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Invadia autores como un rey y[.] exalt su credo hasta el punto de componer un libro caursiva y autobiogréfice, hecho de traducciones, donde dectars, por frases ajenas, lo sustancial de su pensar. Jonce Lins Bosses, El tame de mi esperanza bro es a memoria de la especie humana du rante miles de De fo, pues, en todos los tiempos, , ¥ conocido a todos los hom. ‘Dosanco FAUSTINO SARMIENTO, “El monitor de las escuelas primarias” EL LECTOR CON EL LIBRO EN LA MANO , Borges ofrece un comienzo. En uno de sus tl- con, con satisfecha joven de cultura ‘encuentra varado ‘en una estancia remota. Sus tinicos compafieros son el capataz y sus hijos, analfabetos que se expresan con gran dificultad, des- toda conversacién resulta imposible, el joven, para establecer contacto, decide leerles paginas de una vieja Biblia inglesa que encuentra en la casa. Fn las paginas en blanco al final del volu- ‘men se han registrado, con muchas lagunas, la historia y el lina- je de la familia, desde que sali6 de Inverness hasta el punto en ‘que ya nadie supo escribir. Aguijoneado por vagos afanes didac- ticos, el joven no se contenta con leer; escogiendo el Evangelio seguin Marcos, practica la lectura en voz alta “para ejercitarse en Ja traducci6n”, y quizé también para averiguar si los Gutres en tienden algo de lo que estén oyendo.! Los Gutres (originalmente Guthries) resultan ser atentisimos oyentes. En perfecto silencio absorben palabra tras palabra de lo que se les lee y, cuando ter- mina el Evangelio, piden que Ja misma lectura (0 tra- duccién) “para entenderlo bien’ . La reverencia que sienten por la Biblia se extiende a xt: “mientras lefa, noté que le retiraban las migas que él habia dejado sobre la mesa. Una tarde los sorprendis hablando de é1 con respeto y pocas pala- as” (1071). Por stibito que parezca, el final del relato es previ- fe. Un viernes por la tarde, el joven se sorprende pensando ido?) en voz alta: poco”, Detrds de él, el capataz re- pie como un eco esas palabras. En verdad, la hora ha legado. Los tres Gutres (la transliteracién del apellido escocés tiene un sonido gutural, inguietante) lo Hevan, casi lo empujan al galpén, 2% LAESCENA DELECTURA, yuna vez dentro, Espinosa contempla la cruz que le han pre parado. Esta larga referencia al texto de Borges no proviene sélo del placer de repetir (y por ende traducir cuento particularmente inal Quiza mejor que otros, de toda su obra: la mi panoamérica y, concor todos los cuentos de Borges (en. el que se cita con més frecuencia) repiten sin cansancio que la li- teratura —toda literatura— es relectura, ejercicio abierto de repe- ticién de un solo texto, perpetuamente diferente, “El Evangelio segtin Marcos” va més lejos. En sus paginas, los escribas-lectores. que presenta Borges (0 acaso mejor, los activos oyentes), no son, como Pierre Menard, letrados europeos sino paisanos argentinos, cziollos con sangre de Europa y sangre de América, que ya no saben ni leer ni escribir. Indigentes culturales, no han perdido con todo el deslumbrado respeto por la Escritura; pero al carecer de letras, sélo atinan a dramatizar, de manera atroz, su desviada interpretacion. Al dar a este relato un escenario argentino, Bor- ges pareceria subrayar tn aspecto fundamental de la literatura hispanoamericana: su capacidad de distorsiOn creadora (y en este caso mortal) > Releer y reescribir el ibro europeo, nos dice el cuento, puede ser una experiencia a veces salvaje, siempre in- quietante. La actitud del escritor hispanoamericano —podiria cali- flcarse de pose si el término no insinuase menosprecio— es exac- tamente el reverso de la maxima de Mallarmé, y como tal, su parodia, El Libro no es meta sino prefiguracién: disonante cor- junto de textos a menudo fragmentados, de trozos sueltos de es-

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