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Confraternitas Vol20-2 Version1
Confraternitas Vol20-2 Version1
Contents
Articles
La devoción popular a la Santa Vera-Cruz. Fundación de cofradías
penitenciales en el ámbito gaditano
Francisco Espinosa de los Monteros Sánchez. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2
Le confraternite laicali nelle disposizioni sinodali seicentesche
della Chiesa pesciatina
Amleto Spicciani . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17
Recent Theses
“Donor Portraits in Late Medieval Venice c.1280–1413”
Angela Marisol Roberts . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 29
Reviews
Studi confraternali: orientamenti, problemi, testimonianze,
ed. Marina Gazzini. Reti Medievali E-Book, 12. Florence:
Firenze University Press, 2009. Pp. xi, 407.
Giovanna Casagrande . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 31
Publications Received . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 33
Summary: With the end of the Middle Ages and in response to several factors, the devotion
to the True Cross, introduced by the Franciscan friars, leads to the formation of the first
penitential brotherhoods on the Iberian peninsula: the Vera Cruz brotherhoods. The first
associations emerged in Spain at the end of the fifteenth century, especially in the northern
cities, which had been freed some time before from Muslim occupation. Gradually, the
devotion to the True Cross and to the Blood of Christ lead to the rapid expansion of these lay
religious associations throughout the Peninsula. This article will examine a specific case,
the foundation of Vera Cruz brotherhoods in the current province of Cadiz, in southern-most
in Spain. After a brief introduction on the state of scholarship in this area, the article will
examine unpublished documental data touching on the founding and early years of some
of these corporations. It will then provide some brief information on other, non-penitential
contemporary devotions that deserve a separately study. This new information has been
obtained on the whole though the analysis and transcription of sixteenth-century legal
documents from Cadiz and in particular from one specific type of document, the last will or
testament.
1 Hay también cofradías de otros tipos (ya sea por ejemplo gremiales o devocionales)
que llegaron, con el paso del tiempo, a derivar en cofradías penitenciales, pero éstas no
contemplaron por tanto desde su origen la práctica de la penitencia pública en los días de
Semana Santa.
2 En la elaboración de este apartado, además de la bibliografía que se comente explíci-
tamente, se ha recurrido con frecuencia a algunos de los trabajos del profesor Sánchez
Herrero. Por mencionar algunos, cabe destacar: Sánchez Herrero, La Semana Santa de
Sevilla; Sánchez Herrero, “Las cofradías de Jesús Nazareno llevando a cuestas su cruz”;
Sánchez Herrero, “La devoción a la Cruz de Cristo, Siglos IV al XV”; y Sánchez He-
rrero, “La Evolución de las Cofradías de Semana Santa en la actual Diócesis de Sevilla
desde sus fundaciones a nuestros días.”
destacado de todos ellos bien pudiera ser San Anselmo de Canterbury (1.033–1.109)
quien protagoniza el cambio teológico del cambio de milenio, poniendo el pecado
en el centro de la cuestión teológica y, por tanto, entendiendo la penitencia como un
acto de obediencia y humillación frente a Dios por nuestros pecados. Más adelante
otros predicadores dominicos como Santo Domingo de Guzmán, Santo Tomás de
Aquino o Enrique Susón ahondan en la cuestión penitencial. A partir de aquí, no
tardan de aparecer a finales del siglo XIII movimientos de disciplinantes, penitentes
que hacen homenaje a la pasión de Cristo.
Pero es quizás San Francisco de Asís, quien recibe en su propio cuerpo los
estigmas de la pasión de Cristo, el definitivo impulsor de la práctica penitencial, pero
ahora unida a un segundo elemento: el culto a las reliquias de la Cruz. Recordemos
que los frailes franciscanos por aquel entonces pasan a custodiar los Santos Lugares
y, por tanto, empiezan a propagar la devoción a las reliquias de la Santa Vera Cruz,
Lignum Crucis, Corona de Espinas, etc. En los primeros instantes se empiezan a
fundar iglesias y centros asistenciales dedicados o advocados como de la Santa
Vera Cruz, caso por ejemplo del hospital de Medina de Pomar (Burgos), fundado en
14553. Dentro de este contexto, es como en un momento determinado se empezarían
a asociar la práctica penitencial–los disciplinantes anteriormente mencionados- y el
culto a la Cruz.
El tercer factor que traemos a colación es la necesidad que ha tenido el hombre,
desde tiempos remotos, a asociarse para realizar distintas tareas en común. Esto
es incluso anterior al Cristianismo, las personas se agrupaban para darse mutua
protección o con fines piadosos. Precisamente esta necesidad de asociación y la
exigencia de cambio por parte de algunos teólogos medievales, que ven a la iglesia
como una organización parcialmente corrupta y alejada de los ideales evangélicos,
es lo que propulsa de fundación de las órdenes mendicantes4 quienes a su vez,
son el caldo de gestación de muchas de las cofradías medievales, formadas por
laicos que en cierto modo quieren seguir el ejemplo de estas comunidades de frailes
mendicantes, pero sin perder su condición de seglares.
La conjunción de estos tres elementos: teológico, penitencial y asociacionista;
son el germen sobre el que se sustenta la creación y proliferación de las primeras
cofradías penitenciales, todas ellas en torno a la Santa Vera Cruz. Para más adelante
5 Tras las cofradías de la Vera Cruz, parece que, con leves excepciones, las primeras que
aparecen a partir de mediados del XVI son las de la Virgen de la Soledad, quizás por
dar una respuesta a la devoción mariana de muchos de los cofrades. Luego empiezan a
aparecer cofradías en torno a crucificados, pero con otras advocaciones o momentos de
la Pasión; y a Jesús camino del calvario, los conocidos como Nazarenos, para irse com-
pletando poco a poco todos los momentos de la Pasión de Cristo.
6 Estas hermandades no hacen generalmente referencia a la Sangre de Cristo, tipo distinto
de cofradía más bien típico de la zona del levante español aunque, como veremos más
adelante, también hubo algún ejemplo en la provincia de Cádiz.
7 Sánchez Herrero/Pérez González, CXIX Reglas de Hermandades y Cofradías Andaluzas.
estudios con el necesario rigor científico que arrojen algo de luz sobre los oscuros—
en cuanto a datos- primeros años de las hermandades penitenciales gaditanas.
Todavía en el Archivo Diocesano de Cádiz se conservan algunos documentos
anteriores a 1596. Pero es en el Archivo Histórico Provincial de Cádiz, donde
se conservan gran cantidad de protocolos notariales del siglo XVI, que abarcan
buena parte de la actual provincia de Cádiz y que nos permiten hacer un análisis
profundo sobre la fundación de las cofradías de la Vera Cruz a mediados del siglo
XVI13. Nuestro estudio se basará por tanto en el análisis de los protocolos notariales
gaditanos del siglo XVI y, en particular, de un tipo específico de documento, el
testamento.
Como ya comentamos en otra ocasión14, ante la escasez de documentación
directa sobre el devenir de las cofradías en el siglo XVI, estos documentos, a pesar
de la parquedad de sus datos, se convierten en una herramienta indispensable para
conocer al menos algunos datos sobre el devenir de las corporaciones penitenciales
sujetas a estudio; ya que era una costumbre habitual dentro de la religiosidad de
la época el hacer mandas a cofradías, solicitar su acompañamiento en el entierro,
encargarles misas, pedir ser enterrados en las bóvedas de éstas e incluso dejar
donaciones a las mismas. La actitud ante la muerte en el Antiguo Régimen era
bien distinta a la actual. En el siglo XVI la mentalidad, fuertemente influida por
el catolicismo imperante, era la de afrontar la muerte como un modo de llegar
más ciertamente a la salvación, y para ello se servían de toda una serie de mandas
piadosas y protestaciones de fe bajo notario que no hacían sino en parte reflejar la
cultura y el poder de la persona que estaba testando15.
El testamento en todas sus variedades16 se nos ofrece como un documento que
permite un análisis sistemático ya que, en la mayoría de los casos, obedece a una
estructura fija que permite clasificar los datos con cierta facilidad. Para nuestro
estudio, hemos analizado documentación proveniente en su mayor parte del Archivo
Provincial de Cádiz, aunque también se han estudiado documentos de los Archivos
de Indias e Histórico Nacional. Se trata de un estudio preliminar e incompleto, pero
que pensamos que arroja una buena cantidad de datos novedosos sobre las cofradías
de la Vera Cruz de la provincia de Cádiz17, especialmente dentro del aspecto de su
antigüedad, ya que en más de una ocasión aportaremos datos novedosos que harán
posible establecer o retrasar la fecha de fundación de algunas de estas corporaciones
penitenciales.
dos diócesis, por una lado de la Asidonia-Jerez, erigida en 1980 y perteneciente ante-
riormente a la Archidiócesis de Sevilla, y por otro la de Cádiz y Ceuta, erigida por bula
de Urbano IV en 1263. En nuestro estudio aportaremos datos de localidades de ambas
diócesis, aunque más frecuentemente de la diócesis gaditana, debido la accesibilidad y
conservación de los datos.
18 González Luque, Imaginería en las Hermandades de Penitencia de El Puerto de Santa
María, 105.
19 VV.AA.: La Semana Santa de Jerez y sus cofradías, tomo I.
20 Archivo Histórico Provincial de Cádiz (en adelante A.H.P.C.), Gobierno Civil, Caja 272,
s/f.
su documentación asociada y que, al ser esta la fecha más antigua que lograron leer,
la tomaron como la fecha de su antigüedad fundacional21. Creemos por tanto que, la
fecha de 1542 ciertamente puede ser la de fundación de esta cofradía que, como la
anterior, todavía perdura hoy en día, procesionando, eso sí, la tarde del Jueves Santo
desde la iglesia de de San Juan de los Caballeros.
La siguiente cofradía en antigüedad sería la de Sanlúcar de Barrameda, de
nuevo los datos nos la acercan a principios del siglo XVI, aunque es bien cierto
que los archivos sanluqueños sufrieron la destrucción en 1933 y se hace muy difícil
comprobar estos datos22. Sin embargo, las recientes investigaciones de Cruz Isidoro
en el Archivo Ducal de Medina Sidonia, nos acercan la fundación de ésta hermandad
al año 154423. De nuevo esta cofradía perdura en la actualidad en la iglesia parroquial
de Nuestra Señora de la O, procesionando la tarde noche del Viernes Santo.
Siguiendo nuestro orden cronológico, la siguiente hermandad en aparecer es
la Vera Cruz de Arcos de la Frontera. Aunque no se tiene constancia documental
sobre la fundación de esta cofradía, sí que se sabe que el crucificado de la Vera
Cruz, titular de la hermandad, fue encargado en 1545 al escultor Antón Vázquez24.
Pensamos por tanto que la fecha de fundación de la hermandad debió ser en torno a
ese año. Todavía hoy sigue esta hermandad, popularmente conocida como la de “los
gitanos,” procesionando por las calles de Arcos en la tarde del Jueves Santo desde
su iglesia de la Vera Cruz.
Hasta ahora todas las hermandades que hemos analizado pertenecen a la diócesis
de Jerez. La siguiente que nos encontramos es la primera que aparece documentada
hasta el momento en la diócesis de Cádiz, sin embargo, y como veremos más
adelante, esta hermandad se encuentra extinguida. Se trata de la Vera Cruz de
Medina Sidonia. Hasta ahora los datos más antiguos sobre esta corporación eran
de 156525. Hemos podido localizar el testamento de Diego Ventura, datado el 20 de
febrero de 1548, en el cual deja la siguiente manda: “Ytem mando que my cuerpo
sea sepultado en la yglesia mayor de santa maria en la sepultura donde pareciere
a my muger y acompañe my cuerpo las germandades de la vera cruz e del rosario
donde soy germano”26. Nos encontramos, por tanto ante un hermano de la Vera
27 AHPC, Protocolos Notariales de Vejer, año 1549, legajo 6, notario Ambrosio Hernández,
s/f.
28 AHPC, Protocolos Notariales de Vejer, año 1552, legajo 8, notario Ambrosio Hernández,
s/f.
29 AHPC, Protocolos Notariales de Vejer, año 1555, legajo 11, notario Ambrosio Hernán-
dez, s/f.
30 La advocación completa de la imagen cristífera es la de Santísimo Cristo de la Vera Cruz,
Aguas y Buen Viaje, advocación única en la geografía española y que hace mención a su
triple finalidad como Cristo de la Vera Cruz, como imagen a la que se intercerdió hasta
el pasado siglo en los casos de sequía y como icono al que se encomendaban los viajeros
cuando partían de la Villa, ya que el antiguo templo estaba en una de las antiguas salidas
del pueblo.
31 Espinosa de los Monteros Sánchez, “La religiosidad popular gaditana a través de las
disposiciones testamentarias del siglo XVI,” 156.
en 1639, pero que parece que en sus inicios estaba consagrada a Nuestra Señora
del Consuelo o Consolación. Efectivamente, en 1563 Leonor de Aguilera declara
en su testamento: “Ytem mdo a nra senora de consolacion de la vera cruz desta
villa un ducado limosna de mis bienes para ayuda a su obra”32. Hay que destacar
que, en memoria de éstos vínculos fundacionales, la dolorosa que acompaña en el
paso de Misterio de esta hermandad al Cristo de la Vera Cruz, está advocada como
María Santísima del Consuelo. Como hemos dicho anteriormente, la cofradía sigue
perfectamente vigente hoy en día, procesionando en la tarde del Miércoles Santo.
Ese mismo año de 1551 encontramos los primeros datos de la corporación
crucera de Setenil, la cual al parecer se fundó dicho año en la iglesia parroquial
de Nuestra Señora de la Encarnación33. A diferencia del resto de localidades a
estudio, Setenil pertenecía en aquella época al obispado de Málaga. Más adelante,
encontramos a Juan Guerrero Toledo, quien el 12 de julio de 1566 declara: “que mi
cuerpo sea aconpañado con la cera e la luz de la vera cruz … mando se pague lo
que la regla mande”34. Esta hermandad, conocida como la de los “blancos” o la de
“arriba” permanece activa hoy en día y procesiona el Viernes Santo.
Volviendo a la actual diócesis de Jerez, encontramos referencias a la Vera Cruz
de Villamartín ya en 1552, más concretamente el 5 de noviembre. Catalina Ruiz deja
la siguiente manda en su testamento: “Yten mando que el dia de mi enterramiento
me aconpañen los germanos de la mysericordia e la Veracruz”35. Desgraciadamente
esta cofradía no se conserva hoy en día.
En décimo lugar encontramos la hermandad de la Vera Cruz de Chiclana, de la
cual se conservan datos de 1554, concretamente del 12 de diciembre. Efectivamente,
en el testamento de Pedro Gómez, cuando define su acompañamiento dice que “me
acompanen todas las cofradias desta villa de las quales soy grº eceto la de la santa
beracruz”36. La hermandad perdura hoy en día en su capilla del Santo Cristo y
procesiona en la tarde del Viernes Santo.
A continuación nos encontramos con la corporación crucera de Olvera, los
primeros datos que hemos podido localizar son de 1558. En efecto, en el testamento
de Diego Martín Barrios, datado en 1 de febrero de ese año se deja la siguiente
manda: “Yten mando que se de de mis bienes en limosna a la cofradia de la veracruz
y sangre de xristo desta villa medio ducado”37. Ese mismo año, Juan López, yerno
32 AHPC, Protocolos Notariales de Puerto Real, año 1563, legajo 15, oficio 1, notario Juan
López, 8 de Junio de 1563, s/f. Para más información véase: Espinosa de los Monteros
Sánchez, “Noticias sobre una Hermandad medieval jerezana.”
33 González Cid, “Los ‘blancos’ y los ‘negros,’” 198.
34 AHPC, Protocolos Notariales de Setenil, año 1566, legajo 862, notario Esteban de Zára-
te, s/f.
35 AHPC, Protocolos Notariales de Villamartín, año 1552, legajo 4, notario Antonio Que-
brado, s/f.
36 Espinosa de los Monteros Sánchez, “La religiosidad popular gaditana a través de las
disposiciones testamentarias del siglo XVI,” 156–157.
37 AHPC, Protocolos Notariales de Olvera, año 1558, legajo 451, notario Lorenzo de Nie-
bla, ff. 193–194. En este caso la cofradía estaba titulada como de la “Vera Cruz y Sangre
de Cristo.”
38 AHPC, Protocolos Notariales de Olvera, año 1558, legajo 451, notario Lorenzo de Nie-
bla, ff. 78–79.
39 AHPC, Protocolos Notariales de Alcalá de los Gazules, legajo 394, notario Alonso Ro-
dríguez, 15/05/1.558, s/f. Ese mismo año hay otro testamento de María García la cual se
declara hermana de Misericordia y Vera Cruz, pidiendo ser enterrada en Santo Domingo
(véase AHPC, Protocolos Notariales de Alcalá de los Gazules, legajo 394, notario Alon-
so Rodríguez, 12/06/1.558, s/f).
40 Archivo de Protocolos Notariales de Algeciras (en adelante APNA), Protocolos Notaria-
les de Tarifa, legajo 1009, notario Pedro Jiménez Piedrabuena, s/f.
41 APNA, Protocolos Notariales de Tarifa, legajo 947, notario Alonso Osuna, s/f.
42 APNA, Protocolos Notariales de Tarifa, legajo 992/3, notario Diego Tovar Hidalgo, s/f.
43 Picardo y Gómez, Datos sobre la muy ilustre antigua y venerable cofradía de la Vera
Cruz, 9. En dicha página se hace referencia a un documento notarial fechado en 22 de
Julio de 1569 ante el notario Jerónimo de Valenzuela y por el cual fray Juan Navarro
cede el costado norte del claustro proyectado (hoy sacristía) para que Vera Cruz hiciese
su capilla.
44 El número de vecinos había que multiplicarlo en un factor de 4–5 para obtener la pobla-
ción real, por lo que la población real de Cádiz a mediados del siglo XVI debía rondar
las 3.000–3.500 personas. En otro censo elaborado en 1587, Cádiz tenía 900 vecinos
y ocupaba el séptimo lugar del obispado por detrás de Medina, Vejer, Alcalá, Jimena,
Gibraltar y Tarifa. Véase al respecto: González, Censo de población, 227.
45 Martínez Ramos, “Aproximación a la historia de las hermandades y cofradías roteñas,”
10.
46 AHPC, Protocolos Notariales de Rota, legajo 17, oficio 1, notario Juan Gutiérrez Már-
quez, s/f.
47 AHPC, Protocolos Notariales de Rota, legajo 14, oficio 1, notario Juan Gutiérrez Már-
quez, s/f. En este testamento se menciona también a las mojas del Espíritu Santo de Rota.
en 1571, Ana mujer de Luis de Alonso pide “me acompañen todos los clerigos
desta villa e las cofradias de la sta veracruz e la mysericordia y que se de lo que
acostumbre”48. El dato más antiguo que hemos podido localizar de la existencia
probada de la hermandad de la Vera Cruz de Rota lo tenemos en el testamento
de Teresa Martín, datado el 11 de Octubre de 1568. En dicho documento “teresa
myn hija legitima de alº Rz e juana lz su muger mis padres vzºs q fueron desta
villa de rrota” pide que “aconpañen my cuerpo la cruz mayor e todos los clerigos
desta villa … e aconpañe my cuerpo la germandad de la sta beracruz e se pague”49.
Tenemos por tanto la hermandad de la Vera Cruz de Rota documentada en el año
1568, un dato mucho más en consonancia con los datos de antigüedad conocida de
las cofradías homónimas del entorno. La hermandad procesiona todavía hoy en día
en la tarde noche del Viernes Santo desde la Capilla de San Roque.
Pasamos al año de 1572 y a la cofradía de la Vera Cruz de Bornos. El 19 de agosto
de ese año, Marcos Jiménez declara lo siguiente: “Y declaro que soy hermano de la
cofradia y ermandad de la santa vera crus mando que los ermanos desta dha cofradia
y los de la cofradia de señor san sevastian desta dha villa y los ermanos de las demas
cofradia que en esta villa ay aconpañen my querpo el dia de my enterramiento y a
cada una de ellas se le de la limosna que se tiene de costunbre”50. De nuevo nos
encontramos ante una hermandad activa hoy en día y que procesiona el Martes
Santo desde la parroquia de Santo Domingo de Guzmán.
Y pasamos ahora a la localidad de Conil. Los datos más antiguos localizados de
esta extinta hermandad datan de 157751, pero eso ha de deberse con total seguridad a
que esta es la fecha de los primeros protocolos notariales conservados de esta localidad.
No sería de extrañar por tanto, la existencia de una cofradía de la Vera Cruz en fecha
sensiblemente anterior, extremo que hasta el momento no podemos sino suponer.
La última hermandad que hemos podido localizar en el siglo XVI sería la
Vera Cruz de Jimena, de la cual hemos obtenido datos de 1593. En efecto, en el
testamento de Juan García de Cortés, con fecha 24 de septiembre, el finado pide
“sea enterrado en la yglesia mayor desta villa … y que me aconpañe la germandad
de la vera cruz e de la mysericordia e se le pague la limosna que se acostunbre”52.
Tan solo 3 días después, Bernardo Alonso de Esquivel, pide “me aconpañen las
Efectivamente dice “Yten mando quattro reales que se den de limosna a las monjas del
espiritu santo desta vª y se pague.”
48 AHPC, Protocolos Notariales de Rota, legajo 13, oficio 1, notario Juan Gutiérrez Már-
quez, s/f.
49 AHPC, Protocolos Notariales de Rota, legajo 10, oficio 1, notario Juan Gutiérrez Már-
quez, ff. 543–544. La testadora pide además que se digan por su alma las misas de la Luz
y de Santo Amador.
50 AHPC, Protocolos Notariales de Bornos, año 1572, legajo 7, oficio 2, notario Francisco
Benítez, s/f.
51 Véase AHPC, Protocolos Notariales de Conil, año 1577, legajo 1, notario Juan de Guz-
mán.
52 AHPC, Protocolos Notariales de Jimena, año 1593, legajo 1, notario Pedro Hernández,
f. 68.
Conclusiones
En el presente trabajo hemos realizado un recorrido documental sobre la proliferación
de las hermandades de la Vera Cruz en la actual provincia de Cádiz. Hemos podido
ver que, se fundan al menos 18 cofradías en el siglo XVI. De ellas más de las
dos terceras partes se fundan en el segundo tercio del siglo. Es, por tanto, nuestra
opinión que, por un lado, el “vivae vocis” oráculo que llegó a los cofrades de la Vera
Cruz de Toledo en 1536, y que se expande con rapidez por la Península. Por otro
lado, las disposiciones favorables en cuanto al culto a las imágenes emanadas del
Concilio de Trento (1.545–1.563), y especialmente de la última sesión de 1563, son
los principales factores de propagación de la devoción a la Vera Cruz en la actual
provincia de Cádiz, devoción que todavía hoy en el siglo XXI sigue viva en muchas
de estas corporaciones penitenciales que van camino (si no lo han cumplido ya) del
quinto centenario de su fundación.
53 AHPC, Protocolos Notariales de Jimena, año 1593, legajo 1, notario Pedro Hernández,
f. 70.
54 Y efectivamente hay constancia de la existencia de una cofradía de la Vera-Cruz en
Gibraltar en 1610, por lo que es muy probable de su existencia en el siglo XVI. Véase
al respecto: Hernández del Portillo, “Historia de la Muy Noble y Muy Leal Ciudad de
Gibraltar.”
55 A pesar de ello constaba ya la existencia de un Cristo de la Vera Cruz en la Isla de León
en 1713. Para un mejor conocimiento de la Semana Santa isleña se hace indispensable la
consulta de las obras de Mossig Pérez y en particular su Historia de las Hermandades y
Cofradías Isleñas.
Obras citadas
Fuentes Documentales
Fuentes impresas
Abreu, fray Pedro de. Historia del saqueo de Cádiz por los ingleses en 1596. Edición crítica,
notas y estudio introductorio a cargo de Manuel Bustos Rodríguez. Cádiz: Universidad
de Cádiz, Servicio de Publicaciones, 1996.
Bermejo y Carballo, José. Glorias religiosas de Sevilla, o noticia histórico-descriptiva de
todas las cofradias de penitencia, sangre y luz. Sevilla: Salvador, 1882.
Castro, Adolfo. de. Historia de Cádiz y su provincia desde los remotos tiempos hasta 1814.
Cádiz: Diputación de Cádiz, Comisión de Información y Publicaciones, 1982.
Amleto Spicciani
Summary: This article examines the effects of the Catholic reform movement of the sixteenth
century in a small Tuscan prelacy (Pescia) that in 1519 was exempted from the jurisdiction of
the bishop of Lucca. Using the synodal legislation issued between 1606 and 1717, the article
brings to light a tightening of control over local confraternities, and especially over their
administration, accounts, liturgy, and morality, that went hand-in-hand with the powerful
growth of the liturgical and sacramental figure of the parish priest. The restrictions and
the liturgical limitations imposed on confraternities in Pescia eventually extinguished the
associative spirit of these confraternities that, until that point, had been nurtured by ancient
organizational and devotional autonomy.
suddetto paragrafo incomincia proclamando come cosa lodevole che nei giorni di
festa i confratelli si riunissero nei propri oratori per recitare l’ufficio della Madonna
o quello dei defunti, con indosso la loro cappa e salmodiando a cori alterni, senza
strepito e senza chiacchierare, ma «attente ac reverenter». Il paragrafo prosegue poi
elencando gli altri aspetti della vita devozionale e caritativa, come la frequenza ai
sacramenti della confessione e della eucaristia, la visita agli infermi, specialmente
se confratelli, e la partecipazione devota ai funerali. Tutto ciò sarebbe dunque da
lodarsi, ma purtroppo a Pescia e nella intera diocesi—conclude il paragrafo—«vel
nunquam ad praxim deducta aut paulatim tepiscente devotione intermissa fuere».
Il modello ideale di comportamento devozionale e caritativo delle confraternite,
che il legislatore sinodale enuncia, non trovava quindi corrispondenza nella pratica
della vita diocesana, cosicché in conclusione, per un verso il disposto sinodale deve
limitarsi ad esortare gli officiali di ogni confraternita a rifletter per provvedere («ut
in hoc studiose incumbant»); e per l’altro, con spirito pratico molto concreto, il
sinodo finisce per esortare i parroci della campagna a far recitare il rosario in luogo
dell’ufficio a quei confratelli rurali che non sapessero leggere («ut ubi legendi
peritia obstat»)4.
Identiche osservazioni e disposizioni si ritrovano nel successivo sinodo celebrato
dal primo vescovo di Pescia, Bartolomeo Pucci, nel 1732. Pur riproducendo alla
lettera il paragrafo sinodale del 1717, alcune parole aggiunte sono di notevole
efficacia espositiva. Delineato subito il modello comportamentale tradizionale,
il vescovo Pucci osserva che esso «omni laude atque commendatione dignum
videtur». Ma aggiunge che in realtà («verum quia»), come egli stesso ha potuto
constatare («adinvenimus»), nella diocesi pesciatina le confraternite esistenti non
attuano o attuano poco i contenuti di quel modello5.
In questo caso dunque le disposizioni sinodali stesse ci testimoniano la realtà
concreta delle situazioni trattate, come risultava—almeno in quel caso al vescovo—
da informazioni dirette. La situazione devozionale rilevata nel 1717 e nel 1732 per
le confraternite laicali non è detto che possa anche valere per gli anni precedenti, ma
comunque ci rende cauti—disponendo soltanto di fonti legislative—dal prendere
come reale quello che potrebbe essere soltanto l’enunciazione di uno schema ideale
di comportamento.
1. I sinodi pesciatini
Pochi mesi dopo la data di fondazione della prelatura esente pesciatina, cioè
nell’agosto del 1519—esattamente nel momento più acuto della rivoluzione
luterana—abbiamo due importanti documenti emanati dal nuovo potere ordinario
pesciatino, che attestano una precisa volontà di riforma morale e istituzionale della
vita tanto dei chierici quanto dei laici, nella medesima linea disciplinare che poi sarà
propria del Concilio di Trento. Si tratta delle costituzioni del Capitolo dei canonici
2. Le dispisizioni sinodali
Come già dicevo, il sinodo del 1519 non contiene specifiche disposizioni per le
confraternite, ma anticipando i deliberati del successivo Concilio di Trento, pone
l’obbligo del rendiconto amministrativo agli enti ospedalieri, che normalmente
sappiamo che erano gestiti anche da fraternità o confraternite laicali. Una
trattazione specifica—come attuazione della riforma tridentina—compare invece
nelle deliberazioni sinodali seicentesche, che hanno costantemente un’intera
rubrica dedicata alle confraternite dei laici. Cade a proposito osservare che il clima
tridentino imponeva un rigido controllo sulla ortodossia delle azioni e del pensiero
laico ed ecclesiastico. Sono interessanti a questo riguardo le disposizioni dei sinodi
pesciatini circa le progettazioni architettoniche delle nuove chiese e circa il loro
20 «Nemo templi, sacra aedis, cappellae aut oratorii alicuius aedificationem suscispiat qui
nos vel vicarium nostrum ante non consuluerint et a nobis acceperint qua forma aedifi-
candum sit [ … ]. Nichil omnimo in parietibus ecclesiarum nobis incolsultis dipingatur
in sacris autem immaginibus efficendis serventur diligentissime quae sancta synodus
Tridentina praecepit», Decreta diocesanae synodi Pisciensis (1606), p. 74, cap. I e II.
Queste disposizioni furono ripetute anche nei successivi sinodi. La costituzione di Ur-
bano VIII del 15 marzo 1642 «circa formam et habitum sacrarum imaginum» fu inserita
nell’Appendice di Decreta synodi diaecesanae Pisciensis (1734), pp. 232–235.
21 Decreta diocesanae synodi Pisciensis (1606), p. 9.
22 Decreta et constitutiones synodales (1719), p. 2, par. IV. In Appendice, la professione di
fede pubblicata nel 1564 da Pio IV, pp. 243–246.
23 «Iusta summorum pontificum et conciliorum decreta, a confratribus laicis numquam
conciones in societatibus habeantur; sed Dei verbo per idoneum sacerdotem, quando
opus fuerit, ad illius amorem et timorem excitentur, alias loca ipsa ecclesiastico interdico
gubernatores et verba habentes excomunicationi subiicientur salva nihilominus permis-
sione simplicium moralium sermonum de licentia nostra, quotantis renovanda, sed cum
parochiali concio fiet in societatibus interdicitur», Decreta et constitutiones synodales
(1719), p. 66, par. X.
24 Decreta diocesanae synodi Pisciensis (1606), p. 79, cap. I.
25 Decreta diocesanae synodi Pisciensis (1606), p. 83, cap. III.
26 Decreta diocesanae synodi Pisciensis (1606), p. 81, cap. II.
Nei sinodi seicenteschi pesciatini sono poi molto interessanti gli aspetti finanziari
che ne emergono. A questo riguardo, il sinodo del proposto Falconcini, celebrato
nel 1694 e che si caratterizza per la ricchezza delle specificazioni particolari, si
sofferma più di ogni altro anche sulle questioni amministrative, come—ad esempio–
l’obbligatorietà dei depositi finanziari e il controllo dei censi, del loro affrancamento
e dei successivi investimenti dei relativi proventi27. Nelle prescrizioni sinodali tutte
le disposizioni di carattere punitivo, insieme con le censure canoniche dell’interdetto,
della sospensione e della scomunica, sono costituite anche da forti multe pecuniarie,
presenti sia nei canoni sinodali e sia nelle costituzioni delle confraternite. Prevale
sempre come di grande interesse, o come pena efficacissima, l’imposizione della
tassa sociale o della multa pecuniaria. Incluse le cosiddette “appuntature” dei
chierici obbligati alle ufficiature corali28, unitamente alla tassa dei “drappelloni” o
esborso anticipato delle spese delle proprie esequie29.
Questo aspetto pecuniario, di cui non sappiamo in concreto gli esiti, oltre a
manifestare una volontà di attuazione pratica delle norme disciplinari—dato il potere
coercitivo della multa—o anche di richiamo all’impegno associativo espresso dalla
tassa, indica anche la presenza di una economia monetaria in piena evoluzione, come
sappiamo che era quella europea del secolo XVII, nella galoppante svalutazione
monetaria operata nei mercati finanziari dalla sovrabbondante presenza dell’argento
americano30.
Come esempio di penalità pecuniarie e corporali, mi riferisco al reato di
bestemmia nelle disposizioni del sinodo pesciatino del 1606, poi continuamente
ripetuto31. In quella occasione si riportò alla lettera (incluse le cifre delle pene
pecunarie) la costituzione di Pio V Cum primum, del 1 aprile 156632, che faceva
riferimento ad un canone lateranense di papa Leone X33, con il quale si distingueva
sia la gravità del reato, sia quello commesso dai laici da quello dei chierici. Mentre
dunque, seguendo la costituzione piana, le pene da comminarsi per le bestemmie
contro i santi rimanevano di insindacabile arbitrio del giudice, quelle contro Dio,
Gesù Cristo e la Vergine Maria erano così stabilite: un laico che avesse bestemmiato
Dio, Nostro Signore Gesù Cristo o la Beata Vergine, «pro prima vice» sarebbe
incorso in una multa di 20 ducati; per la seconda volta, 40 ducati; e per la terza volta
100 ducati, insieme con la dichiarazione di ignominia e l’esilio. Se però fosse stato
uomo plebeo o comunque nullatenente, per la prima volta, con le mani legate dietro
la schiena doveva rimanere una intera giornata sulla piazza della chiesa; la seconda
volta sarebbe stato frustato; la terza avrebbe perforata la lingua e condannato ai remi
27 Decreta et constitutiones synodales (1694), pp. 74–84 (De rebus Ecclesiae non alienan-
dis).
28 Decreta et constitutiones synodales (1694), p. 67, par. XV.
29 Cfr. Constitutiones sinodales (1519), c. 23v.
30 Cfr. Braudel/Spooner “I prezzi in Europa dal 1450 al 1750,” p. 449
31 Decreta diocesanae synodi Pisciensis (1606), pp. 12–14 (De blasphemia).
32 In Decreta et constitutiones synodales (1719), pp. 308–310.
33 Leone X in Concilio Lateranense V: Alberigo, Conciliorum, pp. 621–622.
di una nave da guerra (alla trireme). Un chierico che avesse bestemmiato «pro prima
vice» avrebbe perso i frutti di un anno del proprio beneficio; la seconda, sarebbe
stato privato dell’intero beneficio; per la terza, doveva essere deposto e mandato
in esilio. Un chierico non beneficiato, per la prima volta doveva essere punito ad
arbitrio del giudice con una pena pecuniaria o corporale; la seconda, «carceribus
mancipetur» e la terza, «verbaliter degradatur et ad triremes mittatur».
Era questo un sistema penale che evidentemente implicava l’esistenza di un
potere coercitivo del giudice (come ha oggi il pretore o il pubblico ministero) e
che imponeva la necessità della destinazione delle multe pecuniarie, normalmente
per due parti da destinarsi alle opere di beneficenza (luoghi pii) e per un terzo ai
delatori («accusatori qui delinquentes detulerit»). Più tardi—come già dicevo—gli
interessi e le preoccupazioni per il controllo amministrativo e finanziario degli enti
ecclesiastici e per la corretta gestione dei proventi dalle multe pecunarie sembrerebbe
che si infittissero, nelle sempre più particolareggiate disposizioni sinodali.
Nel sinodo del 1606, il proposto Stefano Cecchi, che si era laureato a Pisa
«in utroque iure» nel 158534, si dimostra particolarmente attento alla materia
disciplinare tridentina. Si rivolge in modo particolare ai chierici, dei quali ci dà un
quadro abbastanza desolante quanto ai costumi morali e quanto alla preparazione
o istruzione sacramentale e liturgica. Il proposto dimostra invece una corretta
conoscenza delle nuove norme rituali e si rifà costantemente ai muovi messali e ai
nuovi breviari approvati e imposti da Pio V. In modo particolare, esorta il clero a una
maggiore attenzione e al buon gusto liturgico. Come quando—ad esempio—insegna
che il ministro delle messa debba sempre indossare la talare con la cotta, ritenendo
sconveniente e proibendo l’uso liturgico della cappa dei confratelli35. Così pure,
quando proibisce severamente ai chierici di indossare l’abito di una confraternita
allorché fossero invitati a partecipare ad una processione36. Sarà poi norma costante
la sua proibizione fatta ai preti novelli di celebrare la messa prima di aver ricevuto
opportune istruzioni ed essere giudicati pronti: nel sinodo del 1606 si comminava
altrimenti la multa di dieci monete d’oro e la sospensione dalla celebrazione per sei
mesi37.
Venendo a parlare in modo specifico delle confraternite laiche, mi pare assai
importante dire subito che nel sinodo del 1606 Stefano Cecchi dichiarò espressamente
di avere egli stesso eretto la confraternita della Dottrina Cristiana, collocandola
nella chiesa pesciatina della Santissima Annunziata, sotto la cura dei padri di quella
nascente congregazione clericale, che poi—come sappiamo—fu assorbita dai
Barnabiti38. Va poi detto che seguendo le disposizioni impartite dal Concilio di
34 Del Gratta, Acta graduum Academiae Pisanae, 1:227. Stefano Cecchi resse la prepositu-
ra pesciatina dal 1600 al 1633, anno della sua morte; cfr. Puccinelli, Memorie dell’insi-
gne e nobile Terra di Pescia, p. 311.
35 Decreta diocesanae synodi Pisciensis (1606), p. 31, cap. XII.
36 Decreta diocesanae synodi Pisciensis (1606), p. 112, cap. IX.
37 Decreta diocesanae synodi Pisciensis (1606), p. 28, cap. V.
38 Decreta diocesanae synodi Pisciensis (1606), pp. 11–12, cap. III.
Trento, che ponevano le confraternite dei laici sotto il pieno controllo dell’ordinario
diocesano, il proposto Stefano Cecchi nel suo primo sinodo del 1606—con una
trattazione che fu ripetuta quasi alla lettera nel successivo suo sinodo del 1627 e che
poi formò la traccia dei successivi—dedicò alle confraternite laicali un intero titolo
formato da ben otto capitoli.
Bisogna però osservare che anche in altri titoli o capitoli il sinodo rivendicava
sempre e comunque i diritti della chiesa parrocchiale nei confronti degli oratori retti
dalle confraternite, esaltando in ogni modo la figura del parroco. A proposito—ad
esempio—della sepoltura di un confratello nel proprio oratorio, il proposto dispose
che ciò non sarebbe stato possibile senza la esistenza di una precisa disposizione
testamentaria resa in presenza del parroco o di un suo delegato. In assenza di ciò,
doveva prevalere la sepoltura parrocchiale. Contravvenendo a questa disposizione,
la confraternita cadeva sotto l’interdetto e il cadavere abusivamente sepolto doveva
essere riesumato e trasferito nel cimitero parrocchiale. Comunque, anche in presenza
di una esplicita e legittima disposizione testamentaria, prima della sepoltura le
esequie dovevano essere celebrate dal parroco nella chiesa parrocchiale, e in ogni
caso la quarta parte dei diritti di sepoltura rimaneva assicurata al parroco39. Questa
severissima disposizione parrebbe attenuarsi nel 1627, poiché allora il proposto
riconobbe la possibilità giuridica che le confraternite potessero ver acquisito un ius
sepulchri, pur riservandosi per le esequie il diritto di dare il proprio consenso40. La
sola disposizione della obbligatorietà del consenso scritto, probabilmente perché
ritenuta risolutoria, appare nel successivo sinodo del proposto Falconcini, del 1694,
e fu mantenuta in vigore anche in quello del 1717, dal proposto Pesenti41.
illius sententiae memores, morbida facta pecus, totum corrumpit ovile»)42. Nel
sinodo del 1694 e del 1717, il proposto si riservavò il diritto di essere consultato,
certamente in difesa di possibili ingiuste o troppo precipitose espulsioni43. Allo stesso
modo erano severe le disposizioni a riguardo della partecipazione dei confratelli
alle processioni, durante le quali dovevano procedere con la “buffa” calata sula
faccia («facie coperta semper») e senza portare alcuna orma offensiva, e senza
copricapo, «nisi pluviali tempore»: sotto pena di scomunica e di confisca delle armi
e dei cappelli («et admissionis armorum et pileorum»)44. Ugualmente severe erano
le norme che regolavano la questua, proibita senza una esplicita autorizzazione del
proposto45. A proposito del “sacco,” cioè dell’abito della compagnia, tutti i sinodi
proibivano come inadatti, perché indecenti, quelli aperti sul davanti, e imponevano
quelli aperti al collo46.
Nella categoria che ho chiamato delle imposizioni, possiamo collocare le
norme emanate per controllare e impedire le alienazioni dei beni patrimoniali e
quelle relative ai movimenti finanziari. A questo proposito, sono interessanti anche
le costanti esortazioni a procedere con estrema prudenza nella erogazione delle
elemosine e nella costituzione delle doti per fanciulle povere. Le elemosine infatti
dovevano essere vere elemosine, non forme camuffate di salari o di doni («non
stipendia servitutum, non amicorum quasi munere»)47. Comunque, senza una
esplicita autorizzazione scritta erano vietate le elemosine che superassero una data
cifra, che naturalmente varia da sinodo a sinodo, sotto pena di annullamento e di
una multa di quattro volte tanto a carico degli incauti elargitori48. Così pure erano
vietati i pranzi sociali tenuti nelle sedi delle confraternite, specialmente il giovedì
santo49. Nel 1717 furono vietate anche le gite sociali, come sconvenienti per una
associazione religiosa50. Ma nell’ambito delle imposizioni di ordine amministrativo
Università di Pisa
Opere citate
Banti, Ottavio. Pescia: la città e il vescovato nella bolla del papa Benedetto XIII del 17
marzo 1727. Pisa: ETS, 2003.
Braudel, F. e F. Spooner. “I prezzi in Europa dal 1450 al 1750.” Storia economica di
Cambridge, trad. Valerio Castronuovo. 8 voll. Torino: G. Einaudi, 1975, vol. 4, pp. 436–
562.
Castiglioni, A. “Guidi Guido (Vidus Vidius).” In Enciclopedia Italiana. Roma: Bestetti e
Tumminelli, 1928+, vol. 18 (1933), col. 252b.
Cecchi, Michele e Enrico Coturri. Pescia ed il suo territorio. Pistoia: Tip. Pistoiese 1961.
Conciliorum Oecumenicorum Decreta. Eds. Giuseppe Alberigo et al. Bologna: EDB, 1991.
Constitutiones sinodales edite a reverendo domino praeposito domino Laurentio de’ Cechis
de Piscia, utrisque juris doctore praestantissimo, die XXVII mensis augusti 1519, primo
anno quo fuit creatus praepositus a sanctissimo domino nostro Leone papa decimo,
Biblioteca Capitolare di Pescia, ms. 3.
Decreta diocesanae synodi Pisciensis a reverendissimo patre domino Stephano Cicchio.
Firenze: Apud Volcmarium Timan Germanum, 1606.
Decreta et constitutiones synodales Ecclesiae praepositurae civitatis Pisciensis habitae
a reverendissimo domino d. Paulo Antonio Pesenti. Lucca: ex Typographia Leonardi
Venturini, 1719.
Decreta et constitutiones synodales habitae a d. Benedicto Falconcini. Firenze: apud Petrum
Matini praepositurae Piscien. typograph,1694.
Decreta et constitutiones synodales habitae a d. Stephano Cicchio. Pistoia: excudebat Petrus
Antonius Fortunatus, 1628.
Decreta synodi diaecesanae Pisciensis celebratae [ … ] per Bartholomaeum Pucci. Pistoia:
ex Tipographia Joannis Baptistae Franchi, & Alberti Olivi,1734.
Del Gratta, R. Acta graduum Academiae Pisanae, 3 voll. . Pisa: Università di Pisa, 1980.
Eck, Ernst. De natura poenarum secundum ius canonicum. Berlino: G. Schade, 1860.
Labardi, A. “La comunità ecclesiastica pesciatina nel corso dei secoli. Percorsi storici di
una Chiesa locale.” In Pescia. La storia, l’arte e il costume, a cura di Amleto Spicciani.
Pisa: ETS, 2001, pp. 81–104.
Onori, Alberto M. “Le prima costituzioni del Capitolo della Prepositura “nullius” di Pescia.”
In Atti del convengo sulla organizzazione ecclesiastica della Valdinievole (Buggiano,
giugno 1987). Borgo a Buggiano: Edito dal Comune, 1988, pp. 149–159.
Plöchl, Willibald M. Storia del diritto canonico, 2 voll. Milano: Massimo, 1963.
Puccinelli, Placido. Memorie dell’insigne e nobile Terra di Pescia. Milano: Giulio Cesare
Malatesta, 1664; rist. Bologna: Forni, 1981.
Roberti, Francesco. De delictis et poenis, Roma: Apud aedes facultatis iuridicae ad S.
Apollinaris, 1944.
Tesauro, Carlo Antonio. De poenis ecclesiasticis Roma: Barbiellini, 1760.
Zeiger, Ivo A. Historia iuris canonici, 2 voll. Roma: Aedes Universitatis Gregorianae,
1947.
Abstract: Although the donor portrait was extremely popular throughout mainland
Italy during the late Middle Ages, art historians have concluded that the motif was not
a popular one in fourteenth-century Venice. The city’s republican political structures
and its citizens’ supposed abhorrence of public expressions of individuality are often
cited as reasons for the relative absence of individual donor portraits.
This dissertation challenges these previous assumptions by examining examples
of the genre in Venice. The evidence analyzed includes a catalogue of 83 donor
portraits created between 1280 and 1413. I have attempted to reconstruct the social,
political and physical environments for these examples and also for those that have
been lost through centuries of changing trends and political upheaval. Through
case studies of donor portrait subjects from the upper echelons of Venetian society,
including doges, nobles, cittadini, confraternity groups, guilds and patrician women,
it becomes clear that such images were not only widespread but also often clearly
intended for public viewing.
Further examination of these visual documents and analyses of socio-historical
developments in the period indicate that donor portraits in Venice, like similar
portraits in Palaiologan Byzantium and Italy mainly reflect personal concerns
about family, status, wealth, professional associations and salvation. Their physical
appearance likewise suggests that such images were intended for display usually
within the confines of the city parishes and that ultimately donor portraiture in late
medieval Venice was no more likely to reflect state ideologies than donor portraiture
in other parts of Europe. Once extracted from the tendency of scholars to over-
politicize Venetian art of this period such images can be examined for what they
are—valuable records of social patronage patterns in late medieval Venice.
Themes:
Confraternities in the Americas: Confraternities were active across the Americas, acting
as vehicles of religious worship, charitable help, communal governance, and sociability.
We might even consider the L’Ordre du Bon-Temps founded by Samuel Champlain in
1606 to be the first in New France. What forces, pressures, and opportunities shaped
confraternities in the Americas, and how did they fit in to and advance (or detract from)
the process of colonization? How did confraternities organize European settlers, and
how did they mediate relations with aboriginal groups?
Confraternities & Sociability: in northern Europe particularly, confraternities focused
much of their activity on various forms of sociability, including feasting, games,
and theatre. Were these brotherhoods anything more than supper clubs or, as Luther
called them, ‘conventicles of Bacchus’? How important was sociability to religious
socialization? What effect did religious reform movements have on this festive
sociability? We invite papers that explore the social side of confraternal life, and how
that may have animated the brotherhoods while stirring reservations among lay and
clerical authorities.
Confraternities as Sites of Cultural Production: confraternities were among the most
active patrons of art, architecture, and music, and in some cities their choirs and concerts
were vibrant elements of urban cultural life. The songs sung in confraternities became
models for Christmas carols and for congregational singing in Protestant churches.
How key characteristics of fifteenth century confraternal music were taken up in public
worship by both protestants and catholics in the sixteenth century? How did confraternal
cultural production shift through the sixteenth and seventeenth centuries?
Individual papers are to be no more than 20 minutes long and panels are normally
comprised of 3 papers.
Proposals: Send a proposal to Prof. Nicholas Terpstra (University of Toronto) at:
nicholas.terpstra@utoronto.ca
The proposal should include a brief description of your presentation (no
more than 250 words), a brief CV giving institutional affiliation, and full contact
information (address, phone, fax, & email). Since digital projectors are very costly
for the SCSC to rent, please request one only if it necessary to the substance or
argument of the paper.
Deadline: 1 March 2010
Publications Received
The following publications have been received by the SCS and have been deposited
into the Confraternities Collection at the Centre for Reformation and Renaissance
Studies (Toronto):
The Art of Executing Well. Rituals of Execution in Renaissance Italy, ed. Nicholas
Terpstra. Early Modern Studies 1. Kirksville, MO: Truman State University Press, 2008.
Pp. xiv, 354 + 20 figures, 1 graph, 5 tables. ISBN 978-1-931112-88-8. US.$24.95.
La confraternita e la chiesa dell’Annunziata di Pesaro. Il fenomeno confraternale in
Italia, ed. Antonio Brancati. Ancona: Fondazione Cassa di Risparmio, Peari / Il lavoro
editoriale, 2005. Pp. 286 + 123 b/w and colour illustrations. Pp. 286. ISBN 8-8766-
3382-0. n.p.
Levin, William R. “The Canopy of Holiness at the Misericordia in Florence and Its
Sources (Part Two).” Southeastern College Art Conference Review 15:4 (2009): 393–
407. [Part One was published previously and is listed in Confraternitas 20:1 (Spring
2009)].
Rollo-Koster, Joëlle. The People of Curial Avignon. A Critical Edition of the ‘Liber
Divisionis’ and the ‘Matriculae’ of Notre Dame la Majour. With a Foreword by Kathryn
L. Reyerson. Lewiston: The Edwin Mellen Press, 2009. Pp. viii, 445. ISBN 978-0-7734-
4680-9. n.p.
Studi confraternali: orientamenti, problemi, testimonianze, ed. Marina Gazzini. Reti
Medievali E-Book, 12. Florence: Firenze University Press, 2009. Pp. xi, 407. ISBN
978-88-88453-937-3 (print), 978-88-8452-938-0 (on line). http://digital.casalini.
it/9788884539380.
[Contains: Otto Gerhard Oexle, “I gruppi sociali del medioevo e le origini
della sociologia contemporanea” pp. 3–17; Giuseppina De Sandre Gasparini,
“Confraternite e campagna nell’Italia settentrionale del basso medioevo. Ricerche
sul territorio veneto” pp. 19–51; Anna Esposito, “Donne e confraternite” pp. 53–
78; Ilaria Taddei, “Confraternite e giovani” pp. 78–93; Cecilia Natalini, “Appunti
sui collegia religioni causa nella dottrina civilistica tra Glossa e Commento” pp.
97–124; Maria Clara Rossi, “Vescovi e confraternite (secoli XIII–XVI)” pp. 125–
165; Danilo Zardin, “Riscrivere la tradizione. Il mondo delle confraternite nella
cornice del rinnovamento cattolico cinque-seicentesco” pp. 167–213; Thomas
Frank, “Confraternite e assistenza” pp. 217–238; Francesco Bianchi, “L’economia
delle confraternite devozionali laiche: percorsi storiografici e questioni di metodo”
pp. 239–269; Nicholas Terpstra, “Culture di carità e culture di governo cittadino a
Bologna e a Firenze nel Rinascimento” pp. 271–289; Paola Ventrone, “I teatri delle
confraternite in Italia fra XIV e XVI secolo” pp. 293–316; Matteo Al Kalak, “Parole
e musica nelle confraternite del Rinascimento” pp. 317–335; Ludovica Sebregondi,
“Arte confraternale” pp. 337–389; Marina Gazzini, “Gli archivi delle confraternite.
Documentazione, prassi conservative, memoria comunitaria” pp. 369–390.]