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6 O, EEE © HUMANISMO, HOY ualquier intento de redefinir el significado filos6fi- co de palabras que arrastran una historia cultural larga y compleja, como humanismo deberia tener en cuenta dos condiciones metédicas. Que la filosofia es la propia época puesta en pensamiento y no la repeticién mas o menos retorica del pensamiento de épocas pasadas. Y que el pensamiento de la propia época ha de ser critico, y no dogmitico ni mitémano: ni comulgar con el discur so oficial del poder ni con los mitos medisticos. El Gltimo intento de poner la propia época en pensa miento esta vinculado a la postmodernidad 0 cultur postmoderna. Pero la postmodernidad es una de tantas, palabras medio lenas y medio vacias de significado y puede ser asociada a diversas imigenes y constelaciones cultura- Jes, Por un lado, al fin de la metafisica antigua o moderna por lo tanto, a un horizonte postmetafisico vinculado a Ja emergencia de la comunicacién como uno de los temas preferentes de la reflexi6n filoséfica, al menos en dos direc- ciones principales. Una, el giro lingiifstico que experimen- ta la filosofia en el siglo XX, al sustituir las ideas y su logi- «a formal, por los signos y la suya, la pragmitica comuni- cativa, como objeto preferente de su atencién; otra, la refle- xién sobre los medios de comunicacién y, de forma ere- sobre las tecnologias que la han convertido en tele comunicacién globalizada y homogencizadora. Por otro lado, la postmodernidad se vincula a la emergencia del dite rencialismo, el multiculturalismo y el interculturalismo, uno de cuyos significados menos atendidos es la bajada de relie- ve del monoculturalismo normativo a que estamos acos- tumbrados en ef Norte occidental. Lo evidencia la presion ascendente de los flujos migratorios y su diseminacién de diferencias, ante lo cual el paradigma monocultural parece irse convirtiendo poco a poco, y ante nuestros propios ATENEO GABRIEL BELLO ojos, en un resto arqueolégico. Por eso la postmo- dernidad es, también, la época en que todas estas diferencias mantienen una relacién compleja con la cultura de masas globalizada, la macdonalizacién del mundo 0 fast-food, transfigurada en telebasura 9 fastthink, pensar basura. Lo que no es, precisamente, el pensamiento filo- s6fico postmoderno aunque su condicién postme- tafisica lo convierta en pensamiento némada y débil al haberse autoexiliado de la vieja fortaleza metafi sica, erigida en torno a la Realidad Verdadera, y con- vertirse en su desmitificador 0 deconstructor. Pen- samiento, por tanto, desarraigado como la época misma, que enuncia la muerte del hombre y el des- centramiento o deconstruccién del sujeto, tipicos del habitat metafisico. Pero una cosa es -para poner- lo claro~ ta muerte de la representacién metafisica del hombre, inspiradora de un monoculturalismo normativo, otra el fin de toda representacién, y muy otra el fin de la especie humana La critica, por su parte, es ante todo una palabra muy gastada por tanto uso y abuso, la derridiana usura del tiempo visible las monedas viejas y des- gastadas hasta la borradura de los signos inscritos en su acufiacién, Habri que reinscribir los signos de la critica 0 cambiar de moneda? Critica viene del verbo griego krinein, distinguir o discernir: elegir Discernir o elegir implica criterios de eleccién y decisién, valores mas © menos firmes, que inclinen {a decisi6n hacia un lado y no hacia el otro. Lo que la usura del tiempo ha gastado a la palabra critica es, precisamente, el perfil de los criterios y valores que motivan ¢ ilustran el juicio critico. La filosofia curonorteamericana moderna y contempordnea ha tomado a la critica, su significado, eriterios, valores y pricticas -critica literaria, critica de arte, critica de la sociedad y la cultura, critica de la economia, critica de la politica y sus medios, etc como uno de sus objetos de investigacin y debate mis recu- rrentes, y como uno de sus problemas mas urgen- tes y, a la ver, mis arduos. El desgaste 0 desfonda- miento de la critica viene, en gran medida, de su sobreexplotacién cultural y politica, académica y mediatica, a la que ha estado sometida como cual quier otra economia del valor: de atribuitlo 0 negar lo a cualquier cosa susceptible de ser rentabilizada en términos de capital simbdlico convertible a la postre, como casi todo, en capital econdmico o capital politico, cTiene, entonces, algin sentido, la pretension de poner a la propia época en pensamiento o en dis- curso critico? La respuesta deberia ser que si, y el humanismo el que proporcionara a la respuesta con- tenido y criterio. Pero el contexto epocal deja la pregunta abierta, sin respuesta, al ser la nuestra posthumanista por postmetafisica, en la que no hay lugar para respuestas terminantes, criterios © valo- res absolutos al estilo del viejo humanismo metafi- sico-teol6gico. Y no los hay porque las entidades metafisicas como ideas, esencias 0 sustancias, natu- rales 0 sobrenaturales, otrora formas normativas tilt- mas, se han revelado a lo mejor como mitos y, a lo peor, como mitos patriarcales y colonialistas, sexis- tas y racistas, simbolos de una politica no solo pre democritica sino antidemocritica. Ya no tiene sen tido la idea de humanidad ni la esencia, sustancia 6 naturaleza humanas como criterios de juicios eri- ticos éticos y politicos dotados de validez univer- sal. No hay definiciones esencialistas, intemporales 6 transculturales de la humanidad. Todas son con- textuales, situadas en una época histérica o en una cultura dada: cronotépicas y pragmiticas, en fun- cién de los propésitos pricticos, éticos y politicos, de un proyecto cultural dado como el pattiarcal y/o colonialista. La intuicién metafisica como método de conoci- miento ha sido desmantelada desde fuera y desde dentro en dos momentos postmetafisicos distintos, el positivismo y el neopositivismo, surgidos a la sombra de la revolucién cientifica y su método, y el movimiento hermenéutico-deconstructivo. El método cientifico-empirico somete a la intuicién etafisica y sus pretensiones de conocimiento abso- uto a una prueba tan simple y contundente como la prueba empirica y su administracién en condi clones contrastables piblicamente por la comuni dad cientifica. La intuicién metafisica, acontecida en el interior de la mente de un Gran Filésofo, Grie- g0 (antilemécrata) © Aleman (nazi) -o de tantos que quedan en medio~ ni se puede someter a pruc- ‘ba empirica ni a discusién y debate piblicos, ya que esto tnicamente puede producirse en el exterior del espacio comunicativo. La intuicién metatisica, Gini camente creer o descreer, aceptar o rechazar por afi nidad emotiva. Depotenciada, asi, de su condicién de método de conocimiento fiable, la intuicién metafisica es redefinida en la tradicién hermenéuti co-deconstructiva como un efecto de escritura, con lo cual Ia escritura filos6fica clisica queda asimila- da al campo de la “escritura” o tradicién literaria, ala que se habria de reservar dos destinos bien dife- rentes. La hermenéutica ha visto en ella el depésito de la ejemplaridad humana de indudable peso huma- nista -por ejemplo en autores como Shakespeare 0 Cervantes-, dotado de poder efectual 0 formador de una identidad humana nunca cerrada sino ATINEO 7 8 siempre abierta a interpretaciones ulteriores Por el otro, en cambio, una época decons- tructiva y postmoderna como la nuestra ha sido testigo del estallido de literatura clasica, supuestamente universal, en literaturas mas © menos nacionales, coloniales y postcolonia- Ies, lo cual ha supuesto un desafié en regla del canon occidental como modelo tinico y necesario de la formacién de una identidad shumanista. Tampoco es posible recurrir a un huma nismo cientifico. El método cientifico es impotente para sustituir a fa metafisica en el suministro de una imagen normativa de la humanidad, a utilizar como criterio final en juicios éticos y politicos. Hay dos razones de fondo. El método cientifico es falible y criti co, el conocimiento que produce siempre queda sujeto a revisién y unas teorias son sus tituidas por otras; mientras que las exigencias de los juicios éticos y politicos de un huma nismo al viejo estilo no admiten dudas, ex: gen compromisos absolutos con unos valores y descompromiso igual de absoluto con los valores opuestos (cosa distinta es si este tipo de juicio es hoy posible o el tinico posible) En segundo lugar, el método cientifico puede ATINEO investigar la humanidad en sus aspectos ficti- cos, descriptivos 0 explicativos, pero no tiene nada que decir sobre la humanidad axioldgi- ca 0 normativa. Biologia, economia, sociolo- gia, lingiistica, psicologia, antropologia, his- toria, ecologia, etc., son capaces de dar cuen- ta de los respectivos tipos de hechos y su interrelacién causal o funcional como expli- cacién de los fendmenos. Pero no tiene nada que decir sobre dignidad humana, la huma- nidad como valor moral irreductible a valor econdmico en las diversas formas histéricas de explotacién, desde el esclavismo abierto clisico, al esclavismo encubierto en el traba- jo sumergido de los sin papeles. (EI Pais del 3-09-01 incluia un reportaje, con foto, sobre tuna escena de contratacién de ilegales en. un pueblo de Gerona titulado “Mercado de escla vos en plena calle”). Por ello, en conclusién, el método cientifico podri. proporcionar reglas tecnoldgicas o tecnologias en funcién de acciones o sistemas de accién individual 0 colectiva, pero nunca determinar el significa- do y el valor que dan sentido, movilizan y justifican tales acciones o sistemas de accidn, Un ejemplo hoy inmejorable es el debate generado por el escritor y filésofo aleman P. Sloterdijk al sugerir un humanismo biotecno- logico. Su argumento es sencillo y parte de tuna premisa de biologia antropolégica muy extendida: que la especie humana es genética- ‘mente inmadura y agresiva y, para desarrollar se normalmente necesita el complemento cul- tural de un proceso largo y complejo de for macién 0 aprendizaje, Hasta hace poco (pon- gamos el siglo XX) el miicleo bisico de la edu- cacién corria a cargo del humanismo clisico, la filosofia y las humanidades, que funciona- ba mediante la escritura y la lectura y la correspondiente dinmica pedagégica. Pero este método haa fracasado y, con él, el huma- nismo. La prueba de este fracaso esti en el hecho histérico registrado de que la cultura inspirada en el mejor humanismo es, también, la cultura de la mayor violencia que ha cono- ido la humanidad. {Cual es, entonces, la sig- nificacién cultural profunda del humanismo (clasico)? Esta era la gran cuestién que ya se planteaba en 1946 , en su Carta sobre el hum nismo, el filésofo alemin M. Heidegger (cém- plice, al menos por pasiva, de la violencia nazi, y para muchos uno de los dos 0 tres filéso- fos mayores del siglo XX), un aio 0 dos des pués de terminar la Segunda Guerra Mundial, escenario de la barbarie nazi y de la explo- sién de dos bombas nucleares sobre otras tan- tas ciudades japonesas (sin tener en cuenta otras como las de descolonizacién, por ciem- plo la de Argelia, que no habrian de tardar en suceder; © como la Guerra Fria con su intensificacién de la amenaza nuclear y, en su final, las guerras étnico-culturales comen- zando por la del Golfo, y siguiendo con las de los Balcanes y el centro de Africa). Hei- degger interpretaba la violencia que él habia podido conocer como un efecto de la Meta- fisica, a la que veia como el origen germen de la ciencia que lo es de la técnica o “dis posicién tecnolégica del mundo” movilizada y controlada por la Voluntad de Poder. La Metafisica es, también, en la visibn de Hei- degger, la que abre la época del olvido del Ser en favor de su representacién conceptual y. en fin de cuentas, del sujeto de esta repre- sentacién, la subjetividad humana moderna, vinculada de un modo u otro a la violencia y sus tecnologias. Por eso propone sustituir la Metafisica por una Ontologia fundamen- tal que, en Lenguaje mas Ilano que el suyo, significa dos cosas. Recuperar, por un lado, la memoria del Ser mas alla de las represen- taciones o interposiciones humanas, y dejar- lo ser en su expresion originaria, definiendo al hombre como el que esta a la escucha del ser, en actitud reverencial, pasiva y obedien- te, como su caja de resonancia. Dada, no ob: tante, la dificultad obvia de articular signit cativamente la yor del ser, préxima a la poe- sia y a la mistica, el tinico recurso que nos queda es escuchar o leer a Heidegger, intér- prete del ser y Gran Guri de la nueva sabi- dduria ontolégica. Como escribe Sloterdiik,“de esta forma Heidegger eleva el ser a la catego- ria de autor exclusivo y tinico... y se designa asi mismo como su actual escribano” (Nor ‘mas para el parque humano, 1999/2000). Sloterdijk acepta el diagnéstico de Heideg- ger del desfondamiento hist6rico del huma nismo clisico, metafisico-literario-escritural, vinculado a la extraia asociacién entre el mejor humanismo y la peor violencia. Sin embargo, no soporta el tufo entre mistico y autoritario de la nueva sabiduria ontologica, ni que Heidegger se autopostule veladamen- te como el eseribano del ser, dejindonos al resto de los mortales en la condicién de sim- piles lectores 0, como mucho, en “escribanos del escribano”. A partir de aqui Sloterdik tira para otto lado.

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