‘CONSEJO EDITORIAL,
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Gowan Rooitee9 Mate
Eduardo Garcia de Enterria
Aurelio Menéndez Menéndez
El Derecho,
la Ley y el Juez
Dos estudiosI
‘Tras la espectacular autodisolucién del comu-
nismo, en el momento mismo en que se celebraba
segundo centenario de la Revolucién Francesa,
puede decitse que la democracia como forma
de ordenacion de las sociedades humanas ha
pasado a ser un paradigma universal e indiscu-
tido. Ninguna akternativa seria resulta visible
Frente a la compleja tipologia de las formas de
gobierno que, desde Platén y Avistteles, reela-
boré incansablemente la filosofia y la ciencia
politica, hoy es ya conciencia universal que no
cexisten sino dos formas de gobierno posible: la
democracia y la autocracia, la primera el gobierno
del pueblo con el consentimiento del pucblo, fo
23qué implica que el poder politico sea limitado y
sus ttulares revocables; ya segunda, la apropia-
cién del poder por un hombre, o una casta, o un
partido (poltico, teligioso, éico, hist6rico) mi-
nofitaro que se autoproclaman titulares del po-
der, que jercen sin limites jnsidicos virtuales y
sin someterse a renovacién 0 revocacién.
La democracia es, pues, nnestro destino, Sélo
en ella se reconoce hoy la legitimidad del poder
politico, Todas las autocracias han de presentarse
como transitorias, en virtud de determinadas
situaciones de excepcién, que de hecho llas
mismas provocan, de modo que no pretenden
ya, tras el fracaso radical del marxismo, que fue
la dlkima doctrina que lo intent6, reclamar la
fidelidad de las generaciones fururas.
La idea democrética ha sido en Occidente
‘una creacién de las dos grandes revoluciones de
fines del siglo Xvi, la americana y la francesa.
Esta tuvo que enfrentarse, desde el momento
mismo de su apaticion, con la coalcion de todos
los poderes tradicionaes, que certeramente vieron
en esa Revolucién su enemigo mortal, Estos
enfrentamientos se profongaron durante veint-
inco aiios (los sltimos quince, contra Napoledn,
autécrata él mismo, pero genuino servidor de
dos de los grandes componentes del corpus re-
volucionati, la igualdad y el destacamiento de
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Ja Ley como pieza central de la ordenaci6n sociab.
Cuando, finalmente, Napoleén puclo ser vencido
y las tropas aliadas acamparon en Paris, las
viejas monarqufas pretendieron una vuelta atrés
pura y simple. Pero la Restauracién, la propia
Restauracién monarquica francesa, incluso més,
las monarquias vencedoras que no habian co-
nocido en sus paises ninguna experiencia revo-
Jcionaria, tuvieron que reconocer la superioriad
de las nuevas ideas en los dos extremos, justa-
ente, 2 que Napoleén las habia reducidos la,
ili cel oi opi pa sem
garrado mundo desigual del Antiguo Régimen
(cstamentos, pivilegios fueras casitorios poo
longiindose en el tiempo a través de la herencia
+ eipire ea com nstunense de exis
‘Tacion Juridica sistemavica y de regulacion del
propio pode pablico, Este reconocimiento tuvo
Gus adi como el 6rguno propio de eso dex
valores nuevos, un érgano de representacién, la
Asamblea, que rendia igualmente wibuto a la
idea revolucionaria por excelencia, la idea de
que la Ley tiene que ser hecha por la voluntad
comiin de sus destinatarios s bien éstos queda-
ron reducidos (sistema censitario) a la clase po-
seedora y a los nuevos burgueses. Asi se forms
dl sistema dualista, donde coexiste un extracto
del principio demoecritieo, presente, con todas
sus limitaciones, en la Asamblea, y el principio
25‘monirquico, con neto predominio estructural
de éste (pues a él se le reserva la convocatoria
de elecciones y de las sesiones de las Cémaras,
la disoluci6n de éstas a lbertad de dar o negar
la sancin regia a las Leyes, el poder reglamen-
trio independiente, que de hecho opera como
tun poder legislative alternativo)
Ese regimen dualista subsisti6 en Francia hasta
la Tercera Repiiblica y en el resto de Europa
hasta la primera postguerra europea, 1918 (en
Espafa, hasta 1931). Sélo entonces,y en realidad ,
solo hasta la segunda postguerra, 1945, una vez
vencidos los fascismos, y’entre ellos el terrible
navismo, y descalficados todos Jos restos con.
tmarrevokucionatios por su colaboracién con el
no
afecta de manera sustancial a su propia preeti-
rnencia, mientras permite desarrollatse el nuevo
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=edinamismo socal y econémico que dicha libertad
porta en su seno, Como ya qued6 indicado, se
formaron asilos regimenes dualistas, que intentan
atticular los principios monarquico y democratico
yy que perdurarén hasta 1918 —en Espafia, hasta
1931.
Ley y democracia pudieron mantener asf su
relacin profunda. Fl sistema reservaba también,
como ya hemos visto, un papel esencial al juez.
El jez, ya desconectado de las complejas fuentes
de la antigua jurispradencia, y a la veo roto
también su papel de dispensador de una justicia
que era el atributo personal del Rey como vicatio
de Dios, lo que le hacia, en timo extremo,
legibus solutus, va a pasar a ser ahora algo com-
pletamente diferente, el aplicador estricto de esa
‘Ley que pretende agotar toda la regulacion po-
sible de las relaciones sociales o del funciona-
Imiento y atibuciones del poder en sus relaciones
ccon los ciudadanos.
En la Revolucién Francesa ese cambio de
funcién del juez fue objeto de una atencién
especial, Ya Montesquieu teoriz6, por una parte,
Ia necesidad de la independencia del juez (hasta
entonces comisionado del Rey como fons justitae)
a través del principio de division de los poderes;
por otra parte, la reduccién de la posicién del
[I inczasrla Bouche qu promonce sproes dele
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aplicable y extraer de ella la pattculatizacién
Loi, El juez habria de limitarse a buscar la Ley
que requiera la solucién del caso concreto, Los |
dos postulados fueron realizados en sus propios |
diz6 a los jueces del Ejecutivo, lo que nunca
tétminos por la Revolucién Francesa, Indepen-
habia ocurtido (fuera de las peculiaridades del
sistema inglés), aunque hoy nos asombre, y,
para garantizar que su funcién se limitase a la
aplicacién de la Ley, impuso, también por vez
primera en la historia, la obligacién de motivar
sus Sentencias, de modo que éstas aparezcan
como la particularizacién de la Ley a los hechos
debatidos, segiin ya notamos, proscribiéndose
de manera formal que los jueces pudieran «in:
terpretam la Ley.
La idea originaria, para embridar la antigua
libertad del juez y someterle a su funcién estricea
de panicularizador de la Ley es, pues, que no
existe Derecho al margen de la een la
Ley y mada més que en ella debe buscarse
encontrarse la solucién para resolier calguice Iquier.
‘problema juridico que pueda plantearse. Es el
dogma al que se llamara més tarde el positivismo
legalista. Esta nota marcaré a los jueces conti-
nentales (pues también las monarquias dualistas
recibirén todas estas técnicas, vinculadas a la
legalizacién general del Derecho) frente a sus
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i;
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——
|homénimos anglosajones, que opetan de una
manera enteramente distinta.
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He aqui cémo, por qué ocultos caminos, el
pensamiento revolucionatio, que primero pasa
de las ideas basicas de libertad, de igualdad y de