Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades
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Universidad Nacional Autonoma de MéxicoESTUDIOS DE LA COMPLEJIDAD Y LAS CIENCIAS HUMANAS:
PRESIONES, INICIATIVAS Y CONSECUENCIAS DEL
PREDOMINIO DE LAS DOS CULTURAS
Videoteca de Ciencias y Humanidades
Coleecin:
Las Ciencias y las Humanidades
‘en los Umbrales del Siglo XXLDirector:
Pablo Gonzalez Casanova
Consejo Consultivo:
Luis de la Petia
Pablo Rudomin
Rolando Garcia
Beatria Garza Cuaron
ESTUDIOS DE LA COMPLEJIDAD Y LAS CIENCIAS HUMANAS:
PRESIONES, INICIATIVAS Y CONSECUENCIAS DEL
PREDOMINIO DE LAS DOS CULTURAS
Richard Lee
Centro de Investigaciones Interdi
Humanidades,
Coordinacién de Humanidades
México, 1998Primera edicién, 1998
Coordinacin Eaitoriak
Maya Agus Ioargien
Diseto de portada:
Ma. dels Angeles Alegre Scetino
DR ® 1998
Universidad Nacional Auténoma de México,
Centro de Investigaciones Interdiecipinarias
cn Ciencias y Humanidades,
(Ciudad Universitaria, 04510, México, DF.
Impreso en Mexico/ Printed in Merico
ISBN: 968-96-6495-4
Ricuaro Les
Nacié y crecié en San Antonio, Texas, Vivi6 y trabajé
en diversas partes de Buropa de 1969 a 1985.
Desde que obtuvo el grado de doctor, en 1994,
enseria sociologia en la Universidad de Binghamton
‘en donde ha mantenido simulténeamente su posicién
como investigador asociaco del Centro Fernand
Braudel del mismo campus.
En 1992 public6 una bibliografia comprensiva de las
“nuevas ciencias” de la complejidad en Review, que
fue republicado el siguiente ario en el periédico
‘alemdn Historical Social Research.
Sus “Structures of Knowledge" (Estructuras del
conocimiento) aparecieron en 1996 en The age of
Transition: Trajectory of the World-Sistem,
1945-2025, coordinado por Terence K. Hopkins e
Immanuel Wallerstein.
Actualmente es director del proyecto "The
Construction of the Two Cultures and Contemporary
Challenges to The Concept” en el Centro Fernand
Braudel.DE LA COMPLBJIDAD Y LAS CIENCIAS HUMANAS:
108 «TIVA
‘PREDOMINIO DE LAS DOS CULTURAS*
Durante las tres tltimas décadas, las estructuras del
conocimiento han sufrido una transformacién propi-
ciada por un conjunto de contradicciones sistémicas
acerca de las instituciones generadoras del conoci-
miento. Esta transformacién ya estd cambiando la
manera en que vernos al mundo, lo que terminaré por
alterar las posibilidades de la actividad humana que
podemos vislumbrar.
En Norteamérica, en las recientes disertaciones
de Ia academia, los conceptos “crisis” y “universidad”
han formado una combinacién inseparable. El predi-
camento esta ejemplificado por una serie de debates
intelectuales y controversias politicas, como las polé-
micas sobre el “relativismo radical” y la ‘rectitud po-
litica”, las “guerras de las culturas” y, recientemente,
las “guerras de las ciencias”.
~ Conferencia impartida el 19 de marzo de 1998 en el Centro
de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Hu-
‘manidades de la UNAM.La situacién actual se puede resumir como un
conjunto de presiones que se han entrelazado en tres,
Ambitos desde 1968. El primero en cuestién es el eco-
némico o material, es decir, los recursos en disminu-
cién en contrapartida con una demanda en expan-
sion; el segundo ambito es el politico 0 ideolégico, es
decir, las expectativas crecientes basadas en la ret
rica del éxito mediante la educacién, que se enfren-
tan a la realidad de las limitaciones, tanto en las re-
compensas como en el acceso; y el tercer ambito es el
intelectual 0 teérico, es decir, tin ideal objetivo de va-
lor neutro, que se encuentra en el miicleo mismo del
aparato institucional de la universidad, cuestionado
por las epistemologias del escepticismo y la comple}
dad.
Las condiciones econémicas reflejan una escasez
mundial que no se trata solamente de la disminucién
de recursos. También es una consecuencia de tres
décadas de agitacién para extender el acceso, espe-
cialmente a sectores anteriormente excluidos que se
han congregado en las universidades como grupos.
Exigieron, y obtuvieron, instruccién especializada y
oportunidades de empleo con la proliferacién de nue-
vos programas y departamentos. En Estados Unidos
no s6lo se duplicé entre 1970 y 1988 el porcentaje de
personas que cursaron los cuatro afios de estudios
universitarios, sino que también esta poblacién se di-
versificé mucho mas y sus voces fueron escuchadas.
Desde el punto de vista politico esto refleja la lu-
cha anticolonial lidiada en todo el mundo. En la prac-
tica, para este grupo de estudiantes y profesores,
ahora de conformacién heterogénea, los intereses y
supuestos de la tradicién de los grandes libros del
“antiguo hombre blanco europeo”, que se expresaba
en una estructura rectora y organizacional estricta-
mente jerarquica, resultaban absurdamente estre-
chos y tendenciosos, punto que en la mayor parte de
las universidades se acepté con cierta reticencia en lo
intelectual, pero se rechaz6 en la organizacién.
10
De manera simbidtica, la incertidumbre episte-
molégica cobré pertinencia en el nivel de la teoria. La
teoria critica y las estrategias posestructuralistas se
instalaron firmemente, primero en las humanidades
y luego en las ciencias sociales. En contra de las an-
tiguas y comodas estrategias del positivismo en las
ciencias sociales y las “piedras de toque” en la litera~
tura y las artes, la indeterminacién de significado
exalté la dimensién politica de la formacién del cono-
cimiento y socavé la idea de la academia como una
actividad’ completamente desinteresada susceptible
de someterse a una evaluacién objetiva. En las cien-
cias, los movimientos que enfatizan la complejidad, la
irreversibilidad y la autoorganizacion lograron vulne-
rar el papel de ia “ciencia dura” como la garantia tl-
tima de la posibilidad de construir un conocimiento
con autoridad universal.
Los sintomas de la crisis, inscritos tanto en la teo-
ria como en la préctica, se han reunido en una triple
coyuntura. En este momento existe una importante
crisis fiscal, de corto plazo, de la universidad como
institucion; una crisis de mediano plazo, de las disci-
plinas, como se han institucionalizado desde el siglo
xrx; y una crisis de largo plazo, de la estructura de las
relaciones del conocimiento legitimo y las relaciones
sociales con las que se ha fusionado. Esta es la crisis
de las “Dos Culturas’.
C. P. Snow (1965) acuiié el término “Dos Cultu-
ras” en 1959 para describir la polarizacion y falta de
comunicacién entre las comunidades de practicantes
en las ciencias y las humanidades. La frase, muy cri-
ticada, trasciende como una clasificacién de sentido
comin, explicitamente en los debates epistemologi-
cos acerca de la creacién de un conocimiento fidedig-
no, € implicitamente en las consecuencias practicas
de separar la ciencia de otras actividades intelectua-
les (Gieryn 1983). A principios de los afios sesenta no
era més que una reafirmacién de los quehaceres hu-
manistas perennes que seriamente cuestionaban la
uvalidez de esta jerarquia, pero ahora se ha convertido
en un escepticismo acerca de lo mas légico y de las
premisas de la division (Ward 1995)
Desde el comienzo del siglo xvi, el estudio de la
naturaleza se privilegié cada vez mas con respecto a
Jo que lleg6 a caracterizarse como las artes 0 huma-
nidades. Partiendo del fundamento existencial sobre
el yo pensante postulado por Descartes, las dos areas
se separaron mas estrictamente con base en los dua-
lismos de la naturaleza y los humanos, de la materia
y la mente. Descartes establecié un conjunto de re-
glas de razonamiento correcto y un método reductivo
y deductivo que llevaria al conocimiento util bajo la
forma de leyes, segiin las cuales “nos constituiriamos
en sefiores y poseedores de la Naturaleza” (Descartes
1980: 33). iin el debate contra la escolastica, lo que
guid el pensamiento de Descartes fue la busqueda de
Ja verdad como una actividad de la mente racional,
no una consideracién de valores y aprendizaje acu-
mulado, como lo asume ésta. Al igual que Descartes,
Francis Bacon sealé la unidad de la ciencia como
una expresién de la unidad de la naturaleza, lo que
constituiria la base para la idea acerca de la ‘univer-
salidad de todo el conocimiento, nacida en la llustra-
cién (McRae 1957). Esta “Nueva Ciencia” que surgi
contradijo explicitamente la retérica del deseo del
bien sobre el conocimiento de la verdad, y el honroso
lugar que le habia dado Petrarca. Este seria el eje en
torno al cual se desarrollarian los estudios humant
ticos y posteriormente las humanidades (Gray 196:
Ward 1995: 116).
Al comienzo del siglo xvmi Isaac Newton sintetiz6
el nuevo Organon, de Francis Bacon, un enfoque ¢:
perimental, empirico, con el proyecto altamente indi-
vidualista de Descartes. Este programa leg6 a su
conclusién légica en los albores del siglo xix, cuando
Pierre Simon de Laplace emprendié lo que Roger
Hahn lamé “los pasos finales y cruciales hacia una
ideologia de determinismo total” (Hahn 1967: 18). De-
12
sarrollada con base en el modelo de la mecénica de
los cuerpos celestes, la ciencia clésica postulé un
mundo objetivo en el que los efectos susceptibles de
observarse se determinaban fisicamente y el descu-
brimiento de las leyes universales llevaria a una pre~
diccién precisa, tanto del futuro como del pasado. De
hecho, la reversibilidad del tiempo aparecié como un
artefacto matematico de las ecuaciones de las leyes
del movimiento.
Durante el siglo xix la secularizacién fue paralela
ala profesionalizacién en la comunidad cientifica y la vi-
sién de la investigacién cientifica sometida a la Iglesia
fue remplazada por el naturalismo cientifico, en par-
ticular después de la publicacién, en 1859, del Origen
de las especies, de Charles Darwin (Turner 1974: 1-37).
EI predominio de las ciencias en las estructuras del
conocimiento se confirmé durante el siglo xx como
creencia popular, por sus verdaderos logros, y obtu-
vo el respaldo del Estado por su promesa de desarrollo
‘econémico y seguridad militar; no obstante, como triun-
fo del universalismo, carente de localizacién y tempo-
ralidad, excluyente de los valores humanos, perma-
necié completamente opuesto a las humanidades.
En realidad, al desarrollo de una ciencia objetiva
y universal le acompanaron avances y reacciones pa-
Talelos en las “humanidades’, particularistas y llenas
de valor. Cuando la gravedad, generadora del movi-
miento, se encontré en la materia misma, la creatividad,
atributo que constituye la quintaesencia del ser su-
premo, se trajo a la tierra también y se infundi6 en
Jos humanos bajo el aspecto de “genio”. Asi, a las hu-
manidades, desinteresadas en la certidumbre de las
regularidades ¢ interesadas en la naturaleza finita de
lo tinico e impredecible, también se les podria atri-
buir el cambio y en particular la creacion, al recurrir
a la imaginacién humana, que tendi6 el puente entre
Ia mente y el mundo externo (Wasserman 1975: 346)
En los inicios de la revolucion francesa los estudios
humanisticos se organizaron como romanticismo y
13como un pensamiento contrario a la Tlustracién; asi-
mismo, se institucionalizaron en las universidades,
especialmente en las escuelas de filosofia, historia,
lenguas y literatura.
En el mundo angléfono, las humanidades mani-
festaron una critica social con motivaciones politicas
hacia finales del siglo xx. Este fue el vinculo entre
Edmund Burke, Tom Paine y sus contemporaneos en
a controversia revolucionaria y lo que unié alos con-
servadores radicales, como Thomas Carlyle, con los
cartistas y filantropos. La literatura, las artes y los
anélisis sociales, ya fuera que defendieran los progra-
mas conservadores o radicales, se reunieron en una
precaria alianza en la critica roméntica de la civiliza-
cién industrial. La respuesta sistémica al clamor por
el cambio, es decir, por un mundo mas equitativo, al
que se oponian aquellos que exigian la preservacién
del orden en contra de la anarquia, fue una reorgani-
zacién de las estructuras del conocimiento. En la
practica, la solucién fue establecer un terreno de ave-
nimiento para el trabajo académico, el ambito social
seria el lugar de un cambio ordenado entre la esfera
de las ciencias controladoras y controladas y el peli-
groso mundo del quehacer humano individual.
La oposicién entre el orden y la anarquia reflejé la
prolongada division jerérquica del conocimiento entre
las ciencias (casi leyes, basadas en hechos/explicativas,
nomotéticas) y las humanidades (casticas, impresio-
nistas/poéticas, ideogréficas). No obstante, desde el
punto de vista politico, al paso del siglo xix las dos
convergieron en la esfera social como paladines del
orden. A mediados de siglo John Stuart Mill propug-
naba la aplicacién de los principios de las “ciencias
exactas” al ‘estado retrégrado de las ciencias mora-
les” (Mill 1843: 19) y, desde Francia, Auguste Comte
habia promovido ei establecimiento del positivismo
como una base metodologica de averiguacién hist6ri-
ca y social (Comte 1975; Chariton 1959). En un fa-
moso didlogo de principios de la década de 1880,
14
Matthew Arnold (1882) todavia dejaba la responsabi-
lidad de dirigir el progreso a las letras humanas, co-
mo portadoras de los valores. Aunque ciertamente no
era partidario del positivismo (Eisen 1964), T. H.
Hurley tipificé la tendencia evocando el espiritu obje-
tivo, de valores neutrales y de solucién de problemas,
caracteristico de la ciencia, para alcanzar el progreso
sin moralismo: “gradualmente el hombre llegara a
conducir la politica como ahora trata las cuestiones
cientificas’, escribio (Huxley 1881: 158-159).
Fue en las Alemanias, mas que en Inglaterra o en
Francia, donde durante el siglo xix se gesté el gran
movimiento de reforma y renovacién de la universi-
dad, tanto como estructura de ensefianza como de in-
vestigacién. En la medida que la escuela alemana
historica transformé los criterios de objetividad y uso
ctitico de los documentos de archivo en una “ciencia
de la historia”, Geschichtswissenschaft, la universali-
dad de la visién de Ranke, arraigada en el eterno
“ —Dios con su designio y su volun-
tad” (Breisach 1983:233), equilibré la imagen de sin-
gularidad ¢ incesante cambio que pintaron los historia-
dores. Sin embargo, con el surgimiento del estado de
Prusia y sus planes expansionistas, el idealismo sent6
las bases para la construccién de un Volksgeist como
fundamento de un nacionalismo alemén incluyente
que garantizara la unificacién. La decadencia del ele-
mento transcendente dejé al historicismo, como cien-
cia, abierto a los retos positivistas y a las acusaciones
del relativismo. En primer lugar, tinicamente podia
preservar su objetividad al perder su orientacién ética;
en segundo lugar, dejaria de ser apto como productor
del conocimiento’sistematico. En los debates que se
originaron en la década de 1850, Michael MacLean
sostiene que el ‘cienticismo implicaba una liberacién
de la historia’ con claras consecuencias politicas:
181 empleo individualista y liberal de la historia 01a unién
de la teoria y la préctica estaba latente en el debate mas
abstracto de las dos culturas y era la verdadera causa de
preacupacion de los historiadores[.. 1 historia era la pro-
vveedora de los vinculos politicos, religiosos y morales con
el pasado que el campo cienticista aparentemente se ha-
bia propuesto romper (MacLean 1988: 487, 488).
Como consecuencia, en Alemania en especial,
aunque no fue el tnico'lugar, se hicieron esfuerzos
por reformular la teoria y el método de la investiga-
cién social. Estos debates se intensificaron a partir de
la década de 1880, y se darian a conocer como Met-
hodenstreit.
El término Methodenstreit —o controversia en tor-
no al propésito, las propiedades, el método y el domi-
nio del conocimiento sociocultural (Oakes 1975: 19-
20}— que siguié como reaccién al positivismo, tuvo
como tema central el planteamiento de una defensa
filoséfica de la relacién entre significado y valores,
Wert, y el conocimiento sistematico de la realidad,
Wissen. En 1883, Wilhelm Dilthey comenz6 a expo-
ner sus argumentos en favor de un enfoque interpre-
tativo o hermenéutico de los estudios humanos con
una orientacién historica, Geisteswissenschaften, en
donde se retinen casi todas las humanidades y las
ciencias sociales, incluida 1a historia, tomadas como
grupo, a diferencia de las Naturwissenschaften o cien-
cias naturales, que son fundamentales, generales y
objetivas como las anteriores. El fundamento de la
experiencia original en la psicologia descriptiva que
propuso Dilthey negaba “la afirmacién de Ranke de
que para ver Ia historia objetivamente se debe anular
el yo" (Makkreel 1992: 54). Intencionalmente rechaz6
la impersonal y abstracta Kulturwissenschaften, con
su evasion al conflicto y el postulado implicito del
progreso, en un continuo debate con los neokantia-
nos de Baden, Wilhelm Windelband y su alumno
Heinrich Rickert.
16
Windelband también rechaz6 el reclamo de los
positivistas por una sola unidad logica entre las cien-
cias. Su estrategia era metodologica y taxonémica.
Clasificé todas las ciencias empiricas por su forma 16-
gica auténoma més que por su contenido, en nomo-
téticas (las ciencias de la ley, Gesetzesswissenschaf-
ten) 0 ideogréficas (ciencias de los acontecimientos,
Ereigniswissenschaften). Con el fin de preservar la
certidumbre y la libertad humana, releg6 la psicolo-
gia a las ciencias naturales, y rechaz6 asi “las contin-
gencias del tema histérico y psicologico en favor del
eternamente valido tema trascendental de la logica”
(Bambach 1995: 63). No obstante, como escribiera
‘Windelband al final de su vida: “La ley y el suceso si-
guen siendo las entidades iiltimas e inconmesurables
de nuestra perspectiva del mundo” (1980: 185).
Rickert extendi6 el proyecto de Windelband con el
propésito explicito de restituir el significado de la his-
toria como ciencia, Sin embargo, él afirmaba que la
diferencia entre Natur y Geisteswissenschaften no re~
sidia en la clasificacién, sino en la formacién de concep-
tos, es decir, el concepto universal de similitud ope-
ante en las Ciencias naturales y el concepto particular
de diferencia implicado en la historia, Segan Rickert,
los imperativos éticos guian tanto a los cientificos na-
turales como a los historiadores. Afirma que:
debemos considerar sin valider teérica todas las teorias
‘que proponen que pueden rechazar la idea de libertad, La
razon crucial de Io anterior es que la ciencia misma nece-
sita libertad hasta para investigar las relaciones causales.
‘Sélo un tema teérico (trascendental) que no depende de la
‘causalidad puede ocupar un lugar en el valor de la verdad,
Unicamente cuando concedemos la posibilidad de dicho
tema podemos reconocer que algo es verdadero y tiene sig-
nificado (Rickert en Bambach, 1995: 117)
Dilthey rechaz6 este argumento, junto con el con-
cepto matematico kantiano del tiempo sin duracién
conereta (como lo lamé Troeltsch) y objetividad sin
7historicidad, en favor de una ciencia de la historia cu-
vya base era la realidad de la historia temporal misma
a la que todos los seres humanos pertenecian,
Dilthey aspiraba a superar los extremos tanto del
idealismo (que era empirico) como del positivismo
(que proponia leyes no generales ya que la “concien-
cia puede instituir cambios, no puede considerarse
que la naturaleza determina por completo la vida hu-
mana’). Para Dilthey, la conexion original de la vida
esta al alcance en forma directa a través de la expe-
riencia vivida (Erlebnis) y la razén histérica es rem-
plazada con la comprensién reflexiva (Verstehen}, que
expresa con claridad el significado humano potencial
que proporciona Erlebnis en “posibilidades definidas
y exclusivas” para ‘encontrar un significado en la his-
toria sin postular una meta final” (Makkreel 1992:
61, 257,243). “La vida historica es creativa’ escribe
Dilthey. “Siempre esta produciendo bienes y valores”
(Makkreel 1992: 315). Cualquier lamamiento a un
concepto de valor idealizado, transhistérico y trans-
cultural, como en Rickert, negaba la historicidad de
los valores y el valor de la historicidad misma, inclui-
da la del conocimiento o de la verdad.
‘A fin de conservar la condicién cientifica de los es-
tudios humanos y responder a las acusaciones del re-
lativismo sin dejar de mantener las raices de la inves-
tigacién en la existencia histérica real, Dilthey planted
un enfoque hermenéutico basado en el estudio de in-
dividuos “tipicos’ como “una deliberacion humana
sobre las posibilidades y los limites de la existencia
de un individuo dentro de un medio historico y cultu-
ral especifico’. Dilthey traté de fusionar el sujeto y el
objeto arguyendo que ambas conciencias y el mundo
compartian la misma temporalidad e historicidad. Pe-
ro al final, su esfuerzo por garantizar una rigurosa
certidumbre sin sacrificar la finitud humana fue vul-
nerado por el proyecto mismo. Ocupando un espacio
intelectual, como él lo hacia, entre los historicistas y
Jos neokantianos, compartié el mismo compromiso
18
fundamental hacia el concepto cartesiano Frageste-
ung, en el que la verdad se basaba en la “objetividad
cientifica” del “sujeto con autoconocimiento” (Bam-
bach 1995: 170, 181-182).
En el mismo afio de la aparicién de la obra de
Dilthey titulada Einleitung in die Geisteswissenschaf-
ten, 1883, la nocién llamada Methodenstreit brot6 en
otra esfera. La “escuela historica” de la economia de-
safid la universalidad de la teoria deductiva en el en-
foque clasico en favor de la historia inductiva. Seguin
Est Breisach, ésta fue
cen realidad una controversia de gran alcance sobre la es-
tructura de la realidad, |..] (Conforme) os seguidores de
‘Menger abrieron alin més las puertas de la economia a
la psicologia y las mateméticas |... os economistas pre-
ferfan teorizar sobre los procesos eternos y tipicos del
mercado y de esa manera se acercaron mucho més a los
ideales de las ciencias naturales ahistéricas (1983: 299).
El enfoque histérico de Schmoller subray6 la his-
toria del precio, el comportamiento pasado verdadero
y la descripcién concretos, mientras que la teoria
neoclasica “pura” de Menger puso el acento en la teo-
ria del precio, el comportamiento econémico tipico y
los modelos teéricos universales abstractos.
La revolucién marginalista pronto superé la posi-
cién historicista y establecié la economia como una
disciplina sin valores que desplaza la economia polt-
tica, y el proyecto de Dilthey de encontrar una via en-
tre los eventos caéticos de los asuntos humanos y las
leyes deterministas del mundo natural sin postular
‘una nueva esfera disciplinaria fue por fin desechado
por Max Weber. Este argumentaba en contra tanto de
positivistas como de los opositores a éstos. Por un la-
do, se aferré a la dimension axiologica ¢ identificé la
interpretacién o la comprensién como la meta de los
estudios humanos. Al mismo tiempo, subrayé la ca-
pacidad de verificacién del conocimiento en el senti-
do de “fundamento suficiente”: “Una investigacion
19‘interpretativa’ histérica de los motivos es una expli-
cacién causal en el mismo sentido légico de la inter-
pretacién causal de cualquier proceso natural con-
creto” (1975: 194), escribio Weber. Sin embargo, ex-
trajo su “tipo ideal” del tiempo y del contexto y los
“historiadores (estaban) separados por completo del
mundo de valores que investigaban. Se convirtieron
en observadores completamente desapegados que
creaban islas de acciones explicadas de manera obje-
tiva en un paisaje de oscuridad total” (Breisach 1983:
264) —de nuevo, la opcién era el orden o el caos.
Desde el punto de vista institucional, el resultado
de los debates sobre el orden y la anarquia en Inglate-
ray el Methodenstreit, que en mayor o menor medida
tuvieron lugar en los principales lenguajes académi-
cos, se tradujo en la construccién de un conjunto de
disciplinas, las ciencias sociales, que se establecieron
en las escuelas de estudios superiores. Algunas de
ellas, las mas nomotéticas economia, ciencias politi-
cas y sociologia— comenzaron con la descripcién de la
realidad empirica para llegar por induccién a las leyes
abstractas independientes de tiempo y espacio. Otras,
las més ideograficas —historia, antropologia y orienta:
lismo— también comenzaron con la descripcién emp
rica, pero trataron todas las particularidades por igual.
Unas pasaban por alto las diferencias en tanto que las
otras negaban la estructura.
Desde el punto de vista politico, concluye Imma-
nuel Wallerstein, la separacién de las disciplinas de
Jas ciencias sociales a nombre de estos dos universa-
lismos “hizo mucho més dificil para cualquier perso-
na percibir las estructuras subyacentes [...] y por lo
tanto, dificult6 también organizarse para cambiarlas”
(Wallerstein 1991: 191-192).
EI progreso siempre ha sido un tema de debate
desde que se anulé cualquier posibilidad de retorno
al “orden eterno” del Antiguo Régimen. La promesa
politica de progreso sin caos aval6 el modelo intelec-
tual de cambio social lineal, gradual, predecible y or-
20
denado, y la institucionalizacién de los métodos del
estudio cientifico de la realidad social para controlar
la direccién de ese cambio, El cardcter cientifico da-
do al conocimiento social fue el instrumento indis-
pensable del reformismo y el estado de bienestar del
siglo xx que sustituy6 las alternativas politicas reales,
pero rechazadas, de la izquierda y la derecha. Estas
alternativas desaparecieron en el consenso “Neoliberal”,
un consenso alcanzado al restructurar la indepen
dencia como “libertad”. Esta era una libertad politica
sustentada en derechos y que implicaba responsabi-
lidades, atribuida implicitamente al individuo racio-
nal, disciplinado y autosuficiente, de quien se podia
esperar que mantuviera y cumpliera estos derechos y
responsabilidades —es decir, un individuo de sexo
masculino, de clase media, y no, por ejemplo, irlan-
dés, negro o mujer (Lee 1998). Las ciencias sociales
vinieron a ocupar un incémodo terreno de avenimien-
to entre las ciencias y las humanidades en la puesta
en practica de esta solucién: ni siquiera las observa-
ciones empiricas bien fundamentadas del verdadero
mundo social podian asimilarse facilmente a las leyes
“cientificas’; de todas formas, tanto la promesa como
la practica del pacto liberal del mundo del siglo xx
exigian los resultados universales y predecibles de las
ciencias, no las soluciones especuilativas y particula-
ristas de las artes (Wallerstein 1995).
Para 1945 se habia cristalizado la estructura dis-
ciplinaria del conocimiento en la que las ciencias se
encontraban en el polo privilegiado y se mantendria
altamente estable hasta finales de ia década de los
sesenta. Una ciencia universal, empirica y positivista,
basada en la observacion y experimentacion, que ex-
presaba el ideal de la Iiustracion de progreso intermi-
nable, llevada a la préctica en un mundo fundamen-
talmente de leyes y, por lo tanto, predecible, defini
los parametros de un conocimiento legitimo y fidedig-
no, En su propia busqueda de legitimidad, las ciencias
sociales se dividieron hasta cierto punto entre el cien-
21ticismo: la economia, como la econometria; la socic
logia, como el funcionalismo estructural; las ciencias
politicas, como el behaviorismo y la version més na-
rrativa de la historia y la antropologia; aunque, hasta
cierto punto, todas mostraron ambas tendencias. Pa-
ra redondear el panorama, los criticos humanistas
continuarian oponiéndose a la sistematizacién de la
investigacién social, un ejemplo de esto es la respues-
ta de F. R. Leavis (1962) a Snow, quienes defendian
el holismo y el organismo en lugar del individualismo
y reduccionismo. Sin embargo, sus disciplinas se ha-
bbian despolitizado al grado de que estaban invadidas
de una nueva critica y metodolégicamente se basa-
ban en un “sentido estricto", lo que repitié la descon-
textualizaci6n, atemporalidad y supuesta “objetivi-
dad” de las ciencias. De hecho, el pacto liberal en el
mundo dependia de la despolitizacién de la critica de
valor.
Ciertamente, este establishment intelectual no dejé
de enfrentar cuestionamientos durante las dos décadas
posteriores a 1945. No obstante, lo importante es que
os cuestionamientos se concentraban en las huma-
nidades y las ciencias sociales. En las humanidades,
las formas realistas, el expresionismo abstracto y el
arte pop, asi como la nueva critica, tuvieron que con-
tender con la nueva novela (nouveau roman), el su-
rrealismo y el estructuralismo. Los “Angry Young
‘Men’ y la “Beat Generation’ (por no mencionar el rock’n.
roll) rechazaban “el sistema” por completo. El ‘nuevo
periodismo” objetaba hasta la distincién mas basica
entre el hecho y la ficcién, y en la medida que la his-
toria ha resistido el cuestionamiento positivista, dej
‘su funcién publica por las ciencias sociales (MacLean
1988: 494; también Parker 1983). La tradicion anali-
tica de la ciencia positiva/ciencia social fue impugna-
da por la fenomenologia, el existencialismo y de nue-
vo por el estructuralismo. Los dependentistas y los
principios de las ciencias humanas contradecian la
teoria de la modemnizacién, y sus estructuras institu-
22
cionales fueron debatidas por visiones de “negritud”,
os Anales braudelianos y estudios de area.
Sin duda alguna es verdad que durante los pasados
500 afios la estructuracién del conocimiento en desa-
rrollo de las “Dos Culturas” nunca dejé de enfrentar
objeciones; sin embargo, s6lo en las tres iiltimas dé-
cadas estos cuestionamientos se han planteado si-
multéneamente en toda la jerarquia de las disciplinas,
incluidas las ciencias. Desde los sesenta, los ataques
a las premisas universalistas de la produccién de un
conocimiento fidedigno han incuido el resurgimiento
de la importancia intelectual de lo local y complejo, de
la contingencia y temporalidad asociadas con la crea-
tividad, y de las exigencias de la reinstauracién de los
valores. Particular atencién merece la forma en que
los estudios que engloban perspectivas intelectuales
nuevas, como los que abarcan asuntos diversos en
las humanidades y las ciencias sociales, los estudios
de ciencia y tecnologia en las ciencias sociales y los
estudios de complejidad en las ciencias, han cuestio-
nado o transgredido no sélo limites disciplinarios par-
ticulares, sino también los de las superdisciplinas.
Nada cumple mejor que el estructuralismo con la
maxima de Fredric Jameson de que la ‘historia del
pensamiento es la historia de sus modelos” (Jameson
1972: v). Antiempirista y opuesto a la corresponden-
cia uno a uno entre la realidad o naturaleza y las
construcciones de significado, su mayor acierto con-
sistié en rehabilitar una version del pensamiento re-
lacional. Sin embargo, a mediados de los sesenta atin
era posible concebir una “ciencia de la literatura’, ya
que el estructuralismo per se asume una “estructura
del texto objetiva y autosostenida” y un tema auténo-
mo ‘libre y trascendental” del cual depende. Pero el
estructuralismo, explica Anthony Easthope, *se trans-
forma en posestructuralismo cuando las estructuras
del texto se ven siempre como estructuras en un te-
ma y para un tema” (Easthope 1988: 32). La primera
obra de Roland Barthes sugirié un nivel neutral €
23inocente de lenguaje y una realidad fuera de cual-
quier ideologia, concepto que rechazé Louis Althus-
ser: desde la época mas temprana cualquier subjeti-
vidad se sitia en el lenguaje y, por Io tanto, en la
ideologia. El estructuralismo ha ofrecido la promesa
de un nuevo rigor y estatus cientifico, no reduecionis-
ta y no positivista, para las ciencias humanas. No
obstante, cuando se llev6 esta posibilidad a su limite
se contradijo a si misma ante la realizacién de elegan-
tes andlisis formales que privilegiaron las relaciones
internas del texto. La tendencia demasiado sincréni
ca —el problema de explicar el cambio histérico—
junto con el limite acordado de poco significado a lo
que no fuera la lengua, y las condiciones historicas
del surgimiento del estructuralismo mismo, han pre-
sentado también dificultades pertinaces. Sin embar-
go, éste auguré la desaparicién del humanismo y po-
sitivismo europeos por igual, y el romanticismo de las
esencias vitales —materiales, humanas o poéticas.
Desde finales de los afios sesenta los avances en
Ja teoria se reflejaron en la practica. Los grupos que
por esta razén no tenian una “voz” fueron admitidos
en la academia y comenzaron a transformarla desde
el interior concentrando su conocimiento sobre situa-
ciones diferentes de las obras del mundo social. En
1970 Carol Hanisch declaré que “lo personal es poli-
tico”, dirigiendo asi la atencion de nuevo a lo local.
Para las mujeres fue sorprendentemente alecciona-
dor el hecho de que mientras los hombres se encon-
traban haciendo la revolucin atin se esperara que
ellas se dedicaran a preparar el café. Desde entonces,
miiltiples variedades de feminismo, aunque no siem-
pre armoniosas, han impugnado las premisas recibi-
das sobre la formacién del conocimiento mediante
una concepcién de los valores expresados en jerar-
quias de diferencia y poder. Ellas cuestionaron la di-
vision de las dos culturas vulnerando directamente el
universalismo y objetividad masculinos con los que la
ia reivindicaba una esfera distintiva para la pro-
24
duccién del conocimiento. Ciertamente, ésta no era la
forma en que las mujeres experimentaban el mundo.
Su obra rechazaba las categorias “esencialistas’ del
hombre y la mujer y situaba el cuerpo femenino co-
mo un sitio fundamental para insertar a la mujer en
la sociedad mediante el discurso cientifico. Al igual
que las feministas cuestionaron las estructuras de la
formacién del conocimiento, los académicos y los ac-
tivistas que trabajaban en el area de las razas y las
etnias acumularon teorias de la diferencia que de
igual modo refutaban el universalismo y la objetivi-
dad occidentales, mientras producian sus propios es-
tudios empiricos. Por supuesto que no era la forma
en que experimentaban el mundo. Su obra también
descubrid cémo el esencialismo de las categorias de
la diferencia funcionaban para asignar grupos ente-
ros a posiciones subordinadas.
Durante las tres décadas pasadas los estudios so-
ciales del conocimiento han ofrecido criticas “exogenas”
del desarrollo de la ciencia. Se argumenté que los mé-
todos cientificos (sociales) se podian aplicar a la obra
cientifica y que la ciencia no era un campo privilegiado
inmune a ser explicado ¢ interpretado (desde el punto
de vista histérico/social). Como ha sucedido en la so-
ciologia clasica del conocimiento, el énfasis se puso en
Ia manera en la que el campo social, o los “intereses”,
dieron forma a la ciencia o influyeron en ella, reprodu-
ciendo la dualidad cartesiana de la naturaleza y lo hu-
‘mano. Muy pronto la atencién se dirigié a la contingen-
cia del conocimiento cientifico, su construccién (social)
y su situacién local, claras impugnaciones al dualismo
‘artesiano. Como recientemente escribiera Steven Sha-
pin, la sociologia del conocimiento cientifico “habia de
ser celebrada por su devastadora critica al racionalis-
‘mo filosofico, en tanto que su ambicin restante de ex-
plicar la naturaleza por referencia a la sociedad recibi-
ria un rechazo definitivo” (Shapin 1995: 312).
En el Ambito de las ciencias, el siglo veinte ha vis-
to que las aspiraciones de la ciencia clasica al espa-
25cio y el tiempo absoluto han sido destruidas, en lo
que se refiere a lo muy grande, por la relatividad, y la
ilusién de mediciones controladas se ha llegado a dividir
en un nivel tan diminuto como lo es la teoria cudntica.
Desde los afios sesenta también ha sido cuestionado,
aunque no vencido, el iltimo reducto de la dinamica
newtoniana en el macrodominio, humanamente per-
ceptible, no relativista y no cuantico (Ford 1989: 354).
A pesar de la naturalizacion de la idea de la ciencia
como sentido comtin, sus premisas han sido socava-
das por su propio desarrollo interno. El presente re-
planteamiento marca una transicion que se aleja de
la vision mundial newtoniana y hace énfasis en el
equilibrio y la estabilidad. La investigaci6n de los sis-
temas dinamicos ha llevado a la reconceptualizacion
del mundo como un mundo de inestabilidad y com-
plejidad, determinado pero impredecible, en el cual lo
irreversible, la “flecha del tiempo” es tan fundamental
para la naturaleza como lo es para los humanos.
En Ia fisica, la complejidad generalmente se ha
asociado con los fenémenos que muestran muchos
grados de libertad. Ahora se ha hecho evidente que
existen fenémenos complejos que surgen de mecanis-
mos muy simples; estos sistemas pueden tener ape-
nas uno o dos grados de libertad. El trabajo en esta
rea se divide en tres categorias interrelacionadas: el
orden en el caos, asociado con atractores extratios; el or-
den fuera del caos, asociado con estructuras autoor-
ganizadas y disipadoras; y la geometria fractal, asociada
con las representaciones visuales que muestran di-
mensiones no enteras. Los estudios en estas areas
constituyen exigencias implicitas de una revaloracion
de los supuestos de la ciencia clasica o negociaciones
activas en ese dificil terreno.
El comportamiento castico mostrado por los sis-
temas no lineales revoca el concepto de capacidad de
prediccién laplaciana; es simplemente imposible estipu-
lar las condiciones iniciales con la precision adecuada y
estos sistemas magnifican rapidamente las pequefias
26
perturbaciones. A pesar de esto, queda cierta evidencia
de un orden subyacente incrustado en la evolucién
caética de dichos sistemas. El gran adelanto lleg6 con
el descubrimiento fortuito del elegante efecto “mari-
pose” que Edward Lorenz detect6 en sus rudimentarias
simulaciones del clima por computadora a principios
de la década de los sesenta (Lorenz 1963a, 1963b,
1964).
El término mismo “factor atractor ” fue
acufado por David Ruelle y Floris Takens (1971) para
describir el retrato de fase-espacio del comportamien-
to estable pero no periédico de un sistema dinmico
cuya evolucién no alcanzé ni un estado estable repr
sentado por un punto fijo en el espacio de la fase,
la repeticién continua mostrada como un ciclo limita-
do. Tien-Yien Li y James A. Yorke (1975) definieron
primero lo “caético” como la descripcién de una se-
cuencia no periédica {F"(x}}. Tanto la relatividad co-
mo la mecénica cuantica surgieron dotadas con una
constante universal; cuando Mitchell Feigenbaum
(1983) descubrié el comportamiento universal en bi-
furcaciones en cascada de sistemas no lineales, la
mesoescala de fenémenos humanamente percepti-
bles también adquirié una constante universal. El
simbolo @ de Feigenbaum es el valor fijo al que la ta-
sa de aparicién de un comportamiento complejo con-
verge como limite
El comportamiento castico es “completamente ubi-
uo en el mundo fisico”, ha argumentado Robert Shaw.
Los factores atrayentes extrafios transmiten pertur-
baciones de la microescala a la macroescala. “La inyec-
cién constante de nueva informacién a las macroesca-
las puede poner fuertes limites a nuestra capacidad de
prediccién, pero también garantiza la variedad y rique-
za constante de nuestra experiencia” (Shaw 1981:107,
108). La teoria del caos ofrece la posibilidad de apli-
car modelos deterministas, anteriormente limitados a
sistemas completamente predecibles, mas que mode-
los estocdsticos, a sistemas que se comportan al azar.
arEn los sistemas naturales no todos los estados teéri-
camente posibles se pueden realizar. Sélo algunos,
aquellos que residen en los factores atrayentes extra-
fos de dichos sistemas, aparecerén realmente en la
naturaleza, y aqui yace el limite para su capacidad de
prediccién. No obstante, este limite deja un lugar ala
oportunidad y, por lo tanto, a la creatividad y al cam-
bio.
Doyne Farmer y Norman Packard hablan de cues-
tiones en la “ciencia de la nueva ola” que “piden a gri-
tos una sintesis mas que una reduccién”. Esto implica
estudiar sistemas por lo menos en dos escalas de
tiempo, “por ejemplo, una escala de tiempo répida en
Ia que se dé una solucién a los problemas locales, ¥
una escala de tiempo lenta en la que las caracterist
cas de un sistema cambien a medida que se da el
aprendizaje y la creatividad” (armer et al. 1986: viii)
Esta idea se acerca sorprendentemente al concepto
de los tiempos sociales en la perspectiva de los siste-
mas mundiales. Dicha investigacién, prosiguen Farmer
y Packard, debe basarse en la simulacion y trascender
‘a través de las lineas disciplinarias, Pero la simulacién
requiere de un uso intensivo de la computadora; el pa-
pel y el lapiz sélo eran adecuados cuando se trataba de
sistemas lineales. Nada de este trabajo hubiera sido
posible sin la alta velocidad de la computacién. La
computadora, escribe Ivar Ekeland:
revela al matematico el fenémeno del estudio y el mate-
‘natico expone los limites de la computador
[.-] El poder de calculo que desde ahora tienen los hom-
bres esta cambiando su universo, esté transformando su
ambiente, esté transformando sus sociedades, los est
transformando, esta transformando su ciencia, La teoria
del caos es un inicio, no un fin (Ekeland 1998: 18, 21)
En el surgimiento de lo no lineal, los quimicos, bi
logos, ecologistas, fisicos, mateméticos y médicos es-
tan encontrando ‘un principio unificador en que las
28
universalidades de una variedad de sistemas abiertos,
autorganizados, ofrecen un lenguaje comin entre las
disciplinas (Markus, Miller y Nicolis 1988). El cardcter
irreversible de la evolucién de los sistemas no lineales,
Iejanos al equilibrio, caracterizados por procesos de
autorganizacion y estructuras difusoras, determina
una flecha del tiempo (Prigogine y Stengers, 1984). Se-
giin Ilya Prigogine y Dean Driebe, a la luz de la inesta-
bilidad y el caos, jas leyes de la naturaleza ahora ex-
presan:
posibilidades en lugar de certidumbres. Ya no hay con-
tradiccién entre las descripciones dinamicas y termodi-
némicas de la naturaleza. Lejos de ser una medida de
nuestra ignorancia, la entropia expresa una propiedad
fundamental del mundo fisico, la existencia de una si-
metria det tiempo rota, lo que lleva a una distincién en-
‘tre el pasado y el futuro, propiedad universal de la natu-
raleza que observamos y prerrequisito para la existencia
de la vida y la conciencia (Prigogine y Driebe 1997: 222)
La oportunidad y la necesidad estan relacionadas
y se estan reconciliando, El caos no es lo opuesto, si-
no fuente y cémplice del orden (Prigogine y Stengers,
1984). Prigogine encuentra que la ciencia y la huma-
nidad estan en una etapa de transicién. Que el uni-
verso tiene una historia que abarca la complejidad, lo
que presupone un nuevo dialogo del hombre con el
hombre y de éste con la naturaleza. La naturaleza se
debe tratar como un ente activo, en lugar de pasivo,
yy la ciencia debe ir “més alla de un enfoque puramen-
te conservador de los problemas globales, como usual-
mente es el caso desde el punto de vista ",
seftala Prigogine (1986: 506).
La sola idea de la evolucién como la marcha del
progreso o un cono de una diversidad cada vez mayor
es denunciada por el paleont6logo Stephen Jay Gould
(1989). EI sustituye la imagen de la diversificacién y
el exterminio, la historia, como irrepetible y, por lo
tanto, impredecible, en una exposicién paralela del
29tema de la contingencia en las ciencias historicas.
También propone una reconceptualizacion de la fle-
cha del tiempo: la flecha de la vida, para remplazar
“los conceptos del ‘progreso’ vago, no susceptible de
probarse y de gran contenido cultural” (Gould et al
1987: 1437)
El mundo de los conjuntos de Cantor y las curvas
de llenado del espacio, de Peano, parecian realmente
esotéricos, en comparacién con el mundo matematico
ordenado de Newton y Descartes. No obstante, Benoit
Mandelbrot (1983) ha mostrado cémo las estructuras
que conceptualizaron éstos (y otros) matematicos de fi-
nales del siglo xix son inherentes al mundo cotidiano
que nos rodea. Su geometria fractal describe fenéme-
nos fisicos y temporales, copos de nieve y litorales,
sistemas vasculares y pulmonares, ciclos de suefio y
fibrilaciones cardiacas, que no encajan en las catego-
rias euclidianas de puntos, lineas, planos y solidos,
sino en alguna parte intermedia.
En suma, la ciencia ahora nos ofrece modelos al-
ternativos de realidad fisica en la forma de sistemas
autorganizados y geometria fractal constituidos por
relacién, asi como modelos alternativos de cambio y
transicidn expresados en la teoria de la complejidad y
la teoria del caos. Estas desafian la ley del tercero ex-
cluido, tan fundamental para la ciencia clasica, la 16-
gica clasica y el actual sentido comin. E! enfoque
sintético, contrario al reduccionista, que cuestiona el
sacrosanto concepto de la “ley natural” que da como
resultado la “prediccién’, pone énfasis en la contin-
gencia y la creatividad. Un hecho importante es que
hha emergido ‘endogenamente”, como critica, median-
te el desarrollo de la investigacion cientifica misma.
La contingencia, la dependencia del contexto y las
multiples estructuras espaciales y temporales trasla-
padas estan impulsando las humanidades en la di-
Tecci6n de las ciencias sociales histéricas; el mismo
proceso se esta desarrollando en las ciencias. Desde
el centro, las ciencias sociales se estén concentrando
30
més en “las cosas” de las ciencias que en sus métodos
y, en la medida que estan reconociendo la importancia
de asuntos “culturales” amplios en cada disciplina, se
esta derrumbando la justificacién intelectual de las
disciplinas basadas en areas independientes.
‘A medida que el complejo entero se autodestruye
(las ciencias/ciencias sociales/humanidades), esta
ganando actualidad lo que algunos llaman una vision
posmoderna. Charles Jencks describe esto como un
“absolutismo relativo u holismo fragmentado [...] la
naturaleza discontinua y en desarrollo del crecimien-
to cientifico, y el hecho de que todas las propuestas
de la verdad son sensibles al tiempo y al contexto”
(Wencks 1989: 59). Sin embargo, el idioma (como el
tiempo y como el espacio) no necesariamente pierde
su dimensién simbélica, sintdctica y representativa
con la restauracién de la disposicién divagadora, rit-
mica y semistica. No se puede descartar la posibili
dad de reunir a los dos. De este modo, aunque la idea
de la esfera “social” del siglo xix causa problemas hoy,
no hemos llegado al final de las agendas sociales y de
responsabilidad. Por el contrario.
Hace 40 afios, durante un periodo de condiciones
determinadas muy diferentes, C. Wright Mills exhor-
16 al cientifico social a participar directamente en la
construccion de la historia. Su idea de la ciencia so-
cial era intervenir de manera efectiva para un mejor
futuro, determinando alternativas dentro de los limi-
tes de la posibilidad histérica. El defendia una politi-
ca de la verdad y de alternativas morales (unos afios
antes E. P. Thompson llamé a éstas el “ser” y el “de-
ber’). Con este fin esgrimia la persuasién como una
combinacién de libertad que serviria como antidoto
en contra de la racionalidad instrumental de la buro-
cracia, y la raz6n, que serviria para evaluar opciones
(Mills 1959).
Lo que ahora estamos viviendo, lo que nos aparta
del periodo en el que Mills estaba escribiendo, es la
posibilidad mucho mayor de accién humana para
31efectuar el cambio ofrecido en un periodo de transi-
cién. Los estudios de complejidad describen que el
mundo de la naturaleza, al igual que el mundo hu-
mano, obtienen orden del caos; esto también es crea-
tivo. No obstante, los momentos de transicién “en los
que el sistema puede ‘elegir’ entre mas de un futuro
posible” son histéricamente raros y surgen sdlo cuan-
do los sistemas dinémicos, incluso los sistemas so-
ciales, se desestabilizan al alejarse del equilibrio por
su propio desarrollo interno (Prigogine y Stengers
1984: 169-170). Si es verdad que nuestra triple co-
yuntura marca una crisis sistémica, es decir, de las
estructuras materiales y relaciones sociales del mun-
do centrado en Europa como se habia desarrollado
desde el siglo xvi, y hay todas las razones para creer-
Jo (Hopkins et ai. 1996), entonces estamos viviendo
‘uno de esos momentos inestables de transicién (com-
parables a la transicién del feudalismo) cuando el fu-
turo se convierte en un futuro abierto, mas que uno
regido por leyes newtonianas, determinado tnica-
mente por elecciones creativas y circunstancias con-
tingentes.
Las presiones desestabilizadoras estan forzando
el cambio; éste es un momento de optimismo, no de
dimision, ya que en el futuro abundan las posibilida-
des. Pero también es una ocasién para las acciones
con un compromiso y un propésito, ya que ningiin re~
sultado final es predeterminado. La transicién, que
prevaleceré los préximos 30 0 50 afios, sera rica en
fluctuaciones, es decir, inestabilidad social —una fal-
ta de orden ya comprende el “orden del nuevo mun-
do*, De hecho, los sistemas inestables imponen me-
nos restricciones, menos limitaciones. El ejercicio del
libre albedrio esta asi menos restringido y, con su ca-
pacidad de amplificacion masiva, podria constituir
una opcién moral irreversible y determinante para un
mundo social cualitativamente diferente.
Lo que ahora consideramos el modelo cientifico
tardé la mejor parte de cuatro siglos en dominar
32
nuestra perspectiva de sentido comtin. Ese modelo
incluye la discriminacién entre lo verdadero y lo falso,
en un mundo de elementos “objetivos” independien-
tes. Incluye la idea de que las explicaciones deben ser
reves, sencillas, y es mejor si se formulan en leyes
que admitan la ‘prediccion. Son exactamente estos
conceptos los que han perdido su legitimidad intelec-
tual. Sin embargo, contintan regulando nuestro pensa-
miento cotidiano. No estén codificados genéticamente,
son el producto de una mente universal humana; asi
‘como se desarrollaron se pueden cambiar. Asimismo
no son puramente cuestiOn de eleccién independien-
te, personal ni de individualismo cognitivo. Constitu-
yen lo que Eviatar Zerubavel ha llamado un “escape
mental social” (1997) y son compartidos por una co-
munidad de pensamiento que va més all de aquellos
que se hacen llamar cientificos.
Ciertamente hay evidencias de un replanteamiento
de la organizacién; digno de mencién es el estableci-
miento de centros de estudios avanzados y la restruc-
turacién considerada de las relaciones disciplinarias/
departamentales en las nuevas instituciones, como el
campus de la Bahia de Monterey del sistema de la
Universidad del Estado de California, o en institucio-
nes rehabilitadas, como la Universidad de Humboldt
en Berlin, Nuevas agrupaciones disciplinarias/depar-
tamentales también han emergido desafiando direc-
tamente la linea divisoria de los hechos/valores: la
ecologia, que toma el ambiente como su objeto de es-
tudio, mediante las ciencias llega a las ciencias socia-
les y a las humanidades; los estudios culturales, que
toman la vida cotidiana como su objeto de estudio,
mediante las humanidades llegan a las ciencias so-
ciales y a las ciencias. De hecho, un grupo de acadé-
micos, la Comisin Gulbenkian para la restructura~
cién de las ciencias sociales (1996), presidida por Im-
manuel Wallerstein, ha tratado explicitamente la na-
turaleza de la actual coyuntura y ha comenzado un
analisis programatico sobre hacia dénde deberiamos
33dirigimnos en los préximos 50 afios. Una cosa es cier-
ta, habra restructuracién; ademas de eso, s6lo pode-
mos predecir que se cuestionara. El escape mental
social no se transformara de la noche a la mariana y
las relaciones sociales con las que se asociaré no né-
cesariamente definiran un mundo mejor.
A sabiendas de que dichas transiciones estan lle-
nas de fluctuaciones y, por lo tanto, llenas de posibi-
lidades, Ia cuestién es como reunir el conocimiento y
los valores en la participacién activa del intelectual
en el proceso. gQué se debe hacer? Para la mayoria
de los intelectuales el primer campo de interaccién
social sigue siendo la academia, ya sea en el salon de
clases, en el salon de maestros o en una conferencia
de académicos; de igual modo, dadas las presiones
estructurales de la actual coyuntura, es justo en es-
te Ambito en el que una pequeria fuctuacién puede
tener grandes consecuencias. El tinico “objeto” —el
creador individual, héroe del modernismo— esta su-
friendo serios ataques, y ese constructo social, el in-
dividuo inquebrantable, independiente, interesado en
‘si mismo pero responsable, el “sujeto” liberal, ha per-
dido sus apuntalamientos ideologicos. Asi como la re-
lacién entre sujeto y objeto se ha vuelto problematica,
la relacién entre el profesor y el estudiante debe re-
considerarse con el fin de crear un nuevo sujeto cola.
borador, mas acorde con la vida de los hombres y
mujeres reales absortos en construir un nuevo mun-
do. Varias expresiones de complejidad se estan fusio-
nando para formar nuevos modelos de realidad social
en todas las disciplinas. Estos modelos pueden alte-
rar fundamentalmente nuestra percepcion de dichas
contradicciones como el determinismo contra el libre
albedrio, la estructura contra el organismo, el Estado
contra ¢l individuo, el totalitarismo contra la demo-
cracia, cada una relacionada con las dos culturas de
manera particular. Por ejemplo, la divisién entre el
conocimiento y los valores hace posible que una pers-
pectiva como el “neoliberalismo” pase por alto el im-
34
pacto humano de las politicas basadas en éste, es-
condidas detras de la metodologia econometrica, la
teoria de la eleccién racional y una verdadera insatis-
faccion con el Estado (pero todo eso es otra historia)
Para concluir, permitanme aventurar una res-
puesta, aunque sdlo sea parcial y tentativa, acerca de
lo que deberiamos estar haciendo al sugerir que la
combinacién de libertad y razén que Mills concibi6
‘como persuasion, en la actualidad se deba interpre-
tar como una confrontacién (Herron 1988: 122; Graif
1987: 262). La confrontacién a la que me refiero se
encuentra entre estos modelos alternativos y las con-
secuencias ldgicas que generan cuando se llevan a
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Estudios de la complejdad y las ciencias huma-
ras: presiones, iniciativas y consecuencias del
predominio de las dos culturas, de Richard Lee,
‘erminé de imprimirse en la Ciudad de México,
durante el mes de noviembre de 1998, en los
talleres de Signum Editores, S. A. de CV, Col.
Exhacienda de Coapa, Mexico, D.F. Se impri
micron mil ejemplares més sobrantes sobre ps
pel bond de 90 gs. En su composicién se uti
2aron tipos Bookman Old Style de 12, 11,
FS Tipta ta coreceitn de estloy eda dente
a estuvieron a cargo de Clara Elizabeth Castillo
‘Alvarez; la lectura de pruebas, de Juana Xéchitl
Escamilla Barranco; las caracteristicas y composi-
cin tipogréficas, de Alida Casale Nunez.