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ARTES VIVAS - ARTES ESCENICAS
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AUTOR
Beatriz Trastoy
ANO DE PUBLICACION
2008
REFERENCIA BIBLIOGRAFICA
Inédito
14 de febrero 2020
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ETIQUETAS
DRAMATURGIAS
INTIMIDAD
SUBJETIVIDAD
CATEGORIA
ARTICULO
La dramaturgia autobiografica en el teatro argentino
contemporaneo.
La puesta en escena del relato de vida ha merecido hasta el momento muy poco
interés por parte de los teatrdlogos. Un ejemplo de ello, lo constituye el hecho de
que la voz “Teatro autobiografico” no aparece en la primera edicién del Diccionariodel teatro (1980) de Patrice Pavis, sino en una edicién posterior ampliada de 1996.
En ella, el autor establece tres formas de la autobiografia escénica: contar su vida,
en la que el actor-autor hace referencia a hechos y personas de su pasado; la
confesién imptdica de casos limites como el de enfermos de SIDA y el juego de
identidades, que se ejemplifica con los trabajos de Laurie Anderson y de Spalding
Gray, en el que se cuestiona la identidad, el yo fracturado por la temporalidad y las
imposiciones de la memoria y de la organizacion formal del relato. El problema de
la relacién entre autenticidad e invenci6n, entre ficcion y realidad, resulta
primordial en la practica y en la teoria de la narraci6n autorreferencial. Cabe
preguntarse, entonces, cuales son las caracteristicas que asumen emisores y
espectadores de los espectaculos autobiograficos; esto es, de la performance del
actor-autor que cuenta su vida, teniendo en cuenta la pluralidad de enunciadores
y la simultaneidad temporo-espacial de produccién y de recepcién propia del
hecho teatral, cualquiera sea la forma que asuman tales performances. La
transcripcién del testimonio es, en todos los casos, la escritura de una lectura, una
mirada critica que decanta y transcodifica, una forma de reinvencion generada por
la interpretacién del mediador. Sin forzar demasiado las analogias, podria decirse
que, de igual modo, toda puesta en escena es el resultado de la lectura que los
responsables de su realizacién (actores, escendgrafos, musicos, iluminadores,
disefiadores de vestuario y maquillaje), coordinados por el director, hacen del texto
dramatico, en tanto pretexto. En la entrevista, mas alla de las circunstancias que
rodean la relacién interpersonal entre los interlocutores y de los presupuestos
ideolégicos asumidos por cada uno de ellos, s6lo es posible acceder al testimonio
de vida a través de la transcripcién resultante, cuyas estrategias distinguen al
género de otras modalidades biograficas similares. Del mismo modo, el relato
autobiografico que conocemos a través de su puesta en escena también supone
especificos procedimientos de enunciacién. El relato de ficcién no exige la
identidad entre autor-narrador-personaje. Si la misma se verifica como mera
estrategia narrativa (pensemos en ciertos relatos borgeanos), las informaciones
exteriores que posee el lector y, fundamentalmente, los paratextos (subtitulos que
designan el relato como novela, cuento o sus multiples variantes) sefialan
claramente el cardcter ficticio de la autodiégesis. Por el contrario, la autobiografia,
el autorretrato, la memoria y el diario intimo tienden a plasmarse en la primera
persona singular y en la identidad entre autor/narrador/personaje, si bien enalgunos casos se indica expresamente que un escritor -muchas veces, un
periodistaha dado forma literaria a la historia narrada. El estilo es la marca
personal que agrega valor autorreferencial (Starobinski,1970), confronta
temporalidades en tanto remite al yo actual, al momento de la escritura, e instala
Ja autobiografia en la interseccién de dos modalidades extremas: por un lado, el
relato en tercera persona (para lo cual s6lo un dato exterior conocido por el lector
le permitiria atribuir al texto caracter autobiografico); por otro lado, el mondlogo
puro que, cercano a la ficcién lirica, acentiia mas la problematica personal que los
acontecimientos narrados. De hecho, los cambios en la aceptacién o el rechazo del
mondlogo escénico fueron consecuencia directa de las concepciones estéticas
predominantes en el teatro occidental durante los diferentes momentos de su
historia. Sin embargo, aunque siempre postergado en el interés de la critica y la
historiografia teatrales, el mondlogo fue y sigue siendo, por un lado, la estrategia
clave del trabajo solitario del actor de music-hall y la modalidad mas adecuada
para que la alusién autobiografica se convierta en guifio cémplice entre escenario
y espectadores; por otro lado, el mondlogo resulta también el procedimiento mas
apto para el relato autobiografico en el teatro de representacion, ya que “la voz
que siempre desafia a la escritura, supone un compromiso afectivo, una actividad
interactiva donde la escucha se aproxima tanto al psicoanilisis como ala
confesi6n” (Arfuch,1995:144).
El relato de vida testimonial hace ostensible la funcién del mediador que busca
preservar, transcribir y transmitir la voz del Otro, sin contar la propia vida (como
en la autobiografia) ni la ajena (como en la biografia), ni inventar personajes 0
situaciones (como en la narracién ficcional). Sin embargo, comparte con la
autobiografia y la biografia el caracter referencial, ya que los tres aportan datos
sobre realidades exteriores y estan, por ende, sometidas a pruebas de verificacion.
El testimonio de vida puede ser transcripto tanto como entrevista, es decir, con
preguntas y respuestas; como pretendida autobiografia en la que la intermediacién
se disimula; o bien, como resultado de un trabajo de investigaci6n, bajo la forma de
relato en tercera persona. Es importante recordar que, mientras el autorretrato es
erratico, discontinuo y, sobre todo, descriptivo, porque no parte de un proyecto
curricular fuertemente centrado en el devenir cronolégico, tanto la autobiografia
perteneciente al ambito de la literatura testimonial como la que se relata sobre un
escenario estan moduladas por matrices eminentemente diegéticas, ya que hacendel propio pasado su tematica basica y ponen especial énfasis en el balance y
justificacién de aquellos acontecimientos que marcaron transformaciones
radicales en la vida del narrador (Beaujour, 1977). En este sentido, el relato de vida
puede asumir en el teatro formas diversas, las que rara vez se presentan en estado
puro. Inclusive lo descriptivo del autorretrato y lo narrativo de la autobiografia
pueden matizarse y enriquecer la contraposicién entre la persona real del actor y
la personalidad de los personajes que ha encarnado a lo largo de su trayectoria
escénica y que sin duda se tematizan en el relato. La transcripcién de los
testimonios orales puede incluir artificios lingii.sticos tendientes a la busqueda de
impacto estético, propio de la convencién literaria o, inversamente, indicar de
manera grafica las marcas de la oralidad del narrador a través de determinados
procedimientos escriturales (puntos suspensivos, dislocaciones sintacticas,
errancias semanticas, reiteraciones, digresiones, léxico coloquial) para crear una
ilusion de maxima fidelidad con respecto a la enunciaci6n y reforzar asi el
requisito de autenticidad, propio del género. Dicho requisito de autenticidad
resulta necesario aunque no suficiente para ser creible: tampoco bastan los
procedimientos retéricos que tienden a acentuar el efecto dialégico entre el yo
pasado evocado y el yo presente del emisor que narra, ni la fragmentariedad
habitual en el esfuerzo de recuperacién del pasado, que rechaza el gesto
monolégico totalizador y que se modela en rupturas y continuidades, en
linealidades y cambios, en permanencias y evoluciones para establecer la
autenticidad del testimonio (Yidice,1991).
La institucion literaria (en la que se incluye la narracién hist6rica) exige, ademas,
las declaraciones de principios de los autores-mediadores, a fin de establecer
claramente la posicién asumida frente a los materiales orales transcriptos. Los
paratextos (titulos, indicacién del nombre del autor, notas al pie de pagina,
glosarios, apéndices) y los metatextos (prélogos, escritos de solapas y contratapas,
textos criticos referidos el testimonio), convertidos ya en convenciones del género,
remiten al autor/transcriptor, al narrador/informante y a las circunstancias
contextuales de enunciacién. Los principios de verdad (posibilidad de corroborar
Jo enunciado a través de la confrontacién con otros testimonios tenidos por
verdaderos), de acto (accién personal que devela al que narra y a lo narrado) y de
identidad (entre autor-narrador-personaje) son, segiin Elizabeth Bruss (1991), los
parametros que definen la autobiografia literaria. En el teatro de representaci6ndichos parametros se resignifican. La pluralidad de enunciadores (inclusive en los
casos de puesta en escena sumamente despojadas de artificios visuales y sonoros)
hace que los principios de acto y de identidad, sin desaparecer del todo, operen
segiin una dinamica diferente. Por otra parte, la constitutiva duplicidad del signo
escénico ~al mismo tiempo presencia y ausencia, verdad y no verdad- y su
especifica capacidad de “ser siempre ficticio, no por ser fingido o porque
comunique cosas inexistentes, sino porque finge no ser un signo” (Eco,1975:96)
reduce no s6lo la funcién orientadora de los para- y metatextos sino también el
efecto de autenticidad de lo expresado sobre el escenario. Esta ambigiiedad propia
del teatro de representaci6n lleva a Martine de Rougemont (1986), a sostener que,
en nuestra época, el yo de la parabasis s6lo se legitima en los escenarios de
varieté; esto es, en el teatro de presentacién. En efecto, se trata de un género
paradojal por excelencia pues, si bien es el Ambito de ficcionalidad pura, de la
instantaneidad, de la fantasia antinaturalista, de la permanente metamorfosis, de la
ruptura espacio-temporal, al mismo tiempo derriba la cuarta pared y, por lo tanto,
posibilita la anulacién de la distancia entre persona y personaje. La credibilidad y
la eficacia de un relato de vida no dependen, tal como ya se ha sefialado, de lo
vivido sino, basicamente, de su acuerdo con los modelos de la narracién
autobiografica, tanto en lo referente a su retorica como al verosimil de lo narrado.
Esta adecuacién a los cénones vigentes remite al concepto de derecho a la palabra,
que Mirna Velcic-Canivez, analiza en cuanto a las modalidades escriturales de los
diarios intimos, pero que pueden extenderse a otras formas de narracién
autorrefencial. En efecto, contar la propia vida no supone necesariamente que se
tiene derecho a hacerlo y, en ese sentido, el diario demuestra la preocupacién del
redactor ~ que es al mismo tiempo su especifico y privilegiado interlocutor- por
encontrar la forma mas adecuada para comunicar un recuerdo, un detalle, una
trivialidad; preocupacién que se canaliza a través de la habitual metatextualizacién
del género. El emisor y el receptor de un texto autobiografico fundan la
competencia de sus respectivos roles en el entramado intertextual, jerarquizado
culturalmente. Asi, “tal como el que busca adquirir el derecho de contar su vida, el
destinatario del discurso autobiografico aspira igualmente a una asociacién de
discursos en los que sélo los interlocutores considerados poseedores de una
legitima competencia participen en el desarrollo del mercado de bienes
autobiograficos” (1997:252).La presencia fisica de quien cuenta su vida en los medios masivos de
comunicacién 0 sobre un escenario complica la eficacia de la recepcién del
proyecto autobiografico. Como en el caso del lector, el espectador comin no suele
tener la posibilidad de confrontar los datos que se dan como autobiograficos con
otros documentos tenidos por verdaderos Por cierto, las condiciones de
enunciacién propia de la television y del teatro, junto con el imaginario social,
inciden en la validez del principio de verdad. De hecho, el testimonio de vida,
narrado frente a las camaras de television en un espacio considerado periodistico,
resulta mas creible que si esa misma historia es relatada por la misma persona
desde un escenario a los espectadores presentes. Asimismo, es mas facil
considerar auténtica la autobiografia contada por un individuo ajeno a la practica
escénica que la narrada por un actor 0 actriz, siempre asociado a la impostura que
supone representar personajes teatrales, Sobre la escena, todo es (0 parece)
ficcién. La credibilidad resulta, entonces, una cuestién pragmitica. A ello se agrega
el hecho de que la narracién oral es la matriz productiva del relato de vida
escénico y, por ello, la refuncionalizacién y resemantizacién teatral de los tres
rasgos esenciales de la autobiografia literaria actualizan la siempre vigente
desconfianza en la palabra, en la posibilidad de una representacién plena y
perfecta del pensamiento sélo a través del lenguaje verbal (Trastoy, 1995, 1996 y
2002), Frente a la permanencia de la escritura que ilusioriamente parece darnos
tiempo para corroborar su veracidad, en teatro se narra con la vor y, ya se sabe,
verba volant, gCémo narrar entonces para despejar dudas, para que el principio de
autenticidad no se resquebraje? La perimida dicotomia texto/imagen se plantea
nuevamente. “Se miente con la palabra, no con el cuerpo” es el inaceptable
precepto repetido una y otra vez por los teatristas. De hecho, si en la vida real
abundan los gestos falaces, por qué no habria de verificarse lo mismo en escena
cuando se cuenta la propia vida?; ges posible trasmitir los claroscuros de la historia
personal apoyandose casi exclusivamente en la corporalidad?; glos lenguajes
escénicos no verbales son capaces de transmitir la riqueza de los matices, las
sutilezas semanticas que encierran los silencios y los sobreentendidos que
comunica la palabra? En sintesis, glos sistemas expresivos no verbales tienen la
misma capacidad diegética que las palabras? La peculiaridad de los
procedimientos productivos sefialados, fundantes de un especifico pacto de
lectura, sumada al hecho de que, a diferencia de la literatura de ficcién, noconsagra a su autor y se legitima por la autenticidad y la ejemplaridad, determina
que el género testimonial sea considerado por muchos estudiosos como una
modalidad para-literaria (Terray, 1982) 0 directamente periférica (Colombres, 1997).
Algo similar sucede en el campo de la escena: parafraseando a ciertos tedricos que
sostienen que la autobiografia es el arte de los que no son artistas, la novela de los
que no novelistas, podriamos preguntarnos -siguiendo a la ya mencionada Martine
de Rougemont- si contar la propia vida en escena no es acaso el teatro de los que
no son dramaturgos. Cualquiera sea la respuesta, tal cuestionamiento supone sin
duda una excesiva rigidez en la concepcién de los canones relativos a los aspectos
formales y semanticos que definen los géneros y las convenciones especificas que
los constituyen. La autobiografia escénica no sélo remite a demasiado obvias
oposiciones entre identidad estable y sujeto fragmentado, verdad y ficcién,
persona y personaje, memoria e introspecci6n, ni a determinadas matrices de
comportamientos sociales que el discurso de los medios modela seguin su légica
implacable. Contar la propia vida sobre el escenario es una forma de reafirmar la
identidad, de sentirse menos solo al saberse escuchado, de confesarse para
obtener de los demas el perdén que no es posible otorgarse a si mismo.
El autor/actor que narra su propia vida sobre el escenario esta alli para hablarnos
de si mismo; pero, en la impudica y ambigua teatralidad de ese gesto
exhibicionista, esta alli para hablarnos también de otra cosa. Porque contar la
propia historia sobre el escenario es una forma de iconizar el drama de la
existencia humana, es poner en escena el flujo narrativo de la vida que un tinico
silencio detiene, el de la inefable experiencia de la muerte. 3. Autoperformance y
teatro argentino. El autoperformance florecié en los Estados Unidos durante la
década del 70. Siguiendo el modelo de Spalding Gray, quien, sentado frente a una
mesa y con la ayuda ocasional de un grabador que permitia escuchar voces 0
fragmentos musicales, relataba improvisadamente ciertos episodios de su vida,
con frecuencia atravesados por el recuerdo de la locura y la muerte de su madre
(Shank, 1988); 0 bien el de Linda Montano, en cuyo monélogo La muerte de Miguel
revivia noche tras noche el suicidio de su marido, muchos otros se tomaron a si
mismos como temas excluyentes de sus espectaculos a fin de experimentar con las
categorias de representaci6n y presentaci6n. “La conversacién de lo
autobiografico en espectaculos es paralela a la uti
autobiografico y del testimonio real en los medios y contribuye a despertar laatencién sobre los limites de lo ficticio” (Sanchez,1994:125). El género se fue
eclipsando poco a poco frente al deslumbramiento que los espectaculos
multimediales ejercian sobre el gran ptiblico. En efecto, hacia mediados de los 90,
el Critical Art Ensemble, un grupo de artistas, escritores y pensadores
neoyorkinos, sefiala que “frente al teatro virtual, la mayor parte de los
espectaculos contemporaneos son sumamente anacrénicos, en particular esa
seguidilla de espectaculos autobiograficos que se manifiestan bajo la forma de
mondlogos y de bits psicoldgicos. Por sobre todo, éstos sirven para recordar el
pasado de un modo nostilgico, esa época en que la matriz de la representacién
estaba anclada en la vida cotidiana y articulada en torno de actores de carne y
hueso. Intentan inscribirse en una practica de resistencia cultural y de ostentar
una ambici6n subversiva, esforzandose en restablecer el sujeto sobre la escena
arquitectural, pero en vano... Pues, como sucede frecuentemente en el teatro de
restauracién, la partida esta perdida desde el comienzo” (1996:70). 3.1. Estimulos
externos en nuestra escena. Si bien prefiero descartar la categoria de influencia
por el semantismo epigonal que la misma implica, es indudable que la aparicion de
lo que, mas por cuestiones de economia que de precisiones terminolégicas,
denominaremos autoperformance, verificada en la Argentina a mediados de los
afios 80, remite a la impronta dejada por la presentacién en los escenarios
portenos de ciertos creadores, fuertemente interesados en la estetizacion de su
mitologia personal. Aunque Tadeusz Kantor visité nuestro pais al frente del Teatr
Cricot 2 de Cracovia, e hizo conocer Wielepole, Wielepole en 1984 y Que revienten
los artistas en 1987, parte de sus trabajos tedricos y escénicos ya eran conocidos
entre nuestros teatristas. En efecto, unos afios antes su puesta La clase muerta
alcanz6 renombre a través de la difusion de una version filmica y su libro El teatro
de la muerte, que retine las notas sobre sus experimentaciones, comenz6 a
circular en 1984. Revolucionario en relacién con el texto (que no esta
representado, sino discutido, comentado), la actuaci6n (el actor debe ofrecer su
despojamiento, su dignidad y aparecer sin ningun tipo de mascara protectora) y al
tratamiento del espacio (lugar de aparicién de los muertos, espacio de la memoria
en el que prolifera lo insignificante), Kantor generé en Argentina admiraciones y
adhesiones que se expresaron en experimentaciones referidas tanto a la
metamorfosis del actor exhibida abiertamente, a una nueva postulacién del objeto
escénico- especialmente en las realizaciones del grupo El Periférico de Objetos-como a la revalorizacién y estetizacion de lo autobiografico. Por otra parte,
durante la ya comentada presentacién de Franca Rame y Dario Fo en Buenos Aires
en 1984, la actriz puso en escena Tutta casa letto e chiesa, un espectaculo
integrado por tres mondlogos sobre tematica femenina. Uno de ellos, “La
violacion’, tematiza no sdlo la violencia ejercida por los agresores, sino también la
que instrumenta la sociedad a través de procedimientos policiales y juridicos
humillantes, que, al poner en duda la moral de la mujer atacada, terminan
invirtiendo los términos de la relacion victima-victimario. Se trata de un mondlogo
autobiografico, una suerte de acotado relato de vida, ya que Franca Rame narra,
aunque implicitamente, la agresién que ella misma sufriera cuando fue
secuestrada y violada por un grupo de neo-fascistas en 1973. Asimismo, en tanto
reelaboracién de las teorias de Grotowski, las propuestas de teatro antropologico
de Eugenio Barba, fundador y director del Odin Teatret de Holstebro, Dinamarca,
quien visita la Argentina casi anualmente desde 1984, parten de un proceso de
autodefinicién y de autodisciplina que involucra numerosos aspectos
autobiograficos. Un ejemplo de ello es Itsi Bitsi, el mondlogo autobiografico que
Iben Nagel Rasmussen, actriz principal del Odin Teatret, presenté en Buenos Aires
en 1996 y que fuera concebido como homenaje a la memoria de su compatiero Eik
Skalge, el primer poeta beat que canté en danés, muerto en la India en 1968. A
través de una mirada retrospectiva a la cultura hippie de los afios 60, a la militancia
antibelicista y a las postulaciones estéticas vanguardistas asumidas en comim, la
intérprete hace un desgarrador balance de su experiencia con las drogas y del rol
fundamental de Barba y del Odin en su posterior recuperacién. 3.2. Historias de
mujeres y otros marginados. Uno de los aspectos ms destacables en la
configuracién de la autoperformance, este nuevo modelo de espectaculo de un
solo intérprete elaborado sobre la base del relato de la propia vida (y sus multiples
variantes), es la preeminencia de la autobiografia de mujeres, que no sdlo se
verifica en el marco de nuestro teatro, sino también en el norteamericano y
europeo en general. “;Tienen mas garra lingiifstica, una vida interior mas intensa,
unas luchas internas mas interesantes, una retorica mas rica? zSe presenta a la
mujer monologando porque se la considera mas dispuesta a desvelarse
psicolégicamente?; gporque demuestra mas emocién cuando destapa sus
sentimientos? {Se elige el mondlogo/soliloquio femenino porque se intuye o
porque se quiere plasmar que la mujer sufre en mayor medida los malesuniversales de la soledad, la marginacién, la frustracién? gLos hombres centran el
mondlogo en la mujer por su asociacién con la tradicién oral? gO lo hacen con el
fin de explorar el interior del sexo contrario para acercarse a un mundo misterioso
y enigmatico? ,O para expresar un ideal o un temor?” son algunos de los
interrogantes que plantea Patricia O'Connors (1991: 91), a fin de explorar
determinadas psicologias, formas de hablar, estilos y problematicas existenciales
reflejadas teatralmente.
Como sucede con todo lo relacionado a las cuestiones femeninas, los prejuicios y
los lugares comunes fundan una determinada lectura de la produccién
autorreferencial de mujeres, similar a la que prevalece en torno de los testimonios
orales recogidos en investigaciones historiograficas antropol6gicas. “Se dice que
las mujeres hablan mas que los hombres y s6lo en torno a asuntos insignificantes,
no cuentan chistes, son malas oradoras y no estructuran su pensamiento
légicamente. Lo que sucede -explica Ana Lau Jaiven (1994:97)- es que ellas hablan
acerca de cuestiones personales ¢ intimas que reflejan quiénes son; en cambio, los
hombres hablan sobre su trabajo y sobre el poder, lo que refleja qué es lo que
hacen”. El analisis cuidadoso de la literatura autorreferencial escritas por mujeres
demuestra, sin embargo, las fuertes reticencias de las autoras a hacer publicos
aspectos de su vida afectiva y, sobre todo, sexual, expresadas a través de perifrasis,
alusiones, litote, desdoblamiento de personajes o empleo de persona interpuesta.
Si la autobiografia femenina es un fenomeno del siglo XX, en la centuria anterior
prevalecen las memorias de mujeres de mundo y de artistas, mientras que los
diarios intimos eran una practica frecuente que se inculcaba en las nifias
burguesas como preparaci6n al matrimonio. Al respecto, Lejeune (1993) sefiala que
en la sociedad europea la redaccién de los diarios comenzaba antes de la primera
comunién, no sdlo como gesto de autoexamen interior y de rendicién de cuentas
del empleo del tiempo, sino también como ejercicio de estilo para mejorar la
ortografia y la expresién, y concluia antes del casamiento, aunque en algunos
casos se agregaba un post scriptum en el que se sintetizaban los sentimientos de la
joven esposa. Dado que las opciones de las mujeres eran casarse, hacerse monja o
permanecer soltera con una suerte de celibato que, en la mayoria de los casos,
implicaba militancia laica, los diarios intimos -que solian ser supervisados por
institutrices 0 confesores- podian ser espirituales, en los que se desarrollaba la
preparacién para entrar al convento, 0 crénicas, que puntualizan el aprendizaje dela autora para llegar a ser una buena madre y esposa cristiana como paso previo a
su boda, La critica feminista -que, al menos hasta el momento, no suele ocuparse
de los diarios intimos- busca estudiar en qué medida las ficciones de la memoria,
del yo, del lector imaginario y de la historia, propias de la autobiograffa, afectan el
proyecto autorreferencial de la mujer, asi como las formas que éste asume en la
cultura patriarcal (Smith, 1991). Tales investigaciones incluyen, no sin ciertas
reservas y mala conciencia, la consideracién de la problematica de las mujeres
privilegiadas (clase media o alta, educacién universitaria) quienes no se ofrecen
como modelos, sino como favorecidas por la suerte, en la medida en que no se
hacen responsables de sus méritos y éxitos, sino sdlo de las culpas, silenciando el
dolor y el sufrimiento (Heilbrun, 1991). Si bien no resulta facil establecer
estrategias escriturales de género, las autobidgrafas parecen darle mas
importancia al otro que sus equivalentes masculinos: denigrado 0 denunciado, el
otro es siempre una presencia que tiene existencia y que forma parte de la
problematica de la identidad que, en la mujer, siempre se da en relacién con el
grupo. Al hablar de si misma cada mujer habla de las demas, por semejanza 0
diferencia, con plena conciencia de pertenecer a un género condicionado por
canones androcéntricos. Su cuerpo, en su belleza o fealdad, en sus tiempos
pautados por la fisiologia (de la menarca a la menopausia) o por lo social
(casamiento, maternidad, viudez) no es el tinico tépico estructurante; también lo
es su desarrollo profesional; las etapas de su emancipaci6n; las relaciones filiales
(el vinculo de adhesi6n y rechazo hacia la madre, el papel del padre en su
evolucién intelectual y profesional); la problematica del nombre, que no es un
punto de referencia fijo, ya que suele cambiar después del matrimonio; la pareja y
sus conflictos. No obstante, las diferencias semanticas entre autobiografias
femeninas y masculinas tienden a borrarse cada vez mas, ya que la marginalidad, el
aislamiento, el abandono, el temor ante un futuro incierto parece alcanzar a todos
por igual en la sociedad contemporanea. “En la pérdida de la subjetividad, en la
destruccion de la individualidad, hombres y mujeres se descubren al fin iguales,
igualmente victimas de un complejo socio-tecnolégico que amenaza con eliminar
lo subjetivo y lo personal” (Sotelo,1987:153). Dejando a un lado el caso particular de
la narraci6n oral como expresi6n teatral, a la que me referiré extensamente en
otro capitulo, el nuevo modelo de espectaculo de un solo intérprete, que
predomina en la escena argentina de las iiltimas décadas, signado por el relato devida en tanto principio constructivo, se caracteriza por dos tendencias claramente
delimitadas. Por un lado, la que se refiere a personajes ficcionales (tipificados)
pertenecientes a sectores sociales marginales y marginados, ya sea femeninos 0
masculinos. Con elementos remanentes del café-concert setentista, en el primer
caso, No se puede vivir sin shikse (mucama) (1996) de y por Perla Laske y La reina
del hogar (integrada por los monélogos Informe de Paula Gémez de Néstor
Sabattini y La Nancy de Beatriz Mosquera) (1998) por Edda Diaz, citados a modo de
ejemplo, ponen en escena la situacién de la mujer en sus roles sucesivos y
simultaneos de esposa, madre, amante y sirvienta, asi como los ideologemas que
caracterizan a patronas y servicio doméstico. En lo que concierne a las figuras
masculinas, con El perro que los parié (1995) y Boster Kirlok (1997), ambos de Luisa
Callau y Favio Posca, interpretados por éste ultimo, y, en menor medida, Para,
fanatico (1997) de y por Carlos Belloso, la figura del marginal asume un
protagonismo inusual en la escena argentina. Proxenetas, adictos y traficantes de
drogas, corruptores de menores, psicéticos, travestis de burlesque, animadores de
bailantas, linyeras, alcohélicos, presidiarios, seres deformes por dentro y por fuera,
cargados de odio y resentimiento, cuentan los aspectos mas abyectos de sus vidas.
Sin el habitual paternalismo de las piezas de denuncia social, sin juzgar ni mucho
menos condenar, estas autobiografias ficcionales, narradas en forma brutalmente
soez, pretenden develar lo oculto, lo obsceno, aquello que la sociedad conoce,
pero prefiere ignorar. En casi todos los casos, las historias de estos personajes
ficcionales, femeninos o masculinos, se inscriben en espacios cerrados,
clausurados, aislados. Carceles, cabarets, burlesques, tugurios de toda laya,
hogares cuya aparente normalidad encierra y asfixia o bien, la calle, como
paradéjico emblema de un lugar (social) del que no es facil escapar indemne,
metaforizan el gesto fundante de la escritura autorreferencial, pero también el
riesgo de la impotencia del mondélogo, la oquedad del soliloquio y, en ultima
instancia, la impugnacién de la validez de la palabra como posibilidad de
intercambio simbélico, de socializacién efectiva (Bueno Garcia,1993). Asimismo
original para el teatro argentino resulta la aparicién de espectaculos de un solo
intérprete en los que un actor asume ya sea uno 0 varios personajes femeninos que
cuentan su historia, tal como sucede en Los Oles (1992), Las Tilas (1993) y La
Cuquita (Pequefio teatro sexual) (1995), escritas y dirigidas por Emeterio Cerro,
interpretados por Roberto Lopez. El travestismo, que sin embargo no constituye laproblematica central de las obras mencionadas, deviene elemento distanciador de
la parodia carnavalizada y barroca de las obras canénicas del teatro y de la
literatura argentina, de los géneros consagrados por la tradicién académica e,
inclusive, de los simbolos sacralizados por el imaginario popular. La segunda de las
dos tendencias (auto)biograficas antes sefialadas es la que se refiere, con mayor 0
menor grado de componentes ficticios, personas reales. Por una parte, y en
términos generales, se trata de enfoques biograficos sobre hombres a cargo de
hombres, a la manera de Donde madura el limonero (1983) de y por José Maria
Vilches, Santucho, hijo del caos (1984) por Juan Lépez; Pepe-Pepino (1984) de y por
Maximo Soto; Luca vive (1996) de Carlos Polimeni, por Daniel Rito y Santucho por
Santucho (1999) de y por Daniel Rito; excepcién hecha de Yo... Lola Mora, una
mujer (1985) sobre textos (auto)biograficos de Lola Mora adaptados por Héctor
Barreiro, por Eloisa Cafiizares. Por otra parte, pueden sefialarse las
autoperformances, casi exclusivamente, a cargo de actrices. Por ejemplo, en Nacha
de noche de Alberto Favero y Nacha Guevara, estrenada en 1985, pero presentada
durante varias temporadas teatrales, la intérprete no solo interroga al publico
sobre lo que fantasean acerca de ella, de su verdadera edad, de sus romances, de
sus muchas cirugias estéticas, sino también autoparodia sus programas televisivos
en los que promovia la alimentacién naturista, la medicina alternativa y la filosofia
orientalista. En Buenos Aires me mata (1996) de Oscar Balducci, junto al recuerdo
de sus antepasados y al repaso de anécdotas personales, Cecilia Rosetto transita la
problematica de la mujer de mas de cuarenta afios y, sdlo al final, encarna a Alicia,
un personaje ficcional que parece resumir muchos de los temas revisados en el
espectaculo. Una linea similar, aunque més centrada en la autorreferencia, es la
que caracteriza La Campoy en vivo (1994), espectaculo autobiografico de Ana Maria
Campoy, escrito y dirigido por su hijo, Pepe Cibrién Campoy. Tras relatar la
historia de su ocasional nacimiento en Colombia, de su pertenencia a una familia
de cémicos de la legua, de su debut teatral, de las anécdotas de sus compaiieros,
de la evocacién de su juventud en Espafia durante la guerra civil y de su decision
de radicarse en Buenos Aires a fines de los afios 40, la intérprete recita poesia
espafiola y encarna a la ficcional Concha Morena, una tipica actriz peninsular,
mascara que le permite ironizar sobre los tics de las grandes figuras
internacionales. El espectaculo termina con un emocionado homenaje a todos los
actores y, en especial, a su marido, Pepe Cibrian. El espectaculo de la actrizmapuche Luisa Calcumil, Es bueno mirarse en su propia sombra (1986), se
encuentra a medio camino entre la autoperformance y la ficcionalizacién de una
figura emblematica tipificada. Los personajes que encarna estan elaborados segin
las técnicas teatrales habituales pero, sobre todo, a partir de las estrategias
diegéticas de los narradores orales populares. El texto, basado en una recopilacién
de poemas, relatos y canciones vinculados a su tradicion familiar a la que se suman
dramatizaciones de su autoria, gira en torno de la problematica de la comunidad
indigena a la que pertenece Calcumil, de sus luchas por lograr un reconocimiento
social y cultural, en el que entran en juego los mestizajes, los procesos de
aculturacién y deculturacién y los prejuicios sociales que atin persisten en el resto
de la sociedad (Zayas de Lima, 1993-4). Mas fuertemente ligada al gesto
autobiografico que a su reelaboracién ficcional es la perspectiva adoptada por
Marzenka Nowak, en el espectaculo que lleva su nombre, estrenado en 1999. El
relato de las diferentes etapas de la vida ~su infancia como hija de un jefe de la
resistencia polaca durante la Segunda Guerra, las persecuciones, la fugas con
identidades falsas, el trato inhumano recibido en el campo inglés para refugiados,
la radicacién definitiva en Argentina, la llegada del amor, la pérdida de los seres
queridos, su vocacién artistica- se universaliza al enhebrarse con canciones de la
€poca (las emblematicas “Lili Marlene’, “It’s a long way to Tipperary”, asi como
temas populares en italiano, en polaco y en idisch) que favorecen la identificacion
emocional del espectador. Una foto ampliada (que también se reproduce en el
programa de mano) en la que se ve a Marzenka de dos aiios de edad junto al resto
de su familia, en tanto tinica escenografia del espectaculo, no sdlo funciona como
documento de verdad extraescénica, ya que muestra al padre y al tio de la actriz
con sus uniformes del ejército polaco, sino que, al proponer la confrontacién entre
el pasado y el momento presente de la protagonista, condensa los rasgos
esenciales de todo discurso autobiografico, sus contradicciones y sus problemas
tedricos. En una linea similar de incorporacién explicita de elementos
autobiograficos sobre la base de personajes, chistes, cuentos, anécdotas y
reflexiones sobre la condicién femenina, pueden sefialarse Mis amores y yo (1998)
de y por Mercedes Carreras y Me permite una sonrisa (1999) sobre textos de
diversos autores y de/y por Henny Trailes, Como excepcién a este casi exclusive
predominio de la autoperformance femenina, pueden sefialarse las pinceladas
autobiograficas articuladas con el devenir real de la historia de otra vida, la de losargentinos como cuerpo social, que daban sentido a los monélogos con los que
Enrique Pinti abria y cerraba su Salsa criolla (1984) -a la que me referiré mas
adelante- durante los doce afios en que se mantuvo en cartel, y las
autoperformances de Angel Gregorio Pavlovsky, en las cuales el travestismo
desplegado resulta mucho mas provocativo y ambiguo que el que se verifica en la
propuesta estética de las tiltimas piezas de Emeterio Cerro, antes mencionadas. En
efecto, hasta en los detalles mas insignificantes, todo el aspecto fisico de la
Pavlovsky, reforzado por las marcas de género del discurso verbal y gestual,
construye una imagen de femineidad que se quiebra abruptamente cuando la
transparencia de la blusa deja ver el vello de un pecho sin senos. El travestismo
tematizado en escena, al que se suma la autoproclamada homosexualidad del
actor, no sélo opera como iconizacién de la crisis de la supuesta binaridad que
organiza comportamientos y mecanismos sociales, sino también como espejo de
las pulsiones reprimidas en el receptor. Uno de los momentos mas densamente
autorreferenciales de sus espectaculos, es, sin embargo, aquel en el que la
Pavlovsky invita a los espectadores a que le formulen preguntas sobre su vida
privada y su historia personal. Sin embargo, el travestismo mas audaz y
radicalizado de Batato Barea, quien desde mediados de los 80 hasta su muerte,
ocurrida en 1991, se convirtié en una de las figuras mas representativas del nuevo
teatro argentino, asume caracteristicas decididamente autorreferenciales.
Excesivo, descentrado, indefinible en la fragmentacién de los discursos miltiples
que configuraban sus espectaculos -en su mayoria, aunque no exclusivamente,
unipersonales-, a través de un vestuario elaborado con desechos, con objetos que
recogia de la basura, con pelucas y bijouterie estrambotica, exhibiendo sus senos
femeninos, Barea hizo de la androginia emblema posmoderno, desconcertante
mise en abime de si mismo.
Con diferentes grados de intensidad y vehiculizado a través de procedimientos
escénicos disimiles, el gesto autobiografico continia atravesando una parte
importante de la produccién teatral argentina de los primeros afios del nuevo
siglo. El relato literario de la propia vida, que por caracter escritural admite
infinitas relecturas, parece -s6lo ilusoriamente- darnos el tiempo necesario para
corroborar la veracidad de sus enunciados. Si la sensacién de inasibilidad con que
el receptor enfrenta el discurso oral acentita la certeza de su inverificabilidad, al
mismo tiempo, el hecho de visualizar escénicamente al individuo que narra supropia vida parece intensificar dos actitudes opuestas: por lado, la creencia en la
veracidad de lo enunciado, y, por otro, un fuerte sentimiento de incredulidad por
parte del receptor, pues a la tradicional desconfianza en la posibilidad de una
representacién plena y perfecta del pensamiento sélo a través del lenguaje verbal
se suma la imagen ficcionalizada del actor o de la actriz que narra aspectos -
digamos reales- de su vida personal. En otras palabras, sobre el escenario, todo es
(0 parece) ficcion. Profundizar la problematica de la verdad en la teoria y la
practica del relato autorreferencial, asi como tratar de establecer si, en tltima
instancia, es algo del orden de lo real lo que verdaderamente persiguen quienes,
como escritores 0 como lectores, encaran el proyecto autobiografico excederia el
objetivo de este trabajo. No obstante, la breve consideracién de los ejemplos
sefialados nos permite concluir afirmando que, en el caso de La hija de..., la no
coincidencia entre autor y narrador-protagonista y el empleo de artificios
fuertemente teatralistas (despliegue de recursos visuales y sonoros, parlamentos
humoristicos, vestuario llamativo, cambios de escenografia, empleo de objetos
escénicos, canciones, algunos pasos de baile e, inclusive, la participacion de un
partenaire que realiza trucos de magia o intercambia breves réplicas con la
intérprete) no resultan obstaculos para que el espectaculo esté fuertemente
inclinado hacia el modelo autobiografico en sentido tradicional. Por el contrario,
Memorias de una princesa..., en el que la autoria pertenece a la protagonista y en
el que los artificios escénicos se reducen al minimo y se vuelven mas proximos a
los de los espectaculos de narracién oral, se convierte en una evidente autoficcion
por el titulo, la declaracién de intencién y la convencionalidad de los campos
tematicos en él desarrollados. En ambos casos, no obstante, se cumple el proyecto
productivo y receptivo que caracteriza la escritura del yo. Por un lado, obviando la
carga narcisista y exhibicionista ineludible en el género, se concreta la intencion
de hacer un balance personal positivo, de dar significaci6n a la interioridad, de
recuperar el pasado a través de la reconciliacién para dilucidar el presente y la
alcanzada identidad no textual que llevan a asumir el control de la propia vida. Por
otro lado, obviando también la carga de perversion que supone el deseo voyerista
del publico de acceder a la intimidad ajena, ambos espectaculos no sélo dan
testimonio de una época vivida y compartida por realizadores y espectadores, sino
también, a través del inevitable proceso de identificacién, movilizan los propios
recuerdos. Para los lectores, la fascinaci6n de la escritura del yo no radica en laposibilidad de conocer vidas ajenas, sino, sobre todo, en el autoconocimiento,
pues, como sefiala Georges May, “Inclinados por encima del hombro de Narciso, es
nuestro rostro, y no el suyo, el que vemos reflejado en la aguas de la fuente”
(1979:111).
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