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EGO SUM PAPA: ICONOLOGIA DEL PAPADO Y TIEMPO APOCALIPTICO EN LA PROPAGANDA DE LA REFORMA PROTESTANTE ALEMANA José ROSO DIAZ, Universidad de Extremadura 1.-Miedos coleetivos e imagen del papado en la Edad Media (Cruda fue la realidad para cl hombre en los largos tiempos medievales. Los cambios climéticos, la falta de alimentos y el hambre, el terror a la noche, las epidemias y enfermedades (en particular la peste), el dolor sin ali- vio, el estado lamentable de la Iglesia con sus cismas y la impiedad y corrup- cin del clero hipéerita la crudeza de la vida cotidiana, los desastres de una naturaleza dominante, las incertidumbres ante tas guerras, las alteraciones politicas y cl peligro constante de los tureos crearon un enorme estado de an- siedad y temor que explica Ia existencia de un gran pesimismo.en la ch ‘cidn occidental. La amargura de la muerte estaba en todos sitios* siempre de- masiado proxima, insinudndose y advirtiendo. El hombre, que se vio obligado a convivir con ella, era consciente de que el final acechaba y estaba, en cualquier caso, proximo. Este horror al acabamiento individual provocé ‘en la comunidad la aparici6n de miedos colectivos’ que se apoyaron basica~ mente en Ia idea de que los tiempos estaban pasando de la perfeccién al de- rrumbamiento. Surgieron, por ello, movimientos piblicos de penitencia (Penitentiam agite!) y una honda preocupacién por el significado de la histo- "La peste fue considerada castigo apocalipico: *Miré y vi un caballo bayo, y el, que cabalgaba sobre €l tz por nombre Mortandad, el inierno le acompafaba” ‘Apocalipsis 6.8). Ta muerte es una constant tanto en fa iteratira, como en fa escuturay Ia pin- tra, Recordemas so las obras de El Bosco y Dureroo muchos trabajos xlogrfices alemanes, Elsigo XV constuye la cumbre del culto a mvere * En palabras de Jean Delemeau El miedo en Occidente. Mi -42; “Se consttuye un ‘pats del miedo" en cvyo interior una ‘ disgusto’y To poblé de fntasmas morbosos (..). [Esta angusit} Pod provocar en ella fenémenos de inadaptacién, una regresién del pensamiento y dela efectividad, ydesesperaciGn". 347 José Roso Diez ‘ia. La historia fue considerada como la acumulacién progresiva de males hhasta llegar al fin de los tiempos y a la segunda venida de Cristo, los padeci- ‘mientos de Ia humanidad como castigos de Dios por los pecados cometidos. Sobre esta idea comenzaron a prolifera los signos precursores del juicio y el interés por los prodigios, que teflejaban, por otra part, el desequilibrio exis- tente entre los creyentes y la divinidad, Surgi6, de hecho, una gran necesidad de consumir fendmenos extraordinarios y milagros y, también, un inere- ‘mento muy notable de la religiosidad. El hombre intents comprender su si- twacion contempordnea con los simbolos apocalipticos' y convirtié a sus tiempos turbados en una época de espera mesiainica justificadora de las cala- midades del presente. En efecto, os Factores sociales, politicos y religiosos del mundo medieval contribuyen a comprender mejor la extraordinaria vi- ‘gencia de las profecias sobre la préxima llegada del Anticristo, pero sdlo fue- ron buen caldo de cultivo de la tradicidn apocaliptica que hunde sus races hasta os primeros tiempos de Ia eracristiana. La obsesién por el final del mundo dio lugar a una importante labor exe- gética que tuvo como resultados no pocos eseritos y la fijacién de su llegada para fechas coneretas’, Revitalizé también el mito del Anticristo. El signifi- ccado de esta figura es el de adversario de Cristo, Se trata de un personaje de Ja escatologia, cuya aparicién debe cifrarse en un tiempo futuro de gran tri- bulacién y confictividad, caracterizado por el signo de la malignidad y por su combate diabélico para alcanzar la apostasia universal. Se legitima, ademas, por medio de la Biblia tanto por escritos veterotestamentarios como neotes- tamentarios, y, sobre todo, por el Apocalipsis de Juan, Esta figura de la mal- dad fue concebida con ambigiedad, de una manera abstracta 0 concreta, Segiin la primera es “simbolo de la rebelién continua contra Cristo hasta el Juicio Final”, simbolo en definitiva de la negacién de la fe. La segunda lo enticnde conv personaje histérico concteto (Judas Iscariote o Neron, por ejemplo) definidos por ser pésimos gobemantes y modelos de maldad. A lo largo de los siglos a cualquier provocador o hereje se le denominaba Anilicristo: durante Ia querella de ls investiduras, incluso, reciba tal nombre el adversario, fuera el papa o cl emperador y, cada vez que tenia lugar un cisma en Ia Iglesia, ea el calificativo reefproco que se profertan papas y anti- Papas. Sin embargo, a mediados de In Edad Media, en especial a partir del “Cr. w este proposito, José Guadalajara Medina, Las profectas del Antcristo en ‘a Edad Media. Madrid, Gredos, 1996, especialmente las pp. 93-121. » Cualquier precisién en este sentido queda invalidada por algunos pasajes bibli- £08, en especial por Mateo 24.36: “Pero de aque dia y de aquella hora, nadie sabe, ni los dngeles dl cielo, ni el Hijo, sino slo el Pade”. *CE.W. R. F. Browning, Diccionario de fa Biblia. Barcelona, Paidés, 1998, p41. 348 Ego Sum Papa: iconologia del papado y empo apocaliptico siglo XIII, la leyenda del Anticristo empez6 a tener un mareado carécter cle~ rical, pues se entendis como un mal religioso fruto de la falsedad doctrinal a corrupcién de la jerarqufa eclesidstica. La identificaci6n de papas indivi duales con el Anticristo, basada en el principio ‘Ia corrupeién de lo mejor es. lo peor’ ;Corruptio optimi pessima est), estaba ya muy establecida en los pri- ‘meros afios del siglo XIV. En la siguiente centuria la aplicacién de esta figura. al estado presente de la Iglesia se convierte en préctica habitual. El papado. es, entonces, cl que recibe las crticas mds duras. Se entendié que el oponente: mas obvio de Cristo debfa ser aquél que. con aparente santidad, ocupara tn- dignamente el cargo espiritual supremo de Ia cristiandad’. Esta nueva tenden- cia la encontramos de manera clara en et inglés Juan Wiclef y en particular, en sus seguidores lolardos, que defendfan entre sus tesis (1388) que ‘el papa, sel Anticristo’. Tuvieron continuidad en el movimiento husita, que surgi6. en Bohemia en los primeros afios del siglo XV influido por el pensamiento- de Wiclef. Los husitas se valieron de la identificacién del papado con el Anticristo en beneficio de su ideologfa revolucionaria que aspiraba a un cam- bio radical en la sociedad y en la religiGn. Pero estas ideas, en fin, so alcan= zaron su madurez. con los reformadores alemanes del siglo XVI. Los excesos del papado, en cualquier caso, hicieron verosimil tan irreve- rente identificaci6n’, La iglesia, en su cabeza y sus miembros, se habfa sepa- rado de los ideales originales y pocos crefan que las reformas institucionales. podrian mejorar su estado. El gran poder alcarzado por Ia Iglesia hizo casi desaparecer el espititu evangélico y supuso la apariciGn de las 6rdenes men- dicantes y las reacciones de otros grupos mas radicales, que proponian la vuelta al cristianismo primitivo®. El papado, la institucién més antigua de Occidente, legitimado por los romanistas con Mateo 16,18 (“Tu eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi iglesia”), mantuvo durante largo tiempo una lucha abierta con los soberanos al reivindicar, mas alli del poder espiritual, un poder temporal. Pero esta lucha encierra en parte la paradoja deque su re- conocida supremacia iba acompafiada del descrédito moral mas absoluto- Era légico, por tanto, que Roma, con sus fastos, pese alos papas honorables, empezara a verse como una sede indigna y que se hablara de cautividad babi- [nica de la Iglesia. La vinculacién del papado con el Anticristo, basada en buena medida en 2 Tesalonienses 2, terminé convirtiéndose en un motivo, ® CE Norman Cohn, En pos del milenio, Madi, Alianza Editorial, 1973; Arthur 3k, El Antieristo. Barcelona, Clie, 1990 (especialmente ls pp. 23-28) y Bernard McGinn, El Anticristo. Dos mitenios de fascinacién humana por el mal. Barcelona, Paid6s, 1997 (especialmente ls pp. 131-241). * Verosimlitud asentada en Mateo 7,16: “Por sus fratos los conoceréis” * Un ejemplo lo constituyen los cétaros, auténtica contraiglesia, que postulaban la prctica de un cristianismo muy austero y la vueltaa la vida apostslica, José Roso Diaz con un fuerte cardcter incendiario, capaz de provocar las mas grandes polé- ‘micas y de captar la atencién de las masas populares, De ahi precisamente que aparezca una y otra vez en distintos movimientos religiosos reformistas ‘y que se repita en ellos, en contra incluso de su efectividad, ad nauseam. El Anticristo papal de la Reforma protestante Durante algin tiempo la historiograffa debatié ampliamente si la Reforma protestante alemana debja considerarse 0 no un acontecimiento de Ja Edad Media”. Es indudable que la Reforma, junto con el Renacimiento, inaugura una época, sienta las bases de la etapa modema, pero también que len muchos aspectos religiosos esté més cerca del periodo anterior. Un cro ejemplo seria la cuestién que nos ocupa. Desde muy pronto los reformados del efreulo de Wittenberg adoptaron por creencia la identificacién del papado ‘con el Anticristo, Para ellos este simbolo suponfa una divisi6n clara entre el bien y el mal, entre la vieja Iglesia corrupta y el nuevo y verdadero crist niismo. En este hecho incidié de manera notable la mentalidad apocalfptica de Lutero y la expectacién escatolégica de sus compaiieros. utero era un hombre medieval; era un hombre pesimista. Crefa, como confirman sus escritos privados, en el final inminente del mundo" y estaba profundamente obsesionado por el Diablo y el Anticristo. De forma gradual, ¥ ya hacia 1520, legé al convencimiento de que e! papado era el Anticristo®. La idea, que irrumpe con fuerza en sus escritos ¢ inicia toda una era de inter- protaciones polémicas, acompafaré desde entonces al reformador. incluso ‘con una radicalizaci6n progresiva’. Seguin Bernard McGinn “pese a todo, ™ La cuestiGn tuvo imponancia, sobre todo, entre algunos historiadores del siglo XIX. CE, en este sentido, Emst Troeltsch, Protestantism and Progress: A hsiorical Study of the relation of Protestantism to the Modern World. Boston, Beacon, 1958 y Steven Ozment, The age of Reform 1250-1550. New Haven, Yale, University Press, 1980, pp. 259-264. ' Preocupacisn esencial también en sus seguidores, que en numerosas ocesiones Sntentaron precisar la fecha exacta del fin del mundo. Para ello tuvieron que determi~ nar primero su edad y duracidn. Cf, sobre este aspecto, Maria José Vega Ramos, *Computatio omium temporum. La edad del mundo en la historiograffareformista”, ‘en Carmen Codefier y Juan Antonio Gonzalez Iglesias (Eds.), Antonio de Nebrija. Edad Media y Renacimiento. Salamanca, Universidad de Salamanca, 1994, pp. 97- 106 "Cr Scott H. Endrin, Luther and the Papacy: stages in a Reformation Conflict. Filadelfia, Westninste, 1981 Bjemplo signifiestiva seria 1 origen del papado (1545) uno de sus vitimos tra- bajos, quizd el mis soez eirrevente, que no gust6a todos ios reformadores. go Sum Papa: iconologta del papade y tiempo apocaliptco .. fue primeramente la presién de los acontecimientos y no tanto el estudio eru- dito lo que Hevé a Luteto al extremo de denunciar al papado porque se opo- ‘nfa de un modo fundamental a Cristo y al mensaje salvador de Cristo. Segin LLtero, a tirania del papa sobre la palabra de Dios, asf como también sobre Jos poderes reales ¢ imperiales nombrados por Dios, haba ido demasiado lejos y ya no habfa que vacilar mas”. Confesionalmente la creencia en el Anticristo papal aparece por primera vez en los Articulos de fe de la Liga Esmalcalda®, claborados por el propio Lutero en el afio 1537, y se mantienen en la Formula concordiae (1577) y el Liber concordiae (1580), que estable- cen la ortodoxia luterana frente a Trento y ls reformados disidentes. La teo- logia luterana posterior mantuvo esta ereencia, la epitié una y otra vez, pero con menos originalidad. Entonces el término *Anticristo’ pas6 a convertirse sélo en un insulto polémico, perdi6 significado. Por lo demas, la controversia sobre el Anticristo papal estuvo vigente hasta los afl finales del siglo XVII ¥y acab6a medida que se difundfan las ideas del pensamiesto ilustrado. En los Siglos XVIII y XIX encontramos sélo la repeticién vacia de la ret6rica del simbolo. En definitiva, la etapa de la Reforma marca el inicio ée la decadencia del Antictisto, Protestantes y catdlicos, que lo vefan en las filas de sus enemigos 505 germanos, lo utilizaron insistiendo hasta la saciedad en que tinica- ‘mente su lectura era la correcta, lo que provocé con el tiempo el empobreci- io del mismo y su pérdida de efectividad. ,Quién es en realidad el Anticristo? terminarfa pregunténdose el creyente al que el mito, visto incluso sin temor, ya no le hacfa debatir en su corazén sobre el espiritu verdadero de Cristo ni le afectaba en su religiosidad. Estas circunstancias explican que se terminara aplicando a cualquier entidad politica 0 religiosa y que se redujera ‘auna serie tépica de motives muy repetidos. 3. Escatologia y propaganda reformista Lutero era también un anfibio cultural. Bs sabido que hasta el Rena- cimiento existi6 en occidente una cultura comin compartida por todos tos {grupos sociales. Asf la élite culta participaba de una cultura popular amplia, se sentfa identificada con ella, la consideraba como algo propio. Sin em- “CF. Bemard McGinn, op cit, p. 224, "El cuarto de loscaptulos de esta Liga, formada por diversas ciulades y prfnci- [pes alemanes protestuntes contra las potencias cat6licas encabezadas por Carlos V, ‘afima que “el papa esl verdadero Anticrsto, que se ha elevado por ereima de Cristo y se ha opuestoa él, porque no permit que los cristianos se salven ror el poder del Seftor". José Roso Diaz bbargo, a partir del Renacimiento empez a constatarse la separacién dela mi- noria de los cultos deesa hase comin y Ia aparicién de dos tipos de cultura claramente diferencicdas: por un lado una cultura popular, muy conserva- dora, y, por otro, la cultura del intelectual, del hombre instruido. En el mo- ‘mento en que se produce esa fragmentacion cobran especial interés las perso- ‘nas que participan todavia de ambas posturas. Este fue el caso de Martin utero. Hijo de campesinos, vivia de estos dos medios, como hombre univer- sitario y como hombre conocedor del simbolismo popular. Tal circunstancia le permitié advertir desde et principio el papel fundamental que las creencias ‘populares tenfan para la difusin y triunfo de su reforma religiosa”, Sus pu- blicistas adoptaron con gran éxito ls ideas de las gentes del pueblo y las mo- dificaron conforme asus intereses teoldgicos. Aseguraron con cllo que su ‘mensaje influyera en un nimero mayor de personas y.al mismo tiempo, apo- yyaron y desarrollaron valores sociales y populares. Mediante el acercamiento iconogrifico al pueblocrearon, sabre todo, obras accesibles. Pero con la mo- dificacién de esta cultra lograron, ademds, el control de Ia masa, otra de las ‘prandes aspiraciones protestantes. Los publicistas recurrieron a los elementos populares mas variados para construir sus obras. Usilizaron con frecuencia imagenes grotescas, la devo- cid a los santos, el vocabulario soez 0 el miedo escatol6gico y procedimien- tos como e! hiperbolismo, la parodia, la sitira ola ironia, la sicalipsis, la de- formidad, la inversi6n o la ireverencia. Para la creacién de imigenes del papado como Anticristo se valieron de aquellos aspectos que causaban el re- chazo mas contundente, Lo repulsivo, en cambio, es un poder muy activo y peligroso, motivo causante sobre todo de pavor. Pertenece a la categoria de lo feo. La belleza y la Fealdad aluden al bien y al mal, al cielo y al infierno, Lo bello equivate a ta ermonta, mientras que lo feo es una manifestacién mas del horror del infiernc, de donde precisamente no puede faltar para que el ‘mal tenga una representaci6n completa. En nuestro caso, la repugnancia Hega a limites tan altos que en ocasiones abre el camino de lo grotesco. Entonces lo repudiado y terrible se convierte en jocoso. Y la masa se puede reirdel papa. En general la sociedad premoderna europea buscaba y aceptaba solucio- ines sobrenaturales a os problemas. Por ello la los aspectos de la vida humana y ocupaba el lugar que hoy le corresponde a laciencia, la medicina, la politica o la tecnologia. Proliferaron también, par- ticularmente en el drea germana, los prodigios. Estos fueron considerados CER, W. Soribner, For the sake of the simple folk: Cambridge, Cambridge “University Press, 1981; R. W. Scribner, Popular culture and popular movements in ‘Reformation Germans. London. Hamblen Pres, 1987

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