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Mayra Montero seal . ieeciones boricua wales ha sido ompliomente reconaeida asi lo de- uestre ‘el Premio Eddie Lopez, del Overseas Press Club, en 1985. Durante varios fos mentivo une eolumno en’ el pe: Fiédico El Mundo, Fue incluida, junto @ Juon, 1981, 103 p- (event ig’ tanto. de" ia Remmoxe une, Ed. Anogtama, Barcelona, 1987, 192 p. (novela) CORINNE, MUCHACHA AMABLE ~2Sobes cudntas gourdes puede costarte esto? Apollinaire Songlier bajé los ojos y descubrié que sobre el piso de tierra avanzaba un pequefo ejército de caraco les menudos. Llegabon huyendo del compo, del sol mo. reante que devastaba los pastizales y del asedio de los pa- joros. Papa Lhomond, que se percaté también de la avan- zada, tomé unos cuantos al azar y se los llevé a la boco. =Muchas gourdes -anuncié mientras mosticaba el omosijo de concha ennegrecide-. Si tienes délares, mejor. Pero no los vas a tener. Esto es més de lo que ti puedes pagar, El houngén mantuvo la visto fija en sus cazuelas y en los querreros de trapo que custodiaban los altares. Lim- pid con Ia lengua los restos del molusco que se le habian quedado entre los dientes y volvid a inclinarse sobre el suelo para tomar més caracoles. ~Ya quedomos pocos, muy pocos que sepamos trabojar los muertos vivos. Nadie se quiere embarrar en estos bre- tes. Y menos si lo que esté de por medio es una blanca, =No es blanca ~se iluminé Apollinaire=. Corinne es mu lota. —Peor -dijo el houngdn-. Las mulatas son duras de pe- lar. Mas duras que los negras, que yo es mucho decir. Apollinaire se encogié como una criotura avergonzado ¥ el otro se puso de pie. 285 ~2Cusnto dinero tienes por fin? ~Habia reunido algunos délares para marchar @ Santo Domingo. Mi madre va @ poner lo que haga falta. —Cien para empezar. ¢Cudndo es que se casa? ~A fin de mes. El préximo domingo. ~2EI mismo dia-de las elecciones? Habré mucha bala ese dia. Malo para ti. Bueno para el trabajo. El houngén salié de la choza y Apollinaire agradeci Para sus adentros la muestra de confianza que le daba al permitirle que se quedara solo dentro del templo. El lia a manteca rancia y a tabaco fermentado y él se tumbé bocarriba, mirando el techo de yaguas y escu- chando el rechinide zonzo de los insectos que se escal. daban en el campo. Entonces se le achicaron los ojos traté de espantor algin recuerdo hiriente de Corinne. Ya no queria pensar en ella, ni siquiera intentaria volver verla hasta que regresara de! pozo azul de los difuntos, limpia y sumisa como Dios mandaba, con la mirada po. lida de los que nunca pienson, sin esa mueco de asco gue le plontaba siempre que él se le acercaba. Luego se marcharian muy lejos, a les humosas costes de La Ca- houane y alli mismo les nacerian los hijos, nalgudos y claros de pie! como lo madre. =Jamés te levantaré la vor y parira siempre en silencio. Se lo habia dicho su padrostro, Faustine Dondon, el mis- mo dia en que la familia se reunié pora decidir qué es lo que haria con aquel hijo descarriado, que se arrastra- ba por amor como se arrastran las victimas de los amarres de sangre. Apollinaire ya no comia, se pasaba las noches dando tumbos por los bares del puerto y hacia las seis de lo mafiono, cuando su madre salia a buscatlo, se lo en- contraba hecho un ovillo sobre un charco de vémitos, los brazos rasguiados por su propia saa, la cara hinchada Por el llanto y un hipide doloroso, de jabali mal herido, 286 que motaba de riso o los primeros vendedores del mer. codo, =a madre de Corinne -recalcaba su padrastro— vende fruta por la mafiana y lo exprime por la noche, en lo del manco Taneréde. Siempre fue muy puta y ast mismo termi- naré lo Apollinaire jamés habia sentido tonta rabia. Su modre, mientras tanto, lo miraba como solia mirar a las gollinas con moquillo, una ‘mirada entre compedecido y ‘tere, que barruntoba curativos répidos y despicdados. Finalmente, cuando su padrastro se quedé sin argumentos, Eloise San- glier tod sire, adelanté su mano huesuda y le agarté una oreja, ~Oyeme bien, Apollinaire, mi hijto: los délores del vio je, tus ahorros de toda Ia vida, te los estas gastando en bebendurrias. Se va o casar esa mulata a fin de mes y yo te digo,, gpor qué no vas donde popd Lhomond pore que te la amare? ~Yo lo amars papa Flonil —suspiré Apollinaire-. Se lo dieron a beber, pero no funcioné. ~Acuérdate que es hijo de cura ~musits su padrostro~. A ésa hoy que trabajarla de otro modo. Que te lo bojen donde los muertos y después te la llevos A-continuacién, el viejo se incliné sobre Apollinaire y le susurré lo que considerabo dos grandes ventojas en aquel @sunto: una vez que la muchacha regresara de donde él veinte veces pariria en si ~Y lo que es mejor -agregé con una sonrisito-, sélo @si podrés estar seguro de que no se volverd tan puta como su mama. Poco después de esa conversacién, y previo un concil bulo secreto entre Eloise Sanglier y papé Lhomond, Apol naire se embareé hacia la isla de la Gonaives para reunirse Por primera vez con aquel hombre sin edad, de rostro en- 287 durecido y colmillaje de caballo, cuya piel tenia un eolor tan gris, que parecia amasada en humo sélido. El houngén fue derecho al grano: si eccedia a realizar aquel trabajo, era porque Eloise, su chijada favorita, se lo habia s tado. Pero tendria que mover cielo y tierra en L'Artibonite ¥ eso costaba plata. Ademés, habria que ponerle alguna gente cerca a la muchacha. EI estaba dispuesto a viojar 2 Gonaives lo vispera del casamiento. Pero esperaba que Apollincire colaborara en lo que hiciera falta. ~2Sabes que si no llegamos a tiempo se nos moriré del todo? “Algo de eso dijo mi padrastr. ~2¥ sabes que si se muere entonces ya no podré de- volverte tu dinero? Lo sé -admitié Apollinaire. ~Si la familia se da cuenta, o si les da con llamar o un médico, se puede morir también Su madre no tiene un céntimo. xY el novio, gestds seguro de que tampoco llomaré al doctor? Era un detalle con el que Apollinaire no habia contado, En realidad, nunca habia tomado demasiado en cuenta a ese tipo esmirriado con quien se habia comprometido Co- rinne, No sentia celos, ni envidio, ni ganas de moler a golpes a Dessalines Corail. No sentia absolutamente nada. Sus pensamientos estabon tan ocupados con la mujer, que era incapaz siquiera de preocuparse por el hombre que se Io quitaba. ~A lo mejor el novio tlama al médico —repitid popé Lhomond. =EI novio va a estar lejos todo el dio ~oseguré Apol noire. Trabsja para un politico y vendré a casarse por le tarde, después que la gente haya votado. 268 ~Pues a Ia tarde ella estard bien tiesa —sentencié papa Uhomond y de inmediato se dedicé a devorar sus cara- oles. Apollinaite, la vista fija en el achicharradero que era el campo, pensaba chora en lo que habria sido su vido si Corinne lo hubiese amado como la amaba él. No habria tenido necesidad de cruzar el canal de Saint Marc y de venir hasta este hounfort remoto para obligarla a ser una muchacha amable. Ella quizé le habria paride los hijos gri- tando y maldiciendo como las demés mujeres. Pero eso qué importaba. Qué importaba que la madre pasara las noches puteando en lo del manco Tancréde, si al fin y al cabo Ia hija sélo se parecia a su padre. gNo tenia Corinne los mismos ojos amarillos y la misma disposicién para en- tenderse con los mudos que habia tenido aque! cura ho- londés? Si ello lo hubiese amado, se dijo mientras veia ‘ascender por la pared otra columna gris de coracoles, él no le habria importado mantenerlas a ambas. A la madre también, para que no se revolcara con cualquiera, por un par de gourdes, en el Solon Frangais. Pero Corinne ne lo habia querido nunca y encima de eso eligié para casarse a uno de aquellos mudos a los que el cura habia ensefiado a hablar por sefias. Asi era que se entendia con Dessalines Corail, a cuenta de un juego de manos que le causoba risa a todo el que los veia pasar. Quizé por eso nose preocupé por alejar a su rival, porque crefa en el fondo que aquel hombre jamés tendria el coraje para arrebotérsela; porque sabia que Dessalines nunca seria copoz de susurrar, junto a la oreja suave de Corinne, ni una sola frase que le colentara el alma, ni una -palabra térrida que la venciera por los buenos. Los caracoles se detuvieron y él tomé uno de ellos para Hlevarselo a la boca. Estaba seguro de que aquello no le iba a gustar, pero tenia que averiguar qué extrafio placer derivabo ‘popé Lhomond de lo mosticacién de aqui bichos, como para comérselos @ puitados, hiriéndose los labios con el filo aterronado de las conchas. Lo que ha. bia olvidado preguntorle ol houngén, se dijo mientras le venia una arcada, era si en verdad la piel de las mujeres regresadas se les iba endureciendo con los afios, como la de un cerdo marrén. No queria ni pensar que fuera cierto lo que murmuraban los ancianos, que equellos muertos Vivos, con el tiempo, tomaban por costumbre devorar las alimaiias que encontraban por el campo. Faustine Dondon, su padrastro, le habia contado el caso de una mujer fran. esa, raptade por un jifero de Hinche, que solfa desoyu- arse con une orofa cul-rouge medio otontada tals al morida nese desperados nt ee Apollinaire Sanglier escupié una babs gris que le supo © la ver pitrida y amarga. Ya estaba decidide, no habia otro remedio, Papa Lhomond, a esos alturas, andaria mo- viendo sus contactos, desenterrando huesos, buscando en bles que no se uscban més tancio, + no se imaginaba el duro precio que ibe a pagar por sus desplantes. Y Dessclines Corail, metido como es, tabs en Ia politica, tampoco ibo o poder anticipar lo que se cocinabo. Se sacudié la ropa y salié de la choza. El calor afuera era tan intenso, que tuvo impulso de volver @ cobijarse into @ los altares, a la sombra de esos guerreros de ase- in que custodiaban a las virgenes con ia mirada avari ciosa de quien quisiera al fin despatarrarlas. Pero com- Prendié que ya debia emprender el largo viaje de regreso @ Su casa, esperar por el emisario que le enviaria papa Uhomond para recoger los délares y no acercarse ni por casualidad © les lugares en que pudiera coincidir con la mujer ni con su novio. Que nadie te vea rondéndol rondéndola, que nadie sepa que ta sabes que ella se va o casar. ro 290 Pora ahorrarle a Apollinaire penas mayores, se decid que su padrastro, Faustine Dondon, acompaiiaria al houn- gn en el duro trdmite de rematar aquel trabsjo. Si me acompafias ti —medits papa Lhomond, corres el riesgo de que te repugne luego. Esperards a que te la troigamos. Cuando la welvas o ver, estaré limpic y lista para que te fa lleves. Yo de vuelta a Gonaives, se pregunté intranquilo qué es lo que habria cambiado en la ciudad. Llevaba fuera ‘apenas un par de noches, pero cuando el paquebote en que viojaba de regreso aminoré la marcha y comenzé o ‘adentrarse en la bahia, le parecié como si hubiera estado lejos muchos afios. Le brisa, generalmente suave, que re- corria por esas fechas el golfo de la Gonoives, se disgrego- ba en unas réfagas calientes que remansaban al tocar las costos, abochornando el aire tierra adentro. Acaso todo estuviera igual, pensé mientras se enjugaba los goterones de sudor, acoso la rareza no estuviera mas que dentro de sus propios sesos. Pero més tarde, cuando eché pie en tierra y comenzé a caminar rumbo a su caso, volvié © asaltarlo Ia impresion de que olgo horrible habia ocurrido ‘© estaba a punto de ocurrir. Su madre, Eloise Sanglier, lo recibié con gran frialdad: =E1 domingo a media tarde vendré un hombre de Gros- Morne que los Ilevaré derecho « Port-au-Prince. De podrén viajar por mor @ Jérémie. En Jérémie tendrés que buscar tt mismo quién los boje a La Cohouane. Apollinaire guardé silencio. Luego chasqueé la lengua como si recordara algo desagradable. Popé Lhomond mandaré.a buscar el dinero con un Viejo de la Gonaives. =El viejo ya vino —dijo su madre. Ya se lo he dado. El la miro asombrado y quiso preguntarle alguna coso, pero Eloise lo atajé con un movimiento de su mano a De eso no se le habla a nadie. gMe entendiste, hijito? Apollinaire no contests. Se cambié de ropa y se dirigié como siempre o su trabajo en la tienda de los hermanos Mariani. Fregé los pisos, limpié los cubos de la basura y lo sorprendié el mediodia preporando las bolsitas de dos bras de frijoles negros que se venderian a precio reba- jado todo el dia sébado. Antéine Mariani, su patrén, alar- maba de tanto en tanto a la clientela, sugiriendo que tal ver no podrian abrir la tienda la préxima semana. El domingo habré bala —les decia-. Quién sabe. si el lunes tendremos que quedarnos debajo de la cama. Los clientes que traian unas gourdes de mas reacciono- ban comprando una lata de galletas y algunos libras de ee recaiy Los que venian con los justos, miraban erplejos al comerciante y se marchaban sin decir pala- bra. Apollinaire temblaba de arriba abajo sah a sabe que Corinne podria oparecer en cualquier momento Y que con esas mismas manos polvorientas con les que ‘opartaba los frijoles negros, tendria que despacharle lo que le despachaba siempre: dier d 4 ; sz de azicar y una de quimbom- b6, Sin embargo, Corinne no aparecié ese dia y fue su no. vio, Dessalines Corail, quien acudié a la tienda para com- rar los provisiones que le habia encargado la muchacha. Apollinaire, ocupado como estaba cortando en mitades las calobozas, no se percaté de su llegada hasta que uno de los hermanos Mariani lo tocé por un hombro: mantis #9 Para que le piques un por de arenques al Apollinaire se volvié lentamente. Sabfa que aque! muao ne podia ser otro que el novio de Corinne y cuando sus oj0s tropezaron con los ojos sombrios de Dessolines, una {uriaincipiente, mezcla del temor y de la pena, se le ora- vesé en lo garganto. EI mudo le extendié un pedazo de Papel manchado donde Hlevaba escrito su pedido, No entiendo la letra =gruiié Apollinaire 292 —Cémo la vas a entender —rugieron desde la trostien-. “da-, si apenas sobes leer. Apollinaire continué cortando el arenque y Antoine Ma- tiani acudié para leer Ia lista. —Ponle arroz y frijoles. Cinco de cada cosa, Y diez de harine de mi Luego se dirigié al mudo. -Td estés distribuyendo papeletas, no es asi? Dessalines negé con la cabeza. =Las monjas distribuyen papeletas ~intervine Apollinaire con una vor picodo. Nadie te ha preguntado a ti —lo reprendié Antoine Mariani y enseguida insi con Dessolines-: Pero tu es- tas trabajando pare ese politico, Latortue, me lo dijo tu suegra. EI mudo osints Cuidado no te corten el pezcuezo antes de que te cases. Mira que por ahi hay mas de uno que le tiene echa- do el ojo a la Corinne. Apollinaire se estremecié y dejé caer ol suelo uno po- letada completa de frijoles negros. Dessolines permanecio muy serio, tomé sus paquetes y se marché de la tienda con la misma mirada de angustio con la que hal legado. La madrugada del viernes, dos golpes secos, como dos pedradas, despertaron a Apollinaire Sanglier. Eloise se precipité a abrir la puerta y desde su comastro, él oyé los ‘cuchicheos y el trasiego de los pasos que desembocaron junto a la cortinita floreada que daba a su cuarto. —Apol ite —dijo la madre—, levantate y ven a aten- der a papa Lhomond. Se vistié o toda prisa y al salir se encontrd con que ¢ Dondon, su padrastro, conversaba en voz baja con el houngan. =A partir de ahora —le dijo popd Lhomond nada més verlo aparecer—, ti no me conoces, no me saludas, ti no 23 EE EEE $e ‘me has visto aunque me estés mirando. Eloise sirvid café para todos y Apollinoire le descubrié en el rostro una mirada vital y sulfurada, una expresién que se tormasolaba con Ia luz y que en cualquie? otra Persona, seguramente lo habria aterrorizado, Poco des pués, él partié hacia su trabojo, dejando a papé Lhomond ¥ 2 su padrastro sentados en torno a la mesa, intercom biando unos paquetes menudos que ibn cubiertes do Papel periédico y amarrados con cordones de’ zapatos Ese dio, tampoco fue Corinne a comprar ningune cosa y cuando Apollinaire regresé a su caso, ya al anochecer, su madre lo esperaba con la mesa puesta y una comide de lujo: carne guisada con plétanos verdes. Sdlo entonces comprendié que aquello era una despedida, =Te has quededo sin un céntimo dijo Eloise Sanglier— ¥ a mi me debes mucho dinero. Tan pronto llegues @ Lo Cohouane, vas y te metes en el carboneo a ver si chorros un poco. Apollinaire movié la cabeza con un gesto vago y se quedé mirande la agrumada sclsa de Sacel 230, '9ee oleanzaba los bordes descascarados de su plato ~Pensar que mis nietos le oy6 decir 0 su madre-, serén también los nietos de un cura —Un cura de los que si se pueden cosar ~respondis él-, no de los otros, ~2Y eso qué? —salté Eloise. De qué le valid a la madre de Corinne que se casara con ellay si cuando se fae no le dejé ni un solo céntimo? ~Corinne tiene los ojos amarillos gracias o é| ~se otre- Vié a afiadir Apollinaire ~Gracias a las ufos de los gatos, querrés decir. Lo madre siempre las llevaba encima para que a su erigture no le faltara agorre. ~No le faltaré de nada ~prometié Apollinaire y comié su banquete en silencio. 24 Cucnd Ilegé « la tienda al dia siguiente, encontré que habfa una larga filo de modrugadores que aguardaban por la venta rebojade de los frijoles negros. Se murié anoche le escuché decir @ una mujer que hablaba para todos~. El médico dice que fue el corazén, Pero ya antes le habjan dado unas fiebres. La madre cree que se le reventaron los venas de la cabeza El se queds observando a la mujer sin atreverse pre- guntarle nada. Un médico, pensé, y en ese mismo instan- te escuchd que Antoine Mariani lo llamaba para que co: menzara a despachor a Ia clientele. Si tan slo hubiera podido ovisarle a papa Lhomond... Pero el houngén se lo tenia advertide: «Ti @ mi no me conoces. Td no me has visto aunque me estés mirando.» La gente le arrebotabo de las manos las bolsitas de dos libras y él sintié que un su dor trio le corria por el rostro. Habian llamado al mé- dico. Seguramente le habian dodo @ beber alguna péci ma. © en el peor de los casos, después de muerta, le habian abierto el vientre pora mirar de qué se habia en fermado, ~Se casaba mafiana —le oyé decir o su potrén=. Pobre mudo, ton hermosa que estaba la muchacha. De Corinne nadie se compadecio demasiado. Es que en Haiti nadie se compodece del que muere, sino del, que se queda vivo. 31a habria motado el médico? £1 mudo habia tenido que llamarlo, el mudo que no en balde lo habia mirado mel. El mudo sospechaba. ‘A mediodia, solid de la tiende errastrando los pies. No tenia ganas de volver o su casa, pero sentia la necesidad de contorle o su madre, ya que no @ papd, Lhomond, todo lo que habia escuchado. Habian llamado @ un médico, le mattillecba en lo cabeza, un médico que de seguro habia palpado la tripa suave de Corinne: uno de esos mataso- 10s que con sus cuchillas y mejunjes, acaso hubiera des. graciade aquel trabajo, Cuando llegé a su casa, la madre 295 lo estabe esperando vestida atin con las ropas de luto: une batola gris de cuello alto, zapatos negros de amarrar y medias color marrén que se le arrebujaban sobre los tobi, los, Aferrado a su cabello grifo, levabo un anticuade som brerito de pajilla, =Vengo del velorio de tu futuro esposa ~anuncié con una vor crispada, TEI médico la estuvo viendo ~se descompuso Apollinaice <¥a me conts popé Lhomond =le dijo ella~. Pero no te preocupes, creo que no le hizo dato, Eloise Sanglier se dirigié al fogén y a los pocos minutos Gyaresé con un-cuenco humeante que le entregé a su hilo, fi coments a sorber la sopa de pescado y ella o reloterig lo que habia visto en el velorio. A lo madre de Comms nadie la queria bien en aquel barrio. Pero en un trance fore cauél, esos melindres se pasaban por alto. No sclo hobian acudide muchos Aa, sine que hasta el manco Taneréde, su patron de puterias, SS oporecié con dos botellas de oguardiente pare repertir con el café, Estoy segura de wuelta por el Salon Francais Para acabar de consolarla. Apollinoire sonrié. Sonrié por primera vez en muchos as. Era cierto que la madre de Corinne ain ve dejaba Palpar muy buenos eames. Cames tibias y duras, dean Telaza retinta que enloquecia a los marineros de los isles 1 lo sabia porque las habia probado. fn lo del marvy Tancréde, por dos miseras gourdes,

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