come para almorzar, se siente cansado y se tumba. Cuando se despierta, cree haber dormitado s6lo un rato, pero en realidad han transcurrido mas de ocho horas. No tener nocién del tiempo le fatiga. En el reproductor de dis- 26 EL TIEMPO cos compactos con pilas que ha traido consigo escucha sinfonias de Beethoven. Cuando ha reproducido un LP, han pasado 45 mi- nutos. Pero esto tampoco le ayuda realmente. En cuanto llega de nuevo el silencio, se siente tan perdido como antes. Desesperado, incluso pondera utilizar su hornillo de gas como reloj. Sabe que el contenido del cartucho, si se quema de una tirada, dura exacta- mente 35 horas. Claro que entonces ya no podria hacerse un té para entrar en calor. La alegria previa a dormirse se convierte en su tinico placer, aunque en ocasiones ya no pueda distinguir entre sueiio y vigilia: «Clavé los ojos en la oscuridad y vacilé durante un buen rato, pre- guntandome si estaba dormido 0 no. Esperaba estar sonando to- davia, pero al cabo de un momento me percaté de que hacia tiem- po que estaba totalmente despierto. Decepcionado, intenté buscar el interruptor de la luz, me incorporé pata salir del saco de dormir y giré el dial del teléfono». Pero la confusién existe tinicamente en la conciencia de Siffre. Su cuerpo ha adquirido un ritmo muy preciso. Lo cierto es que sélo sus amigos, que Hevan un registro de todas las llamadas, se percatan de la meticulosidad con la que su organismo economiza el tiempo, El dia del hombre de la cueva tiene regularmente vein- ticuatro horas y media, de las que pasa dieciséis despierto. Cuando el 14 de septiembre desciende una escalera de cuerda ala cueva, aparecen sus amigos dando gritos de jubilo con cham- pan y le felicitan por la finalizacién con éxito del experimento, Siffre protesta. Segtin su diario sélo es el 20 de agosto y habia acordado con sus amigos que aguantaria mucho mas en la pro- fundidad. E] investigador no puede hacerse a la idea de que sim- plemente se le hayan escapado 25 dias. sDénde se ha quedado el tiempo? 25 horas 27 El 14 de septiembre de 1962, los ayudantes, en medio de un ambiente festi- vo, rescatan al totalmente decaido Michel Siffre de su cueva. Unas gafas os- curas protegen sus ojos de la luz, que el investigador no vio durante 61 dias. 28 EL TIEMPO UN RELOJ OCULTO Siffre repetié su experimento varias veces. En 1972, observado por cientificos de la NASA, permaneci6 205 dias bajo tierra en Texas. En esa ocasi6n, tras el experimento, en su memoria le faltaban dos meses enteros. Y encontré imitadores, entre ellos la francesa Véronique Bo- rel-Le Gue, que con 111 dias bajo la tierra establecié un récord fe- menino de consecuencias tragicas: la experiencia del aislamiento y la pérdida de la nocién del tiempo, segtin declaraciones de su psi- quiatra, empujaron a la aventurera a una depresién profunda cuando regresé6 de nuevo a la luz; un afio después se suicidé. Menos incémodos y también menos peligrosos fueron los ex- perimentos que, al mismo tiempo que la primera estancia de Siffre en la cueva, se iniciaron en un btinker de Andechs, cerca de Mti- nich, donde algunos investigadores del vecino Instituto Max Planck de Fisiologia del Comportamiento habian preparado cé- modos apartamentos bajo tierra, en los que durante los afios si- guientes malvivieron durante semanas cientos de estudiantes total- mente aislados. (A muchos de ellos les hab{a atraido la esperanza de que, aislados de toda distraccién, por fin lograrian concentrarse para preparar su examen.) El tinico contacto con el mundo exterior era a través de una esclusa, que los directores del experimento lle- naban con periodos de tiempo irregulares de comida y a veces tam- bién de cartas y de la que, a su vez, sacaban muestras de orina para medir el nivel hormonal. Las camas subterraneas estaban equipa- das con sensores que registraban automaticamente todos los des- cansos que se tomaban los prisioneros voluntarios. Todos estos experimentos arrojaron los mismos resultados que la aventura subterrénea de Siffre: tras un breve perfodo de adaptacién, los aislados, sin saberlo, seguian un ritmo personal. 25 horas 29 Sus dias eran un poco mas largos de lo habitual (en la mayoria de os casos duraban aproximadamente 24 horas y media, en algunos incluso 26 horas o més). Las personas encerradas se echaban me- nos de lo habitual para su reposo nocturno y por eso cuando abandonaban de nuevo su prisidn tenian la impresin de que les faltaban dias. En nuestras cabezas hace tictac un reloj oculto que rige todos los procesos del cuerpo y nos conduce con precisién a lo largo del dia y dela noche. El tiempo corporal regula la presion sanguinea, las hormonas y los jugos gastricos, nos provoca el cansancio y nos despierta, Trabaja en perfecta sincronia con los mejores relojes mecanicos, puesto que el cronémetro natural es una obra de pre- cision excepcional. Durante las décadas de toda una vida como maximo se adelanta o se atrasa un par de minutos!’ Ast, el orga- nismo conoce la hora exterior con una exactitud practicamente de segundos, Con sus experimentos, Siffte y sus compafieros pusieron al descubierto este reloj biolégico del cuerpo humano. A pocos in- vestigadores se les concede un descubrimiento de semejante mag- nitud; este resultado por si solo hubiera compensado sobrada- mente las semanas de aislamiento. Pero los experimentos Ilevaron a otra conclusién todavia mas excitante: aunque el tiempo corporal rige toda nuestra existencia, no es el tiempo que percibimos. La conciencia crea su propio tiempo: el tiempo interior. Es, por asi decirlo, el pulso de nuestra alma. Con él medimos todo lo que percibimos, pensamos y senti- mos. El tiempo interior es independiente del curso de los relojes mecénicos y también del reloj biolégico. El tiempo corporal de Siffre tenia un ritmo perfecto, pero su sensacion de tiempo se ha- bia retrasado por completo con respecto a la de sus amigos. Tam- 30 EL TIEMPO bién nosotros experimentamos a diario que nuestra conciencia se toma la libertad de crear un tiempo propio. Si no fuera asi, no se- rfa necesario que nos ayudéramos de una prétesis en la mufieca para saber qué hora es. 3CUANTO DURA UNA HORA? Pero spor qué posee nuestro cuerpo un instrumento perfectamen- te calibrado para medir el tiempo que no podemos leer? Muchos . Asi, el higado regula el metabolismo de manera altamente efectiva, procesos de nuestro organismo escapan a nuestra concien aunque tras una comilona nosotros no percibamos lo mas mini- mo. La economia de la atencién requiere que la mayoria de los procesos corporales se desarrollen més alld de nuestro control. Perderiamos el juicio si continuamente tuviéramos que ser cons- cientes de los datos de cientos de miles de reacciones bioquimicas que tienen lugar en alguin sitio del cuerpo. Como veremos, tras el tiempo corporal también se esconde la bioquimica. Pero quizas el reloj que determina el ritmo de nuestros dias no resulta apropiado para contar los minutos. Esta suposicién puede parecer extrafta, porque al pensar en el tiempo pensamos inmedia- tamente en una esfera de reloj, en la que los minutos ¢ incluso los segundos se pueden leer tan bien como las horas del dia, Pero los relojes de pulsera tienen varias agujas para estas tareas diferentes. Un reloj de campanario no resulta apropiado para determinar el tiempo ganador en una carrera de cien metros lisos; por el contra- rio, un cronémetro no conoce la diferencia entre mafana y tarde. Los relojes del cuerpo y de la conciencia se comportan de forma similar: necesitamos (y tenemos) varias escalas para orientarnos en el tiempo. Cuando vivimos un momento, nos interesan los segun- 25 horas 31 dos; en cambio, para ajustarse al dia y a la noche el organismo nece- sita un reloj que como minimo funcione durante 24 horas. Y, finalmente, los relojes del cuerpo y de la conciencia miden el tiempo de maneras totalmente diferentes. El reloj corporal de- termina el tiempo de forma automitica. Dieciséis horas después de levantarnos nos sentimos cansados, nos guste o no. Su escala es fija. Es innata. Por el contrario, el tiempo interior depende de aquello en lo que en ese momento esté centrada la conciencia. Experimentarlo es una capacidad altamente complicada del cerebro. Pero sobre todo hemos aprendido la escala del tiempo interior. ;Cudnto dura una hora? La pregunta resulta trivial a simple vista, ya que no podemos contestarla hasta que medimos el intervalo de tiempo a partir de Jos acontecimientos: una hora esperando el tranvia nos parece eter- na; una hora en Ja sala de espera del consultorio de un médico es todavia aceptable; una hora de espera en un aeropuerto antes de un vuelo intercontinental se considera una conexién rdpida. Detrds esta nuestro recuerdo de las horas que hemos pasado en paradas de tranvia, consultorios 0 aeropuertos, Para crearnos una imagen de estos periodos de tiempo, necesitamos la memoria. Cuando nos fa- Ila, también perdemos nuestra percepcién del tiempo interior. Michel Siffre no perdié la memoria, pero si todas las escalas. Los sonidos suenan diferentes en una cueva, incluso los olores re- sultan extrafios. Y lo que uno ve se muestra slo como sombra ala luz de una lémpara de minero. Y, sobre todo, el flujo de aconteci- mientos que normalmente desembocan en nosotros parece diluir- se por completo. Durante minutos no sucede nada, después puede escucharse una gota de agua y de nuevo el silencio. En un entorno as{ el calculo de los intervalos de tiempo, al que nos hemos acos- tumbrado para la vida a plena luz del dia, debe fracasar, Esta fue la perturbadora experiencia de Siffte. 32 EL TIEMPO EL APURO CON EL TIEMPO Las personas tenemos programado desde el nacimiento el ritmo del dia y de la noche; sin embargo, en el dia a dia, nos orientamos por minutos y horas. Segiin estos parametros medimos cudndo te- nemos una cita o cudnto tiempo necesitamos para realizar un tra- bajo. No obstante, los minutos y las horas no son unidades de me- dida naturales del tiempo interior. Precisamente para los lapsos de tiempo que mas nos importan de nuestra vida cotidiana nos falta un sentido innato. $i Ja naturaleza nos hubiera provisto de él, la vida seria més facil: no perderfamos ningun tren, podriamos orga- nizarnos la jornada laboral sin esfuerzo y Iegarfamos a nuestras citas con la misma puntualidad con la que nuestro estémago pro- testa de hambre al mediodia. sPor qué la evolucién nos ha privado de un reloj para los mi- nutos y las horas? Como en todas las demés cuestiones relativas al por qué de la historia de la naturaleza, slo podemos especular. Es probable que en el pasado simplemente no hubiese ninguna razon para instalar un cronémetro para dichos lapsos de tiempo. Por ejemplo, una criatura debe adaptarse al ritmo del dia y la noche para ir en busca de alimentos cuando los enemigos voraces duer- ‘men. Que un animal abandone su madriguera al alba oa plena luz, del dia puede suponer una decision de vida o muerte, Sin embar- go, carece de importancia que coja las primeras nueces a las 4.17 0 un cuarto de hora més tarde. En la selva los minutos y las horas son insignificantes. Las so- ciedades tribales también se las arreglan sin ellos; en los idiomas de algunos pueblos primitivos incluso faltan palabras para descri- bir estos breves lapsos de tiempo.’ No ha sido hasta la aparicién de las sociedades altamente desarrolladas que los seres humanos han establecido estas medidas temporales; el filésofo de la naturaleza 25 horas 33 inglés Gerald Whitrow habla de la «invencién del tiempo». Dicha invencion fue necesaria para que los seres humanos pudieran po- nerse de acuerdo en un cada vez mas complicado entramado de relaciones. Pero tuvo lugar en contra de la naturaleza humana; de ah{ que haya persistido hasta hoy nuestra escasez de tiempo, de ahi que el control de los minutos y las horas se colapse en situaciones mucho mis cotidianas que en la vida en una cueva. Normalmente imaginamos el tiempo como un puré unifor- me, del que cada cucharada tiene el mismo sabor que el resto del plato. Creemos que 60 segundos son un minuto, 60 minutos, una hora y 24 horas, un dia. Y cada unidad no es mas que una fraccién de la unidad mayor que le precede. Pero nuestra vivencia del tiempo funciona de otro modo. Lo que podemos percibir en un instante no tiene nada que ver con los procesos gracias a los cuales una hora en una sala de espera nos parece insoportable o que nos permiten sentir el rugido de nues- tras tripas a mediodia. Si nos adentramos en un mundo descono- cido como el de una cueva, dichas diferencias se manifiestan répi- damente. En nuestra vida cotidiana se nos escapan, porque en caso de duda dirigimos la mirada rapidamente hacia un reloj, que mide todos los tiempos del mismo modo. Pero con ello, sin que- rerlo y casi siempre también inconscientemente, vamos en contra de nuestra naturaleza, Por este motivo, también debemos percibir la simetria de los relojes como un poder tirdnico. Poseemos la libertad de permitirnos una experiencia mucho més rica del tiempo. A menudo una hora es més, aunque a veces también menos, que la suma de sus minutos. Y un dia no consta simplemente de 24 horas. 2 Lechuzas y alondras Un reloj interior nos guia a lo largo del dia Siempre le Ievo ventaja a mi mujer: como minimo de media hora. Si quiero animarla a hacer un poco de deporte a primera hora de la mafiana, se esconde con apatia bajo la manta. Cuando salgo de casa para dirigirme a la mesa de mi despacho, ella esté hojeando el periédico. Sin embargo, cuando por la noche quiere hablar con- migo sobre los sucesos del dia, a mi se me cierran los ojos. Todos los intentos de ajustar nuestros ritmos han resultado fallidos, Ni tan siquiera el consumo abundante de café nos ha ayudado a estar mas despiertos: ni a ella por la mafiana nia m{ por la noche. Asi que convivimos felizmente como trasnochadora y madrugador. Para muchos el refran «a quien madruga Dios le ayuda» no se cumple en absoluto, y es que nadie puede actuar contra su propia naturaleza. EI reloj interior, contra el que choco el espeledlogo Sif- fre y que nos guia a lo largo del dia, marca a cada persona su pro- pio ritmo. No sigue ni proverbios ni las érdenes de la conciencia, ni tan siquiera las de los conyuges. Los genes son los responsables de determinar cémo se ¢jecuta el programa del cuerpo. El tiempo corporal, del que hablo en el presente capitulo, esta- blece el escenario para todos los actos, En funcion de éste el orga- nismo regula la presién sanguinea, la digesti6n y, sobre todo, nues- tra capacidad de rendimiento en los diferentes momentos del dia. 36 EL TIEMPO En funcién de su reglamento a unas horas nos sentimos bien y a otras, relajados, y estamos mAs 0 menos inspirados para amar. El reloj interior incluso influye en la firmeza de un apretén de manos en muestra paciencia, en la tolerancia a una bebida o en la resaca que nos produce el alcohol. De esta manera, hay un momento adecuado para cada plan. Quien vive en contra de su ritmo personal, necesitaré més tiempo del realmente necesario para muchas cosas. Sobre todo, se sentira cansado y abatido, a menudo sin conocer el verdadero motivo de ello. A largo plazo el cuerpo y el alma resultan perjudicados si los obligamos a luchar demasiado contra su propio ritmo. Durante Jos iiltimos afios los médicos han empezado a detectar que una ru- tina diaria errénea puede potenciar y hasta desencadenar muchas enfermedades corporales y psiquicas. Incuso el inicio y el fin de nuestra vida vienen determinados por el reloj interior. Lo mas habitual es que los bebés vengan al mundo alrededor de las cuatro de la madrugada, mientras que la muerte tiene su hora més terrible a las cinco de la mafiana. INCLUSO LAS FLORES CONOCEN EL TIEMPO Por mucho que el tiempo corporal determine toda nuestra vida, lo ignoramos. Quizés esté relacionado con el hecho de que no lo per- cibimos directamente con los sentidos. Michel Siffre experiment6 enérgicamente en su cueva la incapacidad del ser humano para notar su reloj interior. Sélo el hecho de sentirse animado o agota- do nos aporta informacién acerca del tiempo del propio cuerpo. En nuestra cultura, desde hace siglos el tiempo se equipara Ginicamente a Jo que indica una esfera mecénica; quizas ello tam- bién haya contribuido a que desconozcamos tanto el tiempo inte- Lechuzas y alondras 37 rior, Sea como sea, durante mucho tiempo a las personas de pen- samiento realista les parecié, demasiado fantastico que un croné- metro natural pudiese ajustar todos los procesos del organismo. En este sentido, hace ya tres siglos que los naturalistas encon- traron los primeros indicios de que los relojes interiores guian a todos los seres vivos a lo largo del dia. A principios del siglo xv, el astrénomo francés Jean Jacques de Mairan se maravill6 de sus mimosas: las plantas situadas en el antepecho se estiraban a la mis- ma hora hacia el sol. Un efecto de la luz? Mairan colocé las mi- mosas en una cdmara oscura. Pero, imperturbables, las hojas se extendfan por las mafianas y se enrollaban de nuevo pot las no- ches. Como investigador minucioso que era, repitié sus experi- mentos una y otra vez, y siempre llegé al mismo resultado. Hasta el afio 1729 no informé sobre sus experimentos en las vistas de la Academia de las Ciencias de Paris. Su publicacién llegaba a una conclusion osada: «La actividad de las plantas est4 relacionada con ese sentido preciso que permite a los enfermos que tienen que guardar cama percibir la diferencia entre el diay la noche». En su época, la mayoria de los hospitales eran oscuras bévedas. El descubrimiento de Mairan incluso pasé a otras manos. Muy pronto, el naturalista Carlos Linneo, que habfa constatado un com- portamiento similar en otros vegetales, planté un reloj de flores en su jardin, Supuestamente, doce flores diferentes, con el abrir y cerrar de sus pétalos, indicaban la hora con una precisién de media hora. Sin embargo, Mairan y Linneo no tenfan la menor idea de los mecanismos en los que se basaba la medicién temporal de las plantas. Ni tan siquiera pod{an sospechar que, con el reloj biolégi- co, habian hallado una de las primeras invenciones de la naturale- za. La podemos encontrar en una criatura tan simple como el or- ganismo unicelular euglena. Esta diminuta alga puebla la Tierra desde hace més de mil millones de afios, mucho antes de que hu- 38 IEMPO biera plantas con flor, Cuando en algiin lugar de un estanque flota un caldo verde grueso, significa que este organismo unicelular se ha establecido alli en masa. En el arbol genealdgico de la naturale- za, la euglena encabeza la larga linea de ancestros del reino animal, aunque todavia posee muchas caracteristicas propias de las plan- tas; de ahi que pueda hacer la fotosintesis. Alli donde los rios desembocan en el mar, a menudo puede observarse un espectéculo peculiar: cuando la marea esta baja, hi- leras de euglena que suben hacia arriba en busca de luz tinen la corriente de agua de color verde luminoso. Pero en cuanto la ma- rea sube ya no puede verse nada. La euglena se ha enterrado en el lodo para que el agua no pueda arrastrarla, Cuando el mar vuel- ve a retirarse, este organismo unicelular vuelve a emerger: el es- pectaculo empieza de nuevo. ;Significa que esta primitiva criatu- ra nota cudndo sube y baja la marea? No, porque Ja euglena también aparece y desaparece sin influencia de las mareas. $i lle- namos un vaso con este organismo unicelular y un poco de lodo de la desembocadura de un rio y Jo Ievamos al laboratorio, se- guird subiendo a la superficie y sumergiéndose cada seis horas. Y aunque el alga posea un érgano sensorial muy simple para la luz, no es el cambio entre luminosidad y oscuridad lo que provoca su migraci6n. Al igual que la mimosa, también ejerce su periddico movimiento en la total oscuridad.' Por consiguiente, la euglena debe crear el ritmo de su simple vida en si misma.” Y, de hecho, incluso este diminuto organismo esconde un reloj bioldgico. EL TICTAC DE MILLONES DE RELOJES El cuerpo humano esta compuesto de hasta 100 billones de célu- las, cada una de las cuales tiene mds 0 menos el tamajio de una eu- Lechuzas y alondras 39 glena. Y por sorprendente que parezca, cada célula posce su propio reloj interior, Este cronémetro funciona segiin el principio del reloj de are- na, Determinados genes con nombres como «clock» y «per» (de «perfodo») son los encargados de que la célula produzca albtimi- nas, Pero cuando la cantidad de estas proteinas sobrepasa un de- terminado umbral, los genes se bloquean. El cristal del reloj esta lleno y el mecanismo se detiene. Hay que girar el reloj de arena y vaciar en cierto modo Ia célula: las proteinas se desintegran. AL cabo de un rato, el juego empieza de nuevo. La produccién vuelve a ponerse en marcha. Un ciclo completo de este tipo dura exacta- mente 24 horas y unos pocos minutos. La biologia molecular debe el conocimiento de que un reloj de estas caracteristicas hace tictac en cada célula a su animal de labo- ratorio preferido: la mosca del vinagre.’ La droséfila se puede criar con facilidad y manipular genéticamente. En su busqueda del rit- mo de la vida, en el siglo pasado, los cientificos introdujeron en las moscas un gen de las luciérnagas que les permite brillar. Los inves- tigadores combinaron en las droséfilas el gen de la sustancia lumi- niscente, con el bonito nombre de luciferina, con otros genes res- ponsables del control del reloj interior, Puesto que los genes del reloj interior estaban combinados con los genes de las luciérnagas, las moscas empezaron a brillar alli donde habfa un reloj en funcionamiento. Y lo hacian en los luga- res mds inverosimiles: no sdlo centelleaban las cabezas, sino tam- bién Jas antenas, las patitas ¢ incluso la tripa. Pronto los bidlogos descubrieron también telojes en todas las células posibles de los mamiferos: en los ojos, en el higado, incluso en las células que componen los huesos.* Solo habia una explicacién posible para ello: cada célula escon- de un mecanismo para medir ¢l tiempo. Puesto que las células de la 40 EL TIEMPO ‘mosca y del ser humano fandamentalmente tienen la misma estruc- tura, el ser humano también lleva en su interior billones de relojes. Pero spor qué? Quiza los cronémetros dispersos por todo el cuerpo sean desde hace tiempo un vestigio superficial dela evolu- cin, como el apéndice humano. Al fin y al cabo, en los organis- mos multicelulares simples, que todavia no poseian un sistema nervioso, cada célula debia ocuparse de su propio reposo y su vi- gilia, Sin embargo, es mas probable que esta redundancia tenga su sentido: guiar al organismo a lo largo del dia es una tarea tan im- portante que es presumible que, para mayor seguridad, la natura- leza la haya establecido en varios lugares. De hecho, por lo visto al- gunos érganos controlan sus propios ciclos diarios.° El higado incluso posee sensores que le permiten intercambiar informacio- nes sobre el tiempo con otros 6rganos.° El cronobidlogo nortea- mericano Jay Dunlap compara el cuerpo humano con una enor- me tienda de relojes, en la que algunos dispositivos horarios hacen tictac de manera perceptible, mientras que otros se contienen. Pero este caos nos plantea un nuevo problema: incluso los re- lojes mas precisos pierden alguna vez. el compas si no se ponen en hora de nuevo, En los animales superiores existe un centro propio en el cerebro intermedio que se encarga de este trabajo. En los se- res humanos este reloj central esta compuesto de un par de nédu- los nerviosos del tamaiio de un grano de arroz ubicados en cada mitad del cerebro, que ocupan dos dedos de ancho por detrés dela raiz nasal y que se denominan nicleos supraquiasmaticos. Précti- camente todo el cuerpo esté bajo el control de dicho reloj central. Si un tumor cerebral lo destruye, la rutina diaria de los pacientes cae en un absoluto desorden; comen, duermen y se despiertan a cualquier hora y se ponen a trabajar en plena madrugada,” Un niicleo supraquiasmatico sano trabaja con una precision sorprendente, Siempre y cuando las personas no estén expuestas a Lechuzas y alondras 41 la influencia de la luz diurna, este marcapasos emite sefiales eléctri- cas recurrentes con un perfodo de poco més de 24 horas. Est claro que la duracién del dfa bioldgico es algo innato; en algunas perso- nas los impulsos duran 24 horas y 5 minutos, mientras que en otras 30 minutos més. Y, lo dicho, en el transcurso de una vida la diver- gencia en el compés es como mucho de un par de minutos.’ Incluso tras la muerte, el reloj interior sigue funcionando de forma imperturbable. Si lo separésemos del cerebro y lo guardés: mos en una solucién de cultivo, el nticleo supraquiasmatico segui- ria emitiendo impulsos durante dias? EL SOL AJUSTA EL RELOJ INTERIOR El reloj interior de cada persona va un par de minutos atrasado con respecto al paso del dia a la noche, En la naturaleza esto no su- pone ningun problema, puesto que todas las criaturas utilizan el sol para ajustar su cronémetro, Para eso tiene la euglena su man- cha ocular y no para ver con ella, Al percibir la luminosidad, el alga, registra dénde est4 arriba, pero sobre todo el cambio entre dia y noche, Su reloj biolgico también va un poco mal (al contrario que en los mamiferos, unos 20 minutos demasiado rapido)!”. Pero cuando despunta un nuevo dia, el reloj de la célula se ajusta a la hora cortectz Esto sucede porque las sefiales Iuminosas activan mensajeros quimicos que retardan 0 aceleran las reacciones en la célula y, con ello, el curso del reloj de arena quimico.!! No es en absoluto casualidad que en el ser humano el reloj central esté ubicado en el punto de intereseccién de los nervios Opticos. De esta manera, se notifica al niicleo supraquiasmatico cudndo la luz diurna cae sobre los parpados. En las fases tardias del suefio los sensores especiales del ojo son especialmente foto- 4 EL TIEMPO sensibles.'” Sin embargo, la claridad todavia débil no hace que nos despertemos de inmediato. Necesitamos mucho més que la luz diurna como sefial temporal para ajustar el tiempo corporal con el ciclo solar. Si lo dejaramos a su libre albedrfo, el reloj interior se atrasaria dia tras dia. As{ pues, sno deberfa acelerarse el tiempo corporal cuando se acerca el verano y el sol cada dia sale més temprano? Para que el cambio de estaciones no nos trastorne el suefio, el reloj se ajusta otra vez por la noche. Ahora la luz tiene el efecto inverso: si el dia es mas largo de lo que cabria esperar seguin el reloj interior, el reloj bioldgico modera su ritmo. Por la mafiana, el reloj se adelanta y por la noche, se atrasa de nuevo: de esta forma ambos efectos se compensan entre si. El tiempo de reposo del cuerpo sigue siendo de unas ocho horas, aunque la duracién del dia varie. POR QUE EXISTEN PERSONAS MADRUGADORAS Y PERSONAS TRASNOCHADORAS Los dias festivos demuestran si las personas son madrugadoras 0 trasnochadoras. Cuando el fin de semana'no suena el despertador, Jos unos saltan alegres de la cama a pesar de ellos los otros vuelven a cubrirse la cara con la almohada, aliviados por no tener que des- pertar del suefio en medio de la noche, y se alegran, al tiempo que echan de nuevo una cabezada, de poder desayunat en Ja cama a la hora del almuerzo.'* Las diferencias naturales son enormes: si abandondramos a las personas sin presion exterior a su propio rit- mo, una parte de ellas se irfa a dormir a una hora en la que la otra parte ya se estaria levantando. Précticamente nadie confiesa tan abiertamente su predisposicion en este aspecto como lo hizo Os- car Wilde, Cuando un conocido le pidié al poeta irlandés que le vi- Lechuzas y alondras B sitara a las 9 de la noche, Wilde contesté: «Es usted una persona asombrosa! Nunca me quedaria hasta tan tarde. A las 5 ya estoy en la cama»,"4 Pertenecemos a un tipo u otro de persona en funcién de la ve- locidad del compas de nuestro reloj interno.’? Si éste necesita 24 horas y media o incluso mas para dar una vuelta, habré que ade- lantarlo mucho cada mafiana. Algo que sucede de la manera mas eficaz, cuando la luz matutina le sorprende a usted en la fase mas temprana posible del suefio, puesto que el marcapasos avanza mas cuanto mas diverge lo esperado del inicio real del dia. Por eso us- ted se acuesta tarde y se levanta tarde; es una lechuza. Pero si su ciclo diario se sittia en 24 horas, significa que se le- vanta pronto. Un crondémetro de funcionamiento rapido en Ia ca- beza debe recibir la sefial de la luz matutina en una fase lo més tar- dia posible del sueiio. Delo contrario, el reloj interno se acelerarfa todavia més. Por eso, esta clase de personas, también denominadas alondras, se despiertan poco después de la salida del sol o incluso antes. Con la luz puede usted contrarrestar su predisposicion. Si las alondras oscurecen su habitacién, ya no tendran que proteger su relo interior de los primeros rayos de luz acostandose temprano. Y si, ademés, por la tarde ya tiltima hora de la tarde pasean con la luz del sol, retardarén su tiempo corporal y podrén estar activas durante més tiempo por la noche. Si, por el contrario, es usted una lechuza, puede acostumbrarse a dormir sin cortinas y a salir a pa~ sear al exterior por la mafiana. Con ello adelantaré su reloj interno yal cabo de un par de dias le costaré menos coger el ritmo por las mananas. De todos modos, sdlo podemos mover nuestro ritmo vi- tal natural dentro de ciertos limites. Reprender a un ave nocturna porque por las mafianas no re- bosa precisamente de dinamismo es tan absurdo como reprochar- 44 PL TIEMPO lea alguien que sea rubio: puesto que los genes rigen el reloj inte- rior, esta caracteristica de la personalidad se hereda. Los investiga- dores del suefio han descubierto variantes de determinados genes de los mecanismos del reloj que van acompaiiados de una mayor viveza por las mafianas.'® Aunque seguro que atin faltan cosas por averiguar, ya que un comportamiento tan complejo como el delas personas grufionas en la mesa del desayuno no puede tinicamente debersea un simple «gen delechuza> 0 «gen dealondra», sino aun conjunto de muchos factores, la mayoria de los cuales todavia se desconocen, Sin embargo, es indiscutible que las lechuzas y las alondras forman familias: normalmente los padres madrugadores tienen hijos madrugadores y los padres trasnochadores, hijos tras- nochadores. CUANDO ES MEJOR PRACTICAR EL SEXO Cuando clarea, el reloj central situado en el cerebro intermedio se ajusta a un nuevo comienzo. Empieza a ejecutarse el programa del dias en las alondras con mayor rapidez y en las lechuzas mas des- pacio. Pero el ritmo basico es el mismo en todas las personas. Si es usted una persona madrugadora, las estaciones de su ciclo diario podrian ser las siguientes: 5.30: Mientras est sofiando intensamente su cépsula suprarrenal segrega grandes cantidades de la hormona cortisol, encargada de la El nivel de azicar en la sangre cae: pronto tendré ganas de desayunar, excitacién. También empieza a circular insulina por sus venas 6 horas: Su corazén empieza a latir més rapido. La presién sangui- nea y su temperatura corporal suben. Lechuzas y alondras 45 7 horas: Se despierta y, si es un hombre, podria tener ganas de practicar sexo, puesto que ahora se segregan grandes cantidades de la hormona sexual testosterona. 7.15: Posiblemente sienta un leve abatimiento. Eso también se debe ala funcién hormonal. En su cuerpo todavia circula el neurotrans- misor melatonina, que ha ajustado el organismo a la oscuridad y al sueiio. La melatonina inhibe la liberacion de otras hormonas como la serotonina y la beta-endorfina, encargadas de imprimir un ca- ricter més alegre. (Por este motivo, el peor momento de las depre- siones suele ser por las mafianas.) Pero las hormonas que levantan elestado de énimo pronto llegaran. 7.30: La situacién ha mejorado; por suerte ya sabe dénde esté el café, puesto que su mente todavia no esté muy clara. Ahora lo que le sale mejor son actividades mecdnicas simples; cepillarse los dientes, afeitarse, untar rebanadas de pan. Quiere su desayuno. 8 horas: La produccién de la hormona nocturna melatonina fina- liza, Su raciocinio se anima. Intenta alimentarlo con el periddico mientras bebe a sorbos el café, con lo que echa una mano a los procesos naturales: la cafeina tiene sobre todo un efecto estimu- lante sobre la corteza cerebral y ademas es antidepresiva. 8.30: Su tripa da seftales de vida. 10.30; Su intelecto esté en plena forma. Ahora puede resolver los problemas complicados mejor que a cualquier otra hora del dia. De hecho, su capacidad de rendimiento aumenta Gnicamente gra- cias a la influencia del reloj interior hasta un 30%. Asi pues, entre sus mejores y sus peores horas existe una diferencia natural, como 46 EL TIEMPO si hubiera bebido entre tres y cuatro copas de vino."” Sin embargo, a diferencia de cuando est bajo la influencia del alcohol, durante el transcurso de un dia su cerebro establece diferencias precisas ‘Aunque el pensamiento légico funciona estupendamente por la mafiana, es por la tarde cuando podra ejecutar con mas rapidez las tareas rutinarias.* 12 horas: Es cuando esta de mejor humor. Debe agradecérselo a hormonas como la beta-endorfina y la serotonina, que su cerebro estd segregando ahora abundantemente. Pucsto que la tensién muscular es clevada, sus visitas percibiran un apret6n de manos més firme que a cualquier otra hora del dia. Es algo que los inves- tigadores han medido." Si es de naturaleza impaciente, estaré tamborileando con los dedos sobre la mesa. Incluso a usted le pa- rece que el tiempo pasa més rapido de lo habitual; puesto que como veremos, la sensacién de tiempo surge a partir del sentido de movimiento. Tiene hambre. 14 horas: Su excitacién interior disminuye. Cae en suehos diur- nos. Sigue siendo un enigma para los cientificos por qué periédi- camente nos sentimos fatigados a la hora de comer. En todo caso, no ¢s atribuible a la digestién, como confirman los experimentos y como bien saben todos aquellos que como maximo se comen un sindwich para almorzar. Si le toca dar una conferencia y sélo ve caras apaticas no significa necesariamente que su discurso sea malo, 14.30: Ahora seria la hora de hacer la siesta. Desgraciadamente, como persona muy ocupada, no puede permitirse una cabezadita, Bastaria con un poco de suefo. Tal como demuestran las investi- gaciones, entre otras, de la Agencia Espacial Estadounidense, la Lechuzas y alondras 47 NASA, tras un sueiio ligero a primera hora de la tarde las personas estan més atentas, de mejor humor y son més eficientes.”” Bastan veinte minutos. Por cierto, Albert Einstein hallé un truco genial para lograr que su siesta fuera breve: al parecer, antes de dormirse tomaba un manojo de llaves entre el dedo indice y el pulgar para despertarse cuando las aves cayeran al suelo. 15,30; Paulatinamente, vuelve a trabajar a toda méquina. 16 horas: Su tiempo de reaccién se reduce. Si esté tecleando, aho- ra eseribe mas répido que por la mafiana, pero también comete s tareas simples. Muchas perso- nas también retienen mejor los hechos que se graban en la memo- mas errores. Lleva mejor a cabo ria por la tarde. En todo caso, esto es lo que sugieren las prucbas realizadas a escolares ingleses. (Quizé los deberes sf tengan una fi- nalidad.)?! Es evidente que el hecho de que la capacidad intelec- tual oscile a lo largo del dia es una caracteristica bésica del cerebro. Incluso el molusco marino aplysia, con su sistema nervioso real- mente simple, aprende a reaccionar mejor o peor ante sustos a de- terminadas horas del dia.7? 17 horas: La mejor hora para practicar deporte. Su temperatura corporal ha continuado subiendo, Los miembros del cuerpo estén flexibles, los nuisculos fuertes, el coraz6n y los pulmones trabajan con més eficacia que en ningiin otro momento del dia. Un efecto secundario agradable de la sesién de deporte: si ahora suda, den- tro de aproximadamente seis horas su temperatura corporal caeré con fuerza, lo que le facilitara quedarse dormido. 18 horas: El sentido del gusto esta ahora en su momento mas sen- sible. 48 EL TIEMPO, 19 horas: Ahora todavia tiene mds argumentos para probar un buen vino. ¥ es que el alcohol se tolera mejor a tiltima hora de la tarde, porque la chispa desaparece mas rapidamente. Al- rededor de las ocho de la tarde el higado alcanza el punto dlgi- do de su actividad, segregando una enzima denominada alco- hol deshidrogenasa, que descompone el alcohol haciéndolo inofensivo. Asf, el toxico del aperitivo antes de cenar permane- ce mucho menos tiempo en el cuerpo que la tiltima copa a me- dia noche. Esta es la que nos provoca la resaca a la mafiana si- guiente. 20 horas: El cerebro todavia est activo para realizar tareas espe- cialmente rutinarias como clasificar documentos, siempre que haya resistido a la tentacion de la bodega. 21 horas: Se libera la primera melatonina, que prepara el cuerpo para el sueiio, La temperatura corporal cac. 22 horas: La atencion disminuye, el estado de animo baja. 23 horas: Para la mayor{a de sus conciudadanos, el sexo es un dulce que se toma antes de acostarse. Si quiere saber mas deta- lles, debera consultar la obra del cronobidlogo norteamericano Ci- clos diarios y semanales, pero no lunares en la copulacién huma- John Palmer. Uno de sus trabajos lleva el elocuente titul na».23 En él Palmer constata: «Un 66 % de todos los apareamien- tos tiene lugar entre las diez de lanoche y la una dela madrugada [...]. En un 38,6 % de dichos casos las mujeres no Ilegan al or- gasmo. Si el coito tiene lugar antes, Ia cuota mejora considera- blemente [...]» Lechuzas y alondras 49 No es necesario tomarse la cuestién con tanta exactitud como Pal- mer. De todos modos, este horario sélo debe darle una idea sobre cémo el reloj interior guia al organismo a lo largo del dia. Podra saber cémo es su propio ritmo experimentando un poco con el transcurso diario, Seguro que en su caso las horas divergirén un poco de las arri- ba mencionadas, puesto que se trata tinicamente de valores me- dios. No s6lo la predisposicion genética, sino también las circuns- tancias externas, como los viajes, las enfermedades o simplemente la planificacién que nuestro trabajo, la familia 0 los amigos nos exigen, alteran ese ritmo. POR QUE LOS ADOLESCENTES SON AVES NOCTURNAS En todas las escuelas se puede observar cémo vivir en contra del reloj interior resta capacidad de rendimiento a las personas. Alli los jovenes permanecen sentados en sus sillas mientras a primera hora de la mafiana las clases se desarrollan de manera mas 0 me- nos efectiva; es la consecuencia de un ciclo diario que no esta adaptado a las necesidades de los adolescentes. Si bien es cierto que los nifios pequefios despiertan temprano asus padres, durante los afios del crecimiento el ritmo cada vez se desplaza mas hacia atrds. Casi todos los adolescentes son lechuzas manifiestas. Se desconocen las causas exactas de ello; sea como sea, en la mayoria de los jévenes de 18 aiios la hormona nocturna melatonina no se segrega hasta las once de la noche, de modo que la necesidad de dormir puede Hlegarles més tarde.” Asi pues, al contrario de lo que critican los padres y los maestros, los adoles- centes no estén dormidos por las mafianas porque se pasen la no- 50 EL TIEMPO che en yela. Mas bien las discotecas son una consecuencia de que los adolescentes simplemente no estén cansados por la noche. Los adolescentes estén fatigados por la mafiana incluso en aquellas zonas remotas donde no existe ningun tipo de vida nocturna que les incite a irse de juerga por la noche. No es hasta después de los veinte que los jévenes vuelven a estar activos por la mafiana has- ta que un dfa, como personas mayores, se convierten en madru- gadores manifiestos. Ello se debe probablemente al hecho de que, por lo general, el cuerpo reduce la produccién de melatonina con Ja edad.* A pesar de la critica creciente las escuelas alemanas no tienen en cuenta ni lo mas minimo el ritmo bioldgico de los jévenes. Las clases empiezan inflexiblemente a las ocho, en algunos lugares incluso antes. En ese momento, el reloj interno de los adolescen- tes esta ajustado al modo nocturno; por este motivo, durante las primeras horas de clase en el mejor de los casos pueden estar presentes corporalmente. También hay casos distintos: en Ja ciu- dad norteamericana de Minneapolis, los cientificos lograron convencer a los padres, los politicos y los profesores para que aceptasen las costumbres de los adolescentes como algo funda- mentado biolégicamente. Se retrasé una hora el inicio de las es- cuelas, de modo que empezaran a las 8.40, en algunos institutos incluso a las 9.40. El rendimiento de los alumnos experimenté una mejoria radical: de promedio sacaban mejores notas, aproxi- madamente un punto por encima. En experimentos similares realizados en otras ciudades de Estados Unidos también se regis- tr un descenso de las notificaciones por enfermedad.” Los re- sultados fueron tan alentadores que en el Congreso de Washing- ton esta pendiente de aprobacidn una ley a nivel nacional: las escuelas que retrasen el inicio de sus clases recibiran una recom- pensa de 25.000 dolares.”” Lechuzas y alondras 31 TRISTEZA EN LA PENUMBRA Honoré de Balzac, uno de los grandes autores de la literatura francesa, convirtié la siguiente jornada laboral en una costumbre: se acostaba hacia las seis de la tarde, dormia hasta medianoche, se levantaba y se ponia su ropa de trabajo (un hdbito blanco de monje con una cadena dorada, de la que colgaba un cuchillo para cortar papel), Después se preparaba un café muy fuerte del que bebia dos tazas. De esta manera, con una pluma de cuervo, escri- bia normalmente durante15 e incluso 24 horas a la luz de las ve- las. Cada seis horas se tomaba una nueva racién de su «café ta- quicardico», del que decia que la bebida dejaba «desfilar ideas como batallones». Asi escribié sus 90 novelas. Pero su gran obra La comedia humana permanecié inacabada. ;Con cudntas obras habria enriquecido Balzac la literatura universal, si hubiera sido menos brutal consigo mismo? Fl poeta fallecié a la edad de 51 afios. Llevamos mucho tiempo acostumbrados a percibir tan s6lo una vislumbre del cambio entre las horas del dia. Aunque nuestro reloj interno se orienta en funci6n de la luz al igual que las mimo- sas de Mairan, hemos trasladado nuestras vidas al interior de las casas. Alli impera una opacidad a la que el ojo se adapta rapida- mente. No es tan facil engafar al fotémetro: detras de los cristales de las ventanas registra 50 veces menos de luz que fuera, bajo la luz del sol. Las lamparas no ayudan mucho; una bombilla ilumina con una intensidad diez veces menor que la radiacién que penetra a través de la ventana. Aunque el cronémetro de nuestra cabeza también reacciona a la luz mortecina —la aurora prepara al cuer- po para despertarse—,”* para que el reloj corporal funcione de manera fiable, a lo largo de un dia debe llegar al ojo una determi- nada cantidad minima de radiacion. 52 EL TIEMPO BES! A cr me La vida en las metrépolis se ha desvinculado mucho del ciclo solar. Pero aunque los edificios estén iluminados con una luz tan deslumbrante como en esta foto de Tokio, la luz artificial sigue siendo demasiado débil para ajustar el reloj interior, Ast pues, la mayorta de las personas vive contra su ritmo bioldgico. Las consecuencias de ello son insomnio, descenso del rendi- miento y depresién. Lechuzas y alondras 53 Muchas personas que pasan su tiempo en habitaciones cerra- das no alcanzan este minimo. Por la manana subimos al coche 0 nos zambullimos en el pozo del metro, y después el ascensor nos transporta directamente del mundo subterréneo a la oficina. Des- de un punto de vista biolégico, la mayoria de oficinistas viven en a oscuridad. El resultado es que el reloj corporal, por falta de luz, no se puede retrasar correctamente. Las subidas y bajadas diarias del organismo se debilitan. El insomnio, el descenso del rendi- miento y el abatimiento son sélo las consecuencias mas conocidas. La lista de enfermedades, de las que los médicos hacen responsa- ble a un ritmo interno diario débil o mal ajustado, probablemente aumentar bastante durante los proximos afios; la investigacion al respecto esté en sus inicios.” Sélo en Alemania varios millones de personas padecerian las consecuencias de un ritmo diario deficiente. Un indicio de ello es la buena reaccion que presentan determinadas depresiones a la radiacién con luz clara. El tratamiento consiste simplemente en dejarse radiar entre media y una hora al dia con una kampara es- pecial que supera cien veces la potencia luminosa de una bombi- lla normal. En general, tras unas pocas sesiones el reloj interior vuelve a estar en hora y el estado de animo mejora. Los médicos prescriben esta terapia luminosa sobre todo a pacientes que en otofio reaccionan a los dias cada vez més cortos con un abati- miento extremo; sin embargo, recientemente se ha demostrado que el tratamiento también sirve a muchos enfermos con depre- sién no dependiente de la estacién del afio, a menudo depresién grave. En la mayoria de los casos, los médicos prescriben la radia cién como tratamiento complementario a los medicamentos, lo que acelera la curacién. En ocasiones, la depresién también me- jora Gnicamente con la luz; evidentemente, los enfermos recibian demasiada poca luz en su vida cotidiana.®? Es posible que estas 54 EL TIEMPO. personas, de haber vivido con mayor intensidad las horas del dia, no hubiesen sucumbido asia su tristeza. MEJOR RICOS Y CANSADOS QUE SANOS ¥ DESPIERTOS El cuerpo y el alma padecen més cuando las personas viven total- mente en contra de su reloj interno. Muchos trabajadores por tur- no no tienen eleccién. Un montador de una cadena de produccion ‘0 una doctora que empiece su actividad a ultima hora de la tarde y se acueste cuando sale el sol, pone a prueba su organismo de ma- nera similar al poeta Balzac. Y también pagan un precio por ello, El insomnio, las enfermedades cardiovasculares y los accidentes laborales son mucho mis frecuentes entre ellos que entre las per- sonas con un ritmo diurno y nocturne normal. Y, evidentemente, la productividad se sittia en su nivel mas bajo durante la noche. Por lo menos, la luz adecuada puede hacer que la vida contra el sol sea mas Ievadera. El cronobidlogo de Munich Till Roenne- berg toms como campo de experimentacién la planta de Volkswa- gen en Wolfsburg, donde durante las veinticuatro horas del dia los trabajadores montaban coches modelo Golf. El cientifico hizo equipar algunas naves con ldmparas especiales que emitian una radiacién extraordinariamente clara y que hacian sombra como la luz del sol, Los empleados aseguraron que se sentian mejor y mas despiertos, también cometian menos errores y registraban menos bajas por enfermedad.’ Midiendo la concentracién de las hormo- nas melatonina y cortisol en su sangre, Roenneberg demostré que su reloj interno realmente funcionaba mejor al compas de las jor- nadas laborales. Pero el éxito no fue ni de lejos tan grande como podria haber sido, puesto que los trabajadores se mostraron poco dispuestos a Lechuzas y alondras 55 escuchar el ritmo de sus cuerpos. Para que el reloj interior de los que trabajan de noche pueda adaptarse a la luz de dia artificial ne- cesita aproximadamente dos semanas. Y aunque los turnos de no- che estaban muy solicitados debido a los pluses, practicamente na- die estaba dispuesto a hacerlo durante tanto tiempo. Asi pues, en cuanto el organismo de los trabajadores se habia adaptado al nue- vo ritmo cambiaban de turno para poco después volver a montar automoviles por la noche. Con eso cansaban voluntariamente su cuerpo tanto como un personaje de la jet set, que pasa una sema- na en Los Angeles y la siguiente en Francfort. Al personal tampoco Ie entusiasmaba precisamente dejar que examinaran mediante un cuestionario su ritmo diurno y nocturno personal, asi como su necesidad natural de suefio. Los médicos de la empresa hubiesen recomendado a largo plazo el turno de mafianaa Jas alondras y el turno de noche a los dormilones notorios. Pero los empleados temian por los ingresos del lucrative turno de noche, por lo que prefirieron continuar trabajando contra su reloj interno. Como la mayoria de nosotros, los trabajadores de Volkswagen evidentemente asumieron que el tiempo no es otra cosa que lo que marca el reloj. Y quien aguanta tan bien una hora por la mafiana como una por la tarde, como es légico prefiere trabajar cuando le pagan mejor, La idea de que cada persona vive segtin su propio rit- mo interior les era totalmente desconocida a los montadores de automoviles. Es TIEMPO DE UN TIEMPO A MEDIDA Cuando yo era pequefo, habia un ritmo diario generalizado. Un empleado normal se levantaba a las seis y media, a las siete menos cinco hacfa los ejercicios de gimnasia matutina que se emitian por 56 EL TIEMPO la radio y de nueve de la maiana a cinco de la tarde estaba en la oficina (mientras su esposa se encargaba del hogar y de los nifios). Las tiendas estaban abiertas hasta las seis y media; y a las ocho se reunian todos pata ver el telediario. Hasta la revolucién industrial las personas orientaban su dia en funci6n del sol; luego emper6 el dominio del reloj para fichar. Como maximo podian escapar de él los artistas, los profesores de universidad y los aristécratas. Solo ellos tenian la libertad de vivir segtin su propio ritmo, y su productividad se veta favorecida por ello. Goethe ya estaba activo por la mafiana antes de las cinco, también Thomas Mann se sentaba temprano frente a su escritorio. Por el contrario, Albert Einstein era un dormilén confeso. No hemos ganado libertad hasta hace pocos afios. Los ejérci- tos de trabajadores que por la maftana acuden en masa a las puer- tas de la empresa para salir de ella por la tarde van disolviéndose lentamente. Cada vez son més las personas que ganan su sueldo con el portatil desde casa; ningin jefe les pregunta cudndo hacen el trabajo. Hoy en dfa, en Alemania uno de cada dos empleados determina en gran medida cuéndo entra y sale de la empresa. Pero también en las grandes plantas, donde todavia las hay, las empre- sas (como Volkswagen) respetan cada vez més el reloj interior de sus empleados, sobre todo por interés propio. Simulténcamente, hoy en dia podemos hacer casi todas las gestiones a cualquier hora. Hace 15 aftos s6lo era posible realizar tuna transferen ia durante tres horas por la mafiana y dos horas por la tarde en el banco; en a actualidad, pagamos nuestras factu- ras tras la cena mediante la banca clectrénica y después del pro- grama de medianoche compramos en Internet. Naturalmente, no sdlo existen ganadores en este nuevo libera- lismo. Asi, desde 1993, la cifra de trabajadores por turno en Ale- mania ha aumentado de 3,6 a mas de 5,7 millones de personas. Lechuzas y alondras 57 Yenel comercio al por menor nruchos empleados se quejan de sus jornadas laborales hasta el anochecer o durante cl fin de semana. Sin duda alguna, esto supone sobre todo un problema para las ma- dres, pero no tinicamente para ellas, porque en otros ambitos, como en el cuidado de los nifios 0 en el puesto de trabajo de los maridos, todavia falta flexibilidad. A pesar de todo, hoy en dia y por primera vez en la historia, la mayoria de los habitantes de los paises desarrollados tiene la liber- tad de seguir su ritmo interior, Nunca antes habfamos dependido tan poco de las presiones tanto de la naturaleza como de la socie- dad, Pero todavia no confiamos en la nueva libertad, Nos compor- tamos como una persona que ha sanado y puede volver a andar, pero que echa de menos sus muletas. Seguimos sintiendo el tiem- po como un tirano que nos domina desde fuera e ignoramos que su ritmo late en nosotros mismos. Un motivo de ello es que toda- via no conocemos suficientemente bien el origen del tiempo inte- rior como para confiar en el ritmo que nace en nosotros mismos. De esta manera, pasamos nuestros dias como si fueran ropa de confeccién, cuando podriamos muy bien permitienos un traje a medida. PD. Quien pase sus dias y noches en sintonia con el tiempo de su cuer- po, hard su vida mas facil; pero a menudo no sabemos cuando son nuestras horas fuertes y nuestras horas débiles. Por consiguiente, la condicién para lograr que el transcurso del dia sea mejor es for- mularse las preguntas: A qué hora me despierto cuando no suena el despertador? ;Cuanto tiempo necesito para que mis sentidos es tén a pleno rendimiento? ;Qué tareas me resultan mis faciles por la mafiana y cudles por la tarde? 3Existe un patron recurrente que 58 EL TIEMPO, rija mi estado de énimo a lo largo del dia? ;Qué sucede si entro 0 salgo del despacho una hora més tarde? Es posible encontrar una hora mas adecuada para hacer una cantidad sorprendente de actividades. Puede tener sentido empe- zar la jornada laboral leyendo el correo electrénico, pero s6lo si usted es una lechuza y llega a la oficina todayia ligeramente dor- mido. Las lamadas pueden realizarse sin problemas durante la modorra que nos sacude después de comer. Quizds un paseo dia- rio por la mafiana o con la luz del atardecer le ayude a mejorar su estado de animo. Después de experimentar un tiempo, podré ajus- tar un ritmo agradable. También aumentaré la conciencia de que cada hora tiene su peculiaridad especial. ‘Tampoco hay que ir tan lejos como algunos cientificos de la Universidad de Baltimore, que aconsejaban una nueva estrategia para mejorar la vida amorosa: en los hombres que ponian su des- pertador dos horas antes de la salida del sol y que aprovechaban censeguida el momento, observaron un aumento impresionante de la capacidad sexual. Mi mujer estaria encantada. rs. Aproveche la luz del dia, 3 Un sentido para los segundos El origen del tiempo interior jHa visto alguna vez a alguien practicando Tai-Chi en un par- que? Cada movimiento se prolonga durante varias respiraciones antes de pasar con soltura al siguiente. Un ritmo tan sosegado no se ve ni en las peliculas a camara lenta. Los protagonistas parecen haber entrado en otro estado de agregacién: en otro modo mas lento, quizé también més frio de la existencia, en el que el tiem- po no juega visiblemente un papel importante. De hecho, los ex- pertos en este arte marcial chino dicen que el Tai-Chi modifica su percepcién del tiempo. Al cabo de un rato, esta experiencia se contagia a los espectadores, como si, por el simple hecho de mi- rarlos, los practicantes de Tai-Chi pudiesen arrastrarnos a su mundo més tranquilo. En China hace tiempo que se sabe lo estrecha que ¢s la rela- cién existente entre la vivencia del tiempo y el modo en que nos movemos. Fl maestro Yang Chengfu, fallecido en 1936, transmi- tid este conocimiento a todos los alumnos en sus normas basicas clasicas del T: miento y el movimiento en la alma. hi con el consejo: «Busca la calma en el movi- Los deportistas occidentales también conocen esta experien- cia. Jimmy Connors, el veterano tenista norteamericano, explica- ba que en sus torneos a menudo habia alcanzado una «zona tras- 60 EL TIEMPO cendente», como él la denominaba. Después lo sentia todo extraor- dinariamente mas lento; una capacidad que le allané a Connors el camino hacia sus triunfos en Wimbledon. Le parecia que la pelo- ta era enorme y que flotaba con lentitud por encima de la red. Al campeon le daba la impresion de que disponta de todo el tiempo del mundo para decidir su préximo golpe. EL HECHIZO DEL BOLERO Asf pues, mediante el movimiento podemos manipular la sen- sacién de tiempo. Pero como es posible? Para contestar a esta pregunta, primero debemos observar como se origina realmen- te en nosotros el sentido del transcurrir de los segundos. El re- loj corporal, por importante que sea para el ciclo diario del or- ganismo, no puede ser el responsable de ello. Nos guia durante el dia, pero no podemos leer la hora que marca; esto ya quedé demostrado con la experiencia en la cueva de Michel Siffre. Por consiguiente, debe existir un segundo mecanismo para medir tiempos més breves. Pero esta sensacién también debe surgir del cuerpo, de lo contrario no podriamos modificarla tan facil- mente mediante el movimiento. La ciencia preciso mas de 150 afios para entender la relacién. Este capitulo examina en qué procesos se basa la sensacién de tiempo, el fenémeno que de- nomino el «tiempo interior», 3Cémo se origina en realidad una sensacién? En principio, la respuesta es simple: usted puede ver que el cielo es azul y que una fresa es roja, porque en el ojo tiene receptores para cada espectro de luz diferente. Unos reaccionan a ondas con una longitud de 430 nandmetros, que transmite el cielo, y emiten la sefial de «azul», Los otros son sensibles a longitudes de onda superiores a Un sentido para los segundos 61 600 nanometros y nos permiten percibir cl «rojo». También di tingue usted sin problemas la diferencia entre frio y calor, ruido y silencio, dulce y cido, porque tiene las células sensitivas ade- cuadas. El tiempo funciona de otro modo. Usted sabe que mientras lee estas lineas estd transcurriendo un breve perfodo de su vida. Pero si le preguntan cudnto tiempo han vagado sus ojos por en- cima del ultimo parrafo, debera adivinarlo. Y el resultado sera muy parecido al que hubiese indicado un crondmetro. Durante mucho tiempo los cientificos no se pudieron creer que estuviésemos equipados con sensores para el frio y el calor, para los colores, para el gusto y el olfato, y que no tuviésemos ningtin sentido precisamente para el tiempo. Sin embargo, no parecfa existir ningun organo para ello en el cuerpo. A los cien- tificos se les ocurrieron las ideas mas desbaratadas sobre dénde buscar un reloj central para los segundos y los minutos. El fisico vienés Ernst Mach, pensaba, por ejemplo, que llevabamos un cronémetro biolégico escondido en nuestros ofdos.' ;Cémo si no podia surgir un sentido del ritmo al escuchar la musica?, se preguntaba. Mach no estaba loco; Ileg6 a conclusiones impor- tantes acerca del sonido, el sentido del equilibrio y las caracte- risticas del espacio. Sin embargo, no pudo aportar pruebas de su especulacién sobre el reloj de los oidos y tuvo que dejarse repro- char que los sordos no sienten el tiempo de manera diferente a como lo sienten los demas. Esto fue en 1865. Tres altos después, Karl von Vierordt, un fi- sidlogo de Tabingen, al que también le debemos la primera to- nometria, tuvo una idea fecunda: aunque no conozcamos la zona con la que nuestro organismo mide el tiempo, quiza si podamos averiguar cémo lo hace. El propio Vierordt se puso a experimen- tar. Le dio a un asistente un cronémetro y un gong para que los 62 EL TIEMPO sujetara con la mano. Debfa dar dos golpes sin desvelarle a su jefe cuanto tiempo habia transcurrido entre ambos tonos. Vierordt intenté imitar este periodo con la maxima precision posible de- jandose llevar tnicamente por su sensacién, y de este modo ave- rigué que reproducimos los lapsos de tiempo de hasta tres se- gundos con més lentitud que los lapsos mas extensos, que reproducimos més deprisa; como si el tiempo breve se extendie- raen la memoria y el tiempo largo se comprimiera.? Cinco aftos después, Wilhelm Wundt, que dirigié en Leipzig el primer laboratorio psicolégico de la historia, incluso inventd una maquina para investigar la sensacidn de tiempo: el .”* Porque el perro obedece nuestra orden: la me- moria se transforma y se consolida por su uso. Asi, es posible que los recuerdos no se borren con el tiempo, El tiempo congelado 149 Pasado que.se transforma: el Teatro de Marcelo en Roma. sino que por el contrario se fortalezcan. En el experimento puede observarse esta «consolidacién» cuando se muestran fotos a las personas para que las recuerden y después se comprueba cudnta informacién han retenido. Normalmente, aparecerian cada vez més confusiones y lagunas en la memoria cuanto més tiempo transcurriera entre el aprendizaje y la recuperacién de la informa- cién. Pero si los sujetos de experimentacion deben acceder entre- tanto con frecuencia a su memoria, acord4ndose de algunos de los. sucesos almacenados, el recuerdo cada vez es mas nitido (incluso en fotos por las que no se habia preguntado nunca con anteriori- dad). Probablemente al recordar el cerebro crea conexiones nue- vas y mejores entre las diferentes astillas de la memoria, De mane- ra que cada vez resulta més facil recuperar a voluntad una imagen o incluso una vivencia entera. También podria deberse a esto que las personas mayores visualicen con mas fuerza su juventud o las 150 EL TIEMPO experiencias de la guerra que aquello que vivieron en los afios pos- teriores de su vida: lo han recordado mas a menudo y han habla- do de ello mas veces.” Nuestra vivencia del pasado se parece a una visita a Roma, cu- yas antiguas construcciones se edificaron con piedras atin mas an- tiguas. Las columnas que antafto sostuvieron el techo de un tem- plo se convirtieron en el portal de una iglesia. De las ruinas de un estadio nacié el semicirculo barroco de la Plaza Navona. Y en las tribunas del Teatro de Marcelo, una versién reducida del Coliseo, la gente acomods viviendas tras la caida del Imperio Romano. Cada tiempo tomé material de construccién de su pasado, lo monté de nuevo y lo transform6 en nuevos edificios, que a su vez fueron reformados y desmontados més adelante. Pero si damos una vuelta por la propia memoria, los maestros de nuestros recuerdos somos nosotros mismos. or 8 Siete afios en un instante Por qué la vida avanza cada vez mas rapido cuanto mayores nos hacemos Retrospectivamente, el tiempo cambia. Los intervalos de tiempo que algtin dia nos parecieron inacabables se han contraido casi hasta lo indescifrable, Y una vivencia que paso como si nada se in- fla en la memoria como un globo. Estas distorsiones slo pueden suceder porque la memoria no usa un calendario. Cada cambio de domi y el entretenimiento posteriormente se transforman justo en lo io es testigo de cémo el aburrimiento contrario. Fl primer dia trasla llegada las horas pasan volando. To- das las impresiones son nuevas, en cada instante los sentidos estan ocupados absorbiendo lo que sucede alrededor. Llega la noche y apenas percibimos cémo transcurre el tiempo. Pero si al acostar- nos recordamos el pasado, la mafana siguiente parece tan infini- tamente lejana como si mirésemos al pasado a través de un teles- copio invertido. 3El tiempo ha pasado més rapido o mas lento de lo habitual en su percepci6n? El ritmo al que fluye depende obvia- mente de hacia qué direccién del curso del tiempo miramos. Un dfa que debemos pasar enfermos en la cama muestra el efecto inverso. Las horas se alargan hasta que finalmente estamos suficientemente cansados y podemos dar paso a la noche. Pero sia Ja mafiana siguiente nos preguntamos qué ha sucedido con el dia 152 EL TIEMPO anterior, resulta que el tiempo que transcurria de manera tortuo- samente lenta se ha disuelto: estabamos enfermos. No hay mds que recordar, ‘Thomas Mann asocié estas dos experiencias (viaje y ausencia de acontecimientos) en su novela La montafta mdgica. Hans Castorp, un joven burgués de Hamburgo, viaja a un sanatorio de Davos donde tratan enfermedades pulmonares para visitar a un primo. No tarda en darse cuenta de que el mundo ajeno de la montaiia, los rituales del tratamiento balneoterapéutico, los enfermos de toda Europa reuni- dos en el comedor ejercen en él una extraiia fascinacién. Ast que acepta ingresar de buena gana cuando un médico le recomienda pro- longar su estancia debido a un resfriado. Las llanuras de Hamburgo y las obligaciones que tiene alli cada vez le interesan menos; pero sobre todo empieza a perder la sensacién de tiempo. En la ausencia de acontecimientos de la montaia magica no cuentan ni el pasado ni el futuro, sino tnicamente la sempiterna rutina de «medir la fiebre, co- mer, la cura de reposo, esperar y tomar el té>. Parece como si el tiem- po se bubiera abolido. Las tres semanas que inicialmente planea pa- sar Castorp en Davos finalmente se convierten en siete afios. Sélo con el ntimero de paginas de la novela ya se puede deducir c6mo el tiempo se acorta y se solidifica en la memoria del protago- nista. Los dos primeros dias en el sanatorio, cuando hay un mundo nuevo por descubrir, llenan tres capitulos, Thomas Mann, que ha- bia viajado mucho, pone en boca de su protagonista: «Mira que es curioso que al principio el tiempo se nos haga tan largo en un lugar nuevo. Es decir... Buieno, no estoy insinuando en modo alguno que me aburra [...]. Pero cuando miro hacia atrés [...], tengo la sensa- cién de evar aqui arriba quign sabe cuanto tiempo [...]». Los dos capitulos siguientes describen lo que Castorp vive en los siete meses siguientes. Y, de nuevo, solo hay dos capftulos dedicados a los seis afios restantes, Siete afios en un instante 153 En un famoso pasaje titulado «Excurso sobre la conciencia del tiempo» dice: «Los grandes perfodos de tiempo, cuando transcu- rren con una monotonfa ininterrumpida, llegan a encogerse en una medida que espanta mortalmente al espiritu, Cuando un dia €s igual que los demas, es como si todos ellos no fueran mas que un tinico dias y una monotonia total convertiria hasta la vida mas larga en un soplo que, sin querer, s¢ llevaria el viento». POR QUE EL CAMINO DE VUELTA SIEMPRE ES MAS CORTO Con su novela La montana mégica, publicada en 1924, Thomas ‘Mann se anticipé a la idea de la investigacién actual: lo que perci- bimos como tiempo es una mera cantidad de informacion. Pero en la cuenta sélo se incluyen aquellos estimulos sensoriales que percibimos conscientemente. Cuantas mds sefiales percibimos del transcurso del tiempo, mds larga estimamos la duracion de un pe- riodo. Si otra cosa capta nuestra atencién (por ejemplo, si explo- ramos un nuevo entorno), no percibimos el curso del tiempo o solo lo hacemos de forma limitada. Cuando parece que el tiempo se acorta, significa que literalmente nos hemos entretenido. Pero retrospectivamente la sensacién de tiempo se construye de forma indirecta a partir de la cantidad de informacion almace- nada en la memoria. Y ésta depende en gran medida de cuantas novedades y cudntos cambios hemos vivido. Asi, Hans Castorp, durante sus primeros dias en la montafia magica, cuando todo le era todavia desconocido, acumuld tantas impresiones como rica es la narracién en detalles. Por este motivo, posteriormente un tiempo rico en impresiones parece mas largo. El efecto inverso también se da en fases de aburrimiento, de las cuales almacenamos 154 EL TIEMPO automdaticamente tan pocos sucesos dignos de mencién como. Castorp durante sus tiltimos seis afios en Davos. La teorfa de la percepcion del tiempo como medida de la in- formacion percibida y almacenada, que se remonta al psicdlogo norteamericano Robert Ornstein, explica muchas peculiaridades de nuestra vida cotidiana.' $i por ejemplo en el coche ponemos rumbo a un destino desconocido, la ida nos parecera mas larga que la vuelta, porque la primera vez registramos atentamente las sefiales al margen de la carretera, mientras que de vuelta a casa ya las conocemos.” Puede comprender esta teoria experimentindolo usted mis- mo. Enséaele a un amigo la litografia de Pieter Brueghel de la pé- gina siguiente y pidale que se acuerde de todo lo que le lame la atencion, No le deje consultar el reloj. Cuando hayan transcurrido quince segundos, vuelva a tapar la imagen; ahora muéstrele du- rante exactamente el mismo rato el cuadrado negro. Si le pregun- ta durante cuanto tiempo ha visto cada imagen, en ambos casos indicara mas de quince segundos; casi todo el mundo se equivoca- ria. Pero sobre todo le diré un perfodo de tiempo més largo en el caso dela escena de Brueghel que en el cuadrado negro; en retros- pectiva el tiempo observando la imagen detallada se ha alargado. El siguiente experimento es sobre la percepcién de tiempo ac- tual. Cuando aparte la hoja al grito de «jAhora!», su sujeto de ex- perimentacién debe mirar la imagen y hacer una seftal cuando se- EL presente se acorta si observamnos el bullicio, tal como lo representé Pieter Brueghel en su grabado en cobre El alquimista, Pero en la memoria el efec- 10 se invierte: entonces el tiempo que hemos pasado con esta litografia se prolonga. En cambio, del cuadrado negro del pintor ruso Kasimir Male- witsch (pdg. 156) slo conservamos en la memoria una tinica informacion. Con ello, en retrospectiva, el tiempo se contrae, ee ape iouemureunmaniate Siete afios en un instante 155 156 EL TIEMPO. guin su opinion hayan transcurrido quince segundos; controle el reloj. Seguramente su amigo abandonaré demasiado pronto en ambos casos, pero de forma inconsciente observard durante més rato la imagen de Brueghel, ya que mientras su mirada vagaba por la imagen més interesante, el tiempo ha pasado més rdpido para él 43Se pueden extrapolar estos experimentos, que se refieren a in- tervalos de tiempo cortos, a las horas de una fiesta, las semanas de unas vacaciones 0 incluso a los aos que Hans Castorp pasé en la montafia magica? En este punto es conveniente un poco de pre- caucién: tanto si observa ambas imagenes, una escena cinemato- grafica interesante o una que no lo es, como si esta conversando agradablemente o esperando aburrido, indudablemente la percep- cién del tiempo reacciona de manera idéntica en todas estas situa- ciones, Sin embargo, si examinamos afios 0 décadas de vida pasa- Siete anos en un instante 157 da, la relacién entre tiempo recordado e informaci6n almacenada, aunque parece plausible, resulta dificil de demostrar cientifica- mente. Aparte de que nadie se deja encerrar durante tanto tiempo en un laboratorio: ningtin experimento puede proporcionar ni por asomo la riqueza de experiencias que acumulamos a lo largo de una semana cualquiera. Y ningdin investigador puede controlar cOmo manejamos estas experiencias (si las recordamos una y otra vez 0 no). Los intervalos de tiempo, tal como los describe La mon- tafia magica de Thomas Mann, y la historia de toda una vida, estan més alla de los limites de los experimentos cientificos. Por lo tan- to, el hecho de que para la vivencia de tales periodos de tiempo im- peren legalidades similares a las del transcurso de segundos y mi- nutos, no es un hecho corroborado, sino sdlo una teoria (si bien convincente). Asi pues, parece que la literatura sabe mas sobre este fenémeno que la ciencia. MAQUINAS DE DESTRUCCION DEL TIEMPO Thomas Mann, pero también el teorico Ornstein, se imaginaron la relacién entre tiempo vivido y recordado como el vaivén de una mecedora: si el presente es interesante y parece discurrir répida- mente, somos recompensados con unos recuerdos més ricos. Pero siel presente se alarga como un chicle, después parece acortado en la memoria. Sin embargo, hoy en dia tenemos medios casi perfectos para deshacernos del tiempo en el presente y para quitarlo de la memo- ria. Cualquier telespectador conoce el efecto. Mientras vemos la tele y «zapeamos» entre los diferentes programas, nuestros senti- dos estan atrapados por la corriente de imagenes que cambian ré- pidamente. La tarde pasa volando. Pero si un par de dias mas tar- 158 EL TIEMPO. de queremos recordar esas horas, parecen haber desaparecido sin rastro: Jo que vimos en la tele tenfa tan poca importancia para no- sotros que el cerebro no ha grabado nada en la memoria, Las ima- genes con las que fue bombardeado han hecho desaparecer el tiempo en el presente, y su intrascendencia ha eliminado el tiem- po en la retrospeccién. Se trata de un efecto de la television y otros medios que a me- nudo pasamos por alto: no sélo cuestan tiempo, que quiz4 se po- dria vivir mas intensamente, sino que también creamos una zona sin recuerdos. Cargando las tintas, el entretenimiento electronico reduce la vida. Mas dramitica es la «Paradoja de la televisién», que el socidlo- go de Jena, Hartmut Rosa, denomins el encogimiento del tiempo, y que se puede percibir cuando se entretiene usted con un juego de ordenador. Este tipo de juegos est4n concebidos para cautivar to- talmente la atencion. En el mejor de los casos, notaré lo répido que pasan las horas por el hambre o porque su cényuge protesta. Pero mds alld de un par de animaciones y quizds alguna que otra sensa- ci6n de éxito, no recordara nada; es como si un agujero negro hu- biese engullido este trozo de su vida. ‘UNA HORA NO ES SOLO UNA HORA Siempre hay algo de pérdida, Cuanto més lejano esté un lapso de tiempo, més corto lo estimamos, Sino ha sucedido nada especial, la semana que acaba de pasar ocupa més espacio en nuestra me- moria que la pentiltima semana o incluso una semana de hace un afio. ;Dénde sc ha quedado el tiempo perdido? Se ha extinguido con todos los pequefios sucesos que ya no recordamos. 3Puede rea- nimarse? i i i Siete afios en un instante 159 Esta cuestién fue el punto de partida de uno de los grandes ex- perimentos a todas luces de la literatura universal. El poeta Marcel Proust, que vivié desde 1871 hasta 1922 en Paris, conocié ya dejo- ven un pensamiento del filésofo también francés Henri Bergson. Este creia que existian dos clases de tiempo, que apenas ten{fan nada que ver entre si: el tiempo de los relojes, estrictamente ha- blando el movimiento de las agujas, y ¢l tiempo de nuestra con- ciencia, que Bergson denomin6 la «duracién». Este tiempo verda- dero s6lo podia percibirse intuitivamente y era objeto de nuestro mundo interior personal. Proust desarrollé las ideas de Bergson atin més, logrando tras- ladar a Jo terrenal las especulaciones metafisicas del filésofo. Si para las personas el tiempo se compone de la materia de los recuerdos, reflexions el escritor, entonces deberia ser posible poder resucitar de nuevo los afios transcurridos a lo largo de una vida, desenterran- do los tesoros de Ja memoria. Lo prob consigo mismo. En el afio 1912, un Proust aquejado de asma se encerré en una habitacion ais- lada y oscurecida con placas de corcho que apenas abandoné hasta su muerte, En este refugio emprendis la busqueda del tiempo per- dido. Asi reza el titulo de su novela, en la que a lo largo de casi 5.000 paginas pasa revista a su vida y su época. Proust sacrificé los tiltimos anos de su vida para volver a descubrir los primeros. Durante este proceso desarrollé una idea muy propia sobre el valor de un recuerdo. Porque en su opinién no se trata tanto de las vivencias que salen de inmediato a la superficie cuando recordamos el pasado, sino de los innumerables pequefios acontecimientos que hemos percibido y a los que no hemos concedido significado. Cual- quier investigador moderno de la percepcién del tiempo estaria de acuerdo con el poeta en este punto: la mayoria de las veces el cere bro analiza estas sefiales de manera inadvertida para extraer de ellas una idea de un espacio temporal. En la retrospeccién, Proust queria 160 EL TIEMPO dedicar toda su atencidn a estos «recuerdos instintivos», tal como los llamaba. Asi logré reanimar de nuevo el pasado. Y puesto que todo recuerdo que creemos enterrado esta vinculado a su vez a otros recuerdos, a lo largo de la busqueda cada vez ven la luz nuevas vivencias. Bl resultado: el tiempo que crefamos perdido se alarga y, en la plenitud de sus detalles, adquiere una belleza nunca antes per- cibida. Por este motivo, el lector percibe el tiempo de manera total- mente diferente en Proust que en la lectura de La montafta mdgi- ca. Thomas Mann describe los acontecimientos en el sanatorio suizo de enfermedades pulmonares de manera similar a como el propio protagonista los explicarfa de memoria. Por consiguiente, el tiempo se alarga y se comprime como estamos habituados a que lo haga nuestra propia memoria, En La montafia mdgica, el pasa- do ha acabado para siempre. Por el contrario, leer a Proust es como yer una pelicula a cémara lenta. Escribi6 que el tiempo de nuestra conciencia es una rica realidad llena de percepci6n senso- rial y sentimientos: «Una hora no es sélo una hora; es una vasija colmada de aromas, sonidos, planes y estados de dnimo...».? ATRAVESAR EL UMBRAL DEL MOMENTO. Pero jc6mo se origina la facultad de poder volver a devanar lo que ya ha sido? El ser humano necesita casi una década para desarro- lar el sentido del tiempo. Para los recién nacidos el pasado y el fu- turo son algo desconocido; y no sélo porque todavia no sepan nada del mundo. B I cerebro de un bebé tampoco esta dotado para poder hacer algo con «antes» o «después» o para poder percibirlos intervalos de tiempo. Cuando un bebé viene al mundo, cada mo- mento es una eternidad para él. a Siete afos en un instante 161 Después empieza a levantarse paulatinamente el yelo que lo separa del futuro y del pasado. Al principio sélo se abre un dimi- nuto resquicio. Ahora el bebé puede percibir fracciones de un se- gundo, mientras que todo lo que sucede antes y después continua 1 nifio ya no es un prisionero del momento. Pero hasta que una per- en la oscuridad, Y no obstante ha dado un gran paso adelante: sona puede mirar atrés y planear con antelacién los minutos, los dias, las semanas, pasa més de la mitad de su niftez, Més adelante aprende a utilizar estas experiencias: calcular el tiempo, distribuir- lo, planificar el futuro, recordar, As{ pues, podemos entender la vida como la ascension a una cima del tiempo, en la que el hori- zonte se amplia ostensiblemente. Marcel Proust pone en boca de su narrador las siguientes pa- labras al final de su novela: «Me mareaba cuando visualizaba tan- tos afios debajo de mi y, a pesar de todo, dentro de mi». El prota- gonista ve el pasado «como si las personas estuviesen agachadas sobre zancos vivos, que no cesaran de crecer, a veces incluso més altos que una torre». LA PRUEBA DEL OSITO DE PELUCHE La conquista del tiempo empieza con un sentido del ritmo, tal como se ha puesto de relieve en los tiltimos afios. Con tan solo un mes los lactantes ya pueden reconocer sonidos que han escuchado varias veces. Segtin algunos experimentos ya pueden ofr sila lon- gitud entre dos tonos diverge dos centésimas de segundo. Con menos de medio aiio ya pueden distinguir ritmos complejos. En experimentos, bebés norteamericanos de esta edad distinguieron los complicados ritmos de la musica tradicional macedonia (una tarea en la que los adultos, a menos que provengan de los Balca- 162 EL TIEMPO nes, casi siempre fracasan).° Y con siete meses los nifos pueden aprender un ritmo también sin tonos: si los padres dan saltos con su bebé al compas de una marcha o un vals, después el bebé reac- ciona cuando vuelve a escuchar el ritmo en la misica.* Por lo visto, esta aguda percepcién prepara a un nifio para po- der aprender a entender la lengua. Con ello se demuestra como ya poco después del nacimiento el manejo de breves periodos de tiempo nace de los mecanismos cerebrales responsables del movi- miento y el lenguaje. Pero a esta edad un bebé todavia vive en el presente inmediato. No tiene recuerdos conscientes ni puede pla- near acciones. Hace lo que le viene a la cabeza en ese instante; si el propésito fracasa, se olvida. Para proponerse algo para el futuro, un bebé deberfa reprimir su impulso para no llevarlo a cabo de in- mediato y ademds recordar la intencién en la memoria de trabajo. Ambas cosas (control de los impulsos y memoria de trabajo) su- ceden en los ldbulos frontales del cerebro, que durante el primer medio afio de vida todavia no estan totalmente desarrollados. Y puesto que la memoria de trabajo, como hemos visto, también es necesaria para percibir lapsos de tiempo de un par de segundos de duracién, un nino de esta edad todayia no puede tener sensacion de tiempo. A los nueve meses el futuro aparece en el horizonte por pri mera vez: de promedio, el bebé puede esperar unos seis segundos antes de llevar a cabo un propdsito (o empezar a gritar). Ahora ha sobrepasado el area de influencia del momento. Con diez meses ya puede prever unos diez segundos,’ El ser humano obtiene una verdadera comprensién del «an- tes» y el «después» con un afio y medio. Para demostrar este pro- greso se necesitan dos paftuelos y un osito de peluche. $i esconde- ‘mos el osito de peluche debajo del primer paftuelo ante los ojos de un nino, después lo hacemos desaparecer bajo el segundo pafiuelo Siete afios en un instante 163 con la mano vacia y sacamos de nuevo la mano todavia vacia, el nifio es suficientemente listo para buscar bajo el primer paiiuelo. Si por el contrario sacamos de nuevo de manera claramente visi- ble la mano con el animal de peluche de debajo del primer pafiue- Jo y escondemos el objeto bajo el segundo paituelo, el nino busca- r4 allf. Para solucionar bien esta tarea, su pequena cabeza debe almacenar los conocimientos sobre el orden de las acciones.* Los nifios mas pequeitos buscan bajo el pafiuelo equivocado. Con aproximadamente un afio y medio, los nifios y las ninas crean ade- mas sus primeros recuerdos conscientes. Esto s6lo es posible por- que los lébulos frontales siguen madurando.? PIONEROS EN UN CONTINENTE VACIO Con cuatro afios los nifios ya pueden recordar un dia entero. Pueden ordenar tarjetas con dibujos de personas que se levantan, se lavan los dientes, salen de casa, cenan y se acuestan, correcta- mente. Con ello son capaces de crear por primera vez recuerdos con- secutivos. Cosa que hay que agradecer al desarrollo de las neuro- nas cerebrales, cuyo crecimiento alcanza su punto dlgido. Con cuatro afios, las células grises estén presentes con tal densidad y entrelazadas de manera tan variada en la mayoria de las regiones como nunca mis lo estaran a lo largo de la vida. A partir de este momento empieza el desbroce con el que el cerebro gana en es- tructura pero pierde en capacidad miltiple. Es probable que la joven memoria también se empape tan ré- pidamente de impresiones porque todavia esté vacia. Por este mo- tivo, el ritmo al que un nifio graba en su memoria lo nuevo puede er mucho mis elevado que en los afios posteriores. Los primeros 164 EL TIEMPO recuerdos conscientes son como los primeros colonos de una tie- rra hasta entonces despoblada; pueden moldearla, Los que lleguen mis tarde deberdn adaptarse a la red de conexiones tejida a partir de los recuerdos ya existentes. Esto resulta més dificil cuantos més recuerdos tiene una persona, es decir, cuanto més densa es su red. Fl neurocientifico norteamericano James McClelland pudo de- mostrar con ayuda de experimentos y también célculos modelo que la predisposicion del cerebro a memorizar nuevas vivencias forzosamente debe disminuir con el transcurso de los afios."” Hace tiempo que hemos olvidado los maletines con los que hemes ido a trabajar y de viaje a lo largo de décadas. Pero sabe- mos muy bien de qué color era nuestra primera cartera para ir al colegio. Se trata del «efecto de reminiscencian: si preguntamos a las personas de qué fases de su vida guardan la mayoria de las im- presiones y las més fuertes, casi siempre son de los 4 a los 20 afios. Esto se confirma al ofrecer palabras clave a sujetos de expe- rimentacién en experimentos controlados y contar cudntos re- cuerdos les vienen a la cabei "En Ja novela de Marcel Proust, la nifiez y la adolescencia también Henan més de una tercera parte del total de mas de 4.000 paginas. Y no hay nada que el poeta na- tre tan plasticamente y bajo una luz tan hechizada como el en- torno en que crecié su narrador: las matas de espino albar entre las que la familia da sus paseos; el campanario de la pequefia lo- calidad de Combray; las comidas de los padres con invitados, de las que echan al chico. Pero aunque la memoria consciente tenga un rendimiento récord en la nifiez, a la persona que esta creciendo todavia le fal- ta toda sensacién del paso del tiempo. Si producimos dos soni- dos con un intervalo de un par de segundos y le pedimos a un nifio que reproduzca la secuencia de sefiales, obtendremos un re- sultado totalmente casual. Aunque un nino de 5 anos puede re- Siete afios en un instante 165 producir una duracién de un segundo, fracasa con intervalos més largos.!?¥ hasta que no estan en la escuela primaria, cuando ya hace tiempo que dominan la lectura y la escritura, los nifios no aprenden a hacerse una idea aproximada de cuanto dura un minuto.” El presente sigue predominando todavia durante afios. Lo que esté mas alla de los proximos dos minutos as{ como de los dos an- teriores existe para un alumno de primaria, pero en un lugar inde- terminado, inalcanzable. Quien haya realizado en alguna ocasién un trayecto largo en automévil con una nifia o un nifio de esta edad conoce la pregunta que se repite a cada instante: «;Cudnto falta?» (De pequefios, mi hermano y yo incluso nos inventamos un nombre para este fenomeno, Denomindbamos «zona engafiada» a la regién que atravesabamos a menudo en coche de camino a casa de los abuelos en Innsbruck. En realidad, la «zona engafiada» de- beria Tlamarse «zona engafiosap: lo fastidioso era que estaba tras la entonces todavia existente garita de la frontera alemano-austriaca, lo que despertaba la esperanza de que el trayecto acabaria pronto. Habiamos llegado a la tierra donde vivfa la abuela. Y, sin embargo, cada vez nos dabamos cuenta de que la casa de la abuela estaba muy lejos, a un largo intervalo de tiempo todavia inimaginable Para nosotros.) Asi pues, la propia ninez nos demuestra que la percepcién de perfodos de tiempo més largos es una estructura muy complicada de nuestra razon. Y todavia mas tarde que la capacidad de calcular duraciones se desarrolla una idea abstracta del tiempo. El psicolo- go Jean Piaget, que estimulado por Albert Einstein fue uno de los primeros en investigar el desarrollo del concepto de tiempo en los ninos, mantuvo la siguiente conversacién con un nino de nueve 166 EL TIEMPO Piaget: ;Cuanto tardas de la escuela a tu casa? Nifto: Diez minutos. Piaget: Y si corres, ses més rapido o mas lento? Nifio: Més rapido. Piaget: Por lo tanto, jtardas mds o menos tiempo? Nifio: Més tiempo. Piaget: ;Cudnto més? Nifto: Més de diez minutos.'* Hasta aproximadamente los 13 afios, con el inicio de la puber- tad, segtin Piaget, los nifios no son capaces de manejar con total correccién los conceptos «antes» y «después», «duracién mas lar- ga y més cortan. Piaget fue criticado por muchos investigadores posteriores, porque extrajo sus conclusiones més de conversacio- nes que de experimentos. Pero nadie niega que una idea del tiem- po no es en absoluto innata; la aprendemos laboriosamente. REFORMAS EN LA CABEZA Hasta que no llegan a la pubertad los nifios no pueden percibir el lapso de tiempo de toda una vida. Mirando hacia adelante, | muerte les parece una posibilidad abstracta, pero infinitamente alejada, Apenas pueden imaginar que la propia vida pudiera aca- barse alguna vez. No obstante, el manejo de los conceptos tempo- rales ya no representa una dificultad para el adolescente. Ha inte- riorizado que no podemos yer ni tocar los minutos y los meses, pero que determinan nuestra vida. Pero estos conocimientos y capacidades no son precisamente una fuente de bienestar. A menudo durante la pubertad nos pare- ce que el tiempo esta hecho de hormigén. Un aburrimiento hasta Siete afios en un instante 167 entonces desconocido y que después jamés volveremos a sentir de manera tan tertorifica invade de vez en cuando todo nuestro ser. E] presente es insoportable; queremos escapar sin saber adénde. A veces nos gustarfa matar el tiempo cayendo en un suefio profundo permanente para no despertar hasta la tentadora edad adulta. Otros dias nos parece inconcebible que hayamos podido estar tan malhumorados. La desgana se ha esfumado, la vida nos parece una embriaguez de colores, sentimientos y descubrimientos. Y en- tonces, con el primer amor, se rompe el inmovilismo. Casi parece como si se hubiese reactivado la sensacién de tiempo de un recién nacido, como si sélo contase el momento (de no ser por la presen- cia de la nostalgia cuando él 0 ella estan ausentes). Todavia no se ha investigado suficientemente lo que provoca las extremas oscilaciones de la sensaci6n de tiempo en los adoles- centes. Con seguridad, los cambios en el sistema hormonal alteran los sentimientos y las experiencias; con ello, las escalas de referen- cia temporales también se ponen en movimiento. Ademiés, ¢s pro- bable que la forma de vivir el tiempo en la pubertad se-vea direc- tamente afectada por las reformas en el cerebro. Entre los 12 y los 18 afios, las células grises experimentan su segundo empujén de crecimiento. Ahora la densidad de las conexiones no es tan grande como en la nifiez, pero la cabeza y con ella el volumen cerebral ha crecido, asi que los adolescentes poseen més neuronas de las que jamés han tenido o tendrén en Ja vida. Ademds, en regiones cere- brales importantes madura la denominada sustancia blanca: las células grises se recubren con una capa aislante, de aspecto blan- quecino, compuesta de la sustancia lipidica mielina. Lo que acele- ra el intercambio de sefiales en la cabeza. Los trabajos de modificacién y reforma tienen lugar sobre todo en los lobulos frontales, por lo tanto, en la parte del cerebro encar- gada del control de los sentimientos, de la memoria de trabajo, de 168 EL TIEMPO la planificacion de nuestros proyectos y también de la sensacion de tiempo. Esto podria explicar, como minimo parcialmente, por qué los adolescentes no sélo son impulsivos, irritables y desenfrenados, sino también por qué su sensacién de tiempo es tan inestable. Otra zona de desarrollo vertiginoso es el cerebelo, responsable del con- trol de los movimientos. Ahora alcanza su maxima expansién; el investigador del cerebro norteamericano Jay Giedd también ad- vierte de que practicamente toda carrera deportiva exitosa ha em- pezado con un entrenamiento intensivo en la pubertad. Pero al mismo tiempo, como ya hemos visto, el cerebelo desempefia un papel importante en la percepcién del tiempo." ESCASEZ DE TIEMPO A los pocos afios después de la pubertad nos llega la época atin densa de las pris dias no son mas largos. Por lo tanto, el futuro inminente siempre as. Las obligaciones son cada vez mds, pero los nos parece como una maleta en la que hay que meter apretada- mente mucho mas de lo que cabe en ella. Fl adulto intenta domi- nar el tiempo con relojes y calendarios, pero sobre todo intenta te- ner bajo control a aquellas personas que requieren su atencion. Las horas que en la adolescencia nos parecfan interminables se convierten en un bien escaso. Debemos elegir. Hacemos menos amistades porque somos reticentes a regalar nuestras tardes a una persona que posiblemente resulte ser aburrida 0 un pelmazo. Al mismo tiempo el horizonte de nuestra vida se ha ampliado de nue- yo: en direccién al pasado, porque cada vez podemos pasar revista a més aiios; y con la mirada puesta en el futuro hemos tomado con- ciencia de que nuestras posibilidades ya no son ilimitadas. Casi siempre es el factor tiempo lo que nos impide dejar que nuestros Siete afios en un instante 169 anhelos se hagan realidad. Un cuarenton, reconocido como cientifi- co, todavia puede adquirir las habilidades y los contactos para con- yertirse en un director teatral de éxito. Pero empezard a echar cuen- tas sobre si los diez afios que precisa para consolidarse en la nueva profesién no estarian mejor empleados en su trabajo habitual. COMO EN EL COCHE DE CARRERAS. EN LA RECTA FINAL Con los afios las personas acostumbramos a hacer un descubri- miento inquictante: cuanto mayores nos hacemos mas rapido pa- rece que pasa cl tiempo. La distancia entre Navidad y nuestro cumpleafios, por ejemplo, que en la niftez parecfa tan intermina- blemente larga, hoy en dia se evapora en un abrir y cerrar de ojos. Y no se debe tinicamente al hecho de que las fiestas ya no signifi- can tanto para nosotros como en aquel entonces: todos los acon tecimientos se juntan cada vez més; como si estuvi¢ramos senta- dos al volante de un coche de carreras que acelera més a medida que su trayecto se acerca a la meta. Los psicdlogos han intentado justificar este fenémeno con el hecho de que medimos el tiempo recordado segiin la longitud de nuestra vida hasta la fecha. Por lo tanto, los afios de la nifiez pare- cerian muy largos, porque cuando somos pequefios todo nos pa- rece grande. Desgraciadamente, no existen pruebas que corrobo- ren esta poética explicacién. También es poco sélida la teoria que se oye a menudo de que existe un reloj interno en direccién a la muerte cuyo tictac es cada vez més lento.!° Es mucho més probable que la aceleracién del tiempo interior alo largo de una vida esté relacionada con la funcion de la memo- ria, Del mismo modo que a Hans Castorp le parece que el tiempo 170 EL TIEMPO cada vez es mas corto cuanto més tiempo pasa en la montafa ma- gica, nosotros percibimos un periodo de nuestro pasado compri- mido con mayor densidad cuantas menos escenas podemos retirar de la memoria. Pero spor qué a menudo las personas recordamos mas cosas de la juventud que del pasado reciente? sNo deberan estar més apaga- dos los recuerdos més antiguos y los mas nuevos, en cambio, estar mis frescos y ser mas abundantes? El efecto de reminiscencia antes descrito y bien probado explica por qué sucede justo lo contrario: en losafios mas jvenes el cerebro graba mas impresiones en la me- moria. Y precisamente estos recuerdos mas tempranos son los que después apenas estén expuestos al olvido. La cuestién de si una ex- periencia sobtevive al tiempo en la memoria se decide exactamen- te al principio. Si un recuerdo ha podido conservarse durante los primetos afos, lo normal es que lo guardemos para siempre. Por este motivo, incluso los abuelos de 80 afios pueden explicar anéc- dotas sobre su juventud como si hubieran sucedido ayer. Ademés, tenemos un buen motivo para grabar en nuestra me- moria las vivencias de la juventud, cuando el mundo todavia era nuevo, puesto que posteriormente nunca hemos vuelto a experi- mentar tantos cambios. Los primeros besos sélo existen una vez. Pero cuantos ms conocimientos generales acumulamos, menos recuerdos nuevos se conservan en la memoria (serfa un derroche de capacidad cerebral volver a grabar en la memoria cosas a las que hace tiempo que estamos acostumbrados, pero con leves va- riaciones). Sin embargo, cuantos menos recuerdos hemos conser- vado de un periodo, més corto nos parece en retrospectiva. Asi pues, que con la edad los afios transcurran cada vez més répido es el precio que pagamos por aprender, Mas adelante hay que aiadir el hecho de que el cerebro enve- jece. En la séptima década de vida la masa cerebral empieza a dis- Siete afios en un instante 17 minuir; cada afio se reduce entre un 0,5 y un 1%. El riego sangui- neo y la aportacién de oxigeno del cerebro también empeoran de forma progresiva. Los Iébulos frontales son los mas afectados; y alli caducan precisamente las partes del cerebro responsables de la memoria fuente.”’ Por este motivo, a las personas mayores les re- sulta considerablemente mas dificil recordar de dénde han sacado una informacién. Pero tal como se describfa en el capitulo ante- rior, esta capacidad es justo la que se necesita para orientarse en el tiempo. Sila memoria fuente no es fiable, ya no es posible ordenar correctamente lo vivido; el pasado pierde su orden. En la vejez, la memoria fuente se debilita sobre todo para acontecimientos que deben grabarse de nuevo en la memoria, Mientras que las perso- nas mayores suelen recordar muy bien los acontecimientos de su javentud, curiosamente los recuerdos de los ultimos afios pierden nitidez. La escala del tiempo pasado se va desdibujando de mane- ra progresiva. William James, el pionero de la psicologia estadounidense, es- cribié con melancolia: «Durante la juventud, cada hora del dia vi- vimos subjetiva u objetivamente una experiencia nueva. [...] Los recuerdos de ese tiempo son complejos, abundantes y detallados. Pero a medida que pasan los aiios, estas experiencias se convier- ten en rutina, que apenas notamos. Los dias y las semanas se tor- nan superficiales [...] y los afios se vuelven vactos y se desmoro- nan».!® COMO EVITAR EL TIEMPO EN LA VEJEZ No es necesario verlo todo tan negro como James, que siendo como era uno de los grandes en su especialidad, vivia atormenta- do por numeros depresiones. Si la explicacién del efecto de re- 172 EL TIEMPO miniscencia es correcta, podemos influir en Ja extensin con la que vivimos el tiempo en retrospectiva. Ya que, como por un lado, el recuerdo no esté en absoluto fija- do, podemos cuidarlo. La memoria todavia se puede consolidar en la yejez avanzada. Quien conscientemente también recurra a ella para los acontecimientos de los afios posteriores, la fortalecerd. Especialmente los diarios y, sobre todo, las fotos ayudan a con- servar las dimensiones profundas del tiempo, puesto que el cere- bro que estd envejeciendo necesita recursos mnemotécnicos. Las personas mayores se desenvuelven especialmente mal en las prue- bas donde primero deben aprender de memoria una lista de pala- bras y después repetirla (o también al recordar esponténeamente qué sucedié ayer o hace una semana). Si, por el contrario, se trata de ejercicios de reconocimiento, en los experimentos obtienen casi tan buenos resultados como las personas més jovenes. Aunque no puedan recordar libremente una determinada palabra, enseguida se acuerdan de la conexi6n correcta cuando la ven. Por este moti- vo, Daniel Schacter, investigador de la memoria de la Universidad de Harvard, aconseja que apuntemos con lépiz una parte de nues- tras vivencias 0 que las grabemos con una camara. A partir de es- tos puntos de referencia para la memoria fuente resulta mucho més facil reavivar el tiempo pasado. Por otro lado, podemos hacer mucho para conservar la capa- cidad de rendimiento de las células grises. La rapidez con la que el cerebro envejece depende en gran medida de cudnto lo estimula- mos. El entrenamiento mejora la funcionalidad de las neuronas y con ello también la razén hasta bien entrada la vejez; asi lo han de- mostrado grandes investigaciones durante los tiltimos afios.!? Las personas mayores que asisten de forma periédica a cursos de aprendizaje obtienen resultados considerablemente mejores en las pruebas de memoria que sus coeténeos menos activos; el simple Siete afios en un instante 173 hecho de hacer crucigramas tiene un efecto mensurable.” En per- sonas de avanzada edad la actividad mental incluso evita la irrup- cién de la enfermedad de Alzheimer. Hasta cierto punto los estimulos pueden incluso hacer retro- ceder la decadencia mental. Claro que es mejor no llegar tan lejos, puesto que un cerebro infraestimulado ya empieza a debilitarse al- rededor de los 40; aunque las consecuencias no aparezcan hasta mis tarde.*! Quien, por el contrario, mantenga ocupado el inte- lecto durante toda su vida tiene bastantes probabilidades de enve- jecer con la memoria intacta. También sufriré menos que los de- mis el efecto de que el tiempo empiece a pasar volando en la vejez. Los ultimos afios transcurren més despacio para aquellos que es- tin mentalmente activos. Yn tltimo lugar, no existe ninguna ley de la naturaleza que dicte que tinicamente experimentamos cosas nuevas durante la juventud. Si para Castorp, el protagonista de Thomas Mann, la mayoria de sus afios se acortan como si fueran apenas un momen- to, porque eran muy pobres en acontecimientos, entonces tam- bién es valido lo inverso: cuanto mas variados y ricos en impresio- nes sean los afios, mas extensos son. Quien observe en retrospectiva un cambio decisive en su vida, sentiré que el periodo anterior y posterior se ha prolonga- do, como si el tiempo hubiera hecho una serpentina, Por ejem- plo, el nacimiento de un hijo estira la propia vida en la memoria de los padres practicamente hasta el infinito: parece que los dias previos a la llegada del bebé estén en una época lejana, apenas imaginable. Los cambios pueden experimentarse hasta bien entrada la ve- jez. Konrad Adenauer fue nombrado Canciller Federal con 73 afios; incluso el ya citado Nelson Mandela fue elegido Presidente de Su- dafric con 76, En la medida en que como adultos también abri- 174 EL TIEMPO mos nuevos horizontes, creamos forzosamente recuerdos nuevos; y enriquecemos el tiempo que recordamos. El narrador de La mon- tana magica lo expresa asi: «Sabemos perfectamente que introducir cambios y nuevas costumbres ¢s el tinico medio de que dispone- mos para mantenernos vivos, para refrescar nuestra percepcién del tiempo [...]» DONDE LOS ANOS NO CUENTAN ‘Asi pues, vivimos en dos clases de tiempo que fluyen en la misma direccién, pero con velocidades totalmente distintas: la edad exte- rior se cuenta segiin los afios naturales. Sin embargo, la masa de tiempo que recordamos resulta tinicamente de nuestra historia. Si dos personas celebran su cincuenta cumpleaios, puede muy bien ser que una recuerde el doble de experiencias que la otra. Su vida hasta la fecha no solo le parecera mas rica, sino también el doble de larga. Entre los reclutas es costumbre colgar una cinta métrica en el cuarto y acortarla un centimetro cada dia a medida que la jura de bandera esté mds préxima. En el mundo occidental contamos nuestros afios con la misma terquedad. No importa lo que haya sucedido, cuando cumplimos 51 aiios, celebramos una gran fie: ta. Pasados 10 0 como maximo 15 afos nos jubilamos, aunque la salud nos permitiria continuar en activo sin problemas. Asf, la sociedad también se encarga de que la vida se acelere a su fin, en- viando a sus miembros a la vejez segtin lo programado. Las per- sonas que hoy en dia se retiran de su profesién todavia tienen por delante dos décadas de vida por delante. Todas estas personas se ven sumidas en una situacién con la que, en comparacién, una estancia en la montafia magica seria mds bien entretenida (los Siete aitos en un instante 175 mas de 7.000 dias de jubilacién deben de parecer al final como uno solo). El antropélogo briténico Meyer Fortes documento como las sociedades podrian tratar la edad de manera totalmente distinta. En el pueblo Ashanti de Africa Occidental, por ejemplo, los atios apenas importan (Jo que se demuestra en el papel que cada cual desempefia en la comunidad). Las personas conviven en grandes grupos en casas alargadas; el cabeza de familia pose una posicién destacada: los mantiene a todos unidos y los representa en el exte- rior. Hay tantos cabezas de familia de entre 20 y 30 afios como hombres y mujeres de entre 40 y 50 (una edad avanzada para las condiciones de vida de los Ashanti). Por lo tanto, la posicién no depende de la fecha de nacimiento, sino inicamente de los com- promisos que cada uno haya adquirido con la comunidad y de la prosperidad lograda.? En Europa medimos la edad por el néimero de veces que la Tierra ha dado la yuelta al sol desde nuestro nacimiento. En cam- bio, las culturas que equiparan la edad con la sabiduria se dejan evar por la sensibilidad de un tiempo interior: no son los afios pasados, sino tnicamente las experiencias las que hacen que hom- bres y mujeres scan sabios. PARTE II UTILIZAR EL TIEMPO 9 La droga de la velocidad 3Qué ritmo soportamos? «Ahora todo es ultrarrépido. comprende el elemento en el que flota y acta. [...] Los jévenes son .| La gente ya no se conoce, nadie arrastrados [...] por el remolino del tiempos la riqueza y la veloci- dad son aquello que el mundo admira y a lo que la gente aspira, Todos los posibles alivios de la comunicacién, en los que se basa el mundo ilustrado, son un exceso [...].» Al parecer, el autor de estas Iineas es victima del continuo bom- bardeo de correos electrénicos; quizd también lo torture una de esas espantosas centralitas telefénicas que, en medio de una con- versaci6n, anuncia la siguiente llamada con pitidos. ;O le zumba la cabeza porque sus hijos lo han arrastrado hasta el televisor y lo han obligado a ver un par de clips absurdos dela cadena MTV? Nada de eso: el escritor es Johann Wolfgang von Goethe. En una carta a su amigo, el compositor Zelter, se queja ademas de «los trenes, el co- rreo urgente y los barcos de vapor». Esto fue en 1825." Desde entonces se viaja cien veces més rapido y la comunica- cion es diez millones de veces mas veloz. La carta, que tardé mas de una semana en egar a Berlin, donde Zelter residia, hoy en dia habria llegado a su destino en cuestion de segundos como correo electronico. Viajar a Italia es cuestién de un par de horas. Y el tren de alta velocidad aleman incluso tiene parada en Weimar. 180 EL TIEMPO Si Goethe ya se quejaba del ritmo de su tiempo, sno tenemos nosotros toda la razon para hacerlo? Sea como sea, el poeta dice exactamente lo que piensa la mayoria de los alemanes: un 67 % de los ciudadanos alemanes cree que «el ajetrco constante y la intran- quilidad> son los mayores desencadenantes del estrés.? Podemos notar a la perfeccién en qué medida se ha acelerado el ritmo vital en estos tiltimos aitos fijandonos en las cosas supuestamente pequeiias de nuestra vida cotidiana: fotocopiadoras con una capacidad de im- presién de treinta hojas por minuto; proveedores de Internet que atraen a sus clientes con unas conexiones donde las paginas se car- gan um par de décimas de segundo més deprisa que en la compe- tencia; cafés autoservicio que ofrecen sus bebidas calientes «para llevar». Una taza de café, que para generaciones de europeos ha su- puesto una ocasién para entablar conversaci6n y para disfrutar, se convierte en algo anacrénico; en su lugar, nos acostumbramosa tra- gar estimulantes de un vaso de pléstico mientras andamos. Cualquier pelicula un poco antigua que den en la televisién nos hace tomar conciencia de la medida en que se ha apresurado no sdlo nuestro modo de vida, sino también la percepcién. Los atrevi- dos montajes del clasico de ciencia ficcién de Stanley Kubrick «2001: Odisea del espacio», con su aparicién en el aio 1968, pusie- rona prueba los limites de los habitos visuales de los cineastas. Hoy en dia, con los mismos enfoques, donde las naves espaciales se des- lizan por el universo al ritmo de muisica clasica, casi perdemos la paciencia, La accién avanza con demasiada lentitud. Cuando en 2003 se montaron de nuevo para el cine algunos capitulos del clé- sico de la televisién alemana rodado hace 30 afios «Raumpatrouille Orion» (Patrulla espacial Orion), los productores también acelera- ron casi al doble la velocidad con la que Orion despega de su base de origen. Apenas ningtin antiguo fan de la serie de culto lo noté:¢l ritmo mds répido se ha convertido en algo normal para nosotros. La droga de la velocidad 181 LOS TRES LADRONES DEL TIEMPO aa sensacién de estar sin aliento se propaga. Un par de cifras sobre cl tiempo en el que vivimos: a la pregunta de si crefan vivir con prisa en el trabajo y en su vida privada, en una encuesta realizada en Alemania en 1991, un 25 % de los encuestados contesté que «si», En el afio 2001, en una encuesta similar casi un 35 % de una seleccién representativa de alemanes contesté afirmativamente. Aunque esta comparacién debe interpretarse con cierta cautela, ya que ambas investigaciones difieren ligeramente en cuanto a su método, es indiscutible que existe una tendencia apreciable? En Estados Unidos también se muestran proporciones similares, ha- biendo aumentado la cifra de aquellos que se sienten ajetreados de un 21 a un 30 % entre 1982 y 1996.4 En tan sélo diez afios, en Europa la cantidad de empleados que se quejaban de su elevado ritmo de trabajo aumenté de un 47 a un 16 %. Un 49 % de todos los encuestados se vefa expuesto a plazos muy ajustados en 1990; en el aio 2000 ya era més de un 60%. Y los encuestados estaban de acuerdo en que este ajetreo provoca enfermedades. En comparacion con los empleados que encontra- ban su trabajo suficientemente sosegado, casi el doble de los aje- treados se quejaba de dolores de espalda, tensiones en los hombros y la nuca, lesiones y estrés en general. Las mujeres se ven especialmente afectadas. Entre ellas en ‘Alemania s6lo el 22 % siente pocas veces o nunca que vive aje- treada, mientras que entre los hombres por lo menos un 27 % si- gue disfrutando de una vida tranquila.® Asimismo, cuando una empresa de estudios de mercado realiz6 un amplio estudio para buscar clientes que dispusieran de poco tiempo, un 58 % de este grupo resultaron ser mujeres. A su vez, entre éstas, un 60% tenia h os, Y un 83 % trabajaba.’ Asi pues, la respuesta «no tengo 182 EL TIEMPO. tiempo» se da con mayor frecuencia en la medida en que més y més mujeres luchan por encontrar un equilibrio entre los hijos y la carrera profesional. E] rostro de la necesidad de tiempo es fe- menino. Paradéjicamente, hoy en dia tenemos més tiempo del que ja- més han tenido los seres humanos. Las jornadas laborales de doce horas o m4s son cosa del pasado para la mayoria de los ale- manes; las labores domésticas también son mis sencillas desde que hay lavavajillas y microondas en casi todas las cocinas. Pero sobre todo debido al hecho de que vivimos més, nos hemos con- vertido en presos del tiempo respecto a las generaciones anterio- res, Durante los ultimos 100 aftos la esperanza de vida préctica- mente se ha duplicado. Las nifias nacidas en 1905 llegaban de promedio a los 49 afios; segiin la Oficina Federal de Estadistica, la esperanza de vida para los bebés femeninos que nazcan en la actualidad es de mas de 91 aftos. Hoy en dia, la mayorfa de los europeos llega a su séptima dé cada con buena salud; tendriamos buenos motivos para relajar- nos. Y, en cambio, nos sentimos perseguidos, Aparentemente, la esperanza de vida de la que disponemos tiene poco que ver con que nos sintamos pobres o ricos en tiempo. ;Adénde va a parar todo el tiempo ganado? A menudo ya no nos planteamos con qué queremos llenar el espacio de una vida. Pasa a un segundo plano, mientras dia tras dia nos vemos enredados en més obligaciones de las que creemos poder llevar a cabo. De esta manera, cada vez vivimos mas a corto plazo; s6lo tenemos presentes los objetivos que debemos alcanzar hoy o la préxima semana; o que podriamos no conseguir. Pero scémo surge esta angustiosa sensacién de falta de tiem- po? :Qué significa exactamente «no tener tiempo»? ;Cémo pue- de superarse un ritmo vital cada vez mds rapido? Esta segunda La droga de la velocidad 183 parte del libro pretende analizar cémo manejamos el tiempo es- caso. Trata de aclarar la cuestién sobre si realmente la deficiencia de tiempo es decisiva para la sensacin de ajetreo que atormenta a tantas personas, y llega a la conclusin de que el malestar se ali- menta més bien de otras tres fuentes. El poco tiempo y un ritmo demasiado rapido impuesto desde fuera no son las raices del problema. Lo son tres factores que nacen en nuestra propia vida He dedicado uno de interior: desconcentracién, estrés y desgan: los siguientes capitulos a cada uno de estos tres Jadrones del tiempo y las vias para acabar con ellos; el presente capitulo exa- mina como base la historia y los sintomas de la aceleraci6n a la que nos vemos expuestos. Por cierto, Goethe se las arreglé estupendamente con la velo- cidad de su época que él mismo criticaba. En Poesia y Verdad confiesa: «Puesto que siempre hay tiempo suficiente, si se quiere usar bien, en ocasiones he logrado realizar el doble y el triple». Y prosigue: «Bl tiempo es infinitamente largo y cada dia es un re- cipiente en el que se puede verter mucho, si realmente se quiere Tlenar». UN AZOTE EN EL BOLSILLO DEL PANTALON Para nuestros antepasados en la mayoria de las épocas de la his- toria la falta de tiempo no supuso ningun problema. Segufan sin preguntarse sobre el ritmo que les marcaban el sol, el clima 0 Ia religion; las personas vivian segiin lo que los psiclogos socia- les denominan Normalmente, esto sucedfa 20 veces por hora y atin mas a menudo ocurria el siguiente caso: ja los trabajadores les re- sultaba imposible dedicarse a un tema més de tres minutos de promedio! Silos filtros de la atencion se agujerean, perdemos la capaci- dad de seguir el plan que nosotros mismos hemos elegido. Por este motivo, en un mundo repleto de estimulos, resulta tan difi- cil vivir segin el propio ritmo. Lo que sucede a nuestro alrededor nos obliga a aceptar su ritmo. Seguimos los acontecimientos del mundo exterior como un perrito adiestrado que obedece al sil- bato. Esto no tiene por qué ser desagradable. Siempre y cuando cumplamos més 0 menos con todas nuestras obligaciones, nos sentimos bien: el desencanto no llega hasta més tarde. Todo el dia vamos pitando de una cita a otra y metiendo la pata unay otra vez. Si al cabo del dia nos preguntamos qué hemos hecho realmente con las horas desde por la mafiana hasta por la noche, no hay res- puesta. No hemos vivido impresiones dignas de mencién, sino so- bre todo la velocidad en si. La droga de la velocidad 199 ‘También el regusto se parece al de una droga. Los estupefa- cientes trasladan quimicamente al cerebro a un estado de excep- cién. Lo que sucede exactamente a nuestro alrededor pierde inte- ré5; s6lo cuenta la sensaci6n fuerte que nos embarga. Un dia a toda velocidad tiene un efecto similar. El ritmo produce adiccién. PD. sQué deberiamos preferir: tener tiempo 0 no tenerlo? Pignselo un momento: la respuesta es menos evidente de lo que parece. Cuanto més llenamos el calendario con obligaciones, més incontenible se hace el anhelo de tomarse un respiro. Pero en cuanto la presién de los deberes ha cesado, la inactividad no es mis llevadera, Los neurdlogos y los pacientes que lo suften expli- can el sintoma frecuente de la migrafia del fin de semana: en cuan- to el estrés para, de ningtin modo llega la liberacién, sino el do- lor.® Menos conscientes, pero en cambio més extendidas, son otras sensaciones de vacio: miedo, apatia y una especie de senti- miento de culpa de no saber qué hacer con uno mismo. Estamos malhumorados, nos sentimos solos, empezamos a cavilar. Asi pues, la tan lamentada prisa sdlo es el revés de un senti- miento de vacfo menos agradable atin: a menudo atiborramos nuestros dias con obligaciones para que el tiempo no sea tan lar- go. Mas 0 menos conscientemente no ansiamos una abundancia, sino una falta de tiempo. Nuestra cultura no nos lo pone fécil para encontrar una salida aeste dilema. Hasta la ultima circunvoluci6n cerebral hemos inte- tiorizado que sélo el tiempo lleno es tiempo bueno. En nuestra so- ciedad impregnada por el afin de trabajar, la pérdida de tiempo es considerada el peor de todos los pecados, tal como sefialé el socié- logo Max Weber.” 200 EL TIEMPO En cada pequefia pausa del transcurso del dia metemos a pre- sién una nueva actividad, aunque sélo sea el SMS que escribimos mientras esperamos en la cola de correos, porque no sentimos que esperar y no hacer nada sea algo respetable. En otras partes las personas parecen tener menos dificultades con el aburrimiento. Por el contrario, la inactividad les parece algo muy valioso. Bl psicélogo social Levine advierte de la especial im- portancia que las culturas del Extremo Oriente conceden al espa- cio intermedio entre objetos y actividades.”* Alli donde un occi- dental sélo siente un vacio sin sentido, los japoneses ven «ma» (un espacio «lleno de nada», del que surge una fuerza productiva). Las escuelas espirituales de todas las culturas orientales han extraido recomendaciones practicas de tales conceptos. El maestro Zen ori- ginario de Vietnam, Thich Nath Hanh, lo formula del siguiente modo: «En lugar de decir: “No estés simplemente sentado; haz algo’, deberiamos exigir lo contrario: “No hagas simplemente algos solo siéntate”». Esta propuesta bien merece un intento: por una vez, aband6- nese a no hacer nada. Bastard media hora, Pongase un desperta- dor, apague la radio 0 la televisién y siéntese recto en un sillén. Puede dejar los ojos abiertos 0 cerrarlos, como desee, Observe lo que sucede. Sdlo su respiracién se mueve. Le vienen pensamientos a la mente; los percibe, pero no sigue el hilo. Recuerda obligacio- nes, pero simplemente debe apartarlas. Nota rabia por haberse de- jado enredar en este experimento, ¢ impaciencia. ;Cuantos minu- tos habrén pasado ya? La necesidad de consultar el reloj es cada vez més apremiante. Pero mirar el despertador es tabtt y ademas imutil, puesto que de todos modos el tiempo transcurre més lenta- mente de lo que piensa. Todavia le queda mucho, Al cabo de un rato se siente relajado, posiblemente incluso satisfecho de no tener que hacer nada por una vez. Con las respiraciones también pasan La droga de la velocidad 201 los minutos: puede mirar al vacio cara a cara. En algin momento el despertador lo devolvers a su vida cotidiana. Asi puede percibir el tiempo simplemente prestando atenci6n. El poeta francés Hervé Bazin escribe: «No fluye el rio, sino el agua. No pasan los aftos, sino nosotros» 10 La abundancia de la vida Por qué nos resulta tan dificil concentrarnos en algo y como aprender a hacerlo El tiempo es siempre escaso. Desde primera hora de la manana hasta la noche los minutos se escapan y nosotros corremos tras ellos, siempre un poco rezagados. En cuanto nos levantamos ya te- nemos el inquietante presentimiento de que tampoco hoy podre- mos llevar a cabo todo aquello que deberfamos. Y mafiana la mon- tafia de obligaciones acumuladas sera atin un poco més alta. Su libreria le promete ayuda. Alli hay estanterias enteras de vo- ldmenes con consejos acerca de como gestionar el tiempo. En las cubiertas puede leerse La estrategia del hamster o El principio de los sos polares; no se sorprenda por los titulos. Tampoco deberia per- der el tiempo preguntandose por qué hasta hace unos afios este tipo de libros eran practicamente desconocidos. Los dorsos y los textos de presentacién de todas estas obras prometen lo mismo: nada més acabar su lectura, habré usted de- jado la prisa atras. Si abre el libro, vera como funciona: necesita un lapiz, un calendario y el buen propésito de poner orden en su vida. Ahora haga una lista con todas sus intenciones: + Regar las plantas + Comprar calcetines 204 EL TIEMPO + Sacar la basura + Ordenar el escritorio + Reservar entradas para el cine * Pedir un aumento de sueldo Espetemos que no haya olvidado nada. Ahora le recomienda que, al lado de cada tarea, escriba una cantidad aproximada de mi- nutos necesarios y un plazo para realizarla, Su guia también le re- cuerda que primero debe llevar a cabo lo més importante y, en cambio, dejar lo menos importante para més tarde 0 incluso no hacerlo. Ahora s6lo tiene que elaborar un plan diario (y planifique un margen de tiempo por si algo no sale bien). Por la noche com- pruebe si ha realizado todas las tareas y al lado de todo lo que haya logrado quitarse de encima ponga, satisfecho, una sefial de con- formidad. Esto es todo. {Ha ineluido también suficiente tiempo en su planificacién diaria para gestionar sus listas? Quizés el libro haya obviado decir- Ie cuanto tiempo se tarda en hacerlas. Por lo demas, las propuestas realmente no son malas. E] estoi- co romano Séneca ya las recogié en el afio 62 d. en sus Epistolas morales a su joven amigo Lucilio. «Concentra tu tiempo con es- crupulosa precision», advertia Séneca. «La mayor parte de nuestra vida transcurte en actividades indignas, y una gran parte la pasa- mos sin hacer nada.» Y después Séneca daba un consejo resignado: era recomendable llevar la contabilidad del tiempo (asi, a poste- riori como minimo sabriamos en qué lo habiamos desperdicia- do). Bl mismo lo hacfa. «Me pasa como a aquel que, a pesar de todo el esfuerzo que supone, repasa Jas cuentas con minuciosidad. Ciertamente no puedo decir que acabe sin pérdidas; pero puedo indicar qué pierdo, por qué y emo.» Por qué, ano tras ano, las empresas alemanas gastan millones La abundancia de la vida 205 en seminarios donde se explican recetas que ya conocfa Séneca, es algo que también pertenece a los enigmas para los que preferible- mente no deberia usted planificar tiempo. Los psicdlogos organi- zativos que han investigado la cuestion han llegado a una conclu- sién abrumadora: la denominada gestién del tiempo es imitil. En cualquier caso, no sirve para ahorrar tiempo.' La investigadora norteamericana Therese Macan ha realizado el estudio mas extenso hasta la fecha. Admite que muchos partici- pantes se sentfan mejor inmediatamente después de un seminario de gestién del tiempo. Pero eso no es un balsamo para el alma. El efecto se esfumaba tras un par de semanas: «Al contrario de lo es- perado, los participantes en cursos de gestién del tiempo, tras la formacién [...] no hablaban de una mayor satisfaccién en el traba- jo ni de una menor tensi6n que los encuestados que no habian par- ticipado en un seminario de estas caracteristicas. El rendimiento en el trabajo tampoco mejoré en absoluto tras la formaciény.? Los consejos tienen el mismo efecto que una dieta: durante los primeros dias se est4 muy entusiasmado. Pero pronto decae el em- Ppefio y empezamos a permitirnos ahora una y mds tarde otra ex- cepcién. Al cabo de un par de semanas todo es como de costum- bre. El esfuerzo era demasiado grande y el efecto inmediatamente perceptible demasiado pequefio para no cejar en el asunto. Tan simple como que los propésitos no se correspondian con la natu- raleza humana; lo que Séneca ya sabia. De todas maneras, las recomendaciones sobre la «gestion del tiempo» pasan por alto el problema real, opina Carol Kaufman- Scarborough, de la Universidad Rutgers. Quien administra meticu- losamente sus dias con agendas y listas de tareas, se parece a esas mujeres que, sin mostrar la mas minima propensién ala obesidad, se alimentan sdlo de yogures y zanahorias. Las guias de consejos y los seminarios solo ofrecen instrucciones del tipo «Haz primero 206 EL TIEMPO esto y después aquello», pero raras veces la dificultad radica aqui, como mostré Kaufman-Scarborough. Las personas que se quejan de escasez de tiempo en modo alguno se caracterizan por no sa- berse organizar. La mayoria de las personas ajetreadas pueden Ile- var perfectamente una agenda y seguirla.* En realidad, la sensacién de falta constante de tiempo tiene motivos més profundos. Los responsables son nuestros sentimien- tos y pensamientos; el estudio de Kaufman-Scarborough también lleg6 a esta conclusion. En las personas que viven en una prisa constante, la atencion se desvia. Esto les impide seguir haciendo lo que se habian propuesto. Al final del dia ni tan siquiera les ayudan las cuentas a lo Séneca para saber adénde ha ido a parar el tiempo Es imposible contabilizar las miles de pequefias huidas de la rea- lidad. ‘Asi pues, la incapacidad de concentrarse es uma de las tres fuentes (junto con el estrés y Ia desgana, que abordaremos en los dos capitulos siguientes) de la premura de tiempo que sienten tan- tas personas. Este capitulo examina por qué cuesta tanto concen- trarse en algo, y si existen mejores recetas que las de Séneca para utilizar eficientemente nuestro tiempo. EL ADMINISTRADOR DE NUESTRAS INTENCIONES Guando la presién se hace insoportable, decimos: «Ya no sé donde tengo la cabeza». Es una buena metéfora. Cuando estamos sobre- cargados, nos resulta imposible concentrarnos en una cosa. Los pensamientos cada vez saltan més rapidamente de un problema al siguiente, tambien pendiente de solucién. De esta manera, no ha- cemos progresos en ningun frente. Por el contrario, perdemos la vision de conjunto. La abundancia de la vida 207 Quien tenga una pierna enyesada, aprenderd a apreciar lo que es andar; si «perdiésemos la cabeza», tendriamos ocasion de notar qué bien funciona nuestra planificacién temporal normalmente. En realidad, nuestros malabarismos para llevar a cabo la cantidad de cosas que hacemos al dia son casi un milagro. Pues cumplir con las exigencias aparentemente mas simples de la vida cotidiana requiere de por si una enorme agilidad men- tal, para lo cual el cerebro humano hace uso de todas sus fuerzas. Los ordenadores pueden derrotar a los grandes maestros del aje- drez, pero en una cocina medianamente cadtica incluso el su- perordenador Deep Blue, que en una ocasién dio jaque mate al campeon del mundo Kasparow, fracasaria, Apenas podria calcu- lar los pasos necesarios para vaciar el lavavaiillas. La dificultad radica en marcar y seguir los objetivos correctos en un entorno parcialmente desconocido (sdénde demonios ha- rd metido la mujer de la limpieza la tapa de la olla?), No basta con proceder segtin el programa, sino que hay que fijarse en el mundo exterior, que est en continuo cambio. Una sencilla lista de tareas no valora debidamente la realidad, puesto que es imposible prever todas las situaciones que pueden producirse. (Por sorpresa quizés un viejo amigo se presente delante de la puerta de su casa mientras usted intenta reparar el aspirador, cuyas instrucciones de uso no puede encontrar.) Es debido en gran parte a esto por lo que un or- denador fracasarfa en la vida cotidiana. Por el contrario, la funcién de filtro de la atencidn nos guia sin dificultades a lo largo de nuestras vidas; normalmente. Se encarga de que en todo momento seamos conscientes de cual es la tarea més importante y de suprimir las interferencias. Para ello, se cal- cula de manera continua y répida qué podriamos hacer y qué re- compensa nos espera, si seguimos esta 0 aquella pista. El cerebro realiza este pequefio célculo de coste-beneficio de manera mayori- 208 EL TIEMPO tariamente inconsciente e imprecisa por naturaleza, A veces nos equivocamos, pero dominamos de maravilla la mayorfa de situa ciones. El término técnico para designar esta capacidad de ordenar nuestras intenciones es funcién ejecutiva». Se basa en la memo- ria de trabajo, que ya hemos conocido en la primera parte del libro como temporizador de los pequeitos retrasos. Mantiene disponi- bles continuamente todas las informaciones importantes: lo que estamos planeando, lo que debemos saber para llevarlo a cabo y cuales deben ser los pasos siguientes. Pero con todo su virtuosis- mo la funcién ejecutiva tiene una deficiencia: la memoria de tra- bajo es volatil y, sobre todo, enseguida esté llena. No puede alma- cenar mas de siete informaciones diferentes, nueve como maximo. Lo que va mas alla lo olvidamos 0 lo confundimos terriblemente. Intente retener durante un par de minutos la siguiente formu- la, enteray en el orden correcto, en la cabeza: «Tapa de la olla, cubo de la basura, patiales, aclarar con agua, llamar al servicio de aten- ci6n al cliente, declaracién de impuestos, reservar vuelos, compro- bar la factura del gas». Dificilmente lo lograr4. La funcién ejecuti- va se derrumba. Aunque cada tarea por si sola es facil y répida de llevar a cabo, pierde el control si la lista bloquea su memoria de trabajo (sobre todo si, ademas, entretanto suena el teléfono). Pasa a toda prisa de una cosa a otra. ¥ después de una hora se pre- gunta por qué la cocina esté todavia hecha un desastre. UN DIOS CON SEIS MANOS. No sélo la actividad que estamos realizando cuesta tiempo, sino también todo aquello que tenemos pendiente y arrastramos con nosotros en la cabeza. Pues cada tarea que retenemos lista para su La abundancia de la vida 209 inmediata ejecucién carga la memoria de trabajo. Por este motivo resulta tan agotador dividirse el dia entre diferentes roles; como prestar la misma atencin a las necesidades de nuestros hijos y a las de la empresa. Puesto que la funcién ejecutiva controla todas las acciones, es la clave de nuestro manejo del tiempo; nunca antes se habia exigi- do tanto a este administrador de la cabeza como ahora (y es preci- samente porque la mayoria de las personas desempenan mis roles que en la generacién de sus padres). Las mujeres ya no sélo tienen la responsabilidad de la maternidad, sino también de sus profesio- nes. A ello hay que afiadirle la abundancia de estimulos a la que es- tamos expuestos. Continuamente debemos decidir de qué nos ocupamas primero y si debemos interrumpir una actividad en be- neficio de otra mas urgente. Pero stenemos que decidir realmente? No podemos hacer dos cosas a la vez? La multitarea es una palabra magica que se mencio- na a menudo en los cursos de gestion del tiempo: si el tiempo es. valioso, deben suceder varias cosas a la vez. El término proviene del lenguaje informatico y designa una técnica con la que un pro- cesador puede repartir su potencia entre diferentes operaciones. Mientras introducimos un texto en «Word», el ordenador puede ir descargando musica de Internet. ‘Todos hemos visto cémo los jévenes de hoy escriben un SMS en su teléfono movil mientras conversan, comen y ademés echan de vez en cuando un vistazo al ordenador para comprobar que no hayan recibido un correo electr6nico. (De fondo, la television fun- ciona o como minimo suena mtisica.) En edades mds avanzadas celebramos la multitarea en la ofici- na, donde, como es sabido, el tiempo es dinero. Sorbemos el café mientras, con el auricular del teléfono sujeto entre la oreja y el hombro, aguardamos a que nuestro interlocutor descuelgue. A la 210 EL TIEMPO yez firmamos un escrito y, asintiendo con la cabeza, le damos el OK para cualquier otro asunto a la secretaria que esta esperando; de nuevo, hemos realizado tres procesos en un tiempo de espera de lo contrario totalmente improductivo. Lo mejor seria tener la constitucién fisica de un Dios indio con seis brazos; entonces la cosa serfa mucho mds cémoda. Por desgracia, la denominada multitarea es una de las mane- ras més efectivas de perder el tiempo. La capacidad de rendimien- to disminuye dramaticamente, aunque sdlo intentemos llevar a cabo dos tareas simples a la vez. La psicéloga Yuhong Jiang, de la universidad estadounidense de Harvard, realizé un impresionante experimento al respecto. Pidié a los estudiantes que en un ejerci- cio identificasen simulténeamente cruces de colores y formas cerradas como triangulos o circulos. Al principio, los jévenes aca- démicos de la universidad de élite encontraron la tarea ridicula~ mente facil. Pero pronto cambiaron de opinién, cuando se dieron cuenta de lo lentos que eran y de la cantidad de errores que come- tian. Lo cierto es que los participantes necesitaban casi un segun- do de tiempo de reaccion para pulsar un botén cuando vefan si- multéneamente cruces de colores y formas. Si, por el contrario, debfan distinguir primero las cruces y después las formas, iban casi el doble de rapidos.* Otras series de experimentos demostra- ron que debido aa simultaneidad se escapan més errores.> 3C6mo se explica este resultado tan flojo? El hecho de que dominemos el arte de la multitarea es sélo una de las muchas ilu- siones que el cerebro nos hace creer. En realidad, primero se lle- va a cabo o se cancela una cuestién (cruces de colores) antes de que empiece la siguiente (formas). Por lo tanto, la funcion ejecu- tiva debe prestar un rendimiento méximo, puesto que la aten- cidn se parece a un faro con el que la conciencia ilumina lo que es importante en ese momento. Sin embargo, tal como se ha ilus- La abundancia de la vida 211 trado en los capitulos acerca del presente, slo disponemos de un haz de luz de estas caracteristicas. Por este motivo sélo podemos controlar conscientemente una tinica operacién. La atencién no puede estar dividida en dos actividades conscientes, (Evidente- mente, es posible conducir un coche mientras hablamos. Pero esto sdlo es asi porque hemos automatizado la conduccién a lo largo de muchos afios de practica. Sino, pregtintele a una perso- na que se esté sacando el carné de conducir y que todavia necesi- ta su atencién consciente cada vez que tiene que embragar y cambiar de marcha, siempre que antes se haya puesto ¢l cinturén de seguridad.)® Aunque nos parezca que seguimos varios hilos argumentales a la vez, en realidad la atencién salta de un lado a otro. Por cierto: ni tan sélo el ordenador domina la multitarea, sdlo lo simula. Para sus diferentes programas el tiempo se corta en pedazos diminutos que los expertos denominan «fracciones de tiempo». Entre estas 6rdenes, el ordenador va de aqui para alla miles de veces por se- gundo; asf el usuario tiene la impresién de que todo sucede de for- ‘ma simultanea y en tiempo real. Pero al menos el ordenador logra realizar estos cambios de modo que practicamente no se pierde ni tiempo ni potencia de célculo, Por el contrario, nuestra razon gestiona las interrupciones de manera lamentable, lo que también estd relacionado con la me- moria de trabajo. Puesto que su capacidad es tan reducida, sélo puede tener preparada la informacin correspondiente a la tarea actual. Pero si interrumpimos el proceso y ponemos nuestra aten- cién en otra cosa, estos datos se pierden. Si queremos retomar el hilo, las informaciones deben buscarse de nuevo en la memoria a largo plazo o en el entorno; para todo Jo que queremos hacer, en ierto modo la memoria de trabajo primero debe crear el decora- do. Y esto tarda. 212 EL TIEMPO Poralgo en el teatro cae el teldn alo sumoal finalizar cada acto para hacer un gran cambio de escenario. Si después de cada esce- na entrasen los encargados del decorado, la representacién se alar- garia infinitamente. Esta idea nos parece absurda. Pero asi es como nos comportamos cuando escribimos simulténeamente correos electrénicos, llamamos por teléfono y ademas pensamos en qué es lo siguiente que deberiamos hacer, La denominada multitarea es una trampa. «Normalmente, queriendo ganar tiempo, lo perde- mos», observ en una ocasién el premio Nobel de literatura nor- teamericano John Steinbeck. LA LENTITUD DE LA RAZON La funcién ejecutiva es lenta. Cada vez que queremos centrar nues- tra atencién en otra actividad nos cuesta tiempo. Algo que todos hemos experimentado, ya que cuando nos interrumpen en medio de una actividad, luego necesitamos mucho mas tiempo. Si en la oficina suena el teléfono mientras esta usted escribiendo un infor- me, el minuto durante el que da una breve informacién por el au- ricular no tiene importancia. Cuesta mucho més tiempo el hecho de que su memoria de trabajo se desoriente mientras reflexiona so- bre la pregunta de su interlocutor. Segtin los experimentos del psi- célogo norteamericano Gilles Einstein, 15 segundos después de que hayamos centrado nuestra atencién en un nuevo problema, se han acumulado tantos datos nuevos que hemos olvidado las infor- maciones anteriores.’ En cuanto cuelga el teléfono debe volver a re- cuperar los datos antiguos de la memoria a largo plazo. Ademés, aparentemente, la funci6n ejecutiva tarda un rato en trabajar de forma satisfactoria (como un motor que primero debe calentarse). Cuando empezamos algo nuevo, primero la atencion La abundancia de la vida 213 esta dispersa. Segiin investigaciones de expertos sobre el rendi- miento laboral, la mayorfa de las personas no puede alcanzar el ni- vel de concentracién que requieren muchas tareas hasta después de 15 minutos.® Hasta entonces somos receptivos a cualquier dis- traccién, por pequefia que sea. ‘Asi pues, slo hacen falta un par de llamadas y el dia esta per- dido. El remedio es obvio: muchos escritores se retiran a lugares alejados para escribir un libro. Sin embargo, para los empleados una huida de este tipo ¢s casi siempre poco realista. Pero a menu- do ayuda el simple hecho de imaginar de vez en cuando en nues- tro entorno habitual que estamos en un lugar lejano; y compor- tarse en consecuencia. Un antiguo companero mio, que estaba muy solicitado, colgaba en estos casos un letrero en la puerta de su despacho: «Ventanilla cerrada». LA PALOMA SOBRE EL TEJADO. Las puertas y los desvios de llamadas slo ayudan contra las inte- rrupciones del exterior, pero las distracciones que nos creamos nosotros mismos son mucho més maliciosas. En cuanto intente usted concentrarse en un asunto, le vendran pensamientos total- mente diferentes a la cabeza. De repente recordaré qué otras cosas, quiza mucho més urgentes, estan pendientes. Vuelve a su trabajo inicial, pero el demonio interior vuelve, esta vez con un par de ten- taciones: qué tal permitirse una taza de café o buscar un poco de inspiracién en Internet? sNo seria mejor dejar el trabajo para ma- fiana? Al fin y al cabo, todavia le falta una informacién de un com- pafiero, jo no? Asi juega con sus pensamientos 0 ellos con usted. La cabeza practica la multitarea maliciosa. Y con cada salto de una idea a otra pierde tiempo e informacién. 214 EL TIEMPO Mantenerse concentrado en algo supone una lucha continua. Es el precio que pagamos por nuestra agilidad mental, La funcién ejecutiva negocia nuevamente a cada instante aquello en lo que centramos la atenci ni. Slo asi podemos adaptar nuestros actos a un mundo en cambio constante. La atencién significa competen- cia. La memoria de trabajo ha almacenado lo que nos hemos pro- puesto; este deseo emprende una carrera contra todos los demas impulsos ¢ impresiones. El plan inicial es desafiado por una ocu- rrencia mds tentadora o también mds amenazante. El hecho de que hagamos un trabajo aburrido s6lo para reci- bir una transferencia a fines de mes en lugar de huir al mar con el primer rayo de sol es una capacidad elevada de nuestra razén: la funci6n ejecutiva puede noquear totalmente los impulsos espon- taneos y quedarse con un plan elegido.’ Debemos esta capacidad a determinados centros del Iébulo frontal; no obstante, esta parte del cerebro es la mas deli da y también la que se desarrolla con mis lentitud. Por eso los nifios pequeiios siempre se dejan Hevar por lo que més los seduce en cada momento. Hasta que al término dela pubertad han madurado todas las regiones responsables de la cabeza, no se dan todas las condiciones para renunciar a una satis- faccién inmediata en beneficio de una recompensa posterior ma- yor."? Existen tres factores decisivos para la eficacia con que trabaja la funci6n ejecutiva: en primer lugar, el talento personal para con- centrarse; en segundo lugar, la carga de estrés; y en tercer lugar, la motivacion, Estos factores se analizarin mds detalladamente en este capitulo y en los dos siguientes, puesto que de ellos depende que una persona pueda gestionar su tiempo 0 viva en un ajetreo constante. La abundancia de la vida 215 MAESTROS DEL SUSHI Y NINOS HIPERACTIVOS 3Ha observado alguna vez en un restaurante japonés al maestro del sushi trabajando detrés de la barra? Sus ojos tinicamente mi- ran hacia el cuchillo afilado como una cuchilla de afeitar, con el que corta el pescado crudo en trozos totalmente simétricos. No parece notar en absoluto el barullo a su alrededor. Y aunque sus dedos transforman a una velocidad vertiginosa el pescado trocea- do en verdaderas obras de arte, no se percibe en él el mas minimo estrés. Cada minuto que pasa tiene pedidos nuevos, pero domina sin esfuerzo la situacién. Apenas podemos imaginarnos que el tiempo lo atosiga. Esté totalmente concentrado en lo que hace. yEn qué se basa un grado tan elevado de atencién? Por un lado, el cerebro debe poder reaccionar répidamente; de lo contra- rio, el trabajo con el cuchillo no funcionaria bien. La responsable de la atenci6n es una conexién propia en la cabeza; como ya he di- cho antes, ésta sale del mticleo azul, el locus coeruleus, en el tronco cerebral, y utiliza como neurotransmisor la noradrenalina. Pero es sobre todo la funcién ejecutiva del maestro del sushi la que borda la situacién. Con su ayuda el hombre puede suprimir todas las interferencias de modo que tnicamente el pescado est en el centro de su atencién. La funcién ejecutiva también se lleva a cabo mediante un citcuito cerebral especial. Su neurotransmisor més importante es la dopamina. Esta hormona es segregada por un centro negro, la substantia nigra, en el mesocéfalo. Desde alli se expande por el Iébulo frontal ‘Ast pues, del mismo modo que una pizca de levadura en pol- yo hace subir medio kilo de masa, la dopamina modifica la mane- s del lébulo frontal; la atencién se centra, la memoria es més receptiva. Ade- ra en que las células grises trabajan en amplias zon: més, sentimos alegria anticipada, a veces incluso deseo, Nos senti- 216 EL TIEMPO. mos motivados para alcanzar un objetivo, superar obstéculos y aplazar otros propésitos. El autocontrol se endulza con buenos sentimientos.'! Con un sencillo experimento (una taza de café), usted puede comprobar por si mismo cémo estas dos conexiones determinan la capacidad de concentracion. La cafeina refuerza en el cerebro el efecto de la noradrenalina y provoca que se libere més dopa- mina. Con ello, el consumo de café estimula tanto el control dela atencién como la funcién ejecutiva. Notara el efecto tras una o dos tazas de café solo. Mientras antes cavilaba sobre esto 0 aque- llo sin Hegar a ninguna conclusién, ahora el trabajo sale solo y con rapidez. Entre los bebedores de café més apasionados hay personas que, lo sepan o no, padecen una alteracién de la atencidn, La causa de este padecimiento es una funcién ejecutiva demasiado débil, y la cafeina pone remedio provisionalmente a esta deficiencia. Las per- sonas con una perturbacién de la atencién no son capaces de orde- nar adecuadamente sus propdsitos. Sobre todo no toleran las de- moras. Como los niftos pequeiios obedecen en el acto cada uno de sus impulsos, puesto que no pueden reprimir el desco de una ame- nidad inmediata en beneficio de una recompensa posterior.|? El fu- turo no parece valer nada, el presente lo vale todo. Por este motivo los afectados no sélo luchan por actuar de for- ma sistemdtica, sino que también les resulta dificil repartir su tiempo. A menudo ni tan siquiera perciben el transcurso de los minutos y las horas. Al preguntarles cuanto ha durado un deter- minado acontecimiento, no saben qué decir, El tiempo se les esca- pa constantemente. ALfin y al cabo, el metabolismo de la dopamina esté en la base dela alteracién. Los investigadores del cerebro y los genetistas han descubierto varios factores hereditarios que la favorecen.!? Las La abundancia dela vida 217 perturbaciones pronunciadas de la atencién casi siempre son he- reditarias. Aproximadamente el 5 % de los afectados sufre ya en la infancia una falta de atencion ms considerable que sus coetaneos; el lenguaje popular habla de «hiperactividad». Por lo general, vi- ven con este handicap durante toda la vida. Medicamentos como el Ritalin, que liberan dopamina en la cabeza de manera mucho mas efectiva que el café, pueden contrarrestar la distraccién. Pero este medio es controvertido, puesto que los médicos lo prescriben. alos nifios con bastante facilidad para que no llamen demasiado la atenci6n en la escuela ni se retrasen en la materia. Sin embargo, slo responde en jévenes que estén seriamente impedidos por una alteracién de la atencién diagnosticada de manera incuestionable. Pero ;quién tiene todavia una funcion ejecutiva sana y quién la tiene ya perturbada? EI limite es poco nitido; las alteraciones de la atencién no se pueden diagnosticar tan inequivocamente como un apéndice inflamado. Todos tenemos dificultades para concen- trarnos; sélo que unos logran mas a menudo oponer resistencia a una distraccién y otros raras veces lo hacen. Las personas nacen con un talento para el autocontrol mas o menos pronunciado. No obstante, como con cualquier talento, todo depende de lo que se haga con él: la capacidad de concentracién se puede entrenar de una forma sorprendente. Nadie nace siendo maestro de sushi. EL JUEGO DE CARTAS DEL SKAT CONTRA LA DISTRACCION Los juegos con los que los nifios se divierten en el laboratorio de Michael Posner, en el Estado norteamericano de Oregén, no difie- ren de los juegos de ordenador de primera categoria: hay que guiar aun gatoa través de un laberinto cada vez mas tortuoso. ¥ un pas- 218 EL TIEMPO. tor virtual necesita ayuda en su trabajo. Cuando aparece una ove- ja en la pantalla, hay que pulsar lo mas rapidamente posible una tecla para que se abra la puerta de la dehesa; pero no cuando apa- rece el lobo.'* El neuropsicdlogo Posner y sus colegas idearon los juegos de modo que no sirvieran sélo para entretenerse. Para tener éxito el jugador debe concentrarse, y cada tarea esta especificamente des- tinada a mejorar una determinada funcién de la atencién. Posner documents el efecto de manera minuciosa. Antes de que los nifios de cuatro y seis afios pudieran divertirse por pri- mera ver, con el juego del gato y el pastor, los psicélogos evalua- ron su inteligenci sujetos de experimentacién dominaban sus impulsos esponténe- y determinaron en qué medida los pequefios os (es decir, lo bien que operaba su funcién ejecutiva). Se regis- traron sus corrientes cerebrales, y unos biGlogos moleculares in- cluso practicaron a los nifos un frotis de la membrana mucosa de la mejilla; un anilisis genético permitié sacar conclusiones so- bre el metabolismo de la dopamina. Los resultados de las dife- rentes pruebas estén relacionados: quien haya venido al mundo con una determinada variante de un gen transportador de dopa- mina, por lo general obtiene peores resultados en la funcién eje- cutiva. Después de pasar cinco dias jugando en el ordenador, los ni- ios se presentaron de nuevo al estudio. Los de seis afios obtuvie- ron resultados considerablemente mejores en las pruebas de aten- ci6n. Sus corrientes cerebrales indicaban que sus células nerviosas trabajaban de forma més efectiva tras el entrenamiento con el or- denador. E incluso la inteligencia de los niiios parecia haber mejo- rado un poco. Sin embargo, sdlo se mostraron grandes avances en los nifios mayores (aparentemente, los de cuatro afios todavia eran demasiado pequefios para esta clase de ejercicios).!° La abundancia de Ia vida 219 Lo especialmente alentador del experimento de Posner es que se benefician sobre todo aquellos nifios que antes del entre- namiento tenian mayores dificultades para concentrarse. Se tra- taba de los pequefios espiritus inquictos, que ya habian llamado la atencion en el anélisis de la herencia genética. Por lo visto, con un breve entrenamiento se puede compensar parcialmente una desventaja genética, siempre que el déficit no sea demasiado grande. El neuropsicélogo de Estocolmo Torkel Klingberg demostré que estos éxitos, en principio, son posibles a lo largo de toda una vida. Desafié a sujetos de experimentacién adultos con tareas sim- ples para la memoria de trabajo; debian recordar determinados dibujos. Con un programa similar, Klingberg habia tratado con éxito a niftos con alteraciones de la atencion.'¢ Al cabo de cinco se- manas, en los participantes adultos también se habian fortalecido los tres pilares de la funcién ejecutiva: la memoria de trabajo, la atencién y el autocontrol habian mejorado sustancialmente. El in- vestigador incluso pudo observar cémo el entrenamiento modifi- caba el cerebro. Cuando los sujetos realizaban las pruebas en el to- mégrafo computerizado, a menudo al comienzo del experimento el monitor sélo habia mostrado un leve destello cuando algunas partes del ldbulo frontal se activaban. ‘Iras el entrenamiento, di- chas areas se iluminaban con fuerza.'7 Estos resultados fueron una gran sorpresa. También mostra- ron cudn moldeables son | conexiones de la cabeza encargadas de la planificacién del tiempo. Su capacidad de rendimiento se puede aumentar mediante el ejercicio (de manera similar a como un mtisculo se fortalece al hacer deporte periédicamente). Asi pues, podemos entrenar nuestra capacidad de concentracién en las cosas y hacerlas de la forma més eficiente posible. De esta ma- nera los éxitos llegan con sorprendente rapidez. 220 EL TIEMPO Probablemente ni tan siquiera sean necesarios programas es- peciales como los que hay en los laboratorios de investigacién. El mismo efecto también deberia producirse (aunque no tan depri- sa) con las actividades totalmente cotidianas que desafien la me- moria de trabajo. Por ejemplo, al hacer sudokus, el crucigrama de neimeros japonés casi omnipresente, la memoria a corto plazo y el reconocimiento de modelos deben funcionar a pleno rendimien- to. E incluso una partida de Skat, en la que los jugadores deben hacer la puja més alta por sus cartas, desarrollar estrategias y me- morizar con exactitud las jugadas de los contrarios, entrena las células grises que hay detrés de la frente. sUn juego de cartas como arma contra la distraccién? Totalmente posible: siempre que la funci6n ejecutiva se mantenga ocupada es indiferente si es la sota de trébol o un pastor electrénico el que provoca la con- centracion. Evidentemente, un entrenamiento de estas caracteristicas no puede solucionar todos los problemas temporales. Pero los estu- dios dan esperanzas a aquellos que precisan ayuda con mas urgen- cia: las personas con dificultades innatas para organizarse. No es necesario estar entre los pacientes con una alteracién patolégica de la atencién para padecer las consecuencias de una funcién eje- cutiva dudosa. En los experimentos de Posner ni un solo nifo mostré una perturbacién de la atencién acusada, pero algunos te- nian més dificultades que otros para concentrarse. Y precisamen- te estos nifios se benefician al maximo del entrenamiento. Con raz6n la OCDE (la Organizacin para la Cooperacién y el Desarrollo Econémico) financia el desarrollo de los programas de fitness de Posner para la funcién ejecutiva: en un mundo impreg- nado por la técnica, son cada vez mas las personas que podrfan ne- cesitar un entrenamiento mental como éste. La abundancia de la vida 221 APRENDER A CONCENTRARSE Y aunque al principio este capitulo ha tachado de ineficaces las guias de gestién del tiempo, al final del mismo hay unas instruc- ciones sobre cémo aprender a manejar mejor el tiempo en la vida cotidiana, Este programa de tres pasos simples ha sido desarrolla- do por cientificos de la Universidad de Harvard; teniendo en cuenta los procesos cerebrales y los defectos de nuestra funcién ejecutiv: EI primer paso es conocido: hay que hacer una lista de tareas por realizar. Pero mientras que la sabiduria habitual termina en este punto, en el programa de Harvard la lista sélo es la base para él Segundo paso: hay que reflexionar en qué etapas y subetapas podriamos dividir cada actividad. Asi desaparece el miedo ante una tarea gigantesca. La idea de tener que escribir un libro entero puede asustar; pero tenerse que enfrentar primero a un solo capi- tulo parece mucho menos terrible. ¥ cuando ya tenemos la aten- cién fijada en acabar un parrafo tras otro, el asunto pierde impor- tancia. Cuanto is dificil resulte permanecer concentrado en una actividad, mds cortos deben ser los segmentos, Cada etapa sdlo duraré el tiempo que permanezcamos concentrados en una tarea sin esfuerzo; aunque al principio solo sean un par de minutos. Esto es decisivo. ‘Tercer paso: en cuanto se nos ocurra algo que no esté relacio- nado con la actividad que nos ocupa debemos escribirlo, y volver inmediatamente a nuestra tarea inicial, sin despilfarrar ni un solo pensamiento més en la nueva idea. Ya habré tiempo para la inspi- racin esponténea cuando hagamos una pausa tras la siguiente etapa. Este tercer paso (el entrenamiento del autocontrol) es el mds importante. Se aprovecha de que el cerebro sea moldeable y logra 222 EL TIEMPO fortalecer la funcidn ejecutiva a largo plazo. La experiencia con personas depresivas ha demostrado cudn efectivo puede llegar a ser el control de los propios pensamientos. La estrategia més efi- ciente para la superacién dela depresion patolgica es gritar de in- mediato internamente «Bastal» cuando los pensamientos som- brios vuelvan a acechar la concienci Los pacientes aprenden esto en la denominada terapia cognitiva conductual, que los estudios confirman que es mejor que todos los demas métodos de trata- miento.'* Su efecto incluso es visible: en los tomégrafos los neuro- cientfficos han podido observar cémo el cerebro de los pacientes se reestructura.”? Hace pocos anos que los cientificos investigan qué efectos pro- duce la terapia cognitiva conductual en los problemas de atencién. Pero los resultados de los primeros estudios son alentadores.”° Quien pruebe el método «Basta!» no sdlo notara y podré contro- lar més deprisa su divagacién mental, sino que también se dard cuenta de como paulatinamente es posible permanecer concen- trado en algo durante lapsos de tiempo cada vez més largos sin llamadas de «basta» conscientes. El autocontrol se convierte en ru- tina y funciona automaticamente (del mismo modo que un con- ductor experimentado ya no debe pensar en quitar el pie del ace- lerador). 11 El reloj de los demas Por qué poco tiempo no tiene por qué significar estrés Como pasamos en realidad nuestros dias? Un aleman adulto duerme 8 horas y 18 minutos. Come durante 1 hora y 33 minutos. 47 minutos al dia los pasa tras las puertas cerradas del bano y el la- vabo. De promedio, las mujeres duermen cuatro minutos més, co- men tres minutos mds y se cuidan ocho minutos mds que los hombres. Los hombres dedican 2 horas y 9 minutos y las mujeres 3 horas y 49 minutos del dia a las tareas domésticas, En las muje- res, 20 de estos minutos diarios corresponden a la colada. Estadis- ticamente, no existen datos sobre la cifra correspondiente en los hombres.” Para recabar esta informacién, la Oficina Federal de Estadisti- ca ha invertido mucho esfuerzo. Cada diez aitos a mas de 12,000 personas en toda Alemania se les entrega un diario, donde deben anotar qué hacen en intervalos de diez minutos. Fl resultado se presenta como una vida cotidiana alemana un poco més especta- cular y en absoluto desagradable. Cada ciudadano de la Reptiblica Federal de Alemania dispone por término medio de 42 horas de tiempo libre a la semana (més de 2.500 minutos sin obligaciones). En Europa sélo tienen més ocio los finlandeses. Y sabemos mane- jar perfectamente este bien, Los alemanes dedican casi 15 horas se- manales a los amigos y entretenimientos como el cine, el teatro y 224 EL TIEMPO los partidos de fiitbol. Se sientan delante del televisor apenas dos horas al dia, mucho tiempo, pero en todo caso media hora menos que los ciudadanos de la mayoria de los demas paises europeos; lo que, sin embargo, también puede deberse a que en otros sitios la caja tonta funcione de fondo como si de una radio se tratara, mientras que aqui incluso miramos seriales como «Gute Zeiten, Schlechte Zeiten» con minuciosidad alemana y les dedicamos nuestra entera atencidn. Incluso para comer actualmente nos per- mitimos 21 minutos diarios mas que hace diez afios. Casi podriamos creer que por fin los alemanes estan a punto de aprender a disfrutar, si no fuera por las voces cada vez mas nu- merosas de personas que se quejan de estrés. Un jurado de la So- ciedad de Ja Lengua Alemana incluso ha incluido «estrés» en una lista de las palabras mas caracteristicas del siglo xx. Mucho ocio y alla vez mucho estrés: como se explica esta contradiccién? 3QUE ES EL ESTRES? Esté sentado en un taxi camino del aeropuerto; su avién despega en 40 minutos. Evidentemente, llega tarde. Y nada se mueve. Su vehiculo esta atascado en el trafico de la hora punta de la mafiana delante de un seméforo. Por su cabeza traquetea qué sucedera si pierde el avion y, por consiguiente, no asiste a su reuni6n. Su pul- so se acelera, sus manos se vuelven sudorosas. Verde. «Avance», in- crepa al taxista, Pero ve perfectamente que no puede. 4El estrés es un sindrome de cambios no especificos con los que un sistema biolégico se adapta a los cambios del entorno.» Asi reza la definicién bastante abstracta del fisidlogo austriaco-cana- diense Hans Selye, que acuii6 el término «estrés», De hecho, mien- tras esta sentado en el taxi y mira alternativamente el reloj y la cola El reloj de los demas 225 delante de usted, ocurren muchas cosas en su cuerpo: en la médu- Ja de la capsula suprarrenal se liberan hormonas como la adre- nalina y la noradrenalina, que ajustan el organismo para el ren- dimiento corporal. Ahora estaria dispuesto a bajarse del taxi y correr. La presién sanguinea aumenta, los bronquios se ensan- chan, Ademias, la corteza de la cApsula suprarrenal segrega cortisol; a continuacién aumenta el nivel de azticar en la sangre. Adicional- mente, su organismo ha tomado un par de medidas de ahorro energético: la digestién se debilita, la corriente sanguinea dismi- nuye en el est6mago e incluso la salivacion se agota, por lo que su boca se seca. También dismimuye la libido (en lo tiltimo que pen- sarfa ahora es en sexo). Incluso la cicatrizaci6n y las reacciones in- munes se desarrollan con retraso. Las reservas del cuerpo se han movilizado para huir 0 luchar. La reaccién automitica del estrés protege a todos los animales superiores. A menudo salvé la vida a nuestros antepasados en la naturaleza cuando un enemigo voraz o también un congénere hostil atacaban. Para los habitantes del mundo mas o menos civi- lizado de los paises industrializados, esta practica se ha convertido en algo considerablemente inutil. Incluso aunque hiciera una ca- rrera de resistencia ya no llegarfa a tiempo a su vuelo. El mecanismo del estrés es una herencia que arranca mucho antes del nacimiento del Homo sapiens y no est especialmente bien adaptada a las capacidades de nuestro cerebro. A diferencia de los animales, los seres humanos no solo reaccionan a aquello que perciben; aparte de eso se imaginan el futuro. Y precisamente la idea de un posible peligro es suficiente para desencadenar la reacci6n de estrés. Usted sabe a la perfeccin que el descontento de un superior no le costaré la vida (en cambio, como chimpancé, tendria buenos motivos para preocuparse). A pesar de ello tiene palpitaciones cuando piensa en que probablemente no podra asis: 226 EL TIEMPO tira su importante reunion. F incluso una sola ojeada a la agenda yun fugaz pensamiento sobre todo lo que todavia tiene que hacer antes de irse de vacaciones pueden bastar para ponernos en un ¢s- tado de panico contundente. Una reacci6n de estrés pasajera no es nociva, Lo peligroso son los cambios corporales que se producen cuando el estrés aparece con demasiada frecuencia y dura demasiado tiempo. Una presién sanguinea permanentemente elevada dafia los vasos; poca circula- cion en el estémago fomenta el desarrollo de ulceras; un nivel de anicar en la sangre elevado hace aumentar el riesgo de diabetes. Y un sistema inmunitario contenido hace que seamos propensos a contraer infecciones. Si cada mafana pasa usted nerviosamente revista alo que tiene que hacer durante las proximas 18 horas y se imagina las consecuencias de los posibles descuidos, el mecanismo de estrés demuestra ser una peligrosa herencia. EL MITO DE LA ENFERMEDAD DE LA PRISA Nos parece que la prisa y el estrés son dos palabras para una mis- ma sensacion. «Estoy estresado», decimos cuando a lo largo del dia no logramos hacer todo lo que nos gustaria o también Jo que, mal que nos pese, debemos hacer. ¥ todos creemos conocer al tipo de persona que padece espe- cialmente estrés; engulle la comida, habla como una ametrallado- ra, continuamente consulta el reloj, apremia a los demas conduc- tores en la autopista. Nos lo imaginamos como un ejecutivo muy ocupado. Es un contempordneo desconsiderado, que después de todo s6lo quiere alcanzar puntualmente sus objetivos. La lentitud lo pone frenético. Y evidentemente morira de un infarto de mio- cardio. El reloj de los demas 227 El pobre hombre se ha convertido en victima de su «enferme- dad de la prisa». Los iniciados en la materia lo saben: este coeténeo era del «tipo A», una persona para quien la premura de tiempo se convierte facilmente en su perdicion. Ambos términos fueron in- ventados por los cardidlogos norteamericanos Meyer Friedman y Ray Rosenman. De ellos proviene la idea de que el ajetreo puede ser mortal.” Pero jes cierta la formula simple de que la prisa es igual a es- trés? Casi nadie duda de ello. Pero habria buenos motivos para desconfiar; probablemente seriamos mis escépticos si se hubiese divulgado cémo Friedman y Rosenman llegaron a su teoria. Aqui est la historia, tal como el propio Friedman la conté: Un tapicero dio el primer indicio en torno al afio 1955. En cier- to modo el artesano trabajaba sin cesar para retapizar las sillas de la sala de espera del prospero consultorio cardiolégico de Friedman. Pero los sillones estaban curiosamente desgastados (siempre se mostraban raidos sdlo en los reposabrazos y en la parte delantera de los asientos). Un dia el tapicero hizo saber su asombro: «Nunca habfa visto algo asi. sQué hacen sus pacientes?» Por lo visto, los nerviosos enfermos del coraz6n se sentaban unicamente en el borde de los sillones y se deslizaban de un lado a otro. En total tensién, inclinaban el tronco hacia adelante, como Jos animales preparados para saltar; y sus dedos tamborileaban so- bre los reposabrazos.? Salta a la vista que el ajetreo, la taquicardia y el infarto podrian estar relacionados de algtin modo. Asf, la conexi6n que Friedman y Rosenman querrian haber constatado encontré su camino hacia nuestros pensamientos; y con ello el miedo a la «enfermedad de la prisan. Desde entonces consideramos que la premura de tiempo y cl estrés son indisociables. Friedman y Rosenman explicaron que casi una de cada dos personas pertenece posiblemente al «tipo A». 228 EL TIEMPO Quien formula afirmaciones extraordinarias debe ofrecer prue- bas solidas; Friedman y Rosenman no las aportaron, Evidente- mente, ambos médicos no se fiaron de las ideas de un tapicero, sino que realizaron su propia investigacién de las caracteristicas de la personalidad e historiales médicos. Pero el estudio, que presen- tan en su publicacién sobre el «tipo A», su vida intranquila y su muerte temprana, tiene graves deficiencias. Los pacientes de am- bos cardidlogos no eran representativos del conjunto de la pobla- cién. Por ejemplo, habia demasiados fumadores. Ello también ex- plica los resultados: Ja nicotina altera los nervios y hace aumentar el riesgo de infarto de miocardio, incluso aunque alguien lleve una vida sumamente tranquila.* En investigaciones posteriores y mas minuciosas, las afirma- ciones de Friedman y Rosenman resultaron ser un mito cientifico. Clasificar a las personas segtin los tipos «A» 0 «By es sencillamen- te inuitil para el diagnéstico médico. ¥ la enfermedad de la prisa es tan real como Blancanieves. Por cierto: de acuerdo con los grandes estudios epidemioldgicos, los ejecutivos no padecen infartos de miocardio més a menudo sino con menos frecuencia que el pro- medio de todos los hombres de su misma edad. Algunas ideas no se imponen porque sean correctas, sino porque son muy gréficas. CUANDO PERDEMOS LA CABEZA Aunque la falta de tiempo no sea equivalente a estrés, el manejo del tiempo y la carga de estrés estan relacionados de todas formas. Pero la conexién es mas compleja, y también mas interesante, de lo que imaginaron Friedman y Rosenman, 4Por qué, por ejemplo, al salir de casa nos dejamos siempre las llaves dentro precisamente cuando por otros motivos ya estamos El reloj de los demas 229 bajo presi6n, haciendo que asi la catastrofe sea perfecta? Parece in- cluso una ley dela naturaleza, De hecho, las personas bajo estrés ac- tuan de una manera tan confusa que incluso los expertos confun- den sus movimientos con los sintomas de una acusada alteraci6n de la atencién.> Por este motivo, el estrés es el segundo mayor la- drén de tiempo después de la incapacidad para concentrarse; difi- culta enormemente una distribucién sensata de nuestro tiempo. La corteza cerebral ubicada detrds de la frente es la region mas delicada de la cabeza. Es la primera en desequilibrarse cuando du- rante una reacci6n de estrés se segregan grandes cantidades de adre- nalina y noradrenalina.$ En casos extremos, simplemente se desco- nectan regiones enteras del lébulo frontal. Y la funcién ejecutiva, el administrador de nuestra cabeza, sufre sus consecuencias. Este me- canismo esconde un programa de ahorro de la naturaleza suma- mente util: cuando nos sentimos amenazados, tenemos que actuar con rapidez, sin tardar mucho en elegir ni planificar. A su vez, en una situacién de estrés aumenta la excitacién. La misma hormona noradrenalina que debilita la funcion ejecutiva aumenta la atencion para captar nuevos estimullos. Tal como se ha descrito en los dos ca- pitulos anteriores, ello hace que todavia resulte més dificil conservar una vision de conjunto. Cuando estamos sometidos a estrés, ya no somos capaces de suprimir lo que no es importante, estamos in- quictos, somos impulsivos y actuamos de forma irteflexiva. Al principio la reaccién de estrés ni siquiera suele tener lugar conscientemente: sélo percibimos que el tiempo se nos escapa de Jas manos. Lo mas diabélico de la sensacién de falta de tiempo es a rapidez con la que ésta se crea su propia realidad: una pequefiez ha salido mal y ya nos sentimos bajo presién, aunque objetiva- mente no haya motivos para ello. A menudo, sin que lo notemos, de repente tardamos mis en hacer las cosas. Empezamos a perder- nos en detalles y cometemos errores que a su vez cuesta tiempo 230 EL TIEMPO arreglar. Ahora tenemos realmente motivos para preocuparnos por el agobio de tiempo, lo que intensifica més el estrés. Perdemos el autocontrol, Para salvarnos del aprieto y contrarrestar la reaccion de estrés, existe un medio extraordinariamente simple: el movimiento, no importa de qué tipo. Las cebras no tienen tilceras gastricas porque corren (el investigador norteamericano del estrés Robert Sapolsky lo relacioné con esta formula). Un partido de squash, una vuelta corriendo y tambign el yoga pueden devolver répidamente el nivel de las hormonas del estrés a un estado en el que sea posible traba- jar de forma concentrada. Por eso el equilibrio que proporciona el deporte nos regala mucho més tiempo del que nos cuesta. Pero precisamente para esta ayuda efectiva decimos que no te- nemos ni un solo minuto libre. Al fin y al cabo, nos explicamos el estrés porque «tenemos muy poco tiempo». Se trata de un error funesto, puesto que en realidad sucede justo lo contrario: no esta- mos estresados porque no tengamos tiempo, sino que no tenemos tiempo porque estamos estresados. EL CONTROL TRANQUILIZA Aunque la falta de tiempo puede reforzar la reaccidn de estrés del cuerpo, nunca puede ser su causa. No tememos que las agujas del reloj se acerquen a una determinada zona de la esfera, sino la rabia que sentiremos si hasta entonces no hemos podido cumplir con nuestra agenda. No es la escasez de tiempo lo que desencade- na el malestar, sino el miedo. Por lo tanto, la falta de tiempo no nos provocaré estrés siem- pre que nos sintamos duefos de la situacién. Podemos Ievar a cabo un programa muy denso estando de buen humor, siempre El reloj de los demas 231 que todo funcione segtin lo planeado. Por el contrario, resulta muy inquietante sentirse impotente. Inquietarnos en el asiento posterior de un taxi por si llegaremos 0 no a tiempo al aeropuerto nos destroza tanto los nervios, porque no podemos hacer nada para impedir el desastre. Por lo tanto, el organismo reacciona con estrés siempre que perdemos el control de la situacién y no tene- mos medios al alcance para volver a ser duefos de ella. ‘Muchos experimentos han demostrado en qué medida el con- trol de la propia situacién influye en que se desencadene una reac- cion de estrés.’ Incluso los animales son sensibles a este refina- miento psicolégico. Si las ratas reciben impulsos de corriente leves pero desagradables, muestran todos los signos de estrés. Pero si se les da una palanca con la que puedan desconectar a veces la co- trriente, el estrés disminuye. El interruptor incluso también sirve de descarga cuando esté mucho tiempo desconectado: la rata sélo debe imaginarse que podria aliviar su destino pulsando la palanca. Los seres humanos reaccionan exactamente del mismo modo. En un experimento dos grupos de sujetos de experimentacién en habitaciones contiguas debian soportar ruidos. En una habitacién habia un botén (y supuestamente menos ruido cuando lo pulsa- ban). En realidad, el botén era falso. Sin embargo, las personas de esa habitacién padecian menos estrés. Las cargas no son tan malas siempre que creamos que podemos influir en elas. POR QUE LOS EJECUTIVOS NO PADECEN ULCERAS GASTRICAS Por lo tanto, no tenemos estrés cuando el tiempo es escaso, sino cuando creemos que controlamos nuestro tiempo. Un estudio al- tamente realista entre funcionarios ingleses asi lo demostré. El 232 EL TIEMPO, epidemiélogo Michael Marmot y sus colegas descubrieron una inquietante relacién entre el rango y la esperanza de vida: los em- pleados del nivel més bajo de la jerarquia no sélo enferman con una frecuencia tres veces mayor que sus jefes, sino que con la mis- ma edad su probabilidad de mori también es tres veces superior. Més de diez mil fincionarios ptiblicos de todos los estamen- tos habidos y por haber fueron visitados por el médico y pregun- tados; esta investigacién, ya clasica, se llama estudio Whitehall, y ha tomado su nombre de una calle londinense que es el actual centro administrative del Gobierno briténico y que, por consi- guiente, esta plagada de funcionarios publicos. Pues bien, en to- dos los casos Marmot y su gente constataron lo mismo: cuanto més abajo en la jerarquia esté un grupo de empleados, més fre- cuentes son los signos tipicos de estrés. Los valores en la sangre son peores, el riesgo de infarto de miocardio es mayor, y la salud en general esta en peligro. Estas diferencias no se observan tinica- mente al comparar los polos extremos de la jerarquifa. Incluso los funcionarios de segundo nivel, los jefes de seccién bien remune- rados y que gozan de un clevado prestigio, estén en unas condi- ciones considerablemente peores que sus jefes, que tienen toda la maquinaria bajo su mando. Los sospechosos habituales (consumo de tabaco, alcohol, in- gresos, formacién 0 practica regular de deporte) no pueden acla- rar las diferencias. Pero sobre todo el estrés no tiene nada que ver con la cantidad de tiempo que requiere el trabajo, ya que los car- gos més altos pasan de promedio mas horas en la oficina que sus subordinados. Sin embargo, estan mucho menos afectados por la presién laboral Asi pues, los investigadores del estudio Whitehall tuvieron que buscar factores mentales. Encontraron lo que buscaban en las in- formaciones que los funcionarios daban acerca de su rutina labo- El reloj de los demas 233 ral: cuanto mas abajo en la jerarqufa estaban los encuestados, me- nos podian decidir ellos mismos como y, sobre todo, cuando rea- lizar sus tareas. En las encuestas manifestaron su sensacién de im- potencia con frases como: «Son otros los que toman las decisiones acerca de mi trabajo» o «No puedo decidir yo mismo cuando ha- cer una pausa». De ahi proviene el estrés que padecen. Los funcio- narios masculinos, que estuvieron de acuerdo con semejantes afir- maciones, vivian con un riesgo hasta dos veces y media mayor de morir de un infarto de miocardio 0 un ataque de apoplejia que los compaiieros que se sentian felices de poder disponer de su propio tiempo. (Enseguida hablaremos de las mujeres.) Quien no puede decidir sobre su tiempo, se muere antes. Cuando estamos obligados a adaptarnos incondicionalmente a un ritmo ajeno, sentimos desamparo. Y esta falta de control desenca- dena una reaccién de estrés. A ello hay que afiadir los rituales de la sumisién, de los que uno de los predilectos es disponer del tiempo de los demas. Cualquiera que haya trabajado alguna vez en una oficina conoce las frases clave: al sonido de «Sefior X, spodria...2», el subordinado debe dejar todo lo que estaba haciendo. Si, por el contrario, el subordinado desea algo de su superior, debe pedirle una cita a la secretaria (cuanto mayor es la distancia jerdrquica, mis largo suele ser el tiempo de espera). Quien puede decidir so- bre nuestro tiempo, deja que sintamos su poder.” Un ritmo ajeno nos amarga la vida incluso aunque no haya ninguna diferencia de poder, Hasta una maquina puede transmi- tir una sensacién de dependencia. Por lo general, los trabajadores de una cadena de montaje no padecen estrés porque su carga de trabajo sea tan inhumana, sino porque no pueden influir de nin- gtin modo en el ritmo de su actividad. Y no tener el control agobia a las personas mucho més que un elevado nivel de responsabili- dad; asi lo han demostrado numerosos estudios.'® 234 EL TIEMPO. jla pérdida de control también explica por qué las quejas de estrés son cada vez mayores, aunque de promedio no tengamos menos tiempo libre que en el pasado? Nunca tantas personas ha- bian suftido por tener que estar permanentemente disponibles (0 como minimo creen que esto es lo que se les exige). Debemos es- tar localizables en cualquier sitio y a cualquier hora. Quien no esta localizable, teme por la benevolencia de su jefe, sus clientes y en cocasiones también sus amigos. Asi pues, mucha gente vive el avan- ce del teléfono méyil y de Internet a costa de su autodetermina- cién.! Cada vez nos sentimos més como marionetas, de cuyos hi- los tiran otras personas. PERSEGUIDA POR UN PATITO DE GOMA Desde siempre los padres han padecido este sindrome. Quienes tienen nifios pequefios en casa viven con egocéntricos encantado- res que en ningtin momento estan dispuestos a aplazar sus necesi- dades. Por lo tanto, las horas de los padres se cortan en pedazos como con una picadora. Esto también explica por qué muchas madres y padres se sienten constantemente ajetreados, aunque la cantidad de tiempo disponible bastaria sin problemas para cum- plir con sus obligaciones. Las 168 horas que tiene una semana no son precisamente pocas para dedicarlas a Ja familia, el trabajo y una cantidad razonable de sueno. Mas bien es control lo que nos falta, Pero no todos sufren del mismo modo. La carga de estrés que padecemos no depende tanto de como son realmente las circuns- tancias. De hecho es mucho més decisiva nuestra forma de perci- birlas. Como hemos mencionado, un simple interruptor falso puede bastar para tranquilizar a la rata en la jaula El reloj de los demas 235 Por lo visto, a los hombres les resulta més facil desconectar en casa, El estudio Whitchall también lo demuestra. Las mujeres del funcionariado londinense se sienten mucho mas agotadas si la si- tuacién en casa es desagradable (aunque desde un punto de vista estadistico pasen exactamente ¢l mismo tiempo en la oficina que sus compafieros de trabajo). Las funcionarias que se quejan de una falta de control en su vida privada padecen hasta cuatro veces més infartos de miocardio que las mujeres que se muestran satis- fechas con su situacién familiar. Los hombres también se quejan de la situacién en casa, pero en ellos no se puede constatar una re- laci6n con la salud del coraz6n y de la circulacién.' En el trabajo sucede exactamente a la inversa. Las mujeres que ocupan los puestos més bajos de la administracién no tienen que cumplir menos 6rdenes de sus jefes que los funcionarios masculi- nos, Sin embargo, en las empleadas femeninas, la jerarquia y la de- terminacién ajena no parecen desencadenar ni mucho menos tan- to estrés; su estado de salud es mejor y su mortalidad inferior. Seria imitil especular sobre si son més bien los genes 0 las ex- pectativas del entorno lo que hace reaccionar a mujeres y hombres de manera tan diferente a la presién. Probablemente ambos facto- res estén en juego; asi, mientras los hombres luchan por sus pues- tos de trabajo y temen por su ascenso, las mujeres mas bien tienen miedo de fracasar como madres.'* Es mucho mas decisivo el hecho de que aparentemente depen- de en gran medida de nosotros mismos qué tipo de carga acepta- mos y con qué fuerza lo hacemos. No existe una dimensin abso- Iuta de «premura de tiempo» que nos afecte a todos con la misma gravedad. La reaccién de estrés viene bésicamente determinada por los sentimientos que relacionamos con un acontecimiento. En la oficina, una ejecutiva sujeta entre sus manos sin esfuer- zo los hilos de una docena de procesos; se distancia interiormente 236 EL TIEMPO respecto de sus distribuidores en Asia o una demanda en marcha por indemnizacién de dafios y perjuicios. Antes de acabar la jor- nada puede elaborar una larga lista de la compra, con prisa pero sin estrés real (siempre que compre para si misma). Sin embargo, se desencadena una reaccién de estrés si esta misma jefa soberana debe comprar un patito de goma como regalo para una fiesta de cumpleaiios a la que su hija est invitada, Después de todo, sin el regalo adecuado podrian burlarse de la nifia. Y ella misma queda- rfa como una mala madre para quien su carrera importa mucho y sus hijos poco. De repente, el tiempo se detiene. Mientras el pulso y el nivel de azticar en la sangre aumentan, el organismo de esta mujer toma precauciones como si la persi- guieran animales carnivoros. Y mientras debido al descenso del rendimiento de su memoria de trabajo empieza ademas a perder Ja visién de conjunto, la yerdadera dimensién de la amenaza ape- nas penetra ya en su conciencia: squé sucederia si en el peor de los casos su hija le entregara al niiio que cumple aitos un regalo im- provisado? Un par de madres quizés arquearian las cejas, como mucho. Por muy tragicémica que suene la historia de la madre ajetrea- da, el problema es muy real, puesto que el miedo puede aumentar, independientemente de si el estrés resulta de una amenaza externa o de imaginaciones internas. Por ejemplo, las personas que temen perder su puesto de trabajo o los pacientes que padecen depresion se sienten extremadamente angustiados (también cuando visto desde fuera los afectados tienen tiempo abundante para realizar sus tareas). Lo que los agobia no son las escasas horas, sino su im- potencia anticipada, El miedo de no poder ser duefios de una s tuacion y el temor a las consecuencias vienen disfrazados de falta de tiempo. El reloj de los demés 237 LA PREMURA DE TIEMPO ES CUESTION DE OPINIONES Un resultado interesante de la investigacién social es éste: si un hombre y una mujer disponen exactamente del mismo tiempo li- bre (ya sea mucho 0 poco), de promedio la mujer se siente més atosigada. Las encuestas realizadas en 12.000 hogares alemanes asi lo demuestran. jSe debe a que los hombres son pachés? 3A que ella todavia brega en casa mientras él se sienta con los pies en alto? Después de todo, las interminables tareas domésticas destrozan Jos nervios. La situacidn no es tan facil. Podemos comparar a hombres y mujeres que realizan un trabajo diario exactamente igual: por ejemplo, ocho horas de trabajo diarias en la oficina y dos horas de tareas domésticas. (Realmente existen hombres que se defienden entre fogones y con la aspiradora.) Por lo tanto, en esta compara- cidn la carga de trabajo desigual ya no importa. ¥ a pesar de ello el resultado no varia. Si las circunstancias externas son idénticas para ambos sexos, solo hay una razén por la que, en consecuencia, las mujeres estén expuestas a una mayor presién temporal: porque son mujeres." Todavia no esta claro por qué ambos sexos tienen percepcio- nes tan diferentes, pero los conocimientos que poscemos sobre las causas de fondo de la reaccién de estrés nos permiten, por lo me- nos, una suposicidn: posiblemente, junto con su compromiso pro- fesional, las mujeres también se sientan mas responsables de la fa- milia y el hogar. Esto explicarfa por qué con la misma cantidad de tiempo se agobian més. Obtenemos un resultado igualmente curioso si preguntamos a las personas que consideran que les faltan horas. Un 71 % de los alemanes contesta que les falta tiempo para dedicarlo a su trabajo, 238 L TIEMPO a su familia, a sus amigos, a un cargo honorifico o también para si mismos. Un 20 % de los encuestados siente tanta falta de tiempo que debe desatender dos de estos Ambitos vitales. Y casi un 8 %, se- giin sus propias declaraciones, incluso se siente obligado a hacer grandes recortes en tres o mas de estos puntos.!? Sin duda, las personas sienten que su tiempo es més escaso cuantos mas minutos al dia les ocupan sus profesiones o sus acti- vidades de caracter privado. Pero la relaci6n es sorprendentemen- te débil. La inmensa mayoria de los alemanes que se quejan de fal- ta de tiempo en un tnico ambito de sus vidas, diariamente tienen ocupadas de promedio 8 horas y 45 minutos. Sin embargo, en las personas que se sienten tan presionadas que deben descuidar dos 9 més necesidades («falta de tiempo considerable»), esta cifra sélo es 20 minutos superior. ;Pueden 20 minutos al dia marcar la dife- rencia entre una existencia relativamente relajada y la insatisfac- cién punzante de que hay algo importante en la vida que de forma constante nos parece demasiado breve? Las circunstancias bajo las cuales los jubilados sienten prisa son todavia mas notables: ya se quejan de falta de tiempo considerable si de promedio deben dedicar 4 horas y 45 minutos a cumplir obli- gaciones. ;Con 8 horas de suejio, esta cuota significa mas de 11 ho- ras al dia de tiempo libre! En el otro extremo estan los agricultores, cuyo ganado y campos requieren un trabajo constante. Se las arre- glan con muy poco tiempo libre. No se quejan de falta de tiempo considerable a menos que sus obligaciones engullan diariamente mis de 10 horas, en las campesinas incluso mas de 11. La sensacion de premura de tiempo tiene poco que ver con el tiempo y, en cambio, esta muy relacionada con la perspectiva. Una actividad que para uno significa tiempo libre, otro la experimenta como presion: squé significa en realidad «tener tiempo»? La socidloga francesa Nicola Le Feuvre experimenté cémo di- El reloj de los demas 239 fieren las opiniones en torno a esta cuestién cuando entrevisté a 150 mujeres. Dividié a las encuestadas por estratos sociales en funcion de su titulacién. Cada participante tenia en casa como mi- nimo un hijo menor de 16 afios, la mayoria més. Sus dias estaban correspondientemente llenos. ‘Le Feuvre habia supuesto que para todas las madres el «tiempo libre» era un tiempo sin interrupciones que tenian para ellas mis- mas y que sentirfan afioranza por esas horas. Pero, de hecho, el re- sultado dependié en gran parte del grado de formacién de las ma- dres: para las mujeres de las capas sociales més bajas, «tiempo libre» significa ante todo disfrutar de los nifios un par de horas, ju- gar con ellos, comerse un helado o también ir de compras. Eso con- testaron casi todas las madres que habfan acabado primaria y mu- chas con un titulo de ensefianza media (independientemente de si pasaban todo el dia en casa o trabajaban). La actividad profesional les parecia una obligacién pesada que, por el dinero, las mantenfa apartadas de su inclinacién real: pasar tiempo con sus hijos. Por el contrario, las mujeres con formacién universitaria pen- saban justamente lo opuesto. También les gustaba estar con sus hi- jas € hijos, pero vefan en ello un deber, no un puro placer. El «tiempo libre» significaba para estas madres més bien relajarse so- las en un gimnasio o salir con sus parejas. Y para est profesion no suponia en absoluto unicamente un fastidi mujeres la disfru- taban dejando atras la habitacidn de los nifios y la cocina, Asi pues, una misma salida al parque para una mujer es sind- nimo de tiempo libre y para otra una obligacion; e ira la oficina es una carga para una y una ocupacién interesante para la otra. En los presupuestos de tiempo, tal como los calcula la Oficina Federal de Estadistica con la ayuda de los diarios, estas diferenciaciones no se tienen en cuenta. En ellos el tiempo con los nifios siempre se contabiliza como «cuidado de los nifios», no como «tiempo libre». 240 EL TIEMPO Y las horas desde que entramos hasta que abandonamos la empre- sa s6lo aparecen como «trabajo remunerado». glenemos suficiente tiempo o demasiado poco? Esta no es la cuestién. La presién temporal no se puede medir en minutos y ho- ras. Lo decisivo es en qué medida tenemos la sensacién de deter- minar nosotros mismos el ritmo de nuestros dias, es decir, si nos sentimos duefos de nuestro tiempo. Pe Los padres que trabajan tienen una carga doble. Por un lado, el trabajo tira violentamente de ellos y, por el otro, su descendencia. Incluso con un cuidado 6ptimo, los nifios cuestan como minimo una hora del presupuesto de tiempo diario de sus padres, tal como muestran las encuestas (y mucho mds si no existe una buena guar- derfa infantil 0 una nifiera carifiosa). ¥ a pesar de ello el verdade- ro problema de las madres y los padres que trabajan no es la falta de tiempo, sino un ritmo inoportuno. El horario de nuestra sociedad sigue estando dirigido a perso- nas sin hijos ya familias en las que la mujer lleve la casa. Las guar- derias infantiles, aunque existen, cierran por la tarde, mucho antes de que las empresas acaben su jornada laboral. Los colegios de jor- nada completa son una rareza. Y puesto que la administracion y Jos médicos sélo reciben a su clientela dentro del horario de traba- jo habitual, los padres que trabajan pasan la mitad de sus dias de . Asi pues, una mujer que quiere o debe seguir con su profesién lucha vacaciones en salas de espera en lugar de estar con su fam continuamente contra unos plazos que fijan otras personas. Los remedios son tan conocidos como efectivos. Un ejemplo decémo con poco esfuerzo se le pueden ganar horas libresal tiem- polo ha establecido la ciudad de Bolzano, en Tirol del Sur. Alli al- El reloj de los demis 241 gunas escuelas ofrecen a los niftos un servicio de antes del inicio de las clases y por las tardes. Las guarderfas estén abiertas todos los dias hasta ultima hora de la tarde y las oficinas de la Administra- cién lo hacen una vez por semana. Una red de rutas escolares, con- troladas por unos vigilantes, atraviesa la ciudad, de modo que los ninos pueden recorrerlas solos por las mafianas. La tarde del séba- do una calle del centro de la ciudad, de lo contrario muy transita- da, se cierra al trafico y, en cambio, las tiendas y los cafés estan abiertos hasta entrada la noche para que la gente pueda comprar con calma. Los efectos positivos de un mejor cuidado de los niftos tam- bién pueden observarse en Escandinavia. Un estudio internacio- nal sobre la carga de estrés de los padres comparé Finlandia con otros paises. Desde que nacen todos los nifios finlandeses tienen derecho a una plaza en una de las guarderias infantiles que, en comparacién con los esténdares alemanes, estén paradisfacamen- te bien equipadas. Mas de la mitad de las familias hace uso de la oferta. Ademas, las niferas echan una mano a los padres. Durante las vacaciones escolares también se cuida a los nifios, y si una ma- dre médica 0 policia tiene que trabajar por la noche o un padre tiene que irse de viaje por negocios, en muchas ciudades hay dis- ponibles guarderias nocturnas. Las madres y los padres trabajadores de Finlandia padecen mucha menor falta de tiempo que sus colegas de otros paises. En general, el estado de nimo de los padres finlandeses es llamativa- mente bueno en comparacién con el nivel internacional: incluso las enfermedades psiquicas estan menos extendidas que en otros sitios.'® Parece que a los nifios también les sienta bien una asisten- cia tan organizada; como es sabido, en los conocidos estudios PISA y otras investigaciones, obtienen mejores resultados que sus coetdneos alemanes. 242 EL TIEMPO Las empresas pueden hacer mucho para dar a los empleados libertad sobre su tiempo. Hace tiempo que no silo los padres se benefician de horarios de trabajo que el empleado puede distri- buirse en funcién de sus necesidades; al fin y al cabo, una tercera parte de los empleados de Alemania ya dispone de un cémputo de horas laborales.'” De acuerdo con sus superiores, estos emplea- dos no sélo pueden determinar ellos mismos cuando Ilegan y cuando se van del trabajo, sino también cudnto tiempo quieren trabajar en una determinada semana. Las horas extra o los tiem- pos de ausencia con respecto a la jornada laboral acordada por contrato se compensan a lo largo del afio. Algunos empleados también ahorran sus horas extra para permitirse un perfodo de descanso de varios meses. Mediante una regulaci6n de estas ca- racteristicas, la empresa debe pagar menos pluses por horas ex- traordinarias y, puesto que hay personas que prefieren entrar mas pronto y otras que prefieren hacerlo mis tarde, las oficinas y las naves de las fabricas estin ocupadas durante més tiempo que con las jornadas laborales rigidas. Evidentemente, la dificultad radica en encontrar un equilibrio entre los horarios de los empresarios y los trabajadores. Pero en los casos donde la comunicacién con el jefe funciona, los empleados con computos de horas laborales han tenido experiencias buenisimas.!* Las empresas que renuncian totalmente al control del hora- rio de trabajo todavia han ido mas allé. En lugar de pagar a los empleados por horas cumplidas, se les remunera por objetivos alcanzados. Por ejemplo, un equipo de una empresa electrénica debe fabricar mensualmente una determinada cantidad de pla- cas de circuitos impresos; los empleados acuerdan entre si cudn- do hacerlo, La productividad se utiliza como escala de medici6n en lugar del reloj. En estas empresas, el tiempo ya no equivale a dinero, El reloj de los demas 243 Con razén, la jerga del mundo empresarial denomina «tiempo de confianza» a este tipo de regulaciones, pues requieren acuerdos claros para que nadie pueda aprovecharse de la situacion. En los casos donde funciona, la empresa gana trabajadores que estén considerablemente més contentos, ya que para los empleados la carga de estrés desciende de forma notable: al poder elegir sus ho- ratios todavia gozan de mas soberania que con las jornadas labo- rales flexibles, pueden optar por hacer parte de su actividad desde el esctitorio de su casa, y no hay ningtin superior que supervise constantemente el progreso del trabajo. La presién temporal no se puede medir con las agujas del re- oj. ¥ a pesar de ello todo aquel que deba criar hijos pequefios u ocuparse de un progenitor que requiere cuidados agradece con creces las horas libres. Una jornada laboral un poco més reducida es un logro. En Alemania, desde hace un par de aftos todos los em- pleados incluso tienen derecho a una reduccién de la jornada la~ boral con la correspondiente reduccién del sueldo."” ¥ aun asi mu- chos hombres y mujeres dudan acerca de reducir 0 no su jornada laboral a, por ejemplo, 30 horas. Fl empleado bien remunerado que se dirija a su jefe de departamento, médico jefe 0 redactor jefe con esta peticién, topard con la extrafieza. En cambio, en Suiza casi siempre se cumple un deseo de este tipo. Allf es habitual reducir la jornada laboral moderadamente a, por ejemplo, un 80 %. Apenas ninguna empresa tiene problemas en hacerlo, Pero los empleados stiizos aceptan que el tiempo libre no es gratuito: para ganar en autodeterminacion estan dispuestos a renunciar a la parte correspondiente de su sueldo. A los colegas alemanes les cuesta entender este punto de vista. La semana de 35 horas s6lo se pudo introducir en la década de 1980, porque los sindicatos negociaron un ajuste salarial total. A pesar de todo, la jornada laboral media de todos los trabajadores 244 EL TIEMPO actualmente se sittia por encima de las 39 horas, segtin otras esta~ disticas incluso por encima de las 42, porque muchos trabajadores hacen horas extra y las quieren cobrar. Mediante un privilegio que introdujeron antafio los nazis para su industria armamentistica, los pluses por horas extraordinarias estén exentos de impuestos. Asi pues, con un dispendio de més de 8.000 millones de euros anuales, el Estado crea incentivos para las horas extra. Desde que hace unos afios las empresas alemanas se encuen- tran en una situacion de presién de costes y amenazan con despi- dos, los empleados se muestran finalmente dispuestos a volver a trabajar més tiempo por el mismo dinero. En lugar de eso, unas jornadas laborales mas cortas y la eliminacién de los sobresueldos, supondrfa el mismo ahorro para las empresas y prometeria nue- vos puestos de trabajo al ejército de personas en paro. Pero nadie se atreve ni tan siquiera a considerar en puiblico esta alternativa. Si se habla de menos dinero, enseguida se airea la palabra «huelga». En cambio, aceptamos mucho mejor tener menos tiempo libre. El valor que un bien tiene para nosotros se demuestra cuando tenemos que renunciar a otra cosa por él. Asi, estamos sumergidos en un dilema singul: : la mayorfa de los ciudadanos se siente aje- treada. Pero por otro lado nuestra valoracién del tiempo de libre disposicion (ocio) nos parece todo menos brillante. Quiza resulte poco sorprendente en una cultura, donde la abundancia de dine- ro y la escasez de tiempo se consideran signos de éxito. 12 Duejfios de nuestro tiempo Todo depende de la motivacién A principios de la década de 1990, la socidloga norteamerica- na Arlie Hochschild fue contratada por una gran empresa que se preocupaba de manera ejemplar por sus empleados. Gozaban de mérgenes de movimiento que en muchos otros sitios todavia pa- recen ut6picos, y los requisitos del capitulo anterior se cumplian ampliamente en esta empresa: cada persona podia organizarse su horario de trabajo de la manera que mejor se adaptase a su situa- cién vital. La empresa, de la que solo se conoce el nombre falso «Amerco», queria facilitar la vida especialmente a los padres en ac- tivo, La gerencia habia ideado innumerables modelos para ellos. Habja trabajo a tiempo parcial, horarios de trabajo flexibles, em- pleo compartido, trabajo desde casa, baja por maternidad o pater- nidad; todo lo que cada madre 0 padre deseara.' Pero casi nadie aprovechaba la oferta. No mas del 4 % de todos Jos empleados con hijos habia reducido su jornada laboral. Un 1 96 trabajaba desde el escritorio de su casa. Todos los demas hom- bres y mujeres, en el mejor de los casos, utilizaban la posibilidad de entrar a trabajar después de haber dejado a los nifios en la guar- deria infantil de la propia empresa. Por lo demés, segufan con su jornada de nueve o diez horas, como es habitual en EE.UU. Los empleados combinaban su vida familiar de acuerdo con sus largas 246 EL TIEMPO jornadas laboral A pesar de todo, se quejaban de las prisas difi- cilmente soportables y de su mala conciencia para con los nifios. El hecho de que los dias parezcan desbordar a los padres que trabajan normalmente tiene varios motivos, como ya se ha anali- zado en el capitulo anterior. Pero el caso de Amerco era destacado porque no se podia recurrir a ninguna de las explicaciones habi- tuales: quien redujera provisionalmente su jornada laboral no de- bfa temer perjuicios en su carrera. El puesto de trabajo estaba ga- rantizado. Y lo cierto es que la inmensa mayorfa de los superiores se esforzaban por apoyar a las madres y a los padres. Por consi- guiente, la importante sensacién de control sobre el propio tiem- po, que reduce el estrés, como minimo se daba por completo en el trabajo; y no obstante es obvio que a los empleados de Amerco les faltaba algo. Para solucionar el enigma, la socidloga Hochschild se instalé en Amerco. Entrevisté a 130 empleados, desde el director general hasta el trabajador de la cadena de fabricacién, y analiaé cémo trabajaban y vivian. ‘Tras varios meses de silenciosa observacién llegé a una con- clusion desconcertante: la relacin tradicional entre familia y em- presa se habia tergiversado para los empleados de Amerco. Mien- tras que los empleados sentian que estar con sus parejas ¢ hijos era una inquieta lucha continua entre la atencion a los mismos y las tareas domésticas, el trabajo se habia convertido en un pasatiem- po agradable. Gracias a los modernos métodos de gestién se sen- tian reconocidos en su rendimiento y podian participar en las de- cisiones. Su trabajo les satisfacia, y la mayorfa habia hecho amigos en la empresa. No era la familia, sino la empresa el remanso de tranquilidad de sus vidas. Cambiar este entorno por el continuo refunfuntar de los nifios y las reyertas conyugales parecia poco seductor. A los empleados de Amerco sencillamente les faltaba el estimulo para pasar menos Duefios de nuestro tiempo 247 tiempo en la oficina en beneficio de sus hijos y parejas. Cuando los. remordia la conciencia, siempre les quedaba la excusa de que tra- bajaban mucho en la empresa. Y realmente lo hacian, pero no por- que la empresa exigiera tanta dedicacién, sino porque en caso de duda los empleados enseguida estaban dispuestos a hacer horas extra. La huida del estrés de casa hacia tiempo que habia desarrolla- do su propia dinamica: cuanto mas tiempo pasaban los hombres y mujeres en la empresa mas se acumulaban las tareas en casa, y mas agotador resultaba dejar que la pareja y sobre todo los nifios hicie- sen valer sus derechos en las pocas horas sobrantes del dia. Eso s6lo se podia superar con un ritmo cada vez més acelerado (los empleados de Amerco trabajaban a destajo en el hogar de un modo que hubiera honrado a cualquier fabrica del siglo xtx). Evi- dentemente, los nifios intentaban sabotear el severo régimen. Y crecié la tentacién de pasar mds tiempo tras las puertas de la em- presa Los empleados de Amerco tenian una libertad para distribuir- se su tiempo que la inmensa mayoria de los trabajadores nada mas puede anhelar. Pero no habjan aprendido a utilizar su indepen- dencia. $6lo mediante largas conversaciones tomaron los encues- tados conciencia de la situacién a la que habian llegado. No les re- sultaba precisamente fécil admitir que ellos mismos eran los causantes de su propia premura de tiempo en casa y, sobre todo, por qué lo habian hecho. Cuando la revista londinense de econom{a Economist informé en julio de 2005 sobre cémo el ordenador de bolsillo BlackBerry inducia a sus usuarios a consultar a todas horas y en cualquier lu- gar sus correos electronicos, un lector contest sarcasticamente: «jNo podria ser que nos guste mas nuestro trabajo de lo que que- remos admitir? Quizés el tiempo que la BlackBerry nos roba en 248 EL TIEMPO. casa, el fin de semana o durante las vacaciones es, en realidad, un descanso de los chillidos de los n 0s y las quejas de la parejas un remanso de paz en el caos de nuestra vida privada. |...] 3¥ se sor- prenden ustedes de que seamos adictos a ella?»* COMO CONFUNDIMOS CARGA Y DESEO «No tener tiempo» para algo normalmente significa que en aquel momento hay otra cosa mas importante para nosotros. Asi pues, esta retérica debe entenderse como una excusa cémoda y, en oca- siones, lo es, Pero a menudo las cosas no son tan simples: sentirse ajetreado es desagradable. Sentimos una obligacién (por ejemplo, cuidar de los nifios), pero nos falta la motivacién para cumplitla. Por esa raz6n, esta falta de moti cin, también la podemos deno- minar simplemente desgana, y es, después de la incapacidad para concentrarse y el estrés, el tercer gran ladrén de tiempo, responsa- ble de la sensacién de prisa continua. El estimulo interno es tanto mas decisivo para el manejo del tiempo cuanto més libres estamos de obligaciones exteriores. La funci6n ejecutiva, el administrador de nuestra cabeza, planifica nuestros actos de manera bastante automatizada. Pero se rige por nuestros deseos. Continuamente buscamos estimulos en el entor- no que nos prometan distraccién (y sobre todo mas sensacin de bienestar de la que ya disfrutamos). En este sentido, todo lo nuevo posee una especial fuerza de atraccién, porque todavia desconoce- mos su yalor. Literalmente, todo puede ser objeto de interés, des- de una compafera de trabajo dispuesta a charlar delante de la fo- tocopiadora, hasta el letrero de una heladeria. Cuando el cerebro se ha fijado un objetivo que vale la pena, se pone en marcha el denominado sistema de recompensa.? Se com- Duefios de nuestro tiempo 249 pone de diferentes centros en el mesocéfalo, en la parte inferior de la corteza cerebral y en el cértex prefrontal. En los conductos nerviosos que unen estas regiones se libera el neurotransmisor dopamina; éste provoca en primer lugar que la atencion se dirija hacia el estimulo prometedor: de repente, el anuncio luminoso « le sirve de poco? Podriamos asumir que, aunque no podamos recordar los datos, como minimo si podemos memorizar el orden de nuestras expe- riencias. Quiz4 cada recuerdo va ligedo a una especie de indicadores,del camino que nos transportan por éste @ través de nuestro pasado a las ex- periencias inmediatamente anteriores y posteriores. Sin embargo, en este caso como minimo nos deberia resultar facil ordenar temporalmente las, vivencias conocidas sin mids seftales, Bntonces unos afios tras el viaje a una ciudad desconocida, deberfamos ser capaces de decir en qué orden vimos qué monumentos por primera vez. 3Es realmente asi? Junto con muchas otras experiencias que hablan en contra, Wagenaar también nos ofrece un convincente resultado en este caso. Durante 157 dias apunto, en lugar de uno, dos acontecimientos que le parecfan especialmente dignos de ser re- Notas 317 cordados. En las fichas ponia una nota de que ese dia en cuestién habia otra experiencia apuntada, Si a posteriori extraia una de dichas fich: , in- De entre 314 intentos, lo logré 22. veces. Y de éstos, en 20 casos se trataba de vivencias que habian sucedido en el mismo sitio. Asi pues, slo pudo recordar dos aconteci- mientos debido a su proximidad temporal (con una tasa de aciertos tan re- tentaba acordarse de la otra vivencia de ese dia ducida, puros golpes de suerte). Aparentemente, el cerebro almacena una relacién temporal sobre todo cuando los dos acontecimientos estan relacionados entre si. Si, por el con- trario, tenemos una vivencia por la mafiana y otra por la tarde, entre las cuales no existe la menor relacién, tampoco recordamos especialmente Ia proximidad temporal. Aunque al dia siguiente todavia sabemos qué suce- dis demos recordar los acontecimientos de la semana anterior gracias a los dias el dia anterior, esta informacién cronolégica se desvanece pronto. Po- dela semana, porque todavia tenemos presentes suficientes detalles para re- construir facilmente con facilidad el orden correcto. Pero precisamente di- chos detalles, a partir de los cuales podemos decir si algo sucedid el lunes o el martes, se pierden, 17. Para obtener un resumen, véase Lepage y otros, 1998, asi como Lyt- ton y Lipton, 1999, 18. Véase por ejemplo Ledoux, 1998, 19. Pero estas vivencias son la excepcién. Posiblemente también puede usted recordar donde estaba cuando se enteré de la caida del Muro de Ber- lin, Pero la mayorfa de las personas no estan seguras del cuando. Recorda~ mos la fecha del 11 de septiembre porque se ha convertido en un simbolo, Pero en el caso menos conmovedor del muro, el momento exacto nunca al- canzé esta importancia. Asi pues, parad6jicamente, pero por un buen mo- tivo, seré més corriente que recuerde en qué momento del dia (més bien y no que en qué dia concreto) la historia alemana tomé ese curso. A las 23 ho- ras las masas asaltaron el paso fronteriza berlinés de Bornholmer Strasseslo sabemos bien porque estabamos sentados delante del televisor por la noche © porque nos enteramos de esta tremenda noticia a la mafana siguiente mientras desayundbamos. En cambio, esta mucho menos anclado en nnes- tras cabezas el hecho de que sucedié un 9 de noviembre. 318 EL TIEMPO El hecho de que nos acordemos de la hora pero no del dia de este acon- tecimiento histérico es un caso tipico de como recordamos los momentos, La memoria almacena las circunstancias bajo las cuales vivimos algos dedu- cimos el momento gracias a dichas circunstancias: todavia nos vemos desa- yenando mientras escuchamos la radio. Por consiguiente, no puede haber dudas sobre la hora del dfa. En cambio, para la fecha nos falta un punto de referencia igual de fuerte. Este efecto, que demostré el psicdlogo norteame- ricano William Friedman, constituye un fuerte indicio de que el cerebro no registra momentos, sino que los reconstruye a posteriori a partir de otzos hechos. Véase Friedman y Wilkins, 1985. 20. La memoria y la percepcién ni siquiera pueden separarse desde un punto de vista anatomico, puesto que los diferentes recuerdos estén graba- dos precisamente en aquellos sistemas del cerebro que también sirven para la percepcidn del presente. El cértex visual, que en general se ocupa del pro- cesamiento de las seftales del ojo, registra imagenes de recuerdos. A su vez, Jos sonidos del pasado estén registrados en las regiones responsables de las, impresiones actsticas. Y los recuerdos emocionales provienen de los cen- tros que crean emociones, 21. Schacter, 1999. 22, Lewis y Critchley, 2003. 23, LeDoux, 1998. 24, Ochsner y otros, 2004, Ochsner ve en este manejo del tiempo pasa- do una clave de la salud mental, Las personas con una personalidad estable son capaces de interpretar su historia de modo que podrian vivir con ella sin perder la referencia de la realidad. Quien, en cambio, padece depresio- nes, cavila desmesuradamente sobre sus malas experiencias. Independien- temente de que con ello el estado de animo todavia se hunda més, de este modo se recubre el pasado de sentimientos negativos. En una terapia cog- /éase Ochsner, nitiva conductual se aprende a romper este circulo vicioso. 2005. 25, Squire, 1992; MacKinnon y Squire, 1989. 26. Nooteboom, 1985. 27, Schacter, 1999. Notas 319 8. Siete afios en un instante 1. Block, 1982. 2. A menudo experimentamos un fenémeno similar cuando recorda- mossuefios. A posteriori, los suefios nos parecen muy largos, porque son ri- cos en imagenes. En cambio, las pruchas en centros del sueno demuestran que las escenas que recordamos a cada momento como minutos mayorita- riamente se corresponden con fases oniricas durante el suefio de unos po- cos segundos, 3. En busca del tiempo perdido, volumen 7: El tiempo recobrado. Tra~ duccién del autor. 4, Se puede comprobar haciendo que los nifios escuchen primero una secuencia hasta que pierdan el interés, lo que dan a entender cambiando la direccién de su mirada. Luego le sigue otra secuencia. Si el nifio recupera el interés, significa que evidentemente ha notado la diferencia. Véase Fried- man, 1990. 5, Hannon y Trehub, 2005. 6. Phillips-Silver y Trainor, 2005. 7. Bliot, 2001. 8, Friedman, 1990. 9. Gogtay y otros, 2004; Levine, 2004, y la bibliografia alli citada. 10, McClelland y otros, 1995. 11. Véase Draasima, 2004, y la bibliografia alli citada. 12, Pero el entrenamiento puede hacer mejorar este rendimiento. Vi se Friedman, 1990. 13. Nichelli, 1993, y la bibliografia alli citada, 14, Piaget, 1955. 15, Sobre el desarrollo del cerebro en la pubertad: Gogtay y otros, 20055 ‘Thompson y otros, 2005; Paus y otros, 1999, 16, Puesto que nosotros mismos no percibimos cémo se desplaza nuestra propia escala temporal, atribuirfamos el cambio al mundo exterior: nos parece que el mundo pasa volando. Como prueba por lo general se ci- tan experimentos en los que las personas deben reproducir intervalos de tiempo establecidos. Normalmente, las personas mayores reproducen in- 320 EL TIEMPO tervalos més cortos que la gente joven. (Véase por ejemplo Coelho y otros, 2004; Block y otros, 1998). Pero esta explicacién est condenada al fracaso, Asumiendo que exis- tiera en nuestra cabeza un medidor del tiempo ast para los segundos y los minutos: atin aun cuando se atrasara, la duracién reproducida no deberia cambiar. Cuando cronometramos un periodo de tiempo con un reloj que se atrasa, contamos por ejemplo diez segundos en lugar de siete. Pero cuan- do tenemos que reproducir este periodo, utilizamos el mismo reloj; por lo tanto, esperamos hasta que indique siete segundos. Puesto que el reloj va atrasado, estos siete segundos subjetivos en realidad son diez segundos (he- mos reproducido la duracién correctamente). Por consiguiente, un croné- metro fatigado no puede ser el culpable de un pasado aparentemente acor- tado. E] temporizador del transcurso del dia (el «nico reloj fisiolégico que existe sin lugar a dudas) tampoco puede solucionar el enigma, puesto que este reloj interior no va en absoluto més lento, sino que por el contrario va demasiado répido en los aos més avanzados, como vimos en el segundo capitulo, Pero nadie se refiere a los minutos, las horas y los dias cuando dice que el tiempo empieza a pasar volando con los aftos, puesto que la percepcién de estos lapsos de tiempo apenas varia. La gente se refiere a duraciones mu- cho més largas (semanas, meses o incluso afios) que en retrospectiva pare- cen haber desaparecido, 17. Schacter, 1999. 18. James, 1890, Traduccién propia, § 19, Para obtener un buen resumen, véase Whalley y otros, 2004. 20. Hultsch y otros, 1999. 21. Véase por ejemplo Richards y otros, 2003, y la bibliogratia alli ci- tada. 22. Meyer Fortes, 1970. Notas 321 9. La droga de la velocidad 1, La carta esta fechada el 6 de junio, En el original, en lugar de la pala- bra alemana «Erleichterungen» (facilidades), aparece la palabra «Farilita- tem, que ya no es corriente en el aleman actual. 2 Encuesta Forsa representativa, por encargo de la revista Stern, abril de 2005. 3. Ena encuesta més antigua se trata de un estudio del soci6logo Man- fred Garhammer (véase Garhammer, 1999), y en la nueva, de una serie de encuestas de 2002 del Panel Socio-Econémico del Instituto Alemén de In- -vestigacién Econémica (SOEP; segtin Hamermesh y Lee, 2003). 4, US, General Social Survey, http://www.icpsr.umich.edu:8080/ GSS/mnd1998/merged/cdbk/rushed.htm, véase también Robinson y God- bey, 1996. 5. Se pregunt6 silos empleados debian mostrar ua ritmo mas elevado durante como minimo una cuarta parte de su jornads laboral o si estaban sometidos a presién. Fuente: Fundacién Europea para la Mejora de las Condiciones de Vida y de Trabajo; primera y tercera encuesta sobre las con- Giciones laborales, Resumen http://www.eurofoundeu.int/publications/fi- Jes/EFOO128DE.pdf. 6. Serie de encuestas de 2002 del SOEP (segiin Hamermesh y Lee, 2003). 7. Estudio de GfK de Nuremberg. Su 8. Por ejemplo, el término «hora» no se utiliza en francés medio hasta después de 1400 de manera generalizada en su significado actual de una duracién de tiempo. Hasta entonces la palabra cheure> designaba en el uso general del idioma énicamente un momento, Véase Glasser, 1936. 9, Seifert, 1988, 10. Citado segtin Whitrow, 1991. 11. Citado segiin Weber, 1993. 12, Raybeck, 1992. 13. Levine, 1998. 14, Boletin Oficial del Ministerio de Cultura y Deporte de Baden- Warttemberg de 21 de febrero de 1994, 322 EL TIEMPO. 15. O'Malley, 1990. 16, Lamprecht, 1912. 17, De Kochira katsushikaku kameari koen mae hashutsujo de Akimo- to Osamu, Debo agradecer la indicacion de este manga y su traduccién al alemén al libro de Florian Coulmas Japanische Zeiten (Tiempos japone- ses), 18. Coulmas, 2000, 19, Levine, 1998. 20. Kelly, 1998, 21, Schulze, 1992. 22. New York Times, suplemento de la Siiddeutschen Zeitung del 55.12.2005, 23. Helprin, 1996, 24, Experimentalmente lo demostraron, por ejemplo, Callejas, Lupis- fiez y Tudela, 2004, Véase también Posner, 1994, 25, Gonzales y Mark, 2004. 26. Esto se debe, por un lado, a menudo a un ritmo de sueiio cambia- do ¥, por el otro, a que los sintomas se perciben con mayor fuerza en cuan- to falta la distraccién habitual. Torelli y otros, 1999, 27. Weber, 1993, 28. Levine, 1998. 10. La abundancia de la vida 1, Hinz, 2000; King, 1986; Bost, 19845 Macan, 1994. 2, Macan, 1996; Kaufman-Scarborough y Lindquist, 2003; véase tam- bién Macan, 1994, y Slaven y Totterdell, 1993. 3. Kaufman-Scarborough y Lindquist, 2003. 4. Jiang, 2004; Jiang, Saxe y Kanwisher, 2003; véase también Adcock y otros, 2000. 5. Véase por ejemplo Meyer y otros, 1998. Ambos resultados (reaccién més lenta y més errores en Ja denominada multitarea) también se obtienen en un método de ensayo psicoldgico que entretanto se ha convertido en Notas 323 algo usual, el denominado «Trail Making Test Bo. Este indica una medida para la velocidad de procesamiento en el cerebro. 6, Aunque bajo determinadas condiciones podemos percibir conscien- temente dos cosas a Ja vez, nunca tomamos das decisiones conscientes a la ver; por simples que sean. Véase Pashler, 1994, Sobre la denominada «mul- titarea automatizada», véase por ejemplo Schumacher y otros, 2001. 7. Gibbs, 2005. 8. Douglas y otros, 2005. 9. Los experimentos descritos en Vogel ¥ otros, 2005 son una demos- traciGn impresionante de lo decisivo que es un mecanismo de iltrado efec- tivo para el control de Ia atencién y la capacidad de rendimiento en muchas tareas. 10. Gogtay y otros, 2004. 11, He escrito ampliamente acerca de estas relaciones en mi libro La formula dela felicidad, 12, Asi pues, las estructuras del ldbulo frontal en pacientes con pertur- bacién de la atencién también difieren de la norma, tal como se puede de- terminar con procedimientos que nos proporcionan imagenes (como la to- mografia de emisién de positrones y la tomografia de espin nuclear). Para obtener un resumen, véase Barkley, 1998. 13, Por ejemplo el gen DAT1, que determina la forma exacta de una molécula transportadora de dopamina. Véase Rueda y otros, 2005, y la bi- bliogratia alli citada, e 14, El entrenamiento puede descargarse de Internet: www.teacli=the- brainorg. 15. Un grupo de control de nifios que podian ver videos mientras los otros salvaban ovejas en la pantalla demuestra que realmente fueron los juegos de Posner Jo que hizo avanzar a los niftos. En el grupo de control hay mucho muchas menos diferencias entre antes y después. Véase Rueda y otros, 2005. 16. Klingberg y otros, 2005, 17. Olesen, Westerberg y Klingberg, 2003. 18. He escrito ampliamente sobre ello en mi libro La formula de la feli- cidad. 324 EL TIEMPO 19, Estos experimentos se realizaron en pacientes con compulsiones y depresiones (Baxter y otros, 1992; Brody y otros, 2001). En las perturbacio- nes de la atencién se estén empezando a realizar los estudios correspon dientes, 20. Safren y otros, 2005, y la bibliografia alli citada, II. El reloj de los demas 1. Valores promedios seguin el aumento del presupuesto de tiempo de la Oficina Federal de Estadistica en Wiesbaden 2001-2002 para hombres de entre 18 y 65 afios. 2. Friedman y Rosenman, 1959. 3. Sapolsky, 1998. 4, Ambos cardi6logos extrajeron sus conclusiones a partir de los datos de 83 pacientes exclusivamente masculinos, que en parte habian elegido se- lecciondndolos ellos mismos como «tipo A>. Los resultados se compararon con los resultados de otro grupo de hombres, que Friedman y Rosenman también habian elegido ellos mismos: «tipo Bo. Segiin estimaciones subje- tivas, se trataba de personas insGlitamente tranquilas. Finalmente, también se recurrié a un grupo de parados ciegos como comparacién extravagante («tipo C»), Los datos de los grupos eran diferentes; en el «tipo Ap los valo- res de colesterina eran més elevados. Friedman y Rosenman dedujeron de cello que las personas ajetreadas corren un riesgo especial de padecer un in- farto de miocardio. Pero para fandamentar su afirmaci6n Friedman y Rosenman deberfan haber demostrado cémo el estado de salud de las personas con yna deter- minada caracteristica (por ejemplo, predileccién por el trajin) difiere del estado de las personas que dinicamente no poseen dicha caracteristica, pero que por lo demas viven en condiciones totalmente comparables, Los crite- rios de diagnésticos para la existencia de una enfermedad cardiaca eran de- ficientes. De hecho, entre los pacientes del «tipo A» del estudio no sélo hay un tercio mas de fumadores que en los pacientes del «tipo Bn, sino que los fumadores del «tipo A» fumaban a diario més del doble, concretamente Notas 325 une cajetilla al dia, Esto solo serfa mas que suficiente para explicar las dife- rencias; en realidad, resulta sorprendente que los valores de colesterina del grupo de fumadores empedernidos designado como «tipo A» no fueran atin mucho peores 5. Arnsten, 1998, 6. Zahrt y otros, 1997; Arnsten, 1997; Arnsten y Goldman-Rakic, 1990. Esta conclusién se contradice con una famosa «ley» de la psicologia que cla- boraron los investigadores norteamericanos del comportamiento Yerkes y Dodson en el afio 1908. Segiin esta ley, con una carga de estrés creciente, aumentarfa mucho la capacidad de aprendizaje (y, como muchos sostuvie- ron, también la capacidad de rendimiento general) hasta descender de nue- vo al llegar a niveles de estrés elevados, Esta relacion, que representada gré- ficamente traza la curva de una «U» invertida, puede encontrarse en practicamente todos los libros de texto de psicologia y suena plausible. Pero la aleyo de Yerkes y Dodson nunca fue probada de manera concluyente. (Para obtener un buen resumen, véase por ejemplo Teigen, 1994.) La curva de la «U» invertida sélo posee su legitimidad indiscutible en el sentido de que, tanto en caso de infraestimulacién como en caso de sobreestimulacién del sistema dopaminérgico, la capacidad de rendimiento del cerebro des- ciende. (Zahrt y otros, 1997). Pero, evidentemente, esto“no significa que la carga de estrés fuese el pardmetro mas adecuado para llevar el sistema do- paminérgico al punto éptimo de rendimiento. En el mejor de los casos, la curva de la «Up invertida es correcta si se aplica a una escala muy amplia, En algiin lugar entre la profunda distensi6n del suedio y la elevada carga de estrés, debe haber un maximo de rendimiento, Pero esta afirmacién es tri- vial. t 7. Sapolsky, 1998. 8, Marmot y otros, 1991 y 1997. 9, Incluso a los jefes de una banda de babuinos este método les resulta familiar. Como el investigndor del estrés Sapolsky observs en el Serengueti, un macho de elevado rango social puede, por ejemplo, ordenar a otro cudn- do puede beber: si el animal alfa se acerca al abrevadero, un animal mas dé- bil que esté alli debe largarse. Aunque los desvalidos no tienen en absoluto carencias, puesto que en el Serengueti hay suficiente comida y agua para to- 326 EL TIEMPO dos, padecen enormemente las consecuencias de su posicién. Su estado de salud ¢s notablemente peor que el de los jefes del grupo. Cuanto mas abajo estén los babuinos en la jerarquia, més hormonas del estrés circulan por su sangre, més a menudo estén enfermos y més pronto se mueren (Sapolsky, 2000; Sapolsky, 1998; Sapolsky, 1993). 10, Véase Sapolsky, 1998, y la bibliografia alli citada 11, Véase por ejemplo Rennecker y Godwin, 2005, y la bibliografia alli citada, 12, Chandola, Kuper y otros, 2004. 13. Existen pruebas de que los hombres prestan més atencién a las je- rarquias que las mujeres, las combaten hasta el fin y, correspondientemen- te, padecen més las consecuencias si pierden una lucha por una posicién. La etologia de otzos tipos de monos no sélo confirma este diagnéstico, sina también el hecho de que la sumisién es un notable desencadenante del es- rés precisamente para los animales machos. Sin embargo, a diferencia de otros monos, los seres humanos pueden pertenecer a més de una jerarquia. Asi, un pequenio humilde empleado que debe doblegarse en su empresa puede disfrutar de un clevado reconocimiento en su tiempo libre como presidente de una entidad deportiva. Véase también Sapolsky, 2003. 14, Hamermesh y Lee, 2003. 15. Holz, 2002. 16. Se podria suponer que las enfermedades psiquicas por lo general estan menos extendidas en Finlandia y que, por consiguiente, los padres las padecen menos queen otroslugares. Pero un anilisis estadistico preciso de- muestra que esta explicacién no es correcta. Vase Chandola y otros, 2003, 17, Encuesta del Instituto ISO de Colonia, 2003. 18. Hellert, 2001. ’ 19, Solo quedan excluidos los empleados de pequeftas empresas con amenos de quince trabajadores. Notas 327 12. Duefios de nuestro tiempo 1, Hochschild, 2002 2, Carta de un lector de la edicién del 30 de julio de 2005. 3. Aqui me cifto al uso habitual del idioma, En mi libro La formula de 1a felicidad argumenté que este sistema se denominaba acertadamente «sis tema de expectativas», puesto que procesa informaciones sobre la expecta- tiva de una recompensa y no sobre la propia recompensa. 4, Freeman y Edwards, 1998. 5, Los sociélogos austriacos Marie Jahoda y Paul Lazarsfeld describie- ron un ejemplo conmovedor de este efecto en una pequeia ciudad llamada Marienthal. Durante la crisis econémica después de 1929, el gran provee- dor de empleo de ese Ingar, una fabrica textil, quebré; no podia encontrar- se sustitucién para los puestos de trabajo perdidos en ningtin lugar. Jahoda y Lazarsfeld demostraron cémo los parados de Marienthal no solo perdie- ron sus ingresos, sino también todo sentido del tiempo. Asi, ambos cienti- ficos cronometraron con qué rapidez se movia la gente en la calle principal del lugar. La velocidad de paso de los parados era inferior a tres kilémetros por hora; es decir, no avanzaban ni la mitad de rapido que un peaton con un andar resuelto, A menudo incluso se quedaban-fotalmente parados y miraban el aire. En hojas de registro del tiempo, que se crearon a peticién de los cientificos, también pueden hallarse entradas como: «16-17 horas: he ido por leche. 17-18 horas: he ido del parque a casa. El autor necesitaba dos horas para recorrer un camino de un par de cientos de metros. Los investigadores sacan una conclusion amarga: «Quien sepa con qué tenacidad los obreros han luchado desde los inicios de su organizacién por la prolongacién del tiempo libre, podria creer que en medio de la miseria del desempleo por lo menos el tiempo libre ilimitado deberfa ser un logro para las personas. Pero observandolo detenidamente, este tiempo libre re- sulta ser un regalo trégico, Ellos (Jos parados), que ya no tienen que darse prisa, no empiezan nada nuevo y se hunden paulatinamente |... en la li- bertad y el vacfo». Véase Jahoda, Lazarsfeld y Zeisel, 1975. 6. Damasio, 1995. 7. Toplak y otros, 2005. 328 EL TIEMPO 8. Douglas y Parry, 1994; Douglas y Parry, 1983 9, Hamermesh y Lee, 2003. Barkley, 1997. 10. Se trataba de la encuesta del Panel Sacio-Econémica (SOEP), que el Instituto Aleman de Investigacion Econémica hace anualmente a 24.000 personas. 11. En el grupo de las mujeres que no estén en activo, de entre el 3.9% de hogares con los ingresos més elevados en todo el pais, un 19 % se queja- a de escaser de tiempo frecuente o constante. El promedio correspondien- te de todas las amas de casa se sittia en un 14 %. Un 39 % de las amas de casa ids ricas se consideran felices por no conocer apenas o en absoluto el estrés temporal. El promedio es un 49 9. Véase Hamermesh y Lee, 2003. 12, de Grazia, 1962. 13, Acerca de la neurobiologia de nuestra insaciabilidad, véase mi libro La férmula de la felicidad. 13. El derrocamiento de los relojes 1, El factor exacto por el que se dilata el tiempo es 1,8. Se calcula segiin la formula::\'-=. v ¢s la velocidad de vuelo del cohete y ¢ la velocidad de la luz. 2, De la grifica puede derivarse el factor mencionado en la nota ante- rior, Louise ve cémo la luz en el reloj de Thelma, de un espejo a otro, reco- rre un trayecto ct. Mientras tanto, el cohete se ha movido hacia delante a una distancia de v t. En cambio, en relacién con el cohete (y sus espejos) Thelma esta quieta, Desde su punto de vista, la luz estd viajando por el ca- mino més corto entre ambos espejos; desde su torre de observaci6n recorre un trayecto ¢ t,t’ es el tiempo que Thelma mide. Las tres lineas conforman un triéngulo recténgulo Seguin el teorema de Pitagoras por lo tanto se apli- cai = t? +? t?, De abi se obtiene el factor arriba mencionado. El di- bujo no est hecho a escala. 3, EI GPS evalda la duracin de las sefiales que se retvansmiten ala Tie- ra desde los satélites. Pero los relojes en los satélites funcionan de manera diferente que en la Tierra, Esto se debe, por un lado, ala velocidad ala que Notas 329 Jos satélites giran alrededor de la Tierra y, por otro, a que en el espacio side- ral los satélites estén expuestos a una fuerza de gravedad més débil (tal y como se aborda mas adelante en este mismo capitulo). Estas desviaciones se pueden calcular y compensar con las ecuaciones de Einstein. Sin la correc- cién relativista la navegacién por GPS seria mucho més imprecisa. 4, Bn el mejor de los casos podemos reducir las diferencias de tiempo a una centésima parte de la duracién observada; por Io tanto, en el caso de una duracién de 1 segundo, reconocemos una diferencia de tiempo de 1/100 segundos. La velocidad de crucero necesaria se obtiene a partir de la formula de la nota 1 5, Pound y Rebka, 1960. 6. Unruh, 1995. ze nado efecto reciproco débil, donde junto con el tiempo, también deben re- in la fisica de particulas existen procesos bajo el efecto del denomi- la invariancia CPT. flejarse la carga y el espacio para obtener la dinamica, Pero tal como se muestra, esta excepcidn a la regla de Ja simetria temporal tinica sélo es aplicable a unos pocos procesos con particulas realmente ex6- ticas, los mesones K y B. Estas particulas no existen en plena naturaleza, de- ben crearse costosamente en aceleradores de particulas y tienen un tiempo de vida inferior 2 una millonésima de segundo. Por este motivo, todo pare- ce indicar que esta excepcién es totalmente irrelevante para la direccién de la flecha del tiempo en los procesos fisicos cotidianos. 8, Para los expertos: hablando con precision aqui debetfa decir «casi nunca». Las fluctuaciones del sistema pueden disminuir transitoriamente la entropfa, Pero a largo plazo no tienen importancia, 9, Einstein, Besso: Correspondance. Paris, 1979. * Epilogo. Una nueva cultura del tiempo 1 Wittman y otros, 2006. 2. de Grazia, 1962. Bibliografia Abbott A., Restless nights, listless days, Nature, vol. 425, pp. 896-898, 2003. Adcock R. y otros, Functional neuroanatomy of executive processes involved in dual-task performance, Proceedings of the National Academy of Sciences of the United States of America, vol. 97, pp. 3.567-3.572, 2000. 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Yo soy el tinico responsable dé todos los errores del texto. Las personas cercanas o no tan cercanas a mf estuvieron dis puestas a relatarme detalladamente sus experiencias con el tiem- po, Doy las gracias por la confianza mostrada al revelarme estas vi- vencias y puntos de vista a menudo muy personales a Stefan Bauer, Kirsten Brodde, Beate Lakotta, Karin Leuschner, Dorle y Fritz Klein, Elektra Rigos y Walter Schels. David Cyranoskd y, sobre todo, Christoph Neidhart y su fami- lia fueron unos maravillosos anfitriones en Tokio. Stefan Nickels también fue una gran ayuda como investigador. No menos titil fe la ayuda que me presté Monika Klein en el abastecimiento de la bibliografia y para subsanar los errores. Doy las gracias a Stefan Bauer, Thomas de Padova, Wolfgang Schneider y Diana Stibs por su valiosa critica sobre las primeras versiones del manuscrito. 3 EL TIEMPO La telacin con la editorial ha sido extremadamente agrada- ble. En representacién de todos aquellos que se han implicado con gran entusiasmo en este libro nombro a: mi lector Peter Sillem, con quien ha sido un placer trabajar; Heidi Borhau, que se ha en- cargado del trabajo de prensa con mucho esmero; y Jérg Bong, que desde el primer momento hizo todo lo necesario para que fuc- se un éxito. Matthias Landwehr, en calidad de agente, también ha acompaiiado este proyecto con mucha competencia. Mi mujer y compaiiera Alexandra Rigos ha contribuido con tantos pensamientos, criticas y mejoras que este libro también es suyo, Se lo dedico a ella; en memoria del tiempo tan maravilloso que hemos pasado juntos.

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