Prosa de Estado y Estados de La Prosa, Por Marcelo Cohen PDF

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tiversturs LD Prosa de Estado y estados de la prosa Durante el ultimo ao, con la complacencia insana de la prensa cultural, diversos narrado- res argentinos se lanzaron crudos ataques mutuos. El centro de la polémica, no muy claro, habria sido la colaboracién de ciertas estéticas con la corrupcién de la literatura y la supuesta vocacién puramente literaria y libertaria de otras. Proponemos dejar de lado este ‘enfoque fastidioso e inicia, al viejo modo, examenes estilisticos mas pormenorizados. Liamo prosa de Estado al compuesto que cuen- ‘Gqlesverueeemteer Plictics de la realidad de ‘un pais, incluidos los snes, las fantasia y la me- ‘moria. La pros de Estado instituye un Supraestado ue excede a todo aparato estatal. En la Argentina, sus ingredientes bisicos son los anacolutos del teatro politico, las agudezas publicitaria, el show informativo y sus sermones, la mitologia emoti- va de series y telenovelas, la pedagogia cultural, psicolégica y espiritual de los suplementos de prensa, ls jergas progresista, juveniles y canallas parasitadas por los comunieadores, todo con in- crustaciones de traducciones espaiiolas y dobla- jes centroamericanos. La prosa de Estado plasma los valores de la mente pequefioburguesa ~avan= ce, posesin, distincién y a la vez pertenencia-, tan seductores que absorben a los desposeidos y conquistan a los oligarcas que antafio los despre- ciaban. Es enloquecedora: mantiene vivo el de~ seo de mercancia y fomenta la persecucion de ‘metas contradictorias.¥, en contra de su prover- bial filsteismo, hoy ya no recela de Ta al contrario: . ecumeniza y eleva pa- presa bien, cosas que los dem pros de Estado no saben articular. Los escrito~ res hablan de la angustia y el mal y la ambiva- lencia; proveen sabiduria y ética; también sefia- Jan saludablemente ls lagas de los hablantes. La prosa de Estado se reviste incluso de una poesia de Estado, como en el gusto de los politicos por Ia lirica combativa. Porque asi como el Estado democritico-religioso necesita oposiciones com- plementarias, la prosa de Estado s6lo puede im- plantarse si se reconoce débil e incompleta. Para, fortalecerse mantiene a la literatura en inverna- dero, exquista flor-ortiga, pero dentro de su par~ | lamento total. de su tutela omnivora? zEs posible reformar ese lenguaje para contar otras cosas, o la tinica liber- tad depende de un ataque frontal, demoledor? ¥ si hay que demoler, | Bstado trama apretadamente la cita poética con | a sentencia y la guarangada, pero reprime el ma- is El matiz, dice Barthes, es insignificante; slo =xpresa la posible autonomia de un lenguaje, una particularidad sin atributos. El matiz, por ejem- plo el matiz sentimental, necesita estilo, esto es, decision sobre la diversidad, la complejidad, la re- lacién y el orden de los elementos de la frase Suanto mas matizada la frase, mas la prosa de Estado la censura. Claro que el matiz estremece hh fijeza del mundo pero también sacude al que ‘matiza, Matizar es desflecarse, He aqui un buen punto de partida para esclarecer qué seria buena y mala escritura. Por empezar, no aceptaremos la perfidia de que lo complejo es complicado. Hubo ‘un momento de la narrativa argentina, entre los sesenta y los setenta, de pros clara y matizada, igi sin apresuramiento, confiada y asertiva pero pru- dente, oportuna para la sinuosidad; descendia de las ricas sintesis que habian hecho los norteame- ricanos.Yo diria que esa linea se ha perdido, sal- vo ena versién pulstil,cinemtica y aforistica 4& Piglia) despunta en los narradores de género, Basa Toe Sele 8 beat a Pode de efecto que no podria darle ni siquicra el cine. Era a pros de Walsh, de Briante, de Gallardo, del Conti de Sudeste. Ta ambigtiedad que la hiperlite- fatura confia a los vericuctos de la fase este estilo la delegaba en la rama y en la concentracion. En sus momentos dptimos, realizaba cl ideal esilistico de Jeam Rhys, a de Anco mar de los sargzes: aguas tranquilas levemente rizadas por tuna turbiedad de fondo (exacta- mente lo contrario que la prosa de Estado). ¥, aunque individua- da, era inasimilable a lo personal {algo que la prosa de Estado tam= poco soporta bien). Por cierto, on faccuencia nos emperramos en importar para kt prosa la potencia de verdad de la poesia apostan- do todo al metro y los tropos. En realidad, lo que al narrador mis conviene de la poesia ¢s la rela- ci6n intima con los momentos, su peso variado, sus ritmes. Como si no se pudiera contar nada de vers sin “diferencia Ia misica sucesiva de los di 28” (Prous). Pew diferencar es un arte de la dsancia, ya prosa de Estado nos embriaga de familiaridad, dle promiscuidad: de todos con la lengua y de cad ‘cual consigo mismo. De modo que el narrador an esata ind elo Snieso de toda funliaridad avers ase de para que en don de era una ilusiGn ocurran por fin el mundo y lmis- mo. Es Ge empetio To que hace necesario un estilo y puede habilitarnos para contar, no ya historias ori ginal, sino incluso una historia que valga la pena. El efecto de lo familia siniestro aparece hoy en una escritura de paso ligero y como indiferente a la combustin, resuelta a usar trucos del cine y las series, contaminada de vulgaridad (por mor de precisiones) pero calibrada en el gran museo del relato directo y la clocuencia mis granada del {dioma, y por tanto con un insoslayado resto sim- bolico: la de Daniel Guebel en Matilde o El per- seouido, a de Sergio Bizzio en Rabia ~y antes de ellos la del Fogwill categorico y fulminante de Vivir fuera 0 “La liberacién de unas mujeres"=: TC citeratare Imigenes. Mabe Bethonico, El clecionisa Destraccién:Cajs: Sobrevvientes:Inclinactones. Lact oa de it ced te Gh de The Pac of ray rhe Unry Pey8 cm Pound ABC dora (Bese, De Ilo, Sor elma ve ad aren gel Riera Reon tem 80 ee Fare iris ameen Serta Wr, Minton tt er py pads (reo, Tenquts 196) a ols Seago Cui, Ande Une 7 Seo ese hrs etn as Pg omer {7 ye La novela de Bizzio cuenta el romance entre un albafil y una muca= ‘ma en el marco de una casa de alta burguesia, y es una fabula que eri= ge a un proletario humillado en vengador, luego proscrito, luego casi fantasma y al cabo en Angel. Odio social, ascesis y redencién: la rabia del titulo es literalmente la enfermedad, pero también la del narrador contra la prosa de Estado y la del héroe contra la distincién de los im= béciles que la prosa de Estado modela. Sélo que el odio no obnubila a Birzio como para colaborar con él fin de la literatura ni ceder a Jol Imbéciles, como si estuvieran obsoletas las preciosis armas (tiempo, elip- Sis, transiciones, alternancia de didlogo dramitico de base oral y narra- ion en indirecto libre) que la literatura se forj6 para restablecer los matices; aFMUS qUE hoy nada restablecerian sin incorporar, recicladas, Jos groscras armas del enemigo. La prosa de Bizzio absorbe con tanta ‘yoracidad como la de Estado (en la novela hay una biblioteca burgues, ‘Reader’ Digest, charla de porteros y letras de Cristian Casto), pero lo vierte todo en negativo, como extrafia entre sus bienes. No en vano Rai ‘rata de un intruso en un hogar ajeno y de fiiciones y procreaciones du- osas.Vean un pasaje cualquiera: ™...el seior Blinder era abogado, hiper- {enso, obsesivo e infeliz; Ia sefiora Blinder habia montado en algiin mo- ‘mento de su vida una galeria de arte, era una alcohélica ‘social’... usaba ‘muchas cremas, adoraba los colores pastel y, probablemente, mantenia ‘una relacién amorosa secreta, a juzgar por alguna que otra prenda de di- sefio demasiado chillon relegada en el fondo del placard”. Rabia es una de esas novelas intempestivas que hoy se escriben en los resquicios del

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