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‘Hernan Cortés. le el principio aparece en Hernan Cortés un afan que lo tingue radicalmente de sus antecesores; no es el conquistador al que, mas mercader que constructor de imperios, s6lo interesa rescatar”, sacar fruto maierial de sus conquistas. Cortés se en- al Nuevo Mundo en una extrafia mezcla de conquistador e gador, de hombre practico dominado por el afan de lucro y te6rico espectador dirigido por el ansia de descubrir y tar. En su primera misiva nos revela ya éste su objeto inquisi- } escribe su carta “porque vuestras majestades sepan la terra ¢s, la gente que la posee, y la manera de su vivir, y el rita y 8 altezas podran hacer y de ella podra recibir”.* Y esta prea- een nunca lo abandona. Desde sus primeros pasos, llegado 4 tzacoalcos, propone “no pasar mas adelante hasta saber el de aquel rio” (I 09). Instado por los indigenas para que se replica: “que en ninguna manera él se habria de partir de ella tierra hasta saber el secreto della” (I:110). Este “saber el se- sera como un leitmotiv de todas sus conquistas. Para él, el istador es también un revelador de secretos que debe acu- ¢ ente investigar y relatar todo lo que observa. Por eso es él auténtico descubridor de la tierra, y no Grijalva, que s6lo venia escatar y se “anduvo” por toda la costa ‘sin saber cosa de que a as reales majestades verdadera relacién pudiese hacer” . Sdlo él es capaz de revelar el enigma, pues sélo él lo buscé mente; y todos los demas relatos “no han podido ser cier- , pues no supieron los secretos della [la tierra] mas de lo que sus voluntades han querido escribir” (1:101). Cartas de relaciin de la conguista de Ar , Carta I de Cortés; 94. En lo suce- o citaremos anteponiendo el nimero de la carta, en romanos, al de la pigina arabigos. 23 Uva OGMLTY ‘Ue NOUOUENY SVIDNIED 30 VIRLONIAIE SA Rd RARER RDN Su curiosidad se extiende a todo en la nueva tierra: a la civili- zaci6n y a las ciudades (véase si no su concienzuda descripcién de Texcoco o Tenochtitlan); a los fenémenos naturales que se le an- tojan extrafios, Ante el contraste de las nevadas montafias y la tierra célida nos dice: “trabajaremos en saber y ver aquello” (1:121). Llegado al pic de los volcanes, surge una vex méis su esp) ritu investigador, “porque yo siempre he deseado de todas las cosas desta tierra poder hacer a vuestra alteza muy particular re- lacién, quise desta, que me parecié algo maravillosa, saber el se- ereto” (11:168). O bien, cuando le cuentan de una isla habitada por mujeres, se propone “saber la verdad y hacer dello larga re- 16 a vuestra majestad” (1W:425). Jamas lo abandona esta soli- citud; a todas las expediciones que enviara posteriormente repite casi con obsesién la misma recomendacién. A Alvarado, a Olid, Tecomienda “tuviese siempre especial cuidado de me hacer larga y particular relacion de las cosas, que por alld le adviniesen” (IV:445) y se queja en seguida de -los estorbos que en su labor descubridora ponen las intrigas humanas, que “inuchos caminos destos se hubieran hecho en esta tierra, y muchos secretos della tuviera yo sabidos, si estorbos de las armadas que han venido no los hubieran impedido” (IV:445). Pero donde mejor se revela su ansia de conocer y descubrir, es en su dorado suefio de encontrar el estrecho que habra de unir ambos océanos y descubrir la mar del Sur, en donde espera hallar “muchos secretos y cosas admi- rables” (111:388). Este es el primer aspecto con que se presenta América ante sus gjos: uerra maravillosa que guarda celosamente sus secretos al europeo. Y él se siente el brazo activo de la civilizacién occidental encargado de dar a luz tales misterios, Se sicnte claramente res- ponsable de su misién ante la cultura europea, Frente a América, se conduce poco menos que como un cientifico curioso, atena. zado por la necesidad de “saber y ver” todas las cosas. Es el re- presentante de toda una cultura y no tan solo un instrumento de conquista; y, como tal, no olvida su obligacién para con Europa. La nueva tierra no defrauda sus esperanzas. Pronto se revela un maravilloso mundo ante sus aténitos ojos. ¥ el conquistador, ante los portentos que descubre, se enamora profundamente de su descubrimiento, de “su” tierra, de “su” empresa; suya porque €s él quien le da vida al revelarla, al hacerla patente a los ojos del occidental; y de oculta, conviértese la tierra en verdadera, a la luz de la civilizacién curopea. Muchas veces se ha hecho notar esta idea de Cor que com dera la tierra casi como propiedad suya, porque es él su cre 24 su “revelador”. Frente a Narvaez defiende la tierra como “suya”. Est dispuesto a morir por ella: “antes yoy los que conmigo esta- ban moririamos en defensa de la tierra” (11:225). Sus reivindica- ciones ante el rey las presenta siempre como una deuda que la Corona ha contraido con él; el soberano tiene abligaciones para con él, porque Cortés cedié, cumpliendo con su deber, “su” con- quista a la Corona. Y grande sera su amargura cuando se vea despojado de la gobernatura. Pero ni aun asi quisiera dejar de yelar por la tierra y pide al rey le permita servirle desde Espaiia en la gobernacién de las Indias, “porque sabré, como testigo de vista, decir a vuestra celsitud lo que a vuestro real servicio con- viene, que aci mande proveer, y no podra ser engafiado por fal- sas relaciones" (V:584). Por fin su disgusto, rayano en los celos de un marido burlado, llega al colmo cuando el virrey Mendoza de- soye sus recomendaciones de gobierno y rige la tierra a su antojo. Siente perder su propia obra y se entromete constantemente con sus criticas y recomendaciones, con la esperanza de sentir que la tierra es todavia algo suya. Fs el humanista renaciente ansioso de conocer, de descubrir secretos nuevos, de dominar la naturaleza, Su admiracién por la Mueva tierra es inmensa; y de admiracién y amor nace la primera raiz, el mas hondo motivo vital de su apreciacién y valoracion de la Gyilizacién que descubre, del hombre nuevo y de la nueva tie- Tra. La valoracién del humanista Frente a las ciudades, al orden y “policia” de la sociedad indi- gena, a su arte y magnificencia, es siempre su actitud de admira. cién y encomio. En su descripcién el punto de comparacidn obli gado es la propia Espaiia. No desmerece este mundo de la mas grande nacién de la época; cl paralelo es constante. Celtamni, Mlena de casas primorosamente labradas, con “muy grandes y hermosas salas”, se enorgullece, ademés, “con la mejor fortaleza que hay en la mitad de Espana” (I1:146). En Tlaxcala, su admira- i6n le hace proclamarla superior a la propia Granada, joya de Espatia. “La cual ciudad es tan grande y de tanta admiracién, que aunque mucho de lo que della podria decir deje, lo poco que diré ‘Feo €s casi increible, porque es muy mayor que Granada, y muy mas fuerte, y de tan buenos edificios y de muy mucha mas gente que Granada tenia al tiempo que se gané, y muy mejor abaste- aida de las cosas de la tierra...” (11:156). Hay en ella loza “como Ge 25 la mejor de Espaiia” y maravilloso le parece su gran mercado, Cholula, la santa ciudad lena de preciosas “mezquitas", es “la ciudad més hermosa de fuera que hay en Esparia” (11:165). En Cuzula existe una casa “mayor y més fuerte y mds bien edificada que el castillo de Burgos” (11:86). En Istapalapa, admirase del primor de las casas de canteria, de las huertas frondosas, de los paseos ladrillados. Pero su asombro anve la civilizacion indigena llega a su maximo cuando, aténito y como en suchios, contempla la gran Tenochtitlan. No acierta a expresarse, no sabe cémo “de- hablar “de la grandeza, extrafias y maravillo- palabras y resig- cir su perfeccién”, sas cosas de esta tierra”. Parece quedarse narse a decir como pudiere: “que aunque mal dichas, bien sé que seran de tanta admiracién, que no se podran creer, porque los que acd con nuestros propios ojos las vemos, no las podemos con el entendimiento comprender” (I1:198). Su fundamento en me- dio del lago, su traza casi perfecta y, sobre todo, sus portentosas calzadas, obra de gran vuelo arquitecténico, lo llenan de asom- bro. A sus plazas, calles y mereados, hilvanados en la red de cana: les y calzadas, dedica algunas de sus mas bellas descripciones. Acucioso y realista, no permite se le escape detalle. Describe con admirable sencillez su gran plaza, “tan grande como dos veces la de la ciudad de Salamanca” (I1:199). El enjambre y animacién humana que bulle atareada en la artesania y el comercio, la abundancia de productos y alimentos y, por fin, el gran templo o mezquita “que no hay lengua humana que sepa explicar la gran- deza y particularidades della” (11:202), reviven en su relato. La grandeza, lujo y belleza de las casas y jardines de Moctezuma lo dejan aténito, pues eran “tales y tan maravillosas, que me parece- ria casi imposible decir la bondad y grandeza dellas” (11:207). No menos cncomia el arte de obreros y artesanos capaces de con- trahacer “de oro y plata y piedras y plumas todas las cosas que debajo del cielo hay en su senorio, tan al natural lo de oro y plata que no hay platero en el mundo que mejor lo hiciese; y lo de las piedras, que no baste juicio a comprehender con qué instrumen- tos se hiciese tan perfecto; y lo de pluma que ni de cera ni en ningtin broslado se podria hacer tan maravillosamente” (11:206). éY cual sera Ja opinion que le merece el creador de esa civiliza- Gién, el indigena? Reconoce en él magnificas cualidades, sin que deje por ello de observar sus grandes defectos. Es el indio “gente de tanta capacidad, que todo lo entienden y conocen muy bien" (111:309); maniosos € inteligentes en la batalla (“ardides en cosas de guerra” nos dice sabrosamente Cortés), saben ser de buenas y civilizadas maneras en la paz. Su celo religioso es grande, tanto 26 que “es cierto que si con tanta fe, fervor y diligencia a Dios sirvie- ts Jlos harfan muchos milagros” (1:124). Hasta sus sacerdotes ae ibs merecen un humano y comprensivo elogio de sus labios: F ian en sus tiempos personas religiosas que entendian en sus Fos y ceremonias, y éstos eran tan recogidos, asi en hones como en castidad, que si alguna cosa iia a algune se le sentia era punido con pena de muerte " (1V 464), Bon. fieles coy sus amigos y aliados aun en la peor de las desgracias, on) cos ‘ata conmovido el conqu istador cuando los tlaxcaltecas, d erie de la gran derrota en Tenochtitlan, reciben a Cortés: tree A Pero Io que més ensalza es su valor en la guerra. Bini ae E en que no dé fe del denuedo y animo de sus adversarios. ae . 5 yibrar su admiracion ante la voluntad de independencia yl ae de los tlaxcaltecas, que combaten “para excusarse de ser sttb- " ditos ni sujetos de nadie” (11:154). Por fin, llega a sentir la trage- dia heroica del pueblo mexica que, con su ciudad en eae tado por el hambre y la peste, sin esperanza alguna de victoria, “sabe morir defendiendo su ciudad palmo a palmo, “con la mayor muestra y determinacién de morir que nunca generat uri | (111:365). Escuchemos de sus labios uno de los mas vigorosos y p téticos relatos de nuestra gran epopeya: “y los de la ciudad esta ban todos encima de los muertos, y otros en el agua y otros an- -daban nadando, y otros ahogdndose en aquel lago donde estahan Jas canoas, que era grande, era tanta la pena que tenian, que no bastaba juicio a pensar como lo podian sufrir; y no hacian sino “salirse infinito mimero de hombres y mujeres y nifios hacia noso- tros. Y por darse priesa al salir unos a otros se echaban al agua, y Se ahogaban entre aquella multitud de muertos; que segan pare Gi6, del agua salada que bebian y de la hambre y mal olor, habia - dado tanta mortandad en ellos, que murieron mas de cincuenta mil dnimas. Los cuerpos de las cuales, porque nosotros no alcan- zasemos su necesidad ni los echaban al agua, porque los bergan- tines no topasen con ellos, ni los echaban fuera de su conse cién, porque nosotros por la ciudad no lo viésemos” (II1:384)._ No menor es su encomio de la organizacién social y politica aborigen “que entre ellos, hay toda manera de buen orden y po- licia, y es gente de toda raz6n y concierto” (11;157). En Cholula Constata la miseria reinante y, en seguida, como para disculparla, Nos dice que eso no va en su desdoro, pues lo mismo sucede en _ Espafia y en otras partes que hay gente de razén” (11:166). Ad- Mirase de la eficacia en el cumpli nto de las leyes en Tlaxcala y, en Tenochtitlan, le parece que “en el trato de la gente della hay la manera casi de vivir que en Espafia, y con tanto concierto y- 27 wens ; FCA ghlb =a ¥ : wid GUE: + SHUSUTUdOMINY SVIDNGID Ja PAPA ren Mg | orden como alla” (I1:206). poblacién, declarase lleno de fe en su fidelidad y honradez como leal vasallo de Ia corona. Ni aun después de la “noche triste” mengua su confianza; esperanzado dirigese a Tlaxcala, pues “te- nemos mucho concepto que serviran siempre como leales vasallos de vuestra alteza” (11:25 1). Similar es su actitud ante la naturaleza. Su fertilidad, compara- ble a la de Esparia, la grandiosidad de sus volcanes, sus huertos y jardines, parécenle cosa de embr ujamiento o ensueno. Es él un nuevo Amadis, gran caballero andante, que revela un mundo legendario en grandeza y esplendor. Tierra tan rica “como aquella en donde se dice haber llevado Salomon el ore para el templo"; reino, en fin, de “maravillas” y “cosas de otre mundo”, En resumen: no se le presenta el pueblo aborigen como salvaje ¢ inferior; para él se trata de una gran civilizacién, comparable en muchos aspectos con la de la propia Espafia, Y aqui notamos, una vez mas, la honda raiz del humanista hispano. Concede es- pontaneamente al pueblo indigena todos los derechos que con- cederia a cualquier pucblo civilizado. Lo cual evidentemente no impide que se valga de todas las astucias y violencias a su aleance para tratar de sojuzgarlo. Pero nunca justifica esas acciones en alguna pretendida inferioridad del indio; por el contrario, tata de escudarse en formulas de derecho de gentes aplicables a toda comunidad humana civilizada. Lo que hace con respecto al indio, lo haria seguramente también con el turco 0 el francés, Indepen- dientemente de cual sea su trato efectivo con respecto a las sobe- ranos indios, tiene conciencia de su dignidad y del derecho que corresponde No vamos a insistir en su politica de paz y ofrecimiento de buen trato, ni tampaco en sus formulismos legales y su apego al derecho internacional de la época; aspectos ambos suficiente- mente destacados por comentadores y bidgrafos, Sélo nos inte- tesa hacer notar como, en su concepto, viene el espariol a dar, a hacer conocer al indigena “muchas cosas nuevas que seran en su Provecho y salvacién”. En las Hibueras nos declara que “hasta hoy no he pedido a los sefiores de estas partes si ellos no me lo quisieron dar” (V:499). Endjase con Alvarado porque piensa que Si yo por alli viniera, que por amor o por otra manera los atra- Jera a lo bueno” (V:571). Justifica inclusive el alzamiento de indi genas por malos tratamientos recibidos de los esparioles y “harto Justa” parécele su causa. 28 En fin, tal es su confianza en el indio que, apenas ganada una jvilizacién indigena perfectos derechos a sobrevivir. Br acs done sex ponte, Dcben cepar los rescatts re Re iia destruir la tierra en mucha manera” (1:117). Des Ee cada batalla urge a la pacificacién y lama insistente- Be eg Jos indios para que vuelvan a poblar como antes sus idades abandonadas. Por fin, ante Tenochtitlan, grande es su sar por tener que destruirla, cosa que evita hasta el ultime pe nto “porque me pesaba del dafio que les facia y les habia d le \cer, € por no destruir tan buena ciudad como aque Se ranisa que revela secretos y preside el trascendental om entro de dos culturas es plenamente consciente de su pape rico. No viene a imponer salvajemente una cultura, ha- endo tabla rasa de la otra, sino que enfrenta a ambas en un tercambio de valores. ualoracién del caballero medieval Esta es la apreciacién del renacentista. Pero se trata tan sdlo de o de los aspectos de su actitud. Junto a él descubrimos oe a, otra raiz que motiva vitalmente su valoracion si Hombre con todas las contradicciones de una época de formacién y tran- sicién, s¢ sicnte atenazado por contrarias inclinaciones y tenden- no s6lo ei humanista renaciente, sino también el ombre medieval con todos sus prejuicios. El es el cruzado que fiende la fe con la punta de su espada, Brazo de Dios contra el ano, ¢ portador de una excclsa misién divina: castigar al in- iel para aumentar el reino de Cristo. Dios protege a sus soldados todos los encuentros. Muestra “su gran poder” en Otumba en Tlaxcala, y salva milagrosamente a sus hijos perdidos en las selvas hondurefias, mientras el estandarte de la cruz los lleva siempre a la victoria. “E como traiamos la bandera de la cruz, y Punabamos por nuestra fe y por servicio de nuestra sacra majes- tad . .. nos did Dios tanta victoria” (11: 150). En Dios pone toda su fe para el éxito de su empresa y, tras sus decisiones temerarias, se lanza seguro de la proteccién divina, pues “Dios es sobre natura (11:152). Grande es su misién y asi arenga a sus soldados: “que ‘Mirasen que eran vasallos de vuestra alteza y que Jamas en los ‘“Spanoles en ninguna parte hubo falta... y que ademas de facer 10 que como cristianos éramos obligados en pufiar contra los €hemigos de nuestra fe, y por ello en el otro mundo gandbamos Ta gloria, y en este conseguiamos la mayor prez y honra que hasta _ *‘Auesiros tiempos ninguna generacién gano” (11:153). 29 No traiciona su mision: derrumba idolas y levanta altares, Por” todos lados se mete a catequista y sabiamente predica la bueng. nueva. Su primer anuncio al llegar a las playas mexicanas es ¢] Siguiente: “que no iban a hacerles dafio ni mal ni inguno, sino para les amonestar y atraer para que viniesen en conocimiento de nuestra santa fe catélica, y para que fuesen vasallos de vuestras majestades” (I:104), Presenta el pueblo indigena, desde este nuevo angulo de vie sién, distinta faceta: son criaturas engafiadas y dominadas por el demonio y su civilizacién debera abandonar el vasallaje a Satands si no quiere perecer. Si la primera valoracién positiva de la civili- zacién aborigen correspondia al moderno humanista, esta otra corresponde al caballero feudal que leva en su espiritu. El indigena pronto se le presenta sujeto a los peores es sodomita y antropéfago, “y tienen otra cosa horrible y abomina. ble y digna de ser punida, que hasta hoy no se ha visto en nin- guna parte y €s qué ... en presencia de.aquellos idolos los abren vivos por los pechos y les sacan el corazén y las entrafias” (1:123). Para castigarlos de sus pecados y yerros mereceran la esclavitud, y Cortés, aunque tratando initilmente de Justificarse, somete a los antropéfagos y a los que se rebelan contra su soberano al hierro infamante. Notemos, sin embargo, que este concepto del indio no presenta contradiccién con los elogios que anterior- mente le prodigaba. No se atribuyen Propiamente sus defectos a una naturaleza inferior o corrompida, sino al engafio del demo- nio y a su pagana civilizacion; que si fueran evangelizados “ha. rian muchos milagros” En ocasiones parece inclusive vacilar en su politica de respeto ante la civilizacin aborigen. A veces ~pocas, es cierto— presenta a los indios un terrible dilema: 0 abominan de sus errores y¥ se re- s V, 0 serdn exterminados y reducidos a esclavitud “porque no haya cosa superflua en toda la tierra, ni que deje de servir ni reconocer a vuestra majestad” (V:589); cierto también que esta advertencia la hace sdlo a los barbaros chichimecas, “que casi son gente salvaje" (V:589), Sabe Gortés ser blando en la amistad, pero a veces es de barbara crueldad con sus enemigos; tal en Cholula y en el asalto a Tenochtitlan. Rapida- mente pasa nuestro pasional guerrero de la safia destructora a la miscricordia y la compasion por los vencidos. El sitio de la capital azteca muestra claramente estos cambios de dnimo. A veces im- preca a los indios lamandolos “perros”, “barbaros” o “infieles”. ~ Su actitud final ante el indfgena que, a la vez admira y en quien confia, pero que considera enganado y presa del demonio, 30 ede ser mas que la del protector, la del pace eee o Mijos erados, pero de buen natural. Se siente su defensor See ridos tratos y basta su presencia para que el indio se oan eas mente de Cortés dos concepciones comtrapuestas. eo cenvisca contra el serior feudal, el humanista frente al Ero andante. Mucl veces parece vacilar entre ambos mo- vos, sin que Ilegue ninguno a triunfar sobre el otro. Veremos maa, de Ia fusion y lucha de ambos conceptos, se organiza en su ee Ja nueva sociedad. ¢¥ no adivinamos acaso en os acl dos tendencias fundamentales que regiran mas tarde toda A pracién del indio por el hispano? 2No se caiogiite aqui en men la dos corrientes -unidas en Cortés, mas tarde diverge que enfrentaran a misioneros y tedlogos, a soldados y fun- arios? nueva sociedad Nunca se aparta de la mente de Cortés la idea de faadat wa va sociedad. Desde su llegada, asi se lo da a entender a ae lezuma “porque mas le quisiera tener ete Bor anieeny: ie Mar siempre su parecer cn las cosas que en esta tierra ye er” (11:166). El no viene de visita ni comercio, viene a ae : “hacer” algo por la tierra. Se da pris continence eae la Gificacién y su mirada sagaz inquiere siempre por Dig ae ptos para poblar, para fundar puertos y granjerias éleh a ndica que “es la ciudad m4s a propésito de vivir onan a #165), Cuando se siente seguro en Tenochtitlan, antes de la Megada de Narvaez, manda a sus hombres a poblar en algunos yares apartados o a buscar puertos e informarse de minas y nbradios. : eCual serA su idea de la nueva sociedad? ¢Cémo habran de Onvivir las dos culturas y la dos razas? Desde luego, Cortés piensa que, aun respetando lo indigena, hay que trasplantar an tegros sistemas de gobierno y cultura espafiola. La wenea ira este designio es siempre la villa, como lo fue para los ee . Es éste uno de los motivos para la fundacién, bajo espatioles “fnoldes, de Veracruz. Recomienda a sus capitanes seguir esta misma politica: “y si fuese tierra tal para poblar, hacer alli en el tio una villa, porque todo lo de aquella comarca se aseguraria’ {11E:394), El espariol necesita poblar, arraigarse en la tierra. oe jas medidas dicta dirigidas en este sentido, ante el disgusto de BL los conquistadores: “de algunas dellas [las provisiones] las espa-” fioles que en estas partes residen no estan muy satisfechos, en especial de aquellas que los obligan a arraigarse en la ticrra; par que todos, o los mas, tienen pensamientos de se haber con estas uerras como se han habido con las islas que antes se poblaron, que es esquilmarlas y destruirlas, y después dejarlas” (V:467), La convivencia se establecer4 esencialmente segun un régimen casi medieval de estamentos y clases. Es ésta, seguin él, pese a Gertas vacilaciones por admitirlo, la Gnica forma posible de con-_ vivencia entre las dos razas. Con ello justifica la encomienda: “y en esta forma fue con parecer de personas que tenian y tienen mucha inteligencia y experiencia de la tierra; y no se pudo ni uede tener otra cosa que sea mejor, que convenga mas, asi para la sustentacién de los esparioles, como para conservacién y buen § tratamiento de los indios” (111:404). En la vencida Tenochtitlan reparte solares a sus conquistadores y deja los aledafios para la’ sociedad indigena; separacién por castas de ambas culturas. “Y se hace y hara de tal manera que los esparioles estén muy fuertes y seguros, y muy sefiores de los naturales” (III:392). Se creara asi una aristocracia nue: olla. Y se adivina cierto espiritu neta- mente medieval, contrario en gran parte a la tendencia centra- lista de la moderna monarquia de Carlos V. Pone también Cortés todos los fundamentos de una nueva teo- cracia que habra de reemplazar a la teocracia antigua, en su cons- tante peticién de prelados y su sumisién y franquicias a ellos otorgadas. EI papel del espafiol para con el indigena sera, ante todo, la conversion de los indios; en seguida, el trasplantar a América las técnicas y productos hispanos. Pide Cortes que “cada navio traiga cierta cantidad de plantas, y que no pueda salir sin ellas” (1V:467), “que si las plantas y semillas de las de Espafia tuvie- sen... s¢gtin los naturales destas partes son amigos de cultivar las, tierras y de traer arboledas, que en poco espacio de tiempo ho- biese aca mucha abundancia” (1V:450). Lanzase afanosamente a la basqueda de cobre y estafio, y pide azufre a la Corona: “es- cribo siempre que nos provean de Espana, y vuestra majestad ha sido servido que no haya ya obispo que nos lo impida” (1V:454). Construye caminos y organiza granjerias. Demanda ganado y prohibe la salida de yeguas de la tierra. En fin, lo vemos febril- mente atareado en hacer de la Nueva Espana un trasplante de la vieja, de acoplar el paso de América al ritmo de Europa. Y, sin embargo de esta actitud, advertimos en él una intuicién vigorosa, si bien poco consciente: la necesidad de adaptacion dé 32 ultura importada a la nueva circunstancia. Su realismo pode- Je hace apegar sus decisiones a las cambiantes circunstancias. ‘Jo manifiesta al cambiar de pareceres: “porque como por la deza y diversidad de las tierras que cada dia se descubren, y muchos secretos que cada dia de lo descubierto conocemos, necesidad que a nuevos acontecimientos haya nuevos parece y consejos” (IV:468). :Puede estar mas clara la intuicion de Jas decisiones espafiolas deberan acoplarse a la nueva reali- de la “diversidad” tan grande Ja nueva circunstancia? La encomienda y la reparticién de ides, base de Ja nueva organizacion social, pretende preci- jente fundamentarse en las apremiantes necesidades ambien- y de relacion de clases. Pero donde mejor se revela esta nece- fad de acoplamiento es en su suefio de una Iglesia nueva, sin Jacras de la europea, perfectamente adaptada a la Nueva Es- . Quiere una Iglesia de franciscanos y dominicos, con pocos bispos y seglares, de amplios poderes, libre y -aqui la idea enii igida por gente de esta tierra. Pero no s6lo la organiza- eclesiastica debera adaptarse; aun las costumbres de los sa- cerdotes, porque si no fracasaria la evangelizacién: “seria menos- sreciar nuestra fe y tenerla por cosa de burla; y seria a tan gran fio que no creo aprovecharia ninguna otra predicacién que se a8 hhiciese” (1V:464); y esta peticién la basa en la observacién de costumbres de los sacerdotes indios. La idea es clara: si no hay soplamiento no habra asimilacion. Su concepci edad vese coronada por la visién € la grandeza que Cortés prevé para el nuevo imperio. Carlos dice, “se puede intitular de nuevo emperador della, y con t- No menos mérito que el de Alemamia” (11:137); “y de tener n ellas [las nuevas tierras] vuestra sacra majestad, mas rentas y lor vuestra alteza posee” (1V:451). En el corazon del Anahuac de levantarse “la mas noble y populosa ciudad que haya en poblade del mundo” (1V:452). La conquista, obra divina, no ra rendir mas que ese grandioso fruto “porque de tan buen Micipio no se puede esperar mal fin, sino por culpa de los que memos él cargo” (V:564). mision ecuménica del nuevo imperio _ Trunco quedaria nuestro estudio si no presentérame Ne Cortés tiene de su nuevo imperio frente a las demas nacio- s. el papel universal que fe asigna en la historia. Nada entenderiamos de ello sin fijarnos en la peculiar psicolo- gia del caballero andante que en Cortés encarna. Aparece esta psicologia a lo largo de toda su conquista. Muchas veces acomete, acciones arriesgadas tan sGlo “por no mostrar flaqueza” ante sus enemigos. La huida, aun “estratégica”, parécele desdoro imper- donable. A veces comete temerarias hazafias por honra de su buen nombre, como en aquella ocasién en que se lanza al com- bate por vengar a sus criados muertos. No falta el lenguaje caba- leresco en el relato de sus proezas personales. “Sali fuera de la fortaleza, aunque manco de la mano izquierda, de una herida que el primer dia me habian dado; y liada la rodela en el brazo ...” (11:235). En otra ocasi6n él solo revuélvese contra sus enemigos y defiende un dificil paso. Orgulloso como nadie esta de sus hazafias; ensalza el transporte de las naves desde la costa a wavés de enormes montafas, y en la subida del Popo elogia el valor del conquistador: “y los indios nos tuvieron a muy gran cosa osar ir adonde fueron los espafioles” (I11:403). Ni faltan las. bravatas: si va a la corte: “yo serviré en la real presencia de vues- tra majestad donde nadie pienso me hard ventaja ni tampoco po- dra encubrir mis servicios” (V:584); y si queda en América: * me ofrezco a descubrir por aqui toda la Especieria y otras islas, si hobiere arca de Maluco y Malaca y la China, y aun de dar tal orden, que vuestra majestad no haya la Especieria por via de res- cate, como la ha el rey de Portugal, sino que la tenga por cosa propia” (V:588). Todo podria soportarlo con tal de ensalzar su buen nombre “porque sin tenerse de mi ese concepto, no queria ienes en este mundo, mas antes no vivir en él” (V:578). Nada puede arrebatarle su honra “que por alcanzalla yo tantos trabajos he padescido y mi persona a tantos peligros he puesto” (V:579). éNo creeriamos escuchar a un nuevo Amadis conquistando rei- nos y honores con la punta de su espada? Para un caballero andante ¢s la conquista algo personal. Ya tuvimos ocasién de sefialar el concepto que tiene Cortés de la nueva tierra como “suya”, casi como propiedad inalienable. No- temos ahora cémo libremente vincula su obra a la Corona, pa- sando por sobre todas las autoridades intermedias: sobre Fonseca y sobre Velazquez. No se contenta mas que con la capitania y la gobernacién directamente ligada al rey, que por derecho le co- tresponde. Llama a Narvaez a la unidad en nombre del rey, de quien se considera inmediato representante. En realidad, suya es la conquista y él hace de ella libre y gene- roso don a la Corona. Asi, no se conforma con las provisiones de Tapia que trae poderes reales desfavorables a Cortés. Parece mt 1 si tdcitamente impusiera ¢l conquistador sus condiciones or eso considera al rey su deudor que “demas de pagdrseme me a de mandar hacer muchas y grandes mercedes; porque demas ser yuestra alteza tan catélico y cristianisimo principe, mis ser- icios por su parte no lo desmerecen, y el fruto que hay hecho da ello testimonio” (IV:460). Es casi casi un igual y Carlos V “es ado a dar a quien tan bien y con tanta fidelidad sirve como yo he servido” (V:579). La deuda se extiende para con sus solda- os, a quienes debe mercedes el rey “porque demas de’ pagar da que en esto yuestra majestad debe, es animarlos para que de aqui adelante con muy mejor voluntad lo hagan” (1V:417). Se trata de una empresa personal, vinculada por voluntad propia de! conquistador a la Corona. Nace, pues, México inde- diente, no sujeto a una nacién extrafia mas que por el coman culo real. En el concierto de las naciones es un imperio que se a la misién connin: la creacién del universal dominio de la istiandad, personificada en su emperador. Vieja y Nueva Es- ja son otras tantas caras de la pirdmide universal de imperios nidos tan sélo por su vértice: la corona del rey catélico. fata es posicién que Cortés atribuye a América. Este concepto revélase en la misién universal que el conquista- entrevé para ella. América sera el puente que una Oriente y idente, el Asia y la Europa, bajo la égida del emperador. Por o afanosamente busca la mar del Sur, el estrecho interocednico, Ja Especieria, “Y siendo Dios Nuestro Sefior ser- do que por alli se topase el dicho estrecho, seria la navegacion esde la Especieria para esos reinos de vuestra majestad muy ena y muy breve, y tanto, que seria las dos tercias partes menos por donde agora se navega, y sin ningtin riesgo ni peligro de favios que fuesen y viniesen, por que irian siempre y ven- ft por reinos y sefiorios de vuestra majestad” (IV:456). W alberga su alma la misma ilusién dorada en que sofiaré Mo- ‘se levantard una nueva iglesia; donde mas que en todas a Dios Nuestro Sefior sera servido y honrado” oD). . Fray Bernardino de Sahagun jl sobrenatural de América pueblo en poder de Satén Hace muchos afios, sobre una meseta arida y templada, vivia, man dicen, un pueblo extrafio y perverso en quien la desgracia presa. Engariado y ciego, renegé de su Dios y cayé en las blas del pecado. Posesos por un extrafio espiritu, los hom- pes adoraron a Lucifer y a la iniquidad levantaron templos; dieron su espiritu y consagraron su imperio al Maldito. Desde noes, la tierra fue suya, y el barro en que amasaron sus ido- Sus razas indomitas, avidas de poder, se esparcieron por los ‘9 rumbos y cubrieron los campos con el culto al demonio. dia y de noche, por todo su imperio, el hombre, con diabélico esi, abria a sus hermanas los pechos ofreciendo a Satanas sus ones y solaz4ndose vilmente con sus cuerpos. Tal fue el des- turado imperio de los aztecas, la satanica raza de los mexicas. Andhuac, tierra de promisién y de riquezas, presenta ahora faz horrenda. Cambia de visaje América proteica. El mundo chido de secretos que brillara ofreciendo sus portentos al dis hispano aparece, ante otros ojos menos codiciosos de mana gloria, como tierra de tinieblas. Mientras el conquistador ita triunfante ¢] descubrimiento de la ciudad de ensuefio, un franciscano, de rudo sayal y santa ciencia, se estremece orizado ante la abominacién del pueblo abyecto. Entrara en el reino de Satan con su cruz empufiada y, con la palabra de Dios Por espada y su santo celo por guarda, librar él también su gran italla. No conquistara ciudades ni reinos; no sera su obra un lacio ni un imperio, tan sélo sera un libro; pero en ese libro la a diabolica quedara apresada y vencida sin remedio. El reve- la doblez del mundo de Satan y éste ya no podra volver a afar alas almas; sus paginas seran la mejor arma contra las insidias de Lucifer y marcaran, quiz, el fin de su reinado. ¥ Ber- dino de Sahaguin —que tal llamabase nuestro franciscano— en- ara, con la pluma en una mano y los santos libros en la otra, en. Teino de Satan para librar su combate. Sigamos a nuestro 37 uPe ; §sipuicreca vie riuevoint 5 i pe ae + chicos, cayeron sobre los infelices me: USP elaine crevios.de i maleic mds Y orar en forma de (dolos. Les hacian creer los unos En el umbral del reino de Satin, fray Bernardino lanza su prow ominaban la Iavias, y ls indigenas.ciegos, los veneraat dama; sus palabras anuncian el fin del imperio de Luzbel y ef gacrificaban nitlos inocentes; que “esta horrends crust principio del reinado de Cristo: “Vosotros, los habitantes de esta n yuestros antepasados oats per eee Hos eee Nueva Esparia, que sois mexicanas, tlaxcaltecas, y los que habitdis género humano y habiéndose persuadido que el Ie les daban en la tierra de Mechuacan, y todos los demas indios, de estas pluvias” (1:83). Encarnaban los otros, par eg ener se In Occidentales, sabed: que todos habéis vivido en grandes has femeninas: “Tres satrapas servian a ae ene i h ae tinieblas de infidelidad e idolatria en que as dejaron vuestros an- esl la cual visiblemente se les aparccta, y residla en 2400 OR tepasados, como esta claro por vuestras escrituras y pinturas pati eiblemente salfa para ir a donde queria; cierto es que cra el Titos idolétricos en que habéis vivido hasta ahora. Pues ofd ahotm Hl ie en forma de aquella mujer” (1:247)-* En tanta formas con atencién, y atended con diligencia la misericordia que Nues- Be ron cantos: dons on a eats, Woe tdo- tro Sefior os ha hecho, por sola su clemencia, en que 0s ha en= Ia tierra de demonios y de sus horrendas imagens, 04 ot viado la lumbre de la fe catélica, para que conozcais que El sélo jQue ninguno de los que Hamaron “dioses” lo fue te ora. es verdadero Dios, Creador y Redentor, el cual sélo rige todo pochtli, ni Tliloc, “ni ninguno de todos los otros que Beer el mundo; y sabed, que los errores en que habéis vivido todo el mo son dioses, todos son, demonios” (1:79). En su terrible Mdemipo asada. os dened Gesos # enganados; » para que coal Bige: cl indi scons en Iga ae ee yaaa d ai eae es Pe A 7 yes infa a i dais la luz que os ha venido, conviene que creais y con toda yo- a! ron y honraron a tan malas criaturas, as y de ellos se adoraron y reverenciai luntad recibdis lo que aqui esta escrito, que ri i é , que son palabras de Dios, zi 3 y sus ima- las cuales os envia vuestro rey y sefhor que eee en Espafia y el flenemigos del géncro humano como $00 oe cabin art vicario de Dios, Santo Padre, que esta en Roma, y esto es para es y por honrarlos ofrectan su propia sangre y {a 06 que os escapéis de las manos del diablo en que habéis vivido hasta Jos corazones de los préjimes, y los sonen on See a y yey: z eina 1 * me d i Cs . ando falsamente que $ Rory ais remac Gin Dior en el cielo" Si le hore pd todas las cosas necesarias, pensande {ists de todos poderosos para les dar todos los bienes y libra liberacion ha sonado. Todo era antafo tiniebla y engafio. Era el Bees 11:79) mexicano pueblo esclaeo, dominio propio de su peor enemigat if Faas ete Satands era tan grande, que en todas las activi- qué horror no sentira nuestro pobre franciscano al ver todo um De os herbs erevenia llevandolos a las mas pueblo a merced de tirania tan execrable! “Qué es esto, sefior ee et fe qaien io en sus monstruosos Dios -clama horrorizado- que habéis permitido, tantos tiempos, Biaeles ignominias. £1 fue quirn ea del Anahuac aborainable que aquel enemigo del género humano tan a su gusto se enserio- ee eanos hasta ee ee Te one largentable BOE Tease a on triste y eemparaa nacién, sin que nadie le resis- geope Bet ee a Ie a haya venido a tanta ba- tiese, donde con tanta liber 6 toda fia y eee coe cere ; pads ‘ aia cnieblos GaOLY: tad derramé toda su ponzofa y todas jeza de Repadacon y oprobio, que los padres por sugest fd del ; . ; 2 a 2 e en ello hacian Fuerte era el poder de Satands en su feudo. Para asegurar su Beano, reas Ie ST hacen eran "ser scfiorio encarnése en un dios del ciclo, Tezcatlipoca, y como tal se Nee ee ee de iatucia, no des eee bale hizo adorar; bajo la mascara de su dios supremo, ocultaba a los ae eeu aco sobre los morale soars Lacter su verdadera personalidad: “Ese (Teacatpo- fe catratngema para taney comprensibles para aquellos que -s el malvado de Lucifer, padre de toda maldad y mentira, : Wee sige gorificar 6 ea ousimo y superbisimo, que engané a vuestros antepasa- $Entendian su diabdlico lenguaje, a fin de hacerse 5 ea los” (1:83). Siguiendo el ejemplo de su sefior, todos los diablos. * Diablo tenaz éste del sexo bello, pues 4 Se de las suyas, En tiempos del segundo gi Pees: pista wie ee he: aa ‘diablo que en figura de mujer andaba, ya parecia eee # c de N ie Espaiia, 1946; v. 1: 67. En lo sucesivo Gihuacéatl, comié un nifio que estaba en ta cun: ; poniende c nero del tomo, en rotanos, al de la pagina en (1-43) arabigos. ‘i 39 aun después de la conquista andaba obernador de Tialtelolco, “este de dia y de noche, y se Hamaba a, en el pueblo Azcapatzalco” 38 que éste emplea en nombre propio. Para él el idélatra carece de toda disculpa. Y cémo podra tenerla si por todos lados dian a Sahagtin las muestras de lo que para él sélo puede insufrible locura? Creyeron que eran los demonios quienes nian poder sobre la naturaleza, sin ver que salo Dios lo pos ‘Esta fue una gran locura, que hacian porque ignoraban que séle Dios puede librar de todo mal, y el demonio no puede empecer quien Dios guarda” ([:84); otras muchas necedades hici como adorar al fuego o a los montes (1:84, 89) o creer en mul ples supersticiones. Pero donde patentemente advertiase su su raz6n era en las vanas y fiitiles ceremonias, que se le antojaban a Sahagim, llenas de irrisorias supersticiones y diabdlica crueldad ritos que mas parecen a nuestro autor “cosa de nifos y sin se: que de hombres de razén” (1:90). Y si tales le parecen sus necias pero inocentes practicas, equ no dira de su inhumana crueldad? Ni siquiera necesita él resaltar su barbarie, nos dice, pues es tanta, que a cualquiera caw sara aversion “porque ellas (las ceremonias] son de suyo tan cru les, que a cualquiera que las oyere le pondran horror y espanto, asi no haré mas de poner la relacién simplemente a la letra” (1:131). ¥ el misionero describe horrorizado todo el barbaro remonial de sus sacrificios, nos habla de su repulsiva antropo ; gia (cfr. 11:154 y ss.) y de sus hecatombes humanas. Por todos, es la primera faceta que América presenta a los ojos de lados sentimos latir, bajo la palabra en apariencia objetiva, su in: el lugar de una raza satanica, de un pueblo condenado técita condenacién a tanta crueldad. Sus palabras son vivas la ira del Serior. crudo su relato, seguido hace hincapié en los rasgos crueles, des- tacandolos en el curso de la descripcién; asi, cuando nos descri cémo inmolaban inocentes nifios (I:131 y ss.) o como se ensafia: ay conversion de wn continente ban en supliciar a los cautivos (1:188 y ss.). Sélo un sabor nos de la relacién de sus creencias y fiestas religiosas, sabor a barbarie, orgia demonjiaca, a enajenacién y locura. 2Y fue acaso tal locura perdonable? No; porque Dios puso Ja vazén y en la naturaleza las vias para llegar a El, y rechazaro sus dones. No se trata de una equivocacién sin malicia; culpable fue su desatino por no ofr la verdadera voz de la naturaleza escuchar en cambio el susurro del demonio. Fueron los idélatras viandantes en el “camino de la maldad y la perdicién”, aspero sendero en que nada aprovecha y a cuyo término exclamara des- consolado el viajero: “De esta manera nos acontecié a nosotros, nacidos, en breve tiempo se nos acabé la vida y ningun rastra dejamos de buena vida; fenecieron nuestros dias en nuestra ma- lignidad y en nuestro mal vivir” (1:80). Si, malvados y no tan sélo equivocados quienes osaron adorar al demonio; pues que a tanto” AQ su bajeza —nos dice Sahagiin— que profanaron el santo bre de Dios. “Esta maldad y traicién hicieron vuestros ante- los, que cl nombre maravilloso que es Dios, el cual a sola la dad conviene, le aplicaron a cosas bajas ¢ indignisimas” " f] indio era en su gentilidad enemigo de Dios y digno, por del mayor castigo. “Porque aborrece Dios a los idélatras todo género de pecadores, por ser el pecado de la idolatria yor de todos los pecados, y los idélatras en el infierno son entados con mayores tormentos que todos los otros peca- sres” (1:80). Alli estaran los pueblos indios “porque no quisie- ‘conocer ni servir al verdadero Dios” (1:80). Y si tan terrible el pecado de gentilidad, jcuanto mayor el de aquellos que después de oir la Buena Nueva, perseveran en sus creencias 1 “Todos los que tal hacen son hijos del diablo y dignos in castigo én este mundo y en el otro de grande infierno” eséntase ante Sahagtin el hombre que jamas poseyé la gracia siempre la rechazara. Es el indio, a su ver, un ser caido; ido de Dios por sus pecados, fue condenado a arrastrar vida miserable en la maldad y la ignorancia. Lleva el pueblo “Andhuac el peor de los estigmas: es un pueblo enemigo de , un pueblo en pecado. Patente se nos har ahora cual es el primer punto de vista se-- cual revélase América a nuestro franciscano. Se trata de into de enfoque sobrenatural. Sahagun ve ante todo a Amé- ‘en su significado y ser sobrenaturales. Y esto quiere decir el nuevo continente aparecera a sus ojos con forma y color distintos de los que mostraria a miradas mas “naturales”. ubrese América bajo un aspecto no captable por toda mirada a, sino tan sdlo por aquellos ojos acostumbrados a ver a la z de la revelacin. Lo cual no quiere decir que éste su aspecto enatural deba ocultar a tales ojos su “natural” figura. Se mas bien de dos enfoques distintos a diferentes radiaciones luz. Asi, a la luz sobrenatural podra la civilizacién indigena velarse en su figura satanica y nefanda, mientras que a mas aria iluminacién, ocultaria su diabdlica faz para mostrarse 43 gee j Bn nae del pecado: pues lo que no ven ojos naturales tampoco n juzgario medios naturales de inteleccién. De la letra reve- deduce rigurosamente nuestro misionero la falsedad y mal la religi6n indigena: “Por relacién: de la divina Escritura mos, que no hay, ni puede haber mas Dios que uno... Si- de aqui claramente que Huitzilopochtli, no es dios, ni tam- 5 Tliloc, ni tampoco . ..”, etcétera (1:78). No se desprende la analoga silueta en una vision los objetos seguin la radiacién que los hiera. De hecho, una civilizacion en abyeccion y pecado podra reali excelsos valores culturales. Arte, industria, natural sabiduria al- canzaran quizd en ella excepcional altura. Recordemos si no e] Ss eee caso del pueblo heleno, que el mismo Sahagtin no deja de col ad ni aun el satanismo de tales divinidades de la observa- entre los pueblos pecadores. Se trata, pues, de una valoraci de sus pretendidos atributos y cualidades, sino de su incom- seguin categorias y valores distintos de los naturales y que, po bilidad con lo que el texto sagrado establece. tanto, no implica necesariamente una valoracién similar en ést resultado de esta visién de América quedo ya insinuado: el En la visién sobrenatural sélo importa la relacién de un individ ndo indigena apareceré como un antipoda del cristiano. oun pueblo con tras en éste se da cumplimiento pleno a la Escritura, en polos extremos; pecado y gracia. | su negacion rotunda. Pueblo en pecado, ae ado al Reméntase Sahagun bien por encima del natural punto de emo tormento sera el indigena; pueblo redimido poe la stn mira de las cosas. Y, desde su nueva perspectiva, ve como. ‘cristiano; reino de Satan aquel, de Cristo tate: a oe se seres se deforman, cémo todo se trastrueca y cambia. Inférmanse se mostraran en oposicion radical e irrecon a le. Si repa- unas cosas, desfigiranse las otras, hasta que todo nace segan ut mos el texto sahaguniano veremos claramente la constante nueva traza. Cada ser permanece, trasmutandose su estar y, an icin entre las cualidades de ambas religiones, bondad y po- la nueva vision, revélanse las cosas en un peculiar estado, el es nla una, maldad e impotencia en la otra (ctr., por ejemplo, tado sobrenatural i y ss.). Irreductible oposicién, puesto que es la una religion Esta figura de las cosas es la que a Sahagun le parece esencial y del demonio la otra. “Jamas he hallado [en el indigena] Es el aspecto del ser que mas importa, quiza el tnico que im a a decir Sahagin— cosa que aluda a la fe catolica, sino todo porta. Por eso empieza su Historia —le modo un poco chocante trario, y todo tan idolatrico, que no puedo creer que sé les para historiadores mas “naturales"— por la religion de los indige- icado el Evangelio en ningin tiempo” (11:489). El indi- nas, es decir, por la relacién que guardan con la divinidad.? Po ha carecido de toda palabra revelada; por ello su religi eso también toda su obra responder a intenciones sobrenatura- podra ser el reverso de la religién manifiesta por Dios. Y ¢s les y a “graciosos” propdsitos, tal y como el curso de este ensayo, ‘en la valoracién sobrenatural no hay posibilidad de un tercer hara patente. © pecado o gracia, o vida o muerte sobrenatural, tal es Desde una visién sobrenatural, las cosas toman la forma y taza lema que no ofrece escapatoria. De ahi que un pueblo ” que les presenta una unica luz, la revelacién, Por eso Sahagin do no pueda tener nada en comtn, “al sus. relaciones cree ; yalorara la civilizacion indigena con el unico criterio sobrenatural dad, con un pueblo que goza de gracia; sus re oats aoe perfectamente seguro, la Escritura: “La verdadera lumbre para samente inversas: amor y vida en el uno, odio y muerte en a conocer al verdadero Dios —nos dice- y a los dioses falsos y enga- flosos consiste en la inteligencia de la divina Escritura” (1:78). No Nos extraiiemos, pues, si deduce la malignidad y aberracién de la religién recién encontrada en América mas de los textos sagrados que de la directa observacién. La Escritura es el anico detector El mexicano es un pueblo en pecado. Su caida no concierne ‘sélo al indio, sino que en ella se siente solidario todo el gé- humano. Y el buen franciscano se lamenta al contemplar al , $U Semejanie, en tal envilecimiento: “ciertamente es Cosa Apuntemos los importantes corolarios de todo esto. Si se trata de dos reli Haun de dos pueblos antagénicos, ¢habra alguna posibilidad de entenda _2Cémo podra un pucblo muerto sobrenaturalmente entendérselas con viviente sin renacer a la misma vida que este altimo? Pareceria, pues, que lo podrian entenderse Europa y América cuando ésta renegara de su pecado. 1 Unorden racional, “natural”, de Ia historia, no empezaria ciertamente por la relacidn religiosa; mas bien terminarfa con ella, en cuanto la considera como una de las mas clevadas manifestaciones culturales que s6lo adquirira pleno sentido fundandose en manifestaciones culturales inferiores. En Sahagtn, en cambio, la igién es punto de partida y parece dar la tnica de toda posterior exposicién. relij 44 psperidad para el nuevo reinado: “ni puedo creer que la Igle- de Dios no sea prospera donde la Sinagoga de Satanas tanta eridad ha tenido, conforme aquello de San Pablo: ‘abun- Ja gracia donde abundé el delito"™ (1:13). En el cuadro uni- de la historia, la conversién americana significa ina defi- yictoria sobre el demonia, gracias a la ayuda prestada por a su Iglesia: “parece que en estos nuestros tiempos, y en tierras, y con esta gente, ha querido nuestro Sefior Dios, ir a la Iglesia lo que el demonio le ha robado en Inglaterra, lemania y Francia, en Asia y Palestina” (1:15). En. el tablero ndial en que se desarrolla la pugna de las fuerzas del bien ra las de las tinieblas, la conquista americana sefiala una ju- a decisiva. América ¢s asi un instrumento mas en las manos providencia; toma en la historia universal el papel que ésta orga. a : por cierto cosa de grande admiracién -nos dice Sahagin—- haya nuestro Serior Dios tantos siglos ocultado una selva de as generales idolatrias, cuyos frutos buenos sélo el demonio hha cogido” (1:13). El pueblo americano estaba velado, oculto la voluntad del Sefior, hasta que, por la conquista, se revela. ymbién se ha sabido por muy cierto, que nuestro Senor Dios (a pésito) ha tenido ocultada esta media parte del mundo hasta tros tiempos, que por su divina ordenacién ha tenido por de manifestarla a la Iglesia Romana Catolica.” Es, pues, la a providencia la que revela al nuevo mundo; y en esta reve- ie lo oculto, América entra dentro de los designios divinos idonando las tinieblas del pecado y naciendo a la luz de la ‘ja. Tal parece que todo el sentido de la historia americana a sido esperar a que Dios tuviera a bien tomarla en cuenta sus universales designios. Dios revela a América “con pro- © que sean alumbrados de las tinieblas de la idolatria en que vivido, y sean introducidos en la Iglesia Catélica, e informa- bs en la religion cristiana, y para que alcancen el reino de los . en la fe de verdaderos cristianos” (11:10). Al igual que en man Cortés, América cobra vida al revelarse a los ojos euro- E] descubrimiento crea, en cierta forma, la realidad que esta. Pero si en el conquistador los ojos mortales que reve- ecretos prestan a su objeto tan sdlo una vida natural, en el nero cobra América vida sobrenatural ante la mirada de la idad. Al volver su graciosa intencién sobre lo que volunta- lente mantuviera escondido, lo que estaba secreto cobra sen- los pueblos ocultos nacen al revelarse a la Iglesia. Pero este €leo creador de la historia no podria ser casual. Si consiste lamentable y horrible, ver que nuestra humana naturaleza ha venido a tanta bajeza de degradacién y oprobio, que los padi por sugestion del demonio, maten y coman a sus hijos” (1:13 Por la esencial identidad de todo hombre el delito idolatrico afrenta a la naturaleza humana en cuanto tal; es una manchg infamante que deshonra a todo el linaje humano y que urge p rificar: “Senor Dios, esta injuria no solamente es vuestra, p también de todo el género humano” (I:91). Por eso merece el pueblo azteca terrible castiga, para que expie el ultraje que come. tiera contra Dios y contra la humanidad entera. América queda asi incluida en la universal historia del género humano. Su primera entrada en la escena universal la presenta en el papel de acusado, de reo contra Dios y contra el hombre. La filosofia de la historia que considera asi el papel americano e5_ una filosofia de raiz sobrenatural. El papel y destino de América en la historia universal quedan marcados por su falta y expiacién, por su estado sobrenatural. Su relacién con otros pueblos tomara — significado solo dentro de otra mas importante relacién: su vincu- lo con Dias. Vista desde tales perspectivas, la historia toda de América pa. rece aclararsele a nuesto franciscano. La conquista se presenta como el punto central que nos dara la clave de todo acaecer en el nuevo continente; indica ésta el nacimiento de América a una _ nueva vida; senala el instante del vuelco més significativo en su destino, la conversién. Después de ella la historia americana ten- dra que ser radicalmente la contraria de la anterior. La vida de América anterior a la conquista que, segtin hemos visto, s6lo ha- bia presentado un caracter negative (era muerte, que no vida) tomara, en su conversién final, un significado que la justifiqu La conversion sobrenatural implica una doble faceta: expiacién’ del pecado y gracia. Significa, ante todo, el castigo de las abomi- naciones cometidas; la idolatria, nos dice Sahagin, “fue la causa que todos yuestros antepasados tuvieron grandes trabajos, de — continuas guerras, hambres y mortandades, y al fin envié Dios — contra ellos a sus siervos los cristianos, que los destruyeron a ellos y a todos sus dioses” (1:79). La conquista, instrumento de Dios y_ vehiculo de la conversién, es castigo del indio por su pecado; la purificacién total de su culpa solo se alcanza en la destrucci6n de su civilizacién y en la muerte de sus dioses. E La conversién significa también el fin del reinado de Satan y el principio del imperio de Cristo, representado por su Iglesia. | Vuelco total de la suerte; Dios reemplazara a Lucifer y advendra la gracia donde s6lo habia pecado. Prométese Sahagdn gran 46.

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