Psicoanalizar - Serge Leclaire PDF

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PSICOANALIZAR un ensayo sobre el orden del inconsciente y la practica de la letra por SERGE LECLAIRE inera edickén en eqpatil, 170 ©) siuLa xx worwons, 3A Gabriel Mancera 65 —~ México 12, D. F. Primera edlelén, en frances, 1a (out Set Pr, Fes Teulo original: Psychanalyser — Essal sur Vordre de Finconsclené ef fa prague de tn lettre Iinpreso y hecho en México Printed and made in Mexico el mundo del hombre PSICOLOGIA Y EDUCACION Traduccién de JULIETA CAMPOS revisién técnica de DR. JUAN DAVID NASIO en colaboracién con el AUTOR INDICE “I var vit Con qué ofdo conviene escuchar, 1 El deseo inconsciente. Leer a Freud, con Freud, 24 Tomar el cuerpo a la letra 0 gcémo hablar del cuerpo? 53 El cuerpo de la letra, o la intricacién deb objeto y de la letra, 77 EI suefio del unicornio, 98 E] inconsciente o el orden de la letra, 121 La represién y la fijacién o la articulacién del goce y de la letra, 151 Psicoanalizar. Nota sobre la transferencia y la castracién, 175 tnt 1 CON QUE OfDO CONVIENE ESCUCHAR , Un dia el paciente, recosténdose en el divén, re- lata la siguiente fantasia: un ladrén de comedia, ofensivamente enmascarado, con guantes negros y sombrero de ala ancha que cae sobre los ojos, rompe la vitrina de una galerfa de pintura y se apodera de un cuadro que representa Ia escena misma que se est actuando: un ladrén,’vestido de negro, que rompe la vitrina de una galeria de pintura, antes de abismarse en el “automévil ne- gro” que arranca como tromba segin la mejor tradicién de las pelfculas del género; frente a esta escena, el narrador, quien aparece represen- tado en un Angulo de la escena, afecta indife- rencia y, con un gesto lento, extrae un cigarrillo de una cajetilla roja y blanca, de Craven “A”, Aprovechando el silencio que se establece por un instante, antes ‘de que el paciente comente su fantas{a, instalémonos junto al sillén, en el se- creto de las reflexiones del psicoanalista. Reco- noce de inmediato, sin poder defenderse de un ligero malestar debido a cierta sensacién de fe- miliaridad, una fantasia tipicamente obsesiva; esto le confirma, una vez més, su punto de vista diagnéstico sobre el paciente, y nuestro psicoana- lista empieza a recordar las variantes de esa fan- tasia que ha podido escuchar otras veces: la interrogante perpleja, divertida o fascinante, an- gustiosa en ultima instancia, sobre las etiquetas de la “Vaca que rfe” en las que figura la repre- sentacién de una vaca de cuyas orejas cuelgan, a guisa de pendientes, dos latas que llevan natu- a 2 CON QUE ofp0 CONVIENE ESCUCHAR ralmente la misma etiqueta en la cual figura la misma representacin duplicada, y asi hasta el infinito; es también, imagina nuestro analista, atormentado a esas horas"por el apetito, la repe- ticién en innumerables facetas de Ja etiqueta de los vinos Nicolas, en la que “Néctar”, el manda. dero, lleva en las manos sendos abanicos de botellas y cada una marcada con la misma repre- sentacién; én los términos més puros esa fanta- sfa se funda, piensa también el analista, en una disposicién real que produce su propia estructu- ra, cuando el sujeto se encuentra colocado entre dos espejos casi paralelos: de cada lado la ima- gen se reproduce, de frente y. de espaldas, en una serie infinita. Pero el analista no puede dejarse arrastrar a esas trampas obsesivas: tiene que escuchar lo que asf pretende decirse; la repre- sentacién de los juegos de espejos le evoca el problema de la identificacién y lo refiere al trae bajo princeps de J. Lacan sobre "El estadio del espejo como formador de la funcién del yo”? Pero equé puede hacer en este caso con los recuerdos que conserva de ese texto notable? y, por otra parte, ¢por qué habria de dejarse fasci- hat a su vez por esa evocacién de los juegos posibles del espejo? El psicoanalista siente des- lizarse, en ese corto intervalo, por el hilo flotante de su atencién; reacciona, En la escucha del discurso de su paciente debe estar atento al de- seo —inconsclente— que sc dice; tal ha sido el partido que ha tomado al hacerse psicoana- lista; entender algo més que la simple significa. cién’de las palabras pronunciadas y poner en evidencia el orden libidinal que manifiestan. Por Jo demés, la forma misma del discurso que aca- ba de hacerle su paciente, una fantasfa, deberia incitarlo naturalmente a ello y ser por lo menos 1 J, Lacan, erits, Du Seuil, 1966, pp. 93-100, ‘CON QUE OfD0 CONVIENE ESCUCHTAR 3 un signo de que stt interlocutor se adapta a las reglas del juego analitico de decir, sin restric. cién voluntaria, todo lo que le viene a la mente. Asi, el hecho mismo de que el paciente, ese dia, en vez de enumerar, una vez més, el encadena. miento Iégico inexorable de sus preocupaciones, relate una fantasfa onfrica, testimonia cierta acep. tacién de la posicién de su interlocutor. El psi- coanalista deberfa alegrarse, pero no lo hace, porque presiente que esa fantasia encubre inten. ciones de seduceién para con él, un poco como si el paciente dijera: “;Ah! He aqui una historia que le interesara, pertenece a su campo”. Y el Psicoanalista empieza a afiorar, frente a tal for- ma de connivencia, al paciente menos socarrén, © menos informado, que dice lisa y lanamente, antes que su interlocutor haya abjerto siquiera Ja boca: “Pues lo que es yo, doctor, no creo en sus historias”. Pero he aqu{ que nuestro psicoanalista, en ese corto intervalo de silencio, cl tiempo apenas para un pensamiento, se deja levar de nuevo por sus problemas en tanto que analista: otra vez se re- cupera, més sobrio, més preciso. Se dice: “Muy bien, estoy a la escucha de su deseo, y no oigo tan mal, puesto que acabo de percibir una in- tencién seductora; si intenta seducirme, es sin duda para ‘poseerme’, para aprovecharse de mf ©, con mayor seguridad, para neutralizarme, por- que teme lo que yo pudiera hacer o decir, Me encuentro en terreno seguro y conocido: el te- mor es seguramente de castracién, que aparece en respuesta a ciertos deseos edipicos; es natu- ral, puesto que mi paciente sabe, més o menos confusamente, que estoy precisamente a la es- cucha de sus deseos; que, un poco més, y se imaginarfa que estoy aqu{ para provocarlos, con- vertido a mi vez en seductor.” En el sillén surge la paz: nuestro psicoanalista 4 CON QUE OfD0 CONVENE ESCUCHAR ha encontrado las dos referencias principales que lo ayudan a sostener su posicién en toda cine cunstancia: Edipo y la castracién. Pero la euforia es-breve: esta vez el silencio se prolonga, y serfa casi el intervalo de un se. gundo suefio; lo que el analista esconde, abrien. do por fin la boca, con un “si” evasivo, mas interrogante que aprobador. Nada, por parte del paciente, le responde de inmediato, lo ‘que per- mite a su interlocutor poco indiscreto la oportt nidad para proseguir interrogindose sobre st Practica presente; gqué decir més, por el mo. mento, salvo ese sf de espera, ya que seria sin duda prematuro, y sobre todo azaroso, denunciar ‘su intencién seductora, aunque nuestro analista Piense en ella, por Jo mismo que en la practica $¢ recomfende justo intervenir preferiblemente “Yen el nivel de Ja transferencia”, es decir, justa, mente en el nivel de lo que se hace evidente del deseo en el marco de la sesién? Entonces, todo sucede como si el psicoanalista hubiera hablado en alta voz, y el paciente le responde como hombre advertido de los rudimentos de la teo. ria y la préctica psicoanaliticas, como sucede en Ja actualidad con la mayoria de los que se some. ten a un andlisis, El analizado toma de nuevo Ja palabra, po- niendo fin a un silencio que no ha durado mae de dos minutos, para contar, con cierta amar. gura, que esa fantasfa se relaciona sin duda con Ja latga visita que hizo recientemente a Iolae una galerfa de pintura, en la que admiré parti; cularmente, y sofiéd con adquirir, un cuadro de Magritte. Desgraciadamente, lo que le cuesta su tratamiento excluye por un tiempo cualquier com. bra de esé género y ése es un impedimento que Podrfa levarlo a Ja eélera més violenta, soles todo si se pusiera a pensar que el analista sf po. drfa adquirir un cuadro semejante, Precisamente con los honorarios gue le esta pagando, En se- guida afiade, ademas, que no le falt6 la oportuni- dad, mientras esperaba en la antesala, de ima, ginar que podria Ilevarse una revista de arte o Sustraer una de las estatuillas ‘expuestas en una vitrina 0, lo que bubiera sido lo mas delicions del mundo, romper una jarra que se encuentra alli, Después prosigue en silencio esas evocacio nes violentas, Nuestro analista se siente colmado: no sélo el paciente, mediante sus asociaciones, ofrece es- Ponténeamente la actualidad de esa dimension transferencial? expresando las emociones que ex. Perimenta en el marco del tratamfento y en rela, cién con el analista, pero sus manifestaciones ilustran o confirman'lo bien fundado de una se. cuencia muy conocida de quienes practican el andlisis: frustracion, agresién, regresién® En-, efecto, el analista reconoce lo que le ha sido em seiado de la manera mds académica, 0 sea que la situacién analitica, que no debe responder ‘de 3 La transferencia designa, en el uso psicoanalit Soman, Ja puesta en juego, en el marco de la Telacise establecida por el tratamicnto, de movimlentos afcet YoS que serfan ‘a repeticién ‘de prototipos, iafantics tmaspuestos a la persona del psicoanalisia: Hlaremes unos ajustes y" complementos en el capitulo vill esta concepeta simplista coe mls MOSHE, qu procede del campo del sicologia experimental, se situa en tna perspectira, que elie i gecennaign’ Seti Us perspective, que ir una “regresién infantil” en el paciente: Vease a este respecto I. Macalpine, "The development of the ttansferencs", en The Psychoanalytic Quarterly, VOL, Xen 1950, nia, 4p. S01. Encontramos ademés, Gh ioe tee bajos de ia ‘escuela, Kleinlana, la. description, de 2 Secuencia andloga: “...La regresién no es mds que la sonsecuencia del fracaso de la libido frente a'las fist’ nes de destruceign, y de Ia angustia provocata por it frustraciéa.” P. Heimann y 8 fsaacs, “Repression, eo Developments in Psychoanalysis, Hogarth Press, 1952. (Desarrolios en psicoandiisis, Hormé, Buenos Aires}

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