se trasladaa lt
desu madre, Allis
aventura con los
de chicos que viven ef
y que han escapado He Ml
tun terrateniente que 1086
en su mina, Ayadadl pO
de Soares, por los meninog
los chicos-pajaro, Madi
a les muchachos presos El
att ' ae)
iF ultima
“D)
RA Enriqueta Arbolty Jose Maria Rosas
Nueva York. Noviembre 2003,
I rascacielos donde vivia Madison Clark era tan
alto que rozaba el cielo. En verano, salia a la
terraza y desayunaba mirando a Central Park, que
se distinguia como una gran mancha verde lena de
vida. Cuando cumplis doce aftos, su padre le com-
to un telescopio con el que se pasaba las horas
muertas observando la ciudad.
Aungue su made insistia en que fuera mas
sociable y saliera con sus amigas, ella ya no tenta
ganas de verlas, Preferia contemplar los edificios y
perderse entre las miles de ventanas, Acababa de
‘cumplir catorce aftos y, una vez més, no estarfa su.
padre, quien habia fallecido de manera repentina.
‘A Madison le parecia mentira que su vida
hubiera cambiado tanto en tan poco tiempo. Su
madre ya. no era la misma de siempre, Desde laMar cate
‘muerte de su marido comfa poco y hablaba menos,
Nunca la habia visto tan triste. Ya no se escuchaban
‘sus risas en el amplio apartamento, y sus ojos oscu-
ros tenfan un brillo apagado,
las primeras Navidades tras la muerte de st.
padre habian sido desoladoras. El ambiente estaba
cargado de recuerdos, y Madison esperaba verlo
aparecer en cualquier momento con un abeto.
Cuando Madison volvia a la realidad, tenia la
impresion de que las luces no brillaban igual, y los
adornos y villancicos habian perdido sentido para
ella. Hasta los regalos envueltos en tentadores
paquetes de colores, no crujian de la misma mane-
raal abritlos.
Dos meses despues de la muerte de su padre,
‘Madison encontrs la caja en la que él habia ateso-
rado sus recuerdos: los primeros dibujos de cuan-
do ella era muy pequefia, sus manuatidades del
colegio, un mechén de pelo, Iazos, botones, pen-
dientes perdidos, fotos
Ese dia por la tarde, fue a pasear por el parque
con su madre, Una vez mas pasaron por Strawberry
Fields y contemplaron el mosaico dedicado a John
Lennon, adomnado,
velas, Madison conocta
cuando ella se sent6 en un.
vo para observar el circulo dot
ella aprovechs para enterrar la caja
les. Era lo mas adecuado, pues sentia qi
padre se habia ido también su infancia
Diciembre se habia apoderado de Ia ciudad y
un frfo cortante soplaba en la azotea. Estaba ano-
checiendbo y, enfundada en un abrigo negro, con un
xgorro de lana y unos guantes, Madison miraba a los
patinadlores en la pista de hielo, Las luces de la ciu-
dad empezaban a encenderse y el cielo presagiaba
nieve, Nueva York ofrecfa un aspecto melancélico
que acentuaba su desénimo,
{Qué haces en Ia terraza con este frio,
Madison? Te vas a helar —dijo su madre. La mujer
encendis la luz del salon y Madison se sobresalt,
—Me has asustado. yComo has llegado a casa
tan pronto? —respondié en tun portugues impecable
tientras pensaba que su madre era una especialista
en sacarla bruscamente de sus ensofiaciones.—He venido antes porque tengo que decirte
algo.
‘Madison entré en casa y cerré la puerta corre-
dera. Se mir6 en el espejo de la sala, estaba mas
pilida de lo habitual. Se sents en el sofa sin quitar-
se el abrigo.
—Dime, mama
—Verds, he estado pensando mucho,
Madison... —empez6 su madre—. Desde que tu
padre se fue, ya no me siento a gusto en esta ciu-
dad. Sabes que estoy acostumbrada a otra manera
de vivir, a otro clima... En realidad, si viviamos
aqui era por él
La madre de Madison era una especialista bri-
ante en enfermedades tropicales y recibia ofertas
de hospitales muy importantes. Amaba el sol y la
alegria de Rio de Janeito. El padre de Madison solia
contarle historias de la familia que le parecian muy
ppasadas de moda, pero que narradas por él eran inte-
resantes. Decta que sus abuelos maternos eran muy
tradicionales, y que cuando su madre y él se hicie-
ron novios se opusieron porque él era un reporte-
ro muy popular. Su padre era el mejor del mundo
ins ola
y ya nunca més volveria a verlo, Madison se quedo.
mirando fijamente a su madre. beg
—Ya sabes que estoy en un proyecto muy inte-
resante sobre una nueva enfermedad y me han
ofrecido la oportunidad de investigar en Brasil. Es
una propuesta apasionante y he dicho que sf
Bueno, sia tite parece bien.
—{En Rio? —pregunto Madison.
—No —dijo la madre—. En Belén, aunque
primero irfamos a Manaos porque quiet que nos
tomemos unos dias de descanso y que lo conozeas.
Una vez instaladas, podriamos ira Rio a visitar a
los abuelos y a los tfos.
—Manaos esta cerca de la selva, verdad?
—Si, en la orilla del Rfo Negro. Me apetece
{que veas el lugar donde tu padre y yo nos conoci-
mos. Fue durante un reportaje que hizo en el hos-
pital donde yo trabajaba y.
—Lo sé, me lo has contado mil veces, mama
—dijo Madison con un tono de fastidio en la voz.
—Tienes raz6n, empiezo a repetir las cosas
—Maria da Silva se tocé la frente como queriendo
borrar un pensamiento.AY cuanto tiempo nos quedaremas? —pre-
gunto Madison,
—Un afto, como mucho —respondio la
‘madre—. A tu padre le gustaba el Amazonas, y ti
no has estado nunca, Sera una buena oportunidad
para que lo conozcas.
La idea de ir a vivir cerca de la selva le parecia
alrayente. Su padre le habia hablado mucho sobre
animales fantisticos que habitaban en lo més pro-
fundo del bosque: pequenas ranas venenosas de
colores, boas y anacondas de veinte metros eapaces
de tragarse a un hombre, caimanes parecidos a
dinosaurios y piranas de dientes afilados eapaces
de convertir en esqueleto a cualquiera que se
rmetiese en el agua, Abanconar Nueva York duran-
te una temporada le parecta una excelente idea. Tal
vez un cambio de aires fuera bueno, y no todo el
‘mundo podia irse a Brasil de la noche a la manana
—Tu tia Jane me ha propuesto que te quedes
con ella y con tu prima Megan si quieres continuar
en tu colegio —dijo la madre.
Madison la miro fijamente. A veces tenta la
impresion de que su macire siempre habia preferi-
tims jungle
do a su padre y su trabajo antes que a ella, Quiz
se la querfa quitar de encima, pero no iba a conse=
guirlo tan facilmente,
—#Prefieres que me quede con tia Jane? —pre-
unto,
—iClaro que no, Maddy! Quiero que vengas
conmigo.
ZY qué sucederd con mis estudios?
—Puedes ir al colegio en Belén —la tranquili-
26 Marfa—. Eso puedo arreglarlo facilmente. No
tienes problema con el idioma,
{Cuando saldremos de viaje?
—En un par de semanas —confirm. su
made
—De acuerdo, Me parece bien —respondio la
Joven, se levanto y se dirigio de nuevo a la terraza
Al dia siguiente nevé en Manhattan, Madison
vela cOmo los copos cafan en la terraza y formaban
luna capa de nieve cada vez més espesa. Sinti6 que,
a pesar de todo, iba a echar de menos Nueva York,
No habia nada mejor que vivir en mitad del cielo
observando el mundo sin necesidad de bajarMar Coe
Quien sabe si podria adaptarse a su nueva vida,
pero un afio pasaba muy rapido, pens6.
Le resultaba divertido elegir la ropa de verano
en pleno invierno, Comenz6 a preparar el equipaje
) mientras elegfa las prendas, le vino a la mente la
‘ultima Nochevieja vivida junto a su padre. Fue la del
ao dos mil y solo a él se le podia haber ocurrido
celebrarla en Times Square en vez de en una fiesta
privada, Madison nunca habia visto tanta gente
junta. Su padre la Hevaba fuertemente sujeta de la
‘mano, y ella miraba alucinada los espectaculos, los
sombreras de papel, los globos y el bullicio. Su
madre le habia contado que durante todo el mes de
diciembre miles de personas escribfan en papelitos
sus esperanzas para el nuevo atio, y que eran esos;
mismos papelitos los que se tiraban a modo de
confeti. A las doce en punto bajé la bola de cristal
y el clamor se apoderd de la plaza, Mientras sus
padres y miles de desconocidos se besaban, ella se
dedico a recoger todos los papelitos que pudo. Le
hhubiera gustado leerlos todos para conocer los
deseos de la gente de su ciudad.
ana pga
Continuaba haciendo un frio intenso y
Madison sentia sus mejillas y su nariz heladas
‘cuando sus tos las acompanaron al aeropuerto. No
estaban demasiado conformes con que su madre se
la levara a mitad de curso, pero no podian hacer
nada para evitarlo,
—Esa enfermedad que vas a investiga. —pre-
gunt6 su tia, preocupada— No sera contagiosa
everdad?
—Si lo fuera no me llevaria a Madison. No te
reocupes. Un afto no es nada, Jane. Belén es una
ciudad preciosa,
—2Y no correréis ningiin peligro las dos solas?
—No te inguietes, ademas, el peligro esta en
todas partes. Ya lo sabes...
Jane bajé la mirada y asintio con resignacion.
No podia decir lo contrario. Ella también habia
perdido la sonrisa después del atentado del once
de septiembre en el que fallecié su hermano. Mir6
seriamente a su sobrina, la bes6 en la mejilla y le
cogid la mano,
—Buen viaje, Maddy, cuidate.
—Adiés, tia Jane.Si tienes ganas de regresar 0 necesitas algo,
lamanos sin dudarlo, querida, Puedes quedarte en.
casa, Meg estara encantada, ya lo sabes.
“Lo hare, tia Jane, Gracias —mintio Madison
mientras pensaba que antes muerta que vivir con
su prima Megan.
‘Aunque eran de la misma edad, Megan ya
habia tenido dos novios y muchas citas. Cuando
‘ban juntas a una fiesta, Megan no paraba de reir y
coquetear con todos. Era imposible maquillarse
‘mas que su prima, En cuanto salia por la puerta de
‘su casa, se cambiaba de ropa, se ponia tacones y Se
dedicaba a hablar con los chicos como si todos le
importaran, pero ella sabia muy bien que no le
interesaba ninguno.
‘Ademis, cuando recordaba el incidente con
Scott, una humillante vergaenza la invadia, Estaba
segura de que no lo olvidaria por mas ahos que
viviese. Se habia pasado wn curso entero intentan-
do encontrarse con él a la salida de las clases y
hasta se habia sentado a su lado en el comedor en.
varias ocasiones. Tanto esfuerzo para que al final se
hiciera novio de su prima Megan, solo porque era
animadora del equipo de baloncesto y llevaba falda
corta y ridiculos pompones de colores. Lo peor de
todo era que estaba segura de que Megan le habia
contado a Scott lo que ella sentia por él, porque
desde aquel momento le pareci6 que él la miraba
de manera diferente, o tal vez eran imaginaciones
suyas, pero nunca mas podria mirarlo a la cara sin
sentirse mortificada, y jamas volverfa a perseguir a
tun chico, Eso lo tenia muy claro, ;Como odio a su
prima durante los tres meses que salieron juntos!
{Vivir con ella? Antes se bantaba en un rio leno de
pirafias en el Amazonas, Eran menos peligrosas.
Maria siempre intentaba ocultar su abatimien-
to. No queria que su hija se angustiara. Temia por
ella, Madison habia ido cambiando desde la muer-
te de su padre, No lloraba nunca, pero una obsti-
nada soledad la rodeaba, y habfa adelgazado. Se
pasaba los dias en la terraza mirando por el teles-
copio. No hablaba de Thadeus ni se lo permitia a
ella. Maria tenia la certeza de que st hija sufria, por
es0 intent6 ocultar su Hanto cuando el avion des-peg®. Madison la vio enjugarse las lagrimas con la
punta de su paftuelo mientras miraba por la venta-
rill
El viaje fue muy largo y Madison durmis todo
el tiempo. Se despert6 cuando el piloto les indice
que miraran hacia abajo y contemplaran la selva
Era tal como su padre siempre le habia contadbo.
Aunque le parecia conocerla, la vefa por primera
vez, en su totalidad, magnifica y espectacular. Un
mar verde sin fin y un torrente oscuro cruzindolo.
El rfo mas negro que jamas hubiera visto. En aquel
momento, un enorme atco itis se formaba sobre
los frondosos arboles como si estuviera recibién-
dolas
—Mira, mama, estamos sobrevolando la jun-
glay hay un arco itis dijo Madison,
La madre miro a través de la ventanillay son.
—Fs verdad, jqué bonito! Creo que es una
buena seftal. Cuando tu padre legs por primera
vez, me conté que también vio formarse uno y
que.
—Creo que ya estamos bajando —cort6
Madison, cambiando de tema—. jEs una ciudad
ahi pa
grande! —dijo. La ciudad de Manaos era mucho
més extensa de lo que habia imaginado, incluso
tenfa edificios altos.
—Supongo que habra cambiado mucho —dijo
la madre.
—4Dénde dormiremos?
Nos alojaremos en el Hotel Royal, hija. Esta
cerca del mercado que diseno Eiffel y es una répli-
ca del viejo mercado de Les Halles, en Paris. Te
gustaté mucho. A Manaos se la conoce como el
Paris del Amazonas porque fue una zona muy rica
sgacias al caucho, ;Te lo haba dicho?
—Unas cuantas veces... —dijo Madison con
expresién aburrida,
—Hasta que empiece a trabajar en Belén y nos
den la casa, te ensenaré un poco la selva, el rio
Amazonas y el Rio Negro,
—{Cuanto tardaran en darnos la casa?
No creo que ms de una semana —dijo la
‘made.
—No es demasiado tiempo.
—iAh! El Hotel Royal —dijo, suspirando—.
Te gustard, Eta el hotel en el que se solia alojarMer Cote
Thadeus. (Eramos tan jovenes! Fuimos muy felices
aqui. Conoctamos a mucha gente. No sé si queda-
14 alguien o si me recordaran.
Por un momento, Maclison pens6 que viajar a
Manaos quizis no habia sido wna idea tan buena.
Empezaba a preguntarse si su madre tha a conti-
nuar hablando sobre el pasado constantemente. De
ser ast, seria dificil soportarla.
Cuando bajaron del avin, tras veintid6s horas
de viaje y una parada en Miami, las envolvi6 un calor
hiimedo. Maria sintio una alegria stibita que le con-
fori6 el corazén. El calore devolvia la vida, Madison,
por el contrario, no paraba de sudat: Solo pensaba en
beber. Todo le era extrafo: los olores le parecfan mas
fuerte, el trifico le tesultaba caotico, Habian pasaclo
del helado invierno al calor del verano.
Aquella misma noche se baiié en la piscina del
hotel mientras cafa la lluvia sobre su rostro. Le
encantaba banarse de noche en las piscinas porque
nunca habia nadie, ademas, podia contemplar sus
piemnas bajo la luz turquesa dentro del agua. El
silencio era absoluto y teconfortante, habia estre-
las y se podia flotar tranquilamente
aa gt
Al dia siguiente dieron un paseo por la ciudad
antigua y por el muelle. Madison se mora de calor
y tenfa la impresion de que se quemaba bajo los
rayos del sol abrasador. Su madre la obligé a
ponerse un sombrero y una camiseta de manga
larga para resguardarse de la radiacion.
Visitaron el lujoso teatro Amazonas, construi-
do con marmot italiano y cristal francés. También
fueron al Centro de Artesania Indigena, En aquel
lugar habia de todo: cestas, bisuteria e instrumen-
tos musicales raros que nunca habia visto.
‘Tras el paseo, Maclison estaba tan cansada que
aprovecho que era stbado para dormir hasta bien
entrada la mafana del domingo. Desayuné en la
‘cama mientras su madre hacia unas llamadas pata
planificar una expedicién por el rf,
A primera hora de la manana del lunes se subie~
ron a un barco amarrado en el bullicioso puerto de
la ciudad y navegaron rumbo a un sitio lamado
Encuentro de las Aguas. Durante un buen rato,
Madison se dedic6 a observar en silencio las aguas
del rio Solimoes y del Rio Negro, que conflutan
durante varios kilometros sin jams llegar a juntar-Mar cote
se, creando una serpenteante linea. El agua de cada
torrente mostraba un color distinto, como si qui-
sieran marcar st territorio,
—Parece aceite y agua. No se juntan. Fijate,
‘mam, este rio tiene el color mas increible que he
visto en mi vida, En realidad es rojo oscuro, pare-
ce sangre aguada.
—Exactamente {Y sabes por qué?
Ni idea
—Porgiue tiene grandes cantidades de humus
y particulas de éxido de hierro en suspension —le
explico—. Por eso es rojo, aunque parece negro
visto en su totalidad. La temperatura, la velocidad,
la densidad y los componentes organicos de cada
rio son diferentes, y eso hace que les cueste tanto
mezclarse. El Solimoes, por ejemplo, al arrastrar
limos siliceos, es mas claro.
Madison miré a su madre. Lo sabe todo, pensé
y una mezcla de admiracion y frustracion se apo-
deré de su animo, Queria a su madre y le hubiera
gustado parecerse a ella. La doctora Marfa da Silva
cra inteligente y encantadora. Todos la apreciaban
y era el alma de las fiestas cuando charlaba con su
aon ug
dulce acento. Recordaba la mirada de admiracion
de su padre. Se notaba que la amaba. Su madre era
muy guapa Ella en cambio, ni siquiera podia
ponerse al sol sin quemarse y hua de la kuz como
‘un vampiro urbano. No tenia esa preciosa piel
canela, ni la figura perfecta, ni el cabello espeso y
rizado.
EL barco enfilo rio abajo hasta legar al
Amazonas. Durante la travesia, Flavio, el guta, les
sefialaba los animales que vefan al pasar. Madison
miraba con mucho interés. Vio caimanes que le
parecieron cocodrilos de pequefto tama, tucanes
que permanecian inméviles en las ramas de los
arboles, halcones y Aguilas que observaban desde
las alturas y hasta dos delfines rosados del
‘Amazonas que rondaron la embarcacién jugueto-
namente
Después de amarrar el barco, caminaron un
buen rato por la jungla. Los sonidos de la selva
eran inquietantes, pero a pesar del miedo, Madison
estaba contenta porque vefa que sti madre reia de
nuevo. Flavio seguia mostrindoles los animales,
escondidos entre el verdor de la selva. Hasta pudie-ron distinguir un oso perezoso, abrazado a un
4rbol y una boa dormitando sobre una rama.
No toquen los arboles ni caminen con sanda-
lias les habia advertido el guia—. En cuestién de
segundos sus manos estarian llenas de hormigas
rojas. Tambien hay serpientes, No lo olviden,
Madison caminaba con una cierta rigidez,
siguiendo los pasos de Flavio. A cada rato se subia
los calcetines; se imaginaba a st mista cubierta de
hormigas 0 mordida por una vibora venenosa.
Habfa mosquitos por todas partes,
—{Sabfan ustedes que en esta jungla se
encuentra el diez por ciento de las especies de
plantas y animales de todo el mundo y que aqut se
produce el veinte por ciento del oxigeno y del agua
fresca del total de la Tierra? —pregunto el guia
Madison asintio, Lo sabia de sobra, sus padres
se lo habian dicho muchas veces.
—Muchos kilometros hacia adentro, los arboles
son mas altos —continué Flavio—. Llegan a alturas
de cuarenta metros, y el sol a duras penas penetra en
la selva y nunca aleanza el suelo—. Hizo una pausa
Y miré a Madison, sonriente— Ademas, en esta
aia a
zona viven insectos raros y hasta doscientas especies
de mariposas diferentes. Hay serpientes de todas las
clases y tamafios y en las copas de los arboles se
‘cultan monos desconocidos para el hombre y paja-
ros nunca vistos.
‘Cuando regresaron al barco, pescaron pirafias
para comerlas en la cena, También distinguieron
1m jacaré bebiendo en la orilla. Se trataba de un
caiman pequenito con cara de dinosauio.
El atardecer se fue apoderando del cielo, con
tun color rojizo espectacular veteado de amarillo,
rosa y malva, El sol se ocultaba muy pronto en
aquella parte del mundo.
Madre e hija, en la borda del barco, observaban
elespecticulo sin hablar, como quien contempla wna
pelicula que esti apunto de acabar,
Cuando se hizo de noche, los ruidos de la selva
aumentaron, y Madison los escuchaba inquieta,
desde el barco anclado, Imaginaba que aquella selva
repleta de seres desconocidos la estaba espiando y
que miles de ojos seguian sus movimientos desde las
copas de los Arboles.Mar Cole
— {Qué es eso? —pregunto Madison asustada,
senalando hacia algo brillante que se movia en el
agua,
—Son anguilas eléctricas. De noche se ven
mucho mejor —explicé Flavio con naturalidad
A Madison, la noche en el Amazonas le pare-
ci6 fascinante. Nunca antes habia dormido en una
hamaca en la cubierta de un bareo, Para su sorpre-
sa, no era tan incémoda camo parecia 0, quiza, el
cansancio pudo con ella, porque cuando volvie a
abrir los ojos ya era de dia
Asi como la noche en Ta jungla atemorizaba , el
dia era lo mas hermoso.
A la mafana siguiente emprendieron rumbo
hacia su nuevo hogar.
Marfa da Silva habia pedido una casa cerca de la
bahia, pues deseaba estar lo mas cerca posible de
a naturaleza
Era tal su notoriedad como especialista en
patologias tropicales que sus deseos se cumplieron
de inmediato.
Le ia gla
Madison habia pasado de vivir en un rascacie-
Jos a vivir en una comunidad de casas situadas
sobre un palafito con vistas a la bahia de Guajara.
El acceso estaba vigilado por guardas arma-
dos. Cuando entraron en la casa que les habian
asignado, les parecio que se trataba de una vivien-
da normal y corriente, con su porche para aparcar
el coche, pero al asomarse a las ventanas traseras
descubrieron que habia sido construida sobre la
bahia,
—{No sera peligroso? —pregunté Madison.
—En absoluto —respondié su madre— Es
justo como lo habia imaginado,
— Seguro de que no sera arriesgado vivir aqui?
—Todo esta previsto, no te preocupes.
—2Y si entra algiin animal salvaje?
—Creo que los animales prefieren estar en la
selva, hija. Adems, esta casa es muy segura y los
guardas los verfan gno te parece?
—2Y si entra alguien por la parte que da al rio?
Alguien que no sea un animal quiero decir.
—No temas tanto, Maddy. {Dios mio! Te
empiezas a parecer a tu tia Jane.Mar cole
—Que yo sepa, no tiene nada de malo —contes-
(6 Madison sintiéndose atacada, No le gustaba nada
que la comparase
—No he dicho que sea malo, solo que a veces te
pareces a ella, Debes aprender a no tener miedo de
todo lo que te rodea
Madison experiment6 una rabia silenciosa
{De que servia querer conseguir cosas si todo
podia acabarse de repente de la manera mas esti-
pida? Era tan sencillo como itse a trabajar una
mafana y no volver nunca mas. Ast de facil
—A lo mejor es que yo no quiero conseguir
nada —dijo mirando a su madre con frialdad—. Y,
ademas, dime gpor qué hay que ser valiente? Tia
Jane dice que es preferible ser precavido, y me
parece que tiene razon, Papa siempre hablaba con,
ella, asi que no me importa parecerme a ella. No
‘me importa nada,
—Tu tfa es una mujer muy sensata, Tienes
raz6n, es bueno ser precavido —empezo a decir
Marta.
—Creo que me voy a deshacer mi maleta —res-
pondié Madison
aati jag
—Me parece bien, carinio, No tardes, quiero
1¢ demos un paseo por la ciudad.
—De acuerdo, pero espero que no haya bichos
rn la habitacion, de todas formas st encuentro una
farana peluda de diez centimetros, te llamaré para
que me ayudes a sacarla, Seguro que tt no tienes
miedo —dijo Madison y abandon la habitacién.
Maria la observa mientras se marchaba con
una sensacion mezela de cansancio e impotencia
Desde hacfa unos meses, Madison interpretaba mal
todos sus comentarios. Aunque intentara disimu-
larlo, Marta sentia que le habfan catdo diez aftos
encima, Era mas de lo que podia soportar. Se aho-
sgaba. Lo peor de todo era pensar que tal vez vivir
era una rutina, con algunos buenos momentos, y el
vacio de ver alejarse los mejores afos y a aquellos
a quienes mis se habia querido. Quiza todos sus
esfuerzos habian sido en vano y era preferible
dejarse llevar sin pensar demasiado. La vida era
demasiado corta,
Maria y Madison dieron un paseo por Belén de
Para. A Madison le gust6 el puerto bullicioso, llenode barcas, la hermosa iglesia de Nuestra Seftora de
Nazaré, el Orquidario do Coreto y el pintoresco
mercado de Ver o Peso. La ciudad estaba lena de
gente asomada a la puerta de su casa,
Mientras visitaban el puerto y la ciudad vieja,
‘Madison sentia que se sumergia en el siglo XVIL.
Imaginaba como habria sido vivir en aquel siglo de
casas coloniales pintadas de blanco, azul, rosa y
amarillo pastel.
Los edificios le parecieron hermosos y un poco
destartalados, tachonados de azulejos, de techos de
tejas y de farolas antiguas.
‘Madison regreso a su nueva casa con la imagi-
nacién todavia excitada por el paseo.
Le resulto imposible dormir aquella primera
noche en Belén. Sentia que le iba a resultar dificil
acostumbrarse. El ambiente olfa a humedad, y el
sonido persistente del agua no la tranquilizaba. La
una iluminaba la estancia con una claridad obsti-
nada, La noche era su enemiga; se hacia el silencio
y los terrores tomaban vida apareciendo en forma
de pensamientos interminables.
Latina jung
Madison cerraba los ojos, pero las imagenes
estaban grabadas en su cabeza y no habia manera
de borrarlas. Aparecfan tan claras como una pelf-
cula, pero eran reales y le susurraban al oido que el
mundo era un lugar horrible donde la felicidad se
perdia en un abrir y cerrar de ojos. No habia esca-
patoria posible, pues no podia huir de s{ misma ni
de lo que habia visto, Era imposible retroceder en
el tiempo, Como cada noche, sus lagrimas fueron
empapando silenciosamente la almohada.Belén de Para
aria da Silva se incorpord al trabajo un Tunes
M: ‘ese mismo dia, Madison empez6 el cole-
gio. El calor hacta que se le pasaran las horas muy
lentamente, sumergida en un extrafio sopor. Le
pesaba respirar y echaba de menos su terraza y los
altos edificios como gigantes conocidos que la pro-
Legian. Aftoraba los capuchinos que se tomaba por
las mafianas. Le venia a la mente todo lo que le era
familiar: los bagels calientes, las pizzas, los batidos
de chocolate y las tartas de queso. El olor del agua
en el asfalto cuando comenzaba a llover.
Sus companeras de Belén no eran tan munda-
nas como las muchachas de Nueva York,
Empezaba a tener la impresién de que un afio seria
demasiado tiempo y pasarla muy lentamente
Deseaba regresar a casa, pero no queria dejar sola a
ruin junta
su madre. No es que fuera de mucha ayuda para
ella, pero, en tan solo una semana, se habia trans-
formado y habia vuelto a parecerse un poco a la
mujer de antano,
Por la noche, madre e hija fueron a cenar en
un barco-restaurante en el rio, Estaba completa
mente iluminado con hileras de bombillas. El
ambiente era muy agradable y el olor delicioso. Les
sirvieron pescado aderezado con una salsa de man-
dioca, llamada tucupi, pimienta roja y cilantro. Su
madre le explicé qué clases de peces se correspon-
dian con nombres tan raros como filete de piraru-
a, jaraqui frito o tambaqui asado.
—Hoy me ha ido muy bien en el hospital —le
explicé Maria—. He conocido a mi primer pacien-
te. Tiene una patologia extrana
—{Cualles son los sintomas de la enfermedad?
—pregunt6 Madison.
—De verdad quieres que te lo cuente?
—Caro,
—Los sintomas parecen ser siempre los mis-
‘mos: vision nocturna,
— {Vision nocturna? —la interrumpis,Mar cote
—Exacto, Aunque te parezca mentia, las per-
sonas afectadas por esta enfermedad pueden ver en
la oscuridad, como muchos animales de la selva
Tambien tienen fotofobia, es deci alergia a la luz
directa, y no digamos al sol. No pueden soportaro.
{Que pasa si les da la luz o el sol?
—No lo toleran —explico—. Solo pueden
estar en la penumbra. Pueden ver la luz de lejos,
pero nunca directamente. Tienen el pulso muy
debil, la temperatura baja y el corazén les late mas
lento.
—{Como el de los deportistas muy entrenados?
Madison se mostraba muy interesada porque
queria animar a su madre
—Algo ast.
iY ahora qué estas haciendo en el hospital?
—Antentar estudiar a Mayara, una chiquilla de
‘catorce aftos que tengo como paciente. Es extrafo,
pero no he encontrado ningun sintoma en ella. Solo
esti algo resfriada. Cada vez que la veo pienso en ti.
Pero gy tw? {Qué tal te ha ido en el colegio?
—No muy bien —reconocié Madison.
—~Por que?
Is
alin gl
—Los chicos y chicas son muy diferentes a los
neoyorquines. Cuando les he dicho donde vivia
me han comentado que estamos demasiado cerca
del estuario del rio y que la selva esta plagada de
anacondas, osos hormigueros y jaguares. Eso no
me ha animado mucho que digamos.
—No me extrafia —dijo su madre, sonrien-
do—, Hay miles de animales mas, como las ranas
yenenosas y los cocodrilos, pero no vendrin a
visitarte por las noches. Cuando yo llegué por pri-
mera vez al Amazonas, tuve la misma sensacion.
El trépico tiene algo de inquietante y misterioso
para los que vivimos encerrados en ciudades. Lo
que sucede es que estas acostumbrada a tu casa
donde te sentias protegida, pero ya te acos-
tumbraras.
—Tambien me han hablado de una leyenda
sobre unos nifios que nunca duermen. Los meni-
nos sem sonho. Me han dicho que esos sf que vie~
nen por las noches.
No les hagas caso..
—No se lo he hecho, me parece una tonteria,
pero creo que no han sido muy amables conmigo
as-_—
al contarme estas cosas. Lo han dicho con la inten-
ci6n de asustarme.
—Hloy he conocido a dos personas interesantes
—Aijo Maria cambiando de tema para animacla,
4S? ¢Quignes son?
—El padre Pedro Salgado, un misionero espa-
nol que lleva més de cincuenta afos viviendo en la
selva. La verdad es que no sé como lo hace para
tener la vitalidad que tiene. Tiene parkinson y pro-
blemas de corazén. Sin embargo, todavia le quedan
fuerzas para apoyar a los indigenas de estas tierras.
Me encantaria que lo conocieras. Lo voy a invitar a
cenar una noche, tiene cientos de historias que
contar y es muy amable.
—2Y el otro paciente quién es?
—Un hombre muy interesante, se llama Joao
Ribeira y es un defensor del ecosistema amazénico.
Me recuerda en algo a tu padre
—{En qué? —Madison experimento un sttbito
interés,
—La manera de pensar, supongo. Fs un hom-
bre muy comprometido. El caso es que est enfer-
mo de malaria —dijo su madre
Lali ag
Mientras Madison la escuchaba hablar, seguta
pensando que no estaba a gusto en aquel rincén
del mundo, Todo era nuevo y amenazador alli. Las
costumbres y comidas eran diferentes, sus com-
pafieros de colegio eran poco acogedores y vivia
en una casa que se sostenia de milagro sobre la
bahia.
Su madre la miré como si estuviera leyendo
sus pensamientos.
No estis contenta verdad, carifio?
—No —reconocio Madison.
—Al principio, cualquier cambio es molesto
—la tranquilizé su madre —, pero de aqut a unos
dias te parecer normal, Y cuando tengamos que
marcharnos vers que no querrés irte: el
Amazonas se habr apoderado de tu corazén para
siempre.
Madison no queria defraudar a su madre, pero
tenia muy claro que a ella aquella ciudad no le gus-
taba lo suficiente como para quedarse a vivir.
—Creo que ahora me doy cuenta de que lo
mucho que me gusta vivir en Nueva York. Hecho
de menos Central Park y la terrazamanera de ver
sar, solo tienes que decirmelo,
—Quiero regresar, pero quiero que todo vuel-
va a ser como antes —. Madison se quedé miran-
do fijamente su tenedor.
—Me temo que eso no es posible, carifto,
‘Marfa estir6 la mano a través de la mesa y aca-
ricid la mejilla de su hija. Madison permanecié
inmovil observando el movimiento del fuego de la
vela,
—Supongo que podré soportarlo un ato,
mama, por lo menos lo intentaré —dlijo al fin
Cuando regresaban de la cena en el pequeno
coche, empez6 a llover. Marfa conducia muy des-
Pacio. Al entrar en la casa, Madison tuvo la impre-
sion de que algo, o alguien, las observaba desde la
oscuridad de la selva cercana,
conocer otra
si quieres regre-
Las primeras semanas en Belén pasaron lenta-
mente para Madison. Su adaptacién a la escuela fue
resignada, No le gustaba el ambiente ni sus compa-
Heros, pero como era muy disciplinada, se concen-
ey
taal ingle
tba en su trabajo. Cada mafiana, su madre la
companaba al colegio y por las tardes, era ella
fen iba a recogerla. Cog{a el autobtis delante de la
ila y la dejaba a la entrada del hospital. Aquel
era el mejor momento del dia, El vehculo destarta-
Jado iba muy despacio y el conductor sintonizaba
‘una radio popular: Los pasajeros se movian al son de
la miisica y mientras las gruesas gotas de Iluvia gol-
peaban los cristales, Madison los desempafaba por
dentro y miraba la ciudad antigua imaginando his-
torias de amor. Estaba segura de que en aquellos
balcones los enamorados habian cantado serenatas
asus amadas, y de que entre las rejas,exdticas muje-
res habian escuchado sus palabras de seduecién. En
Jos desgastados adoquines, las pisadas de los trai-
dores habian resonado en su huida en medio de la
noche, y bajo los rayos blancos de la luna habian
resplandecido las armas de los duelistas. En cada
tuna de aquellas casas, habla muerto gente y sus
fantasmas tal vez rondaban a los vivos
Cuando legaba al hospital, Madison solia
esperar a su madre en la cafeteria tomandose un
zumo de papaya o de mango. Aquella tarde, sinMar Coe
embargo, la espero durante mas de media hora
Como no aparecta, decidio ir a buscarla, Intenté
coger un ascensor para subir a la sexta planta, pero
todos los ascensores estaban parados. Buscé las
escaleras y empez6 a subir con paciencia, Cuando
estaba en la segunda planta, se cruz6 con una chica
de ojos muy oscuros, vestida con una bata blanca
y con un fardo de ropa en las manos.
La muchacha le sonrié con una mirada de com-
Dlicidad y baj6 por las escaleras. Madison le devol-
vio la sonrisa, Cuando Ilego a la sexta planta se
encontro con que la puerta estaba cerrada. Golpes
durante un rato, en vano. Nadie parecia ofrla
Decidio bajar. En un rellano vio tirada una bata y
dedujo que era la que llevaba puesta la chica que la
habia saludado. Una vez en la planta baja, se dio
cuenta de que los ascensores habian vuelto a fun-
cionar. Cogié uno, lleg6 a la sexta de nuevo y se tro-
pez6 con su madre, que se disponia a marcharse.
—Perdona, Maddy —dijo—. {Llevas mucho
tiempo esperandome?
—Si. Queria subir a avisarte, pero los ascenso-
res no funcionaban.
Te
tina jana
Los han detenido los responsables de seguri-
id —dijo la madre—, Mayara ha desaparecido—.
iro por la ventana con pesadumbre. —Esta ano-
checiendo, Vete a saber donde estar en estos
‘momentos, Es una pena, ahora seguro que no podré
acabar de hacer las pruebas.
Madison pensé en la joven con la que se habia
cruzado en las escaleras, pero se call.
—Y para mayor disgusto —dijo su madre—,
tengo nuevos problemas.
—1Qué problemas?
—Quieren que mi investigacion se suspenda,
En Brasilia dicen que no es relevante y no quieren
continuar financiandola
—{Quién ha dicho eso? —pregunt6 Madison,
—Tengo entendido que la iniciativa ha surgido
de varios diputados...
AY que vas a hacer, mama?
—Atin no lo sé —dijo. Su cara, por un
momento, volvi6 a tener la expresion sombria—,
Tal vez intente ir a Brasilia para averiguar por qué
Jo han suspendido.
—sCrees que si vas servird de algo?Mar cole alma jena
fa... —agrego mientras las lagrimas le resbalaban
or las mejillas.
—Perdona—repitié Madison, para consolarla.
—No puedo rendirme a la primera —dijo
farfa, resuelta—. Tu padre nunca lo habria permi-
ido. Iré a Brasilia, Hablaré con quien haga falta,
"0 no pienso abandonar este proyecto.