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Mary Douglas Como piensan las instituciones Alianza Universidad 3412853, OMO PIENSAN LAS INSTITUCIONES? ¢Ticnen mente propia? Y si es asf, .qué pensa- mientos ocupan esas mentes suprapersonales? MARY DOUGLAS examina estas cuestiones al tiempo que establece las bases de una teorfa de las instituciones. El proceso de razonamiento humano se suele explicar con referencia a la mente individual, mientras que la autora se centra en Ta cultura. A partir de Jas obras de Durkheim y Fleck, intenta dilucidar h qué punto depende el propio pensa- miento de las instituciones, cuyos distintos tipos permiten a los indi- viduos pensar diferentes tipos de pensamiento y responder a distintas emociones, Presenta la misma dificultad explicar cémo los indivi- duos Iegan a compartir sus categorias de pensamiento que cémo logran dejar de lado sus intereses privados en aras del bien comin. La autora sostiene que las instituciones no piensan independientemente, ni tienen objetivos propios, ni pueden crearse a sf mismas. Cuando las construimos, adaptamos nuestras ideas a una forma comin y asf tra- tamos de demostrar su legitimidad. Por ultimo, nos advierte que no creamos que los pueblos primitivos piensan a través de ellas, mien- tras que los modernos decidimos los asuntos importantes individual- mente: nuestras instituciones legitimadas toman decisiones funda- mentales y esas decisiones siempre implican principios éticos. Alianza Editorial ISBN 84-206-2853-0 NN 9°788420'628530 Reservadios rodos bos derechos. El contenido de esta obra ext proieghdo parla Ley, que establece pena de prisida y/o multas, ademds de lad correspondtiemtes: indemaizaciones: por dafies y perjuitios, para quienes reprodujeren, plagiaren, clisiribuyeren o comunt- carn pilblicamente, em tade a en pares, una aba Ineraria, antigiica o cieeifica, o su iransformacidn, inberprcechin o-tjecuciin artistics jada en caalquier tipo de soporie o comunicada através de emalqwier medio, sin Ja preceptiva aimoriencifin, ' & 1996 by Syratuse Uriverdity Press, Syrcuse, New York & Ed casts Alianza Edivorial, $. A. htodrid, 1996 1. Luca de Tena, 15; teléf, 393 $8 ER: 28027 Madrid Se eit ie = Depesito legal: ML 24.6031 Forocomposiciia: EPCA, 5... Parque Industrial “Las: ee 288M) Tome|én de Ardos -Impreso en LAVEL, C/ Gran Canara, 12, Humane (Maulrid) INDICE PrDGP SCH eensesmemeesinee missinentisousitesemeerea nrorcirith ee Prdlogo, auetuueanere ens rermeessnesaea Totroduccién unis Capitulo 1. Las INSTITUCIONES NO TIENEN MENTE PRO- Capitulo 2. SEDESCARTA LA PEQUENIA ESCALA sneoncenre Capitulo 3. COMO SOBREVIVEN LOS GRUPOS LATENTES. ppeetesot 4, LAS INSTITUCIONES SE FUNDAN EN LA ANA- LOGIA... 15 a7 41 35 3 ‘Camo piessan las instimasiones Capitulo 7, UN CASO DE OLVIDO INSTITUCIONAL Capitulo §. LAS INSTITUCIONES SE OCUPAN DE LA CLA- SIFICACION Capitulo 9. LAS INSTITUCIONES TOMAN DECISIONES DE VIDA ‘O MUERTE... BIBLIOGRAFIA woven INDICE ANALITICO ¥ ONOMASTICO secccccsetsesseessnssnee is | 121 135 197 PREFACIO Mary Douglas pronuncié las seis Conferencias Abrams en la Universidad de Syracuse durante Ins dos tlltimas semanas de marzo de 1985, El ciclo se financia gracias a un fondo de la Ex- xon Edyeation Foundation instituido en memoria de Frank W. Abrams, antiguo presidente del Consejo de Administracidn de Standard Oil Company (Nueva Jersey), sociedad predecesora de Exxon, y antiguo presidente del patronato de la Universi- dad de Syracuse. Abrams fue, a lo largo de toda su vida, un destacado vale- dor de Ja ensefianza universitaria, Fundé el Consejo para la Ayuda Financiera a la Educacién, presidid el Fondo de la Fun- dacidn Ford para el Progreso de la Edueacién y fue miembro del patronate de la Fundacién Alfred E. Sloan. A través de la Hbor edueativa y de los precedentes juridicos que sentaron sus Miciativas, Abrams contribuyé a sensibilizar al mundo empre- Sarial norteamericano respecto de la necesidad de prestar apo- ¥oa la enseflanza universitaria privada. La Exxon Education Foundation, cuyo liderazge en la pane c ie Ciéinen piensan las instituciones ayuda a la ensefianza superior es bien conacide y respetado, prosigue la obra que inicié Frank Abrams. Agradecemos a la Fundacion su generose apoyo a distintas iniciativas de nuestra Universidad y estamos particularmente orgullosos del ciclo de Conferencias Abrams, en la medida en que el propio Abrams se licencid en 1912 en nuestra Universidad. Especial reconocimiento merecen los miembros del comité planificador del ciclo, encabezado por Guthrie §. Birkhead, de- cano de la Maxwell School of Citizenship and Public Affairs. Colaboran con él Michael ©. Sawyer, vicerrector de la Univer- sidad y catedritica de Derecho constitucional; L.Richard Oli- ker, decano de la Escuela de Administracién; Richard D, Sch- warz, titular de la edtedra Ernest 1. White de Derecho; Chris J. Witting, presidente del patronato de la Universidad de Syracu- se, y Robert L. Payton, presidente de la Exxon Education Foundation. Mary Douglas fue una invitada académica y conferenciante extraordinariamente complaciente, Pronuncié cinco conferen- cias memorables, mantuva frecuentes reuniones con el claustro y los estudiantes de cursos de doctorado, visité las clases regu- lares ¢ iluminé con su personal irradiacién los dias muchas ve- ces tristes de comienzos de primavera en Syracuse. Melvin A. Eggers Rector de la Universidad de Syracuse PROLOGO Este libro es resultado de una invitacién de la Universidad de Syracuse para pronunciar las seis conferencias del ciclo Frank W. Abrams. En casos semejantes, el tema viene en parte indicado por la ocasion, Un encargo de la Maxwell School of Citizenship and Public Affairs exige un asunto mds bien am- plio; una invitacién a pronunciar una conferencia, que el tema se comprima en un espacio reducido, Que la elecciém recayera en mi persona sugeria que era conveniente una sintesis perso~ nal, Se presentaba como una oportunidad irresistible para rei- terar cosas que ya habia intentado decir, Hablar, esta vez, ante la audiencia atenta y critica de la Universidad de Syracuse sig- nificaba que debia intentar arrojar nueva lux sobre el tema, ha- cerlo mas claro y convincente, y tal vez exponerlo por fin bien, Es necesaria una teoria de las instituciones que corrija la ac- tual vision asocioldgica de la cognicién humana, pero también una Teoria cognitiva que subsane los puntos débiles del analisis institucional. El tema es lo suficientemente vasto, actual e inex= Plorade como para justificar un enfoque especulative. Este es 2 ‘Cééeto piensan les institusiones el primer libro que hubiera debido escribir después de hacerlo sobre mi trabajo de campo en Africa, En vez de ello, eseribi Pureza y peligro (1966) en un esfuerza por generalizar la expe- riencia de Africa a nuestra propia situactén. En sw dia, mis ami- gos me dijeron que Pureza y peligro era oscuro e intuitive y es- taba mal preparado. Tenian razon y desde entonces no he cejado en el intento de comprender la fundamentacién tedrica y Idgiea que hubiera necesttado para poder presentar una tests coherente sobre el contral social de la cognicidn, Este libro re- presenta otra introduccién post bac. Es como un prolegomeno a Risk Acceptability (1986), que denuncia ciertos dngslos muer- tos en nuestra profesién, asi como la arraigada resistencia al tema. Risk Acceptability, por su parte, es como un apéndice in- troductorio a Risk and Culture (1982, con Aaron Wildavsky), obra que muestra como el andlisis antropoldgico de las creen- cias publicas puede ampliarse a nuestro propio caso. Pero Risk and Cultere es la tesis que hubiera debido preceder a la publi- cacién de Jmplicit Meanings en 1970 con un ensayo titulade «Environment at Risk». Todos hubieran debido aparecer en orden inverso, terminande con The Lele of the Kasat (1963). En ese caso, el comité del ciclo de Conferencias Abrams recibi- tia ahora el primer trabajo de la serie. Pero, gedmo hubiera sido eso posible con las deudas que he ido contrayendo a lo large de este prolongado espacio de tempo? Muchos autores, jdvenes y vicjos, algunos, por desgracia, ya fallecidos, me han ayudado en cada etapa. Ya me gustaria que esta obra fuera lo suficientemente acertada coma para romper el maleficio, de manera que ahora pudiera empezar a escribir hacia delante, y no hacia atrds. Este libro comienza con Ia hastilidad con que Durkheim y los durkheimianos fueron recibidos cuando hablaban de insti~ tuciones o grupos sociales como si se tratara de individuos, La propia idea de un sistema cognitive suprapersonal despierta un profundo sentimiento de indignacidn. Este sentimiento es, en si mismo, prueba de que por encima del nivel del ser humano individual otra jerarquia de «individuos» influye en los miem- Prélago B bros de los niveles inferiores para que reaccionen violentamen- te contra determinadas ideas. Se supone que un individue que engloba seres humanos pensantes corresponde a una desagra- dable tipologia totalitaria, una dictadura altamente centralizada y eficaz. Anthony Greenwald, por ejemplo, acude a Hannah Arendt y George Orwell en busca de modelos totalitarios de lo que denomina ambitos extrapersonales de conocimiento (1980). La reflexidn pone de manifiesto, al mismo tiempo, que en los niveles superiores de organizaciéa los controles sobre los miembros constitutivos de nivel inferior tienden a ser mils débiles y difusos. Muchos pensadores de gran agudeza y capa- cidad se ponen tan nerviosos con la descarnada analogia politi- ca entre mente individual ¢ influencias sociales en la cognicién que prefieren ignorar el problema en su totalidad, Los antropélogos no pueden hacerlo. Emile Durkheim, E. E, Evans-Pritchard y Claude Lévi-Strauss son grandes ejem- plos a seguir. Pero el estudioso cuya impronta es mis visible en todo el ambito aqui cubierto es Robert Merton. A él se dedica, con respeto y afecto, la presente obra, confiando cn que su ge~ nerosidad sabra pasar por alto sus carencias, Mi marido merece una mencidén especial, Cuando dos problemas parecen irreso- lubles, nuestra larga experiencia de vida doméstica ha sugerido un enfoque indirecto. En lugar de atacar de frenee y por sepa- rado cada cuestién, cabe enfrentar un conjunta de problemas con el otro. Esta estrategia, que produce definiciones nuevas de lo que ha de resolverse, aporta el marco de !2 presente obra. A lo largo de dos semanas deliciosas, disfraté de la calida hospitalidad del Rector y de la Sra. Eggers y de muchos cursos ¥ departamentos de Syracuse. El trabajo se vio aligerado gra- cias a la acogida y el apoyo de Guthrie Birkhead, decano de la Maxwell School, a los sabios consejos de Manfred Stanley (sin olvidar la critica, siempre constructiva, de su familia) ya la per fecta organizacién de James G. Gies. Algunas partes de la obra ya se habfan sometido a prucba Ec pane forma u otra, Los capitulos 1 y 2 se presentaron en la -Sonferencia sobre Categorias Correctas patrocinada por la Ht (Como piensan las instinwciones Fundacién Wenner-Gren en honor de Nelson Goodman en la Northwestern Universiry en 1985, Hago constar mi gratitud a todos los participantes por su contribucién al examen de las cuestiones en ellos abordadas. También agradezco a Kai Erik- son la oportunidad de ensayar partes del capitulo 3 en la Ho- llingshead Memorial Lecture de la Universidad de Yale. Una versién inicial de los capitulos 6 y 7 se presenté en el seminario sobre el tema «Es posible el orden social?», en la reunidn de 1983 de la American Sociology Association, a cuyo presidente, James Shorter, debo el permiso para publicar este estudio mas extenso sobre la memoria publica, Parte del capitulo 9 se expu- so en el seminario sobre ética de Russell Hardin en la Univer- sidad de Chicago. Agradezco a Rusell Hardin y Alan Gewirth sus dtiles criticas. David Bloor, Barry Barnes y Lawrence Ro- sen también formularon importantes criticas. Muchas personas en la Northwestern University han diseutido y criticado dife- rentes partes del libro. Reid Hastie aporté un equilibrio muy necesario y toda una serie de referencias de articulos psicoldgi- cos. Robert Welsh ley todo el manuscrito y formuld criticas muy atinadas, Andrew Leslie trabajé en la bibliografia. Ri- chard Kerber investiga las clasificaciones del comercio del vino. ¥ Helen McFaul, que fue mucho mas alla del mero cum- plimiento de sus obligaciones, me proporciond esa ayuda ideal de secretaria con que suefia toda autor. M.D. INTRODUCCION Escribir sobre cooperacidn y solidaridad significa escribir, al mismo tiempo, sobre rechazo y desconfianza. El concepto de solidaridad sugiere individuos que estin dispuestos a sufrir en representacién del grupo mis amplio y que esperan que los res- tantes miembros individuales del mismo hagan otro tanto por ellos. Es dificil hablar de estas cuestiones friamente. Tocan sen- timientos intimos de lealtad y veneracién. Tanto quien haya aceptado un depdsito de confianza y exigido sacrificios coma quien de buen grado la haya depositado y los haya realizado conoce la fuerza del vinculo social. Sea la situacién de adhesin a la autoridad, odio a la tirania o un punto medio entre ambos extremes, el vinculo social en si se considera por encima de toda discusién. Los intentos de sacarlo a luz del dia e investigarle _ ‘ropiezan con resistencias. No obstante, debe ser objeto de exa- ten. Todo el mundo se ve directamente afectado por la indole F rmite a los dirigentes hacer caso orniso de las necesidades pui- blicas. A veces, la confianza es a corte plazo y trigil, y se disuel- is de Ia confianza que le rodea. A veces, una créduls estabilidad lé ‘Como piensan las insteuciones ve ficilmente en el pinico. A veces, la desconfianza es tan pro- funda que la cooperacién resulta imposible, Un ejemplo contemporineo ayudard a enfocar mejor estas planteamientos abscractos. El campo de la medicina nuclear presenta un magnifico historial de confianza ¥ cooperacion mutuas. Los cientificos poscen una manera aceptada de con- trastar sus respectivas afirmaciones; creen en sus métodas, y tienen fe en los resultados de la misma forma en que médicos y pacientes confian los unos en los otros. Si la intensidad de [a solidaridad puede medirse por la pura fuerza de los logros, aqui tenemos un caso clarisimo, Rosalyn Yalow ha presentado recientemente un relato (1985) de la historia de la subdisciplina a la que dediod su vida profesional. Su relate estuvo inspirada por indicios de que la actividad se encwentra ahora a punto de verse interrumpida. Blanco de durisimos ataques basados en cl temor a los efectos nocives de las radiaciones, nada que los sientificos puedan alegar en su defensa es capaz de disipar los recelos que inspira, Rosalyn Yalow se incorpord al Veterans Administration Hospital del Bronx en el decenio de 1940 para establecer un servicio de radioisétepos que iba a utilizar indicadores radiac- tivos con fines de investigacién clinica, Desde entonces, los lo- gros del servicio han sido asombrosas. Los médicos utilizaron yodo radiactivo para investigar la fisialogia y tratar las dolen- sias de la glindula tiroides, y simuleineamente para medir el volumen sanguineo en el torrente circulatorio, Esta les permi- tid poner a punto métodos experimentales para evaluar las ta- sas de sintesis y degradacién de las seroproteinas presentes en la sangre. La aplicacidn de estas técnicas al ciclo de [a insulina en el organismo Hlevd a una revision fundamental de los cono- cimientos sobre'la diabetes, y de los éxitos en el tratamiento de las dolencizs tiroideas y de la diabetes se llegé al principio del radioinmunoensayo (RIE). Se trata de una técnica para hacer visibles los procesos fisioldgicos consistente en administrar a pacientes radioisGtopos y seguir su comportamiento en el or- ganismo, El RIE, cuyas aplicaciones son incontables en todos Fatraduccidn 17 los campos de la medicina, se utiliza en programas estatales para detectar casos de hipotiroidismo en recien nacidos. Este rrastorno, indetectable mediante métodos clinicos, afecta a 1 de cada 4.000 neonatos en los Estados Unidos ¥ a 4 de cada 100 en el llamado cinturén del bocio, en la regién situada al sur del Himalaya. De no ser objeto de inmediato tratamiento, tiene como resultado un retraso mental irreversible. Desde la detec- cidn y el tratamiento de canceres malignos a las dolencias car- diacas, el ambita de aplicacién del RIE ne parece conocer limi- res. La otra cara de la moneda de este impresionante palmarés médico son los millones de personas expuestas a pequefias do- sis de radiacién nuclear y los cientos de miles expuestas a dosis moderadas, Los elementos de juicio que se han ido acumulan- do demuestran que la exposicién aguda a dosis elevadas puede ser rapidamente mortal y que la exposicién crénica a dosis mas moderadas puede tener como resultado trastornos malignos o un fallecimienta premature. Las actuales criticas que amenazan las aplicaciones médicas del RIE parten de estos peligras. ; Qué se entiende por dosis pequefias? ;Cual es una exposicién corta y cual una larga? :Estin justiticados los temores? A estas pre- guntas trata de responder el relato de Rosalyn Yalow. El tema es altamente técnico. Desde el nacimiento de la hu- manidad nuestros antepasados estuvieron expuestos a las ra- diaciones derivadas, por una parte, de la radiactividad natural del suelo y de los alimentos y, por otra, de los rayos edsrnicas. Estas radiaciones constituyen la radiacién natural de fondo, que varia segun las regiones. Por térming medio, la exposicion ala radiacién de fines médicos afiade una dosis mas o menos equivalence a la del entorno natural. Para saber si ésta es peli- grosa para la salud no es dificil disefiar estudios en las regiones del mundo en que la radiacién natural de fonde es particular- mente alta con objeto de comprobar si la poblacién expuesta presenta indices de cancer mas elevados. En los Estados Uni- dos, siete estados tienen wna radiacion natural de fondo mas elevada que el resto, pero sus indices de cincer son inferiores a Is (Camo piensan las instiguciones la tasa mediana correspondiente al conjunto del pais. Asimis- mo, aunque las altitudes clewadas estin asociadas a una alta ex- posicién a radiactones, en los Estados Unidos se observa una relacién inversa entre fa altitud y la incidencia de leucemias y linfomas. Un detallado estudio realizado en China tuvo por objeto 150.000 campesinos han con un estilo de vida y una constitucién genética bisicamente andlogas. La mitad de ellos vivian en regiones de suelo radiactive y estaban expuestos a dosis tres veces mis clevadas que la otra mitad. El estudio eva- lué gran numero de posibles efectos de las radiaciones sobre la salud, pero no consiguid encontrar ninguna diferencia entre los habitantes de las dos zonas. Estas y otras investigaciones apun- tan, pues, ala conclusién de la que la exposicién a radiaciones tres o incluso diez veces mas elevadas que la del fondo natural carece de efectos negatives sobre la salud. Este libro no se interesa por saber si estd o no justificado lo que Yalow califica de «miedo fébico a la radiacién». Ahora bicn, el ejemplo ilumina una serie de aspectos que son objeto de aniilisis en las paginas que siguen. El radical desacuerdo en- tre los cientificos que practican la medicina nuclear, por una parte, ¥ un sector de la opinidn ptiblica, por otra, ilustra esa sordera selectiva en la que ninguna de las dos partes de un de- bate es eapaz de oir lo que dice Ia otra, La incapacidad para de- jarse convertir por argumentos razonados se atribuira en capi- tulos postertores al dominio de las instituciones sobre nuestros procesos de clasificacién y reconacimiento. Los médicos nu- cleares afirman no jugar con las vidas de sus pacientes ni expo- ner a peligros al resto de la poblacién. Las fébicos nucleares lo niegan porque saben que toda forma de medicina entrafa un riesgo: pasarlo por alto seria poco integro, El saber y la pericia médicos nunca seran suficientes. Rechazada la alirmacién de que no existe peligro alguna, su interés se centra parcialmente en sopesar la salvacién de enfermos frente a los riesgos que se hace correr al conjunto de la poblacidn, concluyendo que na- die tiene el derecho a decidir quién debe ser sacrifieado en be- neficio de los demés. A modo de réplica, se aduce que los fdbi- Inarodhaceiden 5 cos nucleares se arrogan precisamente esa decision al colocar Jos derechos de los sanos por encima de las vidas de las victi- mas del cancer, los diabéticos, los enfermos de tiraides y cora- z6n, ¥ los recién nacidos a punto de convertirse en retrasados mentales, cuya salvacién dependeria de las nuevas y eficaces récnicas de diagndstico y tratamiento. La contrarréplica consis- te en declinar el honor de elegir entre victimas sacrificiales y suele ir normalmente acompafiada de una insistencia en que, de tener las mismas oporturidades que la medicina nuclear, la me- dicina alternativa y una buena dieta podrian mejorar nuestra esperanza de vida tanto tomo ésta. El debate entre médicos y fabices aucleares ejemplitica, quintaesenciados, los argumentos a favor y en contra de la soli- daridad, expresados en una forma contempordnea aguda. La solidaridad, en efecto, es mero gesto sine implica ningtn sacri- ficio. El iltimo capivulo replanteara alternativas parecidas. Para prepararlo, los capitulos que lo preceden insistiran trabajosa~ mente en la base compartida del conocimiento y los criterias morales. La conclusidn sera que, en situaciones de crisis, los individuos no toman por su cuenta decisiones de vida o muer- te. Las instituciones resuelven quién ha de salvarse y quién ha de morir. Dicho con mayor contundencia: el raciocinio indivi- dual no puede solucionar tales problemas. Una respuesta sdlo se considerard correcta si sustenta ¢l pensamiento institucional ue ya existe en las mentes de los inclividuos cuando tratan de decidir «El caso de los espeledlogos» es un ejemplo ficticio ideado precisamente para ilustrar las discrepantes respuesta de los fi- ldsofos ante el dilemma de si se debe o no sacrificar una vida en beneficio de las vidas de los demas (Fuller 1949). La historia tiene como escenario el Tribunal Supremo de un lugar llamado Newegarth y se sitia en un furure afio 4300, Cuatro hombres han sido condenados por homicidio por un tribunal interior y, tras un recurso de casacidn, su caso ha llegado al Tribunal Su- premo. El presidente del Tribunal resume su historia: Cinco miembros de la Sociedad Espeleclégica estaban explorando ig Cémo piensan las instituciones una profunda cueva cuando un derrumbamiento de rocas blo- qued completamente la Unica entrada de la misma, Una autrida expedicion de rescate comenzé a excavar un tinel a través de la roca, pero el trabajo era duro y peligroso. Diez hombres falle- cieron en ¢l intento, Al vigésimo dia de su cautiverio se cansi- guid establecer contacto radiofnico y los espeledlogos atrapa- dos preguntaron cudnto se tardaria en liberarlos, Se calculé que, como minimo, harian falta otros diez dias, Los espeledlo- gs solicitaron asesoramienta médico para saber si sus raciones eran suficientes y asi supieron que no habia esperanzas de que sobrevivieran diez dias mas. Preguntaron entonces si tenian posibilidades de sobrevivir si comian Ja carne de una de los miembros del grupo y se les dijo, a regafiadientes, que si, pero nadie —fuera sacerdote, médica o filésofo— estuvo dispuesto @ aconsejarles qué debian hacer. Después de eso, se interrum- pieron las comuntcaciones radiofdnicas. A los treinta y dos dias de su encierro, se consiguid perforar la entrada y cuatro hombres salieron de la cueva. Los cuatro supervivientes relataron que un miembro del grupo llamado Roger Whetmore habia propuesto la solucién de comer la carne de uno de ellos, habia sugerido que [a elec- cin se jugase a los dados y habia mostrado un dada que ca- sualmente llevaba consigo. Al final, los demas accedieran y¥ es- taban a punto de Ievar a efecto el plan cuando Roger Whecmore se desdijo, alegando que preferia esperar una serna- na mais. Los otros, sin embargo, decidicron seguir adelante, arrojaron el dado por él y, luego, habiendo sido designado como victima, lo mararon y comieron. Abriendo el debate, el presidente expresé la opinidn de que cl jurado que los habia declarace eulpables habia actuado co- rrectiments, pues con la ley en la mane ne cabia duda alguna en cuanto a los hechos: los cuatro procesados le habian quitade intencionadamente la vida a otro hombre. Por lo tanto, propo- nia al Tribunal Supremo que confirmase la sentencia y solicita- ba clemencia al primer mandatario. A continuacién intervinie- ron los otros cuatro magistrados, Incroduocidn a1 El primero sefiald que seria inicuo condenar por asesinaro a estos hombres y, en vez de solicitar clemencia, propuso que fueran absueltos. Su argumentacidn invocé dos principios dis- tintos. El grupo atrapado se habia visto geogrificamente sepa- rado del imperio de la ley: aislado por una sdlida barrera de roca, ra Come si se encontrara en una isla desierta o en terri- porio extranjero. En su desesperada situacién, se hallaban, mo- ral y juridicamente, en estado de naturaleza y la dnica ley a la que estaban sujetos era el convenio o contrato que establecie- ran entre ellos. Dado que se habia sacrificado la vida de diez trabajadores en el intento de salvarlos, quien quisiera conde- nara los acusados debia estar dispuesto a llevar a juicio a las orgamizaciones de rescate por asesinar a estos trabajadores. Por ultimo, aludid a la diferencia entre la letra de la ley y la in- terpretacién de sus fines: no entraba en los fines de la ley que definia el homicidio condenar a unos hombres espoleados por el hambre de los que bien podia decirse que habian obrado en defensa propia. El siguiente magistrado discrepo vehemencemente de esta argumentacidn, preguntindose: «;En virtud de qué auroridad nos convertimos en un ‘Tribunal de la Naturaleza?». Luego, se abstuve de promuneciarse. El tereer magistrado tambien discrepd del primero, hacien- do hincapié en que los hechos demostraban que los acusados habian tomado intenctonadamente la vida de su compafero. Pero tampoco se mostré de acuerdo con la solicitud de cle- mencia sugerida por el presidente. No era apropiado que el brazo judicial rehiciese la ley o usurpase competencias de otros Srganos de gobierno. El dlumo juez, sin hacer especial referencia a los hechos 0 a la ley, concluyé que los acusados eran inocentes porque «los hombres son gobernados no por palabras escritas sobre papel © por teorias abstractas, sino por otros hombres»; en este caso las encuestas de opinion indicaban que el 90 por ciento de la opinién piblica estaba a faver del indulto, No obstante, mo tespaldaba la recomendacién del presidente pues le constaba Fr ‘Come piensan fas iestitucione que, en su fuera interno, el primer mandara tio no deseaba eon: ceder el indulta Y que alin mostraria menos inelinaein a con- cederlo si recibia una tecomendacién del Tribunal Supremo 4 tal efecto, Consecuentemente, no formulaba ninguna recomen- dacién de indulto, Pero si cra partidario de La libre absolucidn de los acusados, Asi pues, sdlo el presidente estaba a favor de solicitar cle meneta. Dos jucces propugnaban la absolucién; dos eran fayo- tables a la condena, y uno se abstuvo de pronunciarse, Dividida i inidn del Tribunal Supremo, queds confirmada la deci« sién del tribunal inferior, y los cuatro hombres fueron condena- dos y ejecutados en la horea. Por medio de esta fibula, Lon Fuller presenté el abanico convencional de la opinidn judicial desde la Era de Pericles hasta el momento en que la escribid. Dos de sus jueces sienten una fuerte simpatia por los acusados y recomiendan anular la condena, si bien por motivos distin tas. Al primer jucz no le importan nada Jas leyes escritas (como observa, en tona de queja, uno de sus doctos colegas). Lo que le atrae, personal- mente, es la idea de un estado de naturaleza no sujero a mas li- mitaciones que el contrate entre individuos. Se expresa con pa- sidn, coma si pudiera verse a si mismo en la cueva, sellando el pacto y jugindose al azar ganarle o perderlo todo. Sus puntos de vista liberales casan bien con una forma de sociedad en la que su inclinacién a cotrer tiesgos y su predisposicion a nego- car serfan muy rentables, Tan compenctrado esti con la idea del contrata que pasa por alta el hecho de que Ia victima se ha- bia retirado del misme ¥, al proponer el argumento de la defen- 5 propia, pasa incluso por alto otro heche: que fa victima no Suponia ninguna amenaza para la vida de los acusados. A sus compafieros de tribunal ria les resulta dificil encontrar razones para discrepar de él, El tltimo magisttado, que también recomendé la absolu- Sidn, apenas parece tazonar camo un hombre de leyes, Desea omutir legalismos absurdas: se siente capaz de leer el pensa= miente de los acusados, y estima que seria escandaloso conde- jeneodl acces 8 narlos después de todos los horrores que habian tenida que so- rtar. Lo importante, para él, son los motives y las emocio- nes. También adivina el pensamiento del primer mandataria, a quien le unen lazos familiares. La via que propone pretende, precisamente, sortear las malas tentaciones del jefe del ejecuti- vo. Este astuta y bienintencionado juez rinde tributo a la ver- dad emocional. Su postura se corresponde con los plantea~ mientos observables en sectas igualitarias fundadas para rechazar el ritualismo desprovisto de sentido y predicar diree- tamente al corazén de los hombres. Las simmpatias del tercer juez no estin nia favor ni en contra de los acusados, Para él, son importantes la ley, las responsabi- lidades de los jueces al administrarla y la distribucidn existente de las distintas funciones dentro de un Estado complejo. Es un constitucionalista que se identifica con una sociedad jerarquica. Los tres juic ios expresan tres filosofias juridicas bien dife- renciadas. Noes casual que Lon Fuller haya escogida temas re- currentes en la historia de la jurisprudencia. Son temas que rea- patecen una y otra vez porque corresponden a formas de vida social que reaparecen una y otra vez. En otro lugar hemos des- crito dichas formas como individualistas, sectarias y jerirqui- cas (Douglas y Wildavsky 1982). Nada conseguiria jamais que log jucees concordasen en enrevesades asuntos de vida o muer- te. Cada uno razona en funcién de sus compromisos institu- cionales. Este libro se ha escrito precisamente para alentar una mayor indagacion de la relacién entre mentalidades ¢ institu- ciones, Con el fin de seguir profundizando en los principios ele- mentales de la solidaridad y la confianza, valvamos al punto en que los cinco hombres se enteran de que no pueden sobrevivir con los viveres que llevan consigo. Podria haberse tratado de un grupo de tunstas procedentes de una localidad pequefia y solidaria, Supongamos que compartian la adhesion a los prinei- plos jerirquicos del ileimo magistrado. En tal caso, habrian aceptado la idea de que uno de ellos podia ser legitimamente sacrificado en aras de la supervivencia de los demas, La idea de Me ‘Como piensan [as inetituciones jugarse a los dados la eleceién de la vietima les habria parecido irracional ¢ irresponsable. El lider habria asumide primero toda la responsabilidad y se habria ofrecido para el honor del sacrificio, Pero dado que el lider desempefiaba un importante cometido en la comunidad de origen, los demas habrian opues- to reparos. En ningun caso podian regresar a la luz del dia des- pues de haber matado y devorado al hidalgo local, al parroco, al jefe de los scouts. Se ofreceria entonces el miembro més jo- ven y menos importante; los demas objetarian, aduciendo su juventud y la vida que todavia tenia por delante, Le tocarfa lue- go el turne al mas viejo, por aquello de que ya estaba al cabo de la vida, y luego al padre de una familia numerosa. Durante los diez ultimos dias de su cautiverio el grupo se dedicaria a buscar cortésmente un principio jerérquico satisfactorio para designar a la vietima, pero es muy posible que no llegasen a en- eontrar ninguna, Supongamos ahora que los prisioneros en la cueva son miembros de una secra religiosa que estén pasando unas vace~ ciones juntos. Saber que 500 toneladas de roca bloquean la sali- da les lena de regocijo porque comprenden que ha llegado el dia del juicio y que se les preserva del Armagedén para su sal- vacion eterna, Consecuentemente, dedican el tiempo de espera a cantar himngs de alabanza, Sélo unos individuos no vinculados entre si por lazo algu- no ni influidos por principio alguno de solidaridad habrian podido concebir la idea del sortea canibal como solucién apropiada. Argumentando desde premisas diferentes: nunca podremos mcjorar muestra comprensién a menos que cxaminemas y re- formulemos nuestros supuestos bisicos. Los siguientes capitu- los pretenden indagar hasta qué punto depende el pensamiento de las instituciones.'Una argumentacién compleja exige un marco claro, He elegido las obras de Emile Durkheim y Lud- wik Fleck para abordar la solidaridad y la conperacién. Para ambos, la auténtica solidaridad sélo es posible cuande los indi- viduos comparten las categorias de pensamiento. Que esto sea Jnaraduccrin 35 sible es algo que muchas filésofos encuentran inaceptable que se contradice con los axiomas fundamentales de la teo- ria del comportamiento racional, que exige que cada pensador sea considerade como un individuo soberano. Pero, desarralla- daa partir de esta estructura axiomatica, la teoria de la elecei6n racional tropieza con dificultades insuperables para explicar la solidaridad. Estas conferencias persiguen como abjetive recon- ciliar ambos enfoques, defendiendo que las ideas de Durkheim y Fleck se tomen en adelante mas en serio en los analisis de la naturaleza del vinculo social, Hay cierta tendencia a desestimar a ambos autores porque parecen afirmar que las instiruciones tienen mente propia. Pero merece la pena dedicar nuestro tiempo a comprender lo que estos pensadores realmente dije- ron. Capitulo 1 LAS INSTITUCIONES NO TIENEN MENTE PROPLA Na merece el titulo de sociedad un grupo cualquiera de pa- sajeros de autobiis o una aglomeracidn fortuita de gente: para dio, debe existir alin tipo de pensamiento o sentimienta co- munes entre sus miembros, Pero cso no significa que un grupo corporative posea actitudes propias. De poseer algo, lo hace a causa de la teawia juridica que le dora de personalidad fieticia. Ahora bien, no basta con Ia existencia legal. Las presunciones juridicas no arribuyen un sesgo emocional a las corporaciones. No cabe afirmar que un grupo se «comportes, ni mucho me- nos que piense © sienta, por el mero hecho de que se halle le- galmente constituido. Si bien Jo anterior es literalmente cierto, buena parte del Pensamiento social lo niega de forma implicita. La teoria mar- ‘Aista supone que una clase social es capaz de percibir, elegir y actuar de acuerdo con sus prapios intereses de grupo. La teo- tia democritica se fundamenta en la idea de la voluntad eolee- tiva. Ahora bien, a la hora del anilisis detallada, la teoria de la Sleccién racional individual ne encuentra mis que dificultades ae Calmo piensan fas institudianes en el concepto de comportamiento colective. La idea de que el comportamience racional se basa en motives egoistas es uno de sus axtomas. El individua calcula lo que mejor sirve a sus intereses y actua en consecuencia. Tal es la base de la teoria en que se asientan el analisis econdmico y la teoria politica, Aun asi, tenemos la impresidn concraria. Intuitivamente pensamos que los individuos contribuyen al bien comin con generosi- dad y hasta sin vacilactén, sin ningin afin evidente de luera personal. Por otra parte, diluir el significado del comparta- miento egoista hasta cubrir codas las motivaciones desintere- sadas posibles tan sélo torna vacua la teoria. Emile Durkheim pensaba de otra manera acerca del conflic- to entre el individuo y la sociedad (Durkheim 1903, 1912), y trasladé dicho canflicro a clementos en pugna dentro dela per- sona. Para él, el error inicial consiste en negar los origenes so- ciales del pensamiento individual, Es la sociedad la que da al individuo las clasificaciones, las operaciones ldgicas y las meti- foras orientadoras. En particular, la nocién de la correccién aprioristica de algunas ideas y del cardeter absurdo de otras s¢ imparte como un elemento mas del entorno social. La reaccidn de ultraje que se produce cuando se cuestionan opiniones pro- fundamente arraigadas —consideraba— constituye una res- puesta visceral debida al compromiso con el grupo social. Des- de su punto de vista, el trabajo epistemoldgico ofrecia el tinice programa de investigacidn capaz de explicar como se crea un bien colectiva. Durkherm, cuyo perisamiento es de gran actualidad, creia que cl tut Tismo nunca pod ria exphear los fundamentos de la sociedad civil. Muchos de los sofisticados problemas y paracdo- jas del utilitarismo eran insospechables en su tiempo. Pero siempre estuve convencido de que el modelo benthamiana, s¢- gtin el cual el orden social se produce automiticamente a partir de actos motivados por los intereses particulares de individuos racionales, cra demasiado limitado pues no brindaba ninguna explicacién de la solidaridad grupal, La epistemologia socioldgica de Durkheim sus una Las instituciones oo tienen meme propia » oposicién considerable y ha permanecide sin desarrollar hasta el dia de hoy, Al magnificar el papel de fa sociedad en la orga- nizacién del pensamicnto, minimized el del individue. Debido a ello, fue tildado de racionalista y radical. Y al no haber porme- norizado con precisidn las distintas etapas de su argumento funcionalista, se granjed la critica opuesta, la de ser no ya de- masiada racional, sino por el contrario apelar al irracionalismo, Parecia estar invocando una suerte de entidad mistica, el grupo social, y dotandola de poderes superorginicos y de autosusten- tacion, Ello le valié la acusacién de tedrico social conservador. Pero a pesar de todos estos puntos débiles, su idea resultalsa todavia demasiado buena como para descartarla. Los recursos epistemoldgicos pueden tal vex explicar lo que no puede expli- car la teoria del comporamiento racional. Segun Rebert Merton, el interés francés por la sociologia del conocimiento era en buena medida independiente de las prolifi- cas discusiones sobre ideologia y conciencia social que tenian lugar en Alemania al mismo tiempo. Su ensayo sobre Karl Mannheim ofrece un marco esencial para este tema (1949). Met ton sefalé que, al seleccionar los problemas, los franceses hacian hincapié en sel grado de variacidn entre gentes diferentes, no solo cn cuanto a ¢structuras sociales y morales, sino también en lo que a orientacidn cognitiva se refieres, En cambio, la sociolo- ga del conocimienco alemana se encontraba profundamente in- fluida por el hegelianismo de izquierda y la teoria marxista, En sus formulaciones mis tempranas, la sociologia del conocimien- to alemana se hallaba lastrada por problemas relativistas y do- minada por intenciones propagandisticas. A medida que se fue- ton eliminando estos elementos, el interés se centred mucho mas £0 las relaciones del individuo con el orden social en general. El eleeto de la variacién del orden social era (y todavia es) amplia- mente despreciado, ‘Todo se centraba en los intereses, La tipolo- gia torriente del conocimienta, por ejemplo, tiende a explicar 's distintos puntos de vista por referencia a los intereses con- lctivos de diferentes sectores de la moderna sociedad indus- Hal. No hubo ningtin intento de comparar puntos de vista que bs) Céimo piensan bas inestitecermes ce basasen et tipos de sociedad completamente distintos. Mer- ton concluye su estudio con una lista de los defectos lagicos de log argumentos de Mannheim y descubre los mecanismos retd- ficos que éste wrilizd para su perarlos. Resulta evidente que nin- gin marco comparativo disciplinado podia surgir a partir de una sociologia que na se interesaba por la variabilidad de Jas di- ferentes sociedades. Fi grado de asimilacién de las ideas durkheimianas france- sas por la saciologia de la ciencia no ¢s comparable al de la contribucién alemana, En primer lugar, resultaban menos atractivas por el mero hecho de ser menos politicas, a] ocuparse como hacian de ejemplos de gentes remowas y exdticas. En se- gundo lugar, aunque la sociologia se iniciara tal vez en cucstia- nes filasdficas y politicas, recibid su principal impullso de des- arrallo del hecho de que suministraba una herramienta indispensable a efectos administranvos. Por todo ello el pro- gramva intelectual de Durkheim ha langwicecido. Por fortuna, el actual interés por la obra de Ludwik Fleck en filosofia de la ciencia coincide con un interés por los orige- nes del compromiso y el altruismo en el ambito de Ia ciencia politica, En su libro sobre la identificacién de la sifilis, La ge- nesis y el desarrollo de wn hecho cientifico (1935), Fleck desa~ rrollé y amplié cl enfoque de Durkheim, Mereceria la pena efeetuar una comparacién detallada de sus puntos de acuerdo y de sus diferencias. En muchas ocasiones, Fleck va mucho mis lejos que Durkheim: en otras, se le escapa la sintesis central de aquél. Ambos se mostraron igualmente insistentes én cuanto a la base social de la cognicion. En su critica eseéprica de las tearias causales, David Hume ya habia planteado cl problema que luego abordaria Dutk- heim; Hume habia‘aseverado que en muestra experiencia sdle encontramos succsion y frecuencia, y NO leyes o necesidad, 50° mos nosotros mismos los que atibuimes la causalidad, Citando a Hume, Durkheim también formuld Ja misma pre- gunta a un auditorio imaginario de fildsofos aprioristas, desa- fiandoles a mostrarnas «de dénde nos viene esta sorprendente Las instiquedones no tiesen mente propia H prerrogativa y como es que podemos ver, en las cosas, relacio- nes que el simple especticulo de las cosas no pucde revelarnos”. ‘Y su propia respuesta fue que las categorias de ticmpo, espacio y causalidad tienen un origen social. En efecto, ellas expresan lar relaciones mas generales que existent en- te las cosas: gobrepasando en extensién a todo el resto de muestras naciones, dominan todas las particularidades de nuestra vida intelee- tual. Pues silos hombres no se entendieran en. rodo momento sobre estas ideas esenciales, Si mo thwieran what concepcién hamagénea del tiempo, del espacia, de la causa, del mamera, ets, volveria impest- ble todo acuerdo entre las inteligencias y, consiguienterments, toda vida en contin, Ademds, Ia sociedad mo puede abandonar las catego- rias al libre arbitrio de les particulares sin abandonarse a si misma... (Hlay un minimo de conformismo ligico sin ¢l que tampoco puede pasarse. Por esta razdn, deja eacr todo el peso de su autoridad sobre sus miembros, a fin de prevenir las disidencias... La necesidad con ta que se nos imponen las categorias no €s, PUES, efecto de simples haibi- ros cuya yugo podriamos sacudir con un pequeio csfuerzo; no es tampoco una necesidad fisiva o metafisica, pucs las categorias cam- bian segin los lugares y los tempos; es tina particular suerte de neee- sidad moral que cs a [a vida intelectual lo que la obligacién moral es a lavoluntad, (Durkheim 1912, pags. 29-30 [52-53] Compirense estas afirmaciones con Fleck, quien dija: El conocer representa la activiciad riis condteionada socialmente de la persona y ¢l conocimiento es la ereacién social por excelencia. En la misma estructura del Lenguaje hay uns filosofia caraceeristica de la commnidad, incluso una simple palabra puede contener una filosotia compleja... Cualquier teoria del EOROCIMIENTO que Mo tenga en cucn- 14, coma principio general y concreto, esta condicionalidad saciolo- "Las citas de Durkheim » Fleck reproducen, respectivamerite, las traduecio~ aes de Ana Martine Arancda ¥ Santiago Gonzaler Nonega (iLai fermtat clement Jalet de fr widls religions, Alianza Editorial, Madrid, 0993) y de Luis Meana y gel Gonzales de Pablo [Le generis yy ef desernali ate sere dhecha clentdfica, Mian~ 28 Editorial, Maciid, 194). Se consignan entre earchetes las paginas carreapen- lentes 4 [ag versiones espaiialas. (IM. ate! 7) 2 (Cibmo pienesan las iatitucioaes gica de todo conocimienta ¢s una tivialidad, (Fleck 1935, pag, 42 [89-90},) Fleck fue mas lejos que Durkheim en el anilisis de I idea de grupo social ¢ introdujo diverses rérminos técnicos: el co- lectivo de pensamiento (equivalente al grupo social de Durk- heim) y su estilo de pensamiento (equivalente a las representa- ciones colectivas), que guia y educa a la percepcién y produce una acumulacién de conocimicnto, Para Fleck, cl estilo de pen- samienta establece las condiciones previas a cualquier cognt- cidin y determina qué se puede considerar como una pregunta razonable y una respuesta verdadera o falsa; facilita el contexta y traza los limites para cualquier juicio sobre Ia realidad abjeti- va, Su caractcristica esencial es hallarse oculto-a los integrantes del calectiva de pensamiento. El individuo no tiene nunca, o casi munca, conciencia del estilo de peasamiento coleetive, que casi siempre gjerce sobre su pensamicnte una coercidin absoluta y contra el que es sencillamente impensable una oposicidn. (Fleck 1935, pag, +1 [87-88],) El estilo de pensamienta de Fleck se encuentra, segtin algu- nos fildsofos, muy préximo a la idea de un sistema conceptual que limita y controla la cognicidn individual de manera tan ¢s- tricta que queda excluida toda comunicacton transcultural. Para Fleck el estilo de pensamiente ejerce tanta autoridad so- bre el sujcto que piensa como para Durkheim la representacton colectiva sobre la cultura primitiva, aunque Fleck no hablaba de primitivos. A juicio de Durkheim, la divisién del trabajo explica la gran diferencia entre las sociedades primitiva y moderna: para en- tender la solidaridad debemos examinar aquellas formas ele- mentales de sociedad que no dependen del intercambio de bie- nes y servicios diferenciados, Segiin él, en estos caso® clementales todos los individuos llegan a pensar igual all inte- rorizar su idea del orden social y sacralizarla, La esencia de jo Las instmisiones no tienen mente propia u sagrado cs scr peligraso y Ser puesto en peligro, instanda a todo buen ciudadano a defender sus bastiones. El universe simbélica compartido y las clasificaciones de la naturaleza en- carnan los principios de aucoridad y coordinacién, En seme jante sistema, los problemas de legitimidad se resuelven porque los individuos siempre llevan el orden social dentro de sus ca~ bezas y lo proyectan sobre la naturaleza. Sin embargo, una di- visién del wabajo avanzada destruye esta armonia entre moral, sociedad y mundo ffsico para sustituirla por una solidaridad que depende de Ja situacién del mercado. Durkheim no creia que la solidaridad basada en el simbolismo sagrade fuera posi- ble en Ia sociedad industrial. En los tiempos modernas, lo sa- grade se ha wasladade al individuo. Estas dos formas de soli- daridad constitwyen la base de la tipologia principal en la tearia de Durkheim (Durkheim 1893, 1895), Fleck distingufa entre ¢l celective de pensamiento, com- puesto de los creyentes verdaderas, y la comunidad de pensa- micnto, miembros formales del anterior, pero que no se en- cuentran necesariamente sujecos a los condicionamientos del estilo de pensamiento. Suponia, adems, que de acuerdo con su permanencia a través del tiempo los colectivos de pensamiento podian variar desde formaciones puramente transitetias y acci- dentales hasta formaciones de gran estabilidad. A su ju icio, el estila de pensamiento de las formaciones estables como gre- mios, sindicatos ¢ iglesias es mds disciplinado y uniforme. Fleck analizé con cierto detalle la estructura interna de los gru- Pos: una elite interna dé iniciados de alto rango en el centro; las masas en las fronteras exteriores. Todo gira en torno al centro. La periferia asume sus ideas en un sentido literal, sin cuestia- rarlis, y sufre un proceso de osificacién. Fleck imaginaba mu- chos mundos de pensamiento, cada uno con su centro y su pe- nferia, entrecruzdndose, separindose, fundiéndase, y en cierto Paralelisme con la densidad moral en la teoria de Durkheim, admitis que el volumen en si de interaceién podia variar, El Brado de concentracién y energia del centro depende de la pre- Sen de la demanda procedente de las fronteras exteriores. as Céimva piensa 1a instituciones Cuando esa interaccidn es fuerte, rara vez se plantea la cucstién de la desviacién individual, A Fleck no le interesaba lo sagrado ni la evolucién social. Pese a ello, aplicd la idea durkheinmana de un estilo de pensamignto soberano a la sociedad moderna, ¢ ‘neluso a la ciencia, Esto hubiera escandalizado a Durkheim. Los durkheimianos —en palabras suyas— hacian gala de «un respeto demasiado grande, rayano en la veneracion piadosa, por los hechos cientificos» (pags. 46-47 [94]}, actitud que ridi- culizé como un obstculo ingenuo para la construecion de una epistemologia cientitica, Las teorias de Durkheim invocan a menudo una misteriosa mente grupal y superorginica. No se puede en verdad acusar a Fleck del mismo defecto, Su enfoque era completamente posi- tivista, Al ponderar las eriticas que se les hicieron a ambos, una buena estrategia consiste en llevarles a plantear una defensa co- min. A veces es Fleck el que ofrece la mejor respuesta; otras, es Durkheim, Peleando como aliados, code con cade, el uno puede compensar con su fuerza las debilidades del otro. En su prdlogo, el editor y traductor del libro de Fleck com- para el rechazo inicial que sufrié por parte de la critica con el inmediata y clamoroso éxito de Logic der Farsobeng de Karl Popper, que aparecié por las mismas fechas (Trenn 1979, pag. x). Estas diferentes acogidas bien pudieran explicarse por la fuerza respectiva del colectivo de pensamiento a que pertenccia cada autor: Popper era una personalidad eminente del presti- gioso circulo de los filésofos vieneses, mientras que Fleck cra un completa intruso en [a filosofia, La noticia biografiea lo re- trata como «un humanista de saber enciclopédico» (Fleck, pags. 149-53), Como médico y bacteridlogo cuyas publicacio- nes versaban sobre la serologia del tifus, la sifilis y diversos or- ganismos patdgenas, Fleck no estaba en buena posicién para impresionar a los fildsofos. Seria mas durkheimiano abundar en la propia idea de Fleck de que es el colectivo de pensamien- to, es decir, ls organizacién social, Jo que explica la falta de in- terés con que en un prineipio se le acogid, Aun asi, no deja de resultar interesante la sugerencia del editor que atribuye el fra- Las instituctones ao tienes meee propa EEN caso inital a una incompatibilidad de estilos de pensamiento. De hecho, parecer ser que los primeros criticos le imputaron una minimizacion reduccionista del papel del cientifico indi dual, Se le reprocha que desatendiese a las personalidades in viduales de la historia de [a ciencia, Se desestinnd su anal cioldgico come una parca aportacion alo que ya habia dicho Max Weber. En definitiva, se criticé la totalidad de su mensaje y no los meros elementos accesorios. Se rechazé su imperiosa demanda de una epistemologia sociolégica y comparativa. Sus editores estin convencidos de que los tiempos han cambiado y de que ahora se ha operade un cambio decisive en el estilo de pensamicnto. Ciertamente, se aprecia un nuevo interés por los estilos de razonar diferenciados en la historia de la ciencia. Galileo intro- dujo un nuevo estilo de pensar que hizo imposibles las anti- guas pregunias. En «Language, Trath and Reason» (1982) Ian Hacking resefta brevemente algunos recientes ensayos de gran influencia en Ia historia de la ciencia sobre «nuevos modos de razonar que poseen comienzos y trayectorias de desarrollo es- pecificos» (pag. 51). Sin embargo, en la mayoria de los casos el interés se centra en el estilo de pensamicnto y no en su relacion con el colectiva de pensamiento, Si ¢l cambio en la direccidn de Fleck ha de resultar creative, no debe separar el estilo del co- lectivo de pensamiento, frustrando nuevamente el aspecto so- sioldgica del empefic. Thomas Kuhn fue el primero desde 1937 en Hamar la aten- cién sobre la obra de Fleck mediante una referencia [Kuhn 1962). En su prefacio a la traduccidn inglesa manifesta dudas que muchos todavia compartirin. La postura de Fleck, decia, no se libra de una serie de problemas fundamentales, -paza mf éstos se concentran, tal como |e hicieron en ba primera ectura, en torne al concepto de colective de pensamiento... Este Soncepto me parece intrinsecamente engafiose y un foco recurrente ttensidn en el texto de Fleck. En resumen, parece que un eolecti- "ode pensamiento funciona como una mente individual puesta de Manifiesto por el hecho de que son muchos los que la poses (o se 36 Cémo piensan las instituciones encuentran en su poder). Con el fin de explicar su aparente autori- dad legislativa, Fleck recurre asiduamente, por lo tanto, a términos que toma prestados del discurso sobre los individuos. (Kuhn 1979, pag. x.) En definitiva, pensar y sentir son actividades propias de las personas individuales. Ahora bien, ges posible que un grupo social piense o sienta? Tal es la inaceptable paradoja central. Kuhn reconoce el mérito de ciertas intuiciones dispersas en el libro de Fleck, mas no asi el de su argumento principal. Al re- chazarlo, comparte su desasosiego con muchos liberales. La fi- losofia de la justicia de John Rawls se fundamenta en un indivi- dualismo cabal. A su entender, la sociedad no es «un todo organico dotado de una vida propia aparte y por encima de la de todos sus integrantes en sus relaciones mutuas» (Rawls 1971, pag. 264). Cierto es que en la actualidad existen diversos movimientos ideoldgicos que siguen la direccién que Fleck apuntaba con tanta insistencia. Por ejemplo, ahora resulta mas facil bregar con los términos incémodos. Los traductores hubieron de considerar y rechazar diversas alternativas a la voz Denkkollec- tiv, tales como «escuela de pensamiento» o «comunidad cogni- tiva», antes de adoptar la traduccién literal, es decir, «colectivo de pensamiento». Mas en la actualidad el término «mundo» ha acabado por adquirir su significado correcto. La sustitucién de ecolectivo de pensamiento» por la expresién «mundo de pen- samiento> (que abarcaria mundos tan discernibles como el de la teologia, la antropologia o la ciencia) se mantendria fiel a la tesis central de Fleck, al tiempo que entroncarfa muy apropia- damente con las obras de Nelson Goodman Ways of World Building (Goodman 1978) y Howard Becker Worlds of Art (Becker 1982). El objeto de estudio de Fleck era el descubri- miento cientifico, el de Becker es la creatividad artistica y el de Goodman la cognicién en general. Estos pensadores tan independientes entre si presentan sor prendentes afinidades. Becker, que insiste en que es el esfuerZ© Las instituciones no tienen mente propia 37 colectivo lo que produce la obra de arte, a pesar de que ésta se atribuya a un artista determinado, incluye en el mundo del arte, junto al artista, la contribucién anénima de los proveedo- res, los fabricantes de lienzos y pinturas, los enmarcadores, los marchantes, los disefiadores de catdlogos, los galeristas y el pu- blico en general. Que tan sdlo se reconozca y alabe como «ar- tistas» a una clase determinada de actores en el mundo artistico de la pintura occidental es una casualidad histérica. En otros mundos artisticos de otros lugares y épocas, la colectividad del estudio o el gremio de maestros priman sobre la fama del indi- viduo. Todos los mundos artisticos dependen de la existencia de un ptblico para la obra de arte. La interaccidén con la de- manda de ese ptiblico es un factor creador y decisivo en los mundos de la misica o de la pintura. El enfoque de Fleck era similar, al otorgar idéntica relevancia a la investigacién de labo- ratorio y al apoyo publico. Si no hubiera existido el insistente clamor de la opinién publica pi- diendo una prueba sanguinea, los experimentos de Wasserman nunca hubieran tenido la resonancia social que fue absolutamente esencial para el desarrollo de la reaccidn, para su «perfeccionamiento técnico» y para la acumulacién de la experiencia colectiva... La practica propia del laboratorio explica sin més que para la preparacién del extracto se probasen junto al agua también el alcohol y después la acetona y que junto a érganos luéticos también se emplearan los sanos. Muchos in- vestigadores realizaron estos experimentos casi simultaneamente, pero la autoria propiamente dicha corresponde al colectivo, a la practica de a cooperacién y al trabajo en equipo. (Fleck 1935, pags. 77-78 [124- 125}.) Fleck llegé incluso a recomendar el anonimato y la renuncia a todo protagonismo a todos los cientificos. Este ideal demo- Critico puede explicar en parte por qué cligid el modelo sovié- tico de la granja colectiva para describir los mundos cientificos. Nelson Goodman afirma que la correccién de las catego- tas depende de su encaje dentro de un mundo. El concepto de “Orreccién [rightness], en el sentido de concordar con la ac- 38 Cémo piensan las instituciones cién y con otras categorias, se corresponde con la idea de Fleck de armonia entre los elementos dentro de un estilo de pensamiento. También es casi idéntico a su concepeién de que la verdad se compone, en cierto modo, de ilusiones (una ase- veracién que inquietaba a Kuhn). La manera en que Fleck ex- plicaba la construccién de la realidad objetiva por las expe- riencias sociales del colectivo de pensamiento se aproxima mucho a la explicacién de Goodman de la correccién come acorde con la practica: Sin la organizacion y seleccién de los géneros pertinentes que leva : cabo la tradicién en desarrollo, no hay correccién ni error en la cate gorizacion, ni validez o invalidez de Ja referencia inductiva, ni mues treos imparciales 0 pareiales, ni uniformidad o disparidad en la muestras. Asi pues, justificar tales pruebas de correccién puede con sistir primordialmente en demostrar no tanto que son fiables com que estan dotadas de autoridad. Los antropdlogos han utilizado los modos de pensamient para referirse a esas mismas palabras ¢ ideas cuya imbricaci6n s basa en la apelacién a la autoridad (Horton y Finnegan 1973 En la actualidad, invocando estas analogias contempordne as de la tesis central de Fleck, resulta mas sencillo utilizar Ic conceptos de mundos cientificos, musicales o intelectuales, e vez de colectivo de pensamiento, para referirse a cualquic agrupacién social que se defina por un estilo propio de pens: miento. El escenario puede estar bien preparado, mas el progran de Durkheim y Fleck de sociologia del conocimiento fracasa si parte de un error de base. Son dos los serios reparos que se suelen oponer. El primero es el argumento en contra de las e plicaciones funcionales demasiado laxas. La tesis central « Durkheim que sostiene que es la religién lo que mantiene solidaridad del grupo social es una explicacién funcional. Fle nos ofrece su propia version de un bucle funcional autosuste tado: ic~ os en jer sa ma ara > le exe 2 la eck en- Las instituciones no tienen mente propia 39 La estructura general del colectivo de pensamiento conlleva que la comunicacién intelectual intracolectiva produzca por razones socio- légicas —sin tener en cuenta el contenido y la legitimacién légica— el reforzamiento de las creaciones intelectuales. (Fleck 1935, pag. 103 [153] Al ser ambos funcionalistas, cabe preguntarse si sus argu- mentos omiten los estadios légicos necesarios. De ser asi, zpo- dria acaso formularse un argumento funcionalista mas comple- to que justificara sus conclusiones? El segundo reparo se refiere al fundamento racional de la accion colectiva. Si se supone que los individuos son racionales y que persiguen sus propios intereses, ¢se sacrifican alguna vez en beneficio del grupo? Y de actuar en contra de sus propios intereses, ¢qué teoria de la motivacién humana podrfa explicar tal comportamiento? Durkheim recurre a la religién para cu- brir ciertas explicaciones. Para Fleck, cualquier sistema de co- nocimiento es una suerte de bien comtin y, en consecuencia, la religién misma plantea idénticos problemas. Para ambos, la au- téntica cuestién es la de la aparicién del orden social en si. Las paginas que siguen no interesaran a quien considere que el or- den social surge de manera espontinea. La teorfa de la eleccién racional impide que el compromiso espontaneo se deslice en la argumentacién so capa de religién: hay que explicar el com- promiso que subordina los intereses individuales a un todo so- cial mds amplio. A muchos lectores de Durkheim les parece que su argumentacién depende en exceso de la religién y si, por mor de sus propias epistemologias sociales, las creencias religiosas han de adecuarse a cualquier otro sistema de pensa- miento, también Fleck resulta sospechoso cuando afirma que el estilo de pensamiento es duefio y sefior de su propio mundo de Pensamiento. De donde surgid tal soberania? Esta es la expli- Cacién que exigen los teéricos de la elecci6n racional. Por otra parte, la teorfa de la eleccién racional también pre- Senta serias limitaciones, La gente no parece actuar de acuerdo Con sus principios (Hardin 1982). La nica forma en que el -_— = Céeno piensan [is institucivnes programa de Durkheim y Fleck puede hacer frente a las criti- cas del funcionalismo ¥ de la eleccién racional consiste en de- sarrollar un enfoque bipolar del comportamiento social. Un polo es cognitive: la exigencia individual de orden y coherencia y de control sobre la incertidumbre. El otro es transaccional: ba utilidad individual que maximiza la actividad descrita en un céleulo de costes y beneficios. En Ja mayor parte de esta obra, nos referiremos poco a este dltimo, del que ya se han ocupado muchos escritas académicos. Lo que ha recibide menos aten- cidn es el papel que desempefia la cognicisn en Ia formacién dei vinculo social. Capitulo 2 SE DESCARTA LA PEQUENA ESCALA Las sociedades de dimensiones reducidas son diferentes. Muchos autores, conscientes de las dificultades para explicar la accién colectiva en el marco de la teria de la eleccidn racional, estin dispuestos a hacer excepciones. La reduccién de las dix mensiones potencia las efectos interpersonales. Aqui cabe tado el campo de la psicologia, incluidas las emociones irracionales. Cuando la escala de relaciones es lo suficientemente pequefia como para resultar personal puede ccurrir cualquier cosa, y la teoria de la eleccidn racional reconoce los limites de sus domi- nios, Consecuentemente, parece que el altruismo no presenta problema alguna si la organizacién social es muy pequefia. Ahora bien, vista de cerca, esta exencién que permitiria a las sociedades de pequefias dimensiones escapar a la fuerza del andlisis racional no resiste andlisis critico. Las sociedades de di- mensiones reducidas no rednen mis méritos para quedar exen- tas que las organizaciones religiosas. El prapdsito del presente capitulo es ampliar los argumentos de la eleccidm racional de ema tal que se abean las zonas vedadas donde se supone que Hi \ publica ha de benefic it Cémo piensin bes inetitusiemes no debe aventurarse la teoria. Entonces ésta se nos mostrara desnuda y deberd hacer frente, sin postbilidad de escape, a difi- ciles obstaeulos que no se pueden disfrazar mediante referen- cias a la escala o a fnctores religiosos, emocionales o irractona- les, Este pase resulta necesario con el fin de poder afrontar una realidad cmpirica embarazesa pare la tcoria. Sabemos que er efecto log individuos renuncian a su propio interés en beneficia del bien de los demis, que cl comportamiento altruista es ob- servable, que los grupos ejercen una influencia en el pensa- miento de sus integrantes y que incluso desarrollan estilos de pensamiento diferenciades. Todo esto lo sabemos, sin tener una teorfa del comportamicnto que lo tenga en cuenta. En los pirrafos que siguen aplicaremos el andlisis de la ac- cién colectiva de Mancur Olson a las cuestiones enmascaradias gencralmente tras los efectos de escala. En The Logie af Collee- hve Action (1965), Olson parte de la teoria econdémica de los bienes comunes, pero concluye con una teoria general de Ia ac- cidn colectiva. Los bienes publicos son un concepto hibrido en la tearia econdmica. Dicho término se adapté para deseribir el gasto pilblico legitimo. Si se han reemdado ingresos para fines de interés publico, ésvos se han de distinguir de los beneficios rticulares y someter al control legislative publica. Un bien a todos, como hace, por ejemplo, el aire impoluta, o al menos hallarse al aleance de todos, come ¢s el cago de las autopistas del Estado. Partiende de ejemplos des- tinados a ilustrar este problema politico concreta, el concepto se fundamentd en tres nociones complejas y bien diferenciadas: primera, que cl consume individual no mengua el suministro del bien; segunda, que ninguna parte puede reclamar reembol- sos por haberlo producide, ya que ¢s la comunidad quien lo proporciona, y tercera, que no se pucde privar a ningiin miem- bro de Ja comunidad de su uso. Se trata, en definitiva, de un tipo de bien que escapa al mecanisimo de precios y que, por lo tanto, elude ef andlisis econdmico eonvencional. Segiin la formulacién general de Olson, el individue que s¢ comporta conforme al interés propio racional no contribuird al Se deccarta la peqiema cecal 43 bien comin mas de lo necesario para producir el beneficio que desea para si mismo, Ello se debe a dos razones. Uno de los ar- gumentos depende de la nataraleza de los bienes camunes, de los problemas suscitados por la necesidad de cooperar para proporcionarlos, y de la imposibilidad de impedir a madie su disfrute una vez producides. El otro depende de la dismina- cidn de los rendimientos que obtiene cada persona que ha con- cribuide a la produccion a medica que se incrementa el wimero de los que disfrutan del producto, El primer argument es muy poderoso. El segunda, que se basa en los efectos de la es- cala, requiere matizaciones. Separemos ambas cucstiones y ¢o- mencernos por considerar la primera sene de problemas que plantea la maturaleza de los bienes communes. Olson afirma que el calculo racional del individu, en la medida en que la aporta- cién de éste no bastard para producir el bien comiin y en que la elaboracidn del mismo depende, por definicién, de muchos contribuyentes, tender a disuadirle de contribuir al proceso. Para empezar, dicha contribucion no reviste mayores conse- cuencias. Como mds o menos sabe que si ne aperta su granito nadie lo notard, puede confiar en disfrutar a costa de las contci- buciones de Jos demas. «Que trabaje Rita» vendria a ser el principio del reorema de la inconsecuencialidad de Olson. Ademas, puede pensar que los dems caerin en la misma tenta- cidn de apuntarse gratis y, si no se reciben estas contribuciones, la suya no servird de nada, En estos casos, la baja probabilicad de la colaboracidn no tiene nada que ver con Ia escala. Las argumentos anteriores explican de manera muy convin- cente muchas de las dificultades a las que se enfrentan las onga- nizaciones de voluntarios. A pesar de haberlas analizado tan bien, cl mismo Olson valora mas las explicaciones basadas en la eseala, Es bien cierta que en algunos casos el bencficia que per- cibe cada usuario disminuye con cada aumenco en cl mtimero total de usuarios. Los aparcamientos y earreteras publicas constituyen ejemplos claros de cémo las multitudes restringen el disfrute, Pero esto no es aplicable a otros tipos de bienes pa- blicas, tales come la defensa nacional, la proteccién policial, el Chao yisnsa los instivsciong, alumbrado callejero 0 los sindicatos que negocian en nomb trabajadores de un rame determinado, Puede que no |, poses : oe Iagas reopecta a ia educacién, +i se adrmite | peered final recbe cada persona educaa ee | edando se i Jas oportunidades de discurso ne 1 deade largo no lo av onto que ve refers le ores verse orden soci: Cuantas mds personas puedan Secticieiy de un asap mayores serdn las vertajas okie cade 7 ——— obtenga. es el aspecto mas revelador para e) prob aa I explicar la accion colectiva, La recite den de | se sostiene mucho mejor en lo que respecta a lo» sani | Sonftanza que ocasiona la posiilidad de «cul niece i; aplica a casos cuya escala es en verdad m Scum wy pequeha, ny or gd los problemas que plantea la ecion colecti como entiende da teoria de la eleccién rac ee i pueden solucionar, bien mediante la coaccién ‘Chine - “ ane idades que sean subproductos de bajo eae ‘encaminadas producir iisaBicios cer > Rane Ba ath cpeccla d individuales selectivos, bi “a le ambas cosas, Una comunid: ae ae 4 —. ob estimulos adolecer4 de i 7 Evia d af A ta decisi ¢ indecision biendas de que no se le ae oa ase “ es antepel ‘iG aplicar sanciones y de que no en rec as especificas para el servicio comunitari cada individuo racional se planteara ibi pane mejor por su cuenta y da Pe adn hacerlo RE Stkip pecmnaneceri er éste el caso de todos sus ois en estado late Be Mi ysekc srs deh ente. Como tal inp in esfuerzo concertad ivi iiibiplaze, como proces © para activida- do sits tas 0 colectas, pero no de mu- i Pp le mu Olson no inclufa a las izaci és raiecal, Pero vei “ kemgmapem religiosas en su teoria ie ee Pa calif su exclusion resulta un error ficou’ tie ome preety: la mejor confir- : fod ria. ae “has organizaciones religios’s Retirees 0 vos 0 se han encontrado e? cies Soumeaen, selectivas en forma det ; ‘06 mas comprometidos, 5 = squetia eseala sonra fa Pe wi ncias han conocido los periodos mas estables y prospero erent . Y sobrevienen eras de tricciones y cismas ininterrumpidos e ae 4 Douglas Y Wildavsky 1982). No es muy provechoso para ( , questra comprension de la religion que se la proteja de la cu yando desaparecen estas condiciones, por la causa que fuc ‘ nosidad profana trazando una barrera deferencial en torno suvo, La religion en modo alguno debe quedar exenta. Olson tambien se muestra partidario de excluir a los g upos pequeitos de las implicaciones de su teoria. Asi, concede una influencia decisiva a la es {982) y espera que sus observaciones dejen de ser validas a par- ala de la organizacion (Chamberlin tir de un grado determinado en la reduccion de la escala. De quedar exentas tanto las comunidades de dimensiones reduci- das como las organizaciones religiosas, las afirmaciones de Durkheim no harian al caso, ya que su pensamiento se basaba en ambas. Ademias, existe la creencia generalizada de que los indivi duos pueden colaborar desinteresadamente } colectivo dentro de lo que se denomina «comunidad». En tales comunidades no tendrian aplicacion los dictados de la eleccion racional. He aqui una idea emotiva de extraordinaria fuerza. Estas excepciones, aparentemente intrascendentes, a la inda construir un bien gacién analitica constituyen un territorio inexplorado donde uno puede v. sulta perjudicial para el proyecto de Fleck y Durkheim. Las exenciones no son intrascendentes o secundarias, Aceptarlas supone desvirtuar toda la investigacion. En particular, distraen la atencién hacia aspectos distintos del concepto de Olson de grupo latente, un concepto muy interesante aunque cargado de Pesimismo, Nadie que se interese por la explicacién de la ac- cion colectiva puede desestimar a la ligera los formidables pro- blemas a que se enfrenta una pequefia comunidad en su intento de sobrevivir, Peor atin, identificar las zonas exentas dentro de la vida social con los ambitos de dimensiones reducidas sugicre que dichas zonas son escasas y banales en los tiempos moder- nos. Pero esto suena a falso, Estamos hablando de una serie de gar asus anchas, Esa libertad de movimientos re 4G ‘Céno piensan las iestiocicg, condicionamientos sistemiticos a la colaboracién aplicables a una gama amplisima de situaciones, desde las asociaciones he cales de profesores y padres a los sindicatos, pasande por bag cireunscripciones electorales y la cooperacion internacional (Olson 1965, pags. 66-131). La escala de los grupos larentes op la sociedad moderna es amplia, Las consecuencias de su inca: pacidad para criscalizar son trascendentales, Asi pues, se ha de hacer acopio de valor para penctrar en el cota vedado. Llega- dos a este punto, se puede aparcar momentaneamente la reli- gién, porque resulta mis que evidente que la organizacion reli- giusa no constituye exeepcidn alguna al argumento general y porque se harin comentarios especiticos sobre la religign y lo sagrado en capivulos posteriores. Nuestro interés debe en este momento centrarse en los efectos de la escala. Lo que sigue es la descripeién del razonamiento defectuoso, La pequeria escala fomenta la mutua confianza y ésta es el base de la comunidad. La mayoria de las organizaciones, si no se fundan en el beneficio selective individual, comienzan como pequefias comunidades en las que reina la confianaa, Las espe- ciales caracteristicas de la comunidad resuelven, pues, el pro- blema de la aparicién del orden social, Son muchos los que afirman que, tras su nacimiento inicial a través de la experiencia comuniaria, el resto de la organizacién social se puede explicar en funcién de mezelas complejas de sanciones ¥ recompensas individuales. El mismo Olson parece compartir este punto de vista. Las dos grandes objeciones que se le pueden plantear son de orden empirico y tedrico. En la practiea, las saciedades de dimensiones reducidas ao ilustran muy bien la visién idealiza- da de comunidad. Algunas fomentan efectivamente la mutua confianga, otras no, ;Nadie que haya escrite sobre este tema ha vivido munca en un pueblo, ni leido jamds novelas, nt intentade acaso hacer una colecta? Es indudable que existen comunida- des que han conseguido funcionar come tales, pero es contra- tio a los principias de la investigacién racional seleccionar tan sdlo los casos que cuadran y desdefiar el mas que apreciable resto, Cabe preguntarse si en realidad nes encontramos ante un eaisears pati eas w facema de jnvestigacidn © ante una ideologia a doctrina de ni- pes casi religiosos. He aqui ua buen ejemplo de un conjunte de adeas que deben su valider y, por ende, su poder, no a la fuerza de la razdn, sind a uns serie de usos identificables enc] ceno de las instituciones. Y es que la imagen idealizada de la comunidad pequena ¢ intima tiene gran peso en la retorica po jitica- ; ‘ s ‘ Michael Taylor nene el mético particular de haber conside- rado el orden social como un bien comtn, También se cuenta entre los muchos que opinan que las comunidades pequetias constituyer una forma de sociedad donde eb resultado de las decisiones no viene dictado por el egoismo racional (1982). Su- puestamente los miembros de una comunidad, siempre que fsta sea lo suficientemente pequena ¥ estable, efectuarén motu proprio contribuciones que retendrian de hallarse integracos en un conglomerado mis amplio y fluide, En cierto modo, ef planteamiento mismo de esta formula tiene algo de peticién de principio, pues la cuestién es cémo llega la comunidad a hacer- ce estable. Taylor ha analizade tres tipos de comunidad: las eo- munas modernas (o comunidades deliberadas), de las que mu- cha gente se ha acupado ya; las sociedades eampesinas, que han dado origen a una toda subindustria de erudicion; por ultima, las sociedades tribales de pequefa escala descritas en la literatu- ra ancrapolégica. La documentacion de estos tres tipos es can extensa, variada y prolija que no es de extrafar que Ia mayoria de Jos filésofos la haya rehuido, de manera que la idea de que las comunidades pequeias estdn exentas del anilisis del com- portamiento racional no suele taparse con demasiadas objecio- nes criticas, Taylor comienza por situar la cornunidad en el extrema co- rrespondiente a la pequefia escala dentro de un continuo de elementos sensibles a los incrementas de escala. Asi pues, por definicién, la comunidad tiene dimensiones reducidas, prevale- ciendo en ella la interaccidn cara a cara y las relaciones polifa- céticas. Sezundo, la participacién en su proceso de toma de de- cisiones se encuentra muy difundida. Tercera, los miembros de 4g Como piersan las enstitucing una comunidad comparten creencias y valores comu nes, q manera que el ejemplo de la comunidad perfecta nas mos tra un consenso absoluto. Y cuarto, su cohesion Proviene de entramada de intercambios reciprocos. ‘Taylor asevera que estas caracteristicas impiden aplicar anilisis de la eleceién racional. En muchas comunidades de pequefia escala no se necesitan «incenth. Vos selectives~ o cantroles: es racional Cooperar voluntarianvente eq la produceién del bien comida que es el orden social. (Taylor 1982) pig. 94.) Pero no basta con afirrmar categoricamente que los indivi. duos que podrian obtener beneficios del bien comin se asocian de hecho para producirla. Es necesario conocer las etapas de sus negociaciones recipracas, Cualquier orden social supone. contenciosos de justicia y moral. Taylor supone que en las co- munidades muy pequefias estos se resuelyen insutuyenda una igualdad ccondémica y una Participacién muy amplia en los asuntos publicos, Para que se sostenga esta opinidn acerca de la sociedad tri- bal, Taylor cendria que excluir el gobierno ejercido por socie- dades secretas, camarillas ¥ contubernios, lo que equivale a practicar considerables y arbitrarias Supresiones en sus pro- pios ejemplos de comunidad, Taylor da a entender, ademas, que cn la comunidad real no se da la coaccidn fisier Eso de- pende de lo que entienda Por coactivo. A menos que se dé un significado muy restrictive ala coaccidn, mas valdria excluir a la mayoria de las soviedades tribales de Pequefia escala de esta detinicién de comunidad, En la mayoria de los grupos de ca- zadores némadas, es cierto, se aprecia un alto grado de igual- dad y participagiéin. Pero son otros factores, no la pequefa es- cala, los que crean las condiciones favara bles a una vida comunal no coactiva en estos grupos, Tanto la baja densidad de ls poblacién come la abundancia de medios para satisfacer las necesidades bdsicas y Ia libertad de movirnientos entre dis- cadens poqvslnce 0 ___. bandas permiten que el conflicto se diluya mediante la ee cin (Service 1966; Lee y Devore 1968). Estas condicio- va ge asemejam MUCHO a aquéllas en que, segin predice la teo- ria de Olson, prosperan los grupos lacentes. Es decir, el indivi- dao ni gana ni pierde en exceso por el hecho de permanecer conel grupo y le resulta ficil trasladar sus lealtades y también resistirse a los intentos de coaccién amenazando con desertar, El bajo nivel de gasto de energia que presentan estos grupos, ‘unto con SU escasa incidencia en los recursos ambientales, confirmarian al menos la tesis de que la via de la colaboracién es poco productiva cuando las condiciones favorecen de tal manera al individu. David Hume afirmé que el problema de la aceidn colectiva se resuelve con mayor facilidad en comunidades muy pequefias ya que disponea de muy pacas posesiones por las que pelearse. Esto también aporta cierto peso al otro argumento, que sostie= ne que no se aprecian muchos indicios de beneficio colectiva en las sociedades pequefias. En el estudio de otras comunida- des de dimensiones reducidas, aparte de los grupos de cazado- res ndmtadas, tampoco se vislumbran éxitos palpables en la crea- cién de un orden social que proteja cficazmente a las pocas personas que las componen y sus modestas pertenencias. Contemplados desde una perspectiva antropaldgica, los factores favorables dependen menos de la escala y mis de la ra- z6n entre poblacién y medios, junto com la posibilidad de sa- tisfacer las mecesidades sin que nadie tenga que dedicarse a esas labores duras, mondtonas y constantes que suelen tentar a al- gunos a obtener los servicios de los demas mediante coaccidn, Mas clasifiear estas comunidades como grupos Istentes en el sentide de Olson supondria un craso error. En realidad si constituyen comunidades morales duraderas y eficaces, Ocurre también algo que admite andlisis y que no tiene nada que ver Con las dimensiones, pero que se sucle pasar por alto debido a la engafiosa verosimilitud de los efectos de eseala. Supongamos que de alguna manera se ha hecho realidad Una forma de orden social. Michael Taylor enumera, entonces, 50 Cémo piensan las instituciones en la segunda fase los cuatro métodos que la comunidad utiliza para mantenerlo. Muchos otros autores estarfan de acuerdo con esta lista. Pero ninguno de ellos presenta un argumento convincente. La primera de estas formas pretendidamente su- prarracionales de control social se basa en amenazas y ofertas. ¥stas no son ni més ni menos que apelaciones a los intereses particulares del individuo. De hecho, este proceso lo han docu- mentado muy bien algunos antropélogos, si bien sus anilisis resultan demasiado compatibles con la teorfa convencional de la eleccién racional como para justificar la exencién de las co- munidades pequefias en el marco de ésta. La socializacién es la segunda forma mediante la que fre- cuentemente se afirma que s¢ mantiene el orden social. Los adultos estan expuestos a la verguenza publica y los nifios han de sufrir dolorosos procesos de iniciacion que les ensefian las actitudes correctas. Mas cabe preguntarse c6mo se persuade a los padres para que toleren que sus hijos se sometan a los tor- mentos y humillaciones tradicionales. Las sanciones colectivas son una forma de accién colectiva, Apartarse del proceso de socializacién es otro modo de negarse a cooperar. ¢Qué ocurre cuando una madre alega que su nifio es muy pequefio o muy sensible? ¢Qué es lo que le impide, tanto a ella como alas de- més madres, retirar al hijo y rechazar de plano el proceso de socializacién? La respuesta es: SU compromiso con el orden so- cial dado. Pero, gno es precisamente esta posibilidad de elec- cidn colectiva lo que estamos intentando explicar? La tercera forma mediante la que supuestamente se manti¢e- ne el orden social en las sociedades primitivas depende de las caracteristicas estructurales de las mismas. Es éste un aspecto muy delicado. Estas caracteristicas no son un mecanismo espe cifico de control Social, ya que no se las puede separar de le que se controla, pero facilitan el marco de los controles socia- Jes. En esencia se trata de pautas de reciprocidad, parentesco ) matrimonio. Ahora bien, estas pautas de intercambio forman \ articulacion del orden social, que a su vez es solo una articula cién del comportamiento, de modo que el argumento es circu - la a- Se descarta la pequefia escala 51 lar. Tan sdlo se puede salvar mediante el supuesto explicita- mente funcionalista de un sistema autosustentado de activida- des entrelazadas. Entre los factores a los que se atribuye un papel de mante- nimiento del orden social la creencia en sanciones sobrenatura- les, tales como la brujerfa, la magia o la ira de los antepasados, es el rasgo de la sociedad primitiva que mas se ha documenta- do. Si los demas argumentos no funcionan y se deja que estas creencias soporten todo el peso de la tesis que separa a la co- munidad del resto del comportamiento social, se habra entre- gado la linea argumental a los factores irracionales. Una de dos, o tan sélo los primitivos son capaces de crear una comunidad a partir de sus creencias supersticiosas en la brujeria y los ante- pasados, o se han de generalizar tales creencias de manera que se puedan aplicar también a la sociedad moderna. La interpretacién antropoldégica ortodoxa, que gozé de aceptacion durante toda la década de los sesenta, presuponia un modelo autoestabilizador en el que cada articulo de fe con- tribufa al mantenimiento del orden social. Sin embargo, duran- te el tiltimo cuarto de siglo se han producido algunos intere- santes trastornos que han venido a poner en duda la existencia de tendencias al equilibrio en las sociedades que estudian los antropdélogos. Uno de esos factores es el desarrollo teérico de la materia y su forma de abordar los nuevos hallazgos. Lo mas destacable en este sentido es la expansion de la antropologia marxista critica, cuyo materialismo histérico se opone al énfa- sis homeostatico de la generacién anterior (Abramson 1974; Bailey y Llobera 1981; Bloch 1975; Friedman 1979; Godelier 1973; Meillasoux 1981; Sahlins 1976; Terray 1969). Otro factor importante es el fin del colonialismo. Otro, por tltimo, el des- arrollo del trabajo de campo en Nueva Guinea, pais que no ha- bia sido colonizado con anterioridad a la investigacién antro- poldgica. Ahora resulta posible tomar distancia y evaluar los efectos del gobierno colonial sobre todos los incentivos indivi- duales y sobre el uso de la fuerza. Qué duda cabe que en condiciones de dominacién colonial Conn poeresan las instirug resultaba mds fieil imaginarse una cornunidad no coactivg, | los pueblos sometidos ya no se les permitin el trafico, tan pak pere antafic, en armas, marfil y esclavos, camo LIMPOCO se permitia buscar Is gloria en expediciones de caza de caberas en audaces incursianes para robar ganado, mi raptar csposas, cobrarse sangrientas venganzas. En una economia coloniy donde el unico incentive econémico del trabajo consistiz en los ingresos fnfimos que producia Ia agricultura orientada al mercado, resultaba muy sencilla suponer que la comunidag: originaria nunca habia ofrecido incentives individuales de enri.. quecimiento. El registro antropoldgico actual, mucho mis s9- fisticado, nos muestra que estas seciedades de dimensiones Te ducidas no son ni estaticas ni autoestabilizadoras, sino que s¢. van construyendo paularinamente mediante un proceso de re- gateos y negociaciones racionales. Las categorias del discursg politico y las bases cognitivas del orden social se negocian | constamtemente. Cuando el antropdéloge dispara su cémara y enciende su magnetéfone en una fase cualquiera de este proce: so, fo normal sera que plasme algiia equilibrio momentineo de satisfacciones, donde cada individu se encuentra temporal mente condicionado por los demis ¥ par el entorna. El andlisis. de los costes y beneticins individuales se aplica, inexorable y. esclarecedoramente, inclusive a los intercambios mis insignifi-- cantes, tanto en su caso como en el nuestro, Las angropdlogos contrastan la credibilidad de sus informes etnogréficos respec- tivos sometiendo a escrutinio el equilibrio de intercambios re- ciprocos resefiado, Log elementos de juicio que aportan des- truyen el argumento de que ciertos principios suprarracionales dan origen a una comunidad en un momento indeterminade de la reduccién de Ja escala. Es a la hora de presentar ofertas ¥ proferir amenazas cuando Jos individuos invocan el poder de fetiches, brujas y fantasmas a fin de sustanciar sus demandas. La cosmologia resultante no constituye un conjunto aparte de mecanismas de control social, En el trabajo de Durkheim tado el sistema de conocimienta se percibe como un bien comin que la comunidad misma construye colectivamente, En los ca- fal pequellacveala 3 sails que siguen, habremos de centrar nuestro interés preci- te gn este proceso, , Oj Jegados 4 este punta, sc puede rechazar como una bienin- eo cionada ilusién [a idea cornente de la comunidad anarquista fe sic. Las datos antropoldgicos de las sociedades de dimen- jones reducidas vienen a confirmar la aplicabilidad general de hh geais eontral de Olson cuando afirma que es muy facil disua- (log indivicuos de participar en el bien comin. No asi cuando asegura que el factor principal es la escala. Cual- ier INtENTO de penetrar en los fundamencos del orden social sca arelucir la paradoja inherente a las bases del pensamiento. Ee este nivel de abstraccion, el error no esta en el] retruécane dreular. Al confiar en los efectos de la escala se ha desviado toda Ia linea del razonarmiento; se ha omirido el paso ldgica previo que hubiera Hevade a preguntarse como Megan a surgir los sistemas de conocimiente. Hay multitad de buenas raxzones para pensar que la teoria de la eleccién racional es inadecuada para explicar el comportamiento politico. Algo ocurre en los asuntos ptiblicos que se Ie cscapa a esta teoria. Segtin la posi- cidn de Fleck y Durkheim, ¢l error radica en no haber tenido en cuenta el problema epistemolagico. En lugar de suponer que un sisterna de conocimiento surge a la existencia de manera fieil y natural, su enfoque os lleva desde el escepticisma sobre la posibilidad de la accién colectiva hasta el escepticisma sobre clconacimiento y las creencias compartidos, Esta duda mas ccuménica acerca de los fundamentos de la comunidad nos sc- falael camino de una respuesta. STL= Si la pequefia escala no puede explicar el origen de las comu- nidades cooperativas, tal vez pueda hacerlo algiin otro factor. En busea de un modelo que evite apoyar expresamente cl enfo- que funcionalista consustancial a los postulados de Durkheim y Fleck, se han formulado diversas sugerencias psicoldgicas y s0- Goldgicas. Sin embargo, las explicaciones psicolégicas son ina- ceptables si eluden el entramado axiomatice en que s¢ plantea el problema. De este modo cabe descartar toda explicacién que in- Voque procesos que alientan el autosacrificio porque colma una necesidad psiquica de amor propio o proporciona la satisfac- dn de satisfacer a otros. Estas satisfacciones psiquicas no ope- tan de forma suficientemente fiable como para sobrellevar el peso de la explicacién, Que algunas veces funcionen y otras no, no hace mas que devolver la cuestidn al punto en que se inquie- Fe qué es lo que pone en marcha las actitudes emocionales soli- arias. Seguin otra explicacidn, la accién colectiva dependeria del complejo engranaje de muiltiples intercambios reciprocos, tan- 55 56 Céimo piensam has institeacioeg to directos como indirectos, En la versidn fuerte de esta expl cacién, el individuo racional se encuentra indisolublemeng unido a un complejo conjunto de relaciones en el que debe ag tuar confiadamente porque no Ie es dado escoger. En Ia débif el individuo tiene cierto margen de cleccién y si decide ir eq contra de la cooperacidn desbaratard todo el tinglado. La puesta es entonces la aplicacidn de sanciones sociales para cas. tigar el comportamienta insolidario. Pero la apheacién de san. ciones, tal y como vimos en cl caso de las socicdades dimensiones recucidas, no es mis que una forma de accién cn lectiva que también requiete una explicacién, El reparo a Ja versidn fuerte proviene de la idea de que alJ guien pueda encontrarse en situacién de no poder elegir. Qué duda cabe que es posible ¢ incluso frecuente que una perso se enfrente a coacciones tan poderosas que, en realidad, no r | | que discutir acerca de la mutua confianza ni se plantea proble ma alguno en relacidn con la libre cooperacién. Al no habe eleccidn, se han sebrepasado los limites del abjeto al que cién colectiva sélo sirve para enturbiar el problema, También propone un enfoque inaceptable de la intervencién humana al presentar a los humanos como agentes pasivos cuya actiacién) est sujeta a un condicionamiento mas o menos total. El argu-_ mento se fundamenta en ona forma de determinismo sociolé- | gico que niega al individue tanto la iniciativa como el juicio. La escasa reputacidn de que ha gozado el funcionalisma: socioldgico durante los tiltimos treinta afios se debid en parte. . aeste defecto, El funcionalisma no dejaba margen a la expe: riencia subjetiva de unos individuos capaces de desear y elegir. Suponer que éstos se encuentran atrapados en los mecanismos 4 de una maquinaria compleja que ellos mismos no han contri- | ->buido a crear equivale a considerarlos objetos pasives, como ovejas o robots. Peor alin, en una teoria asi no tiene cabida ls | exphicacién del cambio a no ser que éste provenga del exterior | iven los grupsns latentes a? ma de fuerza coactiva irresistible, Hay que ser muy cré- para plantear una estabilidad tal en las relaciones sociales. la pobreza de las explicaciones alternativas, nos in- mbe explorar cuidadosamente la posibilidad de algun tipo de eymento funcionalista que evite estos escollos y que ala vez raga los requisitos de la concepeidn de Durkheim y Fleck ‘un grupo social que genera su propia cosmovision, al tieti- ue desarraila un estilo de pensamienco que sustenta la pau- interacciOn. Jon Elster ha declarado de manera desafiante que resulta imposible encontrar en sociclogia ningdn caso de andlisis cional donde se demuestre !a presencia de todos los aspec- 5 ldgicos que requiere cal explicacién (Elster 1983), Y ello se be no sdlo a que los socidlogos discutan a la ligera, sino a ue la explicacion funcionalista no se adecua —a su entender— ‘comportamiento humano. Su argumentacion parte de una isidn de los tipos de explicacidin, Las explicaciones causales y mecinicas son validas en el campo de la fisica. Las causales y funcionales lo son en el de la biologia, Las explicaciones fun- cionales se justifican en virtud del marco tedrica mas amplio de ja seleccién natural. Pero no se puede aplicar ninguna teoria equivalente a la de la evolucién bioldgica al comportamiento bumano. Por razones que enumera sucintamente, los seres hu- manos pueden hacer cosas que estin vedadas a los demis orga- tismos biolagicos: pueden utilizar estrategias de espera, retro- teder aparentemente para avanzar mds tarde y efectuar otros movimientos indirectos. El tipo de explicacién que se adecua exclusivamente al comportamiento humano es el intencional. Seguin Elster, debiera bastar com una combinacién de teorias sausales ¢ intencionales para explicar todo lo que haya de ex- Plicarse en el comportamiento humano. Existen teorias causa- les sustentadas por seres humanos que pueden estar mas o me- nos equivecadas, También existen intenciones de seres humanos y decisiones basadas en las teorias" causales, més 0 Menos coherentes, contradictorias o equivocadas. El tipo de ‘xplicacién que se adecua exclusivamente alos humanos es el 3B ‘Como piensan bis inwtigg intencional, pero como Elster no admite ni los proceses ; sustentados ni las consecuencias no deseadas que contrily 4 perpetuar una situacién, también rechaza la concepcid Durkheim y Fleck del grupo social que involuntariament era pensamientos que sustentan su propia existencia. Elster ha enumeradg amablemente las condiciones que; cumplir un andlisis funcional correctamente desarrall Aunque parezean en un principio abstrusas, aclaran consid blemente los distintos aspectos. Una pauta institucional | comportamiento, X , se explica mediante su funcidn, Y, e grupo, Z, si y sdlo siz 1. Yes un efecto de X; 2. Y resulta beneficiosa para Z; 3. Y ne esti deliberadamente prevista por las acciones producen X; 4. Yo la relacién causal entre X ¢ ¥ no resulta evide para los actores de Z; y 5. ¥ mantiene a X mediante un bucle causal de retro mentacién que pasa a través de Z, Esta lista se confeccion6 a partir del andlisis ctitico del f cionalismea realizado per Robert Merton (Merton 1949) y las sugerencias adicionales de Arthur Stinchcombe (1968, p: 82-83). Al releer el ensayo original de Merton y los comer rios posteriores resulta sorprendente constatar la eantidad pésimos razonamientos funcionales que habia en circulaci No es sorprendente que Merton se sinticta obligado a proy ner cierta cautela metodoldgica. Las citas mis extravagan proceden de los antropdlogos; algunos ejemplos muy grafic de Karl Marx, y algunos comentarios imprudentes, de los : eidlogos influjdes por el funcionalismo estructural de Tale Parsons, Para Elster, cl predominio excesivo e injustificable del fu cionalismo en las ciencias sociales tiene principalmente rai histdrieas. Obedece al prestigio de los modelos bioldgicas u en box prupes [tenes 9 + la teoria evolucionista, Elster se esfuerza por sefia- Fearencias que separan a las explicaciones funcionales 4s de las sociolégicas. Sin embargo, nunca distingue afirmaciones funcionalistas de intencidn sinceramente wa y aquéllas 1 constituyen meros aspavientos reto- “Todos los ejemplos pintorescos de antropdlogos que cita pertenecen a esta Ultima categoria. Se utilzaban para ar los ataques que los antropélogos querian lanzar en los acuenta contra la emologia anticuada (o historia conje- eomo se la llamaba despectivamente), No cabe negar que lidad representaban un modelo cémico que merecia las ag de Merton y Elster, Segtin estos antropélogos, absoluta- re todo lo que ocurre posee una funcién en el manteni- ode la existencia del sistema social. WW | método gradual, paso a paso, de Elster resulta excelente Hl reducir un argumento a sus elementos esenciales. Un jemplo de razonamiento discurria asi: 1) Y (una mayor aten- rién a la produccidn de alimentos) es un efecto de X (magia agricola); 2) ¥ resulta beneficiosa para la comunidad, Z, que consume los alimentos. Este intento de explicacin funciona- lista yerra porque nadie supone que la magia asociada a la hor- ticultura no estaviese encaminada a incrementar la produceién 8 de alimentos, Del mismo modo, demostrar que la magia de la pesca pretende actuar como una tecnologia perfeccionada es una pura explicacién causal. | El argumento tan caroa A, R. Radcliffe-Brown de que los } rituales poscen funciones que realzan la solidaridad se puede ) desglosar come sigue: |. ¥ (solidaridad de linaje) es un efecto de X (culto a los antepasados}. 2. ¥ mantiene la paz interna y garantiza la defensa externa; por lo tanto, es buena para los adoradores de los antepa- sackos (2). ‘ 3, El propdsito de los que producen X no es mantener con dlloa Y, E f f 60 Cémo piensan las instituciones 4, Tampoco reconocen ningin vinculo causal mediante el cual Y mantenga a X. Este intento de explicacién funcional fracasa. ¢Cual es exac- tamente el bucle causal oculto? Depende de factores psicoldégi- cos (que Radcliffe-Brown denomin6 «actitudes rituales»). Se supone que la celebracion de este culto produce el tipo de emociones que contribuyen a la solidaridad. Los argumentos en favor de Ja estimulacién ritual de las emociones son poco convincentes. Nadie se ha aburrido nunca en misa? Es impor- tante constatar que esto es claramente contrario a los princi- pios del método sociolégico de Durkheim (Durkheim 1895). Los hechos sociales han de explicarse mediante hechos sociales. Es precisamente este recurso arbitrario al nivel psicoldgico lo que su método intentaba desterrar, Durkheim eludié sus pro- pias reglas al supeditar la vitalidad de lo sagrado a la excitacin emocional que producfan las grandes congregaciones. Fleck utiliz6 el principio més coherente de que la fe y la confianza son requisitos previos de la comunicacién, evitando asf la inco- herencia de dejar la racionalidad en suspenso para poder expli- car el origen del pensamiento racional a partir de la efervescen- cia emocional provocada por rituales publicos a gran escala. Es més seguro seguir las ensefianzas de Durkheim y no su practi- ca, como también lo es rechazar la explicaci6n funcional basa- da en emociones que mantienen vivo el sistema. El rechazo de los bucles causales consistentes en emociones también excluirfa muchas ramas bien establecidas de la sociolo- gia. Por ejemplo, la teorfa de la desviacién aduce a veces que la relegacién a una posicién social marginal (X) ocasiona emocio- nes (Y) que provocan comportamientos antisociales en los in- dividuos marginados. De este modo, las emociones originan un bucle de retroalimentacién mediante el que los actos de retor- sién del individuo marginado otorgan a Ja comunidad el bene- ficio (no intencional) de unas normas més claras (Cohen 1980). Este razonamiento funcional depende del poco convincente bucle que conecta los efectos sociales con los psicolégicos- Cémo sobreviven los grupos latentes 61 Ademis, resulta dificil sostener que el resultado que se preten- dia no inclufa ya una aclaracién de las normas. Este mismo punto débil se evidencia al examinar detenida- mente las presuntas funciones sociales del culto a los antepasa- dos. {Ha sido alguna vez verosimil suponer que los adoradores de los antepasados jamas abrigan la intencién de generar soli- daridad social? Desde luego que la abrigan. Al rezar ante el al- tar, declaran expresamente que los antepasados estan furiosos por las disputas entre sus descendientes. Es una forma de ha- blarse de manera indirecta, En vez de un argumento ineficaz ¢ incompleto referente a mecanismos de autosustentacién ocul- tos, reconocemos ahora otro eficaz referente a esfuerzos inten- cionales de persuasién. Sin embargo, nada nos permite creer que las declaraciones puiblicas de solidaridad acabaran por pro- moverla, Si los rituales no producen las emociones necesarias, los celebrantes podrian estar perdiendo el tiempo. Parece que a estos primeros antropélogos durkheimianos les resultaba muy dificil brindar una explicacién funcional completa. Los antro- pdlogos citados tanto por Merton como por los que a su vez se remiten a las citas de este ultimo intentaban justificar la reli- gidn en virtud de sus efectos prdcticos. Mas jay!, las religiones no siempre consiguen que los creyentes sean més leales a sus gobernantes o més laboriosos en sus huertos, como tampoco la magia consigue siempre que las redes se llenen de pescado. Unas veces lo consigue y otras no. La acusacién de irracionali- dad que se esgrimia contra la religién primitiva era algo que esos antropélogos tenian in mente (Firth 1938) y la tinica de- fensa que pudieron imaginar en favor de la religion de los pue- blos que estudiaban consistié en hacer hincapié no en su cardc- ter racionalmente inteligible, sino en su capacidad para Producir ciertos efectos secundarios que acrecentaban la soli- daridad, inducfan al valor y estimulaban el trabajo (Firth 1940). Estos antropélogos erraron por partida doble. No consiguen claborar un razonamiento funcionalista valido. Y también nau- fragan ante la critica de la eleccién racional, segtin se explica a Continuacién, 62 ‘Cémo piensan las instituciones Lo mejor que puede hacer Radcliffe-Brown para justificar la creencia en los antepasados es construir un sistema comple- tamente intencional (Radcliffe-Brown 1945). Radcliffe-Brown afirma que los fieles cooperan con el propésito de crear algo que todos ellos desean, y supone que lo consiguen. Pero esto es precisamente lo que ha de explicarse. Tanto los sacerdotes como los fieles intentan llevar a cabo exactamente lo que la teoria politica de Olson tiene por imposible o muy poco pro- bable. Desean entregarse a una accion colectiva. Los adorado- res de los antepasados son individuos racionales, cada uno con sus propias preferencias acerca del trato que debe recibir de los demas y del que éstos deben recibir de él. La cuestién es cémo se las arreglan para crear ese bien comin: un acuerdo acerca de los antepasados. Lo mismo se aplica a cualquier creencia acor- dada, sea en materia de tabiies 0 magias de pesca, de pecados o sacramentos, de dioses tinicos 0 Trinidades. ¢C6mo consiguen establecer una Iglesia colectiva dotada de una doctrina propia, en vez de perderlo todo entregandose por separado a destructi- vas persecuciones de herejes? Es como los pastores que apa~ cientan sus ovejas en pastos comunes. Si cada cual deja que pasten todas las ovejas que quiera, la tierra no tardara en ago- tarse y todos saldran perdiendo. A todos les conviene coope- rar, pero al no poder confiar en la moderacién de sus compaie- ros, es bien posible que cada uno se haga con lo que pueda mientras pueda. Debido a la desconfianza y a la falta de solida- ridad, la tierra se agotard hasta la dltima brizna de hierba. En otro contexto, el industrial, si bien agradece el aire limpio, ne correr4 voluntariamente con el coste de acondicionar sus pro- pias instalaciones. Tampoco cabe esperar que los propictario: limpien voluntariamente la nieve de la acera frente a su casa En materia de dostrinas religiosas, el argumento equivalente ¢ que cada individuo aduzca que tiene un entendimiento privad con Dios y rechace las doctrinas que entran en conflicto co! las creencias de su eleccién. El problema ldgico y prictico d cémo llega a realizarse la accion colectiva atafie a la religié tanto como a cualquier otra teoria del mundo. La religion 9

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