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Biblioteca de PSICOLOGIA PROFUNDA 20, 82, 33. A. Froud - Pricoandlisis de de- Ssarralio del nino y del aden. conte A. Freud - Psicoandlicis del Jardin de infeniesy a eduencién el nino ©.G- Jung - La paicalogta de le transferencia C.G. Jung - Stmboloe de trans- formacion A. Freud - El psiooondliisy la srienza del nino A, Freud - BU psiconnaliss in- fait 9 la elénien . C. G-dung La Interprevacin de (a naturaleza y ta psique WR. Bion -Aleneione fnterpre- ‘acién CG Tong - Anquetipon on consswiente calectivo AUProud - Neurosie ysintor ‘natologéa infant C.G. dung - Formaciones de to innconseiente . LL Grinborg -Zdentidad y eam b ‘A. Gara - Psiconnaicis de los suenas ©. Fenichel - Teoria psico- ‘naldtia de les neurosis Marie Langer ~ Maternidad y ‘Hanna Sogul-Introduccidna la ‘obra de Melanie Klein 5. W. R. Bion « Aprendiendo de ia experiencia CG. Jung’ - Psicologia y simbdlica del arquetipo A. Garma «Nuevas aportaciones al psicoandliss de lax suenos | Arminda “Aborastury = Apor- lacionesslpsicoanlisisde rion ‘A. Garma - BU psicoandlisie, Teoria clinica y tenica RW. White -B7y09 0 realidad (en la teoria psicoanalition Ea 36 37, 40, 2 “4 46 48. 43. 66. er. 68, W. Reich « Le fumcin del or- gasmo J. Blogor ~ Simbiowie yam. biguedad J.Sandler, Ch. Dare yA. Holder Bl pacientey el ondtisio. ‘Anna Freud -Nermalidad y pa- Iologia ex a nino S. Leela y J.D. Nario Deven mavearar lo real. BI objeto en sicoanclice| I. Boronstoin - Familia y enfer- ‘edad mental 1. Berenetein ~ Bt complejo de Eidipo.Retructuras eignificacion J. Bowlay -BY vinoulo ofetivo 4. Bowlby -Lo aspareciin afee: tia S-Bowlby -La piri vfectie, Tristea 9 depresién ELH. Rolla = Familie y perso alidad TL. Beronstoin - Peicoandliie y ‘semiitiea de le suohoe Anna Frond - Retudias pico ‘analiticos 1. 0. Keraborg La teria delasre laciomes abjeiele yal paicail. ‘is eltaica 1M. SamicAlt - Cuerpo ren, cuer- po imaginare 4. RBlon- Semineroe de pa Coanalite " Chassoguet Sings! - Loe aminoe at onto @Grodiec = Las primera 22 Conferencias paisoneliticas Dara efermoe SEA Siatzon «Bt ani jn. ‘ono defor uetce "Fanos = Gramaice de oe ‘Kone Freud Et yo y los ‘Anns Freod «Bl yoy lor mca ‘ison de defines Fins Robt - La redourcién det semtome Luis Hornstein * Piera Aulagnier Marfa Lucila Pelento * André Green Marfa Cristina Rother de Hornstein Hugo Bianchi * Maurice Dayan Elena Friszman Bosoer CUERPO, HISTORIA, INTERPRETACION Piera Aulagnier: de lo originario al proyecto identificatorio PAIDOS Buenos Aires Bareolona México ‘Traducelén de Trene Agoft (apis 2, 4, 6, 8, 9 y 12) Cubierta de Gastavo Macri Jo. edicién, 1991 Impreso on ta Argentina - Printed in Argentina ‘Quads hecho el depdsito que previene la ley 11.723 © Copyright de todas las ediciones on castellano Balterial Poids SAICF Dofensa 599, Buenos Aires Bdicfones Paidés Ibérica SA Mariano Cubt 82, Barcelona Editorial Paldés Mexicana SA ‘Guanajuato 202, Maxon 1a roproducetin total o parcial de este bro, en cuslquier forma que se ‘déntica © modificads, eserita » méquina, por el sistema “multigraph’, ‘mimosgrate, impreso por folocopi, fotoduplicacién, ote, no autorizada por Toa edilores, viola derechos reservados. Cualquior utilisactén debe ser previamente solicitada, ISBN 95012-41556 INDICE Primera parte DE FREUD A PIRRA AULAGNIER |. PIERAAULAGNIER-SUS CUESTIONES FUNDAMENTALES, Dis Hrs u ce a Introdueci6n, 11. 1. Edipo, 38.2 Pulsiones, 48. 8. Aparato peiquin, 55. 4. Identifieacién, 71. 5, Técnica, 78,6, Pelosi, 9. Bibliografle, 110. Segunda parte ‘CUERPO ‘NACIMIENTODE UN CUERPO, ORIGENDEUNAEISTORIA, Piera Aulagnier a Protmbulo, 117. Los discursas sobre el cuerpo, 128. La “pucata 20 vide" del aparato psiquieo, 187. Eheverpo para la medre, 51 El efectosustimionto oo la vida infantil, 15 DUELO ¥ TRASTORNOS PSICOSOMATICOS, Maria Lucila Pebent oven Bibliogratia, 181, RESPUESTAS A PREGUNTAS INCONCEBIBLES, am ‘Tercore parte HISTORIA, . LOS DOS PRINCIPIOS DEL FUNCIONAMIENTO IDENTIFICATORIO: PERMANENCIA Y CAMBIO, Piera Aulognier ou . Sao 1. Bl conflict identlicatoro, 218.2. La potencialidad paicdi ‘come precio del compromiso identiicatoro, 227 a7 1 10. 1 a, . {REPETICION 0 HISTORIA?, Hugo Bianchi 5. HISTORIA LIBIDINAL, HISTORIA IDENTIFICATORIA, 238 ‘Marta Cristina Rother de Hornstsin ‘Cuerpo, afostoy representacion, 240. Construcdiénidentifieetoria: tly come devnir, 250, Bibligraia, 264, L. Tiempo y repeticin, 266, 2. Tiempo y fantasia, 22. 8. Trans- ferencia y repelicién, 276. 4. Historia o repetiién, 250. Biblio. graf, 288, INTRODUCCION ORAL A LA LECTORA DE EL APREN. Diz DE HISTORIADOR Y EL MABSTRO-BRUJO, Maurice Dayar Caatta parte INTERPRETACION EL TRABAJO DE LA INTERPRETACION. LA FUNCION DEL PLACER EN ES, TRABAJO ANALITICO, Pier Aulagnier ‘A moo de profacio, 317, Consideraciones préliminares, 319. EL TRABAJO CLINICO Y SUS OPCIONES TEONICAS EN LA.CURA PSICOANALITICA, Blena Friszman Bosoer. we Tntroducelén, 342. Posiciones y rela fundamental en la cra, La ‘escucha y ol sabor, 242. Intarpretacién, 845. Bros y Ténatos on, clyo, $45. La actividad dela dudaen el pensar: Laincertidumbre. La iusisn y ol ponsamionto auténomo, 348, Transferencia, placer y tiompo futuro, 351. Historia singular. Los limites de lo deeibley deo interpretable, 952, Rememoracién y figdratividad, 355. air DIALOGO CON PIERA AULAGNIER, Luis Hornstein cen 860 El vinculo realidad pstquica-realided, 861. Paloosis, representa ‘don, historia, 364, Deseo de hijo, desso de maternidad, 857. ED Jenguaje,elinconscientey ol yo, 368. La pulsion de muerte: deseo 0 no deseo, #71. Pasiin de transforencia, lionacién y ética del ‘oicoandlisi, 378. El poicoandlisis franegs contemporsnee, 375. La telacién tebrico-cinies, 378. PIERA AULAGNIER, Maurice Dayan . 380 LISTADO CRONOLOGICO DE LA OBRA DE PIBRA AULAGNIBR woo. 895 Primera parte DE FREUD A PIERA AULAGNIER “onset er A 1. PIERA AULAGNIER: -SUS CUESTIONES FUNDAMENTALES Luis Hornstein INTRODUCCION “En Ia empresa cientifica no deberta haber espacio para.el horror @ lo nuevo. Por su cardeter eter- namente incompleto e insuficiente, Ia, ciencia estd condenada a confiar para su salud en nuevos descubri- ‘mientos y concepciones. A fin de no sufrir féiciles desenganos, hard bien en abroquelarse.en el escepticismo y no aceptar nada nuevo que no haya resistido un riguroso examen. No obstante, en ocasiones esteescepticis- moexhibe dos caracteres insospecha- dos. Se pone rigido frente a lo nuevo que llega, en tanto tiene por sacro- santoa lo ya consabidoy cretdo, con- tentandose con desestimar aquello, un antes desometerloaindagacién” (Freud, S., 1924), iL “Multiplicidad de las petsonas psiquicas”: es as{ como Freud |etransmite en 1897 a Fliessu idea de una t6pica. En esa misma carta insiste: “B] hecho de la identificacion admite, quiz4, ser tomado literalmente” (21). Hasta un cuarto de siglo més tarde Freud no conceptualizaré esa “multiplicidad de las personas psfquicas”. La t6pica freudiana os una pluralidad de instancias, ‘Ademés del inconsciente reprimido, Freud postularé lo inconsciente represor: aspectos inconscientes del yo y del supery6. El superyé tiene un patrimonio energético dife- renciado y es definido “como una real y efectiva cons- telaci6n estructural y no como una abstraccién”. Bsa “multiplicidad de las personas ps{quicas” origina los conilictos inter e intrasistémicos. 70 cl conflict no puede ser pensado sdlo en au dimensién t6pica. E) conflicto, para Freud, remite al triple registro de su metapsicologia. Registro topico: preconsciente-inconsciente; ello, yo, superyé. Registro dindmico: conflicto pulsional (Bros y pulsin de muerte). Registro econémico: energia libre y ligada, proceso pri- mario y secundario. #] abandono de cualquiera de los tres registros empobrece la metapsicologia. En el posfreudismo suele ocurrir que cada escuela privilegie un concepto freudiano, lo afsle disocidndolo del término antitético del cual es solidario y lo amplifique descentréndolo de todo aquello que lo vuelve activo en el conjunto teérico. Una tarea imprescindible es la reconstruccién de la tépica freudiana, delimitando las fronteras de sus pro- vincias para evitar atribuirle a alguna de las instancias la totalidad del campo te6rico. El inconsciente reprimido fue privilegiado por Lacan y por los analistas franceses que se formaron con éi, En el iitimo Lacan hay un énfasis en aquello que esta més alld del campo de la repre- | sentacién. Al definir lo real como lo imposible se produjo un deslizamiento desde el inconsciente reprimido aaque- | 12 Uo que no cesa de no inscribirse. Por otra parte, él yo he j sido mds trabajado por la escuela norteamericana. Pero | | se loautonomiz6 y se lo sustrajo del conflicto. Por su lati, | os kleinianos han privilegiado lo arcaico, tanto el ello , como el supety6, no como antecodente procesal sino més | bien como fundamento siempre operante, descuidando | los aspectos neursticos. En cada pais, el andlisis debi6 afrontar las resistencias ideolégico-culturales y, por supuesto, no salié ileso sino mediante una formacién de compromiso. En Estados Unidos las resistencias mayores procedieron de la me- dicina; en Francia, de la filosofia. En 1925 Freud las identifies como las dos principales resistencias (37). “De modo que més que del retorno de lo reprimido habria que hablar del retorno de lo represor”. Con ello alerta Pontalis acerca del descuido y, hasta de la repre- sién, que en el psicoandlisis francés hubo de las instan- cias represoras. El. yo, ese yo al que se consideraba desmantelado definitivamente, ese yo unificado y uriifi- cante, que puede reconocerse como si-mismo, como si y mismo, como unidad y continuidad; que contiene la multiplicidad de identificaciones, ha retornado, dice Pantalis, y es indicador de una problemética freudianano resuelta (72). El enfrentamiento entre dos concepciones del yo es una cuestién nuclear en el psicoandlisis contempordneo. Le teoria freudiana asigna al yo las funciones mas diver- sas: control de la motilidad y de la percepcién, prueba de la realidad, anticipacién, pensamiento; pero también: desconocimiento, racionalizacién, defensa compulsiva contra las reivindicaciones pulsionales. Esta bipolaridad hallevado al psicoandlisis norteamericano a optar por las fuaciones auténomas del yo, por su adaptacién a la realidad, haciendo intervenir nociones como las de ener- gia neutralizada a disposicién del yo, esfera no con- flictual; funcién sintética. 13 Entre el yo imaginario de Lacan y el yo auténomo de Hartmann bay oposicién teérica. Reducir el yo a'su funcién adaptativa implica retroceder a etapas pre- freudianas pero, a la inversa, reducir el yo auna imagen engafiosa implica subestimar su funcién dinémica. E] dogmatismo, tanto én un sentido como en el otro, répi- damente linda con la inccherencia. No es coherente afirmar la alienacién total, definitiva del yo; asf como, en una perspectiva opuesta, postular la autonomia del yo (65). El yo; decia Froud, “contiene la historia de las elec- ciones de objetos”. El yo, agregar P. Aulagnier, es efecto de la apropiacién de los enunciados identificatorios que sobre é] formularon los objetos investidos. Pondré luego a prueba sus deseos y sus afectos y se comprometeré en sus actiones, enunciando sus propios pensamientos y sus proyectos singulares. Este yo capaz de enunciacién es la instancia a la cual el analista no puede perder de vista.? | co 1. Freud, en 1926, cuando advirtié la lectura tendenciosa que no pocos de sus discipules habfan hecho de sus formulaciones de las dopondentias del yoen 1923, formulé:“Entonces os atinadopreguntar véimo se compadece este reconocimiento dela potencialidad del yo con ‘a deseripcién que esbozamos, en el estudio Ei yoy el ello, acerca dela posi de ose mismo yo, Deseribimosalilos vasallajes del yorespecto el ello, asi como respecto del supery6, su impotencia y su apronte langustiado hacia ambos, desenmasearamos su arrogancia trabajosa- mente mantenida. Desde entonces, ese juicio ha hallado fuerte eco en Ja bibliografia psicoanalitica. Innumerables voces destacan con insis- tencia la endeblez del yo frente al ello, de lo acorde a la ratio frente a Todemonfaco en nosatros, prestas a hacer de esa tesisel pilarbésicode. ‘una cosmovisién psicoanalitica. La inteleccién de la manera en que la. represién demuestra su eficacia, {no deberfa mover a los analistas, justamente a ellos, a abstenerse de una toma de partido tan extrema?” (39). La insistencia en las exigencias a que estaba sometido el yo fue déformada por un planteo de la impotencia del yo, negando de esa ‘manera lacompleja arquitecténica freudianadel aparato psiquico. Alli donde Freud hablaba de dependencia, algunos descubrian una debi- lidad que era el signo de una inferioridad ontolégica. 14 Como psicoanalistas sabemos que no debiéramos considerar al yo como una realidad en s{. Proponer al yo como una realidad independiente entrafia el peligro de rechazar hecia el pasado su relacién con el inconsciente y nos hace olvidar que contintia estando en el campo del conflicto. Pero también sabemos. que considerar al yo como mera apariencia y sin ninguna consistencia en. relacién con el inconsciente conduce inevitablemente a perder el punto de vista t6pico y dinémico, y a abandonar Ja concepcién que propuso Freud de la vida psiquica: centrada en el conflicto entre instancias. TK partir de 1970 se produjo cierto viraje en la inves- tigacién dentro del campo psicoanalitico francés, tal como Jo evidencia la obra de P. Aulagnier: aumenté el interés por el yo y por la actividad de pensar.) ,Cuéles son las cuestiones metapsicolégicas que conciernen a una teoria del pensamiento en nuestra préctica? “Qué quiere decir pensar, bajo qué condiciones semejante actividad resulta posible y pensable,son cuestiones que comienzan a ocupar el frentedela escena. Por cierto que queda por recorrer un largo camino, pero nos parece un buen augurio para el futuro de nuestra disciplina comprobar que, lejos del ruido de las nuevas modas o del taciturno machaqueo del dogma, comienza a descifrarse una via a la cual, efec- tivamente, s6lo la obra de Freud podria conducirnos. Pero que él mismo no habia aun recorrido” (3). Dilucidar la genealogia de un desarrollo teérico re- quiere, ademés de delimitar el élgebra de sus estructuras formales que lo dotan de su coherencia interna, situar histéricamente las instituciones y los précticas que pre- sionan sobre las formas conceptuales y que constituyen el “saber”. Es la tmica forma de inteligir la existencia histérica de una disciplina y evitar la ilusién teoricista que se empantana en un formalismo ahistorico al su- 16 poner que el psicoandlisis se agota en sus estructuras eonceptuales; como si los conceptos surgiesen y se de- sarrollasen puros e incontaminados a partir de psi- ‘coanalistas también puros e incontaminados de las in- fluencias histérico-ideolégicas. ‘Cuanto menos sepamos del pasado y del presente més incierto ser nuestro juicio sobre el porvenir —advierte Freud— (41), Haré un somero inventario del horizonte ‘epistemoldgico e ideol6gico del: psicoandlisis francés de Jas Gltimas décadas. fla fenomenologfa que imperaba en la década del 50 privilegiaha la descripcién de los fenémenos. A partir del estructuralismo, el origen del sentido ya no podia estar situado donde crefa el fenomenslogo —en el autor del discurso, en el individuo que cree expresarse—, sino que residia en el mismo lenguaje. La estructura inconsciente se habfa convertido cn la implacable razén ds todo, la logica necesariamerite no percibida de la cual las-con- ductas eran el efecto involuntario, ciego y sintomatico. Se generé un platonismo de las formas que evacuaba todo reconocimiento de dindmica de fuerzas del conflicto, promoviéndose una apologia fatalista de las estructuras. Al flujo de los aeontecimientos —tiempo historicista—se lo consideraba una fébula empirista. La difusién de la teoria lacaniana fue contemporénea con un proyecto estructuralista que propagé ciertas con- signas: la muerte del hombre (Foucault); el anti- humanismo teérico (Althusser); la disolucién del hombre (Lévi-Strauss). Lacan tuvo la suya: “muerte del yo”. E. Roudineseo resume Ja historia del estructuralismo francés puntualizando dos momentos teéricos. En un primer tiempo, la lingifstica es utilizada como ciencia piloto en el psicoanglisis y en la etnologia; en un segundo tiempo, surge un conjunto de trabajos que tienen comocje organizador la evaluacién del estatuto de las “ciencias hymanas”, planteando Ik primacia del lenguaje sobre el 16 pensamiento, del sistema sobre lo vivido, de la forma sobre el contenido, de la letra sobre el sujeto, de la sincronfa sobre la diacronia (78).* Cornelius Castoriadis, en su exhaustivo estudio de las ideologfes que han impregnado desde hace un tiempo la escena parisiense, subraya la exclusién de lo social e hist6rico, del pensamiento y la praxis, Sugiere recuperar la dimensién de historicidad que supone una subjetividad que puede pensar su presente, su pasado y su futuro (13). Es evidente que la episteme contempordnea est atra- vesandoporel debate modernidad-posmodernidad. ;Cémo dilucidar sus efectos en el psicoandlisis? Alrededor de la cuestién del “fin de la historia” se articulan casi todas las polémicas. Sus consignas principales son: *muerte del sujeto”, “disolucién del hombre”, “crisis dela razén", “era del vacic”, “derrota del pensamiento”. Se configuré una ideologfa que hace cinénimos lucider y pesimismo. ‘Nuestrosiglodecienciay téenica es desesperadamente religioso. Para muchos el psicoandlisis se convirtié en una ideologia: creencia refinada de los que estén seguros de no creer ya en nada, creencia nihilista que provee ese tono dsperodonde el escepticismo hastiado se hace notar. Se ha expandido la imagen de un hombre ineapaz de 2, El estructuralismo privilegis un primado del osquena combinatorio y su provalencia con rospocto a todo contenido. Nada ‘menos que Foucault —une de los padres del estructuralismo—eseribe on 1977: "No veo quién puede ser més antiestructuralista que yo", refiriéndose ala eliminacién deta categorfa de acontecimiento y dea ‘storia. Enfatiza que rechaza en sus conceptuelizaciones el recurso sbeeluto al eampo simbélicooal dominjode les eatructarascignificentes, privilegiando, en cambio, las relaciones de fuerza y Tos conflietos que Go all dorivan: “Pienso que no hay que reforirse al gran modelo do Ta lengua y de las signos, sino al de la guerra y de Ts batalla. La historicidad que nos arrastra y nos dotermina es belicose; no es , engusjers” 19), qT comprometerse en una accién colectiva, Jo que conlleva una pulverizacién del yo. Freud pensaba al yo no sélo como instituido, sino también como instituyente. Destacé siempre su capa cidad de innovacién y de invencién por oposicién a la repeticién y ala décil adaptacién. Ast escribe en 1926 que el yo no sélo tiene como meta la adaptacién a la realidad, sino “también es posible intervenir en el mundo exterior alteréndolo y produciendo en él, deliberadamente, aque- las condiciones que posibiliten la satisfaccién. Esta ac- tividad se convierte luego en la operacién suprema del yo: decidir cuando es mas acorde al fin dominar sus pasiones ¢ inclinarse ante la realidad, o tomar partido por ellas y ponerse en pie de guerra frente al mundo exterior: he ah{ el alfa y el omega de la sabiduria de vida” (40). ) al P, Aulagnier es una de las autoras que mejor ilustra el nuevo panorama del psicoandlisis francés de las dos ltimas décadas. Es un psicoandllisis vivo, aunque esa vitalidad no excluya cierto desconcierto. Ese cambio de paisaje se evidencia por el surgimiento de una compleja constelacién conceptual: —recuperacién de ciertas problematicas (el conflicto, lo econdmico, la historia, lo corporal, lo pulsional, la problemética identificatoria y la realidad); — retorno ala clinica y aun mayor interés por los cuadros “en los limites de lo analizable”; —replanteo de la cuestién del proyecto terapéutico y de la ética del psicoandlisis; — evitacién de la huida a la filosofiay a la psicoliteratura (tentacién tan francesa); — puesta en primer plano del problema del narcisismo y los ideales; 18 —jerarquizacién del tema de la pretransferencia y su vinculacién con la divulgacién y fetichizacién del psicoandlisis; — revalorizacién de la ilusién como dimensién fundante, constitutiva y transformadora de la realidad. Piera Aulagnier aborda y profundiza probleméticas cruciales del psicoandlisis contemporéneo. Su obra es una elaboracién acerca de los fundamentos que no pierde de vista la clinica. “La practica no puede ser sino tecrico- clinica”. Este enunciado resume una conviceién profunda gue la evé a subrayar la implicacién de la teorfa en la escucha ("teorizacién flotante”) y de lo escuchado en la teorizacion. Es posible diferenciar en sus escritos distintos mo- mentos tedricos. En una primera etapa, hasta 1968, desarrolla temas psicopatolégicos: estructura maniaco- depresiva, psicética y perversa. Una segunda, en la cual predomina une reflexién sobre la relacién teoria-préc- tica. Finalmente, una tercera, en la que realiza una revisién exhaustiva de la metapsicologia en La violencia de la interpretacién (1975), que prosigue con Los destinos del placer (1979), El aprendiz de historiador y el maestro- brujo (1984) y Un interpréte en quéte de sens (1986). En sus primeros trabajos, las referencias mayores son atin lacanianas:el deseo del Otro, la castracién simbélica, el Nombre-del-Padre, la primacia del significante. Pro- gresivamente emergen en sus textos sus propios con- ceptos: violencia primaria y secundaria, sombra hablada, portavoz, proceso originario, pictograma, proyecto iden- tificatorio, enunciadosidentificatorios, contratonarcisista, causalidad interpretada, pasién de transferencia, yo historiador, interpenetracion, y tantos otros. Esos con- ‘ceptos que forjé son testimonio de un didlogo y un debate ejemplar con la clinica, 19 Se destacan en sus escritos algunas “cuestiones fun- damentales”: la psicosis, el yo, la historia, lo pulsional, la realidad, el pensamiento, la interpretacién, el proyecto terapéutico, la pasién, la alienacién. Retrospectivamente podemos definir un eje privilegiado en el itinerario te6rico de Piera Aulagnier: el proceso identificatorio. El yo no se constituye como una ménada, sino en el espacio de la relacién con el Otro. Es por la historia de la relacién con sus objetos que el yo construye la propia. El yo, “aprendiz de historiador”, oponé sus frdgiles construcciones a ese “maestro-brujo”, él ello, metahistoriador de un texto sin palabras que ningtin discurso podré modificar del todo. El yo noes “auténomo” como el de la ego-psychology. No puede ser pensado sin relacién con aquello que no cesa de acompafiarlo y deter- minarlo; el inconsciente reprimido. Si bien las primeras identificaciones son provistas por la madre, él yo es también una instancia identificante y no s6lo un titere del discurso materno. | La elaboracién de P. Aulagnier —como el yo— fue primero enunciada para poder ser enunciante sin dejar de reconocer sus filiaciones —Freud y Lacan—. Enun- ciante de un proyecto quele es propio y que singularizasu vinculo con la teoria y la préctica analitica. ‘A pesar de su postura critica a las propuestas insti- tucionales de Lacan y a la modalidad que asumi6 su practica, nunca dejé de reconocer su deuda tedrica: “A ‘Lacan le debemos la importancia que han llegado a tener en la teorfa analitica los conceptos de simbélico y de imaginario; también le debemos un cuestionamiento del psicoandlisis y una teorfa acerea de la identificacién dela cual la nuestra ha tomado lo esencial” (1). Realiz6 como pocos aquello que Laplanche define como trabajo de filiacién: esa elaboracién psiquica que permite el desa- simiento del progenitor, pero continuando su obra (59). 20 La reflexién de P. Aulagnier concierne especialmente ala Topica. Topigue es el nombre de la revista que fund6 en 1969 y que dirigié hasta su muerte. Su teorta del aparato pstquico no es una mera relectura de Freud, ni tampoco una adicién de Lacan a Freud. Al recuperar la complejidad de la segunda t6pita freudiana e incor- porarle ciertas elaboraciones de Lacan, produjo una t6- pica diferente. No sélo retoma la oposicion entre repre- sentacién de palabra y representaci6n de cosa; sino que también indica las modifieaciones decisivas aportadas por el lenguajeal funcionamiento del aparato psiquico. E] hecho de poder nombrar imagenes y afectos est asociado con la capacidad del enunciante de reflexionar por sf mismo, de reconocerse mediante la asuncién de un cierto atimero de enunciados autodesignativos. P. Aulagnier también le otorga un valor esencial a lo originario carac- terizado por ls ausencia de toda referencia que permita separar entre un polo subjetivo y un polo de exterioridad. “Teoriz6 acerca de las relaciones entre el yo y el sujeto. Elyo tiene una organizacién que lo diferencia delas otras | instancias. El sujeto designa, en cambio, una dindmica que desborda la division en instancias. No se puede plantear el sujeto sin esta instancia fundada sobre el lenguaje y el pensamiento que es el yo (67). El sujeto os aquello que subvierte no solamente la pretensién del yo de igualarse al conjunto de la psique, sino también la posibilidad para el pensamiento de constituirse en orga- nizacion auténoma y de no estar sometido mas que @ sus propias leyes.? ‘3, Lacan, en surelectura de Freud, desplegé su concepto de sujeto concebido como efecto del significante. Sujeto irreductible a todo ‘aquello que sorfa representacién y significacién. El suieto, para Lacan, est a la ver presente y ausente en la cadena signifcante y se manifiesta do manova privilogiada en todo acuello que del dscurse ‘escapa.alaintencidneanscientede aquel quelopronuncie, Inasimiable ‘todo aquello que sea del orden de ta sustarcia del sor pensante, el, 2a P. Aulagnier cuestiona la extension dada por Lacan al concepto de significante. Sostiene que'sélo es legitimo aplicarlo al lenguaje propiamente dicho. No considera que debicra instituinse una heterogeneidad total entre sujeto y yo. La oposicion entre simbélico e imaginario es una dialéctica internaal yo. La distincién entre simbélico e imaginaric diferencia ese nticleo estable del yo de todas Jas figuras contingentes a las que reviste su proyecto identificatorio. El identificante tiene necesidad de ase- gurarse un identificado que sea para él una referencia inalienable. No comparte con Lacan la distincién neta entre un sujeto inconsciente determinado por lo simbélico y un yo consciente capturado en la ilusién de lo ima- ginario. Coincide con Rosolato: “Habria un exceso de simplifieacién si se considera el sujeto y el yo en una oposicién sin relaciones posibles” (77). Otro punto de divergencia es el lugar del pensamiento, la realidad y Ja historia en la teoria psicoanalitica. En tanto para Lacan Ja verdad del sujeto esta del lado del inconsciente, el pensamiento como aprehensién orde- nada y comunicable de una realidad objetiva es des- valorizado. La coherencia y la inteligibilidad del mundo no serfan otra cosa que un engafio imaginario que viene aenmascarar aquello que en la relacién del sujeto con lo real excede el registro de la representacicn. La cuestién del pensamiento en psicoandlisis es con- trovertida. Por la regla fundamental, el analizado es sujetoes, por el contrario, afectado porta carenciaradieal quelohace / fundamentalmente deseante. E} deseo es aquello que se encuentra subtendide y que sin eesar es relanzado por la carencia inscriptaen la psique de un cbjeto-causa radicalmente heterogéneo al campo de lo fgurable y de le representacién. Lacan establecié una oposicién tajante entre el sujetoy elyo;estetltimose forma. partirdelsimagen ‘especulary astd constituidopor la suma deidentificacionesal semejante / (63). 22 invitado a asociar libremente, y el analista, a su ver, escucha ¢ interpreta, no debiendo restringirse a una disciplina de inteleccién que se podria convertir en una actitud esterilizante. El pensar psicoanalitico no se re- duce a conexiones de ideas lineales, sino que pone en comunicacién lo alto y lo bajo, el centro y la periferia, lo formulable y lo informulable. Su trabajo esencial es la invencién de lo heterogéneo por un desplazamiento in- cesante de refarencias, y es de lo heterogéneo que pre- tende dar cuenta la funcién teorética. No se trata, para la teoria psicoanalitica, de dejar escapar este objeto incongruente, racionalizéndolo, ni intentar reproducirlo pretendiendo imitar el proceso primario (18). P, Aulagnier, yen eso sigue a Freud, sostienela validex relativa del pensamiento. Castoriadis puntualiza que el término “syjeto del inconscienle” no es de Freud. Para Freudel sujetoes transaccional,, producto de las diversas instancias.* 4, Se encuentre freeuentemente en la literature psicoanelitica de ‘estos altimos afr, la expresién “aujeto del inconsclente®. La realidad psiquica no era pensads por Freud como un “sujeto”, sino como una pluralidad de sujetos. En la obra freudiane como en le deloscontinua- dores, las “instancias” obran cada una por su cuenta y persiguen Sinalidades que les son propias. Entre estas finalidades, afirma Cas- ‘oriadis, a primera es perseverar en su ser propio (sentido timo de la resistencial: le especificdad, el ser aparte, de cada una de las instancias implica la existencia, para cada una, de un mundo propio, de objetos, de motos de relacién, de valoraciones que le son particu. ares. Se ha pretendido descuartizar al sujeto humano bajo dos mo- dalidades. 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Pero si siguiéramos este consejo al pie de la letra, répidamente comprenderiamos que la realidad humana, no ya la mitica, no se deja aprehender sino por la via de una actividad sensorial que sirvede selector y también de puente entre la realidad psiquica y aquellos otros espa- cios de los que ella toma sus materiales, empezando por su propio espacio somatico. Antes de adentrarnos en la funcién que va a cumplir el cuerpo como mediador y como apuesta relacional entre dos psiques y entre la psique y el mundo, examinemos las, tres formas de existencia bajo las cuales la realidad (y por ‘Trabajo publicado en 1986 (véanse pags. 294 y sigs.) 17 Jo tanto el cuerpo) se presenta al ser humano; el com- promiso que habrd de resultar nos proporcionaré la cuarta. Empleo aqut el término realidad en su acepcién menos teérica y més natural para el pensamiento huma- no: para el sujeto, la realidad coincide con la totalidad de los fendmenos cuya existencia constituye una evidencia. Esto no significa que todo sujeto reconozea un mismo conjunto de existentes, sino que para todos, a la inversa, sélo este conjunto ocuparé un sitio en las construeciones de su realidad. Pero estas construcciones, ya sean obra del proceso originario, primario o secundario, nos ensefian también de qué manera reacciona la psique ante la presencia de cualquier fenémeno capaz de modificar su estado afec- tivo. Este poder, al transformarlo en un acontecimiento psiquico, impone a la psique la evidencia de su presencia. Todo acto de conocimiento ests precedido por un acto de investidura, y éste es desencadenado por la experiencia afectiva que acompaiia a ese estado de encuentro, siem- pre presente, entre la psiquey el medio—fisico, psiquico, somatico— que la rodea. Sogiin la define Freud, la realidad ps{quica atestigua los efectos sucesivos y oscilantes de su encuentro con este medio, cuyas modificaciones sefalardn a la psique sus reacciones al encuentro mismo. La psique decodificaré estos signos utilizando claves diferentes segin el momen- to en que se opere 1a interreaccién. Al final de este predmbulo veremos emo trata el proceso originario a estos primeros signos relacionales o a estos “juicios de existencia’, cuyos efectos va a acusar aun cuando ignore la exterioridad de su fuente, para considerar en primer lugar lo que se instala desde e! momento en que la psique puede reconocer la existencia de un otro y de un mundo separados de ella. Los fenémenos que la obligan a tomar en cuenta el concepto de separable (paso fundamental, segtin la expresiGn del propio Freud, para el funciona- 118 miento ps{quico) podrén serlas manifestaciones del deseo obrantes en la psique de los otros ocupantes del mundo, © bien la consecuencia de las leyes que organizan el espacio sociocultural o incluso de las que rigen el funcio- namiento somético. Manifestaciones heterogéneas pero que la psique va no sélo a ineluir en ol mismo término de realidad, sino entre las cuales va.a comenzar por postular una misma relacién de causa-efecto. En la organizacién de este fragmento de reslidad que el sujeto habita inviste, asf como en el funcionamiento de su cuerpo, el sujeto leeré primero las consecuencias del poder ejercido por la psique de otros que lorodean y que son los soportes privilegiados de sus investiduras, De ahf esta primera formulacién de la realidad que el nifio va a darse: la realidad estd regida por el deseo de los otros. Mientras se permanece en la primara infancia, ol sujeto alberga la conviccidn de que todo lo que sucede ono sucede a su alrededor, todo lo que toca su cuerpo y todo lo que modifica su vivencia psiquica, es testimonio del poder que élimputa al deseo (el suyo y/o el de los padres); de que estos acontecimientos, por diferentes que sean, son los signos mediante los cuales un deseo confeso u oculto, permitido o prohibido, adopta una forma visible para su mirada. (Concepeién infantil siempre presenteenel adulto, sea cual fuere la instancia por la que sustituiré a los padres: cada vez que un acontecimionto del mundo viene a golpear y a trastornar nuestra existencia, el azar rara vez ocupa un sitio en el registro de las causas. Aunque el sujeto esté dispuesto a reconocer la “naturalidad” del acontecimiento, no por ello reeonocerd la “naturalidad” de su encuentro con éste.) Pero, una vez pasada la infancia, el sujeto no podr cohabitar con sus partenaires en un mismo espacio socio- cultural si no se adhiere al consenso que respeta la gran mayoria de sus ocupantes can respecto a lo que ellos van 119 a definir como realidad, Si no existiera este consenso, ninguna sociedad, sea la que fuere, podria preservarse; si 30 selo pudiera compartir, el sujetoquedariaexeluido de De abf que el sujeto tome en consideracién esta segun- da formulacién: la realidad se ajusta al conocimiento que da de ella el saber dominante en una cultura. Recordemos, porsi hace falta, que esta constatacién no data de hoy ni de la época freudiana; hace mucho que se sabe que para el hombre no hay realidad natural ni tampoco realidad puramente sensorial. Lo que aparece sobre la retina del ojo que ve un arbol es sin duda idéntico, ‘pero lo que el sujeto percibe seré muy diferente segin que reconozea en este drbol una especie vegetal o el depo- sitario del espiritude un antepasado. El analista es quien mejor ubicado esté para saber que nunca podremos cono- cer desde el interior lo que ve este otro eujeto.” A Freud le debemos esta tiltima formula: la realidad, en ltima instancia, es incoynoscible. Formula que, esta vez, es la constatacién de un pensa- miento tedrico que ha hecho todo el recorrido de lo que podia conocer de larealidad, y que supoaceptar que aesta toma de conocimiento se le sustrae indefinidamente un resto. Este “resto”, que se sittia fuera de lo cognoscible, me parece préximo a lo que Lacan definia con el concepto de real, diferenciado del de realidad. Lo real, diria yo para- fraseando otra expresiGn de Lacan, es lo que resiste ala realidad en cuanto realidad para y del humano, Pero aun es preciso incluir en este humano al analista, y reconocer 1. Claro est que ol impacto del discurso cultural interviene igualmente en la organizacién de nuestro mundo relacional y ético, y ademés ese mismo discurso nos proporcione los tinieos criterios que pueden decidir la verdad o falsedad de nuestros juicios. 120 que, como todo sujeto, esta constretiido a los limites que la “naturaleza” de su psique impone al trabajo de su pensamicnto, a su propésito de conocimiento. Pero dejemos a los tedricos y volvamos al profano: las dos formulaciones propuestas més arriba suponen, como se ha visto, que la psique ha podido dar ese “paso funda- mental” que le permitié reconocer la existencia de un “otra parte”. {Pero, qué sucede antes de este momento? Mientras espacio psfquico y espacio somético son indi- sociables, mientras ningun existente exterior puede ser conocido como tal, todo lo que afecta a la psique, tado lo que modifica sus propias experiencias, responder4 al ‘nico postulado del autoengendramiento. La psique jimputard a la actividad de las zonas sensoriales el poder de engendrar sus propias experiencias (placer 0 sufri- ‘miento), sus propios movimientos de investidura o desin- vestidura y, con ello, la unica “evidencia” que podria existir en estos albores de la vida. En este tiempo que precede a la prueba de la sepa- racién, la realidad, término que merece aqui comillas dobles, va a coincidir totalmente con sus eféctos sobre la organizacién somética, con las modificaciones, las reac ciones que tienen lugar en ella. La tnica formulacién que se le podria aplicar éeria la siguiente: la realidad es ‘autoengendrada por la actividad sensorial. ‘Una vez reconocida la exterioridad del pecho, primer representante de um mundo separado, el sujeto tendra acceso a ese muevo espacio de realidad en el cual unos “signos” captados por nuestros sentidos conformarén los dos soportes de toda relacién de lo que ellos perciben o suponen de sus deseos rec{procos: estos signos, por ex- celencia, forman parte de lo fantasmable, de lo inter- pretable, de lo pensabie. Por diferentes que puedan ser, Yvan a compartir un mismo eargeter: su presencia 0 sa ausencia ejercen un poder de modificacién sobreel medio, sobreel cuerpe y ante todo sobre el propio estado psiquico, 121 Modificacién objetiva o modificacién que sélo el inter- pretante ve o cree ver, lo que bastard para que se opere una automodificacién de su propia vivencia ps{quica, Por ese motivo es posible sostener que nuestro espacio relacional encuentra sus puntos de anclaje en los indicios or los que se presentan e inseriben, sobre la escéna de la realidad, las modificaciones actuantes en el espacio psi- quico de los dos polos de la relacién. Cuando conciernan al espacio somético, estas “modificaciones” van a cumplir una fancién sefialadora particular. Las tres formulaciones que he propuesto para definir la relacién de la psique con la realidad, pueden aplicarse exactamente a la relacin presente entre la psique y el propio espacio somético, También aquila actividad dé las zonas sensoriales, el poderlo todo del deseo, lo que el discurso cultural enuncia sobre el cuerpo, darén lugar a tres representaciunes del cuerpo y a las tres formas de conocimiento que la psique se proporciona a su respecto: tomas de conocimiento que se suceden en el tiempo, sin por ello excluirse entre sf, Ellas nos enfrentan a las tres, formas de existencia y con los tres principios de causa: lidad que la realidad y ei cuerpo deben preservar para no poner en peligro sus investiduras, motivo por el cual las tres tomarén parte en el compromiso que constituye ala cuarta, la més decisiva para nuestro funcionamiento psfquico. Larelacién de todo sujeto con ese cuerpo que lo enfren- ta.a su realidad mas cereana, mas familiar y més inves- tida, dependera del compromiso que haya podido anudar entre tres concepciones causales del cuerpo; las dos pri- meras responden a exigencias psiquicas universales y atemporales, mientras que la dltima serd no s6lo funcién del tiempo y del espacio cultural propios del sujeto, sino también la tinica que la psique pueda recusar, o remo- dificar y reinterpretar para hacerla conciliable con las otras dos. Ast pues, nuestra relacién con el cuerpo, asi 122 ‘como nuestra relacién con Ja realidad, son funcién de la ‘manera en que el sujeto oye, deforma permanece sordo al discurso del conjunto. Bs evidente que sus reacciones son consecuencia de la especificidad de su economia psfquica y no de la particularidad de su cultura, salvo ciertas condiciones excepcionales; pero el andlisis de los postulados del mensaje cultural me parece una excelente via para abordar la respuesta que la psique elegiré darle, No creo traicionar 1a complejidad del proceder ana- Iitico si digo que su meta es conseguir sacar a luz las razones y sinrazones responsables del compromiso ele- gido por un sujeto particular, y las consecuencias que de ello resulian en su relacién con el cuerpo, con los otros, consigo mismo: Pero, para hacerlo, forzoso es que nos refiramos a una forma de compromiso que juzgamos compartida en Jo esencial por un conjunto de sujetos que pudioron permaneccr fucra del campo de la psicopa- tologia: eompromiso que nosé bien si hay que definir como mayoritario 0 como normal, pero que permite al analista verificar y calibrar el impacto de} discurso dominante en una cultura dada; en la nuestra, el discurso cientifien, De af Ia interrogacién que planteo: gqué signifies para nuestra relacién con el cuerpo, para una captacion de nuestro propio funcionamiento somético la debili- tacién del discurso religioso en provecho del discurso cientifico? (Lamisma pregunta podria formularse respec- to de nuestra relacién con la realidad, Jo social, la ley... Pero sucede que es el cuerpo el que ocupa un lugar pivote sn este trabajo.) Fedo Iuogo, no tengo la ambicisn de responder a una pregunta tan compleja y fundamental. ‘Me limitaré a sefialar dos caracteristicas que separan y especifican al cuerpo tal como nos lo hacfa pensar el discurso religioso, y al cuerpo tal como nos|o hace conocer el discurso cientifico: la primera eoncierne al lugar, otor- gado por el primero y negado por el segundo, del deseo en 123 elorigeny destino del cuerpo; lasegunda atafie al registro de lo visible. La concepeién religiosa del mundo, que mareé a nues- tra cultura durante siglos no es reducible, ciertamente, a un fantasma. Toda religién es resultado de un largo trabajo de elaboracién, de sublimacién, de represién... Lo cierto es que ese cuerpo que los textos sagrados nos afirmaban conforme con el modelo de un primer cuerpo creado por Dios, ese cuerpo que reencontraremos intacto en el momento de la Resurreccion, podfa cohabitar eon una representacién fantasmatica que enlazaré siempre a su representado, y por lo tanto al cuerpo, con un deseo, ‘Todo discurso cultural tiene la misién de producir una suerte de aculturacién de una parte de las miras fantas- méticas; no esté en las posibilidades de este discurso eliminarlas, pero esté en sus posibilidades ofrecerles fines sustitutivos, compensaciones parciales. Hsta labor tendra més posibilidades atin de éxito mientras el deseo siga ocupando un sitio en lo que enuncia la cultura res- pecto de la organizacién, el destino, la naturaleza de los hombres ylas cosas. El euerpoconel quela ciencia nos en- frenta se caracteriza por la exclusién del deseo como cau- sa de su funcionamiento y como explicacién causal de su destino y su muerte. Este saber cientifico, este mismo sa- her en el que se inserté el diseurso analitico, que en otro tiempo no habria sido pensable ni admisible —poco im- Portan ademés las contradicciones, las recusaciones re- ciprocas que oponen estos dos saberes—, se propuso como meta, mas alld del campo de investigacién que privilegie, la demostracion de una verdad que ya no puede formar parte de lo sagrado, ni pretenderse una revelacién ine mutable. {Qué se produjo desde que el cuerpo se convirtié en un objeto privilegiado de observacién e investigacién? A qué deseo, a qué vision del cuerpo nos remite la ciencia? ;Qué 124 cuerpo nos incitaba a ver el discurso sagrado; qué otra imagen nos impone el discurso cientifico? Antes deque la mirada del hombredeciencia se posara sobre el cuerpo, el tinico objeto de observacién era un cuerpo visible y un cuerpo unificado, mientras el interior segufa signdole invisible, preservandose asi el enigma de su funcionamiento. El “erudito”, tanto como el profano, slo tenfan que habérselas con cuerpos enteros: el prime- ro podia apoyar sus certezas, a resguardo de lo demos- trablo, sobre la relacién presente entre los signos visibles de un sufrimiento y un interior invisible. Esta preser- vacién de una dimensién invisible permitfa que el sujeto profano hiciera cohabitar, sin mayor dificultad, la causa- lidad “erudita” imputada asu enfermedad y la causalidad divina imputada al ser asi de su cuerpo. Mientras la Iglesia pudo probibir la disecci6n y mientras esta prohi- bicién fue respetada, la mirada estuvo protegida del encuentro con un cuerpo que la hubiera enfrentado aun interior hecho de partes, de 6rganos, de pedazos. Esta fragmentacién fue acentuéndose cada vez més: la diologia ya no estudia los grandes sistemas, estudia la célula y, mas all, los elementos que la componen. Este saber suplanté le imagen de un euerpo por la de una reunién demiles de millones de células al servicio de una méquing altamente sofisticada y cuyo funcionamiento escapa al conocimiento que de ella pudiera tener el profano, “Y Dios ere6 la célula.” En cierto sentido importa poco la verdad o falsedad de este enunciado, pero basta formularlo para comprender que ya no se puede agregar “a la imagen de las eélulos de Dios”. Por supuesto, el sujeto puede volver @ hacer sitio a un Dios creador imputéndole un proyecto referido al vivien- te en su totalidad; sélo que, como ya hacia notar Freud respecto de Darwin, jestamos seguros de que el hombre puede contentarseconel lugar que un proyecto semejante 125 Ie asigna? Lo dudo. De todos modos, lo que aqui me interesa no es la relacién del hombre con Dios, sino su relacién con su cuerpo. Una vez que al cuerpo como totalidad se le sustituyé la oélula para tratar de dilucidar las leyes de su propio funcionamiento, y una vez que se demosiré que esas leyes conciernen al conjunto de células que constituyen al vivionte, al sujeto se le hace muy dificil postular un deseo como causa y como organizador de sw funcionamiento somético. Los destinos de su cuerpo se sittian fuera del deseo. Mientras el conocimiento del cuerpo privilegiaba su costado visible, el sujeto podia forjarse la imagen de su interior que le segufa siendo familiar, que él podia volverse decible mediante la apela- cién a metdforas compatibles con sus construcciones fantasmaticas. En el momento en que este interior se hizo visible, pas6 a ser por eso, paraddjicamente, algo que el sujeto profano ya no puede conocer sino dando crédito exclusivamente al saber de los especialistas. Otros saben, otros tienen el poder de demostrar la verdad de su afirmacién, otros tienen el poder de actuar sobre el funcionamiento del cuerpo. Este saber sobre el cuerpo forma parte, claro esté, de una biisqueda que, més alld del cuerpo, interroga al conjunto de los fenémenos del mun- do. Y precisamente por eso, discurso mitico, discurso religioso, discurso cientifico desembocan en definitiva en ‘un mismo resultado: imponer su construccién dela reali- dad. (Abriré aqui un breve paréntesis para seftalar que una de las consecuencias especificas del discurso cienti- fico fue desde siempre, pero de una manera cada vex ms radical, poner en duda esta certeza, esta evidencia funda- mental de la que gozaban nuestros testimonios senso- tiales. Pero no hay que olvidar que para que el funcio- namiento psfquico de cualquier hombre quede preserva- do, es necesario que este poner en duda se desplace a un nivel te6rico y no intervenga en lo cotidiano de su exis- tencia.) 126 Volvamcs al cucrpo de la ciencia y a lo que puede o no puede hacer el sujeto profano con los conocimientos que tenga sobre él. Recusarlos en bloque implicaria que el sujeto recuse al mismo tiempo aquello que la ciencia, y por lo tanto nuestra cultura, dicen sobre la realidad: hemos visto que el sujeto no puede sostener ese repudio sino excluyéndose de su espacio social y que, para con- servar su lugar en él, debe aceptar un consenso en cuanto alo que el término de realidad abarca; para eso, tomar un préstamo obligatorio al saber dominante en su cultura. En nuestro espacio-tiempo, la escuela, los medios de comunicaciin de masas, el discurso circulante van a proponer, van aimponer a todos los sujetos la apropiacién de ciertos elementos de conocimiento més 0 menos fragmentarios y mas 0 menos confusos, pero gracias a los cuales dispondran de un discurso te6rico sobre el cuerpo referido a un cuerpo modelo y aun cuerpo universal, pero del que también forma parte el suyo propio, Cuerpo modelo o modelo del funcionamiento del cuerpo que, por diferente que sea de lo que de 61 dice la eiencia, es un derivado de ésta. Este derivado sufriré un doble trata- miento: poruna parte, el sujeto extraerd de este discurso cierto nimero de enunciados gracias a los cuales ese saber teérico sobre el cuerpo, y por lo tanto sobre la realidad, podré formar parte desu compromiso global. La eleccién de ios enunciados dependeré de cudn aptos sean para conciliarse con un cuerpo fantasmable ¢ investible por la psique. Por otra parte, el sujeto va a servirse de otros enun- ciados para dar forma y lugar a una construccién tedrica del cuerpo que é] va a preservar, junto con algunos otros de la mismaespecie, en una “reserva” de su capital ideico. Reserva que se corresponde con la que tiene la labor de proteger dela luz del dia alos fantasmas reprimidos. Esta “reserva ideica” (les recuerdo que me sittio y permanezeo 127 en el registro de las construcciones del yo)* esta resguar- dada de la accién de la represion; el sujeto conserva el poder de mantener a distancia, en una especie de olvido, las construcciones que ella contiene; o bien, a la inversa, el de memorizarlas para hacer de ellas, en ciertas con- diciones, el referente psfquico privilegiado de su cuerpo. (Me estoy refiriendo, claro est4, al sujeto profano y no al cientifico, euya relacién con sus propios descubrimientos ¥ conocimientos merecerfa un examen especial que nos ensefiaria sin duda muchas cosas sobre lo que se puede definir o no como escisién.) El lugar que en determinadas situaciones ocupen estas construcciones “tedricas” les fijaré una tarea com- pletamente especifica: cumplir un papel de para-fuan- tasma en provecho del sujeto y de su cuerpo. Este largo rodeo sobre la realidad, el cuerpo y las exigencias cul- turales me parecié la condicién previa para el estudio del estatuto psiquico del ewerpo hablado. 08 DISCURSOS SOBRE EL CUERPO Freud nos ensefié que no se puede analizar el con- tenido latente de un suetio sino partiendo desu contenido manifiesto, Por este motivo, comenzaré con lo que nues- tro cuerpo hace visible en los registros de la emocién y del sufrimiento somético,’ para tratar de determinar su “Enlos textosque componen este volumen, el terminoyocorresponde al franeés je Se utiliza, en cambio, yo [moi] euando el vocablo a ‘radacir sea moi (T.) 2. Muchos otros signos componentes de este cuerpo visible merecerfan una mismiaatencién,erpezandoporlosque tienen que ver ‘onla sexsalidad, Peronuestrotoma ssencialeoncierneal tratamiente” de algunas manifestaciones somaticaspor parte dela psique, aquellas ‘que ella va‘ convertr on sus mensajeros. 128 Papel en la constitucién de ese “cuerpo latente” que es su cara y su doble psiquico, Las representaciones sucesivas de este cuerpo secun- darén la evolucién dela vida somética, pero una y otra vez este cuerpo guardaré conformidad con las motivaciones inconscientes que deciden sobre las causalidades a las que el sujeto imputa los acontecimientos relevantes de lo que vive. A su vez, esta eleccién causal decidiré el lugar que ocuparé ¢l cuerpo (su nacimiento, su devenir, su muerte futura) en una historizacién de su tiempo y de su vida que es el presupuesto de la puesta en marcha y dela prosecucién del proceso identificatorio. El yo no puede ser sino deviniendo su propio bidgrafo, y en su biografia deberd hacer sitio a los discursos con los cuales habla de su propio cuerpo y con los que lo hace hablar parasf. Estos, discursos sobre su cuerpo singular dan la palabra a las tinicas inscripciones y modificaciones que el sujeto podré leer y decodificar como las marcas visibles de una historia libidinal que, por su parte, se ha inscrito y continta grabandose sobre esa cara invisible que es la psique: historia libidinal, pero asimismo historia identificatoria. ‘Una vez que esta historia se ha escrito, exigiré la perio dica inversion de una parte de los parrafos, hard nece- sarias la desaparicién de algunos y la inveneién de otros, para culminar on una versién que el sujeto cree en cada momento definitiva, siendo que para prestarse a un trabajo de reconstruccién, de reorganizacién de sus con- tenidos y ante todo de sus causalidades, debe permanecer abjerta cada vez que ello se revele necesario. Esta version se manticne inestable, y sélo por eso puede el sujeto asegurarse de su propia permanencia, sin dejar de acep: tar los inevitables cambios fisicos y psfquicos que se sucederdn mientras la muerte no venga a ponerles fin. Si el yono conservara conjuntamente la certeza de habitar un niismo y tinico cuerpo, cualesquiera que sean sus 129 modificaciones, la permanencia necesaria de ciertos puntos de referencia identificatorios desapareceria, Para lograrlo, el yo va @ imputar una misma funcién relacional y una misma causalidad a cierto nimero de impresiones y experiencias, aunque su cuerpo las haya vivido en tiempos y situaciones diferentes. Esta analogia reconstruida en un después, cercano o lejano, del ac- cidente-acontecimiento, le es necesaria para instalar ciertos puntos de almohadillado que se enlazarén entre sf mediante un hilo rojo que permita al yo reencontrarse y orientarse en una historia (la suya), historia que, como todas, se caracteriza por su movimiento continuo. De ahf la importancia que es preciso otorgar a ese conjunto de “signos” e inscripeiones corparales que pue- den prestarse a semejante funcién de orientadores tem- porales y relacionales. Se sittian en este conjunto las manifestaciones somé- ticas de la emocién y aquellas que vienen a sefialar al sujeto, y alos otros, un estado de sufrimiento en su propio cuerpo: son las tinicas por las que me dejaré guiar en este trabajo B] término emocién, contrariamente al de afecto, no goza de un lugar especifico en la terminologia analitica. Ello me deja més a mis anchas para darle una acepeién bien precise y designar con él la parte visible de ese iceberg que es el afecto, y por lo tanto las manifestaciones subjetivas de esos movimientos de investidura y desin- vestidura que el yo s6lo puede aprehender por resultar para él fuente de emocién. En su relacién con el otroy con el mundo, el yo puede ignorar el papel que cumplen esos afectos que son la envidia, el odio, el amor; desconoce por lo general que son responsables de su manera de vivir esta relacién, y sigue convencido de que la causa es preciso buscarla en cl exterior. Alainversa, la emocién se refiere a una vivencia de la que el yo no sélo tiene conocimiento, sino dela que, casi siompre, dice saber qué 180 cosa la provoc6. Ahora bien, esta causa guarda una relacién privilegiada, aunque no exclusiva, con algo visto, con algo oido, con algo tocado, o sea con lo sensorial. Ademés, el estado emotivo forma parte de lo que se hace ver a la mirada del otro: uno puede-ignorar lo que emociona, pero no obstante percibe los signos de la par- ticipacion somética que esta vivencia comporta. La emocién modifica el estado sométtico, y son’estos signos corporales los que se ofrecen a la mirada, los que con- mueven a quien es testigo de ellos y desencadenan una misma modificacién en su propio soma, aun cuando no sea su causa directa. Deeste modo, la emocién pone a dos cuerpos en resonancia y les impone respuestas similares El cuerpo de uno responde al cuerpo del otro pero, como Jaemocién concierne al yo, también se puede afirmar que éste se emociona por aquello que su cuerpo le hace conacer ¥ compartir de la vivencia del cuerpo del otro. Las otras manifestaviones sométicas que se toman agu{ en cuenta atafien no al estado de enfermedad sino a la experiencia de sufrimiento que puede acompatiarlo, Sufrimiento que informa al sujeto y al otro de que “algo” que puede permanecer oculto ha venido a modificar el estado de su cuerpo. Por supuesto, el placer cumple una misma funcién de mensaje y de autoinformacién; la experiencia del sufrimiento no es ni més ni menos impor- tante que la del placer: ambas son necesarias y ambas son insoslayables. Pero mientras que el suftimiento hace apelacién al poder de quien es supuestamente capaz de modificar la realidad somética y el medic que rodea al “sufriente”, el placer (como mas tarde el goce) va acom- pafiado del mensaje inverso: lo que podria modificarse en el cuerpo o en el exterior es percibido como una amenaza. Estos signos y estos mensajes de fuente somdtica ejer- cern un impacto decisivo en la ordenacién de ese tiempo de la infancia durante el cual el medio familiar y parti- cularmente la madre son los encargados de velar por el 131 estado del cuerpo, de descubrir las manifestaciones que expresen el estar bien del cuerpo, 0 a la inversa el mal presente y que casi siempre se decodifica como la sefial anunciadora del peligro, tadavia no conocido, que acecha al nifio. Desde esta perspectiva, podemos decir que el ni- fio ofrece a la mirada de la madre las manifestaciones de su bienestar, pero que le impone las manifestaciones. de su suftimiento, més atin cuando esta ultima detenta un poder de denuncia contra aquellos a los cuales ese sufrimiento se muestra (a veces ejerce una misma funcién de autoacusacién para el sufriente). El sufrimiento en general, pero ms particularmente el del nifio, rara vez, deja indiferente la mirada de los otros. En la mayoria des- pierta el recuerdo de la fragilidad, de la dependencia, de Ja necesidad de ayuda, conjunto de rasgos que forman parte de la representacién que el adulto conserva dentro de si del niiio que él fue. Mas que cualquiera otra vivencia infantil,,el sufrimiento induce un movimiento de iden- tificacién en aquel que ya no es un nifio y que va a recuperar momenténeamente, o bien el lugar del “nigo sufriente”, o bien el de aquel que podria suprimir todo sufrimiento, poder que se hab‘a imputado a los propios padres. Esta empatfa nos explica en parte —pues se le suman otros factores— por qué el sufrimiento vivido por el cuerpo del nifio le permite operar ese trabajo psiquico que transformard un accidente, una dura prueba —inte- grantes de una experiencia universal— en ese acon- tecimiento singular que se instalaré en la historia, igualmente singular, que él se construye acerca de su cuerpo y de su psique. Para hacerlo, es verdad, con el sufrimiento sélo no basta; hay que afiadirle la respuesta que gener6, asi esta respuesta haya sido el silencio, cargado de sentidos en este caso, y ante todo el discurso que sobre el sufrimiento padeeido podré emitir la madre a posteriori. El relato que de la prueba sufrida por el 132 cuerpo vaya a hacer Ja madre, o la manera como la excluiré del discarso que hace ofr al nifio sobre su pasado, sjercerén una influencia decisiva en la relacién que ef sujeto va a mantener con ese “mal” que su cuerpo podra padecer en lo sucesivo. A un primer sufrimiento desa- parecido mucho tiempo atrés, lo sustituiré un discurso ‘que permita al sujeto guardarlo en su memoria: discurso que resuena en sus ofdos cada vez que un sufrimiento Somético reaparece en su cuerpo en un conflicto rela- cional que va a marear su vida psiquiea Esta “puesta en historia” de la vida somética exige la presencia de un bidgrafo tmico, que pueda enlazar el accidente con un acontecimiento al que él responsabiliza desu propio destino psiquico. Para ello es preciso ademas que pueda ocupar el lugar de aquel por el cual y al cual “le suceden acontecimientos’, y noel lugar del acontecimiento mismo, No hay bidgrafo ni biografia mientras a una primera indisociacién espacio psiquico-espacio somAtico nolesuceda una puesta en conexién de estos dos espacios; dondela psique y el cuerpo ocupan, cada uno de ellos, uno de los dos polos. Esta puesta en conexién seviala el paso del cuerpo sensorial a un cuerpo relacional que permite a a psique asignar una funcién de mensajero a sus manic festaciones sométicas, e igualmente leer en las respues- tas dadas aese cuerpo mensajes que le estarian dirigidos. El devenir de esta relacién no sdlo varia de sujeto a sujeto sino que debe ser siempre, en todo sujeto, modificable segtin las experiencias a las que Io enfrentan la vida psfquica y la vida somatica. Me limitaré a bosquejar esos “destinos relacionales” que ligan el devenirdel cuerpo con el devenir de la psique, y me detendré sobre aquello que se organiza al producirse un primer encuentro entre la psique y el cuerpo, ese cuerpo sobre el que se ejeree de entrada la accion del mundo. El recorrido que voy a seguir pareceré menos oscuro si formulo de entrada las tres hipétesis en las que se asienta: 183 1. Bl acto que inaugura la vida psiquica plantea un estado de mismidad entre lo que adviene en una zona sensorial y lo que de ello se manifiesta en el espacio psiquico. 2, El yo no puede habitar ni investir un cuerpo despo- seido de la historia de lo que vivi6. Una primera version construida y mantenida en espera en la'psique materna acoge a este cuerpo para unirse a él. Forma siempre parte de ese “yo anticipado” al quesedirigeel discursomaterno, la imagen del cuerpo del nifio que se esperaba. Si el yo anticipado es un yo historizado que inserta de entrada al nio en un sistema de parentesco y con ello.en un orden temporal y simbélico, la imagen corporal de este yo, tal como la construy6 el portavoz, conserva le marca de su deseo (cl deseo materno). Como nole esta permitido sofiar que el nifio venidero realizar el retorno desu padre o de su madre, que seré hombre y mujer, que estard resguar- dado de la muerte para siempre, la madre tiene derecho (y hay ‘aqui una necesidad para el nifio) a sofiar con la belleza, con los parecidos futuros, con la fuerza de ese cuerpo venidero. Hablo, por supuesto, de suefio diurno. Pero cuando se asume el riesgo (necesario) decrearse y de preinvestir una imagen en ausenciade su soporte real, se asume también el de descubrir 1a no conformidad, el desajuste entre la imagen y el soporte. Se trata de una apuesta inevitable que generalmente la madre conse- guiré ganar. Pero puede ocurrir que la imagen.no pueda conciliarse con un cuerpo demasiado diferente, dema- siado extrafio para la mirada materna, La madre se topa siempre con el cuerpo del infans como riesgo; también puede encontrarselo como una resistencia 9 como una desmentida, fuente de un conflicto inmediato y a veces insuperable. Al final de este texto veremos por qué razon este conflicto puede ser responsable de una situacién de duelo absolutamente singular. 134 3. A partir del momento en que la psique pueda y deba pensar su cuerpo, el otro y e] mundo en términos de relaciones, comenzaré ese proceso de identificacién que hace que todo lugar identificatorio decida la dialéctica relacional entre dos yoes y que todo cambio en uno de los dos polos repercuta sobre el otro. A partir de este mismo momento, el cuerpo (sus cambios, su sexualidad, sus eventuales accidentes) podré convertirse en represen- tante del otro y en testigo de su poder para modificar la realidad, cada vez que larelacién entre el sujeto y el otro se torne demasiado conflictiva y demasiado dolorosa, La relacién yo-cuerpo, que he sustituido a la relacién yo-otro, tomard a su cargo un mismo conflict, Esta sustitucin puede inducir al otro a ocuparse de tu cuerpo, a preocuparse por lo que le sucede, a rodearlo de “enidados”: cuando osto seurre, el cuerpo le devolveré su lugar legitimo y reasumiré el papel de mediador rela- cional que seguiré cumpliendo en el curso de la infancia.* Si el otro permanece ciego o sordo a lo que le ocurre al cuerpo, o si sus respuestas son inadecuadas, lo que era una sustitucién provisional puede logar a ser un estado definitive. E} cuerpo, ocupando el lugar del otro, preserva para la psique la tiltima posibilidad de conservar el signo “relacién” en sus “alfabetos”, signo indispensable para que se organicen las construcciones de lo primario y lo secundario. Una sustitueién zransitoria entre el otro y el cuerpo es un fenémeno al que todos los sujetos habran echado mano, sea que apelen aells paramodificar las respuestas recibidas, sea que esa sustitucién les venga impuesta por 3. En ol curso de Ia infancis y después, pero de manera més esporiidica si el nitio ha podids “heredar” un cuerpo que consiguis superar las “enfermedades infantiles" de la psique. 135 el cuerpo mismo. El peligrodemuerte que el cuerpo puede correr efectivamente, una mutilacién que amenace con despojar al yo de una funcién particularmente investida, van a modificar la relacién entre psique y cuerpo y, en el mejor delos casos, harén ocupar ala psique el lugar de un reparador y de un protector del cuerpo; ello durante el tiempo que se necesite para quese supere el peligroopara que la psique pueda movilizar defensas que le permitan elaborar aquello cuyo duelo debe hacer en lo que atafie a su propia imagen del cuerpo. Cuando esta sustitucién se vuelve permanente, lo que aparece son tres euadros: En el primero, que encontrantos en la psicosis, el otro y el propio cuerpo se han transformado en destinatarios intereambiables. La relacién que el sujeto mantiene con su propio cuerpo es la reproduecién de la que mantiene con el otro, Esta relacién con el cuerpo, que a veces puede tomar una forma negativa, también puede servirle de escudo contra cualquier tentativa del otro de hacer intru- sién en su mundo psfquico a fin de poner en entredicho y de sacudir una relacién que ha quedado petrificada de una vez para siempre. En este caso, la “retirada” a una relacién exclusiva con el cuerpo permite al sujeto sobre- vivir a pesar de esa gelificacién relacional en los imites de lo soportable. Enel segundo cuadro, el cuerpo pasa a ser el mediador y la dlave dnicos de la relacién; sélo a través de lo que le sucede a su cuerpo va el sujeto a decodificar el deseo del otro para con él y a imponerle el reconocimiento del suyo propio. El sufrimiento del cuerpo, su mal funcionamiento cumplen entonces lamisma funcién relacional que corres- ponde al goce. El goce que acompafia el encuentro entre dos cuerpos se hace prueba de la investidura que liga alos 136 dos yoes, de Ja concordancia tofal pero siempre mo- mentdnea de sus fantasmas y deseos, En el caso que analizamos, el sufrimiento sostieney alimenta un conflic- to no ya momenténeo sino permanente, lo que garantiza a su vez la permanencis de la relacién. Aunque menos frecuente, puede presentarse un fercer cuadro: el sujeto recusa cualquier funcién relacional al estadodesufrimiento yal estadode placerexperimentados por su cuerpo. Guarda la conviceién, que proclama a toda vor, de quenosufre ni goza acausa de otro o gracias.aotro, sino porque su cuerpo, todo cuerpo, responde “por natura- Jeza” de determinada manera a determinado estimulo. La sola realidad “naturel” es responsable del sufrimien- to, ya ella acusa el sujetc, como también la acusara deser absolutamente inmodificable por el sujeto. Hallamos aquf una relacién con el cuerpo propio ins- erita en una relacién més global con la realidad y que viene a recordar que, paradojicamente, el lugar primor- dial que el yo parece otorgar a la realidad y asus poderes es consecuencia de la escasa investidura de la que ésta goza, de lo dificil que le resulta al sujeto no apartarse totalmente de ella o no dejarse invadir por el odio que le inspira. Odio que se veri sustentado y disfrazado por la constancia de ese “mal” que trabaja en su cuerpo, Cada una de estas hipétesis seria merecedora de un tiempo de elaboracién mas compatible con la escritura de un libro que con la de un ensayo. He optado por privilegiar Js primera y por sefialar brevemente su impacto sobre las otras dos. LA “PUESTA EN VIDA" DEL APARATO PSIQUICO Amenudo he comparado la accién de lo primario con la 197 de wn metteur en scene y la de lo secundario con la de un metteur en sens,* pero los dos tienen como presupuesto esa “puesta en vida” del aparato psfquico que debemos a la actividad de nuestros érganos de los sentidos. La primera condicién de la vida de la psique es la posibilidad de autorrepresentarse su propiedad de organizacion viviente, Los primeros elementos del tinico “alfabeto” o de Ja tiniea paleta que puede utilizar lo originario son el producto de una metabolizaci6n, la que impone la psique a las también primeras informaciones que la actividad sensorial le aporta con sus reaeciones a los estfmulos que acompaiian a lo que se inscribe, desaparece o se modifica en la escena del mundo. Pero estos estimulos que el mundo emite no se transformarian en informaciones psiquicas si alguien no cumpliera el papel de emisor y selector de aquel subgrupo de estimulos que, en esie primer tiempo de la vida, son los tmicos en poder. ser ‘metabolizados por 1a psique como reveladores de sus propios movimientos de investidura ¥ desinvestidura. Por mds elemental o complejo que sea un organismo vivo, no se lo puede estudiar aislandolo de ese medio que actiia sobre él y al que él reacciona. Para que la vida somética se preserve, es preciso que el medio fisico pueda satisfacer las necesidades insoslayables del soma. Para que la vida psiquica se preserve, es preciso que el medio psiquico respete exigencias igualmente insoslayables y que, ademés, actiie sobre ese espacio de realidad sobre el que el recién nacido no tiene ningiin influjo directo. En la mayoria de los casos, es la madre la que se hace cargo de esta doble funci6n, y quien conjuntamente deberé orga- nizar y modificar su propio espacio psfquico en forma tal *Metteur en scéne: término de uso corriente en ¢l lenguaje teatral, que designa al director o responsable della puesta en escena. La forma _metteuren sens ee tora de Ssta,y su sontidoliteral soriael responsable de la puesta on sentido”. (.] 138 que responda a las exigencias de la psique de! infans: Medios fisico y ps{quico llevarén la impronta del modelo que de ellos propone el discurso cultural y, particular- mente,. el discurso paterno. Impronta necesaria para relativizar la que debemos meramente a los efectos ejer- cidos por un primer ambiente sobre la psique de la madre suninez, y por el recuerdo reestrueturado que conser- va de él; pero esta altima impronta sigue siendo, no obstante, lamas decisiva. ¥ por este motivo la madre sera el agente privilegiado de las modificaciones que espe- cifiquen el medio psiquico y fisico que recibe al recién nacido: el infans se la encontraré bajo la especie de este “modificador’.* Aunque empiece por ignorar su exis- tencia, no puede sustraerse a las consecuencias de unas 4. Otorgar alamadre, como le hacen la mayoria de es anslistas, un lugar predominante, no implica olvidarse del gue ocupa el padre. Desde este comien20 de vida el padre ejerce también una ueeién ‘modificadora cobro e] medio paiquice que rodea al recién nacido, Pero en la casi totalidad de los casos una persona —y casi siempre la madre—cumple un papel alimentario privilegiads, al ofrecer el pecho © el biberén, aportande al infons —por deseo © por deber— una satisfaccién vital. Bsta persona que tiene el poder de responder a las necesidadesy, haciéndolo, desorlafuente de lasprimeras experiencias de placer y suftimiento, viene a cumplir una funcién de modificador de Ia realidad somatopsiquica mediante el cual se prenunciale presencia de un mundo habitado. Por oso la madre es también aquella poria cust abrirs brecha sn Ja psique del infans el.primer *signo” de la presencia de un padroo de ‘su ausencia:su eleccién de estos “signos” dependera de su relacién con ese padre. En un tiompo ulterior, pere sin duda muy préximo, el nifio podré recursarlos y forjar las suyos propios, instaurando eon 61 padre tuna relaci6n que concordaré o no con la que la precediera. Lo cierto es que en el registrotemporal lrelacién con lamadre tiene efectivaments 1s primacia, esi como la exporioncia del embarazo indues en la madre una formade investidura parael er que llevaen suinterior, investidura ‘que no posee le misma cualidad que laque instala él padre durante su espera del hijo, Es éste un privilegio “natural” cuya marca, positiva o negative, el hombre llevaré siempre. 139 modificaciones de su medio ms cercano queirén ala par con la modificacién de su propia vivencia somatica y psiquica. Al no poder tomar conocimiento de un “modi- ficador” separado, los movimientos afectivos coextensos con su vivencia propia se presentardn a la psique como autoengendrados por su solo poder. Del lado de la madre nos encontramos, opuestamente, con una psique que ya ha historizado y anticipado lo que se juega en estos encuentros, y que de entrada decodifiea los primeros signos de vida a través del filtro de su propia historia, escribiendo asf los primeros parrafos de lo que pasar a serla historia que se contaré el propio nifio sobre el infans que fue, Pero por el momento dejemos a la madre de lado y volvamos a las producciones inaugurales de la vida psi- quica del infans. Desarrollé largamente este problemaen el capitulo de La violencia de la interpretacién dedicado a los conceptos de proceso originario, pictograma y al postulado de autoengendramiento que determina la organizacién de éstos. Me permiito remitir al lector a esos desarrollos, pues aqui me limitaré a insistir sobre el papel cumplido por la sensorialidad al producirse la puesta en vida del aparato psiquico.° Las investigaciones actuales sobre las interacciones més precoces entre aquel que entra en un mundo viviente y aquellos que lo habitan, invitan a-proponer esta hipétesis: entre los estimulos captados por nuestros receptores sensoriales, algunos en fanci6n de la cualidad e intensidad de la excitacién, pero més todavia en funcién del momento en que se efectiza el encuentro zona-estimulo,® serén fuente de una experien- 5, Piera Aulagnier, Le violence de Vnterprétation, Paris, PUF., 1975, Todo este toxto co hase on las hipétesie metepsicolégieas defendidas en estelibro,referidasal conceptode proceso originaria que 41 introdueta, y las prolonga. 6. La.consideracién del “moments” en que se efectiia la sucesién de 140 cia sensorial capaz de llevar su irradiacién al conjunto de las zonas. El placer o suftimiento de una zona pasanaser placer o sufrimiento para el conjunto de los sentidos.” Si nos atenemos exclusivamente a este proceso repre- sentativo, comprenderemos que é! objeto sélo existe pat- quicamente por su merc poder de modificar la respuesta sensorial (y por lo tanto somditica) y, por esta via, de actuar sobre la experiencia psiquica. De ah{ esta primera constatacién: en las construcciones de lo originario, los efectos del encuentro ocupan. el lugar del encuentro. Lo cual explica la razén por la que placer y sufrimiento no pueden presentarse ante la psique sino como autoengen- drados por su propio poder. Pero si bien estos “efectos de sentido” suministran a la psique estos signos de la exis- tencia del mundo que ella puede metabolizar como los, ‘inicos capaces de afectar e impresionar su superficie, también hemos visto que la mayor parte de tales esti- mulos tienen, como emisor y selector principal, a la madre. Su cualidad y frecuencia dependen dé lo que el “emisor” quiere transmitir o transmite a pesar suyo; por lo tanto, él es parte activa en el efecto placer o en el efecto sufrimiento que resultard de todo ello. De ahi esta segun- da constataci6n:ese placer oese sufrimiento, que la psique se presenta como autoengendrados, son. “el existente psi- quico” que anticipa y prenuneia al objeto-madre. Una experiencia de nuestro cuerpo ocupa el lugar que después ocuparé la madre: al yo anticipado le hace pareja una “madre anticipada” por una experiencia de cuerpo.’ eneuentros entre la psique y el roundo os un factor cuya importancia, ‘me parece cada vez mayor. 1. Estas experiencias somatopefquicas de placer farilitarén la futura representacién de un cuerpo unificado. Opuestamente, la psique, en cuanto peses los medios para ollo,intentara oponeree aeste poder “rradianto” del suftimiento, cn el riesgo de no disponer més ‘que de una representacin fregmentada del espacio somatico. 8, Podemos éomparar a esta “madre anticipada” con lo que Bion 141.

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