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PROUST Go? NEUROCIENCIA UNA VISION UNICA DE OCHO ARTISTAS FUNDAMENTALES DE LA MODERNIDAD, JONAH LEHRER PAIDOS TRANSIGIONES SUMARIO B 15 49 79 103 125 149 175 201 223 231 249 a Indice analitico y de nombres . Capitulo 4 MARCEL PROUST El método de la memoria Un mueble con cajones repletos de balances, versos, cartas de amor, procesos y romanzas, con pesados cabellos envueltos en recibos, guarda menos secretos que mi triste cerebro. Es una gran pirdmide, un inmenso sepulcro, que contiene mds muertos que Ia fosa comuin. ‘Yo soy un cementerio que la luna aborrece. Cranes BaupELare, Docvi El titulo de la novela de Marcel Proust En busca del tiempo perdido es Vite ral.” En su ficcién, Proust busca ese espacio oculto donde se detiene el tiempo. Obsesionado con «la incurable imperfeccién de la esencia misma del momento presente», sentia las horas fluir sobre él como agua frfa.'Todo se iba evaporando paulatinamente. A sus treinta y pico afios, el enfermizo Proust no habia hecho en la vida mds que acumular sintomas y mandar sartas autocompasivas a su madre. No estaba dispuesto a morir. * La épica novela de Proust A la recherche die temps perdu ave cn inglés dos tirulos diferentes. El primero, Remembrance of Things Past (WRecucrde de cosas pasadase] fue obra de C. K, Scott Moncrieff. No es una traduccién literal: Moncrieff lo toms prestado de un soncto de Shakespeare. Si bien este titulo evoea sin duda el contenido de la novela de Proust, no reficja cabalmente la obsesién de éste por el tiempo ni el aspecto de la bisque- da que cmpapa toda su ficci6n. Proust se comé muy en serio el tituls, como muestra el hecho de que desechara otros titulos, como «Las estalactitas del pasado~, «Reflexiones sobre la patina, « Dias que perduran en el recuerdo» o «Visita de un pasado que perduray. Tras varios meses considerando estas opciones, Proust se decidié. finalmenre por A La re- cherche du temps perdu. Bn 1992, el teaductor D. J. Enright puso ala novela de Proust el titulo, més literal, de Jn Search of Lest Time. En espafiol, el poets Pedro Salinas inicié en 1920 la traduccién de esta obra y fue quicn acufé el tfeulo, por todos conocido, En busca del riempo perdido. 104 PROUST ¥ LA NEUROCIENCIA Y asf, buscando el sabor de la inmortalidad, Proust se convirtié en un novelista. Privado de vida real —su asma lo mantenfa confinado en el dor- mitorio—, hizo arte de lo tinico que tenia: los recuerdos. La nostalgia se convirtié en su bilsamo, «pues la vida cs vagabunda, y el recuerdo sedentario».? Proust sabia que cada vez que se perdia en un recuerdo tam— bién perdfa la nocién del tiempo, el tictac del reloj ahogado por los mur- mullos y ccos de su mente. Era allf, en el interior de la memoria, donde él iba a vivir para siempre. Su pasado se iba a convertir en una obra maestra. Envalentonado por esta revelacién, Proust se puso a escribir. Ya escri- bir mds y més. Se zambullfa en sus borradores para slo emerger, segtin sus palabras, «cuando necesitaba ayuda para recordar». Proust utilizé su intui- cién, su ciega devocién a s{ mismo y a su arte, para convertir su fe en la memoria en un tratado en toda regla. En el silencio de su mal ventilado estudio parisino, escuché tan atentamente a su cerebro sentimental que acabé descubriendo su verdadero funcionamiento. Qué clase de verdad descubrié Proust? Resulta algo manido afirmar que describié un medio muy real, que ofrecié una instanténea de la sociedad pa- risién de la glamourosa belle époque. Otros expertos en literatura se centran en elestilo de sus frases, en las extasiadas reverberaciones y arrulladoras caden- as cuando describe cualquiera de Jas inntimeras veladas a las que asistia. Proust cubre distancias enormes en el espacio de sus petiodos (una de sus frases llega a tener 356 palabras), ya menudo empieza con un detalle insigni- ficante (la textura de una servilletao el ruido del agua en las tuberfas) y termi- na con una meditacién inductiva sobre la vida en general. Henry James, que tampoco le va a la zaga en verbosidad, definié su estilo de «inconcebible abu- rrimiento asociado al éxtasis mds extremo que imaginarse pueda». Pero todas estas creencias en el panache y en la habilidad artistica de Proust, si bien son ciertas, dejan en un segundo plano la seriedad de sus pensamientos sobre la memoria. Aunque Proust sentfa una debilidad especial por las oraciones subordinadas y los pasteles, intuyé en cierto modo, por la pura fuerza de los adjetivos y la soledad, algunos de los fundamentos de la neurociencia moderna. Cuando los cientificos diseccionan nuestros recuerdos, convirtiéndolos en una relacién de moléculas y de regiones cere- brales, no se dan cuenta de que estén evocando a un novelista francés que pasé enclaustrado la mayor parte de su vida. Proust no vivid cternamen- te, pero su teorfa de la memoria sin duda va a tener una muy larga vida. MARCEL PROUST 105 Retrato de Marcel Proust realizado por Jacques Emile Blan- che, terrninaco en 1892. INTUICIONES Proust no se habrfa sorprendido de sus poderes proféticos. Creia que, mientras que el arte y la ciencia trabajaban con hechos («La impresi6n es para el escritor lo que la experimentacién para el cientificon), sélo el arti ta estaba capacitado para describir la realidad tal y como era de hecho experimentada. Proust confiaba en que cualquiera que leyera su novela ice el libro [...]. Esta seré Ja prueba «reconoceria en su propio ser lo que d de su veracidad».? Proust aprendié del filésofo Henri Bergson a crecr en el extrafio poder del arte.* Cuando empezé a escribir la Recherche, el metafisico ya estaba * Proust asistié a las clases magistrales impartidas por Bergson en la Sorbona entre 1891 y 1893. Asimismo, leyé su obra Materia y memoria en 1909, es decir, justo cuando. 106 PROUST Y LA NEUROCIENCIA, cmpezando a ser una persona célebre: agotaba las entradas de los teatros de la épera, adonde acudfan los turistas intelectuales a escuchar embobados suselucubracionessobre el clan-vital, la comedia y la «evolucién creativa»).* La filosofia de Bergson se oponta firmemente a cualquier visién mecdnica del universo. Las leyes de la ciencia eran perfectas para la materia inerte, afirmaba Bergson, para discernir las relaciones entre 4tomos y células, et- cétera; pero. ria, un ser. Segtin él, esta realidad —la realidad de nuestra conciencia de nosotros mismos— no puede reducirse ni diseccionarse experimental- mente. Sdlo podemos comprendernos mediante la intuicidn, un proceso que exigfa grandes dosis de introspeccién y de dfas ociosos contemplando nuestras conexiones internas. Bdsicamente, se trataba de la meditacién burguesa. Proust fue uno de los primeros artistas en interiorizar la filosofia de Bergson. Su literatura se convirtié en una auténtica celebracién de la in- tuicidn, de todas las verdades que se nos revelan echados simplemente en lacama o pensando tranquilamente. Y si bien el influjo de Bergson le cred a Proust cierta ansiedad —«jTengo demasiado que hacer —escribié en \— para tratar de convertir la filosofia del sefior Bergson en una novela!» —‘, no pudo resistirse a los temas bergsonianos. De hecho, su completa absorcién de la filosofia de Bergson la Ievé a concluir que la novela decimondnica, al privilegiar las cosas sobre los pensamientos, ha- bfa supuesto una involucién general. «La literatura que se contente con “describir cosas” —escribié—, con darles solamente un miscrable extrac- to de Ifneas y superficies, est4 en realidad, aunque se lame realista, suma- mente alejada de la realidad.»’ Como insistiera Bergson, la realidad se comprende mejor subjetivamente: a sus verdades se accede de manera in- tuitiva. zy nosotros? Nosotros tenemos una conciencia, una memo- una carte estaba empezando a redactar Por ef camino de Swann. Por cierto, en 1892 Bergson se cas6 con la prima de Proust, Sin embargo, slo existe constancia de una conversacién entre el literato y el fildsofo, en la que debaticron acerca de la naturaleza del suenio. De esta conversacién se da cuenta en Sodoma y Gomorra. Para el filésofo, no ebstante, Proust no sera mds que el primo que le habfa comprado una excelente caja de tapones para los ofdos. * Sus conferencias cn la Universidad de Columbia, en 1913, causaron el primer embotellamiento que se recuerda en la ciudad de Nueva York. ‘MARCEL PROUST 107 Pero :cémo podfa una obra de ficcién demostrar el poder de la intui-

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