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EZEQUIEL ADAMOVSKY HISTORIA DE LAS CLASES POPULARES EN LA ARGENTINA DESDE 1880 HASTA 2003 El trabajo as condiciones de vida y de empleo para las clases po- pulares durante este perfodo fueron extremadamente hete~ rogéneas, Tanto los niveles salariales y la vivienda como los derechos laborales efectivos, la duracién de la jornada de t= bajo y otros aspectos variaron enormemente entre tipos de labor y de regién en regién y también fueron modificindose a través del tiempo. Como panorama general, predominé una sitacin de gran precariedad e inestabilidad en el empleo y de ausencia relatva de derechos bisicos, Para la gran mayoria de los trabajadores la vida era habicualmente muy dura y muy frente a los empleadores Timitado el poder que te Para 1880 ya exista un verdadero mercado de trabajo regi- do por las reglas del capitalismo, Anteriormente predominaba el empleo ocasional: muchos sectores de las clases populares por ejemplo los gauchos o muchos campesinos— cenian ‘otras posbilidades de sobrevivir,porlo que sélo se empleaban st a cambio de un salario exporidicamente, cuando lo necesita~ ban, Los que se dedicaban a los negocios se quejaban por en tonces de que “fitaban brazos”, y que los que habia exigian uun page demasiado alto. Eto cambi6 a partir de la segunda rmitad del siglo, La cansolidaci6n del capitalism en varias re~ sgiones fue eiminando muchas de ls formas libres de sustento {que tenian las clases populares. Por otto lado,el Estado impuso normnas cada vee mis duras contra “vagos y malentretenidos”, con el objetivo de impedir que hubiera gente que viviera “sin trabajae”. Finalmente, el luvin inmigratorio amplié enor memente la provision de personas dispuestas a emplearse a ‘cambio de un salrio, As la condicién de asalariado se fe transformando en una realidad primordial para una porcién ‘reciente de las clases bajas. El trabajo ocasional y as formas “auténomas" de subsistencia siguieron existiendo, Pero fueron ‘cada vez menos una eleccién o un estilo de vida, para trans- formarse en cambio en el camplemento ideal de un mercado de rabajo muy inestable. Para dectlo de otro modo, el trabajo esporidico o sin selacién de dependencia fue cada vez mis un refugio transitario para los que, por las propia fuctuaciones, de Ia demanda de mano de obra, habian quedado temporal- ‘mente sin empleo, Aungue para muchos podia seguir siendo tuna elecci6n de vida, pars ottos era sencillamente reflejo de tun modo precario de existencia impuesto por el mercado. El limite entre una situacién y Ta otra era muy difiso y sexu ‘mente muchos lo eruzaron sin darse cuenta: los gauchos, por ejemplo, siempre se habian empleado ocasionalmente como peones, Es probable que, con el correr de los ails, euvieran que hacerlo cada vez con mayor frecuencia, hasta que, sin A notarlo, quedaban subordinados a una vida bisicamente de asalariados, con breves interrupciones involuntarias cuando perdian su puesto. El trabajo fre quedando asi cada ver mis decerminado por las necesidades de la economia capitalista.A medida que el mercado de trabajo expandié su ley, las medi- cas coercitivas como las “librets de conchabo" y los controles del movimiento de los gauchos fueron volviéndose innecesa- rias y eayeron en desuso. Entre los residentes de zomas menos favorecidss por la x= ppansién de la economia —por ejemplo, en muchas del nor te del pais, predominaron la pobreza erénica y la falta de ‘oportunidades liborales. Por el contratio el ripido desarrollo de la economia primaria de exportacién generé en la regién pampeana, en el Litoral y en algunas otras zonas miles de nuevos puestos de cabajo. La demanda de trabajadores, sin embargo, tuvo caracteristicas particulars, Como las activida- des que mis los requirieron fteron las primaria (agricultora ¥ ganaderia) y las terciaris ligadas a ella (como transporte, carga, ete), la demanda fie may Guctuante. En determinadas cestaciones del afo podta ser muy intensa, para luego decaer fen otras. Por otra parte, ls crisis periédlicas —como las que hhubo en 1890, con el inicio de la Primera Guerta Mundial en 1914 0 con el crack de 1929— producian dristicas reduccio- nes en Jos niveles salaiales y casas de desempleo importantes. Y¥ como la produccién industrial slo crecié de manera no~ table luego de 1914, en general lo que mis se requeria eran tabajadores no calificados. Todo esto se conjugé para crear ‘una maa trabajadora catacterizada por el empleo flexible, de escasa calificacién y de corto plazo, En el cambio de siglo est inestabilidad se traducta en una gran movilidad geogrifice y ‘ocupacional de la mano de obra. Aunque las trayectorias de vida podian ser de lo mis variadas, no era extraio el caso de tna persona que rabjara un tiempo como abail auténome en Rosario, en otro momento visjtra a Chaco como peén en la cosecha de algodén, par luego tomar un empleo asi- laiado en una fibrica de cerveza porte. Por entoness, para casi todos el empleo era inestable salvo en el ako de ciertos trabajadoreselificados y de los dependientes de comercio. En la regin pampeana, la excasezinicial de brazos combi- nada con el crecimiento explosive de la demanda se radujo cn nivelessalavales relaivamente altos comparidos con los aque se pagaban en Europa. Hacia 1910 el poder de compra de la remuneracién media en la ciudad de Buenos Airs era algo menor al que tenia en paises como Alemania, Inglaterra © Francia, pero aparentemente bastante mayor al de Talia y Espatia. El nivel de los salaris fue desde entonces muy vara- ble, Descendieron como consecuencia de la erst provocada por lt Guerra Mundial en 1914 y slo recuperaton su valor hacia 1921-1922.A partir deal tenderom al ala, pero se de plomaron nuevamente en 1929 com el comienzo de la crisis ‘mundial. La caida de Ios slatios nominales aleanz6 entonces 1 20%, mientras erecia el desempleo, Hasta 1942 el slatio real en la ciudad de Buenos Ares esuvo por debaio de sus nivles de 1929, Mis alli del valor del salrio y de coyunta~ 1a especialmente desfavorables, el tiempo de desempleo que fecuentemente pasa una persona al deat tn trabajo y antes de encontar ou significaba frecuentes sitaciones de aguds necesiad. La incertidumbre y la precatiedad del existenia fueron la norma. Hasta los afios teinta las tans de desma tricién fueron muy alts. Algunos tabajadores sin dudas pu- dieron acumular suficiente dinero como para “pegar el salt y ascender a la clase empresaria. Lo lograson especialmente aquellos que tenfan o lograban obtener alguna califcacién especial y los que contaban con vinculaciones que los aytda~ ban a progresar. Pero a medica que fe avanzando el siglo y Jas nuevas oportunidades se fueron acabando, ls historias de ripido ascenso se fueron haciendo menos habinuales. Durante toda la década de 1930, cas el 80% dé ajustado presupuesto cde una familia obrera promedio de Buenos Aires se destinaba 2 alimentacién y alojamiento, La vivienda fue un problema particularmente aguclo en las ciudades de mayor dinamismo, Los trabajadores que llegaban ppor miles a las todavia pequeias urbes argentinas a fines del siglo XIX solian albergarse en habitaciones alquiladss en in quilinatos 0 en los famosos“conventillos”. No era raro que en sus habitaciones convivieran hacinadas parejas con o sin hijos ¥y personas solas: podia haber hasta doce compartiendo na ‘misma pieza, Aunque en algunos conventillos predominaba Ja gente del mismo origen nacional y de la misma ocupacién, en general convivian inquilinos de varios pales y argentinos nativos. La mayoria eran obreros manuales, pero también ha- -empleados, especialmente de comercio, Los alquileres eran carisimos: en tiempos del Centenario en las ciudades de Ia regién agroexportadora costaban 140% mis que en Alema- nia o Inglaterra y 200% mis que en Francia, Tempranamente comenz6 a verse también un fendmeno que en décadas pos- teriores se haria bastante comin: los més pobres construfan s viviendas precaria, hechas de chapas y tablones,en tieras sin duet, inundables 0 inslubres. Desde los iltimos aos del si- glo XIX hubo estos arentamientos “de emergencia” cerca del arroyo Maldonado, en Mataderos, sobre pantanos cereanos al Riachuelo © en predios lindantes al vaciadero municipal de ‘asura porteiio. En las décadas de 1920 y 1930, medida que se iban instalando mis industrias, canto los asentamentos pre catios como los barrios humildes y no tanto se multiplisron también en el Gran Buenos Aires, destino final de muchos de los migeantes que venfan del interior. Las “wills” se ex ppandirian tambign en otras ciudades. En las zonas rurales la vivienda no era cara, pero en cambio las de los pobres fueron ccon frecuencia precarias chozas de paja 0 ranchos de madera y adobe carentes de las mis mnimas comodidades. Los derechos que los trabajadores podian hacer valer eran muy pocos. El primer proyecto de ley para regular ls relacio~ nes entre patrones y empleados se present en 1904, pero fir ‘as6 por la oposicidn de los industrials, En los aos siguientes se promulgaron unas pocas leyes sobre el trabajo femenino & infantil o los accidentes de trabajo. Pea la legislacign laboral avanzé muy lentamente hasta comienzos de los aos cuarenta Las pocas eyes que se diction tenian poco 0 eum- plimienco, especialmente fuera de ls grandes ciudades. El ce bajo infantil, por otra parte, era moneda corriente. Los nifios no slo desempefiaban pesadas tareas junta a sus padres en cl campo. Los empresarios también los preferfan en muchas ‘otras labores por st docilidad y por la posbilidad de pagarles salavios miserables, Haca 1937 el 5,3% de la ferza de trabajo de coda la industria argentina y el 64% de la del comercio cera nifios. Se los empleaba en sastrerias, panadeas, impren— tas, talleres de calzado, fbricas de vidrio y de fésforos tlleres ‘mecinicos, etcen la industeia textil abajaban muchas nif, En Tacumén, la industria azucarera los usaba extensamente en la zafta.Por lo dems, centenares encontraban su modo de ‘vida en las calles vendiendo diarios,lustrando boras 0 median- tela mendicidad y la prostiucién. Para el servicio doméstico, las personas de mejor posicién solfan tomar como “criados™ 4 hijos de familias pobres. Los maleratos y abusos eran cons- tantes. Sélo en 1907 los socialistas consiguieron aprobar una ley que protegia 2 los nifios de las formas més extremas de explotacién;pero esa norma no incluyé el trabajo a domicilio y sélo euvo vigencia en la Capital y los teritorios nacionales. Para los adultos, las condiciones de trabajo eran bastante diferentes a las que se conocerian mis tarde, El control de Ja seguridad laboral era pricticamente inexistente y el acce~ s0 8 servicios de salud, bastante limitado. Los accidentes eran frecuentes y la salubridad en muchos casos deplorable. Las Jjornadss eran extensas:un informe de 1910 sobre la industria del calzado mosteé que en s6lo uno de casi doscientos esable- cimientos inspeccionados los obreros trabajaban ocho horas diarias. En los demas lo hacian nueve horas y media © mis. En el campo con frecuencia a jornada laboral era incluso mis larga, a veces sin descanso dominical, En este periodo, dere chos como la indemnizacién por despido, las vacaciones pagas 6 el aguinaldo todavia no se habjan abierto paso; el “sibado is" slo se esableci6 parcialmente en la década de 1930, Tampoco existia un sistema jubilatorio tniversa, A fines del siglo XIX comenzaron a otorgarse beneficios de retro para funcionarios estatales, maestros y militares. El primer fondo de jubilaciones con contribucién sobre los salarios se cred en 1904 para los empleados piblicos y Iuego de 1916 hubo euros de jubilacién pata erroviarios, ancarios y empleados de aseguradoras. En los aos siguientes se expandieron a otros _gremios, pero de manera Ienta e incompleta,Todavia en 1944 apenas poco més del 79 de la poblacién econémicamente activa estaba ainda a alguna caja de jubilaciones. Por otra parte, los salarios se pagaban de manera bastan~ te irregulat. En muchas actividades —especialmente en el ‘mundo de los peones, tanto urbanos como rurales— predo- ming el pago "por jornal”, es decir, caleulado por dia traba- Jado, El salario "mensualizado” era comdin por entonces en algunos ramos, sobre todo en el comercio; en los dems se fue abriendo paso lentamente. Fl pago “a destajo”, es decir, por pieza 0 trabsjo terminado, era muy comin en diversos sectores, En todos los c3s0s el cobro era bastante irregular; los patrones solian incumpliro atrasarse en el pago por me- ses, La posilidad que tenian los tabajadores de reclamar ia por via judicial era muy limitada por lo que les correspon (todavia no existia el fuero laboral)..No era extraio que a los sueldos y jornales se Jes aplicaran “multas” y descuentos por errores cometidos por los operarios. Adem, no siempre se pagaban los salaros totalmente con dinero: muchas veces parte del pago se descontaba en concepto de servicios de Alojamiento de vianda ficilitados por el patrén. Los “vales dde compra” en lugar del efectivo eran moneda covriente, La percepcién de los salarios se fue regularizando poco a poco esde los Siltimos aiios del siglo XIX, especialmente en los 8 sectores mis dindmicos. Las primeras convenciones salariales colectivas para toda una rama debieron esperar alos alos treinta y no se extendieron masivamente sino en la década siguiente. En ciertas zonas rurales, como veremos mis ade- lante, todavia persstian por entonces formas de erabajo no libre y niveles extremos de explotaci6n, Las condiciones del trabajo en fa ciudad Mis alli de estos rasgos comunes a todos, el trabajo en la ciudad y en el campo tenian caracterfstcas especificas.En este apartado nos referiremos especialmente a las urbes de gran tamailo que concentraron la poreién mayor del desarrollo econémico, En el espacio urbano las oportunidades laborales ‘eran mis variads y heterogéneas y por ello también lo eran las escalas salaries y las condiciones de eabajo. Como regla «general, aunque no siempre fe el caso, el rabajador urbano festuvo en mejores condiciones de hacer valer sus derechos fente 2 los empleadores, sea porque su situacién resultaba mis "visible", sea porque la proximidad con otos trabajadores hizo mis sencilla la organizacién sindical Comencemos por el mundo de los empleados. Dentro del tuniverso de los asslariados de “cuello blanco” podia haber si- tsuaciones muy disimiles en lo que respecta a sus ingresos y a su prestigio social, Dedicarse a funciones “intelectules” otor- sgaba una cierta jerarquia frente al resto de los erabajadores. Pero las diferencias de funci6n,calificacién o nivel salarial po- lian crear entre este tipo de asalariados grandes brechas. Un » los tabajadores varones cobraban en promedio mis de un 40% mis que ls mujeres Al mismo tiempo, ls tabajadors padectan formas de violencia laboral especiales de su género, El acoso sexual por parte de pationes, jets y compaieros de trabajo era una constante Ls elaciones sexuaesfor2adssy la violacién de empleadas dométcas ea una prctica comin centre las familias adineradas. Bra habitual la violencia fica contra ls prosiutas por parte de clientes y “cfiolos”. Por otra parte as trabajadoras con ffecuencia se veian afecadse por formas especiales de control “moral” y de disriminacién labora. En muchas ibrias fueron comunes regs que int pedian la coniratacién o permanencia de maces soles, 0 «que prohibian alos empleados ponerse de novis ente si Lax ‘elefonistas de la Unién Telefnica no slo tabyjaban por un sueldo menor que el de los varones, encerradss en ambientes poco ventilads y bajo estritasupervisin, sino que adesisse Jes exigia permanecer slters. Hasta aproximadamente 1935 Jn empresa no tomaba mujeres exsads 0 con hijo y despedin a sus empleadas cuando se proponian formar fala. En 1921 esta injusicia eg a a prensa con motivo del caso de una t- lefonista que acuchillé al administrador general de ls empress tras haber sido despedid, luego de catorce aos de servicios, por el solo hecho de haberse caido. En gener, fa culeur dominante de estos ais estigmatizaba el trabajo feenino, especialmente el de las fibrica. Un prejuicio extendido con- sideraba que en la condici6n obrera habia algo contatio al hhonor, la suvidad y la belleza que se esperaba de as mujeres. 78 3. Las formas de resistencia y de accién politico-gremial Estos ails fteron también testigo de profundos cambios cena cultura dela clases populares y en sus formas de orga nizure. Con el fortalecimiento del Estado central, la masiva prvatizacin de la era la repentina abundancia de mano de obra y I ereciente urbanizacién, as montonerss y el éxodo individual dejaron de ser opciones efectivas para defenderse frente a ls opresién, Como desde 1880 hasta 1916 la oligar- quia conservadora se mantavo en el poder mediante el aude electoral, durante esos largo alos ni siguiea exis para fa plebe urbana esa imitada forma de participacién politica que todavia era posible en ls décadas previas a eavés de los parti- dos mitrssy asnista. En el torbellino de la gran transforma ifn el teritorio se inundé cle nuevos habitants de decenas de paises diferentes, que mo cenfan una experiencia de vida en comin y ni siguietahablaban el mismo idioma. La fag- » ‘mentacién dejé al mundo plebeyo indefenso ante el avance inteffenable del capitalismo. La clase dominante habia logeado tunificarse, tenia un proyecto politico y el poder para impo- nerlo. Las clases bajas no. La ereciente desigualdad y las nuevas formas de explotacién que por todos lados se implementaban hnacfan la resistencia y la acci6 n colectiva mis necesarias que nunca. Pero las pricticas conocidas ya no resultaban efectivas 2Qué hacer?: la pregunta se volvié acuciante, Era necesatio inventar y poner a prueba nuevas estrategias para la accién politica. Pero qué sector dentro del mundo popular tendria 1a capacidad de ser la punta de lanza para esta recomposicién de Ia capacided de lucha? El nacimiento del moviniento obrero Los que lideraron la recomposicién politica de as clases populares fueron los trabajadores urbanos con oficios de cer ta calificacin. Fran ellos los que estaban en mejores condi- ciones:a diferencia de los del campo, estaban mis cerca unos de otros. Al conttario de los peones, sus empleos tenfan una cierea estbilidad que facilitabs la organizacién. Conocedores {de su oficio,tenfan un poder de negociacién frente al patro- nal bastante mayor que el de los no califcados. Fueron ellos, pues, los que comenzaron a adoptar formas de organizacién y de lucha de efectividad ya probada en Europa, de ls que mu chos inmigrantes traian experiencias de primera mano, Me- dliante la organizacin sindical fueron logrando coordinat los reclamos de vastos sectorestrabajadores, tanto urbanos como rurales. Aunque el movimiento obrero no llegé 2 unificar a Ia totaidad de las clases populares, consiguié establecer lazos mplios y abareativos ¢ incluso tejeralianzas con algunos sec totes medios. Com el correr de las décadas se fue transforman~ do en un actor politico de gran importancia EI primer sindicato nacié, como tantos otros, a partir de tuna entidad mutual. En el siglo XIX y hasta bien entrado cl siguiente no existia ninguna forma de proteccién para los ‘uabajadores en caso de enfermedad « otras dificultades, de ‘modo que fueron ellos mismos los que se organizaron para protegerse unos 2 otros. Aportando parte de sus sueldos para formar un fondo a disposicién del que lo necesitara,creston ‘en estos afios decenas de mutualidades, algunas de ells por _gremio, ots segin la nacionalidad de los aportantes. En 1857 trabajadores tipogrificos de Buenos Aires —entre los que pre dominaban los de origen argentino— fundaron Ia Sociedad Tipogritica Bonaerense inicialmente enfocada ala ayuda mo tua. De esta primera entidad —que en 1871 habia entablado ‘vinculos con la Asociacién Internacional de los Trabajadores, aque desde el aio siguiente tendria una representacién en el pals—,naci6 en 1877 la Unién Tipogritica, el primer sindica- ‘o propiamente dicho que exisié en Argentina, Aunque ante- riormente habia habido reclamos de trabajadores en estancias y sladeros, fe esta Unin la que reali2é en 1878 la primera hhuelga obrera que hubo en el pas,a la que también adhirie~ ton los tipografos de Montevideo.A partir de comienzos de la cada de 1880, se extendieron ripidamente los sindicatos por oficios, que en esta época asumian la forma de fiaternidades de productores que resisfan la ligica del trabajo industrial; fancionaban en general de manera asamblearia y carecian de activists rentados y de reconocimiento legal. Se organizaron asi los ferroviatios, obreros panaderos, trabajadores de astille- +s herreros cigarreros y muchos otros, tanto en Buenos Aires como en otras ciudades como Cérdoba y Rosario. En 1896 se produjo lt huelga de Tos talleres ferroviarios porteios, ly primera en la que participaron buena parte de los trabajadores de toda una rama contra el conjunto de sus patrones. Cinco ats después los obreros panaderos protagonizaron alli mis- ‘mo Ia primera huelga que abarcé a la totaidad de una rams, ‘También en 1901 se produjo en Rosario la primera huelga general de los trabajadores de toda una ciudad, sin impor tar su rama, contra todos los patrones y el gobierno local, E] 22 de noviembre del aio siguiente, al fin, se convocé Ia primera huelga general de alcance nacional. Paralelamente se faeron dando pasos para la formacién de federaciones sindi- cales.Aungue hubo intentos previo, la primera cental obrers ‘que aleanzé cierta solide fue la Federacién Obrera Argentina fiandada en 1901, redenominada Federaci6n Obrera Regional ‘Argentina (FORA) tres afios més tarde, para enfitizar la per tenencia internacional del movimiento. En efecto, en sintonia con las miiliples procedencias nacionales de sus militantes, el sindicalismo argentino particip6 descle muy temprano en los esfuerzos de la clase rabajadora de organizarse a escala mun- dial El internacionalismo era un valor fundamental para los obreros del pais en esa época. En los actos gue organizaban era comin que hubiera discursos en varias lenguas y Io mismo sucedta con la prensa gremia De orientacién claramente revolucionaria, el movimien= to obrero uted desde comienzos del siglo el insrumento de ls huelga en combinacidn con movlizaciones ealejers, ave habitualmente eran objeto de una brutal represion. Las demandas usuales eran mejor en los sueldos, a jornads de ocho hors y el fn de ls medidas ms reprsivas dl Estado, 1a solidaridad, in embargo, crecia y las luchas desbordaban Josreclamos puramente laborales. En 1907, por ejemplo, hbo en Buenos Aires una inédita“huelga de inquilinos” conta las subas de alquileres. Neyindose a pagar y movilizindose de di- ers maners,partiiparon 120.000 personas de mis de 2000 inguilinatos y conventllos de diversas zonas de la ciudad. Tras ‘arias semanas de un intenso hostgamiento policy judicial los propierarios consiguievon derotar los huelguisas. Poco después, sin embargo, una huelga general cosechara en esa cidad por primera vea un éxito importante, aunque con un alto costo, Durante el acto del Primero de Mayo de 1909, como ers habitual, a pole dsparé sobre a multicudsin mo- tivo, dejando un sldo de cinco muertos y 105 heres. Como toda medida, el presidente Figueroa Alcorta se limité a hacer liegae al coronel Ramén Falcén sus fliciaciones por la ma sacre que habia conducido y lo mismo hicieron los represen tants de ls principales ensdades empresaria. Los sindcatos sespondieron indignados con una butelga general que paraiz6 Ia ciudad, por entonces ya militarizada. Durante el sepetio de las wctimas y todavia en otro acto la policia volvi6 a dsparar conta Jos obreres,produciendo mis muertos. Pero aun asi Ik fueraa de Ia huelga obigé al gobierno a hacer concesones Yel paro termind tat una verdadera “Semana Roja”, como se recordé desde entonees. Pocos meses despues, un joven s obrero, Simén Radowiteky, vengé la muerte de tantos com- pafieros lanzando una bomba de mano que acabé con la vida del despiadado Faleén. Utlizando ese incidente como excuss, 1 Estado desaté una nueva ola de detenciones, deportaciones y clausura de peridicos. Grupos de civiles de las clases supe riores, formados para la ocasi6n,asolaron los locales sinicales sd paso, también los barrios judios, con la total complacen- cia de la policia. En La Plata y Rosario hubo agresiones simi lares. Como fa agitacién obrera no cesaba, ls celebraciones el primer Centenario de la Patria tavieron que realizarse bajo estado de sitio. a intensidad de la tepresign consiguié detener durante un tiempo la conflictividad obrera, pero no por demasiado. En ls lecciones de 1916 —las primeras organiaadas por Ia nueva ley electoral de 1912, que offecia mayores garantis contra cl Fiaude— Ia oligarquia conservadora fue imprevistamente

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