La Ultima Jungla PDF

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se trasladaa lt desu madre, Allis aventura con los de chicos que viven ef y que han escapado He Ml tun terrateniente que 1086 en su mina, Ayadadl pO de Soares, por los meninog los chicos-pajaro, Madi a les muchachos presos El att ' ae) iF ultima “D) R A Enriqueta Arbolty Jose Maria Rosas Nueva York. Noviembre 2003, I rascacielos donde vivia Madison Clark era tan alto que rozaba el cielo. En verano, salia a la terraza y desayunaba mirando a Central Park, que se distinguia como una gran mancha verde lena de vida. Cuando cumplis doce aftos, su padre le com- to un telescopio con el que se pasaba las horas muertas observando la ciudad. Aungue su made insistia en que fuera mas sociable y saliera con sus amigas, ella ya no tenta ganas de verlas, Preferia contemplar los edificios y perderse entre las miles de ventanas, Acababa de ‘cumplir catorce aftos y, una vez més, no estarfa su. padre, quien habia fallecido de manera repentina. ‘A Madison le parecia mentira que su vida hubiera cambiado tanto en tan poco tiempo. Su madre ya. no era la misma de siempre, Desde la Mar cate ‘muerte de su marido comfa poco y hablaba menos, Nunca la habia visto tan triste. Ya no se escuchaban ‘sus risas en el amplio apartamento, y sus ojos oscu- ros tenfan un brillo apagado, las primeras Navidades tras la muerte de st. padre habian sido desoladoras. El ambiente estaba cargado de recuerdos, y Madison esperaba verlo aparecer en cualquier momento con un abeto. Cuando Madison volvia a la realidad, tenia la impresion de que las luces no brillaban igual, y los adornos y villancicos habian perdido sentido para ella. Hasta los regalos envueltos en tentadores paquetes de colores, no crujian de la misma mane- raal abritlos. Dos meses despues de la muerte de su padre, ‘Madison encontrs la caja en la que él habia ateso- rado sus recuerdos: los primeros dibujos de cuan- do ella era muy pequefia, sus manuatidades del colegio, un mechén de pelo, Iazos, botones, pen- dientes perdidos, fotos Ese dia por la tarde, fue a pasear por el parque con su madre, Una vez mas pasaron por Strawberry Fields y contemplaron el mosaico dedicado a John Lennon, adomnado, velas, Madison conocta cuando ella se sent6 en un. vo para observar el circulo dot ella aprovechs para enterrar la caja les. Era lo mas adecuado, pues sentia qi padre se habia ido también su infancia Diciembre se habia apoderado de Ia ciudad y un frfo cortante soplaba en la azotea. Estaba ano- checiendbo y, enfundada en un abrigo negro, con un xgorro de lana y unos guantes, Madison miraba a los patinadlores en la pista de hielo, Las luces de la ciu- dad empezaban a encenderse y el cielo presagiaba nieve, Nueva York ofrecfa un aspecto melancélico que acentuaba su desénimo, {Qué haces en Ia terraza con este frio, Madison? Te vas a helar —dijo su madre. La mujer encendis la luz del salon y Madison se sobresalt, —Me has asustado. yComo has llegado a casa tan pronto? —respondié en tun portugues impecable tientras pensaba que su madre era una especialista en sacarla bruscamente de sus ensofiaciones. —He venido antes porque tengo que decirte algo. ‘Madison entré en casa y cerré la puerta corre- dera. Se mir6 en el espejo de la sala, estaba mas pilida de lo habitual. Se sents en el sofa sin quitar- se el abrigo. —Dime, mama —Verds, he estado pensando mucho, Madison... —empez6 su madre—. Desde que tu padre se fue, ya no me siento a gusto en esta ciu- dad. Sabes que estoy acostumbrada a otra manera de vivir, a otro clima... En realidad, si viviamos aqui era por él La madre de Madison era una especialista bri- ante en enfermedades tropicales y recibia ofertas de hospitales muy importantes. Amaba el sol y la alegria de Rio de Janeito. El padre de Madison solia contarle historias de la familia que le parecian muy ppasadas de moda, pero que narradas por él eran inte- resantes. Decta que sus abuelos maternos eran muy tradicionales, y que cuando su madre y él se hicie- ron novios se opusieron porque él era un reporte- ro muy popular. Su padre era el mejor del mundo ins ola y ya nunca més volveria a verlo, Madison se quedo. mirando fijamente a su madre. beg —Ya sabes que estoy en un proyecto muy inte- resante sobre una nueva enfermedad y me han ofrecido la oportunidad de investigar en Brasil. Es una propuesta apasionante y he dicho que sf Bueno, sia tite parece bien. —{En Rio? —pregunto Madison. —No —dijo la madre—. En Belén, aunque primero irfamos a Manaos porque quiet que nos tomemos unos dias de descanso y que lo conozeas. Una vez instaladas, podriamos ira Rio a visitar a los abuelos y a los tfos. —Manaos esta cerca de la selva, verdad? —Si, en la orilla del Rfo Negro. Me apetece {que veas el lugar donde tu padre y yo nos conoci- mos. Fue durante un reportaje que hizo en el hos- pital donde yo trabajaba y. —Lo sé, me lo has contado mil veces, mama —dijo Madison con un tono de fastidio en la voz. —Tienes raz6n, empiezo a repetir las cosas —Maria da Silva se tocé la frente como queriendo borrar un pensamiento. AY cuanto tiempo nos quedaremas? —pre- gunto Madison, —Un afto, como mucho —respondio la ‘madre—. A tu padre le gustaba el Amazonas, y ti no has estado nunca, Sera una buena oportunidad para que lo conozcas. La idea de ir a vivir cerca de la selva le parecia alrayente. Su padre le habia hablado mucho sobre animales fantisticos que habitaban en lo més pro- fundo del bosque: pequenas ranas venenosas de colores, boas y anacondas de veinte metros eapaces de tragarse a un hombre, caimanes parecidos a dinosaurios y piranas de dientes afilados eapaces de convertir en esqueleto a cualquiera que se rmetiese en el agua, Abanconar Nueva York duran- te una temporada le parecta una excelente idea. Tal vez un cambio de aires fuera bueno, y no todo el ‘mundo podia irse a Brasil de la noche a la manana —Tu tia Jane me ha propuesto que te quedes con ella y con tu prima Megan si quieres continuar en tu colegio —dijo la madre. Madison la miro fijamente. A veces tenta la impresion de que su macire siempre habia preferi- tims jungle do a su padre y su trabajo antes que a ella, Quiz se la querfa quitar de encima, pero no iba a conse= guirlo tan facilmente, —#Prefieres que me quede con tia Jane? —pre- unto, —iClaro que no, Maddy! Quiero que vengas conmigo. ZY qué sucederd con mis estudios? —Puedes ir al colegio en Belén —la tranquili- 26 Marfa—. Eso puedo arreglarlo facilmente. No tienes problema con el idioma, {Cuando saldremos de viaje? —En un par de semanas —confirm. su made —De acuerdo, Me parece bien —respondio la Joven, se levanto y se dirigio de nuevo a la terraza Al dia siguiente nevé en Manhattan, Madison vela cOmo los copos cafan en la terraza y formaban luna capa de nieve cada vez més espesa. Sinti6 que, a pesar de todo, iba a echar de menos Nueva York, No habia nada mejor que vivir en mitad del cielo observando el mundo sin necesidad de bajar Mar Coe Quien sabe si podria adaptarse a su nueva vida, pero un afio pasaba muy rapido, pens6. Le resultaba divertido elegir la ropa de verano en pleno invierno, Comenz6 a preparar el equipaje ) mientras elegfa las prendas, le vino a la mente la ‘ultima Nochevieja vivida junto a su padre. Fue la del ao dos mil y solo a él se le podia haber ocurrido celebrarla en Times Square en vez de en una fiesta privada, Madison nunca habia visto tanta gente junta. Su padre la Hevaba fuertemente sujeta de la ‘mano, y ella miraba alucinada los espectaculos, los sombreras de papel, los globos y el bullicio. Su madre le habia contado que durante todo el mes de diciembre miles de personas escribfan en papelitos sus esperanzas para el nuevo atio, y que eran esos; mismos papelitos los que se tiraban a modo de confeti. A las doce en punto bajé la bola de cristal y el clamor se apoderd de la plaza, Mientras sus padres y miles de desconocidos se besaban, ella se dedico a recoger todos los papelitos que pudo. Le hhubiera gustado leerlos todos para conocer los deseos de la gente de su ciudad. ana pga Continuaba haciendo un frio intenso y Madison sentia sus mejillas y su nariz heladas ‘cuando sus tos las acompanaron al aeropuerto. No estaban demasiado conformes con que su madre se la levara a mitad de curso, pero no podian hacer nada para evitarlo, —Esa enfermedad que vas a investiga. —pre- gunt6 su tia, preocupada— No sera contagiosa everdad? —Si lo fuera no me llevaria a Madison. No te reocupes. Un afto no es nada, Jane. Belén es una ciudad preciosa, —2Y no correréis ningiin peligro las dos solas? —No te inguietes, ademas, el peligro esta en todas partes. Ya lo sabes... Jane bajé la mirada y asintio con resignacion. No podia decir lo contrario. Ella también habia perdido la sonrisa después del atentado del once de septiembre en el que fallecié su hermano. Mir6 seriamente a su sobrina, la bes6 en la mejilla y le cogid la mano, —Buen viaje, Maddy, cuidate. —Adiés, tia Jane. Si tienes ganas de regresar 0 necesitas algo, lamanos sin dudarlo, querida, Puedes quedarte en. casa, Meg estara encantada, ya lo sabes. “Lo hare, tia Jane, Gracias —mintio Madison mientras pensaba que antes muerta que vivir con su prima Megan. ‘Aunque eran de la misma edad, Megan ya habia tenido dos novios y muchas citas. Cuando ‘ban juntas a una fiesta, Megan no paraba de reir y coquetear con todos. Era imposible maquillarse ‘mas que su prima, En cuanto salia por la puerta de ‘su casa, se cambiaba de ropa, se ponia tacones y Se dedicaba a hablar con los chicos como si todos le importaran, pero ella sabia muy bien que no le interesaba ninguno. ‘Ademis, cuando recordaba el incidente con Scott, una humillante vergaenza la invadia, Estaba segura de que no lo olvidaria por mas ahos que viviese. Se habia pasado wn curso entero intentan- do encontrarse con él a la salida de las clases y hasta se habia sentado a su lado en el comedor en. varias ocasiones. Tanto esfuerzo para que al final se hiciera novio de su prima Megan, solo porque era animadora del equipo de baloncesto y llevaba falda corta y ridiculos pompones de colores. Lo peor de todo era que estaba segura de que Megan le habia contado a Scott lo que ella sentia por él, porque desde aquel momento le pareci6 que él la miraba de manera diferente, o tal vez eran imaginaciones suyas, pero nunca mas podria mirarlo a la cara sin sentirse mortificada, y jamas volverfa a perseguir a tun chico, Eso lo tenia muy claro, ;Como odio a su prima durante los tres meses que salieron juntos! {Vivir con ella? Antes se bantaba en un rio leno de pirafias en el Amazonas, Eran menos peligrosas. Maria siempre intentaba ocultar su abatimien- to. No queria que su hija se angustiara. Temia por ella, Madison habia ido cambiando desde la muer- te de su padre, No lloraba nunca, pero una obsti- nada soledad la rodeaba, y habfa adelgazado. Se pasaba los dias en la terraza mirando por el teles- copio. No hablaba de Thadeus ni se lo permitia a ella. Maria tenia la certeza de que st hija sufria, por es0 intent6 ocultar su Hanto cuando el avion des- peg®. Madison la vio enjugarse las lagrimas con la punta de su paftuelo mientras miraba por la venta- rill El viaje fue muy largo y Madison durmis todo el tiempo. Se despert6 cuando el piloto les indice que miraran hacia abajo y contemplaran la selva Era tal como su padre siempre le habia contadbo. Aunque le parecia conocerla, la vefa por primera vez, en su totalidad, magnifica y espectacular. Un mar verde sin fin y un torrente oscuro cruzindolo. El rfo mas negro que jamas hubiera visto. En aquel momento, un enorme atco itis se formaba sobre los frondosos arboles como si estuviera recibién- dolas —Mira, mama, estamos sobrevolando la jun- glay hay un arco itis dijo Madison, La madre miro a través de la ventanillay son. —Fs verdad, jqué bonito! Creo que es una buena seftal. Cuando tu padre legs por primera vez, me conté que también vio formarse uno y que. —Creo que ya estamos bajando —cort6 Madison, cambiando de tema—. jEs una ciudad ahi pa grande! —dijo. La ciudad de Manaos era mucho més extensa de lo que habia imaginado, incluso tenfa edificios altos. —Supongo que habra cambiado mucho —dijo la madre. —4Dénde dormiremos? Nos alojaremos en el Hotel Royal, hija. Esta cerca del mercado que diseno Eiffel y es una répli- ca del viejo mercado de Les Halles, en Paris. Te gustaté mucho. A Manaos se la conoce como el Paris del Amazonas porque fue una zona muy rica sgacias al caucho, ;Te lo haba dicho? —Unas cuantas veces... —dijo Madison con expresién aburrida, —Hasta que empiece a trabajar en Belén y nos den la casa, te ensenaré un poco la selva, el rio Amazonas y el Rio Negro, —{Cuanto tardaran en darnos la casa? No creo que ms de una semana —dijo la ‘made. —No es demasiado tiempo. —iAh! El Hotel Royal —dijo, suspirando—. Te gustard, Eta el hotel en el que se solia alojar Mer Cote Thadeus. (Eramos tan jovenes! Fuimos muy felices aqui. Conoctamos a mucha gente. No sé si queda- 14 alguien o si me recordaran. Por un momento, Maclison pens6 que viajar a Manaos quizis no habia sido wna idea tan buena. Empezaba a preguntarse si su madre tha a conti- nuar hablando sobre el pasado constantemente. De ser ast, seria dificil soportarla. Cuando bajaron del avin, tras veintid6s horas de viaje y una parada en Miami, las envolvi6 un calor hiimedo. Maria sintio una alegria stibita que le con- fori6 el corazén. El calore devolvia la vida, Madison, por el contrario, no paraba de sudat: Solo pensaba en beber. Todo le era extrafo: los olores le parecfan mas fuerte, el trifico le tesultaba caotico, Habian pasaclo del helado invierno al calor del verano. Aquella misma noche se baiié en la piscina del hotel mientras cafa la lluvia sobre su rostro. Le encantaba banarse de noche en las piscinas porque nunca habia nadie, ademas, podia contemplar sus piemnas bajo la luz turquesa dentro del agua. El silencio era absoluto y teconfortante, habia estre- las y se podia flotar tranquilamente aa gt Al dia siguiente dieron un paseo por la ciudad antigua y por el muelle. Madison se mora de calor y tenfa la impresion de que se quemaba bajo los rayos del sol abrasador. Su madre la obligé a ponerse un sombrero y una camiseta de manga larga para resguardarse de la radiacion. Visitaron el lujoso teatro Amazonas, construi- do con marmot italiano y cristal francés. También fueron al Centro de Artesania Indigena, En aquel lugar habia de todo: cestas, bisuteria e instrumen- tos musicales raros que nunca habia visto. ‘Tras el paseo, Maclison estaba tan cansada que aprovecho que era stbado para dormir hasta bien entrada la mafana del domingo. Desayuné en la ‘cama mientras su madre hacia unas llamadas pata planificar una expedicién por el rf, A primera hora de la manana del lunes se subie~ ron a un barco amarrado en el bullicioso puerto de la ciudad y navegaron rumbo a un sitio lamado Encuentro de las Aguas. Durante un buen rato, Madison se dedic6 a observar en silencio las aguas del rio Solimoes y del Rio Negro, que conflutan durante varios kilometros sin jams llegar a juntar- Mar cote se, creando una serpenteante linea. El agua de cada torrente mostraba un color distinto, como si qui- sieran marcar st territorio, —Parece aceite y agua. No se juntan. Fijate, ‘mam, este rio tiene el color mas increible que he visto en mi vida, En realidad es rojo oscuro, pare- ce sangre aguada. —Exactamente {Y sabes por qué? Ni idea —Porgiue tiene grandes cantidades de humus y particulas de éxido de hierro en suspension —le explico—. Por eso es rojo, aunque parece negro visto en su totalidad. La temperatura, la velocidad, la densidad y los componentes organicos de cada rio son diferentes, y eso hace que les cueste tanto mezclarse. El Solimoes, por ejemplo, al arrastrar limos siliceos, es mas claro. Madison miré a su madre. Lo sabe todo, pensé y una mezcla de admiracion y frustracion se apo- deré de su animo, Queria a su madre y le hubiera gustado parecerse a ella. La doctora Marfa da Silva cra inteligente y encantadora. Todos la apreciaban y era el alma de las fiestas cuando charlaba con su aon ug dulce acento. Recordaba la mirada de admiracion de su padre. Se notaba que la amaba. Su madre era muy guapa Ella en cambio, ni siquiera podia ponerse al sol sin quemarse y hua de la kuz como ‘un vampiro urbano. No tenia esa preciosa piel canela, ni la figura perfecta, ni el cabello espeso y rizado. EL barco enfilo rio abajo hasta legar al Amazonas. Durante la travesia, Flavio, el guta, les sefialaba los animales que vefan al pasar. Madison miraba con mucho interés. Vio caimanes que le parecieron cocodrilos de pequefto tama, tucanes que permanecian inméviles en las ramas de los arboles, halcones y Aguilas que observaban desde las alturas y hasta dos delfines rosados del ‘Amazonas que rondaron la embarcacién jugueto- namente Después de amarrar el barco, caminaron un buen rato por la jungla. Los sonidos de la selva eran inquietantes, pero a pesar del miedo, Madison estaba contenta porque vefa que sti madre reia de nuevo. Flavio seguia mostrindoles los animales, escondidos entre el verdor de la selva. Hasta pudie- ron distinguir un oso perezoso, abrazado a un 4rbol y una boa dormitando sobre una rama. No toquen los arboles ni caminen con sanda- lias les habia advertido el guia—. En cuestién de segundos sus manos estarian llenas de hormigas rojas. Tambien hay serpientes, No lo olviden, Madison caminaba con una cierta rigidez, siguiendo los pasos de Flavio. A cada rato se subia los calcetines; se imaginaba a st mista cubierta de hormigas 0 mordida por una vibora venenosa. Habfa mosquitos por todas partes, —{Sabfan ustedes que en esta jungla se encuentra el diez por ciento de las especies de plantas y animales de todo el mundo y que aqut se produce el veinte por ciento del oxigeno y del agua fresca del total de la Tierra? —pregunto el guia Madison asintio, Lo sabia de sobra, sus padres se lo habian dicho muchas veces. —Muchos kilometros hacia adentro, los arboles son mas altos —continué Flavio—. Llegan a alturas de cuarenta metros, y el sol a duras penas penetra en la selva y nunca aleanza el suelo—. Hizo una pausa Y miré a Madison, sonriente— Ademas, en esta aia a zona viven insectos raros y hasta doscientas especies de mariposas diferentes. Hay serpientes de todas las clases y tamafios y en las copas de los arboles se ‘cultan monos desconocidos para el hombre y paja- ros nunca vistos. ‘Cuando regresaron al barco, pescaron pirafias para comerlas en la cena, También distinguieron 1m jacaré bebiendo en la orilla. Se trataba de un caiman pequenito con cara de dinosauio. El atardecer se fue apoderando del cielo, con tun color rojizo espectacular veteado de amarillo, rosa y malva, El sol se ocultaba muy pronto en aquella parte del mundo. Madre e hija, en la borda del barco, observaban elespecticulo sin hablar, como quien contempla wna pelicula que esti apunto de acabar, Cuando se hizo de noche, los ruidos de la selva aumentaron, y Madison los escuchaba inquieta, desde el barco anclado, Imaginaba que aquella selva repleta de seres desconocidos la estaba espiando y que miles de ojos seguian sus movimientos desde las copas de los Arboles. Mar Cole — {Qué es eso? —pregunto Madison asustada, senalando hacia algo brillante que se movia en el agua, —Son anguilas eléctricas. De noche se ven mucho mejor —explicé Flavio con naturalidad A Madison, la noche en el Amazonas le pare- ci6 fascinante. Nunca antes habia dormido en una hamaca en la cubierta de un bareo, Para su sorpre- sa, no era tan incémoda camo parecia 0, quiza, el cansancio pudo con ella, porque cuando volvie a abrir los ojos ya era de dia Asi como la noche en Ta jungla atemorizaba , el dia era lo mas hermoso. A la mafana siguiente emprendieron rumbo hacia su nuevo hogar. Marfa da Silva habia pedido una casa cerca de la bahia, pues deseaba estar lo mas cerca posible de a naturaleza Era tal su notoriedad como especialista en patologias tropicales que sus deseos se cumplieron de inmediato. Le ia gla Madison habia pasado de vivir en un rascacie- Jos a vivir en una comunidad de casas situadas sobre un palafito con vistas a la bahia de Guajara. El acceso estaba vigilado por guardas arma- dos. Cuando entraron en la casa que les habian asignado, les parecio que se trataba de una vivien- da normal y corriente, con su porche para aparcar el coche, pero al asomarse a las ventanas traseras descubrieron que habia sido construida sobre la bahia, —{No sera peligroso? —pregunté Madison. —En absoluto —respondié su madre— Es justo como lo habia imaginado, — Seguro de que no sera arriesgado vivir aqui? —Todo esta previsto, no te preocupes. —2Y si entra algiin animal salvaje? —Creo que los animales prefieren estar en la selva, hija. Adems, esta casa es muy segura y los guardas los verfan gno te parece? —2Y si entra alguien por la parte que da al rio? Alguien que no sea un animal quiero decir. —No temas tanto, Maddy. {Dios mio! Te empiezas a parecer a tu tia Jane. Mar cole —Que yo sepa, no tiene nada de malo —contes- (6 Madison sintiéndose atacada, No le gustaba nada que la comparase —No he dicho que sea malo, solo que a veces te pareces a ella, Debes aprender a no tener miedo de todo lo que te rodea Madison experiment6 una rabia silenciosa {De que servia querer conseguir cosas si todo podia acabarse de repente de la manera mas esti- pida? Era tan sencillo como itse a trabajar una mafana y no volver nunca mas. Ast de facil —A lo mejor es que yo no quiero conseguir nada —dijo mirando a su madre con frialdad—. Y, ademas, dime gpor qué hay que ser valiente? Tia Jane dice que es preferible ser precavido, y me parece que tiene razon, Papa siempre hablaba con, ella, asi que no me importa parecerme a ella. No ‘me importa nada, —Tu tfa es una mujer muy sensata, Tienes raz6n, es bueno ser precavido —empezo a decir Marta. —Creo que me voy a deshacer mi maleta —res- pondié Madison aati jag —Me parece bien, carinio, No tardes, quiero 1¢ demos un paseo por la ciudad. —De acuerdo, pero espero que no haya bichos rn la habitacion, de todas formas st encuentro una farana peluda de diez centimetros, te llamaré para que me ayudes a sacarla, Seguro que tt no tienes miedo —dijo Madison y abandon la habitacién. Maria la observa mientras se marchaba con una sensacion mezela de cansancio e impotencia Desde hacfa unos meses, Madison interpretaba mal todos sus comentarios. Aunque intentara disimu- larlo, Marta sentia que le habfan catdo diez aftos encima, Era mas de lo que podia soportar. Se aho- sgaba. Lo peor de todo era pensar que tal vez vivir era una rutina, con algunos buenos momentos, y el vacio de ver alejarse los mejores afos y a aquellos a quienes mis se habia querido. Quiza todos sus esfuerzos habian sido en vano y era preferible dejarse llevar sin pensar demasiado. La vida era demasiado corta, Maria y Madison dieron un paseo por Belén de Para. A Madison le gust6 el puerto bullicioso, lleno de barcas, la hermosa iglesia de Nuestra Seftora de Nazaré, el Orquidario do Coreto y el pintoresco mercado de Ver o Peso. La ciudad estaba lena de gente asomada a la puerta de su casa, Mientras visitaban el puerto y la ciudad vieja, ‘Madison sentia que se sumergia en el siglo XVIL. Imaginaba como habria sido vivir en aquel siglo de casas coloniales pintadas de blanco, azul, rosa y amarillo pastel. Los edificios le parecieron hermosos y un poco destartalados, tachonados de azulejos, de techos de tejas y de farolas antiguas. ‘Madison regreso a su nueva casa con la imagi- nacién todavia excitada por el paseo. Le resulto imposible dormir aquella primera noche en Belén. Sentia que le iba a resultar dificil acostumbrarse. El ambiente olfa a humedad, y el sonido persistente del agua no la tranquilizaba. La una iluminaba la estancia con una claridad obsti- nada, La noche era su enemiga; se hacia el silencio y los terrores tomaban vida apareciendo en forma de pensamientos interminables. Latina jung Madison cerraba los ojos, pero las imagenes estaban grabadas en su cabeza y no habia manera de borrarlas. Aparecfan tan claras como una pelf- cula, pero eran reales y le susurraban al oido que el mundo era un lugar horrible donde la felicidad se perdia en un abrir y cerrar de ojos. No habia esca- patoria posible, pues no podia huir de s{ misma ni de lo que habia visto, Era imposible retroceder en el tiempo, Como cada noche, sus lagrimas fueron empapando silenciosamente la almohada. Belén de Para aria da Silva se incorpord al trabajo un Tunes M: ‘ese mismo dia, Madison empez6 el cole- gio. El calor hacta que se le pasaran las horas muy lentamente, sumergida en un extrafio sopor. Le pesaba respirar y echaba de menos su terraza y los altos edificios como gigantes conocidos que la pro- Legian. Aftoraba los capuchinos que se tomaba por las mafianas. Le venia a la mente todo lo que le era familiar: los bagels calientes, las pizzas, los batidos de chocolate y las tartas de queso. El olor del agua en el asfalto cuando comenzaba a llover. Sus companeras de Belén no eran tan munda- nas como las muchachas de Nueva York, Empezaba a tener la impresién de que un afio seria demasiado tiempo y pasarla muy lentamente Deseaba regresar a casa, pero no queria dejar sola a ruin junta su madre. No es que fuera de mucha ayuda para ella, pero, en tan solo una semana, se habia trans- formado y habia vuelto a parecerse un poco a la mujer de antano, Por la noche, madre e hija fueron a cenar en un barco-restaurante en el rio, Estaba completa mente iluminado con hileras de bombillas. El ambiente era muy agradable y el olor delicioso. Les sirvieron pescado aderezado con una salsa de man- dioca, llamada tucupi, pimienta roja y cilantro. Su madre le explicé qué clases de peces se correspon- dian con nombres tan raros como filete de piraru- a, jaraqui frito o tambaqui asado. —Hoy me ha ido muy bien en el hospital —le explicé Maria—. He conocido a mi primer pacien- te. Tiene una patologia extrana —{Cualles son los sintomas de la enfermedad? —pregunt6 Madison. —De verdad quieres que te lo cuente? —Caro, —Los sintomas parecen ser siempre los mis- ‘mos: vision nocturna, — {Vision nocturna? —la interrumpis, Mar cote —Exacto, Aunque te parezca mentia, las per- sonas afectadas por esta enfermedad pueden ver en la oscuridad, como muchos animales de la selva Tambien tienen fotofobia, es deci alergia a la luz directa, y no digamos al sol. No pueden soportaro. {Que pasa si les da la luz o el sol? —No lo toleran —explico—. Solo pueden estar en la penumbra. Pueden ver la luz de lejos, pero nunca directamente. Tienen el pulso muy debil, la temperatura baja y el corazén les late mas lento. —{Como el de los deportistas muy entrenados? Madison se mostraba muy interesada porque queria animar a su madre —Algo ast. iY ahora qué estas haciendo en el hospital? —Antentar estudiar a Mayara, una chiquilla de ‘catorce aftos que tengo como paciente. Es extrafo, pero no he encontrado ningun sintoma en ella. Solo esti algo resfriada. Cada vez que la veo pienso en ti. Pero gy tw? {Qué tal te ha ido en el colegio? —No muy bien —reconocié Madison. —~Por que? Is alin gl —Los chicos y chicas son muy diferentes a los neoyorquines. Cuando les he dicho donde vivia me han comentado que estamos demasiado cerca del estuario del rio y que la selva esta plagada de anacondas, osos hormigueros y jaguares. Eso no me ha animado mucho que digamos. —No me extrafia —dijo su madre, sonrien- do—, Hay miles de animales mas, como las ranas yenenosas y los cocodrilos, pero no vendrin a visitarte por las noches. Cuando yo llegué por pri- mera vez al Amazonas, tuve la misma sensacion. El trépico tiene algo de inquietante y misterioso para los que vivimos encerrados en ciudades. Lo que sucede es que estas acostumbrada a tu casa donde te sentias protegida, pero ya te acos- tumbraras. —Tambien me han hablado de una leyenda sobre unos nifios que nunca duermen. Los meni- nos sem sonho. Me han dicho que esos sf que vie~ nen por las noches. No les hagas caso.. —No se lo he hecho, me parece una tonteria, pero creo que no han sido muy amables conmigo as -_— al contarme estas cosas. Lo han dicho con la inten- ci6n de asustarme. —Hloy he conocido a dos personas interesantes —Aijo Maria cambiando de tema para animacla, 4S? ¢Quignes son? —El padre Pedro Salgado, un misionero espa- nol que lleva més de cincuenta afos viviendo en la selva. La verdad es que no sé como lo hace para tener la vitalidad que tiene. Tiene parkinson y pro- blemas de corazén. Sin embargo, todavia le quedan fuerzas para apoyar a los indigenas de estas tierras. Me encantaria que lo conocieras. Lo voy a invitar a cenar una noche, tiene cientos de historias que contar y es muy amable. —2Y el otro paciente quién es? —Un hombre muy interesante, se llama Joao Ribeira y es un defensor del ecosistema amazénico. Me recuerda en algo a tu padre —{En qué? —Madison experimento un sttbito interés, —La manera de pensar, supongo. Fs un hom- bre muy comprometido. El caso es que est enfer- mo de malaria —dijo su madre Lali ag Mientras Madison la escuchaba hablar, seguta pensando que no estaba a gusto en aquel rincén del mundo, Todo era nuevo y amenazador alli. Las costumbres y comidas eran diferentes, sus com- pafieros de colegio eran poco acogedores y vivia en una casa que se sostenia de milagro sobre la bahia. Su madre la miré como si estuviera leyendo sus pensamientos. No estis contenta verdad, carifio? —No —reconocio Madison. —Al principio, cualquier cambio es molesto —la tranquilizé su madre —, pero de aqut a unos dias te parecer normal, Y cuando tengamos que marcharnos vers que no querrés irte: el Amazonas se habr apoderado de tu corazén para siempre. Madison no queria defraudar a su madre, pero tenia muy claro que a ella aquella ciudad no le gus- taba lo suficiente como para quedarse a vivir. —Creo que ahora me doy cuenta de que lo mucho que me gusta vivir en Nueva York. Hecho de menos Central Park y la terraza manera de ver sar, solo tienes que decirmelo, —Quiero regresar, pero quiero que todo vuel- va a ser como antes —. Madison se quedé miran- do fijamente su tenedor. —Me temo que eso no es posible, carifto, ‘Marfa estir6 la mano a través de la mesa y aca- ricid la mejilla de su hija. Madison permanecié inmovil observando el movimiento del fuego de la vela, —Supongo que podré soportarlo un ato, mama, por lo menos lo intentaré —dlijo al fin Cuando regresaban de la cena en el pequeno coche, empez6 a llover. Marfa conducia muy des- Pacio. Al entrar en la casa, Madison tuvo la impre- sion de que algo, o alguien, las observaba desde la oscuridad de la selva cercana, conocer otra si quieres regre- Las primeras semanas en Belén pasaron lenta- mente para Madison. Su adaptacién a la escuela fue resignada, No le gustaba el ambiente ni sus compa- Heros, pero como era muy disciplinada, se concen- ey taal ingle tba en su trabajo. Cada mafiana, su madre la companaba al colegio y por las tardes, era ella fen iba a recogerla. Cog{a el autobtis delante de la ila y la dejaba a la entrada del hospital. Aquel era el mejor momento del dia, El vehculo destarta- Jado iba muy despacio y el conductor sintonizaba ‘una radio popular: Los pasajeros se movian al son de la miisica y mientras las gruesas gotas de Iluvia gol- peaban los cristales, Madison los desempafaba por dentro y miraba la ciudad antigua imaginando his- torias de amor. Estaba segura de que en aquellos balcones los enamorados habian cantado serenatas asus amadas, y de que entre las rejas,exdticas muje- res habian escuchado sus palabras de seduecién. En Jos desgastados adoquines, las pisadas de los trai- dores habian resonado en su huida en medio de la noche, y bajo los rayos blancos de la luna habian resplandecido las armas de los duelistas. En cada tuna de aquellas casas, habla muerto gente y sus fantasmas tal vez rondaban a los vivos Cuando legaba al hospital, Madison solia esperar a su madre en la cafeteria tomandose un zumo de papaya o de mango. Aquella tarde, sin Mar Coe embargo, la espero durante mas de media hora Como no aparecta, decidio ir a buscarla, Intenté coger un ascensor para subir a la sexta planta, pero todos los ascensores estaban parados. Buscé las escaleras y empez6 a subir con paciencia, Cuando estaba en la segunda planta, se cruz6 con una chica de ojos muy oscuros, vestida con una bata blanca y con un fardo de ropa en las manos. La muchacha le sonrié con una mirada de com- Dlicidad y baj6 por las escaleras. Madison le devol- vio la sonrisa, Cuando Ilego a la sexta planta se encontro con que la puerta estaba cerrada. Golpes durante un rato, en vano. Nadie parecia ofrla Decidio bajar. En un rellano vio tirada una bata y dedujo que era la que llevaba puesta la chica que la habia saludado. Una vez en la planta baja, se dio cuenta de que los ascensores habian vuelto a fun- cionar. Cogié uno, lleg6 a la sexta de nuevo y se tro- pez6 con su madre, que se disponia a marcharse. —Perdona, Maddy —dijo—. {Llevas mucho tiempo esperandome? —Si. Queria subir a avisarte, pero los ascenso- res no funcionaban. Te tina jana Los han detenido los responsables de seguri- id —dijo la madre—, Mayara ha desaparecido—. iro por la ventana con pesadumbre. —Esta ano- checiendo, Vete a saber donde estar en estos ‘momentos, Es una pena, ahora seguro que no podré acabar de hacer las pruebas. Madison pensé en la joven con la que se habia cruzado en las escaleras, pero se call. —Y para mayor disgusto —dijo su madre—, tengo nuevos problemas. —1Qué problemas? —Quieren que mi investigacion se suspenda, En Brasilia dicen que no es relevante y no quieren continuar financiandola —{Quién ha dicho eso? —pregunt6 Madison, —Tengo entendido que la iniciativa ha surgido de varios diputados... AY que vas a hacer, mama? —Atin no lo sé —dijo. Su cara, por un momento, volvi6 a tener la expresion sombria—, Tal vez intente ir a Brasilia para averiguar por qué Jo han suspendido. —sCrees que si vas servird de algo? Mar cole alma jena fa... —agrego mientras las lagrimas le resbalaban or las mejillas. —Perdona—repitié Madison, para consolarla. —No puedo rendirme a la primera —dijo farfa, resuelta—. Tu padre nunca lo habria permi- ido. Iré a Brasilia, Hablaré con quien haga falta, "0 no pienso abandonar este proyecto.

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