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250 Historia del Derecho Indiano Ila, 1982. Estado Mayor General del Ejército, Hiitoia del Brito de Chie, BD Exirto del reyno de Chie, 1603-1810, Santiago, 1980. Sobre las instituciones ju ridicas de la conquista de América sigue siendo fundamental la segunda edi cidn, muy ampliada, del libro de S. Zavala, Instiucionesjuridicas dela conguista se Ambrca, México, 1971 Sobre las resdencis, sigue siendo fundamental el libso de J. Mo Maviluz Urquio, Enseyor sobre ts juicios de residencia indianos, Sevilla, 1952. Sobre las Visitas generales, el de 1. Sinchez Bella, Derecho Indiana: Estudios. Las Visitas Govertes a Indias, Pamplona, 1991. Vid. también, P. Aregui Zamorano, La Awe dione de México segin sus visitadore,sglos xve-xva, México, 1981. J. H. Phelan, The Kingdom of Quit im the Seventeenth Century. Bureaucratic Poics in the Spar nish Empire, Madison, 1967. ALBERTO DE LA HERA EL GOBIERNO DE LA IGLESIA INDIANA I EL DERECHO ESTATAL SOBRE MATERIAS ECLESIASTICAS La modema Ciencia del Derecho, en relacidn con la regulacién juidica de los fendmenos religiosos, distingue entre el Derecho Ecle- sidstico de los estados y los derechos confesionales. Son estos tiltimos los ordenamientos que para si mismas establecen las diferentes confe- siones religiosas, las cuales, en cuanto que son realidades sociale, pre- sisado de un Detecho propio, de acuerdo con el viejo aforismo ubi societas ib ius. Entre tales ordenamientos confesionales, recibe el nom- bre de Derecho Canénico —de la palabra gricga canon, que se traduce ‘como regla o medida el ordenamiento juridico que la Iglesia catélica se ha dado a si misma, Se trata de un Derecho plurisecular —nace con 1a Iglesia y con ella va adquitiendo su plenitud histdrica~ que hoy, a los veinte siglos de existencia del cristianismo, se nos parece como ino de los grandes monumentos juridicos levantados por la humanidad: junto con el Derecho Romano, el Derecho Candnico constituye la gran fuente historica del Derecho occidental. Dentominamos, por otra parte, Derecho Eclesiéstico del Estado al ‘que los Estados dictan ~en ef marco de su propio ordenamiento juri- ddico— para regular a su vez fa dimensi6n social de los fentémenos reli- siosos. Las normas estatales de este tipo se integran, segin la natuale- 23, entre las normay administrativas, penales, civiles, laboraes, etc, de cada ordenamiento estatal, ya que en todos esos ambitos pueden dice tarse disposiciones legafes que afecten a fos fendmenos teligiosos. Pero, a efectos didécticos y cientificos, se agrupan todas esas normas en la ciencia del Derecho Eclesistico estatal, agrupindose en éste las nor- mas juridicas emanadas por el Estado para regular personas, insttucio- nes relaciones y actividades que se dirigen a la actuacién de finalidades 24 Historia del Devecho Indiano sociales religiosas (Lariccia), es decis, de finalidades sociales cuyo ori- gen sea la adscripesén de los individuos a una reli Este concepto del Derecho Eclesidstico, comin hoy en la doctrina sor encima de que resulta una denominacidn impropia y tipicamente onvencional-, se apoya en el hecho del valor supremo de la libertad religiosa como derecho fundamental de la persona humana. Frente al hhecho de tal libertad, el Estado se ve obligado a adoptar una actitud aque ha de poseer consccuencias juridicas: desde 1a asuncién de esa lic fertad como un valor propio del ordenamiento juridico estatal hasta su desconocimiento 0 su persecucidn, el Estado podré orientar su ba bor notmativa en el sentido que sea; pero todas las normas que para tutelar o para perseguit ~por situarnos en los dos posibles extremos— fla libertad religiosa de sus ciudadanos dicte, seran Derecho Eclesids- tico del Estado y habrin de ser objeto de la atencidn de la ciencia del Derecho Eclesiistico del Estado. El Estado puede llegar a dictar las normas que integran su Derecho Eclesiistico por una doble via: [a del acuerdo con las diferentes confe- scones religiosas, 0 unilateralmente, Si nos referimos a las notmas pac~ tides mediante acuerdos, para que éstos tengan naturaleza de tales se wuete que la confesién religiosa que actia como parte, junto con el Estado, en el establecimiento del acuerdo, possa algin tipo de persona Iidad jovidica que fe permita tratar con aquél en un plano de una céerta igualdad. Tradicionalmente, los acuerdos, que reeibieron el nombre hisx tirico de concordatos, se establecieron entre los Estados y la Iglesia cx tilica, Unica cuyo caracter de sociedad internacional merecié de modo general el reconocimiento de la doctrina. Posterormente, y ya en tem pos recientes, através de variadas fOrmulas, se estéIlegando a la estipor hicién de acuerdos entre los Estados y otras diversas confesiones rei fas, ctistianas y también no. crstianas (staclitas y_musulinanas “en particular). Cuando las noemas por fas que el Estado regula tos fené- ens religiosos se determinan mediante tales acuerdos © pactos, natu- Talmente serin normas que se refeirin a s6lo la confesion firmante; ten- {irin el doble caricter de normas a un tiempo confesionales.—dictadas sara si misma por una Confesién— y ecleststicas —dictadas por el Es dado para regular la actividad juridica de tal contfesién en el dmbito es tatal—, y regularin por lo comiin fas relaciones entre los érganos de po- idee de la Confesisn y el Estado que pactan ef acuerdo, y la conducta Social de los ciudadanos gue pertenezean a la confesin de que se trate FL Derecho estatal sobre materias eclesiéstcas 255 Unilateralmente, los Estados dictan normas juridicas de tipos mu disinios que alec as acide scutes de ongen elgone de sus slibditos. Algunas de tales normas tocan a lo eligioso de forma indiscutible: por ejemplo, las que por parte del Estado establezcan el status jutidico de los ministros del culto, o las exenciones fiscales que se reconozcan a las actividades de finalidad seligiosa, Otras de tales ormas constituyen Derecho Eclesiéstico porque las confesiones en- tienden que la actividad regulada posee una dimensibn religiosa, aun- que el Estado puede no entenderlo asf: un ejemplo claro es el que las normas confesionales que se refieren 2 aquél, en el Ambito de la cele- bracién, los requisitos de validez, el reconocimiento de sentencias de tribunales y organismos propios de las confesiones, ete. EL Dereiho estesidstico indiano 257 ticas, desde la seleccidn de las mismas hasta el ejercicio de sus cargos y cl eese en los mismos; celebracién de concilios; ejercicio de fos poderes judicial propios de los tibunales de la Iglesia; percepcién y empleo de las rentas cclesisticas, en particular de los diezmos; vigilancia del con- tenido y difusién de la doctrinas aplicacién por la autoridad eclesiéstica de medidas coactivas y penales; alto control en general de la vida reli- siosa, y en particular de las relaciones entre la Iglesia y los eclesisticos de las Indias y la Santa Sede. He aqui una enumeracién bastante com pleta de fos terrenos en los que la Corona bused y logis et poder y la capacidad de legslar, aplicar las normas y juzgar de su aplicacin, a tre v¥é de la autoatribucién de unos derechos de gobiemo eclesistico que cl papado hubo de tolerar 0 permitir con mayor o menor grado de con- formidad segin los diferentes momentos historicos Se cre6 asi un importantisimo Derecho Eclesiéstico estatal para las Indias, elaborado y dictado por Ia Corona a lo largo de sigs, y conte- nido en una serie innumerable de cédulas y disposiciones regias que se W EL DERECHO ECLESIASTICO INDIANO Ello basta para descubrimos el amplio y complejo campo del De- recho Eclesistico estatal, de imprecisos perfiles, pero en todo 280 cons: tituido por la normativa de origen estatal que en alguna manera toque aimatetias que posean un interés religioso 0 una dimension conlesional. a a “Trasladadas estas nociones al caso indiano, en América existié a conservan fundamentalmente en la Recopilacién de Leyes de los Reinos i Jo largo de todo el tiempo de la dominacién espafiola— un Derecho de Indias. ae Eclesistco que la Conona dicts y por el que se reguld seialacamente Fue habitual ~pricticamente no hay excepeiones~ en todos los Ce- i Is proyeccién social de lo religioso. Cierto que se trata de sigos en que dlasios y Recopilaciones indianas, desde los primeros que se elaboraron Wl ad Deeecho Candnico —y solamente éste, pues ningin ovo Derecho hasta el Proyecto de Nuevo Cédigo de Carlos Il, que fue el timo, iH ooafelonal rave ni pudo tener presencia alguna en fas fia aleanza detinas semper » materia ecletiom on Hbro primar, que rcogla lk | lena valider en dos esfers: la vida interna de fa Ilosiay espirtual de lags sede de diaposiciones mediante las que los monarce intervenlan bos fetes, y la regulacion juridica del matrimonio. Ex ambos campos, cn el gobierno cclesiéstico de sus posesiones ulttamarinas i Estado catéico y misionero ~confesionalmente catoico, y empenado en i Ib labor de cristanizacion del Nuevo Mundo recibe las leyes de la ij q Iglesia y les reconoce plena validez civil. No hay, en efecto, otra auto- | i fidad sobre cl matrimonio que la canénica, desde su origen a su extin- i i {én y las atenciones espitituales a los fieles ~administacién de sar i rmentos, ensefanza de li fe, fjacién del contenido de ésta, dreccion i ‘spiritual, organizacidn intema de la vida religiosa de las drdenes y el tleto...— dependen de la Iglesia que las regula mediante su propia nor tmativa, Pero junto a ésta, dicta la Corona para las Indias una riquisima ferie de normas que abarcan los campos mis vatiados de Ia actividad cclesial y seligiosa, fundamentalmente en todo fo que conciesne al fune tdonamiento administrativo y econdmico de Ia Iglesia. Fundacién y Ii mites de las didcesis; creacibn de iglesias y monasterios; casas religios de todo tipo, desde cultual 0 cultural a asistencial; autoridades eclesd m1 LA ACTITUD DE LA SANTA SEDE ANTE LA INTERVENCION DE LA CORONA EN EL GOBIERNO DE LA IGLESIA INDIANA Tales disposiciones las dicta la Corona de forma unilateral y las impone a la Iglesia y a sus miembros, tanto clérigos como religiosos y seelares 0 laicos. No se trata de normas concordadas. No se firmé en- ia Santa Sede y los reyes de Espaia acuerdo o pacto alguno al res- pecto. Aunque en otros paises existen acuerdos y concordatos desde la Eiad Media, como ¢s ef caso del Imperio y de Francia, el primer con- condato de la historia de Espatia se retire a los reinos peninsulares de la metrépoli y tio a las Indias, y data ademas de 1753. Las aormas de Derecho Eclesiéstico estatal indiano no tienen otra fuente que la au- toridad de fa Corona. Sin embargo, la doctrina se ha preguntado con irsistencia por la posible aquiescencia de la Santa Sede a tal legislacin estatal que claramente invadia el terreno de fo religioso, ya que ~né- tese bien— no se trataba, como puede ocurtir hoy en dia, de no con- siderar sacto sino civil el matrimonio o de legislar por ejemplo sobre el servicio civil de los elérigos, o el servicio militar de los seminaristas, la exencion fiscal de las propiedades de la Iglesia o la ensefanza de Ib religién en la escucla piiblica, temas todos en los que hay que re conocer la competencia del Estado. Se trataba de legislar sobre la selec ion de los candidatos al episcopado, sobre la celebracién y eficacia de los Concilios provinciales © diocesanos, o sobre la aplicabilidad en In- dias de las bulas o restante documentacién normativa emanada por la Santa Sede, temas cn fos que de por sf el Estado ~si no media un acuerdo con el papa~ carece de toda competencia. Y fue éste el.tipo de normas que la Corona dietaba y que a Iglesia observaba en Amé- rica con toda fidelidad a comenzar por la propia jerarquia. ¢Pudo apl- case tal normativa, y pudieron teconocerla y observarla los eclesisti- La acttud de fa Santa Sede ante la intervenciin de 259 os en Indias, contra la voluntad o sin el reconocimicnto de la misma por parte de Roma? Es ésta la pregunta que la doctrina se hace, y dejando de lado Jos variados criterios de anélisis del problema, que conducen como es Id sico a respuestas diferentes entre si, puede concluirse que la opinién mayoritaria_y mejor fundada es la de que el silencio de la Santa Sede que tolerd sin protesta la existencia de tal legislacién y del control de la Iglesia por parte del Estado que la misma suponia~ hay que inter- pretarlo como una tolerancia que gener6 la cfectiva lcgitimidad del Derecho Eclesiéstico estatal indiano, Este parecer debe fundamentarse, y a ello procedemos. El Estado asumid ef deber de crstianizar las Indias, en contrapartida de la con- ‘esin de soberania que en su favor realiz6 la Santa Sede. Para cumplir «se compromiso, la Corona buseé en Roma nuevas concesiones que le facilitaran su tarea: a la cabeza de éstas figurd el Derecho de Patronato. Este Derecho fue entendido por la Corona amplificindolo y exten- diéndolo a competencias progresivamente mayores, a lo largo de un lento proceso de siglos de duracién, si bien en todo fo fundamental ‘estaba tal proceso ya cumplido al concluir el reinado de Felipe Il. El resultado fue que efectivamente las Indias fueron cristianizads, y que tal labor fue llevada 2 cabo por un ejército de clétigos y religiosos di- rigidos por el poder politico, diindose ugar a una brillante Iglesia en Indias religiosamente pujante y administrativamente controlada por la Corona y sus representantes. La Santa Sede, sin la cooperacién del Es- tado, no hubiese pudido obtener el éxito. Carecia no de misioneros pero si de medios para enviarlos a las ladias y para mantenerlos ali, al par que para dotarlos de los instrumentos precisos para su tarea, desde catedrales a parroquias, desde hospitales a escuclas, desde doctrinas a monasterios. Todo esto lo puso el Estado. Hubiese podido poneilo a disposicién de la Iglesia sin pedir nada a cambio; no fo hizo. Lo puso, generosamente, a disposicién de la Iglesia, pero exigié controlatla y Tigila. ¥ la controlé y la dirigié eficazmente y para lograr como efec- tivamete se logré~ el fin de la cristianizacién del nuevo continent. Hechos todos que la Santa Sede conacié y ante los que reaccioné de- iando hacer al Estado; oponerse hubiese supuesto —quizés no con se- suridad pero si con un importante indice de riesgo~ que las Indias no se cristianizasen y que en Europa la monarquia espafiola, principal sos- tén del papado en las grandes contiendas religiosas de la edad moder 260 Historia del Devecho Indiano za, hubiese negado a Roma tal ayuda y colaboracién en un terreno tan ppréximo y tan inmediato, mientras eran tan lejanas las Indias. Que és- tas se etisanizaban era sina certidumbre, éPor qué empeorar las rela- ciones con la poderosa Corona espaitola y tal vez. ademés dar luga a tuna mis dificil, costosa y problemitica cristianizacién? ‘Todo ello sin ceder en los principios. Cuando los juristas cortesa- ries de la Monarguia hispana defendieron en «f terreno de la especula- tion doctrinal que las actuaciones de la Corona les eran atribuibles en derecho de forma indiscutible, y privaron doctrinalmente a la Santa Sede ide sus competencias pata intentar demostrar que éstas tocaban por de- recho propio al Estado, Roma reacciond; podia permitir y tolerar una praxis, pero no dejar correr como cierta una doctrina entbnea, Y las obras de los grandes juristas espafioles defensores de tal tesis fueron a paar al Indice de Libros Prohibidos. La tolerancia goza de una amplia tradicién ter el Derecho de la Iglesia, y supone la autorizacion de un determinado Comportamiento al mismo tempo que implica una tacha de menor per feccion para la conducta tolerada, También goza de antigua tradicton ccandnica la disimulacidn, la cual es un acto esencialmente negativo, una Sctitud de la autoriadad eclesiéstica que finge ignorar un comportamien- te imegular para no actuat el aparato represivo en orden a corregi tal conducta, y ello para evitar males peores. Toletancia y disimulacién fae- ton dos instrumentos candnicos gue la Santa Sede utiliz6 con amplitud cen América, frente a la intromision del Estado espaiol en fa direccién de la Iglesia indiana; claridad en la docttina,flexibilidad en la prictica ‘Can ello se llegé a un grado de absoluto convencimiento, atin en tue los obispos de Indias, sobre la legitimidad de la acciém de los reyes, ante la pasividad de Roma que no cortegia lo que, de ser abusos ~asi To entendian tales obispos y con ellos su clero, las drdenes ¥ los ficles— ddebi6 corregirse y evitarse, y condenarse ¢ impedirse por Roma. La vida td la Iglesia indiana estuvo en manos del Estado con plena complacen- ‘ca de esa misma Iglesia y con una Santa Sede que calli, disimuld y tolerd, Los resultados fueron evidentes y proclaman el acierto del siste rma, por encima de sus serios defectos en el campo de Ia doctrina SSabido ya que la Santa Sede, con su silencio, hizo posible y hasta legitimd ef cjecicio de poderes por parte de la Corona en el campo © de lo eclesiistico, se hace preciso pasar al conocimiento de este Dere-” cho Eclesiistico estatal que constituyé el principal conjunto notmativo: cue regulé la vida de la Iglesia indiana, v EL ESTADO MISIONERO Los fundamentos de ese derecho radican en las primeras bulas pa pales dictadas pars la América recién descublert. Siguiendo una td cin con hondas raices medievales, los monarcas descubridores soli taron de la Santa Sede La concesién de Ia soberania sobre las tirras haalladas y por hallar en el Océano, como consecuencia del primer via je colombino y de los subsiguientes. La Santa Sede otorgd la peticién con la condicién de que fos monarcas procurasen Ia evangelizacion; no podia el papa obrar de otro modo, pues no se justificaia su con cesién de soberania sin el correspondiente encargo cristianizador. La Corona tomé como deber propio el mandato evangelizador. Comenzé por cumplislo al pie de la letra; el papa les habia indicado a los reyes que deberian destinar misioneros a las Indias para que éstos procurasen la conversién de los naturales, y los monarcas ast 10 hicie~ ron: en el segundo viaje de Colin embareé fray Bemardo Boyl, elegi- do por la Corona como responsable de la evangelizacién. Dado que Aljandro VI solamente encargé a los Reyes de Castilla que enviaran misioneros, el envio de Boyl es la respuesta literal al en- cago: os eyes env le eid por ellos, Pro ah deine intervencién real. Una bula pontificia, la Pis fdeim, ditigida en junio de 1493 por el papa al misionero asi leo: nee a Gate ~por obea directa del papa~ de los poderes precisos para llevar a cabo su labor. El hecho mismo de que fa bula Pir vaya dirigida a Boyl y no a los reyes prueba que es un documento canénico que mantiene las potestades so- Be i cee tne conviceién en que parece que estaba Colén de que a él fe co- respond a dieein uprena dela empress indana, ambi en To 262 Historia del Derecho Indiano rclgioso, y que por tanto Boyl debia proceder bajo su autoricad, en frent6 al primer descubridor con el primer misionero y arruiné la labor gue Boyl hubiese podido realizar en Indias, obligindole a regresar pronto a Espafa, Pero ese momento es ya sumamente interesante: Cov [on estima que a él, como representante de la Corona, toca la direc idm de la obra evangelizadora; es decir, entiende que los reyes son los Sapremos responsables de la labor eclesial en Indias, debiendo actuar bajo su control los eneargados de la labor misioneta APensaban lo mismo los reyes? Los hechos prucban que no crefan poser tal poder pero que lo descaban, y asi se dirgieron a Ia Santa Sede no pata pedir una nueva bula Ps para un nuevo Boyl, sino para pedir ef Derecho de Patronato, los diczmos, v el derecho de fijar los Timites de las didcesis, Es decit, para adquirir ~por delegacién © con- cesin papal~ el derecho de intervenir en tres capitulos decisivos de la Sdininistracion de la Iglesia en Indias: la designacién de los obispos ¥ emis autoriades cclesidstica, la fjacién territorial del imbito de sus Competencias, y la disposicién sobre Jos medios econdmicos de que podria disponet la jerarquia, Los reyes no actéan como si ese derecho, Pderechos, les correspondiesen directamente; reconocen la ticulatidad ‘del papa sobre los mismos, y piden que sean confiados a la Corona Hasta que la coneesi6n no se efeetGa, los reyes eastellanos mo ejercen Jas facultades correspondientes. Vv LOS DIEZMOS La primera concesién pontifi i lick yntificia, en respuesta a la primera solici- tud regia, fue la de los diezmos. El pago por los fieles a la Iglesia de tuna parte de sus rents anuales consttuia una antiquisima tradicion e2- ea lees ene eats cima parte de las rentas anuales~ habrian de pagarse igualmente en In- dias, y los Reyes Catilics pidieron muy pronto a Alejandro VI que su cobranza y propiedad pasase a la Corona, para compensarla de los muchos gastos que la implantacién de la Iglesia habia de suponer. La respuesta papal fue la Bula Eximiae devotions del 16 de noviembre de 1501, mediante la cual decia el papa a los monarcas: (5 concedemos a Vosotros y a vuest , ros sucesores, que en las dichas Islas y provincias podais pescbir y Hevarlicita y lbyemente los diez ee eee ee ee © por tiempo estuvieren, después que, como dicho es, las hayais adquirido, “ee ‘ice es ha Como contrapanida, el pontifice impone a los reyes algui a » Ps yes algunos de- primero realmente y con efecto por vosoteos, y por vuestros sucesores de vuestros bienes, y los suyos, se haya de dar y asignar dote suficien- tea las Telesis, que en las dichas Indias se bubieren de erigit, con la cual sus Prelados y Rectores se puedan sustentar congruamente, y He- ‘ar las cargas que-por tiempo incumbieren a la dichas Iglesias, y eiet= citar cémodamente el Culto divino a honrs y gloria de Dios Omni- 264 Historia del Derecho Indino potent, y pagar los derechos episcopaes conforme ala orden que ea Eto dieren lor Diocesanos que entonces fueren en los dichos lugares. En consecuencia ~y como escibe Garcia Antoveros~ los diezmos «se conceden pero con la obligacién de que los Reyes cumplieran con tun conjunto de deberes muy gravosos: sustento de los ministros sagra- dlos que estuvieran al frente de las iglesias, ayuda conveniente para el ddigno sostenimiento del culto divino, page de Tos derechos episcopa- les. De hecho, lo que se opera mediante la concesién de diezmnos es tuna especie de convenio entre la Corona y la Santa Sede: debiendo Sqaélla implantar la Iglesia en Indias, fo que supone forisimas inver- Sienes en traslado de personal, edificacién de iglesias, monasterios, etc, otacién de los cargos cclesisticos para su mantenimiento, conserva tion de los edificios y demis instrumentos al servicio de la evangeli- Zaion y det fancionamiento de la crstiandad establecida en aquellas fiers, la Corona habia de realizar importantes inversiones que, por ‘ow parte, la Santa Sede no habria podido aftontar. En consecuencia, la Corona cobrari los diezmos, y com esas ren tas costeari a la propia Iglesia, supliendo la Monarquia lo que faltare para asegurar la adecuada sustentacién de toda Ia obra cristianizadora. ¥ aun cuando carezcamos de estudios suficientes para efectuar una va Joracién del montante de las rentas decimales en cada tiempo y lugar, la légica nos obliga a suponer que las mismas fuesen mainimas inicia- mente, ¥ que fueron multiplicindose a medida que los diversos teri- tarios se iban convirtiendo en zonas prosperas y dotadas de centros huabitados por espatioles y criollos de cada vez mayor importancia, Es ide suponer, pues, que inicialmente los diezimos no Hlegasen ni con mu~ ‘cho a compensar a la Corona de los gastos que el establecimiento de [a Iglesia Hewaba consigo, hasta llegar un tiempo en que se invierten lis tomas y la Corona obtiene beneficios econdmicos de mayor o me- ror cuantia al menos en los grandes centros de poblacién y regiones mejor dotadas de América. La concesién decimal fue rciterada por Julio I en una nueva Bula Eximiae devotionis del 8 de abril de 1510, en cuanto que declara exen- tos del pago de diezmos al oro, plata y metales, conforme la costum= tre que se seguia al respecto en Castilla, «pero insistiendo en las obli-” gaciones de la Corona de construir y dotar iglesias en las Indias». Y, ‘como escribe Garcia Afioveros: Los dicemas 265 Algenos autores, no sn fandament, neg de uma Tc stent Tis Ea cess gua by eet ow eeteden «Conan como una especie de compenaion postion por hr inchos gas que pees y la evangelizacian le ocasionaban, pero que ‘ne quivaia «una esiin en propiedad de lo diezmos. Ses lo que fer A hecho, i Corona cone lo diezmos como materia que pe tenela en excaia yf Snta Sel " See meso opus & la nepet {qu lon tyes don a donaon pepe de low Gezmot al to que heron de lor mismos Hay que hacer consar que la Co- roma seprededcé el prodicto de os diezmos «fines epirinls, Dos, pues, cuestiones deben dilucidarse: Ia de la efectiva propie dad de oy mismos ys el destino de Js meee n relacin con la primera, don Femando, lecida tell caes'y Apr dh Bil Eliane 1610) eet Burgos con los tes primeros obispos destinados las Indias y medlian- te la Concordia que lleva ef nombre de aquella ciudad parece que les tedong os dros que el papal habia dono su espe y lo sucesores de ambos. El alcance de tal hecho ha sido muy discutido por Ie docttina. Hay quien considera apc ta Concordia; an importante sector doctrinal la entiende como una donacién limitada a esos tres cobispos en concreto, sin efectos para el futuro. Y, en todo caso, rita hecho de que la Corona se consideré siempre titular de la propiedad de os dezmos, y ces que pod deszaos mene cual I, siempre por supucsto que atendiese debidamente al deber de sustentar 2 la Igleisa indiana, Por un principio no expreso pero eviden- te de economia administrativa, los diezmos fueron destinados a la Ile- sia por unos reyes que se consideraban sus propietaros, y que suplian ss impor cuando no egabun a eu os gastos eesti, y cur do, abi, obnban emplebnel eces pel coms e obs Esta ilkima observacin se relaciona con el destino de los diez- mos. La abundant legislacin regia sobre su cobranza y empleo prue- ba que la Corona actu de manera constant, y deforma estable, como propietaria y administradora de estas rentas. Y si no siempre se actué del mismo modo en orden a la distribucién y empleo de los deizmos; varias Reales Cédulas (de 3 de octubre de 1539, de 6 de julio de 1540 ¥ de 13 de febrero de 1541) fijaron un cuadro de disrbuciones que se puede presentar asi: 266 isoria dal Desh Indiana — 4 [ {oxo | v.20 | Mrnsicr | | Dean lscopnar Seats wasn | wsmcapnne | Sinan Peete. ose | = . ie roc nts seams | | Pesan Sieh anocne Pecthean vaymedo | Iglesias parroquiales | ica Yet) 12.80% ieymedo | ano opt ta | aaa ine 2 | Roa Hscenas Garcia Anoveros explica por su parte el contenido de este mismo cundro! Segoioinprtante ca a Goma en ue 5 dssibian los dezmos a pain 2 por cof pa des ere Gent patel abide cated; ef 30 por cto re 2 aiid en mucre pares 0 rovenae dos nowens pata 6: cmv eh ins unr eins a fic ele de fv fess paroles, ona no- aone sea para homies, La Resl Hacenda Ingres arbi un Haq Se denominaba cexcusado ¥ pars bam Jos demon de Figs ated, Loe dliezma de cada paroqni fabrica y culto de las catedrales se aplical de cada parroquia que siguiera en riqueza al més acau Los dicemos 267 diezmos, en las didcesis donde eran suficientes pare el pago del obis: po y cabildo, se administaba por éstos; en caso contrario, la admi- nistaciin corria a cargo de los oficiales reales los cuales siempre ad- tministraban los novenos reales. El destino de los dieemos era al pago de los beneficios eclesistics, dotacién y construceién de las iglesias ¥ lugares sagrados. Los obispos y miembros del Cabildo eran Tos mis bbeneficiados; a los pirrocos les Tlegahan menguadas rentas. Como los ‘bispas y pirrocos de indios tenfan derecho a un salar, que venis determinado por las leyes, cuando no podia cubsitse por los diezmos, caso que siempre ocuria con los pirrocos y doctrineros, la Hacienda Real suplia el resto. El sey destinaba sus des novenss pattes a obras plas o ayudas a jglesas a su arbittio y, en ocasiones, lis destinaba a Ia construccidn de catedraes. Las treinta y una leyes pertenecientes al titulo XVI libro I de fa Recopilacién regulaban todo cuanto se referia a los agentes de recau- dacién, cobranza de los diezmos, cuantia y cualidad de los fratos que ddiczmaban, personas afectadas por el pago y el reparto de los diezmos. Solamente una cuestién importante, en este campo de la administra cién econémica, aparecié con posterioridad a la definitiva regulacién de los diezmos en las leyes recopiladas: el tema del destino de las ren- tas de los beneficios vacantes. El lento y complicado sistema de selec~ cin y nombramiento de los cargos eclesiisticos indianos —al que nos referiremos al tratar del Patronato— provocd siempre largas vacantes, lo que generaba a su vez numerosas rentas destinadas a remunerar a las personas titulares de tales cargos y que quedaban sin destinatario in- rmediato; por causa de la excesiva duracién de tales vacantes, las entas que se acumulaban alcanzaban muchas veces muy grandes sumas. La prictica de reservarlas al futuro titular del cargo convertia a éste en be- neficiario de unas sumas, devengadas mientras él atin no habia sido designado y no habia tomado posesién, precisamente tanto mayores mientras més dilatado fuese el periodo de la vacancia, Conscientes de esta anomalia, los reyes optaron por destinar tales rentas vacantes a obras piadosas, Durante el reinado de Felipe V, el jurista, experto en temas india- nos, don Antonio Alvarez de Abreu, propuso que fa Corona dispusiese de tales rentas de vacantes con toda libertad, sin sujecién alguna a cualquier tipo de obligaciOn de destino pio. Se basaba precisamente en 1 criterio de la absofuta propiedad de los reyes sobre los diezmos, en: 2o8 Historia del Derecho budieno tendiendo que si fos monareas atendian debidametne a sus obligacio: nes de mantener a la [lesia en Indias, tenian plena libertad para dis: poner como deseasen de [a suma sobrante de los diezmos cuando la hnubiers, Siendo éstos bienes del Estado y no de la Iglesia, es decit, bienes temporales, y no espirituales, no existia obligacion de adseribir fos a fines espirituales, sino en la medida precisa para cumplir ef deber regio de mantenet a la Iglesia en Indias. La aceptacién oficial de Is tesis de Alvarez de Abrow supuso el ingreso en la Real Hacienda de is sumas ingentes de libre disposicion, tanto que se afirmé que Abveu habia descubierto unas nuevas Indias para la Corona, y se le ppremid con ef curioso itulo de Marqués de la Regalia, pues de ningu- nna otra regalia habia obcenido 1a Corona tantos beneticios como de la propiedad libre de las rentas eclesidsticas provenientes de las vacantes de Indias Vv LA CREACION DE DIOCESIS ¥ LA FIJACION DE SUS LIMITE Con vistas al establecimiento de la jerarquia cclesiéstica en Ame rica, era preciso a pani de un ciesto momento crear y establecer dis: cess, La praxis candnica tradicional fue sempre la del envio de mis nneros a las tictas de infieles, organizados inicialmente en torna al propio superior de su orden, Posteriormente, el tertitorio misionado, luna ver que la penctracidn del eristianismo y establecimiento de la Iglesia Io aconsejan, se dota al tersitorio de una estructura cuasidioce- sana, que concluye con Ia ereacién de una didcesis a cuyo frente figu- rani ya la jerarquia ordinaria, En ef caso de las Indias, la organizacién eclesistica se inicié mediante un delegado papal —Boyl- bajo cuya di- reccidn se encontrarian Jos primeros misioneros, fiandamentalmente re- ligiosos de varias érdenes. Fracasada como sabemos este sistema, por aos no se nombrd un superior jexinguica del que depenctiese fa Iglesia en Indias; no to frubo alls, ni lo hubo tampoco en ta metrSpoli. Las primeras érdenes misio- nreras fueron llegando con sus efectivos al territorio americano y sus propios superiores internos se convistieron de hecho en superiores de mnisidn y en superiores igualmente de la naciente Iglesia, cada uno en la zona que materialmente ocupaba, Ninguna otra organizacién adm nistrativa parecié existt, siendo la deserita una mera situacion de he- cho, llamada a dejar paso a una estructura diocesana tan pronto como, fuese siendo posible Naturalmente, ls primerts didcesis nacieron en las Antillas, com cietamente cn Santo Dontingo y Puerto Rico, en las dos islas colon zaclas antes que el resto del nuevo continente, Y cocxistitin durante las tceras a eistianizadas, ¥ lis mi siglos las dideesis, establecidas 270 Historia del Derecho Indiano jones con superiores misioneros en los nuevos tertitorios en que vaya penetrando la labora misional, ‘De capital importancia era, en este esquema, la determinacién del momento de la creacién de cada didcesis y la fijacién de sus limites © ‘confines. El crear una didcesis suponia construir una catedral, nombrar tn obispo, establecer un cabildo.catedralicio, crear otras estructuras siocesanas complejas, regular la cobranza de los diezmos, introducir en {a complicada administracién indiana la figura del obispo como otra autoridad que afadir a las civiles, en un tiempo en que lo espiritual y ip temporal tenian mal mareadas sus fronteras, y mal delimitadas sus competencias los poderes estatales y eclesiales. Con lo que queremos decir que la Corona no le podia ser ni le Fue nunca indiferente la de- tisién sobre las nuevas didcesis: cuindo y dénde se establecian y qué limites se les asignaban ‘Los reyes, a comenzar por Fernando el Catélico, intentaron que ih Santa Sede confiase a la Corona la fijacién de los limites de las dic cesis que se fuesen creando, al par de la iniciativa de la ereacién de las tnismas. De hechos, las tres primeras didcesis fueron creadas el 15 de oviembre de 1504 por Julio II mediante la Bula Mins filet; la inicia- tiva fue de los reyes y éstos propusieron y el pontifice acepté el ni mero de tres y la distibucién entre cllas de la totalidad del territorio de la isla La Espafola, donde habjan de radicar. Pero cuando, fallecida ya doiia Isabel, vio don Fernando el texto de la Bula Mis, no le agra dd, porque el papa se hal tn la ereacion de las tres didcesis ningiin derecho reconocia al mon: dle ocupar las dignidades eclesiisticas de las nuevas didcesis, ni el po- der de fijar los limites. ‘Rechazada la bula por don Femando, se abren uno pocos afios de negociaciones que condujeron finalmente a la concesién del Patronato fen 1508 y a la confirmacidn de los diezmos en 1510, asi como la sus- fitucidn de las tres primeras didcesis previstas para La Expatiola ~Ya- usta, Magua y Baynua, de ells la primera metropolitana y las otras dos suftagineas~ por otras tres, sufragineas todas de la metropolitana de Sevilla: dos en La Espafola, Santo Domingo y Concepeién de la Vega, y una en Puerto Rico, San Juan. ‘En cambio, no logré [a Corona, ni entonces ni nunca, una dele- gacién general de la Santa Sede para fijar los limites de las didcesis: ia limitado a acoger Ia peticin regia, pero ni el de patronato para poder presentar alas personas que habrian La crea de dibesisy la fiacn de sus limes mm pese a que don Fernando, en sus instrucciones de 1505 a su embsjador en Roma, Femando de Rojas, habia expresamente escrito: «Es menester que Su Santidad mande que yo ¢ la persona, o personas a quien yo Ie cometiere, faga la dicha divisién e apartamiento, e el dicho arzobispa- do ¢ cada uno de los dichos obispados hayan de gozar de Ambito ¢ territorio que asi les fuere sefialadow, Al negarse Julio IL a la anterior peticién, se cribs ~ccbe Garcia ANoreroe— un confit de no Ail sos Gon, pues sel ey, por el Real Paonato, tena el detecho de fon actin de Ilse eafediaesy dela presetacion de Ia persona 325 nea para oupar el obisado, no acsbuba de enendene qoe Be Dar pos fis ow fon ean 1 aot tide ane pei redid yu que ca tcponble que la Sa Sate iene es eee ae prs min epics com cde tert de Para el caso de las tres primeras didcess, la complicada gestacibn retell Rate eet nel eee acts eat como la Corona demostraron, conjuraron el problema que habia sur- ido en tomo a los limites, Hegindose a un entendimiento entre todat las partes interesadas los nuevos obispos designados por el pontiice y el rey acuerdo que contemplaba varios otros aspectos de Ia puesta fn marcha de la estructura diocesana en Indias. Pero a medida que se pasa de ls tes primeras didcess anillanas Ia demarcacién diocesana continental, pudo concederse por Roma, y nunca se concedié, una de legacién o encargo a los reyes para delimitar los confines diocesanos. Uo au se tos, ya que Rom dsconoc leon indiana, fa una delegacién 3%0 por caso, mis 0 menos extensa, y c i Spal decide ai wats doe Gone bas sla potestad de fijar los limites de las didcesis como atribucién patro- nal vino después, por concesiones particulares. El camino elegido ~afade Garcia Afioveros— por la Santa Sede fue cl de conceder 2 los reyes para cada caso, ad case, la facultad de fijar los limites de cada didcesis que sc erigia 0 de cambiaslos cuany caso lo requeria. El primer paso lo dio el Papa Leon X (1513-1524), al consttuir Ia didcesis de Yucatin por la Bula Sacro Aspotlaras (24 2m Historic del Derecho Indiano eto 1518) y concede, msm temp, a rein corona Rey de apa Caos Tl ita de Hints son Ts Hotes ue ey Cros onde etablecer. Apatite moment, 1s papas foam paren Formals eh hs sucess evecries de Tos obspades ‘Era de cambiar os limes o desiembrar fo des dices x vena obtante conn el mismo autor Corona rms de un cau net com st peyra Ts fictad fener de dlmitar bs Uy De hecho, Calor b por Real Chua de 20 Ue febrero de TS, encomiends ly autostadesreaks pcan ex deteminadas Concone Fa los Knits dels ices, prin que 9 eee en Indivs Se citaba un breve de Paulo HII que en efecto habria concedido al fin la facultad general de los monarcas, y una concesién similar de Pio IV. Pero estos documentos solamente han Hegado a nosotros a través de las referencias de otros textos de origen real, ¥ no hay seguridad de ‘que hayan existido verdaderamente Si los monarcas pese a todo actua~ rom tantas veces como si poseyeran el poder que Roma et este punto ro les habia otorgado, estamos de nuevo ante una ampliacién de sus propias facultades, tolerada por Roma de forma similiar a tantos otros supuestos semejantes de la historia eclesistica indiana, vil EL DERECHO DE PATRONATO. For lo que hace al Derecho de Patronato, no sabemos con exacti- tud en qué momento los reyes lo solieitaron efectivamente, y por vez primera, Como institucién candnica venia de antiguo, y se habia be- cho largo uso de la misina en la Europa medieval, como medio de desarrollo de la Iglesia en la obra de crstianizacién de Europa. Los Seflores que incorporaban mucvas tictras a sus seiiorios, bien repoblin- dolas, bien cristianizando a sus habitantes, y los que realizaban una ‘obra de desarrollo y poblacién de sus tiers, fundaban en cllas iglesias y las dotaban econémicamente, recibiendo a cambio el derecho de proponer los nombres de las personas que habian de regir esas iglesics, para su nombramiento por la autoridad cclesistica competente, Se lhi- 1m tal derecho Derecho de Patronato, v patrono el sefior que lo po- seia, En Espaita, poco tiempo antes del descubrimiento de América hax bia tenido lugar una importantisima concesién patronal: Inocencio Vill, mediante la Bula Orthodavae fidei, de 13 de diciembre de 1485, habia otorgado a tos Reyes Catélieas el patronato universal sobre to- das las iglesias det reino de Granada, de las Islas Canarias y de la villa de Puerto Real No hay una concesién patronal on las Bulas Alejandrinas de 1493, ni siquiera en la is, Precisamente en ésta no podia haberla, pues come sabemos era un documento dirigido 2 fray Boyl para nombrarle wicario papal en Indias, ¥ no a los reyes. Pero en el sistema de presentacién por fos monarcas del nombre de Boyl al papa hay algo de patronal, pues en efecto la Corona edifica y dota las iglesias y propone al para a la persona que ha de regitla. Tal vee por ello creyé de buena fe don Femando que el Pationato era algo que le habia sido concedido, al 274 Historia det Derecho bndiano ‘edido, al menos implicitamente, para fas Indias. Y euando en 1505 conoid el texto de La Bula Mins, de noviembre de 1504, que creaba las primeras dideesis, y en [a cual el patronato se desconocis por cor pluto, reaccioné rechazinddola y detenigndose a ereacibn diocesana en fas Antillas durante varios afios. Ajios que ef monarca no destina cuparse de esas didcesis sino precismente, ¥ ahora de forma explich th, a que se fe conceda en América el derecho al patronato universal, 1 yo cual supeditars todo el resto de st politica cclesistica indiana. EI Patronato fe fue concedido al rey Catdlico y a su hija doa Juana por el papa Julio Hl, e 28 de jalio de 1508, mediante ta Bula Universalis Ecclesiae, la principal —junto con Ja Inter eactera del 4 de smiyo de 1493 de todas las bulas pontticias dictadas para las Indias. ‘A venor de Ja misma, al rey y a sus sucesores tocari la ereccién, fin ddacidn y dotacion de las iglesias, monasterios y dems lugares de eulto Gel nuevo mundo, lo cual no podia ser hecho por terceras personas sin to real; y adquieren tos monarcas el derecho de presenta- isn para prover todos los cargos y beneficios eclesiésticos. Ty Bula Universalis, pese a que su contenido es, como queda se falado, muy preciso y limitado, dio pie a un desarrollo amplisimo de faeultades regias en relacidn con la Iglesia india, Los reyes fueron de- senvolviendo el privilegio conereto que la bula contiene, mediante una interpretacion cada vez. mis extensa, de modo que ya bajo Felipe Hel Panenato era un derecho que habia desbordaco ampliamente sus Ii ios, y bajo el nombre de Real Patronazgo se ejerefan fun- jue los monarcas consideraron sayas ¥ {uedado expuestos cconsentimi rntes origina cones de gobiemno y control q que la Sania Sede toleed, en Tos térmiinos que han. Praitina sistematizacion de tales funciones puede ser Ia siguiente: 1. Fucultades pationales efectivamente concedidas por los papss « derivadas del Patronato. : Facuftades que se denominan patronales pero que no To sor no gue sopenen sa interpetain abusive y extensive derecho patronal y fo desbordan. “12 Facultades de control, para la defensa del circ auto regio en sus interpretaciones excesivas y abusivas Patro- EL Davecho de Patronato 25 1. FACULTADES PATRONALES DE LOS MONARCAS Bajo el primer epigrate, facultades regias patronales 0 al menos de- rivadas de otras bulas papales o de una interpretacién no abusiva del patronato, hay que enumerar ls facultades patronales de fundacién y dotacién de iglesias y de presentacién de candidatos para los cargos eclesiisticos; los diczmos, de que ya hemos tatado; y Ia ereacion de cidcesis y fjacién de sus mites, de que también 110s hemos ocupado. [Asimismo, cabe integrar en este apartado el tema de las eédulas flama- das de muego y encargo, para el gobiemo de los obispados en sede vacante. Tales cédulas deben su razon de ser a la excesiva duracién de las vacantes de las sedes episcopales indianas. El procedimiento atbitrado para cubrirlas, mediante ol legtimo cjercicio del derecho de presenta- cidn era muy lento, y se agravaba notablemente por las distancias y la enome lentitud de las comunicaciones. Desde que un obispo modia hasta que la noticia de la muerte llegaba de su sede a fa capital del virteinato, de alli a la metrépoli, y en ésta se ponia en marcha el me- ‘eanismo de la selecciin del candidato y su presentacion al papa, nom- bramiento papel, expedicidn de la bula de nombsamiento, traslado del nuevo prelado a su sede en Indias, consagracién y toma de posesién, ios. Durante tal tiempo, y segiin las normas del Derecho Ca pasabant a nénico, correspodia ef gobierno de la sede vacante al Cabildo catedra- licio, que lo ejercia a través de un vicario capitular elegido por aquel Los reyes, para acortar el periodo de la vacante, establecieron que, tan pronto como ellos elegian al nuevo obispo y mientras éste era presen- tado a Roma, etc, el interesado se tasladase a su futura sede y comen- vase a gobernarla, investido a tal efecto de la condicién de vicatio «a pitular; para que el Cabildo efectivamente lo eligicse para tal cargo interino, los reyes proveian al candidato de una Cédula ede ruego y enieargos, rogando y encargando al cabildo que la eleceién del vieatio ceapitular recayese en est persona, Naturalmente, los cabiklos no po- lian negarse a una solicitud real que suponia elegir para el gobierno ies seria nombrado obis- provisional de la didcesis 2 quien meses de po de la misma Igualmente, eabe integrar en este primer apartado de facutades re- sas realmente derivadas del derecho patronal, el derecho de los ma- narcas a intervenir en los nombramientos de superiores de las ércenes ET ae 26 Historia del Derecho Indiano teligiosas. Tales cargos, intemos de cada orden, no estaban sujetos al leecho de presentacién, y por tanto los reyes nada podian hacer para ddeterminar quiénes gobernarlan tan importante parcela personal de la ‘vda religiosa en Indias. La Corona gest6, para suplir esta falta, dos sis- temas: uno, de control de la actuacién de tos superiores religiosos, a través de una serie de mecanismos de informacién constante a la au- toridad civil de cuantos actos transcendentes de gobierno pudiesen adoptar los superiores en el seno de sus propias drdenes —Io que se reguld en la Real Cédula de 4 de junio de 1574 y con algunas mitiga- cones pasé a la Recopilacién—; y otro el intento de creacién de los Comisarios de Indias, que se queria que fuesen unos delegados de los respectivos generales de cada orden, que residirian en Madrid y ten- ddan en sus manos —més ficilmente controlables por la Corona que no los generales residentes en Roma y por lo comin no espanoles— el sgobiemo de cada insttuto en Indias. Sélo de los franciscanos obtuvo Felipe It, y no sin problemas, que nombrasen un Comisario de Indias. En fin, cabe también considerar como ejercicio derivado del Pa- tronato de tina facultad relacionada con fo teligioso la frecuente inter- rencién de los reyes para componer los litigios entre religiosos y obispos, a raiz de la aplicacidn en Indias de la Bula Onmimoda de Adriano V1, de 9 de mayo de 1522. Esta bula fija las facultaes regias en el envio e-misioneros, y establece las funciones de gobiemo que toca a éstos ‘en aquellas regiones de América en las que atin no estuviese estableci- a [a jerarquia diocesana. Cuando esta jerarquia fue poco a poco ex- tendiéndose, los religiosos se resistieron a abandonar las funciones de tireecién y gobierno que la Bula Omuinoda les habia confiado. Y de ahi frecuentemente brotaron litigios incluso escandalosos, en cuya so- licién —tanto inmediata sobre el terreno, como mediata intercediendo ante los sucesivos papas para ir corrigiendo el derecho comtestado— tu- xieron importante parte los monarcas. 2, FACULTADHS BJERCICAS POR LOS REVES FOR INTERPRETACION EXTENSIVA a Parkonaro Consideramos ahora las facultades flamadas patronales pero que no lo eran, sino que supusieron una concepcién abusiva de su funciGn dlaborada por la Corona y sus juristas a lo largo del tiempo. En. nin- Fl Derecho de Patronato 2 sin lugar estin todas estas facultades sistematizadas y ordenadas, pues- to que son el fruto de una larga evolucién de la accién regia; momen- tos legislativos fundamentales para conocetlas son las Ordenanzas del Real Patronato, obra de Juan de Ovando, promulgadas por Felipe I en 1574; la Recopilacién de 1680, en su correspondiente titulo del Regio Patronazgo; y el Proyecto del Nuevo Gédigo de Indias de Carlos Ill, ue se limitd al Libro I precisamente el dedicado al gobiemo espi tual tal proyecto nunca Hleg6 a entrar en vigor, pero nos muestra reu- niidas y ordenadas la totalidad de las disposiciones de alguna importan- cia dictadas a lo largo de tres siglos para regular el ejercicio de les facultades regias en materias consideradas patronales. En este apartado ppodemos clasificar las facultades ejercidas por los reyes en relacién con la convocatoria y celebracién de Concilios diocesanos y provinciales; las que tocan al fuero eclesiistico; el ejercicio de suis facultades por parte de los tribunales de la Iglesia; las vacantes y espolios; las predi- caciones sagradas; el derecho de asilo; las visitas de los obispos a Roma y sus relaciones sobre el estado de sus didcesis; el extrafiamiento de létigos y prelados; el control de los viajes de clétigos y religiosos. a disposicin tridentina para que se celebrasen concilios provir- sales en todas las archididcesis cada tres aftos no fue observada nunca en Indias, La importancia de los concilios es grande, pues constituyea la principal fuente de derecho particular de la Iglesia; en las normas dictadas por los concilios indianos a lo largo de tres siglos podemos encontrar hoy el mejor refleio de vitalidad de la Iglesia en América, y tin auténtico tesoro de medidas en favor de los indios y de la evange- lizacién, Apoyado razonablemente en las enormes distancias que en aquel continente separaban a unas diécesis de otras, Felipe Il obtuvo de Pio V que los concilios se cclebrasen alli cada cinco altos; Gregorio XIU amplié el plazo a siete, y en 1610 lo amplié de nuevo Paulo V, a doce afios. Pero nunca se cumplieron tales plazos. Valga recordar que cn toda la historia de la archididcesis de Lima bajo soberania espafiola tuvieron lugar seis concilios provinciales, con esta periodicidad: 1552, 1567, 1583, 1591, 1601, 1722. Y en México se celebraron cuatro en 1555, 1565, 1585 y 1771. Felipe II ondené —como recuerda Garcia Afloveros~ que antes de su convocatoria «sea primero dindonos cuenta, para que advirtamos lo que fuere conveniente y se celebren con la menos costa que se pueda»; que los virreyes, presidentes de audiencias y gobemadores, segin en m8 Historia del Derecho bndiano qué Giadad se colebre ef concilio, sasistan. personalmente por Nos, y en nuestto nombres para que “tengan mucho cuidado de procurar a par y conformidad de fos congregados, mitar por lo que toca a la cone servacién de nuestro Patronazgo y sque nad se cjeuute hasta que ha- bigndonos avisado y visto por Nos, demos orden para ellow; y que Tos concilios «antes que los publiquen, ni se impriman, Jos envéen ante Nos a nuestro Consejo de Indias, para que en él vistos se provea lo iyoe convenga; y que se guarden en [as provincias eclesiisticas de Pero y Nueva Espana los Coneilios celebrados en fa Ciudad de fos Reyes Lima) y México los aitos [582-1583 y 1585 respectivamenter. Los Conctlos que no recibian by aprobacidn regia no entraban en vigor Deducimos de lo anterior el por qué el siglo xv1t fue un siglo sin concilios en ambas archididcesis indianas. Los Concilios terceros de jima (1583) y México (1585) no solamente reeibieron la aprobacién npulso desde Lx propia Corona, y

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