tiversturs LD
Prosa de Estado y estados de la prosa
Durante el ultimo ao, con la complacencia insana de la prensa cultural, diversos narrado-
res argentinos se lanzaron crudos ataques mutuos. El centro de la polémica, no muy claro,
habria sido la colaboracién de ciertas estéticas con la corrupcién de la literatura y la
supuesta vocacién puramente literaria y libertaria de otras. Proponemos dejar de lado este
‘enfoque fastidioso e inicia, al viejo modo, examenes estilisticos mas pormenorizados.
Liamo prosa de Estado al compuesto que cuen-
‘Gqlesverueeemteer Plictics de la realidad de
‘un pais, incluidos los snes, las fantasia y la me-
‘moria. La pros de Estado instituye un Supraestado
ue excede a todo aparato estatal. En la Argentina,
sus ingredientes bisicos son los anacolutos del
teatro politico, las agudezas publicitaria, el show
informativo y sus sermones, la mitologia emoti-
va de series y telenovelas, la pedagogia cultural,
psicolégica y espiritual de los suplementos de
prensa, ls jergas progresista, juveniles y canallas
parasitadas por los comunieadores, todo con in-
crustaciones de traducciones espaiiolas y dobla-
jes centroamericanos. La prosa de Estado plasma
los valores de la mente pequefioburguesa ~avan=
ce, posesin, distincién y a la vez pertenencia-,
tan seductores que absorben a los desposeidos y
conquistan a los oligarcas que antafio los despre-
ciaban. Es enloquecedora: mantiene vivo el de~
seo de mercancia y fomenta la persecucion de
‘metas contradictorias.¥, en contra de su prover-
bial filsteismo, hoy ya no recela de Ta
al contrario: . ecumeniza y eleva pa-
presa bien, cosas que los dem
pros de Estado no saben articular. Los escrito~
res hablan de la angustia y el mal y la ambiva-
lencia; proveen sabiduria y ética; también sefia-
Jan saludablemente ls lagas de los hablantes. La
prosa de Estado se reviste incluso de una poesia
de Estado, como en el gusto de los politicos por
Ia lirica combativa. Porque asi como el Estado
democritico-religioso necesita oposiciones com-
plementarias, la prosa de Estado s6lo puede im-
plantarse si se reconoce débil e incompleta. Para,
fortalecerse mantiene a la literatura en inverna-
dero, exquista flor-ortiga, pero dentro de su par~ |
lamento total.
de su tutela omnivora? zEs posible reformar ese
lenguaje para contar otras cosas, o la tinica liber-
tad depende de un ataque frontal, demoledor? ¥
si hay que demoler, | Bstado trama apretadamente la cita poética con
| a sentencia y la guarangada, pero reprime el ma-
is El matiz, dice Barthes, es insignificante; slo
=xpresa la posible autonomia de un lenguaje, una
particularidad sin atributos. El matiz, por ejem-
plo el matiz sentimental, necesita estilo, esto es,
decision sobre la diversidad, la complejidad, la re-
lacién y el orden de los elementos de la frase
Suanto mas matizada la frase, mas la prosa de
Estado la censura. Claro que el matiz estremece
hh fijeza del mundo pero también sacude al que
‘matiza, Matizar es desflecarse, He aqui un buen
punto de partida para esclarecer qué seria buena
y mala escritura. Por empezar, no aceptaremos la
perfidia de que lo complejo es complicado. Hubo
‘un momento de la narrativa argentina, entre los
sesenta y los setenta, de pros clara y matizada, igi
sin apresuramiento, confiada y asertiva pero pru-
dente, oportuna para la sinuosidad; descendia de
las ricas sintesis que habian hecho los norteame-
ricanos.Yo diria que esa linea se ha perdido, sal-
vo ena versién pulstil,cinemtica y aforistica
4& Piglia) despunta en los narradores de género,
Basa Toe Sele 8 beat a Pode
de efecto que no podria darle ni siquicra el cine.
Era a pros de Walsh, de Briante,
de Gallardo, del Conti de Sudeste.
Ta ambigtiedad que la hiperlite-
fatura confia a los vericuctos de
la fase este estilo la delegaba en la
rama y en la concentracion. En
sus momentos dptimos, realizaba
cl ideal esilistico de Jeam Rhys, a
de Anco mar de los sargzes: aguas
tranquilas levemente rizadas por
tuna turbiedad de fondo (exacta-
mente lo contrario que la prosa
de Estado). ¥, aunque individua-
da, era inasimilable a lo personal
{algo que la prosa de Estado tam=
poco soporta bien). Por cierto, on
faccuencia nos emperramos en importar para kt
prosa la potencia de verdad de la poesia apostan-
do todo al metro y los tropos. En realidad, lo que
al narrador mis conviene de la poesia ¢s la rela-
ci6n intima con los momentos, su peso variado,
sus ritmes. Como si no se pudiera contar nada de
vers sin “diferencia Ia misica sucesiva de los di
28” (Prous). Pew diferencar es un arte de la dsancia,
ya prosa de Estado nos embriaga de familiaridad,
dle promiscuidad: de todos con la lengua y de cad
‘cual consigo mismo. De modo que el narrador an
esata ind elo Snieso de toda funliaridad
avers ase de para que en don
de era una ilusiGn ocurran por fin el mundo y lmis-
mo. Es Ge empetio To que hace necesario un estilo
y puede habilitarnos para contar, no ya historias ori
ginal, sino incluso una historia que valga la pena.
El efecto de lo familia siniestro aparece hoy en una
escritura de paso ligero y como indiferente a la
combustin, resuelta a usar trucos del cine y las
series, contaminada de vulgaridad (por mor de
precisiones) pero calibrada en el gran museo del
relato directo y la clocuencia mis granada del
{dioma, y por tanto con un insoslayado resto sim-
bolico: la de Daniel Guebel en Matilde o El per-
seouido, a de Sergio Bizzio en Rabia ~y antes de
ellos la del Fogwill categorico y fulminante de
Vivir fuera 0 “La liberacién de unas mujeres"=:TC citeratare
Imigenes. Mabe Bethonico, El clecionisa
Destraccién:Cajs: Sobrevvientes:Inclinactones.
Lact oa de it ced te
Gh de The Pac of ray rhe
Unry Pey8 cm
Pound ABC dora (Bese, De
Ilo, Sor elma ve ad aren
gel Riera Reon tem 80
ee Fare iris ameen
Serta Wr, Minton tt er py
pads (reo, Tenquts 196) a ols
Seago Cui, Ande Une 7 Seo
ese hrs etn as Pg omer
{7
ye
La novela de Bizzio cuenta el romance entre un albafil y una muca=
‘ma en el marco de una casa de alta burguesia, y es una fabula que eri=
ge a un proletario humillado en vengador, luego proscrito, luego casi
fantasma y al cabo en Angel. Odio social, ascesis y redencién: la rabia
del titulo es literalmente la enfermedad, pero también la del narrador
contra la prosa de Estado y la del héroe contra la distincién de los im=
béciles que la prosa de Estado modela. Sélo que el odio no obnubila
a Birzio como para colaborar con él fin de la literatura ni ceder a Jol
Imbéciles, como si estuvieran obsoletas las preciosis armas (tiempo, elip-
Sis, transiciones, alternancia de didlogo dramitico de base oral y narra-
ion en indirecto libre) que la literatura se forj6 para restablecer los
matices; aFMUS qUE hoy nada restablecerian sin incorporar, recicladas,
Jos groscras armas del enemigo. La prosa de Bizzio absorbe con tanta
‘yoracidad como la de Estado (en la novela hay una biblioteca burgues,
‘Reader’ Digest, charla de porteros y letras de Cristian Casto), pero lo
vierte todo en negativo, como extrafia entre sus bienes. No en vano Rai
‘rata de un intruso en un hogar ajeno y de fiiciones y procreaciones du-
osas.Vean un pasaje cualquiera: ™...el seior Blinder era abogado, hiper-
{enso, obsesivo e infeliz; Ia sefiora Blinder habia montado en algiin mo-
‘mento de su vida una galeria de arte, era una alcohélica ‘social’... usaba
‘muchas cremas, adoraba los colores pastel y, probablemente, mantenia
‘una relacién amorosa secreta, a juzgar por alguna que otra prenda de di-
sefio demasiado chillon relegada en el fondo del placard”. Rabia es una
de esas novelas intempestivas que hoy se escriben en los resquicios del