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Desarrollosustentableradical EBOOK1
Desarrollosustentableradical EBOOK1
Universidad de Guadalajara
Primera edición 2017
ISBN: 978-84-17075-72-9
Contenido
Prefacio. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7
Prólogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11
Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13
I
t is my distinct pleasure to write a preface to Salvador Peni-
che Camps new book: Desarrollo sustentable radical; Práctica,
método y teoría. I met Professor Peniche Camps at an anzee
conference (Australia-New Zealand Society of Ecological Econo-
mics) in Armidale, nsw, Australia in 2016. We shared interests
in our support of a paradigm shift in the discipline of economics
that we believe is taking place albeit slowly. Professor Camps invi-
ted me to present a workshop on ecosystem service valuation at
his home department (Departamento de Economía, Universidad
de Guadalajara) in November 2017. This was a delightful expe-
rience in which I witnessed serious and spirited debate and dialog
amongst the faculty at the University of Guadalajara regarding the
state of the discipline of economics and the often conflated neo-
liberal agenda. What I found particularly rewarding was the civil
and collegial atmosphere in which these highly charged conversa-
tions took place.
The Global Financial Crisis (gfc) of 2008-9 opened many
people’s eyes to the failures and limitations of economists and
economic theory. Both orthodox economists (e. g. Paul Krugman
and Joseph Stiglitz) and heterodox economists (e. g. John Komlos
and Herman Daly) have written of a discipline (Economics) in
crisis. The gfc was perhaps a tipping point in awareness of this
crisis although many have made valid and significant criticism of
the neo-liberal theoretical framework for decades.
Disciplines have crises and most evolve in a positive way as
a result of these crises. In astronomy the Copernican revolution
that placed the Sun at the center of the Universe rather than the
Earth was a challenge to world views that changed the way we
see ourselves in the cosmos. Nonetheless, Copernicus was a ‘ra-
dical’ astronomer. Physics has experienced revolutions as well.
Einstein’s relativity was a profound departure from Newtonian
physics as was the development of quantum mechanics. Einstein,
Schrodinger, Bohr, Dirac, and many others were ‘radical’ physi-
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cists. Physics and astronomy have nonetheless survived as acade-
mic disciplines despite these crises.
Economics is currently in a crisis. The impact that long held
assumptions of rational behavior, perfect information, and invi-
sible hands have on real world policy and practice are showing
glaring problems. An apocryphal quote often attributed to Scho-
penhauer perhaps captures this crisis in economics: ‘Truth passes
through three phases. First it is ridiculed. Second it is violently oppo-
sed. Third it is accepted as having always been true.’
The truths that many economists appear to be ridiculing and
opposing are many and include the following: 1) inequality mat-
ters and distribution of wealth has profound impacts on overall
productivity measured in a traditional sense (e. g. gdp) and when
measured via newer non-traditional measures such as human
well-being (Thomas Pikkety is perhaps a ‘radical’ economist who
has pointed this out); 2) Natural capital and the annual value of
ecosystem services provided by natural capital are greater than
global gdp and cannot be internalized as trivial externalities; 3) the
identified ‘market failures’ of public goods, common pool resour-
ces, and externalities are more significant than previously imagi-
ned (climate change, ocean acidification, and the world’s 6th great
extinction represent some empirical evidence of some of these
market failures); 4) gdp is a flawed measure of human well-being
that has overly influenced too much public policy (see Lorenzo
Fioramonte’s book Gross Domestic Problem); 5) infinite growth in
gdp and/or population is impossible, and 6) Key economic ideas
such as the ‘invisible hand’ and the ‘Environmental Kuznets Cur-
ve’ are fairy tales with little or no empirical data to support them.
Many people trained in economics have unusually privileged po-
sitions in government with more ability to influence policy than
most. Many of these economists espouse ‘free markets’ and ‘less
government’ as solutions to problems that are in fact exacerbated
by free markets and less government (“If you want ‘less govern-
ment’ move to Somalia”). Perhaps many of these economists are
having a difficult time engaging in this dialog because it is often
difficult to get a man (or woman but usually a man) to understand
something when his/her worldview and privileged position de-
pends on him/her not understanding it.
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Nonetheless, many other economists acknowledge these cha-
llenges to their disciplinary perspective and embrace an engage-
ment with these challenges to contribute to the positive evolution
of the discipline of economics (http://evonomics.com/). To my
mind, Salvador Peniche Camps is a ‘radical’ economist who aims
to contribute to the evolution of the discipline in such a way as
to help us chart a path to a sustainable and desirable future. This
book on radical sustainable development is such a contribution. It
is in many respects informed by the ideas of the trans-discipline
of ecological economics.
The very term ‘Sustainable Development’ combines a funda-
mental ecological idea of ‘sustainability’ with a fundamental eco-
nomic idea of ‘development’. This marriage of words is not an easy
one because ecologists and economists have argued over funda-
mental pre-analytic visions regarding ‘the limits to growth’ for a
long time. There is an optimism associated with economists jux-
taposed with a pessimism from ecologists that is captured by two
‘light bulb’ jokes:
Paul C. Sutton
July, 2017
Morrison, co
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Prólogo
A
nte el escalofrío que precede a la inminencia de la muerte
social, la última obsesión que retumbaba en mi mente era
una pregunta: ¿por qué no se hizo algo cuando aún había
tiempo?, ¿por qué no reaccionamos?
Supongo que la respuesta se encuentra en el egoísmo, en el
attachment a la zona de confort, en la ceguera inducida. Existe una
serie de explicaciones científicas, emanadas de la psicología social,
que nos cuentan sobre las raíces de la procastinación, o sobre la
tendencia innata a creer ciegamente en futuros mejores, a pesar
de toda la evidencia. También estaba la economía. No se puede en-
tender cómo tanta gente fue engañada tanto tiempo (¿quién decía
que puedes engañar a todos algún tiempo o a pocos todo el tiem-
po, pero no a todos todo el tiempo?). Al final, siempre pareció más
utópico cambiar el rumbo que seguir con la ruta suicida.
Ciertamente, la vida era cómoda. Temperatura amable, el auto,
el trabajo. En el súper, comprábamos comida o cualquier cosa de
cualquier parte del mundo. La tecnología nos ofreció una vida
cada vez mejor: “Life is good”, nos machacaba un anuncio. Pero
todo empeoró, cada vez más rápidamente para cada vez más per-
sonas, hasta que se hizo imposible revertir la tendencia. ¿Por qué
no se identificó el riesgo? ¿Cuándo se borró la diferencia entre
riesgo potencial y deterioro cotidiano?
Por más que trato de recordar en mi niñez, no puedo ver en mi
mente un río limpio. Sólo en las fotos o en las películas. Creo que
todavía había algunos, pero era difícil llegar a ellos. Generalmente
estaban en zonas turísticas, lejos de todos y puestos al servicio de
los visitantes. Los ríos con los que conviví estaban todos muertos.
Los ancianos de mi juventud recordaban con melancolía las tardes
perezosas disfrutadas con la familia en algún bosque, al lado de
corrientes de agua con vida: ranas, palomitas, moscos, grillos, pe-
ces, ardillas, mapaches y todo tipo de animalejos. Ahora, de viejo,
cuento con nostalgia a los jóvenes acerca de ríos pestilentes, de
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algunos animales que todavía aparecían ocasionalmente, aterrori-
zados. Añoro lo que quedaba de los bosques y los restos de agua
y aire.
Todos los pronósticos sobre las consecuencias del deterioro
ambiental que escuché en mi juventud resultaron groseramente
subestimados. No se entendió el efecto de las sinergias entre el
cambio climático, la pérdida de la biodiversidad, la disrupción del
ciclo del nitrógeno, la calidad del agua, la deforestación, al deterio-
ro de la capacidad productiva, las crisis sociales, el deterioro de las
condiciones de vida, la salud pública, la morbilidad, la mortalidad.
Ahora aquí estoy y me es difícil describir lo que significa en los
hechos el fin de la vida humana, “como la conocíamos”. Tiene que
ver con la estabilidad social, con el acceso a benefactores materia-
les, con el surgimiento de nuevas enfermedades y el renacimiento
de las antiguas, la reducción de la población, la radiación, las sus-
tancias tóxicas…
Pero lo más fuerte, supongo, es la idea de la extinción. En la
cultura humana, con honrosas excepciones, pocas veces se abordó
seriamente tal posibilidad. La soberbia no nos lo permitió. No hay
una reflexión inteligente sobre lo que significa la posibilidad de
dejar de existir como especie, al menos no a la altura de las con-
cepciones sobre lo que significa “el Ser”. Pero el ciclo del Universo
nos decía que en realidad el acertijo estaba en esclarecer cuándo
desapareceríamos y no si desapareceríamos o no. A estas alturas
pienso que de haber tenido esa reflexión, hubiéramos entendido
lo efímero y lo delicado de nuestra existencia en el calendario ce-
lestial.
12
Introducción
E
l término radical proviene de la palabra “raíz”. Ser radical
significa atacar los problemas abordando sus causas, arran-
cando la raíz, resolver las cosas de una vez y para siempre.
Tratar de solucionar algo sin ser radical es, por lo tanto, “irse por
las ramas”, hacerse tonto. Como sucede con algunas plantas que
se resisten a morir: si no se desraízan, vuelven a retoñar, cada vez
con más fuerza, con el tronco más grueso.
Por razones entendibles se ha estigmatizado el término, se la
ha dado una connotación peyorativa y moralmente deleznable.
Ser radical, para los interesados en mantener el statu quo, es ho-
mónimo de violencia, agresividad e intolerancia. Sin embargo, en
realidad ser radical significa ser intransigente en el sentido de no
negociar, si la negociación significa impedir el cambio indispensa-
ble. Por ello, independientemente de sus métodos de acción (que
pueden ser pacifistas, como los de Gandhi), cualquier grupo en
lucha por causas justas debe ser radical, si es que realmente quie-
re resolver su situación; cualquier persona que se defiende de la
opresión debe ser radical, cualquier agente del cambio real debe
ser, en este sentido, radical. Lo otro es perder el tiempo y esperar
que retoñe el “árbol del mal”.
De esta manera, el desarrollo sustentable radical es una visión
de uno de los probables futuros de la sociedad humana, una estra-
tegia que permite construir un destino diferente al futuro incier-
to que tiene la humanidad del siglo xxi. La premisa fundamental
del desarrollo sustentable radical consiste en arrancar de raíz las
prácticas destructivas del modelo de producción y consumo. El
modelo aborda las relaciones entre los sistemas ecológicos, socia-
les y económicos para transformarlos en círculos virtuosos que
den contenido real a la definición originaria de la sustentabilidad.
Bajo la visión radical de la sustentabilidad no existe contradic-
ción entre producción y medio ambiente. El desarrollo sustentable
radical implica que el bienestar es imposible sin la armonía entre
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lo social, lo económico y lo ecológico. En esto reside su diferencia
respecto a la visión ortodoxa: bajo el concepto radical, el “creci-
miento económico”, en el sentido que tiene en la teoría econó-
mica contemporánea, es la raíz del problema ya que no se puede
“progresar” destruyendo; como señaló Boulding (1966): “no es
posible crecer infinitamente en un mundo finito”. Este hecho con-
tundente ignorado cotidianamente por la teoría dominante, es el
elefante echado en los cubículos de los economistas ortodoxos y
en las oficinas de gobierno donde se diseñan las políticas públicas,
es el paquidermo barritando y adoctrinando a los estudiantes de
economía en las aulas de las principales universidades del mundo.
Después de su aparición en el Informe Brundtland de 1987, el
concepto de sustentabilidad ha sufrido una mutación. Como con-
secuencia, perdió su sentido original. La preocupación inicial de
los autores del informe se centraba en la necesidad de promover la
intervención de los ciudadanos, ya sea a través de organizaciones
independientes o con ayuda de los mecanismos de gestión estatal,
para mitigar las consecuencias del incremento de la producción.
Sin embargo, simultáneamente y a contrapelo, en las oficinas cen-
trales de los monopolios transnacionales se planteaba una conno-
tación opuesta. El nuevo discurso de la sustentabilidad fue diseña-
do para justificar el incremento en la explotación de los recursos
naturales: desde entonces se determinó que el crecimiento eco-
nómico constituye la condición sine qua non de la sustentabilidad.
La contradicción entre las dos concepciones de la sustentabi-
lidad es irreconciliable. La visión de la onu, expresada en el céle-
bre documento intitulado Nuestro futuro común de 1987, advertía
sobre la necesidad de regular los efectos del mercado. A contra-
pelo, en el marco de las negociaciones de la Ronda de Uruguay
del gatt de 1986, se elaboraba una versión diferente. En el gatt
se cocinaba una nueva “Constitución económica mundial” que ex-
presaba en acciones de política pública el credo más conservador
de la ciencia económica dominante. El neoliberalismo, como se le
llamó desde entonces, exigía a los gobiernos nacionales desregular
la economía y permitir el acceso irrestricto, sin barreras de ningún
tipo, a la inversión extranjera y el fomento a la apertura comercial
(Raghavan, 1991).
Desde entonces, las recomendaciones de las agencias de desa-
rrollo mundial —el Fondo Monetario Internacional (fmi), el Ban-
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co Mundial (bm), la Organización Mundial del Comercio (omc) y
la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico
(ocde)— imponen la racionalidad de la curva ambiental de Kuz-
nets de que “sólo el crecimiento económico puede generar con-
diciones de sustentabilidad” (Stern, 2003). La idea es sencilla y
embriagante: los países desarrollados, dada su riqueza y alta tec-
nología, contaminan menos que los países atrasados. Por lo tanto,
los países pobres deben hacer esfuerzos extraordinarios para abrir
sus economías al capital extranjero, suscribir acuerdos de libre in-
versión y comercio, y así crear condiciones para un mayor creci-
miento económico, condiciones que les permitan entrar al club de
los países ricos y respetuosos del medio ambiente. El argumento
recuerda aquella recomendación que ofrece el capitalista al obre-
ro: ¡trabaja duro para que te vuelvas rico!
El modelo omite explicar de dónde proviene la riqueza que
se disfruta en los países ricos. La curva de Kuznets concibe un
mundo geopolíticamente inocuo en donde el saqueo acelerado y
permanente de las riquezas de los países pobres por parte de las
compañías transnacionales simplemente no existe. Pero la idea es
falaz en un sentido aún más perverso, ya que hace caso omiso de
los límites biofísicos de los recursos naturales.
Es obvio que ninguna de las dos visiones “institucionales” de
la sustentabilidad es realista. Por un lado, los autores del Informe
Brundtland consideraron que con regulaciones estatales se podía
mantener un ambiente propicio para la vida. Por su parte, la visión
neoliberal supone que el libre funcionamiento del mercado garan-
tiza la preservación ecológica. Ambas estrategias se basan en la
teoría dominante y por lo tanto proponen el crecimiento ad infini-
tum como la solución. Por ello, han sido diseñadas para fortalecer
las tendencias actuales de producción y consumo.
Lo sucedido con el concepto original de la sustentabilidad, su
secuestro y transformación por parte de los sectores más conser-
vadores del espectro ideológico, es de suma importancia y merece
una mención especial. Nos demuestra la subjetividad en el pro-
ceso de conocimiento, es decir, que las verdades científicas son
temporales y dependen del contexto sociohistórico y político en
el cual son elaboradas (Kuhn, 2004).
Por lo anterior, el esfuerzo conducente a la restauración del
sentido verdadero de los conceptos que fundamentan la teoría so-
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cial y económica representa la última frontera de la lucha por la
supervivencia de la especie: el frente de batalla más importante de
la actualidad es epistemológico.
Es imprescindible revisar críticamente los discursos dominan-
tes y reconstruir las teorías que se enseñan en las universidades y
centros de investigación. Es una tarea de suma urgencia rebatir los
conceptos que se presentan como verdades indisputables y que
sirven como justificación “científica” de las “estrategias de desa-
rrollo” (De Sousa, 2010). Para ello, el conocimiento tradicional,
el sentido común y la intuición de las comunidades representan
el activo más poderoso que tienen los pueblos del mundo para di-
señar una estrategia alternativa. Es necesario hacer uso de todas
las herramientas que ofrecen la ciencia convencional y el cono-
cimiento vernáculo para acceder al saber que nos permita crear
la técnica apropiada para relacionarnos con la naturaleza en una
sinergia de nuevo tipo (Funtowicz y Ravetz, 2000).
El objetivo del libro que el amable lector tiene en sus manos
consiste en contribuir modestamente en esta tarea, en aportar
ideas que ayuden a construir socialmente una propuesta (hetero-
doxa) para el entendimiento de las características de una nueva
realidad, un nuevo modelo civilizatorio. Para ello, abordemos al-
gunos elementos que nos pueden conducir a una definición del
desarrollo sustentable radical.
Primeramente, intentemos una breve hermenéutica del mode-
lo actual de civilización: la tradición cultural occidental ha creado
un edificio intelectual monolítico, difícil de trastocar. Se ha esta-
blecido una estructura lógica conceptual que nos ha convencido
de que, como especie, somos eternos e invencibles, capaces de
dominar al Universo y a la naturaleza y de progresar de manera
sostenida e infinita.
La ciencia económica dominante se fundamenta en esta con-
cepción. Sin el componente praxeológico del “progreso”, el dis-
curso dominante del desarrollo pierde sentido. La justificación de
la política económica dirigida a la apertura comercial, al fomento
de la inversión y a la universalización de los espacios de control
del mercado se fundamenta en la racionalidad occidental del pro-
greso.
La evidencia, sin embargo, demuestra un escenario opuesto:
la profundización del modelo de mercado ha propiciado la ace-
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leración de la destrucción del medio ambiente, y la ampliación
del ámbito de las relaciones monetario-mercantiles, una crisis ci-
vilizatoria y el deterioro de la condición humana. El incremento
histórico de algunos de los indicadores sociales respecto a la era
preindustrial (Lomborg, 2001)1 no significa una mejora del bien-
estar sino el cambio de modelo de organización social. El nuevo
modelo ha generado condiciones para incrementar la eficiencia en
la explotación del trabajo humano y para la aceleración de la des-
trucción del medio ambiente. En amplios sectores de la población
mundial se aceleran los rezagos sociales: el hambre, la enfermedad
y la muerte son una cruel realidad para millones de seres humanos
a lo largo del globo. Paralelamente, la concentración de la riqueza
ha llegado a niveles insospechados tanto a escala mundial como
hacia el interior de los países (pnud, 2014).
La visión dominante ha moldeado una teleología humana dis-
funcional, una conciencia social que nos imposibilita comprender
nuestro lugar como especie prescindible en el Universo, como una
forma de vida efímera con escasos instantes de existencia en el ca-
lendario cósmico.2 Por ello nos es difícil entender que nuestra es-
pecie es un grupo sumamente frágil y en riesgo. Es necesario asu-
mir ahora que eventualmente se extinguirán las condiciones bio-
físicas de nuestra existencia en el planeta y con ellas la vida.3 Con
esto en mente quizás podamos construir una nueva economía de
la existencia, fundamentada en una ponderación más humilde del
tiempo y del destino del género humano, de las relaciones sociales
y las interacciones con el medio ambiente: una visión que priori-
ce el trayecto y no el destino. El desarrollo sustentable radical es
sobre el placer de reconstruirnos como especie (Meadows, 1998).
Para lograr la transición es menester entender el porqué de la
interpretación actual de nuestro lugar como especie en el Univer-
so. Una arqueología de la racionalidad socioambiental dominante
podría revelarnos la ruta del pensamiento “mítico” que ha crea-
17
do la ilusión del ser humano como el pináculo de la evolución.
Como hipótesis provocadora, consideremos las raíces biofísicas
del pensamiento, de la racionalización de la realidad socioambien-
tal, tema que la neuroeconomía ha estudiado desde principios de
siglo (Sanfey, 2003).
Desde el punto de vista del gasto endosomático de energía
del cerebro resulta más costo-eficiente creer algo sin meditarlo:
energéticamente resulta más “rentable” asumir un juicio que en-
tenderlo con base en un proceso de reflexión. Por ello —asegura
Sanfey— los individuos, en general, recurren a la fe en lugar de
la razón y tienden a “ahorrar” el esfuerzo que requiere el pensa-
miento racional. En la construcción social de la realidad producto
de la mente moderna está siempre presente la fe en un futuro fa-
vorable fundamentado en la idea de la direccionalidad del progre-
so. La filosofía griega identificó los errores lógicos que cometen
las mentes para elaborar escenarios y juicios a su favor,4 mismos
que la ciencia moderna y las religiones cimentaron en la concep-
ción del destino de la sociedad.
El pensamiento mítico ha construido “realidades paralelas” en
donde el orden es la regla y el caos la excepción. En realidad, como
ha descubierto la filosofía de la complejidad: la incertidumbre y
el caos son el lenguaje del Universo. Sin embargo, al intelecto hu-
mano le incomoda lidiar con un destino fuera de su control. La
doctrina del desarrollo sustentable radical nos enseña a convivir
con el vértigo espiritual e intelectual que produce enfrentarse a
diario con el caos, la incertidumbre y los límites de nuestra propia
existencia (Briggs y Peat, 1989).
Resumiendo, podemos afirmar que posicionar al ser huma-
no como el centro del Universo y a la naturaleza como objeto a
su disposición se deriva de una incapacidad para interpretar una
4. Las falacias son errores lógicos. Consisten en argumentos que parecen lógicos sin
serlo. Algunos ejemplos: “petición de principio” (definiciones circulares, cuando la
conclusión se encuentra en las premisas: Batman existe pues lo dicen los comics),
“afirmación del consecuente” (cuando la conclusión se da con información arbitraria
del argumento: todos los hombres son mortales, el cangrejo es mortal, el hombre es
cangrejo) o “generalización apresurada” (generalización con pocas pruebas: me gusta
este pastel, luego me gustan todos los pasteles).
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realidad omnipresente: el carácter finito de nuestra especie y su
interdependencia con el medio que la rodea.
El desarrollo sustentable radical ha resurgido de las cenizas de
la fenomenología del siglo xx, desde la tradición del pensamiento
posmoderno (Foster, 1988; Balandier, 1993). La propuesta meto-
dológica de resolver la contradicción entre el empirismo y el ra-
cionalismo de Edmund Husserl (1982) a través del acercamiento
de la fenomenología trascendental encuentra un campo fértil en la
práctica del desarrollo sustentable radical. El principio rector de
Husserl (es necesario describir lo que nos rodea antes de filoso-
far) se traduce en el registro de las prácticas de resistencia de los
pueblos del mundo contra los efectos del patrón de producción y
consumo propios del capitalismo contemporáneo. Desde el cam-
po de la filosofía posmoderna, el desarrollo sustentable radical re-
toma la propuesta de la negación de los valores convencionales
emanados de la razón consensual de la modernidad para cuestio-
nar el statu quo y su interpretación.
De ahí que la teorización de las estrategias para la sustenta-
bilidad puestas en práctica por los movimientos sociales se ha
convertido en la tarea más importante de la ciencia social de van-
guardia (Barkin, 2012). Los principios rectores que buscan recon-
ciliar las prácticas de producción y consumo con los imperativos
biofísicos se han convertido en áreas de investigación y campos
de experimentación empírica en los más importantes centros de
investigación (Riechmann, 2004). La conciencia sobre la necesi-
dad de transformar el esquema socioproductivo es cada vez más
universal: el futuro nos ha alcanzado.
Con los elementos descritos podemos avanzar una definición
preliminar del concepto de desarrollo sustentable radical. Éste
consiste en un paradigma en evolución que tiene el objetivo de ex-
plorar alternativas a la crisis civilizatoria actual; supone: a) el con-
junto de prácticas de las comunidades de las distintas tradiciones
culturales; prácticas que, en su conjunto, configuran un modelo
productivo alternativo al capitalismo contemporáneo y cuyo obje-
tivo consiste en reconciliar los procesos de producción y consumo
con los equilibrios biofísicos de la naturaleza; b) un acercamien-
to metodológico que aborda de manera científica la complejidad
que caracteriza el comportamiento de la realidad, y c) un edificio
19
teórico multidisciplinario que interconecta la realidad económica,
social y natural.
La estructura del libro que el amable lector tiene en sus manos
es la siguiente:
En el primer capítulo, intitulado “Economía solidaria: la pra-
xis”, el autor se planteó el objetivo de caracterizar algunos de los
más representativos experimentos socioproductivos puestos en
práctica por las comunidades alternativas en búsqueda de salidas
del espasmo socioambiental de la actualidad.
En el segundo capítulo, “Pensamiento sistémico: enfrentando
la complejidad”, se busca el objetivo de exponer los alcances de la
teoría de sistemas para la praxis del desarrollo sustentable radical.
Figura 1
Esquema del desarrollo sustentable radical
20
El libro finaliza con un anexo intitulado “Teoría de sistemas y
gestión del agua”, en el cual se aborda la construcción del sistema
de gestión del agua en México desde la perspectiva de la comple-
jidad.
Como se deriva de lo arriba descrito, el desarrollo sustentable
radical es una búsqueda, un aprendizaje permanente. Parafrasean-
do a Galeano, se trata de disfrutar el intento por alcanzar un nuevo
horizonte, un destino maravilloso que se aleja a cada paso. En el
camino hacia la sustentabilidad se encuentra un nuevo sentido de
la vida, la satisfacción de conocer y asumir el lugar que nuestra
especie tiene en su efímero paso por el Universo.
Referencias bibliográficas
21
Raghavan, C. (1991). Recolonization. Gatt, the Uruguay Round & the third
world. Singapur: Third World Network.
Riechmann, J. (2004). Biomímesis. Ensayos sobre imitación de la naturale-
za. Ecosocialismo y autocontención. España: Catarata.
Sanfey, A., et al. (2003). The Neural Basis of Economic Decision-Making
in the Ultimatum Game. Science, New Series, 300(5626): 1755-1758.
Recuperado de Internet el 2 de abril de 2016.
Stern, D. (2003). The environmental Kusnetz Curve. International society
of Ecological economics. Internet encyclopedia of ecological econo-
mics. http://isecoeco.org/pdf/stern.pdf
22
Capítulo 1
Economía solidaria: la praxis
L
a característica más relevante del desarrollo sustentable
radical es su enfoque práctico. Y no puede ser de otra
manera: si consideramos que la raíz de la crisis ecológica
está en los patrones de producción y consumo, la única salida
posible está en el restablecimiento de los equilibrios que permiten
la vida en sociedad a través de nuevos esquemas de reproducción
social. Por ello, el objetivo de la economía solidaria, entendida
como la praxis del desarrollo sustentable radical, consiste en la
transformación de la manera en que producimos y consumimos
como individuos y como sociedad. En consecuencia, la esencia de
la economía solidaria está en la evolución de nuestra forma actual
de vida, en el cambio del metabolismo social, es decir, la transfor-
mación de la manera en que la sociedad humana interactúa con su
entorno biofísico y natural para satisfacer sus necesidades.
Importado de las ciencias naturales, el concepto de metabolis-
mo social es una de las aportaciones más importantes del marxis-
mo al pensamiento social en general y a la teoría de la sustentabili-
dad en particular y posiciona a Marx como uno de los pensadores
ecológicos más importantes de la historia.
La transformación del entorno natural de la sociedad, el me-
tabolismo social, se lleva a cabo a través del trabajo, por ello el
23
estudio del nuevo patrón de reproducción social en la economía
solidaria empieza por el análisis de esta categoría.
En su estudio sobre la categoría del “trabajo”, Marx aborda las
consecuencias de la enajenación del producto de trabajo en las
sociedades capitalistas, tanto en relación con la condición socioe-
conómica de los trabajadores, como en lo que respecta al medio
ambiente. Marx concluye que la naturaleza mercantil del proceso
de creación de valor lleva necesariamente a una ruptura metabó-
lica. Esta ruptura metabólica es, en términos llanos, el proceso de
disrupción de los equilibrios naturales que permiten la existencia
de la vida, disrupción ocasionada por el proceso específicamente
capitalista de producción y consumo (Foster y Burkett, 2008).
Marx descubrió que en el capitalismo, el sistema de produc-
ción sufre una metamorfosis. Al despojárseles de sus medios de
producción, a los trabajadores se les enajena también del producto
de su trabajo. Por ello, éste deja de estar dirigido a satisfacer sus
necesidades y se destina a la producción de mercancías. La enaje-
nación del producto del trabajo de los trabajadores también gene-
ra una transformación en la utilización productiva de la naturaleza
(el metabolismo social): la relación con los recursos naturales se
mercantiliza y la naturaleza se transforma en capital natural.
De esta manera, la esencia de la ruptura metabólica ocasiona-
da por el esquema capitalista de producción consiste en la trans-
formación de la naturaleza en insumo de producción y con ello la
subsunción de ella a la lógica de la creación del valor.
La ruptura metabólica del capitalismo tiene otras consecuen-
cias. Debido a que bajo el sistema capitalista el objetivo de la acti-
vidad productiva deja de ser la satisfacción de las necesidades, el
concepto de “necesidad humana” cambia de naturaleza. Las nece-
sidades humanas se convierten en “formas de amortización” de la
mercancía “fuerza de trabajo”.
Pero, ¿qué son realmente las necesidades humanas?
Una de las formas en que la economía dominante aborda el
tema es a través del cálculo de la inflación. La técnica del cálculo
del nivel de precios de los “bienes y servicios” se basa en la se-
lección de las mercancías que conforman la “canasta básica”. Con
ligeras diferencias formales en las metodologías utilizadas en cada
país, la lista que integra el “índice de precios al consumidor” ex-
presa un aspecto muy importante de la cosmovisión característica
24
de la economía de mercado: la cantidad de mercancías consumi-
bles que garantizan una vida funcional (apta para la creación de
valor en el sistema de producción). Fuera del conjunto de bene-
factores básicos tenemos las mercancías prescindibles, pero que
forman parte de nuestro entorno cultural y que debemos adquirir
si es que deseamos mejorar nuestra condición humana.
De esta manera se cierra el círculo lógico entre progreso y con-
sumo: bajo el esquema descrito, una sociedad es tan exitosa como
el tamaño de su consumo. Detrás de este concepto se esconde uno
de los más importantes determinantes de la crisis ecológica de la
actualidad: la sociedad de consumo (Pengue, 2009).
Baudrillard definió la especificidad del problema del consumo
en la sociedad contemporánea. El sociólogo definió el consumo
como:
[…] un modo activo de relacionarse (no sólo con los objetos, sino con la co-
munidad y con el mundo), un modo de actividad sistemática y de respuesta
global en el cual se funda todo nuestro sistema cultural (Baudrillard, 2007:
xiii).
25
bién en impulsos desvinculados de la racionalidad económica. Los
gustos, las fobias o los vicios frecuentemente definen gran parte
de las decisiones de los consumidores de carne y hueso. La valora-
ción “eficiente” es uno de los muchos criterios de elección.
El principio fundador del modelo dominante, la racionalidad
económica, tiene su origen en la obra del padre de la economía
moderna, Adam Smith (1723-1790). Como es sabido, el sacerdote
escocés consideró que existe una característica innata en el géne-
ro humano: la búsqueda del beneficio individual. Bajo el esquema
smithiano los individuos-autómatas se rigen por instintos de efi-
ciencia económica.
Para la teoría económica basada en la tradición clásica, la so-
ciedad humana funciona como una selva y bajo la ley de la super-
vivencia del más fuerte. En más de un sentido, Smith expresa en
la teoría social lo que años más tarde Charles Darwin (1809-1882)
propuso como fundamento de la teoría de la evolución. Darwin
consideró la competencia y la capacidad de adaptarse al medio
como el mecanismo principal mediante el cual las especies preva-
lecen y evolucionan. Smith planteó que en el mercado los indivi-
duos se comportan de igual manera.
En la ciencia económica contemporánea existe toda una co-
rriente que aborda este tema, el darwinismo social. El problema
científico no es menor y constituye una de las fuentes teóricas más
importantes del debate actual sobre la relación de la actividad pro-
ductiva y sus impactos en el medio natural. ¿Cuál es el elemento
determinante del comportamiento del ser humano, el ser social o
el ser biológico?
El estudio de las raíces biológicas de la actividad social tiene
en Gordon Tullock (1922-2014) uno de sus representantes más
importantes. Fundador del Journal of Bioeconomics, Tullock de-
sarrolló el marco teórico fundamental que dio origen a la visión
del determinismo biológico. Bajo esta perspectiva, el origen del
comportamiento tanto social (Edward O. Wilson, 1929- ) como
individual (Desmond Morris, 1928- ) se puede encontrar en los
recovecos de la genética evolutiva.
Tullock definió los términos teóricos de la visión biodeter-
minista de la sociedad y de la economía del comportamiento. De
ahí que sea más conocido por sus contribuciones a la teoría de
juegos y a la teoría de la elección pública. Ambas subdisciplinas
26
comparten su origen en el intento de explicación de las decisio-
nes de los actores económicos. Al observar la gran contribución
teórica del autor, se puede identificar la influencia que tiene en
sus hipótesis la concepción biológica de la sociedad. Por un lado,
Tullock se ocupó de la bioeconomía, es decir, del estudio de los
procesos pasados que derivan en la selección natural (a través de
la maximización —optimización— restringida, en la sociedad, y
en los procesos de adaptación en la vida “animal”); por otro, sentó
las bases de la neuroeconomía, o el estudio de cómo el comporta-
miento actual es causado por los procesos cerebrales en desarrollo
(Houser y Stratmann, 2012).
La concepción biológica de la sociedad tiene una importancia
fundamental en el debate actual sobre la esencia del comporta-
miento humano. El trabajo del padre de la sociobiología y creador
del concepto de biodiversidad, O. Wilson, plantea la pregunta cen-
tral: ¿cuál es el origen del comportamiento (altruista o egoísta) de
los individuos en sociedad? El biólogo estadounidense afirma que
el comportamiento animal, incluido el humano, no es fijo ni eter-
no. Los animales adquieren su comportamiento debido a una serie
de factores externos a los que tienen que adaptarse (estímulos am-
bientales y experiencias pasadas, heredadas); así, Wilson plantea
que el libre albedrío es sólo una ilusión. De esa manera conside-
ra que las bases biológicas del comportamiento constituyen una
especie de traílla genética que depende de las reglas epigenéticas
(aquellas que no provienen de los cambios en el adn sino de fac-
tores externos), es decir, las leyes de la evolución (Wilson, 1998).
Las repercusiones de la teoría willsoniana sociobiológica son
enormes y constituyen una crítica frontal a la concepción emana-
da de la economía neoclásica de la sociedad. Wilson echa por la
borda el determinismo smithiano y afirma que el hombre no es in-
dividualista por naturaleza sino que su comportamiento depende
de una serie de factores derivados de la necesidad de adaptación y
evolución. Las hipótesis del autor nos llevan a replantear las pro-
puestas smithianas sobre las actitudes “innatas” de los individuos
en el proceso de producción y de satisfacción de las necesidades.
Para algunos de sus críticos, Wilson cayó en un determinismo
mecánico. El comportamiento humano parece ser el producto de
la sinergia de una serie de factores, entre los cuales se encuentran
tanto las influencias culturales como las “animales” y heredita-
27
rias.5 Sin embargo, podemos encontrar un filo racional en el plan-
teamiento general del biólogo estadounidense. De hecho, la ex-
plicación del origen social del comportamiento puede rastrearse
desde los planteamientos fundacionales del materialismo dialécti-
co. En su Critica a la economía política, Marx lo formuló con clari-
dad que sorprende: “El ser social determina la conciencia social”.
Con su clásica reflexión sobre la naturaleza humana, resuelve la
limitación wilsoniana y explica la necesidad de cambiar las prácti-
cas productivas para poder cambiar la conciencia, la ideología y el
comportamiento social.
En este mismo sentido, quizás el planteamiento teórico más
avanzado sobre la naturaleza del comportamiento humano lo ha
establecido Dawkins en su obra El gen egoísta (1976). El biólogo
inglés se propuso dar respuesta a la cuestión central de nuestro
tiempo. La posibilidad y la necesidad de evolucionar hacia una
cultura de la cooperación que sustituya la ética de competencia
que caracteriza a la sociedad contemporánea. Si bien es cierto que
la cooperación ha sido una constante en la evolución en núcleos
familiares en las comunidades primitivas (donde la ayuda recípro-
ca constituía una condición de la supervivencia), estudios antro-
pológicos indican que la competencia salvaje fue el camino que los
homínidos tuvieron que utilizar para adaptarse y sobrevivir.
El hombre primitivo tuvo que desarrollar atributos especiales,
cualidades que les permitieran adaptarse a los diversos ecosiste-
mas y llegar a la posición que actualmente ocupa la sociedad hu-
mana entre los seres vivos. Entonces, se plantea Dawkins: ¿por qué
debemos cambiar nuestras formas de vida, si vivir bajo las reglas
de la naturaleza salvaje (el patriarcado, la competencia, la sobre-
vivencia del más fuerte) nos ha permitido subsistir?, ¿qué nos ga-
28
rantiza que un cambio en la forma de relacionarnos con nosotros
mismos y con el medio que nos rodea no nos lleve a la extinción?6
Dawkins explica que, desde una perspectiva ontológica, tal ra-
zonamiento es irrelevante. El científico descubrió que los seres
humanos son tan sólo un eslabón en la enorme cadena de seres vi-
vos, cuyo elemento común es el ácido desoxirribonucleico o dna
(y su primo el ribonucleico —arn). De esta manera, a diferencia
de la llamada “síntesis evolutiva moderna”7 que vio en la preser-
vación de las especies la “razón” de la selección natural, Dawkins
sugiere que la “explicación” del proceso evolutivo no es preser-
vación de individuos o especies sino la continuidad temporal del
dna. Lo importante entonces es la preservación de la maravillo-
sa espiral de nucleótidos que lo conforman. Si en este proceso es
menester sacrificar 99% de las especies y los individuos (como
ha sucedido en los hechos), así será. El género humano no tiene
protección celestial.
Lo anterior es consistente con la teoría evolutiva del origen de
la vida. Asimov (1920-1992) afirmó en su célebre Tiempo y vida
que la vida es el atributo de una forma particular de organización
de la materia, ese atributo es el dna.
[…] definimos la vida como la propiedad poseída por cosas que contienen al
menos una molécula activa de adn o arn (y, en el caso de las células, mu-
chos millares). Mientras estas moléculas son capaces de guiar la formación
de enzimas, el organismo está vivo, con todos los atributos de la vida. Las
cosas que nunca han estado vivas, o que estuvieron una vez vivas y ya no lo
están no poseen moléculas activas de adn o arn (Asimov, 1980: 13).
6. Según Huff y colaboradores (2009), la población del grupo de homínidos Homo sapiens
llegó a ser de 18,500 individuos hace 1.2 millones de años. Lo anterior es relevante
ya que expresa una “población inusualmente pequeña”, cercana a la extinción, por
tratarse de una especie que estaba distribuida a lo largo del viejo mundo.
7. Se conoce como “síntesis evolutiva moderna” a la integración de la teoría evolutiva de
Darwin con la teoría genética de Mendel, la teoría de la mutación y la genética de las
poblaciones.
29
internos. Estas proteínas adquirieron la capacidad de asociación
casi ilimitada, lo cual fue el origen de la vida una vez que se produ-
jeron las condiciones biofísicas propicias para el medio ambiente.
30
tableció que en el mundo animal los individuos se comportan de
manera diferente cuando se encuentran solos y cuando conviven
en comunidad. El ecólogo estadounidense estableció que el medio
social es la condición para la conservación de la vida y que tal
comportamiento no es consciente sino “natural”.
En la actualidad el estudio de la cooperación ha encontrado en
Gawdy y Krall (2015) una veta de gran interés. El economista es-
tadounidense ha estudiado la estructura y funcionamiento social
de las hormigas, su “agricultura” y su “economía”, con el objetivo
de encontrar patrones similares en la reproducción social humana.
Por su parte, William Emerson Ritter propuso la llamada “con-
cepción orgánica de la vida” (2016). El biólogo señaló que en la
naturaleza el Todo está relacionado con las partes, por lo que la
supervivencia depende de la cooperación: las partes contribuyen
al funcionamiento del Todo. De lo anterior deriva su idea del “su-
perorganismo”: una especie de lógica común que prevalece en to-
dos los sistemas vivos en su conjunto.
El estudio de la animalidad en el género humano, sus orígenes
y limitantes, y su relación con los determinantes de la naturaleza
propiamente humana, es una asignatura pendiente en el campo de
estudio del desarrollo sustentable radical. Con los avances de la
investigación científica es posible plantear un objetivo orientador:
fundamentar lo que nos hace esencialmente diferentes, encontrar
la particularidad en el tipo de conciencia que nos caracteriza y
que nos separa de la que puede encontrarse en otros parientes del
reino animal. Se trata de redescubrir la naturaleza humana para
poder hacer frente a los retos que enfrentamos como especie en
el siglo xxi.
***
31
económica dominante, la que se enseña en las universidades del
mundo y que se aplica en la política pública en los gobiernos y las
instituciones que ordenan la economía mundial, no ha hecho más
que “explicar” este comportamiento. Como ha señalado McClos-
key (1998): “la economía es lo que hacen los economistas”.
La crisis socioambiental que vivimos nos obliga a preguntar-
nos si nos encontramos en el momento de evolucionar hacia nue-
vas formas de convivencia. Tal parece que la forma en que nos re-
lacionamos entre nosotros mismos y con la naturaleza ha llegado
a su límite. La racionalidad económica que nos caracteriza hoy, la
misma que nos permitió adaptarnos y sobrevivir, nos ha posicio-
nado ante una encrucijada. Hemos llegado a desarrollar nuestras
capacidades productivas a grado tal que los impactos de nuestros
esfuerzos han puesto en riesgo nuestra propia existencia. ¿Nos
encontramos en el fin de lo que Sagan denominó “nuestra ado-
lescencia” como sociedad? ¿Llegó el momento de revisar nuestro
comportamiento social?
32
relaciones monetario-mercantiles no permite el desarrollo econó-
mico y no permite el desarrollo pleno de los individuos.
Para la tradición filosófica hegeliana-marxista nos enfrenta-
mos a la dicotomía entre la libertad y la necesidad: la verdade-
ra libertad consiste en conocer las necesidades y los límites de
nuestras posibilidades. Desde esta perspectiva, no puede existir
la libertad sin la plena conciencia de la unidad entre el ser social
y su entorno. El consumismo y el despilfarro característicos de la
sociedad contemporánea demuestran que los individuos no son
libres. Son presos de su propia condición, carecen de conciencia
de sus necesidades y de las consecuencias ambientales de sus pa-
trones de consumo. La utopía de Hayek, la total libertad de los
individuos en sus decisiones económicas, colapsa ante la lógica
impuesta por la economía de mercado.
Schopenhauer (1788-1860) aporta un elemento importante
para comprender la perspectiva ecológica de la libertad. El plan-
teamiento central del filósofo alemán, la relación entre el ser (la
existencia) y el ente (el individuo), adquiere especial relevancia
en lo relativo a la relación entre el ser humano y la naturaleza:
Schopenhauer propone la objetivación de la naturaleza como par-
te de la voluntad del individuo por vivir. La vida y el Universo
adquieren sentido sólo como producto de la voluntad del ser. Las
consecuencias de este planteamiento han llegado hasta la sociolo-
gía ambiental moderna en la teoría de la construcción del signifi-
cado cultural de “lo externo” (Lezama, 2001).
Como hipótesis de trabajo planteamos una premisa ecológi-
ca de la libertad que consiste en adquirir conciencia de las nece-
sidades sociales e individuales y, consecuentemente, emprender
la transformación de los procesos productivos y las dinámicas de
consumo. La “extensión de uno mismo” constituye el fundamento
de la nueva conciencia ecológica.
La teoría económica dominante explica la libertad económica
como un acto social y ambientalmente inocuo, cuando en reali-
dad está determinada por el contexto histórico y el estado de de-
sarrollo ecológico y social. Hoy, la racionalidad del mercado ha
sido rebasada por los límites biofísicos del desarrollo, por lo que la
teoría económica tradicional es incapaz de darle explicación a los
grandes problemas socioambientales que enfrentamos. Cada vez
33
queda más claro que la eficiencia económica es incompatible con
las leyes de la naturaleza.
***
34
externalidades”,9 es decir, convertir a la naturaleza en una mer-
cancía.10 Un par de siglos antes, Laudardale (1759-1839) enunció
este principio fundador de la economía ambiental en su famosa
paradoja: “la mejor manera de preservar un recurso natural con-
siste en convertirlo en un bien escaso” (Bellamy et al., 2010).
Del lado de la ortodoxia, la primera reacción relevante fue ela-
borada por Garret Hardin (1915-2003). En su famoso artículo de
1968 “La tragedia de los comunes”, el Nobel estadounidense descu-
brió una situación “escondida” en el principio smithiano del esque-
ma de mercado. Hardin planteó el argumento de que, bajo ciertas
circunstancias, el interés individual expresado en la competencia no
conllevaba al bien común: el caso en el que los recursos naturales
fueran limitados. En esta situación el incremento de la producción y
la competencia llevaban al agotamiento de los recursos.
Hardin se adelantó a su tiempo. A medida que los recursos na-
turales comenzaron a agotarse en el planeta, su reflexión adquirió
una importancia universal. En más de un sentido la parábola de la
isla llena de borregos que no pueden pastar porque los ganaderos han
agotado el forraje, se ha hecho realidad. Como se ha demostrado
en la evidencia empírica, los llamados “picos de Hubert” (la ra-
zón entre la existencia de materias primas respecto a los costos
de “producción”)11 se han alcanzado ya en la mayor parte de los
recursos estratégicos de la producción. Las consecuencias econó-
micas y geopolíticas sobre la apropiación de las últimas reservas
de insumos como el petróleo, el oro, la plata, el cobre, boxita, el
9. Las externalidades son fallas de mercado, son espacios donde el mercado no actúa y
por lo tanto ocasiona ineficiencias en la utilización de los recursos.
10. Los impuestos pigouvianos y las negociaciones coaseanas son instrumentos que tienen
el objetivo de “internalizar las externalidades”, es decir introducir en el esquema del
mercado aquellos espacios económicos que por alguna razón se encuentran fuera de
él. En el caso de los primeros, se trata de la aplicación de medidas impositivas con el
objetivo de desincentivar el consumo o la producción de algún bien o servicio por
razones ambientales. En el caso de las segundas, se trata de convenios entre actores
económicos, propicias bajo ciertas condiciones de organización social (propiedad
privada sobre el recurso en cuestión), que permiten “eficientar” la explotación de
los recursos naturales. Recordemos que el concepto de “eficiencia” en economía se
refiere a la igualdad entre los beneficios marginales y los costos marginales.
11. En realidad los recursos naturales no se producen sino que se extraen de la naturaleza.
Por ello, en sentido estricto deberían considerarse como “saldo” en las cuentas
nacionales y no como activos. La destrucción de la naturaleza no puede considerarse
como incremento en la riqueza.
35
cinc, el plomo, el indio, el hierro, el molibdeno, el cromo, el ní-
quel, el platino y el fosfato, entre otros, se pueden observar en los
conflictos ambientales y distributivos a lo largo del mundo y los
conflictos bélicos actuales (Vala, 2014).
Ante este postulado de Hardin, la economía neoclásica res-
pondió con el viejo recurso de la tecnofilia.
El tema de la tecnología en la economía ha sido central en el
debate sobre la sustentabilidad. Uno de los fundadores de la vi-
sión tecnológica del capital, Schumpeter (1883-1950), propuso la
innovación tecnológica como la solución para recuperar los equi-
librios económicos y estableció el marco teórico que justifica la
tecnificación de la producción como estrategia para el ahorro en
el gasto de energía y materiales.
Desde la perspectiva de la sustentabilidad, la objeción a esta
idea fue presentada, desde el siglo anterior, por uno de los prin-
cipales exponentes de la economía neoclásica, Stanley Jevons
(1835-1882). Con la ayuda de su paradoja, Jevons puso al descu-
bierto el impacto real, a largo plazo, del desarrollo tecnológico en
el capitalismo: la tecnología dirigida al ahorro de recursos, al ser
socializada por los competidores, siempre termina sobreexplotan-
do los recursos que pretende ahorrar.
A pesar de lo anterior, el espectro tecnológico schumpeteriano
ronda con juventud fragorosa en los corredores de las convencio-
nes internacionales sobre el tema y se plasma en los programas na-
cionales de gestión ambiental derivados de la llamada “economía
verde”, promulgada en la Conferencia de Desarrollo Sustentable
Río +20. La esencia de la propuesta del desarrollo sustentable de
las agencias de desarrollo mundial es la innovación tecnológica.
La evidencia empírica demuestra que Jevons tenía razón. El
desarrollo tecnológico reciente ha conducido al agotamiento
acelerado de los recursos naturales. La intensificación de la pro-
ducción ha derivado en ritmos de explotación de la naturaleza sin
precedentes, lo cual ha generado desequilibrios económicos que
constituyen la causa original de la crisis estructural del capitalismo
contemporáneo. La crisis ambiental (expresada en la escasez de los
recursos naturales) explica en gran medida el desacoplamiento del
crecimiento de la economía real con el de la economía monetaria, la
financiarización, y el surgimiento de la enorme burbuja financiera
que empezó a colapsar en la crisis hipotecaria de 2008.
36
La heterodoxia de la economía dominante reaccionó de mane-
ra diferente ante el planteamiento de Hardin. El caso más relevante
fue el de la Nobel estadounidense Elinor Ostrom (1933-2012). La
economista propuso una tercera vía para abordar el problema del
agotamiento de los recursos naturales. Con su investigación sobre
la gestión del agua en el mundo, Ostrom elaboró un modelo de
gobernanza12 en el cual ni el gobierno ni el sector privado tenían la
atribución de proteger y desarrollar los recursos naturales. El go-
bierno, propuso, se caracteriza por la ineficiencia y la corrupción,
mientras que las empresas tienen el imperativo de incrementar la
rentabilidad de sus inversiones. Ante tal escenario, la respuesta
está en la participación comunitaria (la “acción colectiva”) y la
constitución de redes de gestión (Ostrom, 2000).
La propuesta de Ostrom fue una aceptación tácita de la inca-
pacidad del sistema para alcanzar equilibrios biofísicos a través de
la búsqueda de equilibrios de mercado, aun con la intervención de
las estrategias gubernamentales. La propuesta de la gobernanza,
si bien se basa en la racionalidad económica convencional, deja
importantes espacios para otro tipo de valoraciones en la toma de
decisiones.
La clave del modelo de Ostrom consistió en la distinción entre
los recursos de uso común y los bienes públicos. Su tesis de que
la naturaleza (entendida como un recurso de uso común como el
aire) no puede considerarse un bien público (como los servicios
municipales de transporte urbano) se basa en el planteamiento de
que su explotación conlleva necesariamente a la exclusión de los
usuarios locales. Lo anterior constituye un parteaguas en la teoría
de la gestión ambiental pues establece los límites de las acciones
del gobierno, la frontera en la búsqueda del “bien común” y en ge-
neral cuestiona la legitimidad del Estado para imponer proyectos
que impliquen daños a la naturaleza.
De lo anterior se deriva la característica más importante de la
teoría de Ostrom: el concepto de la acción colectiva. La idea de la
37
acción colectiva obliga a una revisión de la teoría fundacional de la
economía ambiental: la llamada “economía del bienestar”.
La economía del bienestar trata de las condiciones que deben
existir en el mercado para lograr la asignación óptima de los recur-
sos (naturales) con la mayor equidad. En esta teoría, la “función
de bienestar social” define el equilibrio de ambos imperativos a
través de la optimización de la utilidad del consumidor.
BS = f (U1 U2)
Donde:
BS: bienestar social
U1: utilidad de consumidor 1
U2: utilidad de consumidor 2.
38
mentar el beneficio de una persona sin perjudicar a otra” expresa
un esquema de justicia que asume costos sociales y ambientales
apriorísticos y que no son equivalentes para sectores en contex-
tos históricos y posiciones socioeconómicas diferentes: los costos,
como regla, se concentran en los sectores sociales más vulnerables
ya que una decisión en materia de política ambiental favorece ge-
neralmente a los actores que poseen, de inicio, una posición eco-
nómica y política de privilegio. Al proteger los intereses de “todos
los actores” en un vacío social, el equilibrio paretiano promueve la
consolidación del statu quo.
Sin embargo, en la práctica de la gestión ambiental el óptimo
paretiano se presenta como la mejor forma de alcanzar el bien co-
mún. A partir de este axioma la economía ambiental ha construido
la técnica que “garantiza” la “utilización eficiente de los recursos”,
es decir, aquella decisión que genera la obtención del máximo be-
neficio marginal social (Kehoane y Olmstead, 2007).13
No es casual que la economía neoclásica haya abordado el pro-
blema del deterioro ambiental desde la perspectiva del bienestar
y el bien común. Desde sus orígenes, el problema de la obtención
del mayor beneficio social en condiciones de eficiencia económi-
ca ocupó un lugar central de la teoría económica. El tema no es
menor ya que intenta resolver el problema fundamental de la eco-
nomía política: la justificación social del crecimiento económico.
Demostrar que bajo las condiciones de mercado es posible distri-
buir los costos y los beneficios sociales del crecimiento de mane-
ra equitativa ha sido una preocupación constante de la ortodoxia
económica, y en ello se han centrado sus esfuerzos teórico-meto-
dológicos, desde las ideas fundacionales como la ley de Say (“toda
oferta crea su demanda”), hasta el riguroso aparato matemático de
la teoría del equilibrio general de Walras.
Sin embargo, la experiencia empírica nos remite a las crisis
recurrentes que expresan de diversas formas la inconsistencia del
axioma del crecimiento eficiente y equitativo. ¿Se deben acaso las
13. Los costos sociales marginales de una actividad productiva son iguales a los costos
privados marginales de cada actor más el daño marginal derivado de la actividad
productiva en su conjunto. El punto de equilibrio entre el costo social marginal social
y el beneficio marginal social constituye la cantidad eficiente que un actor debe
producir o consumir.
39
crisis económicas a las limitaciones que enfrenta el contexto de
mercado en la economía?, o ¿se originan en la ausencia de las re-
gulaciones gubernamentales?
El debate sobre la atribución autorreguladora del mercado y
el papel intervencionista del Estado ha estado presente en la teo-
ría económica y en la política pública desde siempre, tanto en la
academia como en la política pública. Hoy día, en sus estrategias
de crecimiento los Estados nacionales presentan diferentes com-
binaciones de ambos recetarios en sus políticas públicas, en rela-
ción con el momento económico particular que viven. Los retratos
intelectuales de Hayek (1899-1992), principal promotor de la li-
bertad de funcionamiento del mercado, y de Keynes (1883-1946),
campeón de la regulación estatal, están siempre presentes en las
portadas de los programas de gobierno de todas las naciones del
mundo, en las agencias reguladoras de la economía internacional
y en la política ambiental.
En el ámbito de la explotación de los recursos naturales y en
los efectos para la sociedad, el debate se replica. Las raíces neoclá-
sicas de la economía ambiental conducen a la política ambiental
hacia el desarrollo de las condiciones de mercado y la liberación
económica. La escuela austriaca estableció el marco teórico-meto-
dológico que se utiliza hoy en día en los instrumentos de gestión
ambiental, como los cálculos de optimización económica, el análi-
sis costo-beneficio, la manifestación de impacto ambiental.
En resumen: si bien la política ambiental dominante se presen-
ta como una herramienta de protección del medio ambiente, en la
práctica y debido a su fundamento teórico metodológico, produ-
ce los resultados opuestos. La principal limitante del instrumental
ortodoxo consiste en que considera exclusivamente un criterio de
valoración: la eficiencia económica, y desestima otras formas de
valoración que cumplen un papel determinante para la salud de
los ecosistemas y los impactos sociales de su destrucción.
40
Recuadro 1.1
fx = lgx fy = lgy
fx = 30 fy = 40
gx = y gy = x
fx/gx = fy/gy
15x = 20y
xy = 50
Cuya solución es
y=6.12 x=8.16
El punto de equilibrio
PC = 6.12,8.16
sujeta a la restricción
g(x,y)
41
Si consideramos que el terreno a sembrar debe cumplir la restricción xy = 50m2,
sometamos el resultado a al prueba final.
x y C = 30x + 40y
8.16 6.12 489.6
10 5 500
25 2 830
***
42
conciencia social. Marx descubrió los valores extraeconómicos
que se le atribuyen a las mercancías y a sus poseedores, y que ex-
presan las relaciones sociales y el ejercicio del poder (económico
y político) en el sistema capitalista de producción.
El pensador contemporáneo que planteó con más claridad el
sistema de poder fue Michel Foucault (1926-1984). Para el filóso-
fo francés, la naturaleza política de cada sociedad depende de las
formas en que se ejerce el poder. De esta manera, según Foucault
el comportamiento de los individuos está condicionado por la ló-
gica y aplicación del control social.
El control social adquiere diversas formas, de entre las cuales
el control sobre la vida se posiciona como uno de los más impor-
tantes. Foucault introdujo en el análisis del poder a la biopolítica,
entendida como la explicación de las formas en que el cuerpo hu-
mano se ha convertido en un espacio preponderante del campo de
batalla para el control social (Foucault, 1976).
El orden social que determina la calidad de vida de las perso-
nas no es un fenómeno fortuito sino que es resultado del contexto
en el cual se ejerce el control. Es de esta manera que en el capi-
talismo se condicionan los aspectos metabólicos de las personas
y los determinantes biológicos de la vida (las percepciones de la
salud y de la enfermedad) tienen un condicionamiento ideológico
fundamentado en las relaciones de poder.
Por ello, la definición moral, legal y funcional de la salud y la
enfermedad se establece de acuerdo con los criterios que confor-
man el entramado del ejercicio del control social.
Un aspecto fundamental del control social capitalista lo cons-
tituye el sistema de alimentación: en la sociedad contemporánea,
mantener a la población subalimentada y enferma por el consu-
mo de productos tóxicos o de baja calidad alimenticia posibilita
el control social. El modelo de alimentación del sistema actual ge-
nera enfermedad y deficiencias en el desarrollo intelectual de la
población, ambas condiciones necesarias para el control político
(Laurell, 1993).
Por lo anterior, la liberación de la subyugación social generada
por el modelo de alimentación en la sociedad capitalista pasa por
la transformación de los patrones de producción y de consumo
de alimentos. De esa manera, la producción de alimentos sanos y
su consumo constituyen un acto transformador de fundamental
43
importancia, tanto desde la perspectiva de la salud humana como
desde su contraparte, la salud de los ecosistemas.
Por la importancia que tiene la alimentación para la transfor-
mación social, la economía solidaria pone en un lugar preponde-
rante la regeneración del modelo en que la sociedad produce y
consume los alimentos. La agroecología, entendida como el mo-
delo de producción de alimentos que centra su atención en la ar-
monía con el entorno natural, constituye la piedra angular de la
economía solidaria. El argumento central de la agroecología con-
siste en la identidad entre el ser humano y la naturaleza. Desde
la perspectiva agroecológica, la salud humana es el reflejo de los
ecosistemas: la salud humana expresa la salud de los ecosistemas,
por lo que la crisis ambiental se traduce también en la enfermedad
de las personas.
La economía solidaria plantea la necesidad de que la comuni-
dad retome el control sobre la salud física, psicológica y moral de
los individuos. En este modelo el bienestar no se persigue a través
de la optimización económica del consumo, sino garantizando la
vida sana y el aprovechamiento del tiempo para realizar las labo-
res que garantizan la felicidad (Riechmann, 2003).
Recuadro 1.2
Cuento del pescador
(Del dominio público)
El sol brillaba a medio día y la arena jugaba con el mar. Pancho yacía inmóvil bajo la
palmera, cerveza en mano y recibiendo la brisa que apenas templaba el aire mezclado con
sal.
A esa hora pocos eran los valientes que se atrevían a pisar brasas de arena; quizá algún
turista pálido en búsqueda de un bronceado qué presumir en el Norte. Y entonces pasó
lo que pasó. Un par de panzones sesentones, con bermudas floreadas, se acercaron
masticando un idioma desconocido: I can’t believe we can’t find a moll in this place. It’s so
hot! Where are we gonna find some beer?
En su desasosiego reconocieron a la distancia a Pancho, quien continuaba en su posición
favorita.
—Look! There is a fisherman. Let’s ask him.
A lo lejos, en la resolana, Pancho alcanzó a divisar los dos espectros, casi transparentes,
en pena.
—Ya vienen a fregar…
44
El menos fatigado rompió el silencio:
—Amigou. ¿Poder decir dónde haber un moll? (leer con acento)
Pancho fingió despertarse y sin abrir los ojos señaló hacia el otro lado de la playa.
El otro playista, casi sin aliento por la caminata bajo el sol, en murmullo deliberado, soltó
una queja que más parecía ladrido en su idioma.
—Can you believe this? No wonder they are so fucked up!
Lo que no sabían los extraviados era que Pancho entendía su lengua. Fingiendo
ignorancia, los desinformó:
—Ta’ cerca…
—Gracias sinior.
Empezaron la caminata hasta que el más valiente de los visitantes no soportó la
curiosidad.
—Sinior. ¿Trabaja?
—Soy pescador.
—¿Y por qué dormir y no trabajar?
—Ya trabajé en la mañana.
—¿Y por qué no trabajar más?
—¿Para qué?
—Para tener más dinerou…
—¿Para qué?
—Para comprar más barcos y tener más dinerou.
—¿Para qué?
—Para llegar a viejou y descansar en la playa con una cerveza a medio día.
El silencio apareció de manera abrupta subrayando el escándalo de las olas. Todos se
sintieron un poco incómodos y tras unos instantes cada quién continuó con lo que estaba
haciendo.
A Pancho le dio sed y se levantó a comprar otra cerveza en la tienda del pueblo, a 50
metros de distancia.
***
45
y especialmente a través de la nueva percepción de la “economía
del tiempo”14 (Ramírez, 2012).
El objetivo de las estrategias solidarias de transformación del
modelo de desarrollo consiste en propiciar estrategias para recon-
ciliar los imperativos sociales, económicos y ecológicos en el pro-
ceso de producción.
14. Medir el éxito de una sociedad en función de la calidad del tiempo y no del ingreso
económico.
46
gramas de asistencia social y de combate a la pobreza promovidos
por los Estados sino que constituye una transformación del patrón
de producción y consumo vigentes. La idea central de la economía
solidaria consiste en replantear el concepto de bienestar y focali-
zarlo en esquemas de vida saludable y en armonía con la naturale-
za a través de la utilización de ecotecnias y formas de producción
y consumo de vanguardia.
La economía solidaria propone priorizar socialmente aquellas
actividades que dan sentido humano a la vida. El paradigma se
fundamenta en la reconceptualización del sentido del trabajo (y
del ocio), de la alimentación y el disfrute general de la vida. La ob-
tención del bien común adquiere un significado solidario orientado
a la potenciación de la felicidad. La economía solidaria valora el
éxito social en términos de la obtención de la felicidad, ponderada
no como el acceso al consumo sino en relación con los valores hu-
manos de la comunidad. Existen experiencias sociales en las que,
como medida del progreso se ha propuesto un sistema de índices
como la “felicidad interna global” o fig (Ura, 2010). La fig supone
un nuevo acercamiento metodológico en el cual se ponderan los
factores que influyen en la dinámica social que acerca a los indivi-
duos al bienestar.
Las experiencias solidarias comparten principios tales como
“trabajar para vivir” (en lugar de vivir para trabajar) o “el tiempo
es salud” (en lugar de “el tiempo es dinero”), priorizar la comida
lenta o slow food15 (en lugar de “comida rápida” o fast food) que
impulsan a los individuos en sociedad a disfrutar la convivencia
viviendo en comunidad. En su conjunto y su diversidad las expe-
riencias solidarias se encuentran en constante evolución y consti-
tuyen un área de frontera para la investigación académica.
En resumen: a contrapelo del principio fundador de la econo-
mía ambiental que sostiene que el bien común se encuentra a tra-
vés de óptimos basados en equilibrios de costos y beneficios en la
producción y consumo, la economía solidaria plantea que el bien-
estar se alcanza de manera solidaria, es decir, cuando la comuni-
dad genera mecanismos de gobernanza que propician el esfuerzo
social para alcanzar el beneficio común en el presente y el futuro.
47
Para ello, la condición sine qua non consiste en la procuración de
soluciones para la mejora de todos sus individuos. El bien común,
bajo la perspectiva de la economía solidaria, es el esquema de pro-
ducción y consumo que beneficia al conjunto de los miembros de
la comunidad.
***
48
Se trata entonces de establecer en qué medida una racionalidad liberadora y
solidaria puede establecer las bases de una sociedad alternativa basada en la
reciprocidad y en la búsqueda del bienestar de las personas y de la natura-
leza; de reconocer los aportes discursivos y prácticos tanto de movimientos
sociales como de experiencias y organizaciones de trabajo colectivo orienta-
das al buen vivir, lo que supone la igualdad en las relaciones entre sexos, la
reciprocidad en las relaciones de trabajo, el autogobierno en las relaciones
de autoridad, el cuidado de la naturaleza y la interculturalidad y el diálogo de
saberes (Marañón, 2014: 11).
[…] una comprensión del mundo mucho más amplia que la que nos da la
compresión occidental, y que a pesar de ser cada vez más clara, no está to-
davía contabilizada en las soluciones políticas y teóricas que por ahora tene-
mos (De Sousa, 2016: 1).
49
La batalla por la apropiación de los nuevos conceptos del bien-
estar y el desarrollo se da en todos los niveles: se presenta en el
sistema de educación, en los medios de comunicación y en las po-
líticas públicas. Se trata de un problema de bioética pues obliga a
replantear los principios valorativos del comportamiento de los
individuos respecto a su entorno natural. La batalla epistemológi-
ca se registra igualmente en el campo de la economía pues obliga a
teorizar sobre nuevos esquemas de producción social orientados
hacia una nueva valoración económica de la felicidad y los medios
para obtenerla, de trascender el hedonismo que caracteriza a la
sociedad actual, de pasar, finalmente, de la adolescencia de la hu-
manidad a una era de madurez y sabiduría colectiva.
En la batalla epistemológica por la solidaridad, uno de los fren-
tes más importantes es el de la percepción de las soluciones de la
crisis ambiental. Del lado del establishment encontramos dos posi-
ciones. Por un lado están aquellos que consideran que el problema
es inexistente. Para los teóricos ultraconservadores, el espasmo
ecológico es una fantasía. La fuerza e influencia de este campo
teórico no se puede minimizar. Mientras se escriben estas líneas,
los representantes de la llamada “teoría de la conspiración” (aque-
llos que consideran las llamadas sobre los límites ambientales del
desarrollo una conspiración de fuerzas subversivas), están al fren-
te de algunos de los gobiernos de los países más poderosos del
planeta.
Por otro lado, están los teóricos ambientalistas ortodoxos,
quienes reconocen la evidencia científica de la crisis ambiental
pero no alcanzan a distinguir otra alternativa que no sea la profun-
dización de las relaciones monetario-mercantiles. Esta corriente,
que es la dominante, considera que los problemas del medio am-
biente se deben a la falta de profundización de los espacios del
mercado en la economía mundial. Esta corriente propone la am-
pliación de las relaciones monetario-mercantiles (privatización de
la naturaleza, desregulación, etc.) por medio de la política pública
y los instrumentos de gestión ambiental. La expresión teórica más
radical de esta visión es la llamada paradoja de Lauderdale (1759-
1839) que nos dice que, de acuerdo con las leyes del mercado,
la única manera de preservar la naturaleza es convertirla en un
bien escaso. Para esta corriente existe una contradicción irresolu-
ble entre el desarrollo y el medio ambiente, por lo que el objetivo
50
de la política ambiental consiste en tratar de contener los efectos
negativos y necesarios del desarrollo.
La expresión política del conflicto planteado entre la visión
ultraconservadora y el main-stream ambientalista lo constituye el
debate sobre la sustentabilidad expresado en los foros de los orga-
nismos de gobernanza mundial. Como resultado de la Conferencia
de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible, Río+20 en
el año 2012, los líderes mundiales llegaron a un consenso que de-
terminó la estrategia de combate al deterioro ambiental, la llamada
“economía verde”.
En los hechos, la estrategia acordada constituye un esfuerzo
sin precedentes para aumentar la eficiencia en la explotación de
los recursos naturales. Según Delgado:
51
Por ello, la definición de tecnología de punta ejerce un papel
central en la economía solidaria. Para la filosofía del buen vivir,
la tecnología de punta no es la que explota los recursos naturales
de manera más eficiente sino aquella que promueve la armonía de
las necesidades de consumo de la población con los equilibrios de
los ecosistemas. Riechmann ha planteado la idea de retomar las
prácticas tradicionales y la biomímesis (la emulación de los pro-
cesos naturales en los flujos de materiales y energía) como un par
principios rectores de la ecotecnología en la economía solidaria
(Riechmann, 2006).
Pero ¿en qué consiste la economía solidaria en la práctica?
Debemos diferenciar la economía solidaria de la economía so-
cial. El principal criterio de diferenciación consiste en el fin últi-
mo de cada una de estas prácticas productivas: para la economía
solidaria, la racionalidad del ejercicio de transformación producti-
va consiste en la satisfacción de los individuos en armonía con el
medio ambiente, mientras que para la economía social se reafirma
el objetivo del sistema capitalista, la obtención de ganancia. La pri-
mera expresa un intento en interconectar los aspectos ecológicos,
políticos y económicos del proceso de producción y consumo. La
segunda opera prácticamente dentro de los espacios del merca-
do, es decir mantiene el objetivo de la producción capitalista: la
obtención de los beneficios económicos, sólo que en un contexto
de “responsabilidad” socioambiental voluntaria. En la economía
social podemos enmarcar al movimiento cooperativista y la eco-
nomía del bien común de Cristian Felber. Igualmente podríamos
incluir los esfuerzos de cierto sector de empresas que optan por
las buenas prácticas y las certificaciones sociales y ambientales.
En la economía solidaria, por su parte, se pone énfasis en los
mercados locales, tanto desde la perspectiva de la utilización de
los recursos como en la distribución de la producción y los bene-
ficios. En la práctica, la economía solidaria desactiva la naturaleza
capitalista de la mercancía, ya que transforma los resultados del
trabajo en objetos útiles para satisfacer las necesidades de las co-
munidades de productores-consumidores. Los productos, en esta
lógica, dejan de ser preponderantemente objetos “portadores de
52
valor”. Tal es el sentido de la práctica del trueque solidario16 que
promueve la valoración extraeconómica tanto de los objetos inter-
cambiables como de los actores en el intercambio, privilegiando el
ámbito social, sin ánimo de lucro.
De esta práctica se deriva la utilización del dinero comunita-
rio. Según Marcelleci, la utilización de este medio de intercambio
se debe a las limitaciones del trueque, el cual no puede ser utiliza-
do en poblaciones muy amplias. El dinero comunitario, a diferen-
cia de las monedas corrientes, desarrolla una economía con valor
añadido, ecológico y social, plantea a la economía como un medio
y no como un fin y valoriza a las personas al reconocer la capaci-
dad de los individuos para crear e intercambiar valor (Mercellesi,
2008).
El alcance de estas experiencias debe analizarse con más deta-
lle. Su combinación expresa el germen de una nueva forma de or-
ganización socioproductiva que posibilita la existencia de nuevos
modelos económicos fuera de los mercados convencionales.
53
producirlo y cómo distribuir los beneficios de los resultados de trabajo
de manera colectiva y no a través del criterio de eficiencia económica.
• La solidaridad es el medio por el cual la comunidad expresa las relacio-
nes de trabajo y los requerimientos de consumo. Los criterios de distri-
bución de los resultados del trabajo deben basarse en las necesidades
reales de cada miembro de la comunidad y no en su capacidad econó-
mica.
• La autosuficiencia supone que los productos del trabajo de los proyectos
solidarios no dependan de las condiciones del mercado. Tanto los insu-
mos como los mercados solidarios deben sostenerse en las relaciones
sociales y en el interés mutuo de prosperidad.
• La diversidad productiva es un elemento sine qua non de la sustenta-
bilidad, ya que es el medio por el cual se garantiza la protección de los
ciclos naturales, la biodiversidad y la conservación de los recursos na-
turales necesarios para el desarrollo comunitario. La especialización ge-
neralizada enajena tanto a los trabajadores con su producto de trabajo,
como a los “bienes” que ofrece la naturaleza.
• La sustentabilidad consiste en garantizar que las decisiones de produc-
ción y de consumo promuevan prácticas productivas amigables al me-
dio ambiente, racionales desde la perspectiva de la administración de
los recursos y socialmente útiles (Barkin, 1998).
Conclusiones
54
importante. Ciertamente es necesario conocer la rentabilidad y
la posibilidad de la distribución de la riqueza, pero es imperativo
enmarcarlas en el contexto de las leyes que gobiernan la realidad
biofísica en que se encuentran irremediablemente inmersas: ésa
es una clara definición de lo que es la praxis del desarrollo susten-
table radical, la economía solidaria.
En esencia, la propuesta proveniente de la economía domi-
nante, la justificación smithiana, sostiene que el proceso de pro-
ducción y la reproducción de las condiciones de existencia de la
sociedad no se fundamentan en el imperativo de satisfacer las ne-
cesidades humanas, sino que éstas se satisfacen de manera indi-
recta, es decir, a través de la “condición innata de los individuos
de competir en el mercado”.
En la discusión ideológica, el ideal smithiano ha sido tergiver-
sado por la ciencia económica dominante. El principio fundador
de la “mano invisible del mercado” (que bien pudo interpretar-
se como la mano de Dios, dado que Smith era un sacerdote), fue
utilizado por el autor como una metáfora. De hecho, en su libro
fundacional Una investigación sobre la naturaleza y causas de la ri-
queza de las naciones publicado en 1776, el concepto sólo es men-
cionado una vez, y como afirma Rothschild (2002), más como una
ironía. Sin embargo, el principio rector de la economía moderna,
el supuesto de que la oferta y la demanda pueden equilibrar los
mercados, se ha retomado como una verdad incontestable, como
una imagen religiosa con más de 200 años de antigüedad, a la cual
nadie debe retar (Ackerman, 2013). En realidad, en el espíritu del
trabajo de Smith se percibe con claridad su intención de explicar
las razones y condiciones por las cuales el mercado debe ser con-
trolado y dirigido por el Estado.
Derivado de esta adaptación de las ideas del llamado “padre de
la economía”, surge el planteamiento de la economía ortodoxa, el
cual consiste en la premisa de que el mercado es el único meca-
nismo capaz de regular el equilibrio en la utilización de los recur-
sos. Bajo esta perspectiva, la eficiencia económica se convierte en
eficiencia social y ecológica. La evidencia empírica demuestra lo
contrario: el deterioro de las condiciones que permiten el desa-
rrollo óptimo de la sociedad demuestra que el modelo de mercado
no propicia el cuidado de la naturaleza. Lo anterior se debe a que
el esquema planteado no prioriza las leyes naturales en las cuales
55
se encuentra inmerso el sistema de producción y de consumo. Las
razones de esta tergiversación sólo pueden encontrarse en la ideo-
logía de los actores sociales que han encontrado en este fantasma
una fuente de poder y enriquecimiento, a costa de las grandes ma-
yorías y de la sobreexplotación del medio ambiente.
La interpretación deforme del ideario smithiano se ha con-
vertido en una especie de axioma que dirige las decisiones de los
gobiernos y de los agentes económicos. La teoría se ha convertido
no en un instrumento para “leer la realidad” sino en una interpre-
tación del contexto. En su obsesión por “cientifizar” los princi-
pios teóricos de la disciplina, los teóricos neoclásicos cayeron en
la trampa de intentar mimetizar su método con el de las ciencias
duras, en particular con el de la física, lo cual los llevó al absurdo
de modelar la realidad como función de los teoremas matemáticos
en lugar de hacer lo contrario, es decir, derivar de la objetividad
socioeconómica la formalización matemática (Mirowsky, 1991).
La economía, así planteada, deja de ser ciencia y se convierte
en un acto de fe, en un dogma. Por ello, y ante el estado de la eco-
nomía y sus efectos sociales, es imprescindible replantear la teoría
y construir un nuevo paradigma económico. Esta formidable tarea
debe comenzar por la relectura de las prácticas de las comunida-
des en resistencia que están transformando la realidad. La práctica
de la solidaridad debe dictar la pauta para la elaboración de un
nuevo modelo teórico en la economía. Tal es la importancia de la
economía solidaria.
La deconstrucción de lo que Beck llama “la sociedad del ries-
go”, es decir, la desarticulación del sistema actual que supone la
producción del riesgo (ambiental y social) como un resultado nor-
mal de convivencia, constituye una prioridad de nuestro tiempo
(Beck, 1998).
Establecer en el centro de la racionalidad social la protección
y el desarrollo de los equilibrios ecosistémicos de los que depende
la vida humana se posiciona como una prioridad. Es prioritario
desmitificar la idea fundacional de la filosofía liberal que sostiene
la naturaleza egoísta y competitiva innata en el ser humano. La
construcción de una sociedad basada en la solidaridad y la compa-
sión transforma también la relación de las personas con su medio.
El resultado parece ser el mismo en la relación inversa. Según es-
tudios realizados por Maté, la violencia social que caracteriza a las
56
sociedades “modernas” no se presenta en comunidades que han
abandonado el sistema de competencia y de mercado. Lo anterior
se debe, según el autor, a que los estímulos tempranos de convi-
vencia social, incluso cuando el ser humano se encuentra aún en
el útero materno, determinan el funcionamiento y la estructura
cerebral, y por ende, el comportamiento individual y social (Maté,
2010).
Para finalizar, podríamos afirmar que el germen de la instaura-
ción de un nuevo patrón de convivencia, un esquema que genere
un círculo virtuoso en el que las dinámicas productivas constru-
yan nuevas relaciones de solidaridad entre las personas y su me-
dio, se puede encontrar en la práctica de la economía solidaria.
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59
Capítulo 2
Pensamiento sistémico: enfrentando la
complejidad
H
emos propuesto que las tres partes integrantes de la filo-
sofía del desarrollo sustentable radical son la práctica de
la economía solidaria, el método del pensamiento sisté-
mico y la teoría de la transdisciplina. Abordemos ahora el método.
El estudio de las regularidades de la economía solidaria consti-
tuye la materia prima para la construcción de una nueva sociedad
que se encuentre en armonía con el medio ambiente. Sin embargo,
queda pendiente el problema del método. ¿Cómo armar un entra-
mado que permita entender la nueva realidad?
La necesidad de construir un nuevo modelo se deriva de la
evidencia de la inoperancia del esquema vigente: el deterioro am-
biental es permanente y acelerado y, en consecuencia, las condi-
ciones de vida también empeoran. Hoy, más que nunca, tenemos
la necesidad de elaborar una nueva utopía que nos permita la ins-
piración de la posibilidad de un futuro viable. Para la construcción
de un nuevo futuro es imprescindible primero tener una herra-
mienta que nos permita entender la realidad e identificar los agen-
tes y espacios del cambio.
El modelo social que conocimos ha desaparecido frente a nues-
tros ojos. El teórico que mejor identificó la naturaleza del nuevo
sistema es Bauman (1925-2017). Enraizado en la tradición inte-
lectual de la posmodernidad, Bauman contribuyó a la maduración
del lado racional de la filosofía posmoderna.
Veamos el contexto: encontramos en autores como Lyotard
(1924-1998), Habermas (1929- ) y Baudrillard (1929-2007) plan-
61
teamientos que nos hablan de transformaciones fundamentales en
el comportamiento de la sociedad. Partiendo de la tradición críti-
ca foucaultiana sobre las construcciones culturales de Occidente,
los teóricos de la posmodernidad plantearon la configuración de
una nueva era en la que los valores tradicionales de la modernidad
(certidumbre y confianza en el intelecto) fueron suplidos por lo
efímero y reemplazable. El nihilismo, la imposibilidad del conoci-
miento, se convirtió en el símbolo más importante de la posmo-
dernidad.
El crítico de la posmodernidad, Picó, describe la posmoderni-
dad como:
62
El desvanecimiento de los conceptos que conformaban el ethos
social de la sociedad moderna incluye, como parte fundamental, a
las percepciones del medio ambiente y del destino de la humani-
dad. Por ello, re-conceptualizar la relación del ser humano con su
entorno, redefinir su lugar, surge como uno de los grandes temas
de la actualidad.
Bauman consideró que la velocidad de los cambios que han su-
cedido en el entorno social es mayor que la capacidad del intelecto
para reinterpretarla. Chomsky, por su parte, afirma que a causa de
la naturaleza propia de los sentidos de las personas, sus limitacio-
nes físicas, nuestra visión choca con otra parte del proceso cogni-
tivo, es decir, la racionalidad científica, que nos dice tercamente
que la realidad simplemente no se comporta como la vemos.
En el mismo sentido, Foucault explica que la naturaleza de la
conciencia humana le impide “actualizarse”, alcanzar en el tiempo
el ritmo en que su realidad cambia: el filósofo francés aseguró que
“las cosas se mueven más rápido que las palabras”.
Los códigos fundamentales de la cultura —los que rigen su lenguaje, sus es-
quemas perceptivos, sus cambios, sus técnicas, sus valores, la jerarquía de
sus prácticas— fijan de antemano para cada hombre los órdenes empíricos
con los cuales tendrá algo que ver y dentro de los que se reconocerá. En el
otro extremo del pensamiento, las teorías científicas o las interpretaciones
de los filósofos explican por qué existe un orden en general, a qué ley gene-
ral obedece, qué principio puede dar cuenta de él, por qué razón se establece
este orden y no aquél otro. Pero entre estas dos regiones tan distantes, reina
un dominio que debido a su papel de intermediario, no es menos fundamen-
tal: es más confuso, más oscuro y sin duda menos fácil de analizar (Foucault,
1968: 5).
63
El nuevo ethos social, afirma el autor, viene acompañado de
fenómenos que la humanidad, como especie, no ha enfrentado en
su corta historia. Fenómenos tales como el aumento significativo
de la población en el planeta y la aceleración de la intensidad en la
utilización de los recursos constituyen un reto para la existencia.
Se observa una conducta social de exacerbada agresividad contra
la naturaleza (Capra, 1996).
Los problemas que caracterizaban al contexto de la ciencia
clásica eran de naturaleza diferente. La complejidad no figuraba
en las preocupaciones intelectuales de los científicos de la época,
por el tipo de problemas que enfrentaban. Sin embargo, el adve-
nimiento de los problemas de la actualidad, en particular la crisis
socioambiental, exige la aplicación de un nuevo esquema que per-
mita enfrentarlos.
El cambio de paradigma teórico es inminente. Siguiendo la
teoría de las revoluciones científicas de Kuhn, consideremos que
las condiciones están dadas para la transformación.
64
están subordinadas a un orden jerárquico y predeterminado. El
derrotero del funcionamiento del reloj es previsible. En la visión
del fuego, se sabe que existen leyes generales que gobiernan su
existencia, pero su comportamiento depende de las condiciones
en que se desenvuelve y de la interrelación de sus partes. Por ello,
aunque el destino es unívoco (la extinción del fuego), el desem-
peño del “modelo de la fogata” es incierto.
La palabra “complejo” tiene su origen en la voz latina comple-
xus que significa tejido. La realidad compleja entonces nos da la
idea de la interconexión de sus elementos. La realidad newtoniana
no era compleja, era jerárquica, ordenada, predecible, como una
máquina. La idea de Newton y de la ciencia del periodo clásico
consistía en dividir, explicar y controlar; la de la nueva era, la era
de la complejidad, plantea más bien conocer los sistemas en que
se desenvuelven los problemas, comprender las interrelaciones y
sus efectos causales y diseñar estrategias coherentes con nuestra
realidad (Morin, 2005).
La naturaleza en su sentido amplio, en el que incluye al ser
humano como una parte más de sus expresiones, se caracteriza
por su complejidad y, por ello, señala Capra, el nuevo paradigma
obliga a una comprensión diferente de la realidad, basada en el
entendimiento de la interrelación de sus niveles de organización:
los organismos, la sociedad y los ecosistemas. La nueva realidad
presenta problemas que no pueden ser abordados con el paradig-
ma mecánico.
El imperativo, señala el autor, consiste en transformar la era fí-
sica, en la era de la ecología, entendida en su sentido amplio, como
la interrelación “holística”, global de todas las formas de vida, es
decir la ecología profunda.17
Capra plantea la transformación del paradigma del conoci-
miento desde dos perspectivas: desde la del pensamiento y desde
la de los valores. El primero aborda la construcción de nuevas tra-
diciones científicas que permitan entender las nuevas realidades, y
la segunda se centra en los valores que permiten conseguir el cam-
17. Bajo el término de ecología profunda nos referimos a la visión de la realidad que
considera a la ecología no una disciplina, sino como el fundamento de la existencia.
65
bio en las prácticas de vida. En general, nos dice el autor, se trata
de trascender la etapa asertiva y llegar a una actitud integrativa.
Desde la perspectiva del pensamiento, la transición de lo aser-
tivo a lo integrativo se expresa en la transformación de la lógica
racional a la intuitiva, de lo analítico a lo sintético, de lo reduc-
cionista a lo holístico y de lo lineal a lo no-lineal. Desde la pers-
pectiva de los valores, la transición exige el paso del énfasis de la
expansión a la conservación, de la competencia a la cooperación,
de la cantidad a la calidad y de la dominación a la asociación. La
etapa asertiva corresponde a la era mecánica del conocimiento. Es
también la etapa del orden del mercado y de la cultura patriarcal.
La nueva etapa, la integrativa, pone en el centro del modelo una
nueva racionalidad y moral basada en la ecología profunda, el eco-
feminismo y la ecología social. Es decir, en la actualidad necesita-
mos un entendimiento de la vida que nos ayude a comprenderla
como un sistema holístico, interconectado en todos sus niveles,
como el problema de frontera y la visión unificadora de los proce-
sos cognitivos; significa la readecuación de los conceptos rectores
y los valores característicos de la sociedad patriarcal de mercado
y la adopción de un nuevo ethos derivado de la preservación de la
vida (Capra, 1996).
***
66
en cambio, es útil para entender el funcionamiento de los ecosiste-
mas y su interrelación con la sociedad.
El problema central de la transdisciplina es la construcción de
un “recorte de la realidad” que incluya los elementos temporales,
espaciales y teóricos que conforman los nuevos objetos de estu-
dio. Se trata de aquellos problemas que surgen de la interconexión
de diversas realidades y que no pueden explicarse a partir de cada
disciplina aislada.
Zemelman dedicó su vida intelectual a encontrar el camino del
conocimiento de la realidad compleja, hacerla inteligible para el
intelecto humano. Su principal reto consistió en diferenciar meto-
dológicamente los límites epistemológicos de estudio: descender
del Todo (como categoría filosófica) a la realidad objetiva. El au-
tor se propuso establecer el contexto epistemológico para abordar
una relación dialéctica, activa, del sujeto con el objeto de estudio,
una relación en movimiento.
67
***
68
estándares normativos y valorativos de las relaciones entre los individuos
(Luhmann, 2006: 20).
18. Caos se usa aquí como categoría perteneciente a la teoría de sistemas: como un exceso
de energía, de información…
69
los sistemas como factor de cambio. La hipótesis planteada tiene
gran importancia ya que permite interpretar los tipos de relación
causal que caracterizan los nudos socioambientales. Esta interpre-
tación permite proponer que algunos sistemas tienen la capacidad
de reinventarse, transformar su funcionamiento, transformando
las relaciones entre sus componentes (Holland, 1992).
***
70
En su visión compartida se debe reconocer, según los Mea-
dows, que el desarrollo sustentable
71
***
72
ción generan ciclos que pueden, a su vez, ser positivos y negativos,
dando así al sistema en su conjunto un signo. La revelación más
significativa de la teoría de sistemas consiste en que suprimir o
añadir bucles puede traer como consecuencia el cambio del com-
portamiento del sistema.
Esquema 2.1
Signos de los bucles de retroalimentación
A B
En un bucle de retroalimentación de signo
positivo la tendencia del proceso se fortalece
gracias a la influencia de A en B
B C
En un bucle de retroalimentación de signo
negativo la tendencia del proceso se revierte
gracias a la influencia de B en C
73
Esquema 2.2
Esquema de Forrester
Flujos Flujos
Niveles
Variables Variables
auxiliares auxiliares
74
vernáculo y comunitario en el entendido de que lo que se esgrime
como “verdad científica” desde los espacios del gobierno, siempre
tiene una carga ideológica y está sesgada por los intereses de gru-
po. Para la concepción sistémica la ciencia “objetiva” e imparcial
no existe. El criterio de verdad se genera a través del concurso de
las diversas disciplinas, pero también con el ingrediente de los in-
tereses de las poblaciones locales. El tema ha sido abordado por Da
Silva (véase capítulo 1), en el sentido de la necesidad de generar
“discursos” alternos apropiados para los intereses de la comuni-
dad. Por su parte, la necesidad, origen y naturaleza del nuevo tipo
de conocimiento son analizados por Funtowicz y Ravetz bajo la
propuesta de la “ciencia posnormal”.
75
El entendimiento del funcionamiento de los sistemas, la deter-
minación del signo de sus bucles de retroalimentación y del siste-
ma en su conjunto, permite identificar los puntos de inflexión que
nos posibilitan transformar el comportamiento de los sistemas y
su efecto final a nuestro favor. La teoría de los puntos de apalanca-
miento nos ayuda a construir la estrategia de intervención en los
sistemas.
Forrester afirmó que los sistemas son contraintuitivos. El pro-
blema de la identificación de los puntos de apalancamiento es una
muestra de lo anterior. El investigador descubrió que, como regla,
la mayor parte de las personas, aquellas que no están acostum-
bradas al pensamiento sistémico, enfocan las baterías en aquellos
aspectos que fortalecen las tendencias negativas y ridiculizan a
aquellos que señalan el error. Con ello, los actores involucrados
suelen interferir en los espacios que propician el cambio de com-
portamiento de los sistemas.
Para abordar este problema, Meadows propone una línea es-
tratégica para determinar en dónde se puede intervenir y con eso
modificar el comportamiento de los sistemas. El autor identifica a
los acervos y flujos de materiales, la regulación de los bucles nega-
tivos y el acompañamiento de los sistemas positivos, las fuentes de
información, las reglas del sistema (incentivos, contraincentivos
y restricciones), el poder de la autoorganización, los objetivos el
sistema y el marco conceptual o el paradigma en el cual el sistema
se fundamenta como puntos de atención para la transformación
de los sistemas. La lista expuesta constituye una serie de linea-
mientos orientadores, pues la complejidad misma de los sistemas
nos habla de la imposibilidad de establecer recetas fijas para el
cambio. El analista debe entender la naturaleza del sistema y esta-
blecer estrategias para la ubicación de los espacios de intervención
o puntos de apalancamiento. En algún caso, la acumulación de los
elementos cualitativos del sistema es el espacio apropiado para in-
tervenir y establecer un bucle inverso. En otro, podría tratarse de
la contención de un bucle, ya que eventualmente, como se explicó
líneas arriba, los sistemas por su propia dinámica terminarán por
evolucionar hacia nuevos estadios con comportamientos diferen-
tes (Meadows, D., 1997).
76
Recuadro 2.1
El sistema de la contaminación del agua
en la cuenca alta del río Santiago, Jalisco, México
Marco conceptual
El río Santiago es uno de los más contaminados del país. Nace en el lago de Chapala y des-
emboca en el océano Pacífico y tiene una extensión de 562 kilómetros. La sección crítica
del río se encuentra en la cuenca alta del río Santiago, desde su salida del lago hasta la con-
centración urbana de Guadalajara (aproximadamente 80 km). En esa región se localizan
el llamado “Valle del silicio”, zonas de riego, y producción agropecuaria a gran escala. Otra
fuente de contaminación del río son las descargas urbanas provenientes de la zona metro-
politana de Guadalajara y municipios aledaños que forman parte de la zona conurbada.
Los datos que conforman el sistema son la población, la producción industrial y agrope-
cuaria, el saldo de la balanza comercial de los productos generados en la zona de estu-
dio, el crecimiento de la mancha urbana, el deterioro de los niveles del lago de Chapala, la
reducción de los flujos de los ríos tributarios y del río Santiago y de la masa boscosa de las
regiones de recarga. El gasto público destinado al control de la calidad del agua.
Patrones de comportamiento
Históricamente, el río Santiago ha estado bajo gran presión debido a la pugna por la locali-
zación económica de sus aguas. La competencia se ha agudizado a medida que ha descen-
dido el volumen de los flujos de agua y se han incrementado la superficie urbana de la zona
metropolitana y el área de cultivo. El punto de inflexión, el momento en que el sistema
cambió su comportamiento y empezó a dar señales de agotamiento y de crisis socioam-
biental, fue la puesta en marcha del Tratado de Libre Comercio. En esta coyuntura histórica
se dispararon los indicadores relativos al deterioro de la calidad y se registró un descenso
de las reservas de la cuenca en su conjunto. En esa etapa de la historia de la gestión hídrica
del país se efectúan una serie de reformas institucionales y legales como la modificación del
artículo 27 constitucional (permitiendo la privatización de los ejidos), la descentralización
de las responsabilidades en el principal usuario del líquido (el sector agrícola) y el impulso
del crecimiento urbano. Por su parte, el tlc transformó el perfil productivo del país, lo cual
derivó en un modelo de especialización industrial y agropecuaria que orientó a la produc-
ción local a la exportación, principalmente al mercado de Estados Unidos.
Estructura causa-efecto
Algunos de los bucles de retroalimentación del sistema de contaminación del agua obser-
vados en la cuenca alta del río Santiago son: crecimiento económico y calidad del agua
(negativo); superávit de balanza comercial y calidad del agua (negativo); mancha urbana
y calidad del agua (negativo); la población rural y calidad del agua (positivo); intervención
gubernamental federal y calidad del agua (positivo).
77
Diseño de políticas (involucrando la intuición)
Las “reglas del sistema” pueden ser un punto de apalancamiento. Consideremos un nuevo
bucle de retroalimentación que contenga mayores incentivos para el fortalecimiento de los
sectores locales y del mercado interno y observar el desempeño de la calidad del agua. Se
considera que, a mayor involucramiento de la población en las decisiones de la producción
para el mercado interno, la calidad del agua se incrementará. Reorientar la política fede-
ral, del mercado externo hacia el mercado local, generaría un reflujo de la población hacia
las poblaciones locales y la descentralización urbana. La producción agrícola orientará el
modelo de producción industrial fuera del sector maquilador que genera gran parte de los
tóxicos químicos que contaminan la cuenca. Existe un riesgo de que el crecimiento de la
frontera agrícola aumente la deforestación; sin embargo, tanto el ritmo como el tipo de
producción pueden atenuar esta tendencia. La inclusión de otro bucle importante es el
gasto en capacitación y educación ambiental que incremente la valoración en la población
local de los bosques para asegurar las zonas de recarga.
Esquema 2.3
Contaminación del agua en la cuenca alta del río Santiago
Calidad
Producción
del agua
agrícola
Crecimiento Abasto
económico de agua
Inversión
Economía infraestructura
internacional
78
***
79
La nueva metodología del pensamiento debe transitar del mo-
delo de la caja y el aislamiento, al modelo del ciclo y el trabajo
en red, de la codicia a la democratización del conocimiento, debe
acostumbrarse al cambio veloz, al trabajo en equipo y a la conver-
gencia.
La responsabilidad de los docentes e investigadores en el adve-
nimiento del nuevo paradigma es enorme. El nuevo modelo edu-
cativo debe ensañar a los estudiantes a entender los sistemas, es
decir, a pensar en el largo plazo, a conocer los límites, a proteger
la naturaleza, a cambiar las formas de producir, a comerciar, a va-
lorar la igualdad y a apoyar el emprendedurismo. El pensamiento
sistémico no es un modelo teórico abstracto, sino que tiene una
utilidad práctica que ayuda a ubicar a las personas en la compleji-
dad del mundo actual, como individuos, como ciudadanos y como
habitantes del planeta Tierra.
La utilidad del método del pensamiento sistémico para el des-
empeño gubernamental es enorme debido a que la gran mayoría
de los problemas que enfrenta son complejos por excelencia. Sin
embargo, las decisiones centralizadas y basadas en la ciencia tradi-
cional son la base de la actividad de los gobiernos. Por ello, por no
saber interconectar los diversos elementos de la realidad compleja
y por no tomar en cuenta de manera efectiva las valoraciones de
la población, la política pública encuentra cada vez más oposición.
Conclusiones
80
permita entender la naturaleza de los nuevos retos que nos trae la
nueva condición humana.
Los problemas planteados por la situación actual obligan a
cambiar de paradigma científico. La ciencia clásica, aquella que
fue desarrollada por los padres de la cultura científica occiden-
tal es incapaz de enfrentar los retos cognoscitivos que presenta la
actualidad, en particular los retos de la crisis socioambiental. La
lógica del Universo mecánico y ordenado que puede controlarse
ha dejado de ser útil. Abordar la complejidad requiere de un nuevo
paradigma: el pensamiento sistémico.
El pensamiento sistémico es un nuevo método de pensamien-
to que se caracteriza fundamentalmente por su capacidad para en-
frentar la incertidumbre y descubrir las correlaciones que deter-
minan el comportamiento de los fenómenos. Con esta poderosa
herramienta, que se fundamenta en la interdisciplina y la flexibi-
lidad, es posible abordar los problemas que caracterizan al mundo
moderno y plantear estrategias de evolución en armonía con la
naturaleza.
La crisis ambiental que enfrentamos como sociedad son tam-
bién problemas sociales, económicos, tecnológicos, culturales,
geopolíticos y científicos. La experiencia nos dice que pretender
trascender como especie hacia una nueva realidad con los instru-
mentos teóricos de la ciencia clásica será imposible.
El pensamiento sistémico tiene un poderoso instrumento de
análisis de la realidad compleja: la dinámica de sistemas. Esta me-
todología nos ayuda a entender el funcionamiento de los sistemas
complejos y a generar nuevos comportamientos a través de estra-
tegias de intervención y del abordaje interdisciplinario, intertem-
poral y multiespacial.
En México el escenario es incierto. Tanto en las universidades
como en los gobiernos y las empresas, el paradigma caduco no
sólo sigue vivo, sino que se fortalece, a pesar de la terca evidencia
de su disfuncionalidad.
En el sector educativo los programas académicos no tienen
espacios significativos de enseñanza del pensamiento sistémico y
existe gran resistencia a desechar el modelo antiguo. La estrate-
gia del “no pasa nada” es omnipresente a pesar de las múltiples
señales de la crisis socioambiental. Las explicaciones que se dan
en las aulas cada vez explican menos lo que pasa en la realidad y
81
el paradigma mecánico sigue parapetándose en las trincheras del
statu quo.
En los gobiernos, a todos los niveles la situación es aún más
preocupante. La aplicación de la ciencia tradicional, ideologiza-
da, se esgrime como justificación de políticas agresivas contra el
medio ambiente y la sociedad, bajo el pretexto de la “fuerza de
la verdad”. Hacer entender a las autoridades que, en una realidad
compleja, la verdad se construye democráticamente, es la tarea
social más importante de nuestros tiempos.
El reto es muy grande: se impone el imperativo de desapren-
der lo que se nos ha impuesto como manera de entender el mundo
y reaprender, desde la perspectiva holística, el arte del pensamien-
to sistémico. Como afirma Hawken: “El mundo necesita un nuevo
sistema operativo, y las nuevas generaciones son los programado-
res”.
Referencias bibliográficas
82
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La organización de los seres vivos. Santiago de Chile: Lumen.
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Zemelman, H. (2010). Aspectos básicos de la propuesta de la conciencia
histórica (del presente potencial). México: Ipecal-México.
83
Capítulo 3
Reconciliando a la naturaleza con la
sociedad y la actividad productiva
E
n el debate sobre la sustentabilidad, la dualidad de la disci-
plina económica, sus perfiles positivo y normativo adquie-
ren una importancia toral. En la práctica frecuentemente se
confunden. Como es sabido, la economía positiva es la que tiene
como objeto epistemológico la interpretación teórica de la manera
en que la sociedad resuelve el problema de la producción mate-
rial. Por su parte, la economía normativa se enfoca en el diseño de
estrategias para obtener los objetivos del desarrollo.
Las implicaciones de esta confusión son de gran importancia.
Aunque se trata de dos ámbitos distintos, con atributos y funda-
mentos metodológicos bien diferenciados, las dos caras de la eco-
nomía se intersectan e interdeterminan. Por ello, la práctica del
economista del main-stream es redundante: frecuentemente los
preceptos fundamentales de la economía se autoexplican a través
de las políticas y viceversa. Así, por ejemplo, justificar el impulso
de políticas de mercado con base en la interpretación de las fun-
ciones de la competencia, es equivalente a explicar los atributos de
una mercancía a partir de los argumentos del vendedor.
Así, la “naturaleza salvaje” de las personas (los célebres espí-
ritus animales keynesianos), la esencia egoísta innata del ser hu-
mano se posicionó como una verdad incólume e inatacable y, por
ende, el justificante de inviolabilidad de las “leyes” del mercado.
El Homo Economicus se constituyó como el fundamento “positivo”
de la economía “normativa”, es decir aquel que explica de manera
“científica” el “deber ser” de la actividad económica de la moder-
nidad. Pero, ¿de dónde surge esta interpretación?, ¿por qué es con-
siderada tan infalible, casi como un axioma matemático?
85
Fue Marx quien dio respuesta a estas interrogantes. Una de las
aportaciones más importantes del marxismo a la historia del pen-
samiento económico es la idea de que teorías económicas reflejan
los intereses de las clases dominantes del momento.
“Del mismo modo que no se puede juzgar a un individuo por
lo que piensa de sí mismo, tampoco se puede juzgar a semejante
época de transformación (un periodo de cambio social, sp) por su
conciencia” (Marx, 1989: 8).
Así lo fue en la época del mercantilismo, en la de la fisiocra-
cia y así fue, en el capitalismo industrial, con la economía política
clásica.
Los teóricos mercantilistas, de la mano de William Petty (1623-
1687), veían en la acumulación de la riqueza, en forma de oro, el
fin último de la actividad económica. Sus políticas económicas es-
taban enfocadas en obtener el metal precioso a través de la promo-
ción del comercio (o la conquista de territorios). Confundieron el
oro con la riqueza. Cegados por sus intereses de clase (herederos
de las compañías de las Indias), los teóricos del mercantilismo no
fueron capaces de entender la naturaleza social del capital, no pu-
dieron percibir que el oro, como objeto, no tiene valor alguno si
no es respaldado por las relaciones sociales de producción.
Por su parte, los fisiócratas cometieron un pecado parecido.
Para ellos la única fuente de riqueza era la naturaleza y desestima-
ron la valoración social de los recursos naturales. Una vez más, sus
intereses de clase les impidieron entender las relaciones de pro-
ducción que valorizan a la naturaleza y que ésta, fuera de contexto
del capital, carece de valor económico. Françoise Quesnay (1694-
1774), el padre de la fisiocracia, fue el ideólogo de la burguesía
agrícola francesa.
En la era industrial, el reflejo de los intereses de los capitalistas
modernos se expresa en las teorías de los teóricos de la economía
clásica, Adam Smith (1723-1790) y David Ricardo (1772-1823).
Figurativamente, el Homo Economicus y su racionalidad vinieron
al mundo en Manchester en 1776, el año que se publicó La riqueza
de las naciones de Adam Smith.
Las implicaciones de esta hipótesis son de gran importancia.
Nos llevan, en primera instancia, a considerar que los fundamen-
tos teóricos de la ciencia económica (la economía positiva) se de-
rivan del contexto histórico y de los intereses de las clases do-
86
minantes correspondientes. De ahí que las políticas de desarrollo
estén orientadas a consolidar su lugar de privilegio social. Por otra
parte, el carácter histórico de los fundamentos epistemológicos de
la ciencia económica nos obliga a plantearnos la posibilidad de la
construcción de un nuevo paradigma basado en un nuevo ethos
humano, en su unidad con su entorno natural, el Homo Ecologicus.
El nuevo hombre ecológico es el ciudadano de un mundo diferente
al que existía en la era industrial, caracterizado por la abundancia
en recursos naturales e índices reducidos de población. El nuevo
contexto socioeconómico se deriva de una nueva situación, carac-
terizada por el agotamiento de las reservas naturales necesarias
para la producción y una sobrepoblación relativa. El Homo Ecolo-
gicus vive en un mundo pequeño.
La ética y comportamiento del ciudadano de la época indus-
trial se expresa en la teoría económica clásica. La ideología ema-
nada de esta visión da origen a las instituciones de los Estados na-
cionales modernos y del gobierno mundial (la Organización de las
Naciones Unidas, la Organización Mundial del Comercio, el Fondo
Monetario Internacional, o el Banco Mundial), instancias que des-
de la Revolución Industrial dieron forma al mundo “moderno”. No
es difícil rastrear el fundamento teórico de la misión de las institu-
ciones que dan “orden” al sistema mundial desde hace más de 200
años. Detrás de las concepciones clásicas de la política económica
dominante y las relaciones económicas internacionales aparece la
sombra del Homo Economicus. Con la explicación “científica” de la
naturaleza humana, la economía positiva se transforma en normas
de operación del sistema socioproductivo. El dogma del atributo
regulador del mercado, basado en el egoísmo humano, ha funda-
mentado los desarrollos teóricos, los programas económicos y la
moral capitalista. La ideología suplió a la ciencia.
Sin embargo, las anomalías19 que enfrenta la teoría económi-
ca en la actualidad obligan a reflexionar sobre la necesidad de re-
pensar el paradigma económico. Es imperativo impulsar, desde la
academia, la construcción de otro modelo teórico que permita dar
luz sobre la naturaleza de la relación entre lo humano y lo natural;
87
es inaplazable diseñar nuevas estrategias que replanteen el sentido
de la producción social y que promuevan la armonía entre el ám-
bito económico y el medio ambiente en armonía. Tal es la esencia
de la economía ecológica.
Burkett (2006) caracteriza al nuevo paradigma como una vi-
sión transdisciplinar, caracterizada por la diversidad metodoló-
gica y abierta al análisis histórico. Esta tríada la diferencia fun-
damentalmente de la teoría económica dominante. La economía
ecológica no es una disciplina de la economía convencional sino
un nuevo campo epistemológico.
La transdisciplina en la economía ecológica se deriva de la ne-
cesidad de abordar la complejidad de los problemas actuales que
condicionan la existencia de la humanidad. Sucede que para en-
tender las dinámicas que generan los grandes retos ambientales
del mundo, es imperativo entender tanto los aspectos ecológicos
específicos desde una perspectiva biofísica concreta, como las in-
teracciones de los fenómenos sociales y económicos que los de-
terminan. La economía ecológica comprende, por definición, la
integración de los saberes científicos, los puentes disciplinares y
la incorporación de la sabiduría tradicional y vernácula y repre-
senta un paradigma de avanzada útil en el gran reto de entender la
realidad socioambiental de nuestros días. La economía ecológica
ofrece soluciones tanto desde la perspectiva de la política pública
como para la transformación del comportamiento de las comuni-
dades y de los individuos.
Por consiguiente, la economía ecológica debe estar abierta tan-
to a las metodologías provenientes de diversas disciplinas, como a
una interpretación dinámica, en permanente evolución, de la rea-
lidad objetiva.
El paradigma de la economía ecológica no sustituye el análisis
disciplinar, sino que integra, en un corpus teórico-metodológico
incluyente, un nuevo acercamiento que permite abordar la incer-
tidumbre de los problemas complejos y valorar desde una nueva
perspectiva la relación entre la sociedad y la naturaleza.
Proponemos un acercamiento estructurado para el análisis de
la propuesta teórica de la economía ecológica. La realidad objetiva
88
se presenta ante la conciencia como un todo.20 Es tarea del inves-
tigador recortar la realidad, objetivarla por medio de la integración
de los componentes biofísicos y sociales pertinentes. La compren-
sión de la realidad depende de la reconstrucción de sus elementos
en la mente del investigador.
La realidad biofísica, categorizada a partir de las ciencias natu-
rales, integra aquellos elementos que, por su naturaleza, han sido
abordados a partir de las llamadas ciencias duras. La integración de
los saberes biofísicos en un continuum epistemológico se presenta
en la forma de la ecología. En esta disciplina los ecosistemas, como
concepto, constituyen el núcleo ordenador que permite abordar la
realidad objetiva en el medio biofísico.
Recuadro 3.1
Construcción de biofiltros: transdisciplina
en acción (Peniche, 2017)
Los filtros verdes, biofiltros o humedales artificiales son una “alternativa ecológica, sostenible
y económica para limpiar el agua”. Esta tecnología verde es una innovación que trata de imitar
a la naturaleza, de una forma eficaz. Los procesos químicos, físicos y biológicos que se repro-
ducen en este tipo de ecotecnia son los encargados de filtrar el agua residual proveniente de
las comunidades que no cuentan con sistemas de tratamiento de aguas negras (Valderrama,
2016).
La idea de “robar conceptos a la naturaleza” parte de una corriente de vanguardia deno-
minada biomímesis, que sostiene que la evolución de la naturaleza, su capacidad de adapta-
ción, constituye el mejor arquetipo para la sustentabilidad. La naturaleza, según esta visión,
constituye una fuente inagotable de conocimientos útiles para aprender sobre la optimiza-
ción de los equilibrios ecológicos y la estabilidad de los ecosistemas (Riechmann, 2003).
Existen básicamente tres tipos de biofiltros: el de flujo horizontal superficial, el de flujo
horizontal o subsuperficial o de flujo subterráneo, y el de flujo vertical.
Cada uno tiene ventajas y desventajas, y la justificación para aplicar una de las ecotecnias
existentes depende tanto de las características del área de implementación como de los obje-
tivos del saneamiento.
En el caso de la comunidad de Presa Corona, en el municipio de Chapala, Jalisco, México,
se pretende la construcción de un humedal de flujo horizontal superficial, pues es el modelo
que conviene de acuerdo con las características del territorio y la infraestructura existente.
20. La teoría materialista del conocimiento propone que la realidad objetiva se refleja
en la mente de manera subjetiva a través del proceso del conocimiento. “En el
conocimiento se encuentran frente a frente, la conciencia y el objeto, el sujeto y el
objeto. El conocimiento se manifiesta como una relación entre estos dos elementos
que permanecen en ella y eternamente separados uno del otro. El dualismo de sujeto
y objeto es la esencia el conocimiento” (Hessen, 1978: 24).
89
El modelo de flujo horizontal tiene como su principal característica el uso de macrófitas
flotantes. Las macrófitas son plantas acuáticas encargadas del proceso de depuración del
agua, de forma biológica. El sistema funciona a través del metabolismo bacteriano obtenido
de manera natural en las raíces de las plantas utilizadas. El proceso físico consiste en la sedi-
mentación (transportación de un material sólido que flota en agua al fondo de un embalse)
y filtración (separación de partículas sólidas de un líquido) y el proceso químico se obtiene a
través de la precipitación (producción de un sólido a causa de su disolución por una reacción
química) y la adsorción (captación de moléculas o átomos en la superficie de un material)
(Environmental Protection Agency, 1999).
La construcción de este tipo de biofiltro, humedal de flujo horizontal superficial, consta
de cuatro fases o etapas.
La primera es llamada de “pretratamiento” y consiste en reducir la velocidad con la que
llegan las descargas residuales a través del drenaje o alcantarillado. En esta fase se realiza una
primera limpieza. Este proceso se lleva a cabo en dos fosas: la primera, que hace el trabajo
de cribado por medio de una reja, y la segunda, y más grande, se utiliza como “desarenador”
y “aliviadero”.
La segunda etapa consiste en un “tratamiento primario”. En esta fase se localizan tres
fosas que se encargan de la retención de grasas y aceites. Además, se continúa con el proceso
de sedimentación de las cargas orgánicas.
En la tercera etapa las descargas entran a los canales en los cuales se realiza el tratamiento
secundario. Estos canales, largos, delgados y de poca profundad, se llenan de aguas residua-
les. En ellos se siembran las macrófitas flotantes.
Por último, en la cuarta etapa se construye una caja de inspección, la cual tiene el fin
de monitorear la calidad de agua obtenida. El proceso puede durar en promedio 10 días,
dependiendo de la capacidad del humedal. La instalación se diseña con base en cálculos de la
cantidad de descargas de la comunidad, considerando la tasa de crecimiento poblacional en
un mínimo de 10 años.
La justificación de la construcción de este tipo particular de humedal artificial se basa en
aspectos económicos, sociales y ambientales.
El principal beneficio económico de los biofiltros es el costo de la construcción. Las zanjas,
de un metro de profundidad, son recubiertas con membranas de polietileno orgánico para
evitar la infiltración al subsuelo. Las secciones que requieren material de construcción son
donde se construyen los registros o fosas sépticas y en la caja de inspección. Por sus dimen-
siones, estas construcciones representan costos menores a los de las plantas de tratamiento
convencionales. La instalación requiere de muy poco mantenimiento.
Los biofiltros no requieren de utilización de energía eléctrica ya que las zonas de cons-
trucción se eligen con cierto desnivel para utilizar la fuerza de gravedad. Bajo este diseño, el
declive es el encargado de hacer circular la materia orgánica.
Finalmente, los biofiltros se caracterizan por un bajo consumo de aditivos, ya que éstos
sólo se usan en climas muy cálidos donde el control biológico lo precisa.
Los biofiltros ofrecen grandes beneficios sociales. Lo anterior se refiere a los aspectos
vinculantes entre la comunidad y el proyecto implementado. Para lograr la integración de la
comunidad con su biofiltro, se realizan campañas de sensibilización, concientización y apro-
piación del proyecto, a través de talleres de educación ambiental, antes durante y después de
su construcción.
El objetivo del trabajo de intervención social consiste en el involucramiento de la comu-
nidad en la construcción, en el cuidado y en el aprovechamiento de los beneficios que se
pueden obtener del biofiltro, explicando y sensibilizando a la población sobre sus bondades.
90
El proyecto excluye la posibilidad del surgimiento de vectores de enfermedades emanadas
del tratamiento del agua residual. La ausencia de mosquitos, por ejemplo, se logra por medio
de la implementación de controles biológicos de muy fácil implementación y de alta confia-
bilidad. Por otro lado, el biofiltro no genera emisión de gases ni malos olores, ya que éstos se
presentan cuando existen aguas negras estancadas. Debido al diseño de flujo en los canales,
los malos olores se reducen al máximo.
El involucramiento de la sociedad garantiza la implementación, operación y manteni-
miento correcto de la infraestructura construida, ya que se busca que la mano de obra reque-
rida provenga de la comunidad beneficiada.
Desde la perspectiva ambiental la construcción del biofiltro ofrece una serie de benefi-
cios inmediatos y de largo plazo. Por un lado, el proyecto garantiza un bajo nivel de impacto
ambiental y aunque la cantidad de espacio necesario para la construcción del biofiltro es con-
siderable, el sistema puede ser reversible sin problema alguno, ya que la construcción se inte-
gra al paisaje y es compensado con las plantas sembradas en los canales.
El material vegetal que resulta de la proliferación de las plantas sembradas tiene una
amplia variedad de usos. Se considera posible la elaboración de artesanías o su uso como
fertilizantes naturales, composta o para la generación de energía y biogás.
Existen ejemplos de humedales que han registrado un aumento de fauna en el lugar de
emplazamiento, ya en las instalaciones se replican las condiciones naturales de los humeda-
les. A la larga, los biofiltros pueden convertirse en centros de atracción para aves, anfibios, y
en otros casos, diversos tipos de fauna endémica.
El humedal se considera como un atractivo visual ya que, en esencia, constituye un amplio
jardín o pantano lleno de vida. Un biofiltro bien diseñado puede integrarse en el paisaje local
de una forma natural.
91
siste en plantear en un corpus teórico metodológico, útil para el
abordaje de la realidad socioambiental.
Aquí vale la pena recordar que toda actividad cognitiva del ser
humano es, por definición, subjetiva. Es decir, la economía ecoló-
gica parte de la necesidad de la construcción de la realidad social,
una concepción que por definición expresa los intereses de los
actores que la conforman. Es por ello que la ideología y el conflicto
son parte integrante del proceso de construcción y del recorte de
la realidad que caracterizan al episteme en la teoría del desarrollo
sustentable.
Esquema 3.1
Transdisciplina: teoría en el desarrollo sustentable radical
Teoría
C. Naturales C. Sociales
(ecología) (sociología)
Economía
ecológica
92
3.1. Ciencia ambiental para economistas ecológicos
93
Esquema 3.2
Concepción de la relación entre las realidades naturales,
sociales y económicas
Procesos sociales
94
ecológica los principales problemas ecológicos de la actualidad son
el resultado de la disrupción de los ciclos naturales, desarticula-
ción causada por la actividad productiva de la sociedad industrial.
Abordemos, como ejemplo, la ruptura del ciclo del agua. Como
sabemos, la cantidad de agua en el planeta es constante, por lo que
su agotamiento sólo se refiere al cambio de su localización (el agua
se agota en un lugar y tiempo determinado). Los ciclos hidrológi-
cos atan al agua a un espacio determinado. El problema de la esca-
sez de agua consiste, desde esta perspectiva, en la alteración de las
condiciones biofísicas del espacio geográfico.
Analicemos el ciclo hidrosocial, es decir, los procesos antro-
pogénicos que reordenan las condiciones biofísicas en una cuenca
determinada.
Empecemos por el proceso de la evaporación. Si se trata de la
transformación de agua de su forma líquida a su forma gaseosa,
el flujo depende de la temperatura de los cuerpos de agua, de los
ríos, de los lagos y desde luego del mar. La evaporación en forma
de transpiración en plantas (evapotranspiración), o simplemente
desde la tierra o la fauna, son también factores importantes. La
disrupción del ciclo del agua se produce, desde la perspectiva de
la evaporación, por efecto de la actividad del sector agropecuario
y la velocidad de los procesos de urbanización.
El agua, presente como vapor en las nubes, puede provenir
también directamente de las regiones cubiertas por la nieve o el
hielo a través del proceso de sublimación. El deshielo desencade-
nado por el calentamiento global influye directamente en esta fase
del ciclo.
De las nubes, el ciclo del agua continúa con la precipitación,
fundamentalmente en relación con el efecto de atracción que ejer-
cen las masas boscosas. Se sabe que los árboles provocan que las
nubes liberen el agua en forma de lluvia o de nevadas. En este
caso, el elemento disruptor es la deforestación, la desertificación,
la degradación de la tierra, la urbanización o el avance de la fron-
tera agropecuaria.
De nuevo en la tierra, el agua continúa su ciclo en su camino
hacia los cuerpos de agua por los escurrimientos o por el subsuelo
(por la filtración y la recarga de los mantos acuíferos). La acti-
vidad antropogénica que altera el ciclo del agua en esta etapa es
la contaminación en todas sus formas (industrial, agrícola, urba-
95
na). Por su parte, la sobreexplotación de las fuentes superficiales y
subterráneas de agua constituye un elemento más que contribuye
de manera decisiva en la disrupción del ciclo del agua afectando
la recarga de los acuíferos o por medio de la desecación de los
cuerpos de agua.
La política económica ecológica destinada a resolver la crisis
del recurso hídrico en cada región determinada tendría que pasar,
entonces, por la recuperación del ciclo, con estrategias de produc-
ción que pongan en el centro de su racionalidad el resguardo de
sus sinergias.
Robert Skinner21 ha planteado una estrategia de recuperación
del ciclo hídrico para las ciudades, reforma que retoma los princi-
pios de la economía ecológica. En un contexto mundial, caracteri-
zado por la concentración de la población urbana, las propuestas
de política de seguridad hídrica en las ciudades constituyen un
elemento fundamental en la búsqueda de la sustentabilidad.
La estrategia de ciudades hidrosensibles incluye la refores-
tación, la proliferación de parques, techos y paredes verdes y la
construcción de hogares ecológico-térmicos, el rediseño de la po-
lítica de movilidad (privilegiando las modalidades no motoriza-
das), la creación de avenidas y aguas de recuperación de acuíferos,
una política agresiva de saneamiento a través de biofiltros, en cola-
boración con los actores gubernamentales, la comunidad y el sec-
tor de los negocios y el financiero: la reorientación de estrategia
económico-urbana hacia la industria verde, la agricultura urbana
y los desarrollos urbanísticos hidrosensibles. El objetivo de este
programa es convertir a las ciudades en oasis modernos, con cli-
mas preferenciales y agua para el esparcimiento y la producción.
96
Esquema 3.3
El ciclo hidrosocial
Ciclo natural
1. Evaporación (evapotranspiración y sublimación).
2. Precipitación.
3. Escurrimiento.
4. Filtración.
5. Flujos de corrientes superficiales.
6. Flujos de corrientes subterráneas.
Factores antropogénicos
A. Extracción de cuerpos de agua fijos.
B. Contaminación de cuerpos de agua.
C. Extracción de fuentes subterráneas.
D. Contaminación de fuentes subterráneas.
E. Extracción de flujos.
F. Deforestación, desertificación, erosión y expansión de la fron-
tera agrícola.
97
Una de las características más importantes de los ciclos biofísi-
cos y naturales es su potenciación. El término define la tendencia
que existe, en los ciclos naturales, de reforzar los mecanismos que
contribuyen a su trasformación. Las sinergias conllevan a que el
cambio de un ciclo determinado influye en la transformación de
los demás ciclos, aumentando su velocidad e intensidad. La dis-
rupción del ciclo del carbono, por ejemplo, tiene un efecto signi-
ficativo en la disrupción del ciclo del nitrógeno, el ciclo trófico y
en su conjunto aceleran el deterioro del ciclo del agua. Los ciclos
se interdeterminan.
El ciclo de energía tiene un lugar central en la teoría de la eco-
nomía ecológica: para la disciplina, el flujo de energía solar que lo-
gra filtrarse del espacio a la atmósfera terrestre es de suma impor-
tancia ya que es el balance energético el que establece, en primera
instancia, a lo largo de la historia geológica del planeta, las condi-
ciones biofísicas y bioquímicas que permiten la vida. Por ello, una
de las tareas más importantes de la economía ecológica consiste
en estudiar el ciclo de energía, en sus sinergias con la materia,
para compatibilizar las actividades productivas con sus condicio-
nes óptimas de desempeño. De ahí se desprende que el objetivo
principal de la estrategia de desarrollo social de la disciplina (la
economía ecológica normativa) consiste en mantener el delicado
equilibrio energético que permite nuestra existencia.
Del total de energía emitida por el Sol, sólo 50% ingresa a la
atmósfera (Enkelin et al.,1997). A partir de ese punto da inicio
el ciclo socioenergético que incluye los procesos naturales meta-
bólicos en la materia animada e inanimada, el consumo de ener-
gía endosomática (la cantidad de kilocalorías necesarias para el
metabolismo biológico del organismo) y exosomática (la cantidad
de energía apropiada por los seres humanos en forma de bienes
y servicios) por parte de los humanos (Martínez, 1995). El ciclo
energético culmina con el retorno al espacio del residuo energéti-
co en su camino entrópico o “forzamiento radiativo”.
98
Esquema 3.4
Ciclo de entrada de la energía a la biosfera
99
racción de los procesos económicos con los biofísicos, el “meta-
bolismo social”, y al estado de desequilibrio en el cual se alteran
y desestabilizan los ciclos naturales, la “ruptura metabólica”. El
descubrimiento de este concepto fundamental de la nueva ciencia
económica se lo debemos a Marx (Foster, 2016).
Para Marx, la causa de la ruptura metabólica es la enajenación
del trabajo que ocurre bajo las relaciones capitalistas de produc-
ción. Al separar el producto de trabajo de su productor inmediato,
el trabajador, las relaciones capitalistas de producción convierten
a los productos útiles en mercancías, y supeditan los equilibrios
naturales a la obtención de ganancia.
Las implicaciones de la teoría marxista de la ruptura metabó-
lica son de gran importancia para la economía ecológica. Con esta
herramienta teórica se descubre la esencia destructiva del patrón
de producción y, al mismo tiempo, se sugiere la solución para la
preservación de los equilibrios naturales en el proceso de produc-
ción: acabar con la enajenación del trabajo, es decir, retornar a un
patrón de producción y consumo en el cual los productores con-
trolen las decisiones sobre lo que se produce, cómo se produce y
para quién se produce.
Otra implicación teórica de este principio de la economía eco-
lógica consiste en la revisión de uno de los principios fundamen-
tales de la economía ambiental: la supuesta contradicción insal-
vable entre la producción social y la degradación ecológica. Con
la teoría de la ruptura metabólica el problema de la degradación
ambiental no encuentra su causa última en la producción per se,
sino en el modo específicamente mercantil de producción. Bajo
esta concepción, la crisis ambiental del siglo xxi no se debe a la
naturaleza innata de la existencia humana en sociedad, sino al tipo
de relaciones sociales y productivas que caracterizan al modo in-
dustrial de producción y sus patrones de producción y consumo.
Al cambiar éstos, se eliminan las contradicciones emanadas de su
funcionamiento.
El modelo industrial monetario-mercantil es un modelo en-
trópico insostenible. Bajo este esquema, el proceso termodinámi-
co de la producción, es decir, de la utilización de energía para la
transformación de los recursos naturales en valores de uso, sufre
la intermediación de las relaciones monetarias mercantiles. Como
sabemos, el flujo social de la energía no se efectúa en forma de
100
calor directamente, sino en forma de intercambio de valor mate-
rializado en las mercancías. Desde la perspectiva de la economía
ecológica, el dinero, entendido como el medio de intercambio de
valor, es una materialización de la energía. El flujo de energía que
inicia su camino metabólico en el Sol, termina su ciclo en el ám-
bito social en el dinero. Con la intermediación de este instrumen-
to se distribuyen los insumos de la producción, que son la forma
social que adoptan la energía y los materiales. En otras palabras,
el dinero entendido como el mecanismo de aceleración de los pro-
cesos de reproducción social, contribuye a la aceleración de las
condiciones entrópicas que generan los grandes nudos ecológicos
de la actualidad.
La intermediación del dinero no es perversa per se. En los
hechos, la generación de condiciones para la sustentabilidad de-
pende en mucho de la transformación del papel social y ecológico
del dinero, de su conversión en un instrumento para mantener el
metabolismo social. La clave podría consistir en incorporar en la
valoración de las mercancías, en sus precios, el costo de las ex-
ternalidades de la degradación ambiental, promover un equilibrio
de precios a partir de una nueva racionalidad ecológica (véase el
apartado 3.3).
Para la economía ecológica el ciclo de la energía encuentra un
momento fundamental en la fotosíntesis: la transformación del
flujo de agua y el dióxido de carbono en hidratos de carbono, con
la mediación de la energía solar, constituye un sistema metabóli-
co neguentrópico, es decir, un sistema sin desperdicio energético.
En su lugar, la fotosíntesis crea un stock de energía que se alma-
cena en la biomasa de las plantas. La fotosíntesis como solución
a la llamada “paradoja de Schrödinger” (cómo los sistemas vivos
logran estabilidad en un Universo condicionado por la segunda
ley de la termodinámica, la pérdida irremediable de energía en
forma de entropía), constituye el ejemplo por antonomasia de que
es posible considerar un modelo productivo con niveles sosteni-
bles de entropía. Es por ello que el nuevo paradigma ecológico, la
economía ecológica, se fundamenta en la imitación de modelos
metabólicos naturales de gran eficiencia energética como la foto-
síntesis, en la posibilidad de la creación de “islas neguentrópicas”
que inhiban la aceleración de la entropía del sistema dominante de
producción y consumo: la biomímesis (Riechmann, 2005).
101
El planteamiento de la biomímesis es de suma importancia pri-
meramente por su contraposición con la estrategia de combate a la
crisis ecológica, promovida por el main-stream ambientalista, sino
igualmente por sus implicaciones para la revaloración de la pro-
ducción de alimentos y del papel que debe desempeñar el sector
energético en una sociedad sustentable.
El modelo de la economía verde es la alternativa que ha plan-
teado la economía dominante en los foros más influyentes de la
política ambiental, tales como la onu o la ocde, como estrategia
para enfrentar los grandes retos que presenta la crisis ambiental
de la actualidad. El componente fundamental de la economía ver-
de es el tecnológico. La teoría convencional ha planteado la posi-
bilidad teórica de revertir la crisis actual a través de estrategias de
utilización intensiva de los recursos. De ahí surgen las mercancías
verdes y las “biotecnologías”, así como las propuestas de uso efi-
ciente de recursos como el “reciclado total”, la “economía circular”
o la producción de “cero residuos”.
Sin embargo, es evidente que las mercancías ofrecidas en los
mercados verdes expresan la racionalidad tecnológica del sistema
del que emanaron, es decir, la eficiencia económica. Esta idea nos
indica que, debido a que el fin último de la tecnología de mercado
consiste en optimizar la eficiencia económica, las consideraciones
ambientales pasan a segundo paso. La biomímesis, en cambio, tie-
ne el objetivo de maximizar la eficiencia ecológica de los flujos de
materiales y energía, supeditando las consideraciones de mercado
a los imperativos ambientales y sociales.
La discusión sobre la “racionalidad tecnológica” (Marcuse,
1983), subsumida en el nuevo paradigma económico nos lleva,
entre otros temas relevantes, a plantear la importancia del debate
sobre la naturaleza del modelo dominante de producción de ali-
mentos, abordado en el primer capítulo de la presente obra. La
economía ecológica sugiere que el modelo de alimentación expre-
sa ante todo el tipo de relación que existe entre la sociedad y la na-
turaleza: es la conexión primaria entre los individuos y el mundo
natural. Lo anterior nos posiciona frente a la idea de que alimen-
tarse tiene la función de incorporar sustancias externas (materia-
les y energéticos) al metabolismo humano. De lo anterior se deri-
va que la salud humana depende de la salud de los ecosistemas: el
puente de interconexión entre el mundo de las sustancias externas
102
y el mundo interno del metabolismo humano es la alimentación
(Petrinni, 2013).
Sin embargo, el sistema industrial y su racionalidad tecnoló-
gica ha separado este continuum de flujos naturales en dos esferas
“independientes”: el sistema humano y el sistema natural se han
divorciado a causa de la intermediación del mercado. En el esque-
ma productivo actual la producción de alimentos se ha suplantado
por la producción de mercancías. En su afán por maximizar los
beneficios económicos, las empresas productoras de alimentos
han diseñado esquemas productivos tóxicos, por lo que la tierra,
el agua y el aire se envenenan aceleradamente a escala mundial. Al
no concebir la alimentación como un flujo de energía y materiales,
en un intercambio metabólico entre la naturaleza y el organismo
humano, el sistema actual de alimentación se ha convertido en un
modelo de envenenamiento colectivo.
El caso extremo del sistema productivo que genera la disrup-
ción del continuo entre la salud de los ecosistemas y la salud hu-
mana lo constituye la agroindustria de producción intensiva para
la exportación. El objetivo de este modelo de producción consiste
en “controlar” las variables ambientales que regulan el metabolis-
mo de las plantas y los animales, convertir las granjas en maquila-
doras y a los productos en commodities negociables en mercados
de futuros en las bolsas de valores. El paquete tecnológico del mo-
delo agroindustrial incluye mecanismos de control de la tempe-
ratura y precipitación con invernaderos y el riego por goteo de
agua proveniente de pozos profundos, la esterilización de la tierra
con agroquímicos de alta eficiencia y la comercialización inter-
nacional. Los impactos socioambientales de este esquema inclu-
yen el agotamiento y la contaminación de las reservas de agua, la
disrupción del ciclo del nitrógeno, la pérdida de la biodiversidad
local y la aceleración de las emisiones de CO2 a la atmósfera. El
modelo también se caracteriza por un alto impacto social debido
a que genera escasez de agua potable para uso humano, deteriora
la diversidad y la vocación productiva de las comunidades locales,
provoca la explotación del trabajo infantil y la aparición de enfer-
medades causadas por la exposición a agroquímicos tóxicos entre
los trabajadores (Peniche, 2004).
El hambre, la desnutrición y la enfermedad constituyen pre-
condiciones para el control social y la dependencia política y eco-
103
nómica de la población. Convierte a la salud en un negocio cuyo
objetivo es la generación de un mercado mórbido a través del sis-
tema de salud pública que transforma la procuración de salud en
un negocio de las empresas farmacéuticas y de los hospitales. Bajo
el modelo actual, la práctica médica en general se ha planteado el
objetivo de “reparar” a la fuerza de trabajo mientras sea útil para
la generación de ganancia. Lejos queda la máxima hipocrática de
“convertir al alimento en medicina y a la medicina en alimento”.
En resumen, observamos que la propuesta tecnológica de pro-
ducción de alimentos emanada de los principios de la economía
verde se traduce en un modelo de producción social basado en el
envenenamiento masivo. Por ello, la transformación del modelo
alimentario constituye una prioridad de la economía ecológica y
una propuesta revolucionaria y liberadora (Shiva, 2006).
A contrapelo, la propuesta de la biomímesis tiene serias impli-
caciones para abordar el problema del cambio climático. Lo ante-
rior se deriva del hecho de que la imitación de los procesos natu-
rales en la forma de “producir” significa un esfuerzo por sostener
los equilibrios de los ciclos que permiten la vida en la naturaleza,
en particular el de la energía. Mantener las cantidades de dióxido
de carbono en las proporciones adecuadas en la atmósfera es un
subproducto natural del metabolismo que caracteriza a los orga-
nismos en la naturaleza.
Aquí vale la pena señalar que el concepto de “equilibrio” de
los ciclos naturales es un convencionalismo, producto de la cos-
movisión humana: los ciclos naturales encuentran sus equilibrios
con o sin la acción humana. El objetivo de una nueva estrategia de
desarrollo consiste en generar las condiciones para que el punto
de equilibrio favorezca el florecimiento de la vida humana. Desde
esta perspectiva, la economía ecológica normativa encuentra un
campo fértil para la elaboración de condiciones para el restableci-
miento del contexto biofísico que permite la vida, de acuerdo con
los ritmos temporales y espaciales de la especie humana.
Veamos en caso del cambio climático, causado fundamental-
mente por la ruptura del ciclo del dióxido de carbono. La biomí-
mesis sugiere que la respuesta se encuentra en el papel que juegan
las plantas de manera natural, ya que son éstas las principales “pro-
cesadoras” del gas. La estrategia debe ser la aplicación de un nuevo
esquema productivo que reduzca la quema de combustibles fósiles
104
(que extrae del subsuelo el CO2) y que lo reintroduzca al mismo a
través del metabolismo de las plantas (captura de carbono).
El principio de la biomímesis nos conduce a una reflexión
más: la relativa a los patrones demográficos. Como hemos apun-
tado con anterioridad, los ciclos naturales conforman equilibrios
dinámicos. Desde esta perspectiva, cuando se observa a las pobla-
ciones humanas desde la visión de la economía ecológica el pro-
blema demográfico puede plantearse desde un contexto diferente.
Si consideramos a la población humana desde la óptica del flujo de
materiales y energía, podremos determinar el tipo de intercam-
bio biofísico que favorece un equilibrio apropiado. El cambio en
el patrón de flujos materiales y energéticos cambiará el punto de
equilibrio poblacional, y así, como sucede en otras poblaciones vi-
vas (bacterias, microbios o virus, o en el reino animal o vegetal),
se determinará la posibilidad de su incremento, estabilización o
declive.
La biomímesis nos permite aprender de la naturaleza el efecto
de los equilibrios de los factores biofísicos que permiten los ciclos
poblacionales en especies no humanas. Así como el cambio de la
alcalinidad afecta a cierto tipo de bacterias, el flujo de energía en-
trópica, por ejemplo, afecta de maneras específicas a las poblacio-
nes humanas. La economía ecológica explica cómo el patrón de
flujos de materiales y energía determina la evolución de las po-
blaciones humanas. Por ello, la disciplina supone el estudio de los
equilibrios de la naturaleza. Respecto a la situación mundial, se
calcula que la población humana se estabilizará en las próximas
décadas. La economía ecológica aborda el problema de cómo re-
conciliar los imperativos sociales, ambientales y económicos bajo
esas condiciones.
El carácter antiecológico de la teoría económica convencional
lleva a cuestionar el lugar de la ciencia económica en general. Uno
de los críticos más claros de la teoría económica dominante es Da-
vid Suzuki22 (1936- ). Para este pensador, la economía neoclásica
no es una ciencia sino una serie de valores éticos que los econo-
mistas expresan en forma de ecuaciones matemáticas para tratar
de presentarla como tal. Según la opinión del científico canadien-
105
se, la principal limitación de la disciplina económica consiste en
que considera a la naturaleza como un conjunto de “externalida-
des” desvinculadas de la actividad socioproductiva. Por ello señala
que, divorciada de su esencia natural, la economía es una abstrac-
ción sin sentido. “La economía es una enfermedad mental”.
Pero ¿cómo entender, entonces, el proceso por medio del cual
producimos, distribuimos y consumimos los benefactores que nos
permiten vivir? La economía ecológica permite abordar el proble-
ma desde una óptica naturalista. La disciplina pone en el centro
de la concepción social los niveles de organización de la materia.
Esquema 3.5
Niveles de organización de la vida
Resulta en
106
sus implicaciones), reconsiderarlas en el contexto de las sinergias
derivadas de la interdependencia con el medio ambiente.
Richard Feynman23 (1918-1988) nos ha alertado sobre las li-
mitaciones cognitivas que caracterizan al intelecto humano para
alcanzar este fin, es decir, para entender la realidad objetiva, tanto
en el ámbito natural como en el social. El científico estadouniden-
se señala que nuestros sentidos determinados por la escala tem-
poral y material de nuestra existencia nos condenan irremedia-
blemente a tener una percepción parcial y subjetiva de lo que nos
rodea: parafraseando al pensador podemos decir que “somos una
mota de polvo en el Universo que existe en un microsegundo en
el calendario universal; estamos inmersos en una sinfonía de co-
rrientes de partículas y ondas que jamás veremos y mucho menos
entenderemos”.
La unicidad del Universo, el origen común de todo lo exis-
tente obliga a reflexionar sobre las relaciones entre las personas,
como individuos y como miembros de estructuras sociales, con
su entorno biofísico. En este sentido, el pensamiento de Tyson24
(1958- ) es inspirador. En su trabajo de divulgación científica, el
astrofísico estadounidense describe las interconexiones biológicas
que nos relacionan con todo lo vivo, las sinergias químicas que
nos atan al planeta y los vínculos físicos que determinan nuestra
existencia con el resto del Universo. Para la economía ecológica la
idea de Tyson es fundamental. La explicación teórica del funcio-
namiento de los sistemas socioproductivos en su relación con el
entorno, el tipo de conexión entre lo vivo, lo inerte y lo social se
basa en el paradigma holístico de Tyson.
Carl Sagan (1934-1996)25 complementa la idea de Tyson con
su propuesta de la naturaleza holística de la vida. Según Sagan,
para entender la vida es muy importante tener en cuenta el paren-
tesco de los elementos fundamentales que relacionan a los orga-
nismos vivos con las partículas universales. Sin embargo, según el
pensador es más relevante la forma en que se organizan los ladri-
llos del Universo en “nosotros”. La vida en general, entendida de
107
la manera en que la explica Sagan, constituye una organización de
elementos universales, que por su estructura permite el flujo de
materia y energía y el surgimiento de la conciencia en los huma-
nos: “Somos la manera en que el Universo piensa sobre sí mismo”.
108
Miner (1956) demostró la utilidad de la imaginación socioló-
gica en su artículo sobre la sociedad estadounidense, describiendo
patrones de comportamiento social en su contexto histórico es-
pecífico. En el recuadro 3.2 se presenta un ensayo análogo, en el
caso de las actitudes ambientales de la población de Guadalajara,
Jalisco, México: los soítapat (tapatíos).
Recuadro 3.2
Relación de los soítapat con su entorno
109
aportaciones de los historiadores de la escuela de los Anales: los
trabajos de Bloch (1885-1917), Febvre (1878-1950) y Braudel
(1902-1985). Estos científicos sociales contrastaron la visión de
uno de los padres de la sociología, Durkheim (1858-1917), con
un acercamiento innovador para la época: la interdisciplina. Para
ellos, los fenómenos sociales no pueden explicarse únicamente
por el “hecho social”, como planteaba Durkheim, sino que es
imprescindible considerar la interacción humana con la geografía
y la economía (Ayestarán, 2004).
Los sociólogos influenciados por esta tradición teórica logra-
ron identificar las sinergias existentes entre el medio biofísico y el
social, gracias en parte al avance de la teoría ecológica, y en par-
ticular al surgimiento del concepto de ecosistema propuesto por
Odum (1924-2002). El ecosistema de Odum conectaba por prime-
ra vez de manera científica a los individuos vivos (biocenosis) con
su entorno biofísico (biotopo).
110
abundancia o la escasez de recursos en la estratificación) y los efectos de la
sociedad en el medio ambiente (p. e. la contribución de los diversos sistemas
económicos en la degradación ambiental) (Catton y Dunlap, 2011: 44).
111
integra las dos dimensiones en un acercamiento transdisciplinar
en el estudio de los sistemas socioecológicos (Kallis y Norgaard,
2010: 690).
El abordaje del problema del contexto natural de la existen-
cia humana por la sociología ecológica se fundamenta en el marco
teórico-metodológico de la ecología profunda, es decir, en la con-
cepción que plantea Naess:
Ecología política
112
estrategias de los movimientos de resistencia a escala mundial. Tal
es una de las aportaciones de Martínez a la sociología ecológica.
Hay una nueva corriente del ecologismo o ambientalismo global que surge
de los conflictos sociales en torno al derecho o a los títulos sobre el medio
ambiente, a causa de los riesgos de la contaminación y por la pérdida del
acceso a los recursos naturales y servicios ambientales […] la ecología po-
lítica estudias tales conflictos ecológicos distributivos; es un campo creado
por geógrafos, antropólogos y sociólogos ambientales (Martínez, 2011: 17).
Nueva epistemología
113
La nueva coyuntura obliga a replantear el acercamiento epis-
temológico al problema de la naturaleza porque, como afirman los
autores:
Sin duda, no existe una verdad definitiva: los paradigmas y las epistemés son
inevitables construcciones sociales, productos de un tiempo y espacio par-
ticulares. Sin embargo, algunas construcciones son menos adecuadas que
otras para entender el mundo, y cuando no esclarecen nada y se demues-
tra que son contrarias a la experiencia es preciso revisarlas o abandonarlas
(Descola y Pálsson, 2001: 20).
***
114
sean animadas o inanimadas, un espacio no jerárquico cuyos com-
ponentes básicos se rigen bajo las leyes que gobiernan el Universo.
Entre los dos espacios (el biofísico y el humano-social) se ge-
nera un gran número de relaciones y sinergias que constituyen
el objeto de estudio y de intervención de la economía ecológica.
Pero, si la vida es una forma específica de la organización de la
materia,26 podemos plantear las siguientes preguntas conductoras
para dar una definición más acabada de la sociología ecológica:
¿cómo delimitar el ámbito social?, ¿cómo entender las leyes que
gobiernan su relación con el medio ambiente?, ¿cómo se explica
la crisis ambiental a partir de las acciones sociales (y las actitudes
individuales)?
El planteamiento fundamental de la sociología ecológica con-
siste en que en la red de la vida no existen jerarquías sino niveles
de organización e interdependencia, niveles entre los cuales se
efectúa el intercambio de “energía y material físico y químico”.
El ámbito social se considera un arreglo correspondiente a un ni-
vel específico de organización de la materia con vida, el tipo de
arreglo que permite a cierto grupo de especies adaptarse al medio
y subsistir. La característica fundamental de este tipo de arreglo
consiste en que los individuos coexisten en comunidad (y en un
tipo determinado de relación y valoración del medio), por ser este
tipo de existencia el que más les favorece, dadas sus características
particulares como especie. Tal perspectiva teórica proviene de la
sociobiología de Wilson (1980).
La sociobiología es una de las disciplinas más controvertidas
y discutidas de la actualidad: plantea la pregunta central que nos
ocupa, a saber, ¿cuál es la naturaleza del ser humano en relación
con su origen natural? ¿Es nuestra esencia como humanos “ani-
mal” o es “cultural”? ¿Es nuestro comportamiento social e indivi-
dual conducido por la herencia animal o por la cultura?
El propio Wilson plantea elegantemente el problema:
26. El problema ontológico de la definición de la vida o de su origen sale de los límites del
presente estudio. Aquí tomaremos como axioma las teorías materialistas propuestas
por Oparin (1977) y Asimov (1980), entre otros.
115
lo cual apenas empezamos a encontrar una expresión acabada. Son las reglas
epigenéticas,27 las regularidades hereditarias del desarrollo mental que ses-
gan la evolución cultural en una dirección en oposición a otra y así conectar
los genes con la cultura (citado de Naour, 2009: 21).
27. Modificaciones genéticas que no son producto de cambios en la secuencia del ácido
desoxirribonucleico y que se heredan (Ondarza, 2012).
116
sarrollo predeterminado, un “ascenso”, un camino hacia un futuro
que impulsa a la sociedad humana al pináculo de la evolución, para
la sociobiología el proceso evolutivo tiene un carácter estocástico
(Sala, 1981).
Las incógnitas que plantea la sociobiología son de gran impor-
tancia.
La teoría sociobiológica nos obliga a ubicar a la sociedad hu-
mana dentro del reino animal, como una forma más de organiza-
ción de la materia viva, a la par de las demás especies.
Pero ¿qué tipo de organización y conductas permitieron la su-
pervivencia de la especie humana en competencia con el resto de
las formas de vida? ¿Cuál será el destino de la especie si cambia-
mos las estrategias de adaptación que han permitido a la sociedad
humana adaptarse y evolucionar? Sabemos que la mayor parte de
su historia la sociedad humana tuvo que desarrollar habilidades
que le permitieron competir en el reino animal y en desventaja
física respecto a sus depredadores. En un mundo gobernado por
las leyes de la adaptación y la supremacía del más fuerte, la so-
ciedad humana triunfó al grado de ser, junto con los insectos, la
especie dominante. En una época en que la sociedad humana ha
invadido todos los ecosistemas del mundo, convirtiéndose en el
riesgo más importante para la existencia de la vida, incluyendo la
suya, ¿hacia dónde debemos orientar la adaptación para cambiar
el signo de nuestro impacto?, ¿es el nuevo destino la competencia
o la cooperación?, ¿debemos desligarnos de la herencia animal, de
la amoralidad de las leyes de la evolución de las especies?
Detengámonos en este punto. En relación con otras especies,
el ser humano tiene relativamente poco tiempo de existencia en
el planeta,28 y en una pequeña fracción de ese lapso ha alcanza-
do el esquema moderno de organización social. Sin embargo, en
el pequeño periodo de su existencia (la era industrial) su impacto
en el medio ambiente ha sido formidable. Se sabe que la extin-
ción humana estuvo cerca en algún momento remoto de su evo-
28. El Homo Sapiens surgió hace aproximadamente 200,000 años, mientras que los
primeros mamíferos, por ejemplo, aparecieron hace 300 millones de años. Los
tiburones nadaban en el océano hace 400 millones de años y se calcula que la vida
apareció en el planeta hace aproximadamente 4,000 millones de años (Lazcano,
1977).
117
lución y que ahora vuelve a ser ello un escenario posible. Ante
esta realidad, ¿cuál es la estrategia que le puede dar oportunidad
de adaptarse y subsistir?, ¿es la conciencia humana lo que hace la
diferencia?, ¿constituye la capacidad que tiene el género humano
de entender su contexto en el tiempo y el espacio lo que le permite
construir una sociedad adaptativa?, ¿cómo ponderar la forma en
que otras especies entienden su medio y por lo tanto les ha permi-
tido subsistir y evolucionar en armonía con el medio ambiente?,
¿cómo entender la ceguera ecológica que caracteriza actualmente
a la conciencia humana y la tendencia acelerada hacia la destruc-
ción masiva de las condiciones de su propia existencia?
La sociedad humana contemporánea, como las sociedades del
pasado, se caracteriza por una estructura jerárquica de dominio.
Desde que los homínidos surgieron como especie, la sociedad hu-
mana vive bajo este tipo de estructura. El sistema productivo y la
distribución de la riqueza que de ahí se deriva siempre ha estado
mediado por dinámicas de control y poder. Ese tipo de organiza-
ción social le permitió competir y subsistir hasta nuestros días.
Como afirma Moreno (2006) en su estudio sobre el concepto
de poder en Foucault y Bourdieu:
29. Se conoce como teoría crítica al movimiento intelectual impulsado por intelectuales
como Adorno, Marcuse, Fromm y Habermas, entre otros, agrupados en la Escuela de
Frankfurt.
118
basado en la construcción de capacidades dentro y entre los Esta-
dos nacionales para consolidar sus privilegios.
Sin embargo, la fuerza transformadora del capital, el incre-
mento de los flujos financieros, de comercio, y de información,
en un contexto de grandes corrientes migratorias, ha minado el
esquema inicial de control social: el gran contingente humano ha
empezado a transformar su modo de organización social.
Orwell (1970) y Huxley (1978) contribuyeron al debate del
recambio de las técnicas de control con sus propuestas de “coer-
ción estatal” y la “autocensura”. Si bien Orwell visualizaba una so-
ciedad en la cual el Estado controla a los ciudadanos con métodos
policiacos y de monopolización de la información, Huxley llegó a
la conclusión de que en las sociedades modernas la manipulación
y el control de los ciudadanos se llevarían a cabo, cada vez más
frecuentemente, por medio de la manipulación de la conciencia
(Postman, 1985). Bajo el esquema de Huxley, los ciudadanos abo-
garían por su propia opresión.
Estos autores previeron con lucidez extraordinaria el control
de los destinos de los ciudadanos modernos, por parte de los gru-
pos de poder, a través de Internet y el resurgimiento del nihilismo
en la vida pública.
La teorización del control en la sociedad moderna, postindus-
trial, fue planteada también por Foucault.
119
generales, al conjunto del sistema escolar que en apariencia está hecho para
distribuir el saber y en realidad para mantener en el poder a una determina-
da clase social y excluir de los instrumentos de poder a cualquier otra clase
social. Las instituciones de saber, de previsión y de asistencia, tales como la
medicina, ayudan también a mantener el poder político. Y esto es asimismo
evidente hasta un grado escandaloso en determinados casos ligados a la psi-
quiatría (Foucault, 1999).
120
países desarrollados como en los pobres y el permanente dete-
rioro ambiental han generado un estado de ánimo social propicio
para la transformación (Sachs, 2015).
Ante tal coyuntura, la cuestión central consiste en la orien-
tación posible de tal transformación. La fuerza renovadora de la
sociedad contemporánea se presenta en un contexto político par-
ticular descrito por Mouffet (2005) como la post política, caracte-
rizado por el desencanto y la aparente inamovilidad. A contrapelo
de algunas interpretaciones de este fenómeno, el modelo de post
política no lleva a la concordia partisana o al fin del conflicto, sino
que expresa la búsqueda de otras formas de expresión del anta-
gonismo político y de la lucha contra las élites y sus medios de
control. El momento político que vive la sociedad contemporá-
nea requiere de una reinterpretación de conceptos centrales de
la sociología tradicional. Para interpretar la nueva naturaleza de
la sociedad actual es menester realizar una nueva caracterización
de categorías clásicas como la de “pueblo”, “grupo hegemóni-
co” o “activismo”. Podríamos interpretar la actitud colectiva de
los grupos sociales como una forma contemporánea de “la doble
conciencia”,30 es decir, la reacción social frente a un malestar co-
lectivo y una búsqueda de expresión de un estado de ánimo basa-
do en visiones particulares a un medio hostil.
La posibilidad de sobrevivencia que tiene la sociedad contem-
poránea depende de la direccionalidad de este recambio de orga-
nización social.
Desde cierta perspectiva, tal pareciera que sectores determi-
nantes de la sociedad se obstinan en no enfrentar con seriedad la
crisis socioambiental, crisis que pone en riesgo su propia existen-
cia en un futuro más o menos inmediato. Surgen las preguntas: ¿es
la ética capitalista la explicación de tal actitud? ¿Cuál es el origen
de este “egoísmo generacional”? ¿Constituye esta actitud colectiva
un acto coherente con el instinto de supervivencia de la especie?
¿De dónde viene esta falta de definición de la humanidad sobre su
propio destino?
30. Categoría sociológica propuesta por DuBois que plantea la práctica social de grupos de
personas incorporados en medios ajenos (Cook, 2014).
121
La explicación de la actitud suicida de la sociedad actual puede
encontrarse en la ausencia de sentido de su propia existencia: si
la presencia de la humanidad carece de explicación teleológica, si
llegamos al Universo de manera estocástica y si a todo lo existente
espera el regreso a la infinitud, ¿cómo dar sentido a las estrategias
de supervivencia?
La solución de esta incógnita es “la razón de ser” de la religión:
el ser humano ha buscado incansablemente la respuesta a la gran
pregunta en los rincones inexpugnables del dogma. El paradigma
materialista-científico del desarrollo sustentable radical ofrece, en
cambio, una alternativa racional. La respuesta planteada por Daw-
kins (2008) consiste en asumir con humildad y dignidad nuestra
justa dimensión en el Universo, y disfrutar el privilegio de tener
conciencia de nuestra efímera existencia. El sentido último de este
planteamiento consiste en entender la estatura universal del ser
humano.
Lo anterior supone cuestionarnos el rumbo: ¿en qué sentido
debe avanzar la nueva organización social?
El contenido humanista del desarrollo sustentable radical pro-
viene de la confianza depositada en la capacidad del intelecto para
resolver los grandes dilemas que definen el derrotero de la espe-
cie, tanto ahora como en la prehistoria de la humanidad. Dawkins
afirma que la clave está en desembarazarnos del pasado que nos
ata a las normas de la supervivencia primitivas y desarrollar nue-
vas formas de convivencia basadas en nuestra capacidad de rela-
cionarnos, entre nosotros y con nuestro medio de forma solidaria
y humana.
Es tiempo de reconsiderar la hipótesis Gaia (Lovelock, 1985),
es decir, de retomar la idea de la visión universalista que supone
que el rumbo de los acontecimientos de la actualidad corresponde
a una lógica que trasciende las fronteras de nuestra comprensión
y que expresa las leyes de la permanencia de la vida en el planeta
en el proceso de evolución del Universo.
Con esta visión, consideremos que estamos en control, que
poseemos la capacidad de entender la correlación funcional entre
nuestra propia existencia, el medio que nos rodea y la evolución
del planeta. Vale la pena aquí reflexionar, de acuerdo con Harris
(2012), que la determinación de nuestras acciones como indivi-
duos y como sociedad no es el resultado del llamado “libre albe-
122
drío”, sino que responde al contexto de nuestra propia existencia
y las relaciones que tenemos con el pasado y el medio en el cual
vivimos.
Entender tal propuesta nos puede llevar a la posibilidad de em-
prender una nueva generación de acciones de adaptación al nuevo
contexto histórico-ambiental.
¿En qué consisten las tendencias adaptativas que deben carac-
terizar a la nueva sociedad?
·· Alcanzar la libertad. Avanzar en la comprensión de los límites
que como individuos y como sociedad deben caracterizar a las
acciones humanas.
·· El imperio de la cooperación. Alcanzar la cohesión social a par-
tir de la solidaridad y la inclusión.
·· Sociedad biomimética. Emular los procesos naturales tanto en
lo relativo a su aprovechamiento, como en lo que respecta a la
organización social.
·· Neotribalismo. La conformación de un nuevo modo de relación
política en la sociedad. Un modelo caracterizado por sellos
culturales locales, enraizados en la historia particular y en so-
ciedades que trasciendan las estructuras e instituciones gene-
radas por el capitalismo industrial.
123
En palabras de Martínez (2008), la disciplina trata de la eco-
nomía “real-real”. El autor explica que la teoría económica domi-
nante divide la actividad económica en dos niveles: en la parte
“superior” se encuentra la economía financiera (aquella que está
ubicada en la esfera del dinero y desvinculada de la actividad pro-
ductiva) y en la “inferior” la economía real (es decir, aquella que
se centra en la “producción” de bienes y servicios).31 Para la eco-
nomía ecológica existe un tercer nivel, un nivel más profundo: el
de la economía real-real. Este nivel se refiere a la economía pro-
ductiva “de verdad”, es decir, aquella que “produce” en la natura-
leza los materiales con los que se crea todo lo demás. Para recon-
ciliar los imperativos entre las tres esferas (la financiera, la real y
la real-real) es menester considerar las leyes de la naturaleza y su
relación funcional con los procesos sociales y económicos.
El desfase entre las tres esferas de la economía constituye el
origen de la crisis económica de la actualidad. Ciertamente:
31. Algunos economistas del main-stream culpan al dominio del capital financiero sobre
el capital productivo (la llamada financiarización) de la actual situación crítica de la
economía mundial. Las “burbujas” financieras, el desfase entre el producto generado
en la economía real y la cantidad de circulante se han constituido como el principal
riesgo de la economía internacional.
124
aumento de la hanpp, la apropiación humana de la producción primaria neta
de biomasa (Martínez, 2008: 1 y 2).
Gráfica 3.1
125
3.3.1. La macroeconomía ecológica
126
entre otros, tienen un valor inconmensurable. Su desaparición tie-
ne consecuencias sociales y económicas. La lección es unívoca:
los gastos que los gobiernos y las empresas deben realizar para la
conservación de los sistemas y de los servicios que prestan son
mínimos respecto a los costos de remediación por su desaparición
(Sutton, 2016).
En el esquema de equilibrios de la macroeconomía ecológica,
la manipulación de las variables del consumo, inversión, gastos de
gobierno y de los ingresos externos deben alinearse en el sentido
de la conservación de los biomas. Es decir, la macroeconomía no
debe limitarse a la manipulación del ciclo económico a través de
las políticas de control de la inflación o del desempleo, sino que
debe ampliar su ámbito de acción para generar un modelo produc-
tivo que obligue al sistema a no transgredir los límites biofísicos
de la producción.
Sin embargo, ¿cómo traducir este principio ecológico en la
teoría macroeconómica y en la política pública?, ¿cómo alcanzar
los umbrales del desarrollo social sin recurrir a la destrucción de
la naturaleza que propicia el crecimiento económico?
La respuesta a estas preguntas fundamentales para la existen-
cia de la sociedad moderna la ha esbozado Latouche (2009) con su
idea del de-crecimiento.
“El ‘decrecimiento’ es un lema político con implicaciones teó-
ricas, diseñado para silenciar el parloteo de aquellos que son adic-
tos al productivismo” (Latouche, 2009: 7).
El de-crecimiento no es lo opuesto del crecimiento. La pro-
puesta no es, desde luego, una que sugiera la contracción de la
economía y por lo tanto el deterioro de la calidad de vida de la po-
blación. Más bien se trata de una ruptura con la lógica del sistema
actual. Como afirma Latouche, lo contrario del decrecimiento no
es crecimiento, sino barbarismo: el barbarismo de una sociedad
basada en la idea del crecimiento perpetuo sin tomar en cuenta los
límites biofísicos del planeta.
Latouche aborda el concepto del de-crecimiento como una
propuesta teórico-metodológica fuera de la falsa disyuntiva entre
crecer y no crecer. El autor afirma que la lógica del crecimiento
para el desarrollo planteada por la teoría económica dominante es
un oxímoron, una falacia, ya que en realidad el crecimiento ilimi-
tado nos conducirá al agotamiento de los recursos y por lo tanto a
127
la crisis socioambiental. La opción debe plantearse bajo una lógica
diferente.
[…] el decrecimiento es, por lo tanto, no más que un estandarte para orien-
tar a aquellos que han planteado una crítica radical del desarrollo […] y que
quieren definir los contornos de un proyecto alternativo para una política
del posdesarrollo. Su objetivo es construir una sociedad en la cual podamos
tener una mejor vida, trabajar menos y consumir menos. Es una propuesta
esencial si queremos abrir espacios para la inventiva y la creatividad de la
imaginación, la cual ha sido bloqueada por el progresivo totalitarismo eco-
nomicista y desarrollista (Latouche, 2009: 9).
128
trabajar a la macroeconomía en favor de la reconciliación de los
imperativos económicos, ecológicos y sociales.
La macroeconomía ecológica se presenta con frecuencia como
una aplicación del keynesianismo. Ciertamente, con todas sus limi-
taciones teóricas, el modelo is-lm ecológico ha tenido éxito como
una herramienta pedagógica sobre los alcances de la macroecono-
mía ecológica. Como se sabe, el modelo explica la relación entre la
economía monetaria (is) y la real (lm), y expresa cómo el equilibrio
entre los flujos de dinero y mercancías es la clave para la plena uti-
lización de los recursos y así garantizar el crecimiento. Nadal ofrece
una visión didáctica-esquemática del modelo añadiendo el gradien-
te ecológico para garantizar el control sobre los límites biofísicos
del crecimiento. La idea de un producto ecológico YEE alcanzado en
la intersección de las curvas is-lm con la restricción ee expresa una
deseable valoración ambiental para los equilibrios y una restricción
del crecimiento ad infinitum (Nadal, 2011: 64).
Gráfica 3.2
Modelo is-lm ecológico
129
La materialización de la macroeconomía ecológica en política
pública constituye un tema de gran interés para los economistas
ecológicos. Harris (2013) señala la importancia de la política fiscal
del keynesianismo verde. La política fiscal puede ser enfocada no
sólo en la recuperación de la recesión sino, específicamente, hacia
inversiones verdes y en incentivos fiscales verdes. Lo anterior
genera un doble beneficio: la ampliación del empleo e impulso
hacia una transición a la sustentabilidad. Las opciones son nume-
rosas: pensemos en la modernización de la eficiencia energética
a través de programas de investigación y desarrollo para la tran-
sición hacia la eficiencia y las fuentes renovables, como ejemplo
esperanzador.
Uno de los problemas más relevantes de la macroeconomía
ecológica consiste en determinar si el principio del decrecimiento
es aplicable en países pobres. La respuesta es unívoca: el decreci-
miento es la única solución posible a la crisis ambiental global. La
adicción al despilfarro que plantea la teoría económica dominante
es igualmente nociva en los países ricos y en los pobres. Desde
esta perspectiva, la economía ecológica plantea una redefinición
del concepto de desarrollo para desembarazarlo del imperativo
del crecimiento que prima en la teoría económica dominante. Lo
que se plantea es un nuevo modelo civilizatorio que revalore los
componentes que proporcionan la felicidad en todo el mundo (La-
touche, 2004).
Retomar los valores culturales y sociales en cada comunidad,
rehuir a la macdonalización de la vida social, constituye un reto en
el camino al decrecimiento. Los problemas sociales de los países
pobres no encuentran solución en las políticas de ayuda, inversión
y comercio de la globalización. Por el contrario, el aumento del
consumo en los países pobres, la misión “civilizatoria” del capital
ha llevado generalmente a la destrucción de los ecosistemas loca-
les y a la conformación de un modelo de dependencia económica
y social de los países ricos por la vía de la desarticulación de los
sistemas socioproductivos autóctonos. El sistema actual, caracte-
rizado por una división internacional del trabajo entre países pro-
ductores de materias primas y países industrializados, representa
dos caras de la misma moneda, un sistema fundamentado en la
adicción al crecimiento y el consumismo. El decrecimiento como
130
principio civilizatorio es una prioridad para la sociedad mundial,
en los países ricos y en los pobres.
Los pueblos del sur han planteado opciones sobre el concepto
del desarrollo, las cuales hemos analizado en el capítulo dedicado
a la economía solidaria y el buen vivir. Se trata, en concreto, de
revalorar las actividades que le dan sentido a la vida en contrapo-
sición de los valores que plantea el industrialismo occidental sobre
el consumo. En los países ricos, con altos niveles de consumo, el
reto consiste en determinar el paso hacia un estilo de vida diferen-
te. En este punto, la experiencia y la sabiduría de los pueblos del
sur pueden ser un insumo importante en el diseño de un nuevo
estilo de vida en los países ricos.
32. El concepto de marginalidad es central en la teoría económica ya que supone que los
individuos evalúan sus decisiones en el límite.
131
jetos a explotación privada, es uno de los temas de frontera de la
teoría económica dominante y la preocupación fundamental de la
disciplina de la gestión ambiental (Ostrom, 2000).
En este contexto, la microeconomía neoclásica que se aboca al
estudio de los precios y su papel en el comportamiento económico
de los actores en el mercado (los consumidores y los empresa-
rios), constituye el fundamento del estudio y de los instrumen-
tos de manejo de los recursos naturales en la teoría económica
convencional. Es decir, cuando el objeto de estudio de la teoría
dominante son los precios de las mercancías que ofrece la natu-
raleza y las decisiones que toman los individuos al respecto de su
“aprovechamiento”, la microeconomía neoclásica ha derivado en
dos especialidades: la economía de los recursos naturales y la eco-
nomía ambiental (Keohane y Olmstead, 2016).
33. Los “gastos compensatorios” no son amortizables, sino que se calculan como pérdidas
en los resultados de la rentabilidad del capital.
132
En el caso de los recursos no renovables la decisión sobre los
ritmos y volúmenes de extracción-explotación se derivan exclusi-
vamente de las condiciones del mercado (la oferta y demanda del
bien, la situación de los mercados financieros y el momento del
ciclo macroeconómico).
Como se puede observar, en el esquema de la economía de
los recursos naturales la variable “naturaleza” es relativamente in-
dependiente, es decir, las decisiones sobre el “aprovechamiento”
de los bienes y servicios que nos ofrece se toman en función de
los costos y beneficios marginales de la explotación-preservación:
en la ecuación de producción, el factor ecológico es irrelevante, a
menos que la decisión de la preservación del recurso sea costo-
eficiente. Por otro lado, en los casos en los que existen costos pri-
vados nulos (o muy reducidos) en la destrucción del medio am-
biente y una ausencia de barreras de entrada de capitales en la
explotación del recurso en cuestión, las decisiones sobre la explo-
tación de la naturaleza se toman sin restricción ecológica alguna.34
Lo anterior se debe a que los beneficios privados del aprovecha-
miento del recurso (y del deterioro ambiental) no consideran los
costos sociales concomitantes. La disciplina que estudia esta falla
de mercado (la asignación económicamente ineficiente de algún
recurso) es la economía ambiental.
La economía ambiental
133
en cuestión. Por ello, la evaluación del impacto ambiental de toda
decisión productiva se realiza en relación con la evaluación del
daño a precios de mercado. La política ambiental intenta, por lo
tanto, posicionar los beneficios marginales privados en equilibrio
con los costos marginales sociales. Esto significa que se calcula
el daño ocasionado por cada unidad extra de inversión y, como
consecuencia, se determina el margen de inversión en donde la
contaminación (o el daño) es costo eficiente. A este eufemismo se
le conoce como “contaminación óptima”.
La piedra angular en este esquema es la metodología de eva-
luación. Para transformar a la naturaleza, en recursos naturales
o capital natural en la práctica de la gestión ambiental se utilizan
técnicas como el análisis costo-beneficio (la ponderación econó-
mico-social) y la manifestación de impacto ambiental (la valora-
ción de mercado del deterioro del medio ambiente): el destino del
medio ambiente depende de tal valoración. Si después del ejerci-
cio valorativo, el punto de equilibrio indica que el escenario más
eficiente es la destrucción de algún bioma, el agotamiento de algún
recurso o la emisión de ciertos contaminantes, la recomendación
de la política ambiental será aplicada en consecuencia.
La valoración del medio ambiente constituye la razón de ser
de la economía ambiental. Su lógica es determinada por la racio-
nalidad económica neoclásica. El modelo determina por métodos
directos (análisis de mercado) o indirectos (valoración contingen-
te35 o cálculo de los precios hedónicos)36 los precios de mercado
de los bienes evaluados y los compara con los beneficios futuros
del “aprovechamiento económico” del bien en cuestión.
La economía ambiental es una derivación de la subdisciplina
de la “teoría del bienestar”. Surgida a mediados del siglo pasado
como una reacción de los economistas ortodoxos ante el agrava-
miento de las consecuencias ambientales del funcionamiento “li-
bre” del mercado, la teoría propone que el mercado presenta fallas
cuando se ve obstruido por barreras de entrada. Por ello, los teóri-
cos de la teoría del bienestar plantearon que el papel de la política
134
ambiental debía consistir en desactivar las fallas del mercado (las
externalidades derivadas de las distorsiones de las condiciones
del funcionamiento “normal” del mercado) garantizando las con-
diciones óptimas para su desarrollo.
¿Cuáles son las condiciones óptimas para el desempeño vir-
tuoso del mercado? Se trata, fundamentalmente, de la universali-
dad de la propiedad privada y su opuesto, la no intervención del
Estado en la economía. De ahí que la política ambiental dominante
echa mano del instrumental teórico de la microeconomía neoclá-
sica para la privatización de los recursos naturales.
De esta manera, tanto desde la perspectiva de la economía de
los recursos naturales como de la economía ambiental, la economía
ortodoxa no aborda el problema de los recursos naturales como
un problema biofísico, sino como un problema económico. El ob-
jetivo fundamental de la política ambiental basada en este edificio
teórico no es la preservación ni el desarrollo de las reservas natu-
rales, sino su utilización económica eficiente.
Esquema 3.6
Campo de acción de la economía de los recursos
naturales y de la economía ambiental
135
Recuadro 3.3
Calculando el punto de equilibrio entre el bienestar
que ofrece el uso de los electrodomésticos versus la posibilidad
de enfermarse de los pulmones
La política ambiental plantea el dilema en términos del equilibrio del costo social marginal
y el beneficio privado marginal. El criterio de decisión del actor social es el punto en el cual
se alcanza la mayor eficiencia en la utilización de los recursos.
La decisión de encender un electrodoméstico en Guadalajara contiene un dilema inhe-
rente. El beneficio privado de disfrutar un servicio (ver la televisión o hacer uso de Internet,
por ejemplo), a cambio de contaminar el aire por la emisión de gases de efecto invernadero
emitidos por la central termoeléctrica de Manzanillo, de contribuir al deterioro ambiental
causado por la minería y el agotamiento del recurso.
Las personas toman la decisión de usar el electrodoméstico porque sus beneficios pri-
vados marginales son mayores que los costos de los impactos socioambientales que pro-
duce. Si la relación cambiara, si los beneficios personales fueran menores (si aumentara la
probabilidad de sufrir cáncer de pulmón por aspirar el CO2, o si el precio de la electricidad
incluyera los costos médicos de las personas que se han enfermado por esta causa), la deci-
sión del consumidor cambiaría. Como resultado, cambiaría también la forma de obtención
de energía y la eficiencia energética de los electrodomésticos.
El principio básico de esta teoría consiste en que, en las decisiones de los actores, sean
productores o consumidores, siempre hay afectación. Lo que cambia son los costos de la
afectación y sus destinatarios. En el sistema productivo vigente no hay decisiones morales
o socioambientales: existe, en cambio, un cálculo del beneficio y el costo.
136
La teoría del valor es quizás uno de los campos más enigmáti-
cos de la teoría económica. Su pregunta central es determinar el
origen del valor: ¿por qué valoramos las cosas?, ¿de dónde surge
este atributo? Los padres de la economía se intrigaron por este
acertijo, que fue objeto de agrios debates teóricos e ideológicos.
Los fisiócratas consideraban que la única fuente del valor era la
naturaleza y que las demás actividades económicas eran parasita-
rias, redistributivas del valor que ofrece la naturaleza.
Hoy día el tema es más vigente que nunca y se encuentra en
el centro de la disputa por la hegemonía económica mundial. El
fenómeno de la financiarización de la economía, el divorcio entre
la economía real y la financiera, tiene su epicentro en el problema
del origen del valor.
La teoría acabada del valor-trabajo fue planteada inicialmen-
te por Adam Smith y desarrollada por Marx. Su idea central es
que la fuente del valor es el trabajo. Desde esta perspectiva dos
mercancías se pueden intercambiar de acuerdo con su sustancia
común: el trabajo humano. El cálculo de valor de la mercancía es
el tiempo socialmente necesario para su producción. El productor
genera más valor en menos tiempo, obtiene mayores beneficios y
viceversa.
Esquema 3.7
El reflejo del valor de una mercancía en otra
137
del comercio se encuentran en el cálculo del valor que contienen
las mercancías.
La historia nos dice que del mundo de las mercancías se des-
prende una, que por sus características físicas puede cumplir el
papel de equivalente general: el oro. Con el surgimiento del oro
como categoría teórica se explica el dinero y el precio como forma
de expresión del valor de las mercancías.
Esquema 3.8
El oro como equivalente general
138
Esquema 3.9
Divorcio de las formas de valor con el producto
139
forma muy directa que el objetivo del modelo no es el bienestar
material, la producción de bienes y servicios para el progreso so-
cial, sino la producción de formas de valor. En su tiempo, Marx
afirmó que “los capitalistas producen mercancías porque no les
queda de otra”. La profecía se ha cumplido.
El tema del divorcio de las formas del valor con el valor de las
cosas tiene importantes repercusiones ecológicas y es, por tanto,
el tema fundamental de la microeconomía ecológica.
La microeconomía ecológica plantea restablecer la relación
entre las formas del valor, no con el valor de las mercancías de la
economía real, sino con los costos de la destrucción de los acervos
naturales de la economía “real-real” y los servicios que presta. El
nuevo equilibrio de precios de mercado reconciliaría los impactos
de la producción y del consumo en el medio ambiente.
Hemos dicho que en la economía de mercado los precios no
incorporan los costos de la destrucción del medio, ni el valor de
los servicios ecosistémicos, ni los efectos sociales del deterioro
de los ecosistemas. Estos costos son pagados por la sociedad. Para
la economía ecológica, entonces, no existen las fallas de mercado
ya que considera que los efectos destructivos del sistema de pro-
ducción son el resultado del funcionamiento natural del mercado.
Como consecuencia, la política ambiental emanada de la economía
ecológica no se enfoca en internalizar las externalidades (corregir
los desequilibrios en el sistema de precios para que los beneficios
privados se relacionen con los costos sociales), sino que establece
nuevos equilibrios en los precios para que los bienes que resultan
más dañinos se vuelvan incosteables.
El objetivo consiste en establecer nuevos patrones de produc-
ción y consumo que terminen con el subsidio socioambiental que
se carga a la sociedad y a la naturaleza. En un mundo con graves
presiones ambientales, el subsidio ecológico de la producción es
inviable. La humanidad no tiene otra salida más que dar fin a la
era del consumo frugal y establecer límites en sus posibilidades
biofísicas. Los límites biofísicos de la producción harán necesario
este cambio ya sea de manera gradual y ordenada o con la inter-
mediación de las consecuencias sociales de la destrucción de los
ecosistemas.
140
Gráfica 3.3
Cambio de precios de mercancías
con el costo del deterioro ambiental
141
de los precios como un sistema de señales que guíe a los produc-
tores y a los consumidores en la dirección de la sustentabilidad.
Conclusión
142
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146
A manera de conclusión (y como inicio de
la construcción de un nuevo paradigma)
H
emos intentado exponer algunos lineamientos teórico-
metodológicos que tienen el objetivo de aportar ideas
para avanzar en el camino de la construcción colectiva
de nuevas perspectivas para la evolución viable de la sociedad
humana. Le hemos llamado desarrollo sustentable radical.
La transformación no es una opción. Constituye la única salida
posible de la crisis actual, del proceso permanente y acelerado de
destrucción del entorno natural que permite nuestra existencia.
La clave consiste en transformar de fondo los patrones de produc-
ción y de consumo. Según nos demuestra la evidencia científica,
bajo el esquema actual, la crisis es inminente.
Sin embargo, es menester relativizar el ecocidio. Con o sin cri-
sis, el mundo seguirá girando (como lo ha venido haciendo desde
hace más de 13 mil millones de años), pero después del colapso
de la civilización humana, algunas especies preexistirán, el adn
que define la esencia de la vida continuará su ruta en la evolución,
quizás sin nuestra especie. El principio ético fundamental del de-
sarrollo sustentable radical consiste en alargar el tránsito y hacerlo
más grato.
Para ello es menester cambiar los patrones de producción y
consumo. La meta consiste en terminar con la adicción del progre-
so material (Costanza et al., 2017), en aprender a respetar los lími-
tes biofísicos del crecimiento, en dejar de consumir de la manera
que lo hacemos en la actualidad. Es menester abandonar la actitud
social-infantil de satisfacer los deseos sociales e individuales cues-
te lo que cueste.
El nuevo modelo transformará la “ecología humana”, es decir
la forma en que los seres humanos vivimos y nos adaptamos al
medio. Para ello, como lo ha planteado Martínez, resulta impres-
cindible desde el ámbito académico incorporar en el currículo el
estudio generalizado de la economía real-real, el espacio donde se
147
“produce” la naturaleza y avanzar en la consolidación de un nuevo
marco teórico: es importante darle mayor consistencia a una serie
de eco-disciplinas como la historia ambiental, la etno-ecología y la
antropología ecológica, la ecología industrial, la ecología urbana, la
agroecología, la ecología política y la economía ecológica.
Es impostergable avanzar en la comprensión de las causas que
generan la autodestrucción. La salida parece ser copiar a la natu-
raleza, encontrar islas de neguentropía (de desperdicio mínimo
de energía) y alejarnos de las actitudes sociales e individuales ori-
ginadas en nuestro pasado tribal, las prácticas que nos llevan al
egoísmo y a la rivalidad.
En cambio, el futuro deberá parecerse a un mundo goberna-
do por la cooperación y la solidaridad. La nueva sociedad fundará
su fortaleza en nuevas prácticas de convivencia, en el rescate de
los más vulnerables y en el respeto por las leyes de la naturaleza.
De ahí surge el componente principal de la praxis del desarrollo
sustentable radical: la economía solidaria. Hoy es impostergable
rescatar las ideas de Vernadski (1997) sobre la noosfera: la utopía
de un estado en que una nueva bioética guíe a la humanidad en su
camino a su liberación.
La liberación de la humanidad no culmina con la emancipa-
ción de las sociedades de los poderes políticos opresores, sino que
debe centrarse fundamentalmente en la emancipación de su ce-
guera ecológica, de su adicción al consumo, de la gran confusión
entre felicidad y posesión material. El nuevo modelo no significa
un retroceso a la era de la escasez: es, al contrario, un nuevo esta-
do en el cual los individuos se liberen del consumo conspicuo y en
el que el esfuerzo social se enfoque en el abordaje de las necesida-
des legítimas y solidarias de las personas.
Para ello es necesario comprender que la realidad es demasia-
do compleja para ser abordada de la manera en que lo hemos es-
tado intentando hasta hoy. La crisis ecológica actual nos demues-
tra que nuestros sentidos limitados no están capacitados para tal
tarea. Por ello, la estrategia hacia la emancipación se fundamenta
en la humildad. En entender nuestro lugar limitado en el espacio
y el tiempo de manera sistémica. En conectar los puntos, en ree-
ducarnos en la gran tarea de crear nuevas herramientas que nos
permitan pensar de manera sistémica, en acostumbrarnos al caos
y a la incertidumbre, y en encontrar la felicidad en el trayecto.
148
Esto es especialmente urgente en nuestras sinergias con el me-
dio natural. La destrucción ambiental no es otra cosa que el cam-
bio de las condiciones biofísicas necesarias para la vida de la raza
humana. Por ello es indispensable hacer las paces con la naturale-
za, diseñar estrategias de adaptación con el imperativo de respetar
sus leyes y contribuir a la restauración del entorno biofísico que
permite nuestra existencia.
El aspecto social es el que más dudas presenta. El estudio de
“lo social” se ha rezagado respecto al entendimiento de los fenó-
menos naturales. Así lo demuestra el contraste de los grandes lo-
gros científico-técnicos con la incomprensión de las causas del
comportamiento suicida que caracteriza a la sociedad contempo-
ránea. La sociedad se asemeja a una manada de búfalos corriendo
desenfrenadamente hacia el precipicio y nadie parece entender a
cabalidad la causa y menos la solución para esta realidad.
Existen ciertas pistas: la economía ecológica, con todas sus li-
mitaciones, presenta ideas interesantes, alejadas del pensamiento
dominante. Se trata de conceptos que surgen de la necesidad de
entender las causas de la ruptura metabólica, de intentar la aplica-
ción de herramientas y técnicas que superen el pensamiento lineal
y soberbio de la modernidad. El reto es operativizarlas, convertir-
las en estrategias viables, enraizadas en la conciencia social.
Algunos de los retos pendientes para la tarea de construir el
paradigma del desarrollo sustentable radical son la consolidación
de la multidisciplina como método de análisis e instrumento de
construcción de estrategias, desarrollar una nueva economía del
tiempo, relativizar la realidad compleja para transformar las acti-
tudes y los valores de los individuos en convivencia social. Otros
temas pendientes para la consolidación de una teoría viable del
desarrollo son la redefinición de la naturaleza del Estado y la liber-
tad, la contrapropuesta humanista a los valores liberales y la va-
loración objetiva de lo que nos regala la naturaleza. Como señaló
Boulding (1966) el siglo pasado: cuando estemos preparados para
comportarnos como pasajeros en una nave estelar viajando por el
cosmos, tendremos esperanza.
Al final del camino, ¿comprenderemos lo efímero de nuestro
paso por el Universo? La cuestión planteada en el libro que el ama-
ble lector ha tenido en sus manos no ha sido, desde luego, añorar
la inmortalidad, sino aportar ideas que nos permitan pensar en la
149
utopía de hacer de nuestro breve paso por el mundo un trayec-
to placentero, digno de la oportunidad de haber existido. Ahora
sabemos que la Madre Tierra, junto con todo lo que contiene, se
extinguirá irremediablemente con el enfriamiento del Universo y
con ella todo aquello que le permitió generar las condiciones apro-
piadas para sostener la vida.
Referencias bibliográficas
150
Anexo 1
Teoría de sistemas y gestión del agua
151
económicos, financieros, tecnológicos, socioculturales, políticos y
ecológicos y sus sinergias.
El instrumento que se propone para abordar este sistema de
relaciones en su dinámica es el de gobernanza ambiental. En sen-
tido amplio, la gobernanza ambiental se refiere a la manera en que
una comunidad determinada resuelve sus nudos ambientales, la
combinación de mecanismos formales e informales y su interco-
nexión con las normas e instituciones locales.
De esta manera, para comprender y transformar el sistema
de gobernanza del agua es menester inicialmente determinar los
efectos que cada elemento ocasiona en el comportamiento del sis-
tema.
En la primera sección, se describe la racionalidad de la teoría
de sistemas. En la segunda, se propone la metodología de Forres-
ter para la descripción de un sistema. Finalmente, en la tercera
sección, se describe el contexto del sistema de la gestión del agua
en México.
152
El surgimiento de la Teoría de Sistemas como paradigma, se deriva
del incremento de la importancia del tipo de problemas que han
surgido en las condiciones de la modernidad. Las nuevas interro-
gantes surgidas, tales como la crisis ecológica o la pobreza, en el
ámbito global, la seguridad y la crisis de valores humanísticos,
necesitan ser abordadas con nuevas formas de acceso al conoci-
miento.
La clave fue la comprensión de que los problemas actuales se
diferencian de las interrogantes del pasado en que constituyen un
entramado de factores constituyentes de un sistema y que el con-
curso de sus variables propicia gran incertidumbre. En este con-
texto, se percibió que el derrotero del tipo de problemas enumera-
dos depende de eventos aleatorios y que, para enfrentar los retos
de la actualidad, es imperativo comprender la manera en que se
organizan y relacionan los componentes de los sistemas.
Con este descubrimiento teórico-metodológico, dio inicio una
nueva y refrescante era en la ciencia: la concepción sistémica de
la realidad.
Los prolegómenos de la teoría de sistemas se encuentran en
el trabajo de Ilya Prigogine (1917-2003), quien propuso, desde la
Química, el principio fundacional de auto organización de los sis-
temas: la teoría de las estructuras disipativas o teoría del caos.
Cazau (2015:1) define: la teoría de las estructuras disipativas…
153
La Teoría General de Sistemas se puede definir como “la for-
mulación y derivación de aquellos principios que son válidos
para los sistemas en general” (Bertalanffy, 1976: 24). Bertalanffy
(1901- 1972), considerado como el primer científico en exponer
de manera rigurosa la teoría de sistemas, formuló una propuesta
revolucionaria: el imperativo de la integración del conocimiento a
través de una visión holística de la realidad.
Un elemento más para entender la evolución de la teoría gene-
ral de los sistemas fue el concepto de autopoiesis, presentado por
el biólogo chileno Humberto Maturana (1928- ). La autopoiesis
describe el principio de organización de los seres vivos, y al ex-
tender su ámbito a la ciencia en general, se constituye como un
poderoso instrumento para la comunicación interdisciplinaria, la
construcción de los puentes epistémicos entre las ciencias duras y
las sociales. Maturana sostiene que la subjetividad del investigador
juega un papel determinante en la comprensión de los fenómenos
estudiados y con ello borra la discontinuidad entre lo biofísico, lo
social y lo humano.
La autopoiesis, consiste en “la determinación del estado si-
guiente del sistema a partir de la estructuración anterior a la que
llegó la operación” (Rodríguez y Torres, 2003:115). Es decir, des-
cribe la capacidad de los sistemas de auto transformarse por me-
dio de la evolución de las relaciones internas de sus elementos y
en relación con el contexto externo. Con la ayuda del concepto de
autopoiesis, el biólogo chileno explicó cómo la materia inanimada
evolucionó hacia la vida:
154
Tierra se dieron las condiciones para la formación de este tipo de proteínas
surgió la vida.
Si, entonces, definimos la vida como la propiedad poseída por cosas que
contienen al menos una molécula activa adn o arn tendremos lo que ne-
cesitamos. Las células de todas las plantas y animales, así como de todos los
organismos unicelulares, incluso las moléculas de todos los virus, contienen
al menos una molécula adn o arn (y en el caso de las células, muchos milla-
res). Mientras estas moléculas son capaces de guiar la formación de enzimas,
el organismo está vivo con todos los atributos de la vida. Las cosas que nunca
han estado vivas, o que estuvieron una vez vivas y ya no lo están, no poseen
moléculas activas de adn o arn.” (Asimov, 1980:13)
155
de acceder al conocimiento de los fenómenos socio ambientales
propios de nuestra época.
Hasta la aparición de la concepción sistémica, la investigación
científica se percibió como un proceso lineal y rechazó el con-
cepto de la complejidad, pues esta significaba aceptar la incerti-
dumbre. En seguimiento de la filosofía cartesiana, el conocimiento
científico se consideraba el producto de un conjunto de reglas pre-
establecidas, útil para analizar el problema en cuestión y “separar”
sus elementos. El resultado esperado era la explicación del fenó-
meno con el objetivo de controlarlo. Así, la ciencia “normada” se
apropiaba de la verdad objetiva y establecía los parámetros para
la gestión de los hallazgos. Este método era apropiado para el tipo
de problemas que enfrentó la humanidad hasta mediados del Siglo
xx cuando el tipo de fenómenos que ocupaban la mente de los
científicos eran adecuados para el pensamiento lineal: los sistemas
“complicados”, es decir, aquellos que se rigen por reglas definidas
y que pueden resolverse con certeza (Morin, 2006).
El acercamiento sistémico de la complejidad parte de otro pa-
radigma. La visión sistémica requiere de la integración del cono-
cimiento, no de la separación de sus elementos. Esto se debe a
que los desafíos que enfrenta la humanidad se caracterizan por
la incertidumbre. Los sistemas “complejos” se enfrentan a la in-
certidumbre presente en la sociedad contemporánea (Barberrous-
se, 2008). Bajo el nuevo paradigma, el problema se “construye” a
partir de los diversos saberes con el objetivo de actuar con perti-
nencia. El camino hacia el acceso al conocimiento se concibe más
como una estrategia transdisciplinaria, que como un método pre-
definido.
Desde el descubrimiento de la visión de la Teoría de Sistemas
en la década de los años 50, el mundo se ha inundado de sistemas
y los especialistas en sistemas han impuesto su visión en innume-
rables campos del conocimiento y la producción. Como menciona
Bertelanffy (1976), desde sus orígenes en la ingeniería energéti-
ca (máquinas de vapor o de electricidad), hasta la ingeniería del
control (cibernética), los sistemas se han instalado en la sociedad
y el “enfoque de sistemas” se ha entronizado en grandes campos
de la ciencia y la tecnología. Debido a la naturaleza mecánica de
los sistemas mencionados, la visión de la realidad entre los indivi-
duos permaneció en este ámbito. Sin embargo, la visión sistémica
156
compleja está prácticamente ausente en la percepción de la vida
diaria, de la academia, en la percepción científica dominante y en
la política pública.
Lo anterior es particularmente preocupante si consideramos
que el enfoque de los sistemas complejos es fundamental para el
acceso al conocimiento y la comprensión de los principales pro-
blemas de la actualidad y que su importancia no se limita al ámbito
científico o filosófico. El abordaje de la complejidad es útil en la
vida diaria de los individuos pues ayuda a
2. La construcción de un sistema
157
espacios de interacción que es necesario alterar (añadir o eliminar
elementos) para cambiar el comportamiento del sistema.
Dennis Meadows (s/a), define 6 pasos para la construcción de
un sistema complejo:
158
cuantitativa de los fenómenos relacionados con el comportamiento
del sistema traerá como resultado un cambio en la naturaleza del
sistema, un cambio cualitativo. El paso del cambio cualitativo cau-
sado por los cambios cualitativos es una ley del comportamiento
de los sistemas complejos. El exceso de información conlleva a
la degradación de los sistemas, como sucede con los virus com-
putacionales en los sistemas cibernéticos, las enfermedades en el
sistema inmunológico o en el medio ambiente (Postman, 2005).
Una propiedad de los sistemas consiste en que la transforma-
ción de su comportamiento depende de la eliminación o la inclu-
sión de nuevos elementos y nunca de su transformación. La alte-
ración de los elementos existentes sólo lleva al cambio en el ritmo
del comportamiento previo y a un atraso en el cambio esperado
del sistema.
159
mas es que nunca se estabilizan; nunca llegan al equilibrio, están continua-
mente construyendo nuevos elementos, nuevas especies, nuevos mecanis-
mos de comercio, están siempre en movimiento. De hecho, cuando un sis-
tema complejo adaptativo se estabiliza y llega al equilibrio, muere (Holland,
2004: 283).
160
En el caso de la gestión del agua en México se puede identificar
un gran número de actores que expresan la diversidad de elemen-
tos que hay que considerar para construir el contexto del sistema.
Partimos de la hipótesis de que el modelo de gobernanza del agua
constituye un sistema complejo adaptativo ya que presenta sus
características funcionales, tales como la agregación, la no linea-
lidad, la presencia de modelos internos, de flujos y la diversidad.
Para describir el contexto en el cual se desarrolla la gestión del
agua, es necesario dar razón de la racionalidad de los actores que
participan en el sistema.
En general, se puede afirmar, que el sistema de gestión am-
biental en México no ha podido consolidarse. Se trata de una serie
de instancias desarticuladas con diversos ámbitos de acción, fre-
cuentemente aisladas y contradictorias. A pocos años de su crea-
ción, el modelo responde a la lógica de respuesta a los problemas
socio ambientales. La planeación y el abordaje estructural de los
temas ambientales sólo existe en la documentación oficial y no se
aplica en la realidad.
Como afirma Provencio,
161
de bosques, cuencas, áreas naturales protegidas, o el manejo de la
biodiversidad.
Aunque en la Constitución de la República, la asignación de
responsabilidades entre los organismos federales, estatales y mu-
nicipales está definida claramente, en los hechos existe una per-
manente confusión tanto en los ámbitos de acción como en las
tareas de planeación y desarrollo. A escala estatal, se cuenta con
secretarías de medio ambiente y con organismos operadores del
agua y, a escala municipal, existen instancias relacionadas con la
operación del abasto y saneamiento de agua para la población.
Por otra parte, desde la perspectiva sectorial, existe también
una participación muy diversa de grupos de usuarios lo cuales
ocasionan grandes presiones tanto en el diseño de las estrategias
locales como en la sanción y monitoreo del desarrollo de infraes-
tructura y la implementación de los planes y programas hídricos.
Como resultado, en general se presenta una especie de “dislexia
institucional” que se expresa en el deterioro permanente y ace-
lerado de los sistemas de soporte de vida de las comunidades y
en particular en la disrupción del ciclo del agua a escala nacional,
regional y local.
Ciertamente, la situación del agua y de la salud ambiental de
los sistemas hídricos es crítica en el país. Hemos entrado en una
etapa de administración de la escasez que se expresa en graves
conflictos sobre las decisiones en la orientación de los usos del
agua y su manejo.
Como afirma Castelán:
162
El crecimiento de la demanda de agua debido a los requerimien-
tos de las actividades productivas y al incremento demográfico
ha propiciado una disminución neta de su disponibilidad. Según
datos oficiales, en el año 2004, la disponibilidad promedio de
agua en el país fue de 4km/hab./año. Sin embargo, este indica-
dor es engañoso si tomamos en cuenta la irregular distribución
de la población y de las actividades productivas la escasez. En los
hechos existen regiones con altos niveles de escasez real de agua
como sucede en el Valle de México con 157m3/hab, las cuencas
centrales del norte con 995 m3/hab. o la cuenca Lerma Santiago
Pacífico con 1135 m3/hab. (Magaña, 2006: 7).
Por otra parte, según la cna menos de 25% de las aguas resi-
duales reciben algún tipo de tratamiento.
La disrupción del ciclo del agua tiene otro componente. La de-
forestación y la degradación de los suelos. En los últimos 20 años
se han perdido 58% de los bosques y sólo se conserva 2% de los
bosques (cemda 2006).
El planteamiento sistémico propone el análisis del sistema de
gestión del agua como la relación de los elementos: los usuarios,
las instituciones y los sectores. Bajo esta perspectiva, la falta de
integración de las estrategias de manejo del agua, el traslape de
las funciones y responsabilidades y la falta de transparencia en la
elaboración, el monitoreo y la sanción de los planes y proyectos
hídricos constituyen el origen de las dinámicas de destrucción del
ciclo hidrosocial en los diversos niveles espaciales, a escala nacio-
nal y a lo largo de las cuencas regionales y locales en el país. Las
relaciones causales, los llamados “bucles de retroalimentación”
que generan las relaciones de los elementos mencionados generan
propiedades emergentes en el sistema, mismas que se traducen en
los efectos destructivos del sistema.
La clave para cambiar el comportamiento del sistema en su
conjunto, consiste en incorporar nuevos elementos que generen
nuevas propiedades emergentes que reviertan las dinámicas des-
tructivas. Para ello es indispensable incorporar elementos prove-
nientes del conocimiento local, los saberes y visiones tradicionales
y las valoraciones ciudadanas. El objetivo de la política ambiental
consiste en encontrar los puntos de influencia donde la interven-
ción puede cambiar el comportamiento del sistema. La aplicación
de sistemas de incentivos y penalidades, que fortalezcan las di-
163
námicas positivas e inhiban las prácticas nocivas, el cambio del
ritmo de los procesos y el cambio de paradigma de los usuarios,
constituyen las herramientas básicas que proporcionan los siste-
mas complejos (Meadows, 2008).
La política pública deberá centrarse en identificar, a modo del
análisis de los Sistemas Complejos Adaptativos, lo que lleva a los
actores a tomar las decisiones individuales que propician propie-
dades emergentes en el sistema. Propiedades de adaptación, re-
siliencia y desarrollo, como en las llamadas “grillas bidimensio-
nales” estudiadas con profundidad en la biología molecular o en
el comportamiento de las bolsas internacionales de valores, en la
economía internacional.
Conclusiones
164
permitan comprender las realidades emergentes que enfrentamos
como sociedad y como individuos.
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