Download as pdf
Download as pdf
You are on page 1of 15
4 Michel Foucoutt politico rechazamos esas politicas de la docta ignorancia como eran aguellas, pienso, conocidas con el nombre de compro: miso. iF el lenguaje o el vocabulario lo que separa actualmente a los fildsofos y a los cientificos del gran piblico, de los hom. bres con los que viven, de sus contempordneos? MLE. Creo, por el contrario, que hoy mas que nunca las ins- tancias de difusién del saber son numerosas y eficaces. El sa- ber en los siglos XIV y XV, por ejemplo, se definia en un espa- cio social que era circular y forzoso. El saber era lo secreto, y la autenticidad del saber estaba a la vex Gatantizada y protegida por el hecho de que ese saber no circulase 0 circulase exclusi vamenté enitte un reducido miimero de individuos; desde el momento en que el saber era divulgado cesaba de ser saber y. por consiguiente, dejaba de ser verdadero. - Nos encontramos actualmente en un nivel muy avanzado de luna mutacién que comenz6 en los siglos XVII y XVIII cuando, al fin, el saber se convirtié en una especie de cosa publica. Saber significaba ver de forma evidente lo que todo individuo, tac s-condiciones, podria ver y comprobar. En este sentido fa estructura del saber se ha convertido en pi blica. Todo el mundo posee el saber. Simplemente no siempre se trata del mismo saber, ni del mismo grado de formacién, ni del mismo grado de precisién, etc. Pero no estin por un lado los ignorantes y por otro los sabios. Lo que acontece en una 70- na del saber repercufe actualmente de modo muy répido en otra zona del mismo. ¥ en esta medida pienso que nunca el sa- ber ha sido tan especializado como ahora y sin embargo tam- poco nunca se ha comunicado tan répidamente consigo mismo. —————— LA FUNCION POLITICA DEL INTELECTUAL. RESPUESTA A UNA CUBSTION.* Agradezco 4 los lectores de Esprit su amabilidad al plantear- me una serie de cuestiones, y a J.M. Domenach el haberme ofrecido la oportunidad de responder. Las preguntas eran tan numerosas —y cada una de ellas tan interesante— que no me ha sido posible examinarlas todas. He escogido la dltima (aun- que no sin lamentar no poder contestar a las otras): “Un andlisis que introduce la opresién del sistema y la dis- continuidad en 1a historia del pensamiento jno priva de funda- mento a una intervencién politica progresista?, gno conduce al siguiente dilema: ala aceptacién del sistema o a recurrir al su- ceso incontrolado, a la irtupcién de una violencia exterior tni- ca capaz de trastocarlo?™ Los motivos que me han inducido a elegir esta cuestién son los siguientes: 1). Porque me ha sorprendido aunque pronto me convencf de que concernia al niicleo mismo de mi trabajo. (9 Revista ESPRIT, nim. 371, mayo 1968, ps, 850-874, "7 8 Michel Foucault 2), Porque me permitia proporcionar algunas respucstas que indirectamente respondian a otras cuestiones planteadas. 3). Y, por iiltimo, porgue fomulaba un tipo de interrogaciéin que ningtin trabajo teérico hoy puede soslayar. Lo que intento hacer, tengo que admitirlo, ha - zado en vuestra pregunta con una gran precisién, al mismo tiempo que habeis sefialado al centro del debate: “introducir la opresién del sistema y la discontinuidad en la historia del pensamiento”’, Si, me reconozco casi por entero en esa frase Reconozco que se trata de una afirmaci6n casi injustificable. Con diabética oportunidad habeis conseguido dar una defini cién de mi trabajo que no puedo sino suscribir, pero que nadi desearia razonablemente asumir. De repente me doy cuenta de mi extravagancia, de mi singularidad tan poco legitima. Y respecto a este trabajo, (realizado un tanto en solitario, mas siempre pacientemente, sin otra ley que él mismo, bastante minucioso como para defenderse por si sélo, 0 al menos eso pensaba yo), se me hace ahora presente lo mucho que se des- via de las normas mejor establecidas y to chirriante que resul- ta. No obstante me molestan dos o tres detalles de la ajustada definicién que me proponeis que me impiden (posiblemente me evitan) adherirme a ella por completo. En primer lugar empleais el término sistema en singular. Sin embargaCyo soy pluralista) me explico. (Espero que me permitais referirme no s6lo a mi iltimo libro sino también a aquellos que lo han precedido, puesto que en conjunto forman un haz de investigaciones con temas y referencias cronolégicas bastante préximas; y también porque cada obra constituye una experiencia descriptiva que se opone y, en consecuencia, se refiere a las otras a aves de-un-determinade nimero de ras- 10s) Soy pluralistar el problema que me he planteado es ef “a individualizacién de los discursoy Para tndiidualizar los discursos existén critetfos que son conocidos y Seguros (mas o menos)éT sistema lingtitstico al qué pertenecen, la identidad Gel sujeto que los ha articuladg- Sin embargo, otros criterios, ‘no menos familiares, resultan mucho mas enigméticos. Cuan- La pune do se habla de /u psiquiatria, de /a medicina, de /a gramética. de a biologia ode fa economia, jde qué se habla? ;Cudles son esas curiosas unidades que creemos reconocer a primera vista pero que nos resultan embarazosas al definir sus limites? Uni- dades algunas de las cuales parecen provenir del fondo de nuestra historia (la medicina no menos que las matematicas), mientras que otras han aparccido recientemente (la economia, la psiquiatria), y otras posiblemente han desaparecido (la ca- suistica). Unidades en las que indefinidamente se inscriben enunciados nuevos y que se ven modificadas asi sin cesar (ex- trafia unidad la de la sociologia o de la psicologfa que desde su nacimiento no han cesado de recomenzar). Unidades que se mantienen obstinadamente después de tantos errores, tantos olvidos. tantas novedades, tantas metamorfosis, pero que su- fren a veces mutaciones tan radicales que es dificil conside rarlas idénticas a si mismas (zc6mo sostener que es la misma economia la que va ininterrumpidamente de los fisiécratas a Keynes?). Quizé existen discursos que pueden redefinir continuamen- te su propia individualidad (por ejemplo las mateniaticas pue- den reinterpretar en cada momento la totalidad de su historia); ‘embargo, en ninguno de los casos anteriormente citadas el discurso puede restituir la totalidad de su historia en la unidad de una arquitectura formal. Pervi mis all de toda maniféstacion-y de todo nacimiento una fundacién ofiginaria, el panorama de un horizonte inago- table, un proyecto distante de cualquier suceso que manten- dria a través de ia historia el esbozo persistente de una unidad que, no tiene fin. El@Gurso cmpircepsicoloaao: buscar al fundador, reroe Seu eS jae quiso decir, detectar las significa. ciones, contar las tradiciones y las influencias, fijar el momen- to de fas innovaciones, de los olvidos. de las tomas de concien- cia, de las crisis, de los cambios en el pensamiento. la sensibi- lidad o el interés de los hombres. Ahora bien, me parece que cl primero de estos recursos es tautolégico, y el segundo extrin- seco e inesencial. Me gustaria intentar individualizar !as gran- des unidades que jalonan en la simultaneidad o en la sucesién. 50 Michel Foucault cluniverso de nuestros discursos detectando y sistematizando sus catacteres propios. Para ello he utilizado tres grupos de criterios: — (A). Los critetios de formacidn. Aquello que permite indivi * dualizar un discurso del tipo de la economia politica o la grg- | imética general, no es fa unidad de un objeto, ni una estructu | formal; no es tampoco una arquitectura conceptual coherente, ni una eleccién filoséfica fundamental, sino mas bien las reglas, | de formacién de todos estos objetos (por muy dispersas que | sean), de todas sus operaciones (que con frecuencia no pueden | | superponerse ni encadenarse), de todos sus conceptos (que | pueden muy bien ser incompatibles), de todas sus opciones | testicas (que muchas veces se excluyen unas a otras). Existe | una formacién discursiva individualizada cuando se puede dey \ finir un juego de reglas de este tipo 72). Los ctiterios de transformacin ode umibral, Se puede decir que fa historia natural (0 fa psicopatotogfa) son unidades (CRE discurso si'se pueden definir Tas condiciones que se hai \"Gado"eh un determinado momento para que sus objetos, sus } operaciones, sus conceptos y sus opciones teéricas hayan podi- do formarse; si se pueden definir las modificaciones internas | de que han sido susceptibles; en fin, si se puede definir a par- | tir de qué umbral de transformacién han sido puestas en mar- cha nuevas reglas._5 73). Ls criterios de comelacid Se puede decir que la medi Cina clinica es una formacién discursiva auténoma si se puede | difinir el conjunto de Ias relaciones que la definen y la sitian | entre otros Tipos) de discurso (tales como la Biologia, la clinica, la teorfa politica o el andlisis de la sociedad) y en el contexto no discursivo en ef que funciona (instituciones, relaciones socia- (tes, coyuntura econémica y politica) < criterios permiten sustituir los temas del | historia te (ya se trate del “progreso de la razén" o del “‘espi- otal La funcién poltion del intelectual. Respuesta-e unacuestion Sh (‘no es una especie de gran teoria subyacente, es un espacio de dispersi6n, un campo abierto y sin duda indefinidamente des- riptible de relaciones: Permiten ademas describir, no la gran gue abarcara todas las ciencias en una sola y nica pa- Tos tipos de historia es decir 7de permanencis es que caracterizan los diferentes discur- (CGrtetistora ia de las matemiticas no obedece af mismo mode- To que fa de la biologia, ni ésta al mismo que la de la psicopato- logia): la épistéme no es una rama de la historia comtin a todas las ciencias, es un juego simultdneo de permanencias espectfi- cas. Por tiltimo, estos criterios permiten situar en su lugar co: rrespondienteclos diferentes umbrales> porque nada prueba con antelacién (mi demuestra después del andlisis) que su cro- nologia es la misma para todos los tipos de discursos; el um- bral que se puede describir para analizar el lenguaje a comien- 205 del sigio XIX no tiene, sin duda, un episodio simétrico en la historia de las mateméticas; y todavia mas paradéjico, el um. bral de formacién de la economia politica (marcado por Ricar- do) no coincide con la constitucién —por Marx— de un andlisis de la sociedad y de la historia(1). La épistéme no es un estadio general dela razén, es una relacién compleja de desniveles su cesivos. _Ya ven. que’fiada me resulta mas distaiite qué la busqueda Ge una forma opr soberana y tinica: No prétenids Wetéc- tar. a partir de signos diversos, el espiritu unitario de una épo- ca, Ia forma general de su conciencia: algo as{ como una Wel- tanschaung Tampoco te descrito teemergencts yeleclipse aura estructura formal que reinaria, por un tiempo, sobre todas! las manifestaciones del peisamiento:-no he hecho Ta historia iv transcendental sincopado. En fin, tampoco he descrito (1) Este hecho, sefilado ya por Oscar LANGE, explica a la vez la plaza Timi- tada, y perfectamente circunscrita, que ocupan los conceptos de Marx en el campo epistemolégico que va de Petty a la econometria contemporénea. asi ‘como elcardcter fundador de esos mismos conceplos para una teoria de la his: totia, Espero tener tiempo para analizar los problemas del discurso hist {en una préxima obra que se titlard mas 0 menos: pasado y el presente” Hi 2 Michel Foucault pensamientos o sensibilidades seculares que nacen, balbu- cean, luchan, se extinguen como si se tratara de grandes espi- ritus fantasmagéricos que representan su teatro de sombras chinescas entre las bambalinas de fa historia He-estudiado} 7AS0 a paso, conjuntos de discursos; los he caracterizado: he| definido combinatorias, reglas, transformaciones, umbrales, permanencias; los he combinado, he descrito haces de relacio- nes. Y siempre que Io he considerado necesario he hecho pri Ferar fos sistemas. pn a Un pensamiento, dicen, que “‘subraya la discontinuidad”. Nocién cuya importancia hoy —tanto para los historiadores co- mo para los lingilistas— no deberia ser subestimada. Y, sin ‘embargo, su utilizaci6n en singular no me parece la mas perti- nente(En €8(6, una vez m Mi problema con- siste en sustituir la forma abstracia, general y monétona del “‘cambio" a través de la cual se tematiza ingenuamente la su- cesign, por el andlisis de d08 tipos diferentes de transyormD Esto implica dos cosas: poner entre paréntesis todas las Viejas formas de blanda continuidad mediante las cuales con Frecuencia se amortigua la irrupcion sabita del cambio (tra cién, influencia, habitos de pensamiento, grandes formas |, mentales, orientaciones del espiritu) y hacer surgir, por el con- | trario, con tesén, toda la viveza de la diferencia: establecer (meticulosamente la dispersin/ Una vez Nea er asi /"Mismo entre paréntesis todas las explicaciones_ psicolégicas | déTcambio (genio de los grandes inventores, crisis de la con- \ ciencia, aparicién de una nueva forma de pensamiento) para | \ definir con el mayor cuidado las transformaciones que no han} sprovocado peto st constituidoe camo, En suma, remplaadr elena del devenir (forma general, elemento abstracto, causa primera y efecto universal, mezcolanza confusa de lo idéntico y lo nuevo) por el anilisis de las eransformaciones en su especi idad. 1).En el interior de una determinada formacién discursiva detectar los cambios que afectan a loCobjetosylas gperitionds, La fanctn police del ielectusl Respuesta a una euestion 53 os. opeaes tedricas. Se pueden de este modo ir (me Iimito-al ejemplo de la gramdtica general): los cambios por deduccidn 0 implicacién (Ia teoria del verbo-cépu- la implicaba la distincién entre una raiz sustantiva y una fle- xién verbal); los cambios por generalizacién (se hace extensiva al verbo la teorfa del término-designacidn, desaparece por con- siguiente la teoria del verbo-cépula); los cambios por delimita- cién (el concepto de atributo es especificado mediante la no- cién de complemento); los cambios por el paso al complemen- tario (del proyecto de construir una lengua universal y transpa- rente se deriva hacia la biisqueda de los secretos ocultos en la més primitiva de las lenguas); los cambios por el paso de un término a otro de una alternativa (primado de las vocales 0 pri- mado de las consonantes en Ia formacién de las raices); los cambios por permutacién de las dependencias (se puede fun- dar la teorfa del verbo sobre la del nombre o a la inversa); los cambios por exclusién o inclusidn (el andlisis de las lenguas co- mo sistemas de signos representativos hace caer en desuso la biisqueda del parentesco que existe entre elas que, en contra- partida, es reintroducido a través de la busqueda de una len- gua primitiva). Estos diferentes tipos de cambio constituyen por sf mismos el conjunto de las derivaciones caracteristicas de una forma- cién discursiva. 2). Detectar los cambios que afectan a las formaciones dis- cursivas mismits: ~~ — ~=tesplavamienito de las lineas 41 yen el campo de tos objetos posibles (el objeto médico a comienzos del si- glo XIX cesa de ser percibido en una superficie de clasifi cacién para ser contemplado en el espacio tridimensional del cuerpo): — nueva posicién y nueva funcién del sujeto hablante en el discurso (el Sujero-en eI discurso de los naturalistas del siglo XVIII se coavierte exclusivamente en un sujeto que ‘mira siguiendo una cuadricula y anota siguiendo un c6- digo; deja de ser el que escucha, interpreta, descifra); — nuevo funcionamiento del lenguaje en relacién a los obje- tos WH partirde-Tournéfort el discurso de los naturalistas s4 Michel Foucault ‘ La funciin politica del imelectual. Respuesta una cuestion SS no tiene por funcién penetrar en las cosas para extraer de ellas el lenguaje que secretamente encierran y darlo a co- nocer, sino desplegar una superficie de transcripcién en Ja que la forma, el néimero, el tamafio y la disposicién de los elementos podran ser traducidos de manera univoca) (— nueva forma de localizacién y citculacién de los discursos ‘Len la sociedad (el discurso clinico no se formula en los mismos lugares, ni con los mismos procedimientos de re- gistro, ni se difunde, ni se acumula, ni se conserva, ni se critica de la misma forma que el discurso médico del si- glo XVII). Todos estos cambios, de un tipo superior a los precedentes, definen las transformaciones que afectan a los espacios discur- sivos mismos: las de las mutaciones. 3). Por ultimo, el tercer tipo de cambios esta constituido por los que afectan simulténeamente a varias formaciones discur- sivas: — alteracién del orden en el diagrama jerarquico (el andlisis del lenguaje ha tenido, durante la época clasica, un papel rector que ha perdido en los primeros afios del siglo XIX en beneficio de la biologia); —alteracién en la naturaleza de fa relacién (la gramética clasica, en tanto que teoria general de los signos, garan- tizaba en otros terrenos la transposicién de un instru- mento de anilisis; en el siglo XIX la biologia asegurard la importacién “‘metaférica"” de un determinado numero de conceptos: organismos———> organizacién; fun- cién————-> funcién social; vida———— vida de las palabras o de las lenguas); — desplazamientos funcionales: la teoria de la continuidad de los seres que, en el siglo XVIII pertenecia al recinto del discurso filoséfico, serd retomada en el siglo XIX por et discurso cientifico. Todas estas transformaciones de un tipo superior a las otras dos caracterizan los carfibios propios de la épistéme misma, las redistribuciones. He aqui un conjunto (una quincena quizé) de diversas mo- Gifieaciones que pueden asignarse a los discursos. Preferiria pues que Se dijese que he subrayado no /a discontinuidad, sino las discontinuidades (es decir, las diferentes transformaciones ‘que pueden describirse en relacién a estos dos tipos de discur- sos). Pero lo importante para mi no es ahora constituir una ti- pologia exhaustiva de estas transformaciones. 1). Lo importante es dotar de contenido el concepto monsto- no y vacio de ““cambio"’: un juego de modificaciones especifi- cadas. La historia de las “ideas” 0 de las “‘ciencias"’ no debe de ser ya el registro de las innovaciones, sino el anélisis de las diferentes transformaciones efectuadas(2). 2). Lo importante es no mezclar un anélisis de este tipo con un diagndstico psicolégico. Una cosa (legitima) es preguntarse siel autor es un genio o cuales han sido las experiencias de su primera infancia, y otra describir el campo de posibilidades, la forma de las operaciones, los tipos de transformacién que ca- racterizan su practica discursiva. 3). Lo que importa es mostrar Gué no existen, por urta Parts, cursos inertes, ya medio muertos, y, por otra, un sujeto to- do-poderoso que los manipula 0s. los renueva; sino WHids Bien que los Sujetos parlantes forman parte del campo di cursivo -tienen en él una posiciGn (y sus posibilidades de des- plazamiento), y una funcién (y sus posibilidades de mutacién funcional)-. Efdiscursospo es el lugas-de ictupeién de 1a subje~ idad pura, ¢ un €spacio de posiciones y de funcionamientos > snciados para los sujetos.. en mene importante es, sobre todo, definir entre todas estas transformaciones el juego de dependencias: — dependencias intradiscursivas (las existentes entre los objet0s, las operaciones, los conceptos de una misma for- macién). — dependencias interdiscursivas (las existentes entre for- maciones discursivas diferentes: por ejemplo las correla- ciones que he estudiadoen Las palabras y las cosas entre Ja historia natural, la economia, la gramética y la teoria de la representacién). (2) En lo que a esto respecta sigo las ejerplificaciones metodotdgicas pro: porcionadas en numerosas ocasiones por M. Canguilher, so ‘Michel Foucault — dependencias extradiscursivas (las existentes entre las transformaciones discursivas y otras que se han produci- do fuera del discurso: por ejemplo las correlaciones estu- diadas en la Historia de la locura y en El nacimiento de la clinica, entre el discurso médico y todo un juego de cam- bios econémicos, politicos y sociales). Pretendo sustituir la simplicidad uniforme de las asignacio- nes de causalidad por este juego de dependencias, 0 términos/faver éferger eT Faz polimorfo de las comrelaciones /Suprimiendo el privilegio indefinidamente retomado de la, salidad, -—— a (0 veis no se trata de sustituir con una categoria, ‘lo dis- continuo”, otra no menos abstracta y general, “lo continuo’. Me esfuerzo, por el contrario, en mostrar que la discontinui- dad noes et vacio mondtono e impensable que existe entre los sucesos. vacio que urge rellenar empleando dos soluciones perfectamente simétricas: la plenitud sombria de la causa 0 el gil desplegarse del espiritu. La discontinuidad es un juego de transformaciones especificadas. diferentes unas de otras (cada una con sus condiciones, sus reglas, su nivel) y ligadas entre si segtin esquemas de dependencia. La historia es el andlisis des- ctiptivo y la teorfa de estas transformaciones. Un Giltimo punto sobre el que espero ser mas breve. Voso- {ros utilizais la expresién “historia del pensamiento’’ pero yo considero que mas bien hago historia del discurso. ;Cual es la diferencia, me preguntareis? "Los Wie Usted utiliza co- ‘mo material, no los estudia en su estructura gramatical, no describe el campo seméntico que abarcan, la lengua no es su objeto. ,qué intenta si no es descubrir el pensamiento que los anima y reconstruir las representaciones de las que los textos dan quizé una versién duradera pero sin duda infiel?. ;Qué busca sino encontrar mas alld de ellos ta intencién de los hom- bres que los han formulado, tas significaciones que, volunta- riamente o a su pesar, han depositado en ellos, ese impercep! ble suplemento del sistema lingiistico que es algo como la bre- cha de la libertad en la historia del pensamiento?””. Lu jumeiin politica det intelectual. Respuestaa una cuestion $7 En esto radica quizas lo esencial. Teneis razén: Jo que anali- zo en el discurso, no es el sistema de su lengua, ni en general las reglas formales de su construccién, ya que no me preocupo de saber lo que lo hace legitimo, o le confiere inteligibilidad permitiéndote servir en la comunicaciéyLa cuestién que Gemereemerirde tor wiehgoy saa SSH Ta de los sucesosyTi Tey eXISTENCIA TE Tos Siitinciados, lo que los ha hecho posibles —a aMlos 5 no a otros—, cence des Sigil era la voluntad —quizés involuntaria— de sus autores esta intencién de decir que se muestra siempre superabundan- te respecto a lo que se dice: sin intentar captar la ligereza inau- dita de una palabra que no tendria texto. Mi trabajo no es ni una formalizacién ni una exégesis sino una argueologia. es decir. como su nombre indica de una ma- nera demasiado evidente {Ja desi inst del ore Este tér- mino no significa la masa de textos que han podido ser recogi- dos en una época dada 0 conservados desde esta época a tra- vés de los avatares del desdibujamiento progresivo. sino el conjunto de reglas que. en una época dada, y para una sack dad detefminada, definen: Ciy._Los Timiites-y las formas de la decibilidad jde qué se pue- de hablar’, ,cudl es el ambito constituido del discurso?. ,qué tipo de discursividad ha sido asignada a tal o cual érea?, «de qué se compone el texto?, gde qué se ha querido hacer una ciencia descriptiva?, a qué se ha conferido una formulacién li- teraria?, ete, Los limites y las formas dela conservacipn: ;cudles son loY eriunciados destinados @ pasar sin dejar huella? ,Cudles son, por el contrario, los destinados a formar parte de ta me- moria de los hombres (por medio de la recitacién ritual, la pe- dagogia y la ensefianza, la distraccién 0 1a fiesta, la publici- dad)? NO penseis que Tntento hacer traitipa’6 que prétendo soslayar vuestra pre- gunta discutiendo sus términos hasta el infinito, Pero era ne- cesario llegar a un acuerdo previo. Aqui estoy ahora al pie del cafién. Sélo me falta responder. El tema no es si yo soy 0 no reaccionario, ni tampoco si mis textos lo son (intrinsecamente, en si mismos. a través ce una serie de signos bien codifica- dos). Lo que me planteais es una cuestién mucho més seria, la nica, pienso, que puede ser legitimamente planteada. Me prey is acerca déTas relaciones entre lo que digo y una d& Ceimiads practica politicae ece GUC Wests cuestion se le pueden dar dos respues- tas. Una concierne encadena ef el terreno que es el suyg/(a historia de las ideas, de la ciencia, del pensamiento, def saber...): lo que de- ja fuera de juego es indispensable para una politica progresis- (a? La otra respuesta concierngal campo de andiisis yaramby- CITE GBJeTOs que mi discurso intenta mostegr~zx6I"E pueden Gy Retome este térming de M. Canguilhem. El describe mejor que yo lo que he pretendido hacer. (4) Es necesario todavia que advierta que no soy lo que Se conoce por “es: 0 Michel Foncuult articularse con el ejercicio efectivo de una politica progresista? Respecto adas operaciones eriticadque he emprendido po- dria resumirlas asi ; 1). Establecer los limitepprccisamente alli donde la historia del pensamicnto bajo su forma tradicional, se procuraba un espacio indefinido. Concretando mas: a). Poner en duda el gran postulado cual el reino del discurso no tendria fronteras delimitables; las cosas mudas y el mismo silencio estarian abarrotados de pala- bras. y alli donde ninguna palabra puede ser escuchada se po- dria atin escuchar el murmullo profundamente lejano de una significacién. En lo que los hombres no dicen seguirian ha- blando: un mundo de textos somnolientos nos esperaria en las paginas en blanco de nuestra historia. A este tema me gustaria poner qu¢Tos discursos son dominios précticos Himitados 4 ey is_condiciones_de, eC titento histérico del discurso no es un discurso’ -a la ved identico y diferente—- a7 Poner én cuestion €F'(eina de uh Sujeto SoberanOyue des- de el exterior vendria a animar ia inercia de los codigos lin- guisticos y depositaria en los discursos la traza inefabe de su libertad; poner en cuestidn el tema de una subjetividad que constituiria las significaciones para transcribirlas después en el discursof A estos-tenas it gustaria oponer la deter AGATE Tos papeles y de las operaciones ejercidas por los di; “discursean’y ©) Cuestionar ef tema de! origen indefinidamente retrotrai- do en el tiempo y fa idea de que en el ambito del pensamiento Ja funcién de la historia es la de despertar los olvidos, suprimir los encubrimientos, retirar —o poner de nuevo— los obstacu- los. A esto me gustaria oponef el anilisis de los Sistemas Ais hi histéricamente definidos a los que se pueden fijar u ji resumen, establecer estos limites, poner en duda esos tres temas del origen, el sujeto y la significacién implicita cequivaldria —y se trata de una tarea dificil como to prueban bien las fuertes resistencias—a liberar el campo discursivo de La fumciin politica del intele ‘ual, Respuesta uma cnestion — 6b oa {a estructura histérico-trascendental eh la que To ha encerrado a filosofia del sigio XIX. , Bor t pensadi)Sefalo algunas por ofden de importancia dectctentera opos i6n entre la vi- veza de las innovaciones y la gravedad de la tradicién, ta iner- de los conocimientos adquitidos 0 los viejos senderos del Pensamiento; la oposicién entre las formas medianas del sa- ber (que representaria la mediocridad cotidiana) y sus formas desviantes (que manifestarian la singularidad ola soledad pro- pia del genio): la oposicién entre los periodos de estabilidad 0 de convergencia universal y los momentos de ebullicién en los que las conciencias entran en crisis. cuando las sensibilidades Se metamorfosean, cuando todas las nociones se ven revisa- das, trastocadas, revivificadas 0 caen en desuso por un tiempo indefinido. Frente a todas estas dicotomias me gustaria reali- zar el anilisis del campo de las diferencias simultaneas (que definen en una época determinada la dispersion posible del sa- ber) y el de las diferencias sucesivas (que definen el conjunto de las transformaciones, su jerarquia, su dependencia, su ni vel). En lugar de contar la historia de la tradicién y de la inven- cin, de lo antiguo y de lo nuevo, de lo muerto y de lo vivo, de locerrado y lo abierto, de lo estatico y lo dindmico, intento con- tar la historia de la perpetua diferencia; mas concretamente, contar la historia de las ideas en tanto que conjunto de las for- mas especificadas y descriptivas de la no identidad. Quisiera asiliberar a esta historia de la triple metdfora que la embaraza desde hace mas de un siglo (la evolucionista que le impone la teparticidn entre lo regresivo y lo adaptivo; la biolégica que se- para lo inerte de lo viviente; la dindmica que opone el movi- miento y la inmovilidad). <3). Suprimir Tanegacién que ha-afectado a GsCurss en SD propia existenci« Ty es esta, creo, la mas Tinportanfe We las operaciones criticas que he emprendido). Esta negacién impli- ca varios aspectos: a). Tratar el discurso sélo a titulo de elemento diferente, sin consistencia ni ley autéctona (pura superficie de traduccién para las cosas mudas; simple lugar de expresién de los pensa- a \\ (respetando o Mickel Fourauls mientos, las imaginaciones. los conocimientos, los temas in- conscientes). b). Reconocer tinicamente en el discurso los segmentos de tipo psicolégico e individualizante (1a obra de un autor y, .por qué no?, su obra de juventud o de madurez), los segmentos de tipo lingiiistico o retérico (un estilo, un género), los segmentos de tipo semantico (una idea, un tema). c). Admitir que todas las operaciones cstan hechas antes del discurso y fuera de él (en la idealidad del pensamiento o en la setiedad de las practicas) que el discurso, en consecuencia, no ‘es mas que ese ligero excedente que afiade una franja casi im- palpable a las cosas y al espiritu: un excedente que ni que de- cir tiene ya que no hace mas que decir lo que esta dicho. Aesta negacién me gustaria replicar que el discurso no es nada 0 casi nada. Y lo que es —lo que permite definir su pro- pia consistencia y realizar sobre ella un andlisis histérico— no es fo que se ha ““querido" decir (esa oscura y pesada carga de intenciones que tendria, en la sombra, mayor densidad que las cosas dichas); no es lo que ha permanecido mudo (esas cosas imponentes que no hablan pero que dejan sus sefales percep- tibles, su negro contorno sobre la ligera superficie de lo dis AX discurso esi constituido por Ta diferencia que permanece entre aquello que se podria decir correctamente en una época reglas de la gramética y de la I6gica) y to que efectivamente se ha dicho. El campo. -ursivo es, en_un mi mento deter Ja ley. iferencigf Dicho campo de- Tine un cierto numero de operaciones que no son del orden de la construccién lingiistica o de la deduecién formal. Despliega un terreno ‘“‘neutro”’ en el que la palabra y la escritura pueden hacer variar el sistema de su oposicién y la diferencia de su funcionamiento, Aparece como un conjunto de practicas regla- mentadas que no consisten simplemente en dar un cuerpo visi- ble y exterior a la dgil interioridad del pensamiento, ni en ofre- cera la solidez de las cosas la superficie de aparicién que va a reduplicarias. En ef fondo de esta negacién que pesa sobre el discurso (en beneficio de la oposicién pensamiento —lenguaje, historia — verdad, palabra — escritura, conceptos — cosas) existia en realidad el rechazo a reconocer que en el discurso al- Latunciin politica del intelectual Respuesta unu cuestién 63 Ro se ha formado (siguiendo reglas petfectamente definibles); un rechazo a reconocer que algo existe, subsiste, se transfor- ma, desaparece en el discurso (segtin reglas igualmente defi- nibles); en resumen que al lado de todo lo que una sociedad Puede producir (*'al tado™’: es decir en una relacién asignable a todo ello) $€ genera la formacién y la transformacién de tas “Cosas dichas?). Es precisamente(fa historia de esas" Sass ea esas ae que yo pretendo realizar. 4). En fin, dtima tarea critica que resume y engloba a todas las demés: liberar de su incierto estatuto a ese conjunto de dit iplinas que son llamadas historia de las ideas, ciencias, historia del pensamiento, historia de los conocimien- tos, de los conceptos o de Ia conciencia. Esta incertidumbre se manifiesta de diversas maneras: —dificultad para delimitar los tertitorios: zdénde termina la historia de las 6 za la de las opi niones y creencias?; ,cémo se distribuyen ta historia de los conceptos y la historia de las nociones o de los temas?; ¢por dénde pasa el limite de la historia del conocimiento y de la imaginacién? —dificultad para definir la naturaleza del objeto: ;se lleva a cabo la historia de aquello que ha sido conocido, adquiri- do, olvidado, 0 més bien la historia de las formas menta- les, la historia de su interferencia?; ;se hace le historia de los rasgos comunes caracterfsticos a los hombres de tuna épocao de una cultura?; glo que se describe es un es- piritu colectivo?; se analiza la historia (teol6gica 0 gené- tica) de la razén? —dificultad para designar la relacién existente entre esos hechos de pensamiento 0 de conocimiento y los otros do- minios del andlisis histérico: chay que tratarlos como sig- nos de otras cosas (de una relacién social, de una situa- cién politica, de una determinacién econémica), 0, como surresultado?; ;como su refraccién a través de la concien- cia, 0, mas bien. como la expresién simbélica de su forma de conjunto? entap/el ve Frente, a,tantas incertidumbres me gustaria py apalisis del discurso mismo en sus condiciones de formacién\ a Michel Foucunlt La junci6n politica del intelectual. Respuestaa una cuestién 65, i ja serié dé Sus modificaciones, en 0 de Sus dependen- ioneyEl discurso cao eT le respecto al conjunto de otras pricticas. lugar de enfrentarnos a una historia econémica, social, po- litica, que englobaria una historia del pensamiento (la cual se- ria como su expresién o su reduplicacién), en lugar de enfren- tarnos a una historia de las ideas que tendria como referencia (bien por un juego de signos y de expresiones, bien por rela- ciones de causalidad) unas condiciones extrinsecas, nos en- jones especificas art ‘con otras pricticas“NO se Trae Ei AbSOlutS de componer una historia global —que rea- gruparia todos sus elementos en torno a un principio 0 a una forma tinica—, sino de desplegar mas bien el campo-de tim) iistoria general en Ya Que se podria desc i 'faego de sus relaciones, la forma de sus d}- Tes th el espacio de esa eneral en don- fe se podria circunscribir como disciptinael andli 5 He Tas practicas discursive Estas son mds 0 menos las operaciones criticas que intento evar a cabo. Permitidme pues que os tome por testigos de la ccuestién que planteo a aquellos que podrian alarmarse: ‘una politica progresista est4 ligada (en su reflexién teérica) a los temas de la significacidn, del origen, del sujeto constituyente, ‘en suma, a toda la tematica que garantiza en la historia la pre- sencia inagotable del Logos, la soberania de un sujeto puro, y la profunda teleologia de un destino originario?; ;una politica progresista tiene algo que ver con una forma de anilisis de es- te tipo —o con su cuestionamiento—?; tiene una tal politica relacién con todas las metéforas dindmicas, bioldgicas, evolu- cionistas trés las cuales se enmascara el dificil problema del cambio histérico —o, por el contrario, con su meticulosa destruccién? Atin més, existe algin parentesco necesario entre una politica progresista y el rechazo a reconocer en el discurso algo mas que una frdgil transparencia que cen- tellea un instante en el limite de las cosas y de Jos pensa- mientos para desaparecer después sibitamente? ;Se puede pensar que esta politica tiene interés en retomar una vez mas el tema —del que yo pensaba que habria podido liberarnos 1a existencia y la préctica del discurso revolucionario en Europa desde hace més de doscientos afios— de que las palabras no son mas que viento, un susurro exterior, un aleteo que apenas se deja oir en la seriedad de la historia y el silencio del pensa- miento?. En fin, gse debe pensar que una politica progresista esta ligada a la desvalorizacién de las practicas discursivas a fin de que triunfe 1a incierta idealidad de una historia del espi- ritu, de la conciencia, de la razén, del conocimiento, de las ideas o de las opiniones?”’. Me parece que en contrapartida percibo —y con bastante claridad— as peligrosas facilidaags que se concederian a Ja politica de’ i fOprocurase la garantia de un fundamento originario o de una teleologia transcendental, si gozase de una constante metaforizacién del tiempo por me- dio de las imagenes de la vida o de los modelos del,zmovimien- to.sSi renenerase* ie un andlisis i /practicas, de sus relaciones, de sus transformaciones, para re- fugiarse en una historia global de las totalidades, de las rela- ciones expresivas, de los valores simbélicos y de todas esas se- cretas significaciones implicadas en los pensamientos y en las- cosas. ~ nl eocce, Claro estd que teneis derecho a decirme: ‘Todo esta muy bien: las operaciones criticas que realiza no son tan condena- bles como pareceria a simple vista. Pero, en suma, cémo este trabajo de termita sobre el nacimiento de la filologia, de la eco- nomia o de la anatomia patol6gica puede concernir a la politica ¢ inscribirse entre los problemas de hoy?. Hubo un tiempo en el que los filésofos no se dedicaban con semejante celo al polvo istérico —eligiendo los discursos que tienen, no la estruc- tura epistemolégica més fuerte (matemiticas 0 fisica), sino el cy Michel Foucault La funcién politica del intelectual. Respuesta una cuestion 67 campo de positividad mas denso y complejo (medicina, econo- mia, ciencias humanas)"". ‘Tomemos un ejemplo simple: la formacién del discurso clini co que ha caracterizado a la medicina desde comienzos del si- glo XIX hasta practicamente nuestros dias. Lo he elegido por- ‘que se trata de un hecho histéricamente bien determinado que nose podria reenviar a una instauracién mas alla de los orige- nes ya que constituiria una gran ligereza ver en él una “‘pseu- dociencia”’. Y sobre todo porque es facil captar “intuitivamen- in entre esta mutacién cientifica y un determinado miimero de sucesos politicos concretos: los que se agrupan —incluso a escala europea— bajo el titulo de Revolucién fran- cesa. El problema es conferir a esta relacion todavia contusa un contenido analitico. Primera hipotesis: es la conciencia de los hombres la que se ha modificado (bajo el efecto de cambios econémicos, sociales y politicos); y su percepcién de la enfermedad se ha visto, por cello mismo, alterada: han reconocido en ella las consecuencias politicas (malestar, descontento, motines en las poblaciones con deficiencias de salud); han percibido en ella las implicacio- nes econdémicas mismas (desco de los empresarios de dispo- ner de una mano de obra sana, deseo, de la burguesia en el po- der, de transferir al Estado las cargas de asistencia); han tras- ladado a ella su concepcién de la sociedad (una sola medicina con valor universal pero con dos campos de aplicacién distin- tos: el hospital para las clases pobres y la practica liberal y concurrencial para las ricas); por ditimo, han transcrito en ella su nueva concepcién del mundo (desacralizacién del cadaver que ha permitido las autopsias, mayor importancia concedida al cuerpo vivo como instrumento de trabajo, preocupacién por la salud que reemplaza a la preocupacién por la salvacién). En esta hipétesis no todo es falso pero existen una serie de ele- mentos que no dan cuenta de la formacién de un discurso cien- tifico y que, ademés, no pudieron producirse —con sus efectos correspondientes y comprobables— mas que en la medida en que el discurso médico recibié un nuevo estatuto. Segunda hipétesis: las nociones fundamentales de la medi- cina clinica provendrian, por transposicién, de una préctica po- litica 0 al menos de formas teGricas en las cuales se refleja. Las ideas de solidaridad organica, de cohesion funcional, de comu- nicacién epitelial, el abandono del principio clasificatorio en beneficio de un analisis de la totalidad corporal corresponde- rian a una practica politica que descubre, bajo estratificaciones todavia feudales, relaciones sociales de tipo funcional y econé- mico. O también, el rechazo a ver en las enfermedades una gran familia de especies cuasi boténicas y el esfuerzo para en- contrat en lo patolégico la insercién de su mecanismo de de- sarrollo, su causa, y, en fin, su terapetitica ;no corresponden al proyecto, en la clase social dominante, de dominar el mundo ‘no tanto mediante el solo saber tedrico, cuanto a través de un conjunto de conocimientos aplicables, a su decision de no aceptar como naturaleza lo que se imponia como limite y como mal?. Estos tipos de andlisis no me parecen tampoco pertinen- tes porque eluden el problema esencial: gen qué tendria que consistir el modo de existencia y de funcionamiento del discur- so médico para que, en medio de otros discursos y, en general, de otras practicas, se produjesen semejantes transposiciones 0 correspondencias?. Por estas razones desplazarfa el punto de ataque en relacién is tradicionales Ai existe tina relacion entre la pi ‘ica politica y el discurso médico no me parece que se deba a (que esta préctica haya cambiado, en un principio, la conciencia de los hombres, su manera de percibir las cosas, de concebir el mundo, y luego, por dltimo jo de su saber, Fampoco me parece que se deba a que Jaya pensado, primero, de una forma mas 0 menos clara y sistemdtica en los conceptos, nociones 0 temas que més tarde han sido importados por la medicina. Creo que a de existencia del discurso # nueva reparticién del objeto médico mediante la apli- caciGn de otra escala de observacién que se superpone a la pri- a ——_—— 6 Mickel Foucault Lafunci6n politica det intelectual. Respuesta a una cuestin 69 mera sin sustituirla (la enfermedad observada estadisticamen- te al nivel de una poblacién); nuevo estatuto de Ia asistencia que crea un espacio hospitalario de observacién y de interven- cidn médica (espacio que esté organizado ademés segiin un principio econémico ya que el enfermo, beneficiario de los cui- dados, debe retribuirlos a través de la leccién médica que pro- Porciona: paga el derecho a ser socorrido mediante la obliga- cién de ser observado y esto incluso hasta !a muerte misma); nuevo modo de registro, de conservacién, de acumulacién, de difusién y de ensefianza del discurso médico (que no debe ya manifestar la experiencia de! médico sino constituir un docu- mento sobre fa enfermedad); nuevo funcionamiento del discur- ‘so médico en el interior del sistema administrativo y politico de la poblacién (la sociedad, en tanto que tal, es considerada y ““tratada” segiin las categorias de la salud y de lo patoldgico). Ahora bien —y es aqui donde el anélisis se muestra més complejo— estas transformaciones de las condiciones de exi tencia y de funcionamiento del discurso no ‘se reflejan’’, ni “se traducen"’, ni “'se expresan”’ en los dos, 0 los enunciados de la medicina: formacién Lo que se ve transformado por la né'son tanto los “ ‘objetos” médicos (la practica politica no transforma, como es evidente, las “especies mérbidas”” en “focos lesivos”), sino el sistema que oftece al discurso médico un objeto posible (ya sea una poblacién vigilada y repertor da, ya sea una evolucin patolégica total en un individuo con antecedentes y del que se observan cotidianamente los males y su remisién, ya sea un espacio anatémico autopsiado); lo que se ve transformado por la préctica politica no son tanto los mé- todos de anilisis, cuanto el sistema de su formacién (registro administrativo de las enfermedades, de las defunciones, de sus causas, de las entradas y salidas del hospital, ta constitu- cién de los archivos; la relacién del personal médico con los en- fermos en el terreno hospitalario); lo que se ha visto transfor- ‘mado por la practica politica no son tanto los conceptos cuanto ‘su sistema de formacién (la sustitucién del concepto de ‘‘tej do” por el de "‘sélido” no es evidentemente el resultado de un cambio politico; lo que la préctica politica ha modificado es el sistema de formacién de los conceptos: a la anotacién intermi- tente de los efectos de la enfermedad y a la asignacién hipoté- de una causa funcional ha sucedido, en virtud de la practi- ca politica una cuadriculacién anatémica bien tupida, casi con- tinua y labrada en profundidad asi como la deteccién local de las anomalias, su campo de dispersin y sus eventuales vias de rapidez con qué frecuentemente se Siperponen fos contenidos de un discurso cientifico a una prictica politic cculta, a mi juiio, e nivel en el que la articulacién de ansbas Me parece que a partir de un andlisis de este tipo se puede comprender: 1), Como describir et conjunto de relaciones existentes entre un discurso cientifico y una practica politica, relaciones que pueden ser seguidas en detalle y de las que se puede compren- der la subordinacién. Relaciones muy directas puesto que no tienen que pasar ya por la conciencia de los sujetos hablantes ni por la eficacia del pensamiento. Relaciones indirectas sin ‘embargo puesto que los enunciados de un discurso cientifico no pueden ser considerados como la expresidn inmediata de tuna relacién social o de una situacién econémica. 2), Cémo delimitar el papel propio de la practica politica en relacién a un discurso cientifico. La préctica politica no tiene un papel taumatirgico de creacién; no hace nacer por entero las ciencias; transforma las condiciones de existencia y los sis temas de funcionamiento del discurso. Estas transformaciones no son arbitrarias, ni “libres”: se realizan en un terreno que ne su configuracién y que, en consecuencia no ofrece posibi- lidades indefinidas de modificaci6n. La practica politica no re- duce a la nada la consistencia del campo discursivo en el que opera. Esta practica no tiene tampoco un papel de critica universal. foes en nombré de wna practica politica como puede juzgars? la cientificid: (@ menos que esta pretenda, de un modo 0 de otro, ser una teoria de la politica). Pero se puede, en nombre de una practica politica, cuestionar el modo de extstericia y de funcionainitento Ge tina ciéncia. “3I-Céimio pueden articularse las relaciones entre una practi- 70 Miche! Foucault ca politica y un campo discursivo con relaciones de otro orden. Asila medicina, a comienzos del siglo XIX, esté ligada a la vez .una préctica politica (tal como he analizado en El nacimiento de la clinica) y a todo un conjunto de modificaciones “‘interdis- cursivas’” que se han producido simulténeamente en varias disciplinas (un andlisis del orden y de los caracteres taxinémi- cos se ve sustituido por un andlisis de las solidatidades, de los funcionamientos, de las series sucesivas, tal como he descrito en Las palabras y las cosas). 4). Cémo los fenémenos que habitualmente se colocan en un primer plano (influencia, comunicacién de modelos, transfe- rencia y metaforizacién de los conceptos) encuentran si¢Gondj- “€ondzcOTS Gi igaGiories de este-tipe pueden tener de “‘ingrato"” —en el sentido estricto del término. Soy consciente de lo chirriante que resulta el tratar los discursos, no desde el prisma de la dulce, muda ¢ intima conciencia que en ellos se ‘expresa, sino desde un oscuro conjunto de reglas andnimas, la molestia que produce hacer aparecer los limites y as necesid: des de una practica en lugar de ver desplegatse, como estaba- mos habituados, las facultades del genio y de la libertad en una pura transparencia. Sé que resulta provocador tratar como un haz de transformaciones esta historia de los discursos que estaba animada hasta ahora por las tranquiliadoras metamor- fosis de la vida o la continuidad intencional de lo vivido. En fin, lo insoportable que resulta decorticar, analizar, combinar, re- componer todos estos textos actualmente en el olvido sin que nunca se dibuje en ellos la imagen transfigurada del autor, siendo asi que cada uno quiere introducir, piensa introducir, algo de *'s{ mismo" en su propio discurso: tantas palabras al- macenadas, tantas sefiales depositadas sobre montones de pa- pel y oftecidas a innumerables miradas, un afin tan desmesu- rado por mantenerlas més alla del gesto que las articula, una picdad tan profunda aferrada a conservarlas e inscribirlas en la memoria de los hombres y todo esto para qué nada quede de esa pobre mano que las ha trazado, de esa inquietud que in- tentaba calmarse en ellas, de esa vida acabada que no cuenta, 1 pesar de todo, més alld que con ellas para sobrevivir? El dis- curso, en su determinaciOn més profunda ;serd sélo una “‘tra za’’?; gno sera su murmullo mas que et I dades sin sustancia?; ghabra que admitir que el tiempo del discurso no es el tiempo de la conciencia trasplantado a las di- mensiones de la historia, o el tiempo que la historia presenta en la forma de la conciencia?; ;debo suponer que mi discurso no concietne a mi supervivencia, y que hablando no conjuro tanto mi muerte cuanto la establezco? O, mas bien, zdebo su- Poner que suprimo toda interioridad en ese exterior tan indi- ferente a mi vida, y tan neutro que no existe ninguna diferen- cia entre mi vida y mi muerte? Comprendo su male: joCer que su historia, su economia, sus practicas sociales, la Tengua que hablan, la mitologia de sus antepasados, los cuen- tos que les contaban en su infancia, obedecen a reglas que no ertenecen en su totalidad a su eonciencia; no quieren verse \ despo: discurso del que desean po- 0 / ™ Michel Foucault der decir inmediatamente y sin distancia lo que piensan, creen o imaginan. Prefieren negar que el discurso sea una practica cotnpleja y diferenciada que obedece a reglas y a transforma- ciones analizables en vez de ser privac Sta confortable \ certeza;tan tranquilizadora, que les permite poder cab ‘Sino eT mundo o la vida, menos su ‘‘sentido’’ mediante la fragancia de una palabra que no saldrfa mas que de ellos mis- mos y permaneceria indefinidamente lo mas cerca del origen. Se les han escapado ya tantas cosas de su lenguaje que no quieren que se les vaya lo que dicen, ese pequeiio fragmento de discurso —palabra o escritura, qué mas dé— cuya fragil e incierta existencia debe transportar su vida mas lejos y duran- te mas tiempo. No pueden soportar —y en cierto modo se com- prende— que se les diga: el discurso no es la vida: no es el nuestro; en él no os reconciliais con ser que hayais matado a Dios con el peso de todo lo que habeis dicho, pero no penseis que hareis de lo que decis un hombre que viviré mas que él. En cada frase que pronunciais —y pre- cisamente en Ia que estais escribiendo en este momento—. ti que te afanas en responder con tantas paginas a una cuestién por la que te has sentido concernido y que vas a firmar este texto con tu nombre —en cada frase reina la ley sin nombre. la blanda indiferencia: ‘Qué importa quien habla; alguien ha di- cho: qué importa quien habla”. pre LA SITUACION DE CUVIER EN LA HISTORIA DE LA BIOLOGIA* Me gustaria precisar lo que entiendo por transformacién epistemoldgica y para ello he pensado dos ejemplos. El primero trata de la biologia, de la posicién del individuo y de la variacién individual en el saber bioldgico. Se puede decir que si hay alguien que ha creido efectiva- mente et , que no se ha interesado por lo que habia mas alld d "que se ha obstinado contra el muro de la espe- cie, que no ha podido ir mas all4 de la especie ni incardinar el saber biolégico en el individuo, este es sin duda Cuvier. Consi- deraba que todo ha sido organizado a partir de la especie, por la especie y hasta la especie. En contrapartida, todo el mundo conoce lo que Darwin dice de la especie/Ta e fin, no es una realidad originariamente primera ni analitic guirlrespecie y Ta variedad. cuales no se puede decir, tanto en botdnica como en zoologia, “ta numerosos ejemplos en los (*) Revue d'Histoire des Sciences, T. XXII, 1970, pags. 63-69. 15

You might also like